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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.25 no.50 México jul./dic. 2013

 

Reseña bibliográfica

 

Economies émergentes latino–américaines, entre cigales et fourmis

 

Alfonso Moro

 

Pierre Salama, Ediciones Armand Colin, París, 2012

 

Universidad de Amiens al.moro@wanadoo.fr

 

Este libro no pretende trazar el recorrido económico de cada uno de los países de américa Latina, tampoco abordar la larga historia económica, ni ser exhaustivo sobre todos los temas. Tiene como objetivo comprender las lecciones de la historia a fin de no repetir los errores del pasado. Se enfoca en américa latina para comprender la situación actual de Europa y la crisis de las deudas soberanas, la manera de administrarlas y las crisis económicas que han generado; de la misma manera, comprender américa Latina, recurriendo a las experiencias asiáticas.

El libro se centra en las principales economías emergentes: Brasil, Argentina, México, Chile y Colombia. Países que concentran, a la vez, la mayoría de la población y de su producción industrial, agrícola y de servicios. Su análisis se limita a los últimos 15–20 años, aunque en su primer capítulo hace un rápido recorrido sobre la historia económica de los últimos cuarenta años, a fin de recordar los orígenes de su industrialización y mostrar su originalidad (un crecimiento "fruto" de un mercado interno en vías de constitución).

La globalización comercial contribuye al desplazamiento del centro de gravedad geoestratégico del mundo con el ascenso en potencia de las economías emergentes asiáticas y, en menor medida, las de américa Latina. ¿Se está conformando un nuevo plano del mundo?, ¿una nueva américa Latina está naciendo?, ¿forma parte de ese nuevo mundo o acaso su desarrollo está condicionado por el desplazamiento del centro de gravedad hacia la región asiática, al mismo tiempo que su motivación proviene de los prolongados movimientos en favor de las economías asiáticas y de la crísis de las finanzas internacionales provenientes de los países avanzados? Es claro que una nueva américa Latina está naciendo. América Latina cambia. La de hoy no es más la de ayer, pero conserva sus rasgos. Las rupturas son, como siempre, sobreposiciones, la historia no avanza de manera lineal, sino que reserva sorpresas, tanto como que "los hombres hacen libremente su historia, pero en condiciones que no son determinadas por ellos".

¿Quién hubiere imaginado hace algunos años que algunos países, entre los más importantes, volviendo a exportar productos primarios, es decir, recuperando parcialmente la especialización internacional de otros tiempos, iban a distender las restricciones externas, atraer capitales, aunque al precio de una apreciación del tipo de cambio de sus monedas?

El crecimiento puede acompañarse de una industrialización, pero no es el caso de américa Latina, y aunque "comparación no es razón", "comparar permite aprender". En efecto, en américa Latina, en los últimos 15–20 años se manifiesta, en muchos de sus países, una "desindustrialización precoz". Ésta y la industrialización dependen de la manera cómo se practica la apertura. Si se deja a las fuerzas del mercado actuar libremente para fijar los precios y orientar las inversiones, la probabilidad de que un proceso de "desindustrialización precoz" se produzca es elevada. Si el Estado interviene sobre distintas variables (tipo de cambio, tasa de interés, política selectiva de subvenciones, desarrollo acelerado de las infraestructuras tomando en cuenta los retrasos acumulados, en fin, medidas proteccionistas temporales y selectivas) entonces las condiciones de recuperación de la industrialización están reunidas.

La globalización financiera también ha cambiado. Sus efectos sobre los regímenes de crecimiento en américa Latina, tanto desde el punto de vista de la producción como de los comportamientos rentistas no son los mismos que en el pasado. Ascenso en potencia de la globalización financiera; menor vulnerabilidad de las economías emergentes latinoamericanas, pero más fragilidad frente a las turbulencias financieras internacionales; efectos perversos de financiarización de cara a la inversión productiva, son analizados en este libro.

En los años de la década de 1970 las clases medias en Brasil conocieron un desarrollo considerable y fueron la causa de una demanda sostenida de bienes duraderos, llamados bienes "de lujo", a los que no tenían acceso la capas pobres y modestas en razón de su bajo nivel de ingresos. Como en Brasil, el crecimiento es muy elevado en China, y el aumento de las desigualdades considerables y de la pobreza retroceden. Desde ese punto de vista, China se ha "latinoamericanizado", pues su nivel de desigualdades es hoy muy cercano al de los países latinoamericanos. Con la diferencia que en los años de la década de 2000 las desigualdades bajan en la mayor parte de los países latinoamericanos mientras que siguen aumentando en China.

La distribución de los ingresos es ligeramente menos desigual en los años de la década de 2000 que en la de 1990; no obstante, sigue estando a un nivel extremadamente elevado. El crecimiento ha vuelto a las economías emergentes latinoamericanas, en argentina a un nivel más elevado que en Brasil y México, al menos hasta 2011. El conjunto de esos factores incide favorablemente en la reducción de la pobreza. aunque no son los únicos. La política distributiva del Estado abre una vía a una reducción de la amplitud y la profundidad de la pobreza. Los dos instrumentos privilegiados son las transferencias monetarias y la progresión del salario mínimo, superior al del PIB.

Los gastos sociales públicos y los gastos sociales han aumentado en los años de la década de 2000. La presión fiscal ha crecido pero los sistemas fiscales siguen siendo profundamente regresivos. Después del pago de impuestos las desigualdades de ingresos siguen siendo desiguales, incluso más que antes de su pago, a diferencia de lo que puede observarse en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Profundamente desiguales y con elevados índices de pobreza, los países latinoamericanos progresan ligeramente en los años de la década de 2000 hacia menos de desigualdad y menor pobreza. No obstante, queda un largo camino por recorrer para que esas sociedades se vuelvan inclusivas y la pobreza sea erradicada. La ciudadanía social está muy lejos de haber progresado al mismo ritmo que la ciudadanía política. Queda mucho por hacer para que el acceso a los derechos sea el mismo para todos. ¿Debe entonces considerarse que las sociedades particularmente inequitativas, pese a los progresos observados, generan naturalmente la violencia, o acaso ésta tiene otras causas?

Las causas del aumento o la disminución de la violencia son múltiples y se entrecruzan. Reducir la violencia cuando ésta alcanza un nivel como el que conocen varios países latinoamericanos es un poco como querer lograr "la cuadratura del círculo". De ese tamaño es la dificultad. Existe una serie de precondiciones para lograr una sociedad más cohesionada y para reducir la violencia: disminuir de manera sustancial las desigualdades socioeconómicas, favorecer una redistribución más igualitaria de los ingresos, desarrollar una educación primaria, secundaria y profesional de calidad, inventar políticas para las ciudades, mejorar notablemente la calidad de las instituciones —sobre todo de la justicia y de la policía—, desarrollar una política de la ciudad, tal como fue el caso en Bogotá y como comienza a ser en el caso de las "favelas pacificadas" en Brasil. Esto muestra cuánto la política social debe ser audaz.

Tal y como lo demuestra Pierre Salama en este libro, los desafíos a los que los países latinoamericanos están confrontados son numerosos.

Algunos problemas parecen haber sido resueltos. Tal es el caso de la deuda externa, pero al precio de nuevas vulnerabilidades. El problema de la deuda externa no es más un problema en américa Latina, las nuevas vulnerabilidades financieras se han transformado en problema. Disminuirlas es un desafío para los países latinoamericanos. Pero no es el único.

¿Aceptar la "desindustrialización relativa precoz" en nombre del libre cambio, rechazar esa desindustrialización practicando una apertura controlada, o bien cerrar las fronteras esperando que otros países seguirán comprando lo que el país produce? Gracias al apoyo del Estado estratega, la economía "abierta" no es una economía "ofrecida" a los intereses externos como es el caso con el simple libre cambio. La apertura controlada permite transformar el tejido industrial y preparar al país a los cambios necesarios. No es la apertura externa la que conduce a la "desindustrialización precoz relativa". La apertura a los mercados internacionales no es sinónimo de laissez faire, ésta puede ser controlada. "Desindustrialización relativa precoz" e industrialización dependen de la manera en cómo se practica la apertura. Si a las fuerzas del mercado se les deja libres para fijar los precios, incluído el tipo de cambio, así como orientar las inversiones, la probabilidad que se produzca un proceso de "desindustrailización precoz" es elevada. Ésta, aunque relativa, requiere nuevas medidas de política económica, con el fin de revertir esta tendencia por la creación de un gran banco público de desarrollo en varios países, de tal manera que se favorezca las inversiones estratégicas (infraestructuras, etc.), o bien a través de un proteccionsimo temporal selectivo. Demanda igualmente un esfuerzo particular importante en materia de educación y de formación de los jóvenes, a fin de que ellos puedan controlar las técnicas cada vez más complejas y faciliten así una recomposición del paisaje industrial hacia la producción de productos sofisticados de fuerte valor añadido. Exige sobre todo un serio esfuerzo en materia de investigación y desarrollo, igual al que realizan los "dragones asiáticos" y ahora también China. américa Latina tiene mucho que aprender al respecto de las economías emergentes asiáticas.

La exportación de materias primas es, a la vez, una oportunidad y una maldición para américa Latina. La "reprimarización" permite aflojar la restricción externa que padecieron las economías emergentes durante décadas, pero produce también nuevas dependencias, una vulnerabilidad a las fluctuaciones de los precios de las materias primas y frecuentemente conduce a una apreciación del tipo de cambio de la moneda nacional con relación al dólar que es dañina para la industria.

Las importantes desigualdades sociales y los gastos sociales aún insuficientes, notablemente en educación y formación, son, a la vez, una cuestión de justicia y un problema económico. Una cuestión de justicia en razón de la importancia de esas desigualdades y de las respuestas hasta ahora insuficientes para reducirlas. Las desigualdades amenazan la cohesión social y pueden ser fuente de violencia y de desagregación de la sociedad. Y un problema económico porque su naturaleza hace más difícil la dinamización del crecimiento por el desarrollo del mercado interno. La reducción de esas desigualdades, el financiamiento de los gastos sociales más ambiciosos demandan una reforma fiscal substancial.

Las respuestas que aportarán los responsables económicos y políticos a esos desafíos determinan el lugar que ocuparán los países emergentes latinoamericanos en el nuevo orden mundial que se está configurando.

La crisis económica mundial acelera la transformación del mundo. Las regiones y países semejan capas teutónicas en constante movimiento. En tanto proceso económico y social, la américa Latina de ayer no es la misma de hoy, pero su estado actual permite vislumbrar lo que puede ser mañana. ayudar a comprender este complejo proceso es el aporte principal de Economías latinoamericanas: entre cigarras y hormigas, de Pierre Salama. Cualquier estudioso —profesor, estudiante, analista— que se interese a la trayectoria de esas economías sin duda ganará mucho leyendo este valioso aporte.

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