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Frontera norte

On-line version ISSN 2594-0260Print version ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.24 n.48 México Jul./Dec. 2012

 

Artículos

 

Movilidad ocupacional de los trabajadores jóvenes en Argentina en una etapa de crecimiento económico

 

Occupational mobility of young workers in Argentina in a period of economic growth

 

Mariana ÁLVAREZ1, Ana Laura FERNÁNDEZ2

 

1 Universidad Nacional de General Sarmiento–Becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Dirección electrónica: malvarezdelallera@gmail.com

2 Profesora–investigadora de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Dirección electrónica: analaurafer@gmail.com

 

Fecha de recepción: 12 de diciembre de 2011
Fecha de aceptación: 1 de marzo de 2012

 

Resumen

Los jóvenes constituyen el grupo que presenta mayores riesgos de salir de la ocupación no sólo como consecuencia de las características propias de estos trabajadores, sino también como resultado de los tipos de puestos de trabajo a los que acceden. Esta situación de elevada inestabilidad laboral podría a su vez afectar la trayectoria laboral posterior de quienes la transitan. En este trabajo se presenta una caracterización de la dinámica ocupacional reciente (2003–2010) en Argentina, enfocando el análisis en los jóvenes, comparándolos con el resto de los trabajadores. Para ello se emplearon datos de panel construidos a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH–INDEC).

Palabras clave: 1. movilidad ocupacional, 2. jóvenes, 3. mercado de trabajo, 4. análisis dinámico, 5. Argentina.

 

Abstract

Young workers present a higher risk of leaving a job in comparison with adults as a consequence of their own characteristics, but also because of the type of jobs they work at. This high occupational instability could negatively affect their future occupational paths. This paper presents a characterization of recent occupational mobility in Argentina (2003–2010), focusing on young workers. For this, panel data constructed with the micro–data of the Encuesta Permanente de Hogares (EPH–INDEC) has been used.

Keywords: 1. occupational mobility, 2. young workers, 3. labour market, 4. dynamic analysis, 5. Argentina.

 

INTRODUCCIÓN1

La frecuente rotación entre empleos asociada a la ausencia o debilidad de instituciones que garanticen un ingreso durante episodios de desempleo o inactividad puede provocar un fuerte impacto negativo sobre las condiciones de vida de los hogares. A su vez, la inestabilidad ocupacional puede dificultar la acumulación de calificaciones específicas y se encuentra frecuentemente asociada a una baja cobertura de las instituciones laborales y de la seguridad social. La pérdida involuntaria de un puesto de trabajo podría implicar menores probabilidades de encontrar otra ocupación y/o afectar negativamente las remuneraciones futuras del trabajador; por este motivo, una comprensión cabal del funcionamiento del mercado de trabajo y de la dinámica del bienestar de los hogares requiere complementar el análisis estático con el estudio de la dinámica ocupacional de los individuos.

Los jóvenes constituyen un grupo particularmente vulnerable, que presenta en el mercado de trabajo una inestabilidad mayor que los adultos. Resulta entonces de interés identificar diferencias entre las posibles trayectorias laborales de jóvenes con distintas características. A partir de la evidencia internacional y la literatura existente sobre el tema sería posible identificar dos tipos de trayectorias inestables: las ascendentes que conducen a la inserción en un puesto de calidad y las erráticas que, asociadas al abandono temprano del sistema educativo, perpetúan inserciones laborales precarias y asociadas a bajos ingresos. Desde un enfoque similar al adoptado aquí, la dinámica ocupacional de los jóvenes en Argentina fue analizada por Maurizio (2011) para la década de 1990. En este trabajo se tratará de analizar la dinámica ocupacional reciente de los jóvenes en Argentina, poniendo el foco en la primera década del siglo XXI, caracterizada como un período de crecimiento económico acompañado por mejoras en el mercado de trabajo y la recuperación de algunas instituciones laborales.

A partir de datos de panel construidos con base en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH–INDEC) elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos para el período 2003–2010, se busca analizar la probabilidad de salir de la ocupación hacia diferentes destinos: otra ocupación, desocupación e inactividad, relacionándola con características personales y del puesto de trabajo, concentrándose en las diferencias entre trabajadores adultos y jóvenes, con el objetivo de identificar las particularidades de este último grupo, así como también cambios y continuidades en relación con la dinámica observada en la década pasada.

En la siguiente sección se presenta una breve revisión de la literatura nacional e internacional sobre el tema, luego se expone la metodología aplicada y se describe las fuentes de información utilizadas. En el apartado posterior se presenta las características de la inserción laboral de los jóvenes y más adelante se analiza los resultados dinámicos, para finalizar con una reflexión sobre los principales hallazgos del trabajo.

 

ANTECEDENTES

A nivel internacional hay una gran cantidad de trabajos que abordan el estudio acerca de las características particulares que presenta la inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo en relación con sus trayectorias laborales. La mayor parte acuerda en que los jóvenes atraviesan trayectorias más inestables que los adultos, a la vez que conforman ellos mismos un grupo heterogéneo (Clark y Summers, 1982; Feldstein y Ellwood, 1979; Holzer y LaLonde, 1998; Klerman y Karoly, 1994). Respecto al carácter de esta elevada inestabilidad existen posturas encontradas, ya que algunos autores hacen referencia a decisiones voluntarias, mientras que otros aducen que la inestabilidad tiene cierto grado de involuntariedad.

Siguiendo a Maurizio (2011), la bibliografía internacional podría clasificarse en dos grupos. Uno de ellos explica la inestabilidad a partir de la existencia de un "efecto composición", debido a que los jóvenes se insertarían en mayor medida en puestos inestables; esto se debería en parte a sus características o a que ellos mismos eligen puestos de trabajo más inestables, que sin embargo poseen otras características atractivas. También podría deberse a la presencia de segregación, en tanto los empleadores les ofrecerían puestos de trabajo donde se les brinda menor capacitación específica, no cubiertos por la seguridad social o intrínsecamente más inestables. Otro grupo de explicaciones hace referencia a la inestabilidad inherente a los trabajadores más jóvenes relacionada con las características particulares de este grupo, debido a la alternancia con actividades extralaborales; por ejemplo, el estudio, a la búsqueda de empleos mejores en el marco de una trayectoria laboral ascendente o a la rotación entre ocupaciones hasta encontrar aquella que mejor se adecue a sus propias características al comienzo de la carrera laboral (Johnson, 1978);2 estas dos primeras razones podrían estar asociadas a una movilidad de tipo voluntaria. A su vez, algunos autores afirman que puesto que los jóvenes poseen niveles de calificación bajos en relación con los adultos, el costo de oportunidad de cambiar frecuentemente de ocupación es menor, al ser más reducida la pérdida de salario relacionada con la experiencia adquirida en el puesto (Topel y Ward, 1992).

La inestabilidad puede estar asociada, también, a situaciones involuntarias. Puesto que este grupo de trabajadores acumula menos antigüedad en su ocupación debido a su corta edad, los empleadores tendrían un menor incentivo a mantenerlos en el puesto frente a otros cuya antigüedad sea mayor, debido a los menores costos asociados a su despido, tanto en lo que concierne a los costos directos; por ejemplo las indemnizaciones, que aumentan con la antigüedad del trabajador en la ocupación, como a los indirectos, asociados a la capacitación brindada al trabajador en el puesto de trabajo por parte del empleador (Leighton y Mincer, 1982; Osterman, 1980).3

Otro punto en el cual los textos presentan diferentes explicaciones se refiere a los efectos de la inestabilidad en los primeros años de carrera laboral sobre la trayectoria laboral posterior. Por un lado, se afirma que una alta rotación laboral dificulta la acumulación de experiencia y, en particular, capital humano específico, de manera que impediría a los jóvenes adquirir conocimientos que en el futuro podrían redundar en mejores remuneraciones (Bratsberg y Terrel, 1998; Corcoran, 1982; Ellwood, 1982; Light y Ureta, 1992). En este marco, una amplia bibliografía sugiere que el desempleo y la inestabilidad ocupacional pueden tener efectos negativos permanentes sobre la inserción laboral posterior, debido tanto a la pérdida de capital humano específico asociada como a la posible existencia de un efecto cicatriz, producto de que los empleadores interpreten la inestabilidad ocupacional previa como evidencia de baja productividad (Lockwood, 1991; Belzil, 1995; Gregory y Jukes, 1997; Arulampalam, 2000). A su vez, la percepción por parte del empleador de que el trabajador permanecerá por poco tiempo en su ocupación, como consecuencia de su trayectoria inestable pasada, tendrá probablemente un impacto negativo sobre la inversión en capacitación que estará dispuesto a hacer.

Una postura argumentativa diferente plantea la posibilidad de que el desempleo y la inestabilidad tengan efectos positivos sobre el desempeño laboral posterior, al sostener que dedicar un mayor tiempo a la búsqueda de empleo o el cambio de ocupación una vez adquirida cierta experiencia podría redundar en la inserción de mejores puestos y, por ende, en una trayectoria laboral ascendente (Neumark, 1998; O'Higgins, 1997; Rees, 1986).

La mayor parte de los estudios referidos a Argentina destaca que los jóvenes son uno de los grupos más afectados por la crisis del mercado de trabajo durante la década de 1990, mostrando trayectorias de exclusión social, especialmente entre aquellos que abandonan tempranamente el sistema educativo y que presentan grandes dificultades para lograr una inserción laboral estable y de calidad (Gallart et al, 1993; Jacinto, 1996; Feldman, 1996). En general, los autores acuerdan que el deterioro de las condiciones de acceso a la educación y al mercado de trabajo de las últimas décadas se ha hecho más evidente en estos grupos que en otros. También se evidencia la relevancia que adquiere la situación social del hogar de origen en relación con las probabilidades de éxito en el sistema educativo y en la inserción laboral, que resulta más dificultosa para los jóvenes de hogares de menores ingresos, que se insertan con mayor probabilidad en ocupaciones informales (Filmus et al, 2001; Miranda y Salvia, 2001; Salvia y Tuñón, 2003).

Marchionni et al. (2007) se concentran en la dinámica ocupacional de los jóvenes y evidencian la existencia frecuente de casos en los cuales el estudio y el trabajo parecieran ser actividades alternativas, al encontrarse que la inserción laboral temprana es la principal razón para abandonar o no empezar el nivel secundario. A su vez, muestran que la edad promedio del primer empleo aumenta junto con el nivel educativo y la asistencia al nivel medio. Por otra parte, Pérez (2006) encuentra que la respuesta de la ocupación de los jóvenes al ciclo económico es más pronunciada que la de los adultos, lo cual redunda en una mayor inestabilidad de este grupo. Finalmente, Maurizio (2011) considera a los jóvenes como uno de los grupos más inestables en la ocupación. Si bien plantea la posible existencia de cierto grado de voluntariedad en las transiciones durante los primeros años de inserción laboral, afirma que existe un grupo que muestra una alta rotación involuntaria. Este grupo se encuentra asociado a características tales como el bajo nivel educativo, la deserción escolar y la procedencia de hogares de menores ingresos que suelen insertarse en puestos de trabajo menos calificados, precarios e inestables, lo cual limitaría las posibilidades de acumulación de capital humano específico y podría conducir a que la inestabilidad se transforme en una situación permanente.

Siguiendo con esta línea de investigación, este trabajo busca continuar con el estudio de la dinámica ocupacional de los jóvenes en Argentina durante la década de 2000, con el objetivo de establecer si se modificó en una etapa de fuerte crecimiento económico y mejoras en el mercado de trabajo, en relación con lo sucedido en la década de 1990, caracterizada por una evolución general desfavorable del mercado de trabajo.

 

METODOLOGÍA Y FUENTE DE INFORMACIÓN

El método adoptado para la realización de este trabajo consiste en la observación de la misma unidad de análisis (individuos) en diferentes momentos. Este tipo de estudio, que permite medir cambios en el estado de los individuos a través del tiempo y observar si se producen modificaciones en sus características, es de gran utilidad para indagar acerca de los factores asociados a esos cambios.

Para alcanzar los objetivos se construyen matrices de transición y se consideran las tasas de salida de la ocupación, que se definen como el porcentaje de personas que, estando ocupadas en el momento t no siguen en el mismo puesto de trabajo en el momento t+1. Se estima luego la probabilidad condicional de ir hacia los diferentes destinos, siguiendo un procedimiento similar: se calcula la proporción de personas que en el momento t+1 se encontraban en cada situación puesto que salieron de una ocupación entre los momentos t y t+1. Se consideran, así mismo, diferentes características personales y atributos del puesto de trabajo del que salieron; para ello, se emplea una base de datos que contiene dos observaciones para cada individuo, a partir de la cual se construyen matrices de transición que permiten identificar la situación ocupacional de las personas en dos momentos de tiempo. Este tipo de análisis posibilita la reconstrucción de un recorrido corto para las personas observadas en dos momentos del tiempo, lo que permite asociar las transiciones ocupacionales a diferentes características de los trabajadores y los puestos de trabajo en los cuales se insertan.

Para el análisis se utilizaron datos de la Encuesta Permanente de Hogares para el período 2003–2010 (EPH) levantada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), cuyo esquema de rotación permite la construcción de paneles de hogares que han sido entrevistados en al menos dos momentos diferentes de tiempo. A través de la utilización de esta estructura de la muestra es posible comparar una proporción de la misma en distintos momentos del tiempo, lo cual permite evaluar si un individuo experimentó cambios en diferentes variables, incluyendo aquellas relacionadas con el mercado de trabajo.4 Para el análisis dinámico se construyeron paneles trimestrales, de manera que las dos observaciones están separadas entre sí por un intervalo de tres meses.

Con el objetivo de minimizar el posible sesgo producido por las salidas a la inactividad de las personas en edad de retiro, el análisis se restringe a las personas entre 14 y 60 años en el caso de las mujeres y entre 14 y 65 en el de los varones. Se realiza una subdivisión de la categoría jóvenes (entre 14 y 25 años), en adolescentes (entre 14 y 18 años) y jóvenes adultos (entre 19 y 25 años). Este corte se realizó considerando la edad teórica de finalización de la escuela secundaria y la edad en la cual un joven podría terminar sus estudios superiores.5 Los datos presentados corresponden al promedio del período analizado (tercer trimestre de 2003–cuarto trimestre de 2010).6

Los datos de panel suelen presentar algunas limitaciones específicas. Una de las más importantes es la existencia de algún grado de desgranamiento de la muestra debido a diferentes causas,7 lo que podría introducir algún sesgo en las estimaciones resultantes si la pérdida de casos no fuera aleatoria. Si bien en este trabajo no se realiza ninguna corrección para atacar esta posible fuente de error, existen antecedentes de estudios que sí lo han hecho y que no muestran diferencias significativas en los resultados alcanzados (Beccaria y Maurizio, 2007). Otro problema que debe tenerse en cuenta al momento de analizar los resultados es el hecho de que las transiciones que atravesaron los individuos pueden subestimarse a partir de la observación de su situación en dos momentos del tiempo entre los que media un período de tres meses, durante el cual las personas pudieron haber sufrido dos o más cambios simétricos; por ejemplo, desde la ocupación al desempleo y viceversa, que no podrán ser observados a partir de la fuente de información utilizada.

 

CARACTERÍSTICAS DE LA INSERCIÓN LABORAL DE LOS JÓVENES

En esta sección se realiza una caracterización de la población bajo estudio y en particular de su inserción laboral, considerando sus características personales y las de su hogar de procedencia, a in de dar cuenta sobre los factores que afectan a la dinámica ocupacional de este grupo que será analizada en la sección siguiente.8 Se busca evaluar la existencia de un posible efecto composición, en virtud del cual la mayor inestabilidad de los jóvenes se debería a que se insertan con mayor frecuencia en puestos de características más inestables.

El período bajo estudio se caracteriza por una mejora generalizada de los indicadores laborales.9 En este contexto, se observa que la tasa de actividad es sustancialmente más baja en el caso de los jóvenes respecto de los adultos (43 % y 79 % respectivamente), situación que podría estar asociada a que parte de los primeros todavía no ha ingresado en el mercado de trabajo y a que aún aquellos que lo han hecho alternan el trabajo con actividades extralaborales. Entre los individuos que efectivamente participan en el mercado de trabajo, la situación de los jóvenes también es menos favorable. En efecto, su tasa de desempleo triplica la de los adultos (22.5 % y 7.3 % respectivamente) (cuadro 1). La menor probabilidad de obtener un empleo no es la única dificultad que enfrentan los jóvenes en el mercado de trabajo, aún aquellos que lo logran, se insertan en puestos de peor calidad que los adultos. Los jóvenes se ocupan en mayor medida en puestos asalariados, de los cuales un porcentaje importante (48 %) no se encuentra registrado en el sistema de seguridad social, mientras que en el caso de los adultos es mucho menor la proporción de ocupados en puestos de este tipo (18 %). Esto revela una peor situación relativa de los jóvenes, debido a que los puestos que no se encuentran amparados por la legislación laboral tienden a implicar un vínculo más débil con el empleador, de manera que al menos parte de la mayor inestabilidad de este grupo podría deberse al tipo de empleos en el que se insertan (efecto composición).

La inserción en este tipo de puestos podría estar asociada a las propias características de los jóvenes, como su menor nivel educativo o menor experiencia laboral, lo que llevaría a que los empleadores prefieran no contratarlos en puestos registrados, o podría estar dando cuenta de un fenómeno de segregación ocupacional por el cual recae sobre este grupo una proporción mayor de puestos de baja calidad y calificación, incluso a igualdad de atributos personales (Maurizio, 2033). Otra posible interpretación estaría asociada a la posibilidad de que estos puestos de trabajo cuenten con ciertas características, tales como jornadas reducidas o flexibilidad horaria que los harían más atractivos para los jóvenes que realizan también otras actividades.

Sin embargo, los ocupados jóvenes no se concentran en niveles educativos menores que los adultos y tal como se observa en la gráfica 1, la distribución de los asalariados no registrados por nivel educativo indica que mientras que en ambos grupos aparece una relación inversa entre el nivel alcanzado y la probabilidad de trabajar en un puesto asalariado no registrado, los jóvenes de todos los niveles muestran una mayor probabilidad de insertarse en este tipo de puestos, lo cual indicaría que las diferencias observadas en términos de la inserción en puestos precarios no serían totalmente explicadas por las brechas educativas.

En lo que respecta a la rama de actividad, los jóvenes se concentran en mayor medida en el sector comercio (31 % frente a 16 % en el caso de los adultos), rama para la cual, en general, no se requiere mucha experiencia laboral previa y está a su vez asociada a puestos más precarios; en cambio, los jóvenes aparecen subrepresentados en el sector público, caracterizado por puestos más estables, donde sólo se desarrolla el siete por ciento (cuadro 1). En relación con la calificación del puesto de trabajo, alrededor de 37.5 por ciento de los jóvenes está empleado en tareas no calificadas, cifra que se compara con 16 por ciento en el caso de los adultos. Las diferencias de inserción según calificación no estarían explicadas completamente por el nivel educativo que han alcanzado los trabajadores, ya que como se observa en el cuadro 2 de los jóvenes con nivel educativo alto (secundario completo y más) 26.5 por ciento se encuentra desempeñando tareas no calificadas, mientras que 52.5 por ciento realiza tareas operativas. Estas proporciones son significativamente menores en el caso de los adultos con nivel educativo similar, lo cual estaría señalando un fenómeno de sobreeducación entre los jóvenes.10 Otra posible explicación podría ser la escasa experiencia laboral de estos últimos, de manera que aún para el mismo nivel educativo los empleadores preferirían contratar a un adulto que haya logrado mayor experiencia en la ocupación a lo largo de su trayectoria laboral. En los puestos menos calificados es probable que la inversión en capacitación por parte del empleador sea menor, lo que implicaría, a su vez, una menor estabilidad para estos trabajadores.

Respecto de la relación existente entre la inserción laboral de los jóvenes y su asistencia al sistema educativo se observa que el grupo de jóvenes que desertaron de la escuela11 registra una tasa de actividad de 65 por ciento (cuadro 1), mientras que entre los que asisten se reduce a 36 por ciento, lo cual estaría reafirmando como señalan Marchionni et al. (2007) que el estudio y el trabajo constituyen dos posibles actividades entre las que los jóvenes reparten su tiempo. Al ser baja la probabilidad de que regresen al sistema educativo una vez que lo abandonaron para volcarse a la actividad laboral, es de esperar que este grupo mantenga un nivel educativo bajo y se enfrente en condiciones menos favorables a la competencia en el mercado de trabajo. Un grupo que se encuentra en una situación particularmente vulnerable en relación con la inserción laboral es el de quienes, habiendo abandonado el sistema educativo antes de finalizar el secundario, no trabajan ni buscan empleo. La tasa de inactividad de los jóvenes que desertaron es cercana a 35 por ciento: éste constituye un grupo que no acumula años de escolaridad, a la vez que tampoco acumula experiencia laboral.

Como se ha mencionado, las características del hogar de procedencia de los jóvenes también constituyen un factor determinante en su inserción laboral y sobre su asistencia al sistema escolar. En este sentido, los resultados muestran que en los hogares que se encuentran entre el 50 por ciento de menores ingresos se concentra una proporción mayor de jóvenes que participan en el mercado laboral y han desertado del sistema educativo (78 %). El porcentaje de jóvenes en esta situación muestra, en efecto, una relación negativa con la posición que ocupa el hogar de origen en la distribución del ingreso per cápita familiar. Inversamente, los jóvenes que aún participando en el mercado de trabajo no desertaron del sistema formal se concentran en mayor medida en hogares que ocupan posiciones más altas: 59 % proviene de hogares con ingresos superiores a la mediana (cuadro 3).

A su vez, la proporción de jóvenes en edad escolar que se encuentra trabajando o buscando un empleo es mayor entre los hogares de menores ingresos (69 % pertenece a hogares con ingresos por debajo de la mediana), mientras que el porcentaje de jóvenes inactivos es mayor entre aquellos que viven en hogares en los que el jefe se encuentra ocupado. Finalmente, entre los jóvenes jefes de hogar es más elevada la incidencia de la deserción escolar, mientras que la pertenencia a un hogar en el que el jefe trabaja está asociada a una menor deserción.

Estos datos parecen dar sustento a la hipótesis de que el abandono del sistema educativo para volcarse al mercado de trabajo estaría asociado a la necesidad de contribuir al ingreso familiar cuando éste es bajo, ante la falta de ocupación del jefe, o cuando los jóvenes ocupan posiciones de responsabilidad asociadas a la conformación del propio hogar.

Para avanzar en el análisis de la heterogeneidad de los jóvenes se analiza dos grupos divididos en función de la edad y la asistencia al sistema educativo. De los datos presentados en el cuadro 1 se desprende que los jóvenes de menor edad ocupan principalmente puestos no registrados en la seguridad social,12 en actividades comerciales, que requieren poca calificación, y en general en puestos de trabajo asociados a características más precarias e inestables. A su vez, se evidencia que los jóvenes que desertaron del sistema educativo y no completaron el nivel secundario ocupan puestos de peor calidad que aquellos que finalizaron ese nivel o siguen asistiendo al sistema educativo. Si se considera los grupos de jóvenes según el nivel de ingresos del hogar del que son miembros, también se observa una inserción laboral en puestos de características más precarias, posiblemente asociada a su menor nivel educativo, así como a la imposibilidad de prolongar la búsqueda hasta obtener un puesto de trabajo de calidad debido a la necesidad de generar ingresos.

Se ha encontrado evidencia de que la acumulación de antigüedad en el puesto se encuentra relacionada con la edad. En el cuadro 4 se muestra la distribución de los trabajadores según la duración de la ocupación para las diferentes edades, considerando además su nivel educativo. De allí se desprende que si bien en todos los casos a medida que aumenta la edad la duración en el puesto es mayor, mostrando que las trayectorias tienden a estabilizarse a medida que pasa el tiempo, existe una relación inversa entre el nivel educativo alcanzado y la antigüedad acumulada en el puesto. Si se observa, por ejemplo, la situación de los trabajadores de 30 años, de quienes se puede suponer que ya hace algunos años que participan en el mercado de trabajo, surge que más de la mitad de quienes completaron el nivel superior se desempeña en la misma ocupación desde entre uno y cinco años, mientras que ese grupo es cercano a 42 por ciento entre quienes sólo completaron el nivel secundario. El porcentaje resulta más bajo (34.5 %) para los trabajadores que abandonaron el sistema educativo antes de finalizar la secundaria (cuadro 4). La situación inversa se observa entre aquellos con menos de tres meses de antigüedad en el puesto. Estos resultados ponen en evidencia las mayores dificultades que encuentran los trabajadores con menor nivel educativo para acumular antigüedad en una ocupación.

En consonancia con estos datos, se observa que con la edad aumenta la probabilidad de insertarse en un puesto asalariado registrado. En este caso se encuentra también una relación inversa entre esa probabilidad y el nivel educativo del trabajador. Si se toma como ejemplo a los trabajadores de 25 años, se observa que 68 por ciento presenta el mayor nivel educativo, quienes se insertan en ocupaciones cubiertas por la seguridad social, porcentaje que se reduce a 60.2 por ciento entre quienes tienen nivel secundario completo, y cae notoriamente a 32.5 por ciento para los trabajadores que desertaron del sistema educativo antes de completar la educación media.

Los resultados presentados estarían evidenciando la existencia de una gran heterogeneidad al interior de los jóvenes, parecen mostrar una relación entre la procedencia de hogares de bajos ingresos, y presumiblemente la necesidad de contribuir al ingreso familiar, con la deserción del sistema educativo y la inserción temprana en el mercado de trabajo en puestos inestables y de mala calidad, dando lugar al inicio de ciclos no virtuosos con alternancia de episodios de desempleo y de empleos con bajas remuneraciones y sin cobertura social. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, en las publicaciones al respecto no existe acuerdo acerca de los posibles efectos de la inestabilidad inicial sobre la trayectoria laboral posterior.

 

LA DINÁMICA OCUPACIONAL DE LOS JÓVENES

En esta sección se realiza un análisis de la dinámica ocupacional de los jóvenes en comparación con la población adulta. Una primera aproximación consiste en observar cuáles son las probabilidades de salir de una ocupación que presentan las personas que se encuentran ocupadas en el momento inicial, así como los diferentes estados a los que llegan. En el cuadro 5 se observa que mientras en promedio 90.3 por ciento de las personas ocupadas en la primera observación continuaba estándolo tres meses después, este resultado tiene por detrás situaciones disímiles para diferentes grupos de trabajadores.

Entre los jóvenes la probabilidad de no estar ocupado en la segunda observación habiéndolo estado en la primera es mayor que la de los adultos. A su vez, el grupo de jóvenes muestra cierta heterogeneidad a su interior: los mayores de 18 tienen mayor probabilidad de seguir ocupados (82 %), mientras que sólo 55.5 por ciento de los adolescentes que trabaja en un momento del tiempo sigue estando ocupado tres meses después. Las mujeres jóvenes, por su parte, tienen una tasa de salida más elevada que el promedio de jóvenes. Estos dos grupos, mujeres y adolescentes, presentan una mayor probabilidad de salir a la inactividad en relación con los demás.

Estos trabajadores tienen una relación más intermitente con el mercado de trabajo que podría ser consecuencia de alternancia de la participación laboral con otras actividades (estudio), asociada al ciclo de vida y a determinadas pautas culturales. La división tradicional de roles que asigna a la mujer las tareas de cuidado de la casa o los niños y ancianos impone la necesidad de articulación entre esas tareas y el trabajo para el mercado. En efecto, en el caso de las mujeres y los adolescentes, que se encuentran aún en edad escolar, la probabilidad de dirigirse a la inactividad —condicional al hecho de haber salido de la ocupación— es mayor que la de dirigirse a la desocupación. En cambio, los jóvenes adultos tienen un mayor riesgo de dirigirse a la desocupación, mostrando en este aspecto una dinámica más parecida a la de los adultos: una mayor permanencia dentro del mercado laboral. Si se considera la probabilidad de dirigirse a la inactividad o al desempleo una vez que el trabajador dejó de estar ocupado, la probabilidad (condicional) de dirigirse a ambos destinos es similar entre jóvenes y adultos, aunque esto resulta de las situaciones heterogéneas recién mencionadas. La alternancia entre estudio y trabajo para el mercado puede deducirse, a su vez, de la menor tasa de retención y la mayor probabilidad de dirigirse a la inactividad que se observa entre los jóvenes que asisten a un establecimiento educativo y la situación inversa que aparece entre quienes desertaron de la escuela media: una mayor tasa de retención y salidas más frecuentes hacia el desempleo.

Entre los trabajadores que se encuentran ocupados en las dos observaciones también aparecen situaciones diferentes; mientras que 70 por ciento de los ocupados iniciales continúa en la misma ocupación, 21 por ciento cambió de ocupación. Aquí también los jóvenes muestran una mayor inestabilidad. Para ellos la tasa de retención en la misma ocupación de origen desciende a 44 por ciento, siendo las mujeres jóvenes y los adolescentes quienes muestran una menor probabilidad de mantener su puesto (38 y 20 % respectivamente).

Tal como se mostró, los jóvenes constituyen un grupo de trabajadores que se inserta más frecuentemente en puestos asociados a una mayor inestabilidad o a un vínculo laboral más precario, lo cual podría estar explicando en parte la mayor inestabilidad, puesto que la evidencia muestra que en general los asalariados no registrados, y los trabajadores por cuenta propia, son quienes tienen mayores riesgos de salir de una ocupación.13 En el otro extremo, los asalariados registrados en el sistema de seguridad social constituyen el grupo que presenta una tasa de permanencia en la ocupación más elevada, debido a que suelen tener una mayor inserción en el sector formal que podría estar menos sujeta a shocks de demanda, pero también debido a la existencia de costos de salida en caso de despido. Puesto que los costos directos e indirectos de despido suelen estar también asociados a la antigüedad del trabajador en el puesto de trabajo, es que éste representa uno de los factores que explican que el riesgo de salir de una ocupación disminuya a medida que aumenta la duración en el mismo. Más allá de estos argumentos, en términos generales todos aquellos atributos que caracterizan las ocupaciones más precarias, que son alcanzadas en menor medida por las instituciones de protección laboral, se encuentran positivamente relacionados con el riesgo de salida de la ocupación: las ocupaciones de jornada más corta, los puestos en empresas de menor tamaño, el sector informal, las ocupaciones no cubiertas por las leyes de protección laboral (Beccaria y Maurizio, 2004 y 2005).

Como se vio hasta aquí, la mayor inestabilidad de los jóvenes en comparación con los adultos podría estar asociada, al menos en parte, al tipo de puestos de trabajo en los cuales se insertan. En el cuadro 6 se muestra las diferencias en las tasas de salida de los jóvenes en relación con los adultos, según diferentes características de los puestos de trabajo en los que se encontraban ocupados en la primera observación. De allí surge que la probabilidad de salir de la ocupación es mayor para los jóvenes en todas las categorías ocupacionales y para todos los tipos de puesto de trabajo. Cabe destacar que es entre los asalariados registrados donde se observa la mayor brecha; la tasa de salida de los jóvenes supera el triple de la de los adultos, mientras que la diferencia es significativamente menor entre los asalariados no registrados (30 % mayor); es decir, que en el grupo más inestable el efecto de la edad parece desdibujarse.

Estos resultados coinciden con los reportados por Maurizio (2011) para años anteriores, quien explica que esto podría relacionarse con el hecho de que los jóvenes suelen tener una menor antigüedad en el puesto y, en consecuencia, menores costos de indemnización asociados, lo cual los coloca en un riesgo mayor de ser despedidos. Otra de las explicaciones posibles es que aun cuando ocupen puestos asalariados registrados los jóvenes se inserten en empleos con características más inestables. Esta mayor inestabilidad podría también estar asociada al nivel educativo de los trabajadores, puesto que la inversión en capital humano específico, que implicaría un desincentivo a despedir a los trabajadores, suele estar positivamente relacionado con el nivel de educación formal del trabajador al ser complementario del capital humano general. Sin embargo, antes se mostró que los jóvenes no presentan en general un menor nivel educativo que los adultos y se encontró además que para todos los niveles la tasa de salida de los jóvenes supera a la de los adultos. En este caso, también, la brecha entre ambos grupos de trabajadores parece ampliarse para los trabajadores con mayor nivel educativo, es decir, aquellos que presentan una mayor estabilidad en el puesto de trabajo.

Los argumentos que explican la alta inestabilidad laboral de los jóvenes como resultado de situaciones involuntarias plantean que dado que este grupo de trabajadores acumula menor antigüedad en su ocupación, los empleadores tienen menos incentivos a mantenerlos en su puesto, debido a los menores costos asociados a su despido. Esto vale tanto para los costos directos como para los indirectos, puesto que el capital humano específico es financiado por el empleador y se acumula con la experiencia en el empleo, de manera que una vez que realizó la inversión, el empresario tiene incentivos para sostener en su puesto al trabajador (Leighton y Mincer, 1982; Osterman, 1980). Tal como se observa en el cuadro 6, los jóvenes muestran tasas de salida de la ocupación mayores que los adultos para todos los tramos de antigüedad y si bien en los jóvenes la estabilidad en el puesto también aumenta a medida que crece la antigüedad sus desventajas en relación con los adultos se mantienen e incluso aumentan. La brecha creciente entre ambos grupos estaría indicando a su vez que los adultos ganan estabilidad en el puesto a una tasa más alta que los jóvenes, mientras que el hecho de que la diferencia prácticamente desaparezca para las duraciones más cortas estaría dando cuenta de que gran parte de las separaciones en los primeros meses de la ocupación estarían asociadas a la revelación de información sobre el puesto y el trabajador (Maurizio, 2011). Otro argumento esgrimido por Weller (2003), Lasida (2004) y Madeira (2007) hace referencia a la calidad del matching entre las capacidades del trabajador y las características del puesto de trabajo; dado que ambas son en parte desconocidas tanto para el empleado como para el empleador y se revelan durante los primeros meses de desempeño, si alguna de las partes no cumple con lo esperado por la otra se dará in a la relación laboral. Es de esperar que las relaciones laborales que se mantienen una vez transcurridos los primeros meses sean aquellas en las que el matching resulte adecuado. En general, parece repetirse para las diferentes dimensiones el resultado que muestra que en aquellos tipos de empleo en los cuales las ocupaciones tienden a ser más estables, las brechas entre los jóvenes y los adultos son mayores.

Detrás de estos resultados generales se observa nuevamente que los jóvenes no constituyen un grupo homogéneo. Los diferenciales que muestran los jóvenes adultos en relación con los adultos son menores que los del grupo de jóvenes para todas las categorías consideradas, mientras que los adolescentes presentan tasas de salida más altas que el promedio en todos los casos. También se encuentra que las diferencias más importantes entre los jóvenes de distintas edades aparecen en las ocupaciones con características más estables.

 

Salidas hacia los diferentes destinos

La mayor probabilidad de salida observada para los jóvenes podría estar asociada a una trayectoria ascendente en la que éstos rotan entre puestos en busca de un mejor matching, tendiendo a una mejor inserción laboral y mayor nivel salarial. En ese caso, deberían observarse con mayor frecuencia tránsitos hacia otra ocupación. En cambio, si las salidas de la ocupación se asocian a salidas del mercado de trabajo voluntarias relacionadas con la realización de otras actividades, las salidas hacia la inactividad deberían aparecer con mayor probabilidad. Las salidas hacia el desempleo, en cambio, se asociarían en mayor medida a finalizaciones involuntarias de la ocupación.

La evidencia muestra que los jóvenes se dirigen con menor frecuencia que los adultos hacia otra ocupación (cuadro 5) y que los adolescentes presentan una probabilidad sustantivamente menor de transitar desde una ocupación a otra en forma inmediata. Es decir, que el grupo con mayor probabilidad de salir de una ocupación es a su vez el que tiene una menor probabilidad de dirigirse a otro empleo.

Se había indicado que en los puestos más estables el diferencial de las tasas de salida entre jóvenes y adultos era mayor. En el cuadro 7 se observa que una vez que los trabajadores salen de una ocupación de esas características, la probabilidad relativa de dirigirse hacia otra ocupación es similar entre ambos grupos. Esto se reproduce en diferentes dimensiones relacionadas con la estabilidad del puesto. Nuevamente se observa la heterogeneidad entre los jóvenes: los adolescentes muestran una menor probabilidad de dirigirse a otra ocupación en comparación con los jóvenes adultos, que tienen un comportamiento más parecido al de los adultos.

Tal como se mencionó, si se considera a los individuos que dejaron de estar ocupados entre una observación y la siguiente, la probabilidad de dirigirse hacia el desempleo es relativamente homogénea entre adultos y jóvenes, situación que se observa para trabajadores provenientes de puestos de diferentes características y con distintos niveles educativos. En cambio, en el caso de los trabajadores con más antigüedad en el puesto, la probabilidad de dirigirse hacia la desocupación es mayor entre los adultos que entre los jóvenes, aunque para ambos esta probabilidad disminuye a medida que la duración de la ocupación se incrementa.

Como una forma de aproximación al carácter voluntario o no de las transiciones, cabe destacar que para aquellos ocupados en la primera observación que salen hacia la desocupación, la proporción de terminaciones no voluntarias de la relación laboral es algo menor entre los jóvenes (69.7 %) que entre los adultos (74.9 %), aunque alta en ambos casos; es decir que, si bien es posible inferir una mayor voluntariedad en la salida de la ocupación entre los trabajadores jóvenes que pasan a la desocupación, esto no estaría reflejando la situación de la mayoría.

En resumen, el promedio de los jóvenes experimenta una menor tasa de permanencia en un puesto de trabajo en relación con los adultos, y en esta dimensión es donde parecería observarse la brecha más importante entre ambos grupos. Por el contrario, luego de producirse las salidas, la probabilidad de dirigirse hacia los diferentes destinos es relativamente similar para ambos grupos. Respecto de las salidas a la inactividad, los resultados muestran que los adolescentes presentan una mayor intermitencia en la fuerza de trabajo.

Finalmente, en el cuadro 8 se presenta las relaciones entre las tasas de retención en la ocupación y las tasas de salida hacia los diferentes destinos para distintos grupos de trabajadores, comparando el período de crecimiento (2003–2010) con la etapa anterior (1995–2003), que contiene una etapa de recesión económica que comienza a partir del año 1998 y finaliza con una profunda crisis económica y social en 2002 (Damill et al., 2007).14 En términos generales, se observa que si bien en la etapa de crecimiento económico la tasa de retención en la ocupación aumentó tanto para los adultos como para los jóvenes, la mayor inestabilidad se mantiene para este grupo, a la vez que las brechas entre ambos se amplían, mientras que la tasa de retención en la ocupación de los jóvenes equivalía a 86.7 por ciento de la de los adultos, esta relación se redujo a 84.5 por ciento. Así mismo, disminuye el cociente entre las tasas de retención en un mismo puesto de jóvenes y adultos; la tasa de retención de los jóvenes era 68.5 por ciento de la de los adultos en el primer período y pasó a ser 58.6 por ciento en el segundo. Por último, se observa que la tasa de salida hacia la desocupación de los jóvenes en relación con los adultos es mayor en la segunda etapa; en efecto, las salidas hacia la desocupación de los jóvenes pasaron de duplicar a triplicar la de los adultos. Esto podría deberse a que ante las mejoras observadas en las condiciones laborales, los jóvenes permanezcan dentro del mercado de trabajo por más tiempo frente a la expectativa de una inserción laboral exitosa. Estos resultados, a su vez, estarían dando cuenta del carácter estructural de las dificultades que encuentran los jóvenes para insertarse en el mercado de trabajo.

 

REFLEXIONES FINALES

A lo largo de este trabajo se ha podido corroborar que, tal como se afirma en la literatura, los jóvenes presentan, en términos generales, una inestabilidad laboral más elevada en comparación con la población adulta. Esto resulta en parte de la mayor concentración de los trabajadores jóvenes en ocupaciones más inestables. Sin embargo, aun considerando diferentes características de las ocupaciones y los trabajadores, los jóvenes presentan una mayor tasa de salida que los adultos en todas las categorías, a la vez que las brechas se amplían para quienes provienen de puestos de trabajo asociados a una mayor estabilidad.

El crecimiento económico que tuvo lugar a partir de 2003, acompañado por sustanciales mejoras en los indicadores laborales, tuvo efectos positivos tanto entre los jóvenes como entre los adultos. Sin embargo, el impacto de estas mejoras no fue similar para los dos grupos; mientras que la participación de los adultos se incrementó, la de los jóvenes permaneció relativamente estable, a la vez que la reducción del desempleo y del empleo no registrado fue más intensa entre los adultos.

Por otra parte, también se pudo observar que los jóvenes no constituyen un grupo homogéneo. Entre éstos son los de menor edad quienes presentan una mayor inestabilidad y ocupan en mayor medida puestos precarios. El hogar de procedencia y el nivel educativo alcanzado parecen determinantes en lo que respecta a sus posibilidades de inserción laboral. Se ha encontrado una relación directa entre procedencia de hogares con bajos ingresos, abandono temprano del sistema educativo e inserción laboral en puestos precarios, combinación de factores que podría tener asociado el comienzo de una trayectoria laboral inestable y en empleos de baja calidad y calificación.

En efecto, los jóvenes experimentan una menor tasa de permanencia en un puesto de trabajo en relación con los adultos; sin embargo, cuando se considera los individuos que salieron de una ocupación, las probabilidades de dirigirse hacia la inactividad o el desempleo son relativamente similares entre sí. Esto constituye aparentemente una diferencia con el comportamiento observado en la década de 1990, cuando la probabilidad condicional de dirigirse a la desocupación una vez que se produjo la salida de la ocupación era mayor en el caso de los adultos en relación con los jóvenes. Los adolescentes presentan una mayor intermitencia en la fuerza de trabajo debido, probablemente, a la alternancia con actividades extraeconómicas como la asistencia escolar, lo cual es avalado por las mayores salidas del mercado de trabajo entre quienes asisten a un establecimiento educativo y las menores salidas entre quienes desertaron antes de terminar la educación media. En el caso de las mujeres jóvenes, los mayores tránsitos hacia la inactividad podrían estar asociados a la realización de tareas vinculadas con el cuidado del hogar. Estos resultados podrían dar cuenta de una mayor presencia de inestabilidad voluntaria entre los jóvenes, sin embargo, la probabilidad de dirigirse a otra ocupación es menor en este grupo en comparación con los adultos; a su vez, la proporción de terminaciones de ocupaciones en relación de dependencia atribuibles a causas involuntarias es elevada.

Los resultados son similares a los encontrados para la década anterior, en un escenario marcado por niveles de desempleo más altos que los actuales. En este sentido, se estaría dando cuenta del carácter estructural de las dificultades que encuentran los jóvenes para insertarse en el mercado de trabajo.

La evidencia sugiere, en coincidencia con la bibliografía previa, la existencia de cierta alternancia entre la participación en el mercado de trabajo y la escolarización, reafirmando la necesidad de implementar políticas de retención escolar focalizadas en los adolescentes.

Las mejoras generales en el mercado de trabajo y sus consecuencias positivas sobre los ingresos de los hogares permitirían a los jóvenes permanecer por más tiempo en el sistema educativo, aunque los resultados alcanzados en este trabajo muestran que las particularidades de la inserción laboral de este grupo y su dinámica ocupacional no se modifican sustancialmente aún en presencia de importantes cambios en el contexto macroeconómico y del mercado de trabajo. La mejor comprensión de esta problemática y sus posibles consecuencias sobre las trayectorias posteriores requieren estudios longitudinales que permitan reconstruir historias ocupacionales de las personas.

 

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NOTAS

1 Este trabajo, que aborda el análisis de la última década, se realizó en el marco del proyecto de investigación "Movilidad ocupacional y de ingresos en Argentina". Características y consecuencias, que contó con financiamiento de la Anpcyt. En trabajos anteriores se presentaron resultados referidos a la década de 1990 (Beccaria y Maurizio, 2004 y 2007; Maurizio, 2011). Versiones previas de este artículo se presentaron en el "10° Congreso Nacional de Especialistas en Estudios del Trabajo" (Buenos Aires, agosto de 2011) y en el "XXVIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología" (Recife, septiembre de 2011). Agradecemos las observaciones realizadas por los comentaristas y asistentes a esas reuniones. Así mismo, hacemos extensivo el reconocimiento a los comentarios realizados por Alejandra Beccaria a la primera versión. Deseamos también agradecer a dos evaluadores anónimos, cuyas sugerencias fueron de gran ayuda y hemos intentado reflejar en la elaboración de la versión final de este trabajo.

2 Esta hipótesis se conoce con el nombre de job shopping.

3 Esta situación podría estar relacionada, a su vez, con la inserción de los jóvenes en actividades que tienen asociada una alta rotación y una baja acumulación de conocimientos específicos durante el desempeño de una ocupación.

4 En esta encuesta, los hogares son entrevistados en dos trimestres sucesivos y luego en los mismos trimestres del año siguiente. Debido al esquema de rotación de la muestra, 50 por ciento de los hogares entrevistados en un trimestre es entrevistado también en el trimestre inmediato posterior

5 En junio de 2008 se sancionó la Ley 26.390 en la que se establece como edad mínima para firmar un contrato laboral legal a los 15 años, en lugar de 14, y desde el 25 de mayo de 2010 el requisito será tener por lo menos 16 años. Puesto que nuestro estudio comienza en 2003 se optó por establecer la edad mínima que regía en dicho año.

6 Desde enero de 2007 la calidad de diversos indicadores elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Argentina ha sido cuestionada y se ha denunciado que los datos han sido sometidos a diferentes grados de manipulación. Por este motivo se realizó un análisis de manera separada para los períodos III–2003/I–2007 y III–2007/IV–2010 y se encontró que los resultados no difieren sustancialmente entre ambos períodos.

7 Esto se refiere a que la proporción de hogares para la cual se dispone de información válida en dos observaciones sucesivas es menor que la proporción de hogares e individuos para los que debería haber información según el esquema teórico de rotación de la muestra.

8 Según los datos que se desprenden de la EPH, en el cuarto trimestre de 2010 los jóvenes representaban casi 32 por ciento de la población total, los que tenían entre 14 y 18 constituían 13 por ciento y aquellos entre 19 y 25 años representaban 19 por ciento de la población. Estas proporciones no presentaron variaciones importantes entre los extremos de años analizados.

9 La recuperación económica que siguió a la crisis de 2002 en Argentina fue intensa y se caracterizó por una significativa reversión de las tendencias hacia el empeoramiento que mostraban los indicadores laborales y sociales desde la década anterior. Los principales indicadores del mercado de trabajo presentaron durante esta etapa un comportamiento favorable. Hacia fines de 2006, el panorama del mercado laboral presentó algunas alteraciones, ya que el nivel de empleo y los salarios no siguieron creciendo con la misma intensidad (Damill et al., 2007).

10 Estos resultados son similares a los alcanzados por Maurizio (2011) para el período 1995–2003.

11 A los fines de este estudio se identificó como desertores del sistema educativo a quienes no asisten a ningún establecimiento educativo y no han finalizado el nivel secundario.

12 Esto se relacionaría con la edad mínima legal necesaria para ser registrado como empleado, que es de 18 años de edad.

13 Algo similar ocurre con los trabajadores que se insertan en el sector informal, cuya tasa de rotación suele ser más alta que para los trabajadores del sector formal.

14 En el año 2003 la Encuesta Permanente de Hogares atravesó una importante revisión metodológica, motivo por el cual los datos para ambos períodos no son estrictamente comparables. En razón de ello, se analiza los cambios en las relaciones entre las tasas de salida para diferentes grupos de trabajadores y no directamente las tasas.

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