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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.24 no.47 México ene./jun. 2012

 

Artículos

 

Cruzando la frontera: Experiencias desde los márgenes

 

Crossing the Border: Experiences from the Margins

 

Alejandra Aquino Moreschi

 

Investigadora del CIESAS–Pacífico Sur. Dirección electrónica: alejandra.aquino@ciesas.edu.mx

 

Fecha de recepción: 27 de octubre de 2010
Fecha de aceptación: 18 de abril de 2011

 

Resumen

Existen muchos estudios sobre las políticas estatales para el control de las fronteras entre norte y sur; sin embargo, hay muy pocos sobre las estrategias concretas, individuales y colectivas que siguen los migrantes para atravesarlas y sobre cómo experimentan este momento clave en su trayectoria migratoria. El artículo siguiente busca abonar a esta tarea; para ello presenta un análisis etnográfico del cruce de la frontera de jóvenes zapotecas y tojolabales originarios de comunidades rurales de Chiapas y Oaxaca con distinta experiencia migratoria.

Palabras clave: 1. Migración internacional, 2. control de la frontera, 3. estrategias migratorias, 4. Oaxaca, 5. Chiapas.

 

Abstract

While there are many works on state policies for the control of borders dividing North and South, there are very few on the subject of concrete strategies, whether individual or collective, used by migrants when crossing borders and the nature of their experience at this particular moment. The following article seeks to make a contribution to this topic through the presentation of an ethnographic analysis of border crossings by young indigenous people from rural communities in Chiapas and Oaxaca who have experienced migration in different ways.

Keywords: 1. International migration, 2. border control, 3. migration strategies, 4. Oaxaca, 5. Chiapas.

 

INTRODUCCIÓN

Atravesar la frontera México–Estados Unidos no significa únicamente transitar de un territorio a otro. Franquear la "línea" que separa a los dos países supone un cambio de posición social, de rol, de estatus jurídico y de identidad.1 Nadie cruza la frontera sin consecuencias. En el momento en que alguien logra pasar al "otro lado" se transforma de facto en un migrante y comienza a ser etiquetado bajo nuevas categorías sociales, jurídicas y étnicas. "Mojado", indocumentado, "ilegal",2 extranjero, latino, hispano, mexicano, alien, por sólo mencionar algunas de las nuevas etiquetas que adquiere al atravesar el umbral que separa la frontera México–Estados Unidos. Los migrantes pasan a formar parte de nuevas comunidades, al mismo tiempo que dejan de pertenecer, aunque sea momentáneamente, a otras que hasta entonces habían definido sus principales identidades. El cruce de la frontera es un momento clave en la trayectoria migratoria, porque marca el momento en que opera una modificación de posiciones y estatus: de ciudadanos a indocumentados, de zapotecos a latinos, de nacionales a extranjeros, de campesinos a jornaleros agrícolas, janitors o lavaplatos, entre otras de las metamorfosis que marca el cruce.

Como lo muestran Castles y Miller (2004:121) a partir de la década de 1970 se perfila una nueva etapa en la migración internacional, que se caracteriza por el aumento del flujo de la migración irregular de los países del tercer mundo hacia los países industrializados. El aumento de este tipo de migración contribuyó a que en el seno de las naciones concernidas se politizaran los temas migratorios y a que los Estados tomaran medidas para su control (Castles y Miller, 2004; Hollifield, 2006). Pese a las acciones emprendidas por los gobiernos en ese período, la migración irregular a los países industrializados siguió aumentando y para la década de 1990 comenzó a verse como un problema de la "alta política" internacional; es decir, un problema de seguridad nacional e internacional que afecta las relaciones entre los Estados, incluidas las relacionadas con la guerra y la paz (Cornelius et al., 1994:7).

Existen muchos trabajos sobre las políticas estatales para el control de las fronteras entre norte y sur (Cornelius et al, 1994; Andreas, 2000; Cornelius, 2001; Andreas y Snyder, 2000; Castles, 2006; Castles y Delgado, 2007); sin embargo, muy pocos sobre las estrategias concretas, individuales y colectivas que siguen los migrantes para atravesar fronteras de alta seguridad y sobre cómo experimentan este momento clave en su trayectoria migratoria. Este artículo busca abonar a esta tarea; para ello, se dará cuenta de la experiencia del cruce de la frontera de migrantes indígenas originarios de comunidades rurales de Oaxaca y Chiapas, quienes como millones de jóvenes mexicanos no tienen acceso a los documentos necesarios para entrar legalmente al país vecino, por tanto, están obligados a buscar formas alternativas para atravesar la frontera que los exponen a situaciones de alto riesgo y los estigmatizan como "ilegales". Frente a la militarización de la frontera, el aumento de la seguridad, la aplicación de alta tecnología y la persecución por parte de grupos racistas, los migrantes tienen únicamente su ingenio, su inventiva, su solidaridad, su experiencia cruzando fronteras y la certeza de que del otro lado de la "línea" les espera un mejor futuro. Ellos observan atentamente, analizan, aprenden de sus experiencias pasadas y de esta forma son capaces de descubrir los "hoyos" en el muro y de inventar nuevas estrategias para cruzarlo.

Los casos de análisis elegidos me permitirán comparar las estrategias de cruce de los zapotecas de la sierra norte de Oaxaca, un grupo que lleva décadas emigrando y que cuenta con una sólida red migratoria, con las de los jóvenes tojolabales de Chiapas, quienes tienen muy poca experiencia cruzando la frontera pues su migración comienza en 2003.3

 

EL CONTROL DE LAS FRONTERAS FRENTE A LA MIGRACIÓN INDOCUMENTADA

Hasta la década de 1980 cruzar la frontera México–Estados Unidos era relativamente simple, los migrantes no se exponían a situaciones de tan alto riesgo como ahora y el costo del traslado era mucho menor. En esa época, la frontera todavía no se convertía en una zona de extrema seguridad. Para los años de la década de 1990 esta situación cambió radicalmente, y en casi todos los países del primer mundo la tendencia fue incrementar las barreras de acceso (Cornelius y Salehyan, 2006:175). Frente a la presión de ciertos sectores de la sociedad estadounidense que consideraban que los esfuerzos emprendidos hasta el momento en el control de la migración no habían sido suficientes, el gobierno tomó medidas mucho más estrictas en ese sentido (Hollifield, 2006). Se pueden encontrar cuatro tipos de iniciativas que los países desarrollados han emprendido para controlar la migración proveniente del sur: 1) Aquellas para reducir los derechos de los inmigrantes irregulares; por ejemplo, los derechos a la educación y la salud; 2) las orientadas a sancionar a los empleadores o a quienes transporten a migrantes irregulares: multas para empleadores, inspecciones en los lugares de trabajo, castigos para las aerolíneas que transporten pasajeros que carezcan de los documentos, etcétera; 3) aquellas encaminadas a reforzar los controles en las áreas fronterizas: construcción de muros, aumento de presupuesto para este objetivo, mayores revisiones de los documentos de identidad, al mismo tiempo que una mayor rigidez en los procedimientos para entrar al país: requerimientos de visas, y 4) programas para la legalización de trabajadores (Hollifield, 2006; Pécoud y Guchteneire, 2005; Castles y Miller, 2004). Aquí únicamente hablaré de las iniciativas encaminadas a reforzar los controles fronterizos, ya que son las que más afectan en el momento de cruzar la frontera.

Cornelius (2009) señala que a partir de 1993 se registraron dos cambios clave en las políticas migratorias, un aumento muy grande del presupuesto del Servicio de Inmigración y Naturalización (sin), especialmente aquel destinado al control de la frontera, y la concentración de estos recursos en operativos ubicados en un número relativamente pequeño de segmentos fronterizos. Entre los operativos impulsados a partir de este momento se encuentran: Operación Bloqueo, también conocido como Mantenga la línea (Hold–the–line) en El Paso, Texas; Operación Guardián (Gaterkeeper), en la zona de San Diego, California; Operación Salvaguarda (Safeguard), en Arizona y Río Grande, McAllen; Operación Río Grande, en Texas; y la Iniciativa de control fronterizo de Arizona (Arizona Border Control Iniciative) (Anguiano y Trejo, 2007:48; Alonso, 2007:168). Estas iniciativas se basaron en la premisa de la detención de migrantes irregulares, según el concepto de prevención disuasiva (Artola, 2005b:141), es decir, la idea que un aumento significativo de los índices de detención y más número de patrullas fronterizas disuadiría a los potenciales migrantes (Cornelius y Salehyan, 2006:179).

La primera operación de los años de la década de 1990 se aplicó entre El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, Chihuahua, y su objetivo fue bloquear el cruce de indocumentados desde esta última ciudad (Alonso, 2007:164). Originalmente se le conoció como Operación Blockade, sin embargo, como el nombre resultó demasiado ofensivo para una frontera entre dos países que iban a tener un tratado de libre comercio se le cambió el nombre por Operación Hold–the–Line (Marroni y Alonso, 2006:8), la cual inspirará las iniciativas tomadas en California y Texas.

La Operación Guardián se implementó en el estado de California en 1994, donde entonces se realizaba la mayor parte de los cruces irregulares. El objetivo de este operativo era reforzar la seguridad de esa zona fronteriza; para ello se contempló la construcción de un muro de metal de 73 kilómetros de longitud, la instalación de luces de estadio sobre siete kilómetros en Imperial Beach y Chula vista, la compra de miras infrarrojas para ver en la oscuridad y la instalación de más de 1 000 sensores magnéticos, infrarrojos y sísmicos para detectar a los migrantes en el sector de San Diego (Adelson, 2000).

Desde que Texas y California reforzaron la vigilancia de su frontera, Arizona se ha convertido en la ruta más utilizada por muchos migrantes. Previendo este desplazamiento, en 1995 las autoridades pusieron en marcha la Operación Safeguard, la cual contaba con los mismos objetivos y estrategias que la Operación Guardián. Esta iniciativa se enmarca en un programa llamado la Estrategia fronteriza del sureste, cuya meta es "hacer tan difícil y costoso entrar a Estados Unidos de manera irregular, que cada vez menos individuos lo intenten".

Las políticas para el control de las fronteras dan escasos resultados (Cornelius y Salehyan, 2006); sin embargo, generan efectos visibles y permiten a los gobiernos elaborar una retórica precontrol, o incluso antiinmigración, al mismo tiempo que mantienen el acceso a la mano de obra extranjera (Pécoud y Guchteneire, 2005:143). Por ejemplo, algunos especialistas han concluido que con Operación Guardián disminuyeron las entradas de ilegales por los tramos custodiados; sin embargo, los migrantes siguieron cruzando por otras regiones. Redoblar el control fronterizo no ha detenido la migración ilegal, lo único que ha hecho es que las personas se desplacen hacia otros puntos de la frontera en los que no hay tanta vigilancia, pero donde las condiciones físicas son mucho más peligrosas por tratarse de grandes desiertos (Anguiano y Trejo, 2007; Alarcón y Mines, 2002).

Una de las consecuencias más alarmantes de más de 10 años de endurecimiento de los controles fronterizos es el aumento de los decesos en el intento de cruzar la frontera. Para el período 1993–2003 se calcula que murieron en la región fronteriza México–Estados Unidos alrededor de 3 500 personas (Marroni y Alonso, 2006:9; Alonso, 2007:153). Las causas principalmente de los decesos son la hipotermia, la deshidratación y la insolación. La migración irregular se ha convertido en un proceso sumamente peligroso y arriesgado y, aunque todos los migrantes lo saben, los intentos por cruzar la frontera no han cesado. El deseo de llegar a Estados Unidos y la esperanza puesta en ese viaje son tan grandes que miles de personas lo siguen intentando diariamente ingeniándoselas para burlar los controles fronterizos.

La búsqueda del control de la frontera y la detención de indocumentados no sólo ha venido de parte del gobierno. A partir de la década de 1990 aparecieron grupos antiemigrantes que al considerar que las autoridades estadounidenses no emprendían medidas suficientes para detener el paso de migrantes por sus territorios, a quienes llaman terroristas, ilegales o aliens, se autoorganizaron para hacerlo. Entre los grupos más activos destacan American Border Patrol, Ranche Rescue, Save our State, Minuteman Project. Estos grupos tienen agremiados de diversos estados, no sólo fronterizos. Muchos de ellos utilizan armas de alto calibre, equipos de vigilancia electrónica, binoculares, radares y perros entrenados (Chávez, 2008:132–151).

 

CRUZANDO POR LA LÍNEA

"Nunca vas a escuchar que un paisano murió en el desierto, los del pueblo cruzamos por la línea, casi como si fuéramos ciudadanos", afirma Amado (entrevista, 2006). "Cruzar por la línea" en la jerga de los migrantes significa atravesar la frontera por los puntos reglamentarios; es decir, por alguna de las 42 garitas que conectan a los dos países. Esta expresión hace referencia a las largas colas (filas) de automóviles, autobuses o peatones que se forman antes de pasar el control de migración y llegar al "otro lado".

Los zapotecas serranos han cruzado tradicionalmente por Tijuana. La garita internacional Puerta México–San Ysidro que une esta ciudad con la de San Diego es la que recibe mayor afluencia de automóviles y de personas en toda la franja fronteriza. Por ella cruzan diariamente entre 50 000 y 65 000 vehículos y alrededor de 35 000 peatones,4 esto la ubica como el punto fronterizo más transitado en el mundo. La mayor parte de los cruces que se realizan en este punto fronterizo son legales, se trata de personas que tienen sus empleos del otro lado de la frontera o que se desplazan para realizar algún tipo de transacción comercial; sin embargo, también hay flujos de migrantes indocumentados.

La larga experiencia de los zapotecas serranos atravesando frontera les permite frecuentemente cruzar por la línea y de esta forma evitar las grandes travesías por el desierto. Para este grupo los lazos comunitarios resultan de gran valor para franquear con éxito la frontera y reducir el riesgo y el sufrimiento al hacerlo. Para cruzar por la línea no sólo se requiere dinero para pagar un buen pollero, se necesita también la solidaridad de otros paisanos y una red migratoria comunitaria que provea recursos.

Existen diferentes estrategias para cruzar por la línea, las más recurridas por los zapotecos son: escondidos en los automóviles o portando documentos prestados. En realidad, todo depende del punto de cruce y del estilo de cada pollero, sus recursos y su habilidad para sortear la seguridad.

 Toño: el pollero zapoteca

Toño es originario de una comunidad zapoteca de la sierra norte de Oaxaca, tiene 55 años, de los cuales ha vivido casi 30 en la ciudad de Los ángeles, California. Es un hombre a quien le gusta mucho leer el periódico y mantenerse bien informado sobre la política de México, Estados Unidos y su pueblos. Desde hace más de 20 años es residente legal y como todos los hombres de su pueblo, siempre ha trabajado en las cocinas de diferentes restaurantes. Dice Toño que siempre se ha sentido atraído por la frontera, por eso una vez que obtuvo sus papeles dedicó su tiempo libre a ir a Tijuana a recoger las cajas con productos locales que enviaban sus paisanos desde el pueblo. Después, sin pensarlo mucho, comenzó también a cruzar a personas, la mayoría de su pueblo o su región. Calcula que ha pasado alrededor de 200 niños y 100 mujeres; nunca tomó esta actividad como medio principal de vida, porque siempre tuvo su trabajo. Dice que lo hacía como "pasatiempo", "por el gusto de ayudar a sus paisanos" y porque le gustaba "arriesgarse" y "burlar la ley", y por supuesto porque le permitía complementar un salario precario. Cuenta que a fuerza de tanto cruzar la frontera cuando iba a Tijuana a recoger la mercancía de Yalalag, aprendió el trabajo de pollero. Como era muy observador, no tardó en captar el funcionamiento de las garitas, la lógica con la que funcionan los agentes, los códigos y las reglas implícitas del paso; además, su conocimiento se enriquecía constantemente escuchando las experiencias de los paisanos que acababan de llegar y platicando con amigos que se dedicaban al "negocio del cruce".

Toño dice que para cruzar la frontera no hay recetas, cada cruce es particular, "no puedes cruzar a todos de la misma forma", depende de cómo esté la situación y del perfil del nuevo migrante. También dice que para este trabajo se necesita de "mucha psicología" para planear bien la estrategia en cada ocasión. También se necesita "tener confianza en la suerte de uno", seguridad y sangre fría para que los agentes de migración no lo descubran. Toño se especializó en el paso de niños y mujeres porque dice que son "los que más sufren" cuando tienen que pasar por el desierto; además es más sencillo pasarlos porque el riesgo es menor. Para legitimar su trabajo, Toño moviliza un discurso sobre la compasión y la solidaridad entre paisanos, de esta forma convierte, al menos discursivamente, un trabajo ilegal y estigmatizado en un acto de valor y solidaridad con sus paisanos.

Los polleros que se dedican al cruce de la frontera ocupan un lugar central en la red migratoria, son personajes clave en el viaje y en gran medida dependerá de ellos que el migrante logre pasar la frontera. El pollero, como figura social, resulta muy controvertido, en general predomina una imagen negativa de su persona, no sólo por dedicarse a una actividad considerada ilícita, sino porque no es raro que estafen o cometan abusos en contra de los migrantes. Lo que llama la atención es que entre muchos migrantes no predomina una imagen negativa de los polleros; ellos son vistos como "guías" que poseen el conocimiento necesario para ayudarlos a llegar a su destino. Como me explica un joven migrante: "Los polleros son como los doctores, uno no va con ellos por gusto sino por necesidad, porque ellos saben cómo curar. Si el doctor te cura, aunque te cobre mucho, vas a quedar contento, agradecido toda tu vida, igual con el pollero, pero si no te cura pues no" (Ricardo, entrevista, 2006).

 La estrategia del disfraz

A altas horas de la noche Toño recibió una llamada telefónica en su casa, era un paisano de Yalalag que estaba desesperado porque el pollero que había contratado no lograba cruzar a su esposa. Corría 1999 y era la primera vez que doña Mati intentaba pasar al otro lado, se encontraba sola en Tijuana, completamente desanimada, con mucho miedo porque los agentes de migración ya la habían detenido tres veces y mantenido incomunicada en un centro de detención. En ese momento lo único que le daba fuerza para no dar vuelta atrás y regresar a Yalalag era que su hijo ya había logrado cruzar y se encontraba en Los ángeles con su papá. En el siguiente testimonio se puede apreciar cómo se construyen los acuerdos entre Toño y el migrante que quiere cruzar a su esposa y cómo se movilizan los lazos entre paisanos:

Juan: Por favor vete por mi esposa, te voy a dar 4 000 dólares si quieres.

Toño: No, 4 000 dólares es mucho.

Juan: Por favor es que mi niño está malo, y a la mamá ya la regresaron otra vez a Tijuana.

Toño: ¿Por qué no me habías hablado?

Juan: Es que la tenían detenida ahí varios días y la llevaron hasta Las Vegas en la cárcel y luego la regresaron a Tijuana y no sabíamos de ella.

Toño: Huy pues ¿cómo le vamos a hacer?

Juan: Por favor, por favor.

Toño: Bueno, pues voy a ver; como era paisano, y la muchacha no era paisana, pero era de otro pueblo de la sierra me dio lástima.

Juan: Te doy los 2 500.

Toño: No es por el dinero, tú eres mi paisano, lo que me preocupa es cómo vamos a hacerle, si cruzarla con otro papel, o cómo. Creo que voy a tratar de pasarla con otro papel, pasarla como si fuera de aquí a ver si la hace, porque ya está grande y como no sabe nada de inglés. Voy a tener que traerla en la madrugada. Te voy a cobrar 500 (dólares) por los gastos que voy a tener yo allá, porque tengo que llevar a mi hija para que me haga el paro, entonces ya va estar más cabrón, va a estar más duro.

Juan: Está bien, pero por favor pásela (Toño, entrevista, 2005).

La estrategia de Toño fue disfrazar a la señora bajo un estilo cholo, utilizado mucho en una época por los pandilleros de origen mexicano en la ciudad de Los ángeles. Las cholas, dice Toño, utilizan maquillaje muy cargado, sobre todo en los ojos, se peinan con un gran flequillo y visten pantalones ajustados y blusitas cortas.

Entonces agarré y me fui a Tijuana, era un domingo y ya nomás llegué a Tijuana y la llevé a un salón de belleza. Les digo: "Córtenle su pelo como tipo chola, arréglenla bien, que parezca chola", y ya le cortaron el cabello. Yo casi ni duermo cuando voy para allá, cuando traigo gente grande, estoy viendo a qué horas nos vamos. Le digo a la señora: "Nos vamos a las tres y media de la mañana, tú te sientas aquí, y mi hija aquí, si nos paran te van a decir ¿What is your name?, y tú das el nombre del papel, no tengas miedo". Y le dije a mi hija que se fuera adelante con ella. Cuando cruzamos estaban dos agentes de la migración, ahí estaban sentados, recargados, platicando y me dicen: "¿A dónde vas?". "A Los ángeles", les digo. "Pásate", me dijo y entonces que le piso fuerte. Creo que pasó porque así tipo chola la arreglé (Toño, entrevista, 2005).

Tantos años viviendo en Estados Unidos y su gran capacidad de observación le permite a Toño manejar los códigos de vestuario y de comportamiento que operan en la sociedad angelina para clasificar a las personas en diferentes categorías. Toño sabe que los agentes de migración que se encuentran en las garitas controlando el paso están preparados para descubrir a los indocumentados entre las multitudes que cruzan diariamente la frontera; los agentes son buenos observadores y son capaces de descubrir a los migrantes a partir de un mínimo detalle: el tipo de zapato, de cinturón, cierta forma de hablar, un titubeo. La estrategia de Toño es borrar cualquier signo que denote el origen del migrante; su trabajo es esconder su identidad bajo una nueva fachada, propia de quienes habitan del otro lado de la frontera. Para lograrlo, Toño no sólo los lleva a la peluquería o les cambia su vestuario, también les explica cómo deben comportarse, los ayuda a memorizar su nueva identidad, les enseña algunas frases en inglés y los entrena para que respondan a las preguntas de los agentes de migración.

En otra ocasión, Toño recibió una llamada desde Oaxaca, era su prima Norma, que quería cruzar la frontera junto con sus dos hijos y le pedía ayuda. Desde hacía dos años su esposo se encontraba trabajando en Los ángeles y desde varios meses atrás preparaba todo para traer a su familia. Esta vez el plan de Toño fue pasarla con los papeles de su esposa y de sus propios hijos, como dice: "al fin y al cabo somos familiares". El único problema es que Norma tenía dos niños y Toño tenía dos niñas y un solo niño. Después de mucho pensarlo, Toño concluyó que la mejor forma de resolver el problema era vistiendo de niña al niño menor. Cuenta Norma que no fue fácil convencer a Roberto de vestirse de mujer, aunque el niño sólo tenía cinco años, se negaba a utilizar la ropa de su prima y adquirir su identidad. Después de grandes esfuerzos por parte de su madre, por fin aceptó y así lograron cruzar la frontera los tres juntos.

Los tipos de cruces narrados eran muy frecuentes antes de 11 de septiembre de 2001, posteriormente se volvió mucho más difícil cruzar por la línea, aunque no imposible. Como explica Yuri, en 2005 ella pasó por la "línea" disfrazada de niña con una pollera que la hizo pasar por su hija. Yuri tiene 25 años, terminó la licenciatura en administración y es originaria de la ciudad de Oaxaca. Ella explica que no emigró por necesidad sino por amor siguiendo a Lalo, su novio, un joven zapoteca que decidió probar suerte en el norte. Cuenta Yuri:

A mí no me costó cruzar, nomás me subieron a una camioneta y ya pasé [...] La pollera se dedica a pasar a puros niños pero esa noche, no sé por qué, dijo que me iba a pasar a mí también. Me sentaron en la parte de atrás del coche con el niño que iba a pasar, y me dijo la señora: "Hágase la dormida". Yo venía cerrando los ojos, pero venía despierta y escuché que el de la migración le dijo al señor que venía manejando que si venía de México y le dijo que sí, que venía con su familia y entonces el señor de la migración me puso una lámpara en la cara y como la señora me vistió como niña, me puso un sombrerito y me tapó con un cobija de niña, el señor me puso la lámpara en la cara, se me quedó viendo y dijo: "Está bien, que tengan buen viaje, pásale". Dicen que tuve suerte (Yuri, entrevista, 2005).

No sólo fue suerte lo que le permitió a Yuri cruzar la frontera, si la pollera aceptó llevarla es porque sabía que tenía posibilidades de pasarla, y esto tiene que ver con su tipo físico y su apariencia urbana. Como le dijo la misma pollera: "Tú pasas fácil por alguien de aquí, en cambio tu novio va a estar difícil" (Yuri, entrevista, 2005). La apariencia de Yuri no coincide con los estereotipos del migrante oaxaqueño rural, como ella misma explica: "Cuando digo que soy de Oaxaca nadie me cree, y me preguntan que entonces por qué estoy güerita". El tipo físico juega un papel al momento de cruzar la línea, el color de la piel puede ayudar o dificultar el cruce, los controles migratorios no se dejan totalmente al azar, los agentes operan a partir de estereotipos que no sólo se basan en la vestimenta o el comportamiento de quienes cruzan la frontera, también contemplan el tipo físico. Todos saben que entre más claro de piel menos acosado por las autoridades migratorias y menos estigmatizado será el migrante. Como dice Armando, otro joven yalalteco: "Así como uno que está prieto y que no habla inglés, pues el pollero no te quiere llevar adelante; ellos agarran y te meten en la cajuela porque saben que luego, luego se mira que no eres de aquí" (Armando, entrevista, 2006).

Otra de las estrategias utilizadas por los polleros para cruzar a los futuros migrantes es la utilización de documentos prestados o rentados por terceras personas (Spener, 2008:379–380). Aunque en la ciudad de Los ángeles existe toda una industria de tráfico clandestino de documentos robados o falsos, obtener estos documentos no es tarea fácil pues se necesita que la foto y la información se apegue a la persona que quiere cruzar. Además, a Toño no le gusta recurrir a estas redes mafiosas para conseguir los papeles, prefiere apoyarse en la red de sus paisanos. Cuando le piden un servicio, lo primero que hace es pensar quién entre sus conocidos se parece físicamente a la persona que quiere cruzar y luego trata de conseguir los papeles. Como narra él mismo:

En otra ocasión me habló otro paisano al que también le habían regresado ya varias veces a su esposa. Entonces le digo: "Yo conozco a una paisana que se parece mucho a ella, pero ahora falta que quiera prestar sus papeles". Me dice: "Pues dígale ¿cuánto quiere?". Le digo: "No, pues llámele mejor usted y dígale si los presta, creo que hasta vienen siendo familiares con su esposa por el lado del abuelo, además, dígale que en caso que nos detengan que reporte como robada su 'mica', que la reporte como perdida". Y me dice: "¿Pero usted se anima a pasar a mi esposa?". "Pues si presta la mica voy, porque sí se parece. Y te digo, hasta familiares creo que son, creo que llevan el mismo apellido, pero pues hable primero con ella y luego me llama". Y ya me hablaron y me dicen: "Sí lo prestó" (Toño, entrevista, 2005).

Para cruzarlos, Toño "entrena" a las personas en su nueva identidad y finalmente los acompaña a realizar el cruce a pie pero de forma disimulada, es decir, aparentando que no vienen juntos, para que en caso de que el futuro migrante sea descubierto, Toño pueda escapar y volver a intentarlo.

 

CRUZAR LA FRONTERA DESPUÉS DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001

Después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 (9/11), el vínculo entre migración clandestina y políticas de seguridad nacional se impuso con crudeza tanto en la agenda estadounidense como en la internacional (Artola, 2005:136). La frontera con México se volvió un tema de alta prioridad bajo el argumento de que representa uno de los puntos con mayores riesgos para la seguridad del país.5 Como resume James Traficant, exsenador demócrata por Ohio y partidario de la militarización de la frontera sur: "Si 300 000 inmigrantes ilegales logran entrar a Estados Unidos anualmente en busca de mejores formas de vida, no puede dudarse un instante de que un contingente mayor de personas con intenciones malignas podrían lograr entrar al país y seguir matando a ciudadanos estadounidenses" (citado en Andreas, 2002).

A partir de los sucesos del 9/11 el gobierno estadounidense impulsa el desarrollo de lo que llama "fronteras inteligentes", cuyo propósito sería mantener el flujo de mercancías comerciales y proteger la frontera del paso de terroristas, de la inmigración indocumentada, el tráfico de drogas y otro tipo de contrabandos (Pérez Duperou, 2007). En este momento, aparece en el discurso hegemónico estadounidense un nuevo enemigo considerado altamente peligroso, difuso y difícil de combatir por los medios tradicionales: los terroristas (Artola, 2005:137), y aunque los migrantes indocumentados nada tienen que ver con estos, en el discurso político opera una yuxtaposición que borra la distinción entre "extranjeros ilegales" y "extranjeros enemigos" (De Genova, 2006; Dal Lago, 1997). Esta yuxtaposición penetra profundamente en los imaginarios colectivos de la sociedad estadounidense y en los medios de difusión masiva, de forma que la presencia del "otro", cualquiera que sea, provoca una sensación de miedo y amenaza. Por ejemplo, en una encuesta del Centro de Estudios sobre la Inmigración que se levanta en ese año muestra que 72 por ciento de los estadounidenses pensaba que mejorar los controles fronterizos y aplicar más estrictamente las leyes migratorias ayudaría a prevenir futuros ataques terroristas (Andreas, 2002).

La primera iniciativa después del 9/11 fue el Acta patriótica, firmada por el expresidente George W Bush, documento en el que se consagra un capítulo a las acciones para proteger la frontera con México; entre éstas se encuentra el aumento del personal de inspección migratoria aduanal y de la patrulla fronteriza, el incremento del presupuesto en equipo tecnológico para control fronterizo y el refuerzo de las regulaciones migratorias para impedir el ingreso de posibles terroristas (Artola, 2005:142). Dicha acta ha sido duramente criticada por los defensores de derechos civiles, ya que contiene medidas que suspenden y limitan algunas libertades y derechos constitucionales de la población, por ejemplo, contempla que los migrantes puedan ser deportados o procesados sin causa jurídica aparente (Pérez, 2008).

Ahora bien, con el objetivo de superar las diferencias tradicionales entre peligros internos y externos y dar preeminencia a la aplicación de la ley en materia de seguridad, en 2002 se aprobó también el Acta de seguridad interna y se creó el Departamento de Seguridad Interna (DHS, por su nombre en inglés). Esta segunda medida buscaba centralizar las estructuras y funciones de 22 agencias, entre ellas el Servicio de Inmigración y Naturalización, aduanas, patrullas fronterizas y guardia costera (Artola, 2005:137–147). Por el alcance que tiene la iniciativa, puede ser considerada como la mayor reestructuración gubernamental orientada a la seguridad fronteriza de los últimos 50 años (Pérez, 2008).

El endurecimiento del control fronterizo no ha impedido la migración, pero sí la ha dificultado, ya que ha obligado a los migrantes a desplazarse hacia zonas más inhóspitas y peligrosas como el desierto de Arizona (Anguiano y Trejo, 2007). Otra de las consecuencias del endurecimiento de las medidas de control en la frontera ha sido que los migrantes abandonen sus pautas anteriores de migración cíclica entre el país emisor y el receptor (Alonso, 2007:181). Como es mucho más difícil cruzar la frontera, los migrantes no regresan con tanta frecuencia y terminan por establecerse de manera permanente en el país receptor. De esta forma, terminan por consolidar la presencia de una población migrante (Portes y Dewind, 2006:11). Esto ha sucedido con los zapotecos de la sierra norte de Oaxaca, quienes solían regresar con bastante frecuencia a su pueblo, pero que con el endurecimiento de los controles fronterizos han aplazado sus regresos, como explica Rita, una joven de 25 años:

Esa vez que yo me vine, corrí con muy mala suerte, quedé traumada por eso dije: "Nunca me vuelvo a regresar a México". Fíjate que me fui a perder dos semanas en Tijuana, luego tres veces me agarraron, y al final crucé por el cerro, tuve que caminar tres días entre puro cerro y en el cerro nos van dando una asaltada [...] me quedé traumada y cuando por fin llegamos a Los ángeles, lo primero que me pasó por la mente fue que jamás me vuelvo a ir de Estados Unidos (Rita, entrevista, 2006).

Las medidas tomadas por el gobierno estadounidense después del 9/11 promovieron el surgimiento de redes de polleros más sofisticadas y mejor organizadas, que utilizan técnicas más refinadas y efectivas para evitar la detección, tanto del flujo de migrantes como de drogas (Artola, 2005:141). Si bien es cierto que con el aumento del control fronterizo algunos grupos de contrabandistas se han beneficiado, otros han tenido que retirarse del negocio (Andreas, 2001:117). Por lo general, se trata de los pequeños traficantes como Toño o aquellos que pertenecen al nivel más bajo de las organizaciones de contrabando y son fáciles de reemplazar.

Pero como dice el dicho, "de tanto que va el cántaro al agua hasta que se rompe". Después del 11 de septiembre me agarraron una vez, y luego volvieron a agarrarme otra vez. Entonces dije: "¡Ya no! mejor le paro". La primera vez, venía con una señora del pueblo y le digo: "No se le vaya a olvidar el nombre ni la fecha de nacimiento", ya ves que las paso con la mica de otra persona, entonces tiene el nombre y la fecha de nacimiento de otro. Al momento en que le preguntan su nombre a la señora, ella tartamudeó, entonces el agente le dice: "Bájese", la revisaron, luego me bajaron a mí, y pues nos agarraron (Toño, entrevista, 2005).

Después del 11 de septiembre de 2001 las revisiones en las garitas se volvieron más minuciosas y lentas. Por ejemplo, en Laredo, Texas, antes de los ataques terroristas, a un peatón le tomaba alrededor de cinco minutos pasar un punto de inspección en el puente durante las horas pico, y media hora a un automovilista. Inmediatamente después de los ataques, la espera se incrementó hasta cinco horas (Andreas, 2002). Además, con la adopción de nuevos sistemas de información e identificación, los cruces con documentos falsos o prestados se volvieron más complicados, ya no era suficiente camuflar la identidad de los migrantes, ya que sus datos podían ser verificados fácilmente con la nueva tecnología.

La segunda vez que atraparon a Toño fue en 2002, cuando trataba de pasar a un niño de siete años, hijo de un buen amigo suyo del pueblo. Dice que el problema fue que el pequeño se puso a llorar justo al momento de pasar el control migratorio, por lo que el agente sospechó y comenzaron los interrogatorios.

Entonces el señor me dijo: "Este niño no es tuyo". "¡Sí es!". "Que no"; estuve ahí peleándome con ellos como gato boca arriba, discutiendo, bueno no discutiendo pero defendiéndome, hasta que por fin le digo: "Sí es cierto, yo lo traigo porque ese niño es familiar mío" (pero no era familiar, era hijo de un amigo) "yo lo traigo porque no quiero que ese niño tenga que cruzar por el desierto, mira qué edad tiene, yo trato de ayudarlo, ese niño qué va a tomar en el desierto, si sus papás no llevan comida, no llevan agua". "Está bien", me dicen, "te voy a soltar pero te tienes que regresar con él". Y no me detuvieron, nomás me tomaron las huellas y me regresé, lo llevé a Tijuana y ya me vine, lo tuvo que pasar otra señora. Desde entonces paré con el negocio porque a la tercera que te atrapan sí te quitan tus papeles y hasta al "bote" voy a dar (Toño, entrevista, 2005).

Como buen conocedor de su oficio, Toño, en el momento en que fue detenido, tuvo que movilizar un discurso para tratar de provocar la compasión del agente, el cual le dio buenos resultados, ya que éste no lo detuvo, ni le quitó su carta de residente; sin embargo, sí le tomó sus huellas digitales. El uso de técnicas biométricas facilita este tipo de "controles disuasivos", pues Toño se retiró definitivamente del negocio, sabe que ahora "su expediente está manchado" y si lo vuelven a detener por el mismo delito le pueden quitar los papeles que tanto le costó conseguir.

 

ALTAR UN NUEVO PUNTO DE CRUCE

A diferencia de los zapotecas de la sierra norte, los jóvenes tojolabales están cruzando por Altar, Sonora, una de las rutas de tránsito que se consolidó después del 9/11 (Anguiano y Trejo, 2007). Cuatro días y cuatro noches duró el viaje de estos jóvenes desde la ciudad de Las Margaritas, el trayecto lo hacen en las líneas de autobuses particulares que los polleros han improvisado sobre las rutas que van trazando los migrantes en su camino hacia el norte.

Altar se ubica al noreste del estado de Sonora, a 100 kilómetros de la frontera con Estados Unidos. En la página de turismo del portal del gobierno del estado Sonora en el internet se presenta como "una de las regiones más inhóspitas y menos exploradas del planeta" y como "el lugar más caliente del hemisferio norte" con temperaturas que alcanzan hasta 57 grados centígrados. Altar es la última parada que hacen los migrantes antes de internarse en el desierto. La localidad cuenta con alrededor de 7 000 habitantes, pero según la época del año, su población flotante aumenta de 2 000 a 6 000 personas (INEGI, 2000). La explosión del fenómeno migratorio en Altar tiene que ver con el endurecimiento de la vigilancia en la franja fronteriza de Tijuana y Tecate, por donde antes se realizaba el mayor número de cruces (Anguiano y Trejo, 2007:48).

En la plaza de Altar "hay mucho ambiente, mucho movimiento", cuentan los jóvenes tojolabales; se puede ver a cientos de personas que realizan los últimos preparativos para su viaje por el desierto: hablan por teléfono con sus familiares, esperan a su pollero o buscan uno nuevo, cambian sus pesos por dólares o compran lo necesario para el viaje.

La localización estratégica de Altar lo ha convertido en un centro de abasto indispensable para los migrantes, creándose una verdadera infraestructura para la migración; por ejemplo, se han abierto 168 casas de huéspedes, 169 casas de cambio, locutorios, numerosas cantinas, fondas y restaurantes, así como mercados y tianguis (Von der Borch, 2007). Como explica uno de los jóvenes chiapanecos: "Ahí parece feria, encuentras de todo, mochilas, playeras con la virgen de Guadalupe para viajar protegido o estilo militar, tenis, pasamontañas, guantes, chamarras, sombreros, de todo" (Efraín, entrevista, 2006).

Después de descansar una noche en una de las muchas pensiones del lugar, los jóvenes hacen los últimos preparativos para su viaje. Cuentan que el pollero, previamente contratado desde Chiapas, les dio instrucciones sobre lo que los podría ayudar a aguantar la travesía por el desierto. Por ejemplo, les sugirió que llevaran ropa de camuflaje o de colores discretos para no ser descubiertos tan fácilmente por la "migra", zapatos cómodos y cerrados, pasamontañas y guantes para el frío. También les pidió que compraran dos galones de agua, frutas y alimentos envasados, una botella de ron u otro alcohol "por si les pica un animal o se desaniman", y una bolsa de basura grande para meterse a dormir en las noches y protegerse del frío.

Al final de la tarde ya todos estaban listos para partir. Tres camionetas tipo van los esperaban para transportarlos a El Sásabe, un pueblo muy pequeño ubicado justo en la línea fronteriza, puerta de entrada al desierto y posiblemente uno de los últimos puntos poco protegidos de la frontera. Aquí, lo que resultará difícil de franquear no es la línea, sino el gran desierto que hay de por medio: 120 kilómetros para llegar a Tucson, la ciudad más cercana, y 241 para Phoenix.

 

EL CRUCE DEL DESIERTO COMO PASAJE RITUAL

Atravesar el desierto representa un momento clave dentro del largo viaje hacia el norte. No sólo porque es el último y también el más difícil obstáculo de franquear, sino porque esta travesía se experimenta como el momento preciso en que se cruza la frontera y se deviene un migrante; es decir, se vive como un cruce que modifica sustancialmente las posiciones y las identidades de quienes se someten a esta experiencia, de ahí que pueda ser pensado como un "rito de paso" (Van Gennep, 1969; Turner, 1990).

Para los jóvenes tojolabales el desierto es un misterio, un territorio desconocido, completamente diferente de sus lugares de origen: "Cuando me vine al norte yo no sabía qué era un desierto, nunca lo he mirado, sólo he escuchado cuando leen la palabra de dios que mencionan el desierto, pero no sé qué es eso de desierto, no sé cómo se mira" (Tomás, entrevista, 2006). Aunque por toda la selva lacandona ya circulan numerosas historias sobre este lugar, la mayor parte de los jóvenes no puede dimensionar lo que les espera.

El grupo con el que cruzaron los jóvenes tojolabales estaba formado por 45 personas, 43 hombres y dos mujeres, casi todos de su misma región, y algunos salvadoreños. Al caer la noche comenzaron el viaje, en ese momento nadie sabía cuánto iba a durar, el pollero les había dicho que de tres a siete días. Casi todo el recorrido se hace de noche y de madrugada para evitar las horas de más calor. Los migrantes caminan durante días hasta lograr alcanzar algún punto de la carretera poco transitado por la migra en el que puedan ser recogidos por otro pollero y posteriormente transportados a una casa de seguridad.

Igual que en un rito de paso, los migrantes tienen que superar diferentes pruebas de las que depende su nuevo estatus: de 50 a 80 kilómetros de caminatas, altas o bajas temperaturas, rancheros que custodian sus propiedades, la migra, la tecnología de alta seguridad, asaltantes, grupos de cazaemigrantes, animales venenosos, el frío de las noches, el hambre y la sed. Como cuenta Oliverio, uno de los jóvenes tojolabales:

Era el segundo día y ya no llevamos agua, ya no traemos agua, se quedaron tirados los galones cuando nos corretió la migra, entonces ¿cómo le hacemos? y nos dice el coyote: "Ahorita vamos a pasar por un tanque en donde toman agua las vacas y ahí todos llenan sus botes, sus galoncitos para que resistamos" y entonces llegas a ese pinche bote y es como una alcantarilla redonda, está reposada el agua y la ves toda sucia, toda mugrosa, verde, y dices "ni modo, la tengo que tomar". Luego topamos a un rancho, lo topamos de noche y los perros que ladran y nos dice el pollero: "Aquí silencio, nada de bulla, silencio, y un poco rápido porque aquí es un rancho de un moreno y si nos aproximamos mucho a su rancho nos puede agarrar a balazos porque piensa que estamos robando ganado, así ya nos pasó [...]" Al tercer día que ya íbamos llegando, de repente oímos el ruido de un avión de guerra como rayo en el desierto, y todos nos quedamos ahí tirados, de ahí seguimos avanzando y nos entra la noche, entonces te digo que ya estábamos cerca, y ahí pasa la moto de la migra, entonces a la hora que pasa la moto tienes que cruzar de volada ese arroyito seco y no puedes equivocarte porque ya estás cerca, ya se ven las luces de Estados Unidos (Oliverio, entrevista, 2006).

Al momento de cruzar el desierto los jóvenes experimentan un "estado de desposesión" propio de los sujetos rituales. Desde que salen de sus lugares de origen, los futuros migrantes llevan consigo muy pocas pertenencias, y éstas se reducen aún más durante el viaje por el desierto, ya que, conforme pasan los días, sus provisiones se terminan o el cansancio los hace ir abandonado sus cosas.

Cuando la migra te corre, tiras todo si es necesario, hasta la mochila. Ese día que nos agarró la migra alguien gritó: "La migra, ahí viene la migra". Entonces lo que hicimos todos, los que pudimos brincar brincamos, las que no pudieron brincar son las mujeres. Yo brinqué por arriba, aventé la mochila, y me brinque por arriba, tuve que tirar mis galones de agua. ¡Me quedé sin agua! (Ramón, entrevista, 2006).

Como en cualquier rito de paso, el viaje por el desierto se hace bajo el cuidado y las órdenes de un pollero al que suelen llamar guía, ya que éste conoce bien el territorio que hay que franquear y se supone que posee el saber necesario para hacerlo. Todas las redes de traficantes de indocumentados cuentan con personas especializadas en atravesar el desierto; muchas veces se trata de muchachos muy jóvenes, incluso menores de edad, que aguantan bien las largas caminatas y no tienen miedo de tomar el riesgo.

En el desierto debes seguir todas las instrucciones que dicen los polleros, ellos son los que conocen cómo va la cosa y tú nomás obedeces, sigues, pues, lo que ellos te indican [...] Por ejemplo, antes de salir los coyotes te dicen que si la migra nos cacha tenemos que tirarnos en una zanja y que ahí nos quedemos y en vuelta de unas horas ellos van a tronar unas piedritas: "Si las tronamos tres veces es que somos nosotros, pero si truenan las piedritas más de tres veces no somos nosotros, son otros", esa es la seña. Entonces no hay problema, no te puedes perder, ellos te están cuidando, pero por eso te digo que debes de seguir todas las instrucciones que dicen ellos (Oliverio, entrevista, 2006).

Una vez que lograron cruzar el desierto y llegar cerca de alguna carretera los migrantes tienen que esperar el "levantón". En la jerga de los migrantes, el "levantón" es el momento en que un nuevo pollero los recoge a orilla de una carretera con una camioneta y los traslada a una casa de seguridad. Es un momento muy peligroso y de mucha tensión, los migrantes ya están muy cerca de lograr su objetivo, pero se encuentran en una zona de alto riesgo, pues las carreteras cercanas a la frontera están muy vigiladas por las patrullas fronterizas.

Por lo general, las casas se seguridad son pequeñas "trailas" o garages dentro de casas particulares donde los migrantes permanecen hasta que los polleros se comunican con sus familiares o amigos en Estados Unidos y reciben el pago total del cruce. Si todo sale bien, sólo tienen que pasar una noche o unas cuantas horas. Quienes aún no cuentan con familiares en el norte, le tienen que pagar directamente al pollero, aunque es poco recomendable viajar con dinero en la bolsa, ya que lo pueden extraviar o ser asaltados por el mismo pollero. Si los familiares no mandan rápido el dinero, los nuevos migrantes quedan prisioneros en estas casas hasta que paguen lo acordado, y frecuentemente son objeto de amenazas y malos tratos.

Pese a las grandes dificultades a las que se enfrentan los jóvenes tojolabales en el desierto, la experiencia termina por ser incorporada como algo "natural", como explica José: "Para mí cruzar el desierto es haga de cuenta que como ir a Las Margaritas, me parece fácil" (José, entrevista, 2006). Llama la atención también que muchos guardan un recuerdo positivo de esta experiencia y lo recuerdan como un momento alegre y de camaradería.

El pollero nos decía: "Oigan ustedes nada de bulla, no risas, silencio", es que nosotros lo que tenemos es que somos un desmadre, y peor en el desierto, unos vienen cantando, unos vienen gritando, otros vienen silbando, otros vienen platicando, relajeando, hasta sacando fotos (Julio, entrevista, 2006).

 

LA VULNERABILIDAD DE LAS MUJERES Y LOS MENORES DE EDAD

En las últimas décadas se puede constatar una creciente presencia de mujeres en una gran variedad de circuitos transfronterizos, para Sassen (2003:41–45) estos circuitos pueden ser pensados como indicadores de la "feminización de la supervivencia", es decir, del hecho que cada vez más mujeres de los países en desarrollo sean las responsables del sustento de sus familias, así como de las economías de sus países, vía el envío de remesas. Por su condición femenina, las mujeres migrantes constituyen uno de los grupos más vulnerables, maltratados y vejados a la hora de cruzar la frontera (Marroni y Alonso, 2006:13). Son grupos que experimentan grandes dosis de estrés debido a las condiciones de gran vulnerabilidad que deben enfrentar cuando salen (Suárez et al, 2007:22).

En las entrevistas realizadas para esta investigación, encontré una diferencia sustancial en los relatos del cruce de la frontera según el género. Estas diferencias tienen que ver tanto con los peligros particulares asociados a la condición de mujeres, así como con la forma en que las mujeres experimentan el cruce. Sobre el primer punto, observé que el espacio en que se realizan los cruces es predominantemente masculino y en éste predomina también una lógica sexista. Además, quienes se encargan de dirigir estos cruces (polleros), así como aquellos que se encargan de impedirlos (policía, agentes de migración), casi siempre son hombres, que al estar en una situación de poder saben que pueden abusar de las mujeres sin que esto tenga mayores consecuencias. Estos abusos pueden ser desde simples bromas o comentarios sexistas, hasta acoso, violencia física, secuestros, violaciones sexuales y asesinatos. El siguiente testimonio, aunque es narrado por Tito, un joven zapoteca, ilustra bien el tipo de situaciones humillantes y amenazadoras a las que se enfrentan muchas mujeres migrantes que llegan solas a la frontera.

Llegué ahí con el coyote, toqué y pregunté por un tal Omar y me esperé a que llegara el señor, y ya le dije que vengo de parte de tal persona y me quedé con él, y me trató bien. Ahí en su casa había una muchacha de unos 18 años, sola la muchacha y ellos como que se querían "pasar de listos" con ella. Como estaba sola la muchacha me decían: ¡órale pollo, llégale!". Pero yo les dije que no. Luego la muchacha me contó lo que le estaban haciendo ahí y me dijo que la ayudara a cambiarse con otro coyote. (Tito, entrevista, 2005).

En la escena narrada en el testimonio anterior, los polleros afirman su poder y su preponderancia sobre la joven migrante tratándola como si fuera una mercancía de la que pueden disponer e incluso ponerla a disposición de un tercero. Este tipo de situaciones le ocurren menos a los migrantes hombres, ya que claramente se trata de violencia de género, es decir, "un tipo de violencia que se dirige contra las mujeres por el simple hecho de ser mujer [...] que tiene como resultado posible o real, un daño físico, sexual o psicológico" (Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing, 1995). Entre los traficantes y los migrantes existe una relación de poder asimétrica: quien contrata los servicios de un pollero, acepta voluntariamente ponerse en sus manos para que le ayude a cruzar la frontera y acepta obedecerlo, partiendo del entendido que éste posee un conocimiento que se necesita para lograr su objetivo. Algunos polleros aprovechan esta situación para obtener ventajas de diversa índole. Cuando el que contrata los servicios del pollero es además mujer, la relación de poder asimétrica se profundiza, ya que los traficantes aprovechan para afirmar su dominación coyuntural (como polleros) y estructural (como hombres).

La forma en que las mujeres experimentan el cruce de la frontera está marcada por la conciencia de los riesgos particulares a los que se enfrentan por el hecho de ser mujeres, por ejemplo, el miedo a la violación sexual siempre está presente. La conciencia de estos riesgos provoca grandes dosis de estrés, nerviosismo, sufrimiento y un fuerte sentimiento de vulnerabilidad, lo que genera que la experiencia del cruce sea más difícil de llevar y sea percibida en términos mucho más negativos que en el caso de los hombres. En las entrevistas realizadas constatamos que mientras los hombres tienden a enfatizar la parte épica o heroica de su cruce de la frontera, las mujeres destacan el sufrimiento y las dificultades que pasaron. Como cuenta Rita:

Esa vez cambié y cambié de pollero, tres veces nos agarraron [... ] Luego cambiamos de pollero otra vez y fue cuando nos tuvo encerradas varios días, yo lloraba, porque no nos decía nada, y al final nos escapamos porque nos tenía encerradas. Entonces por tres días estuvimos perdidas en Tijuana [... ] Luego encontramos a otro pollero, esa vez el cruce fue puro caminar, como tres días de caminar entre puro cerro y en el cerro nos van dando una asaltada, y yo decía: "Pero ¿qué hice?, ¿por qué me está pasando esto a mí?", fue bien feo porque nos empezaron a esculcar a todas y nos desvistieron. "¡Dios mío!", yo llamaba a mi papá que está muerto, ya no quiero seguir ni adelante, ni atrás, yo me quería morir en ese momento (Rita, entrevista, 2005).

Pese a los múltiples y peligrosos obstáculos que enfrentan las mujeres al momento de cruzar la frontera, la mayor parte de las veces la decisión de arribar al norte es inquebrantable. Cuando se han decidido y convencido de que la única forma de cumplir sus sueños es cruzando la frontera, no habrá manera de pararlas y aunque les tome mucho tiempo se las ingeniarán para llegar al otro lado. El testimonio de Luci ilustra bien esta tenacidad, lo cual sorprende en una adolescente de 16 años:

La sexta vez que intenté cruzar, que era la última que íbamos a intentar, pues nos volvieron a agarrar. Pero el día que íbamos a ir a comprar los boletos para regresarnos a México, la señora nos dijo que había otra oportunidad. Era un viernes, yo le dije que sí. Entonces animé a la muchacha con la que venía y al final se vino conmigo. Esa vez nos pasó un señor; primero como que el señor ya se quiere regresar, dijo que había mucha migración y que no podía pasar, pero ya después dijo que mejor se iba a decidir. Nos subieron en la cajuela, primero una muchacha, luego un muchacho, luego yo en medio y otro atrás de mí, y pues ya, cuando llegamos a la línea le preguntaron que a dónde iba y dijo que iba a San Diego y le dijeron que pasara, y así por fin pasamos. Yo nunca me desanimé, yo sabía que tenía que cumplir mi sueño de llegar (Luci, entrevista, 2006).

 

CONCLUSIONES

Muchos autores han mostrado cómo mientras las fronteras se abren para la circulación de capital, bienes y el paso de algunas élites mundiales, para la mayor parte de los habitantes del planeta las fronteras se sellan por medio de muros, tecnología de punta, mayores revisiones de los documentos de identidad, solicitud de visados, etcétera (Bauman 1999:118). En el caso de la frontera México–Estados Unidos esto ha sido muy evidente pues al mismo tiempo que negociaban la firma de un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), mediante el que se liberaría el intercambio comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, el gobierno estadounidense impulsaba múltiples operaciones para el control de su frontera, transformándola rápidamente en una zona de alta seguridad, blindada con muros y alta tecnología orientada a controlar el paso de miles de migrantes mexicanos y centroamericanos. Si bien las políticas de control han dificultado el cruce de la frontera, los migrantes siguen atravesando diariamente, sólo que lo hacen por zonas cada vez más inhóspitas y exponiéndose a mayores riesgos.

A partir de la idea de que el cruce de la frontera es un momento clave en la trayectoria migratoria de cualquier persona, ya que éstas tienen como función principal la clasificación de quienes la cruzan bajo nuevas categorías que afectan las identidades de los migrantes y modifican su posición y sus relaciones económicas de clase (Kearney, 2008:81), en este artículo presenté un análisis etnográfico del cruce de la frontera México–Estados Unidos en el que traté de articular las estrategias de resistencia de los migrantes, las políticas de control del Estado y las subjetividades que emergen en el momento del cruce. Mi objetivo central era mostrar cómo frente a un fuerte aparato de Estado que invierte millones de dólares anuales en reforzar los controles de su frontera, los migrantes movilizan por lo bajo sus redes migratorias, su solidaridad, sus experiencias adquiridas en el pasado, su inventiva y su tenacidad, lo que Scott (1985) ha llamado las "armas de los débiles", las cuales, a pesar de su fragilidad y de que los exponen a enormes riesgos, constituyen un enorme desafío para los estados que tratan de mantener el control de los flujos migratorios provenientes del sur.

A lo largo del artículo se ubicaron dos principales modalidades para cruzar la frontera, las cuales se encuentran en estrecha relación con el tipo de red migratoria a la que pertenecen los migrantes. Por ejemplo, cuando se trata de una red sólida y de larga data, como en el caso de los migrantes zapotecas, el cruce tiende a realizarse por la línea, es decir, por las puertas legales de entrada, sólo que escondidos en las cajuelas de los carros o adoptando la identidad de otros miembros de su red. Cuando los migrantes no cuentan con una red migratoria bien consolidada, como en el caso de los migrantes tojolabales de Chiapas, el cruce se realiza caminando por los puntos más peligrosos de la frontera, como el desierto de Sonora. Durante el cruce por el desierto algunos de estos jóvenes se han servido de su experiencia previa como campesinos acostumbrados a aguantar largas caminatas en condiciones difíciles, de esta forma el savoir faire militante se reutiliza con éxito al momento de cruzar la frontera.

La experiencia del cruce también está marcada por el color de la piel y el género. En el primer caso se constató que el tipo físico puede ayudar o dificultar el cruce, por ejemplo, alguien de piel clara podrá pasar más fácilmente por la línea porque tendrá menos riesgo de ser controlada, ya que los controles no se dejan totalmente al azar, los agentes de migración operan a partir de estereotipos que comprenden el color de la piel. Respecto al género se observó que en la medida en que el espacio en que se realizan los cruces es predominantemente masculino y en éste predomina una lógica sexista, las mujeres migrantes se exponen a mayores riesgos y vejaciones al momento de cruzar la frontera. La conciencia de estos riesgos provoca grandes dosis de estrés, nerviosismo, sufrimiento y un fuerte sentimiento de vulnerabilidad, lo que produce que la experiencia del cruce sea percibida en términos mucho más negativos que en el caso de los hombres, quienes tienden a enfatizar la parte épica o heroica de su cruce.

 

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Entrevistas

Amado, migrante zapoteca originario de Oaxaca [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

Armando, migrante zapoteca originario de Oaxaca [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

Efraín, migrante tojolabal originario de Chiapas [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Mississippi.         [ Links ]

José, migrante tojolabal originario de Chiapas [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Mississippi.         [ Links ]

Julio, migrante tojolabal originario de Chiapas [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Mississippi.         [ Links ]

Luci, migrante zapoteca originaria de Oaxaca [entrevista], 2005, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

Oliverio, migrante tojolabal originario de Chiapas [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Mississippi.         [ Links ]

Ramón, migrante tojolabal originario de Chiapas [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Mississippi.         [ Links ]

Ricardo, migrante zapoteca originario de Oaxaca [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

Rita, migrante zapoteca originaria de Oaxaca [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

Tito, migrante zapoteca originario de Oaxaca [entrevista], 2005, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

Tomás, migrante tojolabal originario de Chiapas [entrevista], 2006, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Mississippi.         [ Links ]

Toño, migrante zapoteca y pollero originario de Oaxaca [entrevista], 2005, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

Yuri, migrante zapoteca originaria de Oaxaca [entrevista], 2005, por Alejandra Aquino Moreschi [trabajo de campo], Cruzando la frontera: experiencias desde los márgenes, Los ángeles, California.         [ Links ]

 

NOTAS

1 Kearney (2008) sostiene la tesis de que las fronteras tienen dos misiones esenciales: la primera es la de clasificar, en el sentido de que definen, categorizan y afectan las identidades de las personas que las cruzan; la segunda función es filtrar y transformar los diversos tipos de valor económico que circulan a través de ellas, lo que supone otra forma de clasificación, pero entendida como la modificación de las posiciones y relaciones económicas de clase de los migrantes que cruzan las fronteras.

2 Entrecomillo el término "ilegal" con la intención de señalar que es una ilegalidad construida por las leyes y no una característica de los migrantes.

3 El artículo resume algunos de los resultados de mi tesis doctoral, cuyo trabajo de campo realicé entre 2005 y 2007 en Chiapas, Oaxaca, California y Mississippi. Si bien la estrategia metodólogica de la investigación se basó en la observación etnográfica, para el análisis del cruce de la frontera se utilizó centralmente la entrevista a profundidad, realizándose alrededor de 70 entrevistas, dirigidas específicamente a jóvenes que hubieran cruzado al menos una vez en su vida la frontera.

4 Datos tomados de la página del U.S. Customs and Border Protection (CBP, 2009).

5 Para un análisis a profundidad de los efectos que tuvieron los eventos del 9/11 sobre las maneras de administrar la frontera México–Estados Unidos y las consecuencias de esta gestión para los migrantes indocumentados de México, véase Pérez Duperou (2007).

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