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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.21 no.42 México jul./dic. 2009

 

Artículos

 

Implementación de proyectos de desarrollo en el Chaco Central. Implicaciones territoriales del programa DIRLI en comunidades indígenas

 

Implementation of Development Projects in the Chaco Central: The DIRLI Program's Regional Implications for Indigenous Communities

 

Sergio Braticevic*

 

* Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Buenos Aires, Argentina. Dirección electrónica: seryii@hotmail.com.

 

Fecha de recepción: 1 de julio de 2008.
Fecha de aceptación: 9 de diciembre de 2008.

 

Resumen

Con el presente artículo se intenta avanzar en el análisis de las dinámicas de las economías domésticas indígenas y campesinas en un contexto de expansión de la frontera agraria, políticas de integración regional transfronteriza y programas de ordenamiento territorial y poblacional por parte de los Estados–nación y de agencias internacionales de desarrollo en el Chaco Central. Mediante una descripción territorial del área, y examinando las nociones de desarrollo, se pretende mostrar las transformaciones espaciales recientes en una formación social de fronteras en el norte argentino.

Palabras clave: Territorio, programas de desarrollo, formación social de fronteras, sedentarización, vivienda.

 

Abstract

This article attempts to further the analysis of the dynamics of domestic indigenous and peasant economies. The examination occurs within a context of an expanding agrarian frontier, transborder regional–integration policies, and land–use and demographic planning programs promoted by the nation–state and international development agencies in the Chaco Central. Based on a description of the area and examining ideas about development, the article attempts to show the recent spatial transformations in the social construction of borders in northern Argentina.

Keywords: Region, development programs, social construction of borders, sedentarization, housing.

 

DESCRIPCIÓN TERRITORIAL DEL ÁREA DE ESTUDIO. ALGUNAS CATEGORÍAS CONCEPTUALES

Geográficamente se hablará del Chaco, región delimitada de norte a sur por las sierras de San José y San Carlos, al sureste de Bolivia, hasta el río Salado, en Argentina; y de oeste a este desde las últimas estribaciones subandinas argentino–bolivianas hasta los ríos Paraná y Paraguay. Se trata de una extensa planicie, mayormente semiárida, que ha incrementado su amplitud térmica y disminuido su nivel de precipitaciones en dirección este–oeste desde los ríos Paraná y Paraguay hasta el sector este de la provincia de Salta. El presente estudio se concentra en las manifestaciones espaciales del Chaco Central sobre la cuenca media del río Pilcomayo (mapa 1).

Si se habla en términos de producción primaria, se puede aseverar que desde mediados de los setenta comienzan a visualizarse algunas transformaciones territoriales a partir de la expansión de la frontera agrícola; el ostensible incremento de la superficie explotada en el Umbral al Chaco –desde la campaña 1976–1977 para el cultivo de poroto alubia en el este de la provincia de Salta, por ejemplo– (Trinchero y Leguizamón, 1995; Reboratti, 1996a); más tarde, diversas obras en infraestructuras fijas para el manejo hídrico y la explotación de los recursos petroleros, el mejoramiento del acceso con reparaciones y aperturas de caminos y, por último, la implementación de programas de inversión pública para la población local.

Hace aproximadamente 15 años, con la implementación del Mercosur y la promoción de los gobiernos provinciales, la entrada de inversiones en el área se intensificó notablemente, con el objetivo de generar mejores posibilidades de valorización para el capital agrario extraregional y otras fracciones de capital. Estas inversiones fueron muy pobres durante la década de los ochenta, y si bien en los noventa sus volúmenes no fueron elevados, pasaron a detentar un peso sustantivo en la región.

Por otra parte, y con la intención de complejizar el análisis, se tiene el propósito de trabajar a partir del concepto de formación socioterritorial de fronteras (FST).1 Con tal categoría conceptual se intenta profundizar en el proceso conectivo de espacios heterogéneos (en el cual se despliegan relaciones específicas de producción capitalistas), así como en la particular manera en que las relaciones de producción se encuentran mediatizadas, en cada momento histórico, por el proceso de construcción de fronteras políticas del Estado–nación moderno. En este sentido, la categoría posee rasgos territoriales que se rigen a partir no sólo de las fronteras estatales, sino también gracias a la lógica de apropiación del territorio en conjunción con las particularidades locales (Trinchero, 2000; Di Cione, 2002).

En lo que se refiere a la cuenca, la dinámica hidrogeomorfológica del Pilcomayo también debe ser tenida en cuenta a la hora del análisis. Si bien las formas locales y extralocales de apropiación no se encuentran de ninguna manera determinadas por dicho comportamiento, aquél impone algunos condicionantes a la hora de explotar el territorio y sus recursos. De esta manera, el transporte de sedimentos a lo largo del río, el régimen de precipitación en la totalidad de la cuenca, el proceso de avulsión2 y la formación del cono de deyección en Ramón Lista, entre otros aspectos, establecen diversas limitaciones y posibilidades a los diferentes actores sociales que emplean los recursos de la cuenca.

Los procesos socioterritoriales que se han desarrollado en los últimos 30 años se corresponden con el período que se podría denominar "régimen de acumulación flexible" (Lipietz, 1990; Ciccolella, 1992), ya que algunos cambios comienzan a darse desde sus comienzos, como la citada expansión en el Umbral al Chaco (Reboratti, 1996b). De cualquier manera, se hará especial hincapié en el período que inicia hace 15 años con la creación del Mercosur y la consecuente entrada de inversiones en la región (Ciccolella et al., 1993; Neiman y Llovet, 1995).

Por último, el recorte territorial específico del trabajo de campo se circunscribió al departamento de Ramón Lista, en el oeste formoseño. Dentro de esta unidad administrativa–censal se realizaron entrevistas abiertas en algunas de las comunidades allí localizadas.3

 

BREVES NOCIONES DEL DESARROLLO EN LA APLICACIÓN DE PROYECTOS

Uno de los propósitos de este trabajo es adentrarme en las nociones del "desarrollo", tomando como casos–testigos algunas de las intervenciones y proyectos puestos en marcha en la Cuenca del Pilcomayo desde principios de los noventa, con especial interés en el Programa para el Desarrollo Integral del Departamento de Ramón Lista (DIRLI).4

Diferentes autores (Escobar, 1998; Esteva, 2000) concluyen que en la actualidad existen dos vertientes en el pensamiento antropológico respecto de la cuestión del desarrollo, a saber: la antropología para el desarrollo y la antropología del desarrollo. La primera, relacionada con la aplicación de una perspectiva antropológica en las distintas etapas de los procesos de desarrollo, propone un compromiso activo con las instituciones que fomentan el desarrollo en comunidades locales –muchas consideradas vulnerables en los diagnósticos previos–, con el objetivo de transformar las prácticas de desarrollo desde dentro (Escobar, 1998). El papel del antropólogo, en este caso, estaría relacionado con la gestión práctica de los proyectos en cuestión. La segunda, en cambio, propone el distanciamiento absoluto del antropólogo de cualquier forma de intervención (Escobar, 1998) y sugiere tomar como objeto de análisis a las prácticas de desarrollo en tanto procesos sociopolíticos y económicos (Isla, 2005:3).

Durante la década de 1970 se comenzaron a replantear los modelos utilizados hasta ese momento. Los proyectos empezaron a atender factores sociales y buscaron ser "culturalmente" viables, teniendo en cuenta las iniciativas de las comunidades en cuestión y proponiendo que los actores no participaran sólo en el diseño, sino también en la gestión y evaluación de los programas de desarrollo. Ante este novedoso escenario creció de manera notable la demanda de cientistas sociales que pudieran dar cuenta de los aspectos sociales y culturales de los grupos beneficiarios. Este proceso propició el impulso definitivo a lo que se podría denominar antropología aplicada o para el desarrollo.

Más atrás en el tiempo, la "invención" del desarrollo en el discurso tras la segunda guerra mundial contenía un objetivo no menor: crear las condiciones necesarias para reproducir en todo el mundo los rasgos característicos de las sociedades avanzadas de la época, es decir, altos niveles de industrialización y urbanización, tecnificacion de la agricultura, rápido crecimiento de la producción material de los niveles de vida, y adopción generalizada de la educación y los valores culturales modernos (Escobar, 1998:20).

A su vez, se crearía a partir de aquel momento una interesante innovación en el término y una nueva dicotomía: desarrollo versus subdesarrollo. El concepto adquiere un carácter transitivo, asumiendo desde una visión puramente etnocéntrica una unilinealidad evolutiva del mundo desde un estado de atraso y pobreza hacia una fase de riqueza y adelanto casi inevitable, siempre y cuando se siguiese el sendero de los "desarrollados".5 De cualquier manera, se incluye a los subdesarrollados al interior de la misma familia de los desarrollados, reduciendo así el enfrentamiento entre los opuestos y proponiendo la posibilidad de alcanzar en un futuro ese deseable estado de desarrollo (Rist, 2002:91).

 

LA NOCIÓN DE DESARROLLO EN EL DISEÑO E IMPLEMENTACIÓN DEL PROGRAMA

Aspectos generales del proyecto y elección del área de emplazamiento

Siguiendo el documento marco del proyecto, en su introducción se observa un aspecto interesante. El informe expresa las grandes dificultades en la obtención de los datos, así como los problemas de confiabilidad de los mismos. A partir de este punto, se opta por efectuar una pequeña genealogía del programa, haciendo referencia a una entrevista realizada al sociólogo Jorge Carpio, quien participó del Dirli durante el último año (véase nota 4).

Según Carpio: "Los expertos de la Comunidad Europea plantearon [...] que para que el proyecto tuviera impacto, visibilidad y fuera efectivo, debía concentrarse en un punto geográfico" (2005:94). El departamento que se eligió fue Ramón Lista, ya que reportaba el mayor índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) a escala nacional. Como afirma el entrevistado: "Si bien se suponía que la propuesta era la de implementar un proyecto de enfoque integral, de desarrollo rural integrado que suponía actividades conjuntas con participación de la población, mejora de los sistemas productivos, etcétera, realmente se avanzó muy poco en ese sentido" (Carpio, 2005:94).

Como comenta Carpio: "Una vez decidido el tipo de proyecto a implementar, viajó un conjunto de expertos europeos, en este caso italiano, que había estado trabajando en Abisinia" (2005:95). Estos técnicos trajeron sus experiencias e intentaron importar las tecnologías empleadas en aquel lugar para la construcción de viviendas. Continúa Carpio en la entrevista:

Trajeron una máquina con la cual se elaboran bloques que eran luego utilizados en la construcción de casas. La ventaja que tenía esta técnica era que los bloques se podían hacer directamente en el lugar [...] Lamentablemente, intentaron extrapolar una técnica y pretendieron aplicarla en otro lugar sin tener en cuenta la composición arcillosa y mineral de la tierra [...] luego de iniciada la construcción de bloques con la misma técnica en Ramón Lista, éstos se convirtieron en un charco de barro con la primera lluvia (2005:95).

Otro aspecto a tener en cuenta, y que ya se mencionó, es la elección del departamento. La provincia de Formosa tiene ocho departamentos que sirven de circunscripciones administrativo–censales, mientras que el peso político lo detentan los municipios, que totalizan 27. Lo que aquí se denomina como oeste formoseño, se compone por los departamentos de Ramón Lista (con cabecera en El Chorro), Matacos (Ingeniero Juárez) y Bermejo (Laguna Yema). Las cabeceras de estos tres departamentos, a su vez, conforman los tres municipios del oeste formoseño, ya que poseen poblaciones superiores, en todos los casos, a los mil habitantes (mapa 2).

A modo de caracterización general, según cifras del INDEC (2001), para aquel año en Ramón Lista vivían 10 815 personas, mientras que en el oeste formoseño la población ascendía a 35 512 habitantes (con una participación relativa de 7.3 por ciento), y el total provincial era de 484 261. Si se habla en términos regionales, el departamento de Ramón Lista fue el de mayor crecimiento intercensal entre los 10 seleccionados (64.3 por ciento de 1991 a 2001) y el tercero más denso en población detrás de Orán y Rivadavia (mapa 3).

La población con NBI en Ramón Lista se ubicaba en 84.6 por ciento, mientras que para 1991 se registraba en 94 por ciento (en el mapa 4 se puede observar que los departamentos con mayor proporción de población indígena se corresponden con los de más alto NBI). Si bien las cifras son bastante elevadas para ambos censos, siguiendo a Carpió es posible afirmar que: "Este índice es un poco tramposo en el sentido que no es el método más adecuado para medir la pobreza en un área fuertemente rural, porque las NBI se miden sobre las bases y características de la vivienda [...] la vivienda en el área rural tiene una serie de déficit de infraestructura que no necesariamente suponen precariedad de las condiciones de vida (2005:96)".6

En este sentido, se han señalado diversas debilidades atribuidas el método de NBI que rebasan las intenciones de este estudio, como los sesgos en la agregación geográfica, la dificultad para identificar situaciones de pobreza reciente, las limitaciones en la comparabilidad intertemporal y los problemas de mensurabilidad (Feres y Mancero, 2001).

Por su parte, en Argentina la pobreza se mide principalmente a través de dos índices: por línea, de acuerdo con los ingresos monetarios de los hogares respecto a la canasta básica, y el ya mencionado NBI. Siguiendo el ciclo económico, la denominada "pobreza coyuntural" (medición por línea) tiende a subir, mientras que la "pobreza estructural" (NBI) se mueve hacia abajo. Esta contradicción podría estar mostrando las limitaciones del segundo índice a partir del surgimiento de fuertes fluctuaciones en materia de empleo en las sociedades posindustriales. Además, puede afirmarse que lo que habitualmente se entiende como trabajo adopta formas muy diferentes en los tipos de sociedad como la analizada, lo que representaría un motivo más para poner en duda la utilización de los mencionados indicadores a la hora de definir pobreza estructural.

Al momento de diseñar las mediciones estadísticas, los criterios que se suelen utilizar son eminentemente urbanos, por lo que la complejidad del ámbito rural no llega a ser alcanzada en su especificidad mediante estos instrumentos. Por otra parte, las estadísticas responden a convenciones internacionales con el propósito de efectuar comparaciones entre países. En este sentido, los parámetros se corresponden a especificaciones relacionadas con la modernidad, no tomándose en cuenta aquello que está por fuera (por ejemplo, las prácticas en el medio rural en general, y de las economías domésticas indígenas en particular).7

Por último, hay en esto también una cuestión de escala: las mediciones de "barrido territorial" de gran magnitud, tales como el censo nacional, dan una imagen del país entero y sirven para tener algunos parámetros generales y efectuar comparaciones con otras naciones. En cambio, si se trabaja con una escala de mayor detalle algunos fenómenos de sustancial importancia no llegan a captarse. Otro factor a tener en cuenta es que la dinámica social, y con ello las características de los hogares, han experimentado un significativo proceso de transformación que podría no ser captado con las herramientas disponibles.8

Diagnóstico, implementación y focalización del DIRLI

Se podría sugerir que la implementación del programa DIRLI en el oeste formoseño se relaciona, de algún modo, con la tendencia hacia los programas focalizados, por ende no universalizantes. Dejando de lado la concepción de espacio inserto en una lógica más amplia de apropiación territorial (no sólo delimitado por fronteras nacionales o municipales), se afirma en el apartado introductorio del diagnóstico oficial que: "Estamos esperanzados de que los elementos recopilados en este documento puedan, desde ya, representar un insumo de gran utilidad para mejorar el impacto y la focalización de las acciones del programa durante los próximos años" (DIRLI, 1998. Las cursivas son mías).

Por su parte, Carpio comenta que el proyecto comienza a ponerse en marcha durante un período de gran transformación en la Secretaría de Desarrollo Social de la nación: "Durante los ochenta el deterioro del mercado de trabajo, el empleo precario y la informalidad empiezan a hacer mella sobre los índices de pobreza, por lo que el tema adquiere un protagonismo que no había tenido antes. A partir de los noventa el Estado comienza a asumir el discurso de la pobreza [...] A su vez, aparece en escena el Banco Mundial" (2005:112).

Este último se erigió como el actor fundamental en el diseño y financiamiento de los programas contra la pobreza que venían de la mano de los programas de ajuste estructural, con el objetivo de mitigar los efectos de estos últimos. Por un lado, se realizaban recortes de presupuesto en áreas fundamentales como salud y educación, y por el otro, se construía un "dique de contención" a través de los mencionados planes con el objetivo de disminuir la conflictividad social que el ajuste produciría. Retomando a Carpio:

En aquel momento se instala el debate entre programas focalizados y universales, y la tendencia se inclina a favor de los primeros. Junto a esto, se da la coexistencia de tres principios complementarios entre sí: descentralización, privatización y focalización. Por último, y no menos importante, se produce un quiebre respecto a la gestión en política social, ganando espacios significativos los técnicos en detrimento de los puestos de origen político (2005:112).

En el diseño del proyecto se había pensado en diferentes líneas de trabajo con el objetivo de abordar la totalidad de la realidad wichi y desarrollar las potencialidades de la población local. En este sentido, el programa se componía de nueve subprogramas, a saber: autoconstrucción de viviendas, aprovisionamiento hídrico, reforestación, educación, salud, agropecuario, microemprendimientos y crédito, artesanías y mujeres indígenas, y, por último, apicultura. Por una parte, algunos parecían ser bastante ambiciosos y abarcativos (como los casos de salud y educación que apuntaban a "Mejorar la calidad y la cobertura del sistema de salud/educativo del departamento"), mientras que otros se dirigían a aspectos más puntuales, como el suministro de agua potable y la construcción de viviendas.

Por su parte, se puede aseverar que en el ínterin de la implementación del DIRLI la intención de "desarrollo integral" fue tornándose en una "especialización" sobre determinados aspectos de la realidad wichi. Esto se podría haber debido principalmente a tres factores: 1) La gran cantidad de problemáticas que se querían abordar; 2) El carácter estructural que poseían las mismas; 3) La escala espacial con la que efectivamente se trabajó, que impidió el desarrollo previsto del proyecto.

En primer lugar, la ejecución del mismo se centró en la autoconstrucción de viviendas, y en menor medida en el aprovisionamiento hídrico. El impacto del resto de los subprogramas fue cuasi marginal y diferenciado territorialmente. Es decir, algunos de éstos fueron implementados en determinadas comunidades, aunque en líneas generales no comportaron los cambios propuestos a nivel departamental, tal como se suponía. No obstante, se puede mencionar que al interior de los subprogramas "no centrales", el orientado a la producción y comercialización apícola obtuvo resultados interesantes.

En segundo lugar, gran parte de los aspectos citados en el proyecto se relacionan con la pobreza estructural. El hecho de haber elegido el índice de NBI no es casual, más bien tiene que ver con una mirada teñida por la modernidad. Sin embargo, esto comportaba una contradicción: este déficit estructural en las condiciones de vida no podía ser solucionado en un lapso de apenas cinco años. Con esto no se está afirmando que el impacto del proyecto haya sido negativo, más bien que aquél se encontró con las limitaciones inscriptas en el propio diseño. Tal vez, reducir el NBI no era el objetivo más apropiado, tampoco el más sencillo. Aquí se suscita otro problema: ¿Era factible mejorar las condiciones de vida exclusivamente a nivel departamental?

En tercer lugar, la escala espacial del proyecto se corresponde de alguna manera con la ya mencionada focalización. Según la Comunidad Europea, que financiaba el programa, éste debía tener un fuerte impacto, visibilidad, eficiencia y efectividad. Para ello debía centrarse, como ya se dijo, en un espacio geográfico bien delimitado y acotado. Si bien el gobierno nacional tenía una propuesta territorialmente más amplia, primó la visión de los europeos. No es un dato menor, pues esta manera de ver el espacio (de forma puntual y fragmentaria) condiciona inevitablemente el diseño y la implementación del programa. Más allá de algunos resultados puntuales que pueden obtenerse gracias al enorme detalle de la escala de trabajo, las restricciones a los fines estructurales que impone el accionar sólo con las comunidades de un distrito territorial determinado sin abrazar al espacio circundante pueden ser sustanciales. Por dar un ejemplo, muchas comunidades wichi extradepartamentales tienen fuertes interrelaciones con las comunidades radicadas en Ramón Lista, los mismos problemas y el mismo nivel de exclusión estructural. ¿Es posible entonces transformar ese territorio exclusivamente sin modificar la totalidad del espacio adyacente?

Por último, se puede aseverar que el programa DIRLI no cumplió con los objetivos que se proponía. De 500 viviendas proyectadas sólo se construyeron 364, quedando cinco años más tarde alrededor de 50 por ciento de las casas inutilizadas por diversas razones (principalmente inundación y abandono voluntario). El proyecto falló en su intención de bienestar integral, así como en su principal propósito en la práctica (la cuestión de la vivienda). Por su parte, el rastro del resto de los subprogramas prácticamente no existió (con excepción de pequeños avances en materia de artesanías y apicultura).

Otro aspecto fundamental para comprender el posterior fracaso del programa es el carácter "enlatado" que se importó desde Europa con vistas a la etapa de aplicación. Si bien uno de los principios del proyecto era la participación de las comunidades locales en la toma de decisión (respecto a la construcción de vivienda, por ejemplo), los técnicos extranjeros decidían qué era lo que se tenía que hacer a la hora de la ejecución.

Respecto de los programas aplicados en otras regiones, la historia muestra un variado número de experiencias, gran cantidad de ellas con resultados similares a los del caso analizado. Se citarán dos con diferentes matices.

A escala nacional y en una región vecina (el denominado noroeste argentino), el proyecto Estudios comparados interdisciplinarios de la región andina (ECIRA) llevó adelante un programa de desarrollo rural orientado a la producción agrícola en la comunidad de Amaicha del Valle, entre 1986 y 1990 (Isla, 1992).9 Siguiendo una cita del propio director del proyecto se pueden testimoniar las limitaciones del programa: "Concluidos los cuatro años de implementación del proyecto [...] el mismo Giovanni Stumpo, economista e investigador miembro de ECIRA, quien había realizado las evaluaciones ex ante, anunció en su ponencia con mucha precisión el fracaso del proyecto [...] en relación con un bajo cumplimiento de las metas propuestas en su inicio" (Isla, 2005:295).

A nivel latinoamericano y en sintonía con el desarrollo infraestructural, el caso de los kari'ña, localizados en los llanos del Orinoco (Venezuela), sirve como ejemplo de intervención externa de tipo "enlatada" a contramano de las pautas locales de usufructo del territorio por parte de las economías domésticas. Con la Ley de reforma agraria en 1960, se aceleró la ejecución, por parte del gobierno y del sector privado, de planes de desarrollo industrial, comercial y urbanístico en la región. Pablo Quintero y Ernesto Figuera afirman que:

Este proceso modernizador desarrollista no sólo implicó la introducción de elementos ajenos en el paisaje tradicional kari'ña, tales como la construcción de carreteras asfaltadas, de pozos de extracción petrolera, de tendido eléctrico y de tuberías de oleoductos, también significó una alteración de su patrón de asentamiento, su organización productiva y política, agudizando aún más, la problemática de las tierras kari'ña (2007:12).

Y prosiguen de este modo:

Será a finales de 1970 cuando el Estado venezolano a través del Instituto Agrario Nacional, planifique las políticas de integración de los indígenas a los planes de "desarrollo" dentro de la reforma agraria. Los principales programas del ian, para los kari'ña, enmarcados dentro de una estrategia de "desarrollo integral", fueron orientados a la construcción de viviendas, donde se les obligará a vivir en poblaciones construidas según el patrón urbanístico occidental; y el de "empresas indígenas" que respondían más al modelo de desarrollo industrial que al modelo indígena. Los planificadores de estos programas no tomaron en cuenta las graves consecuencias para las comunidades kari'ña, tales como la destrucción del patrón tradicional de asentamiento y la dinámica espacial tradicional; el deterioro del equilibrio ecológico; el fomento del faccionalismo; el reforzamiento de la necesidad del trabajo asalariado al prohibírseles criar animales en las nuevas casas, así como la desocupación de grandes extensiones de terrenos que podrían serpotencialmente apropiadas por criollos (2007:13).

 

LOS EFECTOS DEL PROGRAMA Y EL PROCESO DE AVULSIÓN

Caracterización de las condiciones geomorfológicas, obra pública y utilización del recurso suelo

El río Pilcomayo nace en las estribaciones bolivianas de la cordillera de los Andes, a casi cinco mil metros de altura sobre el nivel del mar. En los primeros 400 kilómetros de recorrido recibe numerosos afluentes y corre con una fuerte pendiente superior a uno por ciento transportando un gran caudal sólido (grava, arena, limo). A partir de la localidad boliviana de Villamontes la pendiente cambia abruptamente, llega a 0.10 metros por kilómetro, lo que define al Pilcomayo como un río de llanura. El río transporta 100 millones de toneladas de sedimentos al año. De esos sedimentos, 70 por ciento corresponde a los meses de diciembre a abril. Esta suspensión es transportada en épocas de crecidas con caudal y velocidad suficientes. En el estío tales condiciones desaparecen y las partículas sedimentan en la zona de llanura y accesoriamente el río deposita árboles o ramas en el lecho. Por esta acción combinada, las partículas decantadas se depositan, elevando su lecho, lo que termina por taponar el cauce, dando lugar al enlame (derrame laminar) de sus riberas. En la siguiente temporada, al crecer, el río no puede seguir en su cauce ya taponado, a veces cubierto de vegetación, por lo que sus aguas se desbordan tomando otras direcciones, según la pendiente natural (DIRLI, 1998). El proceso de transporte y deposición de sedimentos se vio agudizado por el incremento del material transportado gracias a la deforestación de los contrafuertes andinos bolivianos (Gordillo y Leguizamón, 2002).

Por su parte, en el cauce medio (que se corresponde con nuestra área de estudio), como menciona De la Cruz: "La gran cantidad de paleocauces observables, que se reflejan sobre terreno en madrejones, cañadas, medialunas, campos altos de pastizales y peladares, nos da la idea de que el río Pilcomayo, sin duda, no es sólo aquel fenómeno geográfico que conocemos erróneamente como límite internacional" (1996:2).

La conducta hídrica caracterizada por los desbordes y las alteraciones significativas del cauce, en ciclos mayores a 100 años, hace de la región del Gran Chaco un nicho ecológico y humano peculiar. Esto ayuda a reconceptualizar el área, vista siempre como una "monótona llanura", como "vasta diversidad". A su vez, el río Pilcomayo medio ha demostrado, en los últimos 25 años, un comportamiento de acelerados y continuos retrocesos, provocados por la colmatación de su cauce. Este fenómeno lo lleva a su progresiva desaparición como flujo de agua encauzado. Tal realidad no es nueva, pues se tiene testimonios de los expedicionarios de principios de siglo, así como de los indígenas que ocupan tradicionalmente la región, lo cual ha sido corroborado con estudios de hidrogeomorfología y topografía, tanto sobre terreno como con ayuda de tecnología digital. Se puede afirmar, entonces, que el carácter divagante del río no es novedoso, posiblemente una de las causas principales de la colmatación acelerada en los últimos años sea el aumento de los sedimentos procedentes de la alta cuenca, debido a las deforestaciones en aquella región de Bolivia —acciones antrópicas, éstas, que interfieren en el natural desarrollo hidrogeológico del Chaco (De la Cruz, 1996:11).

Los continuos desbordes en la cuenca del Pilcomayo de sus cauces originales debido a los "taponamientos" (producidos por el sedimento que arrastra el curso) hacen necesarias las continuas obras para evitar las inundaciones. Las principales localidades urbanas se localizan primordialmente sobre el eje de la actual Ruta Nacional 81, y algunas de menor rango sobre la Ruta Nacional 86 (que corre de manera paralela al Pilcomayo). Vale la pena recordar que el proceso de colonización regional comenzó a finales del siglo XIX desde el este y el oeste sobre las márgenes de ambos ríos. Durante la década de 1930 aquella fue "cerrándose" hacia el mencionado eje transversal, lugar por donde circulaba el ferrocarril. De esa manera, las poblaciones indígenas fueron arrinconadas hacia las márgenes de los ríos, por lo cual las áreas de mayor anegación por poca pendiente, ámbitos con formación de cañadones, lagunas intermitentes y bañados, fueron reutilizadas por los pobladores indígenas.

En la actualidad, las obras se efectúan principalmente en estas zonas anegadizas, que son las usufructuadas por las comunidades. Si bien muchos pueblos habitaban estas zonas desde antes de la llegada de los españoles, cabe mencionar que el citado "desplazamiento" se debió en gran parte al último impulso colonizador acicateado desde el Estado.

En esta región colisionan intereses de los pobladores locales (a su vez tipificados y muchas veces enfrentados como criollos y paisanos al interior de una clase que se podría denominar subalterna), actores extraregionales orientados a la producción ganadera y a la especulación rentística de la tierra,10 y, por supuesto, el Estado y sus agentes.

Sin profundizar en un análisis a escala regional, donde se están dando procesos de transferencia de la tierra desde propietarios locales hacia actores que provienen del agro pampeano, principalmente, para el caso de Ramón Lista, en particular, la tenencia de la tierra no está sufriendo los cambios aludidos. Lo que ocurre en realidad es que la propiedad al interior del departamento se encuentra, en una proporción considerable, bajo dominio de las comunidades que usufructúan la tierra bajo la forma jurídica de asociación civil. La comunidad de El Potrillo (que junto con la cabecera del departamento, El Chorro, son los pueblos más importantes de Ramón Lista) se localiza en territorio indígena, lo que ha causado diversos problemas con la población criolla local, en especial los comerciantes, ya que legalmente pueden ser desalojados de estas tierras.

Por último, pero no menos importante, la participación de las agencias del Estado es sustancial en la profundización de los diversos procesos de transferencia y apropiación de la tierra por parte de actores más concentrados. En este sentido, determinados organismos, como el Instituto Provincial de Colonización y Tierras Fiscales, accionan a través de complejos dispositivos burocráticos con el propósito de materializar las transferencias mencionadas, muchas veces fuera de los márgenes de la legalidad. Es así como diversos mecanismos de prebenda y corrupción se activan generando un mercado negro de tierras en los departamentos del oeste formoseño, que son los que poseen en mayor proporción tierras fiscales.

Las manifestaciones territoriales del DIRLI y el proceso de sedentarización de las poblaciones wichi

Actualmente, el no encauzamiento del río produce inundaciones recurrentes que hacen necesaria la relocalización de los asentamientos indígenas y de la población local en general.

Cuando se comenzó a pensar el DIRLI durante 1997, se tenía conocimiento de la escasa pendiente, del posible escurrimiento de las aguas hacia áreas pobladas y de la complejidad del manejo hídrico en la región, entre otras cuestiones. Incluso, el documento original menciona algunos de estos puntos y es bastante claro en el diagnóstico respecto a los problemas que se suscitan en la época estival cuando el río desborda. Es difícil pensar, entonces, cómo no se tuvieron en cuenta estas variables, o no se pudieron mitigar, al momento de elegir la localización de las viviendas, muchas de las cuales terminaron inundadas. Probablemente haya primado el principio de construir viviendas (en parte gracias a la necesidad de que el proyecto tuviese un impacto profundo y visible).

De acuerdo con las pautas a seguir por el programa en relación con el manejo del territorio y la construcción de vivienda y hábitat, en el documento original se realiza una detallada descripción del estado de las casas en aquel momento, así como los tipos y materiales utilizados, y se elabora un índice de calidad de la vivienda con gráficos de distribución por zona, para dar cuenta de las áreas que necesitarían de mayor ayuda proveniente del programa. Siguiendo estos parámetros, se construyó en los sectores con índices más bajos, aunque en muchas ocasiones influyeron los "contactos" políticos de algunos dirigentes locales para que se construyeran casas en determinadas comunidades.

Hay dos aspectos sobre los que la implementación del programa accionó. La sedentarización, que va de la mano de la misionalización, y los cambios en la microespacialidad.

En primer lugar, un proceso de larga data, que es marginalmente reforzado gracias al DIRLI. La denominada sedentarización comienza a desarrollarse de manera concomitante con la misionalización del Chaco Central durante las primeras décadas del siglo pasado, ya que como menciona Trinchero: "El establecimiento de las misiones anglicanas ha sido paralelo a lo que podría denominarse como segunda gran expansión de los ingenios salto–jujeños. Fue durante las décadas de 1920 y 1930 que éstos incrementaron su peso relativo en la producción de cultivos industriales en el país" (2000:181).

A su vez, De la Cruz denomina a este proceso como semisedentarización, y afirma que:

En todas estas misiones se concentra la población de la región, abandonando prácticamente sus lugares de recorrido [...] Posteriormente, los sucesivos proyectos de edificación de casas de material, centros sanitarios, establecimientos educativos y otras obras de infraestructura fija comunitaria, tanto desde las obras de ayuda privadas como desde el Estado, se constituirán, en poco tiempo, en el golpe definitivo que determina el fin de una vida trashumante y el paso definitivo a un sedentarismo anteriormente impensable. El acceso a cargos fijos asalariados es una de las últimas contribuciones al proceso (1997:28–30).

El tipo de usufructo del territorio que realizan los wichi posee ciclos pautados correspondiéndose con las etapas de bajante y crecida del río. De la Cruz lo definiría como trashumancia. En la banda norte del Pilcomayo, en territorio paraguayo, los nivaklé no poseen una continuidad espacio–temporal a la hora de la apropiación de los recursos, por lo que acotándose a una definición opuesta y excluyente respecto a la anterior, estos grupos se podrían definir como nómadas.

El resultado central del programa ha sido la construcción de 364 viviendas en distintas comunidades del departamento Ramón Lista, una cifra de importantes dimensiones que también concurrió en el sentido de reforzar la tendencia, ya secular, a la sedentarización. Pero como las condiciones de producción y reproducción de las comunidades indígenas están estrechamente ligadas a las fluctuaciones del río y a los recursos pesqueros que éste posee, apropiación y sedentarización pueden oponerse, generando consecuencias no deseadas por el proyecto.11

Muchos de los informantes consultados afirmaron que no había, ninguna relación entre lo que objetivamente había producido el programa y la sedentarización de las poblaciones locales. Sin embargo, las transformaciones territoriales se van generando a partir de complejos dispositivos espaciales que se han gestado desde épocas coloniales, y en los cuales nuevas intervenciones no pueden dejar de inscribirse.

La sedentarización no comienza con las misiones, más bien se concentra "territorialmente" en determinados puntos del espacio chaqueño. El lento proceso, no exento de contradicciones, había comenzado con el avance de los fortines, el arrinconamiento de los indígenas durante el siglo XIX y la posterior consolidación del Estado–nación argentino, conformando lo que se denomina formación socioterritorial de fronteras. Si bien el aporte a la sedentarización por parte del Dirli puede considerarse como marginal, éste representa un peldaño más en la larga escalera del fortalecimiento del citado proceso, que, de hecho, continúa en la misma dirección.

Durante 2007, en las principales localidades del departamento se terminó de construir 113 viviendas. La construcción de infraestructura fija, en este caso vivienda, se constituye como un proceso continuo a través del cual el Estado (por medio de sus agencias) adquiere cierta visibilidad en el espacio. A su vez, se van generando relaciones sumamente contradictorias con los grupos locales, regidas generalmente por criterios de asistencialismo y cooptación, que se reproducen a partir de la implementación de los dispositivos que emanan de la política partidario–punteril, que también se retroalimenta con la construcción de viviendas y de infraestructura de servicios en general.

A nivel de la microespacialidad wichi, hay un fenómeno que en cierta medida se vio alterado a partir de la implementación del DIRLI. Al interior de las comunidades se dan muchas situaciones de conflictos y disputas, al igual que en cualquier otro tipo de comunidad. Hasta aquí nada nuevo. Sin embargo, la complejidad al interior de cada comunidad es destacable y posee ciertas particularidades. Vayamos al ejemplo de San Martín I. Hasta la fuerte crecida de enero de 2007, San Martín I era una comunidad única, que al relocalizarse se dividió en cuatro, creándose de esta manera la que después sería analizada por quien escribe estas líneas. En muchas ocasiones hay conflictos latentes entre los "paisanos" y la necesidad de separarse del grupo oponente, una vez desatada la inundación, esta circunstancia es aprovechada para realizar la definitiva separación. Con anterioridad al DIRLI, una vez comenzado este tipo de conflictos, uno de los bandos en pugna se separaba del otro y construía su casa a metros de la antigua residencia, mientras que con las viviendas del programa muchos paisanos prefirieron permanecer en el lugar, agudizándose muchas veces las disputas. A primera vista, este proceso no reviste mayor importancia, pero se encuentra entrecruzado por diversos dispositivos de control y poder que se corresponden con la política punteril y la valorización del territorio (vale la pena aclarar que el principal recurso del área en la actualidad es la explotación petrolera realizada en Palmar Largo, localidad vecina a El Potrillo y a la comunidad aludida).

Al interior de San Martín I se localizan los barrios de San Martín, Monte Redondo, Mistol Marcado y el barrio criollo (a su vez subdividido en Palo Seco y Río Seco), que totalizan 477 personas y 120 familias.12 La gente de Mistol Marcado (anteriormente Pozo Charata) está dividida en dos grupos. Esta división es sólo un ejemplo entre muchos, y es anterior a la inundación sufrida a finales de enero de 2007. En este caso particular, la microespacialidad antes señalada dejó de tener efecto durante ese año, ya que la crecida hizo necesario que toda la comunidad se desplazase en su conjunto, mientras que las viviendas del DIRLI en aquel espacio quedaron bajo las aguas. Otra razón más para sostener que la dinámica hidro–geomorfológica del río es mucho más determinante que los impactos que haya tenido el programa, al menos si se le analiza en el corto plazo y en el ciclo de vida anual.

En los lugares donde habitan los dos sectores en disputa, el del cacique "electo" y el del cacique "ancestral", las casas tienen paredes de ramas y techos de rama y tierra, que son los materiales preponderantes en la construcción de las casas de la zona ya, que como se mencionó, las viviendas de material del DIRLI se inundaron y debieron ser abandonadas. Dos son las diferencias que separan a ambos grupos.

El primer problema es el reconocimiento del cacicazgo por parte de las autoridades provinciales.13 La ley provincial núm. 426 (Ley integral del aborigen) no es suficientemente clara al respecto y promueve dos figuras con capacidad de representación. A partir del decreto modificatorio 574/85 del artículo 9° de la ley: "El representante legal de la comunidad es el delegado o cacique, en forma alterna. El cacicazgo no estará sujeto a elecciones periódicas por ser una figura vitalicia y ancestral de la costumbre aborigen. Los delegados durarán un año en sus funciones, pudiendo ser reelectos, debiendo pertenecer a la etnia y la comunidad que represente". Esto abre las puertas a la posibilidad de colisión entre los miembros del grupo, mientras que, a su vez, crea inmejorables condiciones para la cooptación política y la posterior fractura entre los diversos subgrupos de la comunidad. Por otra parte, la extracción petrolera en los terrenos de uno de los grupos, con el posterior pago de una magra renta en forma de servidumbre14 por parte de la empresa Pluspetrol, vino finalmente a agregar un nuevo elemento de disputa al interior de Mistol Marcado.

 

BREVE ANÁLISIS DE LAS DIVERSAS FORMAS ESPACIALES DEL CHACO CENTRAL

Como ya se mencionó, la sedentarización se inicia con bastante antelación a la llegada de las misiones al Chaco Central. Con el avance de los fortines y la colonización del espacio primero, y con la efectivización del control territorial más tarde por parte del Estado–nación, las poblaciones indígenas dejan de usufructuar los recursos localizados en una gran cantidad de lugares del monte y los ríos. Esto marca el inicio de una nueva forma de habitar, ocupar y relacionarse con el territorio. El golpe final lo asesta el comienzo de las migraciones estacionales a los ingenios, a fines del siglo XIX. Otra manera de apropiación espacial se iría originando a partir de los citados procesos (De la Cruz, 1997:30).

La acción de las misiones religiosas en el espacio chaqueño

Los pobladores locales agrupados en comunidades adoptaron este denominador hace no mucho tiempo, a partir de la instalación de las misiones anglicanas a principios del siglo XX. Alrededor de 1890 los anglicanos estaban asentados en el Chaco paraguayo, con una misión entre los enxet y algunas avanzadas entre los suhin de la banda norte del río Pilcomayo (nivaklé). Finalizado el siglo, y viendo el éxito de aquella misión, el gobierno argentino ofrece a la sociedad misionera espacio para iniciar sus labores reduccionales en el territorio de Formosa. Sin embargo, las negociaciones no llegan a buen puerto y el lugar es ocupado por los franciscanos (que en 1900 fundan las misiones Laishí, Tacaaglé y Nueva Pompeya). Los primeros contactos se realizan en 1909, pero recién en 1927 se establece, en las costas del Pilcomayo, la misión San Andrés (De la Cruz, 1997:28).

Es importante remarcar que durante el proceso de misionalización la población originaria se "concentró" espacialmente en algunos núcleos de la llanura chaqueña, dispositivo funcional con la intención de hacer más dócil a la mano de obra local, tanto para los ingenios como para los obrajes. A su vez, ante la posibilidad de ser reclutados para la guerra del Chaco,15 los indígenas se refugiaron en las misiones. Por otra parte, con anterioridad a lo expuesto, la expansión de la frontera agrícola acicateada por el Estado y materializada a través de los "criollos fronterizos", los colonos, los ganaderos y los militares, había tenido como resultado el arrinconamiento de los wichis a la vera de los ríos chaqueños y en las zonas más anegadizas, de aguadas y cañadones. Muchas matanzas se produjeron entre finales del siglo XIX y la primera parte del siglo pasado, lo que también sirvió como estímulo para acudir a las reducciones (De la Cruz, 1997; Trinchero, 2000).

En este sentido, las misiones en cierta medida actuaron como resguardo para las poblaciones indígenas, que fueron aglutinándose alrededor de éstas, formando las comunidades. Así, la reducción se estructuró como un lugar de control social en el plano simbólico y generó la posibilidad de un ejercicio de poder acotado a un espacio reducido. El misionero oficiaba como juez en los conflictos internos de las comunidades y operaba como el factor primordial de cohesión social; de este modo, se le podría equiparar al poder de policía o de un patrón al interior de la misión.

Si bien las misiones franciscanas y anglicanas fueron las primeras en llegar a la región, hacia la década de 1940 hizo su aparición la pentecostal sueca de la Asamblea de Dios, mientras que desde finales de la década de 1960 misioneros católicos de diversas órdenes comienzan a retomar las obras entre los wichi, pero con un carácter diferente, inspirados en la Teología de la Liberación. Para esta época las misiones anglicanas y pentecostales se encontraban consolidadas desde hacía tiempo, mientras que la reconfiguración territorial producida a partir de la entrada de los anglicanos había estructurado un espacio reduccional. A su vez, la iglesia Pentecostal, que no propugnaba por una vida comunitaria rígida como la anglicana, crecía en adeptos gracias al aparente culto "desordenado" que permitía, bajo la agitación extática, expresar la vivencia de la fe sin ocultar el carácter cultural propio. Así encontraron espacio para la expresión cristiana quienes habían sido marginados por la prédica de los evangelistas anglicanos. La Asamblea de Dios se desarrolló en menos de 20 años a lo largo del Pilcomayo, reuniendo a los grupos marginales y, en cierta medida, reordenó la ocupación territorial (De la Cruz, 1997:30–31).

En la década de 1980, por diversos factores, siendo el principal la guerra de las Malvinas, la iglesia Anglicana comienza un período de decadencia, muchos misioneros se retiran de la región y dejan de funcionar las reducciones. Es así como, de alguna manera, se trastoca el comportamiento territorial que las comunidades habían mostrado durante el proceso de misionalización. Éstas, otrora agrupadas alrededor de las misiones, comienzan a separarse por distintos conflictos, dando paso a la dispersión en el espacio contiguo. A la par de esto, comienzan a producirse inundaciones más fuertes, lo que obliga a la gente wichi a reubicarse en lugares más altos.

Por último, y a modo de síntesis, vale la pena señalar que el proceso de consolidación de fronteras16 del Estado–nación argentino (frontera administrativa) y de la población criolla blanca (frontera agrícola) no se encuentra escindido del fenómeno de misionalización, ya que habiendo despojado de sus tierras a los indígenas se pudo propiciar un excedente que se transformaría en mano de obra barata localizada en las misiones para los ingenios. El cambio en el tipo de usufructo del monte y la concentración locacional en las reducciones reforzó la sedentarización y transformó el trabajo doméstico en asalariado. Posteriormente, los programas de desarrollo (y los de vivienda en particular, como el DIRLI) fortalecieron aún más esta tendencia e incrementaron la dependencia de la asalarización.

Las formas de aprovechamiento de los recursos del río, los cambios de localización del cauce y de la gente wichi

Efectuando una caracterización excesivamente genérica, se puede realizar una separación artificial entre las zonas de monte y río con el objetivo de tipificar el tipo de apropiación. De cualquier manera, los paisanos "montaraces" y "ribereños" actúan en algunas ocasiones en uno u otro ámbitos empujados por la necesidad de incrementar la cantidad de alimentos para consumo o intercambio.

Las lluvias en este sector del Chaco son escasas y se producen principalmente en la época estival (aproximadamente 60 por ciento de las lluvias se produce durante el verano). En la localidad de El Chorro, una de las estaciones de donde se obtiene registro a nivel departamental, el promedio de precipitación anual durante el período 1984–2006 fue de 522 mm, manifestándose como uno de los lugares más secos de la provincia.17 Para los primeros cuatro meses del año hidrológico 2006/2007, se había precipitado casi la misma cantidad de agua que durante un período "normal" de los que se tienen datos (515 mm). Al cabo de un año, para agosto de 2007, la cifra había triplicado al promedio anual. Como se mencionó, la concentración de las precipitaciones se produce entre los meses de octubre y marzo, lo que ocasiona cambios en las localizaciones de los distintos grupos tras las lluvias estivales. Este fue el caso de la comunidad núcleo de San Martín I.

Así las cosas, los grupos que habitualmente eran pescadores se vieron obligados a ubicarse lejos del Pilcomayo debido a la irregularidad en el curso y a los constantes desbordes. Los hombres suelen ir a pescar en bicicleta atravesando grandes extensiones de monte; en otras ocasiones hacen campamentos estacionales alrededor de los bañados o en la boca del desborde, que llegan a durar semanas (De la Cruz, 1997:109).

En otros lugares, como María Cristina (poblado con algo de equipamiento fijo y de similar magnitud si se le compara con El Chorro o El Potrillo), los pobladores locales nos contaban que debido a la gran cantidad de sedimentos que "bajaban", en los últimos tiempos la barranca del río había desaparecido. De este modo, los bajos también se llenan de agua, crecen más pirañas y yacarés, por ende se hace más difícil pescar. Dicho de otra manera, el recrecimiento del lecho se forma a partir de los depósitos de diferentes materiales, troncos y árboles, originándose grandes bancos de arena y provocando una reducción de la barranca y del desnivel respecto al fondo de los canales (Cafaro, 2007). El agua escurre hacia los mencionados cañadones, lugar en donde se almacena interrumpiéndose el escurrimiento. De esta manera, se generan condiciones más propicias para la reproducción de otras especies que dificultan la apropiación del recurso pesquero. A su vez, extensas porciones de monte son invadidas por las aguas, lo que también dificulta la "marisca" (acción de salir a buscar cualquier tipo de alimento que el monte ofrezca).

Como quiera que sea, las diversas formas de apropiación de los recursos han sido alteradas a causa de múltiples factores. Algunos de los comentarios recurrentes en las entrevistas se relacionaban con la implementación de planes de emergencia social (tanto provinciales como nacionales), jubilaciones y pensiones, que empujaban a muchos paisanos a darle la espalda al monte y al río. Se puede afirmar que a partir de la instrumentación de las diferentes formas de asalarización en la región, remontándose las primeras al comienzo del siglo XX, el usufructo del monte y del río por parte de los grupos wichis (con una economía de tipo doméstica) fue transformándose. A su vez, bastante más acá en el tiempo, con la llegada de los planes de asistencia a la pobreza, se fueron aceitando de manera más acabada los mecanismos de cooptación política, manifestándose su reverso en el abandono del monte y la pesca.

Durante el DIRLI se construyeron viviendas en la mayoría de las comunidades, algunas se desarmaron o se inutilizaron debido a la migración en el monte, esto último mayormente a raíz de las inundaciones y a los conflictos internos en menor medida. En las entrevistas realizadas en El Potrillo, que se constituye como el centro más poblado a la vera del Pilcomayo en Ramón Lista, un informante criollo comentaba que pese a las "mudanzas" que tuvieron que sufrir durante los últimos 25 años, tanto paisanos como criollos estaban "aprendiendo a querer al lugar". Esto puede llevar a múltiples interpretaciones, ya que, por un lado, la fijación al espacio y al lugar estaría tomando matices más fuertes; pero por el otro, esto es contrarrestado por los obligados cambios en la localización que se originan a partir del proceso de avulsión del Pilcomayo.

En relación con el proyecto de vivienda ejecutado, se mencionaba un aspecto interesante: el factor de la experiencia. El aprendizaje obtenido durante el proceso de autoconstrucción por parte de la gente local servirá, en este caso, para la construcción de los aljibes para abastecimiento hídrico (un total de 70 en las diferentes comunidades). A su vez, se puede afirmar que la aprehensión de estos nuevos conocimientos en materia arquitectónica opera de dos maneras, a saber: por una parte, la potencial implementación de proyectos de infraestructura fija se encontrará con personas capacitadas al momento de la construcción (como es el caso de los aljibes); por otro lado, a través de las diversas obras de modernización, como la ejecución de planes de vivienda (siendo éste el ejemplo más claro), el proceso de sedentarización de las poblaciones locales continúa profundizándose.18

 

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

El proyecto DIRLI, que se montaba sobre las bases de un programa de desarrollo rural integrado, se expresó en el terreno como un plan de vivienda con algunos aditamentos. La necesidad de darle una fuerte visibilidad al programa hizo que gran cantidad de recursos de todo tipo se focalizaran en las poblaciones indígenas de Ramón Lista exclusivamente, dejando de lado el espacio circundante. Esto se reflejó en la imposibilidad de enfrentar la exclusión, ya que no se tuvo en cuenta la situación de extrema pobreza de la región, ni las particularidades de la formación socioterritorial de fronteras del Chaco Central. Apoyándose en el análisis realizado, se puede aseverar que este tipo de proyectos generarían un contexto más propicio para la expansión de la frontera agrícola, en conjunto con otras inversiones en infraestructura.

Tal como se planteó durante el trabajo, la implementación de programas en zonas consideradas "vulnerables" socioterritorialmente (que de manera concomitante se expresan como áreas de reciente expansión de la frontera agrícola, en este caso el Umbral al Chaco y el oeste formoseño), puede brindar un impulso modernizante que no siempre puede incluir a las poblaciones locales, incluso cuando la condición sine qua non de los propios proyectos sea la de mejorar las condiciones de vida de campesinos e indígenas.

De este modo, el programa DIRLI se edificó sobre el discurso del desarrollo integral en una pequeña porción de espacio del oeste de Formosa, con la intención de brindar la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de las comunidades indígenas allí localizadas. Sin embargo, los objetivos no pudieron ser alcanzados, y esto mayormente sucedió a raíz a las limitaciones estructurales del propio proyecto y de la escala de trabajo implementada.

Por su parte, las zonas de avulsión que se desarrollan en el sector medio del río Pilcomayo imponen severas limitaciones al momento de elegir el emplazamiento de las viviendas, factor que paradójicamente no fue tomado en cuenta en la ejecución del programa. En este sentido, y en alguna medida, el proceso de sedentarización fue reforzado, a su vez que la microespacialidad wichi se vio alterada. Ambos fenómenos no están escindidos, más bien representan pautas espaciales relacionadas históricamente que fueron trastocadas desde la época de la colonización.

Las implicaciones territoriales y en materia de vivienda, a partir de la imple–mentación del DIRLI son atravesadas por la diversificación del cauce del río, fenómeno que provoca recurrentes relocalizaciones en el territorio. En lo que se refiere al espacio, se produce un círculo vicioso entre sedentarización y apropiación de recursos, debido a que la fijación residencial a través de la vivienda (junto con el acceso a algún cargo fijo) va a contramano de la caza y recolección en el monte. Pero, por el contrario, los continuos desbordes del río desmoronan los proyectos de vivienda estable, por lo que un programa en verdad superador debería resolver esta contradicción.

Respecto al tema de la vivienda, la falta de previsión de las inundaciones y la no contemplación de ciertas dinámicas de los grupos wichi (sobre todo, usufructo del monte y resolución interna de conflictos) se cristalizó en la inutilización de alrededor de 50 por ciento de los constructos. En el reverso quedó la experiencia en autoconstrucción, calificada como positiva tanto por actores internos como externos a las comunidades.

En cuanto a las diversas formas espaciales de la región, el accionar reduccional fue de la mano con el crecimiento de los ingenios salto–jujeños, que se abastecían de la mano de obra aglutinada en las misiones, y también oficiaba como refugio de los indígenas (claro ejemplo de ello, la guerra del Chaco), ejerciéndose un poder disciplinar sobre éstos. Con el desencadenamiento de la guerra de las Malvinas, las misiones se retiran del Chaco, ocupando su lugar en cierta medida las organizaciones no gubernamentales, que comenzaron a articularse con diversas agencias públicas en la estructuración de proyectos de bienestar social. En este sentido, el programa DIRLI contó con muchos integrantes de estas organizaciones al momento de entrar al trabajo técnico.

 

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NOTAS

1 Este concepto fue desarrollado en el libro La cuenca del río Bermejo. Una formación social de fronteras, en el marco del proyecto "Etnicidad, economías domésticas y programas de desarrollo en la cuenca del río Bermejo. Impacto social en frentes de expansión agraria". Originalmente, pertenece al doctor Hugo Trinchero, quien lo desarrolló en su tesis doctoral Los dominios del demonio (2000:36–41).

2 Éste se define como la acumulación de sedimentos que genera la diversificación de los cauces de un río.

3 Principalmente en la comunidad núcleo de San Martín I, que agrupa a los "barrios" o comunidades del mismo nombre, Monte Redondo y Mistol Marcado. A su vez, aquéllos forman un "conglomerado" relativamente continuo junto con San Martín II, San Andrés, km 17 y Batería.

4 El programa DIRLI fue producto de un convenio suscripto entre la Comunidad Europea y la Secretaría de Bienestar Social de la nación argentina, en 1997, para ser desarrollado en dos etapas. La primera finalizó en diciembre de 1999 con la recopilación de toda la información disponible y la elaboración de un diagnóstico sobre la situación global de las comunidades aborígenes que habitan en el territorio del departamento con índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) más alto del país. La segunda etapa, que concluyó en 2002, tuvo como objetivo la autoconstrucción de viviendas y el aprovisionamiento hídrico, entre otros, en 20 comunidades wichi (DIRLI, 1998).

5 Imposible no mencionar en este punto el libro de Rostow (1967).

6 Según el INDEC, los hogares con NBI son aquellos que presentan al menos una de las siguientes condiciones de privación: Hacinamiento: hogares con más de tres personas por cuarto; Vivienda: hogares que habitan una vivienda de tipo inconveniente; Condiciones sanitarias: hogares que no tienen retrete; Asistencia escolar: hogares que tienen al menos un niño en edad escolar (6 a 12 años) que no asiste a la escuela; Capacidad de subsistencia: hogares que tienen cuatro o más personas por miembro ocupado, cuyo jefe no hubiese completado el tercer grado de escolaridad primaria. En el ámbito rural del Chaco Central los hogares generalmente cuentan con las primeras tres privaciones, y éstas no necesariamente deberían entenderse como condición suficiente de pobreza estructural. En cuanto a la población indígena, la vivienda tradicional no tiene retrete en su interior, consta de una o dos habitaciones que funcionan como dormitorio y se construye con materiales naturales, características que se contradicen con la vivienda típica urbana y occidental en la que se basa el indicador.

7 Aquí se sigue la noción de Meillassoux en cuanto a las formas de producción y reproducción de las economías domésticas, en este caso indígenas, como contrapuestas y complementarias a las formas de la economía moderna y de mercado. Se entiende por economías domésticas a las unidades que tienen su sustento principal en el trabajo familiar, en contraposición al trabajo asalariado. Es así como el índice de NBI, en su indicador relacionado con la capacidad de subsistencia, no logra abordar el tipo de producción doméstico. Al no tratarse de una economía de tipo asalariado (con personas activas y pasivas), el trabajo se organiza en relación con el usufructo del monte con todos los integrantes de la familia.

8 Como menciona Carpio: "Los instrumentos estadísticos que tenemos han servido para dar cuenta de la realidad durante un período de 30 o 40 años, en los que el ciclo social mostró cierta estabilidad que a su vez permitió que los instrumentos diseñados en la década de los cincuenta sirvieran hasta los ochenta, pero de ahí en más comenzaron a perder precisión" (2005:106).

9 Algunos de los documentos de evaluación ex post del proyecto ECIRA pueden verse en Alejandro Isla (1992).

10 El boom pampeano de la soja se ha ido extendiendo a regiones extrapampeanas, como es el caso del mencionado Umbral al Chaco. A su vez, la ganadería antes localizada en estas áreas no pampeanas ha sido desplazada gracias a los precios internacionales favorables de la soja y otras commodities agrícolas. De esta manera, la provincia de Formosa se ha convertido en un espacio provechoso para estos actores extraregionales, principalmente ganaderos pampeanos que han adquirido tierras en los últimos tiempos. Otros compradores, en cambio, han llegado a la región sin intención de producir, especulando con una muy probable subida del precio de la tierra en el corto o mediano plazos.

11 Como ya se mencionó, siguiendo a Meillassoux, se puede afirmar que las economías domésticas pueden contraponerse con la expansión de la economía moderna y su desarrollo infraestructural, aunque también complementarse. En este caso, se estaría dando más bien el antagonismo y, por ende, un reforzamiento de la sedentarización.

12 Estos datos se corresponden con el censo elaborado en 2007 por la sala de primeros auxilios de la comunidad. Vale la pena aclarar que en la zona se habla de "paisanos" en referencia a las comunidades indígenas, mientras que los "criollos" representan a las personas que vinieron con posterioridad a aquéllos, los primeros pobladores.

13 De la Cruz, en el escrito "Situación jurídica de las comunidades indígenas de Formosa", menciona lo siguiente: "Vinculado a esto se halla el desarrollo de la formación de individuos–representantes de comunidades o grupos organizados. Obviamente, el concepto de 'representatividad' es ajeno a los grupos chaqueños que ocupan nuestro tiempo. Desde las relaciones con los ingenios y obrajes, los 'mayordomos' y 'patrones' buscaron siempre un 'cacique', 'capitán', 'lenguaraz', o algo por el estilo, con quién relacionarse para, a través suyo, establecer el vínculo necesario (laboral, en estos casos) con el resto. Tal modalidad fue evolucionando con el correr del siglo XX, hasta el punto en que los propios indígenas buscaron relacionarse con el mundo blanco a través de representantes. Por lo general éstos son personas que hablan fluidamente el castellano y que están bien conceptuados entre los 'blancos'. De esta manera se garantiza el acceso a los bienes que nuestra sociedad está dispuesta a brindar. En tanto, el 'representante' logre el acceso a una cantidad suficiente de bienes compartibles por todo el grupo 'representado' se logra mantener una cierta cohesión. En el momento en que el 'representante' no comparte lo obtenido, o esto no es suficiente para todo el grupo, se producen choques y fisiones, con el surgimiento de nuevos 'representantes'. A esto se suma el hecho de que en la actualidad casi todos los hombres son hispanohablantes y muchos están escolarizados. Potencialmente todos son posibles representantes, lo que crea un sentimiento de competitividad con sus pares, por ser líder ante los 'blancos'" (1995:6).

14 En este caso, la servidumbre petrolera se refiere al pago por parte de la empresa explotadora a los propietarios del terreno. El desembolso convenido entre las partes se realiza a modo de indemnización por los perjuicios que se pudieran ocasionar en las tierras del propietario a partir de los trabajos de explotación.

15 Conflicto bélico desarrollado entre 1932–1935 por los recursos petroleros del área entre la Standard Oil (bajo la bandera de Bolivia) y la Shell (bajo la bandera de Paraguay).

16 Remitiéndose nuevamente a la ya mencionada formación socioterritorial de fronteras del Chaco Central.

17 El año hidrológico, según las estadísticas provinciales, comienza en septiembre.

18 Se puede aseverar que movilizados geográficamente por las zonas de avulsión del Pilcomayo muchos indígenas terminaron por abandonar sus emprendimientos, y no mediando otras soluciones habitacionales, tuvieron que reconstruir "obligatoriamente" sus viviendas en los lugares de relocalización (Di Cione, 2002).

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