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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.20 no.39 México ene./jun. 2008

 

Reseña bibliográfica

 

Gobierno y casinos. El origen de la riqueza de Abelardo L. Rodríguez, José Alfredo Gómez Estrada

 

Araceli Almaraz*

 

2a. ed., México, Instituto Mora y Universidad Autónoma de Baja California, 2007.

 

* Profesora–investigadora del Departamento de Estudios Sociales de El Colegio de la Frontera Norte. Dirección electrónica: almaraz@colef.mx.

 

El enfoque desarrollado en este libro significa un gran avance en los estudios de historia económica del noroeste de México. Específicamente, el autor contribuye al análisis del desarrollo productivo y empresarial que se configuró en la región fronteriza de Baja California durante las primeras décadas del siglo XX, y aporta elementos para proponer nuevas investigaciones sobre el empresariado del norte de México.

A lo largo del primer capítulo se abordan los orígenes de la región norte de Baja California y se nos brindan elementos que refrendan este imaginario que hoy en día sostienen las ciudades fronterizas. Se resalta el surgimiento de Mexicali y Tijuana a partir de la llegada de capitales extranjeros orientados a una serie de actividades relacionadas con el esparcimiento y el vicio, tales como cantinas, centros de juego, garitos, lugares de asignación y fumaderos de opio.

Posteriormente, el autor nos sitúa en un panorama complejo de relaciones personales, políticas y mercantiles que van a ser centrales para comprender el desenvolvimiento productivo de los poblados de Tijuana, Mexicali y Los Algodones. En este sentido, Gómez Estrada destaca la continua llegada de inversionistas extranjeros a Baja California y la postura que asumieron los distintos personajes políticos entre 1915 y 1929.

El recuento de esas relaciones parte de la gestión que llevó a cabo el coronel Esteban Cantú (gobernador de Baja California de 1915 a 1919) y la de sus sucesores Luis M. Salazar, Manuel Balarezo y José Inocente Lugo. El autor expone las negociaciones de tipo mercantil como uno de los componentes que permitieron a los personajes políticos forjar negocios en la región. Se señalan aquellas tanto formales como informales donde el factor fundamental señalado es la estabilidad en los puestos de poder. Las inferencias de Gómez Estrada son acertadas en el sentido de un enriquecimiento variable entre cada uno de los personajes estudiados y para ello aborda, con sumo cuidado, el tiempo en el que cada gobernador permaneció en el poder.

Al profundizar en el papel de Esteban Cantú, el autor resalta que este personaje político–militar aprovechó el despegue del auge algodonero en Mexicali aumentando, por ejemplo, el cobro de aranceles por importaciones y exportaciones de maquinaria y algodón. Así mismo sostiene que Cantú estuvo involucrado directamente con el traslado de mano de obra asiática hacia los campos de cultivo en el valle de Mexicali.

La obra permite inferir que el coronel Cantú se movió mucho más en el terreno de los acuerdos informales con empresarios extranjeros, entre ellos Carl Withington. Así mismo, se señala que parte de los negocios en los que participó indirectamente Cantú fueron llevados a cabo por miembros de su familia política: los Dato.

A partir del capítulo tercero, el libro toma como eje la biografía de Abelardo L. Rodríguez, quien originalmente llegó a la región, entre 1917 y 1918, para sembrar algodón. Como se cita en el libro, en junio de 1920, Rodríguez vuelve a la región después de varias misiones militares en el norte y sur del país. En esta ocasión arriba como jefe de operaciones militares, cargo en el que permanece hasta febrero de 1922. Posteriormente, en noviembre de 1923, Rodríguez es nombrado gobernador del distrito norte de Baja California y ahí perdura hasta fines de 1929.

A partir de aquí la obra retoma claramente la perspectiva biográfica, sin dejar de lado la importancia de sucesos regionales y nacionales definitorios en la configuración política y empresarial del distrito norte de Baja California durante las primeras décadas del siglo XX.

Con el análisis de la trayectoria de Rodríguez, el autor deja clara una serie de inconsistencias del Estado posrevolucionario, así como la importancia de las redes sociales en un territorio más cercano a los sucesos de Estados Unidos que del centro político del país. Después de la salida de Cantú, la visión que se tenía de la región fronteriza en Baja California era de gran incertidumbre, ya que los fondos necesarios para la subsistencia de la zona dependieron de los casinos de juego y las aprobaciones de la federación para su funcionamiento, aun en contra de los ideales del Estado posrevolucionario, debido a los efectos de la llamada ley seca o ley de alcoholes, que se mantuvo vigente de 1919 a 1933 en Estados Unidos.

En este contexto, Abelardo L. Rodríguez, quien hasta entonces había tenido una vida de claroscuros, tejió una serie de relaciones personales con empresarios extranjeros en Baja California, las cuales le fueron redituables. Los nexos con extranjeros y la pertenencia a la camarilla encabezada por Elías Calles fueron utilizados de manera acertada.

La estancia de Rodríguez en Baja California resultó favorable no sólo para su trayectoria empresarial sino para el avance productivo de la región. Las negociaciones de Rodríguez con extranjeros, chinos y mexicanos surtieron efectos que hasta el día de hoy resultan innegables. Rodríguez utilizó su posición política para controlar actividades perniciosas y formó parte de empresas rentables en las ramas de la industria y servicios financieros.

La trayectoria de Rodríguez en los negocios resalta por la cautela con que supo manejar gratificaciones y otorgar concesiones para ejercer actividades limitadas como los servicios de casinos y venta de alcohol. Su participación, como la de los anteriores gobernadores, no deja de estar exenta de sospechas sobre los montos de dinero que obtuvieron de manera ilícita. Sin embargo, el autor alude a un período de reacomodos políticos y vaivenes en la economía de Estados Unidos que dejan al descubierto una región altamente vulnerable. En este contexto, el autor señala que los atributos personales de Rodríguez sobresalen por la capacidad que tuvo para negociar con las comunidades de extranjeros interesadas en el territorio mexicano y el Estado en reconstrucción. Las redes de colaboración que construyó Rodríguez estuvieron basadas en el principio de ganar–ganar y en el ejercicio de un intermediarismo efectivo.

La obra de Gómez Estrada, finalmente, abre paso a nuevas discusiones sobre la vocación empresarial de los políticos, es decir, las trayectorias "político–empresariales", la perdurabilidad de sus negocios, los lenguajes de tipo mercantil que operan en la frontera norte de México, así como la intermediación de gobernantes y profesionistas.

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