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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.20 no.39 México ene./jun. 2008

 

Reseña bibliográfica

 

La División del Norte. La tierra, los hombres y la historia de un ejército del pueblo, Pedro Salmerón

 

Lawrence D. Taylor*

 

México, Editorial Planeta Mexicana, 2006.

 

* Profesor–investigador de El Colegio de la Frontera Norte. Dirección electrónica: ltaylor@colef.mx.

 

A pesar de que existe una bibliografía muy extensa sobre la lucha armada de 1910 a 1920, todavía hay muchos temas dentro de la historia de este período que requieren ser analizados por los especialistas. El libro La División del Norte, de Pedro Salmerón, no sólo trata de un tema muy significativo respecto a la formación de la frontera norte de México y de los estados fronterizos (en este caso Chihuahua), sino que también contribuye a llenar el gran hueco relativo al conocimiento del movimiento revolucionario villista. Las pocas monografías existentes sobre la historia militar del villismo, como El ejército villista, de Arturo Langle Ramírez, y la Historia militar de la Revolución Constitucionalista, de Miguel Sánchez Lamego, fueron editadas hace casi medio siglo y, a diferencia del libro de Salmerón, no son obras de carácter académico.

En la primera parte del libro, que consta de tres capítulos, Salmerón examina los orígenes del movimiento revolucionario en Chihuahua y Durango, desde los inicios del porfiriato hasta los comienzos de la revuelta constitucionalista en marzo de 1913. En los siguientes capítulos, el autor analiza las actividades de los grupos rebeldes chihuahuenses y duranguenses en la campaña contra el gobierno usurpador de Victoriano Huerta, hasta la última etapa de esta campaña, que culminó con la toma de Zacatecas en junio de 1914 y la destrucción de la mayor parte de las fuerzas federales en el norte del país. El capítulo final de la obra se dedica al análisis del desenlace de la campaña así como de las implicaciones de las desavenencias entre Villa y Carranza, que condujeron a una prolongación de la lucha armada hasta 1920. La metodología utilizada en el libro es, en general, la de la narrativa cronológica tradicional, aunque cabe aclarar que el autor realiza un análisis detallado sobre cada uno de los temas abordados en los varios capítulos y sus apartados.

Es de lamentarse, hasta cierto punto, que la mayor parte del texto de la obra esté dedicada a presentar todo un trasfondo de la historia de la revolución en Chihuahua, Durango y la región de La Laguna. Es únicamente a partir de la página 300 más o menos cuando se llega a tratar propiamente del tema de la revuelta villista y la formación de la División del Norte. Sin embargo, como hace hincapié el autor en su prólogo, el objetivo principal del trabajo consiste en analizar la historia de los individuos y grupos de personas que llegaron a ser componentes de este ejército. Para entender cabalmente los orígenes y la formación de los jefes y demás integrantes de la División del Norte fue necesario indagar a fondo sobre el desarrollo de la zona en cuestión durante el porfiriato, así como el papel de los futuros dirigentes y soldados de la división durante el levantamiento antirree–leccionista de 1910–1911 y las subsecuentes revueltas que ocurrieron en la región hasta el derrocamiento del gobierno de Madero en febrero de 1913. Aunque el autor examina críticamente las cualidades personales de Villa y sus contribuciones al éxito de las campañas en el norte, trata de la División del Norte como era en realidad: un conjunto de jefes y grupos con distintas habilidades, entre los cuales también existían una gran diversidad de opiniones e ideologías. De esta manera, por ejemplo, nos proporciona unos retratos más equilibrados de jefes como Tomás Urbina y Rodolfo Fierro, que en general han sido vistos por los historiadores como meros bandidos y asesinos.

Una aportación sustancial de la obra consiste en su narración de las batallas en que participó la División del Norte, hechos que relata haciendo un análisis detallado sobre el tamaño de las fuerzas respectivas, las armas con que luchaban, las diversas unidades individuales que participaron en estos combates, sus jefes, etcétera. El autor destaca las habilidades de las fuerzas federales para las operaciones defensivas, subrayando, sobre todo, el papel de las fuerzas irregulares –los llamados colorados— en algunas de las acciones en particular, como el asalto de la división a Chihuahua a principios de noviembre de 1913 —que fue rechazado por los defensores—, así como el segundo ataque villista a Torreón a finales de marzo y principios de abril de 1914. Tal es el caso, por ejemplo, de Benjamín Argumedo, quien junto con sus hombres desempeñaron un papel crítico como retaguardia para cubrir el retiro de la tropa federal, derrotada después de la caída de Torreón y Zacatecas en manos de los rebeldes.

Se hubiera podido dedicar quizá más espacio al análisis de las unidades y servicios de apoyo de la División del Norte, por ejemplo, la comisaría, los diversos negocios y arreglos realizados en Estados Unidos para el abastecimiento de las fuerzas villistas (uniformes, motocicletas, automóviles, aeroplanos, etcétera) hasta, incluso, la publicidad en torno a Villa y sus fuerzas. Se dedican, por ejemplo, sólo dos páginas a una descripción de la brigada sanitaria, que ha llamado la atención particular de muchos escritores sobre el villismo. Hay que señalar que el llamado tren hospital villista funcionaba más bien como una especie de estación médica rodante en donde los heridos podían ser atendidos con prontitud, incluso aquellos casos en que se requerían intervenciones quirúrgicas inmediatas; no obstante, aquellos soldados que tenían heridas de gravedad o que necesitaban convalecer tuvieron que ser enviados al hospital de base, ubicado en Chihuahua. Los médicos extranjeros que sirvieron en esta unidad no eran jóvenes médicos o pasantes de la carrera sino profesionales con experiencia.

Salmerón también analiza a un grupo de personas —los maderistas intelectuales—, quienes por diversas razones se unieron a la División del Norte durante los meses del invierno de 1913–1914, entre los cuales el más destacado fue el artillero experto Felipe Ángeles. Este grupo ha sido en gran parte ignorado por los historiadores de esta fase de la revolución. No obstante, como el autor comenta, constituye otro de los aspectos significativos que sirvieron para diferenciar el tipo de revuelta encabezada por Villa, de los otros grupos de rebeldes constitucionalistas, como los dirigidos por Álvaro Obregón y Pablo González en el noroeste y noreste de la república. En el caso de algunos de estos individuos —por ejemplo, Raúl Madero González, uno de los hermanos menores de Francisco I. Madero, y Andrés Molina Enríquez hijo–, considero, con base en algunas entrevistas que realicé con ellos a finales de los setenta y principios de los ochenta, que se unieron con el villismo no tanto por la frialdad que experimentaron en su trato con Carranza y su séquito, sino por sus ideas más radicales respecto a la política revolucionaria, al reparto de tierras, etcétera. De hecho, la reconciliación de Raúl Madero con la facción constitucionalista victoriosa fue algo más tardada de lo que indica el autor, y no fue sino hasta la década de los treinta cuando llegó a ocupar cargos significativos en el escenario político nacional.

Es un poco desafortunado que el libro quede circunscrito a la División del Norte como tema y no abarque las fuerzas villistas o "ejército" villista en general durante la lucha armada, lo que quizá hubiera resultado en una historia más completa o redondeada. Sin embargo, como señala el autor, después del rompimiento entre Villa y Carranza y el comienzo de la lucha de facciones, no sólo surgió un nuevo conjunto de fuerzas y jefes sino que la campaña dirigida por Villa también perdió su aspecto regional. No obstante, se puede argumentar que, desde muchos puntos de vista, las fuerzas villistas eran mucho más grandes y poderosas que durante la campaña anterior contra Huerta, a pesar del hecho de que los constitucionalistas triunfaron finalmente.

Quizá el mérito principal del libro de Salmerón sea que, aunque representa el producto de una investigación concienzuda y basada en numerosas fuentes —en gran parte de archivo o de tipo primario–, del principio hasta el final del texto, el autor no ha dejado por un solo instante su habilidad para contar una historia, a manera de una buena novela o película, y que seguramente resultará ser muy amena para la gran mayoría de los lectores. Ojalá que el autor se anime a seguir con la excelente narración épica que ha iniciado con la elaboración de la presente obra y que tengamos la oportunidad para aprender más sobre Villa y los hombres que se sublevaron en armas junto con él en la lucha para mejorar la condición en general de sus compatriotas así como para  construir la base de un mejor futuro para el pueblo mexicano. Como Salmerón afirma al final de su obra, Pancho Villa y la División del Norte "permanecen en la   imaginación y el mito popular como el gran ejército de los desposeídos, como los vengadores de los pobres [...] como símbolo de 'lo mexicano', lo que quiera que esto sea [...]".

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