SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.19 número372006-2012: ¿El sexenio del empleo?Intermediate Public Economics índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Frontera norte

versão On-line ISSN 2594-0260versão impressa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.19 no.37 México Jan./Jun. 2007

 

Reseña bibliográfica

 

El viejo, el venado y el coyote. Estética y cosmogonía

 

María Eugenia Olavarría*

 

Miguel Olmos Aguilera, México, El Colegio de la Frontera Norte y Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noroeste, 2005.

 

* Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa. Dirección electrónica: maruolavarria@prodigy.net.mx.

 

Los viajes de un mito

En la literatura antropológica actual publicada en México abundan las monografías etnográficas, los ensayos centrados en un tema o las compilaciones en torno a una región o una perspectiva teórica. Más escasos son los libros exclusivamente teóricos y más aún aquellos cuyo propósito principal es el de reunir fuentes o materiales de primera mano con la finalidad de servir como punto de partida a reflexiones o investigaciones posteriores.

El libro más reciente de Miguel Olmos Aguilera cumple ampliamente con este fin y además lo realiza en el contexto de una de las macrorregiones étnico-culturales menos atendidas del panorama etnológico mexicano y considerando temas marginales como la mitología y la estética de los grupos indígenas. En efecto, la vasta área del noroeste de México, que comprende el norte de Sinaloa, Sonora, Baja California, Baja California Sur y Chihuahua, ha sido una de las que presentan mayor dispersión de fuentes desde el punto de vista etnográfico e histórico.

En este sentido, esta obra constituye una especie de síntesis de las fuentes y materiales básicos que el autor ha recopilado en sus investigaciones sobre la música, el arte y la cosmovisión de los pueblos originarios de los desiertos, valles y montañas del noroeste mexicano.

Se trata, pues, de una publicación que, además del mérito que en sí misma representa la recopilación de fuentes, puede ser consultada tanto por especialistas —antropólogos, sociólogos, musicólogos e historiadores del arte— como por quienes desean obtener una primera visión del paisaje étnico del norte de México en lo que respecta a su tradición oral, formas míticas, visión del mundo, símbolos sagrados y, en general, todos los códigos culturales presentes en los mitos, de los cuales el autor resalta aquéllos referentes a la expresión estética, en particular la música y el iconismo.

Este libro de Miguel Olmos ofrece, en un solo volumen, el conjunto de referencias indispensables para acceder al conocimiento sagrado de estos pueblos, que si bien algunos de ellos ya no son numerosos y están a punto de desaparecer desde el punto de vista demográfico —tales como los k'miai, paipai y kiliwa, ubicados al norte de la península de Baja California—, revisten una gran importancia desde el punto de vista etnológico, en la medida en que se encuentran, como bien señala el autor, en un punto intermedio de comunicación física y cultural entre dos macrorregiones culturales plenamente identificadas: el norte-occidente de México por un lado, y el llamado gran suroeste de Estados Unidos por el otro.

Si bien esta obra es una unidad, el libro consta de dos grandes partes que se pueden consultar por separado. En la primera, el estudio introductorio ofrece una aproximación a conceptos generales de la etnología tales como el mito, la estética y las expresiones culturales en general. Además presenta una discusión entre los autores más relevantes y aporta los antecedentes arqueológicos e históricos pertinentes para comprender las particularidades de la región.

La segunda parte constituye, en términos de volumen, la aportación más grande de la obra, y se trata de la compilación propiamente dicha del acervo mítico proveniente de 16 grupos étnicos distintos, los cuales pertenecen al menos a tres diferentes familias lingüísticas, ubicadas en un extensísimo territorio, identificado por el autor como el noroeste de México.

Uno de los aspectos más interesantes de esta antología de mitos es la perspectiva que orienta la selección de los grupos étnicos considerados, que consiste, sobre todo, en no delimitar confines sino todo lo contrario. El vasto territorio en cuestión viene a ser un referente geográfico y cultural que carece de fronteras claramente definidas y que se caracteriza especialmente por sus conexiones y "viajes" con otros territorios. En este sentido, se considera el noroeste mexicano como una región puente entre puentes o bien como un corredor entre otros corredores, el cual, en distintas épocas y con diferentes grados e impacto, ha mantenido un permanente diálogo con otras regiones, en particular aquéllas tradicionalmente denominadas como Gran Nayar u occidente de México y el suroeste de Estados Unidos.

Desde esta perspectiva, el noroeste —en cualquiera de sus denominaciones— deja de ser un ecosistema o un área cultural determinada para convertirse en uno o varios sistemas culturales cuyas fronteras se expanden y contraen no sólo en virtud de los movimientos de la historia sino, sobre todo, en relación con la temática considerada.

Así, uno de los ejes conductores de esta obra se apoya en la idea de que el simbolismo de la lucha cósmica es un tema recurrente en la mitología de gran número de los pueblos considerados en el libro y no sólo está presente en los relatos sino que atraviesa distintos sistemas representativos. El tema general que caracteriza esta amplia temática —la lucha cósmica— evoca la derrota de los seres del inframundo por el sol —sincretizado con Cristo o Nuestro Padre—, que da paso a la vida y al universo. Cada una de las partes que intervienen en esta contienda se asocia a determinadas características conceptuales que se oponen recíprocamente. Por un lado, la noche se vincula al oeste, el inframundo, el agua y la temporada de lluvias y, en algunos casos, a la reproducción, el caos y la luna; por otro lado, el día se coliga con el este, lo de arriba, la temporada de secas, la luz, el sol, el orden. En medio de estas dos entidades se ubica el centro —vinculado simbólicamente con las características de los dos polos—, lugar en donde habitan los humanos y particularmente el fuego, punto de convergencia de las dos fuerzas creadoras del universo.

De lo anterior se deriva un modelo de cosmología basado en la alternancia de los contrarios, donde el infierno, el paraíso y la vida sin fin se funden y articulan en un sistema único que no es occidental ni indígena, sino ambas tradiciones simultáneamente concretizadas en diferentes variantes culturales.

Otro aspecto interesante es que este trabajo constituye el reflejo de un momento que se abre a múltiples posibilidades. Cada mito, cada relato reproducido en este libro se relaciona no sólo con otros mitos del mismo conjunto, sino con otros muchos fuera de él. Tal es el caso del relato yaqui que narra la historia del pueblo que dio origen a los propios yoemem.

Este mito menciona que al centro de la nación Sure creció un árbol que profetizó la evangelización y la colonización. Aquellos que aceptaron el destino crecieron y se convirtieron en los yaquis actuales; los que no, huyeron al mar y al monte en forma de alacranes, lagartijas, ciempiés y otras especies que caen en la categoría nativa de los animalitos del monte. Este pueblo de naturaleza mítica —los surem— habitaba el territorio yaqui antes de la presencia europea. Los surem son descritos como seres de baja estatura que vivían en armonía con la naturaleza y desconocían el bautizo y el matrimonio y que hoy día —tal como lo mencionan los propios textos— conviven con los yaquis actuales convertidos en una especie de humanidad paralela respecto a la cual los yoemem deben mostrar cierta conducta y observar determinados rituales.

El relato no sólo se presenta como una narrativa en la que el propio Jesús convierte a los surem en hormigas y los condena a vivir bajo tierra, sino que, desde entonces, las madres yaquis que deseen que sus hijos sean inmunes a la picadura de las hormigas deben sembrar el ombligo de los niños en un hormiguero para que, en sus propios términos, las hormigas se lleven el ombligo hacia dentro de la tierra y le transmitan sus propiedades y su forma de ser.

Vale la pena detenerse un momento en este punto: el hormiguero, la casa de las hormigas, es considerado por su forma como un ombligo de la tierra (juuki). Por su parte, en el ombligo humano (siiku), de acuerdo con la teoría yaqui del cuerpo, se encuentra el "genio o carácter de la persona", de manera que, cuando nace un niño, la persona que corta el cordón umbilical transmite al recién nacido su personalidad. Así, cuando las madres yaquis llevan el cordón umbilical al hormiguero y éste es devorado por las hormigas, pasará entonces a formar parte de ellas, y si en alguna ocasión llegan a reencontrarse, los insectos sabrán a quién pertenece y evitarán hacerle daño.

En este sentido, este volumen constituye, como muchos otros objetos de apariencia inanimada, un universo plenamente vivo que evoca prácticas, vivencias, discursos... pero también viajes y encuentros entre los propios relatos. En esta ocasión son los pueblos del norte de México, tan lejanos en el espacio, los que, gracias a la palabra impresa, adquieren actualidad y vigencia existencial.

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons