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Frontera norte

On-line version ISSN 2594-0260Print version ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.13 n.25 México Jan./Jun. 2001

 

Reseña bibliográfica

 

Nuestros piensos. Culturas populares en la frontera México-Estados Unidos

 

Alejandro Monsiváis Carrillo*

 

José Manuel Valenzuela Arce, México, Conaculta, 1998, 312 pp.

 

* Estudiante del Programa de Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de la Frontera Norte. Dirección electrónica: cm@posgrado.colef.mx.

 

Nuestros piensos constituye una exposición del influjo que tienen los referentes de identidad colectiva en la formación de los rasgos característicos de las expresiones culturales de la frontera norte de México. El concepto cultura popular—propone este libro— permite apresar el ímpetu vital de las corrientes de socialidad de la región, producidas en marcos de sincretismo y polifonía, que recorren, atraviesan, confrontan y desbordan la fijeza de los significados establecidos por los sistemas sociales de clasificación dicotómica y los procesos de institucionalización organizados por narrativas de modernización inscritas en una racionalidad funcionalista.

Nuestros piensos se compone de seis capítulos, cuyas fuentes han sido documentos bibliográficos y hemerográficos, archivos históricos, filmes y entrevistas, y al final incluye un anexo donde se transcriben 31 corridos que aparecieron en el semanario Zeta, de Tijuana, entre 1989 y 1996. De acuerdo al terreno en que se inserta la temática de cada uno de los capítulos, podemos distinguir dos partes que estructuran el texto. En una de ellas se establecen los lineamientos conceptuales de la propuesta del libro y en la otra se analizan directamente algunos referentes concretos de la frontera que "connotan la idea de nosotros y de lo nuestro". En esta reseña seguiremos esta distinción para describir el contenido del libro y detallar, hacia el final, los argumentos que consideramos de mayor importancia.

Los capítulos I, II y VI, en conjunto, conforman una reflexión en torno a la cultura popular en la región fronteriza del norte del país, inscrita en el trasfondo de las interrogantes abiertas por el Tratado de Libre Comercio (TLC) en materia de identidad y patrimonio cultural. En específico, el primer capítulo aborda la literatura concerniente al concepto de cultura popular, estableciendo una discusión con las diversas posiciones que han realizado aportaciones en este campo. La revisión de la literatura abarca el legado gramsciano, los conceptos de hibridación cultural y modernización en América Latina, los trabajos realizados en torno a las identidades profundas y persistentes, la identidad obrera, la influencia de los medios masivos de comunicación, la sociedad de masas y los rituales del caos.

El segundo capítulo inscribe los procesos socioculturales de la frontera norte en el ámbito de estudio de la cultura popular. En éste se describen los principales actores y procesos simbólicos involucrados en la conformación de los imaginarios colectivos de la frontera, de los que destacan los estereotipos que afectan diferencialmente a sus pobladores, haciéndolos sujetos de expresiones de segregación y racismo a través, por ejemplo, del antichilanguismo, del antiguachismo o de la discriminación contra los pueblos indios. De la misma manera, se considera que las culturas de la frontera se expresan también en los mitos y leyendas que subsisten en la memoria popular, en las tradiciones musicales regionales y en los cruces, cargados de intensidad, entre las diversas matrices simbólicas que ordenan las costumbres y la vida cotidiana.

Al cerrar el libro, ante la pregunta de si el tlc habrá de disolver la identidad nacional y las identidades culturales del país, el capítulo vi reorienta la discusión hacia la necesidad de formular un nuevo proyecto de nación, argumentando que las principales causas de rompimiento del tejido social provienen de las decisiones político-económicas de los grupos de poder en el país, antes que de los procesos de recepción y apropiación de bienes culturales de origen extranjero.

La otra parte que distinguimos en la estructura del texto, donde se describen los abordajes específicos de fenómenos culturales de la frontera norte, se distribuye entre los capítulos III, IV y V. Compuestos como ejercicios de interpretación crítica de las expresiones populares, en estos capítulos se indaga en la semantización de las prácticas sociales a partir de los puntos de confluencia que establecen con representaciones simbólicas, materializadas en letras de corridos, secuencias cinematográficas, iconos de uso cotidiano y celebraciones teñidas de religiosidad, entre otros.

De este modo se explora, en el tercer capítulo, el arraigo, relevancia y permanencia de los corridos y la música popular norteña. Habida cuenta de que los procesos de urbanización, la alfabetización, el incremento de los sectores medios en la sociedad, los cambios generacionales, las industrias culturales y la oferta musical diversificada, en conjunto, han transformado las condiciones sociales donde los corridos cumplían una función central en los intercambios comunitarios, han modificado sus temáticas y han sometido gran parte de su producción actual a criterios de difusión comercial.

En el siguiente capítulo se analizan las peripecias de María Elena Velasco, la India María, en películas como Ni de aquí ni de allá, que escenifican las confrontaciones de sentido, transgresiones y desencuentros entre las clases populares 'tradicionales' y los múltiples rostros de los 'otros' 'modernizados'. La India María, señala Valenzuela, ingeniosa y paradójicamente, realiza una reivindicación muda, sin un discurso elaborado, de las mujeres y las clases subalternas que se enfrentan en desventaja a quienes tienen poder.

El quinto de los capítulos hace referencia a la mística popular, deteniéndose en el análisis del culto a Juan Soldado, patrón de los indocumentados, quien en vida respondiera al nombre de Juan Castillo Morales, de 24 años, y fuera ejecutado el 17 de febrero de 1938 en Tijuana, aplicándosele la ley fuga, acusado de violar y asesinar a la niña Olga Camacho. Juan Soldado se incorpora a "nuestros piensos" como efecto de una purgación colectiva de la culpa, sentida por haber cometido un exceso en el frenesí que condujo al ajusticiamiento del joven, a quien posteriormente, en la mentalidad del pueblo, se le revistió de inocencia. Las manifestaciones de religiosidad dedicadas a este santo popular —al igual que a muchos otros que no forman parte de las filas oficiales de devoción— aluden a la persistencia de elementos numinosos y trascendentes en los intersticios de la socialidad contemporánea.

Nuestros piensos abarca una amplia cantidad de registros de la expresión popular, sostenida en una extensa revisión bibliográfica y documental. No obstante, como indicábamos, el eje de la propuesta gira en torno a la comprensión de determinados procesos culturales de la frontera desde la perspectiva de la cultura popular. En este sentido, revisten especial interés las demarcaciones analíticas que postulan a los espacios fronterizos como ámbitos donde se negocian los sentidos de las prácticas sociales, desde campos alternativos, paralelos y resistentes a los dominantes.

Con respecto al concepto de cultura popular, el autor se manifiesta en contra de las connotaciones esencialistas, binarias y dicotómicas que adquiere en determinados contextos. Nos encontramos, así, con un término del que podemos identificar cuatro rasgos distintivos: a) constituye umbrales de adscripción y heteroadscripción identitaria; b) conforma identidades colectivas y solidaridades de considerable vitalidad e influencia en las relaciones intergrupales; c) se construye en procesos de intercambio, negociación y resistencia, y d) se define situacionalmente en una relación de subalternidad contra lo oficial, dominante e institucional.

En palabras del autor:

Consideramos como culturas populares a la construcción de un ordenamiento y sentido socialmente significativos de los sectores sociales no dominantes o subalternos, independientemente del origen de los componentes simbólicos que participan en la configuración de ese orden significativo [...] Las culturas populares se refieren a ámbitos de interacción social donde se construye un sentido colectivo y se establecen identificaciones entre quienes conforman el grupo, así como diferenciaciones y exclusiones frente a grupos oficiales y dominantes (pp. 75-76).

Asimismo, debido a que "el verdadero objeto de atención en el análisis de las culturas populares deben ser los ámbitos de interacción sociocultural y la definición de umbrales de adscripción/diferenciación que delimitan las identidades sociales", el debate "debe ubicarse dentro de procesos de integración, recreación, negociación, resistencia y disputa cultural" (p. 77).

Con todo, al otorgar a la relación de subalternidad un lugar preponderante en la definición de lo popular, se corre el riesgo, desde mi punto de vista, de tropezar con la misma lógica binaria que es impugnada desde el inicio. Considerando aun la heterogeneidad de las prácticas culturales populares, su carácter situacional y relacional, los procesos dinámicos en los que se negocia su significado y el rebasamiento que se plantea de la idea de estratos sociales verticalmente segmentados, el carácter subalterno sugiere una imagen en la que la confluencia de distintas prácticas sociales da lugar a una dinámica de poderes que divide, necesariamente, a los actores involucrados en dominantes y dominados. De esta imagen se puede transitar, con facilidad, a la idealización romántica de estos últimos, dejando fuera de foco muchos de los matices que constituyen las identidades y expresiones culturales de los sujetos sociales.

Ahora bien, haciendo referencia a la heterogeneidad cultural de los espacios de frontera, Valenzuela propone una categorización para tomar en cuenta esa diversidad sin diluirla: "En la frontera existen diversas construcciones de sentido, diferentes redes de significado, variados ámbitos de interacción. A esta condición de conformación de campos específicos de interacción sociocultural con intensidades heteróclitas y producciones de sentido diferenciables [la] denomino ámbitos fronterizos" (pp. 104-105). Además de los ámbitos fronterizos, estructurados en la colindancia e interacción con dos referentes primordiales, lo estadunidense, por un lado, y lo nacional por el otro, es preciso tomar en cuenta los ámbitos transfronterizos. Éstos se ven definidos por "la existencia de códigos o sistemas de códigos comunes en grupos de ambos lados de la frontera", reflejados en estilos de vida, conductas e imaginarios coincidentes. Los ejemplos propuestos son los movimientos juveniles de pachucos y cholos y las redes sociales preservadas por las comunidades indígenas (p. 105). Esta propuesta de los ámbitos fronterizos y transfronterizos, que a mi juicio es una de las más sugerentes del libro, recibe, no obstante, un desarrollo escueto. Por lo mismo, merece una discusión más amplia y detallada, tomando en cuenta que puede fungir como una estrategia conceptual para instigar diversos tipos de investigación empírica.

En suma, el conjunto de argumentos que hemos venido resaltando de Nuestros piensos, relativos a la conformación de entornos simbólicos fronterizos-transfronterizos de carácter colectivo, negociado, relacional y de subalternidad, aunado al amplio mosaico de actores, personajes y textos de arraigo popular que aparecen en sus páginas, representa, sin duda, un importante punto de referencia para estimular el debate alrededor de la(s) cultura(s) en/de frontera.

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