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Frontera norte

On-line version ISSN 2594-0260Print version ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.13 n.25 México Jan./Jun. 2001

 

Reseña bibliográfica

 

El agua y su historia. México y sus desafíos hacia el siglo XXI

 

Carlos Riojas*

 

Alejandro Tortolero Villaseñor México, Colección Umbrales del Siglo XXI, 2000, 167 pp.

 

* Profesor-investigador del INESER-Universidad de Guadalajara. Dirección electrónica: criojas@cucea.udg.mx.

 

El siglo XX se caracteriza por ser un periodo con tasas de crecimiento económico relativamente constantes y elevadas, cuyas fuentes fueron al menos tres: el rápido cambio tecnológico, el incremento en los intercambios internacionales y las transformaciones en las estructuras organizacionales. Si trazamos una curva que represente el fenómeno, tendería hacia la vertical. Sin embargo, simultáneamente se ha presentado un deterioro continuo del medio ambiente, pues el progreso económico también es depredador, e históricamente se han comprobado sus nefastas consecuencias para los ecosistemas. Algunos recursos naturales que parecían inagotables de pronto son escasos y adquieren propiedades de bienes económicos. Este fenómeno no se encuentra en función de los niveles de desarrollo; es un proceso generalizado.

Para el caso de México, los recursos naturales también han transitado de ser bienes libres a ser bienes económicos, y uno de los primeros que experimentó dicha transición fue la tierra; los estudios históricos donde se explican sus trayectorias, causas y consecuencias son abundantes. Otro recurso que se encuentra en un camino similar es el agua; sin embargo, para este caso, los trabajos que analizan esta transformación son escasos. Precisamente, El agua y su historia, libro de Alejandro Tortolero, nos invita a reflexionar desde el punto de vista histórico sobre los desafíos, causas y consecuencias que implica dicho cambio, el cual, dada su naturaleza, rebasa el ámbito económico para insertarse en una problemática interdisciplinaria. Además, el del agua es un tema vital para México, donde el líquido ha sido relativamente abundante pero cada día es más escaso. Aunque la mayor parte del libro se refiere a la zona central del país, sus ejemplos son tan ilustrativos, que convocan a ampliar el análisis de la temática propuesta a otras regiones de México.

El recorrido que nos propone Tortolero es histórico: ¿qué mejor campo del conocimiento para hacer conciencia sobre las dimensiones del problema? Aunque no se dice explícitamente, El agua y su historia puede apreciarse en una triple perspectiva histórica: material, cultural y económica, lo cual no significa que no se traten en él otras dimensiones, incluso ajenas a la historia.

La historia de la vida material puede entenderse como la forma en que los hombres, mujeres o infantes crean y producen bienes para su uso, consumo o alimentación (independientemente de su vínculo con el mercado); es una relación de producción y consumo. En esta dimensión, se considera que el agua está en una edad avanzada (tercera, según el autor), en lo que respecta a la organización social. En un sentido estricto, también se incluye en la historia económica, pero forma parte de lo que más adelante moldearía la vida material de nuestra época: la edad científica, que al combinarse con el uso de ciertas técnicas daría como resultado una visión tecnológica del agua. Lo anterior es una muestra de la diversidad de enfoques, cuya única coincidencia es la intersección entre distintas áreas del conocimiento.

El aguay su historia nos muestra que en el universo prehispánico esta sustancia influyó sobre la vida material; fue un elemento capaz de edificar y destruir los avances de aquella sociedad. Su control significaba dominar la vida material, el acceso al poder político, económico y organizativo. Asimismo, el manejo del agua para los indígenas en el México central fue técnico; el choque con los españoles marcó la transición hacia un uso científico, evento que, nos explica el autor, ocurrió durante el periodo colonial. Las élites sabían que la apropiación del agua significaba dominar una parte sustancial de la vida material. En los inventarios de las haciendas coloniales se le daba bastante importancia a la obra hidráulica, infraestructura que se construía, en muchos casos, por medio de asociaciones entre distintos sectores sociales. En el norte de México la posesión de la tierra no guardaba la misma jerarquía que el control del agua. Esta situación era diferente en el centro y en el occidente, donde, aunque el agua fuera importante, comparativamente lo era menos.

El libro otorga una atención desproporcionada al siglo XIX. En la segunda mitad de ese periodo se establecieron las bases de la vida material que predominarían durante el resto de la centuria, y un rasgo característico fue, según el autor, el poder de decisión en los usos del agua. En el inicio del periodo independiente el Estado mexicano era débil, pero con la estabilidad político-militar se comienza a controlar paulatinamente este indispensable recurso para la vida material. Incluso, la obra hidráulica, visible u oculta, fue una responsabilidad principal del Estado, que se regularizó durante el auge del Estado de bienestar. En el siglo XX, el suministro del agua se convierte en un asunto estratégico; asimismo, deviene nuevamente elemento para rendir culto a la vida material, a través de las famosas "curas" en el complejo Vittel en Francia, "curas" aún casi gratuitas en el bosque de la Primavera en Jalisco, si éstas pueden ser comparables.

En la historia cultural incluyo el estudio de las ideas que se materializan en objetos concretos, visibles a propios y extraños, lo mismo que el análisis del imaginario social, del mundo religioso, científico, emocional o erótico. Éstas son manifestaciones que caracterizan a distintos grupos humanos, situaciones que los unen, separan, enfrentan y reconcilian. El agua es un elemento sustancial de la naturaleza y sus concepciones; por tanto, no es ajena a este enfoque histórico. Según Tortolero, la primera edad del agua se caracteriza por una noción divina, "de orden cosmológico". En esta misma línea encontramos su segunda edad: una interpretación religiosa.

El tratamiento y el uso del agua han sido causas de conflictos interculturales. En el libro se ejemplifica con el que hubo entre la cultura indígena del México central y la que se denomina de "los españoles", cuando, en realidad, hay que hablar de la cultura europea. Se argumenta que entre los indígenas el agua forma parte del imaginario colectivo, que es una deidad. Así, es por demás interesante la forma en que se describe cómo el agua influye en una cultura. El agua no solamente es parte del imaginario, que se concreta claramente en la cocina y consumo de alimentos regionales, elementos claves de la vida cultural en México; también se plasma en las distintas edificaciones con fines prácticos, económicos, políticos o estéticos. La arquitectura del periodo colonial es reveladora al respecto, y el acueducto es uno de sus principales vestigios.

El dominio del agua resultó ser uno de los mayores desafíos para los españoles, tanto en la vida cotidiana como en la superioridad "civilizadora" En El agua y su historia, se analizan medidas tan radicales como el drenaje, desecación y desaparición de cuencas lacustres, ante la imposibilidad de gestionarlas eficazmente. Otra función del agua en el siglo XIX en México se encontraba en la higiene, fundamentalmente urbana, sinónimo de civilización, racionalidad y modernidad. En esa misma época las obras hidráulicas visibles cedieron su lugar a las ocultas; dejan de ser un rasgo de la vida cultural pero sustentan la material. A finales del siglo XX, la estética de los seres humanos se modifica, y ser esbelto se vuelve sinónimo de belleza; junto con esta manifestación, el consumo del agua por medio de la botella desechable se considera esencial para guardar esa esbeltez. Asimismo, nos recuerda Tortolero que en la cultura ecológica el agua moldea nuestras sociedades y plantea desafíos para el siglo XXI.

La historia económica es entendida como la ciencia que estudia las distintas relaciones que se establecen en las sociedades a través del tiempo, derivadas del uso de recursos escasos. El dilema es cómo se conservan, usan, reproducen y comercializan esos recursos para aumentar el bienestar social. En El agua y su historia encontramos múltiples ejemplos de distintas épocas donde esta sustancia es considerada como fuente de energía y recurso productivo; sin embargo, la santísima trinidad del credo neoclásico (tierra, trabajo y capital) no la toma en cuenta, por lo que se puede afirmar que nos hemos tardado bastante tiempo en incluirla como parámetro determinante en la vida económica.

Se piensa que para los aztecas el agua fue un factor de sedentarización más poderoso que la misma agricultura. No es gratuito que en los lagos se desarrollara la agricultura chinampera como una peculiaridad de la economía prehispánica. A su vez, los canales fungían como medios de comunicación, a fin de hacer más complejos e intensivos los intercambios entre los indígenas, quienes veían el agua como un factor más de producción para impulsar actividades económicas, mientras que para los españoles resultaba un obstáculo, puesto que el factor tierra era determinante en el universo hispánico. Si los lagos eran un problema, debajo del agua había tierra; los españoles buscaban tierra: entonces, habría que conseguirla a cualquier precio. El autor nos muestra que con el avance del periodo colonial y el desarrollo de la agricultura en las haciendas esta perspectiva cambia: el agua deviene un recurso clave en la vida económica.

Posteriormente fue necesario aclarar los derechos de propiedad y uso del agua; la legislación colonial se encargó de ello. En el siglo XIX, la regulación estuvo a cargo del Ministerio de Fomento. Para muchas empresas contar con un abastecimiento de agua fue importante en sus actividades; era la fuerza motriz que permitía la continuidad ininterrumpida de sus procesos productivos, un elemento que es primordial en la vida de las industrias. El autor ejemplifica con las cerveceras, pero esto se puede hacer extensivo a otras empresas.

En el devenir del siglo XX, el agua, que era un bien "libre", se va transformando en uno económico: es escasa, cuesta y posee un mercado, aunque este último sea regulado por el Estado. Además de reconocerse como un factor de producción, el agua también es un bien de consumo, con excelentes expectativas desde el punto de vista de la rentabilidad, según cifras presentadas por Tortolero. Finalmente, es un elemento clave en las concepciones recientes de desarrollo, como el sustentable.

Se puede afirmar que esta triple perspectiva, con posibilidades de extenderse a otras, invita a la lectura detenida del libro. Es de esperarse que también impulse, motive y seduzca a los investigadores de cualquier área y al público en general a reflexionar más profundamente sobre las vicisitudes que se generan en torno al vital líquido.

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