Introducción2
Entre países vecinos suele existir una intensificación de flujos migratorios, sobre todo en las zonas fronterizas donde la mirada política, académica y social, ha puesto especial atención a las movilidades humanas, ya sean permanentes o temporales (Herrera, 2006). Las ciudades fronterizas del lado mexicano son lugares imaginados no sólo como espacios de tránsito hacia los Estados Unidos, sino también, como zonas de oportunidad y mejores ingresos dentro de un sistema migratorio que se ha establecido históricamente de forma localizada y constante (Herrera, 2006, p. 31).
En aras de explorar parte del espectro de la frontera sur y conocer algunos actores que participan en ella, se indagó en la experiencia del cruce fronterizo de los trabajadores centroamericanos, quienes se encuentran en contextos de movilidad cotidiana transfronteriza, lo cual alude a cierta conexión espacial y social de dos localidades y no de naciones, es decir, es el resultado de una zona específica entre dos países vecinos (Ojeda, 2009), como el caso de la región ubicada en las franjas fronterizas entre México y Guatemala.
El trabajo se divide en cuatro apartados: en el primero se da cuenta de los referentes teóricos utilizados y la triangulación elaborada a partir del bagaje conceptual abstraído de la sociología de la vida cotidiana y los estudios de migración; en el segundo se coloca al objeto de estudio mediante el planteamiento del problema y un recuento histórico-contextual de la región de estudio; en el tercero se presentan algunos perfiles analíticos que caracterizan a los trabajadores transfronterizos y sus formas de acción en la vida cotidiana a partir de su representación imaginada y percibida de la frontera. Y finalmente, se plantean algunas conjeturas acerca de la experiencia transfronteriza de aquellos trabajadores insertos en situaciones límites y condiciones de vulnerabilidad.
La movilidad transfronteriza y cotidiana
La movilidad transfronteriza a la que este texto refiere es cotidiana y se da con el flujo humano de países limítrofes con destinos a localidades adyacentes a las zonas fronterizas. Sin embargo, su conceptualización y su acción trasciende lo territorial, es decir, la dinámica fronteriza, refiere a más que un espacio geográfico determinado y, por consiguiente, su dinámica migratoria ofrece una alternativa para observar el proceso de construcción de identidades que le otorga a sus actores certeza de sus comportamientos (Vila, 2000, p. 21).
Las discusiones acerca de la movilidad cotidiana en las regiones fronterizas están intrínsecamente ligadas al abordaje de las identidades. La movilidad social de un lado de la frontera a otro refuerza la idea colectiva de subir en la escala social, de tal forma que el constante cruce y paso de un lado de la frontera "ofrece muchos espejos posibles que se pueden utilizar para generar imágenes, que luego pueden ser utilizadas para narrar uno mismo y otros" (Vila, 2000, p. 82, traducción del autor).
Con el objeto de indagar en las particularidades del cruce fronterizo de un sector específico, se trabajó desde un marco teórico-conceptual construido con categorías analíticas de la vida cotidiana (Lindón, 1999) como el tiempo y el espacio, en las que a través de ellas, "la cotidianeidad ha logrado imponerse como uno de los universos donde puede explicarse la situación general como la particularidad de las construcciones humanas" (León, 2000, p. 46). Siguiendo esta misma línea teórica, Maffesoli (1979) reitera que lo cotidiano se construye a través de la diferenciación espacial, las relaciones sociales y la temporalidad de las prácticas, este último marca los ritmos y pautas para que las actividades ocurran (Heller, 1984; León, 2000; Lindón, 1999). En cambio, el espacio hace inteligible la expresividad humana a través de la comprensión (Heller, 1984), en este caso de ámbitos como el trabajo, el hogar y la línea fronteriza.
El ámbito laboral es un elemento indisociable del espacio y el tiempo puesto que es la "actividad propia de la rutina y al mismo tiempo funge como ordenador de otras actividades cotidianas" (Reguillo, 2005, p. 295). Bajo esta acepción, las prácticas cotidianas estudiadas en este trabajo están estrechamente ligadas a la mano de obra temporal que proviene del desplazamiento de personas en las localidades limítrofes entre México y Guatemala. Estos desplazamientos aluden a cierta movilidad cotidiana que no implica un cambio de residencia permanente (Jiménez, 2009), y en ese sentido, la frontera se afirma como un escenario cotidiano importante para los trabajadores transfronterizos o también conocidos como commuters: "personas que cruzan la frontera diariamente para trabajar en el país vecino" (Martínez, 1994, p. 61), desplazándose bajo una movilidad circular o pendular (Rojas, 2011; Rojas y Ángeles, 2012). Este proceso intrarregional es histórico (Castillo, 2008; Durand, 2010; Rojas y Ángeles, 2012), puesto que comenzó desde inicios del siglo XIX con la creación de los Estados nacionales y la delimitación de las fronteras. También se puede considerar cotidiano y temporal (Castillo, Lattes y Santibáñez, 1998; Ares, 2010; Rojas y Ángeles, 2012), y de corta distancia (Morales, 2003). Martínez (1994; 1990) señala que los workers commuters son considerados residentes permanentes de la frontera y aunque algunos cruzan la línea divisoria constantemente y de forma autorizada y otros en puntos no autorizados y sin documento de ningún tipo, su principal característica radica en la dependencia sobre el empleo del país vecino.
Ares (2010, p. 31) señala que "la movilidad cotidiana o commuting se desarrolla desde la residencia base hacia los lugares que conforman el espacio de vida". Entonces, los espacios de vida cotidiana delimitan dónde se efectúan las prácticas, los lugares de paso y estancia que dan forma a la movilidad, en su dimensión habitual y migratoria, de aquellas personas que en su estilo de vida viajan diariamente una distancia considerable entre su lugar de residencia y su trabajo (Martínez, 1990). La movilidad cotidiana transfronteriza a la que este trabajo refiere tiene relación con las actividades laborales que se dan entre países limítrofes con dos destinos: a) localidades adyacentes a las fronteras y zonas de plantación y b) las ciudades. Dicha movilidad se distingue según sus características espaciales y temporales, es de alta frecuencia y de desplazamiento dentro del espacio de frecuentación cotidiana, y la migración en cambio es de baja frecuencia y larga distancia (Jiménez, 2009; Módenes, 2008).
El contexto histórico y actual de la región fronteriza
Para efecto de un mejor desarrollo conceptual se insiste en una pregunta fundamental ¿Cómo definir a la frontera? Fábregas (2005), se apoya en autores como Alejandro Grimson para construir un concepto de frontera como encuentro de relatos y articulación entre el Estado y su división geopolítica. De acuerdo con Grimson (2003, p. 22), "las fronteras pueden desplazarse, desdibujarse, trazarse nuevamente, pero no pueden desaparecer, son constitutivas de la vida social". No es conveniente adjudicar un sentido unívoco al concepto de frontera ni adoptar una actitud homogénea hacia las diversas formas de movilidad cotidiana con las que convivimos, pues este tipo de espacios también refiere a actos de visibilización de inequidades, resistencias y negociaciones ocultas o explícitas frente al poder. Valenzuela (1998) señala que el estudio de la frontera deja entrever las estructuras de dominación y las formas de saber que pueden imponerse o sobrevivir a ellas.
Hablar de la frontera entre México y Guatemala es hablar de su historia y su conformación moderna, con el fin de colocar una breve discusión sobre la conformación histórica de la frontera para contextualizar el establecimiento de la línea divisoria actual, podemos referirnos a un personaje clave en la historia de Centroamérica: Justo Rufino Barrios, caudillo de la revolución guatemalteca de 1871, como político de este país estuvo a cargo de la presidencia de Guatemala entre 1873 y 1885, ese último año sería el de su muerte el 2 de abril, producto del conflicto entre el movimiento unificador que encabezaba y las fuerzas contrarias que existían en gran parte de Centroamérica.
Toussaint (1997), habla de esta serie de hechos que enmarcaron un parteaguas en la historia del Soconusco. Barrios puso en venta algunos puntos estratégicos en países como Honduras para conseguir el apoyo de los Estados Unidos y con ello cumplir dos objetivos: "reunir a los cinco países centroamericanos en una sola entidad política, y en segundo término, para que en la negociación de los límites con el gobierno mexicano, el arbitraje de los Estados Unidos colocara a Guatemala en posición ventajosa" (Toussaint, 1997, p. 92).
La historia cuenta que ninguno fue conseguido, puesto que la gestión de Barrios, por una mediación norteamericana para evitar conflicto en la disputa por el Soconusco, no le simpatizaría en absoluto al gobierno mexicano. El problema limítrofe entre Guatemala y México se exponenció aún más cuando de lado de Norteamérica, el Secretario de Estado, James G. Blaine respaldó la idea de tener cerca a Barrios para que no pidiera apoyo de otras potencias europeas, pero sin comprometerse demasiado, pues para el gobierno mexicano le representaba una amenaza la doble actitud de Guatemala en la negociación por el territorio. México podía conseguir fuerza regional con apoyo de los países del Istmo, cosa que pondría en riesgo la hegemonía de los Estados Unidos.
El reclamo de México por su derecho a tener a Chiapas como parte de su territorio nacional tuvo un resultado favorable. Barrios decidió ceder, sin venta alguna, el territorio a México para concentrar sus fuerzas militares y políticas en su objetivo principal, el cual era la unificación de los pueblos centroamericanos. El tratado final fue el 27 de septiembre de 1882 donde se le otorga a México un total de 27 949 km2. Para resolver el conflicto, se utilizó al río Suchiate como línea divisoria, las primeras familias de esos pueblos que habían quedado del lado guatemalteco se acogieron a la Cláusula V del Tratado de Límites para solicitar su repatriación al Presidente Porfirio Díaz y pedir tierras necesarias para fundar sus nuevos hogares y poder sembrar (Fábregas, 1985).
En la actualidad, la hermandad cultural entre los respectivos pueblos colindantes de la línea divisoria es evidente, además de que su oferta y demanda laboral en las actividades productivas juega un papel importante en la frontera geopolítica de ambas naciones. Sin embargo, Campos y Odgers (2012, p. 19) señalan que la región fronteriza tiene factores que la caracterizan como una zona de desigualdad económica, resultado del proceso histórico de formación de límites geopolíticos y de lógicas específicas en los procesos socioculturales intrarregionales. Entonces, al referirse a la frontera como una región particular, se habla de una región fronteriza, a esas zonas específicas Wilson y Hastings (2000, p. 9) las denominan franjas fronterizas, compuestas de tres elementos:
1) La frontera propiamente dicha, es decir, la línea fronteriza (borderline) que en términos legales y administrativos separa y une simultáneamente a los Estados.
2) Las áreas o franjas fronterizas (frontier, border areas), zonas territoriales de amplitud variable que se extienden a uno y otro lado de la línea fronteriza, dentro de las cuales la gente negocia una variedad de comportamientos y sentidos asociados a la pertenencia de sus respectivas naciones o estados.
3) Las estructuras físicas del Estado que demarcan y protegen la línea fronteriza legal, compuestas por agentes e instituciones diversas como los dispositivos de vigilancia, las aduanas, el control de inmigración, las oficinas para la expedición de visas y pasaportes.
Pero el surgimiento de dichas franjas no tuvo un camino expedito, Fábregas (1985), explica que en los pueblos más antiguos del estado chiapaneco, la dinámica de interacción social que impuso el establecimiento de la línea fronteriza, se expresó en la fundación de nuevos pueblos que datan desde el 2 de abril de 1899. Actualmente, la frontera sur de México mide aproximadamente una tercera parte en comparación con la del norte, pues la del sur comprende una longitud total de 956 km mientras que la frontera norte de México tiene una longitud de 3 185 km. El territorio de Chiapas representa el más amplio con 68%, es decir, 654 km de línea fronteriza.
Junto con el devenir histórico, los movimientos migratorios han cambiado, no son los mismos que los del siglo XX, por ejemplo 20% de los 60 000 refugiados guatemaltecos que huyeron del conflicto armado de los años setenta ya son residentes permanentes (Casillas y Castillo, 1989; Guillén, 2005). En la actualidad, prevalece un flujo intenso de personas que ven en la zona un espacio para trabajar en aras de una mejor remuneración económica y calidad de vida.
El Soconusco, además de ser una región receptora de migrantes y una de las áreas con mayor desarrollo económico del estado de Chiapas (Anguiano, 2008), también representa un espacio de movilidades de población centroamericana. La ciudad de Tapachula es considerada la urbe más importante de dicha región al mismo tiempo que una de las zonas más vulnerables de México (Arriola, 1995). Por su parte Rivera (2014) señala que la vida cotidiana de las familias transfronterizas gira en torno al trabajo, las características sociodemográficas de los trabajadores y sus familias dan significado a la vida laboral, sobretodo de los guatemaltecos que viajan de forma regular a Chiapas. No obstante, a pesar de hablar de una de las regiones fronterizas más precarias, Rivera (2014, p. 36) apunta que las condiciones sociodemográficas, laborales y migratorias no son homogéneas entre la población transfronteriza y sus familias, pues más bien son diferenciadas por los factores de tiempo de estancia en el lugar de destino y el tipo de trabajo, ya que en la actualidad la situación de pobreza extrema de las familias rurales orillan a dicha población a la subsistencia diaria, a trabajar para alimentarse y reproducir su estilo de vida; y por otro lado, las familias urbanas, que a pesar de sus condiciones precarias, tienen un margen de posibilidades laborales más amplio que no las orilla a la mera subsistencia.
Las regiones fronterizas adquieren una enorme importancia para el movimiento de personas, pues es allí donde se concentra un flujo poblacional que compromete especialmente a países vecinos de la región (Morales, 2003). No hay que olvidar que esta zona es un espacio delimitado de forma geopolítica y cobra sentido tanto en sus formas de vigilancia y control de la movilidad, como en la movilidad de los actores que la transitan y la configuran. La frontera México-Guatemala, se erige como una de las puertas principales de entrada para los migrantes centroamericanos en su paso hacia los Estados Unidos, el cual es generalmente su destino final. En su territorio se forma, además de un cruce obligado para quienes van a Estados Unidos, "[...] un espacio de vecindad social, económica, cultural y geográfica entre pueblos, comunidades y regiones" (Ángeles, 2004, p. 192).
Los diferentes municipios de la región del Soconusco (integrada por 15 municipios) forman un espacio social en el que se dan procesos de intercambio comercial entre pobladores de uno y otro lado de la frontera y migraciones laborales de principios del siglo XX, los(as) trabajadores(as) guatemaltecos(as) en fincas cafetaleras y el de las trabajadoras domésticas, o inmigrantes de Guatemala y otros países centroamericanos trabajando en diversos empleos vinculados al sector de servicios o en el de la construcción. Además, otros grupos de migrantes, como salvadoreños y hondureños, integran estos flujos que generalmente dejan sus comunidades con el principal objetivo de transitar por el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos, aunque una proporción reducida se instala en la región del Soconusco con la intención de laborar principalmente en el sector comercial, doméstico, agrícola, de la construcción, el sector de servicios y el sector de bares y el trabajo sexual (Fernández, 2006).
Es necesario mencionar que los resultados de la encuesta sobre Migración en la Frontera Sur (EMIF Sur) serie histórica 2006-2011 del Instituto Nacional de Migración et al. (2013) permiten observar algunos elementos fundamentales acerca del flujo migratorio. De los cruces migratorios procedentes de Guatemala a México con un flujo total de 616 926 000 desplazamientos en el año 2011, 66.9% dijo permanecer más de un día en México, y 33.1% hasta 24 horas. Los principales lugares de cruce son Tecún Umán con 39.5% y El Carmen con 33.3%, localidades en el departamento de San Marcos, Guatemala. La gran mayoría (40.9%) son jóvenes entre 20 y 29 años de edad, etapa de plena productividad. Ochenta y uno por ciento cruza con algún documento migratorio, en su mayoría una Forma Migratoria de Visitante Local (FMVL), ahora visa de Visitante Regional, la cual no otorga permiso para trabajar y otorga un tiempo de hasta 72 horas de permanencia, en contraste con 18.8% que cruza sin ningún tipo de documento o pase oficial. Noventa y nueve por ciento cruza por motivos laborales, teniendo como principal lugar de destino a la ciudad de Tapachula, pero también suelen irse a las fincas, ejidos y ranchos cercanos a este municipio. El principal sector donde piensan trabajar es el agropecuario con 53.2%, le sigue el comercio con 17.8% y después el sector servicios (incluye servicio doméstico), entre otros como la industria (incluye construcción).
La zona mantiene un flujo poblacional intenso con características definidas pues es eminentemente varonil, aunque en los últimos cinco años se observa un incremento de la participación femenina en los flujos que tienen como destino a Chiapas. Regionalmente hay un mercado de empleo que ofrece algunas oportunidades, existe cierta oferta de bienes y servicios y se han conformado sistemas de intercambio comercial que son el motor de relaciones que trascienden los límites político-administrativos, a veces por encima de las barreras formalmente establecidas. Ordóñez (2007) sugiere que el conjunto de cruces por el río Suchiate3 en ambos lugares no puede verse como un canal de ilegalidades exclusivamente, aun cuando éstas existan, a partir de la facilidad para el cruce y la densidad de población que lo hace. Por ello es necesario poner de relieve que otras rutas de paso y sitios de cruce no oficiales río arriba son usadas por los actores para atravesar la frontera lo más rápido posible sin ser vistos ni detectados (Vericat, 2007). Ante esto, la criminalización de la migración sin documentos ha promovido nuevas formas y rutas para cruzar la línea divisoria, modificando la dinámica y las condiciones de movilidad transfronteriza.
Metodología
Desde una perspectiva metodológica, la investigación sobre migración internacional responde a dos dimensiones centrales: el espacio y el tiempo (Ariza y Velasco, 2012; Durand, 2010). Al considerar dichas dimensiones para el trabajo de campo, se derivaron categorías analíticas que proponen un estudio multisituado y observación bifocal de los itinerarios y trayectorias (Stephen, 2012). Las categorías se articulan de forma armoniosa a dos de las cuatro vías para el estudio de la vida cotidiana a las que Lindón (2000) refiere, las cuales son: la socialidad, los microrituales, el espacio, y el tiempo.
El trabajo aquí presentado se basó en entrevistas a profundidad realizadas a trabajadores (hombres y mujeres) originarios de Guatemala que laboran en diferentes sectores económicos de las localidades de estudio:41) agrícola, 2) comercial, 3) servicio doméstico.
Si bien las 20 entrevistas no son representativas del universo, el material empírico muestra procesos subjetivos a partir de la experiencia de habitar la frontera y cruzarla de forma constante. Cada persona entrevistada dio cuenta de lo que ha vivido en su movilidad transfronteriza y del sector laboral donde se encuentra, para ello utilizaron distintos referentes para construir su relato: lazos familiares, objetos, medios de subsistencia y riesgos. Siguiendo a Ariza y Velasco (2012), cada hallazgo permite adecuar la estrategia de registro de la información y revisar los contextos en donde se producen los relatos migratorios en un marco de trabajo mutuo con los entrevistados.
Previo al apartado analítico, es menester señalar la estrategia metodológica que se siguió. En principio, se buscó abonar al objetivo principal de retratar la experiencia del cruce fronterizo desde las condiciones de la movilidad transfronteriza. Para ello, se primó la descripción de los perfiles de los trabajadores insertos en situaciones límites, la interpretación de la frontera imaginada por los actores y la relación de las experiencias comunes en los tres ámbitos cotidianos que se consideraron pertinentes: el laboral, el migratorio y el privado; estos ámbitos reflejaban, consideramos, el relato del actor como migrante, como trabajador y como persona.
A través de los discursos, se presentan los perfiles que aluden al mismo tiempo a los trayectos espacio-temporales presentes en lo territorial y lo sociocultural. Este apartado muestra los resultados del material de cinco cartografías realizadas (una por actor), donde se narran las regularidades y diferencias en los discursos, al autoexplicar sus representaciones de la frontera y los trayectos en dos de los 10 cruces establecidos entre México-Guatemala, un cruce está entre las localidades de Ciudad Hidalgo, Chiapas y Tecún Umán, del departamento de San Marcos; otro cruce está entre las localidades de Talismán, Chiapas y El Carmen, departamento de San Marcos.
Para los geógrafos, las cartografías, a diferencia de los mapas, son representaciones cambiantes que se hacen al tiempo que el paisaje se transforma. En esta investigación se trabajó con cartografías que dan cuenta de las representaciones simbólicas sobre el territorio que habitan los actores con los que se trabajó en campo.5 Vélez, Rativa y Varela (2012, p. 65) afirman que el proceso cartográfico y los mapas sociales como productos son en sí mismos pedagógicos y con alta capacidad de obtención de información cualitativa. Con la aplicación de dicha técnica, se prima a los espacios de reflexión para que las territorialidades se refuercen, los discursos se potencien desde lo cotidianamente vivido. La riqueza académica de la cartografía es una oportunidad para la enunciación sobre el espacio habitado y se vuelve notoria al convertir el mapeo social en un proceso participativo.6 Esta herramienta metodológica ha sido usada con más ahínco en las últimas décadas, sobre todo en las ciencias sociales. Aplicar cartografías es emplear un lenguaje común mediante la representación iconográfica de mapas, es decir, representar las percepciones de la realidad a través de medios expresivos como el dibujo y, en términos metodológicos, busca colocar al espacio y tiempo como categorías analísticas inseparables para aproximarse al territorio. El objetivo principal en palabras de Barragán (2014, p. 31) es "tomar acciones para un conocimiento situado que pueda darnos pistas para proponer otros órdenes de socialidad o revivir tradiciones que den cuenta de otras formas de entender el mundo, el territorio". Dicho esto, las cartografías sociales presentadas en este trabajo evidenciaron también las relaciones sociales con otros actores y ofrecieron formas de representación espacial.
Trayectos cotidianos de la dinámica transfronteriza
En localidades como Ciudad Hidalgo en el estado de Chiapas, y Tecún Umán en el departamento de San Marcos, los trabajadores (commuters) atraviesan por una serie de dinámicas que trascienden su vida cotidiana. El primer caso es el de Guadalupe de 18 años de edad, joven nacida en Tecún Umán, departamento de San Marcos.
La primera vez que crucé tenía 16 años, quería ganar mi dinero y ya no seguir trabajando en el campo, mi papá me dijo que en la casa sólo había trabajo para sembrar maíz, y que si no me gustaba que me fuera a Tapachula de sirvienta como todas las demás (...) Ahora viajo a mi casa a ver a mi mamá cada fin de mes, pero no cruzo sola [el puente fronterizo], voy con mi prima y entre nosotras nos cuidamos por si alguien nos quiere hacer daño (...) (Guadalupe M., Tapachula, Chiapas, 5 de junio de 2012).
Consciente de sus prácticas, sus condiciones y las normas estructurales de ser trabajadora doméstica en la frontera sur de México, ha conseguido otro bagaje de opciones diferente del que había estado sujeta anteriormente con sus padres en el campo. Sin embargo, para los cinco casos presentados, el tipo de flujo, la calidad migratoria, la actividad laboral y las desigualdades resultan determinantes para la vulnerabilidad en la que se encuentran (Kauffer, 2012, p. 87).
En la Figura 1 Guadalupe nos señala la división espacial de su representación de la frontera. En dicha división, se observa la unión y separación de territorios imaginados y el trayecto autopercibido desde los elementos que conforman su movilidad transfronteriza.
Ese es el puente de allá en la frontera de Talismán (1), cerca del puente hay unas casitas; (2) también hay una escuela cerca por donde paso, ahí estudié; (3) hay muchas casas en mi camino para acá; (4) esta línea es el río, aquí es Chiapas y allá arriba es Guatemala; (5) la migra está pasando el puente como por acá, está de este lado ya en Chiapas; (6) aquí está mi casa y yo del lado de Chiapas (Guadalupe M., Tapachula, Chiapas, 5 de junio de 2012).
El relato de Guadalupe refleja lo que Heller (1984) señala como la casa, un punto fijo en el espacio, lo conocido y lo habitual, fundamento de toda acción. Se puede observar claramente con el caso de Guadalupe la noción del espacio con referencias espaciales, formas de orientación del sujeto en ese entorno. La región fronteriza marca límites en los que las acciones sociales están motivadas por experiencias efectuadas dentro de ese espacio determinado. No obstante, la frontera puede ser pensada desde diversas aristas, es multidimensional.
Grimson (2003) habla de las perspectivas de estudio de la frontera y de verla en sus múltiples dimensiones, una de carácter nacionalista y otra que cuestiona ese nacionalismo. La segunda perspectiva toma cierta distancia de la primera y cuestiona la supuesta naturalidad de los espacios de la soberanía estatal. Esta explicación de un relato geopolítico que reúne al ser nacional con su territorio configuraba la artificialidad de los paisajes limítrofes, con la idea de fronteras naturales, poderosas en su división.
La frontera, como se puede analizar es móvil, ya no está colocada en el mismo sitio y por eso los actores la reconstruyen en una frontera que ya no es meramente un territorio, o como lo señala Grimson (2003, p. 14) "ya no es la línea de la aduana sino el límite de la identidad". En el discurso de Guadalupe sobre su representación de la frontera, se detecta una referencia fuerte hacia el país de origen y, cabe destacar la configuración misma de la figura trazada, es decir, si el país de origen va arriba o abajo y si están separados o no. Se nota una identificación por el lado mexicano cuando dice "mi casa y yo del lado de Chiapas" (Guadalupe M., Tapachula, Chiapas, 5 de junio de 2012).
Michel Foucault (1994, p. 23) explica la cultura de la frontera con el término heterotropía, es decir, el caos, que consiste en un acto perpetuo de autodefinición que gradualmente desterritorializa a los individuos. Aunque la línea divisoria está marcada, se plantea una frontera porosa, con identidades sociales muy presentes y alejadas de las fronteras nacionales, como un sitio de encuentro con la cultura dominante y la subalterna (Grimson, 2003).
La Figura 2 es de Adela, quien a sus 36 años juega el rol de ama de casa, madre de tres adolescentes y comerciante ambulante en la ciudad de Tapachula. Es originaria de Malacatán, Guatemala, municipio del departamento de San Marcos, donde los índices de educación y salud son aún más bajos que Tecún Umán (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2011).7 Ella ha estado inmersa en la precariedad y la falta de acceso a derechos básicos, producto de la violencia estructural de la región. En su oficio en Tapachula, como todas las que se dedican a lo mismo, son conocidas como "Canasteras", mujeres que cargan un enorme canasto lleno de ropa sobre su cabeza sin utilizar las manos. La experiencia de Adela es un caso representativo de la mujer trabajadora en la frontera sur que atraviesa diariamente las localidades de Guatemala para ir a Tapachula. En ese sentido, es la vida cotidiana de Adela la que delimita su propio espacio rutinario. Cabe mencionar, que es a través de estos espacios rutinarios, con los que se puede explicar la particularidad de las construcciones humanas (León, 2000, p. 46).
(1) Este es el puente, de este lado hay una entradita para el paso, que es la mitad de México y la mitad de Guatemala; (2) acá está donde revisan de todo, checan la credencial, es la aduana y la migración en Talismán; (3) aquí está el río que pasa por debajo de nosotros; (4) allá en México es donde revisan, ahí nos checan si no traemos credencial nos regresan y ya no nos dejan pasar; (5) para regresar a Guatemala no tenemos problemas porque somos de allá, es nuestro país pues (Adela R., Tapachula, Chiapas, 9 de julio de 2012).
Tanto en la narrativa anterior como en las siguientes se puede dilucidar un espacio rutinario común, el cual alude a la vigilancia migratoria y se manifiesta como un punto permanente en estas cartografías8 sociales. Otro elemento que se hace notar es la distinción colectiva de un "nos, nuestro o nosotros" y una diferencia espacial con palabras como "acá", es decir un discurso que alude y marca a los que son de un lugar y los que son de otro. Bajo esa lógica, poder o no cruzar, implica para los actores transfronterizos hacerle frente a una frontera de riesgos. De acuerdo con Morales (1996) vivimos en un tiempo y en un espacio donde las fronteras existen por doquier, trazan los límites, mantiene la gente adentro y fuera de un área (física o simbólica) que es incluyente y excluyente a la vez, marca el fin de una zona "segura" y el comienzo de una riesgosa.
A la par del comentario anterior, surge una pregunta ¿Qué lado de la frontera México-Guatemala es el riesgoso? La percepción de la frontera por parte de Josefina es diferente, quien a sus 51 años, trabaja como empleada doméstica en Tapachula. Desde que tenía 24 años salió de la capital de Guatemala por circunstancias personales y desde entonces no ha regresado. A diferencia de la movilidad temporal de los casos anteriores que poseen permisos de cruce fronterizo, este en particular ha tenido más limitantes en los recursos migratorios.
Decidí irme de Guatemala de todas formas porque yo cuando tomo la decisión la tomo y ¿qué pa´ tras? Mis tíos se enojaron y me dijeron: "si te vas haz de cuenta que no tuviste familia" y dicho y hecho porque ahí se acabó toda relación. Crucé pa´ México con un permiso de 72 horas y ahora ya tengo 27 años sin regresar y pues mejor digo que soy mexicana para no tener problemas con migración (Josefina G., Tapachula, Chiapas, 20 de diciembre de 2012).
En la cartografía, trazada por Josefina (Figura 3), se pueden observar elementos significativos que giran en torno a la experiencia de habitar la frontera.
(1) Mi viaje empezó desde que tomé el camión, en la carretera, viendo el paisaje, las montañas. En el camino casi todo era monte y poco de pavimento; (2) es una gran carretera la de Guatemala con Chiapas, aquí está el puente que se supone es donde uno pasa; (3) de este lado ya es Chiapas, yo ya estoy acá y en la pasada para acá entré a una casita donde me pidieron mis papeles, aquí está la migración; (4) aquí estoy yo, tenía 24 años, era flaquita con el cabello largo hasta la cintura, y aquí ahora estoy de 51, debería dibujarme con un bastoncito (Josefina G., Tapachula, Chiapas, 20 de diciembre de 2012).
En la actualidad, la frontera es pensada desde múltiples experiencias como la de desigualdad, la inseguridad, el conflicto y la solidaridad. Aunque el relato y la cartografía de Josefina no involucra cierta movilidad circular, de alta frecuencia y temporal y de corta distancia como los llamados commuters o trabajadores transfronterizos, sino más bien una migración unidireccional como punto de destino la ciudad de Tapachula, Chiapas, sí posee especial interés para este estudio exploratorio porque advierte la relación entre la migración, el espacio de trabajo y la frontera como una zona vulnerable. Esto es observable utilizando otro concepto fundamental: la experiencia migratoria, a este tipo de experiencia Ibarra (2014), la describe como única y relevante, es decir, cada persona la experimenta de forma particular y diferente.
Por otra parte, en el sector agrícola se encuentra Ramón de 42 años, nacido en Totonicapán, Guatemala,9 como trabajador temporal labora en las fincas de la región en el Soconusco, en las cosechas de café, caña de azúcar, papaya y banano.
Yo ya le sé porque cuando voy para el otro lado, la migra nos para y nos dicen "¿de dónde eres?" les digo que de Guatemala "¿tus papeles?" los muestro y ya me dejan tranquilo (...) por eso yo siempre paso por el puente, nunca por el río. Los que no tienen credencial cruzan por el río (Ramón H., Tecún Umán, Guatemala, 27 de mayo de 2012).
Ancheita y Bonnici (2013) señalan que los actuales sistemas de regularización migratoria para los migrantes (trabajadores y visitantes) son relativamente recientes y responden a la política mexicana de ordenamiento de flujos migratorios en la frontera sur. Los trabajadores transfronterizos no aspiran a los documentos solamente porque quieren quedarse a vivir en México, formar familia o porque quieren regularizarse, sino porque eso les permite trabajar con libertad, es decir, el trabajo sigue siendo unos de los motores principales de este tipo de procesos migratorios, según el testimonio de Ramón (Véase Figura 4).
Prefiero pasar por el puente (1), aunque tenga que pasar por revisión, necesito pasar por cuestiones de chamba que hay allá; (2) esta es la caseta de migración de Guatemala y esta es la de México; (3) este es el puente, hay un lado donde pasan los carros y de la otra pasa la gente; (4) las balsas la jalan los camaristas en el río, salen de Talismán y llegan al municipio de Malacatán o al revés (Ramón H., Tecún Umán, Guatemala, 27 de mayo de 2012).
En todas las cartografías es posible identificar los ritmos, horizontes temporales y los ciclos cotidianos, considerados dimensiones del tiempo con incidencia sobre "los modos de estructurar las actividades en el tiempo y sobre los modos de organizar la vida cotidiana" (Lindón 1999, p. 149). Los ritmos sociales del tiempo aluden a la duración de lo que sucede. Es la periodicidad de las actividades, los intervalos entre la continuidad (regularidades) y la discontinuidad (cambios); los horizontes temporales representan dos perspectivas del tiempo, es decir, la construcción del pasado (los recuerdos, la memoria colectiva, la historia) y la anticipación del futuro (las esperanzas, las visiones anticipadas, ideas de progreso); el ciclo cotidiano refiere a las repeticiones o los acontecimientos, esto estriba en que puede vivirse como rutina.
Los horizontes temporales permiten adentrarse en la diversidad de formas de relacionarse de los actores con el tiempo, detectar en qué tiempo le dan sentido a sus experiencias, como el caso de Carlos y su esposa, dos comerciantes en Tapachula que no tienen ningún tipo de documentación que avale su estancia regular, pero suelen cruzar cotidianamente el río fronterizo por Malacatán rumbo a Metapa, municipio de Chiapas, y destacan que si en un futuro las cosas cambian ellos están preparados:
Cruzamos en esta parte [Malacatán] porque está cerca de nuestra casa, es solitaria y poco conocida (...) nos tenemos que amanecer desde temprano porque primero cruzamos el río, aunque donde pasamos mi esposa y yo está todo tranquilo (...) No tenemos papeles, como nunca los hemos necesitado para cruzar pues no me preocupo (...) espero y siga como hasta ahora porque si no, tenemos que hallar la forma de seguir cruzando, porque siempre hay dónde, la migra no lo vigila todo (Carlos C., Malacatán, Guatemala, 7 de junio de 2012).
Algunos de los actores transfronterizos, al representar su experiencia de movilidad cotidiana, dan cuenta de su capacidad para generar espacios de acción en el marco de sus posibilidades, comúnmente limitadas (Rivas, 2013) en la región estudiada dado su contexto de criminalización de la población migrante y la falta de perspectiva de derechos humanos (Villafuerte y García, 2014), en las condiciones sobre las cuales se realiza el proceso de movilidad transfronteriza. La Figura 5 muestra la lucha frente a obstáculos implicados en un contexto espacial y temporal adverso.
Aquí había un mercado (1), pero lo quitaron porque pasaban la droga por ese lado; la mayoría pasa por el puente pero nosotros pasamos por el río (2), es más difícil pero lo hacemos porque es mejor; (3) para la pasada en la balsa desde que saben que eres extranjero te quieren cobrar hasta más de 20 quetzales; (4) aquí está la caseta de migración en el puente (Carlos C., Malacatán, Guatemala, 7 de junio de 2012).
Conclusiones
La base teórica sirvió de plataforma para analizar el material empírico, por eso es importante señalar la estrecha relación entre la teoría y la realidad abordada. La perspectiva de la vida cotidiana marca como eje de análisis la experiencia frente a los ámbitos espaciales y las referencias temporales de los actores.
En los casos presentados las diferentes localidades de la región fronteriza fungieron como el lugar común o de referencia en la mayoría de los actores. Aunque geopolíticamente el río Suchiate es trazado como línea fronteriza natural y los diversos puentes como lugares de "supuesto y necesario" cruce o "entradita para el paso" dicho en palabras de los trabajadores, estos espacios también son imaginados de forma inversa por los mismos, es decir, para algunos el puente representa la línea que divide el hogar del trabajo, Guatemala o su respectiva localidad de origen de México o su respectiva localidad de destino laboral, y el río se convierte en la forma cotidiana de cruzar la frontera, el cual, es imaginado tanto como espacio clandestino y solitario, como el punto ciego y estratégico.
En cuanto al factor tiempo, toman de referencia frases como "después de pasar el puente" como si el cruce se tratase de un antes de atravesar el río o puente y un después. De igual forma vemos como el ciclo cotidiano se cumple en ciertas frases como "para regresar no hay problema". Resulta nodal observar cómo es que el tiempo forma parte del discurso radical, limitante y determinista con citas como "yo siempre paso por el puente, nunca por el río".
Fue posible encontrar en los ámbitos migratorios de la vida privada y migratoria referentes de orientación espacial y temporal (aquí y allá, acá, de este lado, aquí yo y ahora yo, yo siempre-nunca). Se encontró que los espacios aludidos se vuelven referentes de orientación presentes en frases como "mi casa, del lado de Chiapas", "acá está el río que pasa por debajo de nosotros", "la mayoría pasa por el puente pero nosotros por el río", todo esto derivado de las formas de cruce de una frontera caracterizada de mutaciones y persistencias que la vuelven un problema acuciante.
Esta investigación posibilitó indagar en los principales pesos discursivos y enunciaciones recurrentes. A partir del ejercicio cartográfico, se hallaron tres elementos nodales en las trayectorias transfronterizas para la mayoría de los sujetos entrevistados: la caseta de migración, el puente y el río, forman parte vital de su experiencia diaria. El elemento de la caseta de migración es el más sugerente, pues es representado como el control y la vigilancia, la cual, se experimenta con mayor fuerza en las franjas fronterizas; el cruce de frontera toma como artefactos estratégicos (en el espacio y tiempo respectivo), la documentación migratoria para conseguir llegar al punto de destino temporal o en su defecto, la ausencia de la documentación, posibilita otras formas de experimentar la movilidad. La frase testimonial "la migra no lo vigila todo" da cuenta precisamente de una ruptura, de un agenciamiento en medio de tanta precariedad y de cierta astucia para el viaje de ida y vuelta.
Es importante cuestionar los significados alrededor de los trayectos e itinerarios cotidianos, en aras de coadyuvar a la descripción de la experiencia sobre la movilidad cotidiana transfronteriza. Este trabajo primó un acercamiento a los trabajadores centroamericanos como protagonistas de sus propios procesos migratorios (Rivas, 2008). Los actores transfronterizos presentados son usuarios expertos en la frontera, que bien la obedecen, o bien la burlan; no sólo ubican la línea geopolítica, sino toda la región, poseen conocimiento de espacio, de actores y del lenguaje en las localidades limítrofes entre México y Guatemala.
Estos acercamientos no sólo han permitido cuestionar qué otros factores se ven involucrados en este tipo de migración temporal para su persistencia y cambios en los desplazamientos fronterizos, sino también, hacer algunas conjeturas en torno a las condiciones migratorias, constituyendo un acercamiento a la experiencia de cruce dentro del contexto de movilidad laboral y cotidiana de una región fronteriza específica y preponderante entre México y Guatemala.