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Estudios fronterizos

On-line version ISSN 2395-9134Print version ISSN 0187-6961

Estud. front vol.5 n.10 Mexicali Jul./Dec. 2004

 

Artículos

 

La línea, la frontera y la modernidad

 

José Luis Tejeda González*

 

* Profesor titular "C" TC, Departamento de Política y Cultura. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: joseluis_tejeda@infosel.net.mx.

 

Artículo recibido en agosto de 2003.
Artículo aprobado en noviembre de 2003.

 

Resumen

Se toma como punto de partida la discusión filosófica que se da en relación a Nietzsche y Heiddeger acerca del advenimiento del nihilismo para adentrarnos en los asuntos de la frontera en el mundo moderno y postmoderno. Esa condición existencial nos acerca a la vivencia en la frontera, al hecho de traspasar y vivir en los límites. En otras dimensiones, encontramos la actualidad de ese debate filosófico, ya que el tema fronterizo adquiere centralidad. En el terreno social, político y cultural vemos cómo la globalización nos está conduciendo a un debilitamiento de las fronteras y, paradójicamente, a un aumento en su importancia. La demarcación fronteriza sigue siendo importante, sólo que ahora tiene que vérselas con la proliferación de agentes, fuerzas y tendencias regionales y globales que hacen de la frontera una institución más borrosa y abierta. El aumento de la interdependencia lleva a que la migración y el trasiego fronterizo le estén cambiando el rostro a las comunidades nacionales del mundo actual. Los Estados nacionales se pintan de color por esos movimientos migratorios que dan lugar a la diversidad, la pluralidad y el multiculturalismo en las sociedades antes más homogéneas.

Palabras clave: Línea, frontera, modernidad, posmodernidad, nihilismo, migración.

 

Abstract

The philosophic discussion is the departure point related to Nietzsche and Heiddeger, about the coming of the nihilism to introduce us in the subjects of the border in the modern and postmodern world. That existencial condition approaches us the experience in the border, and to the fact to transfer and to live in the edges. In other dimensions, we found the present time of that philosophic debate, since the border subject acquires centrality. In the social, politic, and cultural land we paradoxically see as globalization leads to an weakeing of the borders and an increase of its importances. The border demarcation continues being important, but now it has to do with the proliferation of agents, regional and global forces, and tendencies make of the border a blurred and opened institution. The increase of the interdependence are causing that migration and border transfering to be changing the face of communities of many countries of the present world. The national states are painted of color by those migratory movements that give the diversity, the pluralidad and the multiculturalismo in the before homogeneous societies.

Keyword: Line, border, modernity, posmodernity, nihilismm, migration.

 

En la frontera

Gianni Vattimo encuentra en un par de filósofos sajones lo que llamaría los límites del pensamiento moderno. El advenimiento del nihilismo se daría con las obras de Friedrich Nietzsche y Martin Heiddeger. Ambos lo anuncian, lo proclaman y de alguna manera lo asumen como propio. Nihilismo es para Nietzsche alejarse del centro para dirigirse hacia la X, y en Heiddeger se define como el proceso en el cual al final del Ser "ya no queda nada" (Vattimo, 1986:23). Ubicados en los límites del pensamiento moderno, ambos autores se mueven hasta traspasar el esencialismo filosófico, ampliando los horizontes y las posibilidades de la vida misma. En Nietzsche toma la forma de la "muerte de Dios", y en Heiddeger es la superación de la metafísica lo que permite destruir valores supremos y últimos de la humanidad.

Nietzsche inicia El Anticristo apelando a la fortaleza de los menos, al alejamiento de la complacencia y al incremento de la voluntad de poder: "nosotros somos hiperbóreos, sabemos muy bien cuán aparte vivimos" (Nietzsche, 1989:27). En un tono aristocrático y despectivo hacia los vientos del Sur, el filósofo alemán dice encontrar más allá del norte, del hielo y de la muerte, la vida y la felicidad. El hombre tiene que buscar la adversidad, vivir en la tensión y en la retención de las fuerzas. Alejarse del centro hacia la X es ir desde un mundo conocido y establecido hacia los territorios inhóspitos, desconocidos y nuevos de la existencia humana. En Así habló Zaratustra, Nietzsche trata sobre el anacoreta que regresa al encuentro con la mayoría y no puede comunicarse con ellos: "veremos si es que aceptan tus regalos. Pues desconfían mucho de los anacoretas o de los solitarios, y nunca creen a quienes les llevamos presentes" (Nietzsche, 1983:25). Quien rebasa los límites y se mueve hacia situaciones insólitas va a terminar por chocar con el mundo existente. Ir más allá de todos los demás es lo que define la fortaleza humana y por ende rechaza las actitudes de complacencia y abandono de la mayoría de la gente.

En Heiddeger es más clara y directa la referencia a la línea en la discusión que libra con Ernest Jünger. Este último define a la línea como el sitio donde los valores se funden y donde el dolor ocupa su lugar (Jünger, 1994: 50-51). Al llegar a ella, siempre se encuentran otros contornos hacia adelante que nos llevan a movernos en esa nueva dirección. En la relación con lo que está más allá de lo finito y lo conocido es donde se forja el carácter del nihilista. La dificultad del mismo radica en que es imposible hacerse una imagen acerca de la Nada. A ésta se le identifica con la periferia, con los contornos, con las tierras de nadie que están más allá o más acá de la línea. La reflexión heiddegeriana es contundente en lo relativo a la línea. Recupera lo que dice Jünger en cuanto a que la línea es el punto del meridiano cero. El cero apunta a la Nada y precisamente al vacío. Allí donde se fluye hacia la Nada impera el nihilismo y los valores trascendentes y supremos se esfuman. Cuando se traspasa la línea cabe interrogarse si se impone la Nada aniquiladora o si se da el tránsito hacia el dominio de una nueva donación del Ser (Heidegger, 1994:74). Es decir, al atravesar la línea se derrumba el sentido que se tenía y la presencia es sustituida por la ausencia. El lugar vacío puede ser llenado por otra dotación de sentido o se puede vivir en la indeterminación constante, lo cual implica alejarse definitivamente del Ser último. En el nihilismo consumado se aprende a vivir y lidiar permanentemente con el vacío y la Nada.

Vattimo es uno de los autores que ha presentado una lectura crítica de la crisis de la modernidad, y a la vez se aleja del tono nostálgico y pesimista sobre la misma. Le encuentra ventajas en términos de la ampliación de los chances, oportunidades y posibilidades que se despliegan al retirarnos del mundo de las seguridades, las certezas y las respuestas últimas y definitivas a la cuestión del Ser. A diferencia del mundo de la modernidad que se movía por grandes narrativas y un discurso histórico, la postmodernidad nos permite enfrentarnos a una experiencia posthistórica en la que todo resulta viable y posible (Vattimo, 1986:13-14). Es decir, se trata de un historicismo radical donde se puede tomar cualquier rumbo, dentro del marco de condiciones existentes. Si eso ocurre en el plano de la historia, las sociedades y la cultura, con más claridad lo encontramos en las experiencias de los individuos y las colectividades. Más allá del ámbito de la necesidad, se manifiesta la ampliación infinita de los chances que tiene el individuo y el sujeto social en la vida contemporánea. Las fronteras que antes eran tan rígidas y delimitadas ahora se vuelven territorios del tumulto y de las multitudes. De alguna manera, todos experimentan con algo que no les resulta habitual y se atreven a incursionar por terrenos desconocidos.

Vivir en los límites, en la línea y en la frontera es algo común para quienes se instalan en territorios fronterizos, pero si nos atenemos a este proceso de ampliación de los chances veremos que la experiencia fronteriza se ha desterritorializado. El que vive en la frontera se aleja del centro, se mueve hacia los contornos y establece un roce más constante con otras comunidades humanas, ante las que también establece una identidad propia. La dimensión espacial y territorial establece las bases para la identidad y la experiencia fronteriza. En un territorio que no sea fronterizo, se debería mantener más arraigo y más apego a la tradición y los valores existentes. Eso no ocurre así del todo, ya que la globalización y la integración regional tienden a penetrar los espacios locales y restringidos. La crisis de la modernidad disloca los procesos de identidad cerrada y empuja a la ampliación de los mundos de vida. En mayor o menor grado, los asuntos de frontera se vuelven comunes. La desterritorialización de los procesos sociales se manifiesta en los desajustes que se tienen entre las subjetividades e identidades con la ubicación espacial que se tiene. Bauman sostiene que los centros de decisión se han liberado de las limitaciones territoriales dadas por la localidad (1999:15). La dimensión espacial se mueve y en ese sentido las fronteras se vuelven porosas y borrosas.

Estos contextos y circunstancias afectan de forma diferente a los estratos sociales, los grupos organizados y los individuos. En las comunidades más tradicionales y cerradas, se darían resistencias muy fuertes a todo proceso de inserción con la comunidad global y a la apertura hacia otras formas de vida. A pesar de eso, es imposible abstraerse de lo que ocurre en el mundo. En los centros metropolitanos y en las grandes urbes encontramos procesos de individualización y ciudadanización más nítidos. Lipovetsky, quien por cierto sigue la línea discursiva de Vattimo, se topa con lo que llama el individualismo narcisista y egocéntrico que trata de ampliar permanentemente sus chances y sus oportunidades vitales (Lipovetsky, 1993:32-33). La ausencia o el debilitamiento de los interdictos religiosos, morales e ideológicos enfrenta al individuo con el vacío y nunca se llena, se la vive sustituyendo y desechando lo que consume y experimenta.1 El individualismo voraz establece una experiencia permanente en la frontera y en los límites. La falta de arraigo y las debilidades valorativas establecen un tipo de individuo concentrado en sí mismo que puede variar de estilos de vida, gustos, predilecciones, entre otras cosas, con más rapidez y facilidad de lo que se haría en el pasado. Es un individuo enfrentado a una sociedad de multiservicio, en la cual escoge lo que resulta de su predilección (Lipovetsky, 1993:17). El individualismo narcisista y posesivo se tiende a imponer en los grandes centros urbanos donde se vive en la anonimia y la impersonalidad. Volviendo otra vez la vista a la vida local y comunitaria nos encontramos con que el sacudimiento se manifiesta de otra manera. Hasta el fondo de la sociedad va quedando un modo de vida sumergido y encubierto que sobrevive, resiste y rechaza la globalización, la modernidad y, en ocasiones, a la misma cultura occidental. Se quiere remarcar la frontera, aunque eso se vea como una respuesta que no garantiza mucho.

En la medida que se extiende la integración y la interdependencia mundial, las fronteras tienden a volverse borrosas y siempre aparece quien dice que van a terminar por desaparecer. Estos fenómenos económicos, sociales e históricos le otorgan actualidad a la cuestión de la frontera. El debate filosófico que se dio sobre las fronteras del Ser, del pensamiento y de la existencia humana ahora se vuelven hiperreales. Las relecturas y reinterpretaciones que se hacen sobre Nietzsche y Heiddeger sólo dejan ver que sus reflexiones han sido alcanzadas y hasta superadas por una realidad de alta complejidad. La frontera se ha puesto de moda y el uso excesivo y abusivo de los prefijos inter, multi o trans para indicar aspectos del conocimiento, la sociedad o la historia, sólo confirman el desbordamiento que se tiene de los universos contenidos. Lo internacional, lo interdisciplinario, lo intercultural, lo interdependiente, lo interparadigmático, lo multinacional, lo multidisciplinario, lo multicultural, lo transnacional, etcétera, son otras tantas expresiones del lenguaje que tratan de dar cuenta de un tipo de realidad que cada vez es más difícil aislarla de todo lo que la rodea y que se caracteriza por el desborde. Es más, en algunos aspectos se desplaza el centro de atención hacia estos fenómenos del rebasamiento. Los nuevos territorios del conocimiento se mueven hacia los puntos de encuentro de disciplinas consolidadas; los contornos de las sociedades se establecen donde se dan los puntos de encuentro y de choque de las identidades, las culturas y las civilizaciones; los discursos que quieren dar fe de lo que está ocurriendo tienen que recurrir a herramientas conceptuales y metodológicas que atraviesan las corrientes de pensamiento; los agentes económicos, sociales e históricos que están definiendo los rumbos del mundo actual tienen una composición más allá de lo local y nacional.2

¿Eso quiere decir que las estructuras disciplinarias van a desaparecer o se van a relajar por lo menos? ¿Eso significa que los Estados nacionales dejan de tener motivos para existir? ¿Eso implica que las identidades restringidas, locales o cerradas van a dejar de existir? ¿Eso quiere decir que los grupos compactos en lo ideológico, lo político o lo social son cada vez más anacrónicos? Sería un error llegar a este tipo de consideraciones y conclusiones, puesto que el desborde de las fronteras no lleva a que deje de existir aquello que la línea divide y demarca. El límite, la línea y la frontera van a existir siempre. Lo novedoso es que ahora se vuelven más permeables y más pletóricas, pero sigue existiendo lo que está de este y del otro lado.3 En dado caso, la relación, el choque, el conflicto, el encuentro o la fusión se dan con mayor intensidad que en otros tiempos. La frontera adquiere más relevancia y el centro se ve impactado por ese efecto de desplazamiento hacia los contornos.

 

La frontera como delimitación

Las fronteras se vuelven borrosas y se duda de que sirvan para algo, pero siguen siendo y serán un soporte importante para el establecimiento de la identidad de los individuos, de los grupos colectivos y de las naciones. La frontera existe como demarcación física o simbólica que establece los límites entre el nosotros, cualquiera que éste sea, y los otros o ellos, independientemente de quién o quiénes se trate. Al poner límites y fronteras trazamos un mapa de las relaciones humanas y sociales en que se establece la identidad que tenemos, la que compartimos y la relación que tenemos con los extraños o diferentes que se encuentran o se mueven más allá de los límites de nuestra existencia. Como lo hemos visto más atrás, el vivir en los límites permite diluir la demarcación fronteriza, y aunque ese relajamiento permite la interdependencia y la intercomunicación, no puede deshacer las identidades firmes de las comunidades humanas.4 El ideal del cosmopolitismo universal kantiano podría llevar a la eliminación de las fronteras y a que se estableciera una relación de equidad mundial, pero a la vuelta de la esquina se implantarían otra vez las identidades más específicas que permiten desdoblar la comunidad universal.5 De hecho los límites y las fronteras pueden llevar a divisiones al infinito, desde las arbitrarias e impuestas hasta las consensuales y surgidas del acuerdo común.

Las fronteras más nítidas y marcadas de la actualidad son las que se establecen entre las naciones y que dan lugar a las centenas de países que forman el mundo actual. En cada uno de estos países se dan divisiones internas geográficas y geopolíticas, pero existen otras tantas divisiones de especie muy variada, más encubiertas y sutiles. Estas fronteras imaginarias y simbólicas se dan con la posición económica, la pigmentación de la piel, la religión que se defiende, el uso de la lengua, los valores y las costumbres o los puntos de vista ideológicos y políticos. En el colmo de las delimitaciones, se pueden establecer diferencias entre el habitante de una calle y el de la siguiente cuadra. Las identidades de las bandas o pandillas juveniles llegan a marcar con graffiti sus territorios que resultan inviolables para los que están fuera de sus códigos grupales o colectivos. La tribalización de la vida pública y la fetichización de las identidades se convierten en otras tantas dificultades que se agregan a la reacción humana que trata de levantar fronteras ante lo que le resulta extraño, pero también incomprensible y le causa miedo y temor.6

La frontera por excelencia en el mundo moderno y en la extensión de la sociedad capitalista es la que se establece en función del predominio de un Estado nacional. Esa frontera aparece como legítima y legal, ya que está reconocida por las convenciones internacionales y permite que el Estado ejerza el poder en el territorio que le compete. El desarrollo del capitalismo, por un lado, y la realización de los ideales de la ilustración, por el otro, llevarían a la gestación de un espacio nacional, libre y homogéneo, donde pudiera establecerse la libre empresa y la ciudadanía nacional. Dicho Estado nacional realiza de una manera incompleta e inacabada el ideal cosmopolita de los ilustradores ya que unifica a la población en torno a una lengua, unos símbolos patrios y una historia común.7 Establece una diferencia con los extraños y los extranjeros, que en principio se encuentran del otro lado de la línea fronteriza. La demarcación establece los límites en que tiene que actuar el Estado nacional y sus ciudadanos. Esta línea fronteriza tiene diversos orígenes y se ha desarrollado de diversas maneras dependiendo de las civilizaciones, las comunidades, los Estados, la vecindad, la relación y el trasiego y la comunicación de los habitantes de uno y otro lado de la frontera. Esta línea puede tener un componente arbitrario y ser la expresión de una correlación de fuerzas políticas y militares, o bien puede representar más o menos adecuadamente los marcos de comunidades que comparten una cultura común en donde la frontera ayuda a establecer la distancia con los que resultan diferentes y que son los otros.8

En la discusión filosófica con la que iniciamos este artículo la imagen de la línea y de la frontera es la de una demarcación que se tiene más allá de la identidad propia, de lo conocido, de lo existente, de lo finito. La línea nos separa de lo inexplorado, lo insólito, lo impropio, lo desconocido y del infinito. Vivir en la línea y traspasarla es tanto como experimentar por lo nuevo, tal como acontece en la vida moderna. Si trajéramos esa discusión a las fronteras geográficas e históricas veríamos que dicha situación se presenta en los procesos de colonización en donde los descubridores y aventureros llegan a sitios desconocidos, se atreven a traspasar los límites del universo conocido y se lanzan a territorios nuevos. El descubrimiento de América modificó definitivamente las fronteras de la humanidad. En la formación de los Estados Unidos se tuvo un momento de colonización sobre un territorio vacío, en la modalidad de una empresa que se asemeja a la entrada de la locomotora en el Oeste. Dichos procesos de colonización y de movimiento de las líneas fronterizas se dan ahora en menor medida y adquieren otra dimensión. Ahora el proceso de expansión regional y mundial lleva necesariamente al choque, el cruce y la alteridad entre comunidades, culturas, civilizaciones y Estados. Al traspasar la línea nos enfrentamos a otra identidad, otra cultura, otra civilización, en vez del vacío y lo desconocido.9 Así llegaremos a tener fronteras que se conviertan en un salto de la alta modernidad a las sociedades tradicionales y viceversa, de naciones ricas a pobres, o de civilizaciones de un tipo a otras que pueden resultar incompatibles. Vivir en la frontera llega a significar más específicamente estar entre dos o tres culturas, integrar esa complejidad y dar lugar a un tiempo de híbridos muy acentuado.10

La demarcación que se establece se vuelve indispensable para los Estados nacionales. Es claro que en la formación y el mantenimiento del Estado nación se cuenta con una base cultural compartida que permite la construcción de un marco consensual de sus habitantes. Sin embargo, los Estados nacionales recurren a la violencia y a la imposición en muchas ocasiones porque se ven obligados a establecer el monopolio de la fuerza sobre su territorio. Hacia el centro la identidad nacional es más firme y está más establecida. Al alejarse del núcleo geográfico y político se van dando otras muchas variaciones y combinaciones que tratan de establecer su identidad propia ante el centro, de modo que en la frontera este problema se agrava por el roce constante que se tiene con otras culturas y comunidades. En alguna lectura cosmopolita esta experiencia fronteriza debe ser considerada como la expresión de apertura que manifiestan todas las culturas y como un enriquecimiento de la identidad propia. En la lectura soberanista, el juego fronterizo se vuelve peligroso porque se llega a alejar del centro original y puede llegar a la situación grave de que se desaten tendencias separatistas que quiebren la unidad de la nación. Es difícil generalizar en este sentido, pero las culturas fronterizas llegan a establecer sus propias líneas de identidad, tanto con el centro y el núcleo de la nación a la que pertenecen como con la comunidad vecina a la que se encuentran muy cercanos espacialmente. La región fronteriza actúa como una puerta que se abre y se cierra, que aprende de los otros y afirma su identidad propia, tanto en lo local como en lo nacional. Se puede llegar a dar el caso que esa comunidad fronteriza se reclame como parte de una tercera nación, con lo que se pone en duda la cohesión de la unidad del país en cuestión.

Hay que recordar que las fronteras se han levantado con recursos disciplinarios que establecen quién es ciudadano de una nación y quién debe ser considerado como un extranjero. La utilización de la carta de identidad y el pasaporte permite que las autoridades ejerzan algún control y dominio sobre la población que se encuentra sobre su jurisdicción. La frontera en este sentido es una zona de retención y un filtro (Balibar, 2001:19). La pertenencia a una comunidad nacional permite la obtención y la garantía de un paquete de derechos individuales y colectivos, así como de la protección y seguridad que establece el Estado. Del otro lado, se afinan los mecanismos para que el Estado ejerza el poder sobre los habitantes y ciudadanos del territorio establecido. Los derechos y las obligaciones varían de un país a otro, por lo que la frontera es antes que nada una institución social y un mecanismo que permite establecer la disciplina sobre los que están más acá de la misma. Los que dejan una nación y quieren pasar a otra tienen que atravesar por todo un protocolo que determina quiénes lo pueden hacer y quiénes no. Quien se encuentra en situación de tránsito entra en un territorio de nadie por un momento. El que no tiene papeles o documentos de identidad se convierte en un paria internacional, sin derechos y expuesto al poder de la autoridad de cualquier gobierno del mundo. Establecer la frontera es, antes que nada, una forma eficaz de pintar la raya con todos los demás y establecer garantías, derechos y obligaciones para los miembros plenos de una comunidad dada.

La frontera es necesaria también para los ámbitos culturales. Aunque se diga que en la modernidad los interdictos se levantan y se amplía al infinito el campo de lo permisible, siempre se establece un principio de autocontención de la experiencia humana ante ciertos temas básicos. Bell hace una revisión conservadora de la experiencia de la modernidad norteamericana y sostiene que la modificación constante de los límites entre lo sagrado y lo profano pueden llevar a la destrucción de la civilización actual. Retomando el debate de la sociología clásica, acerca de que las civilizaciones tienen que sostenerse sobre la base de una diferencia entre lo sagrado y lo profano, lo permitido y lo prohibido, este autor afirma que se deben restablecer esos límites para que la civilización sobreviva y salga adelante (Bell, 1997: 139). Si las fronteras culturales se eliminaran caeríamos en un estado de confusión y desorden que no permitiría la convivencia humana. Los límites, las fronteras y las prohibiciones se imponen en algún aspecto. ¿Entonces a qué viene esa visión posmoderna de ampliación de las oportunidades al infinito? ¿Cómo es posible vivir en los límites sin caer en un estado de confusión total? ¿Que acaso la demarcación no ayuda a establecer un orden espacial y simbólico en la existencia humana? En realidad, la experiencia posmoderna nos acerca a los límites, nos hace vivir en ellos, pero existen límites imposibles de franquear y siempre volvemos a tratar de reimplantar la geografía en la vida humana. El juego de los límites y las fronteras se vuelve más intenso en la globalización y la crisis de la modernidad, ¿pero podemos sostenernos sin un marco de definiciones? Aunque sea en menor medida, pero la frontera se restablece y se impone de algún modo. Queda más debilitada y está más abierta que nunca, pero siempre fija un parámetro existencial.

 

El trasiego en la frontera

La globalización permite que los bienes materiales y simbólicos se muevan más rápida y ágilmente por un mundo que es más interdependiente y está más interconectado. Los agentes de la globalización, tales como las compañías multinacionales, rebasan las fronteras nacionales y ponen en jaque la política soberana de los Estados nacionales. La globalización supera con mucho el ámbito económico y se manifiesta en lo informativo, lo social, lo político y lo cultural. El control hegemónico sobre los procesos de globalización tiene una localización nacional establecida en los países centrales de la tierra (Segato, 2002:111-112). De ahí que se instauren nuevas formas de organización jerárquica y de organización del poder a nivel mundial. En la globalización se accede de diferentes maneras a sus resultados y beneficios, pues igual se puede estar en el centro del poder de la misma, que en la periferia, en los márgenes y francamente excluidos de ella. En las reflexiones tradicionales sobre el imperio y las colonias se veía a las naciones metropolitanas como las que concentraban la riqueza y a las periféricas como aquellas que tenían que sufrir la precariedad, la opresión, el hambre y la exclusión social. Ahora la interdependencia hace que se extiendan las realidades hasta inundar la contraparte y cambiarle su carácter.

Los fenómenos de la globalización desatan la interdependencia y por lo mismo establecen una comunicación directa de los individuos y los grupos humanos. Al aflojarse las fronteras y achicarse las distancias, la aldea global queda constituida en lo real, lo virtual y lo simbólico. Las inversiones económicas fluyen por todos lados con una velocidad inusitada, las informaciones llegan de inmediato a todos lados convirtiendo cualquier acontecimiento local en un hecho mundial, la red virtual permite acercarse a cualquier realidad por más lejana que se encuentre y establecer contacto con gente de cualquier latitud del mundo, y las comunicaciones hacen que se pueda estar en otro lugar en muy poco tiempo. La globalización permite que se desterritorialice la existencia humana, lo cual quiere decir que se puede tener una existencia despegada de la realidad física y territorial en que nos encontramos. De ahí todos los efectos en el cambio geográfico que establece la globalización. Bauman, retomando a otros autores, se anota para avalar la postura que sostiene que así como se habló del final de la historia, ahora se puede decir que hemos llegado al final de la geografía (1999:20). Giddens lo ve desde otro lugar y considera que la alta modernidad tiene en el desanclaje uno de sus rasgos más decisivos. El desanclaje quiere decir que existe un desajuste entre el espacio y el tiempo, entre lo físico y lo simbólico, y esa diferencia lejos de cerrarse tiende a agravarse con el incremento de la experiencia moderna (Giddens, 1993:26-28). Eso lleva a la descontextualización de las experiencias. Un ejemplo muy simple puede ayudar a entender lo anterior: los productos que consumimos, la música que oímos, el cine que vemos y los libros que leemos pueden haber sido realizados y creados en condiciones diferentes a las que nos encontramos nosotros. Y esas múltiples experiencias fuera de contexto y desancladas nos marcan en todos los sentidos y transforman nuestra existencia y nuestras vivencias. A su vez, esos productos terminan desatando fenómenos para los que no fueron previstos o concebidos y van a aterrizar y a realizarse en realidades que les resultan ajenas.

El desanclaje más influyente que existe en la actualidad se da con los flujos de dinero y con los procesos económicos, tanto en lo productivo como en lo circulatorio. El capital va hacia donde encuentra condiciones propicias para incrementarse. Lo hace sin establecer compromisos con su entorno y evita anclar y establecerse. En la medida que se siente a gusto se mantiene y se iría cuando la situación le deje de complacer. El hecho de evitar anclar le permite estar en un estado permanente de amenaza de fuga y partida. El trasiego y el tránsito del dinero por el mundo es muy intenso y veloz, porque elude los compromisos de mediano y largo plazo. Así que la capitalización y el movimiento de mercancías y dinero se incrementa y se desterritorializa sacudiendo y cimbrando las fronteras nacionales. Lo mismo ocurre con las empresas multinacionales, que desbaratan el proceso económico y productivo quedando repartido entre varias localidades, regiones o naciones. Cuando se buscan las ventajas comparativas se encuentra que el proceso económico queda desmantelado y alejado de una delimitación física y temporal específica. Y ese capital productivo y especulativo es recibido con los brazos abiertos en todos lados. Esa riqueza acumulada brilla por sí misma y deslumbra a cualquiera.

El trasiego de personas no corre con la misma suerte. El control al tránsito fronterizo es riguroso y las demarcaciones nacionales siguen siendo un arma importante para impedir la llegada de los intrusos. En la gran frontera entre el Norte y el Sur, entre los países ricos y los pobres, la frontera se levanta aún más porque se trata de impedir la llegada de los grupos de migrantes (Segato, 2002:12). El paso de los mexicanos y centroamericanos hacia los Estados Unidos, de los sudamericanos, africanos y europeos del Este hacia la Europa desarrollada está obstruido y bloqueado como nunca. La frontera cumple la función de ser un mecanismo importante de control, disciplina y exclusión social. Los movimientos migratorios se ven contenidos por la violencia y la coacción que ejercen las naciones centrales para impedir el flujo migratorio libre. Se da una de las contradicciones de la globalización: se tienden a eliminar las fronteras para que fluya el elemento sistémico más importante que es el capital y se vuelven a remarcar las líneas cuando de seres humanos se trata. Con más razón si el trasiego es de los grupos de pobres y excluidos hacia las naciones ricas y centrales. A pesar de que el desanclaje se da en términos monetarios, en materia de migración se bloquea y se le obstaculiza. A pesar de que se da la desterritorialización de la experiencia moderna, los lugares centrales reafirman su primacía e impiden la llegada de advenedizos y trepadores a los sitios metropolitanos e imperiales. Si bien la globalización permite la interdependencia y la intercomunicación, así como la eliminación y el debilitamiento de fronteras, también afianza y fortalece a un grupo pequeño de naciones en las cuales se concentra el poder económico, político, bélico y simbólico. Esas naciones y los grupos hegemónicos levantan murallas para impedir el acceso de las mayorías del mundo a los beneficios de la globalización.

Los resultados, los efectos y los beneficios que la globalización puede tener se reparten de modo inequitativo de tal manera que tenemos el poder incrementado de las naciones centrales que son una suerte de grupo de comando y las naciones pobres, marginales y periféricas. La caída del Muro de Berlín y el derrumbe del socialismo real han traído como consecuencia que se extienda un modelo unipolar por todo el planeta. A falta de opciones y alternativas, las naciones capitalistas centrales afirman su poder y se vuelven sumamente atractivas como lugares a donde ir y llegar. Con la ausencia de opciones fuertes ante el desarrollo capitalista y el despliegue de la globalización los habitantes de las naciones pobres emigran ilegalmente hacia los sitios centrales del poder, del mando y del dinero. La recolonización del mundo se da ahora desde los centros periféricos hacia los centros metropolitanos. Es uno de los efectos perversos de la globalización y del debilitamiento y la evaporación de las fronteras nacionales. Los portorriqueños que dejan de ver como viable la independencia nacional, prefieren emigrar masivamente hacia Nueva York pintando de otro color el rostro de la gran urbe. Lo mismo pasa con los cubanos que rechazan el régimen castrista o que simplemente quieren un mejor horizonte económico en Miami. Los mexicanos que llegan sin documentos a California y sufren toda clase de vejaciones y humillaciones, lo hacen porque al sur del río Bravo tienen un panorama económico sombrío. En la reciente crisis argentina del 2001-2002 llamaba la atención cómo los jóvenes se aglomeraban en las embajadas europeas para conseguir un documento legal que les permitiera emigrar lejos de su nación. En ese momento se habló de Argentina como una nación inviable y por lo mismo había que tomar camino hacia los lugares seguros y estables.

¿Qué está ocurriendo? Que los resultados de los fenómenos globalizadores se localizan y la gente busca estar en los sitios estratégicos. Con todo y la desterritorialización, el aterrizaje de los beneficios y de las ganancias se manifiesta en términos espaciales. En unos países, en unas ciudades y en algunos centros urbanos se visualiza el esplendor, mientras que en las comunidades campesinas, en los pueblos y rancherías, en las ciudades pequeñas, en las barriadas de las grandes urbes y en las naciones marginales y periféricas se percibe el abandono. El trasiego de seres humanos por las fronteras estratégicas aumenta como jamás se había dado. La actitud errante es común a la era que vivimos y lo mismo se percibe en las altas esferas que en los grupos subalternos y marginados, pero en estos últimos adquiere un sentido muy peligroso para los intereses estratégicos de los grandes centros de poder.11 Mientras el capital fluye libremente y todo lo penetra, el factor humano trata de entrar a la disputa por los recursos y llegar a los lugares depositarios del capital mundial pero las fronteras se lo impiden. A pesar de eso los flujos de migrantes se dan y van cambiando progresivamente la composición poblacional de las naciones importantes del mundo. En las grandes urbes y en los países metropolitanos se reproducen las aldeas, las barriadas, las colonias y comunidades pobres que se suponía se habían quedado atrás. En realidad, las fronteras estratégicas también se ven alteradas y se mueven las fronteras hacia el interior de las naciones. Los grupos hegemónicos tratan de impedir que lleguen las poblaciones intrusas y cuando les falla tratan de edificar otras barreras dentro de las naciones para garantizar su dominio, su hegemonía y su control. La subversión del elemento migratorio en el terreno internacional se vuelve una de las herramientas más poderosas para redefinir los alcances y la dimensión misma de la globalización. La gran frontera en ese sentido se convierte en fuente de lucha y controversia en el ámbito mundial.

 

Bibliografía

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Notas

1 Uno de los más grandes filósofos del siglo XX, Georges Bataille, sostiene que la formación de la humanidad tiene que ver con la diferenciación que el hombre establece con los animales a través del trabajo y más específicamente con la imposición de restricciones conocidas con el nombre de interdictos, que tienen que ver con la muerte y la sexualidad principalmente (Bataille, 1985:46). Estos primeros límites y prohibiciones serían el fundamento de las culturas y las civilizaciones, de ahí que los límites no se pueden levantar completamente bajo el riesgo de un retroceso a las formas animales de la existencia del hombre.

2 Los debates sobre un currículum integrado se han fortalecido dada la importancia que adquiere la interdisciplina en los campos del saber, la enseñanza y el aprendizaje (Torres, 1994:30).

3 En el terreno de la política y en particular de las transiciones se manifiestan las misma dificultades para remarcar nítidamente la diferencia entre la transición y la consolidación democráticas. Hay autores que hablan de fronteras borrosas por las dificultades metodológicas y empíricas para delimitar los objetos de estudio (Schedler, 2004:25-26).

4 Ulrich Beck sostiene que la globalización "significa los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios" (Beck, 1998:29).

5 Kant se presenta como uno de los exponentes más sólidos de la Ilustración que trató de empujar a la humanidad hacia la implantación de una ciudadanía cosmopolita:"... y aunque este cuerpo se haya todavía en estado de burdo proyecto, sin embargo, ya empieza a despertarse un sentimiento en los miembros, interesados en la conservación del todo; lo que nos da esperanza de que, después de muchas revoluciones transformadoras, será a la postre una realidad ese fin supremo de la Naturaleza, un estado de ciudadanía mundial o cosmopolita, seno donde pueden desarrollarse todas las disposiciones primitivas de la especie humana" (Kant, 1978:60-61).

6 Los estudios que visualizan una fetichización de las identidades son de variada postura política. Los hay en el mismo feminismo que encuentra cómo la cuestión de género se está reedificando (Fraser, 2000:56) y se da la crítica más radical que considera que la identidad cosificada se opone a la negatividad y a la revolución misma (Holloway, 2002:88).

7 Aunque pareciera que el nacionalismo se apoya más que nada en las raíces y abreva del romanticismo en realidad hay que considerar que la formación de los Estados nacionales se va a dar en el marco de la extensión de la racionalidad universalista. Kant, precisamente, había concebido que la fuente de la identidad moderna se encontraba en la razón que resulta común a todos los seres humanos (Gellner, 1998:118-120).

8 La definición que da Gellner sobre el Estado nacional en los términos de ser una comunidad con una cultura compartida es de las más indicadas (1998:20).

9 Huntington encuentra en los límites de las civilizaciones líneas de fractura, como les llama, ya que son fuente de conflicto constante y permanente. Al grado de que sostiene de una manera exagerada que esos choques de civilizaciones van a estar en el centro de las disputas internacionales (Huntington, 1998:22).

10 En los estudios sobre América Latina, cabe destacar la obra de García Canclini quien precisamente define la cultura latinoamericana por la hibridez y el abigarramiento de las temporalidades (García Canclini, 1990:14-15).

11 Maffesoli se ha dedicado a estudiar el nomadismo contemporáneo con acuciosidad: "la vida errante se encuentra entre esas nociones que, además de su aspecto fundador de todo conjunto social, traducen convenientemente la pluralidad de la persona y la duplicidad de la existencia. Expresa también la revuelta, violenta o discreta, contra el orden establecido, y da una buena clave para comprender el estado de rebelión latente en las jóvenes generaciones, cuya amplitud apenas comienza a entreverse, y de la cual no se han terminado de evaluar sus efectos" (Maffesoli, 2004:15).

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