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Estudios fronterizos

versión On-line ISSN 2395-9134versión impresa ISSN 0187-6961

Estud. front vol.3 no.5 Mexicali ene./jun. 2002

 

Artículos y ensayos

 

El medio ambiente en la frontera México-Estados Unidos: ¿Las ONG ambientalistas, nuevos actores sociales?

 

Miriam Alfie Cohen*

 

* Profesora-Investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana- Azcapotzalco. Correo electrónico mac@correo.azc.uam.mx y malfie@tutopia.com

 

Resumen

El artículo destaca el papel que las Organizaciones no Gubernamentales han desempeñado frente al deterioro ambiental en la región fronteriza que compartimos con los Estados unidos. El propósito es mostrar los alcances y los logros, así como los retos y las metas de estos nuevos actores sociales. Si coincidimos en que el deterioro ambiental es uno de los asuntos globales, que se presenta como preocupación inminente tanto en los países del Norte como en los del Sur, la frontera México-Estados Unidos es un excelente laboratorio de pruebas para comprobar no sólo la existencia y acción de nuevos grupos y sujetos sociales, sino también poner en la mesa de discusión el deterioro, caos y peligro ambiental de la región compartida con los Estados Unidos.

 

Abstract

This article highlights the role played by the ONG'S in front of the environmental damage in the border region, which we share with the United States. Its objective is to show the scope and the achievements, as well as the challenges and the goals of these new social actors. If we agree about the environment damage is one of the global issues, presented as an critical concern both for the Northern countries as for the Southern countries. The Mexico-United States borderline is an excellent test laboratory to verify not only the existence and action of new groups and social individuals, but also to bring to a discussion table the damage, chaos and environment dangers of this region shared with the United States.

 

Introducción

Durante varias décadas se pensó que la preocupación por los problemas ambientales eran propios de los países con mayor desarrollo político y económico. Este estereotipo fue fomentado a partir del auge de la concepción postmaterialista, la cual argumentaba que al no tener serios rezagos materiales, la población de estos países centraba el foco de sus movilizaciones en valores que referían a la esfera de la reproducción social. Los valores postmateriales emergieron en la era de la guerra fría cuyas características son el auge económico y la seguridad física. Entre estos autores puede citarse a: Clauss Offe, Hugo Zemmelman y Roland Inglehart. "De otorgarle la mayor prioridad a la existencia física y a la seguridad existe un cambio de énfasis que pone la llaga en la auto-expresión y la calidad de vida." (Inglehart, 1990:66).

El auge de los partidos verdes, los movimientos antinucleares y el cuidado del medio ambiente son tan sólo tres vértices del furor que ha cobrado la problemática en el ámbito de los valores postmateriales. Sin embargo, esta postura ha sido ampliamente criticada no sólo desde los países en desarrollo sino también por teóricos y políticos (Brechin, Kempton, Sassen). Para ellos, la visión post-material anula cualquier tipo de incidencia de los países emergentes en la toma de conciencia, en el combate o la solución de los problemas ambientales. Así, si hacemos un recuento de los nuevos datos que arroja el movimiento ambiental en el ámbito global encontramos:

Un auge de grupos de base (relacionados con su comunidad) en las economías emergentes. Acciones y organizaciones locales se han desarrollado ampliamente desde los años ochenta. Schneider (1988) estima que existen más de 100 millones de miembros de grupos y organizaciones ambientalistas de base en las áreas rurales de los países más pobres. La degradación ambiental combinada con la poca fe en la ayuda real que sus gobiernos pueden otorgarles, ha forzado a diferentes actores sociales a tomar los problemas en sus manos para proteger su salud y la de su familia. Estas acciones descentralizadas, muchas veces son espontáneas y sugieren que existe, en el Sur, un considerable apoyo en la defensa del medio ambiente.

Por otra parte, en los últimos años se han registrado acciones conjuntas entre los grupos del Norte y los del Sur, lo que ha dado lugar a infinidad de experiencias que han permitido a los grupos del Sur obtener financiamiento y legitimidad internacional. Para Buttel (1992) el ambientalismo es una nueva construcción ideológica que está relacionada con la particular dinámica global. El Norte y el Sur quedan unidos bajo esta nueva lógica, pero con distintos significados e intereses.

Las encuestas de opinión. Los valores ambientales han cambiado, muestra de ello son los resultados arrojados en dos encuestas internacionales. La primera elaborada por Louis Harris and Associates de 1988 y 1989. Allí se entrevistaron a 7, 928 personas y 752 líderes de 16 países. La segunda la condujo George H. Gallup International Institute en 1992, entrevistó a 22,000 personas de 22 países con una muestra representativa de toda la población mundial y todos los continentes. Ambas encuestas demuestran que el nivel de preocupación por los problemas ambientales en los países en desarrollo es muy alto. Por ejemplo la República de Corea, Polonia y México consideraron muy serios los asuntos ambientales en cada uno de sus países. En cuanto a la contaminación del aire, Polonia, Uruguay y México son los tres países que muestran una seria preocupación por este asunto. De igual manera, los ciudadanos de 5 de 8 economías emergentes (Brazil, Chile, México, Turquía y Uruguay) están preocupados por la pérdida de la biodiversidad. Si revisamos las listas sobre el calentamiento global, la deforestación y el agüero de ozono, México figura siempre en los primeros lugares de las listas (Brechin et al., 1994: 249-257).

Dependiendo de la pregunta cada país mostrará mayor o menor inquietud por determinado asunto ambiental. Sin embargo, destaca que sean países en desarrollo los que muestren mayor persistencia en estos hechos. El interés por los problemas ambientales no es particular de los países del Norte, la encuesta Gallup demuestra todo lo contrario. Podemos entonces aventurar que el ambiente no es una preocupación de ricos o pobres, materialistas o postmaterialistas, hoy la problemática ambiental abarca un rango global. Si bien es cierto que la preocupación ambiental nace tardíamente en los países del Sur ello no demerita la intensidad de las acciones, las formas de organización adoptadas y las experiencias acumuladas en diferentes países y regiones.

El ambientalismo en los países emergentes es resultado de varios fenómenos combinados que tienden a mezclarse : a) justicia ambiental y protesta social, combinación de nuevos con viejos movimientos sociales que buscan realinear intereses y unirlos a nuevas causas; b) difusión en los medios de comunicación de los valores ambientales, el auge de la globalización expande los mensajes, además la cultura urbana, la mayor información adquirida en universidades, los viajes, la Internet, etcétera. han dado lugar a una mayor conciencia de que todas las especies tienen derecho a existir; c) observación directa del cambio y degradación ambiental, los asuntos ambientales y su deterioro son un asunto que se vive de manera cotidiana, se ven, se respiran y se beben; d) procesos institucionales, nuevas leyes e instituciones que nacen para resguardar el medio ambiente y e) el medio ambiente cobra ahora una dimensión más material, pues ya no se trata de buscar el mejor equipo para controlar la contaminación. Los problemas ambientales van ligados al modo de crecimiento económico adoptado, la protección ambiental implica desarrollo.1

La preocupación ambiental no está ligada a núcleos de poder, de elite o países del Norte, se demuestra que ésta cruza el límite local y nacional y se convierte en un asunto global. El ambientalismo emerge de múltiples factores que se conjugan, mezclan y dan lugar a infinidad de posibilidades. La explosión del deterioro ambiental ha suscitado en los países del Sur infinidad de organizaciones, grupos, individuos e instituciones preocupadas por el medio ambiente (McCormick, 1999).

Nos interesa destacar el papel que las organizaciones no Gubernamentales han desempeñado frente al deterioro ambiental en la región fronteriza que compartimos con los Estados Unidos, con el fin de mostrar los alcances y logros, así como los retos y metas por seguir de estos grupos. Si coincidimos en que el deterioro ambiental es uno de los asuntos globales que requieren solución pronta. La frontera México-Estados Unidos es un excelente laboratorio de pruebas para comprobar no sólo la existencia y acción de nuevos grupos y sujetos sociales, sino también poner en la mesa de discusión el deterioro, caos y peligro ambiental de la región compartida con los Estados Unidos.

 

Deterioro Ambiental: ¿el principio del fin?

El interés por los asuntos ambientales fronterizos nace del deterioro permanente al cual ha estado sometida la región, ello no sólo se debe a la escasez de ciertos recursos naturales como el agua, a la puesta en peligro de ciertos ecosistemas o la probable extinción de especies. Cuando se analiza el deterioro ambiental hay una relación estrecha entre crecimiento y medio ambiente. La importancia del estudio del medio ambiente plantea la relación naturaleza-sociedad, la separación de este binomio ha dado pie a valorar ciertos aspectos del crecimiento económico frente a la permanente y constante degradación de nuestro entorno físico (Dryzek, 1997). Es por ello que el dilema ambiental tiene su planteamiento fundamental en las relaciones creadas entre desarrollo y medio ambiente. Los procesos de destrucción ecológica más devastadores, así como la degradación socio-ambiental, son resultado de prácticas inadecuadas que dependen de patrones tecnológicos y de consumo que junto con un modelo de crecimiento depredador maximiza ganancias económicas en corto plazo, revirtiendo sus costos sobre los sistemas naturales y sociales (Alfie, 1998: 67).

Los acelerados ritmos de industrialización puestos en marcha en la frontera norte desde 1965 con el programa maquilador han sido un catalizador de las condiciones ambientales que hoy presenta la región fronteriza. El crecimiento acelerado de las ciudades mexicanas de la franja fronteriza es resultado del auge de la industria maquiladora. A finales de 1995 existían en México 2,139 industrias maquiladoras de exportación, el 42% se encontraban en Baja California, el 21% en Chihuahua y el 13% en Tamaulipas. Juárez y Matamoros presentaban un mayor promedio de empleados por planta maquiladora, mientras Tijuana poseía el mayor número de establecimientos, pero el menor promedio de empleados por planta.

Entre 1990 y 1995, los estados fronterizos mexicanos absorbieron en promedio el 70% de los establecimientos maquiladores de exportación de toda la república y el 72% del personal ocupado en esa actividad. El crecimiento de la industria maquiladora, en esos años, en los municipios de Tijuana, Ciudad Juárez y Matamoros produjeron casi el 50% de valor agregado del total nacional y generaron 46% de las utilidades registradas en la información censal. El número de personal mexicano contratado en la industria maquiladora se incrementó de 70,000 personas en 1976, a 500 mil en 1990. Para el otoño de 1995 era la única rama productiva que había crecido en un contexto de crisis económica nacional. Entre enero y octubre de 1996, la industria maquiladora de exportación generó 78,149 empleos directos entre nuevos proyectos y ampliación de los ya existentes. De esta manera, los trabajadores ocupados en este sector sumaron 867,164; 9% más que a principios de año. Sólo en octubre de ese mismo año se crearon 11,324 empleos en 45 nuevas empresas y proyectos que se ampliaron (Alfie y Mendez, 2000: 93).

Este amplio crecimiento de inversiones, empleos y establecimientos funcionó como polo de atracción de constantes migraciones de áreas urbano-marginadas y rurales del centro y sur del país en busca de nuevas oportunidades. Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez han concentrado los flujos de migración al ser los sitios de mayor crecimiento económico. Estas migraciones tienen un doble incentivo, uno quedarse en las ciudades fronterizas y contratarse en la industria maquiladora, o cruzar a los Estados Unidos en busca de mejores salarios (poco más del 25% de toda la migración ilegal pasa por el municipio de Tijuana). Las constantes migraciones y el crecimiento natural de la población (con excepción de Ciudad Juárez, la población del resto de los municipios fronterizos crece a tasas muy altas que varían entre 2.3 y 2.9% anual) han acentuado los graves problemas de infraestructura y servicios públicos de los diversos municipios.

La región fronteriza presenta un fuerte rezago en vivienda, educación, salud y servicios. En 1990, un poco más de medio millón de personas que habitaban los municipios de la frontera mexicana, no tenían acceso a redes municipales de agua. En el mismo año, casi un millón de personas tampoco tenían acceso a redes del drenaje municipal. Para 1995, en Ciudad Juárez existía un déficit real de aproximadamente 35,000 viviendas. Los deficientes servicios y la carencia de infraestructura se enfrentan a las constantes migraciones y a las demandas de la nueva población, lo que ha dado lugar a una infinidad de asentamientos irregulares y pésimas condiciones de vida que merman la salud de los habitantes de la región y agotan la capacidad de soporte de las ciudades fronterizas. 2

Un factor adicional a esta situación es la generación de desechos tóxicos producidos por la industria maquiladora. No existe un control de manejo y disposición final de los mismos. Los residuos tóxicos peligrosos, los sólidos urbanos y los derrames en agua y drenaje son tratados de la misma manera, por lo general no hay acondicionamientos físicos, no se reciclan y en contadas ocasiones se envían de vuelta al país de origen. La mayoría de las maquiladoras no contemplan el manejo y la disposición final como internalización de costos, no existe una legislación estricta y no contamos ni con recursos humanos ni materiales para disponer, convenientemente, de ellos. El 85% de la contaminación ambiental, las descargas de productos químicos tóxicos en los sistemas de desagüe y en las vías acuáticas, así como los desechos de productos químicos en los tiraderos de basura son producto de la industria maquiladora (Sánchez, 1991: 9).

Los residuos tóxicos y peligrosos generados por la industria maquiladora, representan un serio problema de salud pública en las diferentes zonas de la región fronteriza. Se puede decir que existen dos tipos de riesgos: a) los provocados a los trabajadores y b) los que tienen un efecto en la población en general. Si bien en un principio la industria maquiladora concentró su producción en el ensamblado de productos electrónicos (24%), para 1998 tenía ya una diversificación en las áreas de producción, cubriendo desde la electrónica, las auto partes, los plásticos, los muebles y la industria química, cada una de éstas contaminan y producen diversos residuos, destaca la industria química por sus altos niveles y peligrosidad (Tiefenbacher, 1998). 3

La falta de control de residuos y descargas en el drenaje municipal y en el agua, el descubrimiento de confinamientos clandestinos en colonias populares, la acumulación de desperdicio y basura en los patios de las empresas (95% de ellas carecen de depósitos), así como el incinerado de basura a cielo abierto, han puesto en tela de juicio a la industria maquiladora y sus formas de producción y contaminación en la región. En 1988 sólo 30 de 1300 maquiladoras regresaban sus residuos peligrosos al país de origen y en los últimos diez años han generado 8000 toneladas de desechos tóxicos.

Lo cierto es que ante esta situación existen pocas empresas que utilicen el reciclaje y confinamiento, falta un inventario serio de desechos, emisiones y niveles de toxicidad, aunado a ello la mayoría de las veces se desconoce el destino de los residuos tóxicos (70%). Un factor adicional es la diferencia de estándares de diversas dependencias ambientales lo cual provoca serios problemas. El punto clave es de legislación, aun cuando existe claridad en el depósito y disposición final de los tóxicos, la puesta en marcha de estas disposiciones es casi nula. La tendencia de esta situación se ha incrementado en los últimos diez años, la generación de residuos, su confinamiento y exposición son un elemento esencial en el deterioro del medio ambiente fronterizo (González Márquez, 1997).

La falta de recursos, la carencia de una infraestructura adecuada y una política ambiental laxa, hacen que nuestro país no tenga la capacidad de garantizar niveles aceptables de condiciones de seguridad y protección al ambiente, la salud de los trabajadores de estas industrias también queda en entredicho. El incremento en el uso de sustancias como la acetona, el tolueno, el di cloro, el etano, etcétera, en los procesos productivos de estas industrias han contribuido de manera directa al deterioro de la salud de los trabajadores y las comunidades aledañas a las empresas, los trabajadores desconocen los materiales con los cuales trabajan y las consecuencias que éstos pueden provocar a su salud, con lo que el derecho a saber no se practica (Tiefenbacher, 1998: 55-77) y (Sánchez, 1990a: 305-330).

Analizar de manera detallada el panorama ambiental fronterizo nos conduce a enlistar una serie de problemas que cubren un amplio espectro: desde la contabilidad y el uso de los recursos naturales, el cuidado a ecosistemas, la generación de desechos tóxicos, el crecimiento exponencial de la población de las ciudades fronterizas, la pobre urbanización, la escasez de servicios públicos, los bajos presupuestos municipales, hasta analizar la capacidad de soporte de las principales ciudades, la salud y la calidad de vida de los habitantes de la región, la percepción sobre los problemas ambientales, la participación social y el derecho ambiental, entre otros.

Aun cuando la lista es amplia lo cierto es que el intenso crecimiento de la población ocurrido desde los años cuarenta y la expansión industrial de las últimas dos décadas, unidos a un medio físico semidesértico (oeste de la frontera) provocaron un fuerte impacto ambiental, un desgaste de los medios naturales y delicadas condiciones ambientales. Si bien la maquila abatió los índices de desempleo, promovió inversiones y aumento la planta productiva. El crecimiento exponencial de la población, la falta de urbanización para recibir a una enorme cantidad de inmigrantes del centro y sur del país, la laxa legislación ambiental, y la falta de infraestructura tanto de las empresas como de los gobiernos locales provocaron un crecimiento económico que se desligó del uso adecuado y finito de los recursos naturales y arrojó infinidad de sustancias al aire, agua y suelo, originando graves desafíos y retos ambientales para México y los Estados Unidos.

Es a partir de los años ochenta que la situación ambiental en la región fronteriza cobra una dimensión binacional. La atención de los problemas medio-ambientales en la agenda de ambos países deriva de las demandas de las comunidades fronterizas (Tratado de la Paz, PIAF, Acuerdos Paralelos, Frontera XXI). La degradación ambiental provocó no sólo desgaste en el lado mexicano, los efectos del deterioro empezaron a visualizarse en el lado estadounidense. El modelo de crecimiento adoptado, aunado al explosivo crecimiento demográfico y a un uso inadecuado de los recursos fueron evidentes hacia principios de los años ochenta. El aumento de la contaminación en los ríos fronterizos por residuo de aguas urbanas, los desastres en Coronado Beach, la contaminación de cuencas atmosféricas provocada por las compañías dedicadas a fundir metales, ladrilleras, cocinas a cielo abierto y fuentes móviles y los residuos tóxicos y basureros clandestinos encontrados a lo largo de la frontera fueron evidencias del modelo de crecimiento adoptado que ahora los estadounidenses también tienen que enfrentar.

Aunque son las ciudades fronterizas mexicanas y sus habitantes las que han soportado con mayores deficiencias el peso del deterioro ambiental, éste es evidente también para las comunidades estadounidenses. El modelo de crecimiento adoptado benefició a un amplio sector, propició grandes intercambios comerciales, generó plantas matrices y plantas ensambladoras, aumentó y modernizó vías de comunicación e infraestructura carretera, se generaron amplias ganancias, pero al mismo tiempo este modelo impuso una fragilidad ambiental en la región que no sólo ha puesto en jaque a varios ecosistemas, sino que hoy representa un serio problema de salud y calidad de vida también para los estadounidenses. Entre los principales problemas ambientales que comparten mexicanos y estadounidenses destacan: el mal uso y agotamiento del agua, la contaminación del aire, la disposición final de desechos tóxicos y los riesgos a la salud y la calidad de vida de los habitantes de la región.

Los problemas ambientales no tienen fronteras, esta es una región que por sus propias características (industrialización, crecimiento poblacional, falta de recursos federales, uso inadecuado de recursos naturales, condiciones físicas, etcétera) está expuesta a un grave y constante deterioro ambiental. Fortalecer las instituciones binacionales existentes, establecer programas reales, esclarecer y tratar los verdaderos asuntos de relevancia ambiental, enriquecer nuevos espacios, fomentar la organización de ambas comunidades, aumentar el financiamiento a gobiernos locales y ampliar la influencia en los medios de comunicación son factores clave en la posible construcción de una nueva agenda bilateral de medio ambiente.

Especial atención en nuestro análisis cobran los grupos ambientalistas, las ONG y las redes que se han conformado a partir de la observación, el análisis y las vivencias de las condiciones ambientales en la frontera. Destacar sus acciones, sus relaciones con otros sectores, sus objetivos y metas se convierte en un punto nodal de análisis. Si los primeros afectados por las condiciones de deterioro ambiental son los habitantes de la región definir sus organizaciones, profundizar en sus discursos y comprender sus tácticas y estrategias son clave en el desenvolvimiento de la situación ambiental fronteriza.

 

El medio ambiente en las relaciones México-Estados Unidos

Establecer cuál ha sido el papel que las ONG ambientalistas han jugado en la frontera norte de México nos remite no sólo a profundizar en la concepción y categoría de frontera, sino también adentrarnos a la problemática ambiental fronteriza y a la influencia que diversos grupos estadounidenses han ejercido en la conformación e identidad de ONG mexicanas, ello no debe dejar de lado la problemática interna de cada una de las regiones, las características de cada zona, su infraestructura, las condiciones naturales, así como la cultura política, la organización y la participación social. Elementos clave que nos permitirán establecer los cambios que las ONG ambientalistas en la frontera norte han ido presentando. Sabemos que ello requiere de un estudio detallado y profundo, nuestra intención es esbozar algunos elementos que pueden servir de medio para iniciar una investigación comparativa entre estas diversas organizaciones.

La frontera que comparten México y los Estados Unidos es un espacio complejo que pone en relieve las diferencias y las formas de complementariedad entre economías del Norte y del sur, máxime cuando los intercambios comerciales, humanos y culturales son experiencias que se viven de manera cotidiana. Dichos intercambios obligan a la negociación permanente, fortalecen los vínculos y recrean el espacio regional. Hablar de frontera no es sólo referirse a límite o territorio, ésta tiene que ser entendida bajo el concepto de región, el cual engloba problemas comunes en zonas geográficamente muy parecidas. Habitantes que comparten un territorio determinado con un conjunto de símbolos y significados que les confiere una identidad propia, pese a estar divididos por una línea política. En palabras de Frank Moulert : "la región no es tanto una categoría espacial, es una derivación lógica de fenómenos regulares y recurrentes e incluye ambos actores y materiales que de ella brotan, así como sus intercambios. Por tanto, el sistema social de cualquier región implica conflicto y competencia" (Rosenthal, 1986: 7-8).

Es evidente que la región fronteriza que comparten México y los Estados Unidos se presta para establecer diversos tipos de negociaciones, pero también es generadora de múltiples conflictos. La frontera es una región viva, cambiante y conflictiva donde se comparten problemas comunes pero en dimensiones distintas. Espacio geográfico, ambiental y cultural que da lugar a una relación complicada y asimétrica que se pone en juego todos los días. La frontera México-Estados Unidos ha sido foco de innumerables investigaciones, destacan hoy dos corrientes en relación con la problemática ambiental. La primera tiene como sello la colaboración y la constante solución de conflictos en un panorama de integración permanente. La segunda marca el conflicto como rasgo primordial de la problemática ambiental fronteriza y los distintos obstáculos a los cuales se enfrenta.

La primera corriente plantea que a partir del auge que cobra la globalización las regiones fronterizas se convierten en polos dinámicos de crecimiento económico, pues en ellas se logran abatir los costos que provocan los intercambios transnacionales y se obtienen ventajas económicas relevantes. Vista desde esta línea de investigación las regiones fronterizas pueden ser entendidas como áreas de colaboración cinegética en el contexto de un incremento de la competencia internacional. Áreas de colaboración de mutuo beneficio. Al intensificarse la competencia económica las regiones fronterizas están forzadas a enfatizar los lazos de cooperación trasnacional con el fin de mantener las ventajas comparativas y su viabilidad económica. Para esta corriente la frontera México-Estados Unidos es un claro ejemplo de cómo a través del tiempo este espacio pasó de ser hostil, asimétrico y conflictivo a una región donde la línea divisoria es casi invisible y donde los procesos de integración se incrementan y los conflictos tienden a desaparecer (Ganster, 1997: 8-9).

Para Paul Ganster la interacción y la interdependencia entre comunidades fronterizas de los Estados Unidos y de México son sólidas. Los esfuerzos en el ámbito local han podido resolver algunos problemas transfronterizos. Este progreso del regionalismo ha podido desarrollarse a pesar de las terribles asimetrías socioeconómicas que caracterizan la frontera. Para este autor las regiones fronterizas son la fase intermedia entre dos vecinos distintos, que por necesidad deben cooperar uno con otro. La frontera México-Estados Unidos es vista como una zona de eventual integración.

Es bajo este crisol en el cual puede leerse también los problemas ambientales de la región fronteriza. Por un lado, puede argumentarse que es a partir de 1983 y el Tratado de la Paz cuando de manera conjunta por los dos gobiernos se reconoce el terrible daño y deterioro ecológico que la región fronteriza presenta. La firma de los Acuerdos Paralelos de Medio Ambiente, la conformación de la COCEF y el NADBANK y los lazos entre diversas ONG mexicanas y estadounidenses nos hablarían de un alto grado de compromiso y colaboración entre gobiernos y sociedad civil para resolver los severos problemas ambientales que afectan a las comunidades locales en ambos lados de la frontera. En esta primera corriente se insertan una serie de trabajos entre los que se pueden mencionar a Mumme (1994), Ganster (1997) y Herzog (1999), los cuales destacan el papel primordial del Tratado Trilateral de Libre Comercio en el fortalecimiento de la solución de los problemas ambientales en la región fronteriza.

El crecimiento urbano e industrial de la región no sólo pone en contacto a dos economías diferentes sino que también se comparten los patrones de asentamiento, las cuencas hidrológicas y los ecosistemas. De 1980 a 1990 se presenta un cambio profundo en las formas en que los gobiernos mexicano y estadounidense actúan sobre la problemática ambiental fronteriza. Se abren opciones de colaboración y planeación en donde las instancias intergubernamentales juegan un papel relevante en la solución de conflictos.

Por otro lado, la postura de Helen Ingram y Robert G. Varady (1996) establecen que la frontera México-Estados Unidos es un espacio donde dos naciones totalmente diferentes se confrontan. Los altos ritmos de industrialización, la expansión de la población y la degradación ambiental son terribles focos de alarma en la relación bilateral. La colaboración y cooperación en materia ambiental ha sido casi imposible, pues sólo se ha favorecido la elaboración de leyes y organismos que han servido de paliativos frente a una problemática aguda que implica ante todo al ser humano. Así, las cuestiones ambientales fronterizas presentan cuatro problemas fundamentales: a) se separan los problemas de las soluciones; varios asuntos locales no han sido solucionados de manera efectiva y eficiente destacan: la problemática del agua, la extinción de especies y el cuidado de ecosistemas; b) se crean oportunidades económicas perversas desde el punto de vista ambiental; la maquiladora ha aprovechado no sólo los recursos naturales escasos de la región sino que ha arrojado al medio ambiente infinidad de desechos tóxicos provocando serios problemas de salud pública; c) la construcción de políticas nacionales marginan los intereses de los habitantes fronterizos; por lo general el diseño de las políticas públicas sobre asuntos ambientales se da en Washington y el Distrito Federal, además de que el financiamiento a programas de construcción de infraestructura ambiental en la frontera proviene de los gobiernos federales; y d) existen barreras legales infranqueables para las organizaciones ambientalistas locales; las instituciones que nacieron del TLC han dado un foro limitado a las demandas que provienen desde grupos de base, éstos no tienen suficiente autoridad o control para decidir sobre acuerdos de cooperación que puedan negociarse, pues la política se sigue decidiendo en las altas esferas.

Dependiendo de la visión que se adopte los problemas ambientales fronterizos podrán ser analizados desde la óptica de la negociación, la bilateralidad y la integración; o por el contrario desde el conflicto, el poder y la contradicción. Desde nuestro punto de vista estos dos argumentos son llevados al extremo, la problemática ambiental fronteriza fluctúa entre estas dos visiones y hay etapas donde se vuelve álgida y complicada y otras en donde tanto los Estados como varios grupos provenientes de ambas sociedades se han unido en programas de cooperación y de compromiso mutuo. Por ejemplo, si tomamos al TLC como referente (1993) podremos observar que algunos grupos ambientalistas estadounidenses empiezan a buscar interlocutores en las organizaciones mexicanas, para juntos ejercer presión sobre sus gobiernos en la solución del deterioro ambiental fronterizo y la firma de acuerdos paralelos, posteriormente, exigieron la constitución de instituciones bilaterales que tuvieran la responsabilidad de atender la problemática ambiental (NADBANK y COCEF). En este caso hay un incremento tanto en los vínculos de cooperación gubernamental como también el acercamiento y colaboración de grupos binacionales no gubernamentales.4

Por otra parte, se encuentra el caso del embargo al atún mexicano el cual dio lugar a infinidad de protestas desde el gobierno mexicano y en el que ningún grupo ambientalista nacional apoyo las acciones de grupos protectores y ambientales estadounidenses. Las controversias desatadas por la relación comercio-medio ambiente son el detonante del conflicto no sólo entre los dos gobiernos, sino también en el ámbito de ONG. La asimetría, el conflicto y las relaciones de poder económico marcaron un largo periodo en el cual la defensa a los delfines funcionó como protección a los intereses del mercado.

Puede decirse que los procesos de cooperación entre México y Estados Unidos en materia ambiental son cíclicos. Desde nuestro punto de vista, el punto clave es que los problemas ambientales en la frontera son atendidos y puestos a negociación cuando éstos se convierten en focos rojos que alteran de manera visible y permanente a ambas comunidades o a una de ellas. (ASARCO, Triángulo gris, atún, TLC, etcétera) El asunto radica en que no se tiene una visión de largo alcance, se carece de proyectos y programas que modifiquen criterios y den lugar a propuestas concretas y viables. La prevención y la búsqueda de la sustentabilidad no son los postulados relevantes ni prioritarios. Las soluciones a los problemas ambientales de la frontera siguen estando impregnadas por la asimetría de poder que favorece a los Estados Unidos; y la diferencia de criterios, normas, valores y estándares relacionados de manera directa con la prioridad ambiental que cada uno de estos países tiene y su capacidad de invertir recursos económicos en la región fronteriza (Sánchez, 1990b).

 

El papel de las organizaciones no gubernamentales

"Una ONG es un grupo constituido por personas que se unen y comparten intereses, ideologías y afinidades culturales, fuera de los órganos formales del Estado. El término es usado en forma negativa para distinguir que las personas se organizan por sí mismas, fuera de la órbita estatal" (Chasek, 2000: 89). Las ONG son organizaciones políticas que surgen y operan fuera de las oficinas formales del Estado, y están enfocadas a cuestiones públicas, su dimensión trasnacional es uno de sus atributos más relevantes. Organizadas a través de las fronteras o proyectando sus esfuerzos sobre sus propios territorios, las ONG son "una visión desde ningún sitio", es decir una mirada desde ningún lugar geográfico en particular. Para Rosenau (1990) las ONG son actores libres de soberanía.

Si tratamos entonces de definir a las ONG ambientalistas(ONGA), estas son organizaciones dedicadas a proteger la calidad del aire, tierra y agua en el mundo, así como la continúa existencia y desarrollo de todas las especies. Las ONGA van de grandes a pequeñas, unas más burocratizadas que otras, y actúan en múltiples niveles, desde lo local, lo nacional, lo binacional o lo internacional. Actualmente, existen diez mil organizaciones no gubernamentales que trabajan en la protección del ambiente (Conca, 1996: 106-107). Algunas de ellas tienen más de un millón de miembros y presupuestos de hasta 200 millones de dólares, lo cual las convierte en un poder político y económico de suma importancia. Uno de los graves problemas al interior es que no existe la rendición de cuentas y no se sabe a ciencia cierta a quien representan. Sin embargo, han abierto canales de información, mostrando la degradación ecológica, publicitándola y trabajando para crear una nueva política ambiental.

Existe un interés global por la urgente necesidad de protección ambiental y cooperación en el ámbito global. Cuando los gobiernos nacionales y las organizaciones internacionales intensifican sus acciones en la solución de los problemas ambientales, las ONG empiezan a cobrar un papel relevante como actores entre las fronteras de los Estado-Nación. Las organizaciones no gubernamentales vienen a cambiar el comportamiento de los Estados, dan pie a nuevas fuerzas económicas y propician nuevas acciones sociales. Las actividades de las ONG no sólo están dirigidas al Estado sino también a organizaciones internacionales, corporaciones multinacionales, varios grupos locales y hasta individuos. Así se puede decir que las ONG ambientalistas actúan en tres niveles: a) frente al Estado, creando un espacio novedoso donde el cabildeo y la creación de nuevas instituciones especializadas cobra un lugar importante; b) ante la economía, se ha demostrado que los procesos económicos y los daños ambientales van de la mano; c) en el ámbito social, socializando los problemas ambientales y creando un discurso novedoso.

Las ONGA se enfocarán no sólo a tratar de modificar las políticas gubernamentales y las instituciones internacionales de protección al medio ambiente. Un aspecto central de su acción será tratar de establecer nuevos mecanismos en la producción que aseguren un proceso de industrialización menos contaminante. Máxime ahora cuando los procesos de producción, distribución, intercambio y consumo se incrementan a través de las fronteras y la economía mundial se encuentra en un proceso de amplia integración. Las ONG ambientalistas podrán forzar a los grandes consorcios a modificar prácticas contaminantes, renovar tecnología, respetar las normas de trabajo y buscar materiales no peligrosos, así como fomentar el reciclado y la disposición adecuada de los desechos tóxicos. Tienden a convertirse en la guía de las grandes empresas. Un aspecto central de la labor de las ONG es abrir un abanico en la acción social a través de la incorporación de nuevos sujetos al discurso ambientalista. El ambientalismo puede surgir como fuerza de cambio que interpele a diversidad de sujetos y juntos combatir el deterioro al cual el planeta se ve sujeto.

Las ONG han sido clasificadas de diferente manera: por sus actividades, por sus estrategias o por el tipo de función que realizan. Para Breitmeier las ONG ambientalistas son de dos tipos: a) las legales y b) prestadoras de servicios. Las primeras, son entendidas como una influencia al proceso de ajustes de la agenda política, educan al público, movilizan y organizan ciudadanos y fomentan el cabildeo en la toma de decisiones. Las segundas, son organizaciones dedicadas a ofrecer servicios a otras organizaciones o grupos.

Los límites a los cuales se enfrentan las Organizaciones no gubernamentales ambientalistas puede estar referido a tres causas: a) una falta de acuerdo científico sobre las causas y efectos del deterioro ambiental que no ha permitido generar políticas internacionales generales y ha orillado a los Estados a enfrentar de manera aislada los problemas; b) el alto costo de las transformaciones ambientales y las desventajas que ello acarrea a los presupuestos estatales y c) la carencia de recursos legales, las organizaciones no tienen fuerza sobre los Estados, se firman acuerdos y se sugieren compromisos pero se carece de una legislación internacional que obligue a cumplir los acuerdos pactados.

The World Directory of Environmental Organizations describe más de 2,600 organizaciones ambientalistas en 1996, pero hay grandes ONG que funcionan como paraguas de grupos pequeños y asociaciones. Desde nuestro punto de vista existen grandes diferencias entre las ONGA del Norte y del sur. Si nuestra intención es mostrar que ocurre en la frontera compartida con los Estados Unidos nos parece pertinente mostrar, a grandes rasgos, sus particularidades (cuadro 1).

 

ONG Ambientalistas. Estados Unidos y México. ¿Esperanza de Cambio?

Profundizar en el estudio de las ONG ambientalistas en la frontera requiere de un recuento de los diversos momentos por los que el ambientalismo ha cruzado al interior de Estados Unidos y México. Analizar cuáles son las grandes tendencias y los grupos que las comandan puede dar cuenta de cómo se han ido gestando no sólo las propias ONG fronterizas, sino sus temas de preocupación, sus redes, liderazgos y fines por alcanzar. Indagar en esta veta nos permitirá descifrar, con mayor precisión, los alcances y límites de las ONG ambientalistas en la región compartida con los Estados Unidos.

Las ONGA cobran importancia a partir de los años ochenta, es vital por tanto establecer cual era el panorama ambiental en el que éstas nacieron. Uno de los asuntos más candentes de los últimos años es la constante crítica a la cual se ha visto expuesto el movimiento ambientalista estadounidense, para algunos expertos éste dejo de tener presencia nacional desde 1970, para otros hoy es un movimiento moribundo pues ha perdido sus fundamentos morales. El asunto central versa en diferenciar a los diversos grupos a partir de una preocupación, la preferencia de una visión centrada en el hombre versus la preocupación centrada en la naturaleza. Aún cuando esta diferencia va marcar la identidad e ideología de los diversos grupos, existe un punto que es común a todos ellos. La mayoría de las asociaciones se auto-proclaman protectoras y restauradoras del medio ambiente natural y buscan cuidar a la especie humana —y otras formas de vida— de la degradación y la destrucción ambiental.

Existen tres corrientes ambientalistas: a) la tendencia dominante, b) los radicales y c) los conservacionistas. Los miembros de la corriente dominante son básicamente pragmáticos, persiguen el incremento de reformas y tratan de trabajar de manera sustancial para reducir la contaminación, conservar la energía y proteger la naturaleza haciendo cambios básicos en el sistema político y económico. Trabajan con el gobierno y los partidos políticos y aunque de vez en cuando luchan contra ciertos negocios e industrias, no los ven como sus enemigos permanentes. Esta corriente está conformada por: Sierra Club, Environmental Defense Fund, The Natural Resources Defense Council, The National Audbon Society, The National Wildlife Federation, The Wilderness Society y World Wildlife Fund. Greenpeace es un grupo muy interesante pues se encuentra entre la tendencia dominante y los radicales. Estas organizaciones han madurado y profesionalizado sus servicios. Algunas áreas se han burocratizado y presentan cierta fatiga institucional, se han convertido en organizaciones de negocios, con amplios presupuestos y oficinas, además de excelentes salarios y beneficios.

Los radicales son miembros de Earth First, activistas del movimiento Deep Ecology y varios grupos en el ámbito local, particularmente aquellos que luchan en contra de la contaminación toxica y nuclear y participan en el Environmental Justice Movement, ellos rechazan cualquier tipo de organización de tendencia dominante, son antigubernamentales y antiindustria. Pretenden cambios profundos en el sistema político y económico y la gran mayoría favorecen la protección de la naturaleza sobre el hombre. Cabe resaltar la importancia que las minorías étnicas han representado en los últimos años en la defensa de su propiedad y la salud frente a industrias contaminantes generadoras de desechos tóxicos y peligrosos. El movimiento NIMBY y LULU'S son claros ejemplos de cómo el medio ambiente adquiere un perfil de defensa de derechos civiles, en donde una de sus categorías eje es el racismo ambiental (Camacho, 1998).

Los conservacionistas incluyen miembros que defienden la pesca, caza y las grandes extensiones de tierra. Destacan los Duck Unlimited, The Nature Conservancy y el National Rifle Association. Son el ala derecha del movimiento, sospechan de las acciones gubernamentales y favorecen, decididamente, a la industria. Sus metas y logros los plantean a partir del sector privado.

Es evidente que de estas tres corrientes se desprenderán diversas visiones, organizaciones y grupos que defienden una particular manera de combatir los problemas ambientales. Es relevante destacar las acciones que a partir de 1990 efectuarán las organizaciones de base en los Estados Unidos, cuyos miembros están totalmente involucrados en los asuntos locales de su comunidad, porque su salud o la salud de su familia y su propiedad se encuentran en inminente peligro. No hay un número estimado de estas organizaciones y sus miembros. El Center for Health, Environment and Justice comandado por Lois Gibbs, trabaja con una red formada por más de 9000 grupos locales con membresías que van desde media docenas de activistas a cientos de participantes.

Un punto central en el análisis del ambientalismo estadounidense es el papel activo que han desempeñado diversas fundaciones para patrocinar grupos científicos en pro del ambiente o para rechazar algunas reformas legislativas que afectaban de manera directa a la industria. The Pew Charitable Trusts y otras fundaciones han obtenido un papel activo en la definición de la política ambiental, no sólo creando instituciones como el National Environmental Trust sino también enviando personal, diseñando las agendas y dando órdenes. Lo cierto es que una gran proporción del dinero de las fundaciones se destina a los grupos nacionales y organizaciones regionales más grandes y los grupos de base siguen obteniendo escasos recursos. Existe una gran mayoría de fundaciones conservadoras que ven a las leyes ambientales como los mayores enemigos de la libre empresa y el capitalismo. The Cato Institute, The Heritage Foundation y The Competitive Enterprise Institute han promovido al Movimiento de Uso Inteligente (Wise Use Movement) y los famosos derechos de propiedad ambos enemigos acérrimos del cuidado medio ambiental (Shabecoff, 2000: 29-49).

Es a partir de estas tres corrientes que se formarán y establecerán diversas ONG ambientalistas, con características propias, fines y metas definidos que acentuarán un papel más nacional o conformarán redes internacionales con otras organizaciones y grupos. El perfil de estas organizaciones estará dado por su concepción y defensa del medio ambiente, así como la definición de los principales problemas por combatir y los sujetos que pueden influir en el cambio. Antes de los ochenta, sólo encontramos un pequeño grupo de ONG conservacionistas estadounidenses que mantenían vínculos con las contadas ONG mexicanas dedicadas a la conservación y con algunos centros de investigación (Sierra Madre, Unidos para la Conservación, PRONATURA, FUNDEA, Unión de Grupos Ambientalistas y Centro de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México). El interés de algunas ONG estadounidenses en el establecimiento de áreas protegidas incrementó los lazos con ONG mexicanas, la academia y algunos contactos con gobiernos en distinto nivel.

Es a partir de 1985 que el número de ONG mexicanas ambientalistas se incrementó considerablemente. La formación de algunas de estas había sido impulsada por ciertas ONG u otras organizaciones del exterior. La formación de grupos y acciones sociales ambientalistas en México es resultado de las repercusiones del crecimiento de la población, el uso inadecuado de recursos naturales y, posteriormente, la puesta en operación de la planta nuclear de Laguna Verde, en el estado de Veracruz. Los grupos y organizaciones que surgen en esta primera etapa son pequeños, cerrados y, sobre todo, existe poca comunicación entre ellos, lo que de alguna manera frenó la posibilidad de uniones más fuertes y duraderas. La preocupación ambiental en nuestro país es relativamente reciente y las organizaciones que se formaron crearon numerosos círculos poco relacionados entre sí. Su preocupación en un inicio fue la ecología más que el ambientalismo.5

Se puede entonces distinguir dos grandes corrientes en las ONG ambientalistas mexicanas, una de corte más conservacionista donde la preocupación central es la naturaleza, el cuidado de las especies y los ecosistemas (PRONATURA y Fundación Mexicana para la Educación Ambiental) y otra, enfocada a problemas relacionados con la sustentabilidad, la relación hombre naturaleza y desarrollo-medio ambiente (Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio, Debase, Grupo de Estudios Ambientales)

Es en los noventa cuando el incremento de organizaciones, acompañado de un cambio en sus preocupaciones y una mayor organización de sus actividades son el reflejo de problemas concretos del deterioro ambiental mexicano. La unión de estos grupos en la Conferencia de Río en 1992, dio lugar a un fortalecimiento de varias ONG mexicanas y del papel que desempeñaron en la firma de la Agenda 21. Una buena parte de las ONG mexicanas evolucionó en su enfoque hacia una visión de desarrollo sustentable en cierne. Se tienen datos que para 1994 el número de ONG relacionadas con el medio ambiente en México era de 674, la mayoría de ellas concentradas en el Distrito Federal, Puebla y Yucatán. Es claro que a principios de los noventa varias ONG ambientalistas mexicanas recibían fondos de ONG del exterior, fundaciones estadounidenses y europeas privadas o con vinculaciones partidistas, así como también ayuda y apoyo de instancias gubernamentales estadounidenses, tanto federales como estatales (Ford, MacArthur, Hewlett, etcétera).

Hemos destacado que es desde 1983 cuando empieza a ver una experiencia más cercana entre grupos ambientalistas fronterizos. Los casos del famoso triángulo gris, la pesca de delfines, pero sobre todo el reconocimiento de la necesidad de limpiar la frontera común, hace que varios grupos estadounidenses empiecen a buscar a sus contraparte mexicana. Es en estos años cuando existe un auge de grupos ambientalistas locales en el sur de los Estados Unidos cuyo activismo se intensificó en la medida en que se profundizaron los problemas ambientales fronterizos. Los Acuerdos de la Paz reconocen, a partir de la presión ejercida por varios grupos estadounidenses a sus representantes, la necesidad de mantener limpio el ambiente fronterizo.

En los años noventa, los grupos ambientalistas estadounidenses defendieron el tema de protección ambiental vinculándolo a la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Las ONG estadounidenses se dividieron a partir de las estrategias por tomar, algunas optaron por el condicionamiento al tratado con el fin de obligar a México para que éste mejorará sus estándares y condiciones ambientales, destacan: National Audbon Society, National Wildlife Federation, Natural Conservancy y Natural Resource Defense Council que se aliaron con grupos mexicanos como el Grupo de los Cien, el Instituto Autónomo de Investigaciones Ecológicas, Pronatura, la Fundación Mexicana para la Educación Ambiental y la Unión de Grupos Ambientalistas. El tema central de discusión entre los dos bandos fue la migración de industrias con procesos "sucios" hacia nuestro país y como consecuencia la reducción de los niveles de protección ambiental en Estados Unidos. Además se temían por el incrementó de problemas ambientales fronterizos, no sólo de contaminación sino de posible presión de los escasos mantos acuíferos en la zona y la depredación de ecosistemas mexicanos.

El segundo bando que se oponía a la firma estuvo comandado por: el Sierra Club y Friends of the Earth los cuales crearon varios grupos paraguas entre organizaciones intersectoriales el Alliance for Responsable Trade y Citizens Trade Campaign. Estas coaliciones buscaron aliados del otro lado de sus fronteras, para poder tener mayor información y así utilizarla versus el Tratado y también poder ejercer presión sobre los tres gobiernos firmantes. El apoyo mexicano no se dio a través de las grandes centrales, fueron ONG, pequeños grupos e individuos los que apoyaron las demandas. La Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio, Debase y Grupo de Estudios Ambientales apoyaron con acciones directas la negativa a la firma del Tratado. En este contexto van a nacer importantes redes ambientales México-Estadounidenses como el Border Ecology Project, Red Binacional del Medio Ambiente y la Southwest Network for Environmental and Economic Justice grupo que promueve la cooperación y las redes entre organizaciones de base frente al racismo ambiental. Bisbee Arizona, Texas Center for Policy Studies, Bioconservación A.C. y la Red Fronteriza de Salud apoyaron estos proyectos. Aún cuando no se logró revocar la firma del TLC este cúmulo de experiencias sirvió de plataforma para la labor que estos grupos ejercieron en la frontera compartida (Torres, 1998) y (Alfie, 1995).

La unión de grupos frente al TLC abrió un panorama innovador, donde diversas organizaciones confluyeron y dieron oportunidad a nuevas formas de hacer política, a infinidad de sujetos que planteaban problemas concretos sobre las formas de desarrollo adoptadas en la región fronteriza, a mostrar los terribles problemas de escasez de agua, malos servicios, falta de planeación urbana y el constante y permanente deterioro de la región compartida. Por ello, esta experiencia fungió como una esperanza y una doble oportunidad; la organización de grupos y ONG, la combinación de tácticas y culturas políticas de símbolos diversos pero que compartían un espacio común y la posibilidad de transformar el medio ambiente fronterizo. El gran éxito de esta etapa puede leerse a través de la conformación del NADBANK y la COCEF. Instrumentos pensados para coordinar y captar fondos para la limpieza ambiental de la frontera, apoyar a las comunidades de ambos países y ejecutar proyectos de infraestructura bajo el marco legal que el TLC proporcionaba. La esperanza se abrió, surgieron así diversos grupos ambientales que se dedicaban a diversas tareas desde la promoción del desarrollo hasta la educación ambiental. Fundamental, en este momento, va hacer el financiamiento del exterior que varios de ellos recibirán de diversas fundaciones. Los vínculos de ONG México-estadounidenses alcanzan el punto más alto en estos años (1993—1996) son localistas; es decir, actúan localmente y piensan globalmente. Defienden el binomio región-binacional; la región ocupa un lugar relevante en sus demandas. Los problemas fronterizos dejan de ser una preocupación aislada de grupos nacionales y adquieren un carácter binacional. Tienen prácticas híbridas; combinan formas culturales y políticas que inundan el espacio público e instauran nuevas formas de ver y hacer política. Intervienen infinidad de actores con diversos intereses; abren posibilidades de una participación social más amplia. Sus contenidos abarcan diferentes temáticas; pretenden la defensa de modos de vida ligados al medio ambiente.

Es en estos años cuando van a crecer en un número muy alto diversas organizaciones binacionales ambientalistas, no sólo por el impulso que lograron con su actuación frente a la firma del TLC, sino porque varios grupos verán en la defensa ambiental la posibilidad de ligar a él sus temas, obtener financiamiento de ONG extranjeras o fundaciones y poder influir en la toma de decisiones en la esfera pública. Muchas de ellas, seguirán con una labor de promoción de desarrollo ampliamente influidas por las organizaciones eclesiales de base, otras evolucionarán a posturas políticas más complejas, pero cabe resaltar que esta etapa se destaca por la creación de grandes redes binacionales integradas por infinidad de grupos y tendencias que funcionan como organizaciones paraguas y obtienen una gran cantidad de recursos. Destacan: La Alianza Binacional Ecologista del Bravo, Southwest Organizing Proyect for Environmental Justice, Coalición Pro-Justicia de las Maquiladoras, Binational Health and Environment Coalition, The Northen Sonora-Cochise County Binational Health County, Maquiladora Health and safety Network, Arizona Border Ecology Proyect y The International Sonora Desert Alliance (Alfie, 1998).

Si bien este momento es de gran auge y conformación de conglomerados importantes, los avances no se continuaron, éstos se silenciaron en una inercia donde la heterogeneidad, la fragmentación y la diversidad de la sociedad civil no pudo encontrar un proyecto que aglutinará las demandas ambientales. En estos años las propuestas a la COCEF quedaron sólo en papel, el ejercicio del presupuesto de NADBAN fue mínimo, asuntos que desmotivaron, de manera fundamental, a diversas organizaciones no gubernamentales que confiaron en los cambios institucionales. El trámite para la aprobación de proyectos de infraestructura en apoyo a un proyecto ambiental de cualquier grupo o comunidad a través de la COCEF implica una inmensa fila de pequeñas solicitudes, aprobaciones y alta burocracia. Cabe resaltar que de 1997-2000 se presenta un impasse en las organizaciones, grupos y asociaciones que puede estar ligado a la incapacidad de los organismos e instituciones nacidos del TLC para canalizar demandas e iniciar proyectos de infraestructura.6

Las faltas institucionales, las pugnas entre organizaciones ambientalistas, la poca participación social y la cultura política son factores que de alguna manera juegan en la posible respuesta social. Los años que van de 1997 al 2000 no presentan apertura para un mayor número de organizaciones y menos una continuidad de acciones sociales. El deterioro ambiental y los altos índices de problemas de salud no garantizan, por sí solos, la participación y auge de la respuesta social. La falta de alternancia y la verticalidad en las decisiones son elementos todavía palpables en las organizaciones ambientalistas encontradas. Sus lazos con el exterior constantemente se modifican y la falta de vínculos entre ellas también las limita en sus financiamientos y oportunidades. Por ello, el movimiento impulsado y en auge de 1993-1996 entra en un periodo de calma, de restricción, de retraimiento y hasta de retroceso con relación a las propuestas e iniciativas ambientales fronterizas. El resultado, la falta de acciones permanentes del movimiento ambiental de 1997 al 2000, el aislamiento de sus organizaciones y el alto poder de sus líderes. Además, se nota constantes pugnas con las organizaciones estadounidenses que fuerzan a las ONGA mexicanas a reagruparse y buscar nuevos socios y fuentes de financiamiento.

En los últimos dos años se presenta una reagrupación de asociaciones y organizaciones ambientalistas mexicanas de la frontera. Éstas ya no se ligan exclusivamente a sus contrapartes estadounidenses (característica de los inicios de los años noventa) sino buscan la conformación de redes en el ámbito internacional con diversas preocupaciones y objetivos. Se pasa de un Think globally act locally a un think locally act globally, situación que tiene una relación directa con las demandas de los globalifóbicos frente a los organismos internacionales de comercio. Sus preocupaciones se centran: en problemas globales relacionados con la propuesta de un Acuerdo Comercial para todo el continente Americano y la identificación de asuntos vinculados con el deterioro ambiental, la salud y el trabajo como parte de los procesos productivos de los grandes consorcios trasnacionales.

El uso de internet se convierte en un arma clave de estas organizaciones. Claro, seguirán existiendo los grupos comunitarios, de base y los profesionales, lo interesante es la diversidad, heterogeneidad y multiplicidad de proyectos que se encuentran en la región. Un asunto evidente es que esta misma pluralidad hace que grupos aparezcan y desaparezcan como por arte de magia, sólo pocos de ellos han seguido una acción permanente durante estos años, y ello se debe en gran medida a las fuentes de financiamiento, a los contactos con organizaciones internacionales no gubernamentales y a los apoyos internos que estos grupos vayan creando y fortaleciendo.

Un asunto relevante en la permanencia del ambientalismo fronterizo tiene que ver con las condiciones propias de la región, la organización y participación social y el deterioro de las formas de vida ocasionado por los problemas ambientales. La participación social en la problemática ambiental surge de la tradición de grupos de base que se fueron profesionalizando, por la influencia de la organización binacional surgida del TLC. En realidad la mayoría de estos grupos no tienen como preocupación única la defensa del medio ambiente, ésta será un reclamo más de una lista infinita de problemas de la región como: migración, salud, maquiladoras, trabajo, vivienda, servicios públicos, etcétera. Muchas de las demandas de los grupos analizados (encontramos más de cien) se enfocan a una diversidad de problemáticas de corte local donde problemas como el calentamiento de la tierra, el agujero de ozono o el efecto invernadero ni siquiera son vistos o puestos en interrogantes y menos aún se tiene una respuesta frente a estas problemáticas globales. Sin embargo, todos ellos están sumamente preocupados por los problemas ambientales de su localidad y región. Es interesante que a lo largo de estos años de investigación sea evidente la falta de un discurso técnico-científico de los grupos ambientalistas mexicanos fronterizos, la gran mayoría carece de contactos con las universidades e institutos tecnológicos lo cual representa un fuerte handicap frente a sus contrapartes estadounidenses o internacionales.

Lo cierto es que hoy se presenta una imagen en movimiento, donde hay grupos consolidados y fuertes, pero también otros pequeños, débiles y enfermos. Lo que caracteriza a la región es la falta de tradición en movimientos y participación de largo alcance. La no-continuidad de proyectos, la no-permanencia de acciones cotidianas y el cansancio de sus líderes (pues no hay rotación) son serios problemas a los cuales las ONGA se enfrentan, mientras los problemas ambientales, de salud y de calidad de vida siguen creciendo en la región.

 

Conclusiones

Si bien es claro que la preocupación ambiental no es un asunto ligado al desarrollo económico o político, hemos dado cuenta que el enfoque, los modelos, las problemáticas y alcances son diferenciados en los países del Sur. México comparte una zona específica con los Estados Unidos, allí diferentes formas de vida, culturas políticas y perspectivas se enfrentan, se miran, se confunden y dan lugar a diversas maneras de percibir la realidad social. Si bien en un primer momento se generó, frente al problema medio ambiental, un híbrido político-cultural que permitió un auge importante de acciones y respuestas ambientalistas de dos sociedades diferentes, las cuales crearon instancias de apoyo e instituciones binacionales frente a los asuntos ambientales. El impasse político y social de los últimos años ha sumido a la organización social y a varias ONGA en una nueva lógica de reagrupamiento donde se pone en la mesa de discusión desde la organización y sus formas democráticas, hasta el financiamiento y las posibles donaciones.

Abrir este campo de investigación nos permite conocer qué sucede en un ámbito donde dos sociedades se confrontan, pero también pueden solucionar problemas comunes. El mayor reto es ¿cómo hacer que funcionen estas organizaciones binacionales en el contexto de la globalización? y de ¿qué manera establecer planes, programas e instituciones que funcionen en la recuperación del medio ambiente fronterizo?

Hasta ahora la organización social esta allí, presente. Sin embargo, la falta de continuidad, la no permanencia, las pugnas entre grupos, el handicap en sus discursos y la falta de fuentes diferenciadas de financiamiento siguen siendo factores que han frenado la cooperación binacional. Sólo enfrentando los problemas ambientales de manera conjunta podremos hablar de logros y éxitos en el combate al deterioro ambiental de la región.

Cabe señalar que existe una relación directa entre organización, presión y funcionamiento de instituciones, el resultado más evidente de esta conjunción de elementos fue la conformación de COCEF y NADBANK, es evidente que las constantes faltas burocráticas, los manejos lentos y la no puesta en marcha de financiamientos por estas dos instituciones dio lugar a una menor credibilidad y a un desencanto que cubrió a la organización social por un par de años. La dura experiencia de estos grupos, la no continuidad de planes y programas y la búsqueda de nuevos socios marcan hoy el camino de reagrupación y transformación de las ONGA fronterizas.

Es claro que una de las preocupaciones centrales de la región no es sólo un proyecto de inversiones continuas, sino la capacidad de exigir que estas inversiones cuiden y protejan el medio ambiente, reutilicen productos, amplíen el reciclado, fomenten una buena disposición final y establezcan programas que internalicen los costos ambientales, es allí precisamente donde la función de las ONG ambientalistas se convierte en punta de lanza de una nueva estrategia donde desarrollo y medio ambiente permanezcan unidos. Hoy hablar de crecimiento económico implica cuidado y protección al medio que nos rodea y del cual formamos parte.

La región fronteriza por sus condiciones naturales, las constantes migraciones, los bajos presupuestos federales, los escasos servicios públicos, los problemas de urbanización, entre otros, es un foco de alarma ambiental. La organización desde gobiernos locales y federales y la participación social de grupos y asociaciones a nivel binacional se convierte en la clave para poder hacer frente desde la educación, los planes estratégicos y los programas concretos al deterioro ambiental que se vive cotidianamente en la región.

 

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Notas

1 Varios de estos asuntos son palpables en la frontera México-Estados Unidos. A ello debemos aunar el deterioro a la salud y la complicada relación con los Estados Unidos.

2 Todos los datos presentados en esta sección pueden consultarse en el Instituto de Geografía, Estadística e Historia (INEGI, 1998).

3 En el texto de Alfie, M y et.al., Maquila y Movimientos Ambientalistas. Examen de un Riesgo Compartido, existe una mayor información sobre las enfermedades que diversas ramas de producción han ocasionado en la frontera.

4 Estas dos instancias oficiales no han podido resolver serios problemas que hoy se presentan: la construcción de infraestructura ambiental altamente costosa, los criterios de selección de proyectos propuestos por la comunidad y la falta de visión precautoria, preventiva y sustentable que implica las políticas medio-ambientales.

5 La diferencia entre una preocupación y otra, estriba en que la preocupación ambiental destaca la relación hombre-naturaleza, mientras que en la ecología el hombre es un elemento más, no el aspecto central de la investigación.

6 Se tienen datos en los que se muestra que el NADBANK sólo ha ejercido hasta el año 2001 el 10% del presupuesto asignado desde sus inicios.

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