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Argumentos (México, D.F.)

Print version ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.27 n.76 Ciudad de México Sep./Dec. 2014

 

Dossier. Educación superior y nuevos sujetos sociales

 

Subjetividad y socialización en la era digital*

 

Beatriz Ramírez Grajeda* y Raúl Enrique Anzaldúa Arce**

 

* Docente investigadora del Departamento de educación y comunicación. Doctora en ciencias sociales. Miembro del SNI. Responsable del programa Tiempo y Formación. Trayectorias de la Condición Humana. Impulsora y coordinadora de la Red de investigadores y estudiosos sobre la adolescencia y la juventud.

** Docente investigador de la Universidad Pedagógica Nacional. Doctor en ciencias sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Xochimilco. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Líneas de investigación: socialización y constitución del sujeto, construcciones de sentido de los jóvenes a partir de los programa de televisión e imaginario social y educación. Miembro fundador de la Red de investigadores y estudiosos sobre la adolescencia y la juventud.

 

RESUMEN

La innovación tecnológica ha generado una revolución en todas las esferas de la vida humana: la producción de bienes de consumo, los servicios, la educación, las diversiones, el ocio, etcétera, por ello ha transformado las condiciones sociales en las que se produce la subjetividad. El presente trabajo es una análisis de estas condiciones de transformación que experimentan los sujetos de la era digital que media sus relaciones. El imperio de la imagen, de las relaciones virtuales, del aprendizaje y de las nuevas configuraciones identitarias, son algunos de los temas que se abordan.

Palabras clave: subjetividad, socialización, identidad, dispositivos mediáticos y redes.

 

ABSTRACT

Technological innovation has created a revolution in all spheres of human life: the production of goods of consumption, services, education, entertainment, leisure, has transformed the social conditions in which subjectivity is produced. This paper is an analysis of transformation conditions experienced by the subjects of the digital age to media relations. The phenomenon of the empire of the image, of virtual relationships, learning and the new configurations of identity, are some of the topics addressed.

Key words: socialization, identity, subjectivity, media and networking devices.

 

El sujeto es siempre imaginante, haga lo que haga.
La psique es imaginación radical.
La heteronomía también puede ser vista como el bloqueo
de esa imaginación en la repetición.
La obra del psicoanálisis es el devenir autónomo del sujeto
en el doble sentido de la liberación de su imaginación y de
la instauración de una instancia reflexiva y deliberante que
dialogue con esa imaginación y juzgue sus productos.

Cornelius Casotiriadis, (1997:94).

ANTESALA TEÓRICA

Para comprender las subjetividades que se producen en la actualidad, especialmente a partir de la irrupción de las redes sociales posibilitadas por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), resulta imprescindible reconocer algunas nociones teóricas que orientan nuestra reflexión, a saber: subjetividad, imaginario, identidad y socialización, éstas permitirán comprender la subjetividad como producción de sentido que los sujetos se dan a sí mismos para estar en el mundo, establecer vínculos y procurarse certezas que los contengan, los reconozcan en el gran simulacro social.

La subjetividad se entiende como apropiación de la cultura o la forma en que se presentan en un sujeto creencias, ideologías colectivas, formas de pensar y hacer; abonando así a sus certezas o saberes, autorizándole modos de estar en el mundo. No obstante es necesario reconocer una sutileza, no comulgamos con la idea de que el sujeto está determinado por estructuras que le preceden (sociales, políticas, económicas), de las cuales sólo es su soporte; pensamos que los sujetos tienen como condición de existencia el orden histórico-social pero su psique impulsa creación radical de significaciones (representaciones, afectos y deseos), que enlazadas con las significaciones imaginarias sociales, constituyen la realidad que se da a sí mismo (subjetividad), para encontrar un lugar y reconocimiento en el mundo. De tal suerte, entendemos por subjetividad el proceso donde el sujeto se constituye y modela a sí mismo, en el entramado de dos órdenes irreductibles e inseparables: el de la psique-soma y el histórico-social (Castoriadis, 2007).

El término de subjetivación, pone énfasis en el proceso de constitución y modelamiento (Foucault, 1998), por lo que consideramos al sujeto un devenir y no un producto. Es decir, el sujeto no es una esencia ni una sustancia invariante y universal sino la forma con la que el ser humano se configura en un lugar y en una época histórica determinada; se constituye y se con-forma (Foucault, 1996:108) en el proceso de subjetivación, donde configura un sentido para sí (Castoriadis, 2005) a partir de las experiencias que vive. La experiencia es una afección al sujeto en relación con un acontecimiento y una ficción que se "fabrica para uno mismo" (Foucault en Castro, 2004:129) para darle sentido. Este es un campo de fuerzas heterogéneas tanto de orden psíquico (deseos, fantasías, identificaciones, temores, etcétera) como histórico-social (económicas, políticas, discursivas, culturales, etcétera), ante las cuales el sujeto crea, configura una intelección, se da un sentido para sí en relación con los otros.

De acuerdo con Castoriadis (2007), la sociedad se instituye imaginariamente, crea un "mundo" para en un conjunto de significaciones imaginarias y producciones de sentido que, sostenidas por los colectivos, conforman instituciones (concepciones, valores, saberes, normas, formas de regulación, etcétera) que regularán las relaciones que cohesionan y conforman lo social.

La creación no sólo existe como diferencia radical, sino también como acción instituyente continua y sutil, reacción y repetición de lo instituido (alienación), pues lo histórico social y la psique constituyen una dinámica que permitirá al sujeto darse sentido a sí mismo, construir una subjetividad que se abrirá paso y gestará las resonancias necesarias para actuar en el mundo. Así, entre normas, procedimientos, metodologías, estrategias institucionales que pretenden regular las diferencias, el sujeto forja disidencias, construye intersticios, desgasta las normas y los procedimientos posibilitando formas de estar. De ahí que la cultura se extrañe ante sus creaciones que se expresan como diferencias.

Lo imaginario social crea instituciones a partir de dos operaciones: legein y teukhein. La primera posibilita el pensamiento y el lenguaje pues instituye formas de decir-pensar; la segunda apuntala los modos de hacer-construir-fabricar (Castoriadis, 2007) que caracterizan a una sociedad y su cultura. Cada sociedad configura a los sujetos que requiere para reproducirse mediante la socialización; proceso de modelamiento que exige a la psique negociar con las significaciones imaginarias sociales para hacerse un lugar en las instituciones. La socialización se lleva a cabo a partir de dos procesos que actúan de manera simultánea y complementaria: la integración y la regulación.

La integración opera para que los sujetos cuenten con las facultades que les permitan incorporarse a las diversas instituciones a las que son convocados. Estas convocatorias no son estímulos externos a los cuales los sujetos respondan "mecánicamente", determinándolos y coaccionándolos; "Convocar implica un eco, una escucha, una resonancia del lenguaje en el deseo […], reconocerse cómplice de un llamado al cual uno atiende, identifica y hace lugar en el espacio, en el propio tiempo subjetivo, en la ley reconocida y el deseo que nos gobierna" (Ramírez, 2011:45).

Las convocatorias son llamados, interpelaciones a ocupar lugares, espacios creados para estar en el mundo que los sujetos se dan y habitan y en los cuales se dan siendo en él, se socializan, reclaman reconocimiento, naturalizan sus relaciones, legitiman sus acciones, crean instituciones a las que se alienan en aras de subsistencia. Es decir, los sujetos crean lugares posibles en el mundo y creen que hay lugares para sí, alienándose1 a las instituciones que ellos mismos constituyen.

La regulación condiciona a los sujetos a asumir las formas que van a contener y mediar sus prácticas, sus relaciones y sus modos de participación en la institución. La historia de la humanidad nos muestra que las instancias de regulación, privilegian el control, el ejercicio de poder que ha dado sentido lo mismo al surgimiento de las instituciones, que a prácticas de exterminio; rechazando la diferencia y olvidando nuestra condición humana y lo que ella tiene de otredad.

Reconocemos con Jacques Derrida (1998) que nuestra actualidad se construye a partir de artefactos tecnológicos que han tenido desarrollos sin precedentes en la sociedad, tales avances condicionan nuestros procesos socializatorios. De tal manera que una convocatoria pone de relieve voces y escuchas posibles, generando las condiciones para el intercambio social, el conocimiento del mundo así como las prácticas y los valores que habrán de constituirlo. Por ello, pensamos que no se puede comprender nuestro mundo sin reflexionar sobre esa dinámica de la psique creadora y las condiciones de socialización existentes.

 

HISTORIA, SOCIALIZACIÓN Y SUBJETIVIDAD

Interrogarse por la subjetividad actual tiene, con frecuencia, un tinte de nostalgia; las generaciones adultas cuestionan a las nuevas por sus formas de vínculo, sus construcciones de sentido y sus prácticas, a veces con tal énfasis que especialistas y profesionales de la educación o las ciencias sociales, olvidan que las manifestaciones de los actuales jóvenes han sido gestadas en sociedades heterónomas, cuyos intentos de autonomía se han sofocado de distintas maneras: políticas sociales, económicas, educativas; prácticas institucionales, comunitarias, grupales, individuales; saberes científicos o cotidianos que fortalecen ideologías, modos de ser y de hacer en el mundo.

Ahora bien, es necesario descentrar la pregunta de las subjetividades que se nos presentan indiferentes, vacías, cínicas, anómicas; pensamos que la cuestión debe ser replanteada, no se trata de preguntarnos o sorprendernos por qué las nuevas generaciones se presentan de formas tan ajenas a nuestros saberes, prácticas, placeres y certezas; sino de preguntarnos qué condiciones de socialización tienen las nuevas generaciones que permiten que cinismo, apatía, vacío y sinsentido gobiernen una buena parte de la sociedad instituyente; y en vez de alentar sus potencias en la crítica, refugiarse en el arte o en ideales de libertad, consuman sus vidas en un conformismo generalizado (Castoriadis, 1997).

Sostenemos que las condiciones de socialización han cambiado enormemente de antaño a la actualidad; la humanidad ha sido testigo de esa transición: pasó de las guerras por los territorios y las conquistas a la creación de los Estados, pasó de los campos que exigían saberes empíricos, inmediatos, de una relación estrecha con la naturaleza y de lazos de solidaridad con los otros (Sennett, 2012) a la relación con las máquinas que al igual que facilitaron el trabajo humano, lo desplazaron; se transitó de la producción artesanal, que obligaba al desarrollo de habilidades de los hombres, a la producción en serie que los convirtió en un apéndice de las máquinas y, una vez que se instaló la tecnología (cuya exigencia de innovación impulsó un desarrollo industrial acelerado); pasamos de un capitalismo productivo a un capitalismo financiero (Sennett, 2008; Stiegler, 2011) que ya no está inclinado en la producción o la innovación productiva, sino en la especulación y la quiebra de pequeñas empresas para multiplicar sus ganancias; pasamos de la técnica rudimentaria para resolver problemas inmediatos a un mundo de innovaciones que exigen primero ser producidas para luego crear nichos de necesidad asegurando su consumo; pasamos del sujeto que engarzaba su valía en la educación y configuraba su formación en la transmisión de saberes, ideologías y prácticas de trabajo a los sujetos de las pantallas, que exigen de un conocimiento virtual (sin experiencia corporal) y un reconocimiento inmediato de sí; sin esfuerzo ni trabajo de por medio, sin vínculo directo, sin el riesgo de la frustración y de la carencia.

La tecnología se instaló gracias a que fue impulsada por políticas de progreso y modernidad; y fue modificando la relación del sujeto con su entorno, con su tiempo, con sus necesidades. Trastoca fundamentalmente los modos de vínculo con la naturaleza, los otros y con uno mismo; quiebra las formas de conocimiento esperables, modifica la actividad corporal y los modos de expresión de la sexualidad, acelera los tiempos de intercambio y con ello los modos de comprensión del mundo, desvanece los linderos entre lo público y lo privado, inaugura nuevos modos de aprendizaje2 y revoca toda posible espera, pues la tecnología responde en cuestión de minutos y un sujeto exige un tiempo en comprender y ser comprendido, paulatinamente se desplazó la experiencia social que obligaba al cuerpo al movimiento, a la pericia social o a la confontación y se modificaron los lazos de amistad cuya calidad de los vínculos no importa, queda supeditada a la cantidad de likes que se logren en la red.

Así, la búsqueda de reconocimiento se desplaza, pasa por espacios, valores, filosofías, y tiempos distintos; y con ellos las figuras de autoridad se desplazan también: del poseedor de la tierra, el pastor de la iglesia, el maestro respetable se transita al burgués adinerado cuya valía es medida por sus propiedades y por su consumo de mercancías.3 Hecho que opera desplazamientos nuevamente en las figuras de reconocimiento, los ideales de identificación que gesta la sociedad.

Las desigualdades socioeconómicas polarizaron a la sociedad toda vez que el progreso se concentró en las metrópolis y la riqueza en una élite conformada por empresarios que se aliaron con gobernantes y políticos gestando las condiciones para hacerlas trabajar a su favor. Grandes sectores sociales, en nuestro país, han sido ignorados, marginados y dejados a sus prácticas y a sus necesidades, no sin resonancias burguesas, resentemientos y renegaciones de su identidad; de los que deviene envidia, discordia, tanto como admiración por otros. Se suceden las migraciones y con éstas la búsqueda errante de una identidad perpetua, reconocible, admirable, deseable, distinguida. La búsqueda de un lugar distinto del que se ocupa es base de la movilidad, pero también aliento de la discordia y de problemas sociales.

Resentimiento y encono ante diferencias abismales entre la ciudad y el campo, fueron gestando asideros socioeconómicos distintos, por referir un ejemplo: el aliento al turismo que ofrecía contacto con la naturaleza generó prácticas de marginación y alentó prostitución, siembra de estupefacientes, explotación indiscriminada de sus recursos.

La subjetividad se conforma a partir de la relación de los sujetos con la naturaleza, la autoridad y el gobierno de sí mismos. Las condiciones de socializacion que viven ahora adolescentes y jóvenes son radicalmente distintas a las que se vivieron en otras épocas. Por ejemplo: el tiempo invertido, el espacio transitado para conseguir alimentos y la falta de medios o medios rudimentarios para hacerlos llegar a las casas. Esa relación les permitía un vínculo estrecho con los otros y con la naturaleza; de los que derivaban acciones para regular el deterioro de la tierra, desarrollando conocimiento sobre ésta y creando nociones míticas, prácticas e ideologías que otorgaban sentido al modo de vida. Así, cuidar la siembra, esperar con júbilo la cosecha, propia o ajena, eran lo mismo oportunidades de relación amistosa que de discordia, lo que obligaba al establecimiento de leyes y a la generación de instancias de regulación. Espacio y tiempo son directrices de vida y fundamentos de la identidad individual o colectiva. La concepción del espacio y el tiempo se ha modificado radicalmente con las nuevas tecnologías y eso impacta en la configuración de la identidad. No pocas veces la ignorancia de los tiempos que vivimos, los espacios que habitamos y las creaciones sociales que de ello se derivan, han gestado incomprensión y desencuentro; que dan lugar a estrategias de control y ejercicios de poder, pretentiendo sofocar las diferencias.

El poder es refrendable en prácticas, modos de pensar, saberes y deseos. Los acontecimientos históricos4 han generado una cantidad de saberes y certezas sobre el mundo y han dejado testimonio de la diferencia de espacios, de tiempos, de conocimientos sobre la vida, pero esos saberes e ideologías no son las únicas herencias de lo histórico social, también lo son los modos en que los sujetos se organizan y se reconocen en lugares que les delega la sociedad, cada uno ejerce poder desde donde se encuentra.

Aunque reconocemos la importancia de esos acontecimientos, nos centraremos en la innovación tecnológica digital, particularmente el universo de internet que se ha convertido en fuente de producción de sentido y nuevos códigos linguísticos; alentando y fortaleciendo tanto estrategias de poder como de comercialización y consumo; modificando la relación de los sujetos con su espacio y su tiempo5. Pasemos a reconocer las condiciones de socialización que abonarán a la reflexión sobre la constitución de identidades o el tipo de hombre que se gesta en nuestro tiempo; pues si bien a la condicón humana le son inherentes poder, agresividad y deseo de reconocimiento; los sujetos actuales organizan de manera singular el tiempo y el espacio; ello crea una disposición a la vida, regula las percepciones de su lugar en el mundo y posibilita modos distintos de expresión del vínculo.

 

CONDICIONES DE SOCIALIZACIÓN EN EL SIGLO XXI

La subjetividad se produce en un devenir continuo de múltiples condiciones, entre éstas: una economía de mercado que alienta consumo y competencia donde se engarzan valía y reconocimiento; una explosión demográfica que condiciona los medios de subsistencia y abona a las desigualdades socioeconómicas, un avance tecnologico que necesariamente modifica la actividad humana y condiciona el cuerpo en sus habilidades, sus vínculos y sus rendimientos; una hiperimportancia del dinero con base en la que se crean mercancías, se organiza el trabajo, medios de subsistencia y modos de consumo; donde los bienes y recursos naturales otrora de todos (agua y energía), se comercian cínicamente y se les imponen regulaciones que impiden su uso o escasean para la mayoría.

El avance tecnológico ha sido vertiginoso; desde que se inventaron e individualizaron las primeras pantallas se aceleró el consumo de mercancías y se conformó el universo de internet; todo ello generó un cambio dramático en los flujos de comunicación. No obstante, la información sigue editándose y ofreciéndose a los sujetos de manera sintética y descontextualizada, hecho que les hace generar tácticas de uso, pero difícilmente las condiciones de conocimiento que les permita comprenderse, potenciar su creatividad o tramitar simbólicamente lo que están conminados a accionar; dentro de estas circunstancias es bien difìcil la creación o la convicción en proyectos políticos solidarios. De ahí que las técnicas de manipulación de masas se renoven permanentemente, ataquen las emociones y generen reacciones apasionadas.

a. El dispositivo mediático

Los medios han impulsado una relación con las pantallas y una ilusión de inmediatez y de libertad pero, siguiendo a Derrida (1998), a pesar de este acceso "sin límite" a las redes, debemos resistir a la tentación de creer que no hay regulación en ello, pues la transmisión directa de hechos no es en absoluto "directa", hay elección de imágenes, encuadres y selectividad. Los medios que le anteceden, heredan a la red los modos de trabajar con imágenes y escritura telegráfica; la diferencia es que no se presentan desde una élite sino que aparecen difuminados, "personalizados", anónimos, comunes. En fracciones de segundo la red opera la técnica televisiva que edita la información: seleccionando, censurando, encuadrando, filtrando la imagen en vivo, introduciendo dilaciones e interpretaciones complementarias, así que la imagen en "directo" es producto de una serie de intervenciones de todo tipo, lo que transforma la experiencia de manera radical, afecta el tiempo y el espacio de la imagen ofrecida como presente e impone otra distribución de los espacios, los ritmos, los modos de hablar e intervenir públicamente (Derrida, 1998:19). Los sujetos reclaman su derecho a la fama reproduciendo los mismos modos de manipulación de la imagen, desconociendo su límite, su historia y su dignidad.

La actualidad, seguimos con Derrida, es resultado de un proceso de selección "no está dada sino activamente producida, cribada, investida, performativamente interpretada por numerosos dispositivos ficticios artificiales, jerarquizadores y selectivos" (1998:57). Esta producción selectiva es un sistema de captura, de tratamiento y difusión… y como toda forma de escritura,6 es una ruptura de proximidad e inmediatez; ello entraña expropiación original. Afirma que no se elige entre control y no control, dominio y no dominio, propiedad o expropiación, se trata más bien de una elección con otra lógica entre varias configuraciones de dominio sin dominio, a la que propuso llamar exapropiación (Derrida, 1998:51), lo que supone una guerra, un conflicto, entre varias fuerzas de apropiación y estrategias de control.7 Pues, aunque nunca pueda controlarse todo, se trata de saber a quién se quiere limitar, mediante qué y a quién no se quiere dirigir lo que es posible que se apropie inmediatamente. Es un combate de apropiación y expropiación.

Toda nuestra actualidad (violencia, sufrimiento, guerra, muerte) está ficcionalizada, construida por y con vista a los dispositivos mediáticos. No hay más que simulacro y embuste, afirma Derrida, todo discurso en la actualidad es artefactualidad y actuvirtualidad, de ahí que haya que deconstruirla porque tiene sus grandes impactos en la realidad y en la creación imaginaria que regula a los sujetos "[…] lo que produce el desarrollo acelerado de las teletecnologías, el ciberespacio, la nueva topología de lo ‘virtual', es una deconstrucción práctica de los conceptos tradicionales y dominantes del Estado y el Ciudadano (por lo tanto de lo ‘político') en su vínculo con la actualidad de un territorio" (Derrida, 1998:51).

El dispositivo mediático constituye la actualidad en el momento que la interpreta, la jerarquiza, selecciona informaciones, edita imágenes y convoca a los sujetos a ocupar lugares, pero éstos no advierten lo suficiente como juegan en ella. Las significaciones imaginarias sociales que regían la vida en el pasado, coexisten, se deconstruyen en estas formas de alienación en la imagen, de tal suerte, nos enfrentamos a una múltiple temporalidad y a condiciones bien desiguales.

b. El imperio de la imagen

Si la televisión había inaugurado la era visual, las nuevas tecnologías han dado lugar a la pantalla global (Lipovetsky y Serroy, 2009) y con ésta a una relación singular con los otros y con uno mismo o mejor, con la imagen de sí. Como Cipriano (2009) sostiene, antes que encuentro de cuerpos se cede lugar protagónico a la presencia de imágenes y con ello vivimos nuevos modos de reconocimiento. La tecnología actual impulsa un imperio de la imagen: la fotografía, los autoretratos (selfies), las computadoras, los teléfonos celulares convocan y constituyen al sujeto de la pantalla que prolonga el narcisismo constitucional del que surge todo sujeto.

También impera una proyección al futuro y una tendencia a olvidar la historia, a la que se desconoce o de la que se reniega, proyectando a un sujeto del instante, cuya calidad de los vínculos que establece, son igualmente momentáneos, coyunturales o artificiales.

Internet cumple una función de socialización que comenzó la televisión, dada su proclividad a difundir noticias de diferente naturaleza, otorgándoles el mismo estatus de posibilidad; hacer coincidir ficción con realidad al margen de su adaptación a las condiciones de espacio y tiempo de los cibernautas. La reiteración de la televisión fue sustituida en la red –que también edita espacios– por la permanencia de lo acontecido. Su accesibilidad genera una memoria digital que, enlazada con un olvido de la historia y de los contextos en los que acontece, gesta confusión, costumbre e indiferencia. Lo espectacular e instantaneo es efectivo porque seduce a los afectos.8

Como en otros medios (Boito y Espoz, 2011) en internet, particularmente en las redes sociales, se presentan informaciones desarticuladas de sus contextos. Se interpela al ámbito sentimental entre el cibernauta y la estructura de la nota en red. Se ofrecen condiciones homogéneas y se alientan fantasías homogéneas, el sujeto así pertenece a una masa, pues a pesar de su privatización, su refugio en el hogar, sus distracciones o sus divertimentos cibernéticos, queda preso del mercado que le ofrece distinción en el consumo, pero también identidad, ilusión de pertenencia a una comunidad de la que él puede ser protagonista.

Ahí donde había intercambio, diferencia, desconcierto, frustración, experiencia y acontecimiento tenía lugar la interpretación, devenida del encuentro o el desencuentro, lo que posibilitaba la narración y el vínculo directo con el otro; ahora se narra en imágenes, la identidad se autoedita, se manipula, se constituye con tiempo, se tiene cuidado de cómo presentarla. No es en el consenso de la civilidad y sus modales, sino en la invención de un avatar que presente al sujeto distinto ante los otros. Esto gesta una nueva relación con el cuerpo, una corporeidad virtual, que termina por "despersonalizar la relación con el mundo y por borrar singularidades" (Cipriano, 2009). Y, afirmamos que también de desconocimiento pues se trata de mostrar una imagen, revocando la identidad de los colectivos a los que se pertenece. La percepción que se tiene de sí mismo; busca valía, en lo extranjero alentando marginación y exclusión. De ahí que, en países como el nuestro, los rendimientos de pleitesía a lo extranjero socaven la economía nacional.

c. Las máscaras en venta, el engaño del vínculo

Hemos de reconocer la importancia de las redes sociales como dispositivo de socialización pues constituyen una válvula de escape a la soledad, el vacío y la incertidumbre que viven adolescentes y jóvenes primordialmente. Pues en los sectores capaces de adquirir una computadora, los padres antes que comparza, contención afectiva y normativa se convierten en proveedores de bienes y servicios. Delegan al entretenimiento de las pantallas la función de cuidado y seguridad. Atrapados en una lógica de mercado que iguala experiencia y felicidad al consumo, abandonan no sólo la casa para ir al trabajo sino la función de educadores, representantes de autoridad y experiencia que otrora dignificaba la adultez. Conminados a ser eternamente jóvenes, felices y bellos, los que trabajan, se entregan al consumo y a la inmediatez. Los lapsos de espera, los ideales, la velocidad con la que se urgen respuestas y relaciones sofocan el deseo (Stiegler, 2011), la capacidad de cultivo y de espera que exigen los vínculos.

Las redes sociales, entre las que destacan Facebook, Twitter, You Tube, Myspace, Linkedin, Badoo, son medios de intercambio inmediato de imágenes, en ellas se privilegian fotos y videos antes que palabras. Sus constructores piensan en términos de vender imagen, hecho que va consolidando al cuerpo como una mercancía exhibible, consumible, abierta, ofertada,9 disponible que tiene lugar en la red, acallando otra corporeidad más íntima, la falla, la imagen indeseable, la carencia; se practica así un autocontrol y una autocensura, condicionada por los comentarios críticos que alientan prototipos e ideales de consumo. Se vive en la máscara y en el engaño del mercado. Se ensayan gestos, se modelan cuerpos, se tornean miradas, se exhiben espacios íntimos que reclaman lugar y reconocimiento (certificación social); se notifican viajes, se comparten fragmentos de obras, de pensamientos, de aforismos, de poemas sustraidos de su historia y sus contextos, se difunden chistes.

Tal como sucedió con la televisión, la supuesta era del conocimiento y la información encalla en la pantalla global, como era de las imágenes de las que se constituye sentido no siempre afortunado, pues carece, justo de conocimiento e información, alienta prácticas cínicas y desconoce el vínculo como fuente de reconocimiento y existencia. Este reconocimiento imaginario no da lugar para uno mismo, de modo que se recrean las noticias, los chistes, los programas con las mismas pautas dialógicas que fueron explotadas por la televisión.

El bombardeo de imágenes obliga a una síntesis no siempre afortunada de la realidad, lo que condiciona conocimiento y comprensión de la misma; ello retarda los procesos analíticos debido a la vertiginosidad de los sucesos acompañados de prejuicios u opiniones que se emiten y se imitan ipso facto.

Sartori (2012) afirmaba que la sociedad teledirigida formaba a un individuo que había perdido la capacidad de lenguaje y pensamiento abstracto; el homo videns pendía así de su sensibilidad; desplazaba al homo sapiens quien fundó su conocimiento en su capacidad de abstracción. El hombre experimenta "mutaciones" resultado de su relación con lo avances tecnológicos. Así, hay una transición de su capacidad simbólica, y la primacía de la palabra experimenta una regresión que pende más de la videncia primitiva que de su capacidad simbólica. La simbolización, sostiene el autor, fundaba y alentaba el desarrollo cultural toda vez que transitaba a la escritura. Con el avance de la tecnología que impone el hipertexto e inunda de notificaciones, se han privilegiado las capacidades visuales más que el pensamiento abstracto. Se da paso a la innovación, a la moda, a lo cool.10 La sociedad de tele-ver ha perdido capacidad de abstracción y comprensión de conceptos.

El sentido que se construye de las imágenes es producto de un esfuerzo que las conecta, logran ensamblarse en la disposición psíquica de los sujetos a veces en falsos enlaces que no acatan historicidad ni causalidad. Moreno (2014) afirma que el trabajo asociativo de la psique se ve trastocado por lo conectivo; y pensamos que cuando las imágenes e informaciones no hallan referentes mnémicos, huellas en la psique capaces de participar en la construcción de sentido (tal es el caso, por ejemplo de las imágenes de cruelad, horror o humillación que no encuentran vestigio en la psique de algunos sujetos) quedan sin trámite, obligan a falsos enlaces, dada la función de la psique de dar coherencia y continuidad a lo que se le presenta. Así, el horror, la crueldad o la amoralidad visibilizadas, acucian al sujeto a evadir, huir, reprimir o naturalizar. Lo que se bombardea en imágenes, logra el acostumbramiento, la naturalizacion de actos que se muestran no sólo posibles sino legítimos. Apuntalados en videojuegos, programas violentos, noticias que antes que despertar indignación producen indiferencia, en juegos, prácticas domésticas y discursos que ablandan la censura psíquica y el juicio moral.

Las redes cumplen una función de elaboración, de acercamiento, fungen como educadoras y son incipientes medios de tramitación simbólica. Para algunos su uso puede promover conciencia y solidaridad, pero es necesario advertir que están a la merced del control y la vigilancia que se apuntalan en innovaciones tecnológicas.

d. De la escuela al aprendizaje en los medios

Las generaciones socioculturales reconocidas por Berardi (2007:78) son la video-electrónica y la celular-conectiva, éstas impulsaron nuevas instituciones socializadoras que van desplazando a la la familia, la escuela y la religión. La primera se formó con la radio, el cine y la televisión, en la segunda se multiplicaron los dispositivos de conexión en todo momento y lugar (computadoras portátiles, Ipod, notebook, tablets, etcétera). Ambas han contribuido a una socialización mediática fragmentaria y cada vez más impersonal. Se transforman así la percepción sobre sí mismo, los otros y sobre el mundo. "El proceso de socialización se remodela sobre el plano cognitivo, perceptivo, psíquico. […] El individuo se percibe como un conjunto de fragmentos tempo-informacionales disponibles para entrar en conexión" (Berardi, 2007:79).

Las generaciones mencionadas son diferentes de las alfabéticas modernas, en las que el discurso hablado o escrito era el principal modo de comunicación entre las personas y por lo tanto de socialización humana. Las denominadas generaciones post-alfabéticas socializadas desde su temprana infancia a través de las pantallas (recuérdense los canales de TV de paga para bebés, que transmiten imágenes y sonidos "especiales" las 24 horas), han aprendido más de la televisión y de otros dispositivos digitales, que de sus semejantes y pasan más tiempo frente a estos artefactos que con sus padres, lo que implica una transformación en los modos de subjetivación, socialización y procesos cognoscitivos.

McLuhan (1994) advirtió que con la TV predominaría el pensamiento "mítico" (ilusorio, deformado) sobre el pensamiento lógico crítico, generalmente se difunde una ideología conservadora que clausura la posibilidad de pensamiento. Uno de los cambios importantes de la generación videoelectrónica, consiste en un menor uso del discurso alfabético que las generaciones precedentes,11 pero ha desarrollado una mayor capacidad de lectura de imágenes y de signos visuales, transformación que se ha incrementado en la generación celular-conectiva.

La exposición cada vez mayor y más acelerada de imágenes, ha producido una especie de mutación en la cognición de las generaciones actuales, que les permite atender a una multiplicidad de estímulos visuales a las que están expuestos. De ahí que Roxana Morduchowicz (2008) la reconozca como generación multimedia, por la variedad de oferta mediática de la que disponen y por el uso simultáneo que hacen de ella: a la par que hacen la tarea, ven TV, escuchan música, hablan por teléfono, navegan por internet, se divierten con un juego de video, consultan su Facebook y chatean. Esta increíble multiplicidad de acciones, desarrolladas simultáneamente implica, pensamos, una enorme capacidad de atención flotante y fugaz, que se traslada de un lugar a otro, de una actividad a otra, sin concentrarse mucho tiempo en una, para pasar a la siguiente. Una especie de "atención volátil", que dificulta la realización de actividades que requieren de concentración por un tiempo mayor, o que requieren de reflexión y análisis crítico, como la resolución de un problema matemático, la lectura de un texto académico, la redacción de un ensayo, etcétera.

Como vemos, por una parte las nuevas generaciones han logrado un desarrollo cognitivo particular que les permite "atender" a múltiples estímulos y realizar diferentes actividades, pero a su vez, se ha obstaculizado la atención a tareas complejas que requieren de mayor concentración, comprensión y análisis. Acaso los trastornos de déficit de atención con o sin hiperactividad que los profesores "detectan" cada vez con mayor frecuencia en las escuelas y que los psiquiatras tratan con medicamentos, sean en realidad un efecto de las condiciones cognitivas actuales que las nuevas tecnologías han propiciado.

Schlemenson y Grunin (2014) advierten que los problemas de aprendizaje están relacionados con dificultades en los procesos de simbolización de las actuales generaciones; pues se ha mermado su capacidad de reflexión, lo que las destina a la repetición irracional de conductas presentadas como espectaculares o reconocidas socialmente.

Mientras la institución escolar insiste en el sujeto moderno, los escenarios en los que acontecen socialización, formación y desarrollo son muy diferentes. Los padres, en su loca carrera de movilidad social se ofrecen como simples proveedores, las instituciones al imponer una política sobre los derechos de los niños, olvidaron presentarles sus obligaciones, la pantalla logró una privatización del tiempo de los sujetos que dio paso a políticas de seguridad; la economía de libre mercado depreció la producción y la innovación nacional y los profesionales se convirtieron en técnicos de productos importados. Las escuelas fueron vulneradas por mercado y tecnología y junto al proyecto educativo por competencias apuntalaron individualismo y cinismo. La escuela, en aras de modernización tecnológica, alienta el "copia y pega", antes que la reflexión y la crítica. El conocimiento se convierte en notificación, antes que experiencia y acontecimiento.

 

LA SUBJETIVIDAD EN LAS REDES

Todas estas condiciones entran en el juego de la gran dinámica social y alteran espacios, tiempos y posibilidades de creación de los sujetos. Así, la construcción identitaria está condicionada por dispositivos de socialización y lo mismo convocan nuevos ideales que fraguan modos de ser y estar en el mundo. No hay pasividad en ese intercambio con los medios, pues acompañan toda condición humana, exhaltando lo juvenil que se ha construido tanto ideal, como experiencia segregada: pues se le constituye peligrosa, apolítica, individualista y víctima; a la vez que se enaltece como ideal pues se atesora la juventud, la belleza, la energía, ello alienta culto al cuerpo, modos de consumo, expresión de afectos y modos de vínculo.

Aunque no coincidimos con Sartori respecto a la simbolización, puesto que la visualización de imágenes múltiples coexistentes, como hemos anotado, obligan al sujeto a realizar procesos psíquicos o cognoscitivos en aras de sentido. Sí pensamos que hay una tendencia a minimizar el juicio de realidad, a desconocer a los otros en su radical diferencia, a desarrollar un sentimiento de omnipotencia que reclama lugar y a una exigencia que coloca a los otros como servidumbre, de ahí el choque generacional que se expresa con mayor nitidez en los ámbitos educativos.

Hay una modificación de la memoria, la historia y el conocimiento, y a pesar de la accesibilidad a la red, los usos de ésta son bien disímiles, como afirman Benítez y otros (2011) los jóvenes de bajos recursos la privilegian como entretenimiento, el juego y el chat; mientras otros, con mayores recursos, las ocupan como fuente de información. En síntesis, hay un desconocimiento del origen, las razones, las determinaciones y las causalidades de lo que se vive. Se busca sentido en el humor de la red o la TV, más que en la propia experiencia; los chistes se repiten una y otra vez, los diálogos de películas se convierten en guiones que se usan con los amigos. Se autoaltera la memoria desconociendo la propia historia y la potencia del lugar que se ocupa. Es imperante reconocer la trayectoria histórica que tienen nuestros olvidos alentados por el bombardeo de imagenes que presentan nuestra condición humana como espectáculo.

 

PARADOJAS DE LA RED. REFLEXIONES FINALES

La facilidad de la comunicación virtual y el establecimiento de "redes" de relación con un número exponencial de personas en todo el mundo, crea la ficción de una incalculable intercomunicación. Se crea la impresión de pertenecer a muchas comunidades: "[…] redes de lazos interpersonales que proporciona(rían) sociabilidad […] apoyo, información sentimiento de pertenencia y una identidad social" (Barry en Restrepo 2012:237). En ellas aparentemente se comparten los mismos intereses, aunque existen redes que no siempre conforman una "comunidad" (Facebook y Twitter), pues están creadas artificialmente con "contactos" detectados por los sistemas de correos electrónicos según las páginas visitadas o las personas registradas en directorio. Suponen que se "ansía" tener más "amigos" y "seguidores" donde se ilusiona aceptación y pertenencia, lo que alimenta al narcisismo. Sin embargo, las relaciones virtuales se establecen en una "comunicación en soledad", los sujetos mantienen relaciones "a distancia", sin riesgo, a menos que sea imprescindible. Se prefieren los vínculos mediados, desmaterializados, que propician lazos "afectivos" poco espontáneos que se logran escamotear en la comunicación virtual. La comunicación digital permite, en apariencia, estar "siempre conectados" con otros, como una forma de paliar la soledad; pero el carácter impresencial de esta comunicación no logra superar el sentimiento de soledad "acompañada" y de vacío que gesta la espectacularización de la intimidad y la vida de otros a quienes se quiere uno parecer.

Sin embargo, el uso de las redes puede ser detonador de una vinculación más estrecha, incluso de convertirse en una auténtica comunidad de intereses, que lleve a la participación y a la acción política o humanitaria, como lo demostraron los recientes movimientos sociales: "La Primavera árabe" o el movimiento mexicano "#YoSoy132", que fueron impulsados principalmente a través de las redes sociales y fueron producto de los efectos de las resistencias en las multiplicidades. Las marchas, los videos, los tuits, demuestran una conciencia que no tolera ya cinismo, corrupción o desvergüenza (González, 2013:295). Pero estos movimientos se ven confrontados con una mayoría anestesiada; efecto de los procesos socializatorios que constituyen al sujeto de la irresponsabilidad, del no riesgo, de la acumulación, de la no perdida. El sujeto de la inmediatez que no sabe esperar, pero tampoco arreglárselas con el mundo. Se desconoce de múltiples maneras. Antes la televisión lo excluía al no darle lugar en la imagen o al excluir y rechazar su imagen en ella, pero ahora él mismo opera una censura de lo posible y lo no posible de él mismo.

El avatar resulta una máscara y sin embargo, en él se expresa la psique, un esfuerzo de interpretación nos hace advertir las personalidades con las que hablamos o nos dirigimos en la red. Los nombres consignados en las redes y las direcciones electrónicas expresan, lo que se desea ser o no ser. Si la televisión desconocía al sujeto, ahora él opera múltiples desconocimientos con la anuencia propia; instituye, repitiendo, los mecanismos de represión, exclusión y marginación utilizados por los mass media. Al entregarse a la red, el cuerpo se paraliza, se oculta y desaparece por cuenta propia, pasa su vida en ambientes virtuales donde se tiene todo preestablecido, de tal modo que claudica su libertad de ser y pensar, pues se limita a exhibir su intimidad y su dignidad humana; tolerando y difundiendo actos de crueldad, cinismo y perversión que se presentan posibles y se naturalizan.

Las redes sostienen una ilusión de vínculo que son muecas de deseo y pretenden otorgar sentido a los jóvenes que se alienan a saberes momentáneos para no desentonar con su contexto, apuestan su saber, su valía y reconocimiento a la repetición de clisés, renegando de su existencia y revocando el cuidado de sí.

Con el pretexto de "mentes abiertas" se crea confusión, se constituyen verdades blandas, se denuncian acontecimientos censurados y se asedia lo privado, se le exhibe, se le persigue de modo que se busca la fama y un lugar de reconocimiento en el exceso y la transgresión, donde se revoca toda responsabilidad y vínculo. En las redes no se da la cara, se evade en el anonimato, la responsabilidad de lo que uno dice o hace.

Es paradójico, pues en la red hay posibilidad de circular información que no admite censura pues tiene un poder de convocatoria muy grande; pero es también un mecanismo de control que produce un mayor consumo de imágenes, objetos y modos de decir-pensar y hacer-construir, lo que opera una suerte de extensión ideológica que paulatinamente asegura el control más o menos homogéneo de las poblaciones.

La modernidad configuró al hombre del trabajo y la responsabilidad, apuntalado en ideales de libertad, solidaridad y justicia; amparados en los principios de orden, progreso y razón que la ciencia reificaba. El hombre actual desconoce esos preceptos; educado masiva, laica y ahistóricamente ha sufrido metamorfosis en el orden de su cognición y los vínculos consigo mismo, los otros y la naturaleza que lo sostiene. El mundo de las pantallas impulsa al hombre del consumo, ignorante de su historia y de la responsabilidad de sus actos, preocupado por su seguridad. Paradójicamente evade riesgos sociales y se entrega a la emoción de deportes extremos buscando que algo pase en su anodina vida. Se apela a sus pasiones antes que a su razón, se le exhibe antes que resguardar la intimidad de su cuerpo. Lo otrora indigno, el mundo de la imagen lo muestra ideal y legítimo. Por ello son necesarios los espacios de reflexión que permitan elucidar los mecanismos de la producción de imágenes, identificar los autores a quienes conviene esa circulación y distanciarse de las convocatorias que atentan contra la diginidad, el pensamiento y la vida.

 

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Notas

* El presente trabajo, recupera algunas de las reflexiones del seminario La imagen y la estética. Lo que miran los adolescentes; donde se trabajan los materiales producidos por tres investigaciones: Convocatorias de identidad en los mass media y sus expresiones en el tiempo y la formación de niños, adolescente y jóvenes de la UAM X; Constitución del sujeto y socialización. Construcciones de sentido a partir de los programas de televisión y Consumos y producciones culturales de jóvenes universitarios y preuniversitarios de la UPN.

1 Utilizamos el término, no en el sentido negativo que se le da, sino como condición de creación, pues el sujeto se aliena para darse un mundo, para creérselo, para crearse y ocupar un lugar en él. Necesita creer lo que inventa para no perecer solo.

2 Que se anticipa a las capacidades motoras; se centra en la técnica, no en el maestro, el alumno, el contexto o en el desarrollo de saberes que potencian las capacidades humanas.

3 El bienestar social se mide por la capacidad adquisitiva, así logra el mercado ser el eje regulador de la vida social de los sujetos. De ahí su exigencia de continua innovación que moviliza los flujos económicos de una sociedad.

4 La Conquista, la evangelización, la Independencia, la Reforma, la Revolución industrial, etcétera.

5 Habremos de decir que no de todos, pues en nuestro país existen sociedades marginadas de esta evolución tecnológica.

6 A la que considera ya una teletecnología.

7 Pensamos entre estrategias control y disidencias, tácticas de uso.

8 Autores como Castells (2012), priorizan la noción de emoción. No obstante, consideramos que estas producciones afectivas son de naturaleza psíquica, predisponen la construcción de sentido y no son meras reacciones neurofisiológicas. El sentido es tal porque la psique crea asideros a sus pulsiones. El deseo acepta expresión de gestos y objetos en la realidad, porque cree encontrar realización en ellos. Las investigaciones de mercado y los recursos televisivos permiten la identificación de ilusiones, ensoñaciones e ideales que se ocupan en la explotación de sentimientos y emociones diversas: ira, rabia, alegría, tristeza, etcétera, son manipulados con recursos tecnológicos, para generar rechazo, aceptación, marginación o exclusión que la red potencia. Pero el sentido es producido por un trabajo elaborativo de la psique, tiene su propia lógica que dista mucho de ser una reacción neurofisilógica. De ahí que sea posible hablar de una lógica del sentido (Deleuze, 1994).

9 No sin el tinte sexual al que recurre siempre el mercado.

10 Incluso los ámbitos académicos y de investigación se ven presos de la lógica de lo "reciente", conminado a citar textos del autor de moda, aunque éste retome hallazgos del pensamiento antiguo, lo importante es que se consuma su reciente producción.

11 "El número de palabras que usa un ser humano de la primera generación videoelectrónica (un chico de formación mediana) está cerca de 650, frente a las dos mil que usaba un coetáneo suyo veinte años atrás" (Berardi, 207:191).

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