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Argumentos (México, D.F.)

versão impressa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.23 no.63 Ciudad de México Mai./Ago. 2010

 

Dossier "Nosotros somos su crisis": debates sobre la crisis económica mundial

 

La cultura parasitaria y el colapso sistémico neoliberal

 

Javier Esteinou Madrid

 

Doctor en sociología por la UNAM. Profesor–investigador del Departamento de Educación y Comunicación en la UAM–Xochimilco. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. Ganó en 2007 el primer lugar del VI Concurso Nacional de Investigación de Periodistas en Línea, con su trabajo denominado La Ley Televisa y la Disputa por la Nación.

 

Resumen

Para que pudiera funcionar materialmente el "modelo de economía casino" que creó la crisis económica financiera en la fase avanzada del neoliberalismo salvaje, se requirió también contar ideológicamente con el respaldo y la actuación intensiva de sus correspondientes "valores" subjetivos y procesos de comunicación de casino. Así, paralelamente a la transformación económica especulativa se construyó el "modelo de comunicación casino", que se basó en la creación y promoción constante de una mentalidad de valores bárbaros del capitalismo salvaje que respaldaron y movilizaron socialmente como una gran oportunidad de compra las "inversiones basura", los derivados financieros de alto riesgo y otros productos paralelos que durante varios años había generado este modelo económico especulador. Por ello, la verdadera corrección de este nuevo hundimiento económico sistémico, en última instancia, no se arreglará con la simple inversión económica de los Estados nacionales, sino que se solucionará en la medida en que se sanen las raíces ético–morales profundas que lenta y silenciosamente le dieron vida.

Palabras clave: crisis neoliberal, colapso económico, economía casino, derrumbe moral, comunicación casino, crisis comunicativa.

 

Abstract

In order to be able to function, at the material level, the "casino economy model" created by the financial economic crisis during the advanced "savage" neoliberalism phase, it was also required at ideological level with the support and intensive performance of its correspondent subjective "values" and casino communication process. So, the speculative economic transformation was built at the same time as the "casino communication process", which was based on the constant creation and promotion of the barbaric mental values of savage capitalism which both supported and socially promoted, as a great opportunity, the buying of "trash investments", high risk financial derivatives and other products which over the years have generated this speculative economic model. Thus the real correction of this new economic systemic sinking will not be fixed by simple economic investments from national States instead it will be solved as the deep moral and ethical roots are healed which slowly and silently gave them life at the first place.

Key words: neoliberal crisis, economic collapse, casino economy, moral disintegration, casino communication, communicative crisis.

 

EL FRACASO DEL NEOLIBERALISMO CONTEMPORÁNEO

Después de la caída del Muro de Berlín y del ocaso de los países socialistas en la década de 1980, los gobiernos neoliberales, especialmente de Occidente, formularon el fin de la era del Estado interventor o rector que defendía el prototipo de economías centralmente planificadas, y se declaró el triunfo del modelo de la dinámica mercantil con su respectivo orden derivado de la acción de la "mano invisible del mercado", regido por el proceso crecientemente desregulado de la oferta y la demanda. Este fenómeno se consolidó a tal extremo triunfalista que permitió que dichos regímenes de mercado y las clases políticas neoindustriales declararan la etapa del "fin de las ideologías", en la cual la fase del desarrollo histórico del prototipo del mercado había triunfado sobre todos los otros modelos de desarrollo existentes a lo largo de la historia universal. De esta manera, desde la década de 1970 los principales países desarrollados de Occidente abandonaron gradualmente los acuerdos establecidos en 1944 en la reunión de Bretton Woods, en la que se acordaron las bases para el funcionamiento del nuevo orden financiero internacional regulado por el Estado al finalizar la Segunda Guerra Mundial; así, se le dio total libertad al fundamentalismo de la dinámica del mercado para que dirigiera a las sociedades modernas. En el terreno económico político paulatinamente se creó la etapa del pensamiento único, donde se abandonaron los principios del Estado regulador keynesiano y se permitió que la lógica del "dios mercado", con su dinámica del "dejar hacer dejar pasar", fijaran las pautas, los ritmos y los equilibrios de evolución de las comunidades humanas.1

Estos pactos históricos colocaron estratégicamente durante más de 50 años a Washington como la potencia financiera líder de las decisiones centrales económicas del sistema internacional. Con ello, el dólar creó su hegemonía monetaria y se convirtió en el referente de intercambio mundial, ante el cual todos los sistemas económicos del planeta debían establecer su referencia de cambio monetario.2

De la década de 1980 en adelante, la dinámica de la oferta y la demanda se convirtió en la ley desde la cual se reconstruyeron la mayoría de las sociedades contemporáneas en sus niveles económicos, políticos, sociales, culturales y espirituales. Dicha dinámica se declaró como el proceso económico perfecto que se dedicó a desmantelar los cimentos del viejo "Estado del bienestar" o "Estado benefactor", que había funcionado durante muchas décadas en el mundo occidental, y se formuló la filosofía del "Estado cero", cuyo principal argumento giró alrededor de la idea de reducir la presencia y la acción interventora del Estado a su mínima expresión y dejar que fueran las fuerzas autónomas del mercado "autorregulado" las que definieran las características, la estructura y la dirección de las sociedades modernas en sus procesos económico comunicativos y en otras áreas de lo público.

Mediante este proceso, el Estado fue conquistado por el mercado y lo redujo a su mínima expresión en todos sus ámbitos rectores, convirtiéndolo en un simple gerente que administró los intereses y las ganancias desorbitadas del capital monopólico. Así, de instancia rectora de la sociedad en la fase neoliberal el Estado se transformó en una simple herramienta protectora y administradora del gran capital, para alcanzar sus intereses sacrificando las necesidades apremiantes de la mayoría de la sociedad.

Con ello, los mercados funcionaron durante muchos años con plena libertad económica, con grandes privatizaciones de la esfera pública, con mínimos controles estatales y con poca supervisión gubernamental, pues se argumentó dogmáticamente que la dinámica del mercado por sí misma autorregularía y autocorregiría todos sus procesos económicos y sociales, e incluso nivelaría sus posibles desviaciones.3

Sin embargo, de septiembre de 2008 en adelante se gestó un trágico periodo económico mundial que demostró el rotundo fracaso de la aplicación de las políticas neoliberales del mercado salvaje a escala planetaria, por la instrumentación prolongada de las directrices pragmáticas del neoliberalismo feroz basadas en el "dejar hacer, dejar pasar" y en la filosofía del "Estado cero". La especulación bursátil provocada por la ambición irrefrenable permitida por la ausencia de aplicación de rigurosas normatividades regulatorias y de supervisiones responsables del Estado norteamericano en el periodo de gobierno del presidente George Bush y del gobierno inglés en el terreno financiero, superó las consecuencias de la crisis del ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, y otras zonas del territorio americano, y generaron el mayor desastre económico que ha enfrentado la historia contemporánea desde el colapso de la "Gran Depresión" de 1929.

Así, se constató de nuevo que la estructura del mercado —con su dinámica de la "mano invisible"— por sí misma, sin contrapesos reguladores, no es capaz de crear un orden social armónico y mucho menos civilizatoriamente superior; al contrario, lo que ocasiona son profundas anarquías estructurales con sus respectivas crisis económicas, políticas, sociales y psíquicas recurrentes que devastan todas las áreas de la vida de las poblaciones. La quiebra del sistema financiero internacional en 2008 demostró, una vez más, que el mecanismo de la sola autorregulación del mercado como herramienta de conducción social, sin la acción de contrapesos compensadores, es un gran fraude de la teoría económica neoliberal, pues las evidencias históricas de repetitivos cracks sistémicos han señalado recurrentemente que no cuenta con bases conceptuales y operativas profundas para poder funcionar.4

En este sentido, el reinado del modelo desregulado neoliberal en el terreno monetario provocó el macro caos económico más profundo de toda la historia del capitalismo moderno, desde la década de 1930 a la fecha, que desnudó y desarmó el paradigma autoritario del mercado que se impuso internacionalmente en las últimas décadas en casi todos los países del orbe. Con ello se hundió el sistema financiero internacional y los programas de crecimiento de todos los países del mundo durante varios años, y se constató que el modelo neoliberal estaba agotado.5 Es decir, el colapso demostró que el modelo avanzado del capitalismo neoliberal llegó a sus a sus límites históricos de autosostenimiento.

Reconociendo la profundidad de este colapso civilizatorio, se puede decir que en el siglo XXI "la crisis de Wall Street fue para el mercado, lo que en el siglo XX la caída del Muro de Berlín y la quiebra del sistema marxista leninista fue para el comunismo".6

 

EL ORIGEN ÉTICO–MORAL DE LA RECESIÓN MUNDIAL DEL 2008

La quiebra del sistema capitalista internacional —y sus profundas consecuencias generalizadas— no fue un fenómeno aislado de la modernidad; al contrario, fue un hecho mundialmente reconocido por los principales líderes económicos, políticos, intelectuales, académicos, religiosos, organismos internacionales, etcétera. El peso de esta cruda realidad rápidamente creó el consenso global de construir urgentemente otra estructura económica mundial, diferente al orden financiero establecido después de la posguerra con los acuerdos de Bretton Woods, que ahora permita refundar el capitalismo moderno frente a las condiciones del nuevo siglo.7 De lo contrario, tarde o temprano se regresará a la generación de nuevas desestructuraciones globales provocadas por las mismas viejas causas profundas de desestabilización del sistema capitalista.

Frente a la nueva crisis económica posmoderna que enfrentaron todas las sociedades contemporáneas, es importante precisar que a diferencia de otras debacles tradicionales del sistema capitalista que se dieron en el siglo XX por el agotamiento recurrente de los ciclos económicos entre la producción y el consumo o entre la oferta y la demanda de mercancías o de capitales, esta nueva crisis no surgió originariamente por la contradicción clásica entre los factores económicos anteriores, sino emergió por la variable primigenia de la súper ambición incontrolada de los agentes financieros de Wall Street, que fue la que desató incontrolablemente tal derrumbe. Esta realidad se concretizó a partir de movimientos especulativos que se practicaron en las principales plazas bursátiles del mundo y la ausencia de supervisiones estatales sobre los mismos por parte del gobierno estadounidense y otras naciones.

Dicha práctica especulativa se inició en los Estados Unidos cuando la Reserva Federal (FED) bajó drásticamente las tasas de interés de 2002 a 2006 a los mínimos de los últimos 50 años, llevándolas hasta niveles del 1% para reactivar la economía estadounidense después del colapso provocado por el ataque musulmán a las Torres Gemelas en Nueva York en septiembre de 2001. En este contexto de emergencias materiales, la banca americana inició un fuerte periodo de otorgamiento masivo de créditos muy bajos para incentivar al deprimido sistema económico, especialmente en el ámbito hipotecario.

De esta forma, con tal de ganar más clientela frente a sus competidores, durante muchos años la codicia del sistema bancario estadounidense autorizó indiscriminadamente préstamos y más préstamos sin ninguna supervisión, hasta llegar al extremo de ofrecer a los clientes las "hipotecas sub–prime" o "prestamos basura" o "prestamos Nina", es decir, hipotecas de alto riesgo concedidas a la población que no contaba con ingresos, con trabajo, ni con activos para responder a esos compromisos materiales (no income, no job, no assets).8 Por ejemplo, simplemente entre "2005 y 2007, entre préstamos hipotecarios y no hipotecarios, la banca estadounidense otorgó una cifra superior a los 4.5 billones de dólares; de los cuales, 20% fueron concedidos a personas físicas sin capacidad de cubrir tales créditos, y para finales de 2008 éstos ya habían generado pérdidas superiores a los 516 mil millones de dólares".9

[Existieron] recursos disponibles a tasas de interés bajas que formaban un entorno de gran rentabilidad para las empresas financieras y facilitaban la contratación de deuda para los productores, los constructores de casas y, en especial, para los consumidores. La economía mundial crecía con exceso de deudas, con innovaciones bancarias y complejas transacciones de títulos, sin grandes presiones de inflación, generando, no obstante, fuertes desajustes internacionales en las cuentas comerciales, de capitales, y distorsiones del valor de las monedas.10

En este contexto, los analistas financieros y económicos en los bancos, organismos internacionales y profesores de abolengo en muchas universidades de todo el mundo no veían prácticamente mayores riesgos en el hecho de que hubiera tan grandes facilidades de crédito en los mercados en dondequiera que se mirara. "Los signos de riesgos en los que se incurría se mantenían convenientemente al borde de la pista donde actuaban los magos del dinero".

Sin embargo, el entorno que propiciaba el aumento del riesgo crecía de manera sostenida retroalimentado por las autoridades monetarias y regulatorias. Surgió un exceso de confianza por la reducción de controles, la minimización de los supervisores estatales y por la abundancia de intermediarios bursátiles que promovían la compra de los "activos tóxicos" de los bancos. El entusiasmo prevaleciente no era cuestionado en esencia. Las ganancias eran grandes, entonces para qué moverse, y la fe en los mercados dominó las visiones predominantes. El equilibrio, que es el ambiente preferido de la teoría económica y de los funcionarios de los ministerios de Hacienda y de los bancos centrales, sería continuamente restablecido por la misma operación de los mercados. En tal marco histórico, la regulación y las normas se convertían en asuntos políticamente incorrectos.11

En este sentido, en la larga era de gobierno del ex presidente George Bush en los Estados Unidos para favorecer la expansión de los intereses de los grandes capitales se desmantelaron sistemáticamente los mecanismos de regulación más mínimos que limitaban la acción del capital financiero, controlaban la actividad de los bancos e impedían la creación de numerosos "instrumentos", con los cuales posteriormente se produjo una explosión de la "titularización" de las deudas que gestaron el derrumbe del sistema económico mundial. Mediante ello se estableció una atmósfera con amplio libertinaje para que banqueros, corredores de bolsa, financieros, etcétera, pudieran operar y robar cuanto desearan, sin que sufrieran mayores consecuencias, pues casi toda acción financiera osada estaba permitida.12 La aplicación de estas políticas desreguladoras en el terreno económico dieron origen, a finales del siglo XX, al "Estado cero", mismo que no actuó como entidad rectora y reguladora de la economía, sino como un simple gerente o administrador de los fuertes intereses del gran capital mundial. Mediante ello, el proceso económico fue regido por los principios autorreguladores del mercado salvaje y no por las políticas planificadoras del los Estados nacionales, que es lo que justifica su existencia.

A partir de este respaldo los "artífices monetarios" crearon una burbuja de crecimiento ficticio, especialmente en el sector de la vivienda, basado en el otorgamiento de crédito figurado o de falso capital que no contaba con respaldo material e institucional real. Este proceso se prolongó durante varios años hasta que en septiembre de 2007 fue necesario que la Reserva Federal volviera a subir las tasas de interés hasta 5.25% para rescatar la fuerte caída que había experimentado el dólar ante la fortaleza que alcanzó el euro a escala mundial. Así, ante la fuerte elevación de las tasas de interés, miles de deudores no pudieron pagar los préstamos contraídos anteriormente y se generó una hola de insolvencia y de quiebras masivas que ocasionaron sustanciales pérdidas para los sistemas financieros.13

Para evitar absorber todas las pérdidas ocasionadas, los grandes bancos estadounidenses endeudados iniciaron en el circuito bursátil mundial la venta irresponsable y sin control de portafolios de valores o fondos económicos endeudados que ya no tenían "valor", y que se volvieron a revender sin fin en el sistema financiero internacional para deshacerse del riesgo y la pérdida a largo plazo... hasta que estalló la quiebra de liquidez en las principales instituciones bancarias del mundo. Incluso, otro de los recursos de protección que gestionó el sistema bancario para evitar más pérdidas, fue contratar múltiples seguros financieros internacionales con las más grandes aseguradoras mundiales, como la American International Group (AIG), que al momento del hundimiento financiero también sucumbieron arrastradas por el colapso global.

La explosión de esta realidad generó, primero, una crisis financiera en la banca comercial, en la banca de desarrollo y en el mercado accionario; segundo, se transformó en crisis económica al impedir que empresas y particulares pudieran resolver sus problemas de deuda con la banca; tercero, el grave problema de deuda con la banca se trasladó a los sectores de la producción, del empleo, de la inversión, del comercio, etcétera;14 cuarto, se convirtió en fuerte anarquía social; finalmente, estalló en delicadas crisis políticas que debilitaron los mecanismos de gobernabilidad de los Estados nacionales.

Posteriormente al estallido de la insolvencia financiera, económica, social y política el conflicto creció vertiginosamente a tales dimensiones gigantescas e inmanejables por los gobiernos nacionales y las instituciones internacionales, que se perdió la claridad analítica de las verdaderas causas morales y culturales del mismo y sólo se observaron los espectaculares efectos materiales negativos de la quiebra mundial que opacaron la rigurosa observación. Así, el desencadenamiento acelerado de este colapso arrastró la reflexión objetiva sobre el problema y sólo permitió que se vieran los orígenes económicos superficiales, escandalosos e inmediatos del mismo, nublando sus verdaderas causas psicológicas ético–morales profundas que silenciosamente le dieron vida.

Por ello, es importante destacar que la crisis civilizatoria que detonó en Estados Unidos en septiembre de 2008 y que posteriormente se expandió a todo el planeta, fue explicada por los especialistas exclusivamente desde los ángulos económicos del fenómeno material o de los límites sociológicos del comportamiento humano; pero no a partir de los procesos ideológico–culturales que intervinieron significativamente en dicho proceso causando su origen profundo. De esta forma, dichas racionalizaciones cobraron presencia con múltiples estudios de naturaleza calculista,15 o cuando más de personalidad sociológica16 que surgieron de forma coyuntural y mediante la aplicación de diversas iniciativas político–administrativas17 por los gobiernos nacionales para resolver este problema en diversos planos sociales.

En consecuencia, contrariamente a las explicaciones econométricas que sólo examinaron los desajustes de los diversos elementos del circuito económico para entender el surgimiento de la drástica crisis contemporánea, es importante destacar que todo este proceso partió de la existencia de una realidad ideológica previa. Dicha situación fue el ejercicio extremo del contenido de la mentalidad profunda del neocapitalismo basada en la aplicación de la cultura de la especulación, los valores de la ambición ilimitada, la codicia estructural, la avaricia de Wall Street, la acumulación sin freno, los prototipos del individualismo, el imaginario del enriquecimiento personal a corto plazo a costa de lo que fuera, el pensamiento del "dinero fácil", la psicología de la usura, la ausencia de ética en el mercado bursátil, la ideología del agiotismo, el abuso monetario sin consecuencias, el comportamiento financiero sin límites, las acciones económicas fraudulentas, la deshonestidad de los agentes reguladores, el fenómeno de la economía virtual, el estímulo de los mercados mediante la corrupción y la falta de regulación, etcétera, practicada durante años por los "yupies financieros" y los funcionarios que los protegieron.18 Tal fenómeno con apoyo de las nuevas tecnologías informáticas de comunicación y las interrelaciones bancarias globalizadas lo irradiaron a todo el mundo, y se amplificó desproporcionadamente por la falta de regulaciones rectoras oportunas inicialmente del Estado estadounidense y posteriormente del resto de los Estados nacionales contemporáneos.

Es decir, fue la aplicación hasta sus últimas consecuencias de la irresponsable cosmovisión de los yupies a escala mundial la que hizo crisis y la que provocó que todas las naciones, en mayor o menor grado, fueran arrastradas a una severa recesión económica de larga y profundas consecuencias para todo el planeta. Esto significó que dicho desastre nació en la aplicación irrestricta de los "valores culturales basura" fundamentales de la estructura ideológica y comunicativa del neocapitalismo financiero contemporáneo en su fase de globalización, que a su vez crearon los "valores financieros basura". Dichos "valores", después de aplicarse hasta su máximo extremo, llegaron a su límite de resistencia e hicieron crisis ocasionando una desestructuración de todo el sistema económico mundial arrastrándolo a la hipertrofia del crecimiento.

En este sentido, el proceso de acumulación contemporánea que se dio en la etapa del neoliberalismo salvaje en los Estados Unidos y en el mundo en general en la primera década del siglo XXI, se logró debido a la aplicación irrefrenable de la mentalidad de la ambición de los agentes económicos, que siempre aspiraron a acumular más y más como una forma moderna de "realización humana y sentido de la existencia"; y a la ausencia de un Estado fuerte que colocara límites a esta tendencia compulsiva por el acaparamiento material. Dicha mentalidad fue el motor que propició que se practicara un liberalismo económico salvaje sin restricciones, cuyo único objetivo fue superar los niveles privados de concentración de capital previo que se habían alcanzado.

Por consiguiente, fue en el ámbito cultural acéfalo y desregulado del sistema neoliberal donde se cultivó el germen de esta drástica crisis sistémica que posteriormente se transmitió a las acciones cotidianas de los intermediarios financieros. En síntesis, la crisis de los valores económico financieros de la sociedad contemporánea tuvo su colapso en el derrumbe de los valores culturales, morales, éticos y espirituales de los agentes del mercado y de las instituciones financieras contemporáneas que manejaron dichos recursos bancarios.

En este contexto, el candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, John McCain, en su campaña electoral del 2008 para suceder en la Casa Blanca al presidente George Bush Jr., denunció que "esta crisis fue el resultado de que en Washington y en Wall Street se premiaron la codicia y la corrupción".19 Fue la exaltación y promoción gremial y colectiva de los comportamientos deshonestos y excesivos como valores del nuevo éxito de la moderna sociedad neoliberal.

Prueba de ello fue que las empresas económicas que practicaron los "valores" de la usura, la especulación y la deshonestidad, tuvieron drásticas pérdidas de riqueza; y las instituciones que no aplicaron tales directrices y no participaron en dichas "inversiones basura", fueron menos golpeadas por la fuerte onda generalizada del crack mundial de la cual ningún país se salvó, pero no experimentaron pérdidas tan onerosas, pues sus finanzas se mantuvieron más sanas.

Tal desorden ético–moral no sólo se practicó en el proceso de otorgamiento de los préstamos hipotecarios o de otra naturaleza, sino también de forma importante se aplicó en las políticas de supervisión económica de las agencias calificadoras mundiales de crédito. Así, por ejemplo, las grandes empresas calificadoras estadounidenses como Moody's, Standar & Poor's, Merrill Lynch, Goldman Sachs, Fitch Raiting y la Comisión Reguladora del Mercado encargadas de vigilar la sana situación financiera de las empresas que se cotizaban en el mercado de valores, no cumplieron durante varios años con su responsabilidad profesional de supervisión ética de las empresas que debían inspeccionar y no rebajaron sus ratings sobre los valores respaldados por las hipotecas subprime; sino que al contrario los mantuvieron altamente valuados para que pudieran ser ampliamente adquiridos por los compradores nacionales y mundiales como productos bancarios sanos y rentables.

Para lograr estos objetivos, por una parte, las instituciones fiscalizadoras anteriores amenazaron durante varios años al expresidente de la Reserva Federal del Tesoro Norteamericano (FED), Alan Greenspan, que "si los organismos supervisores del Estado establecían reglas más claras y estrictas para regular el mercado de los derivados y de la especulación que impidieran que los grandes capitales siguieran conservando sus privilegios de un orden asimétrico y desregulado, estas inversiones se irían al centro financiero de Londres, denominado La City".20 Por otra parte, los más altos directivos de los organismos calificadores anteriores declararon en octubre de 2008 ante el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes del Senado de los Estados Unidos, que para conservar dicha política de privilegios conscientemente al calificar a las empresas aplicaron modelos econométricos limitados que "ni siquiera capturaban la mitad del riesgo, a tal grado, que las inversiones podrían estar estructuradas por vacas y todavía calificarían positivamente".21

Así, los banqueros, los emisores y los inversores, dueños o accionistas mayoritarios de los "créditos basura", presionaron severamente a los analistas y a los directores generales de las agencias financieras calificadoras para que los "préstamos hipotecarios de baja calidad o préstamos subprime o préstamos Nina fueran evaluados con el nivel más alto de triple "AAA" para que las entidades financieras de todo el mundo confiaran ciegamente en esa ponderación institucional, sin emprender un examen riguroso del producto que estaban comprando; y absorbieran ciegamente de forma intensiva dichas inversiones riesgosas".22

Por ejemplo, el banco Lehman Brothers, que entró en quiebra el 15 de septiembre de 2008, asombrosamente contaba con una calificación muy alta: "A"; el banco Bearn Stearns, rescatado con préstamos de emergencia del Estado norteamericano para evitar quebrar, sorpresivamente tenía un rating de "BBB"; la aseguradora gigante American International Group, que estuvo al borde del crack a mediados de septiembre del mismo año, fue rescatada con inyecciones multimillonarias, cuando paradójicamente tenía una calificación de "A"; etcétera. En el mismo sentido, hasta el tercer trimestre del 2007, la compañía calificadora Standar & Poor's reconoció con el nivel más elevado de "AAA" a 885 mil millones de dólares invertidos en hipotecas basura que estaban contaminadas con activos tóxicos.23

Este ambiente de amoralidad selectiva se conservó tan arraigado en las grandes instituciones que permitió que se cometieran diversos delitos de cuello blanco que posteriormente tuvieron que ser investigados por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Por ejemplo, "después de que la aseguradora AIG fuera rescatada con un préstamo de urgencia por el gobierno federal de los Estados Unidos con 85 mil millones de dólares, los ejecutivos de dicha compañía celebraron un retiro en el lujosísimo hotel resort St. Regis, en Monarca Beach. En esta reunión, los directivos de la empresa gastaron 200 mil dólares en hospedaje, 150 mil en alimentos, 23 mil en servicios de spa, manicures, pedicures, masajes y faciales; y concedió bonificaciones de retiro a sus altos empleados con primas en efectivo que oscilaron entre cinco y 15 millones de dólares.24

De igual forma, mientras los bancos Lehman Brothers y Bear Stearns solicitaban un rescate millonario al gobierno estadounidense en octubre de 2008, al mismo tiempo las compañías pagaban millones de dólares a sus ejecutivos que abandonaban las empresas de inversiones. Simplemente, el director del consorcio, Richard Fuld Jr., entre el 2000 y el 2008 recibió una compensación de 480 millones de dólares, de los cuales 60 millones se pagaron en efectivo.25 La compensación para el presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, en 2007 fue de 54 millones de dólares; y la de John Thain, presidente de Merrill Lynch, fue la suma astronómica de 83 millones de dólares, cuando en ese lapso la compañía perdió más de 11 mil millones de dólares y tuvo que ser vendida al Bank of America.26

Por otra parte, "los miembros de directorios de otras firmas fuertemente endeudadas se embolsaron más de 21 mil millones de dólares en los últimos cinco años. Por ejemplo, entre 2003 y 2008, Charles R. Schwab, presidente de Charles Schwab, percibió 816 millones de dólares en compensaciones en efectivo y ganancias de la venta de acciones; Dwight Schar, de NVR, recibió 626 millones de dólares; Angeo R. Mozilio, ejecutivo principal de Countrywide, acrecentó su fortuna en 470 millones de dólares; Robert I. de la compañía Toll Brothers, percibió un ingreso de 427 millones de dólares; Richard D. Fairban, presidente del banco Capital One, ganó 245 millones de dólares; Bruce Karatz, de KB Home, recibió 191 millones de dólares y Richard S. Fuld, de Lehman Brothers, obtuvo 184 millones de dólares, etcétera".27

Fue sólo hasta principios del 2008 cuando la realidad crediticia del sistema financiero estadounidense llegó a sus límites —siendo totalmente insostenible con el maquillaje de cifras artificiales y técnicas de campañas de publirelaciones que se aplicaron durante muchos años—, que estalló inevitablemente el tsunami económico mundial. Únicamente fue dentro de este contexto de colapso evidente y sin control cuando las agencias financieras calificadoras internacionales tuvieron que reconocer obligatoria y públicamente la situación de quiebra generalizada en que se encontraban las empresas que debían evaluar y redujeron sus evaluaciones institucionales a niveles reales de derrumbe económico.28

En este sentido, ante esta herencia económica recibida por muchos años y después del fracaso de los órganos supervisores mundiales por falta de aplicación de principios ético–morales y de límites estatales sobre la dinámica del mercado voraz; para evitar que este panorama se vuelva a repetir, debemos preguntarnos ¿quién debe vigilar al vigilante para que este hundimiento económico no se vuelva a presentar en el futuro?29

Por consiguiente, a diferencia de otras crisis económicas históricas, este estancamiento global no fue creado por deficiencias en el proceso económico de los países emergentes, sino que fue una crisis sistémica generada en los países centrales más desarrollados del capitalismo contemporáneo, ocasionada por el juego de los "especuladores irresponsables" del capital financiero, las inconsistencias de la dinámica de la autorregulación de los mercados salvajes y la debilidad interventora del Estado que llevó al colapso a la economía mundial y marcó el final del modelo económico y político neoliberal que pregonaba las directrices de la ausencia de controles estatales.30

Este panorama complicó más la de por sí grave crisis de reservas económicas, pues ante la falsificación de la realidad económica por los órganos oficiales de fiscalización, los gobiernos y el público no supieron durante muchos meses cuál fue el grado y la profundidad de la mega crisis que surgía en el neocapitalismo de principios del siglo XXI. Así, derivado de esta situación severamente amoral que engañó a más de la mitad del planeta, se produjo una profunda crisis de confianza internacional en las auditorias, en la función de las agencias calificadoras internacionales, en el papel de la banca de inversión, en los organismos de control gubernamentales, en las tesorerías corporativas, en la posibilidad de pagos de los cuenta habientes, en la responsabilidad de los políticos y en la capacidad de los gerentes de los sistemas financieros globales.

En este sentido, la desconfianza, la incertidumbre y el escepticismo de la población en las instituciones crediticias, en los órganos reguladores del Estado y en el modelo neoliberal de crecimiento del capitalismo contemporáneo, se convirtió en el espíritu del tiempo de la primera década del siglo XXI que, como hola de malestar psíquico, marcó el inicio económico del tercer milenio en el mundo.

 

EL MODELO DE "ECONOMÍA CASINO"

El desorden mental que se creó en el terreno económico motivado por las ambiciones desmedidas provocadas por la codicia estructural de unos cuantos y la autorregulación salvaje de la ley de la oferta y la demanda financiera, permitieron que se realizaran en la sociedad estadounidense y otras economías internacionales los movimientos financieros corruptos necesarios para obtener ganancias exponencialmente altas, a corto plazo, sin medir las consecuencias de dichas acciones. Tal tendencia no consideró que dicha práctica deshonesta pondría en el precipicio a la economía de los Estados Unidos, a la del mundo en general y al sistema de desarrollo neoliberal en su conjunto.31

Esta situación creó en el ámbito financiero el "modelo de la economía de casino", cuyo motor no estuvo fundado en la producción de bienes materiales reales, sino en una "economía virtual" conformada por inversiones especulativas e imaginarias que no crearon riqueza material concreta, ni contaron con respaldos reales de capital efectivo que los sostuviera, pero que en los balances financieros de las empresas sí reflejaron provisionalmente acumulación de ganancias virtuales. De esta forma, la economía de trabajo y de producción real fue sustituida por la economía ficticia de casino, dominando la dinámica de esta última sobre toda la organización económica y, gradualmente, se creó un largo círculo vicioso económico que generó, a largo plazo, el derrumbe del sistema financiero mundial.

Así, se creó una economía virtual que generó riqueza aparente sin contar con activos reales de respaldo que promovió el esquema del capitalismo salvaje, dando origen a la economía especulativa que infló las bolsas de valores y los derivados financieros, produciendo dinero virtual a partir de un modelo de economía de casino artificial.32

De esta manera, la enorme desregulación económica, la libre circulación monetaria y la liquidez total del capital financiero —sin regulación ni fiscalización— que se practicó durante muchos años, especialmente en el periodo de gobierno del presidente George Bush, permitió que se diera una gigantesca transferencia de capitales del sector productivo al terreno especulativo. Se gestó un sistema económico cimentado en la sustitución del capitalismo productivo de los sectores primarios, por la voracidad insaciable del capitalismo especulativo centrado en los objetivos mercantiles de los sectores terciarios, basado en una lógica autorreferencial de corto plazo, que promovió un sistema financiero de intercambios que buscó el incremento del valor de las actividades especulativas y en la gestión técnica de las diversas formas de alto riesgo. La reducción de los objetivos de los operadores financieros globales a un brevísimo plazo de tiempo para obtener fuertes ganancias, redujo la capacidad de las finanzas para desempeñar su función de puente entre el presente y el futuro, con vistas a sostener la creación de nuevas oportunidades de producción y de trabajo a largo plazo.33

En palabras del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, se puede decir que "los grandes bancos internacionales que antes calificaban a las economías del mundo, especialmente a las periféricas y le enseñaban a América Latina qué debía hacer en materia financiera, quebraron no por impedir la generación de empleos y de riqueza, sino por impulsar la especulación y el riesgo irresponsable. Esa práctica especulativa transformó a diversos sectores del sistema financiero en casinos, que perdieron en la ruleta y el mundo fue víctima del juego".34

De esta forma, la dinámica del nuevo capitalismo financiero en su fase neoliberal de inicios del siglo XXI borró drásticamente el espíritu económico inicial que, apoyado en la concepción de la ética protestante, colocó el trabajo directo y el ahorro como virtudes fundamentales para generar la acumulación originaria que posibilitó la forma de producción capitalista y la sustituyó por la dinámica de la especulación y la "aventura económica".

Así, el contenido de esta mentalidad originaria privilegió como útiles "la moralidad, la puntualidad, la diligencia, la moderación, etcétera, porque son virtudes que proporcionan crédito".35 Derivado de esta subjetividad nativa, en el siglo XVIII surgió la ética protestante del capitalismo que, en su momento, se caracterizó por dar origen

[... ] a esos nuevos empresarios que no eran sujetos especuladores osados y sin escrúpulos, naturalezas aptas para la aventura económica, como las ha habido en todas las épocas de la historia, ni tampoco gente adinerada que creó este nuevo estilo de vida oscuro y retraído, aunque decisivo para el desarrollo de la economía, sino hombres educados en la dura escuela de la vida, prudentes y arriesgados a la vez, sobrios y perseverantes, entregados de lleno y con devoción a lo suyo, con concepciones y principios rígidamente burgueses.36

Por consiguiente, en dicha época "el tipo ideal de empresario capitalista nada tiene que ver con ese tipo vulgar o afinado ricachón. Aquél aborrece la ostentación, el lujo inútil y el goce consciente de su poder; le repugna aceptar los signos externos del respeto social de que disfruta, porque le son cómodos. Su comportamiento presenta más bien rasgos ascéticos". Y, sobre todo, no es raro, sino muy frecuente, hallar en él un grado de modestia mucho más sincera, que la recomendada en los discursos de Benjamin Franklin, en los cuáles postulaba que "nada de su riqueza la tiene para su persona, sólo posee el sentimiento irracional de cumplir buenamente con su profesión".37

En este sentido, "la idea peculiar del deber profesional, de una obligación que debe sentir el individuo [...] ante el contenido de su profesión, consiste en que fuera lo que fuera, esta es la característica más grande de la 'ética social' de la civilización capitalista, para la que posee una significación constitutiva".38

[Así] el más noble contenido de la propia conducta moral consistía justamente en sentir como un deber el cumplimiento de la tarea profesional en el mundo. Tal era la consecuencia inevitable del sentido sagrado del trabajo y lo que engendró el concepto ético–religioso de profesión: concepto que traduce [...] a todas las confesiones protestantes la idea que el único modo de vida grato a Dios reconoce no la superación de la moralidad terrena por medio de la ascesis monástica, sino precisamente por el cumplimiento en el mundo de los deberes que a cada cual impone la posición que ocupa en la vida y que por lo mismo se convierte para él en su profesión?39

El orden capitalista necesita la entrega a la profesión de enriquecerse; una especie de comportamiento ante los bienes externos, de tal modo adecuado a esa estructura, que ya no es posible hablar hoy de una conexión necesaria entre ese comportamiento práctico "crematístico" y una determinada concepción unitaria del mundo. La concepción del mundo va determinada por la situación de los intereses político–comerciales y político–sociales. Quien no adapta su conducta práctica a las condiciones del éxito capitalista se hunde o no asciende demasiado.40

De esta manera, "no fue la afluencia del dinero lo que provocó esa nueva revolución, sino la introducción del nuevo espíritu, el espíritu del capitalismo. Así, las fuerzas de la expansión del capitalismo no residieron en el origen de las disposiciones dinerarias utilizables en la empresa, sino más bien sobre el desarrollo del espíritu capitalista".41 En síntesis, el summun bonum de esta "ética" consiste en la adquisición incesante de más y más dinero, cumpliendo con la profesión y evitando cuidadosamente todo goce inmoderado.42

Sin embargo, contrariamente a este antecedente histórico originario de la sociedad capitalista, en la fase moderna del crecimiento neoliberal la economía del capitalismo se fue al extremo contrario y "se convirtió en un casino, el capital dominó al mercado y la cosa dominó al ser humano. La economía internacional se convirtió en un casino planetario donde por momentos unos ganaban, pero también en otros todos perdieron cuando las fuerzas incontrolables de la ambición y la codicia se apoderaron de la mecánica económica".43 Así, en la estructura del casino–mundo todo lo sólido se desvaneció en el aire, provocando el sismo económico que hizo temblar a los capitalistas, al mercado, a las instituciones, a los economistas, a los funcionarios, a los políticos y a la cultura.44

 

EL PROTOTIPO DE "COMUNICACIÓN CASINO"

Para que pudiera funcionar materialmente el "modelo de economía casino" en la fase avanzada del neoliberalismo salvaje de la primera década del siglo XXI, además de requerirse la instalación de una amplia infraestructura de ingeniería financiera bursátil y bancaria que conectara todos los circuitos económicos globales para que distribuyeran la inmensas masas de capitales a escala planetaria, también fue necesario crear, ideológicamente, un modelo de comunicación que apostara por la formación y transmisión de una mentalidad de valores bárbaros que la respaldaran y movilizaran en grandes dimensiones sociales, con el fin de que fuera aceptada con éxito por grandes sectores de la población. Dicho modelo, además de contribuir a hacer funcional el paradigma de la economía casino a escala mundial, también colaboró a legitimarlo mediante la generación de diversas creencias colectivas favorables sobre el mismo.

Así, paralelamente a la transformación económica especulativa se creó el "modelo de comunicación casino", que se basó en la creación y promoción constante de una estructura de valores, procesos de comunicación y subjetividades del capitalismo salvaje que, por una parte, respaldaron y movilizaron socialmente como una gran oportunidad de compra las "inversiones basura"; por otra, incentivaron la expansión de la sociedad de consumo; finalmente, crearon una atmósfera de mentalidad casino que permitió que el sistema económico operara eficazmente hasta que enfrentó su inevitable crisis. Dicho prototipo de comunicación neoliberal casino de "libre mercado informativo", se caracterizó por estructurarse con tres apoyos comunicativos culturales centrales: el márquetin financiero acelerado, el consumo exacerbado y la atmósfera light extendida.

Así, en primer término, a través de los medios de difusión colectivos y otras infraestructuras de márquetin bancario, el modelo de comunicación casino creó múltiples campañas de persuasión publicitaria para que los diversos públicos percibieran como muy atractivas las diversas inversiones vinculadas con el sector bancario e inmobiliario y pudieran adquirir con grandes facilidades los paquetes económicos, fondos de inversión, instrumentos de deuda, montos de acciones compuestos por hipotecas subprime, productos derivados de alto riesgo, "pirámides monetarias", bonos basura, inversiones tóxicas, etcétera, que durante varios años había generado este modelo económico especulador y que ofrecían engañosamente a los clientes grandes rendimientos a corto plazo, por medio de múltiples intermediarios bursátiles. De esta forma se organizó de manera atractiva la difusión masiva de las realidades anteriores, por las grandes cadenas estadounidenses y mundiales de televisión y radio, de señal abierta y restringida, como NBC, ABC, CNN, y los principales medios radiofónicos e impresos, etcétera, para que la población adquiriera tales valores como inversiones seguras con las cuales podría garantizar la protección de su patrimonio al ganar fuertes utilidades en poco tiempo, sin hacer mayor esfuerzo que esperar cómodamente la obtención automática de sus intereses respectivos.

En segundo término, dicho arquetipo mental de casino fomentó intensivamente, mediante la estructura de los medios de difusión masivos, especialmente de los canales electrónicos, una cultura cotidiana del consumo exacerbado basado en el uso abusivo del monto de las tarjetas de crédito, la racionalidad light, la realización del sentido de la vida a partir de la práctica de la adquisición de mercancías, el narcisismo como meta de la existencia, la solución a las crisis emocionales personales mediante el entretenimiento consumista, etcétera, que permitiera la consolidación del modelo del mercado en su etapa avanzada.

De esta manera, envueltos en esta atmósfera mental, los principales multimillonarios causantes de la "burbuja financiera" —que cuando explotó arrastró al mundo a la recesión económica—, inmersos en dicha cultura de la frivolidad neoliberal adquirían la lista de productos más exóticos del consumo superfluo internacional. Mediante ello, se multiplicaron en los últimos años las selectas boutiques que alcanzaron ciudades nunca soñadas como Pekín, Shangai, Estambul, Río de Janeiro, Moscú, Yakarta, Bombay, Panamá, entre otras.

En este sentido, en poco tiempo los multimillonarios crecieron a un ritmo de 8.5% anual, consumiendo los artículos más privilegiados para intentar calmar su deseo insaciable de lujo lujurioso como jets de nueva generación, automóviles deportivos exclusivos, palos de golf inimaginables, joyas espectaculares, obras de arte deslumbrantes, instrumentos musicales únicos, zafiros y rubíes gigantes, damas y caballeros de compañía, excusados de oro, diamantes gigantes, masturbadores autoregulables, pieles de animales en peligro de extinción, pipas platinadas, sombreros aerodinámicos, vajillas de creación restringida, tinas llenas de vino y helado, etcétera, a precios alcanzables sólo por la élite financiera internacional. Para ello, se creó una cultura exclusiva que permitiera que la micro clase adquiriera, por ejemplo, la edición limitada del jarrón Veronese creado por el conocido fabricante de cristal italiano, Venini; la muy esperada nueva fragancia para mujeres que destila toques de flor de naranja y mandarina, lanzada por Prada; el navegador GPS de mano, por si el cliente desea esquiar o escalar; el USB más potente y rápido cuya parte trasera semeja las nalgas de una vedette famosa; el sofisticado reloj Blancpain 1735 con un costo de lista de un millón de dólares; el enorme yate Annaliese surcador de mares que cuenta con cine, spa y helipuerto con un precio de 103 millones de dólares; el whisky con sabor a frutas oscuras y especias con toques de madera, cuya botella se conseguía por tan sólo 38 mil dólares; el caviar extraído de un esturión de 80 años proveniente del mar Caspio y envasado en oro de 24 quilates, con un costo de 24 mil dólares la pieza; la taza de café más exquisita del mundo que se obtiene de los excrementos de los civetos de Indonesia, criatura arborícola que se alimenta de las cerezas de café y cuyos intestinos le dan un toque único al sabor del aromático, con un precio de mil 200 dólares el kilo;45 las 49 piezas de chocolate del exclusivo sello libanés Patchi, envueltos en seda en una caja de piel de gamuza con divisiones de oro y platino, coronada con flores de cristal Swarovski, cuyo precio es de cinco mil libras esterlinas,46 etcétera.

Finalmente, en tercer término, el modelo de comunicación casino construyó una cultura cotidiana que fundó su éxito en la apuesta por la difusión de amplias significaciones culturales basadas en el fomento intensivo de la fuga de la realidad, la ausencia de pensamiento crítico, la descontextualización de los hechos, la información epidérmica, el narcisismo como éxito social, la satisfacción insaciable del Yo desatado, la mentalidad de la felicidad inmediata, la sonrisa cliché como componente permanente de la interacción humana, la compulsión por el goce momentáneo, la frivolidad desmesurada, la atracción por el espectáculo intensivo, la cultura de los efectos, el vicio por las experiencias adrenalínicas, la evasión permanente por el compromiso colectivo, el imaginario del futuro fácil, etcétera, como sentido profundo de vida moderna y como modelo del éxito material y social. Mediante ello, se favoreció sustancialmente, a nivel subjetivo y material, la expansión de ese modelo económico basado en la especulación, la corrupción, la ambición de ganancias ilimitadas y las apuestas bursátiles, sin preocuparse por ninguna de las consecuencias estructurales futuras que dicha visión y actitud profunda ante la vida iban a ocasionar.

Con ello se logró crear una atmósfera masiva acrítica para ver la auténtica realidad y colocar la conciencia de los grandes grupos sociales dentro de un esquema de la visión funny y light de la vida, donde lo importante era pasarla bien, disfrutar, gozar el momento, satisfacer los diversos placeres y no complicarse la existencia con preocupaciones sistémicas o problemas de largo plazo que el individuo común y corriente no podía resolver por sí mismo y sólo le incomodaban o inquietaban inútilmente su vida diaria, restándole el goce de su felicidad, a la cual tenía derecho permanente como promesa al acceso a la modernidad neoliberal.

En este sentido, dicho "prototipo cultural moderno" produjo una gran "ceguera social" cimentada en una concepción de mirada de muy corto plazo de la vida, sin concientizar sobre las repercusiones conductuales que se derivaron de esta cosmovisión de mercado posmoderna de la existencia. Así, a través de los medios de difusión colectivos y otras infraestructuras mercadológicas de persuasión selectiva surgió el impulso de una fuerte cultura generalizada de la avaricia, el consumo superfluo irrefrenable, la especulación y la frivolidad sistémica que legitimó y promovió a nivel subjetivo cotidiano la expansión del "modelo de la economía basura", hasta que explotó por ser insostenible en la vida cotidiana su realidad ficticia.

De esta forma, con el respaldo institucional, administrativo y cultural que durante mucho tiempo se cimentó en el terreno financiero, se logró que una clase cleptocrática47 tomara el control de la economía, con el fin de remplazar el capitalismo industrial, por un capitalismo artificial de especulación, que con apoyo de infraestructuras computarizadas persiguió el objetivo de realizar las transacciones virtuales más veloces y cuantiosas de toda la historia económica de las sociedades para obtener rápidas ganancias, a costa de lo que fuera, impulsando el modelo del "capitalismo de casino" que nunca fue regulado por el Estado hasta que reventó la realidad insostenible del nuevo "paradigma chatarra" con consecuencias desastrosas para el mundo contemporáneo.48

 

EL RECUENTO GLOBAL DE DAÑOS

La severa crisis material global se inició paulatinamente en el ámbito financiero de los Estados Unidos al producirse el colapso de la "burbuja inmobiliaria" en 2006 y se propagó rápidamente en 2008 a todas las economías europeas, asiáticas, latinoamericanas y africanas ocasionando una profunda recesión mundial que generó una mega pérdida de la enorme riqueza construida durante varias generaciones y arrastró a todo el sistema capitalista a una profunda debilidad económica histórica.49 Este radical colapso global no sólo fue una crisis de Wall Street, sino fue el quiebre de todas las calles del mundo que demandó la transformación profunda de toda la arquitectura del sistema económico internacional para crear una nuevo orden financiero que no esté basado en la especulación, la corrupción, la amoralidad y los "valores casino", sino que se cimiente en la sana productividad, la regulación del Estado, la supervisión de instituciones civiles y los valores culturales de la sobrevivencia colectiva.

 

EL RESCATE DEL ESTADO–NACIÓN Y LA REFORMA MORAL

La corrección de los límites históricos anárquicos a los que ha llegado el desarrollo del modo de producción capitalista a principios del siglo XXI, para alcanzar un nuevo estadio civilizatorio de crecimiento colectivo más justo implica, entre otros, el rescate del Estado–nación y la aplicación de la reforma cultural ético–moral.

Es por ello que la existencia de esta crisis global que enfrenta la sociedad mexicana demuestra que entramos en un nuevo periodo histórico donde el proyecto de desarrollo neoliberal del mercado, con su filosofía del "fin de las ideologías", llegó a sus límites de aplicación y, paradójicamente, ahora es urgente repensar el rescate ineludible de la función del Estado como instancia rectora del proceso de crecimiento global colectivo, pues la dinámica de oferta y demanda por sí misma demostró contundentemente que es incapaz de regular equilibradamente los procesos de crecimiento y ordenamiento sociales. De aquí la necesidad urgente de preguntarnos: ¿en esta etapa de fuerte descomposición social que ha reforzado el Estado fallido, cuál debe ser el papel del Estado para construir una política de comunicación colectiva que permita el avance equilibrado de nuestra nación, y no la simple subordinación subjetiva a los modelos monopólicos de la acumulación nacionales e internacional de capital?, ¿cuáles son los nuevos valores para la sobrevivencia colectiva que debe impulsar y proteger el Estado para existir armónicamente en contra de los valores salvajes que promueve el mercado desregulado?

Ante esta realidad, es indispensable que el Estado rescate su máxima función rectora en el campo de la información y la cultura nacional frente a la dinámica salvaje que han alcanzado las fuerzas del mercado como poderes fácticos en este ámbito, para construir un nuevo proyecto de comunicación y espiritualidad colectivo basado en la participación de las comunidades. En este sentido, es necesario que en pleno proceso de transición estructural y de cambio modernizador se replantee el viejo pacto desequilibrado de desarrollo de comunicación existente entre el Estado, los monopolios y la sociedad para orientarlo hacia un nuevo acuerdo tripartita de participación ciudadana que equilibre el actual funcionamiento desigual del viejo modelo de crecimiento del mercado que nos ha llevado a la creación de un orden social bárbaro que modificó los contenidos y las fronteras límites del desarrollo nacional.

Sin embargo, no obstante la intervención sustantiva del Estado en la esfera económica para solucionar la mayor crisis del modelo capitalista neoliberal desde la Gran Depresión de 1930, es necesario destacar que estas acciones no son suficientes para resolver las contradicciones profundas que le dieron vida al crack económico, sino para solventar dicho colapso también es fundamental que se corrijan las causas culturales de naturaleza ético–moral que le dieron origen. Es fundamental asimilar que dicho fenómeno de quiebra económica tuvo su origen previo en la acumulación de una mentalidad especulativa que se practicó a los extremos de la avaricia y la codicia sin límites institucionales, que después se reflejó materialmente.

De lo contrario, el Estado sólo habrá atacado los efectos más visibles de este desplome social y no las causas profundas que le dieron vida y, en consecuencia, dicha ceguera mantendrá vivas las causas recónditas que originaron tal colapso civilizatorio planetario, y en los próximos años se volverá a repetir, pero con mayor intensidad.

Frente al profundo colapso de la economía mundial a inicios del tercer milenio, es central entender que la verdadera corrección de este nuevo hundimiento económico sistémico, en última instancia, no se arreglará con la simple inversión de multimillonarios fondos para los rescates bancarios, con la devolución de impuestos a los ciudadanos por el Estado, con la inyección de préstamos de emergencia, con la creación de nuevas reglas de supervisión, con la reactivación del crédito, con el otorgamiento de subsidios extraordinarios a las empresas colapsadas, con el descenso sustantivo de las tasas de interés del Bono del Tesoro Norteamericano hasta niveles sin precedentes, etcétera, sino que en el fondo únicamente se solucionará en la medida en que se sanen las raíces profundas que le dieron vida lenta y silenciosamente.

Debido a que la naturaleza de esta crisis sistémica global es compleja, los mecanismos de remediación deben considerar propuestas económicas, pero también cambios fundamentalmente ético–morales, pues fue en este ámbito social donde se originó el conflicto. Así, por una parte, se deben contemplar las enmiendas económicas y, por otra, las opciones culturales para resolver tal terremoto civilizatorio.

Además de considerar la aplicación de todas las medidas económicas oportunas de salvamento, para comprender con profundidad el origen de esta nueva crisis moderna de dimensiones globales para todo el planeta, es necesario reconocer que conjuntamente al agotamiento de los tradicionales ciclos económicos que formula la teoría económica clásica, ahora debemos aceptar la existencia de potentes ciclos de valores culturales que de forma eficiente influyen ética y moralmente sobre el comportamiento de los sujetos económicos, especialmente sobre los administradores de los sistemas financieros. Estas estructuras ideológicas afectan profundamente la operación de los ciclos económicos materiales para que éstos entren en fases de expansión o de desmoronamiento estructural.

De aquí que para asimilar y resolver en última instancia este conflicto financiero que desarticuló a todas las estructuras económicas de las sociedades del mundo contemporáneo, ahora sea necesario ir al fondo ideológico–moral del espectacular crack de inicios del tercer milenio. Ante ello, es imperioso asimilar que, en última instancia, esta crisis global que tuvo su mayor visibilidad en el estrepitoso derrumbe económico planetario, en el fondo fue una drástica crisis de valores culturales, morales y de visiones esenciales de la vida que llegaron a su límite extremo de aplicación anárquica. Por consiguiente, para resolverla, en última instancia también se requiere realizar una profunda reforma moral de las cosmovisiones y comportamientos salvajes de las sociedades modernas, especialmente occidentales, que es donde anidó el virus mental que provocó el sismo civilizatorio mundial.

Debido a esta realidad, para resolver este conflicto en sus raíces sistémicas es indispensable, por una parte, que se modifique la promoción de los "valores culturales salvajes" del neocapitalismo contemporáneo, que impiden el sano equilibrio económico internacional y, por otra, que mediante la acción del Estado y de la sociedad civil organizada se regrese a la creación y fomento de los nuevos valores mentales sustentables para la sobrevivencia colectiva armónica. De lo contrario, sólo se habrán atendido los efectos materiales superficiales de corto plazo de este derrumbe económico, pero estará plenamente vivo el germen cultural axiológico comunicativo que le dio vida a dicha quiebra civilizatoria y, en los próximos años, se volverá a repetir el fenómeno del crack económico, político, ecológico, social, ideológico y comunicativo global con consecuencias mayores.

Bajo estas circunstancias, la humanidad no habrá aprendido y corregido la clara lección para la historia moderna que dejó la crisis de los "valores culturales basura" que dieron vida al "modelo de la economía basura" en las sociedades capitalistas modernas de la primera década del siglo XXI. Con ello, los conglomerados humanos permanecerán en completa desprotección ante el desarrollo futuro, pues dicho fenómeno nuevamente se refrendará como si la historia no hubiera existido.

 

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1 "Tras un nuevo paradigma", revista Siempre!, núm. 2888, México, 19 de octubre de 2008, pp. 812; Magdalena Galindo, "Ha muerto la dictadura del mercado", revista Siempre!, núm. 2890, México, 2 de noviembre de 2008, p. 40.

2 "Refundar el capitalismo", revista Siempre!, núm. 2889, México, 26 de octubre de 2008, p. 60.

3 "El castillo de naipes se derrumba", Siempre!, núm. 2886, México, 5 de octubre de 2008, p. 17.

4 "Estados Unidos ya no será más la potencia hegemónica", La Jornada, México, 28 de octubre de 2008, p. 17.

5 "La crisis global se debe a que el modelo capitalista está agotado", La Jornada, México, 1 de noviembre de 2008.

6 José Camilo Cela Conde, "También el capitalismo se murió", revista Siempre!, núm. 2887, México, 12 de octubre de 2008, p. 69; Porfirio Muñoz Ledo, "La mano invisible", Columna Bitácora Republicana, El Universal, México, 17 de octubre de 2008.

7 "Refundar el capitalismo", Siempre!, núm. 2889, México, 26 de octubre de 2008, p. 60.

8 "Hemos vendido nuestra alma al diablo por dinero", Expansión.com [www.expansion.com], fecha de consulta: 28 de octubre de 2008, p. 2.

9 "Agencias calificadoras de riesgo en la mira", DW–World.deDEUTSCHEWELLE. La Otra Visión, 16 de octubre de 2008 [www.dw–world.de], p. 1; "Hemos vendido nuestra alma al diablo...", op. cit.

10 León Bendesky, "¿Qué sabemos de la crisis?", La Jornada, México, 22 de diciembre de 2008.

11 Idem.

12 José Blanco, "Tragedia y farsa", La Jornada, México, 23 de diciembre de 2008, p. 14.

13 Ignacio de León, "La culpa no fue de Milton sino de Alan", Noticiero Digital, 23 de septiembre de 2008 [www.noticierodigital.com].

14 "Primero EU... y después el mundo", Siempre!, núm. 2886, México, 5 de octubre de 2008, p. 11.

15 Entre las principales explicaciones econométricas que surgieron para explicar la crisis desde el horizonte económico, figuraron los siguientes trabajos: "La crisis: fin de una época", Transversales, núm. 12, Asociación Transversales, Madrid, otoño, 2008, pp. 3–4; José Luis Redondo, "Crisis económica o crisis de una civilización", Transversales, núm. 12, Asociación Transversales, Madrid, otoño, 2008, pp. 21–23; Rolando Astarita, "Mercado inmobiliario y teoría marxista", Transversales, núm. 12, Asociación Transversales, Madrid, otoño, 2008, pp. 25–27; David Hammerstein, "Preguntas sobre la crisis (entre lo absurdo y lo real)", Transversales, núm. 12, Asociación Transversales, Madrid, otoño, 2008, pp. 28–29; Federico Reyes Heroles y Francisco Suárez Dávila, "La crisis: testimonios y perspectivas", Este país, Tendencias y opiniones, núm. 214, México, enero de 2009, pp. 4–7; Carlos Tello, "Sobre la crisis económica", Este País. Tendencias y opiniones, núm. 214, México, enero de 2009, pp. 8–13; David Ibarra, "El caos financiero", Este País. Tendencias y opiniones, núm. 214, México, enero de 2009, pp. 14–18; Jesús Silva–Herzog, "La crisis de ayer... la crisis de hoy", Este País. Tendencias y opiniones, núm. 214, México, enero de 2009, pp. 18–21; Miguel Mancera Aguayo, "Crisis económicas de México, 1976–2008", Este País. Tendencias y opiniones, núm. 214, México, enero de 2009, pp. 21–30; Damm Arnal, Arturo, "De la causa (primera) de la crisis", Este País. Tendencias y opiniones, núm. 214, México, enero de 2009, pp. 65–67.

16 Atilio A. Borón, "De la guerra infinita a la crisis infinita", Memoria, Revista de Política y Cultura núm. 236, Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS), México, junio–julio, 2009, pp. 17–23; Daniel Bensaid, "La crisis capitalista: apenas un comienzo", Memoria, Revista de Política y Cultura, núm. 236, CEMOS, México, junio–julio de 2009, pp. 24–25; David Harvey, "¿Estamos realmente ante el fin del neoliberalismo? La crisis y la consolidación de las clases dominantes", Memoria, Revista de Política y Cultura, núm. 236, CEMOS, México, junio–julio, 2009, pp. 26–31; Eric Hobsbawm, "El socialismo fracasó; ahora el capitalismo está en quiebra. ¿Qué viene a continuación?", Memoria, Revista de Política y Cultura, núm. 236, CEMOS, México, junio–julio, 2009, pp. 31–33.

17 Nos referimos a los eventos que organizaron diversos sectores del Estado y de la academia para exponer y discutir las características de la crisis contemporánea y buscar posibles alternativas para su solución. En todos ellos se abordaron las propiedades de la crisis, los cambios en el modelo de desarrollo, las políticas macroeconómicas, las directrices monetarias, el crecimiento económico, la reforma financiera, la recuperación del proyecto industrial, la política salarial, las soluciones al desempleo, la seguridad social, el medio ambiente sustentable en México, etcétera, pero nunca se tocaron las variables culturales que cultivaron dicho colapso. Entre las principales reuniones figuraron las siguientes: "México ante la crisis, ¿qué hacer para crecer?", Instituto Belisario Domínguez, Senado de la República, LX Legislatura, México, 27 de enero al 17 de febrero de 2009 y "Alternativas para un proyecto económico, político y social: salidas de la crisis y cambio estructural", Departamento de Economía, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM–Xochimilco), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Instituto Politécnico Nacional (IPN), Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fe, y Comité de Competitividad del Senado de la República, México, 17 al 19 de marzo de 2009.

18 Jorge Santa Cruz, "Washington y Wall Street premian la corrupción", Siempre!, núm. 2886, México, 5 de octubre de 2008, p. 28; Magdalena Galindo, "La codicia rompió el saco", Siempre!, núm. 2886, México, 5 de octubre de 2008, p. 24; "Críticas altermundistas al libre mercado y al sistema económico basado en la especulación", La Jornada, México, 1 de noviembre de 2008; Magdalena Galindo, "Ceguera de clase", Siempre!, núm. 2894, México, 30 de noviembre de 2008, p. 40.

19 "Washington y Wall Street premian la corrupción", revista Siempre!, núm. 2886, México, 5 de octubre de 2008, p. 28.

20 "Greenspan temía corrida bancaria a La City", El Financiero, México, 4 de diciembre de 2008, p. 27.

21 "Hemos vendido nuestra alma al diablo por dinero", op. cit., p. 1.

22 Idem.; "Crisis financiera: el Senado de Estados Unidos investiga agencias de notación", Invertia Financiero, Terra México, 20 de noviembre de 2008 [http://invertia.com].

23 "Hemos vendido nuestra alma al diablo por dinero", op. cit., pp. 2–3.

24 "Patrocina rescate vacaciones a ejecutivos de AIG en Monarca Beach", Invertia Financiero, Terra México, 7 de octubre de 2008; "AIG se defiende de acusaciones de que derrocha dinero tras rescate", Invertia Financiero, Terra México, 8 de octubre de 2008 [http://mx.invertia.com].

25 "Lehman pagó millones a ejecutivos antes de quebrar", Invertia Financiero, Terra México, 6 de octubre del 2008 [http://mx.invertia.com]; "Al FBI le falta gente para investigar delitos financieros", Invertia Financiero, Terra México, 27 de octubre de 2008 [http://mx.invertia.com].

26 Amy Goodman, "Trabajadores despedidos, ejecutivos recompensados y la estafa de Madoff", La Jornada, México, 26 de diciembre de 2008, p. 18.

27 "Ejecutivos de Estados Unidos se embolsaron fortunas antes de la crisis", Invertia Financiero, Terra México, 20 de noviembre de 2008 [http://mx.invertia.com].

28 "Agencias calificadoras en la mira", DW– World.De Deutsche Welle. La otra Visión [www.dw–world.de], fecha de consulta: 27 de octubre de 2008, p. 1.

29 "Los máximos responsables de Estándar & Poor's, Fitch y Moody's desfilan ante el Congreso de los Estados Unidos", elEconomista.es [www.eleconomista.es], fecha de consulta: 28 de octubre de 2008.

30 "Critican países pobres de América Latina el actual modelo económico", La Jornada, México, 16 de noviembre de 2008, p. 19.

31 "Tras un nuevo paradigma", Siempre!, núm. 2888, México, 19 de octubre de 2008, p. 10; Rolando Cordera, "Una crisis irrespetuosa", La Jornada, México, 9 de noviembre de 2008.

32 Alfredo Ríos Camarena, "El principio del fin", Siempre!, núm. 2898, México, 28 de diciembre de 2008, p. 35.

33 Miguel Concha, "Mercados, sociedad civil y Estados", La Jornada, México, 27 de diciembre de 2008, p. 14; Emir Sader, "La crisis, el neoliberalismo y el capitalismo", La Jornada, México, 27 de diciembre de 2008, p. 22; Alfredo Ríos Camarena, "El principio del fin", op. cit, p. 35.

34 "Los bancos que enseñaban a AL qué hacer, ahora están quebrados: Lula", La Jornada, 22 de septiembre de 2008, p. 29.

35 Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Caronte, Colección Ensayo, Buenos Aires, 2006, p. 39.

36 Ibid., p. 59.

37 Ibid., pp. 60–61.

38 Ibid, pp. 41–42.

39 Ibid, pp. 75–77.

40 Ibid, pp. 60–61.

41 Idem.

42 Ibid, p. 40.

43 Víctor M. Toledo, "¿Tiembla el capitalismo?", La Jornada, México, 6 de noviembre de 2008, p. 28.

44 Ibid., p. 26.

45 Víctor M. Toledo, "¿Tiembla el capitalismo?", op. cit., p. 26.

46 "En Londres lanzan la caja de chocolates más cara del mundo", La Jornada, México, 12 de noviembre de 2008, p. 10–A.

47 Sector social que se dedica a robar y abusar del resto de la sociedad como forma sistemática de vida.

48 Fridak Modak, "La danza de los millones en Estados Unidos", Siempre!, núm. 2886, México, 5 de octubre de 2008, p. 16.

49 Julio Millán, "Para entender la turbulencia", Siempre!, núm. 2886, México, 5 de octubre de 2008, p. 25; "Primero EU... y después el mundo", op. cit., pp. 8–14.

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