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Argumentos (México, D.F.)

versão impressa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.23 no.63 Ciudad de México Mai./Ago. 2010

 

Dossier "Nosotros somos su crisis": debates sobre la crisis económica mundial

 

La crisis de los sub–primes, el impasse neoliberal y los commons*

 

Massimo De Angelis

 

Doctor en economía por la Universidad de Utah. Profesor de economía política en la University of East London. Es autor de diversas publicaciones acerca de la teoría del valor, la globalización, movimientos sociales y la lectura política de la narrativa económica. Su más reciente libro, The Beginning of History: Value Struggle and Global Capital, salió en 2007 editado por Plutón [m.deangelis@uel.ac.uk].

 

Resumen

Marx estudió la reproducción de los bienes comunales (commons), aquello que define como la reproducción social, en la medida en que ésta se realiza en la forma capitalista. Los dos ciclos (de neoliberalismo y producción de lo común) son interdependientes y las fuerzas sociales que hablan por el capital lo saben muy bien. En el análisis marxiano del capital existe la presencia del otro–del–capital, del afuera del capital, exactamente ahí, en la fragua de la producción capitalista. Esta es la dialéctica del capital que pretende recuperar la lucha, el "afuera del capital", en función del propio "desarrollo". ¿Qué tiene que ver esta disquisición sobre el papel de la reproducción y el "afuera" del capital con la reciente crisis de los sub–primes? Por lo general, las crisis del capital iluminan las contradicciones de las formas históricas específicas del desarrollo capitalista, es decir, de la recuperación del afuera del capital. Las crisis recurrentes son entonces momentos de un mecanismo de cercamiento y disciplina del trabajo social que es continuo, exactamente porque continuo es el conflicto entre formas y prácticas de valor opuestas.

Palabras clave: crisis, sub–primes, neoliberalismo, bienes comunales.

 

Abstract

Marx studied the reproduction of the commons which he defined as social reproduction, to the extent that this takes place in the capitalist form. The cycles of neoliberalism and production of commons are interdependent and the social forces which speak for capital are well aware of that. In Marxian analysis of capital there is the presence of capital's "other"; that which is "the outside", exactly there in the forge of capitalist production. This is the dialectic of capital which aims to recover class struggle, "the outside", as a function of its own "development". What does this disquisition on the role of reproduction and "the outside" of capital have to do with the sub–primes crisis? As usuall the crises of capital illuminate the contradictions of the specific historical forms of capitalist development, that is to say, the recovery of that which is outside of capital. Thus, recurring crises are moments of a mechanism for the enclosure and disciplining of social work which is continuous, exactly because the conflict between opposing value forms and practices are continuous.

Key words: crisis, sub–primes, neoliberalism, commons.

 

LO COMÚN

Los trabajos de Marx estudian la reproducción en común, la cual es definida como la reproducción social, sólo en la medida en la que esta reproducción en común es factible en la forma capitalista. Desde este punto de vista, el trabajo de Marx tiene dos grandes omisiones: una muy problemática, que ha sido criticada, y otra muy significativa y pertinente, generalmente ignorada. La primera consiste en que al lado de los tres grandes ciclos, que para Marx constituyen la reproducción social en la época del capital (el ciclo del dinero D–D', de las mercancías M–M' y de la producción y medios de producción en el sentido más general P–P'), omite el ciclo de la producción de la fuerza–trabajo, el ciclo FL–FL*, es decir, la reproducción directa de nuestras vidas, subjetividad y poderes.1 De este modo, omite claramente también las formas históricas por las cuales esta reproducción es conducida, así como toda la discusión de las estrategias del capital que tiene como objeto la cuestión de la reproducción y su articulación al circuito del capital: la dimensión del género, la atribución de la reproducción biológica y del trabajo de cuidados como el trabajo no asalariado del género femenino; la familia/comunidad/ vecindario como espacios de la reproducción social no retribuida.

El problema es que este ciclo de la reproducción de la fuerza–trabajo, se articula —en diversas formas— a los ciclos del capital y, por consiguiente, no es inmune a los cambios en el interior del ciclo D–M–D' y, viceversa, tampoco este último es inmune a las condiciones y a las transformaciones en el interior del ciclo de la reproducción. Los dos ciclos son interdependientes. Las fuerzas sociales que hablan por el capital lo saben muy bien. La crítica marxista a lo "común" del capital es, en este sentido, una crítica trunca. Así, por ejemplo, la industria informática hindú puede hoy competir a escala internacional gracias a los bajos costos de reproducción de la fuerza–trabajo, costos que permiten de cualquier manera a los trabajadores del sector de la comunicación y de la informática acceder casi a los mismos bienes y servicios de sus competidores estadounidenses, que representan una fracción en moneda estadounidense, permitiendo así salarios —calculados en divisa internacional— más bajos. Esto gracias a la extensa red de trabajo doméstico al interior de las redes familiares, además de condiciones generales de extrema pobreza social que permiten la erogación de servicios de reproducción en una fracción del costo occidental. Es el trabajo invisible subvalorado de mujeres, niños y muchos otros hombres el que garantiza a la fuerza–trabajo de la industria informática su reproducción a costos muy bajos.2

Un ejemplo en dirección opuesta es el efecto detonante de las luchas de las mujeres en la década de 1960, que problematizaron y rechazaron el papel que les fue impuesto, especialmente después de la guerra, de ángel no retribuido en el hogar doméstico. Para algunos estudiosos, uno de los efectos de estas luchas ha sido aquel de hacer presión en los maridos y parejas —los llamados breadwinner— que, frente a las demandas crecientes de participación en el trabajo doméstico y ante el rechazo femenino de erogar trabajo afectivo y de cuidados bajo pedido, no obstante, los ritmos crecientes de la cadena de montaje fordista piden una entrada/salida reproductiva más intensa, se vieron obligados a poner en marcha luchas por la reducción de los ritmos de trabajo en la fábrica y por aumentos salariales. Un caso de circulación de las luchas por el circuito de la reproducción es aquel de la producción.3 Esta consideración nos lleva a la segunda omisión importante de Marx. Esta vez se trata de una omisión bastante conocida y explícitamente simbolizada en los esquemas marxistas. En el análisis marxista del capital existe la presencia del otro–del capital, del afuera del capital D–M... P ...M' –D', de tal modo que distingue netamente dos tipos de transformaciones. La primera es una transformación de la forma del capital que implica el pasaje de una mano a otra de los títulos de propiedad, de dinero a mercancía (MP, FL) en la fase de adquisición y de mercancía a dinero en la fase de venta. Cualitativamente diferente de este tipo de transformaciones es aquel simbolizado con "...P...", es decir, el proceso laboral. Aquí la transformación no es un simple pasaje de títulos de propiedad de una mano a otra en el interior del cuerpo social, sino una transformación que concierne a la actividad humana. La presencia del otro del capital es obviamente una cuestión que se da en el interior del capital, es un afuera que está adentro y es evidente en la lucha entre medidas, lógicas, valores y prioridades distintas que son cotidianamente parte del proceso de trabajo desde el punto de vista de los trabajadores (que no son maximizadores de ganancias), ya que sus vidas son "embestidas", ahí en ese momento, por el proceso vital que es el trabajo, a diferencia del punto de vista del management o de la lógica del mercado.

Esta omisión, contemporáneamente a la presencia espectral de aquellos puntos suspensivos que la simbolizan [...] es importante, porque ella nos permite reconducir el análisis de las dinámicas generales del capital en periodos específicos a una ontología del conflicto social, y nos incita al análisis de luchas y líneas de conflicto concretas, con sujetos sociales particulares y socialmente específicos, aun así, quedando firme la certidumbre que si hay un carácter constante en el capitalismo es el del conflicto social, una frontline entre las fuerzas sociales que quieren maximizar las ganancias y aquellas que quieren reproducir y vivir su vida. Cuando introducimos a los sujetos y a las prácticas omitidas por Marx, que están en cambio en ambos casos al centro de nuestra problematización de la producción en común, descubrimos algo importante: "el otro capital" otorga un carácter fresco y actual a la estructura teórica de El capital, un carácter que lo vuelve parecido a los Grundrisse, con la ventaja de un mayor rigor. Este "otro del capital", que se puede llamar "the outside",4 el "afuera", se constituye continuamente a partir del conflicto con el capital y sus prácticas de valor (tanto en la reproducción como en la producción), dando lugar a formas de producir valor en común contra y más allá de las formas de producción en común establecidas por el capital. Sin embargo, también es cierto lo contrario, es decir, que la autopreservación del capital como fuerza social, como valor que se debe valorizar, necesita la continua reformulación de posturas estratégicas que traten de atraer dentro de sí este afuera, de subordinar la reproducción social de las fuerzas de trabajo y el proceso laboral social a sus prioridades: acumulación. Esta es la dialéctica del capital que pretende recuperar la lucha, el "afuera del capital", en función del propio "desarrollo". Estas posturas estratégicas pueden ser reconducidas a los cercos, a la disciplina del mercado, al gobierno del conflicto, mediante la governance y al ejercicio de la "soberanía".

 

LA CRISIS

¿Qué tiene que ver esta disquisición sobre el papel de la reproducción y el "afuera"del capital con la reciente crisis de los sub–primes? Tiene que ver, ya que por lo general las crisis del capital no solamente iluminan las contradicciones de formas históricas específicas del desarrollo capitalista, es decir, de recuperación del afuera del capital. Ellas ponen también las condiciones y abren oportunidades específicas para la superación de estas crisis a partir de nuevas formas de desarrollo capitalista y de recuperación del "afuera". Desde el punto de vista político, por lo tanto, es fundamental para nosotros saber leer las crisis no como demostración de la "incompetencia" de los managers y políticos existentes, sino de la más peligrosa "profesionalidad" de la siguiente generación de managers y políticos. Estos últimos, con nuevas ideas, a menudo entonadas por algunas palabras de orden adecuadamente seleccionadas y provenientes de las zonas más problemáticas, pretenden solucionar las contradicciones puestas en evidencia por la crisis pasada y promover con estrategias un "nuevo" orden capitalista que inevitablemente pondrá condiciones de crisis en un futuro, más o menos lejano, pero que mientras tanto tratará de promover un nuevo ciclo de explotación, disciplinamiento del trabajo y barreras en el cuerpo social planetario.

Para un marxismo economicista un poco ortodoxo, los fenómenos modernos de la finanza están ligados a la creación de una burbuja de capital ficticio que esconde las tendencias de crisis–catástrofe asociadas a la "acumulación real" o a la caída de la tasa de ganancia. La crisis aquí es un evento indispensable que revela el carácter necesariamente inestable de la acumulación, revela una adecuación de la "ficción" (el llamado capital ficticio) con la realidad de la acumulación. Según algunas viejas interpretaciones deterministas —aquí simplifico mucho—, esto podría también abrir la posibilidad de una "crisis final" del capitalismo, asociada posiblemente a una revolución mundial, ya que el proletariado, incapaz de reproducirse en la crisis, "se percata" de que el mundo del capital es falso. Uno de los problemas de una interpretación economicista es que la crisis es vista sólo como un problema del capital, no como una posible parte de la solución de su problema de clase, es decir, de cómo extraer más plusvalía social y transformar más riqueza frente a las luchas, resistencias y fricciones que emergen de la composición de las clases fuertes; es decir, el capital busca contrarrestar la caída tendencial de la tasa de ganancia, debido al crecimiento de la composición orgánica del capital, con la creación de una industria con baja composición orgánica.5 O bien, con la reducción del valor de la fuerza–trabajo, lo cual se puede obtener no solamente bajando directamente los salarios (estrategia de la plusvalía absoluta), sino también poniendo el trabajo no asalariado de reproducción de vastas poblaciones al servicio de los circuitos internacionales de producción.

Por otro lado, el marxismo posobrerista desvía un poco la mirada de la crisis, y ve en cambio las nuevas formas de finanza como estrictamente ligadas a la producción "posfordista", olvidándose que a escala global, el "posfordismo" necesita ser articulado orgánicamente con modos de control típicos del fordismo, de la esclavitud, del trabajo servil y de otras modalidades de extracción de trabajo. Así, por ejemplo, el crecimiento en los productos derivados, "más allá de ser la consecuencia de un crecimiento en la incertidumbre y la volatilidad, reflejaría la naturaleza transformada de la producción, siendo éstos vehículos de información en una economía digitalizada en la cual la socialización de los riesgos es crucial para gobernar los riesgos mismos".6 El problema del management del riesgo mediante estos instrumentos es sin embargo sólo una parte de la cuestión, que se explica con el cambio de la forma del management del riesgo que en el periodo keynesiano actuaba a partir de los pactos de productividad y el papel institucional de los sindicatos orientados a mitigar y reabsorber a las luchas obreras. El otro aspecto de la extensión masiva de los mercados financieros —a parte del papel clásico de garantizar una palanca a la acumulación poniendo a disposición capital social— es su papel en la imposición de la disciplina en los circuitos, tanto en la producción como en la reproducción, a partir de la gestión de la deuda pública y de la competencia en los mercados financieros que resulta en la práctica de la asignación de estándares en las condiciones de reproducción (es decir, el llamado benchmarking). Una disciplina que en gran parte afecta a las condiciones de reproducción y repropone en nuevas formas las medidas del valor del capital que para nada tienden a desaparecer.

Las crisis recurrentes son, así pues, momentos de un mecanismo de barreras y disciplina del trabajo social que es continuo, exactamente porque continuo es el conflicto entre formas y prácticas de valor opuestas. El desarrollo de los mecanismos financieros, acelerados en el periodo neoliberal, no sólo permite ampliar la cuota de trabajo social y por lo tanto de individuos que —por ejemplo, gracias al creciente impacto de la deuda privada— se hallan más o menos obligados a tener que cumplir sus promesas de pago mediante una u otra forma de trabajo disciplinado por el capital (a menos que sobrevenga una recomposición política en contra del pago de la deuda). Sin embargo, el desarrollo de los mecanismos financieros tiene también la función de poner en competencia a una contra la otra, las condiciones de reproducción de íntegros campos reproductivos, por medio de la disciplina impuesta por los mercados de las divisas (que gobiernan los valores de las monedas y por consiguiente el valor de la fuerza–trabajo en diferentes áreas monetarias), o la "competencia de los impuestos", para la cual diferentes países compiten para atraer capitales reduciendo la presión fiscal, lo que al mismo tiempo contribuye a legitimar el recorte del gasto público de quienes son titulares de derechos sanitarios, educativos, etcétera, que constituyen el salario social.

Por lo tanto, consideramos la crisis y su manejo como el momento de un mecanismo continuo de un proceso de producción capitalista en común. Lo que cambia en los diferentes momentos, situaciones y fases históricas son su escala y las formas sociales. Esto es, a mi parecer uno de los significados del argumento marxista de la inherencia de la posibilidad de la crisis en la forma–mercancía.7 Si la crisis de los sub–primes es un momento de la construcción continua del campo estratégico del capital, tratemos entonces de delinear de manera general cómo hemos llegado a esta crisis luego de treinta años de políticas neoliberales.

 

¿EL FIN DE UNA ERA?

Para enmarcar la crisis de los sub–primes y sus ramificaciones, es necesario regresar a octubre de 1979, cuando Paul Volker dio oficialmente inicio a la era neoliberal con un aumento de cuatro puntos de la tasa de interés arrojando así al mundo a una enorme recesión. Ésta, a su vez, creó las condiciones para las reformas neoliberales. En la década de 1970, de hecho, el capital estadounidense, frente a la crisis social impuesta por las luchas a escala mundial en las dos décadas precedentes, tenía que encarar un triple problema. ¿Cómo lograr recortar el valor de la fuerza–trabajo estadounidense y al mismo tiempo permitir de alguna forma su reproducción e intensificar sus prestaciones laborales? El reciente experimento sobre los sub–primes fue el último de muchos modos de responder a este triple problema. Esto se inserta en el marco de las reformas neoliberales y de los procesos de producción internacional que las siguieron.

Desde un punto de vista formal, este triple problema se afrontó primero con mucho dogmatismo, después, seguido por diferentes luchas sociales, con la afinación de la governance y de la cogestión y con las reformas del llamado Washington consensos.8 En resumen, la respuesta dada fue: ajustes estructurales tanto en el norte como en el sur, e integración internacional bajo viejas modalidades (extensión de las barreras y mecanismos disciplinarios), pero nuevas formas sociales (nuevas barreras e "integración profunda" de los circuitos de producción y reproducción a escala mundial). Las dinámicas que aquí subsiguieron, gracias a la liberalización del comercio y la finanza, permitieron algunos cambios internacionales estructurales que podemos resumir del siguiente modo:

1. Reducción del valor de la fuerza–trabajo estadounidense y occidental a partir de: a) la disminución de los costos de los productos industriales que entran en la canasta básica salarial occidental gracias a la expansión de la industria para la exportación en las diferentes zonas productivas (export processing zone) del mundo y, en particular en la última década, en China; b) el crecimiento de la producción mercantil de muchos servicios reproductivos de la fuerza–trabajo, una vez confinados en la esfera doméstica —esto debido al efecto del rebajamiento de los salarios reales, y a "la recuperación capitalista" del rechazo del trabajo no asalariado femenino como medio para el éxodo del patriarcado. Estos cambios fueron en gran parte posibles gracias al hecho de que el valor de la fuerza–trabajo de los distribuidores de servicios de cuidados es muy bajo. Esto está a su vez ligado, ya bien a la restructuración de la producción mundial, en dirección a una mayor integración disciplinar y extensión en la medida capitalista en las cada vez más amplias poblaciones y comunidades, y al management de las migraciones de las zonas más pobres del mundo.9

2. Los fenómenos arriba señalados no habrían sido posibles sin un periodo de nuevas barreras a partir del uso capitalista del dinero, de la deuda, de las políticas de ajuste estructural, de las catástrofes ambientales, y de aquellas sociales como las guerras, además del "socialismo" al estilo chino. Como habíamos visto, poblaciones enteras poseedoras tanto de derechos consuetudinarios como titulares de derecho, gracias a acuerdos precedentes, han sido despojadas de recursos que tenían en común diversas formas de welfare state keynesiano en Occidente y subsidios estatales para contener los precios de los bienes de primera necesidad en el sur del mundo. Éstas, por consiguiente, se volvieron más dependientes del mercado para reproducir sus vidas, con menos poder efectivo para resistir los atropellos y violencia y para contrarrestar la disciplina del mercado. Esto al menos hasta que no surjan nuevas formas de recomposición política.

3. Los fenómenos puestos en evidencia en los dos puntos precedentes, dieron vida a una integración disciplinar mundial que se extiende e intensifica —mediante nuevas formas de "integración profunda" del comercio y de las finanzas—, la medida capitalista de la producción en común, es decir, el modo capitalista de definir los "qué", "cuándo", "cuánto" y "cómo" producir, en los circuitos tanto en la producción como en la reproducción. La literatura define estas nuevas formas de integración disciplinar de la época de la globalización neoliberal con el término de "integración profunda".10 Desde el punto de vista formal general, la integración profunda presenta características de este tipo: una reducción de la complementariedad y de la especialización imperial Norte–Sur, un crecimiento del carácter penetrante de la competencia en cada esfera del hacer social, una disminución —histórica— de los términos de intercambio de los productos industriales (lo que ha permitido justamente la reducción del valor de la fuerza–trabajo occidental sin ocasionar una elevada conflictividad social), un proceso de restructuración y centralización del management de la producción y reorganización del trabajo a escala mundial gestionado en primer lugar por Tnc (Trasnational corporation) (cerca del 70% del comercio mundial), el surgimiento —y esto también es históricamente nuevo— de un comercio internacional por el cual diversas naciones se intercambian los mismos productos (poniendo de ese modo en evidencia la función puramente disciplinar del comercio), una intensificación de las condiciones internacionales de la precarización (de los que la externalización y subcontratación representan sólo un elemento) y de la reasignación de los costos sociales y ambientales sobre el trabajo no retribuido de reproducción (el llamado cost–shifting)11 Esta integración disciplinar, esta competencia penetrante, como hemos señalado, está centrada en los dos puntos iniciales de nuestra intervención: la recuperación —en nuevas formas— de las dos dimensiones del "afuera" del capitalismo, el trabajo del circuito reproductivo y el del circuito productivo. El primero lo podemos ver en uno de los fenómenos del capitalismo contemporáneo, es decir, en la continua subdivisión del mundo en diferentes campos reproductivos y en competencia entre ellos, en los cuales las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo y, por consiguiente, de la intervención estatal en función de su gestión son tan fundamentales para la competencia como los ritmos de fábrica u oficina.

Del lado de la reproducción, por lo tanto, el campo neoliberal fue capaz de usar la jerarquía de las condiciones de la reproducción de la fuerza–trabajo estructurando campos planetarios de reproducción, poniendo a comunidades reproductivas la una en contra de la otra, en una suerte de guerra civil mundial, por medio de externalizaciones de parte de la producción con criterios de minimización de los costos monetarios, sin contar los sociales (en este sentido, el presente ejemplo hindú es un clásico). Pero el capitalismo neoliberal también ha integrado diferentes campos de reproducción, permitiendo a aquellos que se encuentran en los niveles más bajos de la escala salarial mundial volverse distribuidores de servicios reproductivos para aquellos que se encuentran en los más altos. Por el lado de la producción, el capitalismo neoliberal logra todavía en gran medida transformar la "lucha de clases" de las comunidades, fábricas, oficinas, y campos en fuerza y principio motor de la competencia, en guerra civil mundial. "Desplazamiento de las ventajas comparativas", es el término utilizado por los economistas para decir: desplazar la lucha de clases, quitar el terreno recompositivo de debajo de los pies. Esto da lugar a una "división internacional del trabajo" con rasgos indefinidos y en continua transición. Así, como el ciclo económico en una economía mayoritariamente "nacional" trataba de regular el conflicto social a partir de las altas y bajas en la ocupación, el modelo del "desplazamiento de las ventajas comparativas" —llamado también "pato volador"— captura una gestión sistémica del conflicto social que, mediante la movilidad (actuada o amenazada) del capital, ocasiona continuos cambios en la composición técnica, política y social, volviendo rápidamente obsoletas las formas organizativas de las comunidades en lucha. En el periodo neoliberal, a escala internacional, el capital parece entonces haber adquirido una habilidad notable para desplazar las luchas proletarias gracias a su incontestable poder de movimiento. La reestructuración de las fábricas en el norte del mundo, debido a la insubordinación de los trabajadores en la década de 1970, y su deslocalización en el sur, ha implicado generalmente no sólo la reproducción de la insubordinación en las periferias sino, sucesivamente, su reestructuración y parcial deslocalización hacia otras periferias.12

4. El cuarto punto que quiero subrayar, introduce directamente a la cuestión de los sub–primes, pero en el contexto de las contradicciones que surgen de esta nueva estructura en la producción en común a nivel internacional. Los trastornos mundiales que permitieron la reducción de la fuerza–trabajo estadounidense y occidental arriba descrita, generaron una dinámica "macroeconómica" internacional que sólo puede ser mantenida con un meta–deal, un acuerdo o armisticio en los diferentes campos de la reproducción. La governance, el management del conflicto, y la coordinación internacional entre estos managements desempeñan aquí un papel fundamental. En particular, desde el punto de vista financiero global, el edificio entero que permite las dinámicas descritas arriba, es el que viene definido como el Bretton Woods II,13 y que implica tanto el enorme déficit comercial estadounidense (expresión empírica del punto 1 discutido arriba que tiene que ver con la caída del valor de la fuerza–trabajo estadounidense), como la posibilidad de generar cada vez más instrumentos de deuda al consumo o como los sub–primes. Se trata de un continuo reciclaje de los excedentes acumulados por los países que exportan hacia los Estados Unidos, en primer lugar China, en instrumentos de deuda de los Estados Unidos. El "pacto" propuesto por los Estados Unidos a sus ciudadanos fue: acceso a bienes siempre más baratos, al crédito y a la ilusión del enriquecimiento especulativo, a cambio de una relativa paz social y sometimiento al mercado como medio para reproducir las propias vidas y pagar las deudas.

A su vez, para absorber la reproducción de la fuerza–trabajo de 250 millones de desempleados, sub–empleados y desposeídos chinos, los dirigentes "comunistas" chinos dependen de tasas de desarrollo del 9 o 10% y, por consiguiente, necesitan tanto de los mercados occidentales como de sus capitales, know how y tecnologías. El "pacto" chino, hasta ahora, fue caracterizado por el surgimiento de una clase media urbana y por la reproducción del sueño americano en China; pero también, al mismo tiempo, por una ocupación industrial con salarios de hambre. Sin embargo, en los últimos años, gracias a la intensificación de las luchas, los salarios están creciendo, y de cualquier modo son mejores respecto de los que se pueden obtener en los campos, masivamente empobrecidos y sujetos a cercos masivos.

 

SUB–PRIMES

La discusión precedente nos permite contextualizar el capitalismo financiero estadounidense en el interior de la dinámica del capitalismo global y nos posibilita para no evaluarlo como una aberración, o una forma irracional del capitalismo, sino como un momento estrictamente ligado a las dinámicas internacionales de clase. Los deudores sub–primes son, por lo general, familias que han estado cautivas dentro de un mecanismo acelerado ya desde inicios de la década de 1980, y que se convierten en parte de la reproducción de la fuerza–trabajo, a la par de aquello que Marx llama "capital ficticio", es decir, aquella suma de valor que es ficticia porque es el producto de una capitalización de un flujo de rédito futuro descontado a una tasa de interés medio. En otras palabras, la idea es que para "financiar" los costos de la reproducción ya no es suficiente sólo el salario (los valores reales de los salarios bajaron en los últimos años). Ésta depende cada vez más del acceso al crédito y del mantenimiento de una correspondiente promesa de pago de capital e interés en el tiempo, además de actividades especulativas y ganancias del capital.

Este capital ficticio tiene muchas formas: acciones de empresas, herramientas de crédito y deuda, obligaciones, y todas las innovaciones del mercado financiero moderno (derivados Cdo, Suv, etcétera). La conexión que existe entre la reproducción y el capital ficticio es un truco muy ingenioso por parte del capital, ya que contribuye a desplazar el conflicto al menos en dos modos diferentes: a) volviendo a los deudores más vulnerables e individualmente menos dispuestos a los riesgos de las luchas (a menudo, el préstamo por pagar es, de hecho la principal razón para no participar en una huelga); b) "estimulando"14 su involucramiento laboral en la batalla competitiva a cambio de un posible "premio".

En cada caso, desde nuestro punto de vista, el capital, como el famoso lobo, pierde el pelo pero no el vicio: la recesión y la disciplina son siempre los productos de esta conexión entre reproducción y capital ficticio. Formemos un ejemplo regresando a los albores de la era neoliberal y de la introducción del capital ficticio como medio reproductivo. Tras el derrumbe de la productividad de la era keynesiana en la década de 1980, después de las luchas tanto de los asalariados como de los no asalariados de las décadas de 1960 y 1970, las casas automovilísticas estadounidenses, en plena reestructuración, proponían pagar una parte de los incrementos salariales en acciones de la empresa, el valor, por consiguiente, se volvía importante también para los obreros. Ahora, nótese, mientras los viejos pactos de la productividad ligaban los aumentos del salario a las reestructuraciones y aumentos absolutos de la productividad e intensidad del trabajo, sujetar aunque sólo en parte, los salarios al crecimiento de las acciones (capital ficticio) significaba atarlos a los resultados diferenciales de estos aumentos de la productividad vis–à–vis con los trabajadores de otras empresas en competencia. En efecto, habría sido el mercado financiero bursátil quien habría evaluado si los trabajadores de General Motors o de Ford eran lo suficientemente productivos en general, pero respecto de la competencia, premiando o no las acciones de GM y Ford con una tendencia a la alza o a la baja (y, por lo tanto, permitiendo o no obtener los aumentos salariales). Era como si el capital dijera a los trabajadores: ustedes trabajan más, sin embargo, la cantidad de trabajo necesaria para garantizar un aumento salarial, no la deciden ustedes ni yo, sino el mercado. Y ya que nadie puede saber si los demás trabajadores logran trabajar con más eficacia que ustedes, se quedaran con la incertidumbre y la precariedad que los impulsa a trabajar más.

Atar las condiciones de reproducción al capital ficticio significaba sujetar aún más el valor de la fuerza–trabajo a la dinámica de la producción en común en la forma capitalista, no sólo en la empresa particular, sino en condiciones de producción común más vasta. Sin embargo, hay otra dimensión. En estos años el desarrollo de los fondos de jubilación —uno de los principales operadores que desplazan continuamente dinero sobre los mercados financieros internacionales— es otro ejemplo de cómo parte de la reproducción (aquella ligada a la jubilación) depende de la capacidad del capital ficticio de mantener y acrecentar su valor, lo cual no sólo depende de la capacidad del sistema capitalista en su conjunto para bombear plusvalía, sino también de crear ex novo títulos a la riqueza futura. De este modo, los llamados mercados "emergentes", en los que los fondos de jubilación invirtieron masivamente para "valorizarse", podrían "emerger" en la medida en la que las inversiones extranjeras fueran atraídas y las condiciones de rentabilidad fueran aseguradas por el Estado mediante leyes que (particularmente en las zonas especiales para la exportación que florecieron en Asia, África del Norte y América Latina) reprimían con violencia las luchas sociales de los asalariados y no asalariados. Estas normas permitían también la degradación ambiental en formas e intensidades que, de alguna forma, el movimiento ambientalista occidental había logrado limitar aunque de forma leve. Pero también una degradación ambiental que se volvía a su vez una herramienta ulterior de acumulación primitiva, cercamientos y enclosures, de exportación de tierras, ríos y torrentes, recursos que servían a muchas comunidades para asegurar su reproducción independientemente de los mercados capitalistas y de su disciplina.

En otras palabras, la reproducción sujeta a los fondos de jubilación depende de la no–reproducción de otras vidas, condición básica para la creación de la jerarquía internacional. En la medida en la que la reproducción social en común es capitalista, ella es perversa, desde el punto de vista de otros–valores del capital. Es necesario subrayar que las barreras, ya sean directas, es decir, consecuencia de la privatización de recursos en común, o indirecta, como aquella que es resultado de la degradación ambiental o desastres, son un elemento central que permite al capital ficticio (y, por consiguiente, a las pensiones estadounidenses y europeas) mantener y acrecentar su valor, y al capital no ficticio valorizarse, poniendo a trabajar a nuevos proletarios, expoliando nuevos recursos a las comunidades y transformándolos en capital.15

Ahora, para regresar a la reciente crisis de los sub–primes, hemos dicho, por un lado, que hay deudores sub–prime, por lo general familias de bajo rédito capturadas dentro de un mecanismo que une cada vez más a la re–producción de la fuerza–trabajo —en un régimen de salarios sociales reales decrecientes— al "capital ficticio", es decir, a la promesa de un futuro flujo de rédito. Estas familias fueron introducidas en el mecanismo a partir de préstamos con tasas inicialmente bajas que, luego de uno a dos años, habrían aumentado notablemente. Sin embargo, para cumplir la promesa era necesario acceder a nuevos préstamos para financiar tanto el crecimiento de su deuda como los nuevos consumos, préstamos que se podían obtener sobre la base del incremento del valor de los inmuebles en condiciones de boom. El riesgo era que el boom se transformara en crash, como luego aconteció a partir de algunos meses antes de la crisis de agosto de 2007.16 Por otro lado, existía una estructura financiera que en los últimos años había encontrado siempre nuevos medios para transferir el riesgo de los bancos acreedores de estos préstamos al mercado.

Estas innovaciones financieras, que tienen muchos nombres pero que se pueden traducir con el término "títulos salchicha" (es decir, títulos compuestos por muchos tipos de "promesas", algunas buenas y otras destinadas al fracaso), permiten diseminar el riesgo entre muchos operadores financieros, siendo vendidos a hedge funds (o sea, fondos especulativos), fondos de pensión, gobiernos locales, inversionistas extranjeros, etcétera. De esa forma, las promesas de reembolso de los préstamos de las familias estadounidenses de bajo rédito se mezclan a las promesas de reembolso de las deudas gubernativas de diferentes gobiernos y administraciones locales (deudas contraídas por la gestión de las condiciones domésticas de acumulación), a aquellas de operadores financieros en mercados "emergentes" y a aquellas empresas biotecnológicas, militares, petrolíferas o de páneles solares, hasta aquellas de compañías trasnacionales, etcétera. En una palabra, material altamente "radioactivo" para el gran riesgo de morosidad de la deuda se mezcla a títulos de cualquier tipo, con mayor o menor riesgo. Si el capital pudiera hablar diría: democraticemos los riesgos, volvámoslos penetrantes y globales, de modo que si esta última invención del capital estadounidense para permitir la reproducción sin tener que bajar la tasa de plusvalía no funciona, todos tendrán que pagar el precio de una reestructuración mundial para la definición de nuevas reglas del juego, de un nuevo orden más allá del statu quo neoliberal.

 

¿MÁS ALLÁ DEL IMPASSE NEOLIBERAL?

Está claro que el Bretton Woods II no es sustentable al infinito, lo saben también los economistas que proponen este esquema interpretativo. Pero la cuestión aquí es cómo la crisis económico–financiera global de hoy, desencadenada por aquella de los sub–primes, será útil para hacer avanzar nuevas medidas de governance y reestructuración internacional, dirigidas a promover un nuevo ciclo de acumulación y, al mismo tiempo, enfrentar aquellos nudos estratégicos y coágulos actuales o potenciales de intensos conflictos sociales como la cuestión de la energía, de la pobreza y del medio ambiente. La problemática de un impasse en la governance mundial y la necesidad urgente de superarla ha sido por ejemplo puesta con insistencia por las élites dominantes en el Foro Económico Mundial de Davos (2007), frente al fracaso de la estrategia de Bush en Iraq, que no logró renovar con la guerra el proyecto neoliberal de privatización salvaje y de apertura al mercado, además de la permanencia en las contradicciones, como el cambio climático y la persistencia de la pobreza ligada a los fenómenos de la globalización.17 La crisis de los sub–primes —y sus ramificaciones internacionales— aumentan la urgencia de un nuevo "pacto". No es posible discutir y profundizar aquí los aspectos de este nuevo "pacto"; sólo puedo decir que si, por un lado, las revueltas que están aparentemente creciendo, tanto en el campo como en los centros industriales chinos, impulsan hacia el crecimiento del valor de la fuerza–trabajo china, mientras las protestas de las poblaciones urbanas del sur se intensifican frente al aumento de los precios de la comida, por otro, la crisis de los sub–primes de Estados Unidos parece haber contribuido a dar los primeros pasos hacia un potencial movimiento recompositivo. Además, las tentativas recientes de la Presidencia de Bush de cubrir la crisis con ayuda gubernamental a los deudores (o sea, a las familias) es al mismo tiempo una ayuda a los acreedores y a la especulación. El fantasma neoliberal del moral hazard18 hace aquí su aparición, poniendo a las familias endeudadas, que necesitarían de una intervención gubernamental en contra de las familias que, en cambio, no tomaron préstamos, sino que han seguido pagando la renta, y que ahora piensan que es injusto contribuir con sus impuestos a salvar de la bancarrota a quienes se hicieron seducir por la especulación. Cómo serán gobernadas estas contradicciones, lo veremos. Así como veremos la capacidad o ausencia de los movimientos para articular un discurso recompositivo que atraviese todas estas contradicciones.

Desde el punto de vista más general, si las luchas en China y en otras regiones de la fábrica global del excedente de la balanza comercial se hacen insostenibles para mantener los equilibrios del Bretton Woods II, y los dirigentes chinos se ven obligados a reciclar internamente una parte cada vez más grande de su excedente para desarrollar el mercado interno, está claro que otra fuente para mantener bajo control el valor de la fuerza–trabajo en Estados Unidos será buscada. Manteniendo y gestionando el derrumbe del valor del dólar, junto a los efectos de una posible recesión sobre el salario social en Estados Unidos, se podrá contribuir a un parcial cambio en las inversiones extranjeras y externalizaciones de las cadenas internacionales en Estados Unidos, como se está anticipando en algunos blogs financieros. Por otro lado, las crecientes inversiones chinas en África y en las áreas asiáticas más deprimidas —que sustituyen el trabajo más sucio del desarrollo económico, hasta hace algunos años gestionado por el Banco Mundial, y luego en parte abandonado gracias al movimiento altermundista— podrían contribuir, principalmente, para transformar estos territorios en nuevos caminos para la exportación y, por tanto, reemplazar en parte a China como fuente de manufactura a bajo costo. Claramente, esto comprendería nuevos cercos y nuevas disciplinas del mercado.

Esto es, a grandes rasgos, el marco en el que se hallan y tienen que navegar las intervenciones políticas del movimiento. Y no se puede concluir sino con una pregunta: ¿cómo podrán los movimientos sociales mundiales —estratificados a lo largo de condiciones de reproducción que los ve reproducir sus propias vidas los unos en contra de los otros, mediante mecanismos de mercado—, crear nuevas formas comunes de producción social e impedir un nuevo ciclo de cercos y disciplina? Y ¿tendremos nosotros, intelectuales "comunistas" que nos reunimos a discutir sobre cómo va el mundo, la sensibilidad, la inteligencia y la habilidad estratégica para entender que el modo de reproducir nuestros poderes —la reproducción— es la clave para nuevos commons (bienes públicos), en contra y mas allá de aquellas estratificaciones y enajenaciones impuestas por el capital?

 

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NOTAS

* Traducción: Eligio Calderón; revisión: Luis Alberto Jiménez Morales.

1 Véase, por ejemplo, el capítulo 6 del volumen I de El capital, donde Marx (1976) define la fuerza de trabajo. Además, para Marx el circuito de la reproducción está dado y, por lo tanto, no es objeto de la intervención estratégica por parte del capital: "como la fuerza de trabajo con base en la producción capitalista está siempre disponible". Karl Marx, El capital, vol. II, Penguin Books, Nueva York, 1978, p. 521. Para algunas intervenciones clásicas sobre el tema véanse, por ejemplo, Mariarosa Dalla Costa y Selma James, The power of Women and the Subversion of the Community, Fallino Walls Press, Bristol, 1972; Leopoldina Fortunati, Uarcano della Riproduzione, Casalinghe, Prostitute, Operai e Capitale, Marsilio editore, Venecia, 1981; Maria Mies, Patriarchy and Accumulation on a World Scale: Women in the International Division of Labour, Zed, Londres, 1998.

2 Biao Xiang, Global "Body Shopping". An Indian Labor Regime in the Information Technology Industry, Princeton University Press, Princeton, 2007, p. 113. Para una discusión de este fenómeno al interior de un debate general del capitalismo contemporáneo, véase Massimo De Angelis, The Beginninbg of History. Value Struggles and Global Capital, Pluto, Londres, 2007, pp. 65–75.

3 Véase Harry Cleaver, Reading Capital Politically, University of Texas Press, Austin, 1979.

4 Véase Massimo De Angelis, The Beginninbg of History, op. cit.

5 Véase George Caffentzis, "Immeasurable Value?: An Essay on Marx's Legacy", The Commoner, núm. 10, primavera/verano, 2005.

6 Christian Marazzi, E il denaro va. Esodo e rivoluzione dei mercati finanziari, Bollati Boringhieri, Turín, 1998, p. 61.

7 Véase Peter Bell y Harry Cleaver, "Marx's Theory of Crisis as a Theory of Class Struggle", The Commoner, núm. 5, otoño, 2002 [http://www.commoner.org.uk/cleaver05.pdf]. Originalmente en Research in Political Economy, vol. 5, 1982.

8 Véanse Williamson (1990) y Massimo De Angelis, "The Political Economy of Global Neoliberal Governance", Review, vol. XXVIII, núm. 3, 2005, pp. 229–257.

9 Ahora bien, dicho claramente, no es necesario ni apropiado llamar a los migrantes de las zonas más pobres del mundo únicamente "víctimas", ya que es obvio que la decisión de emigrar y de afrontar los riesgos de la migración regulada por centros de internamiento en el norte del mundo, supone la producción de una nueva subjetividad. Sandro Mezzadra y Neilson B. Brett, "Né qui, né altrove–Migration, Detention, Desertion: A Dialogue", Borderlands, e–journal, vol. 2, núm. 1 [http://www.borderlandsejournal.adelaide.edu.au/issues/vol2no1.html]. Permanece la cuestión de que es imposible enmarcar los flujos migratorios del mundo contemporáneo y la correspondiente producción de la subjetividad sin considerar las dinámicas de la fábrica global de la que estamos hablando.

10 Véase, por ejemplo, Unctad (1993), en Massimo De Angelis, The Beginninbg of History... op. cit., pp. 115–130, donde hablo de las características de la integración profunda relativa al comercio y a la producción, y de cómo éstas se diferencian de otros momentos de integración mundial en la historia del capitalismo.

11 Desde el punto de vista marxista, esta integración disciplinar significa una extensión de la plusvalía, tanto en el sentido relativo como en el absoluto, ya que a escala mundial se crean zonas en las que la composición orgánica del capital es alta y zonas en las que es más baja.

12 Véase, por ejemplo, Beverly Silver (2003), quien tomando como ejemplo la industria del automóvil ha puesto en evidencia que la deslocalización industrial desde el norte hacia el sur del mundo, que en el breve periodo se ha presentado como una fuga del capital de las zonas de alto conflicto, en el mediano plazo implica también la deslocalización de las luchas industriales en las periferias. Un argumento que fue anticipado, por ejemplo, por Mario Montano, "Notes on the International Crisis", en Midnight Oil. Work, Energy, War, 1973–1992, Autonomedia, Nueva York, 1992.

13 Véanse Michael Dooley, David Folkerts–Landau y Peter Garber, "Direct Investment, Rising Real Wages and the Absorption of Excess Labor in the Periphery", Working Paper, 10626, National Bureau of Economic Research, 2003 [http://www.nber.org/papers/w10626].

14 Un uso clásico de la concepción del dinero como medio para promover la industria y estimular el trabajo es la filosofía de George Berkeley; véase George Caffentzis, Exciting the Industry of Mankind. George Berkeley's Philosophy of Money, Kluwer Academic Publisher, Dordrecht/Boston/Londres, 2000.

15 Para formar algunos ejemplos, en el caso de las privatizaciones, piénsese el caso paradigmático del ejido mexicano, las tierras comunales indígenas reconocidas por la Constitución mexicana de 1917 y que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) amenazaba con poner en venta, abriendo paso a la lucha zapatista en 1994; se piensa en la construcción de las más de tres mil presas a lo largo del valle del río Narmanda, que desde hace más de 30 años está en el centro de una fuerte lucha para impedir que 25 millones de personas, cuya reproducción depende de este río, sean reubicadas en casas populares en la periferia de alguna metrópoli, esta reproducción tiene que ser sacrificada en el altar de la necesidad económica de la producción de energía para la industria exportadora hindú. Piénsese también en el proyecto "Plan Puebla Panamá", planeado a lo largo del eje de América Central, o al intento de privatización del agua en Bolivia en el 2000, y que fue bloqueado por la revuelta popular. O bien, a la privatización del agua y la energía en Sudáfrica, que acrecentaría en gran medida los costos reproductivos de las poblaciones de las townships, privatizaciones que hacían imposible actuar bajo el régimen del apartheid, pero que ahora el African National Congress está tratando de introducir, no obstante un amplio movimiento de oposición. Finalmente, piénsese en las comunidades de pescadores indonesios, quienes tras el tsunami no han podido regresar a sus hogares debido a que algunas empresas de la industria del turismo han utilizado el desastre para apoderarse de sus playas. Nótese que tampoco en este caso se quiere victimizar, ya que en todos estos ejemplos las políticas de cerco son al mismo tiempo contestadas por las luchas que constituyen nuevos commons (bienes públicos). Para una discusión sobre el papel de los cercos en el interior del capitalismo clásico y contemporáneo, véase Massimo De Angelis, The Beginninbg of History... op. cit., pp. 10–11.

16 Por lo general, la dinámica de esta crisis parece justamente haber sido la de un Minsky moment, como afirmó el economista estadounidense del Ubs, George Magnus. Hyman Minsky fue un economista estadounidense fallecido en 1996. Su modelo de las bolas especulativas promovidas por el crédito, prevé que en periodos de estabilidad económica y financiera haya una reducción de la aversión al riesgo por parte de los especuladores. Ellos empiezan a endeudarse de manera excesiva y de ese modo impulsan los precios hacia arriba. La manía especulativa reduce siempre más la proporción de deudores hedges (aquellos que pueden hacer frente al pago de intereses y de capital provenientes de sus flujos de caja) y deudores "especulativos" (que sólo pueden pagar los intereses de sus flujos de caja) mientras aumenta la relevancia de los llamados deudores "Ponzi". Mientras los deudores especuladores necesitan acceder a ulteriores prestamos para poder refinanciar y "reestructurar" sus deudas —por consiguiente necesitan de mercados de capitales líquidos—, los deudores Ponzi no pueden repagar ni los intereses ni el capital. Ellos necesitan continuos aumentos de los precios de los bienes y títulos en los que invirtieron para poder refinanciar sus obligaciones. Sin embargo, en cuanto se alude a una flexión de estos precios, la burbuja especulativa explota, el pánico cunde y los precios se derrumban llevando consigo bancarrotas y fracasos. Hace falta, sin embargo, tener en mente que el modelo de Minsky, por cuanto sea útil para describir la dinámica de las burbujas especulativas, no articula esta dinámica en un discurso que ponga la cuestión de las formas comunes de reproducción de nuestras vidas, no explica cómo esta dinámica está sujeta a las relaciones de clase, a la disciplina del trabajo, a la explotación, a las recesiones.

17 Véase, por ejemplo, el video en el sitio del World Economic Forum [http://gaia.world—television.com/wef/worldeconomicforum_annualmeeting2007/default.aspx?sn=18924&lang=en].

18 Por moral hazard se entiende el riesgo que, con la ayuda de los poderes públicos hacia las empresas financieras en dificultad, favorece la infracción de las reglas de prudente finanza en el mundo financiero en general.

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