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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.23 no.62 Ciudad de México ene./abr. 2010

 

Crítica de libros

 

Acerca de las reflexiones sobre masculinidades y empleo*

 

Amanda Figueroa Pilz*

 

*María Lucero Jiménez Guzmán y Olivia Tena Guerrero (coords.), Reflexiones sobre masculinidades y empleo, UNAM–CRIM, Cuer–navaca, Morelos, 2007.

 

* Licenciada en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

 

La globalización es un proceso cuya característica es ser desigual, ya que mientras algunos individuos, naciones y corporativos acaparan la mayoría de los bienes naturales, materiales y fuerzas productivas, otros grupos de individuos se ven devastados y debilitados frente a tales monopolios. El debilitamiento de sectores sociales frente a sistemas económicos desiguales, los ha dejado en condición de relejados y marginados. Dichos sectores son una fracción creciente que no encuentra lugar para desempeñarse de manera profesional, laboral y personal. La crisis económica producto de la entrada arrasadora del sistema neoliberal, ha traído consigo un desenfrenado desempleo, desigualdades económicas agudas, y falta de perspectiva a futuro para la clase trabajadora.

Las condiciones laborales a las que actualmente son sometidos los individuos, la falta de seguridad laboral, el descontrol del Estado por mantener una seguridad en los trabajadores de bienestar, en términos de salud y garantía de trabajo, han generado un deterioro en la calidad de vida y en las perspectivas de corto y largo alcance. Esta trasformación ha sido denominada sociedad de riesgo:

La condición de una modernización acabada que ya no conoce ningún tipo de exterioridad; el riesgo ya no es exterior, natural, sino que se ha vuelto interior, producto de la racionalización y las ciencias naturales aunque también de la política, el derecho y la democracia.1

La seguridad del mercado laboral, en el empleo, en el puesto de trabajo, la seguridad del ingreso y de la representación han dejado de ser ofertados por el Estado. Como esta sociedad ha dejado de ofertar dichos requerimientos, ahora se le conoce como sociedad de riesgo. La falta de garantías laborales y la poca seguridad ofrecida por el Estado para subsidiar las carencias laborales, ha dejado un vació en la conformación de identidades, en especial la de los hombres. Esta transformación ha amenazado las identidades individuales "que ya no son dadas por las instituciones y culturas tradicionales, sino que están constantemente en riesgo".2 Tal resquebrajamiento de identidades ha coadyuvado sin pretenderlo a transformaciones sociales de interacción intergenérica.

Pertinente a esta problemática, el texto Reflexiones sobre masculinidades y empleo hace énfasis en la situación que se viven actualmente, debido a la transformación de roles entre los géneros, producto de la entrada de la mujer al mercado laboral y las pocas oportunidades a las que se enfrentan los hombres. El trabajo se centra en estudios realizados por investigadores de México y Argentina, países que viven crisis económicas y de empleo. Este libro es un trabajo interdisciplinario que logra reunir académicos de distintas disciplinas y hacer una reflexión de la trasformación social en la que actualmente nos encontramos inmersos.

La obra plantea la situación de la masculinidad desde la globalización, el sistema neoliberal y la modernidad. Abarcando la problemática a la que se enfrentan los hombres, producto del desempleo, lo que los ha llevado a una crisis de identidad. El tema central ubica la identidad masculina a la par de un sistema patriarcal y neoliberal que ha dejado de ofrecer una identidad propicia para el momento histórico, económico y social actual.

María Lucero Jiménez Guzmán y Olivia Tena Guerrero, coordinadoras del libro, definen la crisis masculina

[…] en términos de una serie de replanteamientos sociales y subjetivos acerca de las funciones públicas de los varones, quienes cuestionan los papeles tradicionalmente asignados que crearon estereotipos no cuestionados sobre la definición dominante del ser varón en nuestra sociedad.3

El libro es una excelente forma para abrir nuevos debates acerca de la crisis actual, así como para analizar los cambios estructurales dentro de la sociedad, producto de las trasformaciones en los órdenes establecidos. Está constituido por 21 artículos que centran su atención en la problemática del desempleo masculino, sus efectos, causas y la crisis de identidad que viven los hombres producto de la falta de empleo, eje principal donde los varones construyen su identificación.

La compilación de los artículos es resultado de una serie de tres seminarios organizados bajo la temática "Desempleo, familia y masculinidad"; dos de ellos realizados en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, en Cuernavaca, Morelos; el tercero se llevó a cabo en Buenos Aires, Argentina, durante 2004 y 2005. Los artículos están divididos en cuatro ejes temáticos que dan forma y contenido al texto.

El primer apartado enfoca su atención en el análisis de las problemáticas económicas a escala mundial y hace un estudio macro–estructural donde tienen cabida los procesos de globalización, modernidad y neoliberalismo; sistemas conjugados, a su vez, con los procesos de construcción de identidades entre los géneros, específicamente las masculinas. Asimismo, pone énfasis en las tensiones y trasformaciones en las relaciones de género, a partir de las situaciones globales de oferta y demanda que ofrece un sistema económico y un sistema social patriarcal.

La segunda sección abarca la construcción de la identidad masculina, misma que es analizada y puesta bajo la lupa de diversos académicos de distintas disciplinas (antropología, psicología, sociología). Además, hace un acercamiento histórico de la construcción de las masculinidades y de los roles asumidos por los hombres a lo largo de la historia.

La tercera parte trata la problemática del mercado laboral, donde la baja oferta de empleos ha generado trasformaciones en distintos ámbitos de la esfera social: las relaciones de pareja, de familia e intergenéricas. Este cambio es producto de la entrada de la mujer en el mercado laboral, lo que ha hecho que los hombres no sean los únicos proveedores de las necesidades materiales de la familia, poniendo en cuestionamiento la identidad masculina que se ha construido a lo largo de la historia como padre/proveedor. Por otro lado, junto con la problemática del desempleo viene la violencia, cuyo efecto propicia la necesidad de políticas públicas dirigidas a su prevención. En este apartado se resalta la importancia del Estado para generar empleo y garantía de no violencia. Finalmente, esta sección habla de los problemas psicológicos y físicos a los que se enfrentan los hombres en la actualidad y propone replantear la trasformación a la que está sometida la identidad masculina.

La última sección presenta resultados de investigaciones empíricas realizadas por autores de distintas disciplinas, provenientes tanto de Argentina como de México. En la mayor parte de los trabajos de esta sección se logra establecer, teórica y empíricamente, un vínculo entre ciertos elementos de las estructuras económicas y sociales, con las trasformaciones de las identidades masculinas y los fenómenos de enorme relevancia en la realidad latinoamericana, tales como la migración, sus motivaciones y efectos.

 

DISCUSIÓN DEL TEMA

Los procesos de globalización y la entrada de la modernidad han conformado un sistema que, lejos de mantener las garantías individuales de vida, ha coartado las posibilidades de desenvolvimiento personal, laboral y profesional. La desigualdad económica y el creciente desempleo han propiciado cambios en las formas de desarrollarnos y desenvolvernos en el contexto social. Las dinámicas estructurales de las relaciones de pareja han sufrido cambios, los roles son cada vez más volátiles y las actividades cada vez más son compartidas por los géneros. Sin embargo, romper paradigmas de diferenciación genérica es un proceso difícil, ya que algunas formas de conducta respecto de las normas culturales de comportamiento entre los sexos –establecidas e instauradas desde instituciones sociales– son difíciles de transformar. Esta ruptura de códigos genéricos de comportamiento es lo que actualmente pone en crisis a los hombres. Al no cumplir con los requerimientos sociales, éstos viven crisis identitarias que reflejan de diversas formas: violencia intrafamiliar, problemas sociales, de salud y psicológicos.

En "Divagaciones alrededor de los hombres y su trabajo", Regina Nava señala, de acuerdo con Giddens, que se puede definir el trabajo como el desarrollo de actividades para satisfacer nuestras necesidades; éste implica el desgaste físico, mental y emocional. Es el núcleo que forma y modifica la apariencia de las identidades individual y social. Nos permite organizar la vida cotidiana y la biográfica, y determina nuestra seguridad ontológica. La vida humana se centra en las acciones realizadas, éstas son relevantes en las construcciones identitarias de los individuos. El trabajo es un elemento central en la construcción del yo, el desenvolvimiento en determinados espacios, caracteriza diversas clasificaciones sociales, estatus, nivel socioeconómico, profesión, etnia, género. Los procesos simbólicos sociales a los que son sometidos el conjunto de la sociedad han conformado códigos de interacción genérica; en dichos signos los hombres han construido su identidad en torno a la idea de ser trabajadores en la esfera pública y proveedores del sustento económico.

En el proceso de construcción de las identidades masculinas uno de los discursos con prácticas y referentes simbólicos que marcan gran parte de la trayectoria de la vida es "el trabajo", enfatizando el éxito laboral y profesional que como hombres deben alcanzar.4

Los hombres construyen su identidad a partir de la idea de ser proveedores:

La identidad masculina es construida a partir de su función de sostén y protector del hogar y proveedor de los bienes que la familia necesita. La identidad masculina de la familia debe ser, según el imaginario colectivo, el varón. Él tiene socialmente asignada la función de financiar las necesidades de las personas que forman parte de su familia, a las cuales considera su patrimonio.5

Los cambios económico–estructurales (intrínsecos al proceso de globalización económica) y el consecuente aumento de riesgo de pérdida de empleo, su pérdida real o su disminución, representan un obstáculo para el desempeño exitoso de las funciones masculinas asignadas socialmente.6

En este cambio social, las identidades masculinas toman nuevas resignificaciones. Simultáneamente, la identidad femenina se trasforma, creando nuevos códigos y formas de relacionarse entre los géneros.

La identidad es un proceso importante para el desenvolvimiento social de los individuos, es mediante este proceso que los hombres y mujeres adquieren elementos simbólicos de comportamiento a lo largo de su vida y con los cuales podrán reconocerse y ser reconocidos. Actualmente el papel de la mujer en la vida productiva ha puesto en cuestión el rol del hombre, pues las mujeres también son proveedoras económicas al interior de la familia.

La inserción de las mujeres en el mercado laboral, ya sea por las luchas feministas […] o por las demandas económicas familiares, ha producido cambios dramáticos en la economía laboral. Las mujeres representan 37% de la población económicamente activa nacional. Es una realidad que ante el desempleo masculino las mujeres están dispuestas a emplearse por bajos salarios para subsanar las necesidades más básicas de la familia. A este fenómeno se le conoce como feminización de la pobreza.7

Debido al abaratamiento de la mano de obra y a la crisis económica, las mujeres se han insertado en la vida laboral, de esta manera, los hombres han dejando de ser únicos proveedores de la familia, cambiando así la dinámica familiar y las jerarquías dentro de ella. Sin embargo, el problema no deja de ser complejo, ya que los códigos simbólicos aprendidos por los géneros ponen en crisis a ambos sexos, pues las mujeres sienten algunas culpas en el desarrollo y desempeño de su actividad profesional y laboral frente a su familia y la vida privada. Las mujeres actualmente viven dinámicas profesionales y laborales que les han permitido romper con paradigmas genéricos e incursionar en esferas que antes eran exclusivamente masculinas. Romper con estas barreras es un proceso difícil, ya que las mujeres sienten una responsabilidad simbólica respecto de algunas atribuciones genéricas que las hace estar cerca de su familia, limitando en muchos casos su desarrollo personal debido a la culpa que sienten por desarrollarse y atender una familia al mismo tiempo. Este proceso de culpa y sentimiento de abandono no es compartido por el hombre, ya que ellos han asumido que su rol está en el trabajo extradoméstico.

La inserción de la mujer en el mercado laboral y la falta de oportunidades ofertadas para los hombres han traído consigo un cambio significativo en la familia y en las relaciones de pareja. En relación con el trabajo y el lugar que ocupa cada individuo dentro de la pareja, Mabel Burin realizó una clasificación de cuatro tipos de parejas, en la que hace un análisis de las relaciones de poder entre los géneros. Existen parejas tradicionales, innovadoras, contraculturales y transicionales. Las primeras se ubican en la clásica división del trabajo; las segundas revelan una distribución que tiende hacia la igualdad en las áreas de poder: ambos detentan poder emocional y económico en la familia, debido al trabajo extradoméstico que realizan. Las parejas contraculturales son escasas y poseen un predominio del desempeño de los roles de género feminizados entre los varones. Las transicionales tienen rasgos de tradicionales y otros de innovadoras.8

Este estudio muestra claramente cómo los roles genéricos han variado, cada uno de los sexos realiza actividades del otro género, rompiendo con códigos simbólicos de relacionarse; lo cual, si bien produce crisis, coadyuva a la transformación de la sociedad. "La época posmoderna se caracteriza porque persiste la división genérica, se diluyen los límites de tareas, 'desexuación' de puestos".9 Las identidades tanto masculinas como femeninas entran en un proceso de reajuste y en busca de un nuevo equilibrio, los hombres nuevos deben asumir estas trasformaciones contribuyendo a las construcciones de nuevas identidades.

Como lo mencionan Brenda Cruz y Mario Ortega:

[…] el nuevo hombre, el democrático, es quien atraviesa por diversas crisis de identidad; se debate entre los roles convencionales y los alternos que ahora debe asumir. En algunos casos, como cuando ya no es el único proveedor, le corresponde aceptar la modificación que sufrió el ejercicio de su papel y adaptarse, pues ya no existe un modelo específico a seguir.10

El nuevo hombre se enfrenta a muchas crisis de identidad ya que la ruptura de los códigos convencionales de comportamiento se ven fragmentados y debilitados hasta llegar al punto de la desaparición. El resquebrajamiento de la identidad masculina ha generado cambios en el orden simbólico; algunas de las trasformaciones están enraizadas en

[…] la inserción de la mujer en el espacio laboral, la trasformación de la familia nuclear producto de que la mujer sale al mercado laboral, la conquista del espacio público por las mujeres incluyendo el profesional, y la lucha de la mujer para dejar de ser vista como objeto sexual, reconociendo el placer como un derecho también femenino.11

Lo anterior coincide con la idea de que los hombres habían ejercido su identidad con el papel de proveedor/trabajador; este hecho histórico de asimilación de roles ha mantenido a los hombres en espacios públicos del trabajo extradoméstico; sin embargo, cuando las circunstancias y los momentos históricos no permiten vivir estos roles, las identidades –en especial las masculinas– sufren procesos de crisis al grado de enfermarse física y psicológicamente, como lo demuestran los estudios realizados por los autores de este libro, quienes mencionan que actualmente el género masculino vive una desesperanza, frustración y depresión.

Los malestares afectivos se entienden no sólo como consecuencia de las desventajas económicas sino vinculados con una construcción de la masculinidad con deberes que exigen la demostración de capacidades de manutención y superioridad económicas, de seguridad y protección a la familia en tanto figura de autoridad, que implica la negación abierta de temores y malestares por concebirse signos de debilidad asociados con el ser femenino.12

Por ello, los hombres viven cada vez más malestares físicos y afectivos asociados con el estrés, así como un mayor índice de alcoholismo y de violencia intrafamiliar; sufren depresiones y frustraciones relacionadas con las cargas genéricas asignadas a su sexo. Sin embargo, no asimilan estos procesos como de orden social y reprimen sus sentimientos debido a que exponerlos sería situarse en una posición de debilitamiento, lo que afecta directamente su identidad masculina.

Las consecuencias en los varones por crisis de empleo pueden tomar diversas formas; sin embargo, los estudios han mostrado distintas estrategias que ellos, dada su condición de género, suelen utilizar. Como una forma de revertir el estrés causado por situaciones de presión laboral, ya sea por su ausencia, riesgo o precariedad, los varones son más proclives a evadir, más que enfrentar, sus malestares a través de prácticas de riesgo de salud. La Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica muestra un mayor porcentaje de varones en zonas urbanas con abuso de alcohol (9.3%) en comparación con las mujeres (0.7%).13

Las situaciones ocasionadas por el alto nivel de estrés, dan lugar a la aparición de conductas violentas.14

Como producto de la frustración masculina, se observa un aumento en la violencia intrafamiliar, dados los trastrocamientos simbólicos producto del desempleo. Sin embargo, como lo menciona María Lucioni, este no es el único factor de la violencia familiar, su estudio y análisis emerge de diversos factores que tienen que ser analizados.

Es importante resaltar el papel que desempeña el Estado en estas circunstancias ocasionadas por la falta de empleo: debería proteger y dar garantías de seguridad social; le corresponde ofertar mayores posibilidades laborales, seguridad y una vida sin violencia física y psicológica. María Lucioni retoma una cita de Inés Brigiotti y Corina Samaniego:

La violencia como tema de reflexión e investigación debe ser redimensionada en un análisis más amplio […] Los aportes de la investigación en el tema, hoy se tornan imprescindibles para establecer adecuadas estrategias de prevención y asistencia, para optimizar recursos y orientar políticas públicas y sociales.

En el diseño de políticas públicas que busquen la erradicación de la violencia y el mejoramiento del bienestar social, el Estado tiene que llevar a cabo un esfuerzo social comprometido.

Es necesario impulsar políticas públicas con perspectiva de género, que referan al conjunto de acciones, principios y mecanismos dirigidos a alcanzar el establecimiento de relaciones más equitativas entre hombres y mujeres que beneficien a la sociedad en su conjunto. Éstas implican una ética basada en el reconocimiento de las desigualdades entre los géneros, las etnias, las clases sociales y las razas, ya que el Estado es el responsable de garantizar la seguridad de todos sus ciudadanos. De la misma manera, es el que debería proporcionar empleo a sus ciudadanos.15

Por ello, el problema al que nos enfrentamos debido a la confluencia del sistema neoliberal, la globalización y la falta de trabajo, no puede comprenderse sin analizar todos los factores, instituciones y actores que participan en esta trasformación social. La salud es otro factor que debe considerar el Estado:

[…] la situación de desempleo es un claro daño a la salud por el ejercicio desigual de poderes, tanto a escala global, institucional, como individual. Las diferentes determinantes de los problemas de empleo, al probar ser atentadoras para la salud de los varones, resultan un obstáculo para el logro de dos derechos: el derecho al trabajo y el derecho a la salud.16

Por lo tanto, el Estado desempeña un papel central en la trasformación de la sociedad, pues al subordinarse a un sistema colonizador ha reducido y marginado las expectativas de vida. Sin embargo, en medio de esta trasformación se puede visualizar un cambio de las relaciones intergenéricas con matices de equidad y de un nuevo orden simbólico. Los nuevos hombres asumen nuevas identidades dentro de un nuevo sistema social que empieza a surgir. La transformación en la familia, donde los órdenes jerárquicos parecen reformularse y donde el papel de los integrantes de dicha institución se reinventan, así como la desmasculinización del mercado laboral, generan nuevas formas y órdenes de conducta.

Los hombres organizados comienzan a abogar por el derecho que tienen a escoger programas de cuidado de los hijos y proponer actividades para frenar la violencia. El estigma de los homosexuales comienza a perder vigencia entre los hombres, el movimiento los conduce a apoyar campañas de hombres para los hombres, y a cuestionar junto con las feministas el mito de la maternidad, con el fin de construir y/o aceptar nuevas o diferentes formas de ser hombre y ser padre o no, a la par de ser mujer y ser madre o no.17

Esta crisis plantea nuevas formas de resignificación genérica, las cuales, si bien están sumergidas en momentos de difícil desempeño y de un rapaz crecimiento de un sistema neoliberal que ha dejado a los individuos sin expectativas de vida y frustraciones, así como de una devastación natural que ha traído consigo catástrofes naturales, puede ser una importante resignificación para el planteamiento de nuevos horizontes.

Insistimos en la idea de que es posible repensar y renegociar un orden familiar con nuevos acordes de autoridad que lesionen menos y permitan a los hombres reinstalarse en sus hogares y en sus sistemas sociales desde lugares dignos y aceptables para todos.18

La aceptación de la crisis nos permite replantear nuevos órdenes que pueden estar centrados en nuevos códigos simbólicos de interacción intergenérica, que brinden la oportunidad de desenvolvernos en sociedades más democráticas y equitativas.

 

NOTAS

1 Marco Augusto Gómez Solórzano, "Masculinidad en la 'Sociedad de Riesgo'", Reflexiones sobre masculinidades y empleo, op. cit., p. 39.

2 Idem.

3 María Lucero Jiménez Guzmán y Olivia Tena Guerrero (coords.), ibid., p. 14.

4 María Alejandra Salguero Velásquez, "El significado del trabajo en las identidades masculinas", ibid., p. 429.

5 María Lucero Jiménez Guzmán, "Construcción de masculinidades y feminidades", ibid., p. 103.

6 Oliva Tena Guerrero, "Problemas afectivos relacionados con la pérdida de empleo", ibid., p. 363.

7 Patricia Valladares, "Desempleo y violencia masculina", ibid., p. 327.

8 Mabel Burin, "Trabajo y parejas", ibid., pp. 72–73.

9 Regina Nava, "Divagaciones alrededor de los hombres y su trabajo", ibid., p. 85.

10 Brenda Cruz y Mario Ortega, "Masculinidad en crisis", ibid., p. 123.

11 Ibid., pp. 142–143.

12 Olivia Tena Guerrero, "Problemas afectivos relacionados…", ibid., p. 358.

13 Ibid., p. 367.

14 Marta Lucioni, "Pensar la violencia en los contextos de vida", ibid., p. 347.

15 Patricia Valladares, "Desempleo…", ibid., p. 347.

16 Olivia Tena Guerrero, "Problemas afectivos relacionados…", ibid., p. 373.

17 Brenda Cruz y Mario Ortega, "Masculinidad en crisis", ibid., p. 148.

18 Cristina María Ravazzola, "Relaciones de autoridad en las familias", ibid., p. 309.

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