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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.23 no.62 Ciudad de México ene./abr. 2010

 

Diversa

 

Hacia una sociedad del conocimiento como emancipación: una mirada desde la teoría crítica

 

Helder Binimelis Espinoza*

 

*Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Temuco, Chile. Estudiante de Doctorado en Investigación en Ciencias Sociales, con mención en Sociología en Flacso, México. Becario Conicyt, Chile.

 

Resumen

El presente artículo propone la recuperación de la teoría crítica para reflexionar sobre la denominada sociedad del conocimiento. Se discute, en primer lugar, en torno a las ausencias, silencios y reducciones teóricas, ya sea economicistas o antitecnológicas. En segundo lugar, los conflictos y exclusiones generados por los actores sociales dominantes que legitiman y naturalizan ideológicamente visiones de desarrollo. Finalmente, a partir de la experiencia individual y colectiva de usuarios de tecnologías de información y comunicación, y la emergencia de nuevos o renovados valores sociales y políticos, se propone una discusión teórica acerca de una futura y posible sociedad del conocimiento basada en la emancipación.

Palabras clave: sociedad del conocimiento, teoría crítica, emancipación.

 

Abstract

This article proposes the recovery of Critical Theory with the purpose of reflecting about Knowledge Society. On first place, the paper discusses the economicist and anti– technological absences, silences, and theoretical reductionisms. Secondly, it highlights the main conflicts and exclusions produced by dominant social actors that ideologically legitimate and naturalize development views. Finally, taking into account the experience of individual and collective users of information and communication technologies, and the appearance of new or renewed social and political values, it is proposed a theoretical discussion about a new Knowledge Society based on emancipation.

Key words: knowledge society, critical theory, emancipation.

 

INTRODUCCIÓN

Una de las áreas más estudiadas por las ciencias sociales en la actualidad es la aparición y desarrollo de nuevas tecnologías de información y comunicación. Diversos estudios que buscan precisar el impacto social y cultural de estas tecnologías, por ejemplo, estableciendo los efectos de internet sobre los individuos, así como las consecuencias de nuevas formas de interacción mediadas tecnológicamente. Aunque, sin duda, se ha prestado mayor atención a las consecuencias económicas de la incorporación de estas tecnologías en el ámbito productivo, se ha constituido un discurso que afecta a las empresas tanto como a la generación de políticas públicas, y que tiene como foco un nuevo modelo de desarrollo basado en el conocimiento científico–técnico integrado a sistemas empresariales, de innovación productiva y sus supuestos efectos para el crecimiento a partir de la integración de lo nacional a la economía global. Se discute sobre el retraso tecnológico de muchos países, en comparación con modelos nórdicos o de países asiáticos desarrollados, y se empiezan a promover políticas de innovación productiva, de generación de sistemas nacionales de innovación, de atracción de empresas trasnacionales, de generación de infraestructuras tecnológicas, de nuevos marcos legales que regulen y protejan la propiedad intelectual en una época donde lo fundamental es la generación de conocimiento a partir de la gestión de la información.

Sin embargo, la atención excesiva sobre tecnología e integración económica no deja ver la existencia de realidades sociales tanto o más significativas que emergen frente a estas nuevas formas de dominación económica y política. A partir de la constatación de la exclusión y de la negación de realidades cada vez más evidentes, surge como necesaria la recuperación de la tradición de la teoría crítica para reflexionar sobre la denominada sociedad del conocimiento, con sospecha y no con justificación.

Este artículo ofrece una mirada desde una perspectiva teórica que, desde sus inicios, ha tenido una marcada preocupación por los problemas sociales generados por la interrelación entre mercados capitalistas, ciencia y tecnología; relaciones que se han exacerbado en la actualidad. Lo que se pretende entonces es introducirse en nuevos problemas sociales y en nuevas preguntas para dialogar y acercarse a los actores sociales y sus prácticas transformadoras.

Se propone, en primer lugar, una discusión sobre las reducciones en la reflexión sobre sociedad del conocimiento, que limitan lo que sucede en la actualidad al papel central de la tecnología o de la economía, como factores explicativos del acontecer. En segundo lugar, se propone una discusión en torno a las consecuencias de la transformación de esas reducciones en la justificación ideológica del presente, mostrando la necesidad de incorporar en la definición de sociedad del conocimiento aquello que generalmente es excluido de todo análisis, e incluso negado en su existencia y relevancia social.1 En definitiva, revelar las contradicciones y el carácter deshumanizante de la sociedad actual.

Finalmente, se plantea la necesidad de recuperar la reflexión crítica sobre la sociedad del conocimiento, lo que permitiría generar un diagnóstico sobre la época actual, sobre los individuos como potenciales sujetos de emancipación social, sobre el papel que le corresponde a la ciencia y a los científicos en este proceso, enunciando la necesidad de estudiar la aparición de nuevas formas de conflicto social contra las actuales estructuras de dominación política y económica, que permiten vislumbrar desde la praxis el camino hacia una sociedad del conocimiento como emancipación. Brevemente, al finalizar, se ejemplifica con algunas experiencias prácticas, donde ya se visibilizan esos procesos de emancipación.

 

LA JUSTIFICACIÓN DEL PRESENTE

No hay todavía consenso teórico sobre cómo denominar a la sociedad actual, y menos aún sobre cómo caracterizarla. Una posibilidad es utilizar la expresión posindustrial,2 lo que nos permite situarla, al menos, como superación de una etapa, definida por la innovación en los procesos productivos a partir del desarrollo tecnológico. Otra posibilidad es denominarla a partir de la actividad supuestamente central desarrollada; y así como lo industrial definió la sociedad del siglo XX, podríamos decir con Castells que la sociedad actual es informacional,3 postura que, siendo correcta en su diagnóstico e incluso en su crítica, sigue centrada en la actividad económica como factor clave en la constitución de lo social. Finalmente, nos decidiremos por nombrarla como sociedad del conocimiento4 ya que refleja, por una parte, la importancia económica en el acto de crear nuevo conocimiento en un mundo globalizado y, al mismo tiempo, se abre a la relevancia social, cultural y política que adquiere el acto de conocer, sea cual sea la posición social que ocupemos en la sociedad actual o el grado de integración económica o tecnológica que poseamos.5

A continuación revisaremos dos problemas fundamentales de la que hemos decidido denominar sociedad del conocimiento. Por una parte, su reducción a lo tecnológico y, por otra, su caracterización como un fenómeno netamente económico.

 

FILIA Y FOBIAS TECNOLÓGICAS

Para hablar de la sociedad del conocimiento hay que referirse inevitablemente a las nuevas tecnologías de información y comunicación, y a las posibilidades que éstas generan a partir de la interconexión por internet.6 ¿Pero esto es, en definitiva, positivo o negativo para la sociedad y los individuos? Graham y Gómez proponen denominar a estas interpretaciones contrapuestas como visión tecnófila, y visión tecnofóbica o luddita.7

La tecnofilia se refiere a la confianza desmedida en las tecnologías, y exclusivamente en las tecnologías, para generar el desarrollo de una sociedad. Como expresa Graham: "La 'ideología de la tecnología' es muy evidente en los tecnófilos, que son quienes creen que la innovación tecnológica es un cuerno de la abundancia que remediará todos los males".8 Es así como se habla de la necesidad de una infraestructura digital que posibilitaría un salto en la generación de conocimiento; o que la incorporación de tecnología en las escuelas y universidades garantizará automáticamente una mejor formación y la generación de profesionales más completos.

Por otra parte, la tecnofobia o el luddismo9 se refieren al rechazo o la desconfianza fatalista en las posibilidades que ofrece la tecnología, ya que se considera peligrosa en la medida en que nos puede hacer perder nuestro empleo, nuestras tradiciones, las posibilidades de interactuar cara a cara, e incluso nuestra propia conciencia, transformándonos todavía más en objetos, en engranajes operando en función de intereses económicos y políticos ajenos. Una postura en esta perspectiva es la de Virilio, quien señala por ejemplo:

Las autopistas de la información van a establecer un sistema interactivo que es tan temible para la sociedad como la bomba para la materia. Según Einstein, la interactividad es respecto de la bomba informática lo que la radioactividad es respecto de la bomba atómica. Es un fenómeno constitutivo y disociativo […] existe […] la amenaza de una toma de control sobre las sociedades que es inaceptable.10

Como explicitaremos más adelante, no es posible comprender la sociedad del conocimiento sólo buscando entender (o rechazar) uno de sus elementos, que además, en términos globales, todavía tiene una penetración muy limitada y selectiva respecto de la sociedad en su conjunto. No se puede aceptar una interpretación de la relación social e individual con las tecnologías restringida por unos anteojos que limitan la visión y las posibilidades que la misma tecnología ofrece. Su uso tiene consecuencias positivas, pero al mismo tiempo se posibilita la alienación de los individuos respecto de sus sociedades, su control y vigilancia; por ello, tanto la confianza como la desconfianza en las nuevas tecnologías de información y comunicación deben leerse no sólo en sus efectos inmediatos para las personas, sino en una perspectiva más amplia que la sitúe en sus usos y abusos posibles en contextos económicos, políticos y culturales diversos y en interrelación.

 

¿SOCIEDAD O ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO?

Otra reducción usual es considerar unívocamente las posibilidades económicas basadas en el conocimiento. Se considera que lo que describe a la sociedad actual es una serie de nuevas estrategias productivas basadas en el uso intensivo de información con fines empresariales y, por lo tanto, lo que se estudia es la innovación, la propiedad intelectual, los marcos legales que incentivan la apertura económica en un mundo globalizado, o los cambios en los modelos educativos que garanticen la formación de personal altamente calificado para las empresas. La reducción en este segundo caso implica entender a la sociedad del conocimiento como si fuera únicamente una economía del conocimiento, que se impone o que se aisla de otras dimensiones sociales no consideradas.11

¿Qué implica una economía del conocimiento? Fundamentalmente, el cambio consiste en pasar de un modelo de acumulación de capital físico y de producción material a otro basado en la acumulación de capital intelectual y de producción de bienes inmateriales. Según plantea la UNESCO,12 hay una tendencia desde mediados del siglo XX a privilegiar la inversión en investigación, educación y servicios.

Tampoco se puede decir que la economía material desaparece, solo cambia su rol social, es decir, ya no ocupa un lugar central en los procesos de desarrollo y ni siquiera en la identidad individual de los individuos como trabajadores, sino que pasa a cumplir un papel subordinado frente a la economía dominante del conocimiento, como parte de un proceso de largo aliento que se inició hace más de un siglo:

Tal como Marx había predicho a mediados del siglo XIX, parece ser que el conocimiento está sustituyendo a la fuerza de trabajo, y que la riqueza creada se mide cada vez menos por el trabajo en su forma inmediata, mensurable y cuantificable, y depende cada vez más del nivel general de la ciencia y del progreso de la tecnología.13

Es el esfuerzo de países del tercer mundo por industrializarse y por desarrollar una amplia masa de trabajadores industriales lo que, por decir lo menos, cambia su sentido en un momento social donde el trabajo físico se hace cada vez más irrelevante. Lo que deben hacer ahora es abandonar ese camino y luchar por desarrollar trabajadores del conocimiento, una vía marcada también por las condiciones de control, y dependencia social que imponen quienes ya dominan esta nueva economía.

A modo de ejemplo, las discusiones sobre educación y modelos educativos en la actualidad están centrados en la necesidad imperiosa de adaptar a quienes se educan fundamentalmente para una futura vida laboral; pasando a un modelo basado en la adquisición de habilidades, lo que posibilita que otras dimensiones de lo social como la ética, la política, la cultura, terminen actuando funcional y tecnocráticamente al servicio de la actividad económica, volviéndose necesarias en la medida que permitan aumentar la productividad empresarial. En esta línea se desarrolla la reflexión de Cornella, quien plantea una interpretación de la formación cívica subsumida en lo económico:

Es como si fuera necesario un nuevo tipo de civismo, el civismo informacional: todos comprometidos en generar mejor información, en facilitar su localización, en enseñar a entenderla, en ser exigentes en cuanto a su calidad, etcétera. La sociedad comprometida con el conocimiento. El conocimiento como valor social. Y en esto todos tenemos una responsabilidad. De la misma forma que la limpieza es cosa de todos, el respecto del conocimiento como valor personal y económico también lo será muy pronto.14

Los párrafos anteriores no pretenden desconocer el efecto de lo económico en la sociedad actual y, principalmente, respecto del desarrollo científico y en la tecnología aplicada; sino reconocer sus efectos en los procesos de exclusión y dominación social que, más allá de lo económico, afectan la vida social, cultural y política de las personas. Así, Etxeberría expresa la necesidad de reflexionar sobre el "contagio cultural" positivo o negativo que trae consigo incorporar una tecnología desarrollada en un contexto social diferente;15 Castells destaca, por otra parte, el efecto político que trae consigo el cambio de rol de los estados, que pasan (al menos en los países que buscan integrarse en el modelo de la sociedad del conocimiento) de una preocupación por la construcción de gobernabilidad dentro del territorio nacional, a la necesidad de conectarse e integrarse al denominado sistema tecnoeconómico.16 En ambos casos, la incorporación de tecnologías y la integración tecnoeconómica, pueden terminar produciendo dependencia y dominación.

Hay además una tercera perspectiva, que, aunque es también una reducción de la realidad, se sitúa más bien en la discusión sobre acción estructural y las posibilidades de generación de cambios sociales de parte de individuos. Por lo general, se asocia cambio y desarrollo social con procesos macrosociales y estructurales, por ejemplo, la integración económica mundial o la generación de sistemas de innovación, donde la acción individual o grupal, como el rechazo o la protesta aparecen como irrelevantes. En cambio las interpretaciones de la acción individual se concentran, por lo general, en la realización de actividades funcionales como, por ejemplo, la experiencia de uso de nuevas tecnologías o la construcción de identidades virtuales.17 En este sentido, una parte significativa de la reflexión sobre sociedad del conocimiento está operando de modo tradicional, es decir, describiendo selectivamente ciertos aspectos de la realidad, e implícitamente generando una justificación ideológica del presente. En el próximo apartado se discutirá sobre la elaboración de la idea de sociedad del conocimiento como ideología dominante para el mundo actual.

 

DOMINACIÓN, EXCLUSIÓN Y NEGACIÓN

Otra de las reducciones y peligros de la discusión sobre sociedad del conocimiento proviene de los actores sociales que promueven la continuidad inevitable del neoliberalismo y que alaban las nuevas posibilidades que el conocimiento genera dentro de sistemas tecnoeconómicos18 y de innovación,19 para continuar por la misma senda. Acá se entiende a la sociedad del conocimiento como un nuevo paradigma tecnoeconómico, un nuevo modelo que, ahora sí, conducirá a los países al anhelado desarrollo. Se trata, por tanto, de promover clasificaciones donde los países suben y bajan posiciones de acuerdo con su productividad económica, de generar recetas basadas en la innovación, en la alianza de empresas y universidades, en la generación de patentes basadas en la investigación de punta; en estudiar e imitar las políticas económicas de los países que han conseguido formar un nuevo primer mundo interconectado, educado y aparentemente democrático, promoviendo políticas públicas para la construcción de una infraestructura digital y una legislación para la protección de patentes, generalmente, en manos de empresas trasnacionales.20

Al entender la sociedad del conocimiento exclusivamente como un modelo a seguir, se la reduce a un discurso ideológico sobre cómo debería ser el futuro exclusivamente a partir de la interpretación de aquellos actores sociales que ya son dominantes en la sociedad actual. Es posible que algunas sociedades (a veces ni siquiera países) consigan alcanzar una posición de mayor o total integración económica, pero no es una realidad factible para todo el mundo.21 Las diferencias de recursos materiales, la dependencia económica, los problemas políticos, así como las condiciones iniciales y los cambios históricos, generan dificultades que no se pueden resolver exclusivamente produciendo conocimiento utilizable productivamente en una economía globalizada.

Si la sociedad del conocimiento es un modelo a seguir, basado en las posibilidades que actualmente existen en países altamente desarrollados (como Dinamarca o Finlandia), entonces es un modelo irreal y, por lo mismo, excluyente de la mayoría. Las diversas formas en que ha renacido la violencia entre países por recursos clave para la economía globalizada, la legitimación de ciertos autoritarismos en países del tercer mundo y la condena estratégica de otros, la criminalización de nuevos actores políticos, y el silencio respecto de la integración perversa y la migración asimétrica22 de grupos criminales es en realidad, una justificación ideológica de la exclusión de sociedades que nunca llegarán a ser como propone el modelo de la sociedad del conocimiento y es la forma en que se manifiestan las contradicciones del presente. Castells expresa que:

La posición en la red, es decir, la función obtenida en la nueva división internacional del trabajo, se convierte en un elemento esencial para definir las condiciones materiales de existencia de cada país o región […] muchos países y muchas regiones de muchos países están siendo marginadas por la expansión de la economía informacional global. Sociedades nacionales, locales y regionales están cambiando de una posición de explotación dependiente a la irrelevancia estructural en la nueva economía.23

Son las mismas necesidades y condiciones en el desarrollo histórico de la economía capitalista globalizada las que han producido, en gran medida, el lugar de liderazgo, dependencia o exclusión de los países en el contexto actual. ¿Pero por qué se habla de integración en algunos casos y se produce una negación de realidades evidentes de un mundo globalizado en otras? Una interpretación crítica de la sociedad del conocimiento debe considerar siempre al mundo en su totalidad y explicar el futuro no sólo desde la imitación de modelos que han producido desarrollo en determinados países, extrañamente considerados en forma aislada en un mundo globalizado; sino que, lo que se hace necesario es incluir a los excluidos.

El ya citado informe de la UNESCO reconoce que no existe una "transición generalizada a la economía del conocimiento",24 sin embargo, habla de la "coexistencia entre diferentes sistemas".25 Es en esta segunda idea donde aparece uno de los problemas clave en el análisis del capitalismo, ya que se habla como si éste sólo debiera hacerse cargo del desarrollo de su fase más avanzada, aislada e independiente de las condiciones económicas de esos otros "sistemas". Anibal Quijano26 ha planteado que hay una tendencia que interpreta que el desarrollo del capitalismo produce homogeneidad estructural cuando en realidad hace lo contrario: se produce heterogeneidad estructural. Por tanto, las condiciones de integración de unos y las condiciones de exclusión de otros no son, como expresa UNESCO, sistemas en coexistencia, sino parte de un mismo fenómeno mundial.

Cuando hablamos de incluir a los excluidos nos referimos, en primer lugar, a que deben integrarse analíticamente a la discusión sobre la sociedad del conocimiento aquellos procesos de exclusión social que son producidos por la dinámica del cambio social actual.27 Y, en segundo lugar, porque esos procesos de dominación, dependencia y exclusión (y las nuevas formas de lucha y resistencia que de ahí emergen) nos permiten comprender de mejor forma el presente.28

En el siguiente apartado se propone la recuperación de la tradición iniciada en la Escuela de Frankfurt para criticar el presente, así como la valoración teórica de las experiencias de actores sociales que ya ponen de manifesto estas contradicciones a partir de sus diversas formas de resistencia y construcción del futuro.

 

HACIA UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

¿Por qué una reflexión crítica sobre la sociedad del conocimiento? Porque hay una renovada necesidad (o podría decirse también, una necesidad permanente), de pensar nuestra realidad con una lógica de la sospecha,29 de no dar algo por cierto o por eternamente existente e inevitable, como sucede en la actualidad con la naturalización de modelos que promueven la inevitabilidad del individualismo extremo y de un mercado excluyente de las mayorías. Un sentido crítico que se opone al dualismo descrito en las secciones anteriores entre la filia y la fobia tecnológica, que se limita a afirmar y negar realidades, que se limita a describir, que mantiene de forma implícita una ideología de la exaltación del presente (y también del futuro como exaltación del progreso) o de su aceptación cínica y conformista que, por tanto, se niega a ver como posible la libertad individual en conjunción con la solidaridad y la cooperación.

A pesar que se utiliza sistemáticamente la referencia a la totalidad, por ejemplo al hablar de globalización, es escasa la reflexión que incorpore lo global, lo total, en la explicación y en la interpretación de realidades concretas o las inevitables interconexiones entre individuos, instituciones y estructuras.30 Nos encontramos con una ciencia que fragmenta la realidad ocultando sus contradicciones. Como señala Castells:

Pocas teorías son específicas, globales y bastante rigurosas para dar actualmente un marco interpretativo para la comprensión de la nueva historia. Hay una considerable cantidad de investigaciones sobre los impactos sociales y económicos de las nuevas tecnologías, pero éstos no son más que aspectos parciales cuyo significado fundamental debería estar integrado dentro de un sistema más amplio de interacción social.31

La teoría crítica, en cambio, por su forma de acercarse reflexivamente a la totalidad social y a la unidad entre praxis y teoría, permite distinguir la forma en que están configuradas esas relaciones sociales de interacción haciendo distinguibles, por una parte, las diversas manifestaciones de dominación política y económica y, por otra, las de emancipación y libertad. Posibilita, teniendo en cuenta siempre la necesidad de superación del presente, observar la forma en que se configuran las relaciones entre individuo y sociedad; y en estos sentidos, sitúa a la ciencia y al científico dentro de ese campo de relaciones: la posición funcional que ocupa la ciencia en ese marco político y económico y, también, la posición del científico respecto de esas estructuras de dominación. Examinemos estos elementos en su relación con la sociedad del conocimiento.

 

EL DIAGNÓSTICO DEL PRESENTE

La teoría crítica busca realizar un diagnóstico que no se limita exclusivamente a una descripción sociológica del mundo actual, sino que tiene una pretensión que apunta a precisar principios morales y políticos, parámetros normativos y acciones políticas que permitan superar la sociedad actual, y estar atentos a la acción política emancipatoria, tareas todas ellas indispensables para, como expresa Horkheimer, superar el carácter de "inhumanidad (de la praxis social actual) que repercute en todo lo que se realiza en la sociedad".33

En las páginas anteriores, al hablar de sociedad del conocimiento como nuevo paradigma económico y tecnológico, se han intentado precisar algunos indicios de esa falta de humanidad propiciada fundamentalmente por un discurso que, mediante pretensiones de universalidad, acepta la integración y dominación de unos, y la exclusión pauperizante de otros. En este sentido, hay que someter a crítica todos aquellos conceptos (incluido el de sociedad del conocimiento), en la medida en que legitimen contradicciones de orden moral y político, por ejemplo, las discusiones sobre integración económica, sobre innovación y sistemas de innovación (y los actores que son dignos de integración y reconocimiento en esos sistemas), la relación entre educación, habilidades o más recientemente, competencias y tecnologías (y su vínculo con la alienación y el control de los individuos); y también respecto de conceptos que en apariencia buscan la transformación de la sociedad, como por ejemplo el reconocimiento de la brecha digital o la necesidad de alfabetización digital34 (y que promueven únicamente la integración funcional productiva).

Es relevante diagnosticar también la existencia de fuertes antagonismos estructurales en el presente. Así como Horkheimer hablaba en el pasado de "camarillas de dirigentes" que promovían la industria de la guerra,35 podemos rastrear los diversos antagonismos existentes en la sociedad del conocimiento, que promueven en beneficio político y económico de sociedades y empresas dominantes, guerras por recursos clave (como las recientes guerras por el petróleo), o que aceptan y justifican inconmensurables procesos de especulación financiera que afectan a los individuos en el mundo y la economía reales. Antagonismos que se manifiestan, como se ha expresado anteriormente, en lo que Castells ha denominado integración perversa, la ya mencionada aceptación por parte de la economía globalizada de recursos provenientes de delitos trasnacionales; o, como el mismo Castells propone, la falta de discusión sobre las las migraciones asimétricas de la periferia hacia el centro, y sus efectos sobre el mercado de trabajo global.

Sin embargo, no se trata de ofrecer un panorama cerrado del presente, reducido al ejercicio de la dominación por parte de grupos de poder económico y político, eso también implicaría una reducción de lo social únicamente a sus manifestaciones individualistas y, en definitiva, una fuente de inhumanidad. En la sociedad actual existe ya el potencial de un cambio, de una transformación profunda de las condiciones de dominación; por lo tanto, un diagnóstico del presente debe incluir también una mirada de los conflictos existentes en el orden actual donde es posible apreciar las contradicciones de los diversos mecanismos de integración, que permiten fundamentar la reflexión teórica crítica a partir de nuevos valores y acciones políticas. Como plantea Gustavo Leyva, es necesario

[…] realizar una apreciación mucho más diferenciada del carácter complejo y contradictorio tanto de las formas de integración de las sociedades posliberales como de la socialización familiar, de la cultura de masas, de la acción individual y colectiva y de la experiencia individual y social en el mundo moderno.36

Frente a perspectivas que comprenden la sociedad actual de forma tradicional –sobreteorizando todo aquello que la justifique– se hace necesario, utilizando la expresión de Santos, "ampliar el presente" buscando comprender aquello que es negado, aquello a lo que no se le reconoce un espacio en el presente. Como se ha dicho, se busca una respuesta económica o científico–técnica a todos los problemas sociales, dejando de lado lo político, lo racial, el género y lo cultural,37 siendo esto último lo que se torna en lo más preponderante por su papel en la construcción de conocimiento.38

En una sociedad del conocimiento, se hace necesario también diagnosticar las opciones racionales, técnicas y comunicativas que van apareciendo y sus efectos sobre la discusión pública.39 La teoría crítica ha puesto mucha atención a la aparición de una cultura de masas y en el control de los medios de producción de esa cultura que finalmente se ha convertido en el principal agente tanto de socialización como de definición de lo aparentemente real. Es necesario indagar si en la sociedad del conocimiento se han modificado las posibilidades de producción de consensos impuestos desde lógicas de poder políticas y económicas que tengan implícitas finalidades estratégicas, y si aparece como más relevante y necesario el acuerdo, a partir de las diversas formas de interacción comunicativa que posibilita la técnica en la actualidad. Es decir, si las nuevas posibilidades de interacción en contextos virtuales hacen más posibles las condiciones para un diálogo crítico, y para una acción política deliberativa, tal como lo define Habermas:

La pretensión de veracidad sólo puede saldarse en interacciones: a la larga en interacciones debe manifestarse si la otra parte participa "de verdad", o si meramente simula la acción comunicativa y de hecho se comporta estratégicamente.40

Las condiciones científicas y técnicas de la sociedad del conocimiento han potenciado la vinculación del interés empírico–analítico con la productividad económica y con las fuerzas de dominación social, pero al mismo tiempo, han creado las condiciones sociales para potenciar la interacción social, la discusión valórica y la disponibilidad de conocimiento para argumentar contra una ciencia autolimitada desde intereses económicos y políticos. En la medida en que a partir de medios técnicos se ponga en discusión la ideología dominante, y en la medida en que empiecen a ocurrir conflictos en áreas de interés clave para el actual orden de dominación, pueden empezar a abrirse brechas para una mayor reflexividad individual y para una emancipación social.

En ese sentido, la teoría crítica en la actualidad se debe posicionar en una perspectiva que entienda al conocimiento como emancipación y pasar de una situación presente de colonialidad a una de solidaridad. Al respecto, vale la pena presentar una cita un poco extensa de Santos:

[…] en una teoría crítica posmoderna toda forma de conocimiento crítico debe comenzar por ser una crítica al conocimiento mismo. En la fase de transición paradigmática en que nos encontramos, la teoría crítica posmoderna está siendo construida sobre los cimientos de una tradición moderna marginada y epistemológicamente desacreditada, a saber, la que he llamado conocimiento como emancipación […] De acuerdo con esta forma de conocimiento, conocer es reconocer al otro como sujeto de conocimiento, es progresar en el sentido de elevar al otro del estatus de objeto al estatus de sujeto. Esta forma de conocimiento como reconocimiento es lo que denominamos solidaridad.41

Esta necesidad de reconocimiento debe vincularse inevitablemente con los individuos que actúan en contextos sociales, políticos, culturales y económicos diversos; y en donde aparecen diferentes experiencias prácticas de emancipación social. Conviene, por tanto, detenerse a reflexionar sobre el vínculo entre teoría crítica y la praxis individual.

 

PRAXIS INDIVIDUAL Y EMANCIPACIÓN SOCIAL

Entender la acción individual únicamente como búsqueda de libertad; o entender la acción individual exclusivamente como reacciones a regulaciones estructurales es un error al que se opone la teoría crítica. En realidad, la existencia de mayores posibilidades de control social sobre los individuos o la existencia de mayores posibilidades de emancipación, dependen de condiciones sociales, políticas, culturales y económicas que cambian constantemente (y en ese sentido, no hay que olvidar la relevancia que la teoría crítica ha dado a la historia).42 Por ello es relevante considerar las posibilidades de los individuos para modificar las condiciones históricas, tanto políticas como económicas, y su influencia en la cultura, en las percepciones de género y raza y, en general, en los procesos de socialización. Se trataría, entonces, como lo expresa Leyva:

[de] mostrar el modo en que el propio funcionamiento de los sistemas no puede ser comprendido sin referencia a la acción de los individuos y al modo en que éstos, a su vez, en virtud de su acción no se limitan solamente a reproducir sistemas funcionales, sino que los producen y, en esa medida, son capaces de transformarlos.43

Por esto, la reflexión crítica sobre el individuo debe partir del reconocimiento de aquello que impide la acción transformadora y emancipatoria. Horkheimer plantea dos procesos que pueden ser útiles al momento de diagnosticar la acción individual bajo el dominio de estructuras regulatorias y colonizantes. En primer lugar, la relación entre individualidad y comunidad. Una perspectiva crítica debe oponerse a una construcción de la individualidad que sea la causa última de construcción de lo social y que, por lo mismo, esté "ajena al acontecer" del mundo social; pero al mismo tiempo debe oponerse al individuo que desaparece en la comunidad, que al no dejar espacio para la experiencia individual, deviene en proyectos nacionalistas y autoritarios, como los que cobran renovada vigencia en nuestros días.44 En segundo lugar, la relación entre pasividad y actividad. Es necesario un examen crítico de las relaciones del individuo con la sociedad, en qué condiciones una sociedad actúa y en qué condiciones puede decirse que una sociedad tiene una actitud pasiva frente a su acontecer; y los diversos significados que tiene para la experiencia del individuo, su actividad y su pasividad. La imposibilidad de cambiar el presente y las acciones inconscientes que lo legitiman, deben ser también sometidas a crítica.45

Reflexionar sobre los procesos de socialización represivos, y sobre los diversos mecanismos de control social que impiden el desarrollo de individuos críticos, es relevante; como lo es –en una sociedad del conocimiento– el papel de los nuevos medios de comunicación y de las nuevas tecnologías de información y comunicación aplicadas a la construcción de una cultura centrada en el entretenimiento y en la producción alienante de inconciencia.

Sin embargo, hay que considerar que lo que da sustento a la reflexión crítica no es la propia teoría, sino los indicios de transformación social que ya son visibles en la praxis de los individuos. Todas las dimensiones estructurales de la sociedad actual, a pesar de los discursos ideológicos que pretenden su naturalización, están sujetos a transformación desde abajo, a la influencia de los individuos. Precisamente, uno de los procesos que permitiría la caracterización de la sociedad del conocimiento es un aumento en el entrelazamiento de las diversas esferas que componen el todo social. Ya no puede decirse que hay campos de acción cerrados donde todo es estrictamente político, económico, familiar, cultural. Y así como para algunos la economía se ha introducido en todas las demás esferas sociales, debemos hacer visible el silencio de las ciencias sociales sobre la posibilidad contraria, es decir, que las prácticas culturales no reconocidas, que la vida familiar y sus diversos valores, etcétera, estén también afectando la forma en que se constituye el espacio de acción económica. Como se ha expresado, también hay ciertas prácticas sociales de individuos y grupos que son capaces de revelar las contradicciones de la sociedad presente, y de convertirse en el sustento para la construcción de la sociedad futura.

Este proceso de ampliación de los problemas a observar en el presente implica, a su vez, asumir que hay actores que poseen una experiencia significativa que debe ser reconocida. Sus prácticas son vías de emancipación y a la vez lugares epistemológicos, es decir, espacios que nos permiten entender que hay otras formas de conocimiento (más allá de la economía y la ciencia), que hay otras posibilidades de hacer (que no son residuos del pasado sino consecuencia de la dependencia, la dominación y la exclusión; y que no pueden ser evaluados únicamente desde el filtro homogeneizante de la productividad económica), que hay otros seres (quienes desde su diferencia de género y racial no pueden ser entendidos como inferiores), y que lo local sigue existiendo más allá de la globalización hegemónica.46

 

LA CIENCIA Y EL DESAFÍO DE LA AUTONOMÍA

Una nota final. Hay que considerar también con una mirada crítica la relación entre ciencia, sociedad del conocimiento, y autonomía individual del científico. Hoy, en la economía del conocimiento, la ciencia se ha transformado en una de sus actividades más productivas. Se ha naturalizado el paso de la ciencia a la empresa y de la ciencia a la consultoría, corriéndose el riesgo de justificar ideológicamente el orden presente y de no asumir críticamente el rol científico al estar posicionados dentro de marcos cada vez más orientados por la utilidad económica.47

Es necesaria, entonces, una reflexión crítica sobre la producción de conocimiento científico, sobre la propia actividad del científico como individuo, sobre la posición misma que ocupa el científico en sociedad y la necesidad política de tener canales de diálogo y participación sobre las posibilidades que la ciencia genera. Es necesario también sospechar sobre normas y valores que conducen a la ciencia en la sociedad del conocimiento y cómo en las propias prácticas científicas se legitiman mecanismos de exclusión, de negación de realidades y de personas.

 

PALABRAS FINALES

En las páginas anteriores se ha querido mostrar la necesidad de recuperar la lógica de la sospecha para interpretar la denominada sociedad del conocimiento. Se ha efectuado una reflexión sobre nuestra realidad presente caracterizada por su parcialidad, por su reducción tecnológica o económica que, al negarse a observar la totalidad social, termina defendiendo la inhumanidad del presente, donde aparecen formas cada vez más definidas de exclusión y negación social de individuos, grupos, de experiencias culturales y de sociedades completas, las que simplemente se desvanecen al no poder cumplir las expectativas y exigencias de nuevas formas de dominación y dependencia.48

Esta forma de abordar la realidad a partir de fragmentos desconectados, hace visible y relevante ciertas dimensiones de la realidad no considerados lo suficiente. Es aquello que percibimos como presente y relevante tanto en los discursos científicos como en los ideológicos justificatorios del actual orden global. Aquello que Santos ha denominado la sobreteorización de la realidad.49 Pero, al mismo tiempo, existe su contrario, aquello de lo que la ciencia ni siquiera se ha preocupado (lo subteorizado) y que se manifiesta en la experiencia social como lo negado, lo que no existe, lo excluido, lo irrelevante. Es hacia allá donde debe orientarse la tarea crítica: hacer visibles, a partir del rescate de la negación y de la exclusión, las contradicciones y la inhumanidad de la sociedad presente.

Como la reflexión crítica no puede hacerse con el apoyo exclusivo de la teoría, hay que estar atentos a la praxis de individuos y grupos que en sus acciones ya reflejan la potencial construcción de una sociedad del conocimiento emancipatoria. Esos individuos y grupos, y esas prácticas emancipatorias, se pueden rastrear al identificar la emergencia de conflictos sociales que afecten los valores e intereses dominantes en la actualidad.50

A modo de ejemplo, se proponen algunas vías de exploración crítica indispensables en la actualidad:

Otros conocimientos: como los saberes tradicionales de comunidades indígenas y rurales utilizados comercialmente; las tensiones que se producen sobre las consecuencias del saber científico–técnico que no se someten a discusión pública; entre conocimientos compartidos (abiertos) o conocimientos restringidos (cerrados); y los conflictos por la apropiación del conocimiento, ya sea como público o privado.

Otros haceres: debido a las tensiones generadas por convertir experiencias presentes en pasado residual que conllevan conflictos por el uso de la tierra (usos tradicionales y sagrados contrapuestos a usos productivos que incluyen transgénicos), y también por su apropiación como propiedad privada. Hay que tener en cuenta además otras formas de hacer modernas que no implican necesariamente una ganancia, pero sí beneficios sociales y económicos como las experiencias de software libre, que más que un conjunto de aplicaciones computacionales implica una comunidad de personas construyendo conocimiento que se comparte con quien lo necesite.

Otros seres: la experiencia cotidiana convertida y clasificada como problema por la modernidad, renueva sus mecanismos de resistencia y emancipación a partir de nuevas formas de interacción técnica que visibilizan el racismo, los problemas de género y de nuevas identidades juveniles y contra–hegemónicas.

Otros espacios: frente al olvido de la experiencia cotidiana, de lo local, absorbida por el discurso globalizante.

En estos espacios surgen nuevas prácticas convertidas en crímenes, como la práctica de compartir archivos internet y su transformación en delito bajo el conocido nombre de piratería (un hacer no productivo); como la apropiación ilegal de tecnologías en entornos marginales (como las industrias piratas de telefonía móvil en Asia y África);51 el cuestionamiento ético a los límites de acceso al conocimiento propietario en áreas clave como medicina y farmacología; y, a la vez, respecto de la apropiación privada de conocimientos culturales y de medicina tradicional.

Es en prácticas sociales como las anteriores donde se debe empezar a rastrear el camino hacia una sociedad del conocimiento como emancipación social.

 

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NOTAS

1 Se utiliza aquí el concepto de exclusión analítica para expresar por una parte la ausencia de problemas sociales que no son percibidos en investigaciones y análisis, tal como lo define Santos. También como crítica a la búsqueda de homogeneidad en lo social, frente a heterogeneidad estructural de la que habla Quijano. Ambas ideas se desarrollan más adelante. Véase Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política, Trotta/ILSA, 2005; y Anibal Quijano, "Colonialidad del poder y clasificación social", Journal of World–System Research, 2000a, pp. 342–386; y Anibal Quijano, "Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina", en Edgardo Lander (ed.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Clacso, 2000b, pp. 201–245.

2 Véase por ejemplo, Daniel Bell, El advenimiento de la sociedad postindustrial, Alianza Editorial, 1976; o Alain Touraine, La sociedad posindustrial, Ariel, 1973.

3 Véase Manuel Castells, "Flujos, redes e identidades: una teoría crítica de la sociedad informacional", en Manuel Castells et al., Nuevas perspectivas críticas en educación, Paidós, 1994; y La era de la información, Siglo XXI Editores, vols. I, II y III, 2006, 2004, 2001.

4 Para una discusión detallada del concepto, véase León Olivé, La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento, Fondo de Cultura Económica, 2008, especialmente, pp. 45–84.

5 Es interesante observar la utilización por parte de la UNESCO de la expresión "sociedades del conocimiento" (en plural), idea que vinculan con la diversidad e interculturalidad presente en el mundo virtual (internet), y para hacer visibles las dimensiones éticas, políticas y sociales en contraposición a lo puramente técnico–económico. Informe mundial: hacia las sociedades del conocimiento, 2005 [http://www.unesco.org/es/worldreport].

6 Sin embargo, la sociedad del conocimiento no se limita exclusivamente a tecnologías de información y comunicación. Hay que considerar la enorme relevancia que están adquiriendo las tecnologías biológicas, principalmente las vinculadas con la manipulación genética, el desarrollo de transgénicos y las posibilidades de la clonación. También habría que considerar el potencial desarrollo de la física de micropartículas como la nanotecnología, y la aparición de tecnologías derivadas del proyecto CERN, véase Catherine Jewell, "El CERN y la innovación. Las entrañas de la materia" [http://www.wipo.int/wipo_magazine/es/2008/06/article_0005.html]. La reflexión en torno a estas disciplinas tiene gran relevancia social por los problemas de índole moral y política que conlleva su aplicación, pero extenderse sobre ello excede lo que se pretende desarrollar aquí.

7 Hay dos trabajos que elaboran esta distinción entre tecnofilia y tecnofobia, según la expresión de Edgar Gómez, Las metáforas de internet, UOC, 2007; o entre tecnofilia y luddismo, según Gordon Graham, Internet. Una indagación filosófica, Cátedra, 2001.

8 Véase Gordon Graham, ibid., p. 20.

9 En referencia a Ned Ludd, quien generó un movimiento para destrozar máquinas en los inicios del industrialismo, véase Gordon Graham, ibid.

10 Véase Paul Virilio, Cibermundo. ¿Una política suicida?, Ediciones Dolmen, 1997, p. 76.

11 Para un ejemplo de esta reducción a lo económico del todo social puede consultarse Alfons Cornella, Infonomía!com. La empresa es información, Ediciones Deusto, 2000.

12 UNESCO, Informe mundial: hacia las sociedades del conocimiento, 2005, p. 50, col. I [http://www.unesco.org/es/worldreport].

13 Idem.

14 Véase Alfons Cornella, Infonomía!com…, op. cit., p. 29. Nótese la particular visión de civismo, orientada a una formación moral y que tiene como valor central lo económico, y donde la responsabilidad social cívica nunca es política ni colectiva.

15 Véase Xavier Etxeberría. "Diversidad cultural y tecnología", material inédito, conferencia dictada en la Pontificia Universidad Católica de Chile, Sede Villarrica, septiembre de 2007.

16 En relación con el concepto de sistema tecnoeconómico, véase Manuel Castells, Globalización, desarrollo y democracia: Chile en el contexto mundial, Fondo de Cultura Económica, 2005.

17 Hay algunos estudios que consideran autores generalmente vinculados con la teoría crítica, fundamentalmente Habermas, pero que son utilizados principalmente como herramientas analíticas descriptivas y no con una perspectiva crítica real. Véase Michael Froomkin, "Habermas@discourse. net:toward a critical theory of cyberspace", Harward Law Rewiew, vol. 116, núm. 3, 2003. También, Lauren Langman, "From Virtual Public Spheres to Global Justice: A Critical Theory of Internetworked Social Movements", Sociological Theory, vol. 23, núm. 1, 2005, pp. 42–74.

18 Respecto del concepto de sistema tecnoeconómico, véase Manuel Castells, Globalización, desarrollo y democracia…, op. cit.

19 Geels, por su parte, destaca la artificialidad de estos sistemas creados políticamente y desconectados de su entorno social. Véase Frank Geels, "From sectoral systems of innovation to socio–technical systems. Insights about dynamics and change from sociology and institutional theory", Research Policy, 33, 2004, pp. 897–920.

20 Puede consultarse el documento del Banco Mundial, Measuring Knowledge in the World's Economies [http://siteresources.worldbank.org/INTUNIKAM/Resources/KAM_v4.pdf], donde se propone una metodología de medición para establecer el grado de incorporación a la sociedad del conocimiento de los países y que, al mismo tiempo, pre–establece las vías de acceso a la nueva sociedad: un determinado régimen institucional y económico, una determinada estrategia educativa centrada en el desarrollo de habilidades; una infraestructura de información y comunicación, y un sistema de innovación. También, en la misma línea el estudio de la OCDE sobre políticas de innovación para Chile, véase OECD Reviews of Innovation Policy: Chile 2007, OECD Publications, 2007.

21 Manuel Castells muestra (La ciudad informacional: tecnologías de la información, reestructuración económica y el proceso urbano, Alianza, 1995) cómo la mayoría de los centros de innovación en el mundo son en realidad ciudades que, en conexión con universidades y a partir de ciertas políticas públicas, se transforman en polos de este nuevo paradigma del desarrollo, pero que inevitablemente se diferencian de las posibilidades del resto de la sociedad que rodea a la ciudad. Un ejemplo para México puede encontrarse en el esfuerzo por convertir la ciudad de Monterrey en un centro de innovación, al respecto puede consultarse el siguiente video sobre el Instituto de Innovación y Transferencia Tecnológica de la mencionada ciudad [http://www.youtube.com/watch?v=–PvMheAHxP4].

22 La idea de integración perversa desarrollada por Manuel Castells, se refiere a integración a la economía globalizada de lo que podríamos llamar trasnacionales ilegales que trafican drogas, armas y personas, y que implícitamente se integran a la economía legal mediante el blanqueo de sus recursos económicos. La migración asimétrica se refiere a la ilegalidad de la migración de países del tercer mundo hacia sociedades desarrolladas, y su integración laboral en condiciones precarias. Véase Manuel Castells, La era de la información. Fin de milenio, vol. III, Siglo XXI Editores, 2001, pp. 199– 243.

23 Véase Manuel Castells, "Flujos, redes e identidades: una teoría crítica de la sociedad informacional", en Manuel Castells et al., Nuevas perspectivas críticas en educación, Paidós, 1994, p. 40.

24 UNESCO, op. cit., p. 51.

25 Idem.

26 Véase Anibal Quijano, "Colonialidad del poder y clasificación social", op. cit., pp. 342–386; y "Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina", en Edgardo Lander (ed.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Clacso, 2000b, pp. 201–245.

27 Es decir, no entender la situación actual de países de América Latina, Asia y África como etapas anteriores de progreso económico al que sí han llegado los países desarrollados, sino como distintos procesos integrados a un mismo sistema económico, que ha mudado sus formas de dominación, control y exclusión social.

28 Véase Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano…, op. cit.

29 Como señala Horkheimer, lo útil, lo valioso, lo productivo como categorías que tienen sentido dentro de un determinado orden presente, deben ser puestas en sospecha y no simplemente admitidas; lo mismo puede decirse de las categorías que se utilizan para justificar el presente orden social, sobre las que se discutirá más adelante. Véase su clásico artículo "Teoría tradicional y teoría crítica", en Teoría crítica, Amorrortu, 2003, p. 240.

30 En Horkheimer, la idea de totalidad hace referencia a individuos determinados por sus relaciones con otros (individuos, grupos, clases, etcétera), es decir, al conjunto de vínculos sociales y vínculos con la naturaleza. En esa totalidad hay, sin embargo, elementos "extrahumanos" que producen irracionalidad (fundamentalmente, el capital). Para el individuo que actúa con pensamiento crítico, el no poder someter completamente su experiencia a la razón hace incomprensible el presente frente al que busca la emancipación. La totalidad social puede entenderse, entonces, como el horizonte nunca abarcable de aquello por conocer y transformar. Véase Horkheimer, ibid., pp. 240–243. Se complementa con la idea de Dussel, sobre exterioridad, aquello que es negado o excluido de nuestra experiencia, lo que ni siquiera consideramos como parte de la totalidad. Véase Enrique Dussel, Sistema mundo y transmodernidad, en Dube, Banerjee y Mignolo (eds.), Modernidades coloniales, El Colegio de México, 2004. Santos va más allá al hablar de la confusión de la totalidad con la homogeneidad, de una falsa totalidad occidental y de la confusión de la parte con el todo en lo que denomina razón metonímica. Frente a estos errores propone la sociología de la ausencia, la que incorpora además a lo natural en esta búsqueda crítica de entender la experiencia social; pero fundamentalmente que incorpora otros conocimientos, otros saberes (frente a la reducción a la ignorancia y a la improductividad), otras escalas, otros haceres y otros seres. Véase Santos, El milenio huérfano…, op. cit., pp. 155–162.

31 Del texto ya citado de Castells, "Flujos, redes e identidades…", op. cit., p. 16.

32 En realidad a la emancipación de los individuos en su conjunto respecto del presente, por tanto a la superación de la totalidad. No basta en la teoría crítica con la emancipación de algunos. Véase Horkheimer, "Teoría tradicional y teoría crítica"…, op. cit., p. 241.

33 Ibid., p. 242. Paréntesis míos.

34 Tanto la superación de la brecha como la alfabetización digital son entendidos por lo general simplemente como procesos funcionales y que tienen una finalidad de integración productiva. Para una mirada crítica sobre el concepto de "brecha digital", véase Helder Binimelis, "La sociedad civil y las nuevas tecnologías de información y comunicación", en Carlos Livacic et al., Gestión y organizaciones: una mirada innovadora, Edición propia, 2008, pp. 173–205.

35 Véase Horkheimer, "Teoría tradicional y teoría crítica"…, op. cit., p. 238.

36 Véase Gustavo Leyva, "Pasado y presente de la teoría crítica. Tres vertientes de reflexión para la crítica del presente", en Gustavo Leyva (ed.), La teoría crítica y las tareas actuales de la crítica, UAM/Anthropos, 2005, p. 106.

37 Quijano es quien propone esta interpretación sobre los efectos del capitalismo. Hay una búsqueda de homogeneidad, en que los problemas y las soluciones son económicas y científicas, cuando en realidad hay una heterogeneidad de problemas y diversas dimensiones en que se manifiesta, por tanto, también diversas dimensiones de solución posibles. Véanse las obras ya citadas de Quijano, 2000a y 2000b.

38 Saberes tradicionales que adquieren de pronto valor económico y que transforman la experiencia cultural de comunidades, relegadas por su "ignorancia" y su "retraso".

39 Confrontar con la obra de Gustavo Leyva, La teoría crítica y las tareas actuales de la crítica, op. cit., p. 115.

40 Véase Habermas, Teoría y praxis. Estudios de filosofía social, Tecnos, 2000, p. 28.

41 Ibid., pp. 105–106. Es importante precisar el sentido de la utilización del concepto posmoderno, que debe entenderse más bien como posmodernismo de oposición, y no en su versión habitual vinculada al nihilismo. Es el rechazo a lo moderno por sus contradicciones, por sus promesas no cumplidas, no su superación por una realidad socialmente inasible.

42 "Al pensador revolucionario la oportunidad revolucionaria peculiar de cada instante histórico se le confirma a partir de la situación política. Pero se le confirma también, y no en menos medida, por la clave que da a ese instante el poder para abrir un determinado recinto del pasado, completamente clausurado hasta entonces". Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Ítaca/UACM, 2008, p. 69. Frente al inmediatismo del conocimiento regulatorio, a las verdades oficiales, y al control de los medios de masas, Edward Said propone la utilización crítica de la memoria y el escepticismo. Véase Edward Said, La pluma y la espada, Siglo XXI Editores, 2005, pp. 130–131.

43 Gustavo Leyva, La teoría crítica y las tareas actuales de la crítica, op. cit., p. 110.

44 Confrontar con Horkheimer, "Teoría tradicional y teoría crítica"…, op. cit., p. 243.

45 Ibid., p. 234.

46 Confrontar con Santos, El milenio huérfano…, op. cit., p. 162.

47 Véase la discusión sobre las políticas tecnológicas y de innovación, que proponen una fuerte integración en sistemas de innovación de empresas y universidades. Por ejemplo, León Olivé, La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento, op. cit., pp. 137–142.

48 Aunque no es una idea desarrollada en el texto, habría que incluir junto a dominación y dependencia la idea de colonialidad, que expresa esas otras formas de control social sobre el género, la raza, la cultura, y el poder político global. Véase Quijano, 2000a y 2000b, op. cit.

49 Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano…, op. cit., p. 9.

50 Dice Néstor García: "La modernidad y la democratización, repensadas como capacidad de acceso a bienes globalizados, aparecen viables más a través de recursos informales, y aun ilegales, que como resultado de una reestructuración más justa del orden social". En Lectores, espectadores e internautas, Gedisa, 2007, p. 118.

51 Véanse los estudios de Jean Chipchease, del Nokia Reserch Center [http://www.janchipchase.com/publications].

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