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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.22 no.61 Ciudad de México sep./dic. 2009

 

Crítica de libros

 

Reflexiones acerca de la vida auténtica*

 

Georgina Colín Castro**

 

** Licenciada en sociología por la UAM–Xochimilco.Es asistente en la Revista Argumentos. Estudios críticos de la sociedad. También es socia profesional de RISC Consultores, S.C.

 

¿Por qué el hombre vive en un proceso de cosificación constante y por qué objetiva su ser de manera inconsciente en todos los eventos de su vida?, ¿por qué se aleja cada vez más de la esencia de su ser y se distancia de su propia autenticidad?

Estas son las preguntas que nos responde Erich Fromm en su libro La vida auténtica. De tal forma que el ser humano se encuentra en constante cambio, aunque no sea consciente del hecho. Lo exterior rige su existencia y pierde espacio la vida interior, pues el desarrollo sólo se verá en el plano social. El éxito estará medido por el juicio de los otros, por la posesión de lo material. Sin embargo, para el hombre es posible una dignificación, una reconciliación entre la libertad y la existencia.

Erich Fromm fue un pensador que se ocupó del tratado de la esencia natural del hombre. Lo que lo llevó a considerar la libertad como el objetivo a alcanzar en la vida. Para Erich Fromm la libertad podrá ser alcanzada por el hombre cuando recupere su identidad personal y deje a un lado las ideologías preestablecidas que no le pertenecen. Sin embargo, esto no sucederá hasta que transforme la percepción de la realidad y comience a vivir de forma auténtica.

 

EL MIEDO A LA LIBERTAD

La propuesta de Fromm está fundada en la idea de que las relaciones del hombre se encuentran siempre en movimiento. Su conducta y su "creatividad" no serán más que el resultado del proceso de cognición social. Las inclinaciones humanas, tanto las "más bellas, así como las más repugnantes, no forman parte de una naturaleza humana fija y biológicamente dada, sino que resultan del proceso social que crea el hombre".

En este mismo orden, la existencia de la sociedad que reproduce y lo reproduce es indispensable para la vida, pues el hombre no puede existir sin formas de cooperación. Es decir, el hombre requiere de los otros y de la sociedad misma para desarrollarse. Esto le generará la conciencia de la otredad y, por ello, se sabrá diferente.

Esta diferencia estará presente en toda su vida. Sin embargo, se adaptará de forma dinámica a las necesidades sociales de la situación, pues es regla fundamental de la vida en sociedad cumplir normas y conductas que le permitan relacionarse con el mundo exterior. Ahora bien, el hecho de saberse diferente no significará que se aleje de las reglas impuestas, sino todo lo contrario, generará en él un deseo inmensurable de pertenencia. La pertenencia le hará someterse a más reglas y conductas que limitarán aún más su libertad.

Además, Fromm nos dice respecto del proceso de crecimiento de la libertad humana: "se trata de un proceso de crecimiento de su fuerza e integración, de su dominio sobre la naturaleza, del poder de su razón y de su solidaridad con otros seres humanos". Sin embargo esta libertad creciente significa aumento paulatino de su inseguridad y aislamiento.

Al encontrarse aislado e inseguro, el hombre se convertirá en un ser superfluo que transitará por la impotencia y frustración de la supuesta libertad adquirida. Mal entendiendo, quizá, su condición de "libre", pues la enajenación doblegará a su razón.

Ahora bien, es necesario mencionar el papel que desempeña el sistema capitalista en el que se desenvuelve el hombre, ya que al instaurarse, no solamente liberó al hombre de sus vínculos tradicionales sino que contribuyó al crecimiento de un "yo activo, crítico y responsable".

Al ser el sistema capitalista un proceso de relaciones sociales, se consideró a la actividad económica, al éxito, a las ganancias materiales como fines en sí mismos; es decir, el destino del hombre se transformó en fin último. Seres dueños de los medios de producción y seres dueños de la fuerza de trabajo se convierten en meras personificaciones del capital.

El problema quizá no sería tan grande si este proceso se quedará en la oficina, la cuestión es que rebasa el plano laboral para asentarse en las relaciones entre personas, lo que inmola al yo.

No es posible continuar sin decir que este proceso es considerado por el hombre como "libre albedrío", es decir, él es el que decide —aparentemente— qué camino andar. No es consciente del hecho de que el capital ha transformado su libertad; es decir, en palabras de Fromm, ha dejado de realizar su yo —no siendo lo que realmente es, un ser creativo—, pues limita su propia esencia humana.

Esta actitud se confrontará con un sistema económico donde el capital, el mercado y la competencia lo conducirán hacia la inseguridad, el aislamiento y la angustia. Para Fromm la estructura de la sociedad moderna afecta simultáneamente al hombre de dos formas: "por un lado, lo hace más independiente y más crítico, otorgándole una mayor confianza en sí mismo, y por otro, más solo, aislado y atemorizado".

Entonces, podemos decir que el ser humano tiene miedo de encontrarse aislado de la convivencia con los demás, puesto que es un ser que está hecho para desarrollarse en sociedad. Por lo tanto, es capaz de sacrificar su libertad, es decir, su creatividad, para desenvolverse en una vida de apariencias y relaciones.

 

LAS CONDICIONES DE LA NO AUTENTICIDAD

El ser humano considera indescifrable el mundo, para él no existe otro juego que el de mostrar los fracasos de todo esfuerzo realizado para tratar de descifrarlo. Se ha vuelto ajeno a sus propias obras. Se encuentra en crisis emocional y de estrés constante, ya sea por la vida agitada, o por la vida no agitada que lleva.

Sus estados anímicos revelan una gran desesperanza; piensa en el pasado que no volverá; idealiza un futuro mejor, pero no desea considerar el presente, pues éste es cada vez más incierto. Depende de las condiciones externas de la vida para subsistir material y espiritualmente. Sus pensamientos están condicionados a las leyes del mercado, la oferta y la demanda.

Ha transformado al "éxito" en el pilar de su existencia. Un éxito entendido como un proceso de reconocimiento transitorio, es decir banal y superfluo por parte de sus semejantes. La posesión es el eje de su vida, no sólo desea bienes materiales, también desea pertenecer y que le pertenezcan.

Su conciencia está invadida de contradicciones constantes, pues su naturaleza humana es innegable; es decir, su vínculo natural con la vida interior y exterior. El ser humano distingue una realidad aparente, disfraza al ser de cosa y al conocimiento lo subsume a las necesidades del mercado.

La no autenticidad, entonces, será la realidad actual del hombre. Una realidad construida por su actitud, conducta, temor e ilusión, ya sea en el plano social o en el individual.

Según Erich Fromm, el mayor riesgo que corre el hombre en la actualidad, es convertirse en autómata, pues el afán desmedido de producir bienes y servicios, de transformar los medios en fines, lo convierten en objeto. Sin embargo, el hombre no es un objeto. Ahora bien, para desenvolverse en ese mundo cosificado, adquiere un sentido de identidad ilusoria, elemento clave de la no autenticidad.

Asimismo, la no autenticidad está atravesada por el concepto de igualdad, pues según nuestro autor, en la actualidad ésta se equipara con identidad, es decir, ser igual equivale a ser una misma entidad.

Otro factor relevante de la no autenticidad está vinculado con el consumo (gastar y consumir), pues la vida misma se aborda en un sentido comercial. Sin embargo, este consumo no nos hace utilizar nuestra capacidad creadora. Por tanto, entramos en una dinámica de nunca acabar. Entonces, "el consumo nos deja permanentemente insatisfechos, porque en el fondo es estéril nuestra actitud. Producimos cosas pero somos improductivos en nuestra relación con los demás, en nuestra relación con los objetos".

Cabe decir que el aislamiento y el sentimiento de soledad constituyen un rasgo característico de la no autenticidad, pues el hombre siente la inquietud perentoria de estar siempre en compañía de alguien.

En el mismo orden, tenemos al sentimiento de impotencia, pues éste reprime la capacidad creadora en todas sus dimensiones, eliminado así cualquier rasgo de autenticidad en la vida del hombre.

El hombre actual se caracteriza por ser abruptamente contradictorio. Si bien produce un mundo repleto de cosas formidables y prodigiosas, éstas, sus propias criaturas, le resultan ajenas y amenazadoras, de modo que, una vez que las ha creado, ya no se siente su dueño, sino su servidor.

 

LA AUTENTICIDAD DEL SER

Para entender el concepto de autenticidad es necesario mencionar la concepción de la naturaleza humana que considera Erich Fromm: "La naturaleza humana no es sólo un principio, sino también una capacidad. En otras palabras, el hombre tiende a realizar su ser en la medida en que desarrolla el amor y la razón".

La autenticidad, para Fromm, es un proceso de concientización integral del conocimiento mismo del ser. El hombre tiene la capacidad de conocerse y de conocer a los demás, a profundidad, de tal forma que pueda desarrollar nuevas capacidades creadoras. Es un proceso productivo que libera al hombre de las cadenas que lo atan a la no autenticidad, y que generan en él realidades ilusorias.

Ahora bien, esta autenticidad deberá considerar la libertad. Ya en El miedo a la libertad, Erich Fromm, subraya "Creemos que la realización del yo se alcanza no solamente por el pensamiento, sino por la personalidad total del hombre, por la expresión activa de sus potencialidades emocionales e intelectuales. Éstas se hallan presentes en todos, pero se actualizan sólo en la medida que lleguen a presentarse". En otras palabras, "la libertad positiva consiste en la actividad espontánea de la personalidad total integrada".

En esta línea, la actividad espontánea no será más que la libre actividad del yo y esto implica el ejercicio de la propia y libre voluntad. Al hablar de actividad, Fromm se refiere al carácter creador que puede hallarse tanto en las experiencias emocionales, intelectuales y sensibles, como en el ejercicio de la propia voluntad, pues alcanza la integración fundamental de la esencia misma. De tal modo que es en la espontánea realización del yo donde el individuo se integra con la naturaleza y con él mismo.

Para Fromm existe la posibilidad de que el hombre recupere su capacidad creadora y propone una serie de actividades que permitirán modificar la forma de ver la realidad; una realidad verdadera, en la que el hombre se sentirá libre y podrá expresar sin temor su esencia. De tal forma que el hombre distinga entre autenticidad y apariencia.

Antes que nada está la propuesta de ver. Aprender a ver significa para Erich Fromm "tomar plena conciencia de la realidad interior y exterior de uno mismo". Le sigue la capacidad de asombro, ésta la encontramos aún en los niños. Es la premisa de toda creación, ya sea en el arte o en la ciencia. La tercera actividad creadora es la capacidad de concentración, ésta nos dice que el hombre está acostumbrado a hacer al menos dos actividades al mismo tiempo, lo que no le permite concentrase plenamente. "Si uno se concentra, lo que hace en cada momento es la cosa más importante de la vida". El siguiente aspecto es el sentido del yo o el sentido de la identidad; significa que "me percibo como verdadero artífice de mis actos". Ése es el significado de ser original. Y, por último, encontramos la capacidad de aceptar el conflicto; los conflictos son el origen del sentimiento de asombro, del desarrollo de la fortaleza.

La propuesta de Erich Fromm consiste en el desarrollo pleno de la libertad como posibilidad, no como hecho. A esa libertad se le debe conquistar a pesar de los obstáculos y las condiciones a las que el hombre está expuesto constantemente. Para Erich Fromm la libertad no existe, sino que la adquirimos.

Como podemos observar, la vida auténtica no es más que la humanización del hombre, de sus actos, de su conciencia. Es ir más allá del consumo, del miedo. Es una oferta que haría al hombre libre, como ser pensante y creador. Terminaría con las constantes neurosis a las que está sometido. Este nuevo individuo libre será más crítico, autónomo, capaz de expresarse con absoluta objetividad.

Ya en Sócrates encontramos la divisa de Delfos que dice "conócete a ti mismo", y que deberíamos tener presente a cada momento. El ser humano tiene capacidades aún desconocidas por él. No tiene tiempo para estar consigo mismo, siente miedo de estar solo. Por lo tanto, debe volver a adquirir el sentimiento de ser él mismo.

Fromm analizó, desde el plano filosófico y psicoanalítico, la esencia natural del hombre. Esencia que debemos reivindicar en cada uno de nosotros para alejarnos de la cosificación y percibirnos como ser integral. De tal manera que nuestro desarrollo nos permita ser esencia con los demás.

 

NOTA

* Fromm, Erich, La vida auténtica, Barcelona, Paidós, 2007.        [ Links ]

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