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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.22 no.61 Ciudad de México sep./dic. 2009

 

Diversa

 

Agricultura y tenencia de la tierra en Milpa Alta. Un lugar de identidad

 

Roberto Bonilla Rodríguez*

 

* Doctorando en geografía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es profesor de asignatura en la Facultad de Economía de la misma institución.

 

Resumen

Este artículo se propone retomar al "lugar" como un concepto teórico y metodológico alternativo para el conocimiento de los procesos sociales actuales caracterizados por un resurgimiento sin precedentes de lo local. En este propósito, se describe cómo en el ámbito urbano del Distrito Federal permanecen lugares con fuerte presencia de actividades relacionadas con la agricultura tradicional, como es el caso de la Delegación Milpa Alta, que se caracteriza por contar con un régimen comunal de tenencia de la tierra y que, por diferentes circunstancias, es el mismo desde su fundación hace casi cinco siglos. Esta peculiaridad ha resultado en una identidad cultural que desde siempre ha defendido la tierra, los bosques y el ambiente, en el entorno de una urbanización cada vez más agresiva que intenta imponerse, a toda costa, sobre cualquier lugar, como acontece en Milpa Alta.

Palabras clave: lugar, agricultura tradicional, régimen de tenencia de la tierra comunal, identidad cultural.

 

Abstract

This article is proposed to recapture the place as a theoretical methodological and alternative concept for the knowledge of social current processes characterized by resurgence without precedent of local issue. In this purpose, is described how in the urban area of the Federal District remain some places with a strong presence of traditional agriculture, as it happens at Milpa Alta Delegation, which is characterized by owning a possession of communal land regimen which, because of different circumstances, is the same from its foundation about fve centuries ago. This peculiarity has its result on a cultural identity that has always defended land, forests and environment, against a more and more aggressive urbanization that tries to impose itself at any price on every place as occurs in Milpa Alta.

Key words: place, traditional agriculture, communal land regimen, cultural identity.

 

INTRODUCCIÓN

El proceso social, a escala mundial, sin duda ha resentido severas transformaciones, en las últimas tres décadas, que han repercutido en todos los ámbitos de la vida humana.

Estos cambios se sintetizan en una reestructuración social que, de manera general, se refiere a la actividad económica, tanto en lo concerniente a la flexibilización de la producción y el trabajo, como, asimismo, a la liberación del comercio, que ha implicado el retiro del Estado y el libre juego de las fuerzas del mercado. Muy relacionado con esta liberación económica, se encuentra el cambio operado en el sistema financiero mundial y su papel cada vez más protagónico en las recurrentes crisis económicas y financieras mundiales. El otro aspecto de relevancia en esta reestructuración social, es el gran avance experimentado por la ciencia, el conocimiento y la tecnología, el cual produce una sociedad cada vez más informada, más interrelacionada en tiempo y en el espacio real, lo que ha trastocado las relaciones sociales y la manera en cómo éstas se valoran.1

Sin embargo, estas condiciones del proceso mundial —y que se han llamado de diferentes maneras, siendo el término globalización el de uso más común— no han tenido los mismos resultados para todos. Mientras, por una parte, el poder económico, político y financiero se ha concentrado cada vez más, por la otra, se extiende y acentúa la diferenciación y la desigualdad de los espacios locales.2 La era de la globalización económica es, también, de la localización de la política y de la desigualdad, con el incremento de expresiones conflictivas.3

Es decir, el carácter universal que se le atribuye al proceso de globalización, paradójicamente, ha resultado en una mayor tendencia a la erosión de los Estados–nación. En lo local, y cada vez en mayor medida, resurge la necesidad de conservar economías tradicionales de subsistencia, como las artesanías y la agricultura campesina, que plantean la importancia de sus culturas, su identidad y sus lugares originarios, con lo que al estudio y conocimiento de lo local se le ha otorgado una mayor relevancia, y una diferente dimensión social.4

Este énfasis en el conocimiento de lo local, en cuanto a su concepto como una construcción específica, es el objetivo de este artículo. Así, en una primera parte se revisan los fundamentos teórico–metodológicos más relevantes que pueden hacer del concepto de lugar una alternativa de explicación de los procesos locales y su interrelación con la direccionalidad del proceso global.

En una segunda sección, se hará referencia a estas peculiaridades en la construcción social, en el presente, del lugar Milpa Alta, enfatizando la persistencia de las actividades relacionadas con la agricultura tradicional y sus implicaciones con la preservación del ambiente y el proceso de urbanización. Planteando el hecho de que ello tiene su fundamento en la tenencia de la tierra colectiva, comunal y ejidal como la condición que articula y que ha permitido, desde hace mucho tiempo, la reproducción social del lugar, aunque no sin fuertes contradicciones.

En una tercera parte se hace mención, a grandes rasgos, de la problemática de la identidad en el contexto de la globalización, y de cómo esto le ha proporcionado al dilema una mayor relevancia. Al respecto, se explica la manera en la que en Milpa Alta se ha conformado una identidad cultural que integra los aspectos culturales primordiales de su origen étnico con otros que se refieren a las condiciones objetivas de su reproducción social. Para tal propósito, se escudriña en la memoria colectiva de los milpaltenses, a fin de establecer de qué forma esta identidad es un coadyuvante en la construcción social del lugar de Milpa Alta. En todos los casos, se hará uso del recurso de entrevistas directas a los actores sociales involucrados.

 

LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL LUGAR Y DEL ESPACIO CONSTRUIDO

Sería justo señalar, como lo hace el geógrafo Tim Cresswell, que el concepto de lugar —de donde se han derivado otros, como paisaje, región y territorio— ha sido el eje de conocimiento de la geografía humana, desde su fundación, a finales del siglo XIX y principios del XX.5 Pero sería inexacto no considerar que también ha sido parte del quehacer de otras ciencias sociales.

En la economía, el lugar es un sitio localizado en el espacio que tiene relevancia por la dimensión, el costo de organización y la función de las actividades económicas. En la arquitectura, se trata de evocar las sensaciones y la psicología del lugar a través de la imagen y plasmarlo en la planificación urbana.6 Los ecologistas defienden la preservación del ambiente en los lugares, mientras artistas y escritores los reconstruyen o inventan en sus creaciones. Para la antropología, es el referente concreto de muchos de sus estudios, y en el quehacer geográfico contemporáneo se ha reinterpretado, tanto desde enfoques de la geografía regional, de la geografía del espacio social, como de la geografía humanista, que hacen del lugar, respectivamente, el espacio de síntesis, de transformación social y el centro de la existencia humana.7

No obstante, el concepto de lugar no ha sido lo suficientemente importante en los estudios sociales, porque se le ha prestado mayor atención a la escala nacional o mundial. Pero, además, muchas veces se le ubica como contexto, y como pretexto, de luchas ultranacionalistas o separatistas.8

El reconsiderar al concepto de lugar —no sólo como el sustrato físico–natural de los procesos sociales, ni exclusivamente como el sinónimo de "comunidad" al que se le sobreponen otros conceptos sociales, por ejemplo de clase, de país o de poder— implica, buscar la unidad entre la imaginación geográfica y la imaginación sociológica.9

En esta perspectiva, el lugar se debe considerar como el producto de la relación entre objetos geográficos y acontecimientos sociales, pero desde un enfoque diferente del conocimiento euclidiano que entiende a los objetos como cosas sin esencia ni significado, y sin olvidar que los objetos y los acontecimientos no son autónomos sino que siempre se entrelazan en una unidad.10

Esta condición, hace que el espacio sea una construcción que se realiza no sólo con base en los fijos (los objetos sobre los cuales recae la acción social), sino también sobre los flujos (las acciones sociales) que se manifiestan a partir de los fijos, transformándolos, y transformándose a sí mismos, pero no por separado, ya que: "[...] hoy, los fijos son cada vez más artificiales y están más fijados al suelo, y los flujos son cada vez más diversos, más amplios, más numerosos".11

El lugar debe verse como un espacio socialmente construido que se manifiesta en una particularidad del proceso general, en la cual resulta primordial escudriñar cómo es que se hacen internos y se combinan los efectos de todos los momentos, simultáneamente, y cuáles son sus historias particulares.12 O sea, se ven como la síntesis de las prácticas humanas, de su manifestación en el espacio, de los espacios de su representación y de su conceptualización.13

Así, el lugar no es un espacio cerrado y autárquico ni sólo un referente estético de seguridad individual y de identidad, en un mundo fragmentado y volátil, como lo propone el enfoque posmoderno.14 Por el contrario, tiene como naturaleza social, el ser un espacio abierto y, por lo tanto, estar expuesto a la influencia de la dinámica social general.15 En consecuencia, el lugar es el resultado de la relación dialéctica entre el proceso global y el proceso local, en donde "Cada lugar es, al mismo tiempo, objeto de una razón global y de una razón local, que conviven dialécticamente".16 Esta relación implica un tiempo mundial en el nivel histórico de desarrollo científico–técnico, el cual le asigna a cada lugar su especificidad de realización temporal.17

En este proceso de interacción entre lo global y lo local, y de transformación en la construcción social del espacio cobra, entonces, relevancia que el lugar sea la expresión delimitada de lo local. Como referente de explicación de la construcción social de las formas de producción, comercialización, subsistencia, resistencia y poder, entre los actores sociales, en su intersección, a diferentes escalas, y por las redes de interdependencia.18

Así, entonces, el lugar puede ser específico y peculiar; pero ello no lo hace único, irrepetible o excepcional. Por lo tanto, puede ser diferente o similar a otro lugar, más nunca una entelequia ajena al proceso de desarrollo social global. La diferenciación o similitud dependerá de la importancia de cada instancia de su dimensional social —económica, política, cultural y ecológica— y de su articulación específica; es decir, de la correlación entre acontecimientos sociales y objetos construidos en su espacio–temporalidad particular.

 

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL LUGAR DE MILPA ALTA

En el caso del proceso urbano del Distrito Federal, es evidente la conformación de una gran variedad de lugares. Tanto de los que tienen condiciones óptimas para la actividad comercial y el flujo de información económica y financiera global (como por ejemplo los casos del megaproyecto de Santa Fe en la Delegación Cuajimalpa, o el corredor de Paseo de la Reforma del Centro Histórico de la Ciudad de México), como también de lugares más bien identificados con el comercio formal e informal, la actividad cultural, las artesanías, el turismo o incluso su alta inseguridad.19 Pero, asimismo, de lugares construidos a partir de las actividades propias del agro, como es el caso que nos ocupa, de la Delegación Milpa Alta del Distrito Federal.

Milpa Alta es formalmente una Delegación desde 1929, y además forma parte de la llamada Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), constituida desde el año de 2005 por las 16 delegaciones del Distrito Federal, 58 municipios del Estado de México y dos municipios de Hidalgo. Siendo la zona metropolitana de mayor jerarquía urbana en el país.20

De este modo, siempre ha estado presente en la gran dinámica de transformación urbana del Distrito Federal, iniciada a mediados del siglo pasado, la cual ha convertido a esta ciudad en el núcleo de la ZMCM y en el centro socioeconómico más relevante del país.

Este proceso de urbanización se ha caracterizado, a grandes rasgos, por el cambio de las actividades productivas primarias relacionadas originalmente con el agro en favor de las actividades industriales, primero, y, del sector comercio y servicios, después. Estos cambios, hasta la década de 1970, conformaron una estructura altamente concentrada de las actividades económicas y del empleo que requería, por tanto, de una cada vez mayor y más funcional infraestructura de servicios y de equipamiento urbano para el flujos de personas, bienes, servicios e información. Esta alta densificación disminuyó a finales de la década y, desde entonces, el proceso urbano se ha caracterizado por una fuerte contracción en los ritmos de crecimiento de la población, la cual incluso llega a ser muy representativa en las delegaciones centrales del Distrito Federal. A ello hay que añadir la emigración de la industria hacia las áreas periféricas.21

En esta dinámica del proceso urbano del Distrito Federal —y en conjunto, de la ZMCM— ha sobresalido la manera desordenada en que se fueron incorporando, primero, las áreas periféricas cercanas, y después las regiones cada vez más alejadas, en las cuales muchas veces la población se dedica a actividades rurales, existiendo en ellas áreas de bosques y de abundante vegetación.22

En el caso de Milpa Alta,23 sigue siendo muy fuerte la presencia de actividades agrícolas; esto no sólo sucede en las áreas alejadas de los núcleos de población, sino también en el casco urbano más importante que se integra alrededor de la cabecera delegacional de Villa Milpa Alta. En esta conurbación, abundan los cultivos de nopal, tanto intercalados entre las casas, en las calles, como en las pendientes de terrenos muy cercanos y circundantes, en donde se siembra todavía por medio de terrazas de origen prehispánico. Esto es muy evidente en las faldas del cerro del Teuhtli.24

Es poca la infraestructura de comercio y servicios, ya que no hay grandes tiendas de autoservicio, ni plazas comerciales integradas con servicios bancarios, centros de entretenimiento o restaurantes como McDonald's, Burger King, etcétera. Por el contrario, sólo existe el Centro de Acopio del Nopal.25 También es escasa la industria, sobresaliendo 53 pequeños talleres o microempresas de artesanías, algunas organizadas como cooperativas, que elaboran desde globos aerostáticos, artículos de piel y plata, muebles de madera, bordados y tejidos de tela. Además de los productores de mole, que son 116, y se ubican en su totalidad en San Pedro Atocpan. Muy pocos de ellos se pueden catalogar como una industria organizada.26 En el caso del nopal, no llegan a diez las pequeñas empresas que lo procesan, transformándolo en encurtidos, champús, mermeladas y medicinas naturales.27

En Milpa Alta existe una división territorial en 12 pueblos tradicionales (véase Figura 1) con 29 barrios, que celebran cada año 720 fiestas, entre religiosas y paganas.28 Esta naturaleza "tradicional" de los pueblos, le da especial trascendencia a la clasificación como urbanos o rurales, y hace necesario tener muy en cuenta su relación con el entorno ambiental.29 En consecuencia, es importante considerar criterios como los del Programa General de Ordenamiento Ecológico del Distrito Federal (PGOEDF), que establece que los 12 pueblos tradicionales de Milpa Alta se clasifican como rurales, y tienen mucha importancia en la reproducción del entorno natural de la Ciudad de México, por los servicios ambientales que suministran a ésta, como el agua y la regulación del clima.30

Asimismo, al ratificarse en el PGOEDF que la totalidad de la superficie de Milpa Alta está clasificada como suelo de conservación, se subraya también la importancia de apoyar a sus pueblos en sus actividades de reproducción social relacionadas con el agro, incluidas sus tradiciones culturales, para que dichas actividades sean una solución integral para la conservación del ambiente y la contención de la urbanización. Es decir, se reconoce la existencia y preservación de los pueblos tradicionales como un factor esencial para la salud ecológica de Milpa Alta y de la Ciudad de México.

Ello está muy presente en el contenido del Programa Delegacional de Desarrollo Urbano para la Delegación Milpa Alta, al afirma que:

Sin lugar a dudas la población tiene usos, tradiciones y costumbres que le proporcionan una fuerte identidad y una cohesión social, que no se encuentra en otros sitios de la Ciudad México, mismas que quieren preservar. Por otra parte, existe una marcada conciencia de los recursos que la naturaleza ha dispuesto en la región, particularmente los recursos acuíferos de los mantos subterráneos y la capacidad de los bosques para producir oxígeno, tan necesario a la atmosfera contaminada del Valle de México.31

En este escenario cobra mayor relevancia señalar que la superficie de suelo de uso agrícola y agropecuario, en conjunto con las zonas de uso forestal (incluidos pastizales, matorrales y áreas de vegetación secundaria) suman 98.1% de la superficie total de Milpa Alta, en 2002–2005, dejando el resto para uso urbano; véase la Figura 1.32 Así, en relación con el espacio construido en Milpa Alta, surgen varias interrogantes esenciales a las cuales se tratará de dar una explicación y una respuesta a lo largo del escrito. La primera, se refiere a que —dado el enorme tamaño de la superficie agrícola, agropecuaria, de vegetación y bosques— es relevante saber: ¿quiénes son sus dueños o posesionarios y cuál el régimen de tenencia de la tierra? La segunda, puesto que la permanencia de la actividad agrícola es evidente, habrá que explicar: ¿cuál es el impacto de ésta en la construcción social del espacio? Y la tercera: ¿cómo es que se construye la identidad cultural en Milpa Alta?

 

LA TENENCIA DE LA TIERRA EN MILPA ALTA

Según datos oficiales, en 2007 la superficie total de tierras comunales en Milpa Alta, sin incluir a los ejidos, es de 26 913 hectáreas, que representan 94.5% de un total de 28 464 hectáreas de superficie.33 Y si incluimos a los ejidos, sumarían un total de 27 995 hectáreas.34

La mayor parte del ámbito de Milpa Alta es reconocido oficialmente como propiedad comunal y ejidal, e incluye las superficies de cultivo, la cubierta vegetal, las viviendas y el equipamiento urbano. Parece inverosímil para una división político–administrativa del Distrito Federal y ubicada en plena Ciudad de México y su zona metropolitana.35

Al respecto de esta situación, revisemos algunas opiniones. El representante general de los bienes comunales de Milpa Alta,36 nos señala que:

En Milpa Alta, no existe ninguna otra forma de tenencia de la tierra que la comunal, e incluso los ejidos están dentro de los polígonos comunales, aunque ellos son otra cosa porque cuentan con resolución jurídica.

Por su parte, el representante comunal de San Juan Tepenáhuac nos comenta que los bienes comunales en Milpa Alta son el territorio que antiguamente le reconoció la Corona Española, conformado por las tierras, los bosques y cascos urbanos. Por ello, en la actualidad sólo existe propiedad comunal y ejidal, y todo lo que se construye en Milpa Alta es sobre este tipo de propiedad. Por esta razón no se puede hablar de que exista una titulación oficial de las pequeñas propiedades, ya que las transacciones con ellas se llevan a cabo por medio de contratos de compra–venta, después de lo cual:

[...] la gente está acudiendo a la Representación Comunal para que se les extienda una constancia de posesión o una cesión de derechos, en donde ya se les reconoce la posesión de su propiedad.37

En este mismo sentido, el representante comunal de Villa Milpa Alta hace énfasis en que no hay otro tipo de propiedad que la comunal y no se ha sabido de particulares que quieran excluir sus tierras de este régimen.38 En el casco urbano, nos refiere este representante:

Los comuneros mantienen su propiedad particular por usos y costumbres desde hace muchos años, estos usos y costumbres se refieren a la herencia o a la cesión de derechos, dentro de cierto marco legal restringido. Este reconocimiento se otorga incluso a gente que no es originaria, siempre y cuando sea de buena fe y se realiza en la asamblea general de representantes comunales, en la que el posesionario requiere haber realizado un contrato de compra–venta ante notario.39

Así, el régimen de tenencia de la tierra comunal que le fue reconocido a Milpa Alta por la Corona Española, en 1529, cuando fue fundada por los nueve pueblos originarios que habían pertenecido al señorío de Malacachtepec Momoxco, sigue siendo funcional en el presente.40 Esto es, que los derechos comunales no han sido modificados, a pesar de nuevas leyes y reformas constitucionales, y se han logrado mantener, aunque no sin fuertes disputas legales y sociales.41

 

LA LUCHA POR LA TIERRA EN MILPA ALTA

En los conflictos por la tierra en Milpa Alta sobresalen dos. El primero se refiere al litigio legal por la posesión de cerca de 7 000 hectáreas de bosques entre los nueve pueblos originarios de Milpa Alta y San Salvador Cuauhtenco. En este conflicto, iniciado en la década de 1930, pero con raíces desde la época colonial, se emite un primer veredicto publicado en el Diario Oficial de la Federación el día 23 de abril de 1952. En esta resolución, y por decreto presidencial, se le reconoce a Milpa Alta una superficie de 17 944 hectáreas, restándole 7 000 hectáreas de los bosques en disputa que se le adjudicaron a San Salvador Cuauhtenco.42 Esto no fue aceptado por los nueve pueblos originarios de Milpa Alta y se interpuso un amparo en 1953, este recurso legal obligó, un año después, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a dejar sin efecto la resolución, archivando el caso que fue abierto hasta el año 2001.43

El 10 de agosto de 2001, el Tribunal Unitario Agrario del Distrito 24 declara inexistente el conflicto y resuelve, como en 1952, a favor de San Salvador Cuauhtenco.

Pero la resolución queda sin efecto por el recurso de revisión que interpone San Francisco Tlalnepantla, pueblo de la Delegación Xochimilco, que reclama una parte de la tierra en litigio y dice no haber sido escuchado, tomado en cuenta, o vencido en el juicio. Por ello, el conflicto persiste sin solución definitiva, coadyuvando a la permanencia del régimen de tenencia comunal actual.

El otro conflicto, inicia cuando en 1947 le fueron concesionados los derechos de explotación de los bosques de Milpa Alta a la empresa Loreto y Peña Pobre, por 60 años.44 Con las concesiones, el Estado trató de reorganizar la producción forestal y de vigilar su explotación; para ello creó una Unidad Industrial de Explotación Forestal por cada concesión que se hizo a particulares. No obstante, los incumplimientos de la empresa en cuanto a utilizar mano de obra local e impulsar proyectos de beneficio para Milpa Alta, fueron conflictos que marcaron los primeros años de esta política de concesiones, que se reforzaron con la Ley Forestal de 1960, la cual se encuadró en un primer Plan nacional forestal y se distinguió porque ratificó la representatividad de las asambleas ejidales y comunales en la toma de decisiones sobre los bosques.45

Sin embargo, los resultados de estas nuevas disposiciones no fueron positivos para Milpa Alta, y en el transcurso de esta década el conflicto entre los milpaltenses y la empresa se agudizó debido a que ni las autoridades federales ni las locales, hicieron algo para evitar la tala clandestina por parte de grupos de comuneros aliados a la empresa, que después le vendían la madera a muy bajo precio.46 Además, se hacía caso omiso a las denuncias de la población por la represión sufrida por los comuneros no aliados a la empresa. La situación se tensó aún más al final de la década, cuando se aliaron la empresa, las autoridades y un grupo de comuneros dirigidos por Daniel Chícharo.47

En respuesta, los comuneros no aliados se organizan en lo que se llamó el Constituyentes del 17, que fue creado en 1974 por un pequeño grupo de comuneros, sobre todo de Santa Ana Tlacotenco. Pero después se le adhirió gente de todos los nueve pueblos originarios de Milpa Alta. Aunque fue casi clandestina, tuvo como voz oficial al respetado Consejo Supremo Náhuatl.48

La organización tenía dos objetivos esenciales: uno, eliminar la concesión a la empresa Loreto y Peña Pobre; el otro, lograr la titulación de las tierras comunales. Con el propósito de difundir su problema y de lograr apoyos externos, se organizó en Milpa Alta el Primer encuentro nacional de organizaciones campesinas, en octubre de 1979.49

En este encuentro, Constituyentes de 1917 cambia de nombre. Su razón social es, ahora, Comuneros Organizados de Milpa Alta (COMA). La primera acción contundente de COMA fue expulsar a la empresa Loreto y Peña Pobre de sus bosques, a finales de 1979, pero la Unidad Industrial de Explotación Forestal dejó de "vigilar" los bosques, por lo que se incrementaron las talas clandestinas, llevando la madera a otras sucursales de la empresa y agudizando así los enfrentamientos.50 Esta situación se tensó más, en 1974; en ese año se intentó expropiar a los comuneros 800 hectáreas más para construir la Ciudad de la Ciencia y la Tecnología del Politécnico Nacional.51 Y porque a mediados de 1978, el delegado de Milpa Alta autorizó a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) la tala de una parte del bosque sin consultar a los comuneros. Se rechazó ese proyecto y se realizaron nuevas negociaciones. Pero, además, porque el delegado obstaculizó el censo comunal que exigían las autoridades de la Secretaría de la Reforma Agraria para reconocer a sus nuevos representantes.52

Así las cosas, el 12 de junio de 1979, en un mitin se pidió la destitución del delegado Humberto Navarro, pero no hubo ningún acuerdo. Se inició, entonces, una fase decisiva en la que, si bien continuaron las talas clandestinas y los enfrentamientos, esta situación terminó un año después.53

Se concluyó el censo en junio de 1980. En él se registró la existencia de 20 000 comuneros, sin contar al grupo aliado a la Delegación.54 Con este censo se tenía ya el primer requisito para la titulación de las tierras comunales; ahora se requería elegir una nueva representación de los comuneros de Milpa Alta. Para tal efecto, el 13 de julio de 1980, COMA y el delegado agrario del Distrito Federal acordaron convocar a una asamblea general para el 27 del mismo mes y llevar a cabo la elección. Este acuerdo no fue reconocido por las autoridades delegacionales que intentaron realizar por su cuenta, y con el apoyo de la fuerza policial, la elección de representantes, el mismo día, en los nueve pueblos originarios.

En este intento hubo enfrentamientos en todos los pueblos, pero el más cruento sucedió en Villa Milpa Alta, el domingo 27 de julio, en donde a pesar de la fuerte vigilancia de las autoridades, los comuneros organizados penetraron en el salón donde se llevaba a cabo la asamblea y en medio del caos obligaron a salir a los "chicharistas"; uno por uno de éstos fueron víctimas de la violencia de más de 3 000 comuneros, hasta que salió Daniel Chícharo, quien fue golpeado y quemado. Sus heridas le ocasionaron la muerte.55

Después de cuatro días, se liberó a los funcionarios que habían sido retenidos, quedando en realizar una asamblea general el 17 de agosto de 1980. En ésta, y ya sin contratiempos, triunfan los candidatos de COMA. Con ello, se destensa el clima de violencia y se intensifica la vigilancia de los bosques dando inicio a su reforestación. Y con la elección de representantes comunales de los nueve pueblos originarios de Milpa Alta y un representante general, también se obtuvo legalidad ante las autoridades agrarias.56

De nuevo se retomaron como objetivos la cancelación de la concesión de la empresa Loreto y Peña Pobre, así como la confirmación de la titulación comunal del bosque y de las tierras de Milpa Alta. El primer objetivo se logró con la Ley Forestal de 1986 que finiquitó las concesiones forestales en el país. El segundo no se ha logrado hasta la fecha, pero desde entonces se estableció la necesidad de mantener como patrimonio a los bosques y a la tierra. El movimiento de los comuneros se significó — así lo identifica el historiador y cronista local Raymundo Flores— como uno de los acontecimientos de mayor impacto para los habitantes de Milpa Alta.57

La importancia y presencia actual de los comuneros en Milpa Alta se puede constatar en su reconocimiento por parte de las autoridades, federales y locales, en la toma de decisiones importantes. Así, se les consultó sobre los límites de los pueblos, sobre la tenencia de la tierra y sobre la contención de los asentamientos irregulares, cuando se elaboró el Programa delegacional de desarrollo urbano de Milpa Alta, de 1997, y en el programa de 2002 se resalta la importancia que tienen en cuanto a la representación de los intereses de los milpaltenses; al respeto se dice:

[...] la representatividad de este sector emana del hecho del tipo de propiedad de la tierra existente en la Delegación; que es propiedad común, la cual abarca el 92% de las propiedades [...] Los comuneros tienen un reconocimiento por parte de las autoridades agrarias [...] que es fundamental en esta Delegación por su carácter agrario, y por el tipo de tenencia de la tierra, de esta situación se deriva una legitimización jurídica y social de los comuneros como representantes de los intereses de la comunidad [...] Esta población cuenta con estructuras representativas importantes, tanto en número como en territorio, considerándose su participación como estratégica.58

 

LA RELEVANCIA DE LA AGRICULTURA EN MILPA ALTA

En el escenario sociohistórico y ambiental que se ha referido hasta aquí, se puede comprender la permanencia de la actividad agrícola. Veamos cómo ha sido ésta. Al revisar los datos sobre superficie sembrada de los principales cultivos agrícolas, en los últimos 15 años, resalta el incremento de 13.9% (Cuadro 1). De igual manera, se destaca el crecimiento de la siembra del nopal que se mantuvo cerca la mitad del total sembrado en todo el periodo. Pero también es muy significativo el aumento en la avena y el maíz.

Se estima que la introducción del cultivo del nopal en Milpa Alta, fue desde la década de 1940, y tiene su gran después de la década de 1960.59 Desde entonces, se convirtió en la mejor opción productiva para los campesinos y terminó por sustituir completamente al cultivo del maguey; muchos otros agricultores lo incorporan como cultivo principal, pero sin dejar de sembrar el maíz y el frijol. Su importancia y peculiaridad se hace patente al describir el volumen de producción, de hectáreas sembradas y de su localización y construcción espacial.

Así, en un estudio de la Delegación de Milpa Alta se afirma que, mientras en 1976 había una superficie de 1 500 hectáreas dedicadas al cultivo de nopal, en 1991 ésta se incrementó hasta 4 024 hectáreas. En este crecimiento sobresale el hecho que, de la cabecera delegacional de Villa Milpa Alta sale 64.8% del total de las 203 000 toneladas producidas al final del periodo, y que junto con lo cosechado en el pueblo de San Lorenzo Tlacoyucan sumaban 82.8% del total.60 El nopal no se cultiva sólo en las áreas rurales de pueblos como el último, sino que desde su introducción se realizó, además, en las áreas consideradas urbanas, como lo es la cabecera delegacional.

En el periodo de 1970–1990, desde la introducción del cultivo de nopal, su etapa de mayor auge y la actualidad, lo más destacable es que: a) tiene una presencia mucho mayor en las áreas urbanas y en los pueblos rurales más cercanos, incluidos aquellos que cuentan con ejidos, y b) que el cultivo del nopal se realiza principalmente en parcelas consideradas de tenencia comunal, como lo demuestra su importancia en Villa Milpa Alta y San Lorenzo Tlacoyucan, que no tienen ejidos. Y que ello se ha realizado con los métodos de la agricultura tradicional, esto es, de temporal, en parcelas de minifundio, con trabajo familiar, principalmente, y con poca utilización de maquinaria.

En cuanto a la primera cuestión, se podría hablar sólo de un problema de falta de integración de lo rural en lo urbano, de una interface, que tendría que desaparecer con el avance inminente de la urbanización. Sin embargo, la superficie dedicada a cultivos agrícolas en vez de desaparecer se ha incrementado; independientemente de que ello haya sido una extensión de la frontera agrícola en la zona de bosques y vegetación.61 Es decir, el suelo de uso agrícola en vez de disminuir en Milpa Alta, como ha sido la tendencia en las últimas seis décadas en el Distrito Federal, creció 22.8% al pasar de 9 528 a 11 699 hectáreas, de 1994 al periodo 2002–2005.62

Con respecto a su localización espacial, y como se puede observar en el Cuadro 2, en 2003 sigue siendo la cabecera delegacional donde se siembra más nopal con el 62.2%. Y junto con los pueblos conurbados de San Agustín Ohtenco, San Jerónimo Miacatlán, San Juan Tepenáhuac y San Francisco Tecoxpa, suman el 72.5% de la superficie sembrada total. Los otros pueblos significativos también siguen siendo San Lorenzo Tlacoyucan y Santa Ana Tlacotenco.63 En cuanto al número de productores, su monto es obviamente mayor en los pueblos con más superficie sembrada, siendo sobresaliente que Villa Milpa Alta, San Lorenzo Tlacoyucan y San Agustín Ohtenco tienen, en conjunto, casi 85% del total.

En la segunda cuestión, es importante resaltar que la construcción del espacio se ha hecho en razón del cultivo del nopal y teniendo como núcleo a los principales pueblos originarios con tenencia comunal de la tierra. Aquí se debe decir que muchos la llaman pequeña propiedad:

El tipo de propiedad que reconoce el Registro Agrario Nacional en la zona de producción es la Ejidal y la Comunal; muchos productores la consideran como pequeña propiedad careciendo de documentos que la acrediten como tal.64

El cultivo del nopal en Milpa Alta se ha basado en tierras comunales, de temporal, que se caracterizan por una gran atomización de las parcelas. En cuanto a lo primero, por ejemplo, en 2005 la totalidad de los cultivos mencionados en el Cuadro 1 se realizaron en tierras de temporal y no existen evidencias posteriores de que se hayan construido sistemas de riego para su cultivo.65 En cuanto a lo segundo, en un estudio de campo realizado por medio de entrevistas a 96 campesinos se encontró que el tamaño promedio de sus parcelas —principalmente cultivadas de nopal— fue de un poco menos de media hectárea, y que mientras 10% de estos campesinos cultivaban parcelas de entre cien y mil metros cuadrados, 36.6% lo hacían en parcelas de entre mil metros cuadrados y media hectáreas; es decir, que 46.6% se encuentra en un rango menor al promedio y que sólo 8.8% tiene entre dos y cinco hectáreas.66

Sin duda, estas características han influido en que la mayoría de los campesinos no hayan logrado capitalizar sus parcelas.67 Sin embargo, como el nopal se puede cosechar todo el año el problema más difícil se encuentra en la esfera de la comercialización, y esto a pesar de contar con un Centro de Acopio, el cual, aunque es funcional, en sus transacciones determina sus precios de compra a partir de la oferta y la demanda.68 Y esto es así, porque existe una temporada en la cual el nopal brota abundantemente, entre marzo y junio, lo que aumenta la oferta, con lo que el precio llega a caer hasta los cinco pesos por un ciento de nopales. Hay una temporada media, que va de julio a octubre, en la que el precio oscila entre 15 y 30 pesos el ciento. Y de noviembre a febrero, en la que el ciento de nopal se llega a vender en más de 100 pesos, debido a la disminución drástica de la producción por las heladas que caen con regularidad en Milpa Alta, siendo pocos los productores que cuentan con invernaderos o formas de proteger el nopal. Pero, además, porque tienen un competidor en el municipio de Tlalnepantla, en Morelos. Y aunque prácticamente la totalidad del nopal que se consume y comercializa en el Distrito Federal proviene de Milpa Alta, estos últimos hechos han aumentado la competencia y los problemas en la comercialización, siendo hoy el escollo más difícil de solucionar para hacer más rentable el cultivo del nopal.

No obstante, se sigue considerando al nopal como una alternativa de vida que se relaciona muy estrechamente con el lugar y con las tradiciones culturales, más que por ser una actividad altamente lucrativa. Esto se percibe (al igual que en las entrevista sobre identidad que se verán más adelante), por ejemplo, en don Francisco, de 83 años, siempre campesino, cuando nos menciona su orgullo de ser nopalero y de vivir en Milpa Alta, y nos relata cómo algunos campesinos sí lograron hacerse ricos con el nopal, y nos enfatiza que, actualmente, "el nopal ya no te hace rico; pero tampoco te mata de hambre, por eso lo seguiremos cultivando".69

En resumen, hasta aquí, la propiedad comunal de la tierra ha sido el factor articulador de la construcción del espacio de Milpa Alta, así se ha conformado un lugar que se caracteriza por la permanencia de la actividad agrícola, principalmente conformada por la producción del nopal, pero también de otros cultivos, que se siembran en los ejidos. Por su relación con el ambiente y por su ámbito político fuertemente cargado de contradicciones. Pero aún más, este parece ser el fundamento de la construcción de una identidad cultural, misma que acepta y defiende estas condiciones sociales, no sólo de quienes se dedican a la agricultura, sino también de los que se relacionan de cualquier otra manera con la tenencia colectiva de la tierra, tanto comunal como ejidal.

Y todo ello es parte importante de la explicación del porqué, paradójicamente, se mantiene esta actividad agrícola tradicional en Milpa Alta en el contexto de una agricultura nacional que se ha caracterizado, desde la década de 1970, por su creciente deterioro, que inició con la pérdida de autosuficiencia alimentaria en granos básicos —maíz, trigo, arroz y frijol— y con una permanente crisis que agobia a la agricultura desde entonces.70

El deterioro de la agricultura mexicana se agudizó en la década de 1980, por la crisis de la deuda de 1982 y porque a finales de la década comenzó el proceso de reestructuración económica que implicó la apertura y liberación comercial, la desregulación y las políticas restrictivas de gasto público y de control de la inflación, el retiro del Estado en el apoyo al campo, la privatización de empresas paraestatales, el abandono de los precios de garantía y una política de apertura abrupta del comercio agropecuario al mercado internacional.71

En la siguiente década se intensifica esta reestructuración y se reforma el artículo 27 constitucional, en 1992 creando la Nueva Ley Agraria, que permite la privatización de la tierra de los ejidos y las comunidades, pero que no logra incentivar la productividad del agro. Se firma el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, en 1994, que fuerza al campesino mexicano a competir en condiciones inequitativas de productividad y subsidios con respecto a los grandes agricultores estadounidenses y canadienses. Y que, en resumen, ha hecho incosteable la mayoría de los cultivos, inclusive los de maíz y frijol, para la mayoría de los campesinos, logrando buenos resultados sólo en algunas hortalizas y frutas de exportación.72

El "laboratorio" experimental en que convirtieron al campo mexicano y las políticas de reestructuración económica neoliberal73 no ha dado los resultados ofrecidos, y entre 1983 y 2007 el campo sólo ha crecido a una tasa anual de 1.5%, inferior a la tasa de crecimiento demográfico. En cambio, las importaciones agroalimentarias, incluido el maíz, crecieron más de 25 veces, llegando a los 25 000 millones de dólares en 2008.74 Con ello, se ha incrementado, como nunca, la emigración del campo, no sólo interna, sino externa, con el consiguiente desarraigo de la población.

En este escenario, llama la atención que, mientras la agricultura nacional sufría su peor crisis en la década de 1980, el cultivo del nopal estaba en auge en Milpa Alta. Y cómo desde entonces, hasta hoy, los campesinos milpaltenses no han llegado a una situación crítica como sucede con los campesinos tradicionales de muchas partes del país.75

 

ALGUNOS ASPECTOS DE LA GLOBALIZACIÓN Y LA IDENTIDAD

Las transformaciones que han acontecido en el mundo, principalmente desde la década de 1980, son el corolario de grandes cambios sociales. En éstos, se pueden mencionar los que después de la Guerra Fría han dibujado una nueva geografía en el planeta. Con ellos, el sistema capitalista emprendió una fuerte reestructuración basada en:

[...] la intensificación de la competencia económica global en un contexto de diferenciación geográfica y cultural de los escenarios para la acumulación y gestión del capital.76

En esta reestructuración ha desempeñado un papel de suma importancia la revolución informacional, ya que, además de permitir, como nunca, una fluidez y una movilidad geográfica del capital financiero, transforma la manera de comunicarse, así como los modos de vida cotidiana.77 La capacidad de relacionarse con el mundo en tiempo real y en un espacio global, convergen en una pérdida de la identidad, la cual está basada en fuentes locales, en la especificidad de haber nacido y pertenecer a una familia, una actividad o una religión que tienen su sustento en un lugar específico.78

En este escenario de pérdida de significados propios, los flujos de información permiten entrelazarnos simultáneamente con otras realidades conformando una red virtual de identidades, todo ello con el objetivo de obtener significado social en un mundo institucionalmente deslegitimado, desorganizado, caótico y de cada vez más efímeras expresiones culturales. Así:

En el mundo de flujos globales de riqueza, poder e imágenes, la búsqueda de la identidad colectiva o individual, atribuida o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social.79

Sin embargo, los resultados del avance de una red cibernética, con sus asombrosos flujos de información, contrastan con la incapacidad del proceso globalizador de dar solución a los problemas de desigualdad social en el mundo. Así, resurgen identidades de fuertes expresiones "primarias" relacionadas con la religión, la etnia, el territorio o la nación, que se caracterizan muchas veces por sus posiciones ultraradicales en las que se exacerban las diferencias entre individuos, grupos, lugares y naciones.80 Aunque también surgen identidades nuevas o emergentes, como las identidades virtuales mencionadas o las posmodernas, caracterizadas por las modas y el consumo cultural. El mercado hace de la cultura un bien de consumo y la "metropolización" incrementa como nunca el número de habitantes, y los movimientos migratorios hacia el ámbito urbano, multiplicando las expresiones culturales de quienes conviven en un mismo lugar.81

Así, la búsqueda de identidad por los individuos y grupos en el contexto actual de globalización debe entenderse, en mucho, como un producto del fracaso de la pretendida homogenización y universalización de los beneficios del progreso. Esta búsqueda parece siempre incompleta, interminable y abierta, en la cual es muy improbable que desaparezcan las tensiones que ello genera mientras el proceso globalizador siga reproduciendo la necesidad de esta búsqueda.

 

LA IDENTIDAD COMO UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL EN EL LUGAR DE MILPA ALTA

El asunto de la identidad ha sido de tal manera recurrente, que se ha llegado a considerar como una "moda"; no obstante, habría que subrayar que ello es un indicio de su relevancia en el conocimiento social actual.82 Ha adquirido una dimensión tal, que hace que sea definida como un producto social, el cual expresa una heterogeneidad, al mismo tiempo que una asimetría cultural, que es capaz de reproducir, transformar e inclusive construir otras nuevas o diferentes identidades.83

En este sentido, la identidad se define como una construcción social. Como un producto de las prácticas individuales y sociales en la construcción del presente y que interiorizan los rasgos históricos y las influencias externas del contexto general. Así, la identidad es:

[...] el conjunto de repertorios culturales interiorizados (representación, valores, símbolos), a través de los cuales los actores sociales (individuales o colectivos) demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás en una situación determinada, todo ello dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado.84

La identidad entendida como una construcción social, considera a los factores primordiales —y que se refieren generalmente a relaciones de parentesco, etnia, memoria, lenguaje o tradiciones— como parte de su dinámica de transformación y no como relaciones "esencialistas", inmutables y sin contenido histórico. De este modo, no se constriñe a explicar sólo estas identidades primarias sino que es útil para el conocimiento de nuevas identidades que también son resultado de las condiciones materiales de reproducción social y sus simbolismos.85

Ahora bien, en la consideración de la identidad cultural como una construcción social, es necesario hacer énfasis en cómo se relaciona con este espacio construido. En esta relación, lo mismo se hace referencia a un espacio simbólico y cultural, como también a uno utilitario e instrumental, a diferencia del enfoque que relaciona siempre a la identidad con un territorio solamente simbólico y cultural.86 Así, desde la perspectiva de proponer al espacio construido del lugar como el referente de la identidad, más que al territorio, habrá que reconsiderar que en esta construcción las acciones y los objetos sociales no siguen caminos separados sino que son una unidad en la que la identidad cultural es una relación dialéctica entre permanencia y cambio, para adaptarse y transformarse en un proceso abierto y nunca definitivo; pero sin dejar de ser identidad.87

En el caso que nos ocupa, de Milpa Alta, se han conjugado de manera muy peculiar las prácticas sociales, y los objetos geográficos resultantes, con el significado cultural de la construcción social del lugar. Esta construcción, se manifiesta en la conservación de sus pueblos tradicionales, los cultivos agrícolas y las construcciones del ámbito rural y urbano. En este caso, también se han preservado tradiciones culturales como las celebraciones religiosas, los carnavales y, en cierta manera, el lenguaje originario, que nos hace pensar que los pueblos "permanecen articulados gracias a que persiste un entramado de elementos culturales nahuas, que los integran y les dan identidad".88 No obstante, la identidad no es un resultado de la cultura por sí misma, no basta con la existencia de un "repertorio cultural" para definir una identidad, se deben tener en cuenta, también, las condiciones objetivas de reproducción social, las cuales delimitan objetivamente los marcos de acción social de los actores y definen la representación posible de sus tradiciones.

Es decir, los elementos culturales en Milpa Alta se han preservado, adaptado y resignificado a partir de su construcción social, que es articulada por el régimen de tenencia colectiva de la tierra, principalmente comunal, pero también ejidal, en donde es difícil generalizar afirmando que estos elementos culturales nahuas originarios estén presentes en la identidad de toda la población.

Revisemos cómo es que se mantienen en la memoria colectiva los elementos identitarios que relacionan al carácter étnico con la tierra comunal y la sobrevivencia en el lugar de Milpa Alta.

Para el representante comunal de Villa Milpa Alta, la fuerza del sentido de la tradición cultural y la construcción del lugar se refiere más ampliamente a actuar en relación con el conjunto:

[...] que son tanto bienes materiales y recursos humanos [...] Y tienen su origen en lo étnico, en lo indígena, aunque ya haya mezclas. Es un sentido de pertenencia que nos identifica al lugar [que] "es en donde está enterrado mi ombligo" y que implica que somos parte de esta comunidad a la cual tenemos la obligación de servirle para que ésta se siga manteniendo con sus usos y costumbres, cultura y tradiciones.89

En estas aseveraciones, se pueden denotar elementos que son característicos de una identidad fuertemente relacionada con lo étnico y con el lugar; así, se da importancia al valor que significa el pertenecer a un grupo o etnia y la percepción de ser idéntico a través del tiempo y de la seguridad de defender esta identidad en el lugar. En este sentido, la memoria más fuerte refiere la defensa y conservación de algo que es indisoluble con el lugar, ello es claro en la convicción de este comunero milpaltense al afirmanos, respecto de los bosques, que:

[...] aunque en la actualidad los intentos por despojarnos han sido más intensos y decididos, nosotros siempre los vencemos. Ganamos porque no es el interés económico lo que nos impulsa a luchar, sino que lo hacemos sin fatiga porque entendemos que sin nuestros bosques dejaríamos de ser una etnia.90

En opinión del representante comunal de Santa Ana Tlacotenco, la fuerte relación que existe con los bienes comunales de su pueblo, de su lugar de origen (que son las tierras, los bosques y lo que comprende las construcciones familiares urbanas de la población), es la raíz de la convivencia de la población:

Es la base de la manera en que se relaciona la gente entre ella y con el medio ambiente, al que se respeta y protege. Sin las raíces de la comunidad no existirían las tradiciones y costumbres que son muy importantes para la vida de mi pueblo.91

El lugar como un espacio construido por el trabajo de muchas generaciones y que funciona como vínculo objetivo entre el pasado y el presente, y donde se tiene la percepción de que al desaparecer su núcleo emblemático, que representa la tierra comunal, se trastoca este vínculo llegando a poner en peligro de extinción a sus tradiciones. Esto está más claro en la opinión del representante general de los comuneros de Milpa Alta para quien:

[...] el lugar sigue siendo la comunidad donde viven todos los que han nacido aquí y que tratan de conservar sus costumbres y tradiciones, sus bosques y su zona agrícola. El lugar de origen, es el ahora, el presente, desde el que es importante decir soy originario, como una forma de identidad que te da otro trato con los demás [...] Y aunque el futuro se vea cada vez más complicado, ahora más que nunca es necesario conservar nuestras convicciones, tanto para concientizar a la otra gente, que no se considera comunero, como para hacer que el futuro dependa de nosotros mismos y no se pierda el territorio comunal, para que el régimen comunal siga siendo igual.92

En esta opinión sobresale, de igual manera, la mención de la relevancia de la identidad como una condición voluntaria y autoasignada, pero a la vez conformada en relación con los otros, con los que no son milpaltenses originarios, en una afirmación de sí mismo y como una manera de reivindicar su existencia social.

De igual manera que en los comuneros, los ejidatarios comparten estrechamente esta forma de identidad cultural de fuerte pertenencia al lugar y de vínculo irreductible con la tierra, las actividades agrícolas y la naturaleza, como el fundamento para conservar sus tradiciones. Como menciona el Comisariado Ejidal de San Juan Tepenáhuac, el ejido es:

[...] una familia pero en grande, que se relacionan en las buenas y las malas, y se identifican como familia que se solidariza siempre para solucionar los problemas o asuntos del lugar; esa es la razón de que todavía se puedan conservar las tradiciones y costumbres de su pueblo.93

Así, la manera de considerar al ejido está imbricada estrechamente con las expresiones de valor identitario y de la pertenencia al lugar. El ejido es una forma de relación entre la tierra, el trabajo y la gente, como una forma de vida propia. Y de tal manera relevante, que sería la explicación del porqué, aun cuando pueden privatizar y vender sus tierras, ello no ha ocurrido en ningún ejido, a pesar de la presión de la mancha urbana.

Ello explica porqué para el comisariado ejidal de San Jerónimo Miacátlan, el ejido ha sido siempre lo más importante. Por medio de él y de la naturaleza y su conservación se puede:

[...] vivir el presente, y se puede aspirar a un buen futuro [...] Estamos buscando el progreso pero conservando la identidad, y para ello es importante rescatar lo que nos permite reproducirnos como pueblo, la actividad agrícola.94

De lo expuesto en estas entrevistas, se puede afirma que en la memoria de los comuneros y ejidatarios existe un fuerte sentido de pertenencia al lugar, desde el cual se le asigna una mayor relevancia a la preservación de la tierra y las tradiciones. Es decir, la conformación de una identidad con base en una matriz cultural étnica náhuatl y de su fuerte vínculo para la población milpaltense, pasa por tomar en cuenta las condiciones de construcción social en las que la propiedad colectiva de la tierra tiene una relevancia fundamental. Es el arraigo al lugar, al ejido y a la tierra comunal, lo que permite a la población identificar las mismas condiciones de la reproducción de su vida y de sus tradiciones, y les obliga a buscar opciones viables, tanto productiva como socialmente, para seguir conformándose como un lugar con identidad cultural.

 

CONCLUSIONES

Primera conclusión. Por lo descrito, no se puede considerar que la permanencia de las actividades agrícolas, y de todas las del sector agropecuario, de los bosques y la vegetación, en el espacio construido de Milpa Alta, sólo sea un remanente de un proceso inacabado de transición entre al ámbito rural y el urbano. En esta construcción, la tenencia de la tierra colectiva, comunal y ejidal, ha hecho posible la articulación de su dimensión socioespacial por medio de la actividad agrícola, de la conservación del ambiente, de la lucha social por la conservación de la tierra y del arraigo de la población al lugar. Estas características peculiares en la construcción social de su espacio han conformado un lugar de fuertes conexiones identitarias en su tejido social y que tiene como núcleo de construcción a los pueblos originarios situados alrededor de Villa Milpa Alta.

La permanencia de este lugar ha sido complicada, por ello es claro, en la memoria colectiva, que seguir conservando la tierra comunal y ejidal es la condición vital para mantener a las actividades agrícolas como una alternativa de subsistencia, vencer la presión del avance de la mancha urbana, para enfrentar las formas de penetración de la cultura del consumo y del individualismo y para detener la presión de los asentamientos irregulares existentes desde hace ya más de una década en el entorno de los pueblos de Milpa Alta.95 Y lo que también es claro, es que la resolución dependerá de que la identidad cultural sea lo suficientemente sólida —como lo ha sido hasta ahora— para conciliar los intereses de los otros, de todos los milpaltenses.

Segunda conclusión. La relevancia de la agricultura en el lugar de Milpa Alta se debe considerar, entonces, a partir de la articulación de la propiedad colectiva y la identidad. El cultivo del nopal, como el de los demás cultivos importantes, por su carácter tradicional, ha representado una opción de subsistencia y reproducción social más que una opción empresarial de acumulación de capital con alta productividad económica. O sea, como una actividad agrícola capitalizada y con importantes vínculos con las redes de producción y comercialización de las grandes empresas nacionales y multinacionales.

Esta situación, le asigna otro significado a la actividad agrícola del lugar de Milpa Alta. Sobre todo en el entorno nacional de devastación de la agricultura, así como en el contexto mundial actual de escasez y de aumento de los precios mundiales de alimentos, que para países importadores de éstos —como lo es México—, si no se toman medidas para incentivar su producción interna pueden significar un desabasto de consecuencias sociales inimaginables.96 Es decir, como lo demuestra Milpa Alta, la alternativa para México está en sus campesinos, en alentarlos para que sean de nuevo ellos los que provean los alimentos necesarios. Y para, de esta manera, no depender más de las multinacionales exportadoras, ni ser presa de la presión de los países productores. Además, ello representaría resarcir el costo económico, la erosión social y la pérdida cultural que se ha ocasionado con la desintegración del campesino mexicano, desde hace más de medio siglo.

 

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NOTAS

1 Manuel Castells, La era de la información: economía, sociedad y cultura, vol. 1: La sociedad Red, México, Siglo XXI Editores, 2001.

2 Lo que ha significado, a nivel planetario, una diferenciación geográfica marcada por una enorme desigualdad de los espacios sociales construidos en los lugares. Véanse Milton Santos, La naturaleza del espacio. Técnicas y tiempo. Razón y emoción, España, Ariel, 2000; David Harvey, Justice, Nature and the Geography of Difference, Londres, Blackwell UK, 1996, y La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Buenos Aires, Amorrortu, 1998.

3 Manuel Castells, op. cit., pp. 26 y 392.

4 Norman Long, "Globalización y localización: nuevos retos para la investigación rural", en Hubert C. de Grammont y Héctor Tejera (comps.), La sociedad rural mexicana frente al nuevo milenio, vol. 1, México, INAH/UAM–Azcapotzalco/IIS–UNAM/Plaza y Valdés, 1996, pp. 35–74; Anthony Bebbington, "Global Networks and Local Developments: Agendas for Development Geography", Tijdschrift Economische en Sociale Geografe, núm. 94, 2003, pp. 296–309.

5 Tim Cresswell, Place. A short introduction, Singapur, Blackwell Publishing, 2004, p. 15.

6 David Canter, Psicología del lugar, México, Concepto, 1987, pp. 34–42.

7 Tim Cresswell, op. cit., p. 15.

8 La consecuencia de esta relación mal entendida es la critica que hace el geógrafo David Harvey al flosofo alemán Heidegger y que lo llevaron a justificar al nazismo; véase David Harvey, Justice, nature and the geography of difference, cap. 11, Londres, Blackwell UK, 1996.

9 John Agnew, "The devaluation of place in social science", en J.A. Agnew y J. S. Duncan (eds.), The Power of Place, Gran Bretaña, Ltd. Londres, 1989, p. 25.

10 Luiggi Gaffuri, "Objeto y sujeto de la ciencia en la geografía italiana", en Vincent Berdoluay y Héctor Mendoza (eds.), Unidad y diversidad del pensamiento geográfico en el mundo. Retos y perspectivas, México, Instituto de Geografía–UNAM/INEGI, 2003, p. 90.

11 Milton Santos, La naturaleza del espacio..., op. cit., p. 53.

12 David Harvey, Justice, nature and the geography..., op. cit., pp. 194–195.

13 Henri Lefebvre, The production of space, Londres, Blackwell, 1991, pp. 128–129. Por lo tanto, es un producto de la interacción multidimensional de lo experimentado, lo percibido y lo imaginado, en la que sobresalen: la capacidad de acceso y de distanciamiento; la apropiación del espacio por la actividad social, por los individuos y por los objetos; el dominio del espacio con base en su apropiación por medios legales o extralegales, y la producción del espacio a partir de lo anterior. Véase David Harvey, La condición de la posmodernidad..., op. cit., pp. 244–247.

14 Véase la crítica que hace David Harvey a esta interpretación en ibidem, pp. 334–335.

15 Doren Massey y Pat Jess (eds.), A Place in the World? Places, Cultures and Globalization, Nueva York, Oxford University Press, 1994.

16 Milton Santos, La naturaleza del espacio..., op. cit., p. 290.

17 En esta relación, de acuerdo con Milton Santos, es esencial el papel de medio científico–técnico, tanto en lo que se refiere a la importancia del incremento de los flujos de información, como de su resultado en la diferenciación productiva de la sociedad. Y tiene como consecuencia una polarización del sistema capitalista mundial en la que, mientras algunos lugares integran en su espacio a la producción, la circulación, la distribución y el consumo, en el otro extremo existen lugares desarticulados de estas condiciones. Véase Milton Santos, "La revolución tecnológica en el territorio: Realidades y perspectivas", Cuadernos de geografía brasileña, núm. 1, México, Centro de Investigaciones Científicas "Ing. Jorge L. Tamayo", 1998, pp. 9–20.

18 Es decir, tener como conceptos básicos de referencia para su explicación los siguientes: el lugar, la subsistencia, la escala y las redes. Véase Anthony Bebbington "Global networks and local developments...", op. cit., p. 98.

19 Otro ejemplo es el de las llamadas "miniciudades", lugares en donde se combinan todos los usos de suelo de manera que en un mismo espacio se construyen viviendas departamentales, oficinas, comercios, servicios, áreas verdes, etcétera, que hacen al lugar autosuficiente y funcional. Ejemplos de ello son el centro comercial de Polanco ubicado en las calles de Ejército Nacional y Moliere, y los proyectos de Antares y Parques Polanco; de City Santa Fe en Cuajimalpa; de Reforma 222, y Torre Libertad, en Reforma. Incluso en la colonia Doctores existe ya un primer prototipo de miniciudad de lujo, construida en una zona popular (El Universal, 30 de septiembre de 2006, sección "Ciudad", p. 1).

20 Sedesol, Conapo e INEGI, Delimitación de las zonas metropolitanas de México 2005, México, 2007. En esta publicación, a la ZMCM se le llama ya Zona Metropolitana del Valle de México.

21 Una mayor explicación de este proceso urbano se puede encontrar en Jan Bazant, Periferias urbanas. Expansión urbana incontrolada de bajos ingresos y su impacto en el medio ambiente, México, Trillas, 2001.

22 Esta es la problemática urbano–rural actual, en donde mientras algunos dicen que los límites entre el campo y la ciudad en el proceso urbano de México es una utopía y lo que existe son franjas de transición de los dos tipos de suelo urbano y rural y que al densificarse se van desfasando, creando otras franjas (véase Jan Bazant, op. cit., pp. 208–209). Otros, enfatizan su importancia y hablan de una interface urbano–rural en la que no se consolida el proceso urbano y que muchas veces tiene funciones económicas, como el cultivo de alimentos o la disponibilidad de mano de obra, que se relacionan más a la actividad económica de la Ciudad de México (véase Javier Delgado, "La urbanización difusa, arquetipo territorial de la ciudad–región", revista Sociológica, año 18, núm. 51, enero–abril de 2003, UAM–Azcapotzalco. Así como, J. Delgado (coord.) La urbanización difusa de la Ciudad de México. Otras miradas sobre un espacio antiguo, México, UNAM–Instituto de Geografía, 2008.

23 La población de Milpa Alta era de 115 895 habitantes en el 2005 y, no obstante ser la Delegación más pequeña en población, es la segunda más grande en extensión territorial, sólo después de Tlalpan, con 19.2% del total, INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, México, 2005.

24 El Teuhtli, es un cerro de mediana altura y de gran significado cultural para los habitantes originarios de Milpa Alta ya que aún lo utilizan como centro ceremonial, véase Raymundo Flores Melo, "Teuhtli, mito e historia" en el portal electrónico de Crónica de Milpa Alta, 2006.

25 El Centro de Acopio está ubicado en Villa Milpa Alta y fue inaugurado en el 2000. Según datos de la administración de este Centro (integrada por representantes de cada pueblo de Milpa Alta y un encargado general) estaban registrados, en 2007, un total de 4 700 productores de nopal que lo comercializaban sólo en este sitio y otros 900 que también lo comercializan en otros lados.

26 Datos proporcionados por la Delegación Milpa Alta (Dirección General de Desarrollo Delegacional y Subdirección de Desarrollo Económico) en el documento, Padrón de productores y cooperativas de Milpa Alta, abril de 2009.

27 De estas pequeñas empresas sobresalen, con alrededor de 20 años de haberse creado, Incubadora Hueyetlahuilli Tlacotense SPR de RL, Beneficiadora de Nopal Azteca y Nopalmex S.A. de C.V., que surten a los supermercados de la Ciudad de México y algunos otros del país, y que han llegado incluso a exportar a varios países, pero sin grandes resultados. Otras más recientes son: Nopalmex, Nopalzin, Nopaltlali y Sociedad Productora Rural Huellitlahullanque (información recopilada de trípticos de la Feria del Nopal, años 2007 y 2008).

28 Gobierno del Distrito Federal/SEP/Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, Ciudad de México. Crónica de sus Delegaciones, México, 2007, p. 210.

29 La clasificación de urbanos o rurales generalmente se basa en el número de habitantes. Así lo hace el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) desde el Censo General de Población y Vivienda de 1960, que define a las localidades urbanas como las de más de 2 500 habitantes y a las rurales como las de menos de esta cantidad. Según este criterio, en Milpa Alta sus doce pueblos son urbanos desde al año 2000.

30 Gobierno del Distrito Federal, Programa general de ordenamiento ecológico del Distrito Federal. Fue aprobado en abril del 2000 por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. En este Programa se define —con fines administrativos— a la superficie en suelo de conservación y en suelo urbano, y se menciona que son 35 los pueblos tradicionales que todavía existen en el Distrito Federal, 12 de los cuales están en Milpa Alta.

31 Gobierno del Distrito Federal, "Programa parcial de desarrollo urbano Villa Milpa Alta del Programa delegacional de desarrollo urbano para la Delegación Milpa Alta", aprobado por la Asamblea Legislativa y publicado el 27 de agosto de 2002 en la Gaceta Oficial del Distrito Federal, p. 258.

32 Datos de INEGI/Gobierno del Distrito Federal, Anuario estadístico del Distrito Federal. Edición 2006, México, 2006.

33 Delegación Milpa Alta, Oficio STT/054/07, Dirección General Jurídica y de Gobierno–Subdirección de Tenencia de la Tierra, 3 de mayo de 2007.

34 Son cinco los ejidos en Milpa Alta y están en los pueblos de San Antonio Tecómitl (463.8 hectáreas y 254 ejidatarios), Santa Ana Tlacotenco (400 hectáreas y 442 ejidatarios), San Jerónimo Miacatlán (59.9 hectáreas y 59 ejidatarios), San Juan Tepenáhuac (37 hectáreas y 36 ejidatarios) y San Francisco Tecoxpa (82 hectáreas y 105 ejidatarios). Suman en total, 1 042.7 hectáreas y 896 ejidatarios, estos ejidos no han cambiado en sus límites originales de las dotaciones de los años 1920, 1938 y 1940. Datos recopilados de entrevistas a los comisariados ejidales en marzo–abril del 2008.

35 En el único pueblo en el que se acepta que existe propiedad privada es en San Antonio Tecómitl, véase; El Programa parcial de desarrollo urbano Villa Milpa Alta del Programa delegacional de desarrollo urbano para la Delegación Milpa Alta.

36 Los representantes comuneros de los pueblos originarios de Milpa Alta están organizados actualmente en la Representación General de los Bienes Comunales de Milpa Alta y Pueblos Anexos. Cada uno de los nueve pueblos originarios tiene un representante y existe un representante general de la organización, el cual es actualmente Julián Flores Aguilar, a quien se le hizo esta entrevista escrita y grabada el 5 de abril de 2008.

37 Entrevista a Efrén Ibáñez Olvera, empleado federal de la Secretaría de Educación Pública (SEP), escrita y grabada el día 3 de abril de 2008.

38 La conversión en pequeñas propiedades familiares, como una manera de poder hacer uso de la tierra con otros objetivos distintos a la actividad agropecuaria o agrícola como lo es la construcción de vivienda propia, es un hecho que se ha realizado más por usos y costumbres que dentro de un marco jurídico estricto en Milpa Alta. En la legislación actual, para la venta de tierras colectivas y su cambio de destino, ya sea de manera individual o en convenios colectivos con alguna inmobiliaria, se requiere que este cambio sea realizado en una asamblea de representantes, ya sea de los ejidatarios o comuneros, pero que cuente con el aval de la Procuraduría Agraria y ante un notario público, que además no contravenga la normatividad urbana de la Ley General de Asentamientos Urbanos, expuesta en los artículos del 53 al 56, cosa que no siempre se cumple cabalmente. Véase José Manuel Ramírez, "Asentamientos irregulares en propiedad social. Revisión de alternativas para su prevención y solución", Estudios Agrarios, núm. 36, México, Procuraduría Agraria, 2007.

39 Entrevista a Francisco Chavira Sevilla, escrita y grabada el 5 de abril de 2008.

40 Los nueve pueblos originarios son: Villa Milpa Alta, Santa Ana Tlacotenco, San Francisco Tecoxpa, San Lorenzo Tlacoyucan, San Jerónimo Miacatlán, San Juan Tepenáhuac, San Agustín Ohenco, San Pablo Oztotepec, y San Pedro Atocpan. A ellos se les agregó, después, San Antonio Tecómitl, y mucho después, San Salvador Cuauhtenco y San Bartolomé Xicomulco; por ello a estos tres últimos no se les considera originarios. Francisco Chavira, "Donde se relata el origen de los habitantes de Milpa Alta", en Iván Gomezcésar (coord.), Historia de mi pueblo. Historia y cultura de Milpa Alta, vol. II, México, CEHAM, 1992, pp. 32–33.

41 Como si la proclama ancestral de proteger y conservar la tierra comunal que se encuentra en el documento testimonial Títulos Primordiales de La Asunción Milpa Alta, fuera vigente. Este documento se puede encontrar, como versión paleográfica, en el Expediente agrario de los pueblos de Milpa Alta, y el original en el Archivo General de la Nación, acervo Tierras, vol. 3032, exp. 3, folder 190r–218v. Del cual se extrae esta parte: "Nosotros los antiguos os dejamos escrito en estos papeles, hijos míos y nuestros nietos, os dejamos esta razón, para que sepáis quienes somos los que os ganamos la tierra […] se hace este escrito para que los del pueblo sepan lo que consta por dicho mapa, y los que en adelante nacieran, sepan que ninguna persona les puede quitar ni perjudicar en dichas tierras, por ser vuestras y así lo declaramos nosotros, los referidos al principio". Iván Gomezcésar, "La palabra de los antiguos", tesis de maestría en ciencias antropológicas, UAM–Iztapalapa, 2000, p. 2.

42 Alfonso Reyes, Milpa Alta. Monografía, México, Departamento del Distrito Federal–Comisión Coordinadora para el Desarrollo Agropecuario del Distrito Federal, 1980, p. 70.

43 Carlos González, "Milpa Alta 884 años", Ojarasca, núm. 54 (publicación periódica de La Jornada), México, octubre de 2001, pp. 2–3.

44 En 1940 se promulga una nueva Ley Forestal que sustituye a la de 1926. Mientras esta última se basaba en la renta para la explotación intensiva de los bosques en contratos de un año como máximo, en la segunda se establece que este rentismo y la agricultura de subsistencia eran unas de las causas del deterioro forestal y que sólo una política de concesiones podría motivar las inversiones a largo plazo y el auge de la industria, así: "el gobierno Federal otorgó inicialmente 30 concesiones de extracción de madera en muchas de las regiones más ricas del país [...] Los periodos de concesión eran de 25 años en promedio, aunque los plazos estipulados llegaron hasta 60 años", Leticia Merino y Gerardo Segura, "Las políticas forestales y de conservación y sus impactos en las comunidades forestales de México", en David Bray, Leticia Merino y Deborah Barry (eds.), Los bosques comunitarios de México. Manejo sustentable de paisajes forestales, México, Secretaría del Medio Ambiente/Instituto Nacional de Ecología/UNAM–Instituto de Geografía/Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible/Florida International University, 2007, p. 80.

45 Leticia del Conde, "El movimiento de los comuneros de Milpa Alta", tesis de licenciatura en economía, México, UNAM–Facultad de Economía, 1982, pp. 51–54.

46 La empresa Loreto y Peña Pobre, fue una de las más beneficiadas con la nueva política de concesiones de la Ley Forestal de 1942 y de 1960, ya que además de los bosques de Milpa Alta también se le concesionaron los bosques de Tlalpan, Magdalena Contreras, Villa Obregón y Cuajimalpa que, en suma, representaban 99.6% de la superficie de bosques en el Distrito Federal. Véase A. Reyes, op. cit., p. 95.

47 Leticia del Conde, op. cit., pp. 31–33.

48 Para una referencia muy amplia de los principios y objetivos del Constituyente de 1917, se puede consultar Víctor Jurado Vargas, "Milpa Alta: 500 años de lucha comunal", en Iván Gomezcésar, Historia de mi pueblo, vol. I, Historia Agraria, CEHAM, 1992.

49 En estos encuentros se crea una organización campesina nacional con mucha presencia en los años siguientes, que tenía como objetivo principal la lucha por la tierra y contra la crisis de la agricultura. Se llamó la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA). Véase Armando Bartra, "Crisis agraria y movimiento campesino en los setenta", Cuadernos Agrarios, núms. 10–11, México, 1980.

50 Leticia del Conde, op. cit. p. 154.

51 V. Jurado Flores, op. cit., pp. 110–119. Finalmente, la defensa de los comuneros triunfó y este proyecto se construyó en terrenos del Estado de México, siendo desde entonces muy significativa la fecha del 5 de febrero, como el día que inició la defensa comunal de los bosques y que se recuerda cada año en el paraje "La quinta".

52 Leticia del Conde, op. cit., p. 132.

53 Raymundo Flores, "En defensa del bosque y la tierra comunal" y "El movimiento comunal en Milpa Alta", en portal electrónico, Crónica de Milpa Alta, México, 2003.

54 Leticia del Conde, op. cit., p. 160.

55 Estos hechos son relatados en un artículo periodístico de David Siller aparecido el 27 de agosto de 1980 en el periódico unomásuno, con el título "Comuneros; con la muerte del Chícharo, Milpa Alta cobró venganza por todos los campesinos caídos" (referido en Leticia del Conde, op. cit., p. 162).

56 Estos representantes tienen carácter vitalicio y están organizados actualmente en la Representación General de Bienes Comunales de Milpa Alta y Pueblos Anexos.

57 Raymundo Flores, "En defensa del bosque...", op. cit.

58 Gobierno del Distrito Federal, Programa parcial de desarrollo urbano Villa Milpa Alta del Programa delegacional de desarrollo urbano para la Delegación Milpa Alta, p. 275.

59 Según referencias históricas, fue a mediados de la década de 1940 cuando fue introducido su cultivo en Villa Milpa Alta por el campesino Florentino Flores Torres, originario del barrio de la Concepción. Aunque también se dice que su cultivo se inició en 1938 en la Primera Feria Regional de Milpa Alta, cuando un grupo de ingenieros agrónomos explicaron las bondades productivas del nopal, por su poca utilización de agua y porque puede durar más de 15 años, haciéndolo muy atractivo para su cultivo y comercialización, Iván Gomezcésar, "La palabra de los antiguos...", op. cit., p. 37.

60 La fuente del año 1976 es Delegación Milpa Alta, Proposiciones para un desarrollo armónico. Para 1991, INEGI/Gobierno del Distrito Federal, Cuaderno estadístico delegacional, Milpa Alta, edición 1999. Y para los datos de la producción en toneladas; SARH, Información básica sobre el cultivo del nopal en Milpa Alta, México, Dirección General de Estadística, 1992.

61 Esta extensión es poco probable que se haya alcanzado con base en la destrucción de los bosques, en Milpa Alta, ya que según datos del Programa delegacional de desarrollo urbano de Milpa Alta, eran 16 560 hectáreas en 1997, manteniéndose alrededor de esta cifra desde mediados de la década de 1980, cuando se terminó el conflicto comunal con la Empresa Loreto y Peña Pobre a la que le fueron concesionados los derechos de explotación a finales de la década de 1940. Desde entonces los bosques son administrados por la representación comunal de Milpa Alta.

62 Los datos de 2000–2005 son de INEGI/Gobierno del Distrito Federal, Anuario estadístico del Distrito Federal, edición 2006 y los de 1994, de INEGI/Gobierno del Distrito Federal–Secretaría del Medio Ambiente, Estadísticas del medio ambiente del Distrito Federal y la Zona Metropolitana, México, 2002.

63 Los pueblos con menor importancia tanto en superficie sembrada como en el número de productores siguen siendo, como lo fueron desde la introducción del cultivo del nopal, los pueblos San Antonio Tecómitl, San Pablo Oztotepec y San Pedro Actopan, cuya actividad principal, de este último es, desde mediados de la década de 1970, la elaboración de mole, aunque no cultiva ni una sola especie de las que se utilizan en ese preparado.

64 Sagarpa, Plan rector del sistema producto nopal. Distrito Federal (http://www.sagarpa.org.mx), México, 2004, p. 7.

65 INEGI/Gobierno del Distrito Federal, Anuario estadístico del Distrito Federal, México, 2006.

66 Entrevistas realizadas del 10 de abril al 5 de mayo de 2007, y del 7 al 30 de marzo de 2008, en el Centro de Acopio del Nopal de Villa Milpa Alta.

67 En las condiciones agrícolas del cultivo del nopal, el capitalizarse representa principalmente: a) utilizar mano de obra asalariada para el mantenimiento y el corte del nopal, todo el tiempo; b) costear el abono que se utiliza; aunque el gobierno delegacional otorga un subsidio para ello, y c) contar con medios de transporte (camionetas), más que utilizar maquinaria y tractores que son inadecuados por las características irregulares de las parcelas, y por un cultivo perenne —por hasta 20 años— que sólo se puede cosechar con un cuchillito o con la mano.

68 También existe el problema de que se vende por unidad y no por peso, lo que significa diferentes criterios de precio, según el tamaño del nopal. Pero, además, existe una fuerte intermediación, que resulta especulativa casi siempre, al comprar por grandes cantidades, ya que pocos son los campesinos que pueden transportar el nopal fuera de Milpa Alta para venderlo en la Central de Abasto, en los mercados del Distrito Federal o en otras centrales de abasto del país. Eso lo hacen los intermediarios que principalmente son de otros lugares, como se pudo constatar en varias entrevistas.

69 Entrevista al campesino Francisco Rojas Granados, originario del barrio de "La Concha" de Villa Milpa Alta, el 27 de abril de 2007.

70 Cynthia Hewitt, "Ensayo sobre los obstáculos al desarrollo rural en México. Retrospectiva y prospectiva", revista Desacatos, núm. 25, CIESAS, México, septiembre–diciembre, 2007.

71 Esta apertura se inicia con la entrada de México al GATT, en 1986. Véase José Luis Calva, El modelo neoliberal mexicano. Costos, vulnerabilidad, alternativas, México, Fontamara, 1993; también Crisis alimentaria en México, México, Siglo XXI Editores, 1992.

72 Véase Fernando Rello, Inercia estructural y globalización: la agricultura y los campesinos, más allá del T LCAN, Grupo de trabajo sobre desarrollo y medio ambiente en las Américas, julio de 2008.

73 José Luis Calva, "Políticas de desarrollo agropecuario", en José Luis Calva (coord.) Desarrollo agropecuario, forestal y pesquero, México, UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 2007.

74 Datos de José Luis Calva, aparecidos en el periódico El Universal, "¿Cuándo se hundió el campo?", 22 de mayo de 2008.

75 Esta situación crítica es descrita en Blanca Rubio, "El campo no aguanta más: claroscuro de un movimiento campesino", en Armando Sánchez Albarran (coord.), El campo no aguanta más, México, UAM–Azcapotzalco, 2007.

76 Manuel Castells, La era de la información..., op. cit., p. 27.

77 Una explicación general de ello, es la del geógrafo David Harvey al plantear que las necesidades de reproducción del sistema capitalista han traído como consecuencia el derrumbe de las barreras espaciales de cada lugar, sobre todo, debido a la constante necesidad de reducción del tiempo de esta reproducción ("la aniquilación del espacio por el tiempo"). Ello ha exacerbado los nacionalismos y los localismos, incentivando como nunca la heterogeneidad y la porosidad cultural, y regenerando la búsqueda o conservación de la identidad individual y social, véase David Harvey, Justice, Nature and the Geography..., op. cit., pp. 246–247.

78 Paul Claval, La geografía cultural, Argentina, Eudeba, 1999, p. 332.

79 Manuel Castells, op, cit., p. 29. Este autor define a la identidad relacionada con el poder informacional actual como "el proceso mediante el cual un actor social se reconoce a sí mismo y construye el significado en virtud sobre todo de un conjunto de atributos culturales determinados, con la exclusión de una referencia más amplia a otras estructuras sociales", ibidem, p. 48.

80 Gilberto Giménez, "Identidades étnicas: estado de la cuestión", en Leticia Reyna, Los retos de la etnicidad en los estados–nación del siglo XXI, México, CIESAS/INI/Miguel Ángel Porrúa, 2000, pp. 53–54.

81 Paul Claval, op. cit., pp. 344–345. Este geógrafo define a la cultura como: "la suma de las conductas, habilidades, técnicas, conocimientos y valores acumulados por los individuos durante su vida y, a otra escala, por el conjunto de los grupos de los cuales forman parte. La cultura es una herencia que se transmite de una generación a otra [...] No es, sin embargo, un conjunto cerrado y pétreo de técnicas y conductas", Paul Claval, op. cit., p. 58.

82 Gilberto Giménez, "La moda de las identidades: identidades y conflictos étnicos en México", La sociedad mexicana frente al tercer milenio, vol. III, México, UNAM–Coordinación de Humanidades/Miguel Ángel Porrúa, 2002, pp. 95–96.

83 Néstor García Canclini, Culturas populares en el capitalismo, México, Grijalbo, 2002, pp. 72–73.

84 Gilberto Giménez, "Identidades étnicas...", op. cit., p. 54.

85 Un ejemplo de ello, es la propuesta que hace Néstor García Canclini, quien, a partir del estudio de las actividades artesanales y de su inserción en la órbita de la comercialización, plantea cómo ello ha provocado nuevas formas de reutilización y funcionalidad económica para la sobrevivencia de los grupos étnicos. Esta situación ha creado "culturas populares" que son las que dan lugar ahora a las identidades, por ello menciona que sigue siendo preferible "designar las culturas generales en esta situación como populares y no como orales o tradicionales, formulas que aún inducen la reducción de lo popular a un rasgo que suele ser visto como esencial", op. cit., p. 30.

86 Gilberto Giménez, "La moda de las identidades...", op. cit., p. 111.

87 Ibidem, p. 103.

88 Mette Marie Wacher, Nahuas de Milpa Alta, México, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, 2006, p. 52.

89 Entrevista a Francisco Chavira Sevilla, escrita y grabada el 5 de abril de 2008.

90 Julián Flores, "La etnia de Milpa Alta y sus bosques", en I. Gomescésar, Historia de mi..., op. cit., p. 129.

91 Entrevista escrita, a Joaquín Alvarado Galindo, el 3 de abril de 2008.

92 Entrevista a Julián Flores Aguilar, escrita y grabada el 5 de abril de 2008.

93 Entrevista escrita a Cándido Abad, 3/1, el 16 de marzo de 2008.

94 Entrevista escrita a Juan Nolasco Roa, 3/5, el 28 de marzo de 2008.

95 Los asentamientos irregulares en Milpa Alta sumaban 122 en 2002, incrementándose en más de una vez con respecto a 1997. Sin embargo, habría que señalarse que la decidida participación de una parte de la población comunera, en colaboración con las autoridades locales, detuvieron estos asentamientos desde 2002; así, esta cifra no cambió hasta 2005, ni lo ha hecho en la actualidad. Datos para el 2002 del Programa parcial de desarrollo urbano Villa Milpa Alta del Programa delegacional de desarrollo urbano para la Delegación Milpa Alta, y del avance del Programa general de ordenamiento ecológico del Distrito Federal, 2005.

96 Blanca Rubio, "De la crisis hegemónica y financiera a la crisis alimentaria. Impacto sobre el campo mexicano", Argumentos. Estudios críticos de la sociedad, nueva época, año 21, núm. 57, mayo–agosto de 2008, UAM–Xochimilco, México, pp. 39–44.

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