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Argumentos (México, D.F.)

Print version ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.22 n.60 Ciudad de México May./Aug. 2009

 

Crítica de libros

 

Los tejidos del capital

 

Marissa Susana Rivera Ramírez** y Eva Patricia Tolalpa Escorcia***

 

Armando Bartra, El capital en su laberinto. De la renta de la tierra a la renta de la vida, México, UACM, 2006.

 

**Licenciada en sociología por la UAM–Xochimilco. Estudiante de maestría en comunicación y política por la misma institución. Profesora de asignatura en el Colegio de Bachilleres. Ha trabajado algunos temas vinculados con el Desarrollo Rural y el Trotskismo en México.

***Licenciada en sociología por la UAM–Iztapalapa. Profesora de asignatura en el Colegio de Bachilleres. Especialista en temas de género y renta de la tierra. Es, además, coordinadora de sistemas de enseñanza abierta.

 

En este texto el autor reúne sus principales ensayos de carácter teórico. Respecto de lo relevante a las cuestiones del campesinado.

Armando Bartra asimila diversas cuestiones en torno del papel del campesinado como clase social y productora. De cara al marxismo, Bartra hace una muy certera crítica del papel del agro en la modernidad. Estudia desde las concepciones más elementales, como la renta y el modo de producción campesino, la plusvalía, la explotación, el papel de la clase campesina en el sistema global, hasta la situación del sector agropecuario mexicano en el panel del capitalismo mundial.

De esta manera, evidencia al sistema capitalista a través de su propia huella explotadora y productora. Halla lugar para explicar en una forma dialéctica la situación campesina en México; por un lado plantea lo referente a lo global, a la inserción del campesinado en el mundo capitalista, de la producción, la explotación y la circulación de mercancías. En segundo plano Bartra aborda esta misma situación del campesinado en torno y con evidencia de su producción y reproducción local.

Hace referencia al rescate de la forma tradicional en la vida campesina; asimismo, rescata el papel que históricamente le ha tocado asumir, como las posibles alternancias a un sistema económico que necesita del campesino sólo en el proceso de acumulación de la riqueza, dado a partir del trabajo, la explotación y la lucha de clases; no así para el desarrollo y la toma de consciencia de la clase campesina, ya que ésta se encuentra sustentada en la tierra y en la lucha por la misma.

 

LUCHA POR LA TIERRA: LA VISIÓN DE LA CRÍTICA CAPITALISTA

En el contexto actual se asiste a una problemática compleja y diversa dentro del sector agrario. En una realidad con tintes de desigualdad, que se recrea en una evidente insuficiencia en la producción alimentaria, el uso y abuso de tecnología agresiva que daña los ecosistemas, reducción de tierra cultivable, causada en parte por la migración y emigración a más de condiciones deplorables de trabajo. En una espiral de degradación cuyas raíces se remontan al siglo XIX cuando se abolió el régimen comunal.

Escenario en el cual el proceso ha significado la construcción de un movimiento agrario en una lucha que va más allá de la conquista por reivindicaciones en cuanto a condiciones de trabajo, producción y comercialización de productos.

Es ante todo una lucha por la existencia misma, en la medida en la que, gracias al avance de la tecnología, los campesinos se han vuelto prescindibles para el capital. En este sentido, la obra que presenta Bartra resulta imprescindible en la cuestión agraria en el México contemporáneo. Pues muestra de manera sucinta los encuentros y desencuentros en la formación de un movimiento agrario de grandes magnitudes, que tiende a trastocar el orden en diversos ámbitos; léase política, cultura, economía e historia.

Conformada en tres partes la obra de Bartra refiere en su primer apartado la lucha de los campesinos por la posesión de la tierra como elemento indispensable para su existencia.

La segunda, refiere un análisis puntual sobre las clases sociales y las relaciones de producción que de frente al marxismo la aborda a través de la teoría de la renta de la tierra. Cuyo punto nodal es el desarrollo desigual de la industria y la agricultura, de tal suerte que los campesinos son indispensables para la acumulación originaria del capital, en tanto generadores de plusvalía por la vía de la explotación, en una clara relación perversa.

Dentro de la primera parte encontramos una plausible crítica a la investigación marxista en cuanto a la problemática agraria de la década de 1970, que deviene en una construcción teórica incapaz de dar cuenta real de la evolución del agro en términos de movimiento. En la conformación de un movimiento caracterizado por lo heterogéneo en su conformación, disperso en su geografía, y espontáneo en sus manifestaciones, cuyas raíces profundas refieren contradicciones que se agudizan con el paso del tiempo. De frente a una teoría que adolece de miopía al ignorar su avance y lo da por muerto. A este respecto, Bartra plantea dos posturas, por un lado la que considera al movimiento como equívoco y por el otro, la que considera como fallidas las conclusiones de la investigación.

Lo esencial es, entonces, comenzar por abordar el problema en cuanto análisis del comportamiento de la lucha de clases campesina. De tal suerte que, a partir de 1972 se aprecia una escalada en la lucha campesina de modo heterogéneo, disperso y multifocal, pero donde los diversos actores insurgentes coinciden de manera esencial en que la contienda es por erradicar las contradicciones agudizadas a cada paso. Caso concreto es el actuar de un Estado obtuso, que frente a la situación actual de los hechos apuesta tanto a la represión como al uso mediático de la información.

 

EL CAPITALISMO PERVERSO A TRAVÉS DEL EXCEDENTE ECONÓMICO

En el periodo presidencial de Luis Echeverría, en medio de una lógica de prometer sin conceder, que le brinda el tiempo necesario para manipular en su favor las circunstancias, bajo este tenor, se refuerzan agrupaciones campesinas como fallidas variables de control ante una clara resignificación de la lucha campesina, que si bien tiene múltiples manifestaciones dadas las características fundamentales del lugar donde se presentan, es, sin embargo, la consigna zapatista de "la tierra para quien la trabaja" la que aglutina todas las voluntades en pro de un cambio urgente.

Es en esta lucha, no excluyente, por la posesión de la tierra, donde se concentra el actuar del movimiento campesino que Bartra considera dividido en tres frentes: 1) pequeños y medianos productores, por mejores precios, condiciones de producción y comercialización; 2) asalariados del campo, por jornales mayores y mejoras en las jornadas de trabajo; 3) todos los oprimidos en contra del despotismo, la represión y la imposición. Aunque, dicho sea de paso, la posesión de la tierra por sí misma no es una condición que proporcione una solución de facto, creerlo así es caer en la tentación populista. Pues en el supuesto de obtener la posesión de la tierra el campesino tendría necesariamente que enfrentarse a obtener los bienes humanos, económicos, tecnológicos e insumos necesarios para dar curso a la producción, teniendo que sopesar las condiciones del sector al que recurran, ya sea el Estado o la banca privada.

Ahora bien, de acuerdo con el autor, la producción teórica, al abordar el problema se divide en dos posturas: la de los que considera la vía armada como único camino, y la de los que, afectados por un marxismo trasnochado, consideran la proletarización del campo como elemento necesario para el cambio. En la medida que asumen la lucha de clases a partir del divorcio entre campesino y los medios de producción, es decir, la tierra, sin considerar que el campo, y en especial el campo mexicano, actúa bajo una lógica propia. Que en palabras del mismo Bartra: "[...] a diferencia del obrero industrial, el campesino asume que los medios de producción debían estar en manos de los trabajadores y que estos mismos pueden conducir la producción".1

En cuanto a la segunda parte, el autor aborda como tema central la existencia necesaria del campesino dentro de un capitalismo de rostro perverso. Es pues que, de frente a Marx, aborda el estudio del modo de producción capitalista a partir de la teoría de la renta de la tierra, para explicar, entre otras cosas, las distintas relaciones en el campo y la existencia de clases sociales distintas de la burguesía y el proletariado.

Para lo cual plantea que ante todo la teoría de la renta de la tierra debe ser entendida como la teoría de las relaciones económicas cuyo punto nodal es el desarrollo desigual entre la industria y la agricultura, donde la voz cantante la lleva el sector industrial.

El postulado marxista sostiene que la renta capitalista sólo existe en tanto el precio del mercado se diferencia con respecto del costo medio de la producción. Remanente que es, en esencia, provocado por el campesino y absorbido directamente por la burguesía en una clara relación contradictoria. En tanto la clase poderosa necesita del agricultor para que le produzca; al hacerlo en condiciones paupérrimas, el capital crea la inconformidad y las condiciones para que el campesino enfrente el capital convencido de la justeza de su causa. Es así que el agro subsiste inmerso en una relación de intercambio desigual, al crear un flujo de ingreso que tiende al incremento directo del capital empresarial, por medio de la explotación. En donde queda claro que el solo reparto de tierra no solventa el problema.

A más de ello, la teoría de la renta permite vislumbrar las diferentes relaciones dentro del sector, absorber la relación entre industria y agro, entre terrateniente y productor agrícola, y entre los diferentes productores agrícolas capitalistas. De tal manera que, aunque la renta de la tierra sea una condición precapitalista, persiste en la medida en que no es un modo de producción que se dé por generación espontánea. Muy por el contrario, es un modo de producción que se ajusta y recompone de manera circunstancial, de forma tal que, en tanto la plusvalía se genera como un flujo continuo y directo hacia la acumulación, pueden incluso darse condiciones de coexistencia con otros modos de producción y clases distintas, hasta el momento en que el capitalismo per se asiente sus reales.

Dentro de esta discusión, como puede apreciarse, es la tierra un elemento central en tanto contiene características que le dan una particularidad evidente. Pues, a diferencia del sector industrial donde la maquinaria representa, de forma material al capital, porque es, a la vez, mercancía y trabajo social. La tierra, por su parte, se comporta de modo distinto, si bien es cierto que puede volverse mercancía ya que tiene precio es, sin embargo, un recurso escaso e incapaz de producirse socialmente, lo cual altera la lógica de producción capitalista.

Es evidente que al considerar que, a igual inversión capitalista, en terrenos distintos, la rentabilidad y el beneficio mismo serán diferentes al ser distintas las condiciones del lugar. Dando, además, a la tierra, la condición de monopolizable de manera natural, en tanto que es un bien natural y no producido socialmente por el trabajo, cuyas características diversas de acuerdo con la geografía, riqueza, clima, etcétera, la hace un bien limitado, al igual que su disponibilidad.

 

LOS CAMPESINOS DEL CAPITAL. SU PAPEL EN LA ACUMULACIÓN Y SU RACIONALIDAD INMANENTE

LA INSUFICIENCIA DEL VIEJO MARXISMO

En el análisis de Bartra en torno de los estudios del capital, que corresponde a la tercera parte de su texto, parte fundamentalmente de los planteamientos elementales del marxismo, el autor esboza una visión dialéctica en la relación de la cuestión agraria y el capitalismo. Por un lado, explica el privilegio del sistema global como un elemento totalizante ubicando al sector agropecuario como una parte más de dicho sistema, en segundo plano mira una perspectiva particular que se ocupa de algunas caracterizaciones del mundo rural aislándolo de su contexto.

La primera de estas dos visiones se apunta, en palabras del autor, desde un origen decimonónico, que sobreestima los efectos de los procesos de modernización del desarrollo industrial, vislumbra en sus cercanías una sociedad homogénea en la cual las relaciones típicas del capital industrial se generalizan en un mundo sin rentas, sin clase campesina, sin un orden étnico que determine las condiciones globales del sector campesino.

La segunda de sus perspectivas, privilegia algunas características agrarias, de tal modo que las aísla de su contexto global que de alguna manera las ha puesto en el tablero de lo real, lo plausible, lo inevitable, y que aun en esas condiciones, las sociedades rurales conservan y reproducen su enfoque tradicional, el cual corresponde a la lógica de economía campesina, comunidad, etnia, identidad, etcétera.

La condición de la clase campesina apela, no solo al proceso de identidad como elemento central de su formación, sino que existe un aspecto central en el proceso económico, y es la renta de la tierra.

Para Bartra, el proceso de renta de la tierra coincide de forma imperativa con el proceso de trabajo agropecuario que impone precios de los productos agrícolas, así como el monto general del sector, por un lado. En segundo plano la renta de la tierra amerita las condiciones de consumo y reproducción de la fuerza de trabajo que es empleada en la agricultura, y el papel que se desempeña en la economía doméstica.

La renta de la tierra toma entonces un matiz capitalista, el cual se origina en la forma desigual de la productividad de los procesos de trabajo agrícolas, lo que lleva a pensar en la desigual distribución de la tierra y de los mismos recursos naturales. Es esta desigual distribución, donde se gesta la explotación del campesino, puesto que los precios no significan la regulación de la producción sino que reflejan más bien la potencial situación de privilegio de las clases del sistema capitalista.

 

REIVINDICACIÓN DEL CAMPESINO COMO CLASE PRODUCTORA

Hablando de la condición histórica del campesinado, respecto de su papel como clase trabajadora, se ha modificado a lo largo de la línea estructural de la misma historia. En un primer momento, la clase campesina había sido considerada sólo en el contexto de la productividad; es decir, pensada sólo como un eslabón más en el proceso de acumulación de la riqueza y capital, la clase campesina se considera productora, para el fin de la cadena productiva que se consolida sin duda en la circulación de mercancías.

En segundo lugar, el proceso de proletarización del campesinado ha representado, para el sistema, la base de la producción agraria. Esta clase campesina se ha articulado en una dicotomía relacionada con la articulación del capital: por un lado la producción mercantil y su vínculo con la fuerza de trabajo asalariada, lo cual los califica como semiproletarios. En segundo plano, existe la posibilidad de existencia y consolidación aglutinada de una sola clase campesina, aunque en su defecto se encuentre construida por sectores diferenciados.

Para Bartra, definir al campesinado como clase social "[...] implica, la constitución de una clase sometida a las relaciones de explotaciones múltiples y complejas que se combinan a la extracción del excedente a través del intercambio desigual en el mercado y la obtención de la plusvalía por medio del trabajo asalariado a tiempo parcial".2

Lo anterior señala, además de la condición de la clase campesina, la reproducción de los modos de producción y las implicaciones de la lucha de clases. Para el autor el trabajo del campesino significa, de una vez por todas, una relación explotadora, además de su connotación en el trabajo a destajo, en contraste con la generación insólita de plusvalía. Bartra propone algunas explicaciones teóricas al respecto.

La primera explicación gira en torno de la visión estructuralista de la historia donde se explica, a través de la contraposición de la empresa capitalista, la situación monetaria de los campesinos. Conceptos como capital variable y capital constante, costo y precio de producción, pretenden caracterizar la utilidad de la mano de obra campesina para el sistema capitalista.

La utilidad de la mano de obra configura, dentro de la lógica del sistema, el sustento de la lucha de clases, así como las contradicciones de la reproducción económica. Bartra apela a la relación entre lógica e historia en el contexto de la lucha de clases.

De esta manera, encontramos la explicación sobre la explotación del trabajo campesino por el capital, como el proceso inmediato de la producción campesina, y la misma producción de mercancías, así como sus mutaciones productivas respecto del campesino y el capital.

Esta visión simbiótica del campesino–capital muestra una doble partida en la situación campesina en el sistema. Por un lado, encontramos la necesidad de la mano de obra campesina en la cadena productiva, viendo al campesino como un eslabón más en el proceso de acumulación de la riqueza, y las transformaciones mercantiles. La segunda percepción se asemeja más a su propia reivindicación como clase social, con derechos y organizaciones que ayuden a mediar su situación en el sistema global.

 

PARA FINALIZAR

En esta obra, armando Bartra nos ofrece sus principales ensayos teóricos relacionados con la cuestión agraria y el acento puesto en los movimientos campesinos en México. La médula central de estos ensayos es referida al modo en que los campesinos son necesarios para la reproducción del sistema capitalista. Éste usa a los campesinos para contrarrestar el problema de la tierra como elemento de inversión privada. El capital necesita a la clase campesina para explotarla, y por tanto, en lucha contra él. Se puede ver de manera clara, una forma anómala que parece irrefutable, del mismo sistema; sin embargo, tenemos la tecnología, en pos del desarrollo campesino y la puesta en solución del problema de la tierra.

Estudia también la situación laboral de la clase campesina en el contexto mexicano, su estancia, surgimiento y modificaciones que ha sufrido a lo largo de un álgido proceso histórico.

En relación con el tema del alcance histórico y las posibilidades de una reivindicación política dada a través de la lucha, Bartra plantea dos especificidades que ocupan gran parte de la discusión de su texto. Primero, encontramos, la especificidad de los productos agropecuarios en tanto son mercancías, peculiaridades y resonantes, resultado de la fuerza de trabajo. Los productos agrícolas se vinculan, en el análisis de Bartra, con la renta de la tierra, que puede entenderse como la mediadora de las relaciones económicas entre la industria y la agricultura y, por ende, la responsable de su relación con los modos del capital y su producción. La fuerza de trabajo se encuentra polarizada como concepto de clase; es decir se hace referencia a la condición de la clase campesina como explotada, ya que el trabajo campesino se valoriza de tal forma que sólo se encuentra y se vislumbra a la sombra de los intereses del capital.

Lo anterior refleja, en el análisis de nuestro pensador, el modo en que las relaciones del campesino con el capital son relaciones de explotación; y que, a su vez, reproducen el proceso del mismo sistema global: producción mercantil–explotación de la mano de obra.

En el sistema capitalista, la existencia de la clase campesina y su reivindicación como luchadores, es tan irrefutable como la misma renta de la tierra. Sin embargo, la lucha campesina por la tierra se construye, adquiriendo mayor sentido en su visión histórica, cuando se inserta en los diversos sectores de la sociedad. La lucha por la tierra es de antes y de hoy. Es de siempre. Y su éxito depende sólo del desgaje del sistema capitalista burgués.

Para Bartra, la actualidad de la discusión del campesino es inevitable, la pone en diversos panoramas haciendo hincapié en la lógica del sistema global actual. Y es ahí donde nuestro filósofo refuta la condición del sistema capitalista, pues hace una severa crítica a su forma de organización de la vida social y su relación simbiótica con la naturaleza.

La crisis actual plantea que los campesinos no deben trabajar para el capital. Se trata de figurar en contra de la figura elemental y constitutiva del propio sistema que se revitaliza, cada vez, en el valor de uso. Es justamente este contexto en el que Bartra apela a la sobrevivencia del campesinado, resuelto si, y sólo si, persiste la humanidad.

Es esta la visión de Armando Bartra, no perder de vista los gestos de la cuestión agraria en el presente siglo. No perder de vista la razón teórica y metodológica, pues, para que el estudio del campesinado en el proceso actual no pierda sentido.

Bartra se pone de frente al marxismo, en una encrucijada real y tangible, de la cual saca ventaja, haciendo un brillante análisis con herramientas teóricas imprescindibles, y que, sin embargo, hoy son poco estudiadas. El marxismo es una herramienta casi indispensable en cualquier proceso económico–político–social y armando Bartra hace un uso sublime de las visiones más certeras del marxismo de nuestro siglo.

 

BIBLIOGRAFÍA

Bartra, Armando, El capital en su laberinto. De la renta de la tierra a la renta de la vida, México, UACM, 2006.        [ Links ]

––––––––––, El comportamiento económico de la producción campesina, México, Universidad Autónoma Chapingo, 1982.        [ Links ]

 

Consultada

Samir, Amin, "Capitalismo disforme", La cuestión campesina y el capitalismo, México, Nuestro tiempo, 1975.        [ Links ]

 

NOTAS

1 A. Bartra, op. cit., p. 43.

2 Ibidem, p. 189.

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