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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.22 no.59 Ciudad de México ene./abr. 2009

 

Crítica de libros

 

Una reminiscencia persistente. Reseña de la memoria negada de la ciudad de México: sus pueblos originarios

 

Ma. Guadalupe Mendieta Aznar*

 

Medina Hernández, Andrés (comp.), La memoria negada de la Ciudad de México: sus pueblos originarios, UNAM/UACM, México, 2007.

 

*Socióloga, egresada de la UAM–Xochimilco.

 

El desarrollo de la gran modernidad en la Ciudad de México, orilla a cualquier visitante a constatar las influencias externas en su construcción cosmopolita. Pese a ello, admiran los vestigios de otros tiempos que no sólo quedaron sepultados por templos, lenguajes e imágenes, sino aún más, sepultados por una indiferencia manifiesta en la vida cotidiana y quizá en la incomprensión de lo que alrededor de la gran urbe, sucede a lo largo del año. Las ceremonias, ritos, tradiciones, etcétera, envueltas en un simbolismo profundo, hacen que los diversos barrios se mantengan en una presencia representativa que da significado a una lucha ancestral por la tierra y la armonía de sus ciclos, dotando así la vida de sus habitantes de una lógica construida por su comida, su siembra, sus dioses, sus raíces. Sería impensable en una sociedad con una dinámica democrática incipiente, que este proceso se viera afectado por la presencia insistente de ecos culturales y políticos que buscan participar, por el retroceso que implica; sin embargo, es por medio de estrategias de lucha, de la recomposición comunitaria en la estructura de cargos, en la recuperación de tierras y reconocimiento de títulos primordiales y la memoria mesoamericana, que es posible permanecer presentes no precisamente como un freno a ese dinamismo urbano, sino como el necesario reconocimiento originario en que se funda.

La compilación de este texto se orienta en varios pueblos de la Cuenca de México. Las investigaciones presentadas dan cuenta de diversos testimoniales que conforman las redes de solidaridad y convergencia, en la búsqueda por un prestigio estructural en el esquema de las actividades propias diseñadas a lo largo del ciclo anual, asociadas con las festividades religiosas impuestas por los primeros misioneros cristianos. Estas festividades se encuentran cargadas de simbolismos que si bien dan sentido a la conformación propia de su carga cultural, también se asocian a la posibilidad de encontrar lazos con la estructura gubernamental en su acercamiento participativo con jefes delegacionales. Se da cuenta de que el más alto rango de la estructura de las mayordomías como ser coordinador territorial, no sólo dota de prestigio al que tiene el cargo, sino a su familia y las actividades que realiza, a la importancia que reviste una alcaldía. Por ello, el diseño de los rituales anuales, reproduce etapas complejas de organización en que se penetra de manera adaptativa en el interior de la estructura política y religiosa, como una estrategia ancestral para la defensa del territorio y los bienes que la rodean. Pese a que esta insistente presencia ha llamado la atención de las autoridades por la voluntad conveniente en beneficio del partido político que se relaciona, han tomado conciencia sobre la situación que estos pueblos originarios guardan y conocer sus procesos políticos internos así como descubrir la alternativa que representan, en el proceso democratizador en la política tradicional de la Ciudad de México. Sin embargo, existe un vacío legal que no reconoce la designación y solidez comunal, pasando a colaborar en las funciones administrativas de facto. Esta necesidad de reivindicación como pueblos originarios, surge sin duda, por la expansión de la mancha urbana y el acelerado proceso globalizador.

En relación con el ensayo "El culto a los Santos en Milpa Alta: una aproximación a la conformación de una tradición religiosa y una identidad comunitaria en la Cuenca de México, siglos XVI–XVIII", resalta el hecho de la negociación política establecida entre los nahuas y la introducción del cristianismo a cambio de conservar su derecho a la tierra. Esta estrategia se realiza a partir de determinar los linderos entre cerros y manantiales, donde fueron construidas las iglesias de visita. Así, la organización comunitaria específicamente la ceremonial, estarían a cargo de la economía, donaciones, administración de la iglesia en bienes y actividades incluyendo el mantenimiento y la construcción así como la riqueza en ornamentos, vestimentas, etcétera, de todos los santos. Es importante, porque mediante estas negociaciones, se crea un nuevo proceso cultural donde surgen otras formas de dar sentido y significación a la religiosidad.

Desde un enfoque histórico, se realiza en un tercer ensayo, la narración sobre "Ajusco, agua y poder desde una perspectiva histórica". Ya los pueblos originarios venían desarrollando estrategias para contener los niveles donde brota el agua, para evitar la inundación en el centro del valle y crearon mecanismos del orden económico y social para llevarlo a cabo. Sin embargo, durante el periodo colonial se alteró este orden creando una ruptura en la autonomía local. En la lucha por el reconocimiento como comunidades, se reducen sus capacidades de control sobre el agua, afectados por el proceso de desarrollo y la red de tuberías para responder a la necesidad de dotar del líquido a una población creciente, cambiando así la fisonomía de la ciudad. La omisión de una gestión gubernamental efectiva para determinar la propiedad de 500 hectáreas, donde se encuentra el ojo de agua, hace que la fuerza de los diferentes intereses queden en disputa mediante nuevas conformaciones sociales, por la movilidad de las personas que habitan el lugar y la visión alternativa propuesta por los miembros de la Junta de Representantes del Ajusco.

Para explicar la conformación del sistema de cargos, un cuarto ensayo nos habla sobre "La mayordomía de los Reyes, Coyoacán". Explica que debido a la desecación de manantiales y canales, la población del área de Coyoacán cambió de ser agrícola a urbana y en esta nueva conformación, surgen dos tipos de organizaciones. La primera vinculada con los procesos de negociación política con los partidos y una segunda, involucrada con las celebraciones religiosas anuales. Ambas de carácter semi–independiente. La estructura del sistema de cargos de la comunidad, tiene que ver con el control del panteón comunitario. Existe un primer nivel de jerarquía horizontal que corresponde al grupo de consejeros; un segundo que se forma con asociaciones civiles y mayordomías; este último relacionado principalmente con el ciclo ceremonial del Señor de la Misericordia y otras festividades del año. Un tercer nivel se relaciona con los cargueros. La presencia de los pueblos originarios se hace patente en otros pueblos y sectores de la ciudad por su cohesión y organización, como fuerza de la tradición cultural expresada, en una extraordinaria capacidad de adaptación al contexto urbano, frente a formas de gobierno, federal y local.

En la "Memoria y tradición de San Juan Ixtayopan" se pone en juego el prestigio y razón del barrio en la búsqueda por sostener la nobleza de la sociedad azteca, reforzando la importancia por el cumplimiento de las costumbres, como una refundación de los pueblos debido al abandono revolucionario y el crecimiento urbano; en tanto lo social, resguardar el prestigio y en lo religioso, con las costumbres de los ceremoniales. Este pueblo también se conforma con los referentes del sistema de cargos, relaciones sociales que constituyen la jerarquía político–religiosa como eje de la comunidad con la celebración a la Virgen de la Soledad y a San Juan, en enero y junio, respectivamente, y que tienen que ver con los ciclos naturales. Sin embargo, la autora establece que los pueblos originarios enfrentan un momento importante de definición porque se reconoce su influencia en la vida de la ciudad, pero se realiza como un rechazo al modelo de vida impuesto. Con las fiestas, se reafirma la identidad individual de las pequeñas unidades (barrios) y la vida en comunidad, como siguiendo un patrón que descansa en las expresiones simbólicas colectivas, mientras se convierten en votantes en potencia. El ingrediente, la negociación.

Desde una más amplia expectativa, el ensayo relacionado con "La apertura de los posibles. Cosmovisión y ritual en Milpa Alta", nos proporciona un espacio para deliberar sobre la definición del concepto de cosmovisión entendido como las relaciones e ideologías construidas por ecos inconscientes de herencias culturales retransmitidas, pero en una propuesta revisada que incluye el nahualismo (cuerpo humano como modelo del universo), los rituales agrícolas, así como el espacio y sus vínculos con el tiempo y el cosmos. Autores como M. Heidegger desde la concepción de la fuerza motriz básica de acción y de toda existencia; Schelling, Hegel que se remite a la estructura de la existencia; el ideal de la misma desde la filosofía de Dilthey y la esencia de la cosmovisión de Jaspers y Sheler. El rito como cohesión. La representación y los rituales facilitan la comprensión, es decir, descubrir las conexiones entre el cosmos, la naturaleza, el cuerpo humano, la muerte, el uso del idioma, las emociones, los poderes y los dioses así como los deberes de los "hombres de costumbres" herederos de la tradición. Presente y pasado representado en la dualidad como desdoblamiento de las imágenes y rituales en la concepción mesoamericana, negando un sentido de sincretismo. Lenguaje simbólico con apertura a una adecuación y diálogo transmitido. Las enseñanzas de los que estuvieron para entender lo que seremos, siempre en armonía, en el tiempo, en la vida y muerte, en el camino, de los lugares... el que se va por más tiempo y el que cumple su ciclo más rápido. El doble que alcanza la conciencia y otra dormida mucho más amplia. De uno a otro, de la vida y sueño, el centli tonal, retener las palabras, pensamiento y obras, vida y muerte en un camino rojo trenzado, el tiempo corto. La magia presente en Milpa Alta; noción de equilibrio dual: arriba–abajo, calor–frío, vida–muerte expresado en espacio, sensaciones y el tiempo de la existencia.

La sobrevivencia colectiva de Enrique Florescano que guía la memoria social. Bergson, intuición y entendimiento como fuentes del conocimiento de la vida. Lo que le da valor a la sociedad humana en conjunto y la forma en que lo entiende y vive.

Una nueva visión desde el aula, en el ensayo "El ciclo festivo escolar en un pueblo del sur de la Cuenca de México" retomando el tema de la cosmovisión pero en sujetos escolares. La cosmovisión como matriz compuesta de dualidades, oposiciones y procesos generales, que rigen el pensamiento y la vida de una sociedad determinada, donde la historia se reinterpreta y actualiza. El sistema de cargos y la defensa de la tierra, ambas, como formas de organizaciones cívicas coloniales, permiten resignificar el pasado, recrearlo por la memoria colectiva, su comprensión mítica del mundo se construye en un proceso histórico, identidades expresadas en su religiosidad como rituales que regulan las relaciones sociales entre el pueblo mismo y otras regiones. Lo característico de un aula lo describe desde su propia estructura institucional: acomodo, decoración, olores, etcétera, que se ve modificada por sus propias historias y su retroalimentada interacción con otros. La socialización identificada por el lenguaje entre sus inmediatos y las autoridades. A través de las ceremonias observadas que le fueron permitidas como Honores a la Bandera, El Concurso del Himno Nacional y el Día de la Madre, denota una importante transmisión de las costumbres comunitarias por el docente rural, sensible a estas concepciones. En una apertura y diálogo constante enseñanza–aprendizaje se transmite el sistema de mayordomías, como una extensión cultural dinámica y los vínculos creados por la celebración del Santo Patrón, el ciclo festivo y la recreación del mito originario, aunado a ser y estar de esa escuela, cuyo nombre emblemático subyace el origen mismo de su conformación y permanencia. Los valores identitarios son reforzados por los valores institucionales como la escuela.

Por último, Mario Ortega Olivares presenta con mucho detenimiento el ensayo "Sistema de festejos, dualidad y rivalidad en Tzapotitlán". A lo largo del ciclo agrícola que comienza en febrero 2 con la fiesta de la Candelaria, asociando el ciclo cósmico con el año nuevo mesoamericano y el festivo–religioso donde se coloca al Niño Dios vestido en una charola, hace un recorrido sobre un trabajo de observación detenido, en que se inscriben en estos aspectos, las representaciones y significados asociados con instrumentos como varas de membrillo, la vestimenta, la comida, bailes, los castillos, las visitas a los panteones, las flores, las velas, la jicara, los huaraches, los padrinos. Romero, quelites y hierba seca que saltar. Explica la importancia para las familias y su transmisión, ocupar de manera indistinta en el sistema de cargos y su permanencia por largo tiempo, porque les da prestigio y se amplían contactos. Sin embargo, es para la fiesta de la Santa Cruz en mayo que se detalla con precisión la importancia del acompañamiento que realizan las personas mayores en estas comunidades de acuerdo con el autor: "según la leyenda, en el cerro de Tzapotitlán hay una tienda que abre sus puertas una vez al año exclusivamente. Si la encuentras puedes comprar todo lo que quieras, pero lo debes hacer con rapidez, pues si la puerta se cierra, caes dormido y no puedes salir hasta el próximo año. Cuando despiertas vas a tu casa, tus familiares te cuestionan: ¿dónde te metiste tanto tiempo? Las abuelas acostumbran discutir con sus nietos sobre qué mercancía convendría comprar; algunos dicen que maíz, otros que es mejor adquirir sabiduría". Existe una rivalidad entre los barrios de Santiago y Santa Ana y sus representaciones por ello, de la toma de una mesa directiva a otra explica, siempre se tiene que mejorar la anterior, la mejor banda, el mejor castillo, el más experto, brillar más que el delegado. Como empezar de cero por lo que todas las actividades y la experiencia ganada se pierde. Tener como cargo el coordinador territorial proporciona un rango moral muy alto en la solución de problemas.

Los juegos como el chamuco, los papalotes, la comida ancestral, las cruces, las leyendas, la cena baile para las madres, los alimentos diminutos para las mulitas, la siembra del cempasúchitl. Los mejores toritos. Una gama de contrastes representativos de las costumbres y tradiciones que permite al autor introducirse en la indagatoria sobre el árbol del zapote con fauces, plantado en la plaza central del pueblo y que representa una maqueta del cosmos mesoamericano.

En cada uno de estos trabajos, resalta la búsqueda del reconocimiento y el enraizamiento de los ecos reminiscentes de un origen que, no olvidado, sí transformado en nuevas manifestaciones negociadas, permite que las comunidades barriales, mantengan una cohesión y solidaridad ante los embates de las nuevas conformaciones sociales, económicas y políticas de su entorno. México sin duda, sigue una transformación vertiginosa, pero los límites entre la gran urbe y sus pueblos originarios, lo seguirán dotando de sentido propio, como una misión ancestral remitida por las historias de los que se fueron, para los que viven este presente.

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