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Argumentos (México, D.F.)

versão impressa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.21 no.58 Ciudad de México Set./Dez. 2008

 

Dossier: el petróleo, el gas y los bioenergéticos

 

El discurso geopolítico del petróleo como representación espacial dominante de la economía política internacional

 

Pablo Uc*

 

* Profesor adjunto de la Cátedra Nacional "Geopolítica y relaciones internacionales", y asistente de investigación en el Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos, Universidad de Guadalajara. Columnista en el diario La Jornada, Jalisco, sobre asuntos de la Agenda Internacional. Miembro de la Red de Integración de América Latina y el Caribe (Redialc).

 

Resumen

El petróleo no sólo constituye la piedra angular de la economía política contemporánea, sino además, la brújula del actual escenario de conflictos internacionales y del paradigma energético vigente. De ahí, que el análisis y deconstrucción del "discurso" de la economía política petrolera, desde las aportaciones de la geopolítica crítica, permita vislumbrar alternativas al modelo de dependencia petrolera dominante.

Palabras clave: petróleo, geopolítica crítica, discurso geopolítico, economía política internacional, paradigma energético.

 

Abstract

Petroleum, is not only the cornerstone of contemporary Political Economy, but also, the guide for understanding most of current international conflicts, and the operating energetic paradigm. That is why, analysis and deconstruction of political economy of petroleum's discourse, using Critical geopolitics theory, will allow to discover alternatives to the growing dependence on oil supplies.

Key words: petroleum, critical geopolitics, geopolitical discourse, international political economy, energetic paradigm.

 

INTRODUCCIÓN

La dinámica del sistema internacional en la primera década del siglo XXI, acrecienta la necesidad de reconsiderar a las fuentes energéticas, en lo fundamental a los hidrocarburos, como variables determinantes en la reconfiguración de la geografía política mundial. Es decir, la nueva geografía de los conflictos internacionales, la redistribución de alianzas estratégicas, las capacidades y límites de regulación de los Estados–nacionales sobre el mercado global, así como los efectos ambientales que genera la explotación de recursos naturales, entre otros temas (Nogué y Rufí, 2001).

El alza coyuntural en los precios del petróleo iniciada a fines del 2007 y a lo largo del 2008 alcanzando los "históricos" tres dígitos,1 ha generado una convulsión política y económica, intensificada por los medios de comunicación, en los principales países consumidores: Estados Unidos, China, India, Japón y los que conforman la Unión Europea (UE), y con particular énfasis a los países más pobres, altamente vulnerables a cualquier manifestación de crisis energética. Mientras tanto, las estratosféricas ganancias de la "oligarquía petrolera", dueña de las principales multinacionales en este ramo (Exxon–Mobil, BP–Amoco, Shell–Royal Dutch, entre las tres principales) y con influyentes cuadros políticos en los gobiernos de sus Estados sede (tal como lo representa la oligarquía petrolera texana en el Partido Republicano de Estados Unidos y en el actual gabinete ultra conservador de George W. Bush) son omitidas del debate sobre las causas reales que han motivado dicha coyuntura y sus principales beneficiarios. Considerando el aumento de la demanda energética por parte de los países en proceso intensivo de industrialización (los BRIC,2 por ejemplo) como causa principal de la misma.

A este panorama de elevados precios, no sólo del petróleo sino también de alimentos y de commodities en general (materia prima y mercancía comerciable) a causa de la alarmante especulación en el "mercado de futuros", se agrega la intensificación del debate ambiental, en un contexto en donde el suministro energético y el impacto que tiene su consumo en las emisiones de CO2, se han convertido en un tema de primer orden en la agenda global.

Distintas agencias especializadas (Oil & Gas Journal, Agencia Internacional de Energía, Global Security, la Organización Latinoamericana de Energía, etcétera), coinciden en señalar que los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) continuarán siendo durante las próximas décadas la fuente predominante de "la matriz energética a nivel global" (Ruiz, 2008). No obstante, de forma paralela la agenda internacional establece la urgente necesidad de un cambio de paradigma energético, capaz de reorientar de manera sustentable y equitativa un proyecto de seguridad energética global para el siglo XXI. De ahí, la importancia de identificar desde un enfoque crítico, las fuerzas y actores que determinan la actual economía política mundial, obstruyendo la transformación del orden establecido y la ejecución de alternativas sustentables.

En este trabajo, se establece la hipótesis de que el "discurso geopolítico petrolero", a través de sus representaciones y prácticas espaciales, es la base fundamental para entender el actual esquema de dependencia al petróleo. El cual, ha llevado a "naturalizar"3 la dinámica de violencia (guerras del petróleo), los intereses privados de la "petrocracia", los sistemas productivos de los países con el más alto consumo energético, y la degradación socioambiental y cultural que conlleva la explotación petrolera. Hasta convertirlos en la estructura dominante de la economía política internacional.

Por ello, el objetivo de este análisis es contribuir a la "deconstrucción"4 de dicho discurso petrolero, a partir del reconocimiento y análisis de sus representaciones y prácticas espaciales, acudiendo a las propuestas teóricas planteadas por el enfoque de la geopolítica crítica. Con el fin de apoyar al urgente proceso de "desnaturalización" del actual paradigma energético, sustentado en el violento y cada vez más insostenible escenario político, militar, económico y ambiental contemporáneo.

 

LA NOCIÓN DE DISCURSO GEOPOLÍTICO: ENTRE LA REPRESENTACIÓN DOMINANTE DEL ESPACIO Y LA REPRODUCCIÓN DE PRÁCTICAS ESPACIALES

La geopolítica crítica, es una disciplina orientada a descifrar la manera en que se ha llegado a construir el discurso espacial de las políticas exteriores de los Estados, y por lo tanto, las prácticas en la economía política internacional, a fin de trascender los enfoques de la geopolítica neoconservadora, vinculada a un saber instrumental y "enmascarador" de los intereses del Estado y las prácticas hegemónicas (O'Tuathail, 1998:7). De esta forma, la geopolítica crítica destaca cómo un conjunto particular de prácticas ha llegado a ser dominante, excluyendo paralelamente a otro conjunto de prácticas (Dalby, 1990). De ahí su compromiso en pensar éticamente la relación entre política y espacialidad, exponiendo la artificialidad de los discursos geopolíticos dominantes y su potencial deconstrucción (Preciado, 2007). De esta corriente teórica se desprende el concepto y la propuesta analítica de "discurso geopolítico".

La noción de "discurso" planteada originalmente por Michel Foucalt en sus trabajos sobre el discurso clínico, el discurso sexual y la historia de las ideas de Occidente, entre otros, ha sido considerada por diversos autores de la geopolítica crítica (Agnew y Cordbridge, 1995; O'Tuathail, 1998) como un referente adecuado para la definición de "discurso geopolítico". Dado que el poder del "discurso" deriva de su institucionalización y de su práctica, planteando un binomio entre lenguaje y poder, la expresión de discurso geopolítico alude a "la manera en que la geografía de la economía política internacional, ha sido escrita [la forma en que las representaciones geográficas han sido incorporadas e impuestas por las prácticas de las élites políticas] y leída [las formas en que son comunicadas] en las prácticas de las políticas económicas y exteriores de los Estados" (Cairo, 2006:13).

En otras palabras, el discurso geopolítico se refiere a la forma en que los intelectuales de Estado (intelectuals of the statecaraft), instituciones, regímenes y organizaciones internacionales (gubernamentales y no gubernamentales), así como las compañías trasnacionales privadas con gran poder comercial y financiero en el sistema internacional, espacializan la economía política mundial, transformando una representación y funcionamiento específico del mundo, en una práctica dominante y "natural", para los demás actores del sistema (O'Tuathail y Agnew, 1992:191).

El discurso geopolítico se fundamenta en una relación dialéctica y finalmente sintética o complementaria, entre las "representaciones del espacio" y las "prácticas espaciales". Las primeras involucran un conjunto de "códigos, signos y entendimientos" que generan las condiciones necesarias para que exista un diseño, uso y explotación del espacio y sus componentes (tales como la riqueza de los recursos naturales). Mientras que las prácticas espaciales, se refieren a la dinámica de los actores en lugares específicos y conjuntos espaciales interrelacionados, previamente impuestos y organizados para la producción económica y la reproducción social (Cairo, 2006:12). De esta forma, las condiciones espaciales de la vida material se conforman a través de sus representaciones, mientras que estas últimas adquieren su forma siguiendo los contornos espaciales de la vida material, de ahí su carácter dialéctico y complementario: las prácticas y las representaciones instituyen y son instituidas mutuamente.

Otro criterio importante propuesto por el programa de investigación de la geopolítica crítica, es que la geopolítica como disciplina, no es una singularidad sino una pluralidad, es decir, un ensamble de prácticas representacionales de la realidad espacial que son difundidas y puestas en práctica por los distintos actores del sistema internacional, a lo largo y ancho de las diversas escalas espaciales que lo componen. Por ello, sin dejar de reconocer a la geopolítica como la práctica impulsada por los intelectuales de Estado y demás actores dominantes del sistema internacional, la geopolítica crítica complementa este enfoque con la inclusión de los fenómenos culturales y sociales. Para ello utiliza una tipología de tres perspectivas útiles para entender el razonamiento geopolítico (O'Tuathail, 1998:4–5):

Geopolítica práctica: determinada por los líderes de Estado, instituciones políticas internacionales y la burocracia internacional que impulsa las políticas exteriores, determinando los distintos códigos geopolíticos.

Geopolítica formal: formada por una comunidad estratégica dentro de un Estado o un grupo de Estados (Think Tanks [despachos estratégicos nacionales y transnacionales], centros de investigación, cuerpos académicos universitarios, etcétera).

Geopolítica popular: fundada por los artefactos de la cultura popular trasnacional, a través de revistas, periódicos, novelas, producciones cinematográficas, caricaturas y medios de comunicación masiva en general.

De acuerdo con esto, la constitución de un discurso geopolítico se logra a partir de prácticas y representaciones espaciales dialécticas y complementarias, por lo que su análisis requiere identificar los componentes y la dinámica con que se construye una representación específica de la realidad, en este caso de la economía política petrolera mundial, desde un razonamiento multifactorial y complejo que ha llevado a tal discurso, en un imaginario dominante en la economía capitalista contemporánea.

 

EL DISCURSO GEOPOLÍTICO DEL PETRÓLEO: ANÁLISIS

Siguiendo a Edward Said (1998) la representación del mundo es construida de tal forma, que se establecen valores y jerarquías que sirven para justificar políticas directamente vinculadas con los intereses de los productores de la misma y el contexto histórico que se atraviesa. En el caso de este análisis, se trata de políticas belicistas para la obtención, incremento, protección y mantenimiento de los recursos petroleros y gasíferos, y la riqueza de la "selecta" oligarquía petrolera. Tal como lo representan las intervenciones estadounidenses en los últimos 20 años, hasta llegar al mapa de "guerras por recursos naturales" planteado por Klare (2001), en el que intervienen los principales países consumidores de energía y las empresas petroleras multinacionales.

En este sentido, las preguntas que necesitan ser respondidas son: ¿cómo han llegado a ser consideradas las prácticas violentas, una dinámica intrínseca en el mercado petrolero?, ¿de qué instrumentos se han valido los actores que moldean el mercado petrolero para "normalizar" dicha dinámica?

Considerando los elementos mencionados en el apartado anterior, es posible identificar las características del discurso geopolítico, a partir de sus representaciones y prácticas espaciales. Esto, con el fin de exponer su "artificialidad" y "deconstruir" el conjunto de intereses que impulsan la dinámica actual del mercado petrolero mundial, el escenario geopolítico de conflictos internacionales e intranacionales por los recursos fósiles, y un paradigma energético de enorme dependencia al petróleo, que impide la adopción de alternativas más favorables a los urgentes proyectos de sustentabilidad ambiental.

La metodología para lograr tal deconstrucción, se basa en la identificación y análisis, primero, de la representación del espacio petrolero. Y segundo, de las prácticas espaciales, que en conjunto "escriben" el discurso geopolítico petrolero, y su relación dialéctico–complementaria.

 

REPRESENTACIÓN DEL ESPACIO PETROLERO

Los "códigos, signos y entendimientos" dominantes del discurso geopolítico petrolero, se encuentran establecidos, por un lado, en el "mapa geoestratégico petrolero", trazado con criterios materiales (fronteras y regiones en torno a las zonas productoras y con las reservas petroleras más importantes) y conceptuales (mediante construcciones ideológicas y geografías binarias), alrededor del cual gravita la actividad política, militar y comercial de los actores determinantes en la economía política mundial.

Por otro lado, la representación espacial se encuentra sustentada en la arquitectura del régimen internacional petrolero (RIP) y el modelo de gran dependencia al petróleo, establecido como estrategia de seguridad energética estadounidense en 2001. De esta forma, ambas representaciones garantizan el diseño y uso del espacio petrolero.

 

MAPA ESTRATÉGICO PETROLERO

El trazo rector del mapa estratégico e imaginario espacial del petróleo vigente, es conducido por Estados Unidos y avalado, en una importante medida (aunque no incondicionalmente), por sus interlocutores en la alianza atlántica (la Organización del Tratado del Atlántico Norte: OTAN), y una importante cantidad de países que han firmado alianzas militares o comerciales con el mismo país, en América Latina, Asia Meridional, el Sudeste Asiático y África.

Las directrices de este trazo estratégico se han sustentado en dos grandes iniciativas de política exterior que gravitan alrededor de los hechos del 11 de septiembre de 2001 (11–S): el despliegue de una agresiva campaña por el acceso y control del petróleo mundial, y la "formulación–ejecución" de una guerra global contra el terrorismo (GWOT, por sus siglas en inglés) que derivó en la intervención militar en Afganistán en 2001 (Operación "Libertad Duradera"), la invasión unilateral de Irak en 2003 y la reestructuración de su posicionamiento estratégico en todo el mundo, dentro de su "Plan de Mandos Unificados". Progresivamente, la racionalidad y fundamentación de ambas iniciativas de política exterior, han expuesto su estrecha vinculación como vertientes de una misma estrategia (Klare, 2002).

a) Fundamentación material del mapa geoestratégico

La representación espacial inscrita en el código geopolítico5 estadounidense, puede ser identificada a través de las últimas modificaciones hechas a su "Postura Militar Global" (Global Defense Posture), el informe de la "Comisión de Revisión de la Estructura Militar en Ultramar" (Commission on Review of Overseas Military Structure) y el trabajo de la "Comisión sobre redistribución global de las bases de Estados Unidos" (Bases Closure and Realigment Commission) (García, 2007:2). Derivando en el ya mencionado Plan de Mandos Unificados, que se estructura en seis comandos (uno de ellos en proceso de operar plenamente), cada uno con su área de responsabilidad (en delante AOR, por sus siglas en inglés) y objetivos específicos (Mapa 1):

1. Comando Norte (Northcom). Establecido en octubre de 2002 como resultado de la creación del "Homeland Security", tiene su cuartel general en Colorado Springs, y su finalidad es el conducir operaciones para "disuadir, prevenir y eliminar amenazas y agresiones dirigidas a los Estados Unidos, su territorio e intereses dentro de su área de responsabilidad" (Northcom, 2008). Ésta comprende desde Alaska hasta la frontera sur mexicana, incluyendo parte del Caribe y 500 millas náuticas tanto del Pacífico como del Atlántico. En él se inscribe, por ejemplo, la reciente "Iniciativa Mérida" de apoyo a la lucha contra el narcotráfico en México, e inciden las agendas de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), en la que resalta el importante impulso a la integración energética Ottawa–México–Washington, que busca garantizar el abastecimiento de petróleo a este último, tomando en cuenta que Canadá y México, representan actualmente su primer y tercer proveedor de crudo, respectivamente.

2. Comando Sur (Southcom). Aunque su origen se remonta a inicios del siglo XX, su última reestructuración fue en 1999, al delimitar su AOR, no sólo a Centroamérica y el Cono Sur, Cuba y las Bahamas, sino también a los territorios europeos de ultramar ubicados en el Caribe. Además, amplió las proporciones espaciales de vigilancia marítima en el Atlántico y el Pacífico, al reactivar la cuarta flota en junio de 2008, que circunda el área marítima del Atlántico Latinoamericano (Southcom, 2008). Este espacio, además de representar su histórica área de influencia inmediata, impulsa proyectos de autonomía energética cada vez más importantes, tales como "Petroamérica" o la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), en el marco de la UNASUR, que amenazan la influencia estadounidense en la región.

3. Comando del Pacífico (Pacom). Su cuartel general se ubica en Honolulu, y su origen se remonta a 1947, en el contexto inmediato en que finalizó la Segunda Guerra Mundial. No obstante, los hechos del 11–S modificaron algunos de sus objetivos y su AOR, que ante la creación del Northcom (2002), quedó delimitada a 39 países del este y sudeste asiático, así como la responsabilidad compartida de Rusia con el Eurcom (Pacom, 2008), por lo que se concentra en el patrullaje de zonas vitales de los petroleros a través del océano Índico, el mar de China Meridional y el Pacífico Occidental. Se trata de un área vital para Estados Unidos, dada la competencia económica y energética, que representa el despliegue geopolítico de Japón, India y fundamentalmente China en las regiones productoras de petróleo.

4. Comando Europeo (Eucom). Tiene su sede en Stuttgart, Alemania, y su AOR ha sido una de las más dinámicas a lo largo de los últimos 50, dado que su misión central es la estabilidad no sólo de Eurasia, sino además de Oriente Medio y África, en lo que actualmente se denomina el "arco de inestabilidad" que va del Norte de África hasta Asia Meridional. La creación del Centcom en la década de 1980, y recientemente del Africom, han hecho que su AOR se delimite a 91 países (la más amplia, sin embargo, de todos los mandos), no obstante, a pesar de proceder mediante acciones conjuntas con estos dos comandos, sigue siendo el principal encargado de su coordinación y ejecución (Eucom, 2008). Al Centcom le corresponde una de las principales responsabilidades en la seguridad energética estadounidense y de Europa occidental: la seguridad de abastecimiento petrolero, en los territorios de tránsito más hostiles en la actualidad ("espacios desgobernados" según el Departamento de Estado estadounidense).

5. Comando Central (Centcom). Fue establecido hace dos décadas, en 1983, tiene su cuartel general en Tampa, Florida y su AOR abarca el Oriente Próximo en su acepción más amplia (28 países en su mayoría musulmanes, de la región del Golfo Pérsico, el Cuerno de África, la cuenca del Caspio y el Asia Meridional). Aunque posee pocas bases operativas propias y toma prestadas tropas de los demás comandos, tiene una posición fundamental en la guerra contra el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva. Sin embargo, la misión fundamental del Centcom desde su creación, ha sido la protección del "flujo global" del petróleo producido en su AOR (Centcom, 2008).

6. Comando Africano (Africom). Creado en 2007, es el mando zonal más reciente, y su entrada en acción como comando autónomo está programada para octubre de 2008, ya que actualmente depende del Eurcom. Las características de Africom se diferencian de los otros cinco, debido al perfil con el cual ha sido presentado, ya que responde a las categorías y nuevas prioridades globales y regionales de Estados Unidos: estabilidad y "buen gobierno", contraterrorismo, contrainsurgencia, y sobre todo, seguridad energética. Su estrategia se ha anunciado como la corrección de los errores cometidos en Afganistán e Irak, en el marco de la GWOT, por lo que busca "imple–mentar un amplio abanico de programas para el desarrollo y estabilidad política" (Africom, 2008). No obstante, de los 53 países que se insertan en su AOR, los que se ubican en África Occidental, específicamente en el Golfo de Guinea, son la prioridad del Mando Africano (por encima incluso de Darfur, Sudán; Kenia, Etiopía, Eritrea o Zimbabwe, que atraviesan graves crisis humanitarias). El objetivo es claro: proteger las fuentes de abastecimiento petrolero más importantes del continente para la seguridad energética estadounidense (García, 2008:6).

b) Fundamentación conceptual del mapa geoestratégico

Planteadas estas consideraciones físico–espaciales del mapa geoestratégico petrolero, es importante identificar la fundamentación geopolítica en términos de representación conceptual. Se trata de una tarea muy amplia, ya que cada región posee sus propias particularidades, por lo que este trabajo se acotará al análisis del imaginario creado a partir del proyecto denominado Iniciativa del Medio Oriente Ampliado y Norte de África (BMENAI, por sus siglas en inglés), zona en la que se concentran las principales reservas petroleras mundiales. Esta iniciativa, también conocida como el Gran Medio Oriente, fue presentada por el presidente estadounidense George W. Bush en la reunión del G–8 celebrada en Sea Island, Georgia en junio de 2004.

De acuerdo con Brook y Maleta (2005), sus objetivos son:

[...] liberalizar las estructuras económicas para insertar las economías locales en la lógica del mercado imperialista global; promover fórmulas políticas multipartidistas que rompan con las estructuras centralizadas que predomnan en los sistemas políticos de la zona ampliada; reformar el esquema sociocultural religioso hacia un Islam moderado; ofrecer vías de solución al conflicto árabe–israelí en beneficio de Israel y de su consolidación como pivote estratégico de Occidente en la zona; desarrollar el diseño político iraquí como modelo viable para las futuras transformaciones políticas de la región.

No obstante, lo que más destaca de esta iniciativa que atañe a 22 países, desde Marruecos hasta Pakistán, es que aglutina en un concepto estratégico a la zona que posibilita el acceso a un corredor petrolero que concentra 70% de las reservas de crudo mundial (Anexos I y II).

Por otro lado, lo que importa señalar en términos conceptuales, es que se trata de una representación que parte de criterios "anglocéntricos", que anulan el factor étnico y cultural con el que las propias naciones y pueblos se autodefinen, haciendo del enfoque anti–islámico, la base de la exacerbación religiosa en la que se concentran los criterios de la guerra, material y mediática, antiterrorista estadounidense, a fin de obtener garantías de seguridad energética. De esta forma, el BMEAI excede los límites que históricamente han definido al Medio Oriente en tres zonas: el Magreb, el Mashrek y la Península Arábiga,6 incorporando a países que no pueden ser considerados "árabes", tales como Israel, Turquía, Irán, Pakistán y Afganistán; Georgia, Arzebaiján y Armenia en el Cásucaso; Kazajstán, Uzbekistán, Tajikistán, Kyrgystán y Turkmenistán, en Asia Central e importantes áreas de influencia rusa.

De esta manera, la fundamentación conceptual del Medio Oriente Ampliado y Norte de África, se basa en un esquema de lo que Jhon Agnew (2005:26–27) denomina "geografías binarias", dado el proceso en el que se construye y define la identidad del Otro (en este caso el Medio Oriente), como contraposición al Yo (Occidente), desde criterios etnocéntricos excluyentes. Lo cual ocurre con un doble objetivo: reafirmar la "autodefinición" del Occidente cristiano–racional–"pacífico", como región y cultura dominante, en oposición a un Medio Oriente Ampliado, islámico–terrorista–"hostil". La definición del BMENA, está orientada a "petrolizar" un espacio geográfico y su particular cultura, a expensas de su "criminalización", llevando a crear un "nuevo referente conceptual cuyo propósito es disolver la identidad árabe y anularla, en aras de definir a un Medio Oriente útil a los intereses de Occidente e Israel" (Rogers, 2004).

Por otro lado, en los términos de la geopolítica realista, esta representación espacial es una clara reapropiación de los supuestos ideológicos del "Modelo geopolítico" de Halford Mackinder (1904), quien definió al centro de Eurasia, como el "corazón continental"o la región pivote fundamental, en torno a la cual girarían las pugnas centrales de la política mundial. En este caso, el mapa estratégico descrito arriba, principalmente el análisis conceptual, recorren el pivote regional euroasiático a la región del "Medio Oriente Ampliado" (considerado el arco primario de inestabilidad por el Centcom), en torno al cual se reorganiza un 'cinturón interior' desde Europa Occidental (considerada como el "arco de estabilidad" por el Eucom), así como un "cinturón exterior o insular" en el que las demás regiones gravitan. Por lo cual, es posible considerar que en el discurso geopolítico petrolero, el Medio Oriente Ampliado es el nuevo corazón continental (heartland).

Finalmente, cabe señalar que en conjunto, los criterios materiales y conceptuales en los que se fundamenta la representación contemporánea del discurso geopolítico petrolero, no sólo garantizan el "poder relacional" de Estados Unidos sobre las zonas productoras de petróleo con base en el uso de poderes duros (más tradicionales de la política del poder), sino también el "poder estructural" mediante el uso de poderes suaves e "inteligentes", sobre los distintos actores del sistema internacional (incluyendo la sociedad civil), que asumen una realidad espacial a partir de conceptos, definiciones e imaginarios de una ideología "determinista", creada para la obtención de beneficios específicos de la élite política y económica conductora del discurso petrolero.

 

Régimen internacional petrolero y modelo de dependencia

Si el mapa geoestratégico es la representación en la cual se desenvuelve la actividad militar de la economía política petrolera internacional, garantizando el acceso y uso de los espacios energéticos, el régimen internacional petrolero (RIP) constituye la arquitectura de los "códigos y entendimientos" que hacen posible la permanente "explotación" de los mismos. Esto, sin embargo, a través de una representación homogénea del mercado petrolero, al que se describe, se explica y dinamiza como un ente total y cuasi–orgánico. De esta forma, el RIP puede ser definido, desde la enunciación canónica en la teoría de relaciones internacionales, como el aglutinador de los "principios, normas, reglas y procedimientos de toma de decisiones en torno a los cuales las expectativas de los actores convergen" (Krasner, 1983:2) en el mercado petrolero mundial.

Elaborar un reconocimiento de cada uno de los elementos que constituyen el RIP, requiere de una discusión teórica exhaustiva que rebasa los objetivos de este trabajo. Lo que importa rescatar en este apartado, es la definición de los "principios del RIP", es decir, "las creencias de hecho, de causalidad o de rectitud" (Krasner, 1983: 2) en las cuales se sustenta el funcionamiento del mercado petrolero.

Si bien, existen varios parámetros para la interpretación de tales principios, un conjunto de creencias de hecho y causalidad que destaca en el discurso geopolítico petrolero, se encuentra ampliamente definido por el modelo de dependencia a los combustibles fósiles, fundamentalmente el petróleo. Dicho modelo parte de considerarlo como la alternativa indispensable para el sostenimiento de los modelos de desarrollo económico de los países en vías de industrialización, y el sostenimiento industrial de los países desarrollados. Esta premisa, dejó de ser una "alternativa" de modelo energético, cuando se transformó en una "condición" para el desarrollo económico–industrial.

Es cierto que tal determinación no es nueva, ya que la opción por el petróleo y el gas como principales fuentes generadoras de energía, se remonta a la Segunda Revolución Industrial a fines del siglo XIX, y a la decisión en 1912, del almirantazgo británico cuyo primer Lord era Winston Churchill, de hacer del petróleo el combustible que sus barcos de guerra usarían en adelante. Llevando a que el abastecimiento de petróleo se transformara en una responsabilidad del Estado, al ser parte integral de su "seguridad nacional" (Jones, 1981:9–31). No obstante, la manifestación más contemporánea del modelo energético petrolero, como paradigma energético dominante, se encuentra en la decisión tomada por la administración del presidente estadounidense George W. Bush en mayo de 2001, en que se dio a conocer el informe de la Política Energética Nacional (NEP, por sus siglas en inglés). A pesar de que existen varias menciones para un proyecto energético más "verde", no planteó la reducción del consumo del petróleo a escala nacional, aún más, el también llamado "informe Cheney", planteó la "expansión" de la economía petrolera estadounidense (NEP, 2001). Como tal, el dilema de la dependencia petrolera que actualmente atraviesa Estados Unidos, no es el resultado de un vacío en sus políticas de Estado, sino un deliberado proyecto que fue reafirmado en enero de 2006, cuando W. Bush afirmó que su país era "adicto al petróleo".

Esta fuerte dependencia al "oro negro", no sólo ha convertido a Estados Unidos en el mayor país consumidor en el mundo (23.5% del consumo mundial), sino que ha terminado por convertirse en el principal motor conductor de su política exterior (Kern, 2006). Al mismo tiempo Estados Unidos, que cuenta con el 5% de la población mundial y posee menos del 3% de las reservas probadas de crudo en el mundo, deambula entre la dependencia "sin riesgo" y la dependencia con vulnerabilidad. Ya que a pesar de haber intentado disminuir su dependencia de los países pertenecientes a la OPEP (la mayoría ubicados en el "arco de inestabilidad" o considerados hostiles a los proyectos estadounidenses, como ocurre con Venezuela), tras los atentados del 11–S, los últimos datos estadísticos del Departamento de Energía de Estados Unidos (2008) muestran lo contrario (Gráfica 1 y Anexo III), ya que la OPEP se ha convertido de nuevo en su principal fuente "proporcional" de importación petrolera, lo que aumenta de manera "relativa" su vulnerabilidad (considerando la alianza estratégica que existe con Arabia Saudita).

Finalmente, este esquema de dependencia al petróleo representa el conjunto de principios fundamentales en los que se basa la dinámica del RIP, traduciéndose como condición fundamental de crecimiento económico y desarrollo industrial en todo el mundo.

 

PRÁCTICAS ESPACIALES DEL DISCURSO PETROLERO

Es posible establecer al menos, tres ángulos desde los cuales se identifican las prácticas espaciales del discurso petrolero. El primero lo constituyen las intervenciones militares y guerras que aseguran la dinámica de explotación, abastecimiento y seguridad energética de los principales Estados consumidores de energía (véase el Anexo II), principalmente en el área del Medio Oriente Ampliado.

El segundo ángulo observa la ejecución de los elementos que constituyen el RIP antes planteado, especialmente mediante las prácticas de especulación en el mercado abierto y mercado de futuros. Así como mediante el aumento y disminución de laproducción de crudo para la fijación de precios a través de instituciones que funcionan como dispositivos que garantizan la reproducción, la estructura económica y la distribución asimétrica de los beneficios a sectores específicos de la economía–mundo. Finalmente, el tercer ángulo identifica la dinámica y consecuencias socioambientales que reproduce la explotación petrolera como actividad productiva.

 

Guerras del petróleo

Siguiendo con la identificación de la representación espacial del mapa geoestratégico que se describió anteriormente, es posible destacar las acciones militares de mayor impacto desarrolladas en torno a los espacios delimitados por los seis comandos zonales estadounidenses. En primer termino destaca el desenvolvimiento del Centcom, al cual le corresponde una zona de guerra activa, en donde a diario existen combates y bajas considerables de las fuerzas armadas estadounidenses y de fuerzas de resistencia interna.

Haciendo un recorrido histórico, al Centcom correspondió escoltar a petroleros kuwaitíes, en 1987; el despliegue de fuerzas en Arabia Saudí ante las amenazas de Irak que se encontraba posicionado en Kuwait en 1990; la operación "Tormenta del Desierto" y la maniobra "Salve María" en la Guerra del Golfo Pérsico de 1990–1991; la coordinación parcial del ataque e invasión a Afganistán con la denominada "Operación Libertad Duradera" en 2001; así como la ejecución de la reciente Operación "Libertad de Irak", en 2003 (Klare, 2004:20–1). Actualmente, es la base de los contingentes estadounidenses que ocupan las zonas de mayor resistencia por parte de la insurgencia iraquí.

Al revisar la Gráfica 2, es posible identificar las coincidencias existentes entre el comportamiento del precio del petróleo, las crisis financieras y los conflictos armados en el Medio Oriente. La congruencia que existe entre unos y otros no es producto de la casualidad, sino el resultado de una conexión directa entre los hechos económicos, fundamentalmente la apropiación de la riqueza energética y la violencia militar.

Muestra de lo anterior, es la reciente invasión a Irak por parte de Estados Unidos y la persistente (y progresivamente insostenible) guerra civil derivada de dicha acción unilateral; la violenta política militar de Moscú en la región de Chechenia; la irresponsable política de seguridad energética de China en Sudán, que causó un dramático retraso en la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, para enfrentar el genocidio de Darfur (Internacional Crisis Group, 2008); la crítica inestabilidad política interna que atraviesa Nigeria a causa de la insurgencia petrolera en la Delta del Níger (Uc, 2008); la avanzada secesionista de la oligarquía de la "Media Luna Ampliada" (rica en la producción de hidrocarburos) en el este de Bolivia, que amenaza con un potencial estallido de violencia interna; las permanentes tensiones militares entre Filipinas, Malasia, Taiwán y China por la explotación de recursos fósiles offshore7 en el mar de China meridional, entre otras tantas, a lo largo y ancho del planeta (Klare, 2001). Esto ha hecho que el petróleo represente un implícito (e ilegítimo) motivo de guerra (casus belli) a lo largo de las últimas décadas.

 

Mecanismos de fijación de precios: especulación en el mercado financiero y control de la oferta petrolera

El mecanismo fijador de los precios del petróleo, posee una doble matriz: la primera, "espacializada" en los países productores, fundamentalmente a través de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que posee la capacidad de influir en el aumento, caída o mantenimiento de los precios a través de la producción de crudo, valiéndose del mecanismo tradicional de mercado, basado en las leyes de la oferta y la demanda. Esto, por supuesto, no implica el divorcio entre la política y el petróleo, sino todo lo contrario, las bases de la denominada "petropolítica". La segunda matriz se caracteriza por desespacializar la economía petrolera mediante los flujos del mercado financiero internacional.

Las prácticas de especulación se ejecutan en torno a instituciones de intermediación conocidas con los nombres de "mercado abierto" y "mercado de futuros", que lograron (después de varios intentos) su éxito en las décadas de 1980 y 1990, no tanto por el volumen de petróleo efectivamente comercializado, sino por su capacidad de actuar como un vínculo entre proveedores y consumidores para producir información de precios (Uribe, 1997:99–100). En el mercado abierto se realizan transacciones sobre entregas a corto plazo (cargamentos de petróleo ya embarcado) y en el mercado de futuros se contrata con plazo de entrega a mediano y largo plazo (Giordano, 2003:60).

Estas prácticas especulativas lograron una gigantesca ampliación de ganancias mediante distintos instrumentos financieros creados exclusivamente para el manejo de fondos de riesgo en el mercado de futuros, tales como los swaps, forwards, etcétera, que al ser trasladados paulatinamente al mercado de commodities, causaron el actual drástico aumento en los precios del petróleo y alimentos básicos como el arroz, maíz, frijol, soja, trigo, etcétera,8 como se menciona en la introducción de este trabajo. De esta forma, lo que interesa destacar con este breve esbozo sobre los mecanismos utilizados para la fijación de precios, es que las prácticas geopolíticas no se circunscriben sólo al despliegue militar o a la diplomacia política, sino a un conjunto de prácticas económico–financieras que, muchas veces, son avaladas y creadas por la clase política dirigente de los países con mayor poder estructural en el sistema internacional. De ahí, que la consultora estadounidense Strategic Energy and Economic Research, calcule que de los US$80 hacia arriba, el precio actual del barril de crudo sea mera especulación (Justo, 2008).

Esta doble práctica espacial en el mercado petrolero está inscrita entonces en la "delirante especulación bursátil" con sede en varias instituciones clave del RIP, tales como el Mercado Mercantil de Nueva York (NYMEX, por sus siglas en inglés) y el Intercambio Internacional de Petróleo (IPE, por sus siglas en inglés) (Jalife, 2006:32); las bolsas de valores internacionales como Nasdaq o Bretch, además de las instituciones reguladoras de la producción, el consumo y el flujo del petróleo desde los países productores y consumidores: la OPEP y la Agencia Internacional de Energía (AIE) respectivamente.

No obstante, la desmaterialización de la economía política y el desvanecimiento del poder estatal, que pregonan los más ortodoxos enfoques sobre la globalización económica y financiera, se encuentran seriamente limitados y cuestionados. Muestra de ello es el hecho de que de las 20 principales empresas petroleras en el mundo, trece son estatales o mayoritariamente controladas por el Estado, y siete del sector privado. Más aún, de acuerdo con una reciente investigación del Financial Times coordinada por Carola Hoyos (12/03/2007), las siete principales empresas petroleras en el mundo contemporáneo son estatales, por lo cual se les ha denominado las "nuevas siete hermanas", en contraste con las siete hermanas privadas trasnacionales, que dominaron el mercado petrolero desde la década de 1920 hasta la de 1970.

 

Consecuencias socioambientales de la explotación petrolera

Las actividades de extracción a gran escala, como la explotación petrolera o la minería, han estado vinculadas desde sus inicios a la violación sistemática de derechos civiles, políticos, económicos y culturales, fundamentalmente en el ámbito colectivo de las comunidades que con el proceso de explotación de recursos, sufren una violenta irrupción de su espacio y cosmovisión. En el mismo sentido, los daños ambientales causados por el petróleo no se limitan al impacto y erosión territorial, sino a una profunda degradación ecológica y social.

Las perforaciones petroleras son causa permanente de contaminación, y no sólo en los casos de accidentes, ya que su práctica deteriora las costas y la plataforma continental, daña irreparablemente la flora y la fauna, y degrada la calidad de vida de los habitantes que viven en tal entorno. Tal es el caso de la Delta del Níger en Nigeria, los pueblos productores de Costa de Marfil, Ghana, Togo, Gabón, Congo y Angola en el occidente de África, o la misma zona productora de Veracruz, en México, por mencionar algunos ejemplos.

El Consejo de Defensa de Recursos Naturales (NRDC, por sus siglas en inglés), estima que en todo el mundo se arrojan al mar 600 000 toneladas de petróleo cada año: 30% proceden de las instalaciones petroleras, 60% de fugas y de la limpieza del fondo de los buques, y 10% de las mareas negras.9 Entre 2006 y 2007 se registraron siete grandes accidentes generadores de marea negra, lo cual da continuidad a un promedio establecido en la última década (Borrás, 2007).

Este esquema ha creado el binomio: petróleo–contaminación/pobreza/violencia. Con lo cual se hace urgente, no precisamente la satanización de una fuente de energía que ha sido la base de gigantescos progresos en materia de desarrollo industrial. Si no la resignificación de sus usos y los posibles "desusos" que las fuentes de energía alternativa podrían llegar a establecer de manera más contundente, a fin de reestablecer un equilibrio más armónico entre el espacio natural y las sociedades.

 

CONCLUSIONES: ¿ESPACIOS DE REPRESENTACIÓN?

El análisis elaborado, ha expuesto algunas de las principales características de las representaciones y prácticas espaciales del discurso geopolítico del petróleo. Por otro lado, resalta la relación complementaria y dinámica entre las estructuras que generan las condiciones materiales para el uso y reproducción de la explotación de espacios petroleros, así como de los instrumentos de los que se vale, y el imaginario creado y creador de las condiciones necesarias para legitimar el paradigma energético vigente. Descifrar tales impactos y relaciones es uno de los pasos básicos para deconstruir el discurso petrolero, que cada día se torna más violento e insostenible.

Ahora bien, una manera interesante de concluir este trabajo, es precisamente exponiendo una tercera categoría desde la cual sea posible, ya no sólo descifrar y analizar, sino proponer alternativas específicas al modelo dominante. Se trata de los "espacios de representación" los cuales son entendidos como "el conjunto de espacialidades utópicas desafiantes a las representaciones y prácticas espaciales dominantes" (Cairo, 2007:26). Estas pueden ser generadas tanto por proyectos estatales contrahegemónicos (tal como el proyecto venezolano de Petroamérica) como por la sociedad civil y organizaciones internacionales no gubernamentales, desde su experiencia diaria de inconformidad y el establecimiento de nuevas necesidades.

Los espacios de representación son generadores de contra–espacios capaces de proyectar su propia territorialidad, representación y mecanismos autónomos, más orgánicos y congruentes con las verdaderas necesidades globales de un proyecto energético sustentable.

Crear dichos espacios, sin embargo, requiere de una permanente confrontación con el modelo energético dominante, el cual posee los más poderosos instrumentos de sometimiento y apropiación de la realidad, basados en el actual orden geopolítico de globalización "militarizada". Trascender el actual imaginario de violencia cultural que ha causado el "choque de ignorancia", como denomina Edward Said a la concepción del "choque de civilizaciones" propuesto por Samuel Huntington como expresión del "pensamiento único" en la definición del actual (des)orden mundial, requiere forzosamente incidir en la transformación del discurso petrolero. Desnaturalizarlo, es el primer paso.

 

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Anexos

 

NOTAS

1  El precio del barril tocó los US$100 a principios del 2008, alcanzando un récord histórico de US$138 por barril el pasado 9 de junio (Oil&Gas Journal, 2008); mientras que varios analistas y líderes petroleros como Hugo Chávez, predicen que el precio llegará a los US$200 a fines del mismo año (Jalife, 2006:29).

2 El denominado bloque "BRIC" está integrado por Brasil, Rusia, India y China, y en conjunto consumen 18.2% del petróleo mundial, frente al 23.9% que consume Estados Unidos (BP Statistical Review, 2008:11).

3 La naturalización de un concepto o práctica política, económica o cultural, se refiere al proceso en el cual los criterios específicos con los cuales se explica la realidad, son presentados como la expresión de tendencias espontáneas y naturales del desarrollo histórico de la sociedad. Transformándolos en un pensamiento único que normaliza dicha realidad y anula los saberes y prácticas alternativas (Lander, 2003:11).

4 La deconstrucción es un concepto utilizado por el filósofo francés Jaques Derrida, para mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas, mostrando que lo claro y evidente dista de serlo, por o que lo "verdadero" en sí ha de darse en un plano histórico, relativo y sometido a las paradojas de las figuras retóricas de la metáfora. Por lo que se proponen lecturas alternativas de la realidad (Derrida, 1987:390–391).

5 Se refiere al conjunto de supuestos operativos geográfico–políticos, en los que se basa la política exterior de un país, toda vez que establece los "intereses de Estado", sus amenazas externas, y la respuesta y justificación a las mismas (Gaddis, 1989:22).

6 El Magreb: Marruecos, Sahara, Argelia, Túnez, y parcialmente Malí, Mauritania y Libia; el Mashrek Egipto, Israel, Palestina, Siria, Jordania, Líbano, Turquía, Irak e Irán; Península Arábiga: Arabia Saudita, Yemen, Kuwait, Qatar, Bahréin, Omán y los Emiratos Árabes Unidos (Boletín UE, 2002).

7 Se trata de una zona económica exclusiva de la plataforma continental que permite a los países ampliar considerablemente la exploración y extracción de crudo (upstream). La zona económica exclusiva es definida por la Ley Marítima de las Naciones Unidas (UNCLOS) como una zona adyacente a la costa territorial en la que un Estado costero tiene los derechos soberanos de explorar y aprovechar los recursos naturales existentes (Central Intelligence Agency, 2008).

8 En esta práctica especulativa ha incidido enormemente el despegue de la producción de biocombustibles, por parte de Brasil y Estados Unidos (principales productores mundiales), que en marzo de 2007 firmaron la denominada "Estrategia de Biocombustible para América Latina y el Caribe" orientada al financiamiento de tecnología para la instalación de plantas de etanol en países emergentes, fundamentalmente en América Latina y el Caribe (Zibechi, 2008).

9 Se denomina marea negra a la masa oleosa que se crea cuando se produce un derrame de hidrocarburos en el medio marino.

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