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Argumentos (México, D.F.)

versão impressa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.21 no.57 Ciudad de México Mai./Ago. 2008

 

Dossier: Crisis alimentaria: abundancia y hambre

 

De la crisis hegemónica y financiera a la crisis alimentaria. Impacto sobre el campo mexicano*

 

Blanca Rubio**

 

** Profesora–investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI II). Autora de Explotados y excluidos, publicado por Plaza y Valdés, 2ª. ed., 2003.

 

Resumen

El objetivo del artículo consiste en desentrañar el origen estructural de la crisis alimentaria mundial, distinguiendo los elementos coyunturales o de ruptura que la impulsan, de aquellos factores que inciden en la salida de la crisis y tienen por tanto un impacto estructural sobre el alza de los precios de los alimentos. Asimismo, se pretende demostrar que la crisis alimentaria dará paso a un nuevo orden agroalimentario mundial que está emergiendo y que generará cambios importantes en el ámbito agroalimentario nacional. Se analiza también el impacto de la crisis alimentaria sobre el campo mexicano, con el fin de demostrar que los grandes empresarios son quienes se han beneficiado del alza de los precios, mientras que los pequeños productores han sido afectados por el incremento en el precio de los insumos, y la ausencia de apoyos gubernamentales de aliento productivo.

Palabras clave: crisis alimentaria, crisis de hegemonía, crisis financiera, orden agroalimentario mundial, salida de la crisis.

 

Abstract

This article aims to unravel the structural origin of world–wide food crisis, distinguishing the short–term or rupture elements that strenghten it from those factors that affect its exit and have therefore a structural impact on the rise of food prices. Also, it tries to demonstrate that the food crisis constitutes the midwife of a new world–wide agro–alimentary order that is emerging and will generate important changes in the national agro–alimentary scope. The impact of the food crisis is also analyzed in rural Mexico, in order to demonstrate that it's the great rural entrepreneurs who have benefitted from higher prices, whereas the small producers have been affected by the increase in the price of the supplies, and the absence of governmental supports of productive impulse.

Key words: food crisis, hegemony crisis, financial crisis, world–wide agro–alimentary order, exit of the crisis.

 

INTRODUCCIÓN

El mundo rural y agroalimentario que perduró por más de 20 años ha terminado. Como toda fase que declina, arrastra consigo jirones de lo que fue, entremezclados con procesos inéditos que empiezan a configurarse. Lo viejo y lo nuevo se amalgaman en épocas de transición, preñadas de cambios, que trastocan el acontecer internacional, pero también el más cotidiano. Son las etapas de crisis.

Una gran cantidad de cambios mundiales se han precipitado en los últimos meses en el ámbito rural. Alza inusitada de precios de los bienes básicos, déficit alimentario en los países más pobres, revueltas de la población por el encarecimiento de los alimentos, proliferación de plantas de etanol, no sólo en los países desarrollados sino en los subdesarrollados; inusitados procesos de recuperación productiva junto con desabasto de productos básicos y financiarización de los bienes alimentarios; lo que genéricamente se ha dado en llamar, la crisis alimentaria mundial.

Para explicar este fenómeno, tanto en el ámbito institucional como en el académico, se tiende a enunciar una suma de procesos, como el incremento en los precios del petróleo, el aumento en la capacidad de compra de la población de China e India, el uso de los alimentos para la producción de agrocombustibles, las heladas en China y la sequía en Australia, así como la orientación de los fondos de inversión provenientes de la crisis inmobiliaria de Estados Unidos hacia las llamadas commodities alimentarias. Todos estos procesos derivan en el alza de precios de los bienes agropecuarios, que ha transformado completamente el panorama mundial.

Sin embargo, tales elementos —aparentemente aislados— tienen un causal común de origen estructural, que remite a una crisis de fase del capitalismo en el ámbito mundial expresada, entre otros elementos, en el declive hegemónico de Estados Unidos. Dicha crisis hunde sus raíces en el agotamiento de las formas de dominio y explotación que perduraron por más de 20 años.

En el ámbito rural, esta crisis generó el declive del orden agroalimentario global que había perdurado desde 1980 al 2000, dando origen con ello a un nuevo orden al que llamamos, energético financiero mundial. En este contexto, resulta fundamental distinguir los elementos de fractura del orden anterior que están incidiendo en la crisis alimentaria, de aquellos que constituyen elementos de emergencia del nuevo orden agroalimentario, pues ello permite desentrañar cuáles son de corta duración y cuáles constituyen los pilares de la nueva fase, y tienen por tanto una duración más prolongada.

Por lo anterior, el objetivo del presente artículo consiste en desentrañar el origen estructural de la crisis alimentaria, así como caracterizar el nuevo orden que emerge de las cenizas del anterior, a la vez que analizar el impacto que estos procesos tienen sobre el campo mexicano.

En el primer apartado se analiza la fase capitalista neoliberal y el orden agroalimentario global, mientras que en el segundo punto se aborda el declive de dichos procesos y el surgimiento de la crisis alimentaria. En el tercer punto se aborda el ascenso del orden agroalimentario energético–financiero, mientras que en el cuarto se analiza el impacto de dichos procesos sobre el campo mexicano. Al final se adelantan algunas conclusiones.

 

LA FASE CAPITALISTA NEOLIBERAL Y EL ORDEN AGROALIMENTARIO GLOBAL

A fines de la década de 1970 y principios de la de 1980 se instauró en el ámbito mundial el modelo neoliberal, que tenía su correlato en la fase de la internacionalización del capital, conocida como globalización. En estos procesos se debilitó la hegemonía económica de Estados Unidos, al volverse deudor neto de Japón en 1985, pero conservó su hegemonía político–militar sobre el mundo (Gutiérrez, 1992). Tal situación le permitió controlar el crudo mundial y, con ello, los precios del petróleo. De 1984 al 2003, los precios del petróleo nunca sobrepasaron el tope de 28.89 dólares por barril.1

El control sobre los hidrocarburos generó una larga época de estabilidad mundial, al tiempo que fue la base para una etapa de ascenso de la economía estadounidense, la cual durante la década de 1990 alcanzó una fase expansiva prolongada, más larga que la registrada después de la guerra de Vietnam (Dabat, 1994).

En el ámbito agroalimentario se desarrolló una forma de dominio de la potencia mundial sobre los países dependientes, sustentada en la desvalorización artificial de los precios de los bienes básicos. Aun cuando los reducidos costos del combustible permitían mantener de por sí bajos los precios de las materias primas de origen agropecuario, la política consistió en imponer en el ámbito internacional precios artificialmente devaluados.

Mediante el establecimiento interno de precios por debajo del costo, 40% en el trigo, 25% en el maíz, 30% en el sorgo (Mark, 2003), Estados Unidos generó una fuerte producción mundial orientada hacia las exportaciones, que le permitió avasallar las agriculturas nativas con los llamados precios dumpin, a la vez que compensaba a una reducida élite de sus productores con elevados subsidios.

Aun cuando dicha política surgió originalmente como un arma en la lucha por la hegemonía contra sus rivales europeos y asiáticos, la desvalorización alimentaria se convirtió a la postre en el mecanismo de dominio más eficaz de Estados Unidos sobre los países latinoamericanos.

Utilizando como instrumento de control los tratados de libre comercio, impuso una forma de dominio y subordinación sobre los productores rurales de los países latinoamericanos, mediante la competencia desleal de sus productos abaratados, proceso al que llamamos "explotación por despojo",2 a partir del cual las grandes empresas agroalimentarias arrebataron a los productores el excedente producido, pero además parte del costo necesario para reponer los medios de producción utilizados, impidiéndoles con ello reiniciar un nuevo ciclo productivo, pues a diferencia de los productores de los países desarrollados, ellos no contaban con subsidios compensatorios.

Los resultados de dicha forma de dominio resultaron devastadores para las agriculturas nativas de América Latina. En el caso de México, se observa que en la década de 1990, etapa en la cual se consolidó el orden agroalimentario global, la superficie dedicada a granos básicos disminuyó a un ritmo anual del –1.05%, mientras que la producción registró un virtual estancamiento, pues creció menos de uno por ciento, al registrar 0.96% anual. En cambio las importaciones de granos básicos crecieron en este periodo a la elevada tasa del 5.53% anual.3

La sustitución de la producción nacional por la importada se manifiesta en el hecho de que, mientras en 1990 sólo 19.8% del consumo aparente nacional de granos básicos provenía de las importaciones, ya para 2006, 31.5% era importado.4 En el caso del arroz se pasó de 37% del volumen importado en 1990 a 71% en 2006, mientras que en el del trigo de 8% a 56%. Por su parte el PIB agropecuario decreció al –0.26% anual durante el periodo de entrada en vigor del TLCAN (1994–2006).5

En cuanto a las unidades productivas, se observa un fuerte proceso de desestructuración que se manifiesta en el hecho de que, mientras en 1994 existían 4 millones de productores con rentabilidad, para el 2000 solamente quedaban 300 mil, que son aquellas grandes empresas dedicadas fundamentalmente a la exportación.

La explotación por despojo trajo un agudo proceso de expulsión de la fuerza de trabajo del campo mexicano que se expresa en la salida diaria de 600 campesinos que emigran hacia Estados Unidos y que ha generado ya un acumulado de cuatro millones de productores que dejaron el sector rural en una década. La migración rural es tan fuerte que ha generado un proceso de despoblamiento rural, pues según el Consejo Nacional de Población, la pérdida de población por migración es mayor a la pérdida por mortalidad.6

En este contexto, la forma de dominio impuesta en el orden agroalimentario global generó consecuencias desastrosas para los productores rurales mexicanos, quienes se convirtieron de productores de granos básicos en migrantes que aportan remesas para sostener a sus familias y al país, ya que dichos ingresos repatriados constituyen la segunda fuente de divisas, superadas solamente por los ingresos provenientes del petróleo.

 

EL DECLIVE DE LA FASE NEOLIBERAL Y DEL ORDEN AGROALIMENTARIO GLOBAL: LOS ELEMENTOS DE FRACTURA

La crisis de hegemonía de Estados Unidos se empezó a revelar con el declive del dólar como moneda referente universal y su devaluación en relación con las monedas fuertes como el euro y el yen. Con ello continuaba el declive hegemónico iniciado, como señalamos, cuando se convirtió en deudor neto en 1985. Sin embargo, el declive político militar se inició, sin lugar dudas, con la crisis energética mundial. Originalmente, la disminución de las reservas petroleras en dicho país y en su zona de influencia —México y el mar del norte—, llevaron a Estados Unidos a intentar apropiarse del petróleo del Medio Oriente, para lo cual impulsó la guerra en Irak. Sin embargo, la virtual derrota enfrentada en este país a principios del presente siglo, desató el alza de los precios del crudo, como una señal muy clara de la pérdida de control sobre el hidrocarburo mundial por la gran potencia. Tal declive reposicionó a los países de la OPEP, quienes retomaron una cuota importante del control del petróleo, con lo cual se fortaleció la tendencia al alza de los precios. De aquellos 22.9 dólares por barril, se pasó a 146 dólares el barril en julio del 2008.

El segundo causal de la crisis de hegemonía de Estados Unidos lo provocó la crisis financiera, disparada en el sector inmobiliario, la cual generó la fuga de los capitales especulativos que anteriormente se ubicaban en esta rama, hacia sectores con mejores oportunidades.

Las crisis energética y financiera desembocaron en la crisis alimentaria, toda vez que el aumento en los precios del petróleo elevó los costos para la producción de materias primas agroalimentarias, impactando al alza los precios de los bienes básicos alimentarios. A su vez, los fondos de inversión que no encontraron condiciones de rentabilidad en el sector inmobiliario, se orientaron hacia el terreno alimentario, convirtiendo a los granos como el trigo, la soya, el maíz y el arroz en objetos de especulación, con lo cual los precios de los alimentos se dispararon a un nivel sin precedentes. En un solo día el precio internacional del arroz subió 10% y un promedio de 50% en dos semanas (Naim, 2008).

Como puede verse en la Gráfica 1, los precios empezaron a subir desde el 2003, como resultado del aumento en los precios del petróleo, pero muestran un alza impresionante en 2007 y 2008, como expresión de lo que hemos llamado la "financiarización" de la agricultura.7

La crisis alimentaria azotó fuerte a los países con problemas de déficit alimentario interno en los cuales se hizo presente el desabasto o bien un alza inusitada de los precios que generó el descontento de la población. Se registraron protestas en Egipto, Camerún, Indonesia, Filipinas, Burkina Faso, Costa de Marfil, Mauritania, y Senegal en el África Subshariana pero también en Bolivia, Perú y, sobre todo, en Haití, donde los disturbios dejaron muertos y cientos de heridos, además de la destitución del primer ministro Jaques Edouard Alexis (Dierckxsens, 2008).

Desde esta perspectiva, la crisis alimentaria es parte de la crisis de hegemonía de Estados Unidos, y forma la tríada crisis energética, financiera, alimentaria, en la cual se manifiesta la ruptura de los mecanismos de control económico y militar de la gran potencia del norte.

Las crisis energética y financiera han dejado una secuela de guerra, quiebras, desempleo, etcétera, mientras que la crisis alimentaria traerá una cauda de quiebra de los productores que ahora se endeudan ante la atractiva alza de precios, así como hambre, desabasto y revueltas populares.

Los elementos de fractura que provocan la crisis alimentaria son de corta duración, toda vez que la burbuja especulativa sobre los precios de los alimentos no puede sostenerse indefinidamente, debido a la colosal diferencia entre la producción y su correlato de valor. "Una empresa estima que, el monto de dinero especulativo en futuros de commodities [...] fue menor a US$5 000 millones en 2000 y trepó a US$175 000 millones en 2007" (Grain, 2008).

Los actuales precios de los alimentos no se encuentran respaldados por su valor real, por lo que, en cuanto se satisfaga la demanda, empezarán a caer, con lo cual los fondos de inversión especulativa emigrarán hacia áreas más rentables. Sin embargo, los precios sólo caerán al nivel de por sí alto que tenían a partir de 2003, debido a que, como se verá mas adelante, existen factores estructurales emergentes que presionan al alza las cotizaciones, de tal manera que podemos afirmar que, la época de los precios bajos de los bienes agropecuarios y la desvalorización artificial de ellos, ha terminado.

 

EL ASCENSO DEL ORDEN AGROALIMENTARIO FINANCIERO–ENERGÉTICO: LOS ELEMENTOS DE RECOMPOSICIÓN

Como señalamos al principio, la crisis de hegemonía trae aparejados los elementos de ruptura junto con los emergentes, aquellos que constituyen los nuevos rasgos de la fase capitalista que está surgiendo, a la par con una nueva configuración de poder mundial.

Entre los elementos que dan pauta a la nueva geopolítica mundial se encuentran, en primer lugar, el ascenso de China e India como polos dinámicos emergentes, que tienden a disputar la nueva posición de hegemonía al gigante del norte. El enorme crecimiento de dichas economías con tasas del 9 y 10% en los últimos años generó, en primer término, un aumento muy fuerte de la demanda de petróleo, ya que dichos países no son productores importantes. La consolidación de este polo hegemónico apunta por tanto a sostener en el mediano y largo plazos el alza de los precios que trajo consigo la crisis energética.

En el terreno agroalimentario, el fuerte crecimiento de las economías asiáticas, trajo consigo el mejoramiento en la alimentación de la población, a partir del fortalecimiento de una clase media que demanda productos cárnicos y lácticos. En consecuencia, dichos países han impulsado al alza la demanda internacional de granos básicos y granos forrajeros para alimentar al ganado, ya que debido a las enormes poblaciones que poseen no tienen capacidad interna para abastecer su demanda. Este proceso ha impactado fuertemente los precios de los bienes básicos al alza, con la diferencia de que esta tendencia tiene un carácter estructural, ya que se prevé que el polo asiático tienda a consolidarse, con lo cual, se perfila que las altas cotizaciones podrán preservarse.

El otro andamio fundamental del nuevo orden lo constituye la utilización de los granos básicos como el maíz y las oleaginosas como la soya, colza, cultivos perennes como la caña de azúcar, etcétera, para la elaboración de agrocombustibles. En tanto esto último constituye la salida que están emprendiendo los países desarrollados ante la crisis energética.

Según un estudio realizado en Estados Unidos, la tasa de conversión de etanol es de 2.7 galones por bushel de maíz. Se necesitarán 2.6 billones de bushels de maíz para el 2010, 1.2 billones de bushels más de los que fueron consumidos en 2005. Se prevé entonces que este maíz vendrá de las exportaciones, con lo cual se reducirán fuertemente las existencias, por lo que la presión al alza de los precios se mantendrá como una constante (Baker y Zahniser, 2006:32).

En conclusión, la emergencia del polo asiático constituye una salida a la crisis de hegemonía de Estados Unidos, mientras que el impulso de los agrocombustibles es una salida a la crisis energética, ambos procesos apuntan hacia la configuración de un nuevo orden mundial, mientras que en el terreno agroalimentario configuran los pilares del nuevo orden.

Desde esta perspectiva, la crisis alimentaria dará paso a un nuevo orden agroalimentario, al cual llamamos energético–financiero, debido a que los bienes básicos pierden el sentido natural de ser utilizados para alimentar a la población y se tornan en insumos para la especulación y la producción de agrocombustibles.

Como señalamos, los fondos de inversión dejarán la rama agroalimentaria en cuanto no les sea rentable en el corto plazo, sin embargo, los factores estructurales de alza de precios que hemos mencionado, junto con la vulnerabilidad alimentaria de un amplio grupo de países (se calcula que 70% de los países subdesarrollados son importadores netos), constituyen el caldo de cultivo para recurrentes procesos de inversión especulativa en commodities alimentarias (Grain, 2008). Por ello, el factor especulativo tiende a convertirse en un rasgo estructural del nuevo orden.

En este contexto, el orden agroalimentario que tiende a surgir se sostiene sobre los siguientes pilares de desarrollo.

1. Una nueva división internacional agrícola del trabajo, en la cual los países desarrollados se orientan a la producción de bienes básicos destinados a la elaboración de agrocombustibles, sin descuidar su demanda interna, con lo cual reducen su rol de exportadores de dichos bienes como alimentos hacia los países dependientes. Los países subdesarrollados que cuentan con buenas condiciones para la producción de los bienes que son insumos para energéticos se insertan como exportadores de dichos bienes en bruto o elaborados hacia los grandes centros. Los países importadores de alimentos se insertarán con dificultades en el nuevo concierto mundial, ya que los encarecidos precios provocarán la pérdida de las divisas captadas por sus exportaciones.

2. Se fortalece la corriente proteccionista en los países desarrollados y emergentes, que genera barreras a la entrada de alimentos extranjeros, con el fin de proteger la soberanía política y alimentaria.

3. Los bienes básicos impulsados para agrocombustibles se desarrollan con base en el modelo del monocultivo, basado en agresivos paquetes agroquímicos, que atentan contra la diversidad productiva de los campesinos e indígenas y contra el medio ambiente.

4. Tiende a generarse un proceso de acumulación por despojo, en mayor medida en el terreno de los recursos naturales y de la tierra que en el valor de la producción campesina, toda vez que al volverse rentable la producción grandes empresas disputan la tierra, el agua y otros recursos de las comunidades y pueblos indígenas y campesinos.

5. El proceso agropecuario sustentado en los monocultivos y el aumento de la rentabilidad en los cultivos tienden a generar un fuerte proceso de concentración de la tierra, por lo que cobra de nuevo impulso el conflicto por la tierra.

6. El capital dominante en esta fase es, en gran medida, el que imperó en el orden agroalimentario global. Las empresas que constituían la punta de lanza de la explotación por despojo, grandes exportadoras de granos y semillas como Cargill, Archer Daniel Midland Company, etcétera, se posicionan como aquellas que impulsan la producción de agrocombustibles. En Estados Unidos, ADM produce 40% del etanol y Cargill se ha colocado también como una de las 10 primeras productoras de este combustible (García y Keleman, 2007:51). Asimismo, se constituye como capital dominante el capital financiero–especulativo que controla las commodities en las bolsas de valores.

7. Resurge la renta de la tierra debido al alza sostenida de los precios, así los productores ubicados en las mejores tierras y cercanos a los centros de comercialización de los granos obtienen un remanente sobre la ganancia media en forma de renta diferencial, que les permite consolidar sus empresas. Este ingreso se convierte en un motor fundamental de la recomposición del sector agropecuario mundial. Asimismo, debido a la transformación de los granos en commodities, se genera una renta financiera que es apropiada por el capital especulativo. Todos estos sobreprecios de los bienes agropecuarios generan las bases para una transferencia de valor de la industria a la agricultura frenando con ello el motor del desarrollo capitalista.

8. A pesar de que los altos precios pueden estimular la producción de los pequeños productores y devolverles el rol de depositarios de la producción alimentaria nacional para el mercado interno, solamente en aquellos países latinoamericanos que impulsen políticas de soberanía alimentaria, se desarrollará un proceso de reintegración de los pequeños productores en la economía. Esto sólo será posible con políticas que impulsen la distribución de subsidios a los productores, capacitación, crédito y mercados protegidos. Debido al incremento en los precios del petróleo, los insumos para la producción como fertilizantes, combustible, semillas y agroquímicos tienen ahora precios elevados que incrementan los costos, por lo que los productores no pueden insertarse al mercado sin apoyo de los gobiernos.

9. En aquellos países en los cuales impera una política neoliberal, el aumento de los precios y de los costos someterá a los productores a fuertes procesos de marginalidad, en tanto no existe la voluntad política de apoyar con recursos públicos la producción nacional.

10. Se genera una tendencia a fortalecer la soberanía y autosuficiencia alimentaria en aquellos países latinoamericanos que abandonan la política neoliberal, como un mecanismo indispensable para insertarse en el concierto mundial.

11. La importancia estratégica de la producción alimentaria y energética reposiciona a las organizaciones de productores en el ámbito nacional y mundial, por lo que se observa una tendencia a la recampesinización de los movimientos rurales, que habían tenido una orientación étnica y no clasista en el orden agroalimentario global.

 

EL IMPACTO EN EL CAMPO MEXICANO

LA POLÍTICA AGROPECUARIA DE RESPUESTA A LA CRISIS ALIMENTARIA

Nuestro país forma parte de aquellos en los cuales persiste la orientación neoliberal de la política económica, por lo que ante los cambios mundiales se ha formulado una estrategia de blindaje e impulso a las grandes empresas trasnacionales. Existen, por tanto, pocas posibilidades de remontar en el corto plazo nuestra condición de país importador de alimentos.

Las señales del mercado obligan a aquellos países que intenten insertarse exitosamente en el nuevo concierto mundial, a fortalecer su capacidad alimentaria interna con el fin de depender lo menos posible de las fluctuaciones internacionales. Sin embargo, el gobierno actual ha tomado el rumbo de fortalecer la apertura comercial de nuestro país.

El lunes 25 de mayo de 2008, Felipe Calderón anunció su programa para enfrentar la crisis alimentaria, que consiste en la apertura total del mercado nacional a la importación de maíz, arroz, sorgo y pasta de soya de cualquier parte del mundo, reducción a la mitad del impuesto a las compras externas de leche en polvo y adquisiciones de frijol libres de arancel; financiamiento a los productores integrado por 20 mil millones de pesos para la compra de maquinaria y equipo, comercialización de fertilizantes a precios accesibles a través de las 271 tiendas de Diconsa, modernización de los sistemas de irrigación, apoyos a la cadena maíz–tortilla, integración de una reserva estratégica de maíz por Diconsa y aumento de 120 pesos mensuales al ingreso otorgado por el Programa Oportunidades que asciende a 535 pesos por familia.8

Este programa se inscribe en la línea de una salida de emergencia sin constituir un verdadero plan de aliento productivo para enfrentar la crisis. Primero, porque la apertura de las fronteras al resto de países que no pertencen al TLCAN, expresa el temor a que se restrinjan las exportaciones provenientes de Estados Unidos y sea necesario recurrir al resto de los países exportadores, hecho que evidencia la escasez y vulnerabilidad de las reservas internas.

Esta medida, al parecer desesperada, es poco afortunada, pues los países exportadores han restringido las exportaciones como es el caso de Kazajastán, Rusia, Ucrania y Argentina en el caso del trigo, y China, Vietnam, Egipto, India y Camboya en el caso del arroz, con el fin de asegurar el abastecimiento de sus propias poblaciones.

En cuanto a los recursos, van dirigidos fundamentalmente a medianos y grandes empresarios, pues se destinan a la compra de maquinaria, así como a la reducción del costo de los fertilizantes, sin impulsar un proyecto integral que contenga crédito, subsidios a la comercialización, capacitación, reducción de costos y garantía del establecimiento de precios justos para todos los productores.

Asimismo, continúa el carácter asistencialista de la propuesta, ya que en lugar de impulsar la producción de los pequeños campesinos, se siguen considerando como pobres, al incrementar en una reducida cantidad el subsidio a las familias de bajos ingresos. En este contexto, el programa carece de una respuesta estructural a un problema, que puede convertirse en el talón de Aquiles de su gobierno.

 

EL IMPACTO DE LOS CAMBIOS MUNDIALES EN LA SITUACIÓN DEL CAMPO

En este contexto,9 los cambios ocurridos en el plano mundial han generado, en primer término, un incremento de los precios de los granos básicos, el cual, sin embargo, tiene un comportamiento más moderado que el observado en el plano internacional, debido a que la fase comercializadora se encuentra controlada por unas cuantas empresas como Cargill, Maseca y Minsa (García y Keleman, 2007), quienes han frenado el alza interna de los precios con el fin de no afectar sus costos.

Como puede observarse en la Gráfica 2, los precios de arroz, maíz, frijol y trigo registraron tasas positivas de 2000 a 2007, superando los declives que presentaron en la década de 1990.

El aumento de los precios ha propiciado un proceso de reactivación en el campo, el cual se ha expresado en el ámbito productivo, pues mientras en la década de 1990 la superficie cosechada de granos básicos decreció al –1.55% anual, de 2000 a 2006 se incrementó en 0.55%, mientras que la producción que estaba prácticamente estancada con 0.96% anual en la década de 1990, registró un crecimiento del orden de 3.03%.10 Este crecimiento, sin embargo, no es homogéneo. Los cultivos que presentaron un crecimiento mayor son aquellos que estaban protegidos en el TLCAN, el maíz y el frijol, mientras que el trigo y el arroz registraron en el periodo 2000–2006 todavía tasas negativas.

La recuperación productiva, sin embargo, tiene un carácter desigual debido a las políticas públicas señaladas, con lo que se ha concentrado en algunos productores y entidades, sin que se observe una transformación más clara en la integración de la mayoría de los pequeños y medianos agricultores, o bien en la recuperación de la autosuficiencia y soberanía alimentarias.

Se observa que en el caso del maíz, los estados que registran mayor crecimiento en la producción en riego son aquellas de alto desarrollo capitalista como Sinaloa que registró 10.6% anual de 2000 a 2006, Michoacán con 10.9% y Tamaulipas con un elevado 27.4 por ciento.11

En cuanto al trigo, son fundamentalmente estados como Sonora y Baja California donde se registra un mayor crecimiento. Para 2008 se estima producir en Sonora 1.7 millones de toneladas y en Baja California 400 mil toneladas.12

Los grandes productores de maíz en Sinaloa y de trigo en Sonora, se preparan para exportar los granos atraídos por el alza de los precios internacionales. A pesar de que México ha sido un país deficitario en estos granos, ahora los atractivos precios externos generan mayor rentabilidad que los precios internos, por lo que se está danto la situación paradójica de volvernos países exportadores de granos con déficit interno. En el caso del trigo, las 400 mil toneladas de Baja California serán destinadas a la exportación.

Por otro lado, se están construyendo dos plantas para producir etanol en Sinaloa con capital mexicano y Holandés, una en Los Mochis y otra en Navolato, por lo que la producción de maíz para agrocombustibles empezará a competir con la producción para alimentos a partir de 2009, pues se pretenden utilizar 90 mil toneladas de maíz blanco, que es para alimentación, para producir 10.5 millones de galones al año. Además de estas dos plantas existen 35 proyectos de construcción de plantas para etanol en el país.13

De esta suerte, son los grandes productores que concentran los subsidios para la comercialización y el crédito, quienes han podido aprovechar el ascenso del orden energético global. En cambio los pequeños productores de granos no han podido insertarse como productores y aprovechar los altos precios mundiales. Esto tiene que ver, como señalamos, con la oligopolización de las empresas compradoras, así como con la distribución desigual de los recursos.

Sobre el primer aspecto, se impulsó un programa de compras anticipadas de la comercializadora estatal, ASERCA, con el fin de asegurar a los productores la colocación de sus productos, para lo cual se estableció un precio base anterior a la cosecha, que en el caso del maíz fue de 2 800 pesos la tonelada a principios de 2008.

Junto con ello, se ofreció un subsidio a las empresas compradoras para que acepten comprar internamente en lugar de importar el maíz. En este caso ASERCA ofreció un subsidio de 2 500 millones de pesos que equivale en promedio a 550 pesos por tonelada. Sin embargo, las empresas que controlan la comercialización se negaron a pagar los precios establecidos, pues prefirieron apostar a bajar el precio en la etapa de cosecha de mayo a julio, ante la sobreoferta que se desarrolla en estos meses.14

Tal situación y la compra de productos importados ha generado que los medianos y pequeños productores no cuenten con precios redituables, a la vez que el alza en el precio de los fertilizantes afecta fuertemente su rentabilidad, pues la tonelada de urea subió de 2 066.40 pesos en 2000 a 6 087.38 pesos en 2008.15

Los estados en los que se concentran los pequeños productores: Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, Puebla, Chiapas, y San Luis Potosí, absorben solamente 10.9% del crédito de avío para 2006.16

Además, en los escasos créditos orientados a los pequeños productores se imponen grandes dificultades para acceder a ellos, como es el caso del recién anunciado Programa de Inducción y Desarrollo del Financiamiento del Medio Rural, con un monto de 2 686 millones de pesos que opera con 60 intermediarios financieros y, además de establecer una serie de candados para su recuperación, abre la convocatoria sólo por seis semanas para recibir solicitudes.

Tal situación ha provocado que los pequeños y medianos productores continúen marginados de la producción, a pesar de que su aporte productivo es hoy más que nunca fundamental para el país.

 

AUTOSUFICIENCIA ALIMENTARIA

El cambio en las condiciones mundiales generó la disminución en el crecimiento de las importaciones de granos básicos, ya que mientras de 1990 a 2000 crecieron, como señalamos, al 5.53% anual, de 1990 a 2006 crecieron a 5.07%, fundamentalmente por el declive registrado en el arroz y el trigo.

Sin embargo, la apertura del TLCAN en enero de 2008, y con ello la liberalización de los aranceles, provocó que se dispararan las importaciones de maíz blanco en 384% en relación con enero de 2007, mientras que las de maíz amarillo para uso forrajero, almidones, fructuosa y botanas, crecieron en 1 888% respecto del año anterior.17

Antes de la apertura total del TLCAN, los ganaderos acostumbraban importar maíz quebrado para evadir con ello los aranceles impuestos a la importación de maíz entero. Ahora con la liberalización pueden importar el maíz sin quebrar, por lo que se han elevado fuertemente estas compras externas.

El incremento de las importaciones a precios elevados ha generado un déficit de la balanza de pagos agropecuaria, pues en 2007 se ubicó en 2 mil millones de dólares.18 Esto indica que, aun cuando se han elevado los precios de los cultivos de exportación, pesan más en el comercio agroalimentario de nuestro país las necesidades alimentarias que los excedentes exportables.

Tal situación ha repercutido fuertemente en el incremento del precio de los alimentos para el consumidor. En el periodo del actual gobierno, el índice de precios al consumidor de alimentos, bebidas y tabaco, creció 97.5% por encima de la inflación (Roudiño, 2008).

 

CONCLUSIONES

Hasta ahora, México no registra una situación de desabasto alimentario como ha ocurrido en más de una treintena de países, debido a las buenas cosechas, así como a la recuperación productiva que hemos mencionado. Sin embargo, ha empezado a resentir ya el alza de los precios de los alimentos, pues en el primer bimestre de 2008, los precios de la canasta básica se dispararon 20.5% (Suárez, 2008), en un momento en el que aún no se sentía en toda su dimensión el incremento inusitado de los precios internacionales.

Vale, por lo tanto, señalar que en nuestro país se ha impulsado una política que, en vez de solucionarlo, tiende a ahondar el problema, pues no se han tomado medidas integrales y de mediano plazo para subsanar el déficit alimentario que padecemos y que puede poner en riesgo no sólo el abasto nacional sino la soberanía política del país.

A pesar de que las organizaciones campesinas como la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas y el Consejo Nacional de Organizaciones Rurales y Pesqueras, El Barzón y la CNC, impulsaron el 31 de enero una marcha multitudinaria que convocó a más de 100 mil personas para exigir la renegociación del TLCAN y una política integral de desarrollo rural, el gobierno no atendió sus demandas.

Ello demuestra que no existe una voluntad real del actual gobierno por fortalecer la producción alimentaria nacional integrando a los productores rurales, lo cual nos coloca como un barco de papel en el mar inestable de la crisis alimentaria mundial.

Aun desde la perspectiva de la competencia capitalista, los países emergentes se han dado cuenta de que en las nuevas condiciones mundiales la seguridad y soberanía alimentarias constituyen un elemento indispensable para insertarse en el concierto mundial. Los países que no lo logren, quedarán a merced de las grandes potencias mundiales.

Desde esta visión, los pequeños campesinos son los únicos que podrán restablecer la perdida autosuficiencia alimentaria, pues se ha visto que los grandes empresarios prefieren exportar el trigo y el maíz ante los altos precios externos, o bien dedicar el maíz a la producción de agrocombustibles, por lo que un programa de recuperación productiva tiene que sustentarse, necesariamente, en los pequeños productores.

Por ello, la lucha por la soberanía alimentaria ha vuelto a unir a las organizaciones del fracturado frente, "El campo no aguanta más", en la Campaña "Sin maíz no hay país y sin frijol tampoco", en su segunda etapa que arrancará con una gran Asamblea Nacional por la Soberanía alimentaría en octubre de 2008.

Solamente la movilización organizada de los productores, en alianza con los consumidores, podrá poner en primer plano la cuestión alimentaria, algo que en otros países se entiende desde los gobiernos como una necesidad vital.

 

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DOCUMENTOS

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Calderón, Felipe, Primer informe de gobierno, Anexo Estadístico, Presidencia de la República, México.

Imagen Agropecuaria, "Visión del campo y los agronegocios" (www.alimentaria–mexico.com).

Sgeral (www.mst.org.br).

Teorema Ambiental (www.teorema.com.mx).

 

NOTAS

* Trabajo realizado gracias al apoyo brindado por Priscilla del Castillo en la búsqueda y sistematización de la información estadística y hemerográfica.

1 Datos elaborados con base en International Monetary Fund (IMF). Tipo de crudo. West Texas Intermediate [www.imf.org], 2007.

2 Por "explotación por despojo" entendemos una forma de explotación en la cual no solamente se extrae al productor directo el excedente producido, sino que, merced a las importaciones abaratadas, se extrae parte de lo que utilizó en los costos de producción, con lo cual se establece, además de un acto de explotación, un acto de despojo que impide al productor reiniciar un nuevo ciclo productivo y acaba desestructurando las unidades productivas. Para un tratamiento más amplio del tema véase Rubio, 2006.

3 Datos elaborados con base en Felipe Calderón, Primer informe de gobierno, Anexo Estadístico, 2007.

4 Idem.

5 Idem.

6 La Jornada, 4 de mayo de 2007.

7 Entendemos por "financiarización" de la agricultura mundial el proceso a partir del cual los precios de los alimentos se establecen en función de las inversiones especulativas en las commodities alimentarias, como precios a futuro, proceso en el cual se compran por adelantado los bienes básicos, apostando al alza de las cotizaciones, hecho que desvirtúa por completo el establecimiento económico de los precios.

8 La Jornada, 26 de mayo de 2008, México.

9 Debido a que los datos estadísticos solamente llegan a 2006, no es posible observar en toda su dimensión los cambios mundiales que están ocurriendo.

10 Datos elaborados con base en Felipe Calderón, Primer informe de gobierno..., op. cit.

11 Idem.

12 Imagen agropecuaria, 19 de abril de 2008.

13  Teorema ambiental, núm. 68, 10 de abril de 2008.

14 Imagen agropecuaria, 25 de enero de 2008.

15 Datos de Sergio Iván Polanco López, "La Jornada del Campo", núm. 7, 8 de abril de 2008.

16 Idem.

17 Imagen agropecuaria, 15 de abril de 2008.

18 Imagen agropecuaria, 19 de febrero de 2008.

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