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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.21 no.57 Ciudad de México may./ago. 2008

 

Presentación

 

El discurso del sentido común asocia fácilmente la alimentación con las dietas, las costumbres alimenticias y también con las hambrunas en países africanos. Pero más allá de este triángulo de lo correcto, lo exótico y lo lejano, existen numerosos y amplios espacios relacionados con la alimentación. Están los importantes temas de la producción agropecuaria, el tipo de selección de las plantas, el proceso de transformación de los alimentos, los mercados de productos del sector primario, el costo, disponibilidad y acceso a los alimentos de buena calidad, etcétera. No solamente extiende sus ramificaciones en múltiples direcciones, sino que la alimentación en su dimensión social, es también una problemática crucial que concierne a la calidad de vida de los seres humanos.

Al hablar de crisis alimentaria se hace referencia a una serie compleja de fenómenos interdependientes, que incrementan de manera peligrosa las asimetrías entre los individuos y entre los grupos. Las desigualdades se manifiestan principalmente en la propiedad agraria, la producción de alimentos y la productividad de los cultivos, los riesgos naturales (climáticos y plagas), el acceso a los mercados, el volumen y la calidad de los productos alimenticios disponibles, los apoyos gubernamentales a los productores y/o consumidores nacionales. Aunque difícil de caracterizar con precisión, la noción de "crisis de la alimentación" remite más allá a una amenaza real de reducción de la disponibilidad y de limitantes importantes al acceso de alimentos para el sector más pobre de la población, cuyas consecuencias tocan la degradación de la condición humana en su conjunto. Este aumento de la pobreza alimentaria es una situación cuya inminencia es anunciada públicamente por organizaciones internacionales, ciertos sectores de la iniciativa privada y de las organizaciones sociales.

El presente número de la revista Argumentos trata precisamente de plantear y responder a cierto número de interrogantes relativas a la actual crisis de la alimentación. El ensayo de Armando Bartra aborda la carestía de los alimentos desde una perspectiva global, al señalar la volatilidad de los precios de los productos agropecuarios debido al juego bursátil internacional, al elevado precio del petróleo que acrecienta indirectamente las desigualdades entre las regiones y los grupos sociales, al deterioro del medio ambiente que incrementa el número de ecorefugiados, y también el fin del modelo energético que marca una ruptura con el paradigma de la agricultura industrial.

Compartiendo esta opinión crítica, Blanca Rubio señala que el nuevo orden energético financiero mundial está basado en la acumulación por despojo realizada por Estados Unidos, país que utilizó en su provecho los tratados de libre comercio para volver más dependientes a países como México. Para esta investigadora, la crisis de la hegemonía estadounidense es el detonador de la crisis alimentaria mundial que hunde a millones de seres en la pobreza, mientras las empresas trasnacionales del sector agroalimentario ven reforzado su poder económico y político.

La reorientación de una parte de la producción mundial de granos básicos como el maíz hacia la producción de etanol, es un tema que tratan detalladamente Arcelia Gónzález y Yolanda Castañeda, quienes explican que la obligación de reducir la emisión de dióxido de carbono por parte de los países firmantes del protocolo de Kyoto y la disminución de las reservas de combustible fósil, son factores que originan la Ley de Promoción y Producción de Bioenergéticos en México que busca disminuir la contaminación ambiental con la aplicación industrial de nuevas tecnologías (sin perder de vista los intereses económicos de las corporaciones internacionales). Pero por otro lado, la reorientación de la política energética de los países industrializados trae como consecuencia el incremento de los precios de los granos básicos, lo que provocará una reducción dramática en el abasto en productos agropecuarios de las poblaciones de menores recursos.

Por su parte, Araceli Rendón y Andrés Morales muestran que en el caso de la empresa mexicana trasnacional Gruma, mayor productor y distribuidor de tortillas y harina de maíz en el mundo, su estrategia de crecimiento contempla de manera muy marginal el apoyo a pequeños productores. Gruma se ha consolidado sobre todo gracias a su alianza con ADM, empresa estadounidense dueña de los molinos de harina más grandes del mundo, su presencia en los mercados centroamericanos, europeos y asiáticos, así como su participación accionaria en el sector financiero como accionario de Banorte.

Frente a esta visión mercantil deshumanizada de los alimentos, Marie Claude Brunel muestra cómo la comunidad oaxaqueña de Santiago Quiotepec ha llegado a perder su autosuficiencia alimentaria. La orientación de la producción hacia los mercados locales mediante la adquisición de paquetes tecnológicos y créditos de Banrural, si por un lado permitió a las familias vivir en una modesta prosperidad durante algunas décadas, por el otro contribuyó al deterioro ambiental, incrementó la dependencia de los pobladores con agentes externos y, sobre todo, fragmentó el tejido social con la difusión del individualismo. En la actualidad, los pequeños productores de limón, los que no han migrado todavía, buscan alimentar a sus familias con estrategias económicas de muy corto plazo, que amenazan la reproducción de los recursos naturales de la comunidad. En esta lucha diaria para sobrevivir, las mujeres desempeñan un papel clave.

Desde las perspectivas de género, Ivonne Vizcarra analiza los discursos de las agencias internacionales a partir de cuatro referentes: comer para vivir, trabajar para comer, vivir para existir y "hoy comemos, mañana también". Este reconocimiento mundial de la feminización de la agricultura ha permitido desarrollar la idea de una feminización de la pobreza, la cual se manifiesta en la pobreza alimentaria. Si bien los programas de combate a la pobreza aceptan la visibilidad social de las mujeres de bajos recursos, al mismo tiempo omiten su invisibilidad política, por lo cual estos programas siguen alimentando indirectamente la exclusión de género. Asimismo, la investigadora nos deja con la idea de que una madre que nutre es una madre que sufre frente a las graves desigualdades sociales que constriñen su desempeño en la alimentación.

El conjunto de artículos que presentamos en este número de Argumentos aporta, por tanto, diversos ángulos de análisis para comprender la actual crisis alimentaria y con ello, esperamos contribuir tanto a prefigurar los debates que construyen los problemas respectivos y futuros, así como a plantear alternativas viables de solución.

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