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Argumentos (México, D.F.)

Print version ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.19 n.51 Ciudad de México May./Aug. 2006

 

Aportes de investigación

 

Autobiografías y género

 

Autobiographies and genre

 

Elsie Mc Phail Fanger*

 

* Profesora–investigadora, Departamento de Educación y Comunicación, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

 

Resumen

Sea por tradición o por pretensiones de objetividad, las ciencias sociales y las humanidades han omitido cualquier referencia al autor(a) responsable del proceso de investigación. Este vacío ha sido motivo de reflexión en los estudios de género, que han dado visibilidad al sujeto. En este artículo presento la metodología de la "autobiografía asistida" como un recurso para trazar el origen, contextualizar el tema de investigación y recuperar los lazos olvidados del sujeto con su objeto de estudio.

 

Abstract

As tradition or apparent objectivity, the social sciences and the humanities have omitted any reference to the author, responsible of the research process. This emptiness that the lack of subject represents for research has motivated reflection in genre studies, giving visibility to the subject, providing personal links with the object under study, and giving life and foundations to that object. In this article I present the methodology of assisted autobiography as a resource to trace the origin, give context to the topic of investigation and recover the forgotten bonds of the subject with the research topic –the object under study– which is removed in the way of "subjective unpolluting" which is frequently demanded from academic work.

 

Résumé

Que ce soit par tradition ou par prétention d'objectivité, les sciences humaines et sociales omettent en général toute référence à l'auteur responsable du processus de recherche. Ce vide a suscité, dans le cadre des études féministes, une réflexion qui a donné une visibilité au sujet. Dans cet article, je présente la méthodologie de "l'autobiographie assistée" comme un outil pour retracer l'origine d'un projet, contextualiser le thème de recherche et récupérer les liens oubliés du sujet avec son objet d'étude.

 

MUJERES Y HOMBRES DE CARNE Y HUESO

Sea por tradición, buen gusto, falsa modestia u objetividad aparente, las ciencias sociales han omitido cualquier referencia a los autores responsables del proceso de investigación. A imagen y semejanza de las ciencias duras, las ciencias sociales han preferido el uso impreciso del "se" —pronombre indefinido, empleado como forma intransitiva en tercera persona del singular— para asegurar la impersonalidad del sujeto: "se investigará, se realizará, se observará", etcétera. Con ello "se" garantiza la asepsia e imparcialidad de la investigación y el anonimato al enunciar los objetivos con el verbo en infinitivo —"describir", "comparar"—, borrando toda huella de identidad del sujeto y su pronombre personal. En muchos casos ha sido aceptable lo que en inglés se conoce como "the humble we" (el modesto nosotros) que hace referencia a un conjunto anónimo, a ratos anodino e incierto, de personas responsables de la investigación. Esto produce por lo menos dos reacciones en los lectores: o piensan que se diluye la responsabilidad individual o suponen que el trabajo obedece a un esfuerzo de democratización del proceso investigativo en donde desparecen jerarquías y "todos somos iguales".

Es cierto que este vacío del sujeto en la investigación social ha sido motivo de reflexión en los estudios de género, dándole visibilidad y reivindicando con su presencia los vínculos personales con el objeto de estudio al cual han dado vida y sustento. Por ello, este artículo intenta recuperar algunos ejemplos en donde la "experiencia autobiográfica" ha sido un recurso útil para volver al origen y dar contexto al tema de investigación, rescatando así los lazos olvidados del sujeto con su objeto de estudio, mismos que se resquebrajan a lo largo del camino de asepsia analítica y "descontaminación subjetiva" que la mayoría de las veces exige el trabajo académico.

En este artículo se describen casos en los que se ha propuesto dicha metodología para "desatorar" o, como diría Don Quijote, "deshacer entuertos", que en el camino se van construyendo como obstáculos impuestos a lo largo del proceso de conocimiento y que marcan una escisión entre el sujeto que investiga y el ser humano —de carne y hueso— que elige su tema de investigación. Como es poco probable que esta elección sea casual, resulta por ello impactante que a lo largo del tiempo haya una separación vivida en momentos como alienación —extrañamiento, pérdida del sentido o de la identidad— entre lo que elegimos como objeto de estudio y el tema en sí, especialmente cuando se opta por el género como perspectiva de análisis. Por ello señalo algunos de los caminos que ha recorrido la autobiografía, como género que relata la vida de una persona escrita por ella misma, y que ha sido de utilidad para legitimar su pertinencia en el mundo académico.

 

LA AUTOBIOGRAFÍA Y EL GÉNERO

Hasta fines de 1960 y gracias al trabajo de James Olney, la autobiografía fue considerada un género con rango de igual valía que otros géneros literarios, ya que por mucho tiempo fue calificada peyorativamente por su carácter "doméstico" (Olney, 1980).

Desde San Agustín, pasando por Montaigne, Rousseau, Nietszsche y Dilthey, quien hacia finales del siglo XIX había llevado al más alto honor a la autobiografía como forma germinal del conocimiento histórico, ésta se ha utilizado para contar la vida de santos y "hombres ilustres" (Ferraris, 2000:13). Actualmente se utiliza como género con mayor presencia, no sólo entre varones sino entre mujeres, para recoger las vivencias, prácticas y concepciones del mundo de quien escribe y narra sobre su vida. Semejante a la superficie de un espejo, la autobiografía refleja la identidad y en el caso específico de las mujeres "nos acerca a la representación de su subjetividad y de su propia experiencia" (Lau, 2005:1). Con éxito ha sido utilizada en los estudios acerca de mujeres, porque reivindica el mismo punto nodal en el rescate del sujeto femenino, para poner en primer orden el asunto central del pensamiento crítico contemporáneo y la problematización de su subjetividad.

En su libro, Bella Brodzki y Celeste Schenck (1988:2) revisan un conjunto de autobiografías, en su mayoría escritas por varones y definidas por ser representativas de su época y "espejos de su tiempo", ejemplos a seguir. En ellas detectan rasgos androcéntricos, como equivalencias entre humanidad y masculinidad en San Agustín, Henry James o Roland Barthes. En el caso del primero, detectan una "tradición masculina" en la descripción sobre su propia universalidad, repre–sentatividad, su papel de vocero de una comunidad; incluso es él quien destaca la capacidad de espejear que tiene su autobiografía. Brodzki y Schenck analizan las Confesiones, en las cuales San Agustín se identifica explícitamente con la divinidad masculina, y la contrastan con la autobiografía de la hermana Margory Kempe, quien describe una serie de relaciones con la divinidad, pero nunca se representa a sí misma como analogía. Afirman que la sola autoridad que reviste a la autobiografía masculina se deriva del supuesto —asumido tanto por el autor como por los lectores— que la vida escrita y leída es ejemplar, como es el caso de Jean–Jacques Rousseau, quien clama originalidad y primacía en su autoconfesión sobre una vida falible, cuya escritura tiene la certeza de tener un conjunto asegurado de lectores. En su mayoría, las autobiografías masculinas analizadas por las autoras reposan sobre el ideal occidental de una subjetividad inviolable; las femeninas en cambio, dan cuenta de la ausencia de tradición, la marginalidad y fragmentación social, política y psíquica y, en general, su carencia del sentido de individualidad. Al mismo tiempo registran su capacidad para descubrir la identidad femenina, al reconocer la presencia real, el reconocimiento y la identificación del otro. Nancy Chodorow afirma que lo anterior se debe a la relación madre–hija que experimentan las mujeres, en donde el sentido del yo es continuo con los demás y su experiencia es percibida de manera relacional.

 

ESPEJITO, ESPEJITO

El arquetipo de mujer ha sido analizado en la tradición de los cuentos infantiles antiguos que recopilaron los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm de la poesía germana épica, folclórica y popular, quienes publicaron en 1812 la primera edición en dos volúmenes, conocida como Cuentos de hadas para niños y el hogar (Kinder und Hausmärchen), mismos que desde entonces forman parte del imaginario infantil occidental. Estudiosos de la filología, la mitología y la historia, recuperaron la imagen frente al espejo tal y como se narra en el cuento "Blancanieves y los siete enanos", pieza central de los Grimm. Su intención era reflejar los orígenes del folclor germano, y por ello crearon esta antología sobre relatos y leyendas, que muchos consideran la más exhaustiva colección de cuentos de hadas de todos los tiempos. La interpretación posterior en dibujos animados creada por Walt Disney sobre Blancanieves, uno de los 200 cuentos de hadas recogidos por ellos, cambió y para muchos borró para siempre la visión que los lectores de los hermanos Grimm tenían sobre ella (Cashdan, 2000:53).

En uno de los pasajes más famosos del cuento, la madrastra de Blancanieves interpela al espejo: "Espejito, espejito, ¿quién es la más bella?". Este soliloquio ha sido retomado la mayoría de las veces para enmarcar a la mujer y aprisionar su feminidad en una definición unívoca que pretende reiterarle seguridad sobre su aspecto exterior como garantía de que es hermosa —más bella que ninguna otra— y de que esa belleza es contemplada–admirada–avalada por otros.

Bettelheim revela su papel en el ocultamiento de conflictos psicosexuales, como fuerza conductora en los cuentos de "Caperucita Roja" y "La hija del molinero"; desde ese esquema, enmarca la biografía de Blancanieves en el deseo de ésta por su padre y en la persecución homicida que emprende la madrastra, por la amenaza sexual que representa la pequeña de siete años. Por ello la incesante pregunta sobre la exclusividad de su belleza frente al espejo quien con voz varonil le confirma: "tú eres la más hermosa aquí, pero más allá de las montañas habita Blancanieves, quien es mil veces más bella que tú". Otros lo consideran el canto más extremo de la vanidad femenina, ya que el relato muestra ejemplarmente lo que sucede cuando las mujeres se preocupan más por su aspecto: lo cierto es que la madrastra no es la única obsesionada por su apariencia, ya que Blancanieves casi pierde la vida cuando ambiciona los afeites y encajes que la bruja–madrastra le ofrece.

Pero más allá de la vanidad y la relación femenina con su espejo está el rango en el que ella es espejo en sí misma, o su representación distorsionada, como diría Virginia Woolf. Otros análisis literarios han definido el sueño eterno en el que reposa la protagonista como "sarcófago de cristal", encierro femenino que se convierte en escaparate para la contemplación y el embelesamiento masculinos.

Por ello se propone aquí la reapropiación del espejo, anticipada en los textos de la psicoanalista Luce Irigaray, como resultado de la reflexión autobiográfica, los diarios, las narrativas personales y los cursos de vida, que permiten develar una metáfora ambigua, como especie de cuerda que se arroja para recuperar las raíces de la comunicación entre comunidades interdependientes, o líneas en la palma de la mano, cuya lectura permite decodificar los significados pasados, presentes y futuros.

Se recurre a la metáfora para hablar de las autobiografías femeninas, pero delimitada a un espacio crítico, cuyo propósito es desplazarse de la vida hacia la escritura de la vida, del silencio hacia la palabra. Con ello se busca reexaminar supuestos teóricos sobre los cuales reposan sus actividades, entre ellas las ciencias sociales y las humanidades.

El desarrollo de los estudios sobre las mujeres coincide con este replanteamiento, aunque hablan dos lenguajes distintos: por un lado el científico y objetivo respaldado con datos, cuestionarios, estadísticas, hechos verificables y por el otro, el análisis cuyas preguntas se orientan hacia la inscripción del sujeto en la síntesis que proporciona con la escritura. Es por ello que las autobiografías como textos han resultado centrales en el debate teórico sobre la subjetividad, la representación subjetiva y el lenguaje; cuando la participación de las mujeres en todos los campos fue más evidente, ya no se habló sólo del género —la historia de ellas y no sólo de ellos— sino que se cuestionaron las maneras de pensar y los modelos culturales que no compartían. El camino se orientó hacia el reconocimiento y la elaboración de un lenguaje ausente en la normatividad masculina y en uso al interior de grupos sociales, con el cual podían expresar sus diferencias y similitudes como individuos insertos en una cultura.

Mercedes Arriaga (2001:122) señala, por ejemplo, que la escritura autobiográfica está estrechamente ligada a la construcción de la memoria, pues constituye un elemento esencial de la identidad no sólo individual sino también colectiva. En este sentido, la memoria–identidad ha sido uno de los puntos esenciales de la investigación feminista, al proponer la construcción de un plano en el que todas las mujeres puedan conocerse y reconocerse, puesto que la identidad femenina ha sido siempre recogida por otros.

 

CURSOS DE VIDA, TESTIMONIOS, DIARIOS, CARTAS

Los cursos de vida son claro ejemplo del ejercicio autobiográfico con mujeres, cuya diferencia y pluralidad no se reduce a un conjunto de dicotomías. Conscientes de la falta de equilibrio entre lo conceptual y lo descriptivo que define la dinámica de la mente y el ámbito de la escritura, Brodzki y Schenck ofrecen un espacio en el que aparece la subjetividad en su complejidad cultural. Presentan 17 rutas diversas por las cuales transitan las mujeres y las maneras en las que han encontrado su lugar como sujetos activos que enfrentan diversas formas y representaciones de opresión. Entre los textos aparecen autobiografías de escritoras, poetisas, mujeres que se autonombran privilegiadas, lesbianas, luchadoras sociales latinoamericanas y estadounidenses, egipcias y canadienses.

Los testimonios son similares a las autobiografías por su contenido autobiográfico, aunque uno de sus rasgos distintivos es la presencia de un sujeto plural, como revelan tres luchadoras sociales latinoamericanas cuya memoria recoge Moema Viezzer en su texto titulado ¡Si me permiten hablar! Se trata del testimonio de Domitila, una mujer de las minas bolivianas, quien renuncia a su singularidad pidiendo que no se interprete su testimonio como algo solamente personal, pues "lo que me pasó puede sucederle a cientos de personas en mi país" (1976:107). También está el testimonio Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1983), en donde la autora subraya que no se trata sólo de su vida, sino del testimonio de su gente; lo mismo Claribel Alegría, quien analiza el testimonio de Eugenia como típico caso de tantas salvadoreñas que han dedicado sus esfuerzos a la lucha por la liberación de su pueblo. Se trata de tres testimonios que construyen para los lectores al sujeto, que cede su lugar a la representación plural.

En su acepción clásica, la autobiografía devela y recrea el origen y el fin de la vida, porque el sujeto que habla en primera persona es objeto y a la vez sujeto; ¿pero qué sucede cuando se utiliza en ciertos momentos de coyuntura, ora como recuento, recordatorio, ora como reconstrucción del lugar que ocupa el sujeto y las transformaciones que acontecen en su vida, como hitos en la historia personal? Tal es el caso de Sólo soy una mujer, la autobiografía de Zoila Reyes Hernández (2005), que le ayuda a reconstruir su identidad a partir de la historia que ella cuenta como indígena mixteca de una comunidad oaxaqueña. La editora, Gisela Espinosa (en Reyes, 2005:13–22), relata su encuentro con Zoila durante un seminario sobre derechos indígenas en Tlaxiaco: "cuando el trabajo había concluido y el aire refrescaba, en medio ya de pláticas relajadas sobre cosas diversas, la señora Zoila sacó un cuaderno y vi por vez primera su manuscrito". Apenas leyó algunas líneas se dio cuenta de su valor; le sugirió trabajarlo y darlo a conocer de algún modo; es así que Francisco López Bárcenas alentó la captura del texto y la "invitó a pulir ese diamante" (Reyes, 2005:14).

Zoila inicia el relato con su fecha de nacimiento en 1962 y la narración de su niñez que transcurre en la comunidad de San Isidro Vista Hermosa. Cuando cumple seis años, ingresa a la primaria Lázaro Cárdenas, donde aprende a leer y a escribir, en aulas construidas por sus antepasados. Todo era maravilloso en esa época y cuando regresaba a casa, su mente deseaba que pronto llegara un nuevo amanecer porque sabía que se encontraría otra vez a sus maestros y compañeros. Describe su entorno cultural adverso, en donde ella va forjando su identidad en contra de los estereotipos de una cultura patriarcal que la subordina y pretende encerrarla en valores convencionales que imponen para las mujeres el confinamiento en el ámbito privado de los afectos, la vida cotidiana y la maternidad. Al analizar el testimonio de Zoila, Ana Lau (2005) revela que en este caso, la escritura autobiográfica femenina introduce nuevas formas de decir y desafía reglas de la narración al romper con una rígida estructura y reivindicar una pluralidad en las formas de ser mujer. Acostumbrada al papel de hija, esposa y madre, Zoila aterriza en la escena política y narra los obstáculos que enfrenta cuando ocupa un cargo tradicionalmente destinado a los varones. En los sucesos se encuentran pistas para comprender estas cuestiones que ella aborda en primera persona, así como las vicisitudes que la llevaron a convertirse en dirigente y a encabezar el movimiento de un pueblo. Aquí la autobiografía se convierte en un pretexto para contar la lucha de su pueblo y su batalla para librarse de cacicazgos locales y externos, y como construcción social de hechos, tal y como explica Ana Lau:

El relato está dividido en dos partes, la primera es la narración de su vida, de la vida de una mujer en la tierra de nubes [...] su niñez, su paso por la escuela, su visión del mundo, la violencia que acompaña su pobreza y que se ensaña con las niñas y con las mujeres. Los usos y costumbres que arrinconan a las mujeres y las marcan con atribuciones de género: "que tú cuidas", "que te cuidas", "que tú haces", "que a ti te toca". Siempre parece lo mismo (Lau, 2005:2).

Habla de su ejercicio ciudadano, de su aprendizaje en la lucha y así de ese modo, casi sin darse cuenta: "se le suma otra identidad al ocupar un cargo honorario, sin desatender las labores del hogar. Acceder a la ciudadanía implica tomar decisiones, ser solidaria con el grupo, participar activamente y asumir responsabilidades para desenvolverse en un espacio de autonomía. Zoila pasa de la exclusión a la inclusión en la esfera pública política" (Lau, 2005:4).

En la segunda parte del libro, Zoila se pregunta sobre su identidad:

Seguramente mucha gente no me conoce, sólo escucha mi nombre en las noticias de la radio y de los periódicos. Pero ¿quién soy yo realmente? Les digo que sólo soy una mujer a la que le gusta apoyar a su familia, a su esposo y a sus hijos, pero también me gusta apoyar a mi pueblo [...] por el hecho de ser mujer tengo una gran responsabilidad como esposa, como madre, como hija; pero lo más importante que me gusta tener es una responsabilidad como ciudadana (Reyes, 2005:57).

El ejercicio autobiográfico permite organizar el discurso y jerarquizarlo, y en el caso de Zoila, adentrarse en su proceso de conciencia de género a la luz de procesos de democratización.

A la categoría autobiográfica pertenecen también los diarios, que han merecido poco reconocimiento en la literatura tradicional y, sin embargo, forman parte de las narrativas con mayor introspección y espontaneidad, por definirse como género autobiográfico privado que implica una comunicación personal e íntima, espontánea, sincera, sin ninguna intención de compartirla con los demás. Se trata, como su nombre lo indica, de una relación histórica de lo que ha sucedido día con día en la vida de una mujer que se asienta en su memoria escrita, opiniones personales, confesiones, vivencias, sensaciones y percepciones, tal y como revela el testimonio de Sibilla Alerano, quien utiliza sus miles de páginas "para narrarme, para explicarme..." (en Arriaga, 2001:121).

 

NARRATIVAS PERSONALES

Algunos espacios académicos han retomado estos ejercicios de introspección, como es el caso del Grupo de Narrativa Personal (GNP), cuyos trabajos parten de una concepción del conocimiento y la experiencia humana como vinculantes y vinculadas. Su intención es construir un concepto más incluyente de la realidad retando mediante un proceso de reconstrucción las visiones convencionales y los estereotipos que los han definido y enseñado, como su herencia cultural e intelectual (1989). Este colectivo estadounidense pone en tela de juicio la visión hegemónica de interpretación "objetiva" del mundo, en donde la norma se reconoce como mirada restringida a un género, a una generación, a una clase social o etnia.

Dicha perspectiva afectó a la comunidad académica, ya que la experiencia como objeto de estudio estaba en proceso de redefinición también en esos espacios y por ello no pudo evitarse una crisis de representación. A raíz de ello se cuestionaron los cánones en los campos académicos de las humanidades y las ciencias sociales, en donde sus miembros se preguntaban cuáles eran las vidas calificadas como ejemplares en estudios históricos contemporáneos y cuál era el impacto que tendría la inclusión de otras experiencias de vida, menos emblemáticas pero más cotidianas.

En la literatura, por ejemplo, se revisaron los géneros dominantes y se incluyeron nuevos autores y otras formas de expresión antes despreciadas como los diarios, las películas, las novelas populares, las fotografías. Los estudios históricos por su parte, buscaron reconstruir la historia social "desde abajo" cuestionando los relatos monolíticos sobre la vida de "grandes hombres"; se apoyaron en biografías colectivas basadas en fuentes cuantitativas o en recuentos personales sobre gente "común y corriente" y buscaron redefinir el significado de escribir la historia. En la antropología se cuestionaron los trabajos etnográficos "sin gente", dando cuenta de la ausencia del sujeto que realizaba la investigación y del sujeto investigado.

Las conclusiones que de esto emanaron, llevaron a considerar que el género, la emoción, el poder informal y las concepciones culturales permanecían ausentes en gran parte del trabajo académico; cuestionaron el hecho de que a las sociedades que experimentaban cambios constantes se les calificaba como "primitivas"; criticaron las interpretaciones occidentales de públicos que en realidad no lo eran, buscaron la relación ausente entre la persona que investigaba y su informante para darle su lugar en la coproducción de la realización de textos etnográficos. Encontraron que al registrar la experiencia humana ésta estaba marcada por el género y por ello la teoría feminista en su vertiente más radical encontró errores conceptuales de peso en la detección de perjuicios androcentristas, ya que esto implicaba tener una visión del mundo desde una perspectiva masculina como marco de referencia para definir la experiencia femenina. No sólo se localizaron estudios que cayeron en una generalización excesiva, sino que se detectaron aquellos con una doble moral y una tendencia a poner en el centro los deseos y necesidades familiares, sin tomar en cuenta las de las mujeres (Eichler, 1988). Por ello, la recuperación y la interpretación de la vida de las mujeres ha formado parte integral de algunas académicas que estudian el género, desde los trabajos pioneros hasta el día de hoy. Escuchar las voces femeninas, estudiar sus escritos y sus experiencias ha sido crucial para la comprensión de una visión del mundo.

Según señala el GNP, su objetivo ha sido el análisis del significado que el género ha tenido en la vida de las mujeres y en la sociedad a partir de la narrativa personal como fuente primaria de investigación. Por ello presentan e interpretan las experiencias de vida de las mujeres y pueden tomar varias formas: la autobiografía, la biografía, la historia de vida, una historia de vida contada a otra persona quien la registra, un diario, las bitácoras y las cartas.

Para el caso de México existen ejemplos incontables que construyen recuentos biográficos a partir de diarios y cartas, como lo hizo en el siglo XIX Francis Erskine —durante su estancia en México como esposa del primer ministro español plenipotenciario Ángel Calderón de la Barca—. Ella sostuvo una copiosa correspondencia con su familia escocesa avecindada en la ciudad de Boston, en Estados Unidos. De este vasto acervo epistolar escogió 54 cartas que fueron publicadas en 1843 en inglés, texto que fue traducido al español algunos años después con el título La vida en México, durante una residencia de dos años en este país. Opina el historiador Manuel Toussaint sobre la obra: "ningún viajero ha hecho una descripción más detallada y más sugestiva de nuestro país"; trazando una línea paralela entre las descripciones sobre la vida diaria y su propia vida, pues "en muy pocos casos como en éste, sentimos la vida del que escribe, latiendo al unísono con las dichas y desventuras del país que visita, los contrastes, la vida cotidiana, las costumbres..." (en Erskine, 1959:XVI). Con una visión microscópica de la realidad, la autora describe no sólo sus propias vivencias, sino las del servicio doméstico y algunos viajeros extranjeros. Dibuja a las mujeres de la élite como apacibles y lánguidas, que "cuando están sentadas, tienen un aire de dignidad y una expresión de perfecto reposo, y para su mayor lustre, así debería uno de verlas siempre: sedentes y en el sofá, en el coche o en su palco en el teatro" (Erskine, 1959:80). Contrasta, en el caso de los velorios, las costumbres mexicanas con las anglosajonas: "los deudos deben recibir, cuando su pena es más que amarga, el pésame de todos y cada uno, porque aquí tal parece que no comprenden que el dolor necesita soledad" (Erskine, 1959:86). Al mismo tiempo que da fe de su sensibilidad y capacidad de observación, revela percepciones y juicios sobre diversas maneras de vivir el duelo, confesando una preferencia hacia sus propias costumbres.

En la antología que Elena Poniatowska presenta con el nombre Querido Diego, te abraza Quiela, acomoda con mano firme pero invisible algunas de las cartas que Quiela le escribe a Diego Rivera, su pareja y padre de su hijo, cuando éste la deja y regresa a México después de una estancia en París. Aunque la compiladora permanece tras bambalinas, queda clara su intención al narrar una historia de amor incondicional y abandono.

En algunos autores se ve una clara especialización en autobiografías, biografías e historias de vida, narrativas personales que iluminan el curso de vida a través del tiempo y permiten su interpretación dentro del contexto histórico y cultural. Es cierto que el solo hecho de darle forma a la vida en su conjunto como disciplina para poner orden y jerarquía a cartas, sucesos personales o porciones considerables en la vida de mujeres y varones, requiere la comprención del significado de la dinámica individual y social que ha tenido importancia central en darle forma a la vida de la persona que decide realizar el ejercicio. Por ello es que el esfuerzo de construir una narrativa de vida forza a los autores a trasladarse de los recuentos sobre experiencias discretas o anécdotas personales a un recuento del por qué y cómo la vida se conformó de esa manera y no de otra. La labor de interpretación que da forma a la vida debe ocupar un lugar en la agenda social como registro de la experiencia femenina y masculina, aunque es curioso que la dinámica de género emerge más claramente en las narrativas de ellas que de ellos, ya que rara vez sus relatos están desprovistos de una referencia a su condición de mujeres.

Si bien es cierto que los hombres han sido condicionados por la construcción social de género, para ellos éste ha sido una categoría desmarcada y por ello las autobiografías asistidas pretenden concretar la historia de cómo las mujeres construyen la conciencia de la diferencia, la desigualdad y cómo negocian su condición excepcional de género a lo largo de su vida, al asumir que sólo puede entenderse la vida si se consideran los roles sociales y las expectativas que los acompañan.

En este sentido se interpreta el impacto de los roles de género en la vida de las mujeres, y por ello son de utilidad para comprender varios aspectos de las relaciones entre los géneros: la construcción de una identidad de género, la relación entre la persona y la sociedad en la creación y continuidad de las normas que giran en torno a comportamientos de género, así como las relaciones de poder entre varones y mujeres.

Tanto la biografía, como la autobiografía, las trayectorias e historias, testimonios, diarios o cursos de vida, suponen un ejercicio de introspección al hacer una reconstrucción de la subjetividad, pues se constituyen en fuentes invaluables para la exploración de la identidad de género como proceso. Se trata de reconstrucciones verbales sobre procesos en desarrollo y a partir de éstas pueden explorarse los vínculos entre la subjetividad, la búsqueda y adquisición de la autoestima, la definición del lugar que ocupa el sujeto en la sociedad y su trascendencia en el encuentro con una identidad de género. Incluso pueden convertirse en ventana de acceso para examinar las trayectorias entre el sujeto y su entorno social en el ejercicio del empoderamiento, que implica la capacidad de ejercer el poder, aplicar el conocimiento que se tiene sobre sus preferencias, opciones, alternativas, el entitlement, o tener derecho a expresar intereses propios, reconocerlos y ponerlos en práctica y ejercer control sobre sus acciones y sobre su vida. Se trata de las alternativas que eligen las mujeres para expandir el rango de posibilidades y funciona como indicador para determinar el control que ellas poseen sobre los recursos que tienen a su alcance, así como las decisiones que ellas y ellos toman y que afectan su vida; también se relaciona con cualidades como la fuerza interna y la confianza en sí misma proyectadas como estrategias de acción (Kabeer, 1998:10).

Las investigaciones sociales han enfatizado las limitaciones que tiene la estructura social o el poder individual para enfrentar diversas situaciones y sólo recientemente se ha procurado comprender esta polaridad, es en la autobiografía como narrativa personal que ambas interactúan. Puede decirse que muchas veces las mujeres construyen su propia vida en condiciones que ellas no escogen y las narrativas iluminan tanto la lógica de los cursos individuales de acción como los efectos de las restricciones sistémicas en las cuales se desarrollan y evolucionan. En las narrativas existe un vínculo entre acción individual y estructura social, ya que permiten contemplar la vida personal como creación individual y al mismo tiempo social, y a cada sujeto que cuenta su historia, sus cambios y las transformaciones que ocurren en ellos y en otros.

El reto que supone lo anterior es el de movilizar las concepciones tradicionales que definen a la autobiografía como texto de bajo calibre para conocer a diversos grupos de mujeres, ya que puede utilizarse entre mujeres marginadas, aunque de entrada debe cuestionarse el uso de dicho concepto, pues asume el punto de vista colonialista más que el de habitantes de un país o región. Por ello se utiliza sólo si aparece como definición propia de quienes cuentan su historia, considerando que el contexto interpersonal en el cual se producen las narrativas personales afecta la narración y con ello resulta claro que debe tomarse en cuenta en la interpretación personal de las mujeres. Con frecuencia se muestran vidas aparentemente "ordenadas" y convencionales, mujeres que en realidad se describen a sí mismas como rebeldes o disidentes o niñas, lo cual puede derivar en una discusión sobre la importancia de lo que el GNP llamó "contranarrativas" para definir elementos que contrastaban la imagen que tenían de sí mismas frente a modelos culturales dominantes. A lo largo del proceso, el grupo identificó tres temas: construcción, interpretación y uso de narrativas; el primero consideraría los modelos culturales que ayudan a dar forma a las historias de vida, las condiciones sociales que las afectan y sus relaciones familiares y de pareja. El segundo debía analizar la relación entre la historia de vida y una sociedad concreta; y el tercero se refería a las implicaciones éticas de los investigadores con el material que recogen y publican, así como a la búsqueda de nuevas formas de presentación de los resultados de investigación. Más adelante se replantearon estos temas y se produjeron otros marcos de referencia como el contexto, la forma narrativa, las relaciones entre narrador e intérprete y las verdades.

Se apuntaron desigualdades en la relación entre quienes narran y quienes registran las historias de vida y se señalaron las más obvias: alfabetismo/analfabetismo; seguridad e inseguridad económica; tercer mundo/primer mundo; experiencia vivida/experiencia como objeto de investigación. Como asunto de índole ética debía quedar claro que el resultado de la investigación debía servir a los intereses de la narradora y su comunidad.

Lo interesante es que cada una de estas lentes, a través de las cuales se miraban las historias de vida, permitió al grupo definir lo que resultaba obvio y es que se estaba frente a una verdad, aquella que las personas narraban, pero no la verdad absoluta, sino las verdades como concepto plural que engloba la multiplicidad de maneras en que las historias de mujeres se revelan y reflejan los trazos más importantes de su experiencia individual y su entorno social, creada desde lo más profundo de su realidad. Son estas combinaciones las que conforman las categorías analíticas en una relación que no pocas veces implica tensión.

 

AUTOBIOGRAFÍA ASISTIDA

Con todos estos antecedentes en mente, se recurrió a una metodología que ha resultado de gran eficacia para recuperar el vínculo entre el autor(a) y su objeto de estudio. Se trata de una herramienta conocida como autobiografía asistida, que ayuda a enmarcar al sujeto para que éste recupere el vínculo con su temática de investigación. No es una autobiografía en sentido amplio, sino una acotación de la misma en función del objeto de estudio, para recordar el origen del vínculo entre éste y el sujeto y el camino que ha recorrido hasta el presente. De esa manera se constriñe el corpus de una biografía tradicional para que la persona se reencuentre con su tema y reviva el vínculo que nutrió al tema de inicio.

A continuación se recuperan cuatro casos que eligieron la perspectiva de género como categoría central de análisis en el trabajo de investigación sobre: el futbol, el foro en Internet (chat), la moda y el tiempo libre. Por lo anterior y con permiso de las autoras, se transcriben a continuación los párrafos claves en donde se revela el origen del nexo con el tema, así como los hitos en las trayectorias de conciencia y la construcción del género. La metodología es simple, ya que se solicita al autor(a) que escriba una autobiografía en función del vínculo con su objeto de estudio. Las preguntas pueden plantearse así: ¿cómo fue que te interesaste en este tema, y no en otro?, ¿recuerdas cómo surgió en ti el interés por este, y no otro, tema de investigación? Para asegurar el anonimato de los autores, se escribe entre paréntesis la inicial del nombre y el sexo —f/m—; al terminar la cita textual aparece el término "género" en donde se enumeran conceptos, ideas en proceso que ilustran las diversas etapas de conciencia que llevan a comprender las construcciones de género, mismas que se aterrizan después de una lectura conjunta entre la maestra y el/la autor(a) del texto autobiográfico.

 

CASO 1: EL TEMA ES EL FUTBOL FEMENIL (M/MUJER)

"Desde mis primeros recuerdos, el futbol está presente. Escuchar el domingo los comentarios de mis vecinos sobre los partidos de la tele me fascinaba, pero ni pensarlo, era cosa de hombres, decía mi abuela [...] Género: la abuela lo define como "cosa de hombres" y la excluye de una práctica masculina. Desde temprana edad se construye la femineidad en el espacio familiar. "Sin embargo, a veces y sólo a veces, los primos llegaban y después de la comida se armaba la cáscara,1 ellos jugaban y las mujeres sólo veían, y M. siempre deseaba que la pelota llegara a donde estaba parada, ansiosa de poder patearla, para que así ellos vieran que también podía hacerlo, para que la dejaran jugar, aunque fuera de portera, la posición menos deseada".

Género: la que sólo puede ver y no jugar, la "mirona", forzada pasividad que revela el acto de mirar, inmovilidad en el deseo pasivo y el uso de verbos "me dejan", capacidad de adaptación. Se sigue apuntalando la construcción de lo femenino, aunque hay un espíritu de lucha dentro de las márgenes de lo "permitido".

"Poco a poco y sobre todo a base de pasarme horas pateando una pelota sola en la pared de mi casa, logré hacerlo bien, lo que me trajo invitaciones a jugar, claro, también un poco más de regaños y comentarios no muy agradables de mi abuela".

Género: tenacidad, poder, perseverancia, lucha.

"Mi mamá me apoyaba, siempre lo ha hecho, era divertido ver mi casa llena de niños, buscándome para jugar futbol, nada de niñas, las muñecas poco a poco fueron quedándose guardadas para mí. Sólo me gustaban los deportes, correr, ir a nadar, hasta a clases de gimnasia fui a dar, pero nada tanto como jugar futbol".

Género: apoyo materno, autoaprendizaje forzado, necesidad de adaptación, conciencia de la diferencia.

Dice M que en la escuela los regaños no se hicieron esperar, siempre entraba al salón después del recreo, sudando, llena de tierra y muchas veces con las rodillas raspadas por haber jugado "bote pateado". Las maestras le decían que eso era "cosa de niños, que no debía ensuciarse ni andar corriendo de un lado a otro".

Género: subsiste la educación en roles femeninos tradicionales, construcción de femineidad que tiene que ver con la limpieza y la falta de movimiento, con actos sedentarios; conciencia de la diferencia, conciencia de la desigualdad.

La autora relata su cambio de domicilio del Distrito Federal a San Luis Potosí en donde había un campo de futbol en frente de su casa y más espacios. Sin embargo, su sorpresa fue que este deporte casi no les gustaba, sino que jugaban beisbol y para ella no fue fácil aprender a jugar:

"[...] lejos de los primos y amigos, algo tenía que hacer, así que agarré un bat y una manopla y me puse a jugar. Descubrí algo nuevo, algo que llamaban 'fut–beis', una rara combinación, patear una pelota no para meter gol sino para anotar una carrera. ¡Me encantó! Al final de cuentas podía seguir haciendo lo que me gustaba, correr y patear y creo que sobre todo me gustaba la sensación de ganar. Niños y niñas jugábamos fut–beis [...] no había más regaños por jugar "cosas de niños".

Género: capacidad de adaptación ante la adversidad vista como empoderamiento.

Según M: el mundial de 1990 fue distinto y con la abuela lejos, pudo ver todos los partidos por televisión sin preocuparse por sus regaños.

Narra su entrada a la licenciatura de economía en la universidad:

"un día desde la ventana vi que el equipo estaba jugando, así que bajé a verlos [...] me di cuenta que en el campo de al lado bastante descuidado y que rara vez se utilizaba, estaban seis o siete muchachas jugando futbol, me emocioné mucho y me acerqué para ver [...] En un momento el balón llegó hasta mis pies, lo levanté y empecé a dominarlo, la entrenadora se acercó por él, me preguntó si jugaba y le respondí que no, que me gustaba mucho, pero que nunca había jugado en un equipo, me invitó a integrarme y sin pensarlo me quité los lentes, dejé los libros y me puse a jugar".

Género: aunque se percibe cierta inseguridad, existe fuerza en la constancia para buscar lo suyo, tenacidad, pensamiento positivo ante la adversidad.

"El sábado muy temprano tomé mis tacos2 y me fui al estadio, esperaba ver mucha gente pero no fue así, eran las mismas del día anterior y posiblemente cuatro o cinco más. Eso no afectó nuestro entusiasmo, corrimos, pateamos nuestro único balón, empezamos a conocernos y nos dimos cuenta que teníamos algo en común, siempre habíamos querido jugar futbol".

Género: fuerza interna, empoderamiento, cultura común.

"Así empezó nuestra aventura, invitando compañeras de carrera a jugar, buscando campo y material para entrenar, ya que la universidad nos dio su aval, pero nada más. Fue muy difícil, en nuestro primer partido nos metieron 11 goles [...] nos hacía falta entrenamiento y eso hicimos, entrenar seis días a la semana de 8 a 10 de la noche.

[...] Yo metí un gol y aunque a los pocos minutos mi entrenadora me sacó del campo, la sensación fue maravillosa, llegué a mi casa llena de pasto, lodo y muy cansada. Mi mamá me dijo que estaba segura que no aguantaría eso, que el gusto me iba a durar poco. No fue así, semana tras semana me gustó más, empecé a meter goles y el equipo empezó a ganar".

Género: escaso aval institucional, poco apoyo familiar y mucha perseverancia, fuerza interna, empoderamiento.

"Fuera de la cancha encontré mujeres con los mismos gustos que yo, dejé de sentirme fuera de lugar, hicimos una amistad increíble, salíamos juntas a comer, al cine, a bailar (lo que nunca había hecho), a donde iba una estaban las otras once".

Género: solidaridad, sororidad,3 fuerza de conjunto, sentido de equipo.

"Ante la sorpresa de todos, incluyendo los directivos de nuestra universidad, calificamos a la fase regional y, como nadie lo esperaba, no estábamos contempladas en el presupuesto y la lucha por reunir fondos comenzó".

En este caso la autora reflexiona sobre las instituciones deportivas que poco avalan los espacios femeninos, a no ser por coyunturas políticas que los ponen en primer plano como es el caso de tres mexicanas ilustres como Ana Guevara, corredora y medalla de oro olímpica, Belén Guerrero, medalla de plata olímpica, o Maribel Domínguez, la futbolista mexicana contratada por el equipo Barcelona. Esto trae como consecuencia una constante en ellas, la tenacidad y la lucha que emprenden ante la adversidad.

Al terminar su recuento autobiográfico, M. revisa su título original: "Panorama del futbol femenil mexicano en cifras" y lo replantea, lo cual es significativo, ya que de un título panorámico inicial en donde está ausente el sujeto, lo acerca a sus vivencias personales, frescas en su autobiografía: "La incursión de las mujeres en el deporte del hombre". Esto la coloca como sujeto en el centro de la problemática al definir su papel en relación con el varón y su incursión en un deporte tradicionalmente masculino. Según el Diccionario de español usual en México, "incursión" tiene dos acepciones: "entrada o inicio en un determinado campo del saber" o "entrada violenta o invasión por fuerzas armadas en un determinado lugar o territorio". La autobiografía de M revela una invasión pasiva —como guerra de movimientos— tenaz, en territorios reservados todavía para los varones, ya que no describe en qué consiste el apoyo de su madre, insiste en reiterar el escaso apoyo institucional.

 

CASO 2: EL TEMA ES EL FORO ELECTRÓNICO EN INTERNET (CHAT) Y EL GÉNERO: (A/VARÓN)

Al llegar a un punto muerto, la investigación de A requiere de un ejercicio autobiográfico cuyo título es "Mi tema y yo". Con ello inicia la aventura de buscarse dentro de su tema para recuperar el lazo originario que los unió:

"Mi vínculo con la tecnología inició desde que era niño [...] Cuando salió Nintendo fue la locura total, era increíble sentirse dentro de la pantalla encarnando el personaje de Mario Bros o sentirse conductor de carreras dentro de algún video juego".

Género: personaje encarnado, carne, sin cuerpo o con otro cuerpo, sentirse dentro.

"Mis reflexiones estaban encaminadas hacia si el uso del chat era síntoma de algún malestar en mi vida, o de soledad o timidez [...] cuando tuve la oportunidad de ver a mi hermana chateando, con el nick de Coneja, embelesada frente a la pantalla, fue cuando me 'cayó el veinte' de las posibilidades de jugar con nuestro cuerpo y convertirnos en lo que sea [...] En el chat conocí osos y hasta a Britney Spears [...] decidía con quién relacionarme solamente por la elección del nick. Algunos de éstos eran Goretti, d.f. 19, Anamorosa, Shania 24, Pezona, Mamita–mexico, Oops, Cojedoras.

Género: término anglosajón de nick, apócope de nickname, apodo, sobrenombre y su adopción en el español de México, así como las posibilidades de invisibilidad que ofrece en el espacio virtual —el juego, anonimato, trasgresión ilimitada por género, generación, etnia, clase social—; personalidad múltiple, corporeidad múltiple, concepto teatral de representación liminal, en las márgenes del tiempo y el espacio (Goffmann, 1969) y la semiosis ilimitada a la manera de Peirce (1996).

"Los temas del chat están muy influenciados por lo que sucede en el mundo y en la televisión. Por ejemplo, cuando estaba el show con la detención de Gloria Trevi, en el chat había personajes llamados Gloria buscando a Sergio Andrade".

Género: aunque virtual, el foro en Internet tiene relación con lo "real", con el contexto social, la trasgresión de lo "moralmente correcto" y nuevas reglas de comunicación informal.

"Cuando superé mi propio tabú acerca del uso del chat como algo anómalo, me comenzaron a seducir características que encontraba del mismo, podía descubrirme en niveles muy avanzados de intimidad desde el anonimato de mi nick y la seguridad de mi casa [...] mi vida no se centró en lo que sucedía en el chat, seguía trabajando, saliendo, divirtiéndome, pero el chat era una opción más de algo qué hacer".

Género: relación entre público, privado y diversos rangos de intimidad como sinónimo de libertad, de trasgresión en el foro electrónico. El ejercicio autobiográfico lo hace volver a sus preguntas iniciales: ¿logra romper el foro virtual con la cuestión del género?, ¿es un espacio de igualdad de géneros?, ¿se reiteran estereotipos de género en este espacio?, ¿es un espacio de trasgresión o deconstrucción de género?

 

CASO 3: LA MODA Y LA CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD EN MUJERES JÓVENES (ME/MUJER)

Me recuerda desde su infancia las diferencias que hace su madre respecto del género: "Las diferencias que hacía mi madre en cuanto a las tareas propias de mi sexo me causaban conflicto, pues por una parte nos decían que todos éramos iguales y a mi hermano le estaban prohibidas las tareas del hogar, mientras que a mi hermana y a mí nos obligaban a ellas".

Género: conciencia de la diferencia, conciencia de la desigualdad.

"Mi madre estudió como carrera técnica diseño de modas, siempre le apasionó, tanto que su sueño era que mi hermana o yo estudiáramos esa carrera, sin embargo, fue el trato que tenía mi abuela paterna hacia nosotros lo que me llamó la atención sobre el tema. Para ella era impensable salir a la calle mal vestida o desarreglada, recuerdo que siempre combinaba toda su ropa desde zapatos hasta accesorios como bolsa, aretes, reloj, pulseras, etcétera. Pero creo que fueron sus comentarios despectivos hacia la forma en que vestíamos mis hermanos y yo lo que me llevó a cuestionar su idea de que la imagen era lo más importante que había que proyectar hacia los demás, pues decía, era nuestra carta de presentación 'como te ven te tratan'. Hacia énfasis principalmente en que las mujeres teníamos que ser hermosas y atractivas para que un buen hombre se fijara en nosotras y ser felices para siempre".

Género: imagen, espejo, discriminación, construcción de la femineidad a partir de la ropa, construcción de dicotomía bueno/malo; buen gusto/mal gusto; relaciones entre los géneros a partir de la imagen corporal.

"Recuerdo que la familia de mi padre siempre platicaba de lo mucho que les había costado tal o cual cosa, presumían la ropa que compraban no por el color o lo bonita que era sino por la marca y la exclusividad del lugar donde la compraban. Siempre fui una niña que jamás le interesó la ropa, verse bonita y competir con las demás niñas, simplemente no me interesaba [...] lo que más me gustaba era leer; me parecía más interesante y me hacia sentir orgullosa y feliz, además que me gustaba ver la cara que ponían los demás niños cuando veían mis pasatiempos".

Género: exclusividad, estilo, gusto como caracterísiticas excluyentes, conciencia de la diferencia, poder.

Me refiere diversas etapas de su vida en donde se ve obligada "a vestir con ropa femenina y a la moda", como durante la adolescencia, al conseguir su primer trabajo. Ahora que es maestra en una preparatoria, la presión ha bajado y a ella también le importa menos.

Género: presión de pares, presión del entorno, construcción de lo femenino, del "buen gusto" social como adecuación al rol, sobre todo en la adolescencia y en espacios más competitivos en donde el consumo de atuendos se da como símbolo de prestigio social.

En esa etapa conoce a su novio "N", quien le pregunta "¿por qué nunca me hablas de cosas de mujeres?", pero N se siente más amigo que novio de ME, ya que en sus relaciones anteriores "siempre terminaba con las chicas en un centro comercial". Ella decide complacerlo y en toda su vida nunca se ha sentido tan incómoda, por una parte porque estaba haciendo lo que no quería y por otra, "porque no era yo misma [...] comprendí que por el hecho de no usar falda no me hacía menos mujer".

Género: roles femeninos: complacer; construcción de la autoestima, seguridad, empoderamiento, conciencia de su lugar en la vida.

 

CASO 4: EL TIEMPO LIBRE Y EL GÉNERO (E/MUJER)

Después de un bloqueo, E pretende recuperar el origen de su relación con el tema y busca en su autobiografía para encontrar el sujeto que se perdió detrás de un objeto tan escurridizo como el tiempo. Recuerda su relación con él, evoca su nacimiento como mexicana con raíces anglosajonas que la marcan con una obsesión por la puntualidad y el aprovechamiento del tiempo. Al nacer su primer hijo, se agudiza esta conciencia de la optimización del tiempo y cobra nuevas formas; no hay diferencias entre los días y las noches que transcurren sin marcaje y sólo la visita de su madre le recuerda que es miércoles otra vez. Se agudiza el traslape de tiempos y registra una simultaneidad muy distinta a la de los varones que tienen hijos recién nacidos. Un sueño la declara poderosa, ya que por fin logra detener el tiempo, disponer de él: deposita al niño en el congelador y con ello no sólo lo resguarda de las inclemencias de la vida durante su ausencia —nadie lo puede lastimar— sino que interrumpe su tiempo de demanda mientras ella sale al supermercado y al trabajo y vive como nunca antes la simultaneidad de tiempos. Cuando recupera la capacidad de contar el tiempo se pregunta, ¿dónde quedó mi tiempo?, como si fuera de su propiedad; de ahí relee sus entrevistas con mujeres y hombres sobre el tiempo cotidiano y rescata categorías como el tiempo "propio", el tiempo "mientras", el tiempo "vicario" y el tiempo "diferido", la "calidad del tiempo", entre otros.

 

COLOFÓN

Estos casos son ejemplos que muestran la utilidad de la autobiografía asistida en el esclarecimiento de los vínculos que el sujeto establece con la temática elegida, así como el grado de desarrollo de la conciencia de género: conciencia de la diferencia, conciencia de la desigualdad, espacios para la autonomía y el empoderamiento como estrategia. En el primer caso se revelan oposiciones entre masculino y femenino, como "sucio y limpio" relacionado con el género femenino y masculino en oposición binaria, así como su intención de revertirlas con paciencia y tenacidad.

Se señala la perseverancia detrás de una aparente pasividad que muestra una meta clara: la realización de una vocación deportiva siempre truncada y la paciencia como estrategia clara de lucha; la búsqueda del momento adecuado para develar sus deseos contenidos, el escaso aval institucional —insensibilidad de género— hacia la práctica del deporte y la sororidad que se construye en la adversidad.

En el segundo caso, atrae la fruición de la factible invisibilidad del género y su anonimato en un espacio virtual, su transformación y posible mutación; también revela que la intimidad en ese espacio es sinónimo de libertad. El tercer caso muestra la moda como espacio de exclusividad y exclusión, la conciencia de la desigualdad y la diferencia en la construcción del género y la búsqueda de autonomía en espacios hasta ahora predominantemente femeninos, considerados "poco dignos" del análisis académico; en el cuarto aparece la posibilidad de cuestionar las dicotomías que vinculan la temporalidad social con el género en aquellos espacios convencionalmente definidos como libres y que distan mucho de serlo.

He aquí algunos de los primeros resultados de una metodología que fue de utilidad para propiciar el reencuentro entre dos entidades: el sujeto y su tema de investigación. En el futuro habrá que retomar lo que en este artículo aparece en cursivas como "género", ya que aquí sólo se enumeran de forma esquemática los primeros trazos que llevarán hacia una caracterización.

 

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NOTAS

1 Un juego de futbol.

2 Zapatos deportivos para jugar futbol.

3 Concepto adoptado del inglés sorority por algunas reconocidad feministas mexicanas; podría traducirse como: "sociedad solidaria de mujeres".

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