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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.19 no.50 Ciudad de México ene./abr. 2006

 

Aportes de investigación

 

La distribución espacial del voto en México y los cambios en la relación de fuerzas entre los partidos, 1997–2003

 

The space distribution of the vote in Mexico and the changes in the report of forces between the political parties, 1997–2003

 

Guadalupe Pacheco Méndez*

 

* Profesora–investigadora, Departamento de Relaciones Sociales, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

 

Resumen

La relación de fuerzas entre los principales partidos políticos se ha venido modificando a escala nacional y distrital desde 1988, debido a los cambios en las condiciones de la competencia electoral y a la presencia de una importante volatilidad en las preferencias partidarias. Esa modificación ha adoptado configuraciones diversas y se ha articulado en una compleja armazón nacional. Esto está asociado al desigual patrón de distribución espacial de los votantes de las principales fuerzas partidarias en los distritos electorales, que se expresa en una mayor o menor concentración territorial de dichos votantes. Así, la relación de fuerzas entre los tres principales partidos, en el ámbito distrital, se materializó en variadas configuraciones que difieren mucho del perfil que proyectan los resultados electorales sumados a escala nacional y ha dado lugar a una dinámica electoral compleja, incierta e inestable.

 

Abstract

In Mexico, the report of forces between the political parties was changed since 1988, because of changes of the conditions of electoral competition and the preferences of the citizens. These changes produced several configurations and a national complex framework. By district, the relation of forces between the three most important parties produced various configurations which are far from the national model. This situation means an electoral dynamic complex, uncertain and unstable.

 

Résumé

Au Mexique, le rapport de forces entre les partis politiques a été changé depuis 1988, à cause de changements des conditions de concurrence électorale et les préférences des citoyens. Ces changements ont produit plusieurs configurations et un cadre nationale complexe. Par district (zonage) la relation de forces entre les trois partis les plus importants a produit diverses configurations qui sont loin du modèle national. Cette situation signifie une dynamique électorale complexe, incertaine et instable.

 

INTRODUCCIÓN

La apertura del juego electoral en México ha permitido aumentar la competencia en el sistema de partidos, lo que a su vez ha posiblilitado la alternancia en los poderes ejecutivo y legislativo tanto a escala federal, como estatal y municipal. La transformación del marco institucional y legal que encuadraba el desarrollo de los procesos electorales en la era autoritaria se aceleró particularmente entre 1989 y 1996. Desde entonces, una elevada competencia se ha inscrito como rasgo constante en la contienda interpartidaria y ha contribuido a modificar la relación de fuerzas en el sistema de partidos, tanto en el ámbito nacional como distrital. Entre las consecuencias más importantes de este proceso están, primero, en 2000, la derrota del candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el debilitamiento de la posición dominante de este partido en los cuerpos legislativos federales, en favor del Partido Acción Nacional (PAN), y después, en 2003, la recuperación de la mayoría simple1 por parte del PRI en la Cámara de Diputados, aun cuando en la oficina presidencial continuase la gestión sexenal del panista Vicente Fox.

A nadie escapan las dificultades que el sistema político mexicano ha enfrentado desde 2000, año en que si bien el PAN conquistó la presidencia de la República y la mayoría simple en la Cámara baja, no alcanzó un número suficiente de diputados para llevar a cabo su programa de gobierno. Este tipo de situaciones han sido documentadas en otros países, en especial de América Latina, que comparten muchas de las características del diseño institucional mexicano; en torno a este eje problemático destacan los trabajos reunidos por Lijphart y Waisman (1996), Linz y Valenzuela (1994), y Nohlen y Fernández (1998), mientras que la compilación de Ortega, Martínez y Zárate (2003) enfoca esta misma problemática para el caso de México en los años recientes.

De manera más amplia, otras facetas del desarrollo político–electoral reciente de México han sido abordadas desde diversos ángulos, tal como lo ilustran las compilaciones dedicadas a analizar las elecciones federales en México en el último periodo como las de Pascual (1995), Salazar (1999 y 2001); también son importantes las contribuciones de Klesner (2001) y Klesner y Lawson (2002). Por su parte, Méndez (2003) estudió el desarrollo de la competitividad electoral en México desde 1977 y propone el uso de un indicador compuesto, pero su análisis sólo abarca hasta 1997, en tanto que Pacheco (2003a y 2003b) abordó el problema del clivaje urbano y rural, y los cambios en el sistema de partidos en el periodo reciente. Los aspectos específicos examinados por estos autores constituyen aportes importantes, sin embargo, en este trabajo queremos abordar una cuestión que hasta ahora ha recibido menos atención.

En el presente trabajo se explora el grado de concentración o dispersión territorial de los votos captados por las principales fuerzas partidarias en los 300 distritos electorales federales que componen la geografía electoral mexicana. Sobre esa base, se analizan sus efectos sobre los cambios en la relaciónentre las principales fuerzas partidarias que se registraron en los distritos electorales federales durante los procesos electorales federales de 1997, 2000 y 2003. El objetivo fundamental de este trabajo es destacar la manera como la desigual distribución espacial de los electores en los distritos electorales, se tradujo en variadas y cambiantes configuraciones locales de la relación de fuerzas entre los partidos políticos, que no sólo tomaron formas o patrones diversos, sino que estuvieron en constante variación.

La persistente volatilidad de las preferencias partidarias en una importante franja del electorado, característica típica de los periodos de desalineamiento electoral, ha tenido como resultado que aún no se prefiguren nítidamente ni un formato estable en el sistema de partidos, ni un realineamiento duradero de las bases sociales de los partidos. Esta "fluctuación" o cambio constante hace difícil, por ahora, el análisis causal del problema que nos interesa; por esa razón, hemos optado por desarrollar un análisis fundamentalmente descriptivo de las oscilaciones de la situación electoral, desde la perspectiva de la problemática señalada anteriormente, con la esperanza de que, más tarde, cuando este proceso de cambio político se asiente, pueda abordarse esta problemática con mayor exhaustividad explicativa y perspectiva de largo plazo.

Como en el periodo estudiado se estructuraron diversas alianzas o coaliciones partidarias, que se modificaron de unos comicios a otros, y además un partido unas veces contendía solo y otras otro partido diferente hacía lo mismo, nos pareció más adecuado enfocar nuestra atención en los resultados de las principales fuerzas partidarias (coaliciones o partidos solos) que contendieron en cada proceso electoral. Es decir, hemos optado por analizar estos cambios en función de las principales opciones que los votantes realmente tenían ante sí al utilizar su boleta electoral. Cabe señalar, además, que el estudio del impacto de las alianzas electorales sobre los resultados obtenidos por cada uno de los partidos que las integraron es una cuestión extensa y compleja que merece un estudio por separado; el tratamiento de ese tema se sale de los objetivos de este artículo y además no sería posible tratarlo con seriedad en una pequeña sección de este trabajo.

En concreto, en la elección intermedia de 1997,2 los tres principales contendientes fueron partidos individuales: el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). En la elección de 2000, el PAN y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) formaron una coalición nacional, la Alianza por el cambio, que abarcó todos los distritos de mayoría relativa; por su parte el PRD, junto con otros cuatro partidos de izquierda muy pequeños, constituyeron la Alianza por México; para simplificar la presentación de la información en los cuadros y el texto nos hemos referido a cada una de esas alianzas como "PAN" y como "PRD". En 2003, el PRI y el PVEM formaron una coalición parcial, la Alianza para todos, que abarcó 97 distritos de mayoría relativa, en el resto de los casos contendieron por separado; ante esa situación, los votos de la alianza se registraron bajo el rubro de "PRI" y, en los distritos donde con–tendieron por separado, los votos por el PRI se agregaron al rubro del mismo nombre, mientras que los sufragios a favor del PVEM se sumaron al de "otros partidos".

Como nos interesa conocer en concreto cuántos y cuáles partidos atrajeron de modo significativo a los electores en sus respectivas demarcaciones distritales, nos basamos en los resultados de las elecciones para diputados de mayoría relativa por distrito electoral correspondientes a los años 1997, 2000 y 2003, dados a conocer por el Instituto Federal Electoral (IFE).3 La razón de ello es que los resultados totales nacionales no permiten apreciar las variaciones de lo que ocurre en el ámbito distrital e incluso estos últimos pueden tener un aspecto diferente al sugerido por los datos totales nacionales; es decir, a escala de distrito no podemos saber cuáles partidos se encontraban engarzados en una situación altamente competida, ni cuándo un partido específico se benefició de una situación de baja competitividad. Así, abordamos esa problemática desde una perspectiva que pretenden destacar las formas específicas que tomó la distribución territorial del voto de cada uno de los tres principales partidos, tal como lo proponen Gudgin y Taylor (1979:93–119).

Para ello fue necesario considerar ciertas características del sistema de partidos en el México actual. En ese sentido, Pacheco (2003b:544–555) ha planteado que desde 1991 el formato que ha tomado el sistema de partidos a escala nacional a partir de las últimas elecciones federales, no coincide con el que adopta en el ámbito local y afirma que las tendencias en los estados y los distritos, salvo muy contadas excepciones, presentan un formato bipartidista en el que los ejes de la contienda tienen como polos al PRI y al PAN, o bien al PRI y al PRD, principalmente.

A partir de estas consideraciones, lo que planteamos es que si bien existe una relación de fuerzas entre los tres principales partidos a escala nacional, el hecho de que la distribución territorial de sus electores sea pareja o desigual, tiene una incidencia diferente sobre la competitividad y la relación de fuerzas interpartidaria en cada distrito, que depende de cada situación específica, lo que exige considerar también la posición ordinal de los tres partidos estudiados en cada distrito, es decir, en qué lugar quedó. Planteamos también que, en cada elección y distrito los rangos de votación por partido se combinaron de un modo específico y se expresaron en diferentes grados de competencia, en variadas disposiciones de la relación de fuerzas entre los tres principales partidos en cada uno de los distritos, e incluso en las variaciones de las victorias que cada uno de ellos obtuvo en los distritos.

Autores como Nohlen (1994:47–121), Rae (1975:67–129) y Taagepera y Shugart (1989:19–36, 156–183), entre otros, abordan con detalle este último tipo de problemas, al igual que Gudgin y Taylor, mencionados antes. Ellos señalan que si la competitividad no presenta una curva normal de distribución del voto, eso significa que en una parte importante de los distritos electorales la competitividad es muy baja, mientras que en otra, es muy alta; en el primer caso, para que un partido colocado en segunda o tercera posición incremente sus victorias deberá acrecentar enormemente su masa de votos, mientras que en el segundo caso, variaciones menores en la votación pueden llegar a alterar en mayor medida la distribución de victorias y derrotas en los distritos de mayoría relativa.

En otras palabras, para que un partido incremente el número de sus victorias distritales requiere de un determinado monto de puntos adicionales de votación para lograrlo; el asunto es que, en los distritos donde se encuentra en segundo lugar, con un diferencial de votación muy pequeño respecto del partido en primer lugar, para incrementar el número de sus victorias en la elección subsecuente, necesitaría una proporción adicional de votos menor que la requerida para lograr ese mismo objetivo en aquellos distritos donde ese diferencial de votación es mucho mayor.4 En función de lo anterior, en este trabajo nos interesa explorar y describir las manifestaciones de esa problemática, o al menos de algunos de sus rasgos, en los comicios federales de 1997, 2000 y 2003.

La estructura del artículo es la siguiente: en el primer apartado se presentan los resultados electorales totales nacionales de los comicios estudiados y la estructura de la distribución territorial del sufragio de cada fuerza partidaria, en cada elección y por distrito electoral. En la segunda parte se revisa el margen de victoria en el ámbito distrital y la distribución de victorias de cada una de las tres principales fuerzas partidarias. En el siguiente apartado, el tercero, se revisa la relación de fuerzas entre los partidos perdedores, colocados en segundo y tercer lugar, por distrito electoral. En la cuarta parte se analiza la asociación entre estos dos indicadores y se revisa la utilidad de un índice compuesto de competitividad. Por último, en la quinta sección, se intenta hacer una radiografía dinámica o tomografía de los cambios ocurridos en los trienios 1997–2000 y 2000–2003, también a escala distrital.

 

LA DESIGUAL DISTRIBUCIÓN DISTRITAL DEL VOTO Y DE LAS VICTORIAS

A partir de 1997 las variables electorales registraron un cambio importante en sus magnitudes, lo que indicaba una transformación cualitativa del paisaje electoral mexicano, tal y como se aprecia en la evolución de las variables registradas en el Cuadro 1. El acontecimiento más notable fue que en 2000, por primera vez desde los lejanos días de los años de la posguerra —cuando se fundó el Partido Revolucionario Institucional5 y tanto el sistema electoral como el de partidos adquirieron la fisonomía definitiva que dominaría durante casi medio siglo la vida política mexicana—, el PRI no logró hacer triunfar a su candidato presidencial, ni obtener un mayor número de victorias que el PAN en los distritos electorales de mayoría relativa. En 2003, sin embargo, la situación dio una nueva voltereta, cuando el PRI logró un mayor número de victorias distritales de mayoría relativa que sus dos contrincantes, juntos.

En 1997 la votación nacional del PRI retrocedió once puntos respecto de 1994 y éste tuvo que conformarse con 39.1 por ciento de la votación y con 165 del total de los escaños para diputados de mayoría relativa (n=300); sin embargo, sus aprietos no fueron tan severos en la medida que sus dos mayores contendientes, el PAN y el PRD atrajeron, respectivamente, segmentos de electores de magnitudes semejantes (Cuadro 1).

En 2000 la competencia entre el PRI y el PAN se agudizó; si en 1997 el primero había logrado una holgada ventaja de doce puntos sobre el segundo, tres años después la distancia entre ambos partidos ya era muy estrecha, de poco más de un punto porcentual en la elección para diputados; por otra parte, la relación de fuerzas entre los partidos tomó un perfil bipartidista muy competitivo y el PRD perdió votos y posiciones que lo colocaron en una situación límite, casi similar a la de un partido menor. Así, en 2000 el PAN triunfó en 141 distritos; ciertamente, desde un punto de vista político nacional, el principal afectado fue el PRI porque perdió la presidencia de la República y por primera vez se veía fuera de ésta, sin embargo, desde el punto de vista de retrocesos en la votación y el número de distritos de mayoría relativa, el PRD resultó también muy afectado en sentido negativo.

En 2003, el PRI, con prácticamente el mismo porcentaje de votación que logró en 2000, se colocó en primer lugar gracias al retroceso parcial del PAN, en favor de los partidos menores; el PRD ya no se benefició con ese retroceso y obtuvo casi la misma votación que la obtenida tres años antes. De nueva cuenta, el PRI obtuvo casi la misma proporción de sufragios que en los dos procesos federales anteriores, pero en esta ocasión logró ganar 33 distritos más que en 2000 y sumó un total de 164 victorias;6 este incremento se debió fundamentalmente a que triunfó en 45 distritos donde en 2000 había ganado el PAN. Por su parte, el PRD recuperó sólo una parte de las posiciones perdidas en 2000, mientras que el PAN, aunque vio severamente disminuido el número de sus victorias distritales en relación con sus logros en 2000, mejoró su posición respecto de 1997. En esta ocasión destacan adicionalmente, por una parte, la reiteración del formato bipartidista y, por otra, que el margen de victoria entre los dos principales partidos creció, en comparación con el 2000, pero siguió dentro de los parámetros de lo que se considera un sistema competitivo, es decir, la diferencia entre la votación relativa del PRI y del PAN fue inferior a diez puntos.

Se debe destacar que en el caso del PRI su votación relativa fue prácticamente la misma en los tres años, es decir, mantiene un rango constante de influencia entre el electorado, lo que sugiere cierta constancia de su base electoral. Por el contrario, en el resto de los partidos las cosas son diferentes; en el caso de PAN, su votación relativa crece doce puntos en 2000 y luego retrocede siete; en el del PRD, su votación retrocede inicialmente siete puntos, que casi no recupera, y luego casi se estabiliza entre 2000 y 2003; los partidos menores, luego de retroceder cuatro puntos y medio, avanzaron siete, respectivamente, en esos mismos trienios electorales.

Esto indica que los cambios en los resultados electorales no derivan de una variación de las preferencias en favor del PRI, sino que son producto de constantes reacomodos entre las preferencias en favor de los partidos adversarios al PRI: entre 1997 y 2000, el ascenso del PAN se dio a costa del retroceso del PRD y de los partidos menores, mientras que en el trienio siguiente, el retroceso parcial del PAN sólo favoreció a los otros partidos, en tanto que la votación relativa del PRD incluso retrocedió un punto más en relación con el 2000.

Otro aspecto digno de mención es el hecho de que en 1997 el PRI, con 39.1 por ciento de la votación logró ganar en 165 distritos, mientras que el PAN con una votación relativa similar en 2000, sólo triunfó en 141; análogamente, en 2000 el PRI sólo ganó en 131 distritos de mayoría relativa, con 37.8 por ciento de la votación, pero tres años más tarde, con una votación prácticamente similar (38 por ciento) se colocó en primer lugar en 164 distritos.

Ya antes hemos señalado la importancia que tiene la forma que toma la distribución de los electores de cada partido en el ámbito distrital. Para medir la distribución y el grado de concentración de los partidos se aplicó una técnica similar a la utilizada para analizar la distribución del ingreso de las familias. Para cada una de las tres fuerzas partidarias por separado, se construyeron deciles de distritos (30 casos en cada uno), ordenando en sentido ascendente su respectiva votación absoluta; en seguida se calculó el porcentaje de votos con el que contribuyó cada decil al total nacional obtenido por cada partido; por último, se contabilizó también el número de victorias obtenido por cada partido en cada decil. Los resultados se resumen en el Cuadro 2; hay que considerar que el ordenamiento en deciles resumido es diferente para cada partido y para cada año. El empleo de esta técnica es útil para mostrar el grado de presencia de los partidos en los distritos, así como de concentración de sus votos y victorias en muchos o pocos deciles.

En 1997 sobresale, en primer lugar, que tanto el PAN como el PRD, en los primeros cinco deciles (es decir, en 150 distritos, la mitad del total) acumulan menos de la cuarta parte de su respectiva votación nacional y no obtienen ninguna victoria, lo que indica una elevada concentración territorial de los electores de ambos partidos (aunque no siempre ni necesariamente coincidan los distritos en donde ello ocurre); en segundo lugar, en el otro extremo, en los dos deciles superiores, ambos partidos concentran una proporción muy alta de sus electores y sus victorias electorales. Por su parte, el PRI muestra una mayor homogeneidad en la distribución de sus electores entre los diez grupos de distritos, eso también se refleja en que logra victorias en todos los deciles; naturalmente, se debe destacar que es en los deciles superiores (VIII, IX y X) donde recibe la mayor cantidad de votos y concentra un número proporcionalmente mayor de victorias, lo que manifiesta una moderada concentración territorial del voto priísta, pero en una magnitud menor a la de sus dos contrincantes.

En 2000, en lo esencial el perfil de distribución priísta mantiene sus mismas características, no obstante en los deciles I y II (o sea en los sesenta distritos donde reunió sus menores votaciones absolutas) disminuyen sensiblemente sus victorias. En el caso del PAN se registran cambios relevantes, pues presenta victorias electorales en los deciles medios (IV, V y VI) y aumentan bastante en el VII y el VIII; es decir, la concentración distrital de sus electores aminoró. En el caso del PRD su concentración distrital del voto disminuyó levemente y prácticamente sólo consiguió victorias distritales en los dos deciles superiores (IX y X). Así, a diferencia de 1997, el PAN logró en los cinco primeros deciles casi la tercera parte de sus respectivos sufragios nacionales, lo suficiente para asegurarle doce victorias.

En 2003 la concentración territorial del voto panista registró un leve incremento y logró victorias distritales en seis de los diez deciles; aun así, en sus deciles I al V sólo reunió la cuarta parte del total de sus votos y logró tres victorias. Por otro lado, la distribución del PRD se concentró más y en la mitad de los distritos su votación fue tan baja que reunió menos de la quinta parte de sus votos; a pesar de ello, aumentó modestamente sus victorias distritales en los deciles VI y VIII. En el caso del PRI, se registró una mayor concentración distrital del voto, y en los deciles I al V ya sólo logró reunir la tercera parte del total de sus votos, e incluso en los dos deciles de más baja votación o bien no logró ninguna victoria distrital o bien lo hizo de manera muy raquítica.

En síntesis, se podría decir que en 1997 y 2003 el PAN y el PRD casi no tuvieron victorias distritales en la mitad de los distritos de los deciles I a V, a pesar de reunir en éstos al menos la quinta parte de los sufragios que obtuvieron a escala nacional; esa situación se hizo extensiva al PRD también en 2000, pues en esa ocasión mientras que el PAN logró al menos doce victorias con poco menos de la tercera parte del total de sus electores, el PRD no logró ninguna.

En el caso del PRI su concentración distrital de votos fue menor, pues en 1997 y 2000 reunió dos quintas partes de sus sufragios en los primeros cinco deciles, situación que cambió en 2003 cuando sólo captó un tercio de sus electores ahí mismo. Adicionalmente, el PRI conquistó alrededor de la tercera parte de sus victorias en los deciles I a V en los tres años estudiados.

Lo anterior ilustra el grado de concentración territorial del voto de cada partido, mayor en el caso del PAN y el PRD y, por ende, nos permite apreciar la magnitud del cúmulo de "votos desperdiciados" —es decir, que no se traducen en victorias distritales de mayoría relativa— que ello impone a los partidos no ganadores.

 

MARGEN DE VICTORIA Y TRIUNFOS DISTRITALES

El punto de partida del presente análisis consistió, en explorar qué tan desigualmente estaban distribuidas las variables electorales básicas (el voto por partidos) en la totalidad de los distritos electorales de mayoría relativa. Hemos visto que las tres fuerzas partidarias estudiadas presentaron en mayor o menor medida una desigual distribución territorial, o espacial, de sus electores. Ahora bien, como a partir de la votación individual de los partidos se construyen otros indicadores electorales compuestos, es razonable suponer que la distribución de estos últimos tampoco será estadísticamente normal.

El siguiente paso en nuestro trabajo consistió en analizar la distribución territorial de algunos indicadores compuestos, para medir la relación de fuerzas que existe entre los partidos en los distritos y mostrar cómo los datos totales nacionales tienen un efecto de pantalla que impide apreciar las diferentes formas que toma la relación de fuerzas de los partidos en los distritos electorales considerados en lo individual.

Uno de los indicadores que empleamos fue el margen de victoria, que se obtiene al sustraer a la votación relativa del partido en primer lugar, la obtenida por el que ocupó la segunda posición. Cuanto más pequeño es el margen de victoria, se considera que existe mayor competitividad y viceversa. En los tres comicios estudiados el promedio distrital de este indicador se ubicó en torno a quince puntos, pero con una desviación estándar proporcionalmente alta, en torno a once puntos, lo que indica una dispersión importante de sus valores, como resultado de la desigual distribución territorial del voto de los partidos, que examinamos en el apartado anterior.

En el Cuadro 3 se presenta la distribución de frecuencias distritales de este indicador —el margen de victoria— en rangos de cinco puntos, excepto en el último rango (de 30 a 55) donde se agruparon los casos extremos. Los datos muestran una significativa dispersión de los distritos entre los siete rangos establecidos; eso confirma que, efectivamente, el valor del margen de victoria varía mucho de un distrito a otro.

Para facilitar el análisis optamos por dividir los distritos en dos categorías: aquellos en que el margen de victoria era inferior a quince puntos porcentuales de diferencia, que en el cuadro denominamos "competitivos", y aquellos donde ese margen fue igual o superior a quince puntos, que llamamos "no competitivos". Estas denominaciones, "competitivos" y "no competitivos", son un mero recurso de redacción y no pretenden más que denominar con una sola palabra el margen de victoria con el que la fuerza partidaria triunfadora se impuso sobre su contrincante más cercano.

En general, la distribución de frecuencias es muy similar en los tres casos; los datos de este mismo cuadro indican que el número de distritos en la primera categoría, "competitivos", es ligeramente superior en los tres procesos electorales estudiados, particularmente en 2000. Se puede concluir que la distribución del margen de victoria en los distritos electorales sigue siendo heterogénea y que por cada distrito competitivo existe (casi) uno no competitivo.

Cuando se presenta una situación en la que en un número importante de distritos el margen de victoria es estrecho, puede suceder que las variaciones moderadas en el voto alteren la balanza de victorias y derrotas entre los partidos. Eso nos llevó a preguntarnos, a la luz de esta perspectiva, en el caso de México cómo había influido la situación "heredada" de 1997 sobre la distribución de los distritos ganados y perdidos, por partido, en 2000 y, análogamente, cómo influyó la situación "heredada" de 2000 sobre la distribución de victorias y derrotas distritales en 2003. Para dilucidar esa cuestión se confeccionaron los cuadros 4 y 5, uno para cada trienio, respectivamente; en éstos se comparan las victorias de cada partido controladas por el margen de victoria del año inicial del trienio respectivo.

Revisemos primero el trienio 1997–2000 (Cuadro 4). En 2000 el PAN obtuvo el triunfo en 66 distritos más que en 1997, mientras que el PRI perdió 34, y el PRD 42; como era de esperarse, esos cambios ocurrieron más a menudo entre la categoría de los distritos donde en 1997 ya se había registrado un estrecho margen de victoria entre el partido que obtuvo el primer lugar y el que quedó en segundo, y en menor medida en los distritos donde ese margen fue mayor. De hecho, aunque la votación promedio del PAN fue similar en ambas categorías de distritos, en el grupo en el que se había registrado un margen de victoria estrecho (más competitivo) en 1997, durante el 2000 logró conquistar 45 triunfos distritales adicionales; mientras que en el grupo en el que el partido en primer lugar se había impuesto con un margen de victoria muy amplio (menos no competitivos) en 1997, el PAN se impuso como nuevo ganador en 31 distritos.

Dicho de otro modo, la porción adicional de electores que tuvo que movilizar el PAN para lograr nuevas victorias en 2000, fue menor en aquellos distritos donde en 1997 había quedado en segundo lugar por escaso margen. Por lo demás, del total de victorias que obtuvo el PAN en 2000, dos terceras partes se obtuvieron en distritos que desde 1997 presentaban ya un margen de victoria más estrecho.

Pasemos al trienio 2000–2003 (Cuadro 5). En 2003 el PAN triunfó en 61 distritos menos que en 2000, mientras que el PRI avanzó en 33 y el PRD en 28. En ambas categorías de distritos el promedio del margen de victoria fue bastante semejante; pero el número de sus nuevas derrotas fue mucho mayor en los distritos que tenían un margen estrecho de victoria en 2000. Del total de victorias que obtuvo el PAN en 2003, poco menos de las dos terceras partes ocurrieron en distritos menos competitivos, es decir, donde había triunfado en 2000 con una diferencia de votación más holgada respecto del contrincante ubicado en segundo lugar.

Así, en 2000 el avance del PAN, en términos de victorias distritales, ocurrió principalmente en un terreno en el que desde 1997 los márgenes de victoria eran estrechos, lo que indicaba una fuerte competencia; mientras que en su retroceso de 2003, el PAN obtuvo una proporción mayor de sus victorias en los distritos donde había triunfado en 2000 por una diferencia muy amplia, es decir, no competitivos, tornándose éstos en su principal baluarte electoral.

 

LA RELACIÓN DE FUERZAS ENTRE
LOS CONTENDIENTES PERDEDORES Y EL MARGEN DE VICTORIA

En el primer apartado, cuando se revisaron los totales nacionales de votación, constatamos que en 1997 la principal posición la ocupaba el PRI, mientras que el PAN y el PRD se situaban ambos, por igual, entre doce y trece puntos porcentuales detrás, en tanto que en 2000 y 2003, el PRD se vio relegado a un lejano tercer lugar ante la cerrada contienda entre el PRI y el PAN.

Esto nos lleva a explorar otro aspecto relevante: la relación de fuerzas entre el partido colocado en segundo lugar y el situado en tercero. Para ello, el indicador que utilizaremos será la razón del voto del tercer partido entre el voto obtenido por el partido en segundo lugar,7 que para efectos de redacción llamaremos "razón 3°–2°". Este indicador se obtiene al dividir la votación del tercer partido entre la del segundo, lo que hace es simplemente medir la razón, o sea la relación de fuerza, entre estos dos. Si el cociente obtenido tiende hacia los valores pequeños (entre 0.00 y 0.50), indica que el tercer partido es más débil que el segundo conforme se aproxima a cero; representa una situación de ventaja del segundo partido sobre el colocado en tercer lugar. En el sentido opuesto, si los valores de la razón tienden a ser mayores (entre 0.51 y 1.00), esto indica que la votación del segundo y el tercer partido tiende a ser similar y entre más se acerque el cociente obtenido al valor de uno, más acentuada será esa tendencia; en ese caso, se hablaría de una situación de empate entre el partido colocado en segundo lugar y aquel situado en el tercero.

Los resultados del cálculo de las frecuencias distritales de este indicador para los tres comicios federales estudiados se resumen en el Cuadro 6. En 1997 y 2000 los distritos con situación de ventaja de la segunda fuerza partidaria fueron ligeramente más numerosos que aquellos en los que el segundo y el tercer partido tendían al empate y se mantuvieron en número constante entre ambos años. En contraste, en 2003 creció sensiblemente el número de distritos en los que el segundo partido era fuerte y el tercero débil.

¿Cómo se combinaron estos cambios en la relación de fuerzas entre los partidos o coaliciones colocados en segundo y tercer lugar con la registrada entre la posición del partido o coalición en segundo lugar respecto al que quedó colocado en primero? Si combinamos la clasificación dicotómica de los distritos por margen de victoria y por la razón 3°–2°, se obtienen cuatro categorías cuyas frecuencias distritales se resumen en el Cuadro 7. Únicamente con la intención de facilitar la exposición, nos referiremos a la primera categoría (margen de victoria estrecho, con ventaja de la segunda fuerza partidaria sobre la tercera) como distritos de tendencia hacia el bipartidismo fuerte: por lo que se refiere a la segunda categoría (margen de victoria estrecho) los denominaremos distritos con tendencia al tripartidismo fuerte; los casos del tercer rubro (amplio margen de victoria y ventaja de la segunda fuerza partidaria) los llamaremos casos con tendencia al bipartidismo débil; en tanto que en la última combinación (amplio margen de victoria y poca diferencia entre la segunda y la tercera fuerzas partidarias) utilizaremos el término de tripartidismo débil.

De nueva cuenta, subrayamos que el uso de estos términos sólo tiene como objetivo facilitar la presentación de la información; es una cuestión que no pretende utilizar en sentido estricto el término de formato del sistema de partidos y por esa razón la hemos matizado con el término de "tendencia a...".

En 1997 dominaron los distritos de bipartidismo fuerte, seguidos por los tripar–tidistas débiles (Cuadro 7); esto, a pesar de que los valores agregados nacionales sugerían algo muy diferente, una tendencia a lo que aquí hemos denominado tripartidismo fuerte (Cuadro 1), pues aunque el margen de victoria nacional entre el PRI y el PAN era estrecho, las fuerzas del PAN y del PRD eran muy similares.

En 2000 precisamente esas dos categorías decrecieron, en favor de un aumento notable de los distritos con tendencia al tripartidismo fuerte (Cuadro 7). De nueva cuenta, en ese año los valores nacionales apuntaban en otra dirección, una hacia el bipartidismo fuerte (Cuadro 1), ya que la distancia entre PRI y PAN se estrechó mucho, pero la relación entre los perdedores PRI y PRD se ubicó exactamente en el umbral que separa los dos rangos en que se dividió la razón tercero a segundo.

En 2003, la situación que indicaban los totales nacionales fue bastante similar a la de 2000 (Cuadro 1), de tendencia al bipartidismo fuerte; no obstante esta vez los datos distritales mostraron que la categoría más numerosa era justamente la de los distritos bipartidistas fuertes (incluso más que en 1997), mientras que los distritos tripartidistas fuertes registraron una disminución notable. La clave del asunto parece residir, de nuevo, en la desigual distribución distrital de la influencia de al menos dos de los tres partidos considerados y en las diversas configuraciones que adquirieron sus respectivas posiciones entre sí.

Así, en el caso del trienio 1997–2000, cuando el hecho más relevante fue el avance del PAN, el aumento del voto en favor de esa fuerza partidaria tuvo un efecto diferente en cada distrito, dependiendo del contexto. Por ejemplo, una circunstancia podría ser la de un distrito donde el PAN ya le disputaba cerradamente al PRI el primer lugar y lograba rebasarlo gracias a un pequeño aumento de su votación; aquí se reiteraría la tendencia a un bipartidismo fuerte. Otro ejemplo, una circunstancia muy diferente, podría ser aquel caso en el que el PAN ocupara la tercera posición, mientras el PRI y el PRD se disputaran cerradamente la victoria distrital; en este caso, si el PAN lograba un incremento muy importante que le permitiese emparejar su votación respecto a los otros dos, estaríamos ante un caso en el que una tendencia hacia el bipartidismo fuerte se transmutó en una hacia el tri–partidismo. Es precisamente en la diversidad que pueden presentar este tipo de situaciones, o variantes de las relaciones de fuerzas interpartidistas, donde podría residir la explicación de las diferencias que existen entre los indicadores construidos con los datos totales nacionales y los estimados en el ámbito distrital.

Como lo mostramos en el primer apartado, la distribución distrital del voto de cada una de las tres principales fuerzas partidistas presenta diferentes grados de concentración, lo que implica que las combinaciones de los valores del voto relativo del PRI, el PAN y el PRD, tomados en lo individual o encabezando coaliciones, serán variadas, y los distritos electorales no serán, en su mayor parte, un retrato fiel, en pequeño, de la relación de fuerzas que existen a escala nacional entre esos partidos. De hecho, como ya vimos, estamos ante un caso en el que sólo el PRI tiene presencia nacional, y los otros dos partidos, PAN y PRD, aún presentan un alto grado de concentración distrital de su votación total, por no mencionar el caso de los partidos menores, que presentan un rango de concentración territorial elevado. Esa situación, junto con los resultados reseñados en el segundo y el tercer apartado, plantea la necesidad de explorar con mayor detenimiento cómo se combinaron esas dos variables —el margen de victoria y la razón 3°–2°, en el ámbito distrital—, antes de continuar con el análisis del perfil electoral de los distritos.

 

COMPETITIVIDAD Y HETEROGENEIDAD DISTRITAL

Hasta ahora hemos revisado de manera individual dos indicadores de la relación de fuerza entre los tres partidos con mayor votación, así como las diversas combinaciones distritales que se dan entre esos indicadores. Los datos del Cuadro 7 sugieren la existencia de una elevada dispersión en la distribución combinada de ellos; eso significaría que los indicadores en cuestión están midiendo dimensiones de dos variables que resultan independientes entre sí. Para evaluar esa situación, resulta conveniente utilizar una medida de correlación, para cada uno de los tres procesos electorales estudiados, entre el margen de victoria (votación relativa del primer partido menos la del partido en segundo lugar) y la relación de fuerzas entre los dos partidos perdedores (razón de la votación relativa del partido en tercer lugar respecto de la registrada por el colocado en segundo lugar).

Con el fin de facilitar este análisis realizaremos antes una transformación del margen de victoria, que es una variable continua cuyos valores van de cero a 51.13 en 1997, de cero a 50.30 en el 2000 y de cero a 52.45 en las elecciones de 2003. Esta operación simplemente va a transformar, o estandarizar, esa medida en un indicador cuyos valores van de cero a uno, en donde el valor cero indicará una amplia distancia —o sea una baja competitividad— entre el primer y el segundo partido, y conforme los valores se acerquen al valor uno, una distancia estrecha o cerrada entre ellos (es decir, una elevada competitividad). De ese modo, el indicador del margen de competitividad transformado se asemejará en su forma de presentación al que toma la razón del partido ubicado en tercer lugar entre el partido que está en segundo lugar. La escala y el sentido de la medición de la relación de fuerzas entre el partido ganador y su más cercano contendiente toman una forma similar a la que presenta la medida de la relación de fuerzas entre los dos partidos perdedores.

Gracias a la similitud de la distribución de los valores en los tres comicios, podemos estandarizar el margen de victoria de cada distrito electoral para cada uno de los respectivos comicios estudiados; el cálculo se hizo de la siguiente manera: se consideró el valor distrital máximo que tomó el margen de victoria y se le sustrajo el valor que tomó ese mismo indicador en cada distrito individualmente; luego, el resultado se dividió entre el valor máximo distrital. Las fórmulas serían las siguientes:

MV1997estd = (51.13 – MV1997) / 51.13

MV2000estd = (50.30 – MV2000) / 50.30

MV2003estd = (52.45 – MV2003) / 52.45

En donde, MV1997estd, MV2000estd y MV2003estd, son el margen de victoria estandarizado para cada uno de esos tres años. En tanto que MV1997, MV2000 y MV2003, corresponden al margen de victoria como se utilizó en el apartado anterior, también para cada una de las tres elecciones estudiadas.

Para medir la asociación entre el margen de victoria estandarizado y la relación de fuerzas entre los dos partidos perdedores, se utilizó la r de Pearson, la cual toma valores que van de –1 a +1. Los resultados fueron los siguientes: para 1997, ese indicador registró un valor de –.2026, tres años más tarde registró un valor de .0694 y, por último, en 2003, esa medición fue de –.2092. Estos resultados sugieren que la asociación entre ambas series de indicadores es sumamente baja, es decir, que la relación de fuerzas entre el primer y el segundo partido no está asociada con la magnitud de la relación de fuerzas entre el segundo y el tercer partido.

Ahora bien, cuando r de Pearson toma valores cercanos a cero, eso sugiere que los puntos se encuentran dispersos al azar y que, por tanto, no hay asociación entre los indicadores de las dos variables; sin embargo, esta aserción es cierta siempre y cuando se trate de una asociación lineal entre ellos, pero puede resultar engañosa si la asociación entre ambos indicadores es curvilínea. Para estar seguros de que este es el caso, es conveniente revisar la dispersión de puntos (cada punto representa un caso, un distrito) en un plano cartesiano cuyos ejes son el margen de victoria y la razón 3°/2°, para cada uno de los tres comicios estudiados. Las gráficas 1, 2 y 3 ratifican la elevada dispersión de los distritos y confirman la baja asociación entre las dos series de indicadores empleada. Dicho de otro modo, las combinaciones en la disposición de la relación de fuerzas entre los tres principales partidos es sumamente heterogénea, lo que nos confirma la conclusión del apartado tres; lo más aconsejable en esto casos, desde el punto de vista metodológico, es analizar, o más bien, describir la situación de forma taxonómica, construyendo tipologías similares a las que ya habíamos presentado en el Cuadro 7. Tarea que abordaremos en el siguiente apartado, pero incorporando nuevas variables.

Antes de pasar a ello trataremos de construir, aunque sea de forma muy sencilla, un indicador compuesto de la competitividad distrital, al que aludiremos como ICC. El cálculo del ICC es muy sencillo, simplemente para cada distrito se calculará, en cada proceso electoral estudiado, el promedio del margen de victoria estandarizado y de la relación entre los dos partidos perdedores; con esto el ICC toma valores que van de 0 a 1, donde la cercanía a cero indica menos competitividad y la proximidad a uno mayor competitividad, suponiendo en este caso la presencia de tres partidos o fuerzas partidistas (alianzas) principales. El promedio distrital resultante registró un ligero aumento en 2000, al pasar de 0.58 (desviación estándar = 0.15) en 1997 a 0.60 (desviación estándar = 0.18). Sin embargo esa cifra sufrió un moderado retroceso en 2003, pues bajó a 0.55 (desviación estándar = 0.15). No obstante, en general, se puede apreciar que las variaciones son pequeñas y que, en promedio, el rango del ICC es más o menos constante.

En la Gráfica 4, en la página siguiente, se aprecian los polígonos de frecuencias resultantes del ICC. La comparación resulta de interés. De acuerdo con este nuevo indicador, en los comicios de 2000 la competitividad aumentó no tanto por que disminuyese el número de distritos donde el ICC fue bajo, inferior a 0.40, sino más bien porque los distritos con valores medios, entre 0.40 y 0.79, decrecieron en favor de los distritos donde el ICC fue de 0.80 y más.

Sin embargo, al combinar en un solo indicador el margen de victoria y la razón entre los partidos perdedores, se pierden de vista las muy diversas combinaciones que pueden tomar las relaciones de fuerzas entre los tres principales contendientes en los diferentes distritos electorales. Por esa razón, además de la señalada cuando revisamos la r de Pearson, consideramos que una clasificación o taxonomía de los distritos, de carácter descriptivo, es una estrategia más acorde con los objetivos que nos hemos planteado. Tarea que abordamos en el siguiente apartado.

 

LOS CAMBIOS EN EL PERFIL ELECTORAL DE LOS DISTRITOS DE 1997 A 2003

Para analizar las condiciones electorales específicas en las que en México se producen estas peculiares circunstancias de la contienda electoral en los años recientes, es necesario revisar con detenimiento un aspecto adicional, las posiciones de los partidos al inicio de cada contienda electoral; es decir, considerar también las características del punto de partida o posición de arranque, sobre el cual actuaron las demás variables. Eso significa que, para analizar los cambios en 2000, debemos considerar cuáles partidos obtenían específicamente el mayor número de votos en cada distrito en 1997 y, de manera similar, para revisar 2003 considerar las posiciones en 2000.

En ese sentido, se incorporó una nueva variable en el análisis, que consistió en establecer cuál mancuerna específica de partidos disputó en la elección anterior el primero y el segundo lugar en cada distrito, independientemente de la magnitud de la distancia entre ambos y de cuál de los dos triunfó; denominamos a esta variable "configuración partidaria de arranque", o simplemente configuración. En este sentido, se distinguieron tres situaciones posibles, cuando el PRI y el PAN ocuparon las dos primeras posiciones, cuando lo hicieron el PRI y el PRD y, por último, aquellos distritos donde el PAN y el PRD relegaron al PRI al tercer lugar.

En 1997, que es el punto de partida para analizar el trienio 1997–2000, las configuraciones PRI–PAN y PRI–PRD absorbieron casi una mitad de los distritos, respectivamente, dejando un remanente muy pequeño a la mancuerna de tipo PAN–PRD (véase el primer rubro del Cuadro 8). En 2000, que es el punto de partida para analizar el trienio 2000–2003, en casi dos terceras partes de los distritos predominó la configuración PRI–PAN, mientras que la mancuerna tipo PRI–PRD sumó poco más de la quinta parte de los casos y la del PAN–PRD apenas cuatro decenas de casos (véase el primer rubro del Cuadro 9).

De ese modo, utilizando la configuración partidaria de arranque como si fuera una variable de control, se construyeron los cuadros 8 y 9, en los que se resumen los cambios ocurridos en el perfil electoral de los distritos en los dos trienios estudiados. Esos cambios de perfil contemplan la revisión del margen de victoria, la relación de fuerzas entre el segundo y el tercer partido, y la combinación dico–tómica resultante de ambos indicadores. Para complementar la visión global que se pretende alcanzar por medio de estos cuadros, se incorporaron dos variables más: cuántas victorias tuvo cada partido en cada una de esas configuraciones y cuáles fueron los promedios de la votación obtenida por cada uno de los tres partidos, para cada alternativa de esos dos cuadros.

 

CAMBIOS ENTRE LAS ELECCIONES DE 1997 Y 2000

a) Distritos con configuración de arranque PRI–PAN

En 1997 hubo 144 distritos en esta categoría, la mayor parte conservó esa misma característica en 2000 y sólo siete se transformaron en tipo PRI–PRD. En cuanto a la distribución de victorias en este grupo, en 1997 el PRI tenía la ventaja sobre el PAN, situación que se invirtió en 2000, es decir, casi la totalidad de los distritos que perdió el PRI los ganó el PAN (n=25). En 1997, los distritos competitivos eran los más numerosos, pero tres años más tarde lo fueron los no competitivos; esto se debe al incremento obtenido por el PAN en aquellos distritos donde ya era fuerte y había ganado. Respecto de la relación de fuerzas entre los dos partidos perdedores, se aprecia que los distritos con un segundo partido fuerte fueron los más numerosos en ambos comicios, pero es notable el incremento que registraron en 2000.

La combinación de estos dos últimos indicadores evidencia que los distritos con tendencia al bipartidismo débil (es decir, no competitivos y con un segundo partido menos débil que el tercero, véase de nuevo el Cuadro 7) casi se duplicaron; esto revela la existencia en 2000 de muchos distritos donde el PAN ocupó la primera posición con una ventaja muy amplia sobre el PRI, lo cual no fue obstáculo para que el PRD se mantuviera en un lejano tercer lugar. Esta interpretación resulta ratificada por los promedios de votación relativa de cada partido en esta categoría de distritos. Además, éstos muestran que el PRI y el PRD presentan un retroceso pequeño, mientras que el rubro de otros partidos sí sufrió un retroceso proporcional mayor.

 

b) Distritos con configuración de arranque PRI–PRD

Cambios más notables ocurrieron en este grupo de distritos. Esta configuración englobó 148 casos en 1997, sin embargo, lo que ocurrió con ellos en 2000 muestra que el avance del PAN tuvo un impacto negativo muy alto sobre el PRD. En esta categoría, dos quintas partes se transformaron en tipo PRI–PAN, otro tanto similar se mantuvo en el tipo PRI–PRD, y en la parte restante el PAN y el PRD pasaron a ser los dos primeros partidos; en otras palabras, en casi 40 por ciento de este tipo de distritos el avance del PAN, que originalmente ocupaba la tercera posición, fue de tal empuje que relegó al PRD al tercer lugar. Asimismo, el PRD había logrado un número significativo de victorias (la mayor parte de las que obtuvo a escala nacional en 1997) en este conjunto, a pesar de que el PRI lo rebasaba, pero en 2000 el PAN logró casi medio centenar de victorias, la mayoría a costa del PRD.

Por otra parte, los distritos competitivos, que fueron los menos numerosos en 1997, pasaron a englobar dos terceras partes de los casos en 2000; en tanto que los distritos con similitud entre el segundo y el tercer partido pasaron a englobar tres cuartas partes de los casos en 2000, a pesar de que tres años antes apenas sumaban la mitad de los casos. Como resultado de lo anterior, el número de distritos con tendencia al tripartidismo fuerte aumentó; así, la novedad en los distritos de configuración PRI–PRD fue el avance del PAN, de tal magnitud que su relación de fuerzas ante el PRD se equilibró. Los promedios de votación exhiben la (casi) estabilidad del voto promedio priísta, en contraste con el descenso del voto perredista, viéndose así favorecido el panista con un notable aumento promedio.

 

c) Distritos de configuración de arranque PAN–PRD

Esta categoría fue poco numerosa en 1997, ocho casos, de los cuales cinco conservaron esa clasificación en 2000. En 1997 el PRD había cosechado cinco victorias en este grupo, pero en 2000 el PAN triunfó en siete, y de ser principalmente de tendencia al tripartidismo fuerte pasaron al tripartidismo débil debido al incremento del voto panista. Los promedios de votación por partido indican el retroceso del PRD y el incremento del PAN. En suma, con una muy débil presencia del PRI, el PAN tranquilamente desplazó al PRD y lo dejó muy por detrás en este pequeño grupo de casos.

 

CAMBIOS ENTRE LAS ELECCIONES DE 2000 Y 2003

a) Distritos con configuración de arranque PRI–PAN

Las cosas cambiaron en este trienio 2000–2003. Como resultado de las transformaciones ocurridas en la elección de 2000 y, por ende, de reclasificar los distritos en función de sus nuevas posiciones de arranque, se constató un notable incremento de los distritos tipo PRI–PAN, hasta sumar un total de 197. En 2000 el PAN logró triunfar en 115 y el PRI en los restantes; sin embargo, en 2003, si bien la mayoría de los distritos conservó esa misma configuración, la situación se invirtió en términos de victorias y el PRI se impuso en 117 distritos.

En 2000 los casos agrupados en esta categoría se distribuyeron por partes casi iguales en competitivos y no competitivos, pero los primeros tuvieron un aumento moderado en 2003; en cuanto a la relación entre los dos partidos perdedores, predominaron los casos con situaciones de segundo partido fuerte; como resultado de lo anterior, el incremento más importante se registró entre los distritos con tendencia al bipartidismo fuerte. Los promedios de votación indican la estabilidad del voto del PRI y del PRD, así como el retroceso del PAN y el incremento en el rubro de otros partidos.

 

b ) Distritos con configuración de arranque PRI–PRD

De acuerdo con los resultados de 2000, esta categoría reunió 65 distritos, de éstos, la mayor parte conservó ese rasgo en 2003 y 16 se transformaron en PRI–PAN. En este grupo, la situación en términos de victorias fue muy similar en 2000 y 2003, y el PRI triunfó en razón de alrededor de tres a uno ante el PRD, en tanto que el PAN casi no logró victorias.

Por otra parte, el grado de competencia se modificó algo y de un leve predominio de los competitivos se pasó a un reparto equilibrado entre ambas categorías. De modo notable, en estos distritos, en 2000, predominaron los casos de similitud entre el segundo y el tercer partido, pero tres años más tarde prevalecieron las situaciones de ventaja del segundo partido sobre el tercero. A consecuencia de esto, en las categorías combinadas aumentaron los casos de tendencia al bipartidismo fuerte y al bipartidismo débil. Los promedios de votación exhiben retrocesos moderados del PRI, del PAN y del PRD en 2003, en favor de los partidos menores.

 

c ) Distritos con configuración de arranque PAN–PRD

Este conjunto de casos sumó 38 distritos, de acuerdo con las posiciones alcanzadas en 2000, y la mayor parte se mantuvo igual en 2003; sin embargo, en términos de victorias las cosas variaron mucho pues el PAN acaparó más de dos terceras partes en la primera elección, en tanto que el PRD triunfó casi en la mayoría de estos distritos en la segunda.

Este grupo de distritos registró un elevado número de casos competitivos en 2000, para luego pasar a una situación en la que predominaron los no competitivos; asimismo, en el primer año únicamente se registraron situaciones de similitud entre los dos partidos perdedores, en tanto que en 2003 en poco menos de la mitad de los distritos prevalecieron circunstancias de ventaja del segundo partido sobre el primero. El resultado combinado de ello fue que mientras en 2000 casi la mayoría de los distritos presentaba una tendencia al tripartidismo fuerte, tres años más tarde, los más numerosos fueron los de tendencia al bipartidismo, tanto fuerte como débil. Los promedios indican que la votación del PRD y de los partidos menores se recuperó bastante en 2003, mientras que el PRI y el PAN retrocedieron significativamente.

 

CONCLUSIÓN

El mosaico distrital que caracteriza la relación de fuerzas entre los tres principales partidos o coaliciones que contendieron en las elecciones federales de 1997, 2000 y 2003, impuso acertijos muy complicados a esos contendientes y complica fuertemente el diseño de la estrategia de cada uno de ellos para el futuro; en las próximas elecciones federales de 2006 se les plantearán estos problemas en el diseño de las estrategias de campaña.

Por otra parte, mientras persista la situación actual, en la que dos de las tres principales fuerzas políticas mantienen aún una distribución espacial o territorial de sus electores muy concentrada, esa situación no cambiará o lo hará muy lentamente. Hasta la fecha, aunque con un leve retroceso, el PRI ha logrado mantener una presencia nacional. Los resultados de las futuras elecciones mostrarán si el PAN y el PRD lograron tener una presencia territorial mejor distribuida a escala nacional o si bien mantendrán el control de sus bastiones regionales.

En todo caso, la existencia de una amplia capa del electorado que cambia sus inclinaciones de voto de una elección a otra, y que oscila entre favorecer al PAN o al PRD o a los partidos menores, también ayuda a comprender esta situación tan compleja y cambiante. Esto parece indicar que el desalineamiento electoral de las bases electorales del sistema de partidos se mantendrá aún por otros años. Probablemente estas dos circunstancias sean parte de las razones por las cuales, en general, en ambos trienios el porcentaje promedio de votación distrital del PRI tendió a mantenerse constante, a diferencia de las notables fluctuaciones que se registraron entre las votaciones relativas del PAN, por un lado y, por el otro, del PRD y los otros partidos, lo que sugiere una mayor estabilidad del electorado priísta y una mayor volatilidad entre todos sus adversarios; así como una mejor distribución del electorado priísta sobre el territorio nacional, en comparación con la de sus dos adversarios.

Del examen casi topográfico que hicimos en el último apartado se desprenden varias conclusiones secundarias, más precisas en este sentido. La dinámica del primer trienio que intentamos resumir en el Cuadro 8, destaca que en los dos grupos de distritos donde el PRD ocupaba uno de los dos primeros lugares (configuraciones PRI–PRD y PAN–PRD), efectivamente, su posición se vio seriamente deteriorada debido al avance del PAN, lo que favoreció el aumento de los casos con tendencia al tri–partidismo fuerte, en tanto que en aquellos casos donde el PRD ocupaba la tercera posición (la configuración PRI–PAN) casi se mantuvo estático, y fueron pequeñas disminuciones de la votación del conjunto de partidos que se enfrentaron al PAN las que alimentaron el avance de este último, lo que sirvió de sostén a las tendencias tripartidistas. Este enfoque nos permitió esclarecer la dinámica que estuvo detrás del paradójico surgimiento de distritos con tendencia tripartidistas, en función del avance del PAN, en los distritos donde había predominado la mancuerna PRI–PRD.

La evolución electoral ocurrida entre 2000 y 2003, resumida en el Cuadro 9, se caracterizó por dos rasgos. En primer lugar, se saldó con un nuevo vuelco de la situación, pues el PRI logró volverse a colocar por delante del PAN en la elección de diputados de mayoría relativa, pero más debido al retroceso del PAN que a su propio avance. En segundo lugar, aunque el PAN perdió una buena parte de lo ganado en 2000, logró conservar parte de sus ganancias, lo que contribuyó a incrementar el número de distritos con tendencia bipartidista; no obstante, a pesar de este retroceso del PAN, el PRD ya no pudo recuperar totalmente el rango que perdió en 2000 y eso se tradujo en una mejoría de la votación conjunta de los partidos menores, si se la compara con la que tenían en 1997.

La tendencia nacional hacia el bipartidismo que se registró de 1997 a 2000, fue amortiguada en 2003 por la disparidad tan grande que existe en el perfil electoral de los distritos; la competitividad fue una variable que actuó sobre un terreno accidentado, disparejo y, por tanto, los efectos de su acción no podían haber sido homogéneos. Aun así, en el saldo consolidado de los dos trienios, el principal perdedor fue el PRD; sin embargo, debido precisamente a la existencia de este irregular terreno electoral, y a otras variables más, eso no significa que dicha posición se mantendrá. En ese sentido, al sistema de partidos mexicanos aún le queda por delante un largo recorrido antes de estabilizarse.

 

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NOTAS

1 La mayoría simple alude a la situación en la que el partido que más escaños obtuvo sobre los otros partidos, no alcanza a superar el umbral del 50 por ciento de éstos; la mayoría absoluta se refiere a la situación en la que el partido en primer lugar obtuvo, al menos, el 50 por ciento de los escaños más uno.

2 Respecto a 1997 es necesario hacer una aclaración en el manejo de nuestra base de datos. Ese año el Partido del Trabajo (PT) ganó en la elección de diputados federales de mayoría relativa un distrito de mayoría relativa en Durango. En este caso, para simplificar el análisis y la presentación de los cuadros, reasignamos la victoria al PRI, que fue el partido que quedó en segundo lugar en aquella ocasión.

3 Adicionalmente, se debe señalar que la demarcación distrital federal actual, que fue diseñada y aprobada en 1996, cambiará para los comicios federales de 2006. Así, sólo los resultados de los tres comicios estudiados aquí, 1997, 2000 y 2003, pueden ser comparables entre sí.

4  Autores como Duverger (1957:244–255), Sartori (1994:55–56) y Cox (1996:95–98), incluso van más lejos y analizan las condiciones en las cuales la competitividad favorece desarrollos bipartidistas o multipartidistas.

5 La mayoría de los autores, e incluso la misma dirigencia priísta, mencionan como fecha de fundación del PRI la correspondiente a su antecesor organizativo, el Partido Nacional Revolucionario (PNR), fundado el 4 de marzo de 1929; no obstante, el 30 de marzo de 1938, el PNR se reestructuró y tomó el nombre de Partido de la Revolución Mexicana (PRM); a su vez, el PRM se declaró disuelto el 18 de enero de 1946 y dio paso al Partido Revolucionario Institucional (Medina, 1994:70–83, 147–164). Nosotros preferimos tomar como referencia esta última fecha porque el paso de PRM a PRI no fue un mero cambio de siglas, sino una reestructuración tanto de sus relaciones internas de poder como del pacto social sobre el cual descansaba; además, porque a partir de esa misma época el sistema electoral tomó su cariz definitivo con la ley electoral de 1946, en el sentido de poner los procesos electorales bajo el control del gobierno federal, lo que modeló determinantemente la fisonomía del sistema de partidos durante medio siglo.

6 El número de victorias que reportamos para 2003 incluye los resultados de las elecciones extraordinarias, luego de que en los casos del distrito V en Michoacán y el VI en Coahuila, después de un proceso de impugnación, el tribunal electoral anuló los resultados iniciales y se efectuaron elecciones extraordinarias. Originalmente, en ambos casos, el PAN era el partido supuestamente ganador, pero luego de las elecciones extraordinarias, en el primer caso el resultado final favoreció al PRD, y en el segundo al PRI.

7 Este indicador (second to first looser ratio) lo utiliza Cox (1997:85–90), en combinación con otros indicadores, para medir el voto estratégico.

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