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Investigación bibliotecológica

versión On-line ISSN 2448-8321versión impresa ISSN 0187-358X

Investig. bibl vol.22 no.44 Ciudad de México ene./abr. 2008

 

Reseñas

 

BOLLMANNN, STEFAN. Las mujeres, que leen, son peligrosas.

 

Por Elsa Ramírez Leyva

 

Prol. Esther Tusquets. Trad. Ana Kosutic Madrid: Maeva Ed., 2007. 4a ed., 152 p.

 

Obra del autor alemán Stefan Bollmannn, quien ha cultivado diversas disciplinas humanísticas como la filología, la historia y la filosofía, pero también la literatura, la poesía y el teatro, además de ser especialista en la obra de Thomas Mann y haber incursionado en la actividad editorial, afinidad que comparte con la prologuista catalana Esther Tusquets, directora por varias décadas de Editorial Lumen y autora de novelas, algunas sobre feminismo, quien en el prólogo problematiza el título de la obra del que dependen algunas preguntas que desarrolla para concluir que el libro es para la mujer un objeto con el que establece una singular relación entretejida de prohibiciones, aprobaciones y reincorporaciones.

Las mujeres, que leen, son peligrosas es definida por su autor como una historia ilustrada sobre las mujeres lectoras de diversas épocas, desde la Edad Media hasta principios del presente siglo XXI, pero no cumple con las características de un trabajo histórico y es más bien una propuesta para crear un museo imaginario. Esta obra plasma de alguna manera, el deseo de varios de nosotros, coleccionistas de reproducciones de pinturas, literatura y películas que hemos tenido la idea de producir una obra que conjugue las condiciones del texto y la imagen sobre las trayectorias del libro y la lectura. Y, también, para quienes nos hemos preguntado por qué diversos pintores y escultores de diferentes épocas han tomado como modelo a mujeres en el acto de lectura o, con un libro en la mano o, próximas a libros, ya sea en estado de reflexión, ensoñación o con una expresión de placer, en algunos caso cercana al goce erótico.

El título seleccionado por Bollmannn es muy sugestivo y encierra una intención sarcástica para el Siglo XXI que es precisamente la preocupación contraria, los peligros de no leer. Más allá de esto el título bien puede considerarse una tesis sobre el temor que prevaleció durante siglos en el imaginario social y que todavía existe en algunas culturas, respecto del poder emancipador de la lectura, capaz de extraviar a los lectores de la norma moral, en particular entre criaturas poseedoras de un "escaso poder de raciocinio y de frágil voluntad". Tusquets ilustra esta idea con la recomendación de Juan Luis Vives (1523) dirigida a los padres y maridos para que no les permitieran a sus hijas y esposas leer libremente: "Las mujeres no deberían seguir su propio juicio, puesto que tienen tan poco". No olvidemos que la lectura, en especial en el medioevo, era considerada como una forma de diálogo con la divinidad, derecho que pertenecía en exclusividad a los hombres. De esta manera la lectura femenina se fue abriendo paso sólo a través de lecturas religiosas.

Bollmannn ilustra la trayectoria de la lectura femenina con un conjunto de pinturas y fotografías de mujeres, jóvenes y niñas que apoyan su argumentación sobre la lectura como fuente estimuladora de placer y así aparece en la obra del siglo XVII titulada Los placeres de la vida privada, del pintor J.P. Simeon Chardin con la que se inicia la trayectoria de las lectoras; esta pintura representa las actividades de diversión y ocios de la alta sociedad. En primer plano se observa una mujer cómodamente sentada con un libro que sostiene con una mano sobre su regazo, mientras que al fondo se aprecia un anaquel con libros y, aparte, una olla y una rueca que aluden a oficios propios del sexo femenino. Pero precisamente en los siglos XVII y XVIII las mujeres lectoras de novelas se multiplicaron hasta considerar esa afición como un furor; la lectura de literatura llegó a ser calificada como afición libertina y nociva, parecida a la peste y que incluso podría provocar riesgos graves o una calamidad y una desgracia para los hombres y las familias, pues podía significar la pérdida de las virtudes femeninas, entre ellas la sumisión; o podría implicar una regresión a los vicios aristocráticos. Incluso llegó a relacionarse la lectura con males orgánicos, dado que un prolongado sedentarismo podría ser la causa de obstrucciones y oclusión intestinales y flatulencia, o afectar la salud sexual puesto que daba a veces lugar al onanismo. No obstante estos presagios y prejuicios, la lectura femenina tomó cada vez más fuerza y en el siglo XIX encontró las condiciones propicias para expandirse en un entorno donde la alfabetización y la educación se convirtieron en derechos impulsados por los gobiernos occidentales ilustrados para todos los ciudadanos y ciudadanas.

La trayectoria ilustrada de las lectoras que propone Bollmannn está construida en un eje diacrónico que abarca desde 1333 hasta el 2001, en tanto el eje sincrónico, lo representan los cambios que constituyen hitos en las prácticas de lectura de las mujeres de acuerdo con determinadas circunstancias que el autor circunscribe en una síntesis de cada época. La introducción constituye, — además de un marco argumentativo en el cual entrelaza temas sobre lecturas peligrosas, lecturas silenciosas, lecturas femeninas, lectura anárquica, lectura en la cama y la intimidad de — una guía, parecida a las cédulas informativas de los museos para que el lector/espectador analice e interprete las imágenes. Bollmann se propuso crear un museo imaginario por donde deambular libremente entre salas temáticas que revelaran la metamorfosis de las prácticas lectoras de las mujeres. Así, podríamos pensar en una estructura en forma de salas temáticas. La primer sala El lugar del verbo. Lectoras llenas de gracia, aparece entre otras, la pintura de Simone Martini, Anunciación, en donde por primera vez la Virgen María aparece con un libro de horas en la mano y su dedo pulgar marcando la página aludiendo a la detención momentánea de la lectura ante la llegada del ángel. Ya antes se había pintado esta escena pero sin el libro. En este caso la pintura presenta una María inteligente que practica la lectura propia de las pocas mujeres ilustradas de la Edad Media tardía. A partir de entonces comienza a aparecer en varias de las pinturas la virgen María y otras santas con libros en la mano.

En la segunda sala tenemos Momentos íntimos. Lectoras hechizadas. La lectura encuentra espacios de soledad, en donde empieza a aparecer la lectura silenciosa, es decir, un respeto por los espacios femeninos, también la correspondencia se introduce como una lectura que se hace a solas, lo que podemos observar en diferentes pinturas. La tercera sala está destinada a Residencias de placer. Lectoras seguras de sí mismas. En el siglo XVIII aparece una sociedad en la cual el placer se va legitimando en tanto se va reafirmando el individualismo, lo que se aprecia en las pinturas de mujeres relajadas que se han apropiado del libro y de la práctica lectora intima.

La cuarta sala está destinada a Horas de éxtasis. Lectoras sentimentales. Posiblemente la sensibilidad femenina fue relacionada con los sentimientos, por lo que la literatura destinada a este grupo tenía el propósito de exaltarlos y provocar identificaciones con los personajes literarios como una manera de propiciar una vinculación emotiva. (Recurso que han seguido la radio y las telenovelas). La emotividad aparece representada en las pinturas mediante un lenguaje corporal, por ejemplo la mano sobre el corazón, lectoras abrazadas con su pareja o con un niño. En la quinta sala encontramos el tema La búsqueda de sí misma. Lectoras apasionadas. La actividad editorial produce obras sobre amores dramáticos que favorecen la identificación con determinados personajes, llegando en algunos casos a traslaparse la literatura con la vida misma; entonces el sufrimiento aparece como una forma de placer. Precisamente los cuadros seleccionados para esta sala capturan esas actitudes y logran en algunos casos lectoras totalmente imbuidas en el texto. La sexta sala dedicada a Pequeñas escapadas. Lectoras solitarias, nos ubica en el siglo XX, un parteaguas en la producción masiva del libro: más barato y por tanto más accesible, pero en la medida que avanza el siglo surgen fuertes competidores: radio, cine, televisión, computadoras, y en este contexto las lectoras ganan terreno y superan al género masculino, lectoras extensivas y no sólo de novelas, ahora buscan en los libros respuestas a nuevas inquietudes diferentes a las de sus congéneres de siglos anteriores. Las pinturas y algunas fotografías muestran mujeres emancipadas; no por casualidad el autor decide cerrar esta sala con una foto de Marilyn Monroe en bikini leyendo las últimas páginas, nada menos que de ese difícil texto de Joyce que es el Ulises. Esta foto suscitó dudas en Tusquets acerca de la afición de la actriz por ese tipo de lecturas, y le preguntó a la fotógrafa acerca de la veracidad de la inclinación de la Monroe por ese autor.

La contribución novedosa de esta obra no es su contenido histórico, por las razones mencionadas al principio, sino la conjunción de cuatro trayectorias: la lectura, el libro, el placer y las mujeres, que Bollmann entreteje para representarlas en el texto, pero principalmente en la imagen. Las obras seleccionadas por el autor nos permiten efectuar una lectura estética y placentera. Más bien el mérito del autor es haber abierto una línea creativa que podría desarrollarse y profundizarse en una historia ilustrada que inauguraría los modos de ver la lectura desde otra perspectiva, la icónica, que nos obligaría a aprender la lectura semiótica para construir sentidos y significados a fin de formular interpretaciones más ricas sobre los objetos de estudio de la bibliotecología. Este texto puede ser un complemento didáctico sobre la historia del libro, la lectura, así como para el estudio de algunos aspectos de la bibliotecología sociológica, la lectura y el análisis de contenido de imágenes; y, desde luego, para una lectura placentera.

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