Contribuciones

 

Análisis de los estudios sobre los macromycetes de México

 

Analysis of the studies on the macromycetes of Mexico

 

Gastón Guzmán¹

 

¹ Instituto de Ecología, Apartado Postal 63, Xalapa 91000, Veracruz. gaston.guzman@inecol.edu.mx

 

Recibido 6 de agosto 2008
Aceptado 3 de noviembre 2008

 

Abstract

An update of the bibliographic review of the Mexican macromycetes studies made by the author in 1998 is presented. It was found that the mycobiotic studies on macromycetes were barely increased since then, and are still absent in many taxonomic groups. There are around 60 genera, three in ascomycetes and six in basidiomycetes, which have been more or less monographied. The genera Scleroderma and Psilocybe are still the only intensively monographied even at the world level, since 1970 and 1983, respectively. Furthermore these genera have now several additions or supplements in their knowledge in Mexico. The hypogeous fungi yet poorly known in Mexico, have at the present a special interest in the University of Nuevo Leon at Linares, Instituto Tecnologico de Ciudad Victoria and Instituto de Ecologia at Xalapa, under the coordination of the University of Oregon. A new research line in phylogeny based in the molecular biology is developing. It continues the absence of specialists and the fact that the tropical zones are poorly studied, in high contrast with their exuberant diversity and the alarming destruction of their habitats.

Key words: mushrooms, inventories, problems.

 

Resumen

Se presenta una actualización de la revisión bibliográfica realizada por el autor en 1998, en la que se encontró que las investigaciones micobióticas en macromycetes en México se han apenas incrementado. Siguen faltando significativamente más estudios. Son alrededor de 60 los géneros que más o menos se han monografiado, adscritos a tres grupos taxonómicos de ascomycetes y a seis de basidiomycetes. Continúan los géneros Scleroderma y Psilocybe como los únicos monografiados intensivamente, incluso a escala mundial desde 1970 y 1983, respectivamente. De ellos se han publicado además varias adiciones y suplementos para el país. Los hongos hipogeos apenas conocidos, están recibiendo especial atención por parte de la Universidad Autónoma de Nuevo León de Linares, del Instituto Tecnológico de Ciudad Victoria y del Instituto de Ecología de Xalapa, bajo la coordinación de la Universidad de Oregón. Se esta desarrollando una nueva línea de investigación micobiótica en filogenia basándose en la biología molecular. Continúan los problemas de la ausencia de especialistas y el hecho de que las zonas tropicales sean las más desconocidas micobióticamente, a pesar de su exuberante riqueza y de que están sufriendo una gran devastación.

Palabras claves: hongos macroscópicos, inventarios, problemas.

 

Introducción

Es un hecho que las primeras investigaciones sobre los macromycetes mexicanos se iniciaron desde los comienzos del siglo antepasado, con los trabajos de Kunth (1822–1825) quien clasificó los hongos y líquenes que Humboldt y Bonpland habían recolectado en México. Boletus katoi Kunth, Humboldt & Bonpland [probablemente conespecífico de Microprous xanthopus (Fr.) Kunth, según Bandala et al., 1993] fue recolectado en Acapulco, Gro. en 1803, al desembarcar Humboldt y Bonpland procedentes de América del Sur y algunos líquenes en el Cofre de Perote, Ver., al abandonar México dichos investigadores en 1804 (Guzmán, 1990). Después de los hongos de aquéllos, fueron los de varios exploradores europeos en la época de la Colonia, quienes enviaban su material recolectados en México a especialistas de Europa, tales como Kickx (1841), Fries (1851) y Berkeley (1867). Ya en el siglo pasado los estadounidenses Murrill (1907–1908, 1910, 1912) y Schultes (1939) estudiaron importantes hongos en el país, los que han sido la base para los estudios micobióticos modernos. Los trabajos realizados por especialistas nacionales se iniciaron con Mociño en los finales del siglo XVIII, quien junto con Sessé participó en una expedición española ordenada por Carlos III en 1786 y en donde se tuvo la oportunidad de colectar hongos (Sessé y Mociño, 1894; Guzmán, 1993).

Sin embargo, la micología mexicana enfocada al estudio de los macromycetes, se inició prácticamente con la creación de la Sociedad Mexicana de Micología en 1968, a través de Herrera y Guzmán y con la publicación del Boletín Informativo y posteriormente del Boletín de la Sociedad Mexicana de Micología, que cambió su nombre en 1985 por el de Revista Mexicana de Micología, publicaciones que ahora se celebran. Los primeros micólogos del extranjero que aportaron trabajos al conocimiento de los macromycetes mexicanos en esa época fueron Heim (1956), Singer (1958) y Lowy (1971) en relación con el redescubrimiento de los hongos alucinógenos o de otros grupos y en los que en algunos intervino Herrera (Heim y Herrera, 1960), como lo discutió Guzmán (1990). En 1998 Guzmán (1998a, b) hizo un análisis de los avances alcanzados en los estudios micobióticos en el país.

 

Materiales y métodos

Después de diez años de los últimos análisis del autor (Guzmán, 1998a, b) y paralelo con un estudio de Guzmán–Dávalos (2000) sobre los Agaricales en México, se presenta ahora una revisión crítica y actualizada del inventario de macromycetes en el país. Por razones prácticas, se excluyen los líquenes y los myxomycetes.

 

Resultados y discusión

Se han revisado, monografiado o semimonografiado hasta el presente géneros de tres grupos taxonómicos de ascomycetes y seis de basidiomycetes (Tabla 1, Figura 1), y en particular 22 géneros de ascomycetes y 44 de basidiomycetes (Tabla 2). Parecen resultados significativos, pero continúan los géneros Scleroderma (Guzmán, 1970) y Psilocybe (Guzmán, 1983) como los únicos monografiados exhaustivamente, incluso a escala mundial y con adiciones importantes en la micobiota nacional, como son, en el primero las de Guzmán y Ovrebo (2000), Guzmán y Tapia (1995), Guzmán et al. (1997b, 2004d) y Guzmán–Dávalos y Guzmán (1985), incluso en Veligaster, género segregado de aquél. Sobre Psilocybe se ha publicado un suplemento (Guzmán, 1995) y numerosas adiciones como las de Guzmán (2004, 2005) y Guzmán et al. (2004a, b).

 

Indiscutiblemente mucho se ha avanzado, pero la carencia de estudios en muchos grupos taxonómicos y regiones geográficas sigue vigente. Ya lo decía el autor (Guzmán, 1998b) que la falta de coordinación entre los programas para el estudio de la biodiversidad en general y el escaso apoyo que se ha recibido, han contribuido al poco adelanto que tenemos todavía. Por otra parte, también recalcado por Guzmán (1998a, b), la falta de especialistas es uno de los principales obstáculos, como también lo mencionó Guzmán–Dávalos (1998). A este respecto, Guzmán–Dávalos (2000) observó que el número de contribuciones micobióticas en las revistas mexicanas ha disminuido, pero que esto se debe a que por presiones del Sistema Nacional de Investigadores, los especialistas nacionales publican ahora más en revistas del extranjero. Además, los estudios taxonómico–morfológicos están casi estancados, no tan solo en el país sino internacionalmente, por el desarrollo de las nuevas metodologías basadas en la biología molecular y en las nuevas tecnologías en la ciencia aplicada a la que se le esta dando mucha importancia. Esto ha motivado a que los pocos estudiantes interesados en la micobiota nacional se vean más inclinados por estudiar la filogenia usando herramientas de la biología molecular o aspectos tecnológicos, principalmente en el cultivo de hongos comestibles. Como ejemplos del poco desarrollo de los estudios micobióticos, en especial en los Agaricales, se pueden citar los casos de los géneros Galerina, Hydropus, Marasmiellus, Marasmius y Psathyrella, hongos que son muy comunes en los trópicos y de donde se conocen en el mundo más de 250, 100, 130, 500 y 400 especies, respectivamente (Smith y Singer, 1964; Smith, 1972; Singer 1982, 1973, 1976). Sin embargo, de México solamente se conocen no más de 20,2, 33,40 y 20, respectivamente, según una revisión analítica de los últimos inventarios realizados por Bandala et al. (1988) y por Guzmán (1998b) y en algunas referencias como las de Singer (1973,1 976, 1982).

Referente al número de hongos en México, Medel (2007) registró más de 250 especies de ascomycetes de los 200 que ya se conocían hasta 1982. Guzmán (1998a, b) observó que en el país dada su naturaleza biogeográfica, por estar situado entre dos grandes regiones bióticas: la Neotropical y la Neártica y con base en los cálculos de Hawksworth (1991) para el mundo, estimó que crecen en México más de 200,000 especies de hongos (micro y macromycetes). Con estos datos Guzmán (1998b) calculó que de dicha cifra solamente se conocen alrededor del 4 %, lo cual es alarmante (Figura 2). Además Hawksworth (1991) había llegado al mismo porcentaje del 4 %, pero a nivel mundial y aclaró que en Europa y en otras regiones, como en E.U.A. el porcentaje de especies conocidas es significativamente más alto debido al gran desarrollo de la micología en aquellas regiones. Pero Hawksworth también hizo ver que en tales regiones la riqueza fúngica no es tan grande como en las tropicales, en las que se ha comprobado que es donde se encuentran los índices de diversidad más altos, hecho que también habían observado Guzmán et al. (1997a) en México (Figura 3). Por otra parte, de las 200,000 especies de hongos se estima que la cuarta parte, es decir, más de 50,000 son macromycetes. Todo esto contrasta con los aparentemente buenos resultados en los estudios micobióticos que tenemos en el presente. Además del problema de la falta de especialistas y falta de coordinación como se ha dicho, existen en México los graves problemas de la deforestación y la contaminación, que están afectando significativamente la riqueza micobiótica, sin que hayamos podido ni siquiera cuantificarla.

 

Grupos taxonómicos o ecológicos de macromycetes que actualmente se estudian en México desde el punto de vista taxonómico, son los Geoglossaceae, Pezizales y Pyrenomycetes en los ascomycetes y los Cantharellales, Gasteromycetes, Polyporales, Thelephoraceae, Tremellales y Agaricales entre los basidiomycetes, resaltando los últimos significativamente sobre todos los grupos, por el número tan elevado de especies (Tablas 1 y 2). Los estudios sobre los hongos hipogeos iniciados en México con Trappe y Guzmán (1971), se están ahora abordando intensamente con el grupo de trabajo de Trappe en la Universidad de Oregón, con la colaboración de especialistas de la Universidad Autónoma de Nuevo León en Linares, del Instituto Tecnológico de Ciudad Victoria y del equipo de Guzmán en el Instituto de Ecología de Xalapa. En este grupo fúngico se están estudiando más de cien especímenes en alrededor de 40 especies, procedentes de Nuevo León, Tlaxcala y Veracruz. Por otra parte, entidades en donde se realizan diversos estudios micobióticos son Baja California, Estado de México, Jalisco, Nuevo León, Quintana Roo, Sonora, Tlaxcala y Veracruz (Guzmán, 1998a, b; Guzmán–Dávalos, 2000; Estrada Torres et al., 1991). Los estudios filogenéticos con base en caracteres morfológicos o moleculares se han desarrollado por Villegas et al. (1999) en Gomphaceae, por García–Sandoval et al. (2005) en Ramariopsis, por Guzmán–Dávalos et al. (2003 a, b) en Gymnopilus y Psilocybe, por Torres–Torres y Guzmán–Dávalos (2003) en Ganodermataceae y por Guevara y Garza–Ocañas (2005) en Cantharellus.

En resumen, falta mucho por hacer para conocer los macromycetes de México, en particular los tropicales, en contraste con lo que hasta ahora se ha hecho en el territorio nacional. El libro de Guzmán (1977) sobre la identificación de los hongos en México (principalmente de los macromycetes) fue el primero y sigue siendo el único intento micobiótico en el país, que a pesar de su antigüedad esta en uso debido a que abarca hongos de casi todo el país, con tan solo alrededor de 200 especies. Bien comentó Singer (1978) de dicho libro: "the most extensive treatment yet published on Mexican mushrooms".

 

Agradecimientos

El autor expresa su agradecimiento a las personas que le facilitaron datos o colaboraron en tareas específicas. En especial se agradece a L. Guzmán–Dávalos (Universidad de Guadalajara), F. Ramírez–Guillén y R. Medel (Instituto de Ecología), J. Cifuentes (Facultad de Ciencias de la UNAM) y a T. Herrera (del Instituto de Biología de la UNAM), por la información que le proporcionaron. Se le agradece también a Manuel Hernández por su labor de captura del manuscrito.

 

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