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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.38 no.108 Ciudad de México jul./dic. 2023  Epub 12-Abr-2024

 

Artículos de investigación

Reflexiones sobre un diseño articulado del estudio metropolitano económico-político y el análisis de la reproducción social local en el valle poblano-tlaxcalteca

Reflections on an Articulated Design of Metropolitan Economic-Political Study and the Analysis of Local Social Reproduction in the Puebla-Tlaxcaltec Valley

Sergio Alejandro Pérez Muñoz* 
http://orcid.org/0009-0001-1229-6430

* Posdoctorante del Programa de Estancias Posdoctorales por México del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) de México, adscrito al Centro de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Desarrollo Regional de la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Correo electrónico: <sergioalejandro1411@ hotmail.com>.


RESUMEN

El presente ensayo realiza un acercamiento a una perspectiva enfocada en hacer inteligible, en términos fundamentalmente económico-políticos, el proceso de urbanización-metropolización del valle poblano-tlaxcalteca, tanto a nivel macrorregional como en el ámbito de la vida cotidiana de las personas que lo habitan. De esta manera, se abordan las líneas generales del proceso de urbanización del valle, los ejes teóricos que permiten -desde la economía política marxista y la sociología de la reproducción social- convertir tal problemática en un objeto de conocimiento y construir las disposiciones metodológicas que resultan adecuadas para ello.

PALABRAS CLAVE: proceso de urbanización; metropolización; valle poblano-tlaxcalteca; acumulación; reproducción social

ABSTRACT

This essay focuses on making the process of urbanization-metropolitanization of the Puebla-Tlaxcaltec Valley intelligible. It does this both on a macro-regional level and in the sphere of the daily lives of those living there. Thus, the author deals with the general process of the valley’s urbanization, the theoretical crosscutting issues that, from the standpoint of Marxist political economy and the sociology of social reproduction, turn this into an object of knowledge, and the methodological configurations appropriate for doing so.

KEY WORDS: urbanization process; metropolitanization; Puebla-Tlaxcaltec Valley; accumulation; social reproduction

En este trabajo se propone un abordaje teórico metodológico para el análisis del proceso de urbanización del valle poblano-tlaxcalteca, en el cual se encuentra uno de los entornos urbanos más importantes en materia económica y política de México, tanto en términos históricos como de la actualidad. Su carácter aledaño al Valle de México, principal zona urbana del país (véase mapa 1), ha ensombrecido a este valle como polo de urbanización, pero su desarrollo actual y las problemáticas económico-políticas y socioambientales que padece la población de esta región hacen necesaria la búsqueda de aproximaciones capaces de extraer el carácter sistemático de tal desarrollo.

Fuente: Elaboración propia con base en Sedatu et al (2015) e Inegi (2021).

Mapa 1 Municipios de la zona metropolitana actual en el valle poblano-tlaxcalteca  

Para este efecto, el trabajo se aproxima a una visión general del proceso de urbanización del valle poblano-tlaxcalteca, para posteriormente ofrecer un panorama teórico constituido por categorías que hacen inteligible los procesos económico-políticos sistemáticos detrás del crecimiento urbano en esta región y por categorías que permiten, además, penetrar en la búsqueda de los diversos procesos que se ensamblan en las localidades que constituyen la metrópolis que actualmente está instalada en la misma. Finalmente, se exponen las disposiciones metodológicas que, en la propuesta de este ensayo, se consideran con mayor pertinencia para problematizar el proceso de urbanización en este entorno, tanto a nivel metropolitano como en la esfera de sus localidades constitutivas.

La búsqueda de dimensiones sistemáticas de la producción del espacio urbano, como confluencia codeterminativa de dinámicas de organización socioespaciales micro y macro, alimenta la reflexión que se realiza en este trabajo. Esta búsqueda fue iniciada por Lefebvre (1974). En su perspectiva la urbanización es un proceso en el que interactúan dinámicas macrosociales y microsociales de producción del espacio, derivadas de las relaciones sociales de producción, es decir, del antagonismo de clases. No existe en este planteamiento un privilegio del análisis macro o micro del proceso de urbanización, sino la conciencia de que estos niveles están intrínsecamente articulados, aunque precisan de abordajes consecuentes cada uno (Soja, 2008: 29-49).

Con este ensayo, en consecuencia, se pretende reflexionar sobre tales abordajes para llenar una brecha que existe en el análisis de la urbanización actual de esta región de Puebla y Tlaxcala, la de un planteamiento categorial y una disposición metodológica para comprender, con carácter regional, el antagonismo social que subyace al proceso general de urbanización creciente, a efecto de generar estudios que den cuenta de las dinámicas depredadoras y explotadoras sobre los recursos naturales y la población de este entorno, identifiquen plenamente a los agentes sociales que las desarrollan, y abran la observación a las formas en las que, desde sus enclaves, barrios, pueblos y comunidades las personas resisten, se adaptan y crean alternativas frente a la devastación. Como se propone en el desarrollo del trabajo, un retorno a categorías clásicas de la economía política puede proveer de un marco estructural para el estudio general de la urbanización histórica y actual del valle, siempre que dicho marco se ajuste con elementos conceptuales que permitan analizar los modos en que las personas reproducen su existencia desde sus entornos más inmediatos en medio de las presiones estructurales citadinas.

Desde los espacios académicos de Puebla y Tlaxcala se ha llamado la atención sobre la necesidad que existe de aproximaciones de conjunto a la articulación urbana actual de estos estados, si bien desde perspectivas diferentes a las que se plantean en este ensayo, puesto que la fragmentación de los estudios urbanos de la región -a pesar de los beneficios de especialización que reporta-, abunda en el aislamiento social y político que existe entre municipios y estados que abarcan la urbe poblana-tlaxcalteca actual e, igualmente, determina su falta de planeación y racionalización social (Hernández, Castillo y Ornelas, 2010; Bernal-Mendoza, 2010; Cabrera Montiel y Delgado, 2019).

Puntualización del Proceso de urbanización Poblano-tlaxcalteca

Origen general de las ciudades del valle

El origen de complejos urbanos en el valle poblano-tlaxcalteca es antiguo, se remonta al llamado período Tezoquipan del desarrollo cultural tlaxcalteca entre los años 350 a 100 a. C., en el cual se desplegó una concentración infraestructural y poblacional amplia en el sur del actual estado de Tlaxcala y al norte del municipio actual de Puebla. García Cook (1976) ubica esta concentración poblacional y el desarrollo infraestructural a través de su investigación arqueológica del valle a par tir de la datación de complejos habitacionales, ceremoniales y obras hidráulicas, así como de la concentración de cerámica. Para él, esta fase está intrínsecamente ligada con el desarrollo del complejo urbano prehispánico de Cholula y también alimentó el proceso de urbanización más al norte del centro de México, en el valle de Teotihuacán, al estar relacionada con el despliegue de una economía protoindustrial de obsidiana que promovía la concentración comercial en el entorno regional poblano-tlaxcalteca.

Si bien en una fase posterior -Tenanyecac- la urbanización se deprimió en esta zona, se desarrolló un polo urbano de alta importancia económica, política y religiosa: Cholula -que vivió su auge fundamental entre los siglos II y VII d. C., durante el clásico mesoamericano-, que fue fundamental en el posterior crecimiento de los complejos urbanos de las fases de desarrollo posteriores (Bonfil Batalla, 1967 y 1988).

El legado político-religioso de Cholula tuvo gran importancia militar al momento de presentarse la coyuntura de guerras del posclásico mesoamericano, entre la segunda mitad del siglo XV y las primeras tres décadas del siglo XVI, como polo articulado a la Excan Tlatoloyan a partir del cual se cercaba a los altepeme que constituían el Huey Altépetl de Tlaxcala (Aguilera, 1991). En esta situación, el valle poblano-tlaxcalteca enfrentó la guerra por Tenochtitlán que desembocó en el proceso de la colonización española.

El saldo de esa guerra rearticuló la forma urbana del valle, con la fundación de dos ciudades para las élites españolas y tlaxcaltecas triunfantes: las ciudades actuales de Tlaxcala y Puebla (fundadas en 1525 y 1531, respectivamente). El proceso de colonización española, entonces, se desplegó en este entorno con tres complejos urbanos amplios, Cholula, Tlaxcala y Puebla -así como con diversos pueblos vinculados a ellos (Bonfil, 1967 y 1988; Martínez y Sempat, 1991a; Martínez, 1998; Thomson, 2002)-, que siempre estuvieron articulados política y económicamente: su fuerza de trabajo fundamental fue la de los pobladores nahuas macehuales, a los que se añadieron otras castas subalternas con la profundización del dominio español del valle; el desarrollo de la economía del trigo de riego asociada a la del maíz de temporal y de la ganadería en el valle fue propicio para generar un fondo rural de las urbanizaciones fundamentales del mismo; los complejos urbanos referidos estuvieron sometidos a los mismos obispados y en conjunto fueron controlados y explotados política y económicamente por las élites de la Ciudad de México (Martínez y Sempat, 1991a y 1991b; Martínez, 1998; Velasco, 2017).

El final del dominio español sobre el territorio mexicano actual involucró más tendencias integradoras entre estos complejos urbanos, impulsadas por élites de la ciudad de Puebla, al avanzarse la pretensión de absorberlos en una misma intendencia y, posteriormente a la Independencia, en un mismo estado de la naciente federación desvinculada del dominio europeo (Bustamante, 2013).

Hitos de la modernización nacional en el valle poblano-tlaxcalteca

Durante el siglo XIX, la depresión demográfica propia del periodo de dominación española y las redes locales de economía agrícola y urbana existentes dieron lugar a que en el valle y en sus polos urbanos se desarrollaran dinámicas de aislamiento, estancamiento económico y una política conservadora (Thomson, 1989). De esta forma, tales entornos urbanos no recuperaron crecimiento económico y poblacional sino hasta finales del siglo XIX, cuando se empezó a desplegar una amplia densificación de las relaciones entre regiones de la federación y desarrollo industrial en las comunicaciones y en el comercio bajo el recuperado poder central de la Ciudad de México (Moreno y Florescano, 1974).

La industria textil, con desarrollos tempranos durante la era de dominación española, volvió a tomar un papel fundamental y creciente a finales del siglo XIX en los complejos urbanos del valle poblano-tlaxcalteca, además de otras actividades industriales como la producción y mantenimiento relativos a la industria ferrocarrilera (Thomson, 2002; Pansters, 1998). Igualmente, el carácter central de dichos complejos dio cauce a que en su interior se concentraran los mercados subregionales; y la consolidación de dos estados de la Federación, Puebla y Tlaxcala, generó concentraciones político-burocráticas en las respectivas ciudades capitales del mismo nombre, que confirieron el dominio a ambas metropolis respecto del valle en general.

La densificación de las relaciones industriales, comerciales y administrativas en estas ciudades se extendió como una ventaja comparativa durante la década de los treinta y cuarenta del siglo XX. A raíz de la crisis capitalista de 1929 y la Segunda Guerra Mundial pudo registrarse un crecimiento industrial endógeno en los países latinoamericanos más grandes, particularmente para abastecer demandas de bienes de sectores industriales deprimidos en los países centrales por la crisis durante la década de 1930 y de sectores que detuvieron su capacidad de producción para enfocar recursos en la economía de guerra durante el conflicto armado.

Según informa Pansters (1998), el sector textilero en el valle poblano-tlaxcalteca creció en este periodo y se volvió el promotor de un fuerte crecimiento urbano con carácter moderno, abasteciendo la demanda de bienes de la industria textil de los países centrales, fundamentalmente de Estados Unidos. Esta expansión precisó de la constitución de alianzas entre oligarquías subregionales ubicadas en las urbes del valle para el relanzamiento del crecimiento de la industria textil en la coyuntura crítica de la década de los treinta y la primera mitad de la década de 1940.

Dado este apogeo, en este periodo se desarrollaron comunicaciones fundamentales para la articulación física urbana del valle, particularmente con la construcción de la carretera federal entre Puebla y Tlaxcala entre 1941 y 1943 (González, 2003: 77). El fin de la guerra provocó depresión industrial, y con ello un estancamiento económico general (Pansters, 1998). Este entorno expulsó a la población migrante en esa época hacia otros contextos urbanos, como la Ciudad de México, y hacia Estados Unidos con el Programa Bracero de 1942-1964 (Flores-Hernández, 2009). El estancamiento se reflejó igualmente en el ámbito urbano con un bajo desarrollo infraestructural y pocas nuevas articulaciones funcionales (Pansters, 1998).

Líneas generales de la metropolización interestatal de Tlaxcala y Puebla

Fue hasta la segunda mitad de la década de 1960 que se reanimó el auge industrial del valle poblano-tlaxcalteca, con la instalación de la planta armadora de Volkswagen al norte de la ciudad de Puebla. El valle se insertó de esta manera en el régimen secundario exportador -maquilero- que en la época despegaba en el país, lo cual, además, reconvirtió la industria textil de esta región en una propia de dicho régimen y la redinamizó (Juárez, 2004). Este tipo de industrialización, fundamentalmente extendido a partir de inversiones de capital extranjero, propició un crecimiento amplio y el desarrollo de una articulación funcional mucho más densa que en otras épocas entre los complejos urbanos del valle, así como de éstos con múltiples pueblos que hacían de fondo rural y que fueron arrasados por el proceso de urbanización propiciado por la industrialización secundaria exportadora.

En principio, la armadora de Volkswagen en Puebla estuvo integrada verticalmente, con su estructura productiva interna concentrada en la propia firma (Pries, 2000). Ello implicó que los encadenamientos propiciados por esta industria fueran, sobre todo, los propios del desarrollo de infraestructura para la operación industrial y de la demanda progresiva de bienes y servicios de una población trabajadora amplia y en crecimiento. De esta forma, diversas economías locales se fueron encadenando con esta demanda, empleando vocaciones productivas previas para enlazarse con el mercado de consumo de la población trabajadora y administrativa de la planta y, en su caso, abandonando dicha vocación cuando la construcción de infraestructura las impactaba radicalmente.

El crecimiento de esta planta implicó, posteriormente, que se encadenaran provedurías de bienes de capital y de servicios que hicieron crecer nuevos entornos industriales en el valle (Pries, 2000). Este proceso se radicalizó a principios de la década de 1990. En 1992, la planta de Volkswagen abandonó su articulación vertical y se fragmentó en diversos complejos empresariales e industriales proveedores al núcleo central de producción (Pries, 2000). Ello promovió un mayor crecimiento de las proveedoras de insumos y servicios a la planta y la inmigración de otras proveedoras al valle poblanotlaxcalteca para atarse a la demanda del núcleo de producción de Volkswagen. El crecimiento de estas proveedoras -conocidas comúnmente como autoparteras- dio lugar a su relativa autonomía de Volkswagen, como abastecedoras de bienes de capital y servicios técnicos a ensambladoras más allá de la alemana radicada en Puebla. El despliegue de este fenómeno ha dado lugar al establecimiento de múltiples núcleos industriales en diversos contextos del valle, que han generado su propio proceso de encadenamiento de las economías locales a su demanda de desarrollo infraestructural y de crecimiento de mercados de consumo terciario.

La articulación física y funcional que se impulsó durante la década de los noventa dio lugar a la configuración metropolitana del valle poblano-tlaxcalteca, es decir, a la integración en el mismo de una región metropolitana en que sus distintas entidades constitutivas locales son hoy más unidades barriales y enclaves comerciales o industriales que pueblos, municipios o subregiones con autonomía. Esto fue reconocido por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y la Consejo Nacional de Población (Conapo), Comisión de Población y Desarrollo (CPD), con la integración del proyecto de las zonas metropolitanas en 2004, el cual ubicó cincuenta y nueve zonas metropolitanas en el país a partir del análisis de la articulación urbana funcional para fines estadísticos, entre las cuales se encontraron las zonas metropolitanas de Puebla-Tlaxcala y de Tlaxcala-Apizaco (Sedatu et al, 2015). Actualmente, la integración entre estas dos zonas ha dado sitio a su fusión en un solo sistema urbano rural por parte de las mismas instancias (Gobierno de México, s/f). En efecto, desde 2004 a la fecha, la articulación física y funcional entre ambas zonas metropolitanas se consolidó. Desde su extremo norte en Apizaco hasta su extremo austral en el sur del municipio de Puebla, la industria automotriz es la dinámica encadenadora económica fundamental, lo que ha implicado la absorción de múltiples pueblos que han quedado copados por la integración metropolitana del valle (García de León Loza, 2018).

La metropolización ha dado lugar a un crecimiento irracional, impulsado por la industria exportadora y también por la acción de proyectos de infraestructura de capital privado financiarizado. Este último sector, desde la década de 1990, ha sido el principal impulsor de la construcción de vivienda, tanto de mala calidad para sectores empobrecidos como de lujo en fraccionamientos vallados, y de centros comerciales de concentración de mercados de bienes y servicios. Con ello se ha dado cauce a la densificación de la cobertura urbana sobre zonas rurales -la ciudad de Puebla pasó de una extensión de 12,800 hectáreas en 1990 a 27,000 hectáreas en 2000-, buena parte constituida por despojos a ejidatarios (Cabrera y Delgado, 2019; Bernal-Mendoza, 2010), lo que se ha sumado a la creciente depredación ambiental provocada por la industria manufacturera, fundamentalmente para fines de producción textil y automotriz.

En 2019 Víctor Toledo, entonces titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales federal, ubicó a la cuenca hidrológica del Alto Atoyac como uno de los infiernos ambientales del país debido fundamentalmente a la contaminación de los ríos Zahuapan y Atoyac que surcan la actual metrópolis instalada en el valle poblano-tlaxcalteca (Luz López y Ramírez, 2022). La polución vertida por la industria en estas corrientes de agua es crítica y afecta a la salud de las personas, lo que se manifiesta, incluso, en el aumento de la incidencia de diversos tipos de cánceres (como la leucemia en niños) en el valle de Natívitas, de los abortos espontáneos y de casos de insuficiencia renal en las zonas aledañas a las unidades industriales (Velasco Santos, 2017: 231258; Coordinadora por un Atoyac con Vida et al., s/f).

Categorías Para hacer inteligible el Proceso de urbanización actual Poblano-tlaxcalteca

Cuando se lidia con el proceso de urbanización de este valle es necesario reconocer que está integrado por múltiples flujos históricos de urbanización que ensamblan dinámicas promotoras de concentración poblacional y de construcción infraestructural. Estos diversos flujos históricos tienen manifestaciones distintas: económicas, como la construcción antigua de redes productivas y de mercado o los encadenamientos contemporáneos generados por la industria y los servicios; político-militares, como el despliegue de hegemonías locales que han provocado que graviten en su entorno inmediato recursos y fuerza de trabajo de otros contextos locales; culturales, como el establecimiento de una centralidad cultural de un entorno local en el que gravita y se concentra la población.

Con esta noción de los flujos históricos de urbanización se destaca, entonces, un hecho que sirve para capturar, en términos generales, la diversidad de procesos que dieron lugar a concentraciones protourbanas, las cuales, a partir de lógicas estructurales de diversas fases históricas tendieron a articularse progresivamente hasta formar las concentraciones urbanas, cuya articulación física y funcional dio lugar a la metrópolis que se extiende desde el sur del municipio de Puebla hasta el centro-norte del estado de Tlaxcala. Al mismo tiempo, esta noción permite concebir a los espacios internos de la metrópolis actual del valle poblano-tlaxcalteca (barrios, pueblos, enclaves, caminos) como ensamblajes concretos de algunos de los diversos flujos históricos de urbanización que han constituido a aquella.

Por el momento, con esta noción de los flujos históricos de urbanización, se tiene una disposición para la búsqueda de categorías más concretas que sirvan para explicar el trasfondo estructural de dichos flujos.

La urbanización vista desde el proceso de acumulación

Desde la teoría de la acumulación1 se han generado planteamientos para aproximarse al trasfondo comentado. En principio hay que decir que tales flujos son procesos sociales, es decir, están constituidos por el desarrollo en el tiempo de relaciones de grupos humanos entre sí y con la naturaleza. Los grupos sociales, en esta perspectiva, se forman y reproducen por su disputa por recursos concretos: riqueza natural y, fundamentalmente, excedente producido a partir de la naturaleza (Baran, 1957; Baran y Sweezy, 1982; Frank, 1967; Marx y Engels, 1999; Hirsch, 2001).

Es el saldo de la disputa por esta riqueza y el excedente producido a partir de ella el que agrega a las personas y el que estructura las jerarquías entre los diversos agregados humanos. Por supuesto, las relaciones entre agregados sociales ya formados siguen teniendo como núcleo el antagonismo que gravita alrededor de la riqueza natural y el excedente social producido a través de ésta.

La estabilización de la distribución de recursos naturales y excedente entre agregados humanos constituye una lógica espacial, es decir, los saldos coyunturales de las disputas entre agentes sociales dan existencia a lugares centrales y a satélites reconocibles en una formación urbana, que traban una relación de jerarquía y explotación (Baran y Sweezy, 1982; Frank, 1967). Esta relación es macrohistórica, pues sólo está vinculada con la existencia de grupos humanos establemente jerarquizados en el espacio; sólo reconoce la existencia de éstos y su consolidación espacial a partir de una lógica básica de relaciones de sometimiento, explotación y extracción respecto de la riqueza y el excedente social, por lo que aborda una larga data, ubicable, al menos, a partir de la sedentarización y la aparición de concentraciones poblacionales urbanas, hasta la forma actual de las metrópolis contemporáneas (Laclau, 2015: 1-52; Frank y Gills, 1993). Si bien esta tendencia a la centralización que enlaza entornos satélites a su impronta ya dibuja un panorama económico político para el análisis del proceso de urbanización, para la economía política, a fin de detallar el trasfondo estructural de los flujos históricos de urbanización, se trata de una relación que debe mediatizarse con categorías de mayor concreción histórica.

La concentración en el espacio de polos centrales y satelitales en los que se articulan grupos dominantes y dominados invita a reconocer un primer carácter derivado de esta tendencia a la agregación y jerarquización entre centros y satélites: está marcado por relaciones de intercambio desiguales cuya impronta deriva de la forma histórica de las relaciones de antagonismo propias de las disputas por la riqueza y el excedente (Baran y Sweezy, 1982; Frank, 1967). Estas formas históricas de las relaciones de antagonismo, cuando existen grupos sociales ya jerarquizados en el espacio, se pueden reconocer en dos dinámicas básicas de intercambio: la violencia entre grupos humanos, abierta e institucionalizada, y el intercambio de mercancías permanente (Karatani, 2014).

La violencia entre grupos humanos es una dinámica general de relaciones materiales, pues a través de ésta consolidan su posición en las disputas por la riqueza y el excedente social; su institucionalización ha dado lugar a las formas de sanción de las relaciones de explotación de la naturaleza y de apropiación del excedente social, mediante derechos nobiliarios, de propiedad y contractuales y de culturas identitarias, fundamentalmente (Karatani, 2014; Appadurai, 1996). Es decir, a lo largo de la historia se observan dinámicas de relaciones políticas institucionalizadas que permiten mantener consagrada la jerarquía que un grupo humano ha ganado por la vía de la violencia sobre otros. Así, la violencia intercomunitaria es una de las bases para la conformación bipolar o multipolar de centros y satélites en el espacio de diversos grupos sociales y para su institucionalización política y cultural.

Para el caso del valle poblano-tlaxcalteca, por su antigua composición como complejo con desarrollo de urbanizaciones, es conveniente tener a disposición esta dinámica para analizar el origen de los flujos históricos de urbanización en su nivel más general y en sus diversas fases, pues formas de dominación violenta y extractiva, como se comentó, han dado la pauta a la existencia de los polos urbanos de Tlaxcala y Puebla. En los tiempos que corren, las formas de violencia que sostienen polos centrales y satelitales en el valle siguen −aunque subsumidas a la desigualdad económica− siendo evidentes: internamente, a partir, por ejemplo, de los esquemas de segregación de los complejos de viviendas cerrados; y en el enlace nodal entre metrópolis, a través del extractivismo para abastecer al Valle de México que se realiza con el sistema Cutzamala, sancionado políticamente violando acuerdos legales, de las aguas de la Región Hidrológica del Balsas, a la que pertenece la Cuenca del Atoyac-Zahuapan que surca la urbanización del valle poblano-tlaxcalteca (Pfannenstein, Anacleto y Sevilla, 2018; Velasco, 2017: 50).

El intercambio de mercancías permanente es una dinámica ligada a la historia de las concentraciones humanas. Se trata de un proceso de valorización social histórica realizado en las relaciones entre grupos humanos respecto del uso de las capacidades productivas de las personas que integran estos grupos y de los bienes y servicios que producen con tales capacidades, el cual tiene lugar desde una desigualdad ya establecida entre grupos humanos que ocupan polos centrales y satelitales (Marx, 1975; Karatani, 2014; Soja, 2008: 2949). El proceso de valorización social histórica ha generado distintas maneras de operación del intercambio de mercancías derivadas de distintos modos de equivalencia para asignar la valorización social de las capacidades productivas humanas con las cuales se producen tales mercancías (Marx, 1975). Por supuesto, estas formas equivalenciales han provenido también de diversas maneras de producir bienes o servicios, de explotar las capacidades humanas para ello, y de distribuir tales bienes y servicios generadas de manera determinante en el desarrollo de concentraciones poblacionales, las cuales, por la aglomeración de operaciones de intercambio en su interior, han sido capaces de generar equivalentes con potencial de identificación objetiva por parte de los sujetos que participan del mercado de tales concentraciones.

Con distintos desarrollos alrededor del globo y su enlace en red expansivo, la abstracción del trabajo humano de sus cualidades concretas para su conversión en tiempo de trabajo socialmente necesario para formar valor, esto es, bienes y servicios, y el uso del equivalente general consolidado en unidades monetarias para realizar el valor de tales bienes en el mercado, infundieron su impronta de modo generalizado sobre la dinámica de intercambio de mercancías en todo el mundo y arrasaron con otras formas equivalenciales menos estables (Marx, 1975; Wallerstein, 2011). Así, este intercambio, convertido en un modo de intercambio de mercancías eminentemente capitalista, se volvió el proceso más relevante de la disputa entre grupos humanos por la riqueza y el excedente social, de su consolidación espacial a través de agregados jerarquizados y encadenados -centros y satélites- y también subsumió e hizo dependiente de sí a la violencia abierta e institucionalizada como base de relaciones materiales. Esta dinámica, entonces, se volvió el principal motor de la articulación de concentraciones urbanas ya existentes, de la fagocitación ejercida por éstas en las economías agrarias de manera general, y de la aparición de otras tantas concentraciones humanas diseminadas en el espacio básicamente para la operación de este modo de intercambio (Luxemburgo, 2018; Harvey, 2005 y 2013; Karatani, 2014).

El intercambio de mercancías eminentemente capitalista se basa en una forma de producir concreta fundada en la explotación de la fuerza de trabajo humana, ya sea activa en los sujetos presentes o impresa en los bienes de capital, y una forma de comerciar con lo producido a través de unidades monetarias que son representaciones de un solo equivalente general. Estos modos de producir e intercambiar encumbran en el proceso a los sectores sociales que se benefician de la explotación de la fuerza de trabajo y del comercio de lo producido por ella; los que por su lugar en el proceso histórico de disputa por la riqueza y el excedente social concentraron el comando de la producción y los medios de cambios, o que por los cambios críticos del desarrollo del intercambio capitalista quedaron en el lugar de tal concentración.

El intercambio de mercancías es, pues, una forma histórica de la disputa por la riqueza y el excedente que da lugar a las concreciones en el espacio del complejo urbano de que se trate de las clases sociales modernas -capitalistas y potentados políticos autóctonos cada vez más disueltos entre sí, sectores burocráticos asociados a los anteriores, proletariado urbano, precariado, entre otras-, a la refuncionalización de los grupos sociales y sus jerarquías ya presentes en el espacio en cuestión, y a la articulación del arreglo jerárquico entre grupos humanos en dicho espacio con la dinámica del proceso de acumulación capitalista, mediante flujos de entrada de inversiones de agentes capitalistas de otros entornos y de sus demandas de extracción de recursos (Castells, 1979 y 1995; Zanotti, 2014). A partir de esta dinámica, las urbanizaciones tienden a ser arreglos espaciales coyunturales de la geografía de la estructura de clases sociales que se confrontan en el proceso de acumulación de capital, la cual lanza y relanza dinámicas de reconfiguración espacial en diversos entornos para enfrentar los límites a dicha acumulación (Harvey, 1977 y 2005; Zanotti, 2014).

En el proceso de urbanización del valle poblano-tlaxcalteca es importante tomar en cuenta el carácter antiguo de un intercambio extendido y generalizado de bienes y servicios en concentraciones humanas en las que ya se puede observar una definición polar entre centros y satélites -previo a la aparición, pues, del intercambio eminentemente capitalista-, en tanto que la existencia de una economía mercantil urbana se extiende a periodos previos, incluso, al establecimiento de la dominación española.

Por supuesto, el intercambio eminentemente capitalista ha sido fundamento de las fases más recientes del proceso de urbanización en este valle, de tal forma que para su análisis es necesario estudiar la estructura de clases de este intercambio como la base de la aglomeración y jerarquización de los grupos humanos espacializados en su entorno o que ejercen acciones en éste. Así, la estructura de clases que está en la base de los flujos históricos más recientes y concretos de la urbanización del valle poblano-tlaxcalteca está constituida por redes de relaciones entre grupos tanto internos como externos, respecto de los cuales hay que determinar su peso factorial en los distintos flujos de urbanización propiamente capitalista. De esta manera, es posible ubicar momentos históricos de formación industrial en este valle en los que la estructura de clases enlazó a una población jerarquizada como subalterna en la sociedad indígena prehispánica -la macehual- a los requerimientos de acumulación del centro colonial español (Thomson, 2002), y momentos históricos en los que la estructura de clases fue más asequible al valle, y la industrialización textilera, por ejemplo, dio lugar a la consolidación de una clase obrera textilera explotada por un sector de capitalistas industriales originarios y migrantes, pero habitantes en general del propio valle (Pansters, 1998). Asimismo, actualmente es posible ubicar clases sociales endógenas y exógenas al valle poblano-tlaxcalteca que son determinantes de la explotación de la fuerza de trabajo (empleada y precarizada) y recursos naturales de este entorno, desde las sociedades industriales extranjeras -como la alemana propietaria de Volkswagen- que controlan el sector automotriz, hasta los capitalistas inmobiliarios radicados en el valle o en el aledaño Valle de México que controlan el despliegue de la articulación física del mismo (Cabrera Montiel y Delgado, 2019).

La urbanización vista desde el proceso de reproducción social. Localidades en medio de los flujos históricos de urbanización del valle poblano-tlaxcalteca

Como se observa, la teoría de la acumulación tiene potencial para operar en el análisis de relaciones entre agregados humanos formados y jerarquizados, tanto para explicar el proceso de la formación de estas relaciones como para estudiar su forma y resultados.

No obstante, existen problemas para operar con esta teoría cuando se trata de la construcción interna de esos agregados, particularmente cuando se analizan pequeños grupos emplazados en localidades que se han ido articulando al proceso de urbanización, como los grupos sociales que han ido conformando la metropolización del valle poblano-tlaxcalteca.

Específicamente, para la urbanización contemporánea de este valle, la noción referida de la estructura de clases nos enfrenta con el análisis de las acciones de agentes sociales que demandan recursos y fuerza de trabajo para sus dinámicas de acumulación de capital, así como con los resultados espaciales de tales acciones, y con la lucha de esta fuerza de trabajo, articulada en estructuras de clases identificables, por adaptarse y resistir a las acciones de los agentes que comandan las líneas del proceso de acumulación que fundamentan el carácter de la urbanización.

Pero cuando observamos procesos concretos de la existencia cotidiana, en los barrios, pueblos, vecindarios o enclaves, en donde reproducen su vida los diversos sujetos sociales urbanos, nos enfrentamos necesariamente a fragmentos de clases a partir de los cuales no es explicable la estructura de clases urbana. Tal estructura debe avanzarse con análisis generales del proceso de urbanización en la fase que se estudia, que es el resultado de la confluencia de flujos contemporáneos de urbanización con flujos históricos, para hacer inteligibles las dinámicas nucleares que determinan tal proceso; mientras que el acceso a la realidad inmediata y local de las personas concretas que habitan en el proceso de urbanización requiere, además, de avanzar en las perspectivas para abordar sus prácticas de reproducción social.

Es necesario, en consecuencia, acercarse a la producción social de los espacios locales urbanos. En un primer nivel, este proceso es observable como una dinámica de socialización de los recursos inmediatos para la vida cotidiana que realizan grupos humanos, y a partir de la cual determinan la configuración de comunidades locales (Appadurai, 1996). Se trata de un conjunto de prácticas de utilización de recursos naturales y distribución de éstos, y la consolidación de institucionalidad formal y cultural local que sanciona tal distribución. Estas prácticas están en la base de la configuración material social local básica que permite la existencia de una localidad distinguible y ensamblada a un contexto natural.

Igualmente, esta producción de las localidades está ligada a las prácticas de agentes externos al espacio inmediato que demandan de estos recursos naturales y trabajo para abastecer necesidades de la reproducción de su condición de clase. Se trata de prácticas de explotación, sometimiento, saqueo y extractivismo, impuestas o negociadas, ejercidas por agentes con poder de sobredeterminación sobre comunidades locales, los cuales, por supuesto, existen en algún otro espacio local, dentro del mismo espacio urbano o en algún otro. Las prácticas de estos últimos agentes y sus demandas de recursos y trabajo de la localidad se insertan en ésta como flujos externos que se ensamblan con las prácticas de reproducción social locales o las reemplazan; en todo caso, configuran nuevos esquemas de reproducción y nuevas formas de institucionalidad formal y cultural sobre los mismos (Appadurai, 1996).

Es posible, de esta manera, concebir a los entornos locales articulados en una urbanización como ensamblajes de prácticas de utilización inmediata de recursos y de distribución de éstos y de explotación y extractivismo. Este ensamblaje, visto desde el punto de vista de la vida interior de una localidad específica, configura el sistema de reproducción social a partir del cual sostienen su existencia los habitantes locales. Dicho sistema está constituido por dos dimensiones:

  • La estructura de distribución de recursos naturales y económicos específicos, sociales, culturales y simbólicos que opera internamente, pero que está enlazada a otros tantos entornos, tanto del espacio de la urbanización de la que forma parte la localidad como externos, que determina el lugar que ocupan los diversos sectores sociales locales y el que ocupa la propia localidad en el sistema urbano del que forman parte -estructura que puede identificarse como el campo material local- (Bourdieu y Wacquant, 1992).

  • Las prácticas cotidianas de los habitantes locales para reproducir y transformar la estructura de distribución de recursos naturales, económicos, sociales, culturales y simbólicos, a través de las cuales sostienen su existencia, así como los significados a partir de los que tales habitantes interpretan su realidad socionatural y su situación sociomaterial, para aprender a operar en ella, explicarla y justificar sus acciones -prácticas y significados que pueden distinguirse como constitutivos de habitus locales peculiares- (Bourdieu, 2007 y 2011).

Cuando se estudian localidades -pueblos, barrios, enclaves-, con plena consideración de que se trata de entornos copados por un proceso de urbanización del calado de este valle, se debe poner atención al desarrollo codeterminativo de los flujos históricos de urbanización y las localidades en cuestión, a efecto de observar a estas últimas, efectivamente como parte del proceso de urbanización que se analiza, es decir, como ensamblajes de dichos flujos históricos, y concebir las prácticas de reproducción social de los habitantes locales y los significados que emplean para comprender su entorno como propios de personas que enfrentan, con su historia, la complejidad procesual de su entorno urbano, responden a sus demandas, se adaptan, transformando su realidad inmediata e impactando en la transformación del proceso de urbanización del cual forman parte.

En la perspectiva de este trabajo, la economía política urbana descuidó este último punto, es decir, el de observar la reproducción social local a partir de la existencia cotidiana de las personas que habitan espacios acotados de la urbanización. En obras clásicas de esta aproximación se plantean enfoques estructurales relativos a la manera en que se despliega la explotación por parte de las clases capitalistas sobre los sectores subalternos en un marco histórico de regimentación estatal, y la manera en que el proceso de urbanización internaliza la pugna de clases para formar el espacio urbano como un espacio contradictorio de servicios y de encauzamiento de la acumulación de capital productor de desigualdades extremas (Harvey, 1977; Castells, 1979; Zanotti, 2014). Al buscar las prácticas concretas de las personas para enfrentar esta dinámica estructural, esta aproximación económico-política urbana continuó sin desarrollar una perspectiva sobre la existencia subjetiva cotidiana que enfrenta el proceso de urbanización estructural; en lugar de ello, se perfiló a la búsqueda de movimientos sociales abiertos de transformación del talante de las ciudades y que, aunque sea por momentos cortos, manifiestan intenciones de subvertir las decisiones sobre la ciudad y acceder a una participación política más plena (Castells, 1986; Harvey, 2013).

No obstante, observar a los sistemas de reproducción social locales de la metrópolis como ensamblajes de la urbanización estructural con las subjetividades de las personas que habitan los distintos nodos locales que la conforman perfila una mirada abierta sobre la existencia concreta, en donde se puede encontrar, además de los movimientos sociales deliberados de transformación de la ciudad, a las diversas prácticas subjetivas de asunción y adaptación a las estructuras de explotación y desigualdad citadinas, que si bien refuerzan éstas, también las transforman al ser prácticas de personas que las ejercen para reproducir su vida.

Disposiciones metodológicas

Problemas para conocer la urbanización del valle poblano-tlaxcalteca

Actualmente, el proceso macrorregional de articulación de las zonas metropolitanas de Puebla-Tlaxcala y Taxcala-Apizaco a partir de la década de 1960, requiere de un abordaje que lo haga inteligible de forma articulada (véase Hernández, Castillo y Ornelas, 2010). Ello con la consideración de que dicho proceso está engarzado con los diversos flujos históricos de urbanización que se han desplegado en el valle poblano-tlaxcalteca.

Como se comentó previamente, hay hitos industriales que dieron lugar a la metropolización reciente del valle poblanotlaxcalteca, consistentes en la reconversión de la industria de las urbes de esta región en una propia del régimen secundario exportador (maquilero). A partir de este periodo, esta forma de industria exportadora ha sido el motor de la metropolización y ha impulsado a otros sectores a articularse. En consecuencia, la categoría de estructura de relaciones de clases, del modo que fue expuesta, constituye un importante esquema de abordaje conjunto del proceso de urbanización actual del valle −que puede denominarse como de metropolización para especificar su fase−, pues permite observar la complejidad de esa estructura moviéndose en el tiempo con resultados espaciales, económico-distributivos y políticos.

Las clases dominantes de la industria textil y automotriz, articuladas en diversas escalas, tanto a nivel regional como nacional y en otros contextos nacionales, han accionado la maquinaria de urbanización en este valle, subsumiendo sus recursos naturales y convirtiendo en fuerza de trabajo de sus sectores, tanto empleada como supernumeraria, a la población de los diversos pueblos y ciudades del valle para formar el valor que les ha permitido competir en diversos mercados. Al accionar esta maquinaria de urbanización, estas clases industriales encadenadas han atraído a otras clases sociales dominantes de otros sectores económicos que han generado su propia demanda de recursos y fuerza de trabajo, lo que ha motivado diversas articulaciones físicas y funcionales más, las cuales han dado lugar a otros tantos procesos de densificación de la urbanización metropolitana en todo el valle.

La ubicación de las clases fundamentales, que desde la década de los sesenta han ido impulsando este proceso, así como las clases que actualmente concentran la economía metropolitana del valle, es fundamental para hacer inteligible su proceso de metropolización a escala regional. De esta forma pueden observarse las alianzas entre clases dominantes industriales y de otros sectores económicos y los grupos de poder regionales metropolitanos, además de la forma en que entran en relaciones de explotación con los habitantes subalternos del valle poblano-tlaxcalteca y los recursos naturales y espaciales que controlan.

Este tipo de abordaje implica la reconstrucción histórica reciente del desarrollo de la estructura de clases del valle poblano-tlaxcalteca. Tal reconstrucción demanda, como toda investigación histórica, la crítica y contrastación de diversas fuentes, es decir, de resultados de investigaciones previas, de información económico-política institucional coyuntural y análisis estadístico del desarrollo de los diversos sectores económicos que se han vuelto actualmente motores del proceso de metropolización del valle. No se trata, pues, del desarrollo exhaustivo del estudio del complejo regional metropolitano consolidado hoy en el valle poblano-tlaxcalteca, sino del abordaje de un fenómeno delimitado: la estructura de relaciones de clases sociales y su transformación, enfocado en hacer inteligible el proceso de metropolización a partir de preguntas básicas económico-políticas:

  • ¿Quiénes comandan el proceso de acumulación de este espacio metropolitano?

  • ¿Cuáles son los recursos naturales y poblaciones que explotan y cómo están distribuidos éstos en el espacio metropolitano?

  • ¿Para qué fines económicos sirven los recursos explotados y el valor extraído a la fuerza de trabajo de este valle y de qué esfera de acumulación son estos fines?

De esta manera, los tipos de información útiles, comentados previamente, para reconstruir la estructura de clases del valle poblano-tlaxcalteca, en su actualidad, deben ser observados en su utilidad estratégica para delimitar hitos de la dominación y explotación que efectúan las clases dominantes encadenadas que están enseñoreadas sobre este valle. Se trata de un ejercicio que observa a los elementos de información ya generados y a las técnicas para producir y analizar información como parte de un proceso de reconstrucción de las determinaciones estructurales de la realidad concreta que se pretende explicar. La reflexividad en este ejercicio es exigible en todo momento, pues es la que permite la interpelación constante entre las problemáticas fácticas y las delimitaciones teóricas que sirven para interpretar la sistematicidad existente en dichas problemáticas (Marx, 2007: 20-30; De la Garza, 1983: 13-36; Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2008).

Problemas para conocer la reproducción social en ámbitos locales copados por la urbanización del valle poblano-tlaxcalteca

El conocimiento de los procesos microlocales dentro de un macroproceso de urbanización como el del valle poblanotlaxcalteca enfrenta la necesidad de acceder a dos ámbitos entrelazados: el campo de distribución socioambiental y sociomaterial local y las prácticas sociales con que reproducen su existencia social las personas distribuidas en dicho campo, el cual es una consagración socioespacial del proceso de urbanización.

El conocimiento del campo de distribución local implica considerar los flujos históricos de urbanización que se encuentran ensamblados en la localidad y el flujo preponderante en la actualidad, así como las mediciones concretas de la distribución material local existentes o generables a partir de ejercicios de investigación. Nuevamente, un abordaje estratégico de elementos de información histórica, análisis estadístico local y de indagación cuantitativa local es necesario para observar la complejidad de este campo.

En el caso de la historia, es preciso ubicar los flujos históricos concretos que, en diversas fases, han hecho aparecer a la localidad en cuestión o la han integrado a procesos de articulación entre localidades. A falta de abordajes históricos plenos microlocales, las estrategias para obtener información histórica de los flujos a los que pertenece una localidad se concentran en la ubicación de historia regional y subregional, de historia de unidades políticas a las que ha pertenecido una localidad, así como de las acciones sobre esas unidades políticas que han desarrollado grupos sociales con un mayor nivel de acción espacial que el local. Por ejemplo, en el valle poblano-tlaxcalteca hoy en día existe una multiplicidad de pueblos articulados física y funcionalmente que previamente estuvieron bajo hegemonías subregionales, basadas en algún señorío antiguamente o en otros arreglos de poder más recientes, que vivieron los impactos de procesos más amplios político-económicos como la colonización española, la transformación agrícola del valle en la época colonial o la configuración de la economía nacional independiente, a través del procesamiento que tales hegemonías subregionales desarrollaron hasta que fueron absorbidas o reemplazadas por las clases dominantes del proceso de metropolización actual. La ubicación de los flujos históricos de urbanización, entonces, puede enfocar elementos de información referidos a estas hegemonías regionales, tanto procesados por la investigación historiográfica como a través de elementos primarios. A partir de esta aproximación se hace viable identificar los hitos históricos macrorregionales que están ensamblados y que, en una proporción, son también tributarios del desarrollo de la localidad que se analiza.

La estructura de distribución de recursos locales es reconstruible de forma actual, hasta cierto nivel, a través del análisis de estadísticas gubernamentales ya generadas. La disponibilidad de indicadores sociodemográficos y socioeconómicos, de cualquier forma, halla los propios límites de la capacidad de los órdenes políticos a los cuales ha estado sometido el valle poblano-tlaxcalteca: orden nacional, gobiernos estatales, gobiernos municipales. Sin embargo, el ámbito delimitado de lo microlocal permite ejercicios de investigación de corte cuantitativo manejables por investigadores en lo particular. Por ello, los diseños estadísticos de análisis socioeconómico a partir de información primaria son un elemento fundamental para el estudio de la forma en que se distribuyen recursos naturales y sociales actualmente en la localidad que se pretende analizar.

El punto fundamental de estos análisis de los flujos históricos de urbanización ensamblados en la localidad analizada y su estructura de distribución material es su enlace; es decir, la obtención de correlaciones de distinto nivel entre informaciones de los hitos que han integrado e integran a la localidad al proceso de urbanización y metropolización y la información estadística sobre la estructura de distribución local de recursos socioambientales y sociomateriales.

Los aspectos relativos a la reconstrucción de las prácticas sociales internas de una localidad para enfrentar los flujos históricos de urbanización de los cuales forma parte carecen de una connotación focalizada en lo cuantitativo o cualitativo. Estas prácticas se observan tanto en los aumentos y decaimientos de ocupaciones de los habitantes locales, como en los ejercicios cotidianos para reproducir la fuerza de trabajo que empeñan las personas para integrarse a la economía urbana-metropolitana, o en los ejercicios de élites locales para encadenarse a las redes de explotación de recursos y fuerza de trabajo de otros agentes dominantes. La reconstrucción eminentemente histórica de estas formas de reproducción social, igualmente, está sometida a la disponibilidad de información ya generada, así como a las posibilidades de construcción diacrónica de datos a partir de los saberes locales cotidianos de informantes.

De nueva cuenta, las posibilidades de abordaje de esta problemática se enfrentan con la necesidad de reconstruir procesos objetivos que se hallan en una realidad social concreta, la del enfrentamiento de las personas en su vida inmediata a procesos de amplio calado de formación urbana metropolitana que las rebasan y sobrepasan su espacio inmediato de vida. En términos esquemáticos, es posible, sin embargo, considerar aspectos fundamentales a observar en los elementos de información cuantitativa o cualitativa recuperables en la localidad, que permiten perfilar la mirada hacia las prácticas sociales y significados a partir de los cuales las personas enfrentan el flujo procesual de urbanización-metropolización en el que están inmersas:

  • Los ejercicios actuales y reconstruibles por informantes dedicados a la obtención de bienes y servicios fundamento de su reproducción sociofamiliar cotidiana o de sus prácticas productivas.

  • Los ejercicios actuales y reconstruibles en la experien cia de informantes dedicados a crear y sostener compromisos sociales con otras personas y grupos de la localidad, así como con otras personas y grupos sociales externos.

  • Los ejercicios actuales y recuperables en la experiencia de informantes para interpretar, nombrar y evaluar la realidad natural inmediata que enfrentan las jerarquías sociales en su contexto local, así como las diferencias existentes entre grupos sociales de las diversas localidades a las cuales están articulados.

  • Los ejercicios actuales y reconstruibles por informantes dedicados a evaluar las oportunidades y desventajas que existen para sostener su posición social y para mejorarla en los ámbitos urbanos a los que se encuentra articulada su localidad, así como la relevancia de estos ámbitos para tales ejercicios (Hernández-Flores, 2010, 2018 y 2021; Hernández-Flores y Martínez, 2016).

Como se comentó, distintos atributos de estas prácticas pueden ser reconstruidos con información de corte tanto cuantitativo como cualitativo, ya sea generada -como las estadísticas sociodemográficas y socioeconómicas institucionales- o construida a partir de diseños de abordajes de investigación local directa. Lo más importante del análisis de estas prácticas es que promueve una ampliación de la concepción de la materialidad social concebida como constituida por recursos tanto específicamente económicos como sociopolíticos y culturales, los cuales las personas ponen en juego para desarrollar estrategias para enfrentar los procesos socionaturales que experimentan en su espacio inmediato de vida así como los flujos externos a éste, procesarlos, adaptarse o resistir a ellos y dinamizar el campo de relaciones sociales locales en el que existen (Bourdieu, 2001, 2007 y 2011).

Conclusiones

A juicio de este trabajo, la inteligibilidad de los procesos sociales macrorregionales y locales que integran el proceso de urbanización y actual metropolización del valle poblano-tlaxcalteca depende de la reconstrucción de procesos sociales estructurales. En tal sentido, se lidia con problemáticas de análisis que están lejos de ser explicables a partir del abordaje fragmentario con técnicas concretas; se requiere el avance progresivo en la obtención de elementos de información que permitan ubicar los hitos que han dado lugar al proceso de urbanización histórica de este valle y que se han ensamblado en distintas localidades: barrios, pueblos, vecindarios, enclaves, etcétera.

La reconstrucción de procesos es una vía al conocimiento que considera que el avance fragmentario al análisis de una realidad concreta evade responsabilidades para explicar aspectos fundamentales de la situación en que se encuentran diversos grupos humanos (Zemelman, 1987). Hacer inteligible hoy los procesos de acumulación que constituyen a la metropolización del valle poblano-tlaxcalteca, así como los procesos que se ensamblan en localidades específicas, implica responder a preguntas que explican procesos que impactan la existencia de las personas que hacen su vida en este valle. Es decir, este proceder conlleva a buscar y ubicar a los agentes que dominan y deciden sobre el espacio inmediato de las personas que habitan este valle, a los responsables de acaparar, contaminar y devastar sus recursos naturales, y a los agentes y procesos que controlan la valorización de la capacidad de trabajo de los habitantes de las distintas localidades que constituyen la metrópolis del valle actual.

Más que la puridad técnica de investigación que está vinculada con la reproducción académica institucional, la disposición metodológica fundamental que demanda abordajes articulados de la metropolización del valle poblano-tlaxcalteca, así como de las localidades que lo componen actualmente, proviene de la necesidad de producir arreglos de información capaces de incrustarse en la propia economía política del mismo, es decir, en las disputas entre grupos sociales por la riqueza y el excedente social existente en este entorno, como reflejo y como insumo para tales disputas.

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1 En este trabajo se denomina teoría de la acumulación a una aproximación de la economía política que privilegia el análisis del antagonismo social alrededor de recursos naturales y del excedente social producido a través de éstos para entender las formaciones sociales, es decir, su origen, cambio y transformación (Baran, 1957; Engels, 2014).

Recibido: 23 de Septiembre de 2023; Aprobado: 20 de Diciembre de 2023

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