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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.38 no.107 Ciudad de México ene./jun. 2023  Epub 27-Oct-2023

 

Traducciones

Imaginarios americanos: civilizaciones y pluralidad en las múltiples Américas1

American Imaginaries: Civilizations and Plurality in the Many Americas Jeremy Smith2

*Institute of Education, Arts and Community, Federation University, Australia. Correo electrónico: <jeremy.smith@federation.edu.au>.


I.

El renombrado sociólogo S. N. Eisenstadt describió a las Américas como una pluralidad de órdenes sociales y políticos. Desde su perspectiva, no se trataba simplemente de otras tantas sociedades: “...no sólo variaciones locales del modelo o de los modelos europeos” (Eisenstadt, 2002: 1), en el sentido que pretendía Louis Hartz cuando las reivindicaba como “fragmentos” de Europa. El carácter distintivo de las modernidades de América representaba “patrones institucionales e ideológicos radicalmente nuevos”, o las primeras modernidades múltiples, en el sentido que Eisenstadt les atribuyó. Al exponer su sociología de la civilización, Eisenstadt articulaba la pluralidad en términos estrictamente sociológicos. En efecto, teorizó las civilizaciones y las modernidades múltiples como dos patrones maestros de nuevas formaciones sociales y civilizatorias, y no sólo como si fueran derivaciones de las sociedades existentes, forjadas por los imperios y a través del colonialismo. Su diferencia respecto de Europa se basa en cuatro dinámicas diferentes:

  1. Los colonos-colonizadores que construyeron sociedades en las Américas forjaron identidades colectivas débiles, que lo eran por la falta de una antigüedad americana (Eisenstadt, 2002: 44-46).

  2. Los países de América del Norte y del Sur se basaron en dos tipos contrastantes de orden social: Norteamérica con igualdad cívica y pluralismo político, a diferencia de los patrones jerárquicos y corporativistas de Sudamérica.

  3. Las dos Américas, separadas por dos visiones del orden social, son un espejo de modernidades contrapuestas. Al mismo tiempo, las dos Américas son también un “espejo” del nuevo mundo que debe compararse con la Europa del viejo mundo.

  4. Los americanos tenían su propia interpretación de sus nuevos órdenes sociales y urbanos, así como nuevas identidades colectivas.

Si aceptamos por un momento la innovadora macrosociología de Eisenstadt, obtendremos una perspectiva importante. Él plantea dos problemas que los sociólogos con perspectiva histórica deben considerar en relación con el hemisferio occidental:

  1. La cuestión de la pluralidad. ¿Son estas colectividades modernidades, civilizaciones o algo más? Si son modernidades, ¿cómo las distinguimos?

  2. Las cualidades multidimensionales de las formaciones sociales y las civilizaciones. ¿Cuáles son las principales dimensiones que debemos investigar?

Permítanme abordar la primera pregunta. Eisenstadt, junto a su red de amigos y colegas, revisaron críticamente la macrosociología para encontrar un camino que les permitiera salir de la metanarrativa de la modernización y llegar a una imagen más adecuada de las modernidades que proliferaban (Eisenstadt, 2000). Ahora bien, ¿dónde marcaba Eisenstadt las fronteras de las diferentes modernidades americanas? Aunque en la respuesta básica que brinda en su obra sobre las primeras modernidades del hemisferio occidental podrían distinguirse “dos grandes patrones” (Eisenstadt, 2000: 46), también sugiere que hay “otras” Américas, tales como: Canadá, Brasil, México, América Central y el Caribe (Eisenstadt, 2000: 50-51). La dificultad es que estos países generalmente siguen subordinados a los dos patrones maestros de la modernidad que Eisenstadt considera.

Es aquí donde me gustaría plantear una propuesta diferente para captar este sentido de pluralidad. Mi objetivo es demostrar que el patrón maestro de Eisenstadt sobre los distintos patrones civilizatorios de las nuevas modernidades no considera la gran pluralidad que constituye a las Américas desde las Independencias. La alternativa que sugiero mezcla los paradigmas de los imaginarios sociales y el análisis civilizatorio para crear una perspectiva diferente. (Adams et al., 2015; Adams y Smith, 2019; Arnason, 2003, 2020; Smith, 2017; Taylor, 2004).

Me permito comenzar el esbozo de la propuesta alternativa citando al sociólogo histórico Peter Wagner. Él insta a los defensores de las modernidades múltiples a seguir el ejemplo de Eisenstadt, para “poner menos énfasis en los orígenes separados y diferentes de los programas culturales [y] enfocarse en cambio en las interconexiones de largo plazo en la historia mundial” (Wagner, 2012: 154). Las “interconexiones a largo plazo” son una base más adecuada y más histórica para marcar los límites de las diferentes Américas y así dilucidar su pluralidad. La creación de una modernidad atlántica tricontinental de los primeros imperios europeos inició las conexiones de las instituciones con poder: la religión, la cultura, la política y la economía. Tales conexiones multifacéticas entre las culturas metropolitanas y americanas forjaron una esfera atlántica multirracial y multiétnica. Otras interconexiones modernas surgieron de la dinámica del Atlántico imperial a principios de la modernidad e ilustran bien la creciente red de conectividad. Por ejemplo, los vínculos culturales interregionales crecieron dentro del hemisferio occidental, los intercambios de ideas y doctrinas fomentaron las revoluciones republicanas, y los flujos financieros, de capital y comercio, codeterminaron el surgimiento del nuevo capitalismo mundial. El comercio es un ejemplo gráfico de este tipo de conexión.

Enumeremos ahora las figuraciones regionales y sociales discernibles. En una investigación de 2010 planteé la hipótesis de cinco Américas regionales basadas en patrones de modernidad (Smith, 2010). En ese momento sugerí que Estados Unidos, el Caribe, Canadá, América Latina y una esfera transnacional de la América indígena eran estas cinco regiones. Las delimité con base en cinco patrones distintivos de conexión interregional: etnicidad, migración, relación con el pasado, interpretación de la modernidad y formas de estatalidad. En ese trabajo analicé el sur de Estados Unidos y Brasil como candidatos potenciales.

Hay mucho más que esto último. Cuando me sumergí más a fondo en la obra de Johann Arnason encontré una orientación ligeramente diferente (Arnason, 2006). Su énfasis en los encuentros entre civilizaciones e imaginarios sociales ha modificado mi pensamiento (Smith, 2022). Ahora soy más enfático en las variaciones de Brasil y el sur de Estados Unidos de lo que fui en el ensayo de 2012. México, el Cono Sur, la América andina, América del Norte, América del Sur y América Central se apartarían de los patrones de involucramiento regional de los imaginarios civilizatorios que Eisenstadt estableció. En mi opinión, existen fundamentos para delimitar once Américas que son especialmente fuertes desde una perspectiva transnacional.

El lugar que ocupa México en las Américas puede ser un ejemplo. Me gustaría plantear algunas preguntas para provocar algunas reflexiones sobre la identidad, la geopolítica regional y los legados civilizatorios: ¿podemos considerar a México como norteamericano a raíz de su pasado compartido con el sudoeste de los Estados Unidos?, ¿refuerzan este aspecto del carácter nacional las últimas décadas de la integración de los tres Estados de América del Norte? El profundo compromiso de México con Estados Unidos fue más prominente a partir de la década de 1870. Sin embargo, por otra parte, si percibimos una identidad centroamericana en México basada en su posición histórica dentro del Imperio español, entonces los antecedentes hispanoamericanos de México pasan a primer plano. Pensando en todo esto llegué a una conclusión básica: las interconexiones de México con los países vecinos y sus contrapartes regionales fueron, sin duda, importantes y demasiado diferentes de América Latina y Central como para ignorarse.

Veamos otro ejemplo. De las once Américas que distingo en el capítulo inicial de American Imaginaries, tres son regiones multicivilizadas: el Caribe, América Central y América andina. Las variaciones entre ellas son significativas, pues cada una se diferencia en identidades indígenas, herencia imperial y experiencias de unidad regional. Una de las once, el sur de Estados Unidos, es una región interna del Estado, en guerra contra éste en la década de 1860 y, desde entonces, en tensión con el federalismo. De vuelta a la primera pregunta acerca de cómo deberíamos categorizarlas, sostengo que estas sociedades y regiones múltiples surgen de las interconexiones, los encuentros y el compromiso de civilizaciones y Estados, junto con la pluralidad creada a partir de los imaginarios sociales, a lo cual me referiré a continuación, para ayudar a resolver la segunda pregunta.

II.

En cuanto a las cualidades multidimensionales de las civilizaciones, Eisenstadt planteó cuatro dinámicas: las identidades colectivas, las premisas civilizatorias de las dos Américas (del Norte y Latina), la novedad del colonialismo de los colonos del nuevo mundo y las propias interpretaciones americanas de la modernidad. En cambio, sugiero que pensemos en los imaginarios sociales. ¿Qué son los imaginarios sociales? Siguiendo a Cornelius Castoriadis (1987), concibo los imaginarios sociales como significados centrales que prefiguran las instituciones, las prácticas y las culturas de las civilizaciones y las sociedades, considerándolas como multidimensionales. Una innovación de esta teoría consiste en que redefinió los conceptos de “imaginación” e “imaginario” de manera profundamente creativa. Son creativos como significados instituidos colectiva y anónimamente. A la manera de La institución imaginaria de la sociedad, del propio Castoriadis, los imaginarios sociales crean múltiples versiones de la condición humana.

Esta innovación es relevante para los estudios sobre las Américas en una manera específica. En la medida en que los imaginarios concretan las instituciones a partir de significaciones imaginarias sociales, temporalidades y prácticas heredadas del pasado, la creación de la sociedad en el presente es inseparable de lo históricamente instituido. Este modo de conexión de lo que ha sido y lo que existe ahora es una fuente de extraordinaria diversidad social y antropológica. La creatividad de los imaginarios sociales ha producido la notable variedad de sociedades que han habitado este planeta en los últimos diez mil años. Como campo de estudio, los imaginarios sociales pueden incorporar una larga visión de la historia, incluido el pasado de la longue durée, junto con los debates sobre la modernidad (Adams et al., 2015).

¿Cómo se unen el pasado y el presente en el hemisferio occidental? Cuando se trata de las Américas, la novedad de la formación de las nuevas sociedades mundiales a partir de la destrucción de las sociedades indígenas es, en realidad, un problema muy conspicuo y un tema permanente en los estudios de las Américas. Sin embargo, la naturaleza de la novedad de la creación misma en la modernidad atlántica no ha sido cuestionada como podría serlo. Los procesos centrales de creación y destrucción de instituciones y culturas en el mundo atlántico moderno son particularmente importantes para entender el carácter de las formaciones del nuevo mundo social. El campo de los imaginarios sociales puede ayudar a llenar este vacío y actuar como un espacio productivo para la generación de una nueva perspectiva sobre las diversas Américas durante los dos últimos siglos.

¿Qué podemos concluir de estos puntos preliminares? Una gran variedad es evidente en las Américas, donde una combinación histórica de instituciones y culturas, prefiguradas por los imaginarios sociales de tres continentes, caracteriza a la modernidad atlántica. El campo de los imaginarios sociales ofrece una mirada fresca sobre las diversas Américas de los dos últimos siglos. En mi nuevo libro (Smith, 2022), examino tres imaginarios de carácter dimensional: i) la formación de las ciudades (a través de los imaginarios metropolitanos); ii) diversas instancias del capitalismo y la formación del Estado, y iii) la institución del imaginario político de los paisajes ideológicos en los Estados nacionales. Además de estos imaginarios sociales “dimensionales”, considero el poder global de Estados Unidos desde el punto de vista de sus raíces en la política transnacional, ideológica, de su imaginario nacionalista. También dilucidé otras dos Américas. Una constituida por el surgimiento de regiones fuera del compromiso entre civilizaciones. La irrupción de las modernidades indígenas a finales del siglo xx vislumbra, igualmente, “otra América”, con raíces en el compromiso intercivilizacional, aunque en contextos asimétricos y a menudo saturados de poder.

Me he enfocado en la concepción de Castoriadis. Es la que me parece más convincente. Hay otras (Lacan, Charles Taylor, Paul Ricœur, por nombrar algunos), aunque no es de mi interés estudiarlas aquí. En mi libro hay innovaciones teóricas con base en varios imaginarios (metropolitano, capitalista, político, ideológico y nacionalista) y los hallazgos históricos se presentan en cuatro dimensiones de compromiso intercivilizacional. De manera específica, estas son:

  • Migración (esclavitud, conquista y ocupación).

  • Intercambio económico (comercio, redes, capitalismo moderno).

  • Intercambio cultural entre sociedades (fusiones creativas en ciencia, religión, arte, lenguaje y diseño).

  • Varios modelos de política que surgen de las conexiones de los Estados (en rivalidad asimétrica, colisión y conflicto, tanto como a través de la diplomacia y el aprendizaje).

En conjunto, estos imaginarios y dimensiones constituyen una respuesta holística a la segunda pregunta que he planteado antes. No puedo resumirlos en este breve ensayo; sin embargo, sí presentaré un esbozo del imaginario capitalista. Para desarrollar esta perspectiva, me baso en los trabajos teóricos de Johann Arnason, Luc Boltanski y Eve Chiapello, Peter Wagner y Max Weber, así como en las aportaciones de Castoriadis. (Arnason, 2005; Boltanski y Chiapello, 2007; Joerges, Stråth y Wagner, 2005). En sus obras se aprecian cuatro presupuestos:

  1. El capitalismo es un imaginario dinámico que se diversifica a sí mismo, recurriendo también a los patrones políticos y culturales existentes.

  2. En segundo lugar, cómo surgieron las múltiples variedades del capitalismo es una cuestión histórica, para cuya comprensión debemos referirnos al compromiso intercivilizacional.

  3. Para el hemisferio occidental, los aspectos de diversificación de los legados imperiales, pero también las dinámicas a través de las cuales las acciones de los Estados nacionales se van orientando hacia las regiones, son relevantes. Han sido Estados activistas con diferentes programas políticos e influencias contrarias a los movimientos socialdemócratas y obreros.

  4. La esclavitud transnacional y el capitalismo están demasiado entrelazados en la modernidad atlántica como para ignorarse tal situación.

Comienzo con Castoriadis. Quiero dedicar algún tiempo para elaborar su perspectiva. En su consideración, las significaciones imaginarias capitalistas saturan el mundo social con significados centrales que guían la agencia económica. Él explora los significados centrales del “mercado”, de la lucha de clases, del trabajo y del valor del trabajo, pero de forma contraria a la economía política marxiana. Su crítica sostiene que el capitalismo no es una economía o un sistema. Sin embargo, tiene una lógica interna que parece “total y exhaustivamente racional” (Castoriadis, 1987: 156). El capitalismo instituye a la economía como el soberano supremo en la modernidad, a partir de sus significaciones imaginarias. En otras palabras, un universo entero de significados prefigura las nociones básicas de valor, intercambio, trabajo y precio, que hacen que el capitalismo sea operativo. Los mercados, el dinero y las leyes de las fuerzas del mercado parecen tan convincentes y tan “naturales” como las leyes de la física. Ellas parecen coordinar la asignación de los recursos y enmarcar las opciones de los inversores, los productores y los consumidores.

No obstante, el capitalismo no es una “fuerza” que pueda subsumir totalmente la oposición, la resistencia y la crítica, aunque el imaginario capitalista desencadena el objetivo de la extensión ilimitada de los poderes humanos sobre el mundo no humano; en otras palabras, un objetivo para subsumirlo todo. El imaginario capitalista, de hecho, depende vitalmente de la creatividad humana; una fuente de oposición potencial, resistencia y crítica incluiría la creatividad de los trabajadores en condiciones de alienación, según Castoriadis.

Por sí mismo, no es un marco exhaustivo. Lo relaciono creativamente con Johann Arnason, Luc Boltanski y Eve Chiapello, Peter Wagner y Max Weber. A propósito, hay dos puntos a destacar en la modificación y el enriquecimiento del enfoque de Castoriadis. En primer lugar, la investigación sobre el capitalismo actual debe ser historizada en los niveles más profundos. En segundo lugar, un tipo de giro interpretativo puede poner en relieve las doctrinas de la economía política y los contextos regionales, nacionales y civilizatorios, en los que se asientan las significaciones imaginarias del capitalismo, en lugares diferentes a donde llegó el imaginario capitalista. Wagner toma esto y lo proyecta como una “economic problématique” (problemática económica). Él plantea la distinción pertinente para esta discusión, entre el viejo mundo y las experiencias de modernidad del nuevo mundo (como las sudafricanas y brasileñas). Para Wagner, estas son modernidades novedosas, distintas a los contextos del viejo mundo, y producen tipos distintos de capitalismo. Las interpretaciones son características centrales de las versiones nacionales del capitalismo en las sociedades de los colonos. Se han construido como sedimentaciones de significado, las cuales subrayan las políticas específicas, de manera más evidente en las doctrinas socialdemócratas y en otras doctrinas político-económicas.

El trabajo de Boltanski y Chiapello sobre el espíritu del capitalismo puede entenderse también de esta manera. Para ellos, el capitalismo crea un cuerpo de significados que llena el vacío de motivación, compromiso y el que provocan los valores ausentes en las significaciones imaginarias capitalistas. Esto implica motivación, compromiso y valores para los trabajadores, los consumidores, los creadores e inversionistas, los políticos y otros agentes sociales. A partir de la esencia generalizada del capitalismo (las significaciones imaginarias del capitalismo), Boltanski y Chiapello han trazado diferentes fuentes de legitimidad, motivación y valorización cultural, que existen fuera del imaginario capitalista. Más importante aún, rastrean cómo se asimilan las críticas de la oposición en el aparato cultural del capitalismo. Sin embargo, su perspectiva necesita una aprehensión de la diversidad y, especialmente, de las sociedades del nuevo mundo.

Esto nos lleva a las Américas. En este hemisferio, los Estados nacionales y las figuraciones regionales hacen mucho para institucionalizar el juego de interpretaciones y significaciones capitalistas imaginarias. Más específicamente, este imaginario diversifica tres áreas de las nuevas economías mundiales: intervencionistas activos, las doctrinas de la economía política y el regionalismo. La forma y el grado de activismo estatal varían de un país a otro, pero algunas generalizaciones sobre regiones específicas son posibles. Los casos más cercanos a los regímenes socialdemócratas son el Estado “toryista” de Canadá y el complejo aparato federal construido por el liberalismo del New Deal, aunque ambos se distancian de los proyectos explícitamente socialistas de Escandinavia.

La esclavitud fue fundamental para la constitución del capitalismo en el Caribe, el sur de Estados Unidos y Brasil como modo de trabajo, institución social y horizonte cultural de la raza. Por su parte, el populismo de bienestar institucionalizado y de protección económica en México, Argentina, Brasil y Venezuela no se integró a los Estados de bienestar de forma vigorosa, como sí lo hizo la socialdemocracia del norte de Europa. Finalmente, el neoliberalismo no sólo deshizo muchas instituciones reguladoras y de bienestar en América Latina y Centroamérica, sino que también se mezcló con los pactos regionales del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (CAFTA-DR, por sus siglas en inglés) y, hasta cierto punto, el Mercosur.

Cuando se trata de regiones específicas, creo que es correcto describir por separado las experiencias históricas regionales de Centroamérica, el Caribe, América Latina, Canadá y Estados Unidos. México y Brasil también tienen características particulares que distinguen sus configuraciones nacionales del Estado y la economía, incluyendo un profundo enredo histórico de la forma del capitalismo de México con respecto a Estados Unidos. Éste incluye circuitos regionales de comercio, e incluso de producción, anteriores a los grandes pactos comerciales que llevaron las políticas neoliberales a las prácticas de los Estados. Para cada una de estas regiones y países ha habido diferentes respuestas a las dos preguntas: ¿qué tan “activista” es el Estado en la fundamentación de los significados imaginarios del capitalismo?, y ¿cómo las particulares configuraciones nacionales y regionales de la política y la economía fundamentan un espíritu capitalista?

Dedicaré mayor atención a las doctrinas de la economía política. Las doctrinas de la economía política americanas van más allá de la reforma de las configuraciones institucionales. Añaden aportaciones de sentido al espíritu del capitalismo en términos de las perspectivas desarrolladas por Weber, y por Boltanski y Eve Chiapello. Los insumos respaldan los intercambios transatlánticos y circunatlánticos entre los gobiernos, centros académicos y escuelas de pensamiento económico. Diferentes doctrinas de economía política forman parte de esto. También influyen en los Estados y gobiernos del hemisferio. Las doctrinas de la economía política han generado oleadas de reformas institucionales y políticas y, en algunos casos, un modo de regulación social más arraigado y un complejo institucional para estructurarlo. Destaco aquí los casos del liberalismo del New Deal, el canadiense Harold Innis, la teoría de las grapas y la economía política del desarrollo de Raúl Prebisch (Joerges et al., 2005; Lipset, 1989; Prebisch y Lloréns, 1989). También podemos incluir los programas neoliberales que recomponen los acuerdos institucionales del Estado y el mercado a partir de la década de 1980. A través de todo esto, podemos advertir con mayor facilidad que existe una diversificación en las trayectorias de desarrollo de las economías capitalistas en las Américas.

Creo que todo esto va más allá de la investigación de las “variedades del capitalismo” en la economía comparada, la sociología comparada y la ciencia política. Asimismo, la diversidad es mayor que la sugerida en los nuevos enfoques institucionalistas de la sociología. Las trayectorias de desarrollo de las numerosas economías del hemisferio occidental incorporan también las doctrinas de la economía política, como los otros componentes del capitalismo que he mencionado. El imaginario capitalista es un breve ejemplo de ello.

Conclusión

La combinación de los imaginarios sociales y el análisis de la civilización proporcionan un marco para seguir líneas de investigación más favorables. En cuanto a las Américas, hay otros imaginarios que examinar, incluido el ecológico, pero eso es para otro ensayo. Sin embargo, permítanme brevemente resumir lo que he tratado en éste. Para empezar, concluyamos que la imagen de los dos arquetipos de América no hace justicia a la variedad de sociedades y regiones americanas, ciudades, formas de civilización, ejes de interconexión e influencias internacionales. Cuando miramos la pluralidad de las Américas, encontramos una gran multiplicidad de sociedades, por supuesto. También hay una variedad de constelaciones, subregiones e, insistimos, sociedades profundamente distintas. La pluralidad es evidente en la multidimensionalidad de las sociedades; es decir, se trata de una diversidad derivada de los imaginarios americanos de los cuales he hablado. Éste no es en absoluto un trabajo terminado y la elucidación de los imaginarios americanos es enteramente posible, incluso en estas Américas diversas.

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1 A finales de 2022, el área de investigación “Análisis Sociológico de la Historia” invitó al sociólogo australiano y editor de la revista Social Imaginaries, Jeremy Smith, a impartir en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco (UAM-A), un seminario sobre la sociología de las civilizaciones y esta conferencia magistral, en donde él replantea la perspectiva del análisis de las modernidades y civilizaciones múltiples defendida por S. N. Eisenstadt. Al utilizar la noción de imaginarios sociales (siguiendo a C. Castoriadis) y con fundamento en sus propias investigaciones sobre el análisis civilizacional y la sociología histórica, el profesor Smith sostiene que existe una mayor diversidad de formaciones sociales multidimensionales que las dos que Eisenstadt consideraba: once constelaciones y sociedades regionales americanas, cuyas interconexiones vinculan a regiones diferentes durante un periodo muy largo de tiempo. Entre sus obras figuran: Europe and the Americas. State Formation, Capitalism and Civilizations in Atlantic Modernity (2006), con introducción de S. N. Eisenstadt. Leiden-Boston: Brill; Debating Civilizations. Interrogating Civilizational Analysis in a Global Age (2017). Manchester: Manchester University Press; y American Imaginaries. Nations, Societies, and Capitalism in the Many Americas (2002). Maryland: Rowman & Littlefield. Actualmente escribe un libro sobre Mesoamérica. Traducción del inglés por Carlos Alberto Ríos Gordillo (UAM-A), ORCID: <0000-0002-0036-9188>.

2 Institute of Education, Arts and Community, Federation University, Australia. Correo electrónico: jeremy.smith@federation. edu.au. orcid: 0000-0003-2204-1594.

Recibido: 16 de Julio de 2023; Aprobado: 14 de Agosto de 2023

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