SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.37 número106Mestizaje, blanquitud, racialización y clase: un nuevo entendimiento de las inequidades sociales en MéxicoPodcasting, ensayo conceptual de un diseño índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.37 no.106 Ciudad de México jul./dic. 2022  Epub 01-Sep-2023

 

Artículos de investigación

Sistemas de plantación, campesinados y conflictividad socioambiental. Reflexiones desde el sureste chiapaneco

Plantation Systems, Peasantries, and Socio-environmental Conflicts. Reflections about Southeastern Chiapas

Ingreet Juliet Cano Castellanos* 
http://orcid.org/0000-0003-2070-1800

* Profesora-investigadora, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México. Correo electrónico: <icano@colmex.mx>.


RESUMEN

Desde una mirada relacional e histórica, el presente artículo responde a tres cuestiones analíticas centrales para el estudio de la expansión mundial de plantaciones de palma de aceite, con base en el proceso dado en el sureste chiapaneco. Inicialmente, reflexiono sobre la pertinencia de la noción de enclave en contextos donde este monocultivo es sostenido por pequeños productores. Posteriormente, ilumino el caso revisando la relación entre distintos campesinados y diferentes sistemas de plantación en periodos pasados y contemporáneos. Finalmente, describo la aparente desconexión entre contenidos sociales y ambientales expresada en recientes acciones colectivas suscitadas por el monocultivo en este territorio, reflexionando sobre la importancia de considerarlas a la luz de distintas escalas y arenas de discusión.

PALABRAS CLAVE: palma de aceite; enclave; campesinados; sistemas de plantación; conflictos socioambientales

ABSTRACT

This article deals with three analytical issues central to the study of the worldwide expansion of palm oil plantations from a relational and historic standpoint, based on the process in Southeastern Chiapas. The author initially reflects on the pertinence of the notion of enclave in contexts in which this single-crop cultivation is carried out by small producers. She then shines a light on the case by reviewing the relationship between different kinds of peasantries and plantation systems in past and contemporary periods. Finally, she describes the apparent disconnect between social and environmental content expressed in recent collective actions sparked by single-crop farming in this area, reflecting about the importance of considering them in light of different scales and arenas of discussion.

KEY WORDS: palm oil; enclave; peasantries; plantation systems; socio-environmental conflicts

Introducción

La impronta de cultivos de plantación en Latinoamérica y el Caribe es históricamente profunda y se prolonga en la actualidad; de ahí que se apunte al notorio lugar que también ocupan en los procesos de reprimarización de las economías del continente. Sin embargo, al igual que en periodos pasados, las configuraciones territoriales donde éstos se encuentran expresan semejanzas generales, pero también importantes grados de especificidad.

Un rasgo dominante de las plantaciones ha sido la captura de considerables cantidades de mano de obra; sin embargo, la interacción entre plantaciones y campesinados fue y sigue siendo una dimensión clave por estudiar. Por otra parte, concretamente en México y salvo en el caso de la expansión de la soya en la península de Yucatán, el actual crecimiento de cultivos de plantación no expresa con la misma frecuencia e intensidad conflictos sociales, mientras que los cuestionamientos ambientales se expresan con menos claridad y contundencia entre los actores locales directamente concernidos.

Con base en ello, aquí abordo la reciente expansión de la palma de aceite en el sureste chiapaneco, procurando responder dos preguntas generales: ¿cuáles son las particularidades con las que se relacionan los cultivos de plantación, los campesinados y la conflictividad socioambiental en esta región de México?, ¿en qué sentido las nociones de enclave y despojo, y una lectura bipolar de los conflictos, resultan limitadas para pensar el caso?

La palma de aceite en el sureste de Chiapas: ¿enclave en ciernes?

Si en los años noventa del siglo XX la controversia pública sobre el sureste de Chiapas fue dinamizada por los conflictos agrarios e interétnicos derivados de la creación de la Reserva de la Biósfera Montes Azules, ya entrado el siglo XXI la controversia gira en torno a la expansión de la palma de aceite. Desde una perspectiva general, algunos consideran este proceso como parte de la materialización de “economías de enclave”; no obstante, al conocer sus particularidades en el terreno se reconoce la necesidad de precisiones conceptuales que favorezcan la reflexión de las tendencias de gran envergadura. Con este propósito, aquí me inspiro en el trabajo de Catherine LeGrand (1998), quien cuestionó la visión puramente economicista del concepto enclave, fuertemente presente en los análisis sobre la ampliación de la agricultura corporativa en Latinoamérica. En este sentido, cabe preguntarse: ¿es la noción de enclave precisa y relevante para entender la expansión de la palma de aceite en el sureste chiapaneco?

En gran parte de la bibliografía, la noción de enclave ha sido utilizada para referirse a zonas geográficamente aisladas, dedicadas exclusivamente a la extracción o producción de materias primas procesadas y consumidas en el exterior y, por lo tanto, separadas de las economías y las sociedades que las circundan. Sin embargo, como sugería LeGrand, la especificidad de las formas de expansión capitalista hace necesario reflexionar sobre la validez de los conceptos convencionales, para agudizar nuestra comprensión de la heterogeneidad de los procesos a nivel económico, pero también político y cultural.

A continuación hago referencia a algunas de las particularidades de la palma en Chiapas y en la región de estudio.1 Su reciente expansión se produjo principalmente en el Soconusco, en el municipio de Palenque y en el sureste de la Selva Lacandona (Castellanos-Navarrete, 2018). Sin embargo, a diferencia de otros lugares donde las plantaciones corporativas ocupan de manera compacta miles de hectáreas (Li y Semedi, 2021; Alonso, 2015), en Chiapas el cultivo se expandió fundamentalmente a través de pequeños productores (Castellanos-Navarrete y Jansen, 2015). En el sureste de la Selva Lacandona, cuya superficie supera las 200,000 hectáreas, entre 2005 y 2010 la palma de aceite alcanzó las 5000 ha y en 2016 la superficie ascendió a las 8000 ha. Sólo hasta 2016 se instalaron dos empresas privadas que acaparan y procesan la materia prima; además, una de ellas estableció una plantación de 2500 ha. Actualmente, la superficie del monocultivo es de aproximadamente 11000 ha, pero más del 80 por ciento pertenece a campesinados indígenas y mestizos (Cano, 2021a)2 (mapa 1).

Mapa 1 División ejidal, relictos de selva y plantaciones de hule y palma en el sureste de la Selva Lacandona 

El régimen de propiedad ejidal y la relación corporativa entre estado y ejidatarios fueron condiciones clave para la primera etapa de expansión de la palma de aceite (Castellanos-Navarrete, 2018). Cabe precisar que allí la formación de ejidos se produjo entre 1960 y 1980 y que las asambleas ejidales siguen controlando la escala de las transacciones agrarias, a pesar de que la mayoría disolvió el régimen de uso colectivo de la tierra entre 1999 y 2006 (Cano, 2022). Por otra parte, puede decirse que desde la fundación de los ejidos la relación campesinados-estado se ha reproducido a través de programas con finalidades agropecuarias, a los que se han sumado programas de servicios ambientales desde 2005 (Cano, 2018).

Desde una perspectiva política, la expansión inicial del cultivo fue posible gracias a la instalación gubernamental de viveros que facilitaron el acceso a las plantas para los ejidatarios de la región. Esto, en el marco de la primera y única política de biocombustibles del gobierno del estado y a pesar de que problemas de factibilidad y corrupción condujeran a su cancelación en 2012 (Castellanos-Navarrete y Jansen, 2015). No obstante, desde una perspectiva socioambiental, la acogida de la palma también puede explicarse a la luz de las particularidades de los entornos biofísicos y las orientaciones económicas de los campesinados. Entre las agrupaciones ejidales no se conocía la palma, pero paulatinamente se comprendió que, a pesar de la poca profundidad y la pobreza en minerales de los suelos de la región, su establecimiento era posible gracias a las elevadas temperaturas demandadas por una planta originaria de tierras bajas. Por otra parte, la histórica vinculación de los campesinados con cultivos comerciales también fue fundamental a la hora de integrar la palma de aceite dentro de las economías domésticas especializadas, diversificadas, e incluso precariamente pluriactivas (Cano, 2021a).

La instalación de las empresas privadas marcó el inicio de una segunda etapa de anclaje del sistema productivo. Ello coincidió con el decaimiento de los proyectos y las instituciones creadas para la producción gubernamental de biocombustibles. En este contexto, las expectativas locales y regionales de encontrar financiamientos públicos y privados para la instalación de una procesadora de propiedad social se vieron frustradas. Con las empresas privadas en el territorio, los palmicultores pasaron de organizarse para asegurar la compra y el traslado de sus cosechas fuera de la región, a ser regulados mediante dispositivos técnicos, extractivos y transaccionales que buscan reorganizar, controlar y estabilizar la cadena de suministro. No obstante, este cambio no se cristaliza contundentemente en la formación de un enclave, ni tampoco en el establecimiento de la agricultura por contrato, como explico a continuación.

La competencia entre las empresas privadas por las cosechas de los palmicultores ha limitado la formación de un enclave entendido como único centro rector con una periferia marginalizada o excluida. Inicialmente, en 2016 la competencia se expresó en los precios ofertados a los palmicultores, alcanzando los 2200 pesos por tonelada, mientras que el precio internacional estaba entre 1600 y 1700. Cuando fue evidente que no podía sostener estos precios, decidieron que una trabajaría con 302 productores, mientras que la otra lo haría con 320. Desde entonces, la competencia fue notoria en sus respectivos estilos de producción (Cano, 2023).

Oleopalma (OP), de capital 100 por ciento jalisciense, no ha mostrado interés en establecer plantaciones en la región, aunque tiene una estrecha relación con los líderes regionales que impulsaron el cultivo desde 2005. Algunos de ellos, además de tener plantaciones de más de treinta hectáreas, son propietarios de camiones de carga en los que se trasladan sus cosechas y las de parte de los medianos y pequeños productores. Aceites Sustentables (AS), de capital guatemalteco y chiapaneco, desde el inicio destacó por su interés en tener sus propias plantaciones en la región, por la inversión tecnológica en una procesadora de amplia capacidad (30 t/hora), con finalidades diversificadas y uso de tecnologías limpias, además de un esquema de asociación de pequeños productores. OP pareciera preferir la modalidad de agricultura por contrato, mientras que AS más bien buscaría el control de toda la cadena de suministro. En la práctica, OP no ha formalizado contratos de largo plazo con los productores especializados, ni mucho menos con los cultivadores de una a veinte hectáreas. AS no ha intentado acaparar más tierras y tampoco ha podido formalizar contratos individuales, a pesar de establecer un esquema de monitoreo básico de las cosechas de los pequeños productores.

Entonces, en sus 17 años de historia en este territorio, la palma no ha conducido a acaparamientos de tierra de gran envergadura, ni transformado a los campesinados en jornaleros agrícolas o poblaciones excedentarias al proceso productivo. Por otro lado, aunque para las empresas son claves los productores de los ejidos, en la práctica no resulta fácil que sus respectivos estilos de producción les aseguren un control total sobre ellos. En otras publicaciones he planteado que esta relación de poder más que responder a una lógica de enclave, puede describirse como una forma de acoplamiento marginal (Cano, 2020; 2021a). Por ejemplo, en el nivel económico los productores prefieren no depender completamente de la palma, sino combinar su trabajo con el de la ganadería o el de plantaciones de hule. En el nivel cultural, esquivan los parámetros empresariales de eficiencia y producen sus propias ideas acerca de las bondades y limitaciones de la palma. Políticamente, reconocen que dependen de las empresas para comercializar sus cosechas, aunque también entienden que sin sus plantaciones y su trabajo la cadena de suministro perdería la fuerza alcanzada. En este sentido, además de reconocer el papel activo que desempeñan en esta relación, mi investigación dialoga con los estudios interesados en entender las contradicciones y dilemas que posibilitan la incorporación adversa de los campesinados en la expansión de cultivos boom (McCarthy, 2010; Cramb y McCarthy, 2016; Castellanos-Navarrete, de Castro y Pacheco, 2021).

Ahora bien, en Cano (2021b) planteo que la expansión de la palma entre el sureste de la Lacandona y el suroccidente de El Petén (Guatemala) revela marcados contrastes que también indican la necesidad de analizar las distintas trayectorias que un mismo sistema de plantación puede seguir en la práctica. En esta región guatemalteca el acaparamiento de tierras y los flujos de mano de obra son las características principales del proceso.3 Al respecto, he propuesto entender los contrastes considerando los distintos regímenes de acceso y propiedad de la tierra en cada país, las diferentes historias de formación de los Estados-nación, así como las diferencias en las relaciones capitalistas sostenidas por los campesinados. No obstante, también considero que estos aspectos no son suficientes para explicar la orientación que puede tomar en Chiapas este sistema de plantación en el mediano y largo plazos.

Me refiero a que en este punto de la investigación y en el presente del referente empírico (2023), la pregunta sobre el devenir próximo de este cultivo de plantación en este territorio nos invita a reflexionar sobre cómo analíticamente concebimos el cambio agrario en el tiempo. ¿Damos por sentada la idea de que el capitalismo en general, y el agrario en particular, se amplía de acuerdo con una estricta sucesión de etapas? Por ejemplo, acoplamientos=> enclaves=> agricultura por contrato; o bien, despojo=> enclave=> proletarización. Considero que, como sugieren Mezzandra y Neilson (2019), en vez de esta lectura lineal de las transiciones capitalistas, podríamos considerar que los cambios se dan con gran variabilidad en la práctica. Ello nos permite tener en mente las tendencias de gran envergadura, sin desconocer la versatilidad y heterogeneidad de este tipo de internalizaciones en lugares y tiempos concretos. En este sentido, respecto del caso aquí abordado y con base en el material empírico recabado hasta ahora, puedo afirmar dos cosas: la agricultura por contrato está detenida por la desconfianza de los ejidatarios hacia las empresas y a toda forma de fiscalización de sus economías domésticas; mientras que el acaparamiento agrario no es prioridad para las empresas, ni siquiera para AS, que aún se encuentra recuperando los costos de inversión de la procesadora (Cano, 2023).

En la siguiente sección continúo la reflexión del caso, a la luz de distintas investigaciones históricas y contemporáneas en torno a cultivos de plantación. Para ello, me inspiro en Coronil (1998), quien nos invita a integrar las herramientas ofrecidas por la economía política y por el análisis cultural para el estudio histórico y contemporáneo del capitalismo.

El capricho campesino: ¿qué relación con procesos de despojo?

… esa fue una inquietud así realmente por capricho de nosotros […]; en ese entonces era el gobierno de [Pablo] Salazar [sexenio 2000-2006], se le hizo solicitud a que nos hiciera viveros y todo eso, y no quiso, dijo que no, que era un proyecto muy ambicioso para nosotros y entre caprichos se metieron [en 2005] unas hectáreas de palma de Palenque, se introdujeron unas hectáreas y se vio [el resultado] y esta fruta se iba a vender hasta Palenque. [Entrevista con Esteban, ejido Nueva Veracruz, 26 de junio de 2019].

Esteban, de 57 años, no es el único en considerar que es gracias a su caprichoso interés que hoy se encuentran plantaciones de palma de aceite en sus tierras. Como él, otros líderes y en general los ejidatarios coinciden en poner en relieve su capacidad de agencia, así como la frecuente postura negligente de “el gobierno” frente a ideas valoradas como “ambiciosas”. Básicamente por provenir de colonos asentados en una región marginal, alejada y desconectada de zonas históricamente reconocidas en Chiapas por su dinamismo político y/o económico. Desde tiempos de la colonización, el papel que ellos han jugado en la historia regional se ha tergiversado, ya sea porque se los responsabiliza del cambio ambiental, se los ve como actores afectados por las fuerzas del Estado o el capitalismo, o bien como la parte cooptada en ejercicios de dominación económica y política. Adicionalmente, su protagonismo en la introducción de la palma de aceite resulta complejo de comprender porque no coincide con el guion de la historia que presenta a los monocultivos como causantes de los despojos de tierras y modos de vida campesinos.

En este sentido, ¿qué relación expresa el caso de los palmicultores del sureste de Chiapas con los procesos de despojo que se afirma marcan las actuales formas del capitalismo agrario? Recientemente se ha enfatizado la importancia de considerar no sólo el despojo agrario, sino cómo las poblaciones rurales pierden las condiciones ecológicas, económicas y culturales de su reproducción social. Aunque ésta puede ser una faceta en muchos casos, no es la que caracteriza las relaciones capitalistas que han sostenido las poblaciones rurales aquí consideradas, incluso antes de colonizar la región de estudio. De modo que para entender la acogida de la palma de aceite no es posible adoptar la noción despojo, ni considerar este cultivo de plantación como su primera experiencia con el capitalismo.

De hecho, que sean campesinados quienes han posibilitado la internalización de la palma de aceite nos remite al papel desempeñado por pequeños y medianos productores en no pocas circunstancias y casos de cultivos de plantación. Como sugiere Soluri (2013: 355), son diversas las evidencias históricas de esta relación de producción, dada la temprana importancia de las economías de escala en la agricultura de exportación. Teniendo en cuenta esta tendencia, a continuación reviso contextos empíricos y claves analíticas relevantes para esta investigación.4

Recientemente han abundado las categorías para referirse a expresiones dominantes del capitalismo agrario contemporáneo, entre las que destaco los cultivos flexibles (Borras et al., 2014), agronegocios (Vergara-Camus y Kay, 2017) y agroextractivismo (McKay, Alonso, y Ezquerro, 2021). Aunque considero que su concepción y uso enfatizan fundamentalmente la dimensión económica y nos dan menos posibilidades para analizar las relaciones socioculturales entre actores diversos. Por ello, considero interesante retomar la noción de sistemas de plantación empleada por Thompson (1964), Mintz (1964) y Wolf (1964), quienes ofrecieron análisis cualitativos de distintos contextos de plantaciones de la primera mitad del siglo XX.

Me interesa fundamentalmente el énfasis sociológico con el que ellos comprendieron las plantaciones, al considerarlas como sistemas de relaciones culturales, raciales y políticas que varían según el tiempo y el lugar.5 Desde la perspectiva de Wolf y Mintz, un rasgo dominante de los sistemas de plantación era la captura de considerables cantidades de mano de obra; sin embargo, al prestar atención a aspectos socioculturales ellos estudiaron las diferencias entre haciendas y plantaciones (Wolf y Mintz, 1957). Así, plantearon que en las primeras las relaciones sociales llenaron considerablemente finalidades de estatus y prestigio, mientras que en las segundas las relaciones estuvieron sujetas a consideraciones pecuniarias.

Desde mi punto de vista, es posible prolongar este interés en la dimensión sociocultural cuando analizamos las interacciones entre sistemas de plantación y campesinados. De hecho, con esta idea en mente, es posible reconocer que en distintos contextos pasados las interrelaciones entre hacendados o compañías agroindustriales con pequeños propietarios y/o productores no se restringieron a lo que hoy calificaríamos como despojo.

Por ejemplo, en sistemas de plantación fuertemente asociados a la noción de enclave, como lo son la caña y el banano, los autores advierten sobre la fuerte interacción de los campesinados con las plantaciones. En particular, Mintz (1966) tempranamente señaló el hecho de que en el Caribe los campesinados se formaron en el mismo contexto de desarrollo de las plantaciones. De modo semejante, LeGrand (1998) insistió en la dificultad de describir la histórica zona bananera del Magdalena (Colombia) como el resultado de un proceso de acaparamiento y despojo agrario, al mismo tiempo que puso en relieve el modo entusiasta con el que las élites locales, grupos intermediarios y campesinados participaron en la economía bananera, a pesar de las relaciones de poder sostenidas con la United Fruit Company (UFCO) en la transición de los siglos XIX y XX. Soluri, llama la atención para el mismo periodo histórico, acerca de cómo “la extensión e integración vertical de las compañías bananeras en Honduras no precipitó un rápido declive en el número de los pequeños agricultores del banano, [sino que éstos] persistieron hasta los años treinta del siglo XX” (Soluri, 2013: 137).

Por otra parte, en el caso del sistema de plantación del café es posible mencionar otras particularidades de la relación en cuestión. Este caso claramente demuestra cómo se han entreverado complejamente campesinados, haciendas (fincas) y compañías en Latinoamérica. Los entramados de relaciones socioculturales que han acompañado al café deben su especificidad a contrastantes procesos de formación del Estado, como en los casos de México (Toledo, 2019), Guatemala (González-Izás, 2014) o Colombia (Palacios, 2009). Adicionalmente, tanto en nuestro continente como en otras latitudes intertropicales, desde finales del siglo XX dicho sistema también denota especificidades relacionadas con cambios agrarios que posibilitaron una participación tardía de campesinados al sistema productivo, al mismo tiempo que revela cambios asociados a la neoliberalización de ruralidades y entornos biofísicos (Macip, 2005; West, 2010).

En esta revisión histórica vale la pena incluir el sistema de plantación del henequén, no sólo por las relaciones configuradas entre milperos y hacendados respecto de las extensas superficies de monte asociadas con las plantaciones, sino también por el desenlace experimentado por haciendas y fincas con el reparto agrario de los años treinta, la creación de ejidos a partir de plantaciones y montes, así como la emergencia de un campesinado heterogéneo con diversas posiciones frente a la idea de seguir trabajando el henequén (Ortiz, 2013).

Estos pocos ejemplos permiten reconocer cómo los campesinados han sido claves en distintos escenarios rurales sujetos a la internalización de sistemas de plantación. Indudablemente, ello ha sido en el marco de relaciones de poder; sin embargo, es posible afirmar que las circunstancias en las que se produce la formación o la transformación de sectores campesinos han sido de diversa índole: pueden estar asociadas a procesos políticos de envergadura nacional como lo fue la reforma agraria en México, a dinámicas mercantiles globales como la caída del Pacto Internacional del Café en 1984, e incluso a problemas de plagas con gran capacidad de agencia como las experimentadas por plantaciones bananeras en Ecuador en la segunda mitad del siglo XX. En este sentido, su devenir no ha seguido un único patrón y, entonces, resulta necesario entender los factores que se combinan en distintas coyunturas y a distintas escalas espaciales.

A las evidencias del rol que han jugado los campesinados, ya sea en las etapas iniciales, o en las de operación o de declive de los sistemas de plantación, puede sumarse la prueba contundente de quienes han señalado la histórica relación de competencia entre campesinados y plantaciones, así como la de aquellos que han propuesto pensarlos como actores que se han reconfigurado mutuamente en un mismo proceso de largo aliento.

Respecto de la relación de competencia resulta muy ilustrativo el trabajo de Michael Dove, The Banana Tree at the Gate (2011), quien estudia a pequeños productores en Borneo, caracterizados por una economía dual que combina la producción de arroz con finalidades de autoconsumo y la de hule para la obtención de ingresos monetarios. En una amplia revisión de factores ambientales, sociales y culturales, Dove plantea que la expansión de la agricultura corporativa ha dependido de un discurso de eficiencia técnica y productiva que busca invalidar las formas de producción de los campesinados, invisibilizando sus capacidades para competir con las corporaciones. Fuertemente enmarcado en la perspectiva de James Scott, el trabajo de Dove es llamativo por su interés en las representaciones y modalidades cognitivas que fundamentan las relaciones de poder entre los campesinados y los sistemas de plantación. Desde esta mirada, el autor titula su libro haciendo referencia a las plantas de plátano que suelen observarse en las propiedades de los campesinos, también con el propósito de aludir a la situación de los pequeños productores orientados a los mercados globales. Estos -como el racimo de este árbol- quedan expuestos al robo de sus frutos, no porque desconozcan los riesgos, sino porque no cuentan con una puerta más fuerte que los proteja.

En In The Shadows of State and Capital, Steve Striffler (2002), analiza los cambios en la industria bananera en el sur de la costa ecuatoriana. Se trata de una etnografía histórica que enfoca la transición entre la lógica del enclave a la agricultura por contrato. Para Striffler este cambio no corresponde al plan preestablecido por la UFCO, sino a un proceso de larga duración en el cual las poblaciones rurales en la región jugaron un papel clave, a través de sus reivindicaciones agrarias y organizativas. El autor nos demuestra cómo es posible entender el capital y el Estado no como determinantes estructurales de las relaciones sociales, sino como expresiones históricamente situadas de las agencias fragmentadas y en constante lucha de diversos actores sociales. También nos invita a ver a los subalternizados trabajadores-campesinos-productores como actores cuya agencia los hace parte activa de las transiciones del capital. Esto implica considerar que su acción política no se restringe a momentos coyunturales, por lo cual es preciso prestar atención a “la variedad de caminos revolucionarios y no revolucionarios” que emprenden (Striffler, 2002: 211):

… pero antes vino uno [un colombiano] a hacer unos estudios para saber si este suelo era apto para palma y dijo que sí […]; entonces nos dio un pronóstico que sí, [que] a los tres años estas palmas van a tener sus racimos de kilo y medio. Y la sorpresa [fue] que, al año y medio, a los dos años, la primera cosecha, las bolitas [los racimos de fruta] pesan dos kilos, tres kilos […]; no pues entonces sí está bien. Entonces ¡sí funciona!. [Entrevista con Esteban, ejido Nueva Veracruz, 26 de junio de 2019].

En este segundo fragmento de nuestra entrevista, Esteban me dejaría ver cómo el capricho de los campesinados del sureste de Chiapas tomaba cuerpo no solamente entre hombres y mujeres. También emergía en sus frecuentes viajes a las oficinas de entidades gubernamentales, financieras rurales, eventos agropecuarios, o bien en las visitas que agentes de empresas extranjeras hacían a la región. El colombiano citado resultó ser el ingeniero agrónomo que a partir de 2016 se encargó del esquema de vinculación de pequeños productores a la empresa AS. Teniendo en cuenta este elemento clave de la segunda etapa de anclaje de este sistema de plantación en la región, cierro esta revisión bibliográfica refiriéndome a la interrelación entre campesinados y plantaciones en un contexto contemporáneo de producción de palma de aceite.

Li y Semedi atraen, en Plantation Life (2021), nuestra atención respecto de la expansión de la palma de aceite en Indonesia en los últimos quince años aproximadamente, reconociendo la ocupación espacial, los escombros del imperialismo colonial, así como la convergencia de regímenes extractivos (biofísico, financiero, gubernamental e inmobiliario), como parte de este proceso. Teniendo en cuenta estos aspectos, los autores heurísticamente se interrogan por los mundos o formas de vida configurados tanto al interior de las plantaciones como en sus alrededores. Concretamente nos invitan a analizar su “fijeza material” y “los formidables poderes que los soportan”, en su relación con la fragilidad de los órdenes que pretenden establecer, cuando resulta difícil llevar a la práctica los modelos que distinguen estos sistemas productivos. Bajo esta perspectiva es abordada la vida de los microproductores asociados a las plantaciones, en el marco de programas de transmigración que insertan a familias procedentes de Java y otras islas dentro de la propia Indonesia.

Las poblaciones rurales por las que se interesan los autores podrían considerarse campesinados, no como parte de circunstancias indirectas, sino como parte de esquemas predefinidos. Conocidos localmente como “hijastros”, se considera que los pequeños productores integran el “plasma”, aludiendo a la sustancia que recubre el núcleo de una célula, el cual rodea al núcleo o plantación principal de la corporación. Ambas nociones indican una relación de codependencia concretada mediante el acceso a lotes de tierra de mínimo dos hectáreas, donde los microproductores tienen sus propias plantaciones. Como afirma Dove (2011), este tipo de arreglos productivos se remonta a regímenes coloniales autoritarios muy comunes en el sudeste asiático y han sido fuertemente criticados y cuestionados. Sin embargo, su actual implementación apunta a la persistencia de expectativas de control corporativo, cuya legitimidad se funda actualmente en narrativas de generación de empleo, responsabilidad social, e incluso de sustentabilidad.

Una primera impresión que podría tenerse al conocer estos esquemas de incorporación de pequeños productores a plantaciones de palma de aceite es que hay un interés por replicarlos a otros contextos geográficos. Sin embargo, lo que sabemos gracias a recientes investigaciones sobre la expansión de este sistema de plantación a otras latitudes intertropicales (Potter, 2016; Grajales y Saiget, 2020), es que semejantes expectativas de control corporativo en la práctica deben acoplarse a las diversas circunstancias de los contextos locales, regionales y nacionales. Desde esta perspectiva, el escenario actual en el sureste chiapaneco, lejos de ser una copia de un “modelo indonesio”, es la expresión de encuentros, interacciones y vínculos particulares que al ensamblarse resultan en configuraciones territoriales específicas. En este proceso, cabe enfatizar que las prácticas organizativas de los propios campesinados -los “caprichos”, como sugería Esteban- fueron fundamentales para sentar las bases del anclaje de la palma de aceite en un lugar que no estaba en el radar de las empresas.

El panorama alcanzado con esta revisión bibliográfica permite concluir que los ensambles o arreglos productivos que vinculan a campesinados y sistemas de plantación están constantemente atravesados por contradicciones y conflictos. En gran medida porque entrañan complejas relaciones de desigualdad económica, política, cultural, e incluso de racialización. Sin embargo, ello no implica automáticamente escenarios de disolución de las relaciones de articulación y producción; por el contrario, gran parte de los sistemas de plantación persisten en el tiempo porque las agencias humanas vinculadas favorecen su reproducción. Esto nos indica la necesidad de prestar más atención a las relaciones de poder en las que entran campesinados y actores empresariales no sólo en las escalas local y regional, sino también en otras escalas donde también se garantiza la reproducción de los sistemas de plantación. Con esta idea, doy paso a una tercera sección, en la que me adentro en la cuestión de la conflictividad socioambiental en el contexto geográfico aquí retomado. Concretamente me interesa reflexionar sobre algunos conflictos que allí se han dado, pero también acerca de la perspectiva con la cual analizar la relación entre argumentos sociales y ambientales movilizados desde y entre distintas escalas y arenas de discusión.

Acción colectiva y palma de aceite: ¿desconexión entre lo social y lo ambiental?

A mediados de junio de 2019, estando en la zona fronteriza sur6 (mapa 2), la población experimentaba inquietudes por una sequía considerada la primera de este tipo, en una otrora región de selva. Los palmicultores temían que sus plantaciones no dieran racimos de gran peso y estaban enojados por el mal precio (1,200 pesos por tonelada) pagado por las empresas. Aquellos días tuve la impresión de que, a pesar de que el cultivo era valorado como la tabla de salvación en la historia reciente en la zona, se avecinaba un conflicto.

Fuente: Elaboración propia.

Mapa 2 Subregiones en el sureste de la Selva Lacandona 

Para el 9 de julio, cuando el precio de la fruta bajó a 1,100 pesos/t, los palmicultores de la región se manifestaron mediante un pliego dirigido a OP y a AS. Entre otras cosas, exigían el reconocimiento de la calidad del aceite de la fruta entregada al 14 por ciento (y no al 12.5 por ciento como estipulan las empresas), una bonificación de 150 pesos/t para cubrir el transporte de las cosechas desde los ejidos hasta las procesadoras, así como el arreglo de los caminos por parte de las empresas. Ante la ausencia de respuestas, el 12 de julio los palmeros de la fronteriza sur bloquearon las entradas de las procesadoras, ubicadas a gran proximidad de la cabecera municipal de Benemérito de las Américas, a más 50 km de sus asentamientos. De este modo se impidió el ingreso de la fruta cosechada en la región y la salida de las pipas de aceite procesado con destino a otros estados de México. Ese viernes en la tarde se dieron las primeras interlocuciones, pero ante la falta de acuerdos, los productores ligados a AS mantuvieron el bloqueo, mientras que aquellos vinculados a OP decidieron no cortar ni entregar fruta hasta nuevo aviso. El 16 de julio llegó el oficio con la postura de las empresas frente al pliego. Éstas reconocerían el 14 por ciento del precio internacional a las cosechas entregadas en la procesadora, o bien reconocerían el 13 por ciento, menos un 50 por ciento de ese valor, por concepto del transporte de la fruta desde los centros de acopio ejidales hasta las procesadoras. Cualquier otra solicitud resultaba imposible de aceptar, debido al contexto internacional de caída del precio de la palma de aceite.

Para los micro (1-4 ha), pequeños (5-9 ha) y medianos (10-20 ha) productores de la fronteriza sur, con nula posibilidad de acogerse al esquema de pago de cosecha entregada en planta, el segundo esquema de pago implicaba aceptar la disminución de cien o más pesos por tonelada. De modo que el 17 de julio éstos se reunieron con los representantes de las empresas, esta vez en el casco urbano municipal, en una oficina del ayuntamiento. No obstante, tras una semana de no cortar fruta o no poder entregar las cargas previamente programadas, las diferencias económicas entre los palmeros restaron impacto a la acción colectiva. Los productores de la zona ribereña7 (véase mapa 2), con superficies de palma de treinta y más hectáreas, así como con medios de transporte independientes, presionaban a sus compañeros para desbloquear y levantar el paro de actividades. Por otra parte, en la fronteriza sur varios micro y pequeños productores expresaron su dificultad para resistir más tiempo sin ingresos monetarios, mientras que varios de los especializados (30-50 ha) se mostraban preocupados por no poder seguir con sus planes de corte. En contraste, la mayoría de los medianos y varios de los pequeños productores se mostraban dispuestos a prolongar el paro, incluso por dos semanas más, con tal de hacer ceder a las empresas.

En el ayuntamiento las diferencias en la acción colectiva fueron evidentes en las estrategias de interlocución con los representantes de las empresas. El careo de los palmicultores vinculados a AS fue prolongado porque trataron todos los puntos del pliego, incluido un malestar asociado al trato racista de uno de los empleados de esta empresa. El de los vinculados a OP apenas tomó unos minutos, porque a través de una postura radical se buscó orillar al representante de la empresa a decidir sobre un único punto: la absorción del costo del transporte de las cosechas, mediante un sí o un no. La situación social desveló la influencia del estilo de producción de las empresas, específicamente en cuanto a las relaciones y el sujeto palmicultor que intentan moldear entre los productores de la fronteriza sur. También reveló cómo los palmicultores se enmarcaban y/o desenmarcaban de los esquemas regulatorios y de los ideales empresariales de eficiencia y productividad, de acuerdo con los acoplamientos organizativos aceptados, sus distintas expectativas económico-políticas con el cultivo y la desigualdad en sus condiciones y posibilidades histórico-culturales.

Ejemplifico parte de estos aspectos, describiendo la discusión sobre el mantenimiento de los caminos. Los productores de la fronteriza sur piden apoyo a las empresas en este tema porque el peso de las decenas de toneladas transportadas semanalmente deteriora constantemente terracerías y carreteras. Esto afecta desigualmente a los productores, pero también interpela diferencialmente a las empresas. Las condiciones topográficas y las distancias por recorrer varían entre productores y entre ejidos, siendo los más perjudicados los cultivadores con parcelas en terrenos irregulares y a más de siete kilómetros de distancia de los centros de acopio. En el careo, el representante de AS se mostraba más interpelado puesto que la instalación de centros de acopio en los ejidos ha respondido al discurso empresarial de “compromiso asociativo” con los pequeños productores. En cambio, el de OP parecía menos aludido, en la medida en que los centros de acopio de esta empresa fueron instalados fuera de los predios ejidales. En este sentido, aquellos vinculados con AS parecían autoconcebirse como “socios formales” y esgrimían su derecho a pedir mejores condiciones de producción, mientras que los otros productores, al asumirse en una relación puramente transaccional con OP, insistieron solamente en la inclusión de los costos de transporte en el precio de sus cosechas, mientras que actuaban como “productores libres” con capacidad de buscar un mejor postor. No obstante, ninguna de estas posturas generó el suficiente margen de maniobra para cambiar la posición, probablemente consensuada, de las empresas. En las horas y días que siguieron, varios de los “socios formales” expresaban preocupación por las pérdidas económicas derivadas del bloqueo, mientras que los “productores libres” no concretaron la venta de la fruta por fuera de la región. Así entonces, el lunes 22 de julio de 2019 micro, pequeños, medianos y productores especializados volvieron a las plantaciones y a entregar su fruta y a su trabajo con las empresas.

Ahora bien, el “agüite” posterior al paro no se prolongó demasiado tiempo. El cierre de 2019 fue difícil para muchos; sin embargo, desde el inicio de la pandemia de la Covid-19 el precio de la palma ha tendido al alza, llegando a su precio más alto en mayo de 2022, valorándose arriba de los cuatro mil pesos por tonelada entregada en los centros de acopio de la zona. Aunque cabe precisar que desde 2020 también se ha incrementado el costo de la vida, los fertilizantes se han encarecido, la tonelada cortada por los jornaleros se cotiza más alto y muchos palmares son difíciles de trabajar por la altura de las plantas. De cualquier modo, la derrama económica proveniente de la palma de aceite no es despreciable, aún más en una zona de frontera donde la lejanía impone un alto costo de vida.

Lo sucedido en 2019 fue un conflicto social semejante a los presentados en sistemas de plantación de otros periodos históricos (Mintz, 1966; Striffler, 2002), o a los que siguen protagonizando pequeños productores de otras zonas de plantación de palma de aceite (Li y Semedi, 2021; Cramb y McCarthy, 2016). Ahora bien, ¿qué había sido de las inquietudes generadas por el periodo de sequía nunca antes visto en la región? Para la población de la fronteriza sur, ¿la baja excesiva del precio de la palma de aceite fue relacionada de algún modo con la “seca” de aquel año? Luego del paro, las entrevistas me permitieron identificar que en la zona prevalecían muchas incógnitas acerca de los efectos ambientales de este monocultivo, que la sequía no fue asociada con el cultivo y que la sustentabilidad promulgada por las empresas, en el contexto de certificación ante la Roundtable on Sustainable Oil Palm (RSOP), se restringía a evitar la presencia de los desechos plásticos de los agroquímicos en las plantaciones. De modo que, a pesar de que recientemente se ha enfatizado la cuestión de la conflictividad socioambiental asociada a los cultivos boom (Alonso, 2015; León y Montoya, 2021; Ojeda, 2021), el caso parecía expresar una desconexión entre lo social y lo ambiental.

Indudablemente, la expresión o no de conflictos ambientales relacionados con la contemporánea ampliación y diversificación de sistemas de plantación depende de varios factores, entre los que sobresalen: la forma como se ancla y expande el cultivo en cuestión y que exista una clara percepción de afectación ambiental por parte de actores específicos. Ahora bien, como sucede en otros escenarios extractivistas contemporáneos, la inexistencia de conflicto ambiental en ciertos sistemas de plantación no significa la ausencia de degradación ambiental. Es en este sentido que se han reformulado nociones como agotamiento (depletion) (Ojeda, 2021) o paisajes tóxicos (Alonso, 2021), para enfatizar los impactos socioambientales del agroextractivismo.

Sin embargo, algo menos señalado es que en ciertos sistemas de plantación la ausencia de conflictos ambientales no impide que, bajo determinadas circunstancias, uno o más cambios ambientales pasen a ser valorados como afectaciones íntimas o vitales y que, en consecuencia, detonen acciones colectivas en las que se esgriman argumentos ambientales. Lo observado en las regiones chiapanecas donde se encuentra la palma de aceite permite señalar que tales circunstancias suelen no suscitarse precisamente en los escenarios locales, sino a través de las redes que vinculan a ciertos actores locales con determinadas esferas regionales, nacionales y transnacionales. Con base en ello, a continuación hago referencia a dos acciones colectivas recientes en contra de la expansión de la palma de aceite en Chiapas, en las que se incluyen explícitamente contenidos ambientales.

Por un lado, están las manifestaciones lideradas por mujeres, de las cuales recupero fragmentos de los argumentos esgrimidos en el encuentro “Mujeres y Palma Aceitera en Chiapas. Resistir, Persistir y Transformar”:

Estamos acá en Pijijiapan en el encuentro sobre mujeres y palma aceitera. Este es el segundo encuentro que estamos haciendo desde la organización Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente, que tiene como objetivo buscar que las mujeres se organicen y que ellas hablen de las afectaciones de la palma en sus territorios, pero también en sus cuerpos. [Angélica Schenerock, colaboradora de Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente A.C.].

Yo cuando vi la plantación de palma, pues yo estaba chica y yo lo vi como algo normal, como un cultivo normal. Y tener estos espacios nos ayuda a conocer, a abrir los ojos [0:25-0:36 min] […]. Nos ha pasado con el maíz. El maíz se da muy bien, pero dicen que sale tiernito o se empieza a carcomer por los efectos que está haciendo la palma [2:12-2:22] […]; los pozos y pozos profundos ya no salen igual que antes. Anteriormente se podía tomar el agua de un pozo, ahorita ya no es algo apto, porque te enfermas. Se ha visto que se está muriendo gente, por lo mismo, por la contaminación, porque no tenemos esa información [2:26-2:42] […]. [Adela González Cigarroa, Red de Mujeres de la Costa en Rebeldía].8

Por otro lado, están las manifestaciones lideradas por miembros de la Iglesia católica a través de sus parroquias. En este caso retomo un fragmento del comunicado dirigido a los feligreses católicos en los ejidos de la región aquí analizada:

[El] motivo principal [de la invitación a la peregrinación es] la contaminación que nos están ocasionando las plantas productivas de aceite, ya que desde hace cinco años estamos denunciando a esta fábrica y las [autoridades] correspondientes no nos han podido contestar si están afectando o no. Por nosotros sabemos que hasta ganado han muertos [sic] ya que el desecho que emanan estas fábricas son [sic] altamente toxico [sic]. [Fragmento de comunicado, 11 de febrero de 2022, Promotores de los derechos humanos de la frontera Sur, Parroquia José y María Pico de Oro, Marqués de Comillas, Chiapas].

En Chiapas, la frecuencia e intensidad de las acciones colectivas que esgrimen argumentos de afectación ambiental causada por la palma de aceite son notoriamente menores a las observadas en otros contextos, en particular en comparación con el vecino caso guatemalteco (Alonso, 2015). Teniendo en cuenta esta tendencia, aquí me interesa reflexionar sobre cómo abordarlas y entenderlas, y hacerlo además en su relación con las acciones de los palmicultores de la región.

Los fragmentos del video y el comunicado evidencian los vínculos requeridos para que en los ámbitos locales se valore la palma de aceite en su relación con diferentes indicadores de cambio ambiental. En este sentido, el activismo de género y el eclesiástico son condiciones de posibilidad para la vinculación entre expertas y activistas locales, o bien entre religiosos y feligreses. En el discurso feminista, la figura de la mujer, el cuerpo femenino y el territorio corresponden a metáforas movilizadoras (Mosse, 2005) ensambladas para propiciar la expresión femenina. La alocución de una de las participantes indica un cambio de percepción ambiental, el reconocimiento íntimo y vital de afectación ambiental y la palma de aceite como agente causal. Estos aspectos son articulados mediante marcadores lingüísticos (“dicen que”, “se ha visto”) que, empleados en tercera persona, aluden a conversaciones sombra (Irvine, 1996), que sostienen al sujeto de la alocución, independientemente de la veracidad de lo dicho. En el comunicado, además llama la atención cómo la incertidumbre ambiental que persiste (“no nos han podido contestar si están afectando o no”), lejos de restringir la movilización, la impulsa.

Como pude enterarme en la semana de difusión del comunicado, dentro de los feligreses a quienes llegó la invitación a peregrinar estaban católicos del ejido San Isidro, ubicado en la zona centro9 (mapa 2) y reconocida regionalmente como “zona indígena”. Las familias católicas de San Isidro son minoría entre una población mayoritariamente protestante; por otra parte, allí no hay palmicultores, pero sí algunas plantaciones de menos de veinte hectáreas pertenecientes a hogares tsotsiles del vecino ejido América Libre. Estos últimos adquirieron tierras en San Isidro hacia 2011, cuando el gobierno estatal instaló los viveros de palma. En aquel momento, la asamblea ejidal de San Isidro no consideró un problema el propósito de sus vecinos tsotsiles, pero ya en 2013 la opinión de la mayoría cambió y desde entonces se ha prohibido su cultivo y desincentivado el trabajo de los plantíos. Ahora bien, allí la valoración negativa de la palma de aceite no está asociada a alguna percepción íntima de afectación ambiental, sino que responde a una actitud preventiva frente a lo que “se dice” de ella: que “acaba” con el agua y los suelos.

Así entonces, algunas personas de San Isidro se sumaron a los 1,500 peregrinos reunidos aquel 17 de febrero de 2022. En el acto ritual, las pancartas de los creyentes hablaban del cuidado a “la madre tierra”, “la salud familiar y comunitaria” y de evitar su contaminación, pero también había expresiones en contra de la violencia y del aborto, de modo que para los espectadores no fue claro que la manifestación era contra la palma y las empresas. Los palmeros de la fronteriza sur, en su gran mayoría practicantes de credos protestantes, no supieron de la peregrinación y, al platicar conmigo, no entendían por qué ir contra la palma, cuando muchos viven de ella y cuando las empresas dicen buscar la sustentabilidad. Por otra parte, debo precisar que las familias de San Isidro y las de la fronteriza sur no han tenido conflictos entre sí por este cultivo, pues sus tierras no colindan y no tienen vínculos sociales directos.

Visto desde esta acción colectiva, el caso de estudio también expresa una desconexión entre lo ambiental y lo social. Sin embargo, si se presta atención a las redes de feligreses y palmicultores, más allá de sus localidades, es posible hacer una lectura distinta. Aunque en el plano local la palma genera más incertidumbres que afectaciones íntimas o vitales, en otros planos y esferas de interacción, los efectos ambientales y las vulnerabilidades sociales asociadas al monocultivo alimentan inacabados debates (Castellanos-Navarrete y Jansen, 2015; Meijaard y Sheil, 2019). Frente a ello, la noción de campo de poder que Roseberry (1995) movilizó para pensar las diferencias entre las economías cafetaleras a lo largo de América Latina me resulta clave. Ésta permite entender simultáneamente las particularidades que resultan de la internalización de procesos de gran envergadura en lugares específicos y las expresiones contenciosas suscitadas en distintas escalas y tiempos.

Desde esta perspectiva se enfocan mejor las coincidencias prácticas y discursivas que hay entre organizaciones como Agua y Vida, la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, los promotores católicos asentados en Zamora Pico de Oro, las familias católicas de San Isidro, pero también los académicos, las ONG y los colectivos movilizados en Guatemala, por nombrar sólo algunos. Asimismo, se observan mejor las coincidencias prácticas y discursivas entre las protestas de los palmicultores de la fronteriza sur contra las empresas procesadoras de capital privado, con aquellas que Li y Semedi (2021) reportan para el otro extremo de la franja intertropical del planeta, las cuales son realizadas por transmigrantes javaneses en contra de las empresas palmeras en Indonesia.

En este sentido, puedo afirmar que la importancia de ambos tipos de corrientes de prácticas y discursos no está en que se contrapongan; en que den la impresión de que las problemáticas de subsistencia económica y aquéllas de la degradación ambiental estén desconectadas o que se vivan desde ámbitos inconmensurables. Tampoco deben su importancia a la idea de que estamos ante un escenario bipolar de “campesinados ecologistas” y “campesinados inmediatistas”. Su relevancia está en que nos ofrecen distintos indicios del multiescalar campo de poder donde, incluso los palmicultores y los peregrinos católicos del sureste de Chiapas, se suman y dinamizan las luchas que se libran frente a distintos aspectos del actual régimen agroalimentario mundial (McMichael, 2014). Su valor analítico y reflexivo reside en que nos permiten hablar del carácter situado de la agencia (Striffler, 2002). Complementariamente, dicho valor está en que nos ayudan a evidenciar cómo corrientes de prácticas y discursos emergen o se internalizan, de acuerdo con las particularidades histórico-culturales y económico-políticas de lugares específicos, pero también según la relación que vincula a poblaciones y territorios concretos con este específico campo de poder.

Conclusiones

El anclaje de la palma de aceite en el sureste de Chiapas constituye un caso de estudio clave para pensar las particularidades con las que el capitalismo contemporáneo se internaliza en territorios y poblaciones específicas. Asimismo, es un caso relevante para revisar y reflexionar sobre las categorías analíticas con las que tratamos la evidencia empírica y su relación con las tendencias dominantes en la escala global. Bajo esta perspectiva, este artículo moviliza los hallazgos de una investigación etnográfica de largo aliento, con el propósito de responder a tres ámbitos de debate en la copiosa bibliografía contemporánea sobre plantaciones agroindustriales, cultivos boom o cultivos flexibles, como recientemente se han etiquetado.

Un debate principal, asociado a la noción de enclave, apunta a la actual expansión del capitalismo agrario y sus diferencias con otros periodos históricos. El segundo, vinculado con la categoría “campesinados”, trata sobre las circunstancias y condiciones que atraviesan a los actores rurales, por efecto de dicha expansión económica. Y el tercer debate, relativo al concepto de conflicto, atiende expresiones contenciosas y relaciones de poder que median dicha ampliación capitalista, considerando los aspectos ambientales y la fuerza que ellos cobran.

Así entonces, en un primer momento cuestiono la aplicación mecánica de la noción de enclave e invito, inspirada en LeGrand, a “complicar” el análisis de este proceso productivo. Por un lado, prestando atención al papel político y sociocultural de los sectores campesinos en la internalización de la palma de aceite en el territorio (desde 2005 al presente). Por otro lado, describiendo las competencias, estilos de producción y circunstancias que han limitado la formación de un único centro rector y una periferia marginalizada o excluida, así como la ausencia de esquemas de agricultura por contrato (desde 2016 al presente).

En un segundo momento, expreso mi distancia con la noción de despojo por no ser adecuada para entender el “capricho” de los campesinados de la región, iluminando la acogida de la palma, al rastrear investigaciones procesuales y relacionales de las interacciones entre diferentes cultivos de plantación y campesinados de contextos empíricos pasados y contemporáneos. De este modo, soportada en la perspectiva sociocultural de Thomas, Mintz y Wolf, profundizo la mirada en el rol jugado por los campesinados en etapas iniciales, de operación o declive de diferentes sistemas de plantación. Asimismo, inspirada en reflexiones de Coronil y Soluri, reviso los aportes de varios investigadores interesados en las relaciones de competencia que han sostenido sectores campesinos; en su capacidad de agencia en el devenir de determinados cultivos y escenarios políticos; o bien en las lógicas, los esquemas o las expectativas de control que los agentes económicos proyectan en los campesinados, sin estar exentos de situaciones que limitan o hacen fallidos sus ejercicios de poder.

Finalmente, basada en la conflictividad socioambiental provocada por la palma de aceite en otros contextos geográficos, etnográficamente me adentro en la acción colectiva de los palmicultores de la región y en las acciones colectivas de feligreses católicos y de colectivos de mujeres. De este modo, llamo la atención sobre la suerte de desconexión que éstas expresan en el plano local, en tanto que las inquietudes económicas de los palmicultores no incluyen argumentos ambientales, mientras que las motivaciones ambientales de católicos, católicas y activistas feministas no contemplan las preocupaciones económicas de los campesinados palmicultores. Asimismo, pongo en relieve las redes de relaciones a las que están vinculados unos y otros más allá de los contextos locales, así como las coincidencias prácticas y discursivas entre detractores del monocultivo, por un lado, y campesinados inmersos en relaciones de poder y confrontación con este sistema de plantación, por el otro. Así entonces, siguiendo a Roseberry y desde una mirada multiescalar, propongo considerar cambios de percepción ambiental y manifestaciones contra los términos de incorporación al sistema productivo, no como elementos desconectados o contrapuestos, sino como indicios del campo de poder en el que se debaten las afectaciones ambientales y las vulnerabilidades sociales asociadas a la palma de aceite, así como la hegemonía del actual régimen agroalimentario mundial.

Bibliografía

Alonso, Alberto (2021). “Life Purging Agrarian Extractivism in Guatemala”. En Agrarian Extractivism in Latin America, editado por Ben McKay, Alberto Alonso y Arturo Ezquerro, 139-164. Nueva York: Routledge. [ Links ]

Alonso, Alberto (2015). “Anything but a Story Foretold. Multiple Politics of Resistance to the Agrarian Extractivist Project in Guatemala”, the Journal of Peasant Studies 42 (3-4): 489-515. [ Links ]

Borras, Saturnino, Jennifer Franco, Ryan Isakson, Les Levidow y Pietje Vervest (2014). “Towards Understanding the Politics of Flex Crops and Commodities”, Think Piece Series on Flex Crops & Commodities 1: 1-16. [ Links ]

Cano, Ingreet (2023). “Pequeño palmicultor: sentir campesino y estilo productivo en el sureste de Chiapas”. En prensa. [ Links ]

Cano, Ingreet (2022). Palma de aceite en la región de Marqués de Comillas, Chiapas, México. Configuración agraria, aspectos socioculturales y cambios ambientales relacionados. México: PRISMA. Colección de investigación del Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México. [ Links ]

Cano, Ingreet (2021a). “Frontera, neoliberalización y marginalización en el sureste de la Lacandona”, Trace 80: 21-48. [ Links ]

Cano, Ingreet (2021b). “Ensambles agrarios en una frontera contrastante”, Historia agraria de América Latina 2: 148-173. [ Links ]

Cano, Ingreet (2020). “Palma de aceite y acoplamientos marginales en la Lacandona”, Estudios sociológicos 39 (115): 201-223. [ Links ]

Cano, Ingreet (2018). De montaña a “reserva forestal”. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales. [ Links ]

Castellanos-Navarrete, Antonio (2018). “Palma de aceite en tierras campesinas”, Pueblos y fronteras 13: 1-34. [ Links ]

Castellanos-Navarrete, Antonio y Kees Jansen (2015). “Oil Palm Expansion without Enclosure”, The Journal of Peasant Studies 42 (3-4): 791-816. [ Links ]

Castellanos-Navarrete, Antonio, Fabio de Castro y Pablo Pacheco (2021). “The Impact of Oil Palm on Rural Livelihoods and Tropical Forest Landscapes in Latin America”, Journal of Rural Studies 81: 294-304. [ Links ]

Cramb, Robert y John McCarthy (2016). The Oil Palm Complex. Singapur: National University of Singapur Press. [ Links ]

Coronil, Fernando (1998). “Foreword”. En Close Encounters of Empire, editado por Gilbert Joseph, Catherine LeGrand y Ricardo Salvatore, IX-XII. Durham, Carolina del Norte: Duke University Press. [ Links ]

Dove, Michael (2011). The Banana Tree at the Gate. Nueva Haven, Connecticut: Yale University Press. [ Links ]

Grajales, Jacobo y Marie Saiget (2020). “En lisiére de la plantation. Intermédiation, protestation et adaptation aux «accaparements» de terres en Côte d’Ivoire”, Politicx 33 (132): 99-122. [ Links ]

González-Izás, Matilde (2014). Modernización capitalista, racismo y violencia. Guatemala (1750-1930). Ciudad de México: El Colegio de México. [ Links ]

Hervas, Anastasia (2019). “Land, Development and Contract Farming on the Guatemalan Oil Palm Frontier”, The Journal of Peasant Studies 46 (1): 115-141. [ Links ]

Irvine, Judith (1996). “Shadow Conversations”. En Natural Histories of Discourse, editado por Michael Silverstein y Greg Urban, 131-159. Chicago: University of Chicago Press. [ Links ]

LeGrand, Catherine (1998). “Living in Macondo”. En Close Encounters of Empire, editado porGilbert Joseph , Catherine LeGrand yRicardo Salvatore , 333-368. Durham, Carolina del Norte: Duke University Press. [ Links ]

León, Andrés y Valeria Montoya (2021). “La función de la frontera en la economía política de las plantaciones piñeras en Costa Rica”, Trace 80: 116-137. [ Links ]

Li, Tania y Pujo Semedi (2021). Plantation Life. Durham, Carolina del Norte: Duke University Press. [ Links ]

Macip, Ricardo (2005). Semos un país de peones. Puebla, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades. [ Links ]

McCarthy, John (2010). “Processes of Inclusion and Adverse Incorporation”, The Journal of Peasant Studies 37(4): 821-850. [ Links ]

McKay, Ben, Alberto A lonso y Arturo Ezquerro (eds.) (2021). Agrarian Extractivism in Latin America. Nueva York: Routledge. [ Links ]

McMichael, Philip (2014). Food Regimes and Agrarian Questions. Inglaterra: Practical Action Publishing. [ Links ]

Meijaard, Erik y Douglas Sheil (2019). “The Moral Minefield of Ethical Oil Palm and Sustainable Development”, Frontiers in Forest and Global Change 2 (22): 1-15. [ Links ]

Mezzandra, Sandro y Brett Neilson (2019). The Politics of Operations. Durham, Carolina del Norte: Duke University Press. [ Links ]

Mintz, Sidney (1966). “The Caribbean as a Socio-Cultural Area”, Journal of World History9 (4): 912-937. [ Links ]

Mintz, Sidney (1964). “La plantación como un tipo sociocultural”. En Sistemas de plantaciones en el Nuevo Mundo, editado por Unión Panamericana, 50-58. Washington, D. C.: Unión Panamericana. [ Links ]

Mosse, David (2005). Cultivating Development. Londres: Pluto Press. [ Links ]

Ojeda, Diana (2021). “Social Reproduction, Dispossession, and the Gendered Workings of Agrarian Extractivism in Colombia”. En Agrarian Extractivism in Latin America, editado por Ben McKay, Alberto Alonso y Arturo Ezquerro, 85-98. Nueva York: Routledge. [ Links ]

Ortiz, Inés (2013). De milperos a henequeneros en Yucatán, 1870-1937. Ciudad de México: El Colegio de México. [ Links ]

Palacios, Marco (2009). El café en Colombia 1850-1970. Ciudad de México: El Colegio de México. [ Links ]

Potter, Lesley (2016). “Alternative Pathways for Smallholder Oil Palm in Indonesia: International Comparisons”. En The Oil Palm Complex, editado por Robert Cramb y John McCarthy, 155-188. Singapur: National University of Singapur Press. [ Links ]

Roseberry, William (1995). “Introduction”. En Coffee, Society, and Power in Latin America, editado por William Roseberry, Lowell Gudmundson y Mario Samper, 1-37. Baltimore: The Johns Hopkins University Press. [ Links ]

Soluri, John (2013). Culturas bananeras. Colombia: Universidad Nacional de Colombia, Siglo del Hombre Editores. [ Links ]

Striffler, Steve (2002). In the Shadows of State and Capital. Durham, Carolina del Norte: Duke University. [ Links ]

Toledo, Sonia (2019). Espacios sociales en una región agraria del norte de Chiapas (siglos XIX-XXI). México: Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, Universidad Nacional Autónoma de México. [ Links ]

Thompson, Edgar (1964). “La plantación como sistema social”. En Sistemas de plantaciones en el Nuevo Mundo, editado por Unión Panamericana, 31-44. Washington, D. C.: Unión Panamericana. [ Links ]

Vergara-Camus, Leandro y Cristobal Kay (2017). “Agribusiness, Peasants, Left‐Wing Governments, and the State in Latin America”, Journal of Agrarian Change 17 (2): 239-257. [ Links ]

West, Paige (2010). “Making the Market”, Antipode 42 (3): 690-718. [ Links ]

Wolf, Eric (1964). “Aspectos específicos del sistema de plantaciones en el Nuevo Mundo”. En Sistemas de plantaciones en el Nuevo Mundo, editado por Unión Panamericana, 160-171. Washington, D. C.: Unión Panamericana. [ Links ]

Wolf, Eric y Sidney Mintz (1957). “Haciendas and Plantations in Middle America and the Antilles”, Social and Economic Studies 6 (3): 380-412. [ Links ]

1Me refiero específicamente al proceso dado en el sureste de Chiapas, en donde entre 2009 y 2022 he adelantado trabajo de campo de carácter etnográfico en los municipios de Marqués de Comillas y Benemérito de las Américas, además de realizar entrevistas con agentes empresariales y estatales de los sectores agrario y ambiental.

2En el conjunto de palmicultores se distinguen microproductores (1-4 ha), pequeños (5-9 ha), medianos (10-20 ha) y especializados (30-50 ha). Como se aprecia en el mapa 1, en los ejidos próximos a la línea fronteriza se concentran los productores con menos superficie plantada, mientras que las superficies de palma incrementan su tamaño particularmente en los ejidos próximos al río Lacantún. Las plantaciones más extensas en la proximidad del río Usumacinta corresponden en su mayoría a las empresas privadas.

3No así en los municipios de Chisec, Ixcán y otros donde Prorural, en asociación con la empresa Palmas Ixcán, promovió el cultivo entre pequeños productores desde 2007 (Hervas, 2019).

4Esta revisión retoma estudios sobre varios cultivos de plantación, incluyendo algunos casos contemporáneos en torno a la palma de aceite. La selección bibliográfica enfatiza trabajos que han adoptado perspectivas procesuales y relacionales afines a mi mirada analítica.

5En un sentido semejante, Robert Cramb y John McCarthy (2016) recientemente han propuesto la noción complex. Sin embargo, la noción sistemas de plantación sigue siendo clave porque atiende lo que Wolf y Mintz (1957: 383) llaman condiciones culturales derivadas, es decir: “Las relaciones sociales establecidas en términos de un contenido cultural específico que hacen efectiva la combinación de condiciones operativas [de las plantaciones]”.

6La fronteriza sur es la zona que limita por tierra con Guatemala, está bordeada por la carretera federal 307 y está conformada por diez ejidos. La mayor parte de los micro y pequeños palmicultores (indígenas y mestizos) se encuentra en esta zona. Allí, he adelantado mi trabajo de campo en Loma Linda, Nuevo Orizaba, Nueva Veracruz y Grajales.

7La ribereña es la franja de tierras ejidales que corre paralela al río Usumacinta, que en gran medida limita con el polígono de conservación de la Reserva de la Biósfera Montes Azules (Rebima) y está integrada por doce ejidos. En ocho se trabaja la palma de aceite, distinguiéndose varias plantaciones de más de cincuenta hectáreas.

8Junio de 2021, disponible en <https://www.youtube.com/watch?v=7CnmwXIJXNQ&t=2s>.

9La zona centro comprende las poblaciones que se asentaron en el centro del macizo forestal de la región en tiempos de la colonización (Cano, 2018); actualmente está integrada por ocho ejidos. En siete se encuentran plantaciones de palma de aceite con cinco y hasta veinte hectáreas.

10Agradecimientos: A El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) y al proyecto Forests 2020 por la cartografía sobre la distribución de bosques y superficies de plantaciones en la región de Marqués de Comillas, especialmente al biólogo Miguel Ángel Castillo y a Edith Mondragón por las modificaciones del mapa para mis propias investigaciones. Igualmente, agradezco a los dictaminadores anónimos, quienes me ayudaron a precisar varios aspectos de la aportación etnográfica que presento.

Recibido: 01 de Octubre de 2022; Aprobado: 16 de Mayo de 2023

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons