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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.37 no.105 Ciudad de México ene./jun. 2022  Epub 18-Nov-2022

 

Artículos de investigación

Académicas mexicanas en tiempos de pandemia

Mexican academics women in pandemic times

*Profesora-investigadora de tiempo completo, Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Correo electrónico: <isabel.izquierdo@uaem.mx>.

**Profesora-investigadora de tiempo completo, Universidad Autónoma de Nuevo León. Correo electrónico: <olganellye@yahoo.com>.

***Profesora-investigadora de tiempo completo, Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Correo electrónico: <dstincerg@gmail.com>.


RESUMEN

El objetivo de la presente investigación es conocer las experiencias que las académicas mexicanas experimentaron frente a la pandemia causada por el virus SARS-Cov-2, así como también identificar las tensiones que vivieron y las estrategias de afrontamiento que pusieron en marcha en dicho contexto. En el estudio, que es de corte exploratorio cualitativo, se llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas a un grupo de profesoras de universidades públicas en cuatro regiones de México. Los resultados visibilizaron una serie de tensiones en las dimensiones académica, personal, familiar y doméstica, así como las acciones que ellas implementaron, de manera individual y colaborativa, para enfrentarlas.

PALABRAS CLAVE: pandemia; académicas; tensiones; estrategias de afrontamiento

ABSTRACT

The research presented here delves into the experiences of Mexican women academics during the SARS-Cov-2 pandemic and aims to identify the tensions they felt and the coping mechanisms they used to deal with it. For this qualitative exploratory study, the authors carried out semi-structured interviews with a group of public university professors from four regions of Mexico. The results clearly showed a series of tensions in their academic, personal, family, and domestic lives, as well as the actions they took both individually and collaboratively to deal with them.

KEY WORDS: pandemic; women academics; tensions; coping mechanisms

INTRODUCCIÓN

El año 2020 irrumpió en el mundo con una pandemia que trastocó todos los espacios de interacción de la vida humana, y el ámbito educativo no fue la excepción. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) “casi de la noche a la mañana, las escuelas y universidades de todo el mundo cerraron sus puertas, afectando a 1,570 millones de estudiantes en 191 países” (Unesco, 2020: 5). En América Latina y el Caribe dicho cierre afectó “a unos 23.4 millones de estudiantes de educación superior y a 1.4 millones de docentes […]; esto representa, aproximadamente, más del 98 [por ciento] de la población de estudiantes y profesores de educación superior de la región” (Unesco, 2020: 12).

En México, el 23 de marzo de 2020, en las instituciones del Sistema Educativo Nacional dependientes de la Secretaría de Educación Pública (SEP) se suspendieron las clases de manera presencial, y tal como lo señaló la Unesco “de la noche a la mañana” la docencia pasó de una modalidad presencial a una virtual, lo cual implicó un cambio drástico en la vida de todas las personas involucradas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y el estudiantado tuvo que adaptarse a una nueva forma de estudio en la que quizá no había socializado antes (Barrón, 2020; Hernández y Valencia, 2021) y el profesorado tuvo que acoplarse a lo que podrían ser sus primeras experiencias en el uso de herramientas tecnológicas, que hasta ese momento veían lejanas o les eran desconocidas (Ruiz, 2020).

Frente al contexto de pandemia y para gestionar dichas tensiones, las autoridades de las instituciones de educación superior (IES) mexicanas pusieron en marcha una serie de acciones, planes y herramientas para enfrentar la contingencia (ANUIES, 2020), la mayoría de ellas estuvo centrada en las campañas de prevención e información sobre la Covid-19, otras brindaron protocolos de continuidad virtual del aprendizaje, estrategias digitales, recursos educativos y herramientas TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) para la comunidad universitaria. Sin duda, todo ello fue importante, pero existen estudios (Contreras, Espejel y Flores, 2020; Dussel, 2020; Sánchez et al., 2020) que estiman que las IES en México no se encontraban preparadas con recursos e infraestructura para enfrentar una contingencia del tal magnitud, y la pandemia lo demostró, dado que las acciones que se implementaron desde las dependencias gubernamentales federales y estatales, así como al interior de las universidades públicas, fueron emergentes, tardías, desorganizadas y poco eficientes, dejando en solitario al profesorado universitario, y ante ello nos preguntamos ¿cómo enfrentaron esta situación las académicas?

El objetivo de este estudio es conocer, en voz de las participantes, cómo han vivido su trabajo de investigación y docencia desde el contexto de la pandemia en las universidades públicas. Nos enfocamos en las mujeres porque son las que más han resentido la contingencia, ya que además han cubierto los cuidados del hogar con más horas de trabajo doméstico, atendido las tareas de las y los hijos, aparte de sobrellevar la crisis de salud, de implementar estrategias económicas para ajustar el presupuesto familiar, lo cual las ha llevado a experimentar desde desgaste emocional y físico hasta padecer un aumento en la violencia de género (Pila y Estrada, 2021).

De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de las Mujeres de México (2020), nueve de cada diez cuidadores primarios pertenecen al sexo femenino, es decir, que antes de la emergencia quienes estaban a cargo de niñas, niños, adolescentes, personas con discapacidad y adultos mayores, eran mujeres. Lo anterior demuestra que las tareas de cuidados recaen principalmente en ellas sin importar su escolaridad, posición económica y/o edad. En México, las mujeres destinan 50.1 horas semanales a esta actividad, mientras que los hombres solamente dedican 17.6 horas, evidenciando una brecha de 32.5 horas (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2018).

Se exploraron las tensiones que vivenciaron las académicas, entendidas como puntos de crisis que no evitan ni frenan a los sujetos para la acción, sino que por el contrario las pueden promover (Dubar, 2002), así como también las estrategias de afrontamiento (Lazarus y Faulkman, 1984) que implementaron en dicho contexto, que se definen como “esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo” (Lazarus y Faulkman, 1984: 141). Aunque la naturaleza de las estrategias puede ser saludable o no, este trabajo se centró en aquellas que parecen contribuir a la gestión de los eventos de tensión.

El trabajo fue exploratorio cualitativo (Kvale, 2011), de corte feminista, tratando de explicar la multiplicidad de factores que se entrelazan para sostener la desigualdad entre mujeres y hombres basada en el género, la cual está presente en todos los ámbitos de desempeño en el sistema patriarcal en el que vivimos y nos socializamos. De acuerdo con Patricia Castañeda (2008) se trata de contribuir a la erradicación de la desigualdad entre los sexos a través de la generación de conocimientos que permitan concretar el proyecto emancipatorio de las mujeres.

Se realizaron entrevistas semiestructuradas a un grupo de 15 académicas, la mayoría de ellas (14) son profesoras-investigadoras de tiempo completo (PITC) y una docente por asignatura, por lo que la investigación se centró en las PITC considerando la heterogeneidad de las actividades que realizan -investigación, docencia, extensión, difusión- y por el tiempo que dedican a su trabajo académico. Para llegar a ellas, nos apoyamos en nuestras redes académicas para la aplicación de la técnica de bola de nieve. Las participantes están adscritas a ocho universidades públicas mexicanas -Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Universidad Autónoma de Guerrero, Universidad Autónoma de Querétaro, Universidad de Guanajuato, Universidad Autónoma de Zacatecas, Universidad Autónoma de Nuevo León, Universidad Juárez del Estado de Durango y Universidad Autónoma de Ciudad Juárez-, en cuatro regiones del país, según la división que hace la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES): centro-sur, centro-occidente, noreste y noroeste, en las áreas de conocimiento de las Ciencias Sociales y Humanidades. Los rangos de edad de las académicas están entre 34 y 67 años, lo que significa que sus trayectorias laborales se encuentran en tres etapas diferentes: inicial, en desarrollo y consolidada. Siete de las quince se encuentran inscritas en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel I, en su mayoría.

TABLA 1 Académicas mexicanas participantes en el estudio 

TIPO DE PLAZA EDAD REGION (ANUIES) SNI ÁREA DE CONOCIMIENTO
Profesora-investigadora de tiempo completo 45 Centro-sur No Humanidades
Profesora-investigadora de tiempo completo 59 Centro-sur No Humanidades
Profesora-investigadora de tiempo 52 Centro-sur I Ciencias Sociales
Profesora-investigadora de tiempo completo 35 Centro-sur I Humanidades
Profesora-investigadora de tiempo completo 54 Centro-sur No Ciencias Sociales
Profesora-investigadora de tiempo completo 47 Centro-sur No Humanidades
Profesora por asignatura 66 Centro-sur No Humanidades
Profesora-investigadora de tiempo completo 51 Centro-occidente I Humanidades
Profesora-investigadora de tiempo completo 56 Centro-occidente No Humanidades
Profesora-investigadora de tiempo completo 54 Noreste I Ciencias Sociales
Profesora-investigadora de tiempo completo 46 Noreste I Ciencias Sociales
Profesora-investigadora de tiempo completo 42 Noreste No Ciencias Sociales
Profesora-investigadora de tiempo completo 34 Noreste No Ciencias Sociales
Profesora-investigadora de tiempo completo 67 Noreste I Ciencias Sociales
Profesora-investigadora de tiempo completo 66 Noreste II Humanidades

Fuente: Elaboración propia con base en el trabajo de campo.

Se utilizó el método biográfico, mediante el relato de vida (Bertaux, 1993), porque nos interesó poner en el centro de atención sus narraciones experienciales, el sentido y significado que han adquirido los acontecimientos vividos por ellas y las formas en las que encausaron la acción durante la contingencia. Particularmente, se indagaron dos ejes de análisis en las entrevistas: las tensiones que enfrentaron y las estratégias que accionaron para resolver o gestionar dichas tensiones, centrándonos en su trabajo académico y explorando las dimensiones familiar y doméstica. El artículo está dividido en tres partes: primero se brindan algunos elementos sobre el trabajo de investigación y docencia desde el contexto de la pandemia en México; después se presentan los resultados del estudio, dividido en dos ejes: las tensiones que enfrentaron las académicas en dicho contexto y la identificación de las estrategias que pusieron en marcha; y finalmente se comparten algunas consideraciones a manera de conclusión.

El trabajo académico en el contexto de la pandemia

En el caso del profesorado, en particular para quienes laboran en las universidades públicas, en una encuesta realizada en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se observó que desde el inicio de la pandemia y con el cierre de las instituciones educativas, el personal docente se ha enfrentado cotidianamente a cinco tipos de tensiones generales: las logísticas sobre el uso del tiempo, particularmente con los horarios de clase; la distribución de los espacios físicos para el trabajo académico; las tecnológicas, con el acceso a Internet y el equipo de cómputo; las pedagógicas, que tienen que ver con el manejo de las herramientas didácticas de educación a distancia; y las socioafectivas, que se relacionan “con aspectos emocionales, afectivos y de la salud que viven los docentes, como sentimientos de tristeza, frustración, ansiedad, cansancio, entre otras” (Sánchez et al., 2020: 8).

Ese enfrentamiento con la realidad en un contexto de pandemia ocurrió, tal y como lo advirtió Estela Ruiz, de manera repentina y los confrontó “a una nueva experiencia y al cambio drástico que representa el proceso de enseñanza en una modalidad virtual, a través de plataformas digitales, la mayoría desconocidas por ellos” (Ruiz, 2020: 110). En ese sentido, el profesorado tuvo que adaptarse a una nueva modalidad en la docencia, y muchas veces sin contar con las herramientas necesarias, el equipo de cómputo adecuado para ello y sin el entrenamiento en las TIC que exige el trabajo académico virtual, “sin un plan previo y no siempre con los recursos adecuados” (Montenegro, Raya y Navaridas, 2020: 328), en muchas ocasiones apoyándose en sus estudiantes para el desarrollo y manejo de las tecnologías, con el fin de realizar sus actividades docentes cotidianas.

A menudo se asume que el profesorado o el estudiantado universitario en su totalidad tienen acceso a Internet, pero no siempre es así. Tan sólo con observar las cifras sobre el tema a nivel nacional nos dan una idea de las desigualdades existentes en ese sentido, mismas que se acentúan en las zonas rurales:

… sólo 45 por ciento de los mexicanos cuenta con una computadora y 53 por ciento tiene acceso a Internet en casa, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares más reciente. Sin embargo, tal acceso no se distribuye de forma igual. En las áreas urbanas, 73 por ciento de la población utiliza internet, comparado con [el] 40 por ciento [de] las zonas rurales. Aún más preocupante es el hecho de que sólo 4 por ciento de los residentes rurales cuenta con internet en casa (Lloyd, 2020: 116).

En los resultados del estudio que presentamos, es importante destacar que el acceso a Internet fue una situación que tuvieron que resolver algunas de las profesoras, ya sea porque en las zonas en donde viven el acceso es limitado o existen problemas de conexión permanente, lo que les implicó no sólo tensiones para resolver y atender su trabajo académico, sino que también les generó gastos extra, ya que invirtieron más recursos económicos para solventar dicha situación, lo cual, hasta antes de la pandemia, se resolvía directamente en las instalaciones de adscripción, donde hacían uso de ese recurso.

Aunado a ello, otro tipo de problemáticas aparecieron o se acentuaron en los hogares del profesorado, ya que los transformaron, casi de manera inmediata, en oficinas, aulas, laboratorios, auditorios y salas de consulta provisionales para la enseñanza virtual y la atención del estudiantado a distancia, lo que lo obligó a activar respuestas creativas, que incluso van más allá de su labor docente, pues también “atienden las particularidades de los estudiantes y sus familias” (Elisondo et al., 2021: 16), desde sus cocinas, recámaras, salas, patios y habitaciones que han adaptado para continuar con su trabajo académico.

Así como sucedió con los espacios residenciales, la tenue y delgada línea divisoria del tiempo entre el trabajo académico y las labores domésticas y familiares, también se diluyó, tensionando los ya de por sí escasos momentos que el profesorado, especialmente las mujeres, tiene para el cuidado de sí y para su esparcimiento, ya que “siguen educando en un entorno personal que también es complejo y singular, la superposición de actividades laborales, personales, domésticas y de cuidado, caracterizan la vida en tiempos de pandemia” (Elisondo et al., 2021: 17). Existen estudios (Álvarez et al., 2020; Bustelo, De Dios y Pajares, 2021; Sánchez, et al., 2020; Stincer, Pérez e Izquierdo, 2021) en los que se identificó la tensión que provoca la superposición del trabajo doméstico y familiar y el académico, las desigualdades y vulnerabilidades por las que atraviesa el personal docente, especialmente el femenino, en tiempos de pandemia, lo que genera una avalancha de emociones que repercute directamente en su salud, tanto emocional como física (Anaya y Rojano, 2020; López y Pérez, 2020; Urrutia, Ortiz y Jaimes, 2020).

¿Cómo viven ese proceso las académicas mexicanas adscritas a las universidades públicas?, ¿qué acciones pusieron en marcha para resolver o gestionar las tensiones?, ¿cómo enfrentaron sus actividades de investigación y docencia desde la virtualidad?, ¿de qué manera adaptaron los espacios residenciales y privados para convertirlos en áulicos y de investigación?, ¿qué negociaciones tuvieron que hacer con los diferentes miembros de su familia para hacer uso de dichos espacios?, ¿en qué condiciones trabajaron para sacar adelante sus jornadas laborales en el contexto de la pandemia?

Resultados

La pandemia llegó a la vida de las académicas: tensiones e incertidumbre

A partir de las entrevistas se identificó que las académicas se enteraron de la existencia del coronavirus a través de diferentes medios, pero principalmente “por el noticiero, tanto el […] que llega por Internet, como por la tele[visión]” (académica 1, Universidad de Guanajuato), por familiares y amistades que se encuentran viviendo en el extranjero, por ejemplo, en Europa, y que experimentaron antes que ellas los contagios del SARS-CoV-2. “Mi familia vive en España, por eso desde enero de 2020 me enteré […]. Mi cuñada trabaja en un sanatorio, [sabía] de lo grave del caso y me avisaba de todo, así me llegaron las primeras noticias” (académica 1, Universidad Autónoma de Zacatecas).

La mayoría de las profesoras comentaron que la información que se brindaba era confusa y no se daba a conocer “realmente” la gravedad de la situación, lo que provocó que en un principio no creyeran en la veracidad de lo que se estaba suscitando: “me enfrenté a la desinformación, porque los medios de comunicación te informan tantas cosas […], hasta el punto de decir ¿cómo demonios se contagia eso?, ¿cómo puedo cuidar a mi gente?” (académica 1, Universidad Autónoma del Estado de Morelos). Entre diciembre de 2019 y enero de 2020, lo que pasaba en otro continente, ya que “era en China y pensábamos que faltaría mucho para que entrara en México, que tardaría mucho en llegar” (académica 2, Universidad Autónoma de Zacatecas), no se avizoraba para el contexto nacional, hasta que en febrero de 2020 se registró el primer caso de Covid-19 en el país. “No se sabía realmente qué estaba pasando, se veía algo muy lejano, un virus en China, allá, lejos, no nos imaginábamos que llegaría, pero de repente ya estaba aquí” (académica 2, Universidad Autónoma de Guerrero).

A mediados de marzo de 2020, las profesoras recibieron información institucional sobre el SARS-CoV-2 desde sus universidades de adscripción, y todas concordaron en afirmar que sus instituciones no contaban con un plan de acción para hacer frente a la pandemia. La manera en la que las autoridades universitarias les comunicaron sobre la suspensión de labores presenciales y de las acciones que se implementarían, fueron variadas, desde una reunión presencial o mediante juntas, hasta con comunicados y correos electrónicos, pero llama la atención que prácticamente se dejó como responsables a las docentes:

El director de mi facultad el 17 de marzo nos mandó llamar […], ahí me enteré de que él habló con los jefes de grupo para que los alumnos ya no fueran desde ese día, pero ningún maestro sabía eso. […] nos invitó a [acatar] las medidas, a no estar en la facultad, pero no se abordó mucho el tema de cómo íbamos a trabajar [con] los estudiantes, fue como diciendo “háganle como puedan” (académica 1, Universidad Autónoma de Guerrero).

Por medio de correos electrónicos en donde nos notifican que hay suspensión de clases a todos los niveles y que se iba a continuar con clases a distancia y, posteriormente, vino lo que era el descanso de Semana Santa y, al regresar, pues ya todo sería en línea y ahí sí cada quien (académica 1, Universidad Autónoma de Nuevo León).

Los directores fueron a reuniones y luego ellos bajaron la información para nosotros, en junta de maestros. Nos indicaron que se iba a cerrar la institución y, primero, dijeron un tiempo más o menos cercano, nos pidieron que estuviéramos pendientes con las clases, el semestre estaba en curso, entonces teníamos alumnos que estaban tomando clases y de presenciales se movió a clases en línea, todo fue muy rápido, nosotros tuvimos que movernos y hacer todo (académica, Universidad Juárez del Estado de Durango).

El aislamiento social que se instauró por las autoridades en las diferentes instancias de gobierno federales hacia todo el país dio como resultado la implementación de la docencia de manera virtual. Eso trajo como consecuencia que las profesoras tuvieran que replegarse a sus espacios cotidianos y, desde ahí, dar continuidad al ciclo escolar, que nunca se suspendió, aun si las condiciones en las que se encontraban no fueron las óptimas para el desarrollo de sus actividades. “Tengo Internet en casa, pero mi equipo de cómputo es obsoleto” (académica 1, Universidad de Guanajuato); no todas contaban con la infraestructura necesaria en sus residencias “vivimos a las afueras de la ciudad y se nos cae bastante el Internet, de repente funciona y de repente no” (académica, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez); ni para trabajar jornadas laborales tan intensas, como lo constató otra profesora: “tengo una Lap[top] mía, pero resulta insuficiente porque las [computadoras personales] no son para trabajo rudo, de diez a once horas consecutivas que la uso. Me traje una compu[tadora] de la uni[versidad], pero cuando se le da su gana se apaga (académica 2, Universidad de Guanajuato).

Una vez que la pandemia irrumpió en la vida de las profesoras, todas las esferas de su existencia se tensionaron y se enfrentaron a la incertidumbre. La primera tensión que se identificó fue en sus residencias, ya que tuvieron que improvisar la distribución de sus espacios para adaptarlos a las nuevas y emergentes oficinas, salones de clases y salas, en donde llevarían a cabo sus actividades de investigación y docencia, tal y como lo documentaron Sofía Montenegro, Esther Raya y Fermín Navaridas (2020) en su estudio, tratando de llevar a cabo su trabajo con las herramientas con las que contaban.

Para trabajar en la casa, mi hija […] en su dormitorio tiene un escritorio. El cuarto de visitas, en realidad, es el de mi marido. Soy la que comparte la sala, el comedor, donde sea, y la verdad, estoy hasta la madre […]. Yo trabajaba muy a gusto en mi oficina, en la universidad, donde tengo todos mis libros. [Tuve] que traer lo que tenía, [lo que] pude sacar antes de todo el rollo, mis libros. Por lo general nunca trabajaba en mi casa. No puedo. Me cuesta mucho [concentrarme], en el sentido de que estoy sentada y empiezo a ver que falta barrer o que si los frijoles, ¿no?, pero ahora estoy así, trabajo en un rincón de la sala, que acondicioné con un escritorio que estaba en el cuarto de mi hija, y desde ahí pues trato de escribir o dar clases (académica 1, Universidad Autónoma de Querétaro).

Estaba mejor en mi oficina. En la escuela tenía espacio, libros, todo. En mi departamento está muy reducido, porque [aquí] sólo venía a dormir. Así era mi vida antes de la pandemia, todo [mi trabajo] lo realizaba en la escuela, […] ahora veo que casi no tengo nada en mi departamento, es que éste no era mi espacio para trabajar (académica 1, Universidad Autónoma de Guerrero).

Otra tensión que enfrentaron fue la superposición de actividades que tuvieron que ver con el trabajo doméstico, el familiar y el académico. Al concentrarse la docencia e investigación en los hogares de las profesoras, las labores se multiplicaron y el trabajo se flexibilizó (Bustelo, De Dios y Pajares, 2021; Pereira, 2020). La casa se entiende como “el espacio donde se llevan a cabo los rituales cotidianos que sostienen la vida de los sujetos. Un espacio configurado a partir de lugares y objetos comunes: dormitorios, cocina, baño y sala-comedor, entre otros” (Toledo y Aguilar, 2016: 196). En sus casas también se presentan arenas de tensión, ya que constituyen el espacio más importante desde donde se enfrentó el aislamiento social durante la pandemia.

En el caso que nos ocupa, sus espacios residenciales se convirtieron en una extensión de lo laboral remunerado -el trabajo académico flexible- y lo no remunerado -el trabajo doméstico y familiar, que pocas veces es reconocido y regulado por instancias institucionales y por el que por los roles de género normalmente se responsabiliza a las mujeres-.

Mis actividades aumentaron con la pandemia […]. Soy mamá, tengo que estar al pendiente de mi hijo, estoy todo el día con [él y] debo cumplir con las actividades de su escuela, ser [su] maestra y [llevar a cabo mis labores], tanto administrativas como académicas de la universidad. A veces no embonábamos en los horarios, mi hijo tenía que estar conectado a cierta hora y yo tenía una clase [al mismo tiempo] y, pues, mi prioridad fue mi trabajo, dar mi clase y que a mi hijo le grabaran sus clases y todas sus actividades y luego yo lo pudiera ayudarlo, pero a veces todo se me junta, es muy pesado, termino muy cansada (académica 2, Universidad Autónoma de Nuevo León).

Mi marido da por hecho que no trabajo por estar en la casa, o sea, […] él piensa que porque estoy [aquí] debo retomar las funciones o el rol que la sociedad y nuestra cultura me ha asignado [por mi] género […]. Antes ya teníamos rutinas, él me había empezado a respetar. Yo trabajo, tengo un horario, [cuando llegaba de la universidad] juntos preparábamos algo. Ahora no, desde el confinamiento ya no lo hace, el hecho de que me vea en casa, para él es como invisibilizar mi actividad como maestra, llega gritando, quiere que le dé de comer. A veces estoy en clase y tengo que apagar el micrófono porque pasan esas situaciones […] es muy tenso (académica 2, Universidad Autónoma de Querétaro).

Ha aumentado el trabajo de casa, hacer comidas, limpiar. Creo que a las mujeres nos ha tocado la peor parte […]. Me levanto a las 6 o 7 [de la mañana] y veo que todo esté limpio, hago el desayuno y luego me conecto para ver todos mis mensajes, y si hay algo urgente lo hago. Checo que mis estudiantes hayan entregado las tareas. [Vuelvo a conectarme] a las diez y media para dar asesorías [de tesis] y sigue [preparar] la comida, comemos, descanso un rato y me vuelvo a conectar, pero no me concentro del todo. Hago el intento de trabajar, pero no avanzo, me he vuelto lenta, pensativa y divago sobre el futuro, ya que tengo un hijo adolescente y me preocupa su futuro, su escuela. Sigue la cena, a veces [pido algo], pero casi siempre cocino y así se me va el tiempo y no avanzo, creo que me va a afectar en mis investigaciones (académica 2, Universidad Autónoma de Zacatecas).

Los relatos anteriores muestran que las académicas han tenido la mayor carga en el trabajo doméstico y familiar, además del académico, mismo que, a decir de una de las profesoras de la Universidad Autónoma de Zacatecas, pasa a segundo plano para realizar las labores “en casa, hacer comidas, limpiar”. Se identifica una ausencia total de los hombres en la responsabilidad de las actividades que desempeñan en sus residencias -en el comentario de la académica 2 de la Universidad Autónoma de Querétaro, el hombre se hace visible a través de la violencia hacia ella-. En ese sentido, podemos afirmar que el confinamiento social nos ha confrontado con una realidad que no se gestó en febrero de 2020 con la llegada del SARS-CoV-2 a México, sino que existía desde antes y se ha perpetuado hasta nuestros días, pero ahora esas desigualdades de género se han hecho más visibles.

La tercera tensión que se encontró es la que tiene que ver directamente con el desarrollo y desempeño de su trabajo académico, que incluye la investigación y la docencia, entre otras. Aunado a este hecho, se evidenció la escasa o nula práctica que algunas profesoras tienen en el manejo de las TIC.

Nos ha costado mucho trabajo aceptar los nuevos métodos de enseñanza, más a nosotros los profesores de mayor edad, que a los […] jóvenes que están más al día en cuestiones informativas y de tecnología (académica 1, Universidad Autónoma de Zacatecas).

No me gusta mucho la tecnología, lo he llevado un poco mal, tuvieron que venir a ponerme todo el sistema de Zoom porque no le entendía, pero ahí voy, poco a poco. [Alguna] vez me llegó una invitación para hacer una aparición virtual en un congreso y eso, al final, fue una grata experiencia, pensé “tan lejos y tan cerca a la vez con lo virtual”. ¡Me parece que estoy fuera de esta época!, pero he tenido que adaptarme (académica, Universidad Juárez del Estado de Durango).

Organicé como pude, rapidísimamente mis clases, no perdí absolutamente ninguna sesión de las que teníamos programadas; […] ha sido muchísimo más el trabajo y no nada más por las tecnologías, que eso también juega un importante papel, que hay que aprender o actualizarse, que no tienes Internet, o que no sirve tu computadora, varias cosas, pero no, yo hablo de la mediación pedagógica, de estar pensando cómo le hago para que los procesos de aprendizaje funcionen en estas condiciones (académica 1, Universidad de Guanajuato).

Como el trabajo académico flexible pasó de ser presencial a virtual, casi de manera inmediata, las entrevistadas no tuvieron tiempo para procesar las implicaciones que eso traería en la replanificación y la continuidad de sus programas docentes, en el desarrollo de sus proyectos de investigación, así como en el uso y manejo de la tecnología y las plataformas en Internet. En ese contexto, se identificaron diferencias frente al uso y manejo de las tecnologías entre las académicas con una carrera profesional consolidada y aquellas que están iniciando su trayectoria laboral. Sin embargo, cabe destacar la capacidad de adaptación y las diferentes acciones que las profesoras pusieron en marcha, para hacer frente a las situaciones que se les presentaron. Asimismo, los puntos de crisis que han enfrentado durante la pandemia no sólo fueron en las cuestiones laborales y en el manejo de las TIC, sino que también tuvieron algunos eventos tensionantes que se reflejaron en su salud mental, y esa fue la cuarta tensión que se identificó en el estudio.

Si pudiera resumir cómo me siento, te diría que […] viviendo en una incertidumbre tremenda, con temor y agobio. Agobio porque, aunque estoy en aislamiento, no puedo estar en un aislamiento contemplativo, todo el tiempo es de trabajo, de estrés. A veces no tengo tiempo ni para lo indispensable, para comer, ando comiendo ya después de mucho rato porque digo: “primero acabo esto” y cuando veo ya se me fue el tiempo (académica 2, Universidad de Guanajuato).

Al principio lo que me produjo el encierro era que no me quería arreglar, ni siquiera bañarme, ni hablar con la gente; se me creó […] un cuadro de depresión […]. No había tenido atención psicológica […] y llegó un momento en el que dije: “es que lo necesito”. Me sentía como desesperada, con mucha ansiedad. De repente todavía me siento así, como que no soy yo; como si [fuera] otra persona, haciendo actividades que no son las que tú quieres hacer. No sé cómo explicarlo. Como si fueras una máquina: “haciendo, haciendo, haciendo”, pero no te llena lo que estás haciendo (académica 2, Universidad Autónoma del Estado de Morelos).

Me siento cansada e intranquila. Cansada porque se me ha juntado mucho trabajo, tesis, asesorías, dictaminaciones, tareas finales y trabajo en casa. Antes pedía de comer en la escuela y nadie estaba en casa. Ahora todos estamos [aquí] y ¿quién hace la comida?, pues yo, y no hay más. Hago el desayuno, la comida y la cena, y eso es extenuante […]. Intranquila, pues se están perdiendo muchos empleos […], todo sube en los supermercados y vienen tiempos de inseguridad social por la crisis económica; eso me trae intranquilidad y ansiedad, aunque trato de no tenerla me sobresalta de repente (académica 1, Universidad Autónoma de Zacatecas).

En las narraciones anteriores se hace visible el desbordamiento de emociones displacenteras que el confinamiento social ha provocado en las mujeres entrevistadas. Esto es consistente con vastos resultados de diversas investigaciones (Cao, et al., 2020; Huarcaya, 2020; Lozano, 2020; Ozamiz, et al., 2020) que reportan la presencia de una pandemia paralela a la de origen biológico, que es la que afecta a la salud mental

En los discursos de las participantes se vislumbra que para ellas, centradas en la actividad académica, docente y científica, la institución universitaria parece representar un espacio de liberación, empoderamiento y desprendimiento de los roles de género tradicionales que culturalmente han sido impuestos a la mujer. Hasta antes de la pandemia, los ámbitos de trabajo académico, familiar y doméstico contaban con sus respectivos espacios, pero con el confinamiento social se han mezclado y superpuesto, dificultando la posibilidad de establecer algún tipo de límite entre cada uno de ellos (si es que antes existía dicho límite). En esta situación de emergencia sanitaria, la vida de algunas académicas mexicanas se encuentra tensionada y en un constante sobreesfuerzo mental y emocional que se ve reflejado en la condición de angustia, incertidumbre, depresión y ansiedad que manifiestan algunas de ellas.

Las académicas en acción frente a lo “contingente”

Las docentes pusieron en marcha una serie de estrategias para resolver y gestionar las tensiones provocadas por la pandemia y el confinamiento, y desde sus narrativas se percibe que éstas no llegaron a desbordar sus recursos psíquicos, sino más bien promovieron la creatividad y movilizaron las acciones que garantizaran la vida y el autocuidado. Incluso han logrado acomodar y aceptar con beneplácito algunos de los cambios provocados por ambos eventos. Esto es consistente con la emergencia de una interesante paradoja de la salud mental ante situaciones de desastre: las experiencias traumáticas tienden a traer procesos de crecimiento positivos (González, 2004, citado en García, et al., 2014). La gravedad percibida del suceso activa mecanismos de crecimiento personal, de alivio emocional y de actos que garanticen la vida.

En este apartado destacamos las acciones que han contribuido o que parecen aportar elementos para un posible desenlace de los nudos tensionantes en la vida de las profesoras. Nos interesa visibilizar las maneras en las que han hecho frente a lo “contingente”, lo cual durante la pandemia ha exacerbado los puntos de quiebre, pero que pese a ello construyeron puentes para posibilitar acuerdos y tejieron redes para enfrentarlo.

En la primera tensión, la distribución de los espacios, las docentes fueron proactivas desde el momento mismo en que se les informó que las clases pasarían de presenciales a virtuales, por lo que asumieron que su trabajo académico sería en sus residencias e inmediatamente planearon qué hacer y tomaron acción para lo conducente. Las estrategias que implementaron fueron el acondicionamiento y negociación del uso de los espacios.

Apenas nos dijeron que tendríamos clases virtuales, inmediatamente agarré mi computadora portátil […]. Yo no tengo ningún equipo en mi casa, entonces me traje la computadora, la impresora, todo, y habilité mi recámara; ahí estoy trabajando. Ya tenía un escritorio en mi casa, entonces lo puse en mi [habitación] y un sillón que también me traje de la oficina (académica 2, Universidad Autónoma del Estado de Morelos).

Mi esposo y yo decidimos qué […] íbamos a ocupar y cada quien acomodó su espacio en la casa. Hay lugares que acordamos que serían destinados para mi esposo, quien trabaja en home office; mi niña tiene su espacio para jugar; yo también puse [el mío] para trabajar, y hemos estado trabajando de esa manera. Creo que más bien es [cuestión de] adaptación a los nuevos horarios que tenemos desde la casa, porque hay veces que sí estoy mucho tiempo en la computadora y, pues, nos vamos adaptando a que tenemos que convivir así por mucho tiempo (académica 1, Universidad Autónoma de Nuevo León).

[Aquí] vivimos tres personas, dos adultas y un adolescente. Como que ya nos habíamos preparado para tener lo necesario, como Internet, computadora, pero eso de trabajar en casa todo el día, es otro rollo. La casa es [un lugar] para descansar y estar en familia y no para tener gente virtual todo el día, [ya] que te conectas a todas horas. Entonces, para evitar conflictos con eso, cada quien [está] en su cuarto para poder trabajar (académica 2, Universidad Autónoma de Zacatecas).

Tuve que arreglar varias cosas y rápido chequé en mi casa cuál sería el mejor lugar para dar mis clases, la cocina estuvo descartada, también la sala, esos lugares no se tocan porque ahí convivimos todos, entonces arreglé un cuarto, puse una mesita, un librero, una silla, [la] cambié varias veces, porque como paso mucho tiempo sentada es mejor algo más cómodo (académica 3, Universidad Autónoma del Estado de Morelos).

Respecto de la superposición de actividades, especialmente con el trabajo doméstico y familiar, las acciones que ellas realizaron para afrontar ese tipo de tensiones fue fomentar la corresponsabilidad impulsando el trabajo colectivo, externando sus emociones, aprendiendo “nuevas formas de relacionarse” y administrando el tiempo en casa, lo que dio pauta para que en su núcleo familiar se abriera un canal de comunicación efectiva y de acción proactiva:

Llegó un punto en que les fui diciendo a cada uno cómo me sentía y fue muy sano, muy alentador ver que agarramos la onda, empezamos como a trabajar en equipo. Les dije “este es un barco, nuestra casa es como un barco, o nos hundimos todos o nos salvamos todos” (académica 1, Universidad Autónoma de Querétaro).

Hemos logrado que en la casa sean tiempos de compartimento, en el sentido de que entre todos hemos estado administrando qué se va hacer […] para estar bien. Obviamente, atendemos nuestros trabajos desde casa, pero al mismo tiempo nos ocupamos haciendo otra dinámica en la que todos participamos haciendo las labores, los arreglos. [Aprendimos] nuevas formas de relacionarnos en familia, como organizarnos en la cuestión de la preparación de los alimentos, ir de compras. Nos hemos dividido bien el espacio y las labores domésticas, de esa manera ya no es una carga pesada, ni para unos ni para otros. De esa manera aprendimos, curiosamente por la pandemia, que si todos trabajamos y hacemos lo que tenemos que hacer y nos ayudamos mutuamente, nos sentimos más tranquilos. Yo me siento más tranquila (académica 1, Universidad Autónoma de Nuevo León).

En cuanto al desarrollo de su trabajo de investigación y docencia, encontramos que también implementaron estrategias para administrar su tiempo, en particular el que tiene que ver en su trabajo docente, por ejemplo, la regulación del que pasan trabajando frente a sus computadoras, ya que además de enfrentar de manera creativa lo “contingente” en el desarrollo de sus proyectos de investigación en tiempos de pandemia, implementaron nuevas “rutinas trabajo” para la generación de conocimiento.

Procuro ya no trabajar en la noche. Que yo esté emprendiendo una tarea a las 9, 10 u 11 de la noche, no, eso ya no lo hago, me he autoimpuesto límites porque de lo contrario me voy de corrido. He puesto límites por mi propia salud mental. […] En la investigación tuve que modificar varias cosas. Ya había programado entrevistas, cara a cara, como debe de ser, ¿no?, con algunas profesoras y, pues, no las logré. [Realicé] otras, pero por Internet, por relato escrito y por teléfono, entonces, primera modificación metodológica: mis entrevistas no fueron cara a cara y [tampoco] con todas las maestras que yo quería, pero al final sí obtuve un resultado y así es como lo he resuelto para esta parte contingente (académica 1, Universidad de Guanajuato).

Creo que me va muy bien. Tengo más tiempo para leer e investigar en tiempos como éste. La pandemia nos ha ayudado a [utilizar] nuevos recursos para la búsqueda de información, también nos da el espacio para estar atentos a lo que hoy en día son estas nuevas vivencias y así generar propuestas. Creo que durante el tiempo que vivimos de la experiencia en línea puso el aprendizaje de que puedes utilizar otros recursos, otras plataformas y de esa manera tener acceso a más información y, en este sentido, a desarrollarte mejor en las tesis de los alumnos e investigaciones propias (académica 1, Universidad Autónoma de Nuevo León).

En lo personal, tengo que decir que a mí me salvó el hecho de que estaba terminando un libro, ya tenía todo como para sentarme en mi casa y seguir escribiendo. La pandemia me obligó a terminar lo que tenía que entregar, que tal vez en una situación normal de trabajo no hubiera [acabado], entonces implementé una rutina de trabajo: sentarme en [las mañanas] frente a la computadora y terminar lo que tenía que hacer (académica, Universidad Juárez del Estado de Durango).

El trabajo colaborativo y el fortalecimiento de sus redes fueron otras de las estrategias que les han funcionado a las académicas, lo cual ya practicaban desde antes de la emergencia sanitaria por la Covid-19, pero ahora sus resultados se han hecho más visibles y lo valoran de otra manera, adquiriendo un sentido práctico y “real” en su día a día, dado los frutos que observan en la creación, el desarrollo, el reforzamiento de vínculos y sus productos, tanto en el país como en el extranjero.

He incrementado mi participación en grupos de trabajo con colegas, especialmente con quienes se encuentran en el extranjero, siento que el trabajo es más dinámico (académica, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez).

Gracias al Internet tengo comunicación en todas partes, de manera virtual, eso me ha facilitado, incluso, construir redes en plena pandemia. Las colegas de la universidad que trabajamos bien nos seguimos apoyando, somos unas cuantas, pero seguimos apoyándonos y trabajando (académica 2, Universidad Autónoma de Zacatecas).

Participé en varios congresos internacionales de manera virtual. Eso no habría sido posible antes. Otro ejemplo real y muy claro es que se reactivó una de mis redes y estamos trabajando más que antes (académica 3, Universidad Autónoma del Estado de Morelos).

Las tensiones que gestionaron y resolvieron no sólo tuvieron que ver con lo académico, lo familiar y lo doméstico, sino que también implicó el manejo de recursos y acciones para el autocuidado, como por ejemplo los cambios en su alimentación y el ejercicio físico, ya que integraron “agendas” para su esparcimiento y pusieron en primer lugar su salud, tanto física como emocional. Así, una profesora señaló: “voy un poco a mi aire”, al punto que una de ellas también se cuestionó el regreso a las aulas universitarias, y se respondió con un rotundo “no”.

Me gusta dibujar […], entonces me pongo a hacer dibujo, cosa que no me daba tiempo antes de la pandemia. Otra cosa que ha cambiado es que dedico mucho tiempo a la cocina, antes no [podía] hacerme de comer, ahora todos los días [preparo] comida que sé que es buena, que es sana. También [a diario] hago ejercicio media hora, salvo los sábados y domingos. Eso ha cambiado con la pandemia, ahora me cuido más (académica 2, Universidad Autónoma de Guerrero).

Mi mamá sale y se sienta en el jardín y nos sentimos cómodas las dos. Tomamos el aire, descansamos más que antes, nos relajamos como madre e hija y la comunicación aumentó entre las dos. Ahora estoy más cerca de ella y antes no porque [pasaba] todo el día y parte de la noche en la universidad (académica, Universidad Juárez del Estado de Durango).

Creo que la pandemia me ha ayudado. Cuando estábamos en la universidad era casi imposible hacerlo, yo vivía en la escuela. Ahorita voy un poco a mi aire. Me levanto temprano, porque sé que tengo que hacer ejercicio y mis tiempos están bien organizados para mis actividades y todo lo de mi salud, no descuidarme. Me programo, armo mis agendas, no sólo de trabajo, también de mi cuidado. Creo que antes le daba más prioridad a mi trabajo que a mi salud. […]. Me gusta estar aquí, te digo, porque voy a mi tiempo, estoy cumpliendo con todo y me estoy cuidando […]. En resumidas cuentas creo que yo sí estoy contenta, he [aprendido a] vivir así (académica 1, Universidad Autónoma de Guerrero).

Hago ejercicio, ya no tengo excusa porque estoy en casa y no me permito faltar a mi cita con la caminadora […]. Extraño algunas cosas, pero a mí sí me gusta mucho trabajar desde mi casa, […] si tú me preguntas si quiero regresar a la universidad, no, la verdad no quiero (académica 3, Universidad Autónoma del Estado de Morelos).

Los relatos anteriores desvelan un ejercicio consciente y constante de las académicas en pro del cuidado de su salud y de su bienestar, lo cual no habría sido posible, o lo sería de manera poco frecuente, en la vorágine del trabajo académico universitario antes de la pandemia. En sus experiencias se muestran proactivas frente a demandas desbordantes en el contexto “contingente” que se está viviendo, y por momentos dichas acciones parecen contribuir a su bienestar, pero no podemos dejar de lado el reconocimiento de la superposición de las múltiples actividades que ellas realizan, en horarios flexibles de trabajo, es decir, disponibles a toda hora y para todos, porque eso implicaría mostrar una “falsa imagen de conciliación” (Bustelo, De Dios y Pajares, 2021: 38) en las dimensiones del trabajo académico, familiar y doméstico.

A manera de cierre

La pandemia provocada por la Covid-19 y el confinamiento social continúa afectando severamente a todos los sectores de la población, desde niñas, niños, adolescentes, jóvenes, adultas y adultos. Cada uno de éstos tendría una historia que narrar acerca de cómo ha vivido y transitado esta traumática experiencia mundial. El presente trabajo se centró en la experiencia de mujeres mexicanas que son académicas de tiempo completo, lo cual implica un fuerte compromiso con la formación de recursos humanos y la generación de conocimientos, entre otras actividades que continuaron realizando de manera virtual durante todo este tiempo.

En sus relatos de vida se aprecia el desbordamiento emocional que han enfrentado por cumplir esas actividades desde sus residencias; además, por la ligazón indefinida con otras funciones que les son atribuidas por el hecho de ser mujeres, así como también por la incertidumbre misma que la pandemia trajo consigo ante la posibilidad de enfermar y hasta de perder su vida o a alguno de sus seres queridos. La estrategia de afrontamiento para esta última situación fue la correcta, al asumir el respeto por el confinamiento, pero las dificultades de convivir en casa y la distribución de su trabajo doméstico y familiar se aprecian un poco más complejas, aunado a la preparación de las clases, el ejercicio docente, la generación de conocimientos, y es ahí, en la superposición de actividades, donde aparece el desbordamiento y las afectaciones a la salud mental.

No obstante, sobresalieron estrategias de afrontamiento favorables al crear espacios propios, poner límites, autoorganizar su vida, distribuir el trabajo en casa, formar redes para continuar con su labor académica, llevar a cabo prácticas de autocuidado de la salud, disfrutar de la familia y retornar a los hábitos recreativos y productivos, demostrando el carácter resiliente que las mujeres académicas han tenido que desarrollar con fortaleza y que ahora, en tiempos de la pandemia, se visibiliza con mayor fuerza.

Efectivamente, se pudieron identificar los recursos que las profesoras movilizaron para resolver las tensiones que se les presentaron, a veces de manera colaborativa y, en general, de forma individual, pero ello no exime la responsabilidad que tiene el gobierno para desarrollar acciones de política pública efectivas que permitan mejorar sus condiciones laborales y de vida en cualquier contexto, en particular en situaciones de emergencia. También cabe destacar la responsabilidad de las autoridades universitarias, que en algunos de los relatos de las académicas participantes en el presente estudio manifestaron que estaban ausentes y desvinculadas de las problemáticas y tensiones que ellas, adscritas a las diversas instituciones de educación superior públicas mexicanas, tuvieron que enfrentar -muchas veces en solitario-.

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Recibido: 24 de Agosto de 2021; Aprobado: 15 de Febrero de 2022

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