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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.35 no.101 Ciudad de México sep./dic. 2020  Epub 13-Sep-2021

 

Traducciones

Comentario a la traducción de “Métodos comparativos y análisis societal. Las implicaciones teóricas de las comparaciones internacionales”, de Marc Maurice

Commentary on the Translation of “The Comparative Method and Societal Analysis: The Theoretical Implications of International Comparisons,” by Marc Maurice

*Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Sinaloa. Correo electrónico: <roxloubet@uas.edu.mx>.


RESUMEN:

La importancia de la traducción de un artículo de Marc Maurice reside en el análisis de tres enfoques comparativos, incluyendo el societal, en el cual se inscribe el autor. Se comenta el origen del enfoque societal, las líneas de investigación actuales y se justifica su vigencia.

PALABRAS CLAVE: Marc Maurice; metodología comparativa; enfoque societal

PALABRAS CLAVE: métodos comparativos; efecto societal; coherencias nacionales

ABSTRACT:

The importance of translation in an article by Marc Maurice resides in the analysis of three comparative approaches, including the societal, to which the author belongs. The translator comments on the origin of the societal approach and its current lines of investigation and argues about its relevance today.

KEY WORDS: Marc Maurice; comparative methodology; societal approach

KEY WORDS: comparative methods; societal effect; national coherence

El artículo de Marc Maurice, aunque originalmente fue publicado hace poco más de tres décadas (en 1989), resulta valioso para el estudio de la metodología comparativa debido a su análisis contrastante y crítico de los enfoques universalista, culturalista y societal; además, por ofrecer una explicación sintética de este último, del cual se tienen escasas referencias en español, lo mismo que de las aportaciones de Maurice.

Marc Maurice (1924-2011) fue un sociólogo francés, estudioso de las organizaciones y relaciones laborales y uno de los fundadores del enfoque societal en los estudios comparativos, cuyo origen se remonta a la década de 1970, junto con otros integrantes del Laboratorio de Economía y de Sociología del Trabajo (LEST) de la Universidad de Aix-Marsella, en Francia, como François Sellier y Jean Jacques Silvestre.

Según narra Maurice en un artículo más reciente (2002), dicha perspectiva se desarrolló a raíz de las interrogantes que originaron los resultados de un estudio comparado entre las estructuras salariales de las empresas francesas y alemanas; preguntas que los llevaron a cuestionar las teorías de la convergencia y los modelos universalistas, plasmando su propuesta en el informe de la investigación considerada fundadora del enfoque societal: Politique d'éducation et organisation industrietle en France et en Allemagne, publicado en 1982 (en español, Política de educación y organización industrial en Francia y en Alemania [Maurice, Sellier y Silvestre, 1987]).

De acuerdo con Jorge Carrillo y Consuelo Iranzo (2000), el trabajo de Maurice, Sellier y Silvestre fue un hito en su tiempo y demostró la importancia del contexto social para comprender las particularidades de las nociones de calificación y los sistemas de formación en cada país, lo que denominaron “efecto societal”. En tanto que, según Claudia Figari (2001), su contribución evidenció las complejas relaciones entre las políticas definidas en las organizaciones y los modelos educativos nacionales.

Ahora bien, más allá del trabajo mencionado, escribe Maurice (2002), las investigaciones del equipo LEST le permitió desarrollar eso que siempre había deseado en una teoría: “Un cuerpo de hipótesis fuertemente asociadas a la metodología particular que contribuyó en su creación” (Maurice, 2002: 4).

El concepto societal no es privativo de la propuesta de Maurice y colaboradores. Se ha utilizado para distinguir las relaciones de tipo institucional de las interacciones individuales, íntimas o comunitarias, a partir principalmente de la propuesta de Ferdinand Tönnies y su Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschaft (sociedad) de fines del siglo XIX. Posteriormente, en la década de 1960, en un intento de integración, Talcott Parsons (1983) incluye el término “comunidad societaria”, constituida como un orden normativo, dentro de su teoría del sistema general de la acción; y en 1970, Stein Rokkan (1993) publica la revisión de avances de los enfoques de investigación comparativa, entre ellos los de tipo cross-societal, raros en ese momento, y con una posición más bien ambigua, pues el término “se introdujo para cubrir las comparaciones en una amplia gama de colectividades territorial y culturalmente distintas, ya sean ‘primitivas’, ‘de transición’ o completamente desarrolladas” (Rokkan, 1993: 8).

La perspectiva del enfoque societal del equipo LEST, a la que Maurice identifica como inter-national (suponemos, para distinguirla de la cross-societal), si bien se identifica más cercana a los estudios culturalistas, tiene como propósito establecer generalizaciones sin perder de vista a los actores sociales, aunque especialmente como actores colectivos. Se parte de la premisa de que los “actores y espacios se construyen conjuntamente”, por lo que el estudio de los contextos en los que se inscriben cobra mayor relevancia, no sólo como residuos sino para comprender el sistema de interdependencias sociales, buscando la posibilidad de construir una teoría con cierto grado de generalización de los fenómenos empíricos.

Maurice propone el término de “coherencias nacionales” para superar los particularismos y la paradoja de la no comparabilidad, a partir del estudio de interdependencias entre fenómenos, considerando las relaciones entre los niveles micro y macro. Lo importante para él es conocer y comparar, entre un país y otro, cómo se construyen los actores en relación con la sociedad. En ese sentido, las posibilidades de comparabilidad se amplían.

Al explorar la producción de conocimiento en lengua castellanase observa que, dada la orientación de los trabajos de Maurice, su contribución ha tenido mayor presencia en la investigación sobre organizaciones laborales y en el campo educativo cuando se la relaciona con la calificación profesional. Esto es, sobre todo, porque como conclusión central del trabajo de Maurice, Sellier y Silvestre (1987) se desprende que el sistema educativo de formación profesional tiene estrecha relación con las estructuras salariales y laborales de cada país.

Entre los estudios que recientemente han retomado el enfoque societal o identificado un “efecto societal”, se destacan los de Antonio Martín Artiles y colaboradores de la Universidad Autónoma de Barcelona acerca de la transposición de modelos como el de formación dual (Martín et al., 2019; Barrientos et al., 2019), flexiguridad (Leonardi et al., 2011), política de ingresos (Martín, Molino y Godino, 2016) y de empleo (Martín, Molino y Carrasquer, 2016). En general, de estos estudios se concluye que el “efecto societal” en España es una limitante en la implementación de modelos generados en otros contextos europeos.

En América Latina son escasas las investigaciones desde esta perspectiva, y los artículos identificados se limitan a citar la obra de Maurice, Sellier y Silvestre como parte del estado del arte (Carrillo e Iranzo, 2000; Figari, 2001; Senén, 2006; Miguez, 2009). Cabe mencionar la participación de Bruno Théret (2009), de la Universidad París Dauphine, en una obra coordinada por Carlos Barba de la Universidad de Guadalajara, Gerardo Ordóñez de El Colegio de la Frontera Norte y Enrique Valencia del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). En el trabajo de Théret se percibe cierta influencia del enfoque comparativo societal, proponiendo una visión más estructuralista para construir una tipología de los sistemas nacionales de protección social, analizando los casos de Francia y Japón.

La vigencia del enfoque societal descansa en su contribución a una metodología comparativa que permite producir conocimiento teórico sobre la realidad social, construyendo generalizaciones sin menoscabo de las relaciones contextuales y particulares entre actores y espacios sociales. Si bien el conocimiento de lo local es de suma importancia, y con ello los estudios culturalistas, como decía Sartori (1994: 32), “quien no conoce otros países no conoce el propio”, por ello, la comparación es una herramienta para librarnos del parroquialismo.

Entonces, el rescate de trabajos inscritos en esta corriente resulta significativa para su difusión en el ámbito latinoamericano, con la intención de profundizar desde la mirada comparativa en aquello que nos enlaza y nos distingue. Comprendernos como naciones con pasados y presentes similares y divergentes, en el afán de unir políticas estratégicas que nos fortalezcan como región, pero con sentido para cada país.

Bibliografía

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Carrillo, Jorge y Consuelo Iranzo (2000). “Calificación y competencias laborales en América Latina”. En Tratado latinoamericano de sociología del trabajo, coordinado por Enrique de la Garza Toledo, 179-212. Ciudad de México: El Colegio de México-Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Universidad Autónoma Metropolitana-Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Figari, Claudia (2001). “Nuevas selectividades en el mercado interno de trabajo: lógicas de formación y gestión de las carreras profesionales”. Estudios sociológicos19: 495-525. [ Links ]

Leonardi, Laura, Antonio Martín Artiles , Oscar Molina, Davide Calenda y Pilar Carrasquer Otto (2011). “¿Es exportable la flexiguridad? Un estudio comparado de Italia y España”. Cuaderno de Relaciones Laborales 29(2): 417-443. Disponible en: <http://dx.doi.org/10.5209/rev_CRLA.2011.v29.n2.38022>. [ Links ]

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Martín Artiles , Antonio Oscar, Molino Romo y Alejandro Godino Pons (2016). “Desempleo y política de ‘ingresos adecuados’ en España e Italia”. Anuario IET de trabajo y relaciones laborales 3: 94-112. DOI: <10.5565/rev/aiet.41>. [ Links ]

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Otras obras de Marc Maurice

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Lanciano, Caroline, Marc Maurice, Jean-Jacques Silvestre y Hiroatsu Nohara (eds.) (1998). Les acteurs de l’innovation et l’entreprise: France, Europe, Japon (Dynamiques d’entreprises). París: L’Harmattan. [ Links ]

Maurice, Marc (1972). “Propos sur la sociologie des professions”. Sociologie du travail 14 (2): 213-225. DOI: <10.3406/sotra.1972.1737>. [ Links ]

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Recibido: 20 de Junio de 2020; Aprobado: 22 de Septiembre de 2020


Traducciones

Métodos comparativos y análisis societal. Las implicaciones teóricas de las comparaciones internacionales1

The Comparative Method and Societal Analysis. The Theoretical Implications of International Comparisons

Marc Maurice1 

RESUMEN:

Para poner en perspectiva los méritos y los inconvenientes de tres enfoques teóricos (funcionalista, culturalista y societal), el autor nos brinda una tipología a partir de un doble cuestionamiento. ¿En qué medida cada uno de los enfoques examina la articulación entre los niveles micro y macro?, ¿se plantea la hipótesis de la continuidad o discontinuidad de los fenómenos estudiados entre un país y otro? La ambición de este artículo será ahora, con el apoyo de una vasta gama de ejemplos de “coherencias nacionales”, la de sentar las bases de una teoría más general.

PALABRAS CLAVE: Marc Maurice; metodología comparativa; enfoque societal

PALABRAS CLAVE: métodos comparativos; efecto societal; coherencias nacionales

ABSTRACT:

To put into perspective the merits and drawbacks of three theoretical approaches (the functionalist, the culturalist, and the societal), the author offers a typology based on two questions: to what extent does each approach examine the links between the micro and the macro level? And, is there a hypothesis of continuity or discontinuity of the phenomena studied between one country and another? With the support of a wide range of examples of “national coherence,” this article aims to establish the bases of a more general theory.

PALABRAS CLAVE: Marc Maurice; metodología comparativa; enfoque societal

PALABRAS CLAVE: métodos comparativos; efecto societal; coherencias nacionales

El renovado interés en la comparación internacional en las ciencias sociales plantea preguntas sobre los criterios de comparabilidad y las implicaciones teóricas de los diferentes tipos de enfoque utilizados con mayor frecuencia hasta la fecha.

En primer lugar, se presentarán brevemente los criterios utilizados para establecer la tipología que aquí se ofrece, sin pretender una “teoría” de la comparación internacional. Después, se analizarán tres tipos de enfoque comparativo en función de dichos criterios con el fin de explicar la lógica detrás de cada uno de ellos. Finalmente, de manera privilegiada, serán desarrolladas las características del enfoque societal2 con el propósito de mostrar su interés y sus limitaciones, en relación con otros enfoques.

Criterios de comparabilidad

Admitiremos que cualquier comparación internacional tiene como objetivo destacar el efecto del contexto nacional en los objetos de investigación observados para medir su grado de generalidad de acuerdo con el modelo teórico y las hipótesis que se quieren verificar empíricamente; sin embargo, si bien estamos de acuerdo con esta propuesta general, veremos que se observan diferencias significativas en las prácticas de investigación, especialmente en lo que respecta a la base de “comparabilidad”. Para los fines de la exposición, pondremos énfasis en aquellos criterios simples que permitan diferenciar los tres enfoques elegidos de acuerdo con el estatus que le otorgan a la comparabilidad, concepto decisivo para toda comparación.

Primero distinguiremos dos niveles de análisis (macro y micro); el nivel macro corresponde al contexto nacional (o societal) en el que los objetos estudiados se encuentran, y el micro (o meso, según el caso) a aquel en donde se observan estos mismos objetos. Es importante, en efecto, explicar cómo cada tipo de enfoque concibe la relación entre ambos niveles; en otras palabras, cómo se entiende en cada caso la relación entre los objetos estudiados y el contexto nacional (o societal) a los que se refieren.

El segundo criterio elegido es el de continuidad o discontinuidad que caracteriza a los fenómenos estudiados de un país a otro, en función de los conceptos e indicadores utilizados en cada caso.

La combinación de estos criterios y los niveles de análisis permite construir la tipología aquí propuesta para diferenciar los enfoques comparativos. Por un lado, en función del carácter más o menos endógeno o exógeno de los fenómenos estudiados, dentro de cada país, en relación con el contexto nacional (o societal), y por otro, en función del carácter más o menos homogéneo o heterogéneo que se les reconoce a los fenómenos comparados de un país a otro.

Así, con el cruce de estas dimensiones diferentes (relaciones verticales entre objetos ⇄ sociedad, y relaciones horizontales: objetos A ↔ objetos B) se puede construir una cuadrícula analítica que resalta la lógica de cada tipo de enfoque comparativo. De hecho, explicaremos el estatus que se le otorga a la “nación” o a la “sociedad” en la comparación, y el estatus de la “comparabilidad”, dependiendo de si uno presupone continuidad o discontinuidad entre los fenómenos estudiados, de un país a otro.

Por lo tanto, depende de si se inspiran en enfoques “universalistas” (propios del funcionalismo y el enfoque económico neoclásico) o en enfoques “particularistas” (específicos de diversas corrientes culturalistas), los criterios de comparabilidad serán diferentes, así como la relación de los fenómenos comparados en el “contexto nacional”.

Queremos mostrar cómo el enfoque “societal” (investigación del “efecto societal”) difiere de los dos tipos anteriores, tratando de ir más allá de lo que los opone.

El objetivo de este debate no es descubrir cuál es la “mejor manera”, sino destacar algunas de las preguntas planteadas por la práctica de las comparaciones internacionales, en particular respecto de los criterios de comparabilidad.

Al esquematizar se distinguen tres tipos de comparaciones internacionales de acuerdo con la importancia y el significado que cada uno de éstos otorga a las dimensiones anteriores, que contribuyen a definir los criterios de comparabilidad:

  • El enfoque funcionalista (cross-national)3

  • El enfoque culturalista (cross-cultural)

  • El enfoque societal (inter-national)

Diferentes tipos de comparaciones internacionales

En primer lugar, hay que recordar que la metodología comparativa, de la cual la comparación internacional es una de las aplicaciones, tiene orígenes lejanos y se mezcla con la historia de las ciencias sociales. Baste con evocar aquí a algunos “padres fundadores”: Montesquieu, [Karl] Marx, [Alexis de] Tocqueville, [Max] Weber, [Émile] Durkheim. Este último vio en la perspectiva comparativa el camino casi “normal” del enfoque sociológico.

Ahora bien, como es sabido, una metodología no es neutra; nunca es totalmente separable de las orientaciones teóricas, más o menos explícitas, que le dan su pertinencia o su eficacia.

La comparación internacional no es diferente, aunque la “moda” de hoy tiende a abusar un poco del término.4 Razón de más para incitar a la reflexión en este ámbito.

Los enfoques funcionalistas (cross-national)

Esta primera corriente de investigaciones comparativas se desarrolló durante los años cincuenta y sesenta, especialmente en los países anglosajones. Lo dicho por Stéphane Novak, epistemólogo polaco, es una muestra clara de este enfoque: no conociendo a priori si un fenómeno no está condicionado por un contexto nacional particular, es necesario examinar en qué medida la variación observada sobre ciertas dimensiones en una nación corresponde o no a aquellas contempladas en otras naciones. Aquí se reconoce el enfoque clásico, inspirado tanto en Durkheim como en [Karl] Popper.

¿A qué principios obedece esta primera corriente comparatista o, al menos, los enfoques que se refieren a ella? La mayoría de las veces el marco “nacional” elegido no tiene un estatuto claramente establecido; de ahí la frecuencia con que se utiliza la expresión de investigación cross-national. El “país” o la “nación” son sólo contextos locales en los que se insertan los fenómenos estudiados. El contexto “nacional” sigue siendo, en este caso, totalmente heterogéneo respecto de estos fenómenos. No es sorprendente que la relación entre niveles macro y micro no esté realmente construida o problematizada.

Aquí, la comparabilidad se basa en el principio de racionalidad, que supone una continuidad entre los fenómenos que se comparan, término a término, en cada país.

De esta manera, las diferencias que eventualmente puedan aparecer de un país a otro sólo son marginales y se considerarán residuos del “modelo” adoptado o “equivalentes funcionales”, lo que, ipso facto, conferirá a los fenómenos observados un estado de comparabilidad.

Dicho con otras palabras, la noción de “equivalente funcional” (una de las nociones clave del funcionalismo) no es más que la expresión universalista inherente a este tipo de enfoque. La referencia al marco nacional no entraña en este caso ningún efecto de ruptura o discontinuidad en la comparación así concebida. El siguiente esquema ilustra algunas de estas características.

(1)Ausencia de interacción entre macro y micro

(2)Fuerte continuidad entre fenómenos estudiados términos a termino

Comparación cross-national 

Recordemos que este tipo de enfoque a menudo ha sido utilizado tanto por sociólogos como por economistas inspirados en una concepción análoga del principio de racionalidad. Por ejemplo, el Grupo de Aston (Derek S. Pugh, David J. Hicksons y otros),5 situado dentro de la corriente de estudio de las organizaciones, extienden el modelo de la contingencia estructural a comparaciones internacionales de organizaciones. La concepción microsocial de la racionalidad de las mismas tiende, en este caso, a considerarlas como culture-free, y aquellos elementos de análisis que escapan al modelo son considerados como “residuos”, de los que puede dar cuenta la cultura local o la historia. La referencia “nacional” no tiene otro significado más que contextual (en el sentido más neutro del término) ni otro efecto que el de manifestar a contrario sensu la continuidad de las dimensiones estructurales de las organizaciones de un país a otro. La tesis de la culture-free encaja directamente con la teoría de la convergencia de las sociedades, como se ha subrayado en otra parte (Brossard y Maurice, 1974).6

Sin duda, esta corriente ilustra una posición extrema a la debatida por otros especialistas en organizaciones;7 sin embargo, la orientación “racionalista” o “universalista” que subyace continúa ejerciendo una gran influencia, incluso entre los economistas comparatistas. Sobre este punto se volverá más adelante.

Los enfoques culturalistas (cross-cultural)

Éstos tienen en común que se oponen a los ya mencionados en cada una de las dimensiones comprendidas en nuestra tipología. En efecto, contrariamente a los enfoques comparativos de tipo funcionalista, aquí la referencia “nacional” no se reduce a un simple contexto, sino que se conceptualiza en términos de “cultura nacional”. Supone que los fenómenos estudiados están intensamente influidos por ella, al punto de provocar fuertes discontinuidades al comparar un país con otro, debido a la especificidad o identidad culturales.

El riesgo de estas posturas es el débil poder de generalización, aunque, por otro lado, a menudo permiten demostrar las dimensiones de análisis que escapan a los enfoques anteriores.

El siguiente esquema muestra las características de los enfoques culturalistas que contrastan con los mencionados anteriormente.

(1)Fuerte influencia de la “cultura nacional”

(2)Fuerte discontinuidadentre fenómenos estudiados

Comparación cross-cultural 

En este caso, como se puede observar, existe una fuerte continuidad entre cultura nacional y fenómenos estudiados, que son, en cierto modo, partes de interés del mismo universo cultural. La comparabilidad, cuando existe, no puede establecerse entre universos culturales diferentes, cuya composición interna se podrá describir eventualmente.

Por supuesto, como en el caso precedente, este tipo de enfoque puede abarcar múltiples situaciones, aunque la lógica que las inspira es similar. Cabe señalar, por otra parte, que en ciertos casos la perspectiva comparativa internacional no es necesariamente aplicada con sistematicidad. Se dirá entonces que ello está implícito. Es el caso, por ejemplo, de investigadores occidentales que pudieron analizar a la sociedad japonesa sin remitirse a una comparación sistemática con su propio país. Uno de los casos más conocidos que presenta un enfoque culturalista clásico8 es el estudio de [James C.] Abegglen (1958) sobre la empresa japonesa. Y el conocimiento de que la literatura reciente sobre Japón está influida fuertemente por la perspectiva culturalista, particularmente atractiva, es verdad, en este caso.9

Cabe mencionar, en un registro completamente diferente, Le Phénoméne bureaucratique de Michel Crozier (1964), otro clásico en su género de un enfoque cultural problematizado.

Más recientemente se han manifestado nuevos tipos de enfoques culturalistas que han intentado plasmar el principio de comparabilidad proponiendo conceptos intermedios que permitan mediatizar el efecto de la cultura nacional sobre los fenómenos u objetos comparados en diversos países.

Así, la famosa comparación llevada a cabo por Hofstede (1980) en una empresa multinacional (que se puede suponer es IBM) propone el concepto de “programa mental”, permitiendo interpretar las diferentes puntuaciones de escalas de actitudes o de rasgos culturales. O bien, la reciente investigación comparativa de Philippe d’Iribarne (1985), quien utiliza la noción de “pacto social” para ilustrar el efecto de la cultura nacional sobre las formas de regulación de las relaciones de trabajo en las empresas elegidas en diversos países.

Para volver a nuestro propósito, subrayemos que la utilización de tales nociones no permite construir (o problematizar) la relación entre los objetos de análisis y la “cultura nacional”. Refleja, más bien, un objeto particular de análisis (el “pacto social” de D’Iribarne) o una herramienta de análisis (el “programa mental” de Hofstede); sin embargo, ninguno de los dos casos se reinserta en un campo teórico que les otorgue un poder de generalización, como es el caso, por ejemplo, de las nociones de poder o de estrategia de Crozier, o la de habitus de [Pierre] Bourdieu.

Entonces, las preguntas que permanecen abiertas, a saber, son: ¿cómo se transmite o se reproduce en el tiempo esta cultura, de la cual D’Iribarne ve los orígenes, en el caso de Francia, en la época feudal?, ¿en qué criterios se basa aquí la comparabilidad, en la medida en que aparecen fuertes discontinuidades, asociadas con las diferencias que constituyen las “culturas nacionales”?, ¿o se trata de una especie de invariante cultural en el sentido antropológico del término?

Si la noción de “cultura” conoce un resurgido interés desde hace algún tiempo, no parece que se haya avanzado mucho hasta ahora en su teorización. Por el contrario, es innegable que los enfoques culturalistas tienen un efecto heurístico y que pueden contribuir a una mejor inteligibilidad de los fenómenos societales que comprenden.

El enfoque societal (inter-national)

Al igual que con los enfoques precedentes sólo subrayaremos las principales características de este tipo de comparación, dejando para después una mayor explicación de su lógica.

Primero, anotamos que este tipo de comparación se distingue de los anteriores en varios puntos. Si el enfoque funcionalista (cross-national) postulaba el universalismo (y por lo tanto la continuidad entre los fenómenos comparados en diversos países) en nombre del principio de racionalidad, y si el enfoque culturalista (cross-cultural) postulaba el particularismo de los objetos de análisis (y por lo tanto su discontinuidad de un país a otro) en nombre de su pertenencia a una cultura nacional, el enfoque societal podría parecer en ciertos aspectos más próximo al segundo que al primero, pero de hecho, como se verá, no se inscribe en la misma línea.

En efecto, el principio de comparabilidad no es el mismo en este último caso. Así, también se puede recalcar la paradoja que está en el corazón del enfoque societal, esto es, “comparar lo incomparable”, lo que merece algunas explicaciones.

En el enfoque societal la comparabilidad no se aplica directamente a fenómenos (u objetos) particulares comparados término a término, sino que se aplica a conjuntos de fenómenos que en sus interdependencias constituyen “coherencias” nacionales específicas de cada país. El principio subyacente al análisis no es aquí la “racionalidad” o “cultura nacional”, sino más bien el postulado de “construcción de los actores en su relación con la sociedad”. Es el principio de generalización que sostiene este tipo de enfoque, privilegiando el vínculo social que se establece entre los actores y la sociedad (entendiéndose este último como un principio de totalidad y, al mismo tiempo, como un referente analítico). Como veremos, el análisis societal es una forma particular de análisis estructural que, lejos de excluir a los actores, los considera inseparables de las estructuras, y viceversa.

El corazón de este enfoque es necesariamente el análisis de los procesos de interdependencia (macro-micro) y de las mediaciones que estos implican.

Según nuestra terminología, los “actores y los espacios” están asociados y se construyen conjuntamente en sus relaciones con la sociedad. El enfoque societal no se limita a los contextos o entornos locales, o a un conjunto difuso de valores o rasgos culturales, sino que, por el contrario, representa la matriz del conjunto de las relaciones sociales que la constituyen.

(1) Fuertes interaciones macro-micro constitutivas de coherencias nacionales

(2) Comparabilidad de coherencias nacionales basada en la paradoja de la no comparabilidad término de los elementos que las constituyen

Comparación societal inter-national 

¿Cómo se puede traducir esto en nuestra tipología? Como indica el esquema anterior, el predominio de las interdependencias macro-micro que contribuyen a la construcción de los actores y que constituyen cada coherencia nacional es tal que excluye cualquier comparación término a término; cada uno de los elementos que componen estas coherencias no tiene importancia sociológica, excepto en relación con el conjunto del cual forman parte.

De esta manera, se trata de un nuevo escenario donde coexisten una discontinuidad (que excluye una comparación término a término) y una continuidad basada en la comparabilidad de las totalidades que constituyen cada conjunto societal particular.

Desde un punto de vista metodológico, los procesos de interdependencia por medio de los cuales se construyen actores y espacios excluyen la existencia de un principio de causalidad lineal, evocando en su lugar la de una causalidad múltiple interactiva.

Por supuesto, este tipo de enfoque no se salva, como los anteriores, de provocar múltiples interrogantes, en particular en cuanto a los criterios de la comparabilidad y, sobre todo, en cuanto al alcance teórico que ambiciona.

Así, ¿cómo se pasa del establecimiento de “coherencias nacionales” a una “generalización societal”?, ¿no existe una incompatibilidad (como en los enfoques culturalistas clásicos) entre la referencia a los grupos “nacionales” y el concepto de “sociedad”?, ¿qué sucede con las categorías de análisis (concepto e indicador) en este caso?

No pretendemos responder aquí a todas estas preguntas, pero intentaremos retomar algunos de los puntos planteados en la presentación anterior, centrándonos más especialmente en el enfoque societal, a partir del cual podremos evaluar algunos rasgos de los otros enfoques.

El análisis societal: intereses y límites

Como se ha visto con anterioridad, el análisis societal se distingue de los otros tipos de enfoques (cross-national y cross-cultural) al buscar no una imposible integración de paradigmas en oposición, sino más bien un desplazamiento de las lógicas de análisis que los caracterizan.

Dicho de otro modo, del enfoque funcionalista cross-national se cuestiona el sesgo introducido por el postulado del universalismo (y de la convergencia de las sociedades) que también se encuentra entre los economistas y entre los sociólogos que se inspiran en ello. Hemos podido mostrar en otros lugares los fundamentos teóricos y metodológicos de este sesgo vinculado a la elección de conceptos e indicadores que tienen el efecto de des-socializar los objetos de análisis al postular su “continuidad” de un país a otro (este es el significado del término cross-national). Por el contrario, uno de los objetivos del análisis societal es tener en cuenta y respetar el carácter “social” de los fenómenos estudiados, que definen su modo de existencia en la sociedad.

Así, en tanto que el enfoque societal considera a los “actores” y a los “espacios” como “construcciones sociales”, deberá revelar en un primer momento la especificidad, es decir, la discontinuidad entre un país y otro.

Del mismo modo, del enfoque culturalista (o neoculturalista) se cuestiona el sesgo inverso de un particularismo basado en la referencia a la noción de “cultura nacional” con la que los objetos estudiados están en perfecta continuidad, sin que esto sea realmente problematizado. El enfoque societal también da cierta prioridad a la relación con la sociedad, aunque ya no se basa en el efecto de una “cultura nacional” cuyo origen y modo de transmisión son desconocidos, ni en los estereotipos que a menudo se dan por sentados (historia, mentalidades, costumbres, etc.), sino en los procesos de construcción de los actores y sus espacios, que la comparación, en este caso, permite identificar. Ciertamente, tales procesos de socialización de actores o estructuración de “espacios” pueden contribuir a formar lo que se llama una “cultura nacional”, lo cual los inscribe en una temporalidad que les confiere una cierta estabilidad; no obstante, como podemos observar, ni la “cultura” ni la “historia”10 son en nuestro caso los principios últimos (¡en última instancia!) de inteligibilidad. Por el contrario, se puede pretender que el análisis societal nos permita por su propia perspectiva poner un poco de contenido en estas nociones que se usan con demasiada frecuencia como “cajas negras”.

En otras palabras, el enfoque societal tiende a desplazar el lugar y el estatus de la comparabilidad. Esto merece una explicación. El uso más corriente de la comparación internacional (que, por cierto, seguido corresponde a prácticas que escapan a la tipología presentada anteriormente por sus características puramente descriptivas) es aquél que da relevancia a las diferentes “puntuaciones” entre un país y otro sobre las dimensiones y los indicadores en los que se postula la continuidad y, por lo tanto, la comparabilidad. En este caso (pero también en el enfoque cross national de tipo funcionalista), como ya se ha expresado, la comparación produce “hechos ciegos porque son separados del sistema de inteligibilidad que les confiere sentido” (Berthelot, 1987: 411). O bien, aun inversamente, se llegará a la no comparabilidad de las categorías de análisis por su fuerte discontinuidad “cultural”, pero también una comparación “de término a término” de categorías “separadas de su sistema de inteligibilidad” (por ejemplo, en nuestra opinión, convertidas en “asociales”) puede llevar a la misma conclusión de no comparabilidad. En ambos casos, la no comparabilidad se identifica con una dificultad técnica interpretada como una limitación de la metodología comparativa.11

En el enfoque societal, la no comparabilidad ya no se constituye como un límite; se convierte, más bien, en un objeto de análisis, de acuerdo con la pertinente formulación de Jean M. Berthelot (1987: 411): “Si no hay comparabilidad término a término es porque las diferencias identificadas se inscriben en un sistema de interacciones sociales que producen estas diferencias como tantos [otros] aspectos de su especificidad”. Tal es el significado que le damos a la paradoja de la comparación de lo no comparable, cuyo efecto es mover el nivel de análisis comparativo al mismo tiempo que le otorga un nuevo estatus a la comparabilidad.

Como ya se ha indicado, una de las dificultades que a menudo se encuentra en las comparaciones clásicas (y a veces considerada como obstáculo irreductible) es la de obtener las condiciones de operación según la fórmula consagrada “todo lo demás constante”. El cambio que provoca a este respecto el enfoque societal reside precisamente en el desplazamiento del nivel de análisis que acabamos de mencionar. Pasamos, en efecto, “de la yuxtaposición de efectos nacionales (como en la comparación clásica) a la detección y explicación de coherencias societales” (Maurice, Sellier y Silvestre, 1982: 235-236). En ese sentido, este tipo de enfoque puede interpretarse como una herramienta de análisis empírico y como una orientación teórica a la vez.

Sin embargo, el estado teórico del enfoque societal plantea, con razón, preguntas para la mayoría de nuestros críticos. De hecho, ¿cómo pasar de la yuxtaposición de los efectos nacionales a la construcción de las coherencias societales? Tal transición encierra dificultades metodológicas y teóricas. Esta interrogante se refiere, entre otras cosas, a la definición de categorías de análisis e indicadores, pero también al estado de generalización que implica toda teoría.

Volvamos en primer lugar a la lógica que subyace al enfoque societal, ya que sólo ésta permite comprender las opciones metodológicas que induce.

La ambición del enfoque societal es la de superar los particularismos nacionales, incluso si éstos ya establecieron el camino para explicaciones parciales de las diferencias observadas. Dicho de otro modo, se trata de no encerrarse en explicaciones de tipo culturalista o histórico. La relativa estabilidad (se volverá sobre ese punto) de las formas nacionales que toman las diferentes dimensiones contenidas en el análisis no se reducen, para nosotros, a la simple constatación de realidades empíricas diversas de un país a otro, que se interpretarían, por lo tanto, en la lógica funcionalista (o economía neoclásica) como rigideces o residuos a superar.

Por el contrario, esta relativa estabilidad se refiere a un proceso de generalización que permite reubicar a los grupos nacionales (y las dimensiones constitutivas de éstos) en las relaciones más generales que los deja existir en una temporalidad y espacio dados y que pueden dar cuenta de su forma de existencia particular. Este proceso de generalización traduce la transición de “nacional” a “societal”, o de lo “particular” a lo “general”.

Tal perspectiva tiene varias consecuencias en la metodología. En primer lugar, se refleja el carácter semiinductivo de este enfoque, que inicialmente no supone la existencia de un modelo teórico para verificar. Por el contrario, podrá decirse que se orienta hacia un modelo o una teoría a “construir”. En este sentido, la perspectiva comparativa no puede ser considerada como un fin en sí mismo (ni tampoco la constatación de diferencias observadas de un país a otro). Constituye, más bien, una etapa intermedia pero indispensable que nos sitúa en el curso de una generalización (o de una teoría) a construir.

La noción de “efecto societal” (utilizada en los inicios de la investigación Francia-Alemania) puede tomar diversos significados. Por una parte, ésta interviene en la construcción de conjuntos nacionales: las categorías y las dimensiones de análisis entran en coherencia entre ellas en la medida en que son conceptualizadas como elementos de una “sociedad”.12 Allí se encuentra el primer significado del efecto societal, pero este último descifra aún más la generalidad en la que se inscriben las “coherencias” así establecidas en cada conjunto nacional.

Las “coherencias nacionales” no son, por lo tanto, más que expresiones particulares de un “modelo” que ellas mismas ayudan a construir. La expresión modelo “virtual” (análoga a la de imagen “virtual” en óptica) viene a la mente para exponer la lógica de tal enfoque analítico, lo que subraya el significado paradójico que aquí se da a la noción de “modelo”, e indica también su carácter relativo y limitado.

Tal análisis, que opera más allá de los puntos de referencia institucionales habituales, tiende a desplazar e incluso a revertir la lógica clásica y los fundamentos de comparabilidad, que concibe de manera diferente y que sitúa en otro lugar: lo “social” (Berthelot, 1987). Esta noción explica el campo teórico donde se articulan, por ejemplo, los hechos educativos y los profesionales en los casos de Francia y Alemania, o los hechos organizacionales y los relacionales en los casos de Japón y Francia.

Sin embargo, tal desplazamiento puede parecer contrario a las reglas canónicas de la actividad científica, en la medida en que se modifica la referencia de un modelo teórico preconstruido y trata de manera inusual las categorías de análisis en función del estatus que toma, en este caso, la misma “comparabilidad”.

Lo que puede aparecer como un límite de este tipo de enfoque puede también interpretarse, en nuestra opinión, como uno de sus intereses, más allá de su poder heurístico: el de cuestionar las teorías o las metodologías existentes, al tiempo que propone un marco de análisis y una conceptualización que han podido demostrar en diversas áreas su capacidad de generalización.13 Este último aspecto no se desarrollará aquí a riesgo de caer en una ¡defensa pro domo!

Por otro lado, sin poder responder directamente a las numerosas preguntas planteadas, aun recientemente, a nuestro enfoque, nos limitaremos aquí a un punto final del método, el de las categorías de análisis, que no se reduce a un solo aspecto “técnico” de comparación porque concierne directamente al estatus de comparabilidad.14 Claude Dubar (1988) planteó claramente esta pregunta, interrogándose sobre el uso de categorías de análisis para superar la “no comparabilidad” a la que conduce, en un primer momento, el enfoque societal, al poner la situación a manera de prueba de “hipótesis nula”. Según Dubar, se presentan dos alternativas: optar por categorías de uno de los países concernientes o forjar categorías generales o universales que podrán relativizar a las categorías autóctonas.

Sin detenerse aquí en el riesgo de sesgo que puede introducir la preferencia del investigador por las categorías autóctonas de uno de los países (¡que luego parecería “superior” al otro!) consideremos, más bien, la cuestión esencial: la elección de categorías.

Aquí sólo podemos remitirnos a los desarrollos anteriores respecto de las diversas etapas lógicas de nuestro enfoque, susceptibles de aclarar nuestra posición relativa a la definición de las categorías de análisis. Esta cuestión también se une a otra más general: la ya mencionada capacidad y los medios de generalización del enfoque del efecto societal. ¿Hay que, y cómo, reemplazar los nombres de cada país por un conjunto de variables (y conceptos) en los que se podrían posicionar?

Se observa ya que este tipo de cuestión no es compatible con la lógica de nuestro enfoque; de hecho, supone el problema resuelto, el de la definición de categorías de análisis cuyo carácter universal se postula y que permitiría ubicar a cada país de acuerdo con la variabilidad de sus “puntajes” en cada variable seleccionada. Nuestro enfoque, con una perspectiva más inductiva, permite resaltar y conceptualizar los fundamentos sociales de tal variabilidad, que ciertamente no es infinita. La definición y elección de categorías de análisis se derivan de la lógica de nuestro enfoque. Éstas, por el contrario de lo que generalmente se supone por el estatus de comparabilidad, no serán necesaria y formalmente comparables (término a término).

En nuestro caso, las categorías relevantes son aquellas que reflejan la especificidad de cada país, más allá de sus características institucionales, dependiendo de la importancia social asumida por las dimensiones o los objetos de análisis cuando se ingresan en los “espacios” en los que están incrustados. Así, las categorías utilizadas en cada país (que ya tienen un carácter general que califica, por ejemplo, un sistema educativo o un tipo de organización) pueden designar en cada caso “espacios” o “campos de prácticas” diferentes.15 No obstante, estas diferencias nacionales podrán inscribirse en un espacio teórico más general: el de la articulación entre el campo educativo y el campo productivo, por ejemplo, o el de la vinculación de estrategias entre diferentes tipos de actores (empresa, escuela, Estado). En ese sentido, la no comparabilidad de las categorías se corresponde con la práctica de la comparación internacional que nos proponemos.

Lo anterior no excluye, por el contrario, que pudiésemos referir estas mismas categorías a un marco conceptual más general (teniendo en cuenta, por ejemplo, la articulación entre diferentes campos de análisis, o entre diferentes estrategias de actores),16 permitiendo reinterpretar las dimensiones que califican las “coherencias” nacionales, situándolas, por lo tanto, en otro nivel de análisis.

Al hacerlo, el enfoque societal intenta resolver (empírica y teóricamente) la difícil cuestión planteada: ¿cómo salvaguardar la identidad social de los actores (o de los objetos de análisis) que las exigencias de formalismo o de generalidad de toda teoría amenazan siempre con desnaturalizar? Esto, como se ve, remite a un debate totalmente diferente.

En este intento, el concepto “societal” califica a la vez lo que produce este tipo de enfoque (en tanto que generalización) y el principio de análisis que fundamenta.

Algunos comentarios finales

Las reflexiones que preceden no requieren necesariamente una conclusión en la medida en que conducen más bien a la continuidad de un debate cuyo contenido probablemente no es sólo académico.

Más allá del uso, por parte de los investigadores, de la comparación internacional como herramienta de análisis (y las diversas interrogantes que plantea) surgen otras preguntas: las de “demanda social”, lo cual se ha vuelto particularmente sensible a los resultados de este tipo de investigación, que está tratando de apropiársela en función de sus propios intereses.

Aquí es suficiente mencionar el amplio campo de la gestión empresarial y la atracción que pueden ejercer hoy los “modelos” de ciertos países, Japón en particular (después de los “modelos” escandinavos y alemanes).

Se plantean entonces nuevas preguntas que no tienen relación con las anteriores; por ejemplo, ¿se puede importar, y cómo, el “modelo japonés” de gestión empresarial? Se percibe, sin duda, que la respuesta será un poco diferente según se sitúe dentro de tal o cual tipo de enfoque conceptual. La cuestión de transferir las “tecnologías blandas” (que son las ciencias y técnicas de gestión o de organización) interpela a los investigadores en ciencias sociales y abre un nuevo campo de interés. Indudablemente, no es casualidad que la tesis de la convergencia de las sociedades haya perdido una gran parte del poder de atracción que tenía durante los años de alto crecimiento, y que hoy se prefiera voltear más hacia los “modelos” que destacan la fuerza o la eficacia de ciertas “culturas”.

Sin duda, ¿es difícil a veces evaluar la parte ideológica que implican tales prácticas? Esto no plantea más que cuestiones importantes que los investigadores en ciencias sociales no pueden eludir. Aunque esto merecerá un desarrollo complementario al precedente…

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1 Artículo publicado originalmente en francés con el título “Méthode comparative et analyse sociétale. Les implications théoriques des comparaisons internationales” (1989). Sociologie du travail 2 (31): 175-191. Traducción de Roxana Loubet Orozco. Véase también el comentario de la traductora en esta misma publicación.

2La primera comparación internacional practicada en LEST : [Laboratorio de Economía y de Sociología del Trabajo de la Universidad de Aix-Marsella, Francia. Nota de la traductora] fue la del análisis del fenómeno jerárquico (salarios, organización, relaciones laborales) en empresas francesas y alemanas a mediados de los años setenta del siglo XX. Esta investigación, que sirvió como una “matriz” para los que siguieron (con Inglaterra, Japón, Hungría) dio lugar, después de un informe de investigación (1977), a un trabajo publicado en 1982 por Marc Maurice, François Sellier, Jean Jacques Silvestre: Politique d'éducation et organisation industrietle en France et en Allemagne.

3Recordamos aquí las denominaciones anglosajonas que se usan con mayor frecuencia correspondientes a cada tipo de enfoque.

4Algunas “licitaciones” en los últimos años, procedentes de organismos públicos, han otorgado incluso una especie de “bonificación” a los proyectos de investigación que recurrían a las comparaciones internacionales.

5Nota de la traductora. Marc Maurice no especifica bibliografía, pero se puede revisar, por ejemplo, D. S. Pugh, D. J. Hickson, C. R. Hinnings y C. Turner (1968). “Dimensions of Organizational Structure”. Administrative Science Quarterly 13: 65-105. Pugh y Hickson lideraron el Grupo de Aston, en la Universidad de Aston, en Birmingham, Inglaterra, en las décadas de 1960 y 1970.

6Véase también Maurice, Sellier y Silvestre (1982): 328-348.

7En especial J. Child (véase Brossard y Maurice, 1974).

8Se puede citar también otro clásico: Ruth Benedict, The Chrysanthemum and the Sword (Le chrysanthéme et le sabre), 1946.

9Por el contrario, la obra clásica de R. Marsh y H. Mannari, Modernization and the Japanese Factory (1976), ilustra perfectamente un enfoque funcionalista, universalista, en la medida en que pretendía criticar la orientación culturalista de Abegglen.

10Por supuesto, no criticamos aquí el enfoque histórico como tal, sino el uso abusivo y caricaturesco que se hace de él. Lo mismo que la noción de cultura, a menudo utilizada como una explicación estereotipada.

11Tenga en cuenta que en el enfoque societal dos objetos formalmente comparables podrían calificarse como diferentes debido a su incrustación en “espacios” que les dan otro significado social y viceversa.

12Sin embargo, esto no debe considerarse como una entidad que se encuentra fuera o por encima de los fenómenos observados. La concepción de la noción de actor, central en nuestro enfoque, conduce más bien a subrayar la interacción irreductible entre actores y sociedad que se construyen conjuntamente. En este sentido, el concepto de efecto societal no es tautológico para el sociólogo, como a veces se ha sostenido.

13Tanto en economía laboral (mercado laboral, movilidad, relación salarial) como en sociología del trabajo y de las organizaciones (calificación, formación, negocios, relaciones profesionales).

14Este punto se destacó en particular en la contribución de Dubar (1988).

15Esto también se desprende de un artículo reciente sobre la comparación (Francia-Quebec) de la educación postescolar de Doray y Dubar (1988).

16Como ya fue el caso en el análisis de las relaciones entre hechos organizacionales, hechos educativos y hechos de relaciones profesionales, en la comparación Francia-Alemania.

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