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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.35 no.101 Ciudad de México sep./dic. 2020  Epub 13-Sep-2021

 

Artículos de investigación

Bertram D. Wolfe: política y pedagogía comunistas en los años veinte

Bertram D. Wolfe: Communist Politics and Pedagogy in the 1920s

Javier MacGregor Campuzano*  

* Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, Departamento de Filosofía. Correo electrónico <jmc@xanum.uam.mx>.


RESUMEN:

El presente artículo revisa la trayectoria de Bertram D. Wolfe, destacado político estadounidense y fundador del Partido Comunista de Estados Unidos, durante su estancia en nuestro país entre 1922 y 1925. Su presencia resultó de elemental importancia para el Partido Comunista de México, ya que formó parte de sus órganos directivos y fue un pedagogo incansable que compartió los fundamentos del marxismo con los miembros del partido. Asimismo, fue nombrado como su delegado ante el V Congreso de la Internacional Comunista, que se reunió en Moscú entre junio y agosto de 1924. Para esta investigación se consultó ampliamente la documentación de la Bertram Wolfe Collection, que se encuentra en la Biblioteca Pública de Nueva York, así como otras fuentes hemerográficas y documentales nacionales.

PALABRAS CLAVE: Revolución mexicana; historia de los partidos políticos; comunismo; historia política en México

ABSTARCT:

This article reviews the activities of Bertram D. Wolfe, the outstanding U.S. politician and founder of the Communist Party of the United States, during his stay in our country between 1922 and 1925. His presence here was of singular importance for the Communist Party of Mexico since he was part of its leading bodies and was an untiring teacher who shared the basics of Marxism with party members. He was also elected its delegate to the Fifth Congress of the Communist International, which met in Moscow between June and August 1924. To carry out this research, the author delved deeply into the documents in the Bertram Wolfe Collection in the New York Public Library, as well as Mexican documentary sources.

KEY WORDS: Mexican Revolution; history of political parties; communism; political history in Mexico

Presentación

La década de los veinte en México fue un periodo de gran efervescencia política y social, durante el cual el régimen emanado de la Revolución mexicana buscó establecer los mecanismos de legitimación y consolidación del poder y, al mismo tiempo, construir la institucionalización del proceso de representación política que lo apuntalara.

Durante esos años, el recién fundado Partido Comunista de México (PCM) tuvo una serie de políticas variadas las cuales, como ha señalado Barry Carr en diversos textos, no obedecían únicamente a los dictados de una organización supranacional como la Internacional Comunista, sino que también respondían a las características que el propio proceso político del país les señalaba.1

La primera mitad de la década, durante la cual se dio lo que Daniela Spenser ha denominado la segunda fundación del Partido Comunista (PC) (Spenser, 2009: 21), presenció también, como lo había hecho cuando éste se creó en 1919, la llegada de una gran cantidad de activistas políticos de diversas nacionalidades, quienes le dieron a la actividad de esta organización una dinámica particular, plurinacional y, en cierta forma, cosmopolita, lo que lo distinguió de las agrupaciones contemporáneas en otras latitudes. Soviéticos, japoneses, suizos, hindúes, estadounidenses, y varios otros, formaron parte de este paisaje, que si bien tenía como eje articulador en la definición de sus políticas las decisiones que emanaban de Moscú (los debates ahí eran un caleidoscopio de nacionalidades y razas), también se engarzaban con el rumbo que la política nacional seguía. Una muestra de ello es el hecho de que México fuera el primer país latinoamericano que reconociera al gobierno de la Unión Soviética, lo cual tuvo una importancia central en la relación del PC con el régimen mexicano.

En este trabajo presentaré una muestra de la forma en la que el Partido Comunista de México, sección de la Internacional Comunista, desarrollaba su labor educativa entre los obreros y campesinos, en este caso, a partir de los cursos y talleres que ofrecía y llevaba a cabo Bertram D. Wolfe, destacado miembro del partido y su representante ante el V Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú en julio de 1924, lo que a su vez se encontraba íntimamente relacionado con la definición de las políticas y lineamientos para la acción del mismo partido.

El desarrollo de la historia política se ha alimentado de manera vigorosa de los avances que la teoría social y la teoría política han experimentado desde finales del siglo XIX y a lo largo de todo el XX. Conceptos como comunismo, internacionalismo, capitalismo, socialismo, fascismo, , y muchos otros, tienen como referente obligado la mirada retrospectiva acerca de la manera en que diversos pensadores han reflexionado y escrito sobre ellos a lo largo de esos dos siglos. Por ejemplo, el marxismo italiano del siglo XX logró ensanchar el campo teórico y político con sugerentes planteamientos que tenían, por ejemplo, en Antonio Gramsci a uno de sus principales impulsores (aunque hubo muchos otros, como Guiseppe Vacca, Mario Telò, Giacomo Marramao, Aldo Agosti y Umberto Cerroni, quienes a partir de la propuesta gramsciana lograron presentar una visión renovada y enriquecida de la teoría marxista).

Tenemos, entonces, por un lado, el desarrollo de una corriente de pensamiento que desde el marxismo apuntaló esta mirada crítica sobre la sociedad capitalista y las perspectivas para la lucha por una sociedad alternativa y, por otro, a los autores que en diversos momentos de la centuria pasada buscaron basarse en los fundamentos teóricos que la primera sociedad socialista de la historia les proporcionaba para estructurar sus principios analíticos. El triunfo de la Revolución soviética, en 1917, se convirtió en el paradigma a seguir en cuanto a la estrategia y tácticas políticas del cambio social y la lucha política, sobre todo para las que posteriormente serían las secciones que formaron el entramado de la Internacional Comunista (1919-1943), y cuyos recursos, como lo ha subrayado Edward H. Carr, “necesaria e inevitablemente” procedían del partido ruso y el gobierno soviético.

La década de los veinte del siglo pasado difícilmente podía permitir a las sociedades menos desarrolladas articuladas a ese complejo internacional la construcción de una interpretación autónoma, crítica y original de la forma en que sus sistemas económicos y sociales se habían constituido para, a partir de ello, ofrecer alternativas transformadoras. Por ello, el conocimiento de las diversas interpretaciones sobre la sociedad capitalista de la primera mitad del siglo XX nos ayudará a entender la forma en que estos análisis, aunque parciales e incompletos, formaron parte de una teoría en construcción permanente, para entender la realidad política y social, pero también para educar a quienes se consideraba los sujetos transformadores de esas sociedades atrasadas: los trabajadores industriales (y hasta donde se podía también proyectar, a los que laboraban en el campo).

Fueron actores concretos, con nombre y apellido, quienes llevaron a cabo esta labor educativa. Con mayor o menor éxito, con mayor o menor coherencia y profundidad, los militantes que decidieron apostar por una tarea que permitiera potenciar la misión transformadora de los trabajadores, requerían de un conocimiento amplio y detallado, y sus testimonios y el acercamiento biográfico a sus trayectorias, aunque sea en parcelas muy acotadas de su lucha política más general, fue un trabajo esencial. Tal es el caso del joven estadounidense Bertram D. Wolfe que, a principios de los años veinte del siglo pasado llegó a México con la intención de educar, participar políticamente y, también, escribir textos fundamentales acerca de la cultura política y la vida cultural de nuestro país.

Este artículo se divide en dos partes: primero, una presentación general del personaje, ya que prácticamente desde su llegada, a finales de 1922, se tornó en dirigente fundamental del PCM; y en segunda instancia, un análisis detallado del método pedagógico utilizado por Wolfe para la realización de sus talleres, y sobre la forma en la que se organizaban. Al final, se podrá constatar que existe un vínculo pleno entre la idea de educación popular que tenía el partido, la forma en la que ésta se publicitaba en la prensa y el contenido de los apuntes utilizados para impartir los cursos, mediante los cuales se pretendía contribuir para la construcción de una cultura política comunista2 y a un acercamiento al marxismo como teoría y práctica de la realidad social.

Historiografía

El reciente desarrollo de la historiografía en México sobre los partidos políticos y sus principales actores ha dado un giro sorprendente respecto de lo que sobresalía hace poco más de veinte años, ya que los estudios sobre la “derecha política” y sus exponentes proliferaron, de manera comprensible, durante más de dos sexenios de gobiernos conservadores, y las monografías y compendios documentales sobre el Partido Acción Nacional (PAN), el sinarquismo, las confederaciones de las clases medias, la acción revolucionaria mexicanista y otros (véanse los trabajos de Alicia Gojman, María Teresa Gómez Mont, Alonso Lujambio, Erika Pani, Carmen Collado, Héctor Hernández, Rodrigo Ruiz Velasco, entre muchos otros autores) abundaron por sobre el análisis y la indagación documental acerca de la izquierda y los grupos revolucionarios.3

Sólo en los últimos tiempos parece haber cierta tendencia al equilibrio, y habrá que ver si los productos generados por este movimiento historiográfico hacia la izquierda arroja nuevas visiones, más ricas y complejas, de estos actores fundamentales de la historia política mexicana. Al respecto, no hay más que mencionar los trabajos de autores como Arturo Martínez Nateras, Elvira Concheiro y Carlos Payán (que recientemente compilaron un importante trabajo documental sobre los congresos del Partido Comunista Mexicano), o los de Daniel Kersffeld, Carlos Illades, Víctor y Lazar Jeifets, John Lear, entre muchos otros.4

Naturalmente, el presente ensayo se inscribe en el segundo grupo de obras como un primer acercamiento a la figura de un militante de los primeros años del Partido Comunista y de su acción política y educativa, y tan sólo pretende dibujar una de las múltiples facetas de tan complejo y contradictorio dirigente, quien dejara una honda huella en la senda del comunismo mexicano.

Como ya hemos mencionado, el enfoque elegido se centra en la labor de este activista en particular en ese momento específico, pero el conocimiento más amplio de la forma en la que muchos otros militantes de la época contribuían con el proceso de educación para la acción revolucionaria desde la perspectiva de esta organización política nos dará un mapa más rico y detallado de la cultura y las prácticas comunistas.5

Bertram David Wolfe

Bertram D. Wolfe nació en Nueva York en enero de 1896, y desde muy joven se involucró en las actividades políticas relacionadas con el socialismo y el comunismo dentro de su país natal. De hecho, fue miembro fundador del Partido Comunista estadounidense, y tenía a su cargo la dirección de su órgano noticioso. De acuerdo con un perfil realizado por el propio partido mexicano en 1925, para ese momento Wolfe tenía ya muchos años de experiencia en la dirección del movimiento obrero tanto en su aspecto teórico como en el práctico:

El compañero Wolfe es el fundador de la Universidad Obrera de San Francisco, cuyos alumnos proletarios dominan hoy en el movimiento obrero de dicha ciudad. En Newark, [Nueva] Jersey, dio el compañero Wolfe cursos de marxismo y [de] economía política. También enseñó en la Rand School de Ciencias Sociales de Nueva York y en otras partes de los Estados Unidos. Acaba de dar una clase aquí en México en el local de la Unión de Carpinteros y Similares con el título de “La lucha de clases a través de los siglos” (El Machete, 1925a).

Continuando con la descripción de su perfil, se mencionaba que además de su práctica en la lucha también poseía gran experiencia enseñando en los círculos obreros:

Es uno de los fundadores del Sindicato de Maestros de Nueva York. Fue miembro activo del Sindicato de Cocineros y Meseros de San Francisco y delegado al Comité Central de los sindicatos de dicha ciudad. Desde su estancia en México ha pertenecido al Sindicato de Redactores y ha sido delegado al Consejo Federal de la Federación de Artes Gráficas y al Consejo Federal de la Federación de Sindicatos del Distrito Federal. En más de una ocasión su actividad ha atraído sobre sí la ira del fobierno capitalista-imperialista de los Estados Unidos. Fue miembro del Comité Ejecutivo del Partido Socialista de los Estados Unidos, así como más tarde del Partido Comunista. También fue delegado a la Internacional Sindical Roja y la Internacional Comunista. Ha sido director de varios periódicos obreros (El Machete, 1925a).

Llegó a México6 entre finales de 1922 e inicios de 1923, donde participó en diversas actividades relacionadas con el partido, tal como se ha mencionado, y fue un colaborador frecuente del periódico El Machete, que pronto se convertiría en el órgano oficial del Partido Comunista, aunque también sostenía relaciones y publicaba en revistas de la izquierda estadounidense, tales como The Nation y New Republic, al mismo tiempo que colaboraba en La correspondencia internacional y en el periódico El Libertador -órgano de la Liga Antiimperialista Panamericana, que posteriormente sería la Liga Antiimperialista de las Américas-, bajo el seudónimo de “Audifaz”.7

Las colaboraciones de Wolfe en El Machete se puden dividir en tres etapas:

  1. La primera abarca una serie de artículos sobre temas generales en los primeros cinco números del órgano de comunicación comunista: “Gandhi y la resistencia pasiva en la India” (núm. 1, marzo de 1924); “Evolución contra revolución (núm. 2, marzo de 1924); “El agrarismo en peligro” (núm. 3, abril de 1924), y “Samuel Gompers y el primero de mayo. Nuestra vergüenza continental” (núm. 5, mayo de 1924).

  2. Un segundo grupo de colaboraciones se dio del número 14 al 19, de finales de septiembre, octubre y noviembre de 1924. Tratan sobre el informe de Wolfe al PCM como su delegado al V Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú en julio de ese año, lo que además explica su ausencia del periódico desde mayo hasta septiembre, cuando regresó al país.

  3. Una tercera y última etapa se presenta en los números 20 y 21, de noviembre de 1924, y se dedican al séptimo aniversario de la Revolución soviética y a un análisis detallado del estado de las relaciones entre ambos países. Aquí se incluye un artículo solitario, publicado en el número 39 (22 de junio de 1925), que aborda las características del trabajo a destajo en nuestro país (“El destajo: una tortura moderna”).

Resulta importante abordar la segunda etapa de su estancia en México, pues a partir de ella se puede observar con claridad la vinculación entre su actividad política y su preparación para lo que después sería su labor como divulgador del marxismo, la cual se da luego de su estancia en Moscú, ya que pese al poco tiempo que tenía en el país y de pertenecer al PCM, ya destacaba como uno de sus líderes más sobresalientes.

A principios de mayo de 1924, Manuel Díaz Ramírez se dirigió a Edgar Woog, dirigente del Comintern para América Latina, para expresarle su sospecha de que Wolfe “tal vez queriendo anularme como candidato a delegado a Rusia, me propuso como para Secretario Nacional” del partido. Ello, pese a que, según él, Wolfe “no sabe nada sobre nuestros asuntos o sabe muy poco”.8

No obstante, Wolfe fue nombrado delegado y participó, entre junio y julio de 1924, en el Congreso de la Internacional Comunista y en la Primera Conferencia Internacional del Socorro Rojo Internacional.9 En dicho Congreso fue miembro de las comisiones política, de organización, del movimiento sindical comunista y de la cuestión nacional y colonial (Jeifets y Jeifets, 2015: 652).

Las intervenciones de Wolfe, quien había viajado a Moscú bajo el seudónimo de Luis Vargas y Braun, se dieron sólo en dos ocasiones, “breve y modestamente cada vez”, al grado de que afirmó que “en general, recibí mucho mayor atención en las sesiones del Profintern (Internacional Sindical Roja) que en las del Comintern” (Wolfe, 1981: 325).10

Su primera participación se presentó en la treceava sesión, en la sala San Andrés del Kremlin, el 25 de junio de 1924, en la que subrayó la enorme importancia que América Latina tenía para Estados Unidos, algo que “ni Zinoviev ni los comunistas estadounidenses reconocen” (Internacional Comunista, 1975: 163).

Su segunda intervención la realizó en la vigésimo quinta sesión, el 3 de julio de 1924, en la que expuso una detallada caracterización del país que representaba, pues afirmó que “en México tenemos un gobierno pequeño burgués semisocialista, que actualmente distribuye la tierra entre los campesinos”. Continuó diciendo que “el gobierno distribuye la tierra, pero sólo en la medida en que esa distribución impide la sublevación campesina” (Internacional Comunista, 1975: 163).

Finalmente, el delegado por el partido mexicano enumeró los puntos relacionados con la cuestión campesina -en ese momento la más importante-, tal como los veía el partido por él representado. Los comunistas:

  1. Combaten ante todo la cesión individual de pequeñas parcelas de tierra a los campesinos, “porque a éstos les resulta imposible trabajar en las condiciones de México en tan pequeña escala”.11

  2. Combaten toda cesión que sea provisional.

  3. Combaten la distribución de tierra nacional no cultivada.

  4. Combaten la consigna del gobierno “a cada cual su lote”, oponiéndole la consigna comunista “a cada cual la tierra que pueda trabajar”.

  5. Defienden al gobierno pequeño-burgués socialdemócrata actualmente en el poder.

  6. Combaten los métodos legales [de propiedad del] suelo, preconizando la toma y defensa de la tierra por los campesinos mismos, y reclamando para éstos el derecho a portar armas.

  7. Estudian las necesidades especiales de los campesinos a propósito de la irrigación, los créditos, etcétera.

  8. Constituyen exitosamente fracciones comunistas en el Partido Agrario (Internacional Comunista, 1975: 328).

De lo anterior, dos puntos llaman particularmente la atención: la “defensa” del gobierno “pequeño-burgués socialdemócrata” no fue una política desarrollada plenamente por Wolfe o el partido, y varió de manera muy significativa a lo largo de toda la década de los veinte. De hecho, ya durante el gobierno de Plutarco Elías Calles la posición de los comunistas frente al Estado se endurecería.12

Por lo que se refiere al tema del derecho a portar armas, se observa una estrategia menos radical de lo que habían desarrollado previamente como política general. El propio Bertram D. Wolfe (1924) había publicado en El Machete, en abril de ese año, el artículo “El agrarismo en peligro”, en el que llamaba a tomar medidas mucho más radicales:

Para impedir la incertidumbre de los movimientos reaccionarios y los atropellos de los terratenientes armados, cada campesino y cada comunidad deben ser armados, pero no en pequeña escala, cosa que nada vale contra cuartelazos militares equipados con ametralladoras, cañones y otros implementos guerreros, sino que cada comunidad debe tener sus propias ametralladoras, cañones, parque, etc., en gran escala.

Esta declaración provenía de la Conferencia Nacional, celebrada el 25 de abril de 1924, en la que “Bertram Wolfe se consolidó como el ideólogo más importante del partido, con su trabajo sobre el imperialismo y su tesis sobre la cuestión agraria” (Jeifets y Reynoso, 2014: 22). Para conocer las razones del énfasis en el tema de que los campesinos conservaran las armas, podemos decir que había tenido un papel importante la derrota de la rebelión delahuertista y la actuación fundamental de las milicias agrarias en ese desenlace.13

Finalmente, como miembro del Comité Central y al ser nombrado delegado para representar al PCM en Moscú, Wolfe se había convertido, efectivamente, en un ideólogo y educador fundamental en el trazado del programa y la práctica de los comunistas mexicanos durante la primera mitad de los años veinte.

Este énfasis en la política radical de mantenimiento de las armas por los campesinos precedió a la noticia que ya para entonces parecía inminente: la expulsión de Bertram D. Wolfe del país, la cual se debió, según el partido, “a la proximidad de la huelga ferrocarrilera, a la cual el partido iba a prestar toda su fuerza, dados los intereses que se ponían en juego. Fue el terror, el pánico, a que continuase instruyendo a los trabajadores; fue el miedo a su actividad antiimperialista. Fue toda su actividad revolucionaria, la que dio al gobierno el tan deseado pretexto para expulsarlo”.14

Como veremos en las conclusiones de este artículo, ello no significaba la ruptura definitiva de las relaciones de Wolfe con nuestro país, pero sí un redimensionamiento de las mismas de manera muy significativa y específica: ya no era la militancia política, sino sus relaciones con Diego Rivera y con el movimiento muralista mexicano.

De hecho, la salida de Wolfe del país iba más allá de él mismo, e implicó el seguimiento del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación. Un informe dirigido al general Calles, pocos días después de que El Machete publicara la noticia, firmado por un tal Juan García el 28 de julio de 1925, indicaba que “[…] creo de mi deber, como mexicano que soy, indicar a usted que la aplicación del artículo 33 al señor Wolfe no llena del todo su objeto, puesto que una de sus parientes [su esposa Ella] funge como secretaria de la Liga Internacional Pro-Luchadores Perseguidos y sigue sirviendo como medio de comunicación a la Junta Directiva de Moscú.”15 Pocas semanas después, Ella se reuniría con su esposo en Estados Unidos.16

Los cursos y talleres de Wolfe

La preparación de los cursos que Bertram D. Wolfe impartió a los trabajadores le significó un gran problema. Según cuenta en sus memorias:

Para conseguir el vocabulario requerido en economía marxista compré una edición de Das Kapital, publicada en Barcelona. La primera oración me impactó hasta hacerme enmudecer. En inglés se lee: “La riqueza de aquellas sociedades en las que el modo de producción capitalista prevalece se presenta como una inmensa acumulación de commodities”. El traductor o traidor de Barcelona hizo leer lo siguiente: “[…] se presenta como una inmensa acumulación de comodidades (comforts).” Busqué a través de librerías antiguas hasta que encontré una traducción de Juan B. Justo que comenzaba: “[…] una inmensa acumulación de mercancías”, y pude volver a respirar otra vez (Wolfe, 1981: 297).

Los documentos de Wolfe en la Biblioteca Pública de Nueva York carecen, muchas veces, de una ubicación cronológica precisa, y algunas otras su datación requiere de fuentes alternativas para poder ubicarlos con mayor precisión (aparte de los datos que la información contenida en los propios legajos puede proveer).

Es por ello que resultan de gran utilidad las notas publicadas en El Machete sobre los cursos y talleres de capacitación y preparación teórica impartidos por Wolfe en distintos locales sindicales.

Particularmente, el número 37 del periódico, del 18 de mayo de 1925, publicó la convocatoria al curso “La lucha de clases en la sociedad capitalista”, en el que se demuestra su utilidad para la orientación de los trabajadores. Además, se ponía énfasis en que la entrada era gratuita y se invitaba a todos los ferrocarrileros y a los obreros en general a asistir. Este taller, según rememoraba el propio Wolfe en sus memorias, “era una mezcla de historia, sociología, economía y pensamiento político”, y se impartió los viernes entre marzo y mayo de 1925, de las 6:30 a las 7:30 pm, en la calle de Lerdo núm. 189, en la Ciudad de México (El Machete, 1925a).

El balance que el dirigente estadounidense hacía de sus cursos muestra el interés creciente que éstos generaron: “Empezando con la modesta clase de los ferrocarrileros carpinteros, fui gradualmente extendiendo mis enseñanzas a los ferrocarrileros de prácticamente todas las especialidades, excepto a los ingenieros de locomotora. Hombres y mujeres de otros sindicatos, miembros del partido y de los círculos intelectuales también acudían” (Wolfe, 1981: 350).

El esquema del curso lo dividió en siete partes: 1. La base económica de la lucha de clases; 2. La base política de la lucha de clases; 3. La táctica de la lucha económica; 4. La táctica política proletaria; 5. Los sistemas y teoría de lucha; 6. El proletariado en la lucha, y 7. El proletariado en el poder.

En el resumen de una clase, escrito por un asistente y publicado en El Machete, en la semana del 5 al 12 de marzo de 1925, se subrayaba que

[…] para el estudio histórico de las transformaciones del estado capitalista es menester tocar históricamente los principios del cristianismo […]. Es bien sabido el trabajo aplastante del cristianismo en la Edad Media para sostener al simbolismo apostólico siempre sangriento y a la Iglesia; que hoy en día sigue triunfando al estar incorporada íntimamente a la clase dominante; una de las incontrastables pruebas es el hecho de que cualquier tentativa de revuelta agraria tiene que luchar contra la Iglesia; ésta ha llegado a ser una institución importante en la política económica del suelo por medio de la difusión del fanatismo entre las masas oprimidas. Las ideas tienen su historia y marchan conforme al tiempo, basándose en la historia económica sin mistificaciones inútiles. El concepto materialista es lo que debe interesar vivamente a los trabajadores en sus luchas del clases (El Machete, 1925b).

La reseña histórica realizada por Wolfe iba desde los romanos y las enseñanzas del cristianismo hasta el momento del maquinismo capitalista. Y señalaba que durante este proceso, en el movimiento obrero encontramos idénticos procedimientos por parte de las clases dominantes: “Los dirigentes de esas clases, sus ‘filósofos’ divinos, sobrehumanos, etc., aconsejan la división de la sociedad en naciones, en clases; la necesidad de la aristocracia, etc. Es más, fomentan la división de los obreros y campesinos en bandos distintos, en organizaciones enemigas. En la presente huelga de tranviarios encontramos una práctica del formidable aforismo político divide y vencerás” (El Machete, 1925c).

Como en la prensa comunista no aparece mayor información sobre este curso, se complementa con las notas mecanoescritas y manuscritas del propio Wolfe. Aquí se presenta sólo una muestra.

Cuando se refiere a la acumulación primitiva (dentro del tema de la base económica de la lucha de clases), Wolfe resalta que en México las fuentes principales de la acumulación son: 1. La tierra (la conquista), los ultrajes, las traiciones, los engaños, el fraude, las torturas, las matanzas, la brutalidad; 2. La esclavitud; 3. El peonaje; 4. Las minas -conquista, esclavitud, apropiación del producto que no se ha sacado, sencillo robo que es la forma menos brutal-, la forma del pirata; 5. El petróleo -de donde viene el dinero invertido gracias al petróleo: las utilidades y muchas veces la inversión; 6. Las concesiones; 7. La reforma; 8. La burocracia, el soborno, el despilfarro. 9. Las revueltas. Y termina:

En general, la acumulación primitiva es la separación del trabajador de la posesión de sus medios de producción. Hay otras fuentes, pero no hay más tiempo. [El carácter didáctico del contenido es ostensible]: Si el capitalista se hace más gordo, el proletario [se hace] más delgado. Toma más, recibe menos. Lo que es bueno para el capitalista es malo para el obrero. Lo que es veneno para el capitalista es dulce para el obrero. Entre la clase productora y la clase poseedora hay un conflicto inevitable, inextinguible: la jornada; el sueldo; la huelga; la revolución. No se puede suprimir hasta que el proletariado toma en sus manos todos los instrumentos de producción y el poder del Estado para abolir el capitalismo.17

Wolfe reconocía que sólo había leído de Lenin las siguientes obras: Los soviéticos en el trabajo, Estado y Revolución y La revolución proletaria y el renegado Kautsky, y al momento de sus cursos leía El imperialismo, fase superior del capitalismo. Sus lecturas de Marx, no especificó cuáles, excepto la ya mencionada de El Capital, provenían de su época militante en Estados Unidos, pero el público al que se dirigía implicaba, necesariamente, que el tono y su sistema de enseñanza fueran en exceso simplistas. En todo caso, esto no desentonaba, en general, con la forma que asumían los artículos de El Machete o los textos de colegas suyos. La explicación de sus intervenciones ante el Congreso de la Internacional Comunista, al menos tal como las sintetiza en las páginas del periódico comunista, muestran un discurso más elaborado, lo cual requería de un tipo de análisis distinto al aquí realizado.

La vinculación de los textos expuestos por Wolfe en sus cursos y la línea política definida por el partido, como decíamos al principio de este trabajo, partía de la base del establecimiento de una sociedad socialista a la que también se podría aspirar, como una etapa superior para remontar el estado de atraso en que se encontraba el país. Para ello, en las circunstancias de ese momento era adecuado seguir los lineamientos que el propio dirigente había conocido en Moscú, y cuya discusión al interior del partido, tal como lo vimos en su polémica con Díaz Ramírez, no sería tersa.

David Priestland señala que el Congreso de la Internacional “lanzó una campaña de ‘bolchevización’ […], lo que quería decir que los partidos miembros tenían que funcionar como parte de un ‘partido bolchevique mundial homogéneo empapado en las ideas del leninismo’” (Priestland, 2010: 136). Sin embargo, como este mismo autor reconoce, esto generó una serie de “subculturas comunistas”, cuyas características dependían, naturalmente, de las condiciones del lugar en el que se pretendían aplicar: “La bolchevización dificultó, pues, la vida de los partidos comunistas nacionales, en parte porque la línea de Moscú podía ser impopular y en parte porque la cultura de la Comintern podía resultar ajena” (Priestland, 2010: 138).

La sección mexicana de la Internacional Comunista se aplicó en la adopción de esta línea política. El Comité Ejecutivo Nacional del PCM, del cual formaba parte el mismo Bertram D. Wolfe, presentó en 1925 un documento titulado “La bolchevización del partido”, en donde se informaba que el lema principal adoptado por el V Congreso de la Internacional Comunista era: “La bolchevización de los partidos comunistas”: “Se trata de hacer que nuestro partido sea un partido ‘bolchevique’, es decir, capaz de hacer lo que ha hecho el partido ruso. Se trata de hacerlo bolchevique en su forma, en su orientación y en su acción” (Concheiro y Payán, 2014: 170).

Este documento destacaba algo acerca de lo cual Wolfe había insistido enfáticamente desde su llegada al país: el tema de la necesaria educación de los integrantes del partido en los principios del marxismo-leninismo, y la urgencia de establecer una sección de teoría en el órgano informativo del partido, El Machete, así como “el nombramiento de un director de educación en el partido, el cual se encargará del establecimiento de clases en los locales, para estudiar el programa del partido, el ABC del comunismo, y otros temas sencillos semejantes” (Concheiro y Payán, 2014: 175). Finalmente, llamaba a la creación de un curso sobre la teoría y la táctica comunista para los delegados, la traducción y publicación por parte del PCM de varias obras de Lenin, Marx, Engels, Bujarin, etcétera. y “la publicación por el partido del literatura concreta sobre la economía, agricultura y condiciones de vida y de trabajo, y sobre los problemas nacionales e internacionales de México” (Concheiro y Payán, 2014: 175). Exactamente, el trabajo de educación que Wolfe intentó realizar mediante sus cursos y seminarios y cuyo éxito, fuera de algunos círculos pequeños de trabajadores, fue más bien reducido.

Consideraciones generales

Durante los años sesenta, rememorando su estadía en México y la relación que había establecido con Diego Rivera en los años veinte, Wolfe comentaba que siendo ambos miembros del Comité Central del Partido Comunista de México, le sugirió al pintor que se retirara del partido y quedara únicamente como simpatizante, pues en ese momento ya era claro que la gigantesca labor de su obra mural en los edificios públicos de la capital del país no le permitía atender con eficacia sus actividades como dirigente partidista. Lo anterior significó un distanciamiento con el artista, pero muestra la puntillosidad con la que el político estadounidense caracterizaba la labor de un militante, y más aún de un dirigente de la agrupación comunista (Wolfe, 1994: 187-189).18 De ahí también se desprende su insistencia en la tarea educativa por parte de todos los militantes del partido, ya que era notoria la falta de preparación de la mayoría de ellos para entender el marco conceptual con el cual se pretendía el acercamiento a la realidad mexicana de aquellos años. Naturalmente, esto tenía una importante dosis de idealismo, pues a una población mayoritariamente analfabeta, y de manera particular en sus sectores menos proclives a cualquier forma de pedagogía educativa (la cruzada vasconcelista por la educación apenas comenzaba a echarse a andar), lo anterior le parecía ajeno e incomprensible: las condiciones del país no eran adecuadas para un pleno, e incluso mínimo, desarrollo en este sentido.

La vinculación entre las ideas pedagógicas de Wolfe y la definición de la línea política del PCM está presente en las diversas publicaciones que el mismo partido materializó, en primer lugar por medio de la persistente lucha de su órgano informativo, El Machete, pero también en los periódicos de otras organizaciones relacionadas con él, como la Liga Antiimperialista de las Américas o el Socorro Rojo Internacional, e incluso en la prensa nacional, como en El Demócrata. Además, algunos de los textos del estadounidense, como su trabajo sobre la cuestión agraria o sus estudios sobre el imperialismo, aparecieron como folletos de divulgación en forma paralela a su aparición en El Machete. Así, justo como mencionan Jeifets y Reynoso, Wolfe se convirtió en uno de los principales ideólogos del partido y su punto de vista sobre la estrategia y tácticas a seguir fue determinante.

Para terminar, resulta conveniente hacer un par de anotaciones sobre las características de la documentación examinada. Los documentos de Bertram D. Wolfe se encuentran en dos repositorios principales, ambos en Estados Unidos. El primero, en la Biblioteca Pública de Nueva York, englobado de manera general en la Colección Bertram D. Wolfe, que posee la información sobre la labor del activista en Puerto Rico, América Latina, México y Estados Unidos. El segundo es la colección que se localiza en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, en donde añadidos a algunos manuscritos similares a los del primero, se encuentran los archivos de su esposa Ella, cuya combinación arroja un valioso acervo para el conocimiento de la historia del comunismo mexicano, latinoamericano y estadounidense.

La consulta detallada de ambos fondos documentales es el referente obligado para hacer la reconstrucción no sólo de la vida de este personaje, sino también de la historia del comunismo mexicano y latinoamericano.

La segunda anotación tiene que ver con la relación que Wolfe mantuvo con nuestro país después de su expulsión en julio de 1925. Sabemos, por la cantidad de trabajos que publicó hasta sus últimos días, en 1977, que su interés por el comunismo, la Unión Soviética, el marxismo y sus principales exponentes, así como sobre la Guerra Fría, se mantuvo vivo a lo largo de prácticamente toda su vida.

Textos como La naturaleza de la crisis capitalista, de los años treinta; Tres que hicieron una revolución, una historia biográfica, de 1948; Seis llaves al sistema soviético, de 1956; Leninismo, de 1964; Marxismo, cien años en la vida de una doctrina, de 1967; Una ideología en el poder: reflexiones sobre la revolución rusa, de 1969; Revolución y realidad: ensayos sobre el origen y destino del sistema soviético, de 1981 (póstumo), y el conjunto de ensayos que se han escrito sobre él: Rompiendo con el comunismo: la odisea intelectual de Bertram Wolfe, editado por Robert Hessen en 1990, y otros, conviven al lado de publicaciones como Retrato sobre México y Retrato sobre América, escritas junto con Diego Rivera, y lo que quizá sean sus obras más conocidas e importantes: Diego Rivera: His Life and Times, de 1939, y La fabulosa vida de Diego Rivera, publicada después del fallecimiento del pintor a finales de los años cincuenta. Una atenta lectura de estas obras resulta necesaria para entender lo que Octavio Paz llamó la “revolución cultural” que tuvo lugar en nuestro país en los años veinte y treinta.

Mención especial merece su autobiografía, A Life in Two Centuries, publicada en 1981 por Stein and Day, que en más de setecientas páginas presenta un relato cercano y fundamental de un actor que estuvo presente en los momentos cruciales de las organizaciones comunistas tanto de México como de Estados Unidos. De importancia singular es la descripción que hace del grupo de slackers con los que coincidió y trabajó en nuestro país, durante una de las facetas más controvertidas de los regímenes revolucionarios de aquellos años, como lo fue el apoyo que externó a críticos como Carleton Beals, Anita Brenner, Charles Shipman, Lynn Gale, y muchos otros, entre los que también se encontraba el propio Wolfe.19

Como se comentó líneas arriba, la forma en la que la prensa comunista comunicó sobre la expulsión de Wolfe del país y su posible imbricación con la huelga ferrocarrilera que ya se vislumbraba, al final de la nota en El Machete, resalta un tono extraño, que trata de ser positivo pero que a su vez es críptico:

La expulsión de Wolfe es la poda saludable. La sangre potente de la clase trabajadora se inyectará con más energía en el Partido Comunista al que quiere y en el que confía […]. Todas las organizaciones deben protestar. Las expulsiones de trabajadores, son la represión contra la clase trabajadora. Hoy por el camarada Wolfe, mañana por los muertos, heridos y prisioneros. ¡Todos a la protesta! (El Machete, 1925d).

En estas palabras se palpa incluso un cierto respiro frente a la salida forzada de su camarada. ¿Sería así? En fin, cosas del lenguaje comunista de aquellos años. En todo caso, este personaje marcó toda una época en la labor educativa y de acción política del Partido Comunista de México, pues fue uno de los pocos que tuvo acceso, quizás de manera limitada y defectuosa, a los principios que organizaban la acción política de su agrupación: el marxismo. Los conceptos y las categorías que estructuraron la acción de los comunistas en nuestro país frente a la Internacional Comunista (su participación en sus Congresos) y frente al propio Estado y la sociedad mexicanos se construyeron históricamente por los actores más destacados del periodo (sin duda Wolfe es uno de ellos). Esa doble tensión, los dictados de una organización supranacional a la que pertenecían y la relación compleja y contradictoria con el régimen emanado de la Revolución, no permitía una reflexión tersa y equilibrada, ya que en general se encontraban bajo asedio y en riesgo permanente de represión o, como en este caso, de deportación. Sólo la vinculación orgánica entre historia y teoría social -conocimiento de los procesos del pasado y los fundamentos de la reflexión teórica para la acción- nos permitirá conocer de manera sistemática la lucha y el fracaso de la labor revolucionaria de estos actores políticos.

Archivos

AGN

(Archivo General de la Nación). Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales

NYPL

New York Public Library). Bertram Wolfe Collection

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1 “Todos los partidos comunistas, sin importar cuan estalinizados y serviles fueron, invariablemente asimilaban muchas de las características de la cultura nacional así como las tradiciones no marxistas y no comunistas de su país” (Carr, 2007: 522).

2Un estudio de este tipo es el que realiza Raphael Samuel (2006) para la Gran Bretaña de los años cuarenta en el libro The Lost War of British Communism.

3Un estudio reciente sobre las derechas a nivel iberoamericano durante los años veinte es el que coordinaron Ernesto Bohoslavsky, Daniel Jorge y Clara Lida (2019), en el cual el caso mexicano es analizado por Ricardo Pérez Montfort.

4Todos estos textos serán citados a lo largo de este ensayo.

5Un apoyo útil para el inicio de esta labor es el libro de Óscar de Pablo (2018).

6La fecha exacta de la llegada de Wolfe es incierta. Víctor y Lazar Jeifets la ubican en 1922, y Taibo y Daniela Spenser entre diciembre de 1922 y principios de 1923. Wolfe mismo es ambiguo al respecto: sólo menciona que Roberto Haberman fue quien firmó el cable en el que se le notificaba su nombramiento como maestro de inglés en el sistema de secundarias de la ciudad de México (Jeifets y Jeifets, 2015: 651; Taibo, 1986: 188; Spenser, 1991: 6, y Wolfe, 1981: 277). Alicia Azuela sostiene erróneamente que Wolfe participó en la fundación del Partido Comunista Mexicano lo cual, como sabemos, sucedió en 1919 (Azuela, 2005: 237).

7Wolfe publicó diversos artículos en El Libertador bajo ese seudónimo durante los meses de marzo, junio, julio y agosto de 1925, sobre las razas, el capital financiero y la problemática indígena (Melgar, 2015: 138-139). Sobre su papel como dirigente de la Liga y colaborador de este periódico, véase Kersffeld (2012: 49-53). También tuvo una colaboración destacada con Pedro Henríquez Ureña en la elaboración de un libro denominado Romances tradicionales de México, respecto del cual Henríquez Ureña menciona que “durante el año 1923 dirigí en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional de México un seminario sobre los elementos populares en la literatura hispanoamericana. Uno de los estudiantes, Mr. Bertram D. Wolfe, tomó a su cargo la tarea de coleccionar romances y corridos. Juntando sus esfuerzos y los míos hemos logrado reunir los romances que van a continuación”. Wolfe hace referencia a esta experiencia de manera muy halagadora (Wolfe, 1981: 354).

8“Carta del Secretario del Partido Comunista de México Manuel Díaz Ramírez a Edgar Woog”, 5 de mayo de 1924, en Jeifets y Schelchkov (2018: 1017). Para Wolfe, según escribiría meses después, Díaz Ramírez sólo daba problemas y sus actividades se limitaban a “la pasividad, el oportunismo y el sabotaje”, en “Bertram Wolfe a Edgar Woog”, 27 de enero de 1925, en Jeifets y Schelchkov (2018: 1022).

9Sobre la estancia de Wolfe en Moscú como delegado, véanse Taibo (1986: 243-246), Martínez Nateras (2016: 142), y Jeifets y Jeifets (2015: 652, y 2017: 79).

10Daniela Spenser menciona que “en 1924, El Demócrata publicó una serie de treinta y cuatro elogiosos artículos del comunista norteamericano Bertram Wolfe sobre los éxitos del socialismo soviético” (Spenser, 1998: 71). Estas mismas reflexiones aparecieron en el periódico El Machete.

11En sus apuntes preparatorios para este Congreso, Wolfe añadía que “esto es por la persistencia de sistemas comunistas primitivos en México […] y por la naturaleza de la economía rural mexicana”. New York Public Library, Bertram Wolfe Collection, “Communism and the Mexican Peasantry”, caja 3, p. 2.

12De acuerdo con Víctor y Lazar Jeifets, el III Congreso Nacional del PCM fue el que definió la ruptura de los comunistas mexicanos con el gobierno de Calles (Jeifets y Jeifets, 2017: 78).

13Los borradores de Wolfe rumbo a su participación en el Congreso de la Internacional Comunista subrayaban la urgencia de que los campesinos se armaran “y, sobre todo, mantengan por la fuerza las armas que les eran distribuidas de tiempo en tiempo durante crisis revolucionarias cuando el gobierno tiene necesidad de su ayuda contra los grandes terratenientes y otras fuerzas contrarrevolucionarias”. Véase NYPL. Bertram Wolfe Collection. “Communism and the Mexican Peasantry”. Caja 3, p. 2.

14“La expulsión de Wolfe”. El Machete 40: 1, 16 de julio de 1925. Una explicación muy similar sobre su expulsión la dio varios años después su esposa Ella (Spenser, 1991: 10).

15“Informe sobre Elías Barrios y sobre Bertram y Ella Wolfe”. Archivo General de la Nación (AGN)/Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS), 315-317 (Tomo I, Caja 260, Expediente 3, folio 74. México, D.F., julio-agosto de 1925).

16“Informe del agente confidencial número 20 al Jefe de Departamento”. Aquí se asentaba que “la Sra. Wolfe abandonó esta capital desde los primeros días del mes de julio próximo pasado, dirigiéndose a los Estados Unidos con el objeto de reunirse con su esposo, que lo es el citado Sr. Wolfe, a quien se le aplicó el artículo 33 constitucional. Desde la salida de esta capital de la Sra. Wolfe, desapareció la Liga [Internacional Pro-Luchadores Perseguidos], pues la citada señora se llevó consigo los libros y papeles pertenecientes a la misma, desapareciendo asimismo el local donde tenían verificativo las juntas”. Archivo General de la Nación, Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, 315-317. México, D.F., 26 de agosto de 1925.

17NYPL. Bertram Wolfe Collection. “Mexico and Latin America. La lucha de clases”. Caja 3.

18Estos dos personajes retomarían plenamente su amistad en los años treinta. Sobre ello escribe en detalle Lear (2017: 76-88).

19Barry Carr advierte sobre la utilización de esta autobiografía, pues “las memorias de Wolfe deben ser consideradas con mucha cautela, ya que su versión está influida por sus subsecuentes posturas anticomunistas y una tendencia general a exagerar sus propias y excepcionales cualidades como analista de la sociedad mexicana” (Carr, 1996: 336). Frente al cuidado que implica la utilización de cualquier testimonio directo de los participantes en algún hecho histórico, también es cierto, tal como hemos visto en los documentos analizados, que el papel desempeñado por Wolfe durante la primera mitad de la década de los años veinte fue crucial para el Partido Comunista.

Recibido: 18 de Diciembre de 2019; Aprobado: 27 de Septiembre de 2020

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