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Sociológica (México)

versão On-line ISSN 2007-8358versão impressa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.35 no.99 Ciudad de México Jan./Mar. 2020  Epub 09-Mar-2021

 

Traducciones

Becker, Goffman y la antropología en Brasil1

Becker, Goffman, and Anthropology in Brazil

Gilberto Velho

Traducción:

César Ángeles García* 

Luis Alberto Hernández Cerón* 

Giovanna Stefanello e Lopes** 

*Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH)

**Universidade Federal da Integração Latino-Americana


RESUMEN:

El autor trata la influencia de las obras de Erving Goffman y de Howard S. Becker en la ciencia social brasileña, particularmente en el desarrollo de la antropología urbana. Comenta su experiencia y contacto con la Escuela de Chicago, destacando a esos dos sociólogos, al tiempo que considera sus visitas a Brasil. Menciona sus trabajos publicados por editoriales brasileñas y señala su repercusión. Apunta, también, algunas diferencias entre las dos obras dentro de la tradición interaccionista.

ABSTRACT:

The author looks at the influence of the work of Erving Goffman and Howard S. Becker on Brazilian social science, specifically for developing urban anthropology. He relates his experience and contact with the Chicago School, focusing on these two sociologists, including their visits to Brazil. He mentions their works put out by Brazilian publishing houses and also points to certain differences between their two bodies of work in the interactionist tradition.

PALABRAS CLAVE: interaccionismo; antropología urbana; desviación

Key words: interactionism; urban anthropology; deviation

A propósito de la lectura. la Escuela de Actividad de Chicago: el desafío de cruzar fronteras disciplinares2

Uno de los caminos por los que la sociología pasó fue por una coyuntura histórica en el siglo XX en Estados Unidos, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Esa coyuntura permitió que la sociología no sólo tuviera una “movilidad” de su lugar natal -Francia, Europa- sino que su investigación se sofisticó paulatinamente (Joas, 1991: 112) con una marcada orientación empírica, dejándose el análisis conjetural en un segundo plano; esa especie de animal llamado “teoría en general” (Becker, 2011: 15) aparecía como un mito, y en su lugar surgían teorías de asuntos específicos y se diversificaba el análisis, aunque claro con ejes clave sobre el orden, el significado, la práctica, el saber y los cambios sociales en el mundo (Benzecry et al., 2019: 11-31). La pluralidad teórica no se convirtió en estorbo sino en una multiplicidad con un relativo acuerdo sobre la acción, el orden y la posibilidad de cambio social (Joas y Knobl, 2016: 27), además de que también emergió un fenómeno interno a la propia sociología, es decir, una escuela de actividad investigativa. Su nacimiento, se ha acordado históricamente, se produjo en la Universidad de Chicago. Howard Becker ha sido uno de los principales cazadores del mito de la Escuela de Sociología de Chicago como “escuela de pensamiento”, en donde la reflexión es unidireccional. Por el contrario, privilegia el término “teorías específicas”, no de mediano sino de corto alcance (Goffman, 1991).

Desde 1895 la sociología de Chicago se instauró como disciplina y en ese mismo año se creó el American Journal of Sociology gracias a los aportes de Albion Woodbury Small. Hasta la fecha, han pasado 124 años de lo que Durkheim (1959: 156) esperaba gustoso, es decir, cultivar una cultura sociológica. La disciplina ganó dignidad y autoridad académica, así como científica; quizá también combinó su carácter esotérico con los éxitos mundanos, y quizás incluso ha flaqueado; es lógico, pues ella es producto de lo que estudia; esos 124 años han brindado líneas de investigación plurales, entre las cuales el interaccionismo simbólico de Herbert Blumer es sólo una de tantas. Otras son las de George Herbert Mead, John Dewey, William I. Thomas, Robert Erza Park, Everett Hughes, Lloyd Warner, Joseph Gusfield, Howard Becker o Erving Goffman, por nombrar unas cuantas. Chicago no fue la única universidad que cultivó líneas investigativas; lo hicieron, asimismo, Harvard con Talcott Parsons y Pitirin Sorokin, o Columbia, con Robert K. Merton o C. Wright Mills, entre varias más.

La Escuela de Sociología de Chicago destacó por el ojo sociológico enfocado en lo empírico, la etnografía, las teorías específicas, los diarios de campo y, en general, apostó por la investigación sobre el terreno. Lo característico de Chicago es que la actividad investigativa incluía lo que Víctor Payá (2017) ha tomado como bandera, “el uso crítico de la[s] teoría[s]”. Esa actividad sociológica se fundó con cuestiones periféricas, desde la artesanía metodológica, que dio un viraje a los análisis de Durkheim, Weber o Simmel, hasta la entrada de la antropología, pero de una antropología periférica que no se dedicaba a analizar sociedades no civilizadas (Radcliffe-Brown, 1986), sino a las sociedades modernas, una sociología que se alejaba de la escritura pomposa (Mills, 2010) o con clase (Becker, 2012), desdibujando los límites entre ambas disciplinas. Trató temas que irritaban a otras disciplinas, como la psiquiatría o la comunicación, o que ponían a dudar las agendas pública y científica “serias” respecto de las adiciones con sustancia; tales son los casos de Alfred Lindesmith o Howard Becker.

El desafío de una sociología de actividad investigativa desdibuja las fronteras disciplinares, catalogando a los investigadores de la sociología de Chicago como eclécticos o, en su defecto, como pura doxa. Esta forma de “hacer” el oficio forma a los investigadores de lo social en genuinos artesanos intelectuales, como lo menciona Gilberto Velho, cultivando su propio coctel particular, fuera del eslogan teórico.

Las teorías nos permiten observar hechos, fenómenos, acciones sociales, pero el investigador necesita de la observación de las personas en acción, de las personas haciendo cosas. Por lo tanto, la naturaleza de las teorías sociales dista mucho de los paradigmas que Kuhn (2015: 93-94) analizó para la física o la biología o la química. Las investigaciones han formado discusiones que no son modas, propiamente dichas, ya que son recuperadas, releídas, reinterpretadas, traducidas; tal es el caso de Gilberto Velho. Un antropólogo urbano, amigo de Howard Becker y representante de la Escuela de Sociología de Chicago en Brasil. La traducción de un texto de este autor que presentamos a continuación nos muestra claramente el desafío de cruzar fronteras disciplinares, en el caso de Velho, las de la sociología y la antropología (dupla clásica),3 con lo cual se generan resultados de investigación provechosos, ya que exigen al investigador un oficio de lecturas eclécticas, “ojalá en el mejor sentido” -escribe Velho en otro texto-, un oficio de observación sobre el terreno y un uso crítico de las teorías.

El desafío no sólo trae consigo este aspecto positivo sino uno “negativo”, aquel que Goffman (1991) anunciaba respecto de Ray Birdwhistell o Gregory Bateson, destinados a trabajar en la periferia, a ser criticados por no tener datos duros, a ser etiquetados como diletantes, pero bien sabrá Dios que aunque se nos diga “que podríamos estar contentos si nos cambiaran todo lo que hemos producido hasta ahora por un par de buenas distinciones conceptuales y una cerveza fría” (Goffman, 1991: 205), lo cierto es que no estamos produciendo investigadores en masa y de mala calidad como suele suceder con la comercialización de algunas disciplinas. Aun después de 124 años4 tenemos un par de cosas, “la facilidad para mantener un espíritu libre e independiente frente a cualquier elemento de la vida social y la cordura para buscar sólo en nosotros y en nuestra disciplina esta aspiración” (Goffman, 1991: 205). El desafío de la escuela de actividad desdibuja las fronteras disciplinares en favor de la investigación; forma a los investigadores en el uso crítico de las teorías; irrita a los investigadores ortodoxos de los datos duros; forma el ojo sociológico por el cual clamaba Everett Hughes para cazar mitos (Elias, 2008); irrita y molesta (Giddens, 2001; Bourdieu, 2017) a las agendas política, pública y a las de otras ciencias por poner en evidencia fenómenos sociales prejuzgados, como lo es el caso que ocupó a Becker y a Velho de la desviación social.

Traducción de Becker, Goffman y la antropología en Brasil

Es necesario hacer comentarios y observaciones de orden personal en este trabajo pues, seguramente, existe una clara dimensión de relaciones interpersonales que explica, en parte, el asunto investigado. Sin embargo, se trata de un fenómeno más generalizado y nada inusual; creo que será útil explicitar algunos hechos y circunstancias inevitablemente conectadas a mi trayectoria profesional y personal.

Hijos de inmigrantes judíos, de origen relativamente modesto, Goffman y Becker ascendieron socialmente, a través del trabajo intelectual y de la vida académica, y lograron gran prestigio y notoriedad. Después de iniciar la carrera en que enfrentaron vergüenzas y dificultades de diversas naturalezas, Goffman, canadiense, y Becker, de Chicago, construyeron trayectorias profesionales brillantes y se tornaron figuras exponenciales de su profesión, tanto en Estados Unidos como internacionalmente. Estudiantes y compañeros del Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago a finales de los años cuarenta, a principios de los cincuenta tomaron rumbos diferentes, aunque mantuvieron siempre algún contacto.

Los trabajos de Goffman empiezan a ser más conocidos en Brasil a mediados de los sesenta. Las ciencias sociales en este país tenían como referencias principales, en aquel entonces, al marxismo y al estructuralismo, con sus diferentes versiones y facciones. El nacionalismo antiimperialista y el propio régimen militar, con las radicalizaciones a ellos asociadas, no constituyeron propiamente un estímulo a la divulgación de autores estadounidenses, principalmente por no presentar conexiones de manera nítida en cuanto a la preocupación de análisis más amplios y procesos sociohistóricos, pues en la propia formación de las ciencias sociales en Brasil hubo influencia de autores y científicos como Donald Pierson, Emilio Willems, Charles Wagley, entre otros. Ahora bien, en los años siguientes al golpe militar de 1964, aunque también en el periodo anterior a este acontecimiento, se produjo una fuerte tendencia de rechazo a la producción estadounidense, tachada de empirista y poco sofisticada. Una excepción era C. Wright Mills, cuya obra, influenciada por Marx y Weber, presentaba un fuerte componente crítico en relación con la sociedad capitalista, particularmente con los propios Estados Unidos (Mills, 2013).5

Sin embargo, ya más cerca del final de la década de 1960, el creciente interés por el análisis de la política de lo cotidiano permitió una apertura mayor respecto de los estudios clasificados, a veces de forma un tanto peyorativa, como “micro”. Este cambio ocurre con una valoración de otros tipos de preocupaciones, tales como, significativamente, aquellas evidenciadas en la obra de Michel Foucault (2015). Fue una época de contracultura, de mayo de 1968, de estilos de vida alternativos. Es dentro de este contexto que pasan a interesarse por Goffman, sobre todo los antropólogos y profesionales del área psi. Aunque con un cierto retraso, algunos de sus textos empiezan a publicarse. Diferentes editoriales lanzaron, con buena receptividad, La representación del yo en la vida cotidiana (2009), Internados: ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales (2012) y Estigma: la identidad deteriorada (2010). La representación del yo y Estigma fueron publicados en colecciones dirigidas por antropólogos, como Roberto DaMatta y Castro Faria, en la editorial Vozes, y por mí, en Zahar. En los setenta crece progresivamente, por lo tanto, el interés por Goffman, acompañado de manera clara por la aproximación entre antropólogos y el área psi (Duarte, 2000). El análisis de lo cotidiano y de las relaciones interpersonales, en una perspectiva socioantropológica, estimuló el desarrollo de trabajos e investigaciones con una preocupación interdisciplinar.

En 1971, después de haber concluido mi maestría en el Programa de Posgraduación en Antropología Social (PPGAS) del Museo Nacional asistí, como special student, a diversas clases en el Departamento de Antropología de la Universidad de Texas, en Austin. Allí tomé seis cursos, uno de los cuales fue impartido por el doctor Ira Buchler sobre “Etnografía de los hospitales psiquiátricos y las cárceles”. Mi disertación de la maestría, posteriormente publicada, constituyó una investigación sobre el barrio de Copacabana (Velho, 1971), sin duda escrita a partir de la influencia del libro Estigma, de (Goffman Velho, 1973). Leí algunos otros textos de él, pero fue en este curso en Texas donde tuve la oportunidad de profundizar y ampliar mi conocimiento no sólo sobre su obra, en términos generales, sino también sobre su tradición interaccionista asociada con la Escuela de Chicago, así como de descubrir, particularmente, a Howard S. Becker, quien se tornó una referencia fundamental para mi trabajo posterior. El enfoque en la problemática de la desviación, asociado con la labelling theory, hacía de Becker uno de sus principales exponentes, quien se destacó con su libro, hoy clásico, Outsiders: hacia una sociología de la desviación (Becker, 2009a).

Al regresar a Brasil, en 1972, me dediqué a dar clases en el PPGAS del Museo Nacional donde, entre otros emprendimientos, divulgué de una manera más sistemática la producción de la tradición interaccionista, con énfasis en Goffman y Becker. En 1974 publiqué la obra colectiva Desviación y divergencia: una crítica de la patología social, con artículos míos y de alumnos de un curso sobre esa temática, en la cual los dos autores son centrales y recurrentes. Uno de mis textos se tituló: “Estigma y comportamiento desviado en Copacabana”, que había sido publicado por primera vez en la revista América Latina, y más tarde traducido en Social Problems (Velho, 1978). En él busqué articular las perspectivas de Goffman y Becker en torno a mi material de investigación que originó el libro La utopía urbana. En mi introducción a Desviación y divergencia traté de establecer relaciones complementarias entre el abordaje interaccionista y los autores de la antropología social británica, como Evans-Pritchard y Mary Douglas, específicamente a través de la temática de las acusaciones.

En esta época, aunque Goffman ya fuese conocido en Brasil no se podía decir lo mismo de Becker. Hay una curiosa historia en esta línea, que implica una reflexión sobre el azar (Peirano, 1995), que vale la pena recordar. El propio Becker vendría a comentarla (Becker, 2009b).6 Algún tiempo después de la publicación de Desviación y divergencia, conocí a un miembro del staff de la Fundación Ford en Río de Janeiro, Richard Krasno, en una reunión social. Él había leído el libro, le gustó mucho, me contó que era amigo personal de Becker y me pidió un ejemplar, para enviárselo. Así lo hizo, y se estableció un puente entre nosotros. Me quedé sorprendido cuando recibí, meses después, una carta de Becker con comentarios y observaciones complementarias a Desviación y divergencia. Sabía español y se dedicó a estudiar portugués para leer el libro y, después, para leer otros trabajos que le envié. Más tarde, además, él publicaría una estimulante reseña en Contemporary Sociology sobre Desviación y divergencia y sobre Garotas de Programa, de Maria Dulce Gaspar (Gaspar, 1985; Becker, 1986a).

Fue en 1976, por lo tanto, que establecimos relaciones más efectivas. En el inicio del año, recién doctorado, asistí, como visiting scholar, al Departamento de Sociología de la Northwestern University, en Evanston, Illinois, donde Becker daba clases. Allí me quedé durante un mes y medio, disfrutando de las delicias del invierno de Chicago, además de dedicarme a conocer más a la Escuela de Chicago, particularmente los trabajos de Everett Hughes y de Herbert Blumer, antiguos profesores de Becker y Goffman. A partir de esta estadía me acerqué más a y maduré mi conocimiento sobre estos autores, así como acerca del linaje académico al que pertenecían. Retomé mis lecturas de George Simmel, referencia original de ese linaje y autor clave para todo el desarrollo del interaccionismo, así como de Thomas, Park, Mead, Wirth, etc. En el segundo semestre de 1976 fue el turno de Becker de venir a Brasil como profesor visitante en el Museo Nacional, consolidándose nuestro intercambio individual e institucional. Él dio un curso junto conmigo e impartió conferencias en el Museo Nacional, en el Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro, en las universidades de Brasilia, São Paulo y Campinas. Asimismo, platicó con profesores y alumnos y estableció un contacto más diversificado con la ciencia social brasileña, devorando libros y artículos. A partir de esa vez, hasta hoy mantiene contacto regular conmigo7 y con otros compañeros brasileños. Vino a Brasil dos veces más, en 1978 y 1990. Recibió alumnos nuestros que orientó en el doctorado completo o en la “beca-sándwich”.8 Divulgó en Estados Unidos trabajos de autores brasileños, como Antônio Candido de Mello e Souza, cuya obra le despertó gran interés y admiración; llegó a traducir a Candido Mello e Souza y a editar una colección de textos suyos (Becker, 2009b; Candido, 2007). En 1992 publicó en la revista Sociological Theory un dossier con textos de autores brasileños, en el cual valoraba, con énfasis, la ciencia social de nuestro país.

Además de los trabajos sobre desviación, otras vertientes de la obra de Becker estimularon su interlocución con científicos sociales brasileños. Sus textos sobre arte, fotografía, ocupaciones y trabajo de campo despertaron gran atención. Tuve la oportunidad de presentar en Brasil dos obras colectivas coordinadas por él -Una teoría de la acción colectiva y Métodos de la investigación en las ciencias sociales, publicadas respectivamente por Zahar, en 1977, y por Hucitec, en 1993.

Su segunda visita fue en octubre de 1978, en ocasión del Primer Simposio Internacional de Psicoanálisis, Grupos e Instituciones, realizado en el Copacabana Palace. Algunos meses antes yo fui contactado por uno de los organizadores del simposio, Luís Fernando de Mello Campos, que ya conocía a través de mi diálogo con el área psi y, específicamente, con Sérvulo Figueira (Duarte, 2000). Me invitaron a participar y me pidió que le ayudase en la intermediación de la invitación para que Becker y Goffman viniesen. El primero no sólo aceptó prontamente nuestra invitación, sino que también fue intermediario para contactar a Goffman, de quien fue compañero como estudiante en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago y con quien tiene acceso directo.9 Los dos ya eran, probablemente, los sociólogos más conocidos de un grupo particularmente brillante que incluía, entre otros, a Anselm Strauss, Eliott Freidson, Tomatsu Shibutani y William Kornhanseur. En 1978, Goffman estaba en el ápice de su carrera, con 56 años de edad. Becker, aunque contemporáneo suyo, era más joven, nacido en 1928. Cuatro años después, en 1982, Goffman falleció. Por lo tanto, su estadía de cuatro o cinco días en Río de Janeiro en 1978 fue la única ocasión en que estuvo en Brasil. Estaba en la cúspide de la fama y era reconocido por ser una persona excéntrica, difícil e imprevisible. Probablemente no hubiera venido si no fuese por el interés que Becker le despertó sobre Brasil y Río, así como por la seguridad de la compañía de un viejo amigo y compañero. El simposio fue un gran evento, con la presencia de varias estrellas. Además de los dos amigos, vinieron Franco Basaglia, Robert Castell, Thomas Szasz y diversos psicoanalistas de muchas orientaciones. Vino también Shere Hite, que recientemente publicó un libro feminista de denuncia que se volvió best seller internacional: El estudio Hide: un estudio de la sexualidad femenina. Entre palestras, comidas y fiestas fueron días muy animados y curiosos. Goffman pronunció una brillante conferencia, que interrumpió al ser fotografiado por una alumna en la audiencia. No toleraba que lo fotografiaran sin previa autorización. Afirmó que se trataba de una invasión de privacidad. Fue necesaria la ayuda de Becker para que regresase y terminase su conferencia, que fue un enorme éxito. Hablo sobre performances, frames, teoría de juegos e interacción. Participó también conmigo y con Becker en una mesa redonda donde habló sobre el psicoanálisis y las ciencias sociales. Becker, en su segunda visita, ya conocía a muchas personas y hablaba razonablemente el portugués, lo que impresionó mucho a su colega de Chicago. En general, Goffman fue cordial, aunque confirmase, como en la conferencia, una imagen de una persona un tanto excéntrica. Se preocupaba siempre en mantenerse actualizado acerca de la bolsa de Nueva York, a través del sistema de comunicación del hotel. Se declaró impresionado con la gestualidad de los brasileños, que comparó con la de los italianos. Se preocupaba por etiquetas y “rituales de interacción” para no cometer ningún error o impropiedades. Se relacionó con Shere Hite, quien despertaba gran interés en los medios de comunicación. Su estancia fue rápida, pues se fue antes del final del simposio, pero dejó una fuerte impresión como intelectual y como personaje. La relación entre él y Becker era de proximidad, aunque mantuviesen estilos muy distintos. Mientras que Goffman tenía, claramente, el estilo más difícil y excéntrico, Becker era afable y accesible, aunque a veces se enojase un poco con las cosas extrañas que hacía su amigo. Fue, sin dudas, de las situaciones más interesantes desde el punto de vista interdisciplinar, porque además de los profesionales del área psi, participaron en el simposio, como expositores o asistentes, varios científicos sociales brasileños, así como estudiantes.

La presencia de Goffman y Becker ayudó a valorizar en Brasil la contribución de la ciencia social estadounidense en el tema de individuo y sociedad, a través de la Escuela de Chicago y, específicamente, de la línea interaccionista. Ambos no veían como barreras los límites académicos entre sociología y antropología. Los cruzaban, los consideraron innecesarios o, incluso, como fuente de malentendidos. Conviene recordar que en la Universidad de Chicago, durante casi cuarenta años, hasta 1929, funcionó un único departamento con antropólogos y sociólogos. Autores como Park, Thomas y Hughes trabajaron con las bibliografías de sociedades tribales, tradicionales, modernas, urbanas (Velho, 1999). Becker y Goffman fueron alumnos de Lloyd Warner, antropólogo que estudió las sociedades tribales y la sociedad moderna estadounidense (Warner, 1964 y 1968) y que, incluso, orientó a Goffman. Becker estaba más conectado a Hughes, quien hizo un estudio sobre la comunidad francesa en Canadá y se dedicaba a investigaciones sobre ocupaciones y relaciones raciales. A pesar de las diferencias de estilo y énfasis, todos valoraban la investigación y el trabajo de campo. El contacto y el diálogo con Hughes fueron muy importantes para la formación de los dos compañeros.

Goffman realizó dos investigaciones básicas que formaron toda su carrera: en las islas Shetland y en un hospital psiquiátrico. Becker trabajó con estudiantes de medicina, con usuarios de drogas y con músicos de jazz, entre otros grupos. Ambos hicieron entrevistas y observaciones directas, además de investigaciones bibliográficas. Una de las últimas posiciones que Goffman ocupó fue la de profesor de antropología y sociología en la Universidad de Pensilvania. Su carrera fue más corta, falleció a los sesenta años. Becker sigue activo y productivo a los setenta y tres, aunque ya no da clases regularmente, algo que hizo hasta hace poco. Dicta conferencias e imparte cursos breves, viaja frecuentemente a Francia, donde sus trabajos, como los de Goffman y los de la Escuela de Chicago en general han sido más valorados en los últimos veinte años, después de mucho tiempo de desconocimiento y relativa indiferencia. Becker, tanto en Northwestern, donde trabajó largo tiempo, como en la Universidad de Washington, en Seattle, recibió, como ya fue dicho, a alumnos brasileños y mantuvo intercambio permanente con Brasil, por medio de cartas, por teléfono y, en los últimos años, por correo electrónico. Su última visita fue en 1990 (Becker 1990a; 1990b), cuando impartimos juntos un curso de “sociología del arte” en el Museo Nacional, en el cual dictó una conferencia memorable sobre la Escuela de Chicago (Becker, 1996). Concedió, asimismo, entrevistas para las revistas Ciência Hoje y Estudos Históricos, en las cuales habló de su carrera, su obra y sus maestros y compañeros, explorando su modo de ver y hacer sociología.

Becker y Goffman son hoy autores fundamentales dentro de la antropología que se estudia en Brasil, particularmente en los trabajos dirigidos hacia los estudios urbanos y para el tema amplio de individuo y sociedad. Sin embargo, son citados en trabajos de las más distintas naturalezas que, de alguna manera, se acercan o dialogan con el interaccionismo y, más particularmente, que hacen referencia a la singularidad de la contribución de cada uno de ellos. Tratándose de trabajo de campo, las investigaciones de Becker con músicos de jazz y con usuarios de marihuana, así como la de Goffman en un hospital psiquiátrico, con sus reflexiones sobre instituciones totales, son referencias constantes. Las observaciones de Becker acerca del trabajo del investigador, así como sobre aspectos científicos y éticos, son citadas con gran frecuencia. La discusión sobre outsiders, desviación y rotulación en Becker y el tema del estigma en Goffman son instrumentos estratégicos de la literatura sobre desviación, divergencia y acusaciones. Ambos son herederos de una rica tradición. La idea de una acción colectiva (doing things together) es clave en la obra de Becker, ya sea cuando aborda la desviación, o bien cuando estudia el arte, para lo cual retoma a Park y Hughes, entre otros. La reflexión de Goffman sobre la interacción tiene raíces explícitas en Simmel, Mead y Thomas. De este último, la noción de definición de situación constituye un ancla para todo el desarrollo de las ideas goffmanianas. Ya hemos dejado en evidencia las diferencias entre ambos pensadores que, en términos de intereses y estilos, sólo enriquecen las ciencias sociales. Aun a riesgo de ser esquemático, diría que Becker se enfoca con insistencia en la construcción y el desempeño propiamente dicho de la acción colectiva, a través de la interacción entre individuos, mientras que Goffman centra sus preocupaciones en el propio proceso de definición de la situación y en la construcción de la propia interacción. De esta forma, dedica sus esfuerzos a lo que Isaac Joseph define como microsociología, sin que quepa aquí ninguna connotación peyorativa, sino como un dimensionamiento de la preocupación por las interacciones interpersonales o, en general, por el análisis de situaciones (Joseph, 1999). Los rituales y estrategias de interacción, en esta perspectiva, son elementos preciosos para la comprensión de los procesos de construcción social de la realidad, en términos de Alfred Schutz, autor con cuya obra Goffman dialogó, especialmente en Frame Analysis: los marcos de la experiencia (Goffman, 2006). En realidad, su relación con la fenomenología ya estaba presente desde sus tiempos de estudiante, cuando entró en contacto con la obra de Ichheiser (1950), junto con otros colegas. Estableció, por lo tanto, un estimulante diálogo entre el interaccionismo y la fenomenología, preocupación que también ha sido central para mi trabajo y el de varios exalumnos y compañeros que trabajan con la problemática de las sociedades complejas, desde hace más de veinte años. Vale apuntar que Simmel, por su parte, ha constituido una influencia determinante en la antropología urbana que hacemos, como lo fue en Chicago desde finales del siglo XIX. Al establecer puentes entre Simmel y Schutz, encontramos un fuerte estímulo en algunas reflexiones de Goffman que, de algún modo, también se presentan como una sociología de conocimiento.

Howard Becker, a su vez, con su trabajo sobre el arte, fortaleció su diálogo con los antropólogos brasileños que investigan la relación artística bajo los más diversos aspectos sociológicos y culturales, al mismo tiempo que retomó algunas cuestiones clásicas de Simmel (1964; 1971; 1988), y desde luego innovó en el tema y en los métodos de la sociología del arte (Becker, 2008).

Ambos autores desarrollaron obras enriquecedoras, cambiando los énfasis, los enfoques y las preocupaciones a lo largo de sus carreras. Hay fases de una gran cercanía entre sus abordajes. En otras etapas hay alejamiento en función de experiencias particulares y preferencias personales. Goffman estudió química en sus inicios universitarios, trabajó un tiempo en el cine documental y se convirtió en científico social (Winkin, 1991). Becker fue pianista profesional de jazz, y después de oscilar entre varias ocupaciones, asumió la sociología como profesión (Becker, 1977: 13-36). Los dos siempre fueron heterodoxos en sus gustos y opciones; jamás se encuadraron en modelos académicos y existenciales rígidos. Sus obras expresan esa virtuosa mezcla de riqueza de experiencias y curiosidad intelectual. Las muchas corrientes que abrieron y preguntas que se hicieron fueron incorporadas en buena parte de la ciencia social brasileña, particularmente en los trabajos de los antropólogos que tratan de la sociedad moderna-contemporánea. El estudio de la propia sociedad, camino andado por algunos de los pioneros de la Escuela de Chicago, se retomó en Brasil con nuevas problemáticas y con otras configuraciones teóricas. El trabajo de campo y la investigación en general en Brasil tienen, seguramente, en Becker y Goffman a dos de sus más poderosas inspiraciones.

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1 Este texto apareció por primera vez en el año 2002 en Ilha, Revista de Antropología 4 (1): 5-16, bajo el título de Becker, Goffman e a Antropologia no Brasil. Lo tradujeron César Ángeles García, Luis Alberto Hernández Cerón y Giovanna Stefanello e Lopes. El primero y el segundo son licenciados en sociología y maestros en ciencias sociales por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), y actualmente imparten clases en dicha institución de sociología de la desviación, metodología y teoría sociológica. La tercera es alumna de sociología de la Universidade Federal da Integração Latino-Americana. Correos electrónicos: <shadeuze@gmail.com>, <liesmoon_@hotmail.com> y <giovanna.031@gmail.com>.

2Este primer apartado es una breve introducción a la traducción por parte de los propios traductores.

3En México, Víctor Payá ha dado cuenta de lo fructífero de este desdibujamiento de fronteras en los casos de la sociología y la antropología; la sociología y la psicología; la sociología y la criminología, etcétera.

4Y a 197 años de que Augusto Comte proclamara, en mayo de 1822, las leyes sociológicas.

5La bibliografía fue actualizada a los textos disponibles en español para el uso referencial del lector. (Nota de los traductores).

6Véase el concepto de intercontingencia y su clara contraposición a las contingencias (fenómenos causales); la historia de cómo conoció Becker a Dianne Hogaman es bastante ilustrativa al respecto.

7Gilberto Cardoso Alves Velho falleció el 14 de abril de 2012 en Río de Janeiro. Cabe destacar que este artículo se publicó en 2002, cuando aún vivía. Siempre mantuvo una estrecha comunicación con Howard S. Becker. (Nota de los traductores).

8Es una estadía doctoral en una universidad diferente a la de origen o matriculación. (Nota de los traductores).

9Erving Goffman falleció el 19 de noviembre de 1982 en Filadelfia. Cuando Velho comenta que Becker tuvo contacto directo con Goffman lo hace refiriéndose a que en 1978 lo buscó para invitarlo a acudir al Simposio Internacional de Psicoanálisis. (Nota de los traductores).

Recibido: 19 de Febrero de 2020; Aprobado: 15 de Mayo de 2020

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