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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.34 no.98 Ciudad de México sep./dic. 2019  Epub 09-Mar-2021

 

Reseñas

Literatura y ciencias sociales: travesía hacia el desdoblamiento

Victor Hugo Fuentes Libreros**  

*Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, correo electrónico: <chino.piano@hotmail.com>.

Trejo, Alberto; Waldman, Gilda. Pasaporte sellado. Cruzando las fronteras entre ciencias sociales y literatura. ., Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, 2018.


Y el poeta, aunque no estudia más que el corazón humano,

¿no es por eso el más grande de los filósofos?

Sir Edward George Bulwer Lytton

A mis manos ha llegado un libro cuyo título abrió en mi mente de manera inmediata la idea de un viaje: Pasaporte sellado.Cruzando las fronteras entre ciencias sociales y literatura. Al iniciar mi recorrido, y para comenzar a descifrar cada una de las líneas de esta travesía, recordé una frase de Marcel Proust: “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”. Decido así iniciar la lectura con una mirada inocente, dispuesto a que mi aproximación a las ideas, críticas, propuestas y reflexiones expuestas en Pasaporte sellado apunten a una experiencia cognoscitiva significativa.

Al abrir las primeras páginas del libro me sorprende el título de la introducción: “Bitácora de viaje”. Mi formación científica me lleva a buscar con precisión el significado de “bitácora”. Al realizar una pesquisa digital, me encuentro en el vasto universo del Internet con la siguiente denominación: “Armario o cajón fijo en la cubierta del barco y cercano al timón, en que se pone la brújula”. De manera espontánea, se dibujan en mi imaginario un barco, una caja y una brújula. Luego aparecen una serie de ideas que se relacionan con las palabras “marea”, “olas”, “cielo abierto”, entre otras. Un sentimiento de incertidumbre me inquieta. Me doy cuenta de que el viaje ha comenzado.

Lo primero que llama mi atención es la conjunción de esfuerzos intelectuales y reflexivos que ha implicado la publicación de este libro, en el que se reúnen textos de destacados académicos nacionales e internacionales. Uno de los primeros cuestionamientos que avizoran la dirección que ha de tomar este viaje lo encontramos en la pregunta que tuvo origen en seminarios, talleres y discusiones realizados en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde la doctora Gilda Waldman , acompañada de colegas y alumnos, se preguntaba:

¿Pueden las ciencias sociales dar respuesta no sólo al malestar social generado por la menor presencia del Estado y la erosión de su autoridad moral, la crisis de representatividad política, la mayor brecha social o la emergencia de nuevas subjetividades móviles que se juegan en las redes sociales, sino también a un mundo sobresaturado de datos que resulta casi imposible de procesar y en el que la ciencia ficción parece haberse trasladado a la realidad?; ¿cuáles son los alcances que las ciencias sociales tienen en la actualidad?; ¿no resulta imperativo recurrir a otras formas de “decir lo social”?; ¿no es acaso el imaginario simbólico de la literatura una forma privilegiada de dar cauce al sentir y a la subjetividad de una época?; ¿no sería necesario recordar a Octavio Paz, quien señalaba que la literatura es “una respuesta a las preguntas que sobre sí misma se hace una sociedad”? (7-8).

Estas últimas interrogantes me hacen pensar, por ejemplo, en algunas similitudes entre las investigaciones de corte científico y las exposiciones de tipo literario. En esta línea, recuerdo lo que Michel Foucault señaló en su obra Vigilar y castigar, donde conceptualizó la sociedad de la vigilancia, la disciplina, el ordenamiento y el establecimiento del espacio y el cuerpo, así como la novela del escritor George Orwell, 1984, donde describía una sociedad vigilada por medio de un panóptico denominado “el Gran Hermano”, una entidad superior que custodiaba la ciudad en busca de aquellos que no obedecían la norma. Me pregunto, entonces: ¿cómo se produjo la separación entre la literatura y las ciencias sociales? Más importante aún: ¿cómo superar esta fractura que desde finales del siglo XVIII expulsó a la literatura de los senderos del saber social y le negó el carácter de conocimiento a toda forma de “decir” que no cumpliera con un lenguaje conceptual y neutral que diera cuenta de investigaciones orientadas a alcanzar la exactitud que se plasma en los formatos explicativos racionales?

“Bitácora de viaje” destaca cómo, a pesar de que el conocimiento científico se erigió como la forma privilegiada de comprender la realidad social, siempre existieron puentes de contacto y reciprocidades entre las ciencias sociales y la literatura, no sólo en el caso de un filósofo como Denis Diderot, quien escribía novelas para presentar su filosofía, o en el de un escritor como Daniel Defoe quien, también a través de la novela, abordaba temas como el “estado de naturaleza”, examinado por Thomas Hobbes. Así, por ejemplo, la influencia del poeta, dramaturgo, novelista y científico Johann Wolfgang von Goethe se halla presente en las primeras líneas del tercero de los Manuscritos de 1844, del filósofo Karl Marx, como también en importantes reflexiones de otro de los clásicos de la sociología, Max Weber, e incluso en la sociología contemporánea, como cuando Raymond Boudon recurre a “Mefistófeles” para ejemplificar su célebre teoría sobre el “efecto perverso”. En el caso latinoamericano también podemos afirmar, citando al crítico literario Fernando Aínsa, que “no es contradictorio afirmar que la literatura -especialmente la novela- ha permitido conocer mejor la realidad empírica del continente antes de que se desarrollaran las ciencias sociales, y que ese conocimiento literario ha determinado lo que se pretendería, luego, saber científico” (10). “Bitácora de viaje” también destaca que las ciencias sociales han contribuido al imaginario de la literatura, como en la obra de Émile Zola, quien la escribió con una lógica científica, o en la del escritor checo Franz Kafka, quien concibió su novela El proceso influenciado por la teoría de la burocracia de Max Weber, a la cual tuvo acceso a través de Alfred Weber, hermano del reconocido sociólogo.

Quizás lo más interesante de “Bitácora de viaje” es el planteamiento de “los nuevos horizontes de apertura y contrapunto” que actualmente se producen entre las ciencias sociales y la literatura “a la luz de una época histórica de cruce de fronteras que hace estallar las formas discursivas tradicionales y transgrede los lindes entre géneros” (11). Ejemplo de lo anterior, en un momento histórico en que “nuevas formas de movilidad y desplazamiento incesantes rompen con los lindes fijos y con las certezas e interpretaciones únicas” (11), y en el marco de la incorporación en las ciencias sociales de otro tipo de “información” que había sido dejada de lado por las exigencias científicas de neutralidad, objetividad y racionalidad, pero que también forma parte vital de la comprensión de los fenómenos sociales, como la que proviene de las emociones y la subjetividad, son los diversos científicos sociales que han iniciado nuevos caminos hacia maneras distintas de investigar. Entre ellos se podría mencionar, entre otros, a Richard Sennet, quien entremezcla historias de vida, entrevistas, trabajo etnográfico y análisis sociológico al estudiar cómo las transformaciones en el ámbito del trabajo en las sociedades contemporáneas afectan las subjetividades de los trabajadores. También sociólogos como Loïc Wacquant o Alice Goffman han plasmado la escritura de sus investigaciones en una forma narrativa cercana al relato novelesco. A su vez, el sociólogo y antropólogo cubano Miguel Barnet construye “novelas testimonio” a partir de sus investigaciones etnográficas, y el historiador Leo Spitzer entreteje la investigación histórica con crónicas familiares, relatos personales, fotografías, etcétera. Por otra parte, tal como se destaca en “Bitácora de viaje”, “en los últimos años han proliferado creaciones literarias a horcajadas entre la historia, el ensayo, el relato de viajes, la autobiografía, la ciencia política, la etnografía y, a ratos, la novela, nutriéndose y fecundándose entre sí sin clasificaciones certeras” (14), como serían los casos, por ejemplo, de escritores como Javier Cercas, Emmanuel Carrere o Svetlana Alexiévich, entre otros.

La travesía por las páginas de Pasaporte sellado. Cruzando las fronteras entre las ciencias sociales y la literatura nos lleva a encontrar una serie de artículos que, desde una diversidad de disciplinas, perspectivas, cuestionamientos, reflexiones, dudas, etcétera, abren un abanico de posibilidades de reflexión en torno al tema del encuentro entre ciencias sociales y literatura. El capítulo uno, “En el andén”, ofrece una serie de artículos referidos a la fractura original entre ambas. En esta línea, Enrique Díaz Álvarez remite esta fractura al momento en que Platón expulsa de la República a la imaginación narrativa y poética por ser una potencial amenaza para el cuerpo social; Hugo Enrique Sáez Arreceygor analiza cómo esta escisión continuó siglos más tarde, cuando el arte se desvalorizó frente al conocimiento utilitario; Xavier Rodríguez Ledesma y Alberto Trejo cuestionan a las ciencias sociales que se asumen como el único conocimiento posible de la realidad, asumiendo que poseen la verdad absoluta, y excluyendo a otras formas de interpretación de lo social.

En el capítulo dos, “Itinerarios”, encontramos artículos relacionados con la confluencia entre ciencias sociales y literatura, tal como plantea de manera notable el sociólogo Carlos Virgilio Zurita. A su vez, Concepción Delgado Parra nos presenta en su texto, titulado “Miedo y odio, cristalización de los totalitarismos del siglo XX: Herta Müller”, un análisis profundo e íntimo en el que, a través de las obras, entrevistas y comentarios de esta escritora galardonada con el Premio Nobel de Literatura, se descifra la “otra” Historia no contada por la Gran Historia. Nattie Golubov, en “Ni tan lejos ni tan cerca: de cómo un concepto viajero puede aproximar a la teoría literaria y la sociología”, nos hace reflexionar sobre qué tanto esta aproximación entre ciencias sociales y literatura puede resultar fructífera para ambas disciplinas; para ello aporta una mirada crítica al respecto, aunque también resalta la importancia de ciertos conceptos que pueden funcionar de puentes entre estos dos mundos. Por último, Fernando Beltrán Nieves nos presenta “El texto debe actuar. Literatura, historia y política en Rodolfo Walsh y Paco Ignacio Taibo II”, artículo en que el autor nos permite vislumbrar todo el trabajo que estos escritores efectúan a la hora de crear un texto literario, dejando en evidencia la ardua pesquisa investigativa que realizan con la finalidad de que sus textos no sean sólo un conjunto de papeles ficcionados, sino que, como bien lo denota el título, aborden lo que acontece en la realidad social de la vida de sus escritores.

El capítulo tercero, “Cruzando fronteras”, ofrece una serie de artículos que tienen como eje rector el análisis de la diversidad de fuentes que pueden ser útiles como instrumentos de investigación y que las ciencias sociales más tradicionales han pasado por alto. En este sentido, el artículo de Lorena Amaro Castro, “Nuevas formas biográficas en la comprensión de la dictadura chilena (o sobre cómo acceder a una dimensión desconocida)”, nos aproxima a la importancia que tiene el género biográfico para comprender esa dictadura. A su vez, los textos de Claudia Darrigrandi Navarro, Fabián Soberón y Ariadna Razo Salinas nos iluminan sobre el carácter híbrido de la crónica como una posibilidad de generar conocimiento sobre la realidad social.

El capítulo cuarto, que nos aborda desde la pregunta “¿Destinos tentativos?”, abre con un artículo de Héctor Ruvalcaba en el que analiza el imperativo de que las ciencias sociales transiten por los derroteros de la interdisciplina, para lo cual utiliza como ejemplo específico el estudio de la violencia de género como una temática necesariamente interdisciplinaria. Irene Martínez Sahuquillo, a su vez, analiza en su texto “La contribución de la novela polifónica de Svetlana Aleksiévich a la revitalización de los enfoques humanistas en ciencias sociales”, cómo la obra de esta periodista y escritora bielorrusa, Premio Nobel de Literatura, no sólo constituye una forma distinta de abordar la historia, en la que se privilegia el testimonio, la entrevista, los diarios y las propias experiencias de la autora, sino que también demuestra que la conjunción entre ciencias sociales, literatura y periodismo reconfigura la relación entre todas ellas para constituir una poderosa herramienta de explicación. Por otra parte, Gilda Waldman se aproxima a la obra del historiador y escritor francés Ivan Jablonkay, y a sus propuestas en el sentido de que las ciencias sociales y la literatura se pueden conciliar mediante la creación de textos que pertenezcan a ambas dimensiones del conocimiento. El artículo que cierra este capítulo es “Ciencias sociales y ficción. La ucronía como estrategia para repensar el mundo contemporáneo”, de Paola Vázquez Almanza, que nos ofrece una serie de reflexiones encaminadas a señalar cómo, por la vía de la ucronía, la literatura puede incidir en la producción académica mediante la renovación de temáticas, enfoques y de la escritura misma.

El capítulo cinco, “Otros viajeros”, nos presenta un conjunto de textos de autores surgidos de las ciencias sociales, pero que se dedican también a la literatura, transitando entre ambos campos simultáneamente. “Un asunto de lentes y distancia: entre la sociología y la literatura”, de Andrea Jeftanovic, socióloga y escritora, nos ofrece brevemente un recuento personal de lecturas, miradas y experiencias emanadas de este tránsito. Yuri Herrera, escritor y politólogo, relata en una entrevista sus experiencias y posturas respecto de los cruces entre ciencias sociales y literatura. Por último, José Luis Najenson, historiador, cuentista político y antropólogo, nos presenta “Tres cuentos de temática política”, donde se evidencian “las fronteras comunes, porosas y cambiantes (315) entre literatura y política.

Pasaporte sellado. Cruzando las fronteras entre ciencias sociales y literatura invita a cuestionar los límites de nuestras fronteras epistemológicas, hermenéuticas, filosóficas y referenciales, desde la perspectiva de las ciencias sociales, para adentrarnos en reflexiones sobre el valor cognitivo del arte, en general, y de la literatura en particular, en el proceso de construcción del conocimiento. En esta línea, el libro puede fungir como punto de partida para nuevas exploraciones en torno a los desdoblamientos entre ciencia y arte y sus posibles re-encuentros.

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