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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.33 no.94 Ciudad de México may./ago. 2018

 

Artículos de investigación

Cercanía, favor, lealtad. Clientelismo en dos municipalidades chilenas*

Proximity, Favor, Loyalty. Patronage System in Two Chilean Municipalities

Aníbal Pérez Contreras1 

David Luján Verón2 

1Investigador asociado, Centro de Estudios de Historia Política, Escuela de Gobierno, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile. Correo electrónico: <anibal.perez@usach.cl>.

2Candidato a Doctor en Sociología, El Colegio de México. Correo electrónico: <lujndavid@gmail.com>.


Resumen:

Este artículo compara dos investigaciones concluidas que analizaron el fenómeno de la construcción de liderazgos políticos en dos alcaldesas ligadas al partido Unión Demócrata Independiente (UDI). La hipótesis refiere a que buena parte de su continuidad en el cargo se explica por la eficacia en la estructuración de relaciones clientelares hacia abajo. De ello, se establecen algunos patrones que caracterizan su gestión en ambos contextos, haciendo énfasis en los mecanismos de vinculación municipio-organizaciones vecinales. Las conclusiones invitan a pensar el vínculo entre clientelismo de derecha y cultura política en el Chile contemporáneo.

Palabras clave: Clientelismo; intermediación; gobierno local; lavinismo; derecha política

Abstract:

This article compares two finished research projects that analyzed the construction of political leadership by two women mayors linked to the Independent Democratic Union (UDI). The authors’ hypothesis states that to a large degree, the fact that they continue in their posts can be explained by their effective structuring of patronage or clientelist relations with their social base. From there, the article establishes certain patterns that characterize their work in both contexts, emphasizing the mechanisms of linking the municipal government with neighborhood organizations. In their conclusions, the authors invite the reader to think about the link between right-wing clientelism and political culture in contemporary Chile.

Key words: clientelism; patronage system; intermediation; local government; Lavinism; political right-wing

Introducción

Los resultados de investigaciones de maestría que a continuación se presentan tuvieron como pregunta central conocer a qué se debía el “éxito electoral” de dos alcaldesas del partido de derecha Unión Demócrata Independiente (UDI), en Chile.1 Una de ellas, Vicky Barahona, en la comuna de Renca de la Zona Metropolitana de Santiago (2000-2016), fue reelegida en tres ocasiones (2004, 2008, 2012), mientras que la otra, Virginia Reginato, en la comuna de Viña del Mar de la v Región, también se reeligió en tres ocasiones (2008, 2012, 2016).2 En algunas reelecciones los porcentajes de votación hacia ellas fueron bastante holgados: en 2008 Barahona alcanzó el 65%, mientras que Reginato en la misma coyuntura electoral fue la alcaldesa UDI más votada de Chile. En este panorama: ¿cómo se explica tal fenómeno? Además, puesto que el partido que abanderan ambas representa a la derecha conservadora, que cumplió un rol fundamental en la defensa del legado dictatorial (conservadurismo político, neoliberalismo económico) durante gran parte de la transición política, consideramos que nuestras conclusiones serían relevantes para entender los rasgos que caracterizan el clientelismo de derecha en Chile.

La investigación en Renca fue conducida con un enfoque cualitativo que tomó como insumo analítico la información provista por 16 entrevistas semiestructuradas a mediadores políticos o “brokers” de la comuna,3 ubicados mediante el método de la bola de nieve. Se entrevistaron de este modo a algunos concejales, presidentes de juntas de vecinos (organizaciones que en Chile intermedian entre las necesidades locales y la municipalidad) y miembros de otras organizaciones vecinales, buscando que en la selección hubiese más o menos la misma cantidad de agentes que señalaran ser cercanos a la alcaldesa y aquellos que no le expresaran “fidelidad”.

Teóricamente, la elección de esta comuna respondía a buscar un territorio y mediadores en un contexto de pobreza acentuada, el terreno supuestamente más fértil para estructurar redes clientelares por los potenciales usos políticos de la pobreza sobre la base de las necesidades sociales (Hevia de la Jara, 2010), además de ser gobernada por un alcalde UDI (señalaremos posteriormente que en la bibliografía sobre los vínculos entre partidos y electores en Chile hay numerosos trabajos señalando que el liderazgo de este partido en poblaciones urbanas vulnerables es típicamente “clientelista”) con algunos periodos en el cargo, lo que podría indicar una estructuración de relaciones clientelares más o menos estables en el tiempo. El caso, siguiendo el trabajo de Gündermann (2013: 246) , respondía a utilizarlo como un medio de aprendizaje para señalar “una condición iluminadora desde un punto de vista teórico”. Lo que se buscaba iluminar, en este caso, eran los mecanismos de relación entre el alcalde con sus simpatizantes y detractores y ampliar nuestros conocimientos sobre los rasgos que diferencian al clientelismo de otras formas de vinculación política.

La selección de Viña del Mar obedeció en primer lugar a comprender el fenómeno en una comuna fuera de Santiago, pues la mayoría de estudios se limitan a la capital del país, gobernada por un alcalde UDI durante varios periodos, como en el caso de Renca. A lo anterior se agregó la característica de una composición socioeconómica heterogénea, teniendo la doble relación de poseer la mayor cantidad de campamentos del país y uno de los más altos presupuestos municipales. En cuanto a las formas de indagación, se realizó una revisión completa de la prensa local y nacional, seleccionando coyunturas políticas representativas para historizar el fenómeno. También se analizó la totalidad de actas del Concejo Municipal para el periodo 2008-2012, de lo cual se pudo estimar la cantidad de organizaciones comunitarias, su comportamiento y relación con el municipio, además de la exigencia y entrega de recursos por parte de la entidad edilicia. Ello nos permitió proyectar el comportamiento “desde abajo”, para luego dar paso a entrevistas semiestructuradas a dirigentes sociales que cumplían con el rol de brokers.

Con este panorama buscamos, para el momento del trabajo de campo y el periodo en que se revisó la prensa, hacer una contrastación entre los estilos de liderazgo así como los tipos de relación que ambas alcaldesas tuvieron con las organizaciones vecinales. Esta contrastación tiene el objetivo de aumentar nuestros aportes empíricos para caracterizar los clientelismos de derecha en Chile. Por ello, interesaba buscar más casos de lo que podría ser el mismo tipo de clientelismo. Esta forma de proceder para explorar sus rasgos estructurantes es distinta a otras. Robert Gay (1994), por ejemplo, busca estas características a partir de su contraste con casos opuestos, es decir, donde se ejerce la política de forma más contestataria, colectiva y bajo el idioma de los derechos sociales de la ciudadanía (Gay, 1994).

En términos del estudio del clientelismo en su vertiente más clásica, este ensayo destaca algunos elementos subjetivos que animan las relaciones patrón-cliente (Gellner y Watebury, 1977; Roniger y Günes-Ataya, 1994). Nos adherimos a estos aportes al subrayar no sólo la dimensión material en la explicación de las relaciones clientelares (si se proveen o no recursos y en qué magnitud) sino también al destacar el contenido relacional de la política en aspectos como las expectativas y las esperanzas. De forma iluminadora, Günes-Ataya señala al respecto:

Qué tan realistas son estos mecanismos excluyentes, qué tanto un cliente se beneficia de tales relaciones, o cuáles son los resultados tangibles para el cliente no importa necesariamente. El factor más importante en la recurrencia del clientelismo es la generación de expectativas y esperanzas, el sentimiento individual de ser protegido, o ser capaz de depender de algún “patrón”, sea éste un individuo u organización (Günes-Ataya, 1994:22 ).

Aunque los actores cercanos a las alcaldesas no les llaman “patronas”, pues ello indicaría cierto aire de sujeción en la relación, sí se las representan típicamente como tales, esto es, como actoras ubicadas en posiciones más altas con quienes recrean vínculos de parentesco o, por lo menos, relaciones densas a partir de los cuales se les distribuyen favores en nombre de la generosidad y donde se intercambian deferencia, protección, lealtad, preocupaciones y afectos (Silverman, 1977). De igual manera, no se llaman a sí mismos “clientes”, pero observamos, en consonancia con la literatura sobre clientelismo, que pueden ser considerados como tales pues buscan acceder a la protección social vía sus patrones (Nuijten, 2003). Por lo anterior, en este juego de expectativas se pueden desarrollar mecanismos de reciprocidad con efectos en la estructuración de procesos de subordinación y movilización político-electoral. Estos elementos, consideramos, otorgan su rasgo distintivo a las relaciones clientelares.

Este ensayo se divide en cuatro partes. La primera discute algunos aportes en el estudio del clientelismo en Chile. La segunda se dedica a explorar investigaciones sobre los orígenes y vínculos de la UDI con sus electores. La tercera expone la contrastación de investigaciones, para dar paso a una cuarta parte donde se señalan algunas líneas de reflexión sobre la caracterización del clientelismo de derecha en Chile.

Algunas líneas teóricas en el estudio del clientelismo

En Chile, el clientelismo no ha tenido en su uso comunicacional o académico la relevancia y trayectoria histórica de otros países, como Argentina o México, debido en gran medida a que se considera un caso excepcional en América Latina, supuestamente inmune no sólo al clientelismo sino también a la corrupción y al patronazgo. En apoyo del argumento anterior, se destacan sus deseables índices de gobernabilidad, institucionalización y consolidación democrática (Mainwaring y Scully, 2009; Alcántara, 2010: 201).4 No obstante, hay trabajos justamente que parten de estudiar el clientelismo en este país para dialogar con la literatura que enarbola sus “buenas prácticas”.

Una vertiente de estudios se aboca a analizar los canales informales por los que los partidos políticos influyen en la política pública y la asignación de puestos burocráticos (Ferraro, 2008; Moriconi, 2011a, 2011b; Rehren, 2000). El clientelismo, según estas visiones, se entiende como la repartición de los partidos políticos a miembros de sus estructuras y ciudadanos ventajas materiales y puestos a cambio de lealtad. Esta forma de asignar recursos es de “patronazgo”, en la medida en que señalan que el acceso a la gestión pública se controla de acuerdo con la adherencia política más que con el mérito o la impersonalidad de reglas formales, al tiempo que, debido a este control, el éxito electoral puede explicarse por la capacidad de distribuir bienes y servicios. Esta forma de enfocar el fenómeno clientelar predomina en la ciencia política y sus corrientes institucionalistas, y se preocupa por explorar sus impactos (que se consideran predominantemente negativos) para la democracia y la transparencia gubernamental.

Otras vertientes exploran, desde la sociología y antropología, el tipo de vínculo social que caracteriza la relación patrón-cliente. El autor que en Chile inauguró la temática, Arturo Valenzuela (1977), evidenció la existencia de redes clientelar-territoriales con base en un sistema de partidos fuerte, plural e inestable. Esto permitió la estructuración de un sistema de intermediación local-nacional basado en la solución de problemas locales a clientelas que se ponían a disposición electoral a cambio de la extracción de recursos desde el centro a las regiones vía discusión parlamentaria.

En este enfoque se encuentran los estudios de Emmanuelle Barozet (2000, 2003, 2004, 2007), Hans Gündermann (2003), Evelyn Arriagada (2008, 2009), John Durston (2005a, 2005b), Verónica Valdivia (2012, 2013), Rolando Álvarez (2014), Mayarí Castillo (2009), así como los redactores de este artículo (Pérez, 2013,2014a; Luján y Pérez, 2018, Luján, 2017). Estos trabajos destacan las formas por las que partidos y gobiernos locales controlan a las poblaciones, haciéndolas dependientes de los subsidios y apoyos estatales en diversos niveles (municipio, gobierno regional); asimismo, señalan que el voto popular se consigue mediante prebendas. Para darle un trazo histórico a sus explicaciones se señala que tanto los procesos de municipalización como de la construcción de un Estado subsidiario durante la dictadura militar (1973-1989), así como la penetración del movimiento gremialista (el antecedente de la UDI, según veremos) tuvieron un impacto positivo en la potenciación de las capacidades clientelares del municipio (Huneeus, 2001, 2005; Valdivia, 2008; Klein, 2004).

Ambas versiones del clientelismo (burocracia-partidos políticos en la asignación de puestos políticos y la relación patrón-cliente en contextos locales), derivan de debates teóricos más generales sobre el estudio de este fenómeno. Coincidirían con la literatura internacional en que la población beneficiaria del clientelismo no puede defender ni organizar sus intereses autónomamente (Fox, 1994) aunque, sobre todo en los enfoques sociológicos y antropológicos, se reconoce que los clientes no son pasivos, pues también manipulan a intermediarios y patrones para avanzar en sus demandas, aunque no elaboran un repertorio de protesta colectivo y contestatario. Además, se han separado de aquellas visiones que reducen el fenómeno al intercambio de recursos por votos (Wilkinson, 2007), haciendo hincapié en el campo simbólico y las subjetividades que median las relaciones clientelares.

La Unión Demócrata Independiente y la derecha política en Chile

Desde la historiografía chilena se han analizado los orígenes y transformaciones de la UDI, un partido nacido al alero de la dictadura militar y que hoy registra una votación importante en Chile.5 Alcanzó su máxima votación en las elecciones parlamentarias de 2001, cuando fue el partido más votado (Joignant y Navia, 2003: 138), aunque ha visto retrocesos posteriores (Alcorta et al., 2012). Su candidato a la presidencia en 1999, Joaquín Lavín, estuvo a escasos puntos (2 por ciento) de alcanzar la mayoría en segunda vuelta frente al representante de la Concertación de Partidos por la Democracia, Ricardo Lagos, y puso sobre la mesa la alta capacidad de la derecha para proponer un proyecto alternativo a los gobiernos de centro-izquierda de la Concertación.

En cuanto a los orígenes, este partido tiene como antecedentes el “movimiento gremialista”, nacido a partir de un grupo de estudiantes universitarios opuestos a las reformas impulsadas por los gobiernos de Eduardo Frei (1960-1964) y Salvador Allende (1970-1973). Una vez asestado el golpe de Estado, sirvió de soporte social al régimen y generó una intervención en el mundo poblacional mientras que se perseguía a la izquierda mediante los aparatos represivos (Valdivia, 2008). Por lo anterior, se ha argumentado que la UDI sería representativa del nacimiento de una nueva derecha, aquella que se reacomodó durante la dictadura y que buscó superar a la derecha previa al golpe encabezada por el Partido Nacional (PN). La primera tuvo como objetivo, de acuerdo con sus orquestadores, disputar la representación de los sectores populares a la izquierda marxista, sobrepasando el elitismo histórico del conservadurismo chileno (Valdivia, 2008). En este proceso, se habría cristalizado una cultura política UDI, la que excedería al partido mismo mediante redes territoriales y universitarias densificadas en un espíritu militante característico de una generación de actores (Muñoz, 2016).

Una vez recuperada la democracia (1990), la UDI ha tenido algunos éxitos electorales tanto en poblaciones vulnerables como en sectores más acomodados de la sociedad chilena.6 Su lema de “UDI popular” sugería que su foco central se encontraba en los sectores populares, lo que abrió un largo debate sobre cómo se explicaría esta relación aparentemente contraintuitiva entre una derecha que ha buscado perpetuar el legado de Pinochet en términos de la profundización del neoliberalismo, conservadurismo social y antimarxismo (Luna, 2010: 338)7 y los sectores populares. En otras palabras: ¿por qué los pobres votaban por quienes han ido -supuestamente- en contra de sus intereses, pues la UDI representaba a quienes en la dictadura magnificaron la desigualdad y represión en Chile, sobre todo hacia el sector popular?

Parte de las explicaciones tendieron a señalar una “estrategia dual de representación”, es decir, que el partido se vincula programáticamente con los sectores acomodados de la sociedad y clientelarmente con los pobres debido a su alta disposición de recursos (Alcorta et al., 2012: 261; Luna, 2007).8 Otras señalaron que algunos personeros del partido han logrado tejer vínculos con sus bases donde el carisma y el cumplimiento de demandas son primordiales, proceso que se magnifica en una época de desdibujamiento de las ofertas político-programáticas por los partidos políticos. Por ello, se ha destacado que la UDI inauguró un estilo político denominado “lavinismo”, en referencia a Joaquín Lavín, alcalde de la comuna de Las Condes (1992-2000) y Santiago (2000-2004) (Valdivia, 2012).

De acuerdo con esta interpretación, el lavinismo estaría caracterizado por ser participativo, pragmático, innovador, cercano a la gente, con una retórica antisistema y antipolítica, dirigido a naturalizar el modelo neoliberal (Valdivia, 2012) y que debido a su éxito fue adoptado por alcaldes concertacionistas (Pérez, 2013; Valdivia, 2013; Álvarez, 2014). Este estilo, siguiendo con tal punto de vista, se denomina “cosista”, pues se enfoca en hacer cosas concretas, que le importan a la gente porque son atingentes a su vida cotidiana (Valdivia, 2012: 26). En un tono crítico, ha sido interpretado como “la política analfabeta”: una forma efectista pero inofensiva en el tratamiento de los problemas de la institucionalidad política (Moulian, 2004) y que busca desligar los problemas del desarrollo de sus causas estructurales.

Por las razones anunciadas en este apartado, los entendimientos acerca de la relación de la UDI con los sectores populares han destacado una serie de reflexiones sobre el clientelismo, en especial el de derecha. Aunque el éxito que tuvo el partido después de 2001, como se mencionó arriba, ha decaído, las investigaciones que animó, así como las que motivan la redacción de este artículo, se presentan como un insumo para repensar el sentido práctico de la actividad política y el vínculo entre patrones, intermediarios y clientes en distintos escenarios.

Haciendo marchar la contrastación

Sobre el estilo de hacer política

Uno de los primeros aspectos que se evidencian al analizar los liderazgos de Reginato y Barahona es la fuerte tradición del lavinismo que influye su estilo político. En nuestra interpretación, ello representa una expresión de la cultura política UDI que, aunque se encuentra en los otros partidos, en la UDI se acentúa porque sus personeros son más “cosistas”, personalistas y usan con mayor frecuencia un discurso antisistema y antipolítica.

De este modo, en primer lugar, las alcaldesas Barahona y Reginato buscan cotidianamente personalizar la política. Tras la revisión completa de la prensa local se demostró que para el caso de Reginato se visualiza su presencia en la prensa y televisión locales prácticamente a diario. Al mismo tiempo, como firme exponente de la tradición lavinista, su posicionamiento político se relaciona con el cosismo. Tal cual lo hacía el otrora exalcalde de Santiago y exministro del gobierno de Piñera, Joaquín Lavín, señala en sus discursos “hacia abajo” que la política es la solución de los problemas concretos de la gente, alejándose de los discursos más ideológicos.

Ahora bien, el cosismo de Reginato se relaciona con la construcción de obras civiles, las que -bajo la mirada edilicia- embellecen la comuna, potenciando con ello el lema: “Viña ciudad bella”. Según el Sistema Nacional de Información Municipal (SNIM), el presupuesto de la comuna para 2012 contempló un gasto por concepto de “hermoseamiento de jardines” cercano a los cuatro millones de dólares (Pérez, 2014 a), equivalente prácticamente a la mitad de los gastos del sector salud municipal del mismo año, o en su defecto, igual a las remuneraciones anuales de la planta total -por un año- de los trabajadores del municipio de Renca (Pérez, 2014a).

Otro de los aspectos relacionados con el estilo político guarda relación con la utilización del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. En éste, la alcaldesa se hace presente como maestra de ceremonias del certamen, asistiendo a programas de farándula televisiva y evaluando la calidad del espectáculo presentado el día anterior. Eso logra proyectar a una edil preocupada por la imagen internacional de su ciudad. Quizás el momento más representativo fue cuando públicamente rechazó la invitación de la artista mexicana Lucerito, luego de que se filtraran unas fotos de ella cazando animales. Ello implicó la presión de los activistas animalistas locales, y al día siguiente la alcaldesa anunció la baja de la artista (El Mostrador, 10 de enero de 2014).

En el caso de Renca, las entrevistas a las seguidoras de la alcaldesa también dan cuenta de una fuerte personalización de la política, y los logros de la municipalidad se proyectan como obra de “su alcaldesa, Vicky Barahona”, o “la alcaldesa de todos, Vicky Barahona”. Del mismo modo, si en Viña del Mar la alcaldesa se construye como alguien inspirada en desarrollar un “amplio trabajo social en beneficio de los más necesitados”,9 en Renca las relaciones entre la alcaldesa y sus seguidores son legitimadas al nombrarlas “sociales” y no “políticas”, bajo el entendido de que lo primero es un espacio donde priva la cooperación, la solidaridad y las relaciones horizontales, a diferencia de la política (palabra que se asocia a los partidos políticos), donde priva el egoísmo, la corrupción y la manipulación de los votantes. De este modo, la alcaldesa de Renca se erige ensalzando su trayectoria de “doctora”, es decir, alguien que busca legitimarse con la población invocando su capacidad de cuidar y proteger pacientes y resolver problemas del día a día.

Aunque uno podría pensar que la personalización de la política no es un fenómeno exclusivo de la UDI, sino que por el contrario es una condición de la dinámica del gobierno local (los alcaldes buscan, a final de cuentas, reelegirse y para ello hacen uso de estrategias que tratan de posicionarlos como los actores efectivos para hacer marchar la máquina estatal), algo que distingue el ejercicio del poder en ambas comunas es que la personalización de la política en las alcaldesas se conjunta con que estructuralmente quienes pudieran hacer de contrapeso (concejales, organizaciones de la sociedad civil) tienen un papel bastante disminuido en sus capacidades de iniciativa y fiscalización de la labor municipal y poco margen en el tratamiento y solución de los problemas de la comuna, proceso que emana del esquema municipal heredado de la dictadura militar en la que el alcalde fue concebido sin contrapesos.10 Además, en el estilo de las alcaldesas se nota un esfuerzo por minar a la oposición, lo que las lleva a ejercer algunas medidas autoritarias. Esto nos lleva al siguiente apartado.

Tipo de relación con las organizaciones

Entre carisma, personalismo y autoritarismo

En el marco del estilo personalista y cercano a la gente, la gestión de Reginato se preocupaba por tener muy buenas relaciones con los dirigentes locales. Para ello, la UDI logró instalarse sobre una densa red de organizaciones sociales de distintos tipos: clubes deportivos, centros de madres, juntas de vecinos, clubes del adulto mayor y organizaciones culturales. La investigación en Viña del Mar permitió a este respecto vislumbrar la existencia de un total de 5,200 organizaciones sociales (Pérez, 2014a), lo que para una población total aproximada de 320 mil habitantes resultaría en un promedio por organización de 61.53 personas; en otras palabras, por cada 62 individuos habría una organización social.11 Evidentemente no todas estas organizaciones estaban activas; por lo tanto, se tomaron en consideración las que postulaban a fondos municipales, ya sea en periodos regulares o en cada concejo municipal. En ellas el denominador común era la hegemonización de la alcaldesa sobre el proceso de intermediación. Es decir, por sobre los concejales era la propia Reginato la que proponía al Concejo la entrega de subvenciones cuando se trataba de solicitudes que iban más allá de los fondos concursables comunes como el Fondo de Desarrollo Vecinal (Fondeve).12 En cada sesión del Concejo Municipal llegaban solicitudes de apoyo, canalizadas por la alcaldesa y aprobadas mediante el control de éste por mayoría absoluta de UDI.13 Lo más significativo es que analizando la totalidad de las actas del Concejo Municipal se concluyó que en cuatro años sólo hubo un rechazo. Más aún, se calculó que, durante el mismo periodo, por concepto de subvenciones se entregaron más de US$22 millones, teniendo en consideración que el promedio del presupuesto municipal anual bajo la misma dimensión temporal se acercó a los US$72 millones. Por otra parte, para el año 2011 la entrega de subvenciones anuales ascendió a más de US$8 millones, representando aproximadamente el 10 por ciento del presupuesto correspondiente (Pérez, 2014a).

Esta dinámica de beneficios nos motivó a indagar en terreno las formas de relaciones mediante el formato de entrevistas en profundidad con informantes clave, evidenciándose la complejidad de las redes clientelares que sustentaban la movilización de recursos. Lo analíticamente interesante es que la entrega de estos beneficios la realizaban los mediadores en clave de favor; por lo tanto, resaltaban la cercanía y carisma de la alcaldesa como una forma de retribuir agradecimiento por la ayuda. Una de ellas, Loreto,14 a manera ilustración, nos señalaba que antes de las elecciones recibían llamadas telefónicas de los funcionarios municipales de la UDI para hacerse presentes en las reuniones de las organizaciones, y allí pedían recordar la ayuda entregada para sus diversas actividades. Luego, se ponían de acuerdo los integrantes del grupo para “repartir los votos” (Pérez, 2014a). Del mismo modo, Loreto recalcó la cercanía de la funcionaria municipal (militante UDI) que le había enseñado a hacer los proyectos y, a su vez, pedía la retribución electoral: “Cuando nos vemos me dice: ‘¿cómo está mi amiga del alma?’ ” (Pérez, 2016: 175); en este sentido, existía una densa red de clientelismo en diversos territorios articulada mediante el formato de subvenciones, mismas que, aunque poseían un proceso formal de postulación, permitian poner en circulación toda una ritualidad clientelar basada tanto en la orientación del proyecto como en asesorías. Luego de eso, para tiempos electorales se solicitaban los apoyos respectivos, como se espera de una cadena de reciprocidad.

Un último aspecto a destacar es el rol de los punteros. Tradicionalmente se ha asumido un papel pasivo para las “víctimas” del clientelismo. Sin embargo, pensar el fenómeno en clave etnográfica (Vommaro y Quirós, 2011) nos ayuda a ver “desde abajo” cómo sobreviven los punteros y sus clientes. En las observaciones al análisis de Viña del Mar, la ciudadanía presiona a sus dirigentes para obtener beneficios, logrando tensionar para “arriba” por la entrega de éstos. Los dirigentes sociales acostumbraban a nutrirse de generar redes de contacto donde circulaban bienes materiales, mostrando una capacidad de movilización de recursos y, al mismo tiempo, de presión hacia la institucionalidad. Muy significativo de ello es que en el año 2011, cuando más movimientos de acción colectiva se visibilizaron a nivel nacional, creció la solicitud de recursos en el ámbito local, llegando a su pico más alto en todo el gobierno municipal. Por lo anterior, un dirigente entrevistado señaló que cuando hay reuniones “uno va a hacer lobby y ahí cada cual se preocupa por sus intereses” (Pérez, 2016: 189).

En el caso de la investigación en Renca, en la relación entre alcaldesa y organizaciones sociales también la cercanía, el carisma y la provisión de bienes y servicios son los elementos que legitiman la continuidad de la relación patrón-cliente. De este modo, las entrevistas a las mediadoras destacan que es la alcaldesa quien se encarga directamente de proveer los apoyos municipales, y la forma “correcta” de pedir cosas a la municipalidad es dirigir cartas a la alcaldesa, quien canaliza o manda a la dirección correspondiente la solicitud y se compromete a resolver el tema en un plazo no mayor a diez días.

Por lo anterior, las mediadoras entienden que para obtener cosas de la municipalidad es necesario tener cercanía con la alcaldesa, y a partir de ahí hacer presión a la institucionalidad personificada en ella. En esta relación invocan lealtad y un acompañamiento constante sobre la base del conocimiento y trabajo mutuo. Micaela, una dirigente de junta de vecinos, diría al respecto: “yo estoy vendida en el sentido de que sí soy leal, yo dije me caso con la Vicky Barahona”, o Manuela, en el mismo sentido: “yo soy Vicky Barahona, ese es mi partido, si mañana ella decide: ‘saben que, chiquillas, ahora vamos por el Partido Comunista’, a lo mejor yo voy a seguirla a ella, que es lo que [he] hecho siempre”. En ambas se ilustra adecuadamente el tipo de lazo denso, de largo plazo, que se recrea en las mediadoras. Aún más, la densidad del lazo se expresa en que algunas de las más cercanas, como Manuela o Micaela, se afirman parte del “fan club” de “la Vicky”, un grupo de apoyo incondicional a la alcaldesa. La idea de un fan, en este caso, condensa bien la percepción de la asimetría de la relación, aunque tamizada por un fuerte compromiso emocional basado en la admiración.

Así, este tipo de vínculo no sólo se explica, desde su punto de vista, por las cosas que circulan o los beneficios provistos, sino por algunos rasgos que atribuyen al comportamiento de la alcaldesa en torno a signos de compañía, deferencia y reconocimiento. Por lo anterior, en distintas partes de las entrevistas señalan que Barahona muestra con ellas elementos de proximidad física y emocional. En este sentido, Daniela, una presidenta de junta de vecinos, afirmaría que la alcaldesa es “como una amiga más, con la diferencia de que ella es alcalde, pero es una amiga [… ] se pone a bailar en la calle, con las viejas, la pasamos bien, yo le celebro el cumpleaños a nivel comunal”, o Fernanda: “ella anda al lado tuyo, te saluda ‘hola, ¿cómo estás?’, te pregunta; ‘¿cómo te ha ido?’, le digo que estoy enferma, que me voy a morir, y ella me dice: ‘no tenés que morirte’, y así con toda la gente, ella es muy allegada”. Todos estos elementos movilizan en las mediadoras cierta admiración porque, señalan, no corresponde a su posición económica más favorable. Su discurso nos habla, de esta manera, de cómo el afecto legitima la relación y conquista los corazones de los sectores populares.15

Así como en el caso de Viña del Mar, en Renca los apoyos provistos por la alcaldesa se perciben por sus cercanos como un favor, y algunas mediadoras señalan que Barahona ha “regalado” un primer aporte monetario para postular por un subsidio habitacional, sillas de ruedas, aparatos ortopédicos, ajuares, entre otros elementos. Todos ellos son identificados como signos de protección y cuidado, por lo que las cosas entregadas se toman positivamente en cuanto se considera que palian alguna necesidad social. Ello encontraría un empalme en la construcción de la alcaldesa como una doctora, dispuesta a tratar los problemas de los vecinos.

En esta circulación de regalos, ellas cumplían un rol fundamental como mediadoras, es decir, desde su posición de presidentas de juntas de vecinos buscaban agilizar trámites o intermediar ante la municipalidad por la necesidad de algún miembro de su vecindario. Visto de este modo, ellas mismas buscaban emular las características que percibían en la alcaldesa (sacrificio, ser maternales). Por lo anterior, las mediadoras confirmaban en su trabajo político una visión de rol de género: entendían que ser sacrificadas y “maternales” era una manera de legitimar su trabajo, lo cual confirmaba sus dotes naturales para el servicio público.

Vistos como un favor, las mediadoras entendían también que muchos de los beneficios provistos se saldaban en la campaña política. La misma Micaela señalaba: “yo pido derechamente el voto, no voy al comentario [les digo a los vecinos]: ‘si usted quiere que sigamos mejorando Renca necesitamos que vote’; la gente te conoce”. Lucía, al mismo tiempo, argumentaba: “les pedimos a la gente, acuérdense de que tienen que ir a votar y tienen que votar por la Vicky, porque lo ha hecho bien”. Cristina, en esta sintonía, también coincidía: “les digo que tienen que regresar lo que se ha hecho por ellos, que tienen que votar por la Vicky”.

De acuerdo con estas entrevistas, entendemos que el voto se “pide” en virtud de una pretendida exitosa gestión comunal, esto es, que se preocupa por atender a la población. Es aquí donde difuminan la separación entre trabajo social-promoción del voto, pues entienden al primero como la recubierta que da legitimidad al segundo, encubriendo de este modo la politicidad de su trabajo de intermediación, ya sea porque participan en procesos tanto de ordenación y distribución de bienes y servicios como de movilización electoral.16

Por una caracterización del clientelismo de derecha en Chile

Llegados a este punto, podemos señalar que, en primer término y de acuerdo con la información provista por ambas investigaciones, en las relaciones clientelares el ejercicio del poder se desarrolla bidireccionalmente (clientes buscan plantear demandas ante intermediarios y patrones y viceversa) y por ello opera cierto espacio para la tensión y el intercambio. No obstante, debido a la asimetría de la vinculación que da continuidad a las posiciones de patrón, intermediario y cliente, ésta no soporta una relación fuertemente agonista (Mouffe, 2007); de ser así, el vínculo se fragmenta. Por lo anterior, en ambas investigaciones la deslealtad tiene como contraparte la no provisión de bienes y servicios, y las organizaciones críticas a la municipalidad se unen a otros actores sociales y políticos para granjearse recursos o se vuelcan hacia la autogestión. Vívidamente lo expresó Mario, un dirigente de una organización cultural que ha tenido una posición crítica frente a la alcaldesa de Renca cuando, a raíz de un conflicto con ella en torno a la apropiación de un terreno para la construcción de un centro de desarrollo juvenil (ambas partes buscaban disponer de él), manifestó que la alcaldesa le advirtió, en un tono de censura, que “allí pondría un centro juvenil de verdad”.

En segundo lugar, las relaciones clientelares se delinean en torno a la cercanía, y la acentuación del cosismo les dan un formato de derecha. Este estilo de hacer política nos resulta plausible inscribirlo en un ámbito internacional signado por la carencia de proyectos contrahegemónicos al neoliberalismo. Esto es relevante de señalar, puesto que desde un punto de vista histórico el clientelismo como práctica política ha estado presente en el sistema de partidos chileno. Su diferencia con el clientelismo actual radica en la dimensión contextual, pues dicha práctica se inscribió previo al golpe en un escenario de conflictividad ideológica fuerte, con una marcada politización. Por el contrario, el escenario histórico de los actores entrevistados cambió, desarticulándose los grandes proyectos contrahegemónicos disponibles.

En este sentido, el clientelismo es más bien representativo de la cultura política UDI y su expresión lavinista, naturalizando la vieja práctica de resolver problemas cotidianos y vecinales en una clave despolitizada, alejándose de la posibilidad de articular un proyecto mayor de demandas referidas a la distribución del poder y la justicia social. Es tal como lo ha señalado Valdivia: una alcaldización de la política (Valdivia, 2018), donde el municipio opera como un dique de contención de las demandas impidiendo su enlazamiento con un proyecto que resignifique la solución no como favor sino como derecho. El lavinismo de las políticas alcaldicias también se observa en cuanto a su carácter pragmático y el liderazgo que proyectan como suprapartidario (pues las adhesiones van más hacia “Vicky Barahona” o la “Tía Coty” que a la UDI), y supraburocrático (la resolución de los problemas comunales se encuentra fuertemente centralizada en la figura edilicia).

No obstante, aunque las identificaciones hacia las alcaldesas se exhiben más personales que partidarias, paradójicamente tanto Barahona como Reginato invocan la imaginería del Estado para hacerse de legitimidad, sugiriendo que “el Estado soy yo”: yo poseo la conexión, yo puedo ofrecer la solución, yo puedo resolver problemas, yo puedo atender, proteger, cuidar. En otras palabras, si los habitantes de ambas comunas esperan que un Estado los atienda en sus problemas del día a día, ambas alcaldesas toman estas expectativas para capitalizarse políticamente.17 Esta es la razón por la que, desde el punto de vista de muchos vecinos, no existe diferencia entre la municipalidad y la alcaldesa.

La cercanía, en este contexto, se invoca para realizar demandas, acompañada de la escenificación del afecto y la justificación de los bienes y servicios solicitados sobre la base de las necesidades sociales. Además, si el trabajo social (desinteresado y sacrificado) es lo que legitima el trabajo político, la presentación pública y el ejercicio de la mediación política se expresa, en consonancia con los trabajos de Javier Auyero en Argentina, como una “pasión” por la gente (Auyero, 2002: 45). También Gabriel Vommaro y Julieta Quirós apoyarían el argumento anterior al señalar que las mediadoras en relaciones clientelares “piensan y justifican su trabajo político en términos del bien común al que contribuyen y de la vocación de servicio público en la que se funda” (Vommaro y Quirós, 211: 82). No obstante, aprender a resolver problemas con esta forma de mediación política corre en paralelo con el aprendizaje de formas de reproducción de la dominación y desigualdad alrededor de los alcaldes.

Además, la cercanía, acompañada de la escenificación del afecto, tiene la función de movilizar emociones y comprometer la ayuda en virtud de la recreación de un lazo denso. Aunque ello tiene la función de animar relaciones de reciprocidad, se va cancelando la posibilidad de distanciarse de vínculos sobre los cuales puede interponerse con mayor claridad la denuncia, la protesta y la acción colectiva. Este sería uno de los efectos paradójicos de las relaciones clientelares, y se observa en que las mediadoras más cercanas, invocando el lenguaje de amistad hacia la alcaldesa, señalan no entablar compromisos con otros actores políticos y sociales que puedan disputar las redes en la comuna.

De este modo, un país como Chile, con alta institucionalización de su sistema de partidos, un clima de bajas identificaciones partidarias (sobre todo hacia la UDI), más el fenómeno de la centralización de la toma de decisiones comunales en el alcalde, y en especial de la administración de la política social, las relaciones clientelares se presentan como condiciones de posibilidad de la continuidad en el cargo de las alcaldesas de Renca y Viña del Mar. Aunque hay estudios sobre democracia comunal en Chile que señalan que la descentralización impulsada por la Concertación, dirigida a la elección directa de autoridades locales y regionales promueve, en teoría, una mayor participación (Morales y Navia, 2012: 18; Bunker, 2012:48), los resultados de nuestras investigaciones apuntan a que el carácter democrático o no del municipio depende más del alcalde que de las propias regulaciones en la materia, como lo refleja el carácter consultivo de las capacidades de los concejales y de las organizaciones de la sociedad civil instituido en las leyes orgánicas municipales y de juntas de vecinos.

Como señalamos en la introducción, las entrevistas en Renca se llevaron a cabo con los sectores más vulnerables, mientras que el estudio en Viña del Mar incorporó en la revisión de prensa las solicitudes de distintos sectores de la comuna. Podemos decir en torno a los usos políticos de la pobreza que quienes solicitan beneficios no sólo son los más carentes de recursos, pues en Viña del Mar tanto el Club de Rugby de uno de los colegios de la élite viñamarina como el Club de Yates solicitan financiamiento mediante sus propias organizaciones. La precariedad en las condiciones de vida de los pobres urbanos se presenta como un caldo de cultivo que puede ser detonado con objetivos de capitalización política. No todos los pobres urbanos son clientes, pero sí aquellos que han aprendido que el clientelismo es la forma más eficaz de participar en el juego político (Gay, 1994).

Por otro lado, estos fenómenos de la personalización de la política se presentan con mayor probabilidad en puestos de representación comunal que en los niveles de agregación a mayor escala (diputados, senadores, presidente). Por ello, se presenta el voto cruzado en ambas comunas, donde la UDI, a pesar de obtener la victoria en la elección para alcaldes, en elecciones más generales la población tiende a votar más a la Concertación (Luján, 2014; Pérez, 2014b). Ello indicaría que la misma población puede conservar identificaciones partidarias más o menos estables por un conglomerado político, para cierto tipo de elección, mientras en otras elecciones donde, por ser los candidatos locales más cercanos a su cotidianeidad, vota en función de rasgos asociados a la personalización de la política.

Finalmente, resulta pertinente resaltar que el clientelismo no debe confundirse con el carisma y los elementos sentimentales que genera un liderazgo fuerte; tampoco con la sola utilización de recursos. Dentro de las relaciones clientelares, el afecto y la confianza se movilizan para influir en la conducta recíprocamente. Los elementos sentimentales se invocan, así, a manera de recursos; por otro lado, éstos adquieren valor no sólo en cuanto a su precio sino en aspectos cualitativos, es decir, que significan protección, cuidado, y se legitimaran en términos de paliar necesidades sociales.18 Además, las observaciones apoyan el argumento según el cual las cosas son entregadas para estabilizar expectativas de que el intercambio será continuo, como si se tratase de una relación densa y de larga data.

Conclusiones

Uno de los aspectos más relevantes a resaltar, como resultado de la contrastación de dos investigaciones paralelas, es el evidente grado de similitud en estas dos unidades de análisis, ya sea en sus estilos de gestión como en el uso de una potente y bien estructurada maquinaria clientelar. Ello nos muestra el peso histórico que juega el lavinismo como escuela para los gobiernos municipales de la UDI. Todo indicaría que tal cual lo ha sostenido la historiografía nacional, esta forma de gobierno representa el ADN del proyecto dictatorial, ante el cual el gremialismo se ve sin salida. En ese sentido, estos liderazgos presentaron fuertes rasgos personalistas y conservadores en lo valórico, pero neoliberales en lo económico, estando muy presente en las lógicas municipales el principio de lo subsidiario y el emprendimiento individual. Lo anterior se pudo reflejar, por ejemplo, en que la adjudicación de los proyectos de mejoramiento barrial o comunitario se establece mediante subsidios más que como derechos.

Un segundo elemento tiene que ver con la dimensión histórica de la UDI. Con estas investigaciones es posible observar cómo el gremialismo -mediante formas clientelares- ha logrado generar una relación con los mundos populares, que superó al elitismo tradicional de la histórica derecha criolla. Dicha relación se ha mantenido más allá de la transición, incluyendo el nuevo contexto inaugurado desde el primer gobierno de Bachelet y representado significativamente por las movilizaciones sociales del 2011 y 2012, matizando con ello la tesis del “derrumbe del modelo” (Mayol, 2012). Al parecer, las miradas sobre la sociedad civil chilena están lejos de ser homogéneas. Por el contrario, es posible evidenciar elementos históricos de cambio y continuidad, resultando una mixtura: al mismo tiempo que organizaciones sociales cuestionan la cultura política transicional, se visualizan redes de clientelismo político bajo estilos lavinistas como en los mejores momentos de la posdictadura.

Un tercer aspecto a resaltar guarda relación con los procesos de participación en el clientelismo. Es posible señalar que si bien el clientelismo implica participación, pues genera un tipo de relación entre sujetos colectivos con la institucionalidad, siempre se mantiene bajo equidistantes políticas asimétricas. Es decir, la debilidad de estas relaciones se evidencia al momento del conflicto, puesto que no soportan una relación agonista o contrahegemónica. En este sentido, puede ser vista como una forma de sociabilidad política en clave despolitizada. Algunos autores como Rosanvallon (2006) han acuñado el concepto de la impolítica para explicar estos fenómenos internacionales como propios de una etapa posdemocrática. No obstante, para los casos analizados dicha conceptualización no calza porque no se visualiza distanciamiento de las organizaciones sociales hacia las instituciones, sino todo lo contrario: el clientelismo allí logra enlazar a los actores con las segundas. Por lo anterior, consideramos correcto acuñar el concepto de despolitización, entendido como la carencia de conflicto agonista y proyecto contrahegemónico en esta relación.

En cuarto y último lugar, uno de los pasos fundamentales hacia la democratización de los espacios comunales fue la elección del alcalde a partir del 2004. Sin embargo, como lo han sostenido Álvarez (2014) y Valdivia (2013), lo anterior implicó la reproducción en la década de los noventa de toda una estructura municipal promovida desde la dictadura, la que genera esta suerte de “alcaldización de la política” (Álvarez, Valdivia y Donoso, 2012). Así, matizamos la tesis desde la politología de Navia y Morales (2012) , para quienes la elección del alcalde sería suficiente. Nuestra contrastación señala que, dada la estructura del municipio, es posible evidenciar la generación de potentes redes clientelares que sirven a liderazgos autoritarios y carismáticos, los que inhiben la posibilidad de promover una democratización más profunda en el Chile contemporáneo.

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Notas periodísticas

El Mostrador (2014). “Virginia Reginato no quiere a Lucero en el Festival de Viña porque mata animales”. El Mostrador, 10 de enero del 2014. En: < En: http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2014/01/10/virginia-reginato-no-quiere-a-lucero-en-el-festival-de-vina-porque-mata-animales/ > [Consulta: 2 de mayo del 2018 ]. [ Links ]

Entrevistas

Loreto, Manuela, Micaela y Daniela, presidentas de juntas de vecinos. [ Links ]

1En Chile, a diferencia de México, no hay límites en la reelección continua de alcaldes.

2Las comunas representan las unidades administrativas más bajas del gobierno local y están encabezadas por el alcalde; en el país son 346. Después de las comunas, es decir, en un nivel más general de agregación, están las provincias (54), las regiones (15) y, por último, al Estado central, encabezado por el presidente de la República.

3Los punteros o brokers de la política son aquellos dirigentes que hacen las veces de enlace entre los ciudadanos y los partidos políticos y agentes estatales. Para una discusión general, véase Valenzuela (1977), Arriagada (2009), Barozet (2000, 2003, 2004, 2007) y Gündermann (2003).

4Alta institucionalización que, para Mauricio Morales y Patricio Navia (2012: 10), convive con un escaso vínculo programático con la ciudadanía.

5Después del plebiscito de 1988 en el que triunfó la opción del “No” a la continuidad de Pinochet en el poder, se realizaron en este país elecciones presidenciales y parlamentarias (1989), inaugurando un año después los gobiernos de la coalición de centro-izquierda Concertación de Partidos por la Democracia. Estuvo formada por la Democracia Cristiana (DC), el Partido por la Democracia (PPD), el Partido Socialista (PS), el Partido Radical Social Demócrata (PRSD), y otros menores. En total, ganaron las elecciones presidenciales cuatro veces consecutivas, primero con los miembros de la Democracia Cristiana Patricio Aylwin (1990-1994), y Eduardo Frei (1994-2000), y luego con los del Partido Socialista Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010). Este conglomerado cambió de denominación a “Nueva Mayoría” a partir del ingreso del Partido Comunista (PC), Izquierda Ciudadana y el Movimiento Amplio Social-Región a la coalición que, junto a los partidos que ya formaban la Concertación, ocupó el gobierno bajo la dirección de Michelle Bachelet en el período 2014-2018. Por otro lado, el panorama de la derecha partidaria ha sido desde la vuelta a la democracia principalmente representado por Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), más los recientes Amplitud y Evópoli (Evolución Política).

6Dos elementos importantes sobre el tema del peso en votos de la UDI es que ha sido beneficiada por el sistema binominal, destinado a sobrerrepresentar a las fuerzas de derecha una vez conocidos los resultados del plebiscito de 1988 (Joignant y Navia, 2003: 135), y que los votos no necesariamente significan simpatía o adhesión programática a este partido, pues sus niveles de identificación son bajísimos (Alcorta et al., 2012: 258).

7Así, en sus estatutos, reconoce la “liberación” de las Fuerzas Armadas el 11 de septiembre de 1973 de la amenaza de un “totalitarismo irreversible” apremia la defensa de una economía social de mercado y el Estado subsidiario, así como la autonomía del individuo y sus asociaciones frente a “tendencias uniformadoras” del socialismo en sus variadas expresiones. Más información en: <http://www.udi.cl/website/contenido.php?S=7&SC=6&C=6> [Consulta: 30 de abril de 2014].

8Reconociendo al mismo tiempo que esta dualidad no es exclusiva de la UDI, pues los demás partidos, no sólo en Chile, establecen vínculos diferenciados con sus bases electorales.

9“Nuestra alcaldesa”: Página de la Municipalidad de Viña del Mar. En: <http://www.vinadelmarchile.cl/seccion/9/alcaldesa.html>. [Consulta: 2 de mayo de 2018].

11Cabe señalar que, derivado de los documentos consultados, las comunas que más organizaciones sociales tenían eran las de Puente Alto y Temuco. Sin embargo, ninguna de ellas superaba a Viña del Mar. Más aún, la primera de ellas poseía la mitad de las organizaciones de la comuna viñamarina pero, al mismo tiempo, cargaba con el doble de población total. Véase al respecto Cartilla de información territorial de la región del valparaíso. Fundación para la Superación de la Pobreza. En: <http://www.superacionpobreza.cl/>. [Consulta: 2 de mayo de 2018].

12Para más información sobre el Fondeve puede consultarse la página subsidios-Chile.cl (http://subsidios-chile.cl/index.php/subsidios-del-estado/fondeve/) [Consulta: 2 de mayo de 2018].

13Reginato, además de arrasar en las elecciones, también lo ha hecho la UDI en el ámbito local, logrando en el periodo 2008-2012 controlar la mitad del Concejo Municipal (Servel, 2014). A esto se le sumaban dos espacios de Renovación Nacional (RN), lo que llevó a la derecha a hegemonizar el Concejo con un total de siete votos, contra cuatro de la oposición. Para las elecciones municipales de 2012, si bien Reginato bajaría de su sorprendente 78,76% de la votación para alcalde en 2008, aun así ganó holgadamente y la UDI pasaría a ser mayoría absoluta en el Concejo Municipal sin necesidad de establecer alianzas con RN.

14A partir de ahora, se echará mano de algunas entrevistas con nombres ficticios para resguardar su anonimato.

15Esta frase hace alusión a un trabajo apologético sobre la penetración de la UDI en los sectores populares (Pinto, 2006).

16De acuerdo con el grupo de presidentas cercanas a la alcaldesa, también han hecho trabajo de promoción del voto por políticos cercanos a ella, como su hija (diputada) o su sobrino (concejal de la misma comuna).

17La construcción cotidiana del Estado en relaciones clientelares ha sido estudiada con más detalle en Luján (2017).

18En el campo del clientelismo clásico, este aspecto ha sido destacado por James Scott (1977).

Recibido: 18 de Enero de 2016; Aprobado: 08 de Mayo de 2018

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Los autores agradecen el apoyo de la Facultad de Humanidades mediante la beca de apoyo a la investigación del Vicedecanato de Investigación y Posgrado, año 2016, en Chile, así como del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, en México.

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