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Sociológica (México)

On-line version ISSN 2007-8358Print version ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.29 n.83 Ciudad de México Sep./Dec. 2014

 

Artículos

 

Construyendo periferia: un microanálisis de objetos subordinantes como tecnologías epistémicas

 

Building Periphery: A Microanalysis of Subordinating Objects as Epistemic Technologies

 

Leandro Rodríguez Medina1

 

1 Universidad de las Américas, Puebla. Correo electrónico: leandro.rodriguez@udlap.mx

 

Fecha de recepción: 11/06/14.
Fecha de aceptación: 05/10/14.

 

Resumen

El presente artículo explora de qué manera los textos que llegan desde los centros a las periferias, siguiendo un esquema de división internacional del trabajo académico, contribuyen a estructurar los campos menos institucionalizados. Se exponen y analizan cuatro capacidades: (i) organizar syllabus y canonizar ideas; (ii) tematizar conferencias; (iii) determinar las agendas de investigación; y (iv) regular la movilidad académica. El trabajo, de naturaleza teórica, se basa no obstante en investigaciones empíricas previas realizadas por el autor, así como en la lectura crítica de investigaciones producidas recientemente en diversas disciplinas en América Latina.

Palabras clave: Circulación del conocimiento, objetos subordinantes, centros y periferias, sociología del conocimiento, geopolítica epistémica.

 

Abstract

This article explores how texts that go from from the centers to the peripheries, in accordance with an international division of academic labor, contribute to structuring the less institutionalized fields of study. The article describes and analyzes four capacities: 1) organizing syllabuses and canonizing ideas; 2) creating themes for lectures; 3) determining research agendas; and 4) regulating academic mobility. Although this article is theoretical, it is based on previous empirical research by the author as well as a critical reading of recent research in different disciplines in Latin America.

Key words: circulation of knowledge, subordinating objects, centers and peripheries, sociology of knowledge, epistemic geopolitics.

 

Introducción

Impulsados por las presiones generadas a raíz de la globalización y por una economía global cada vez más dependiente del saber los académicos han prestado mayor atención a la circulación del conocimiento. Conferencias académicas como "International Circulation of Knowledge. Academic & Scientific Issues for Developing Countries",2 "Centering the Margins: Reconfiguring the Map of Knowledge in Humanities and Sciences in the Iberian and Latin American Worlds",3 "International Scientific Conference Networks in the Global World: Structural Transformations in Europe, the US and Russia",4 y las jornadas de estudio "Relevant Factors for Acceptance and Rejection of Travelling Texts in the Social Sciences"5 han estado dedicadas al tema recientemente.

Asimismo, proyectos de investigación en instituciones de reconocido prestigio, como Networks of Exchange,6 Universality and Acceptance Potential of Social Science Knowledge. On the Circulation of Knowledge between Europe and the Global South,7 International Cooperation in the Social Sciences and Humanities8 y Disciplines & Technology Project9 están total o parcialmente destinados a explorar la dimensión internacional de la ciencia, la circulación del conocimiento y el papel de la tecnología y la materialidad.

Hay al menos tres suposiciones detrás de este interés creciente. En primer lugar, la espacialidad del conocimiento; es decir, la certeza de que se produce de distintas formas en diferentes lugares (Livingstone, 2003, 2007; Meusburger, 2000; Salvatore, 2006; Smith y Agar, 1998). En segundo lugar, la traducibilidad del conocimiento; vale decir, la posibilidad que tienen las ideas de ser traducidas por diferentes agentes —humanos y no-humanos— que hacen viable su circulación (Latour, 1987; Jöns, 2006, 2007). En tercer lugar, la movilidad del conocimiento es un proceso que implica transformación (Ackers, 2005; Latour, 1988; McFarlane, 2006). En otras palabras: el conocimiento sólo circula si se materializa y siempre es transformado en el proceso de traslado de su sitio de producción al de uso.

El corolario de lo anterior es que mientras algunos sitios acumulan conocimiento, otros no; mientras en algunos lugares se concentran personas y objetos alrededor de ciertas instituciones, en otros no; mientras en algunas locaciones el conocimiento surge por el proceso de acumulación que se materializa en laboratorios, bibliotecas, archivos y comunidades académicas, en otros no. Inevitable y recurrentemente algunos espacios se vuelven centros de producción —y diseminación— del conocimiento, mientras que otros se convierten en periferias de uso —y aplicación— del mismo. Los centros y las periferias son, entonces, productos de decisiones científicas (como investigar temas de vanguardia), de política científico-tecnológica (como tener criterios muy laxos para la creación de nuevas universidades) y de política en general (como transplantar institutos de investigación de las metrópolis a las colonias).10

La mayor parte de los estudios sobre movilidad del conocimiento se enfocan, por razones quizás obvias, en la circulación entre centros de producción, localizados casi totalmente en el primer mundo (Bourdieu, 1999; Lamont, 1987; Harwood, 2004; Schóttler, 2004; Charle, Schreiwer y Wagner, 2004; y Fleck, 2011). Otra vertiente para investigar la circulación del conocimiento son los estudios postcoloniales, pero aquí se erigen numerosos problemas. Según varios postcolonialistas hablar de "centros y periferias" es reconocer la superioridad de ciertos lugares como locus de enunciación del conocimiento y, por lo mismo, esta terminología —y el fenómeno que intenta describir— debe ser dejada de lado (Mignolo, 2000). Además, en la literatura postcolonial la producción metropolitana es atacada sobre la base de su estatus eurocéntrico, lo que trivializa la cuestión de su recepción, ya que inmediatamente aparece como sinónimo de imperialismo cultural y/o de su correlato, el colonialismo intelectual (Quijano, 2003). Finalmente, la producción estrictamente académica, la generada en universidades de los países que supieron ser colonias, es profundamente cuestionada por las raíces eurocéntricas de la institución universitaria. Desde la departamentalización de la educación superior hasta el predominio de métodos empíricos, los postcolonialistas ponen en entredicho la propia epistemología que esa institucionalidad ha producido, resaltando a la vez otras formas de conocer (como la autobiografía o las novelas) que cuestionan la centralidad de la academia (Castro-Gómez, 2007).

El presente artículo pretende, no obstante, recuperar la relevancia de la universidad como ámbito de producción de conocimiento, sin negar a la vez que esta institución se ha visto sometida a configuraciones político-económicas que exigen examen. La universidad de países periféricos es siempre una institución cuestionada, ya sea por su (i)rrelevancia social, por sus costos económicos, por sus vínculos políticos o por cierto aislacionismo profesional. Sin embargo, también es una institución sobre la cual la sociedad recarga en buena medida sus aspiraciones de desarrollo, la posibilidad de mejoras intelectuales y materiales para futuras generaciones y las necesidades de conocimiento de realidades locales. Por lo anterior, el objetivo principal es comprender teórica y empíricamente cómo la producción de conocimiento en estas instituciones es moldeada en buena medida por las redes que surgen en los países centrales y cuyo alcance global les otorga la posibilidad de estructurar campos del conocimiento.

Mi hipótesis de trabajo es que el conocimiento materializado que proviene de los centros metropolitanos —que llamaré objetos subordinantes— tiene capacidad de: (i) organizar syllabus y canonizar ideas; (ii) tematizar conferencias; (iii) determinar las agendas de investigación; y (iv) regular la movilidad académica. A través de estas capacidades, los objetos subordinantes adquieren la facultad más amplia de estructurar campos periféricos (Rodriguez, 2014).

 

¿Qué son los objetos subordinantes?

Los objetos subordinantes son productos académicos —como artículos en revistas, libros o ponencias en conferencias— que viajan entre diferentes mundos sociales desigualmente equipados en términos de recursos materiales y simbólicos. Star y Griesemer (1989) llamaron "objetos frontera" a aquellos que se desplazan de un mundo social a otro, pero no prestaron mayor atención a disparidades ecológicas —para usar su terminología— o estructurales. Mi visión es que las ideas viajan sólo cuando se materializan o corporizan, es decir, cuando están acopladas a objetos o personas. Cuando una teoría viaja desde un centro metropolitano hacia la periferia tiene lugar una serie de procesos que no ocurren cuando estamos frente a desplazamientos dentro del centro.

En otras partes he tratado con más detalle la necesidad teórica de reconocer la circulación del conocimiento entre áreas desiguales y el papel que juegan los objetos subordinantes en la configuración de carreras académicas (Rodriguez, 2013 y 2014), por lo que aquí analizaré en detalle el poder estructurante de estos objetos. Antes de eso es necesario dejar en claro que considerar a ideas como objetos parte del supuesto de que en buena medida el éxito del conocimiento producido en los centros es su manufactura y su envoltorio (packaging). Sin subestimar a los académicos que allí desarrollan su labor, este capítulo forma parte de una serie de trabajos en donde sostengo que la fortaleza de ciertas ideas radica en parte en su componente material y, por lo tanto, su producción, circulación y consumo deben ser analizados como tecnología, más que como un producto intelectual abstracto. Asimismo, parte del retraso de algunos campos académicos periféricos radica en la incapacidad de lograr acuerdos en relación con los componentes materiales y organizativos de su producción, como por ejemplo la distribución de revistas y la composición de sus consejos editoriales. Son estas cualidades simbólico-materiales, que se presentan estandarizadas, las que explican, al menos parcialmente, el éxito de ciertos lugares y el retardo de otros.

Busch ha afirmado recientemente que los "estándares moldean no sólo el mundo físico a nuestro alrededor, sino también nuestras vidas sociales y aun nuestra propia subjetividad. De hecho, estándares son las recetas por las cuales creamos realidades" (Busch, 2012: 2; traducción del autor). Ese poder radica en la propia definición de estándar. En primer lugar, está relacionado con tener un lugar, estar posicionado, ocupar un "espacio de fuerzas" —para parafrasear a Bourdieu. En segundo lugar, ese lugar se privilegia porque se vuelve una medida a partir de la cual se puede —o debe— comparar al resto. En este sentido, "estándar" se vuelve también una señal de superioridad, la descripción de una performance que no está al alcance de cualquier objeto o sujeto. Finalmente, y en ocasiones como producto de su naturalización, los estándares se vuelven normas, patrones de comportamiento de objetos y personas que se aceptan como normales. En las cuatro acepciones, los estándares están íntimamente conectados con el poder (Busch, 2012: 28), porque éste "es el resultado final de un proceso, y no un reservorio, un stock, o un capital que proveerá automáticamente una explicación" (Latour, 2005: 64).

El poder de cualquier estándar —y los objetos subordinantes no son la excepción— descansa en propiedades inherentes a su función (Busch, 2012: 28-75). En primer lugar, fija reglas que los demás deben seguir. La estructura introducción, método, resultados y discusión (IMRD) para cualquier abstract o artículo académico en revistas metropolitanas es un ejemplo. Quien no sigue esas reglas tienen menos oportunidades —si alguna— de lograr que su trabajo sea publicado. En segundo lugar, los estándares son anónimos; es decir, aun cuando su establecimiento puede estar ligado a instituciones o personas, aparecen con una entidad propia que busca brindarle objetividad, y cualquier intento de desafiarlos suele ser visto como una cuestión de intereses de un individuo u organización. En tercer lugar, los estándares hacen que algo quede "al alcance de la mano" (ready-to-hand), que sea de fácil manipulación; por ello no necesitamos cuestionarnos sobre lo que hay en la sección de metodología de un artículo o qué se espera de las conclusiones de una tesis. La estandarización se imbrica así en prácticas cotidianas, haciendo que su presencia se acepte como presupuesto (taken-for-grantedness) y "estructurando nuestras expectativas" (Busch, 2012: 32). Si sé, por ejemplo, que no he encontrado algún nicho dentro de la literatura del campo, sé que tengo menos oportunidades —si alguna— de ser admitido para estudios superiores. Finalmente, cuando individuos o instituciones no llegan a establecer acuerdos, los estándares aparecen como intermediarios, elementos que, por su apariencia de neutralidad y objetividad, permiten llegar a cierto convenio. Ahora bien, como lo recuerdan Star y Griesemer (1989), los objetos frontera —y también los subordinantes— tienen la capacidad de lograr acuerdos sin consenso. En otras palabras: los estándares son objetos alrededor de los cuales los actores se posicionan a partir de ciertos intereses que se mantienen, pero que se pueden negociar.

Busch (2012) no analizó, sin embargo, la capacidad de los estándares de acumularse y/o articularse. Éstos suelen tener tales características que es posible que en otros ámbitos sean utilizados para fines que no fueron los originalmente pensados. Pongamos un breve ejemplo. Publicar un artículo en una revista forma parte de la comunicación de la ciencia. La indexación de revistas se produjo como forma de establecer bases de datos que pudieran determinar la producción completa de un académico. Este juego entre revistas y bases de datos ha tenido consecuencias, entre ellas la transformación de los títulos y abstracts de artículos, con el fin de potenciar su buscabilidado, mejor aún, su encontrabilidad, e incluso la evaluación académica (Norman, 2012). Los comités de promoción y las autoridades de las universidades encontraron una posibilidad de evaluar la carrera de un profesor en cuestión de minutos (en la medida en que carrera y producción de artículos se consideraran sinónimos) y a partir de entonces el acceso a una plaza se basó en dicha evaluación. Una vez más, un proceso más o menos estandarizado —evaluación del currículum de un académico— se apoya en otro proceso estandarizado —búsqueda de productividad e impacto en bases de datos— que se basa a su vez en otro proceso estandarizado —escribir y publicar artículos con los formatos solicitados por las revistas—, el cual se sostiene en un cuarto proceso estandarizado -los cursos de escritura académica y seminarios de tesis. Al mismo tiempo, desafiar estándares es ir en contra los molinos de viento de corporaciones (por ejemplo, Thompson Reuters), instituciones (verbigracia, universidades) y prácticas percibidas como naturales por los miembros del campo (publicar en revistas metropolitanas).

 

¿Cómo estructuran los objetos subordinantes a los campos periféricos?

Los objetos subordinantes, al insertarse en redes transnacionales, son capaces de provocar cambios específicos en los campos menos institucionalizados. Tales transformaciones afectan los planes de estudio, los syllabi, las conferencias, las agendas de investigación y la movilidad académica. En consecuencia, cabe afirmar que los objetos subordinantes tienen cuatro capacidades, las cuales detallaremos en los siguientes parágrafos.

 

Capacidad de organizar planes de estudio, syllabus y canonizar ideas

Los objetos subordinantes tienen, en primer lugar, la capacidad de organizar planes de estudio enteros. En estos casos, la obra de uno o algunos autores canonizados se utiliza como forma de justificar la organización de las materias. Los orígenes de la ciencia política en la Universidad del Salvador (Argentina) son un ejemplo. En 1966 Carlos Floria obtuvo una de las prestigiosas becas Eisenhower y pasó un año en Estados Unidos entrevistándose con algunos de los politólogos más relevantes de entonces, como Easton, Deutsch y Sartori. En su trabajo final de esa beca Floria preparó un plan de estudios para una carrera de ciencia política en la Universidad de Buenos Aires. El proyecto finalmente llegó a las autoridades jesuitas de la Universidad del Salvador y el académico se volvió el director de dicha carrera. Así apareció un programa moderno que —no sorpresivamente— incorporó como lecturas obligatorias en sus materias centrales a autores como Dahl, Morgenthau, Deutsch, Easton, Potash y Sartori. Algunos de ellos, adicionalmente, fueron invitados a dictar una conferencia de inauguración de la carrera que se convirtió en un hito de la disciplina (Bulcourf y D'Alessandro, 2003).

Una situación similar vivió la Universidad de Buenos Aires cuando abrió la carrera de ciencia política en 1985 después del regreso a la democracia y retornaron algunos académicos que habían estado exiliados: "El diseño del currículo siguió los criterios más actualizados de la época. En este aspecto, fueron muy valiosas las experiencias adquiridas sobre el tema por aquellos profesores que, por los exilios de 1966 y de 1976, habían enseñado e investigado en universidades extranjeras y, por tanto, conocido formas diferentes de organización curricular" (Puig de Stubrin, 2006: 79).

Esa influencia externa se materializó también en una obra académica que marcó a una generación de científicos sociales en casi todo el continente: Transitions from Authoritarian Rule, que editaron Guillermo O'Donnell, Phillippe Schmitter y Laurence Whitehead y que publicó en inglés la Johns Hopkins University Press. Por eso, Bulcourf y D'Alessandro no dudan en sostener que en la década de 1980 "temáticamente la ciencia política se volcó casi por completo al estudio de la transición hacia la democracia, y el análisis de las instituciones democráticas de gobierno" (Bulcourf y D'Alessandro, 2003: 96).

De forma menos ambiciosa, los objetos subordinantes en ocasiones estructuran syllabi; es decir, permiten a los profesores a cargo diseñar contenidos académicos que giran alrededor de la obra de algunos autores fundamentales. Así, los cursos tienen un listado predefinido de autores en su bibliografía que perfectamente podría coincidir con los de un curso de teoría política en Estados Unidos o en Europa Occidental. Algunos pequeños ejemplos ilustrarán este punto. El syllabus de "Fundamentos institucionales de la política" (Pontificia Universidad Católica de Chile) tiene siete autores: Colomer, Dahl, Elster, Friedrich, Löwenstein, Peters y Squella.11 En "Teoría política contemporánea" (Universidad de Buenos Aires), la lista se alarga, pero se repitan casi todos los nombres, apareciendo también otros clásicos como Schmitt, Arendt, Rorty, Laclau,12 Schumpeter, Habermas, Marshall y Taylor.13 Elster, Gramsci, Offe, Buchanan, Almond, Rawls, Arendt, Parsons y Wolin aparecen en el syllabus "Teoría política contemporánea" de la Pontificia Universidad Católica del Perú.14 Los casos en los que figura en la lista algún autor local o latinoamericano se consideran bibliografía no obligatoria. Aunque sería central preguntarnos si la teoría política a enseñar en diferentes países de América Latina debe ser la misma -e incluso idéntica que en Europa Occidental. Mi punto aquí es el efecto de canonización de estos autores, de su obra y de los campos académicos de donde provienen. Como lo planteó un decano de ciencias sociales de una universidad privada argentina: "Yo vi que en las carreras de ciencia política, en Buenos Aires, los alumnos ven algunos temas, algunos textos, desde primer año hasta quinto año. Entonces hay una repetición, en el programa, y una repetición de autores, de artículos, hasta el cansancio" (Rodríguez Medina, 2014: 72).

El impacto que este tipo de estrategias tiene en los estudiantes es múltiple. Primero: lo extranjero es central, fundamental, obligatorio; lo local es periférico, opcional y complementario. Segundo: lo extranjero es lo nuevo, lo reciente, cutting-edge, mientras que lo local es subsidiario, una respuesta a la originalidad exterior. Tercero: las verdaderas categorías para comprender el mundo —incluso el mundo sociopolítico local— son las que proponen las teorías foráneas. No asombra, entonces, el comentario de una joven académica argentina que, sobre su formación en la Universidad de Buenos Aires (UBA), decía:

El gran problema que tiene la ciencia política que se ve en la UBA [...] es que es muy amplia; no hace pie en nada. Y sobre todo porque se ven muchos autores europeos y estadounidenses y muy pocos latinoamericanos, entonces uno termina siendo... yo terminé siendo fanática de Guillermo O'Donnell, no porque me guste O'Donnell en sí, sino porque es de los pocos autores latinoamericanos que leemos en la carrera. Te terminás cansando un poco de los autores europeos, porque tienen una forma de analizar distinta a la nuestra y una realidad que es totalmente distinta (Rodríguez Medina, 2014: 74).

Si el proceso de canonización por medio de bibliografía es el más frecuente, dado que todos los alumnos son socializados en sus disciplinas a través de textos, la adquisición de un estatus especial la brinda el convertirse en figura central de una conferencia o congreso. A la relevancia que los textos logran transmitirles a sus autores, se agrega ahora la celebridad en el campo y la llegada a las posiciones dominantes.

 

Capacidad de tematizar conferencias

Los objetos subordinantes tienen la capacidad de tematizar conferencias; es decir, de hacer que congresos, talleres, simposios y otras formas de encuentros académicos se organicen alrededor de la obra de un autor. En algunas disciplinas esto forma parte de una tradición propia del campo: en filosofía es común encontrar eventos académicos en los que se discute la obra de filósofos como Kant, Hegel, Wittgenstein y Foucault, y no hay programa de posgrado en filosofía analítica en el que no se enseñe la obra de Davidson ni de filosofía continental donde esté ausente Husserl. Cuando nos movemos a disciplinas menos "autores-céntricas", esperaríamos que las obras no jugaran el papel de factor estructurante. Sin embargo, dos ejemplos que analizaré a continuación muestran el poder de ciertos objetos subordinantes en campos periféricos. El primero corresponde al congreso internacional "La sociedad como pasión", que la Universidad Iberoamericana (UIA) en la ciudad de México organizó en 2007 en honor a Niklas Luhmann, con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el Instituto Goethe de la ciudad de México y el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD, por sus siglas en alemán). El segundo, en la misma línea, es el encuentro internacional y workshop organizado por la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad Alberto Hurtado, también con apoyo del Instituto Goethe de Santiago de Chile y el DAAD.

En el evento organizado en la ciudad de México por la universidad jesuita, el trabajo de Luhmann fue resaltado muy por encima de lo que han señalado de él analistas de la academia metropolitana (Poggi y Sciortino, 2011). En esa ocasión, el rector de la institución organizadora, José Morales Orozco, comparó a Luhmann con Aristóteles "en el sentido de la profundidad de su teoría, que no sólo aspira a una interpretación de la sociedad sino también a volverla más humana". Uno de los expertos en Luhmann, Darío Rodríguez, destacó que la teoría de este autor no era una moda y se insertaba en la tradición de autores como Marx, Weber, Durkheim y Simmel. Como se puede ver, en estos actos académicos se produce un triple proceso. Primero: se ubica al objeto subordinante en el nivel necesario para justificar su influencia y, consecuentemente, su efecto estructurante. Segundo: se escribe la historia de una o más disciplinas a través de reconfigurar el panteón de grandes hombres que le dieron origen; comparar a Luhmann con Weber es replantear los cimientos teóricos de la sociología, la ciencia política y la comunicación. Tercero: en las conferencias se posiciona la propia institución organizadora y a algunos de sus académicos como sitios legítimos de conocimiento, como un lugar validado de paso obligatorio en la temática. Si usted quiere saber sobre Luhmann —en español— entonces la Universidad Iberoamericana es su lugar y el doctor Torres Nafarrate su experto. El boletín publicado por esta casa de estudios con motivo del congreso hace explícito tal objetivo:

El congreso servirá como marco para el lanzamiento, en español por vez primera, del libro La sociedad de la sociedad, obra magna de Luhmann, cuya publicación para el público hispano es posible gracias al arduo trabajo del doctor Javier Torres Nafarrate, del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la uia. De este modo, la Iberoamericana se convierte en uno de los principales centros de difusión y estudio de la obra de este pensador para Latinoamérica (UIA, 2007).

En Chile tuvo lugar en 2008 una conferencia internacional y un workshop titulados "Niklas Luhmann. A diez años. El desafío de observar una sociedad compleja". El objetivo que tenían estos eventos era "discutir los alcances de su obra para el estudio de la sociedad contemporánea".15 Al igual que en México, la consagración académica a través de conferencias demanda un posicionamiento general disciplinario —o interdisciplinario— que a la vez sirve a los organizadores para avanzar sus propias carreras. "El futuro es contingente, pero muy probablemente, poco a poco, Niklas Luhmann se convertirá en un clásico de la sociología. Algo que no buscó, algo que nunca quiso".16 Lo destacable en este inicio de la descripción del evento es que la consagración es una situación que excede al homenajeado, al autor de la obra que logra articular a tres universidades, un instituto de cultura y una agencia de cooperación -además de decenas de académicos y personal administrativo.

Al igual que en la conferencia en la ciudad de México, la de Santiago era un intento de mostrar el lugar que algunos académicos y algunas instituciones jugaron —y juegan— en la introducción del autor alemán en América Latina. También muestra que para que un objeto subordinante logre su efecto estructurante debe estar inserto en —y ser él mismo— una red. Libros, investigadores e instituciones son parte de esa articulación:

"La teoría de Niklas Luhmann no es algo desconocido en nuestro país. Precisamente fueron Darío Rodríguez y Marcelo Arnold —expositores nacionales del encuentro— quienes introdujeron esta corriente en el contexto latinoamericano, con su libro Sociedad y teoría de la sociedad, hoy en su cuarta edición" (énfasis en el original).17

El evento en Chile agrega dos factores muy importantes para la comprensión de un objeto subordinante. Primero: al concentrar la información en un sitio electrónico, el mismo se convierte en un punto obligatorio de paso, reúne información y permite trazar trayectorias —de libros, de instituciones, de personas— en el tiempo. Un ejemplo de ello es la inclusión de una pequeña biografía de Luhmann resaltando aquellos aspectos de su carrera que más impacto tienen para el público local (por ejemplo, estudiar en Harvard con Parsons, un sociólogo notablemente influyente en América Latina). La breve biografía también es clave porque justifica el propio congreso: "Insatisfecho por la idea parsoniana de un primado de las estructuras sociales por sobre las funciones que desempeñaban éstas en el sistema social es que aparecen las primeras motivaciones de Luhmann para el desarrollo formal de una teoría sociológica de carácter universal".18 La búsqueda de Luhmann de una teoría sociológica de carácter universal es el mejor punto de partida para una justificación de la tarea que este congreso tenía: discutir los alcances de su obra, con un ojo puesto obviamente en América Latina. Esto es más interesante dado que el propio Luhmann había arrojado serias dudas sobre la viabilidad de su propuesta en el entorno latinoamericano (Torres y Zermeño, 1992).

El segundo factor es el workshop, que es una forma de participación académica de mayor involucramiento.19 Se trata de un encuentro de trabajo con objetivos más específicos —por ejemplo, plantear los lineamientos de una publicación— en el marco de un grupo de expertos. Produce redes más sólidas, porque tiene la capacidad de identificar mejor intereses compartidos y de brindar una oportunidad (tiempo, lugar, dinámicas) para que esos intereses —frecuentemente individuales y moldeados por los campos académicos nacionales— se puedan articular en proyecto amplios. Además, los organizadores hábilmente colocaron la opción para los visitantes de darse de alta en un mailing list que permitía circular información y vencer uno de los problemas habituales de los encuentros académicos: la trascendencia más allá de la conferencia.

Si la investigación sobre conferencias académicas es escasa (Gross y Fleming, 2011: 153), prácticamente es nula en relación con conferencias académicas locales en países periféricos. Esa ausencia complica la observación de los objetos subordinantes en el mismo momento en que ejercen su poder estructurante.

Lo antedicho sólo intentó mapear un nicho de investigación y sugerir que futuros estudios deben tomar en cuenta las diferencias que una conferencia académica tiene dependiendo del lugar en que se realiza (y de las instituciones, investigadores, patrocinadores, personal administrativo y recursos materiales que están a disposición). Una importante consecuencia de asistir a una conferencia en la que la obra de alguien aglutina a expertos es mostrar que hay una agenda de investigación y, en el caso de los workshops, hacerla avanzar en direcciones específicas, sobre lo que volveré más adelante.

 

Capacidad de determinar la agenda de investigación

Uno de los efectos estructurantes de los objetos subordinantes que más consecuencias teóricas y prácticas tiene es el de fijar la agenda de investigación en campos periféricos. Esto se manifiesta en la delimitación de problemas de estudio, la apropiación de marcos teóricos y criterios metodológicos, y en ocasiones en el establecimiento de recomendaciones políticas. Déjenme comentar dos ejemplos de este efecto. El primero es un pequeño libro titulado La ciencia política: empirismo, fortaleza vacía, hibridación y fragmentos, escrito por Alberto Aziz Nassif y publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1998. En ese trabajo el autor plantea hacer un breve pero riguroso estado del arte de la disciplina, aceptando que dicha actividad, en un espacio tan limitado, está condenada a correr serios sesgos. En forma clara, sostiene:

No comparto la tesis de la geografía para explicar la regionalización conceptual [...]. Las especificidades de la región se tienen que localizar en las diferencias históricas, en las tradiciones y las inercias, pero no tanto en los conceptos, que se usan igual aquí que en Europa o Estados Unidos. Hoy en América Latina se mueven las diferentes tradiciones, escuelas y sectas de la ciencia y la teoría políticas; lo cual no significa que los contextos específicos no tengan importancia, pero se pueden entender como aproximaciones a niveles de investigación empírica. Por ejemplo, Habermas puede estar pensando en la Alemania que dejó la posguerra y en la Alemania de la unificación, pero sus planteamientos pueden servir para mirar otros países (Aziz, 1998: 37).

Esta visión es congruente con el apartado dedicado a "Ejemplos de ciencia política: temas y autores" (Aziz, 1998: 21-27). Allí, el autor enumera a Juan Linz, Arend Lijphart, Philippe Schmitter, Giovanni Sartori, Adam Przeworski, Guillermo O'Donnell, Claus Offe y Norberto Bobbio. En otras palabras, ningún autor haciendo investigación politológica en América Latina —o cualquiera otra región periférica— es un ejemplo de aportes en la disciplina. Los problemas de investigación responden a las agendas de estos mismos teóricos: quiebre de las democracias, presidencialismo, parlamentarismo, corporativismo, partidos políticos y elecciones, relación entre capitalismo y democracia, transición democrática y movimientos sociales. Las especificaciones que realiza Aziz siguen respondiendo a conceptualizaciones angloamericanas, como "los límites e incapacidades de los Estados nacionales frente a la globalidad" (Aziz, 1998: 26) o las "sobrecargas de la demanda que provocan ingobernabilidad" (Aziz, 1998: 27).

Es en las páginas dedicadas a América Latina reconoce que la región no es importante para el desarrollo conceptual, sino en las diferencias históricas, tradiciones e inercias. Sin embargo, esto es cuestionable por al menos tres razones. Asume que las problemáticas aparecen con independencia de los marcos conceptuales con los que se estudian. Serían producto, más bien, de observaciones directas y sin carga teórica. Este tipo de observaciones —y la epistemología que las sostiene— han sido desacreditadas desde la filosofía de la ciencia en las últimas décadas. Por eso, cuando el autor defiende que "en América Latina los problemas también son la crisis de gobernabilidad de las democracias, el envejecimiento del Estado de bienestar y la crisis de los Estados nacionales frente a la globalidad y el mercado" (Aziz, 1998: 39) está aceptando que vemos a Latinoamérica desde categorías eurocéntricas que condicionan lo visible.

En segundo lugar, este planteamiento no muestra de qué maneras específicas —y no conceptuales— las diferencias históricas o culturales se manifiestan al observador para su abordaje teórico y empírico. ¿No están esas diferencias inscritas, por ejemplo, en la literatura latinoamericana?; ¿no se expresan esas inercias en las leyes y políticas públicas que emanan de congresos nacionales? En pocas palabras: no es claro cómo la conceptualización de los problemas por parte de los mismos actores a estudiar —funcionarios burocráticos, miembros de organizaciones de la sociedad civil o participantes en movimientos políticos— se puede separar de los marcos de referencia del investigador.

Finalmente, está la implicación epistemológica de que la producción conceptual propia no es necesaria, lo que no quiere decir que no puede darse o que no tiene la calidad suficiente. El principal inconveniente es que la teorización no es un ejercicio de abstracción independiente de las condiciones de producción. Latour (1987) mostró que la producción de teoría es un proceso que se da en ciertos lugares específicos porque allí se concentra información valiosa que puede sistematizarse. Burke (2002) ha seguido una línea similar utilizando la metáfora de centros y periferias para referirse a las ciudades y bibliotecas que dominaron la modernidad desde Europa. Dicho de otro modo: la originalidad conceptual puede surgir cuando ciertas condiciones materiales —por ejemplo, bases de datos— y simbólicas —como el reconocimiento a la labor de producción intelectual— están garantizadas, lo que normalmente sucede en escasas regiones del mundo que son —o serán— centros de poder. El otro inconveniente con esta idea es que relega al académico periférico a la tarea de adaptador, intérprete y aplicador del conocimiento producido fuera. Cuando Habermas piensa en Alemania, por definición no piensa en México, por lo que cuesta ver cómo sería posible que sus teorías sean útiles en ese contexto. Ahí aparece el académico periférico: leer a Habermas, adaptarlo con innovaciones conceptuales menores (y en ocasiones intrascendentes) y aplicar el marco teórico habermasiano (cuyo prestigio está garantizado) a un entorno para el cual la teoría jamás había sido pensada. Ello está en línea con lo que decíamos sobre Luhmann: aunque el propio autor dudaba de su aplicabilidad a América Latina, los latinoamericanos estamos seguros de que vale la pena el esfuerzo.20

Un segundo ejemplo permite ver con mayor especificidad la capacidad de formación de agenda que tienen las obras del centro cuando, al viajar a la periferia, se vuelven objetos subordinantes: los números especiales dedicados a ciertos autores u obras, que a la vez que contribuyen a la consagración de dicho personaje fuerzan a los contribuyentes de la revista a girar alrededor de sus ideas, subordinando sus agendas personales o institucionales. En 1997 la revista Razón y Palabra, especializada en comunicación, publicó su número 24, coordinado por César Albarrán Torres y Alfredo Troncoso, titulado "La sociedad post-literaria: a propósito de Sartori". En la introducción, uno de los coordinadores señala:

En su libro Homo Videns, Giovanni Sartori habla de la "preponderancia de lo visible sobre lo inteligible, lo cual nos lleva a un ver sin entender" para referirse al proceso de cambio de una cultura dominada por la lectura a una cultura subyugada por la imagen. [...] ¿Pero se está dando realmente este proceso? Y de darse ¿cuáles son las consecuencias? Es precisamente esta preocupación de Sartori lo que concierne al presente número de Razón y Palabra (Albarrán, 1997a).

La revista destina un número a responderle a Sartori y varias contribuciones lo hacen críticamente, señalando que debería atenuarse, por ejemplo, el determinismo implícito en algunas posiciones del pensador italiano. Dado el carácter teórico de la reflexión, en los artículos no hay aplicaciones específicas de la teoría sartoriana a la realidad de México o América Latina (donde circula la revista), pero sí hay una entrevista que realiza un coordinador a dos reporteros del periódico Reforma —Ernesto Núñez y Erick Meza—, cuya primera pregunta es: "¿Creen que se cumpla la profecía de Sartori en el sentido que el ser humano suplante la palabra escrita por la imagen? De ser así, ¿creen que esto disminuya las capacidades de abstracción de las personas?" (Albarrán, 1997b). Para cualquiera que conozca la teoría de Sartori, es evidente que no está pensando en países de la periferia, sino en las economías más avanzadas donde los medios digitales y la televisión tienen sus principales mercados. Por eso, la propia pregunta es ya un ejercicio de pensar desde la periferia, es la adaptación-adecuación de un planteamiento enunciado desde un sitio cuyas características son muy diferentes de aquellas donde responden los entrevistados. La respuesta de Ernesto Núñez, periodista y comunicólogo, también es ilustrativa, porque muestra que la estrategia a la que fuerza el ejercicio de adaptación es precisamente la de des- o re-localizarse. En otras palabras: frente a la necesidad de adecuar un planteamiento teórico foráneo (el reemplazo de la palabra escrita por la imagen) a un contexto diferente del de su producción (un periodista de Reforma en la ciudad de México) la estrategia para quien responde consiste en independizarse del contexto, mostrarse como un sujeto no anclado a su realidad cotidiana y representarse como un escritor: "Soy un hombre de papel y probablemente parezca ingenuo o muy optimista, pero francamente creo que no se cumplirá tal profecía. La imagen, con toda la riqueza que implica, es incapaz de sustituir el placer de leer una buena novela, una buena crónica periodística o un poema" (Albarrán, 1997b).

Si bien algunas formas en las cuales se estructura la agenda de investigación en la periferia suelen ser directas y explícitas, otras son sutiles y el proceso de pensar, para muchos, es en sí mismo el acto de independencia intelectual. La sección posterior mostrará que la propia circulación de personas —no sólo de ideas— está sometida a las reglas de la geopolítica del conocimiento global.

 

Capacidad de regular la movilidad académica

Los objetos subordinantes tienen la capacidad de configurar los campos académicos periféricos mediante la regulación de la circulación internacional de investigadores. Este proceso es, quizás, uno de los menos estudiados por la literatura en sociología de la ciencia, porque puede aparecer como insignificante cuando uno pone el foco en prácticas muy específicas —como enviar un abstract para un congreso— y en sitios periféricos. En esta sección ilustraré mi punto de vista con ejemplos de movilidad de corto plazo (congresos y estadías académicas breves) y de largo plazo (posgrados en los centros metropolitanos).

Asumamos por un momento que un académico en un país periférico recibe la información a tiempo sobre una conferencia de su interés (algo que, de por sí, no siempre puede garantizarse). Asumamos también que tiene el tiempo y el interés necesarios para decidir aplicar. ¿Qué tendrá que hacer? Básicamente, tendrá que escribir un abstract, es decir, un resumen de su propuesta, que puede ir de las 200 a las 500 palabras. En ese escrito deberá detallar su hipótesis o idea principal, la literatura que ha tratado ese tema con anterioridad, la metodología y, preferentemente, algunos hallazgos. En muchos sentidos, el abstract de un trabajo a presentar en una conferencia sigue un parámetro que Swales (1990) resumió con las siglas IMRD: introducción, método, resultados y discusión.21 No parece muy complicado e, incluso, no parece un proceso donde la geopolítica del conocimiento tenga algo que aportar. Pero no es así.

Algo tan sencillo como escribir el abstract —que en definitiva es, para la comunidad académica, un indicador de la capacidad del investigador de mapear su territorio intelectual, de definir su nicho y de cómo llenarlo— implica una serie de pasos que, a su vez, están basados en recursos simbólicos (como el manejo de convenciones textuales) y materiales (como el acceso a revistas actualizadas). Canagarajah (2002) analiza —siguiendo a Swales— el proceso y lo describe del siguiente modo:

Estos tres movimientos, con sus respectivos pasos, permiten garantizar el principal criterio detrás de cualquier pieza de investigación: originalidad y vinculación con el conocimiento preexistente. Sin embargo, Canagarajah reporta algunos importantes desafíos que esta estructura representa para quienes no escriben en y/o para los centros metropolitanos. Primero: la revisión de literatura —quizás, en buena medida, por falta de acceso a revistas actualizadas— casi nunca se hace, lo que impide que el movimiento dos se realice correctamente —o incluso que se intente.22 Segundo: como sostiene Mauranen (1993), los artículos y papers en Estados Unidos (y otros países del centro) están influidos por un "discurso de mercadotecnia"; es decir, están pensados para posicionar a sus autores en un mercado (el académico), lo que se deriva de la cultura de publica o muere que caracteriza dicho mercado. Esto no sólo es una realidad intransferible, sino que muy pocos —tal vez sólo cinco o seis— mercados académicos tienen el nivel de competitividad e institucionalización del estadounidense. Sin esa característica, una parte de la estructura del abstract está, cuando menos, injustificada. Tercero: la centralidad de un paper debe ser evaluada vis-a-vis, pero nunca en términos de cuánto contribuye a solucionar problemas sociales, políticos o económicos reales. En muchas áreas periféricas, "el estatus de los académicos es definido por el grado en el que pueden ser útiles para sus comunidades" (Canagarajah 2002: 118), lo que atenta directamente contra una centralidad endógena al campo y, consecuentemente, contra la familiaridad con la estructura del abstract. Cuarto: en lo relativo al método o metodología, esta sección del abstract (¡a veces un renglón o dos!) esconde la falta de (acceso a) facilidades, tiempo, tecnología, asistentes de investigación, fondos, bibliotecas y colegas dispuestos a colaborar directa o indirectamente. No asombra que algunos académicos ubicados en la periferia omitan esta sección —más aún, que tengan dificultades de cumplirla con los estándares que se asumen en los centros de producción del conocimiento. Quinto: estos académicos suelen extender la discusión más allá de lo que esta sección suele implicar para sus colegas metropolitanos. En los artículos y papers académicos casi todo es discusión y rara vez la obra está centrada en el objeto (que es la pauta estilística predominante), sino que gira alrededor de cómo cree cada uno que conviene estructurar el argumento. Lo que podría ser una muestra de originalidad generalmente se evalúa como falta de rigor y disciplina.23 Finalmente, los trabajos producidos en la periferia suelen contener la voz del autor de una manera directa, en una suerte de intromisión que busca posicionar al académico y, al mismo tiempo, vincularlo con su objeto de estudio. En algunos casos, esa voz se materializa en la expresión de afecto, lo que suele ser percibido como una distorsión de la objetividad por parte de los colegas metropolitanos (Canagarajah, 2002: 152-153).

Gross y Fleming han mostrado que estudiar las conferencias académicas es un paso necesario en la comprensión de las prácticas que producen conocimiento en ciencias sociales. Según los autores, su caso de estudio "sugiere que la asistencia a conferencias —una actividad de rutina para los productores contemporáneos de conocimiento social— merece más atención de los sociólogos de la ideas" (Gross y Fleming , 2011: 177). Aunque su caso de estudio gira alrededor de un filósofo político cuya trayectoria fue profundamente afectada por tres conferencias académicas, los autores no dedican ni un párrafo al acto profesional de escribir un abstract para enviar a conferencias. ¿Por qué? Porque su foco en Estados Unidos les permite asumir una estandarización que evita la necesidad de estudio. Canagarajah (2002), sin embargo, dedica más de cincuenta páginas —en el capítulo "Textual Conventions in Conflict"— a mostrar el desajuste que significa para un académico en la periferia respetar estándares fijados en los centros metropolitanos. Su reconocimiento de la habilidad de los investigadores periféricos para adecuar sus trabajos a diferentes públicos —entre ellos, por supuesto, sus colegas del primer mundo— no resta valor a su análisis detallado de los problemas —en ocasiones insuperables— que esos estándares representan.

En los párrafos precedentes nos detuvimos en los aspectos formales de un objeto subordinante para estructurar un campo, es decir, nos dedicamos a mostrar cómo el formato IRMD en los papers fuerza a los académicos a estructurar sus trabajos de acuerdo con esos estándares. En los próximos nos enfocaremos a aspectos de contenido.

Además de la forma, en ocasiones los objetos subordinantes obtienen su poder estructurante por las ideas que transmiten y la articulación de intereses que permiten. Un politólogo argentino, relatando su experiencia de "aplicar" a una universidad estadounidense, ejemplifica esta situación y nos adentra en la movilidad de mediano y largo plazos, que también está regulada por los objetos subordinantes:

La New School [for Social Research] te aceptaba y te daba una beca. Había dos opciones: que te acepte sin beca o que te acepte con beca. Que te acepte con beca [implicaba] presentar un trabajo de quince páginas en inglés. Yo en mi [...] vida había escrito una monografía. En el año 1994, la New School me aceptó [...]. Me acuerdo que recibí la carta de Richard Bernstein, de aceptación [...]; Bernstein era el director. [...] Yo [había leído] Perfiles filosóficos políticos, entonces yo ya sabía quién era Bernstein [...]. El tipo me acepta, pero sin la beca. Yo escribí una carta sobre las tres versiones de la ética, un paper muy influenciado por Mac-Intyre [...]. No me dieron la beca pero ahí me acuerdo que había ido a la casa del profesor de inglés que me daba [clases] en la UBA, [en] el laboratorio de idiomas, para que me corrigiera el trabajo. El tipo me cobró un fajón de guita para corregirme el trabajo; es decir, invertí mucho tiempo, mucha vida y mucho dinero, del poco que tenía, del que ganaba, en este proceso de aplicación.24

En el pasaje se pueden observar varias características de los objetos subordinantes. La primera es que son intermediarios entre personas que buscan —con mayor o menor éxito— ser parte de una red. Bernstein-director había llegado a Argentina, primero, como Bernstein-texto, al igual que MacIntyre-texto. La segunda característica es que estos autores-texto organizan trabajo original (ensayo de aplicación) producido en la periferia. Así, "un paper muy influenciado" debe ser leído como un paper que se esperaba que citara al autor correcto, de la forma correcta y articulado con la idea correcta. Sin embargo —y ésta es la tercera característica— el trabajo, aunque original, puede no lograr el efecto buscado; la red que se espera formar finalmente no surge y, como consecuencia, la movilidad se impide o desvía (el académico terminó estudiando en Essex, años después). Aplicar a un posgrado en los centros metropolitanos es algo que depende de mucho más que la voluntad individual del estudiante. En ese sentido, la manipulación de los objetos subordinantes es clave. Finalmente, el pasaje también permite ver que la producción original periférica implica la capacidad de armar una red de aliados, para parafrasear a los teóricos de actor-red: estudiante, laboratorio de idioma, traductor, Perfiles filosófico políticos, MacIntyre-texto y dinero. Por eso, moverse al exterior debe ser entendido, en realidad, como una tecnología entre cuyos componentes están los objetos subordinantes.

Lo que está implícito en el pasaje y es narrado desde la experiencia personal de un académico que logró finalmente realizar estudios de posgrado en el centro, puede encontrarse de forma explícita en manuales de cómo preparar una propuesta de investigación para aplicar a estudios de posgrado en universidades de Estados Unidos o Europa. Madsen, por ejemplo, sostiene que "los estudiantes buscando un tema de tesis, deben primero posicionarse en la literatura del campo. Sólo entonces estarán preparados para reconocer una idea fructífera cuando la encuentren" (Madsen, 1992: 32). Por simples y obvias que parezcan, el autor continúa sus recomendaciones respondiendo a la pregunta "¿dónde buscar?", conocedor de que el primer consejo requiere especificación para alumnos que buscan comenzar sus estudios de posgrado:

Visita la biblioteca y encuentra copias de tesis recientes en los campos de estudio apropiados [...]. Revisa revistas profesionales. Algunas de ellas publican listas de tesis completadas y tesis en desarrollo. Esas listas indicarán lo que académicos en otras universidades piensan que es importante en tu campo y te ayudarán a reconocer qué parte de tu campo está subexplorada. [...] Estudia artículos en recientes números de las revistas profesionales para aprender qué temas son del mayor interés actualmente y prometen seguir siéndolo por los próximos años (Madsen, 1992: 33-34).

Un clásico trabajo de Mauch sobre tesis adopta la misma línea, pero acentúa las razones epistemológicas detrás de la revisión de literatura para llegar a un problema válido de investigación:

El investigador-alumno tendrá una mejor propuesta, procedimientos más claros y un producto final mejor si hace una revisión lo más completa posible antes de embarcarse en el estudio. El principal beneficio de una revisión de literatura en el momento de la propuesta es un buen conocimiento del campo de investigación —cuáles son los hechos, quiénes son los académicos eminentes, cuáles son los parámetros del campo, y cuáles ideas, teorías, preguntas e hipótesis parecen ser importantes (Mauch, 1989: 74).

Tres consecuencias pueden extraerse de estos pasajes para nuestro argumento. La primera es que la revisión de literatura juega un triple papel: mapea el campo, posiciona al investigador y sirve de filtro. Quien no logra conocer, al menos someramente, el campo de estudio y encuentra una brecha o nicho donde situarse (que garantizará la originalidad del trabajo), entonces queda fuera del proceso. La segunda consecuencia es que la revisión exige un conjunto de elementos materiales —los párrafos citados mencionan sólo algunos— que deben articularse exitosamente. Para académicos en la periferia no sólo es más difícil acceder a literatura actualizada, bases de datos y tecnología de búsqueda, sino también identificar y poner en práctica el know-how que exige la escritura académica. En muchos países no metropolitanos, como sostiene Canagarajah (2002), las convenciones textuales y para-textuales son tan diferentes que la escritura de una propuesta de investigación en sí misma requiere mucha investigación y cierta destreza que no está al alcance de todos. La tercera consecuencia es que ese filtro aparece enmarcado en un proceso cognitivo que lo justifica y, por lo mismo, suele expresarse en un lenguaje neutro. Cualquier manual sobre cómo hacer una tesis, sin importar dónde, no podrá dejar de lado la necesidad de una pregunta de investigación y una revisión de literatura. Sin embargo, esa obviedad esconde, por un lado, que ambas son un formato, un estándar que, como tal, tiene detrás de sí una serie de ideas y valores que muy probablemente no sean universales (Busch, 2012). Por el otro, que el rango de las preguntas e hipótesis pensables en un determinado tiempo y espacio es, en buena medida, resultado de un conjunto finito de recursos materiales y simbólicos. Así, "especímenes, mapas, diagramas, registros, cuestionarios y toda clase de papeles se acumulan y son usados por los científicos e ingenieros" para darle sustento a las pruebas, conformando "centros de cálculo" (Latour, 1987: 232), los cuales son la principal causa de que ciertas preguntas se propongan solamente en ciertos lugares y que las respuestas también estén geoepistémicamente delimitadas.

Dado que las recomendaciones están en un lenguaje de neutralidad y se justifican en la necesidad de transmitir el rigor que el proceso de escribir una propuesta de investigación demanda, habitualmente esconden —cajanegrizan, diría Latour— las prácticas específicas que requieren y las condiciones que lo hacen posible. Sostener, por ejemplo, que el acceso a una biblioteca actualizada y bien equipada es condición básica para producir conocimiento puede ser tan obvio que no requiere estudiarse. Sin embargo, hay investigaciones recientes que se enfocan en analizar las formas como la infraestructura para investigación de las bibliotecas han moldeado la producción académica (Abbott, 2011). En el mismo sentido, admitir que una aplicación a una universidad requiere una revisión de literatura puede parecer natural (incluso para los evaluadores), pero eso no quiere decir que, como práctica, no merezca ser estudiada sociológicamente. Más aún, abrir esas cajas negras es lo que permitiría observar cómo tales prácticas son configuradas por —y reproducen— relaciones de poder que trascienden lo epistémico, según bien señalan los postcolonialistas. En otras palabras: fenómenos como la relación centro-periferia, la colonialidad del saber o el imperialismo cultural deben estudiarse a través de prácticas situadas, con personas y objetos específicos que se articulan conformando redes complejas particulares. Las generalizaciones corren el riesgo de simplificar y homogeneizar lo que es mutifacético y heterogéneo.

 

Conclusiones

El presente artículo ha tratado en detalle la forma en que los objetos subordinantes estructuran los campos periféricos. Mostramos cómo ejercen cuatro capacidades que tienen a partir de su función de estándares: organizar syllabus y canonizar ideas; tematizar conferencias; determinar las agendas de investigación; y regular la movilidad académica. No todos los objetos subordinantes tienen las cuatro capacidades ni el mismo poder, pero comparten: a) una dimensión material que no funge sólo de intermediación, sino que posee agencia gracias a su articulación con personas e instituciones; b) una lógica basada en la repetición y estandarización; c) una capacidad de producir efectos epistémicos directos o indirectos que, en definitiva, termina por contribuir a moldear el campo académico; y d) una posibilidad de articulación —combinación— entre sí y con otros objetos (por ejemplo, textos producidos localmente) e instituciones (por ejemplo, políticas de fomento de ciencia y tecnología). Lo antedicho puede servir como marco general para comprender fenómenos relacionados con la división internacional del trabajo académico y la configuración de centros y periferias de la producción del conocimiento.

En correspondencia con lo anterior, este artículo muestra que el análisis de centros y periferias en la producción del conocimiento no debe ser exclusivamente macro, enfocándose en las grandes estructuras y procesos que configuran una división internacional del trabajo. Antes bien, es en las prácticas cotidianas de trabajo de los académicos donde se puede observar quizá con más claridad cómo esas estructuras y procesos moldean centros y periferias. Sólo las prácticas cotidianas tienen visibilidad, tanto para los sujetos que las desarrollan como para quienes las investigan. Ese día a día suele pasar inadvertido porque, por un lado, envuelve quehaceres sobre los que no reflexionamos habitualmente, especialmente por falta de tiempo. Por otro lado, suele pensarse como producto de decisiones individuales o, a lo sumo, de políticas institucionales. Incluso cuando debemos reflexionar sobre nuestras prácticas y buscamos contextualizarlas más allá de las instituciones en las que laboramos no nos preocupamos de explorar las consecuencias epistémicas. De alguna manera, como lo afirman Camic et al. (2011), seguimos pensando en las ciencias sociales como un ejercicio en tres pasos: a) leer; b) comprender; y c) escribir. En qué medida los condicionantes que a diario afectan estos procesos y nos permiten conceptualizar a las ciencias sociales como tecnociencias (Latour, 1987), donde lo material es tan determinante como lo mental-cultural, no ha despertado aún suficiente interés.

Por ello, aunque la falta de recursos materiales ha sido muy estudiada por quienes se abocaron a analizar la producción de conocimiento en países periféricos (Díaz, Texera y Vessuri, 1983; Kreimer 2010), rara vez se problematiza la manera en que esa carencia afecta a prácticas específicas. Menos aún se plantea cómo estas prácticas nos fuerzan a adecuaciones situadas —es decir, estrategias basadas en los recursos e imaginación disponibles— para tratar de cumplir con las exigencias disciplinarias e institucionales. Sólo a manera de ejemplos podríamos hacernos las siguiente preguntas: ¿qué consecuencias tiene, al escribir un artículo, no disponer de una biblioteca actualizada?; ¿qué impacto tiene la escasez de becas en las expectativas de los jóvenes graduados al elegir un posgrado?; ¿de qué manera se articulan o compiten agencias extranjeras —como la DAAD o Fullbright— con las latinoamericanas -como el Conacyt de México o el Conselho Nacional de Desenvolvimiento Científico e Tecnológico (CNPq) de Brasil- para influir en las temáticas de tesis que se favorecerán con becas?; ¿están los estilos de escritura académica ensayísticos asociados a epistemologías alternativas? Faltan, para decirlo claramente, preguntas y respuestas donde se conecten factores materiales e intelectuales de forma más sólida.

Este artículo también puso atención en un aspecto cada vez más relevante de la producción de conocimiento: la materialidad. La contracara de no reducir la periferia a la falta de recursos es destacar que ésta se define, más bien, por la configuración de entramados sociotécnicos que, acoplados a redes más amplias y poderosas, suelen dar lugar a ciertas prácticas de producción de conocimiento que, a menudo, reconocemos como cotidianas. He intentado señalar que más allá de la voluntad (o falta de voluntad) expansionista de autores o instituciones del centro, las mediaciones específicas —por ejemplo, la fotocopia de un libro de un teórico— son las que efectivamente tienen la capacidad de moldear el campo periférico a través de sus múltiples usos (por ejemplo, bibliografía para un curso o material de intercambio entre colegas). En este sentido, si bien podemos observar relaciones de poder entre actores individuales e institucionales a nivel local o internacional, también tenemos que reconocer que ese poder se materializa a través de la materialidad contextualizada o, lo que es lo mismo, de objetos puestos en uso.

El poder sucede en esos encuentros, en esos intercambios entre humanos y no humanos —para parafrasear a los teóricos de Actor-Red— y es allí donde debe ser abordado. No es erróneo mirar la colonialidad del saber (Lander, 1993) o el imperialismo de las categorías (Rudolph, 2005), pero proponemos que tal vez es más útil y urgente mirar nuestro quehacer diario críticamente. Exaltar la condición periférica, reconociéndola como el único lugar donde un tipo de pensamiento alternativo es posible, es tan absurdo como esconderla detrás del discurso de una globalización homogeneizante que nos llevará, más tarde o más temprano, a compartir valores universales de producción epistémica. Los primeros corren el riesgo de adorar los falsos dioses de la mediocridad pseudoinstitucionalizada; los segundos, de idolatrar a los dioses foráneos que rara vez tienen los ojos puestos en las miserias lejanas, que son las nuestras. Aquí se propone estudiar la "periferialidad", descomponerla, observarla a niveles micro, en prácticas que contienen lo macro, pero que no son su resultado directo. Pensarnos periféricamente que es necesario, porque quienes producimos conocimiento en los márgenes muchas veces dormimos con el enemigo.

 

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Notas

2 Organizada por el Institut de Recherche pour le Développement (Francia), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, del Instituto Politécnico Nacional (México), el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, de la Universidad Nacional Autónoma de México (México) y la Universidad de Panamá, disponible en <http://isavoirs.free.fr/wikini/wakka.php?wiki=PagePrincipale>, consultada en junio de 2014.

3 Organizada por la Association of Iberian and Latin American Studies of Australasia, disponible en <www.eiseverywhere.com/ehome/index.php?eventid=30161>, consultada en junio de 2014.

4 Organizada por St. Petersburg State University, Bielefeld University, International Sociological Association, Russian Political Science Association e Inter-University Center for Science and Education Programmes in Social Communication, disponible en <www.ngw.spbu.ru/node/345>, consultada en junio de 2014.

5 Organizada por la Albert-Ludwigs-Universitát de Friburgo, la institución "Sociétés, Acteurs, Gouvernement en Europe" (SAGE) y el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), disponible en <http://sage.unistra.fr/uploads/media/Programme_JE_Wiebke_Keim_2014.pdf>, consultada en junio de 2014.

6 De la State University of New Jersey (Rutger), disponible en <http://rcha.rutgers.edu/>, consultada en junio de 2014.

7 De la Albert-Ludwigs Universitát, en Friburgo, disponible en <www.gesells-chaftswissen.uni-freiburg.de/news-en/six-international-fellowships-at-our-project-en?set_language=en>, consultada en junio de 2014.

8 Del Centre Européen de Sociologie et de Science Politique, disponible en <www.interco-ssh.eu/>, consultada en junio de 2014.

9 De la University of Chicago, disponible en <http://franke.uchicago.edu/dnt.html>, consultada en junio de 2014.

10 Siguiendo a Alatas, los centros de producción del conocimiento social son Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, dado que: a) son quienes generan la mayor cantidad de artículos y libros académicos; b) las ideas expresadas en dichos formatos poseen un alcance global; c) influyen sobre las ciencias sociales producidas en otras partes; y d) concentran reconocimiento, prestigio y respeto, tanto a nivel local como más allá de sus fronteras (Alatas, 2003: 602). La periferia, por definición, es el conjunto restante de países, aunque es destacable que algunos de ellos —como Alemania, o España para el caso latinoamericano— también han jugado el papel de centros en ocasiones (Rodriguez, 2014).

11 Listado disponible en <http://cursos.puc.cl/catalogo/programas/icp0119.pdf>, consultado en junio de 2014.

12 Ernesto Laclau nació en Argentina, pero desarrolló su carrera en el Reino Unido, en la University of Essex.

13 Listado disponible en <http://cienciapolitica.fsoc.uba.ar/programas2009/oblig/TPC_202009-Cheresky. pdf>, consultado en junio de 2014.

14 Listado disponible en <http://textos.pucp.edu.pe/textos/ver2/1067>, consultado en junio de 2014.

15 Documento publicado en <www.encuentroluhmann.cl/>, consultado en junio de 2012; no disponible en la actualidad.

16 Ibidem.

17 Ibidem.

18 Ibidem.

19 Ibidem.

20 Y en ocasiones lo vale, porque el principal objetivo suele ser —como sostenía Bourdieu (1999)— el posicionamiento de los propios académicos que sirven de introductores de ideas foráneas.

21 Esta estructura, con algunas modificaciones, es tan común y estandarizada que es usada en artículos, papers, propuestas de investigación, aplicación para fondos y otros productos académicos que componen el día a día de la vida profesional de los investigadores.

22 Sin embargo, como sostiene Canagarajah (2002), los académicos en la periferia sí discuten otros textos, pero en diferentes partes de sus trabajos, por lo que no siempre es considerado por evaluadores como "revisión de literatura", aun cuando efectivamente sucede.

23 Esto está basado en, y reproduce, una diferencia importante entre centro y periferia a la hora de argumentar. En el primero predomina una forma deductiva, donde la tesis se anuncia, se muestran las pruebas y se demuestra su corroboración. En la periferia, sin embargo, se proveen datos necesarios para que el lector llegue a la conclusión, a veces inesperada, al mismo tiempo que el autor. Esta estrategia inductiva fuerza al lector a varias inferencias que, al no estar guiadas por el autor conllevan el riesgo de desviarlo de la lógica del argumento.

24 Entrevista personal realizada a Alejandro Groppo en Córdoba, Argentina, el 8 de octubre de 2007.

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