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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.28 no.78 Ciudad de México ene./abr. 2013

 

Reseñas

 

Racionalidad y tragedia. La filosofía histórica de Max Weber de Eduardo Weisz1

 

María Celia Duek2 y Graciela Inda3

 

2 Profesora titular y coordinadora académica de la Maestría en Política y Planificación Social de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Correo electrónico: celiaduek@hotmail.com.ar,

3 Profesora titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, e investigadora del Consejo Nacional de Investigación en Ciencia y Tecnología, Argentina.

 

Dentro de la sociología, Max Weber se ha consagrado como uno de los tres grandes clásicos de la disciplina, junto con Karl Marx y Émile Durkheim. A un siglo de su aparición, su pensamiento y obra siguen despertando un vívido interés en el campo de las ciencias sociales.

¿Puede encontrarse en la obra de Weber una filosofía de la historia, es decir, una concepción de la historia como proceso abstracto con una fuerza motriz inmanente que atraviesa todas las civilizaciones?; ¿cuál es esa lógica metahistórica que sub-yace?; ¿en qué medida esa fuerza motriz condiciona un destino para la humanidad?

El sociólogo Eduardo Weisz, docente de la Universidad de Buenos Aires, donde imparte la cátedra "Pensamiento sociológico de Max Weber", da respuesta a estas interrogantes en su nuevo libro, Racionalidad y tragedia. La filosofía histórica de Max Weber, recientemente publicado.

El propósito del libro es mostrar que, a pesar de que los textos metodológicos de Weber plantean más o menos explícitamente la imposibilidad de pensar en un "sentido de la historia", de hacer una lectura de la historia en clave universal, sí existe en su obra una filosofía de la historia, que consiste en una concepción de la historia como "proceso abstracto con una fuerza motriz inmanente que atraviesa milenariamente todas las civilizaciones". Adherirse a una filosofía de la historia -sugiere Weisz- es suponer la existencia de "fuerzas metahistóricas que imponen límites a la acción humana" o "delimitan un espectro de acciones posibles".

El objetivo se alcanza a partir de una lectura sistemática de la sociología de la religión de Weber, pues aquella lógica meta-histórica que subyace alude a la racionalización, y ésta encuentra para el sociólogo alemán un impulso decisivo en el surgimiento de las religiones universales, cuyo componente ético determinó privilegiadamente las conductas de los individuos. No es que la racionalización no se desplegara en otros campos aparte del religioso -aclara Weisz-, pero tiene un escenario fundamental en las religiones universales, ya que es en la esfera religiosa en donde la acción fue subjetivamente conformada (hasta la modernidad, cuando el motor fundamental lo es la lógica racional capitalista).

La obra denota un conocimiento profundo de la temática tratada, resultado indudable de años de paciente investigación teórica, tanto de los textos del propio Weber como sobre la literatura secundaria. Cabe destacar la sobresaliente tarea de indagación bibliográfica, por la amplitud y la calidad de las fuentes con las que el autor trabajó.

A lo largo del escrito prevalece una clara convicción: la de no reducir a Weber al sociólogo, soslayando sus dimensiones filosófica e histórica.

Luego de examinar la polisemia del término "racionalidad" en el pensador alemán y la ausencia de un tratamiento sistemático, el libro contiene, en los primeros capítulos, un recorrido crítico sobre las distintas lecturas de los estudiosos de Weber en torno al problema de la filosofía de la historia y la racionalización (Fischoff, Löwith, los frankfurtianos, Luckács, Lowy, Habermas, Parsons, Tenbruck, Schluchter, Mommsen, Roth, Hennis, Kalberg, Boudon), lo cual brinda un panorama bastante completo y representativo del estado de la discusión.

En los capítulos 4, 5 y 6 Weisz se adentra en la cuestión medular: leer la sociología de la religión de Weber mostrando su vinculación con una filosofía de la historia. El autor demuestra muy convincentemente y con mucho conocimiento de causa cómo para el sociólogo alemán la historia universal puede ser concebida como un proceso de racionalización; cómo lo racional ha ejercido siempre un poder decisivo sobre los hombres (aunque circunstancias históricas diversas puedan contrarrestar esta tendencia); y cómo el surgimiento de las religiones universales con sus diferentes respuestas está asociado a esa racionalización. Weisz también desarrolla satisfactoriamente la idea de que el interés de Weber no se limita, como pretenden hacerlo creer ciertas interpretaciones, a Occidente, sino que se orienta a un proceso que tiene carácter universal.

Por otro lado, resulta muy interesante la caracterización que se hace de la relación de Weber con la historia y con la sociología, sobre todo en lo referente al tránsito del filósofo alemán de una a otra disciplina, así como el lúcido análisis de la relación de Weber con el historicismo.

En el séptimo capítulo el autor se centra en la especificidad de la racionalidad occidental y los factores que en distintas civilizaciones obstaculizaron el desarrollo de este tipo de racionalidad, según la teoría weberiana. Señala la aparición de un nuevo motor histórico: el capitalismo, que condiciona fuertemente nuestras vidas desde el exterior. A diferencia de Marx, el capitalismo aparece en Weber como un orden social insuperable, como "fin de la historia", de algún modo. El proceso de racionalización milenario culmina entonces en Occidente, donde se combinan el espíritu de cálculo del capitalismo racional y el protestantismo ascético.

El libro contiene una muy buena descripción de la perspectiva trágica de Weber, de su "pesimismo cultural", ya que el avance de la razón no es necesariamente señal de progreso. Para Weber, el mundo moderno -explica- es un mundo desencantado porque ha perdido su sustento último en valores trascendentes. Esta perspectiva es trágica o negativa porque considera imposible el retorno al pasado (no cabe en la mente de Max Weber un romanticismo anticapitalista, por llamarlo de algún modo), al tiempo que tampoco existe la esperanza en las nuevas formas religiosas para renacer viejos valores.

A falta de dioses y perspectivas de salvación eternas, el individuo ya no puede darle un sentido a su existencia; no encuentra en la ciencia la respuesta a las preguntas sobre qué debe hacer o cómo debe vivir; la modernidad sólo le ofrece eficiencia y racionalidad. Sin móviles trascendentales el individuo se reduce a un engranaje de una maquinaria basada en la eficiencia. El pensador alemán avizora un horizonte burocratizado, deshumanizado, vaciado de valores sustantivos.

Weisz logra examinar correctamente algo que generalmente poco se advierte: que una perspectiva trágica implica necesariamente una concepción sobre un motor histórico, sobre una dirección en la que la historia se mueve. Es decir, una filosofía de la historia.

Un tema que es planteado con bastante originalidad, aunque sin apegarse a la letra de Weber y que puede constituir un sugestivo disparador de futuras reflexiones para los interesados en el legado metodológico de Max Weber, es el de la relación entre tipos reales e ideales. El proceso histórico universal planteado por Weber -propone Weisz- es una filosofía de la historia típico ideal y, en ese sentido, una construcción del investigador; pero a la vez la racionalización es una fuerza operante en la historia. Al no detenerse en una lectura literal, el autor advierte inteligentemente que de algún modo esto supone una tensión con las recomendaciones de La "objetividad" cognoscitiva de la ciencia social y la política social acerca de la necesidad de evitar la confusión de ambos órdenes o la peligrosa identificación de "teoría" e "historia". Esta perspectiva constituye un gran aporte, puesto que abre el camino a nuevas sendas de investigación.

Quizás la única observación crítica que podríamos hacer al libro de Weisz es que, al focalizarse tan fuertemente en los escritos de Weber sobre sociología de la religión -y están claros los motivos por los cuales esos textos resultan de suma importancia para el análisis del proceso de racionalización y la filosofía de la historia de Weber-, se opera una cierta subestimación de la gran obra del sociólogo alemán, Economía y Sociedad. Este texto reviste interés, no sólo por la importancia que tienen en sí mismos los conceptos teóricos y herramientas metodológicas aportados por Weber, sino porque la racionalización está muy presente en secciones de esta obra que no son las de la sociología de la religión: en los tipos de acción (más o menos racionales); en los tipos de dominación; en el análisis del mercado; en la estratificación o en los fenómenos que impulsan la distribución del poder y el predominio de las sociedades clasistas por sobre las estamentales; en los tipos de acción que Weber considera que pueden darse a partir de la existencia de las clases; y en relación con esto último, en la posibilidad de organización de la clase a través de una acción racional.

En síntesis, el libro de Weisz proviene de un trabajo riguroso, de una enorme solidez, en el que no aparecen argumentaciones antojadizas sino que todas están cuidadosamente fundamentadas. Se advierte un gran manejo de los intérpretes de Max Weber, frente a cada uno de los cuales se adoptan posiciones críticas.

Si el momento actual de las ciencias sociales se caracteriza por una pobreza teórica, un empirismo muchas veces burdo, y un estilo argumentativo ambiguo, relativista o anodino, carente de posicionamientos fuertes (estragos todos dejados por la hegemonía del posmodernismo y del pensamiento débil), Racionalidad y tragedia. La filosofía histórica de Max Weber puede considerarse una excepción; o incluso, podríamos decir, un texto "fuera de época".

 

Notas

1 Eduardo Weisz, Racionalidad y tragedia. La filosofía histórica de Max Weber, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2012, 370 pp.         [ Links ]

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