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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.27 no.75 Ciudad de México ene./abr. 2012

 

Notas

 

La noción de individuo moderno en la obra de Max Weber*

 

Pedro José Vieyra Bahena** y José Hernández Prado***

 

 

**Maestro en Sociología por el Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco y candidato a doctor por la misma institución. Correo electrónico: vieyra_bahena@yahoo.com.mx

***Profesor–investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Correo electrónico: johprado@prodigy.net.mx

 

INTRODUCCIÓN

Uno de los principales aspectos de los clásicos de la sociología consiste en que su obra puede ser resignificada desde cualquier horizonte espacio–temporal. Siguiendo a Hans Gadamer (2001), puede afirmarse que los clásicos, aunque escribieron para un contexto específico, dicen cosas nuevas a cada presente desde el que son mirados. En este sentido, de la obra sociológica de Max Weber es posible extraer una noción de individuo que ayude a entender la manera en que la modernidad incide en él y que perfile la imagen antropológico–filosófica del tipo de ser humano que se genera en las condiciones modernas.

El presente texto tiene como intención proponer un esquema para entender la forma en que la modernidad influye sobre el individuo y orienta su acción en los principales ámbitos sociales; para hacerlo, recurre a la obra de Max Weber, poniendo mayor énfasis en sus consideraciones acerca de la dominación legal–racional, la sociología de la religión, los tipos de racionalidad y los principales tipos de ética. Una vez establecida una figura antropológico–filosófica del individuo moderno, siguiendo los textos de Weber, se mencionarán y esquematizarán las dimensiones que pueden encontrarse en su noción de individuo.

En la parte final del texto se mencionan, de manera muy general, algunas propuestas de autores contemporáneos, como Jürgen Habermas, Anthony Giddens, Ulrich Beck y Gilles Lipovetsky, que ayudan a ampliar el esquema de individuo moderno extraído de la obra de Max Weber.

 

ELEMENTOS CLAVE PARA ESTABLECER LA NOCIÓN DE INDIVIDUO MODERNO EN WEBER

Los elementos en la obra de Max Weber que permiten establecer una noción de individuo son: la vinculación del Estado con la economía capitalista como origen de la modernidad; la ética religiosa y las imágenes del mundo asociadas a ella; y las consideraciones weberianas acerca del individuo moderno y el sentido de la acción. Estos elementos, a su vez, permiten conectar las ideas de este sociólogo clásico con algunos representantes significativos de la sociología contemporánea.

LA VINCULACIÓN DEL ESTADO CON EL CAPITALISMO COMO CONFORMADORA DE LA MODERNIDAD

En primer lugar, desde la perspectiva de Max Weber la importancia de la unión del Estado y el capitalismo radica en que ambos confluyen para generar una imagen del mundo en el individuo, que hace que éste oriente su acción de una manera sin precedentes en otra etapa histórica. La forma en que el autor muestra cómo se configura la imagen del mundo moderno en los individuos ocurre a través de la dominación legal llevada a cabo por el Estado, en su estrecha relación con el capitalismo.1 Ahora bien, con respecto a la dominación legal–racional característica del Occidente moderno, Weber afirma que el poder se apoya siempre en un orden normativo legal y opera en relación con el sistema de nociones jurídicas. En este sentido, en la dominación legal–racional se obedece siempre a las leyes y normas abstractas, establecidas con arreglo a fines o a valores. Para que su ejercicio sea continuo, las reglas conforman un cosmos donde los fines del Estado quedan garantizados. Al mismo tiempo, tanto el soberano como los dominados obedecen no a individuos específicos, sino al orden impersonal conformado por el Derecho, que impone las leyes y las normas estatuidas, aplicables sólo a los miembros de la asociación política. Para que las normas y leyes puedan aplicarse en la dominación racional debe existir una jerarquía administrativa, dentro de la cual justamente están presentes las reglas técnicas o normas (Weber, 1964).

El principal elemento que permite tanto al Estado como a la empresa capitalista su funcionamiento es la burocracia. De manera general, la razón decisiva para el progreso de la burocracia ha sido, según Weber, su superioridad técnica, la cual la hace funcionar como una maquinaria con procedimientos eficaces, precisos y rápidos, así como con una rigurosa subordinación y un ahorro de fricciones y costos objetivos. Este tipo de exigencias son impuestas a la administración desde la economía capitalista, por lo que las empresas capitalistas modernas se erigen en modelos de rigurosa organización administrativa adoptados por los Estados. Así, cuando el Estado se une con el capitalismo abraza los patrones de funcionamiento de la empresa para preservar sus fines. La peculiaridad de este tipo de dominación, a diferencia de la carismática y de la tradicional, consiste en que deshumaniza los procesos administrativos, debido a que persigue la eficacia y la desvincula del amor, el odio y todos los elementos afectivos (Weber, 1964: 732). Lo que esto ocasiona es que la aplicación de las reglas generales y abstractas se dirija tanto a los dominados, como a quienes se encargan de la administración, puesto que se ha llevado a cabo una nivelación de aspectos sociales y económicos, con base en el apego a la norma.

Las implicaciones de este tipo de dominación para el individuo consisten en que, al buscar su desarrollo personal dentro de este orden, es objeto de una deshumanización que está específicamente motivada por la nivelación social llevada a cabo por la posibilidad de un reclutamiento universal de los profesionales más calificados: la plutocratización que busca una formación que dure el mayor tiempo posible y, sobre todo, el apego a la impersonalidad del deber. Por lo tanto, puede aducirse que desde la perspectiva de Max Weber uno de los efectos culturales de la burocratización, como parte de una racionalización creciente del modo de vida, tiene que ver con su influencia en la educación y en la instrucción, puesto que es a través de éstas que la dominación burocrática produce en los individuos las características esenciales para su desarrollo Así, se otorgan títulos para el desempeño de las funciones, tanto en la esfera pública como dentro del orden económico.

En la obra de Max Weber, el Estado y el sistema capitalista constituyen dos de los elementos importantes para la configuración del individuo moderno, puesto que al dirigir la acción de éste, tanto bajo el dominio de las normas y las leyes estatuidas, persiguiendo fines económicos (de subsistencia, de acumulación, etcétera), como en la obtención de títulos que le faciliten el acceso al mundo laboral, ambas entidades configuran los principales marcos de acción en que se desarrolla el individuo en la era moderna.

ÉTICA RELIGIOSA E IMÁGENES DEL MUNDO

El segundo elemento que resulta necesario analizar para poder establecer la noción weberiana de individuo es la ética religiosa y las imágenes del mundo asociadas a ella. Desde la óptica de Weber gran parte de la racionalidad moderna se debió a la forma en que se desarrolló históricamente la religión en Occidente, puesto que con las imágenes que creó en los fieles permitió que esta época histórica adquiriera sus características distintivas de las anteriores etapas en Europa. Las imágenes del mundo que se generaron en el individuo occidental se debieron a procesos de racionalización aparecidos en el desarrollo histórico de la religión. Al respecto, el surgimiento de la Reforma protestante desempeñaría un papel muy importante, debido a que coadyuvó a la creación de ciertas imágenes del mundo en los individuos. La ética generada por dichas imágenes propició una conducta que encontraría ciertas afinidades en el sistema económico capitalista, lo cual contribuyó en gran medida a que la dominación legal adquiriera características de difícil destrucción, a través de la unión entre la esfera económica y la política.

De manera muy general, Weber considera que uno de los aportes fundamentales de la Reforma protestante fue el término profesión, el cual fue adquiriendo significaciones diversas durante el desarrollo histórico de este acontecimiento religioso. A pesar de que fue con Lutero con quien surge el término profesión, sería por medio de las enseñanzas de Calvino donde se utilizó con mayor énfasis religioso; los seguidores del calvinismo se refugiarían en la profesión como una forma de mitigar la duda de si estaban salvados o no. A través de diferentes personajes, con influencia considerable en las distintas iglesias protestantes, la utilización de la idea de profesión fue cambiando, hasta llegar a las consideraciones del teólogo Richard Baxter. Los dogmas enunciados por este personaje nos muestran cómo la evolución del calvinismo adquirió matices que concluirían en una perfecta afinidad entre la ética protestante y el sistema económico, mediante la racionalización de la conducción de la vida.

Los principales dogmas de Baxter insisten en que lo indeseable de la riqueza es el goce en ella. También afirmaban que sentir disgusto en el trabajo era prueba de una falta de gracia, por lo que el rico también estaba obligado a trabajar. Al mismo tiempo, sostenían que Dios no exige trabajar por trabajar, sino la entrega exclusiva al trabajo racional en la profesión. Por lo tanto, el trabajo no debía ser ocasional ni efímero; se puede buscar otra profesión que sea más grata a Dios, por lo que no existe freno al cambio de profesión; lo indeseable es que sea irracional.

Para medir qué tan grato era cierto trabajo para Dios se debían tomar en cuenta, primero, criterios éticos; esto es, las ordenanzas de la confesión y que no se cayera en el pecado; después, destacaba la importancia que tenían para la colectividad los bienes que han de producirse. El lucro es lícito, puesto que Dios, cuando muestra a alguno de los suyos que puede lucrar lo hace con algún fin. Una de las principales consecuencias de estos tres criterios era la idea de que es posible ser rico para agradar a Dios, pero no para los goces sensuales, por lo que la riqueza es un precepto divino acorde con el ejercicio del deber profesional. Con base en los dogmas de Baxter, Weber afirmaría que para el ascetismo resulta odiosa la figura despreocupada del nuevo rico, aunque la actitud austera le merece toda suerte de glorificaciones. Además, según Baxter, el hombre es un administrador; no es dueño de la riqueza, porque algún día entregará cuentas a Dios de los bienes que le fueron concedidos. Esta idea, según Weber, es la raíz más fuerte de la afinidad de la ética protestante con el capitalismo moderno.

Ahora bien, para Weber lo decisivo consistiría en la idea de que la entrega a la profesión fue el motor para el surgimiento del capitalismo, puesto que el resultado de la conducción de una vida puritana permitiría la inmensa acumulación de capital, por lo que las grandes cantidades de éste fueron consideradas por Weber como el resultado de una ética que buscaba el bien y propiciaba el mal. En la evolución histórica, la conducción de vida generada por la ética ascética iría perdiendo la raíz religiosa que le dio impulso y los santos cedieron ante las tentaciones de la riqueza. Lo anterior tuvo como consecuencia que en el sistema capitalista la entrega al trabajo por vocación siguiera presente, pero ya no con el motivo religioso que la impulsó al principio, como medio para alcanzar la salvación (Weber, 2003).

Desde la perspectiva de Weber, en el proceso histórico de racionalización de la religión occidental surgieron algunas tensiones entre las religiones de salvación, sobre todo la católica y las protestantes, y ciertos aspectos del mundo secularizado; esto se debe a que la ética de convicción religiosa, al sistematizarse, pasando de simple convención a mandato en forma de ley divina, encontró cada vez más obstáculos debido a la aparición de determinadas formas sociales, como era el caso de la economía, la política, la ciencia, el arte y la sexualidad. Según Weber, faltar a determinados preceptos divinos puede generar auténticas revoluciones en el nivel social y la forma en que se dan esas transgresiones consiste en cambiar el sentido de las mismas.

Una de las esferas que analiza Weber es la de la economía, la cual constantemente entra en tensión con la ética de convicción de las religiones de salvación. Según este autor, la racionalización económica conmueve los cimientos de la tradición sobre los que descansa la autoridad del derecho sagrado; desde su perspectiva, la racionalización del protestantismo encontró lugar en el capitalismo por sus postulados calvinistas, a diferencia del catolicismo, que a través de la caridad y de la piedad hacia los necesitados no pudo desarrollar la racionalización que experimentó el ethos protestante.

Otra esfera que analiza Weber, la cual también entra en tensión con la ética de convicción, es la de la política; para él, esta tensión surge cuando la comunidad religiosa se aleja de la asociación política. Desde su óptica, sólo la ética profesional ascética representa una adecuación a la objetivación del mundo político, pero en general la forma en que se racionalizan las relaciones políticas es alejándose de ellas.

Otra de las esferas que entraría en contradicción con la ética de convicción religiosa es precisamente la erótica, la cual es visualizada por las religiones de salvación como un goce contrario a los designios divinos de la reproducción. Este tipo de religiones ha entrado también en fuerte tensión con el arte, puesto que en la era moderna el individuo trata de alejarse de los juicios estéticos a partir de los juicios éticos. Los primeros se orientan en detrimento de una vida metódica y racional hacia la salvación.

Existe, finalmente, la esfera científica, que asimismo entra en tensión con la religiosa, lo que se debe a que los objetivos de cada una de ellas son opuestos, pues mientras que la esfera religiosa busca llevar a cabo un ordenamiento del mundo para encontrarle un sentido a fin de "encantarlo", la ciencia realiza un "desencantamiento del mundo", ya que muestra que detrás de los fenómenos naturales y sociales no existe un poder mágico o divino que los origine (Weber, 1964).

Weber dejaba entrever que cada una de estas esferas se autonomiza de las consideraciones religiosas. Aunque los individuos viven en constante tensión con ellas, todas entran en el orden de las relaciones sociales, lo cual se debe, en parte, a que en el mundo social secularizado es donde ellas se autonomizan. En el caso del arte, Weber consideró que ha sido a través de la intelección que éste ha podido confluir con el ámbito secular. En el caso de la economía, los intereses del Estado confluyen en ocasiones con los de las autoridades religiosas, o entre ambos se llega a un acuerdo para determinados decretos.

El hecho de que en la época moderna estas esferas fueran autónomas unas de otras era algo importante dentro de la perspectiva de Max Weber, puesto que ello implicaba la existencia de diferentes tipos de valores presentes en el sentido que el individuo atribuía a cada una de sus acciones. Por consiguiente, en la época moderna la autonomía de las esferas muestra que el individuo no tiene una concepción unitaria sobre el origen de los valores en el mundo. Ello ha dado pie al surgimiento de lo que se ha denominado el politeísmo de los valores, que también es exclusivamente característico de la etapa moderna.

La noción de individuo en Weber: ética y sentido de la acción

Con base en la anterior exposición de algunas de las principales propuestas de Max Weber es posible considerar que la noción de individuo moderno que está presente en su obra consiste en lo siguiente: para él, el individuo moderno tiene como características principales la dedicación a la idea de profesión como vocación; el apego a las normas universales y abstractas; y el hecho de que ha deshumanizado sus labores, puesto que en el desempeño de su profesión no evidencia amor, odio, ira o pasión, y además habita en un mundo que ha sido desencantado, al cual él mismo tiene que racionalizar constantemente a través de una ética de la responsabilidad o de la convicción.

De la misma manera es posible considerar que esta imagen del individuo moderno incluye cuatro dimensiones, que en conjunto indican la incidencia de la modernidad en él: a través de la dimensión político–legal se puede percibir la forma en que la acción del individuo es regulada con base en los ordenamientos estatuidos de forma legal–racional. Por medio de sus regulaciones jurídicas el Estado, en su forma de gobierno, constituye un elemento de carácter externo al individuo, y con base en la legitimidad (aceptación por parte del individuo) que posee determina cuál es el tipo de acción que se debe seguir en ciertos asuntos de interés público. En el caso de que el individuo no realice la acción de la forma en que fue contemplada por el Estado se enfrenta a la amenaza de la coacción física o psíquica de carácter legal.

La segunda dimensión del individuo moderno es la económica, que también está constituida por un elemento externo al mismo. De acuerdo con Weber, las reglas características de la economía capitalista, constituidas por una racionalidad formal, se encuentran establecidas de tal manera que quien no las siga no alcanzará sus metas personales dentro del ámbito económico, las cuales son la prosperidad, el enriquecimiento y la obtención de una profesión bien remunerada, que al menos permita una subsistencia digna. Esta dimensión indica claramente la relación que el individuo establece con la sociedad para proveerse de los medios que le permitan vivir y aumentar sus posesiones materiales.

La tercera dimensión presente en la noción de individuo en la obra de Max Weber es la que llamaremos vocacional–aspiracional, que posee un carácter subjetivo, puesto que consiste ante todo en la idea de vocación entendida como profesión y es resultado de la racionalización de las imágenes religiosas que ocurriría en Occidente. Aunque su existencia obedece a las características propias de las esferas económica y política, como elementos externos al individuo, es indudable que es el individuo mismo quien la genera y quien, con base en la imagen del mundo asociada a ella, la moldea para adaptarse a las condiciones impuestas por la sociedad. Lo importante de esta dimensión consiste en que es la que proporciona el rasgo más característico de la modernidad, puesto que esta idea de vocación es el principal valor que dota de sentido a la acción del individuo.

La cuarta dimensión que se puede extraer de la noción del individuo moderno en la obra de Weber es la que denominaremos sensitivo–afectiva, la cual comparte con la anterior la característica de ser subjetiva, debido a que hace referencia, sobre todo, a la manera en que el individuo busca, dentro de las posibilidades que le brinda la modernidad, determinado tipo de gratificaciones relacionadas con los goces erótico o sensual (placeres del cuerpo) y estético (cuestiones del gusto y del disfrute de las obras de arte). La acción social vinculada a esta dimensión no tiene condicionantes externos, ya que la manera en que se despliega depende de las valoraciones propias de quien busca desarrollarla.

Por otro lado, la manera en que el individuo desarrolla su acción social, a través de cada una de estas cuatro dimensiones, tiene su base en la racionalidad, la cual puede ser con arreglo a fines, aquélla en la que el individuo elige los medios necesarios para poder conseguir los fines propuestos, o puede ser una racionalidad con arreglo a valores, en la cual se busca desarrollar una acción que pretende consumar un valor determinado. La racionalidad, en sus dos acepciones, significa que el individuo está dotado de una capacidad mental que le permite intelectualizar la manera más adecuada de conseguir sus fines o de realizar sus valores. Esta característica de la individualidad moderna, según Weber, es una herencia de la filosofía clásica griega (Weber, 1964).

Además, como desde la perspectiva de Max Weber la modernidad implica una imagen del mundo que proporciona al individuo los valores que sustentan su acción en todas las esferas vitales, la ética del individuo moderno puede ser de responsabilidad o de convicción. En la primera se busca la consecución de un determinado fin, y para ello se toman en cuenta tanto los medios como los fines, así como las posibles consecuencias de la acción. Por otro lado, en la ética de convicción lo que se busca es la congruencia con algún valor, sin tomar en cuenta las posibles consecuencias de la acción. Se puede entender así que en la ética de responsabilidad queda manifiesta la racionalidad con arreglo a fines, mientras que en la de convicción es evidente la racionalidad con arreglo a valores (Weber, 1998).

Si se toman en cuenta tanto las dimensiones de la noción de individuo extraídas de la obra de Weber como la racionalidad y la ética modernas tal como son planteadas por este sociólogo alemán es posible representar de manera gráfica al individuo a través del siguiente esquema.

Se puede apreciar que las dimensiones objetivas, la político–legal y la económica, se caracterizan por poseer una racionalidad con arreglo a fines, así como una ética de responsabilidad. Ello se debe a que las esferas que las determinan son de carácter externo al individuo, por lo que los fines, los medios y los valores a seguir ya están preestablecidos a través de la dominación burocrática y el individuo debe acatarlos, pues si no lo hace se expone a una sanción por parte de la autoridad legítima, o a la ruina y el fracaso económico, típicos del capitalismo. A su vez, las dimensiones subjetivas, la vocacional–aspiracional y la sensitivo–afectiva, se asocian más bien a una racionalidad con arreglo a valores, así como a una ética de convicción. La razón de ello es que en las circunstancias generadas por la modernidad, el individuo es quien decide y establece qué tipo de valores ha de utilizar para adquirir su vocación profesional, así como la manera en que ha de buscar los goces sensuales, afectivos y estéticos.

Este esquema permite establecer una caracterización del individuo moderno que, partiendo de la obra del autor de La éticaprotestante y el espíritu del capitalismo, entiende la forma en que la modernidad incide en la relación individuo–sociedad y es factor para el proceso de individuación, puesto que Max Weber se encargaría de plantear de manera acertada las condiciones de la modernidad que generan las dimensiones objetivas del individuo, el Estado y la economía capitalista, así como el origen de la idea de profesión entendida como vocación, aunque prestó muy poca atención a la manera en que la dimensión sensitivo–afectiva se constituye y manifiesta. De la misma manera es notorio que la vocación de la que hablara Weber haría referencia a la manera en que cada persona, a través de la profesión, desarrolla determinadas ocupaciones en el mercado laboral. Ahora bien, justo en relación con esta dimensión vocacional puede ser pertinente complementar esta idea con algunas propuestas contemporáneas que permiten analizar de qué manera la convicción es entendida como realización personal.

En este sentido, para poder caracterizar de una manera más completa al individuo moderno contemporáneo resulta necesario echar mano muy brevemente de algunos autores de nuestros días que analizaron el problema del individuo hacia finales del siglo XX, principalmente Habermas, Giddens, Beck y Lipovetsky. Si se toman en cuenta sus aportes, los cuales de alguna manera presentan una continuidad con el pensamiento weberiano, puede redondearse aún más el esquema presentado.

 

SOBRE LA CARACTERIZACIÓN DEL INDIVIDUO MODERNO CONTEMPORÁNEO

Sin lugar a dudas es posible considerar que un aspecto muy significativo en el individuo moderno son las dimensiones objetivas. Éstas se encuentran conformadas por aquellos elementos que son determinantes de la modernidad, a saber, la economía capitalista y el Estado democrático moderno, los cuales son el eje de la dominación legal (burocrática), tanto en su relación entre ambos como con sus características individuales.

Si se toman en cuenta las contribuciones de Jürgen Habermas se podría comprender que la forma en que se materializa la relación del individuo con el Estado es a través de la adopción de roles. Con el rol de cliente de la burocracia, cada individuo paga a través de sus impuestos por los servicios públicos, o sea, es un cliente gubernamental; con el rol de ciudadano adquiere derechos de participación en todos aquellos aspectos que sean de interés público; esto es, se considera a sí mismo como perteneciente al Estado (Habermas, 2005a y 2005b).

También con base en la propuesta de Habermas es posible completar la forma en que, a través de la dimensión económica, se cristaliza parte de la relación del individuo con la economía. Para ello puede recurrirse a la propuesta habermasiana de la adquisición de los roles de trabajador y de consumidor. Con el primer rol se destaca la manera en que el individuo desarrolla determinadas actividades que le permiten obtener un ingreso, ya sea como empleado de alguna empresa o instituto público; o bien como subempleado o microempresario formal o informal. Con el rol de consumidor se reafirma su relación con el sistema económico a través del consumo de bienes inmateriales y materiales, tanto para cubrir sus necesidades básicas como para otro tipo de requerimientos (Habermas, 2005a y 2005b).

Ahora bien, si se consideran las aportaciones de Anthony Giddens es posible observar que en la dimensión vocacional–aspiracional el individuo desarrolla todo un estilo de vida, esto es, establece una serie de hábitos rutinarios a través de los cuales muestra la forma en que está constituida su crónica biográfica. Pueden observarse los planes de vida, es decir, la forma en que el individuo adecúa su biografía tomando en cuenta las esferas vitales objetivas, así como su pasado y su futuro, con base en los elementos contingentes que le pueden salir al paso (Giddens, 1995).

Además, en la dimensión vocacional–aspiracional también se puede insertar un elemento proveniente de Ulrich Beck y de Gilles Lipovetsky. Con base en Beck, es viable argumentar que en esta dimensión existe la idea de una vida plena en el individuo; por lo tanto, éste manifiesta una vocación que trasciende la necesidad de encontrar una ocupación en el mercado laboral. Junto con la búsqueda de una profesión, el individuo pretende realizar actividades que le confieran un mayor sentido a su vida, aunque no impliquen una remuneración, pero que le permitan desarrollar y demostrar sus habilidades y capacidades personales (Beck, 1998; y Beck y Beck–Gernsheim, 2003). Con base en Lipovetsky se puede argumentar que en esta dimensión opera la búsqueda constante de la felicidad subjetiva, donde el individuo equilibra la entrega a la profesión para igualarla, como objetivo valorativo, con aquellos elementos que le brinden felicidad personal; esto es, el individuo elige una profesión que le permita una sobrevivencia económica, pero también busca maneras de procurarse determinados tipos de felicidad: tiempo libre, ocio, así como actividades atractivas en donde pueda desarrollar sus habilidades personales, como tocar algún instrumento musical, pertenecer a algún club social, escribir poemas, etcétera (Lipovetsky, 2005 y 2006).

Finalmente, en relación con la dimensión sensitivo–afectiva, la forma en que Weber la analizó apenas si permite caracterizarla. Giddens ha considerado que el cuerpo es el centro a través del cual el individuo manipula el dolor y el placer; por lo tanto, en esta dimensión el individuo utiliza su cuerpo como fuente de obtención del placer (sexual y en general sensorial). También es posible considerar que justo en esta misma dimensión se incluyen las relaciones puras en el sentido de Giddens, que tienen que ver con la generación de lazos emocionales con una pareja o con los amigos; con estas relaciones lo único que pretende el individuo es la obtención de gratificaciones emocionales sin ningún otro objetivo.

Además, puede complementarse el análisis de esta última dimensión con las consideraciones de Lipovetsky, quien asegura que en la modernidad contemporánea existe, por un lado, una multiplicidad de formas para obtener placer sexual, ya sea a través de relaciones sexuales o por medio de la pornografía y los artículos que se ofertan como seducción continua a través de la publicidad, tales como juguetes, ropa que hace sentir a la persona sexy, etcétera. Por otro lado, en esta dimensión quizá tenga cabida también el cuidado hedonista del cuerpo, esto es, la preocupación constante del individuo por su apariencia física: ser delgado, conservar rasgos de juventud, someterse a terapias físicas y hacer deporte.

Con lo anteriormente dicho tal vez ha podido establecerse una caracterización del individuo moderno contemporáneo a través de cuatro dimensiones. Éstas pueden ayudar a entender la manera en que el individuo se relaciona con la sociedad. La forma en que se podrían esquematizar se presenta a continuación.

Este esquema se puede considerar como una ampliación del anotado más arriba, el cual partía exclusivamente de las consideraciones de Max Weber, sólo que en él se incluyen ya las ideas de los autores contemporáneos que es posible considerar como una continuidad del pensamiento del sociólogo clásico.

En el caso de las dimensiones subjetivas, la vocacional y la sensitiva, existe una racionalidad con arreglo a valores y una ética de convicción, puesto que la acción que desarrolla el individuo está enfocada principalmente hacia la consumación de valores que él cree válidos y esenciales para su realización personal en las circunstancias de la modernidad. Aunque si se toman en cuenta las consideraciones de Lipovetsky puede apreciarse cómo en la modernidad contemporánea la ética de convicción presenta rasgos de responsabilidad, no en el sentido de calcular medios y consecuencias en relación con los fines perseguidos, sino más bien como una responsabilidad mediante la cual el fin es preservar tanto la integridad como la felicidad del sí mismo.

Por otro lado, la caracterización del individuo moderno que se acaba de esbozar resultaría incompleta si no se consideran aquellos aspectos negativos que algunos autores contemporáneos establecen en torno a los efectos de la modernidad, pero esta es una temática que sin duda requiere un desarrollo aparte. Hasta aquí se ha intentado esbozar un esquema que permita caracterizar al individuo moderno contemporáneo. Para hacerlo se recurrió al planteamiento de Max Weber en algunas de sus obras fundamentales.

Se debe mencionar que este breve esbozo no pretende puntualizar las características del individuo empírico; sería un grave error epistemológico afirmar lo contrario, pues no se ha realizado ningún tipo de acercamiento empírico a la realidad social para caracterizar al individuo contemporáneo. Lo que sí se ha buscado demostrar es la vigencia del pensamiento de Max Weber como representante clásico dentro de la sociología, puesto que la mayoría de los elementos para esquematizar al individuo contemporáneo han sido extraídos de su propuesta teórico–sociológica. El pequeño esquema aquí propuesto pudiera ayudar a formular problemas que tengan como objeto de estudio al individuo moderno, y como lo planteara Karl Popper, resulta obligado someterlo a la prueba de su posible refutación.

 

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Notas

*Una versión preliminar de este artículo fue presentada en el Encuentro de Doctorantes de la Maestría y el Doctorado en Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, el 18 de mayo del 2011.

1 El surgimiento de la política económica del Estado moderno está asociado al mercantilismo nacido en Inglaterra en el siglo XIV, y significa el traslado de los afanes de lucro capitalistas hacia la política (Weber, 1942).

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