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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.24 no.71 Ciudad de México sep./dic. 2009

 

Reseñas

 

¿Eres tú? Casi. ¿Cómo casi? Estridentópolis: urbanización y montaje, de Silvia Pappe1

 

Jeanine Wuest2

 

2 Socióloga, profesora–investigadora del Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco.

 

EL ESTRIDENTISMO NO ES UNA ESCUELA, ni una tendencia, ni una mafia intelectual; es un gesto, una irrupción que nace y se manifiesta en medio de la explosión de vanguardias europeas y latinoamericanas. Así describe Silvia Pappe la vanguardia a la que dedica las páginas de un pequeño libro de la colección "Ensayos", publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, en donde lejos de "monografiar" dicha irrupción se fascina con ella.

En el libro quedan marcadas las coordenadas en las que nace la vanguardia mexicana que la ocupa: son las del México posrevolucionario, que ante todo procuraba consolidar instituciones, "domesticar" la lucha armada. Estamos en esos años en que la Presidencia estuvo en manos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, en los que asesinaron a Pancho Villa y se levantaron en armas los cristeros; pero también en los que flotaba en el aire de ciudades como la de México y Xalapa la inminencia de ese sueño que, sin duda, tuvo un amplio background en los alardes progresistas del Porfiriato y que se manifestaba en cables de luz, grandes anuncios luminosos y semáforos. El sueño de la modernidad.

Es en este marco que Pappe recupera algunas notas biográficas de los artífices del estridentismo, en un apartado al que curiosamente denomina, como en el teatro, "El reparto", y que comprende a Manuel Maples Arce (1898–1981), iniciador del movimiento tras lanzar el manifiesto Actual número 1 en diciembre de 1921 en la ciudad de México; a Germán List Arzurbide (1898–1998), franco activista político además de poeta, periodista y fundador de la revista Ser, miembro del Partido Comunista Mexicano y, con los años, colaborador en el gobierno de Lázaro Cárdenas; a Arqueles Vela (1899–1977), originario de Chiapas, nombrado desde 1921 secretario de redacción en El Universal Ilustrado, publicación que deriva en un espacio expresivo para sus pares y en la cual ara él mismo, con su propia columna en la sección literaria, denominada "Recortes para llenar"; a Kyn Taniya (Luis Quintanilla), proveniente de una familia privilegiada en cuanto a su contacto con personalidades como Amado Nervo, José Juan Tablada, e incluso el escultor Augusto Rodin, y quien desde la infancia cultivó un extraordinario bagaje que marcó de manera notable su obra como escritor y su desempeño como diplomático; a Salvador Gallardo (1893–1981); a Germán Cueto (1893–1975); y a Tina Modotti, ¡Tina Modotti! (1896–1942), aquella mujer italiana señalada por su conducta, por su vida de escándalos, que en 1922 llegara a México, en donde pronto se relacionaría con Diego Rivera y con David Alfaro Siqueiros, fotógrafa aprendiz y modelo de Edward Weston. Su obra fue en parte divulgada justo a través de los escaparates estridentistas, hasta su expulsión de nuestro país en 1930 tras ser implicada en el atentado contra el entonces presidente Pascual Ortiz Rubio. El movimiento incluyó activistas políticos, sindicalistas, funcionarios de gobierno, y simultáneamente poetas, pintores, novelistas que se movieron con una versatilidad poco común en estos tiempos –que no entonces– entre la gestión pública, el activismo político y el arte.

Fue la designación de Manuel Maples Arce como secretario de gobierno del estado de Veracruz, bajo el mandato del general Heriberto Jara, el acontecimiento que detonó el traslado de varios exponentes del movimiento a Xalapa –o lo que es lo mismo, Estridentópolis– para encargarse a su lado de las tareas culturales y educativas.

En términos simbólicos –que no materiales– la construcción de Estridentópolis se basó en líneas que atraviesan el movimiento vanguardista, y se extendió a los imaginarios sociales y culturales de la época, "excediendo por mucho lo que se ha llamado una literatura de poco alcance y calidad, una imitación ingenua o pretenciosa de elementos futuristas con ecos de dadaismo" (p. 23). En efecto, el movimiento recibió feroces y conservadoras criticas en su momento: como "malos poetas" fueron definidos. La llegada de cada vez más miembros simpatizantes del movimiento a Xalapa, así como la publicación y exhibición de su obra contribuía cada vez más a "estridentizar" el ambiente de la ciudad, para mohín de aquellas voces.

Nunca es una casualidad el nombre con el que un autor decide titular su libro, y el que se reseña en estas líneas no es la excepción. El concepto de ciudad, y más aún, los elementos que la identifican con el movimiento, aparecen en la generalidad de las obras en las que Pappe se apoya a lo largo del libro –cabe mencionar que amén de la brevedad de la publicación fue reproducida en ella una importante iconografía que no acompaña ni ilustra al texto escrito, sino que forma parte de él–, lo cual aporta un atractivo adicional a la publicación. La "ciudad literaria", de nombre estridentista por definición, tuvo entre 1921 y 1927 –tiempo de vida del movimiento– su referente nuclear en el "Café de Nadie", descrito y narrado, bautizado, descubierto y creado, pintado, visitado y convertido en símbolo. Se trata del lugar donde se encontraron por primera vez Manuel Maples Arce y Arqueles Vela, mito fundacional del estridentismo. Una ciudad literaria habitada por personajes que, a decir de Pappe, no siempre son humanos: bien podía tratarse de edificios, calles, motocicletas, coches o tranvías; una marcha, una ventana tras un balcón, un jardín, postes de telégrafo, cables, anuncios luminosos, carteles pegados en los muros de la ciudad. Todos ellos, con un potencial simbólico tanto por si mismos como por el significado que pudieran adquirir en cuanto entrasen en contacto con los otros habitantes de la ciudad.

Los temas favoritos del estridentismo en todas sus manifestaciones fueron los referentes de la modernización por excelencia: tranvías eléctricos, automóviles y motocicletas; ruido y olor a gasolina; aviones; arquitectura moderna; iluminación eléctrica y anuncios luminosos; cafés, cines, teatros y exposiciones; masas obreras, manifestaciones y todos los personajes que hacen uso de ellas. En los textos estridentistas las masas están ligadas con la revolución social, aunque en ningún momento se habla abiertamente de los conflictos sociales, y menos aún de la lucha de clases. Tan sólo se insinúan algunos elementos como la camisa azul, la bandera roja, las marchas por la calle; la modernidad–progreso, que es conflictiva. La modernidad de la fragmentación, y la de las masas (p. 94).

Es quizás el perfil de los personajes típicamente estridentistas delineado por la autora del libro que a esta reseña ocupa uno de los aspectos que con mayor interés provoca a continuar leyendo una página tras otra de Estridentópolis: urbanización y montaje. Los personajes típicamente estridentistas no aparecen de cuerpo entero, ni suelen tener rasgos definidos; apenas dejan sus huellas, el humo de un cigarro, un olor a perfume... En el caso de las mujeres "pueden ser pareja, o pareja potencial, mujer idealizada, nunca madre (no hay niños estridentistas), mujer artifice en tanto maniquí" (p. 96). La mujer humana, ángel, salvadora ha sido sustituida por una mujer mecánica, fría, deshumanizada: por una mujer–artífice. "El universo femenino no incluye ni maridos, ni niños, ni un hogar; apenas amantes, acompañantes. En conjunto, se trata de uno de los intentos más radicales por sacar a la mujer de sus contextos y roles históricos en la literatura del siglo XX" (p. 97); y si algo llama la atención de Pappe en cuanto a la versión de las féminas caracterizadas en esa forma es el hecho de no encontrar alusión alguna a una lucha por el abandono o la liberación de sus papeles acostumbrados, sino que son presentadas así, nada más, como si esa manera de ser mujeres fuese una condición "natural" que no tuviera antecedentes.

Otro aspecto particularmente atractivo del libro es la fascinación que Pappe transmite de una idea, una noción subyacente tanto en la literatura como en la pintura y los grabados estridentistas: la del "no lugar", que a su vez es "un lugar" en el que no hay soluciones, sino que siempre algo está por suceder; algo, alguien, se sugiere, se insinúa. En la literatura es la acción de los propios poetas de hacerse presentes en la ciudad; la representación de ellos mismos en tanto factor estridente, incómodo, escandaloso, en un momento de por sí difícil en los ámbitos político, social, cultural e intelectual, con los tiempos desplazados, dislocados, descentrados. Por el lado de las expresiones gráficas, éstas son más bien abstracciones que representan ideas urbanas con una característica esencial para ellas: una perspectiva múltiple que no permite ubicar con precisión el sitio y el punto de vista del espectador, plagadas al mismo tiempo de elementos inciertos, en ciudades que podrían ser cualquiera, siempre que hubiese cables de luz (p. 67).

Cabe mencionar que Pappe no parece interesada en hacer las veces de una crítica de arte como tal, sino en analizar algunos cuadros y viñetas representativos en los que reconoce aquellos rasgos de los que a posteriori deriva el discurso interpretativo elaborado por ella misma. Es decir, su intención es "referir el imaginario compartido y expresado mediante esos soportes visuales" (p. 60). "En el caso de la gráfica, el carácter vanguardista, moderno, se encuentra en la falta del retrato natural, en el abandono de la representación mimética, realista, que apenas presenta algunos rasgos reconocibles (p. 104) [...] ¿Eres tú? Casi. ¿Cómo casi?" (p. 109).

Como bien lo escribe Pappe, ni las propuestas estéticas ni la beligerancia vanguardista se entienden a la larga si no se trae a colación aquello que provoca el furor, la burla y el desenfado. Parece evidente que es justo ese desafío, nacido de las entrañas del arte en medio del empeño por dar piso firme al proyecto de nación en aquellos años veinte en México, lo que ella encuentra digno de ser analizado y reconocido, lejos de las voces que por aquellos días se limitaron a la descalificación y a la mofa. Ni como negar que acogió a la menos aplaudida de las vanguardias del XX para su oficio, porque más allá de si abrevó o copió, de si se inspiró o no en el expresionismo alemán, en el dadaísmo surgido en Suiza tras la Primera Guerra Mundial, o en el surrealismo francés, lo cierto es que sucumbió frente a un colosal fenómeno nacional que llegó para quedarse por mucho más tiempo que el fenómeno estridentista: el muralismo mexicano. Centrado este último en lo nacional, lo popular y lo revolucionario, con afanes de mucho más largo alcance, contó entre sus filas nada menos que con Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena y Rufino Tamayo, todos ellos artífices intencionados de obras monumentales dirigidas al pueblo con espíritu educativo, militante y fuertes cargas ideológicas. Apenas símiles en cuanto a la versatilidad con la que sus representantes se movieron en los círculos del poder y la diplomacia, de la militancia política y del arte, pero profundamente distintos en cuanto a sus expresiones e intenciones.

Mientras que el muralismo maravilló por su majestuosidad, por su expresividad figurativa, por dejar en claro su afán de exaltación nacionalista –y mientras que el muralismo pervive en los edificios públicos–, los estridentistas hicieron chirriar los dientes y levantar las cejas por algunos años con expresiones que parecían inacabadas, desinteresadas de los anhelos integristas y cohesionadores de la época en torno al nuevo mito fundacional: la Revolución. La fugacidad es la naturaleza y el destino de la mayoría de las vanguardias. El movimiento que no muere tras la subversión, tras desafiar los cánones establecidos y diferenciarse de eso a lo cual se enfrenta da paso a la posibilidad de convertirse él mismo en canon. Si permanece es un clásico, pero el estridentismo llegó a su fin a escasos cinco años de su primer destello.

Con Estridentópolis..., que por antecedente tiene una tesis doctoral, Silvia Pappe suma el suyo a los verdaderamente escasos trabajos en torno a este bien llamado por ella "gesto" de la vanguardia en México, tales como El estridentismo o una literatura de la estrategia, de Luis Mario Schneider; Elevación y caída del estridentismo, de Evodio Escalante; y La poética del estridentismo ante la crítica, de Clemencia Corte Velasco, además de sin duda abonar un acierto más a su propio acervo de polifacéticas publicaciones.

 

NOTA

1 Silvia Pappe, ¿Eres tú? Casi. ¿Cómo casi? Estridentópolis: urbanización y montaje, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, México D. F., 2006, 141 pp.         [ Links ]

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