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Sociológica (México)

On-line version ISSN 2007-8358Print version ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.23 n.67 Ciudad de México May./Aug. 2008

 

Notas y traducciones

 

¿Un consenso a través de las naciones en torno a una teoría sociológica unificada? Ciertos obstáculos interculturales*

 

Stephen Kalberg**

 

**Profesor de la Universidad de Boston.

 

Introducción

La actual fragmentación universal de la disciplina sociológica lleva a los teóricos de todas las naciones a preguntarse si podría formularse un cuerpo estándar de teorías vigente en todo el planeta. La disciplina se beneficiaría, presumiblemente, de un lenguaje común compartido por los sociólogos. La comunicación entre los países y entre los teóricos y los investigadores empíricos se facilitaría; los métodos de investigación y los procedimientos podrían estandarizarse y disminuiría la confusión entre los estudiantes neófitos en la disciplina. ¿Son del todo posibles las teorías uniformes en sociología? Esta interrogante se aborda en este trabajo de manera preliminar. Se adopta una posición escéptica, aunque diverge de los argumentos usuales sobre la cuestión. La formulación de un consenso teórico resulta improbable, aducen muchos comentaristas, en virtud de la penetración de las fronteras de la sociología por disciplinas adyacentes y de los retos que impone la gran variedad de novedosos enfoques: los estudios literarios, los estudios culturales, el posmodernismo y el posestructuralismo. Incluso, sostienen esos críticos, los intentos por definir claramente el campo se han visto obstaculizados en gran medida por tales desarrollos. La actual dispersión radical del capital intelectual de la sociología, señalan ellos, impide los esfuerzos para alcanzar ese consenso.

Sin ser crítica de esta argumentación, pero arribando a las mismas conclusiones, la presente investigación prosigue una línea de razonamiento distinta. Se sostendrá que la sociología, desarrollada en el contexto de comunidades de conocimiento ubicadas en regiones y naciones específicas, tanto como delineada por dinámicas históricas, políticas, religiosas y sociales, consiste desde su nacimiento, por lo tanto, en un proyecto fincado en significativa medida en la singularidad de las regiones y las naciones. Los modos y tradiciones del análisis sociológico han variado sustantivamente y el trayecto de la disciplina se caracterizó en cada región y cada nación por logros, problemas, tensiones, dilemas y parámetros particulares. Más aún, ciertos enfoques y escuelas en determinadas regiones y países se opusieron muy efectivamente a las presiones homogeneizadoras externas. Por otro lado, varios modos de análisis típica y profundamente localizados en una región o nación específicas desaparecieron en el olvido como consecuencia de las influencias internacionales, tan sólo para aparecer rejuvenecidos como formas únicas en un momento ulterior.

Los diversos puntos de partida y las trayectorias de desarrollo de la sociología han entorpecido frecuentemente la comunicación a profundidad entre los sociólogos de diferentes naciones y erigido un baluarte contra la estandarización internacional de las teorías. Indiscutiblemente, toda búsqueda de un consenso universal enfrenta una serie de obstáculos.1 Incluso hoy, a pesar de la comunicación instantánea de la era de la información y de la frecuente organización de la academia en comunidades internacionales, las diferencias nucleares permanecen y continúan cimentando una serie de tradiciones, enfoques, escuelas y modalidades de análisis específicamente nacionales en la teoría sociológica. Todo ello debiera superarse en gran medida, de ser asequible un consenso con respecto a las teorías.

Una rápida revisión de los contornos originales y la ruta de desarrollo de la sociología en Estados Unidos dejará en claro la peculiaridad de los parámetros norteamericanos. Asimismo, una breve comparación entre los puntos de partida y sus subsecuentes senderos en Alemania servirá para delinear adicionalmente la singularidad del caso estadounidense.2 Esta aportación preliminar, hecha desde una perspectiva comparativa, acerca de los orígenes y el desenvolvimiento de la sociología norteamericana, devela una peculiar "ubicación" para la teoría sociológica dentro de la disciplina y manifiesta, asimismo, según se concluirá, una serie de obstáculos para cualquier transposición lineal y transnacional (cross-national) de teorías.

 

Contornos y trayectoria de la sociología estadounidense

Fundación pluralista, orientación cientificista e incorporación de la microsociología

La fundación de la sociología en Estados Unidos contrasta del modo más directo con los contornos originales de la disciplina en Francia. Mientras que en el país europeo un poderoso pilar durkheimiano cimentaría la sociología hasta alrededor de la década de los cincuenta, un pluralismo de enfoques en competencia caracterizó al campo en Estados Unidos. Los trabajos de los evolucionistas Lester Ward (1883), Albion Small (1905; véase Bernert, 1982), William Graham Sumner (1906), Franklin Giddings (1902 y 1922), y Edward Alsworth Ross (1901) esbozaron una macrosociología (Bernert, 1982; Hinkle, 1994; y Vidich y Lyman, 1985). Los escritos de Jane Addams (1964 y 1965) perfilarían una orientación a la política social (Cravens, 1978: 123-129). La sociología urbana de la Escuela de Chicago articuló una perspectiva de ecología social (Park y Burgess, 1921; Park, 1952 y 1955; Matthews, 1977; Bulmer, 1984; y Abbot, 1999) y una microsociología peculiar fue formulada por George Herbert Mead (1934, 1956 y 1964) y Charles H. Cooley (1909 y 1922). Si bien influidas de alguna forma por teóricos europeos, cada una de estas aproximaciones evolucionó en un quintaesencial modo estadounidense de hacer sociología (Hinkle, 1994; Vidich y Lyman, 1985; D. Ross, 1979 y 1991; y Camic, 1995).

En particular, dos rasgos principales probaron ser únicos en la temprana sociología de Estados Unidos. Cada uno produciría una profunda impronta y distinguió los parámetros originales y la trayectoria de la disciplina con respecto a sus contrapartes en Francia, Inglaterra y Alemania. Primero, que los sociólogos estadounidenses acordaron ampliamente –mucho más que sus colegas en Alemania, Inglaterra e, inclusive, Francia– que la singularidad de su esfuerzo puede definirse con referencia a un particular cuerpo de métodos. La sociología, se ha argüido, debe distinguirse a sí misma de las humanidades y el trabajo social sobre la base de sus procedimientos científicos y la búsqueda de leyes generales (Mayo-Smith, 1895; Small, 1916; D. Ross, 1979: 125-127; y Camic, 1995: 1023-1024).3 De ahí que la observación empírica, los métodos estadísticos y los controles experimentales se hubiesen convertido en algo central. Muchos sociólogos quisieron adoptar los métodos de las ciencias naturales. Un ideal de precisión matemática y de búsqueda de "leyes de la vida social" se hizo característico de esta sociología (Giddings, 1899 y 1901; Bannister, 1987; Turner y Turner, 1990; y Oberschall, 1972).4 Mientras que una generalizada Methodenstreit acompañó los inicios de la disciplina en Alemania, cierta "batalla sobre los métodos" (battle over methods) de comparables intensidad y miras no cristalizaría en los tempranos años de la sociología estadounidense. Por el contrario, se impuso ampliamente la convicción de que la disciplina debía constituir una ciencia rigurosa e inequívocamente separada de las humanidades. Giddings sería, entre los fundadores, quien más enérgicamente articuló dicha posición cientificista (1904 y 1914)5

Los cambios sociales acontecidos en las primeras décadas del siglo XX aceleraron el involucramiento de la sociología estadounidense con metodologías comúnmente utilizadas en las ciencias naturales. Debido a la masiva inmigración europea, que acaeció entre 1890 y 1920, el estudio de la distribución y el crecimiento demográficos se convertiría en un campo importante de investigación. Más aún, a diferencia de Alemania, Gran Bretaña y Francia, la demografía se establecería firmemente dentro de la sociología. El resultado para la disciplina fue evidente, porque la presión hacia los enfoques positivistas y los métodos cuantitativos se hizo más intensa. La atracción hacia los métodos estadísticos incluso progresaría como consecuencia de la fuerte orientación hacia los "problemas sociales", ya que la exacta medición de las tensiones de este tipo, se pensaba, revelaría las políticas apropiadas para conseguir su solución.6

Por estas razones,7 la reivindicación de la temprana sociología estadounidense como ciencia rigurosa se fortaleció, y su objetivo de articular un dominio separado de las humanidades se hizo más asequible (Dodd, 1942; y Lundgren, 1947). La extendida aceptación de, e incluso el entusiasmo en Estados Unidos por una disciplina estrictamente orientada hacia la búsqueda de leyes y basada en la estadística, implicaba un más estrecho acercamiento a los procedimientos experimentales de la ciencia natural en comparación con lo que ocurriría en Alemania, el Reino Unido y Francia. Sin embargo, los primeros parámetros y la trayectoria de la sociología estadounidense probarían ser únicos de manera adicional.

A diferencia de los tres países mencionados de Europa occidental, en Estados Unidos los estilos microsociológicos de análisis adquirieron prestigio desde un principio. Ciertamente, la incorporación nada ambivalente de la sociología micro cobijaría la legítima reivindicación de la disciplina estadounidense –en la medida en que dicha microsociología se diferenciaba de la psicología– sobre una extendida paleta de arenas de investigación que la sociología de Europa había excluido. El estudio de la interacción social, los procesos de socialización y la psicología social en grupos pequeños sería reconocido como algo propio de la sociología. Ya fuesen más cualitativos (Mead, 1934; Goffman, 1961; y Blumer, 1969) o más cuantitativos (Thibault y Kelley, 1959), los estudios empíricamente delimitados en estas arenas se cultivaron en los últimos cincuenta años en mucha mayor medida que en Alemania o en Francia, en particular, además de que fueron considerados como sociológicos por psicólogos, trabajadores sociales, economistas, historiadores, médicos y politólogos estadounidenses. Adicionalmente, diversas becas de investigación financiadas con recursos federales o por grandes fundaciones para realizar estudios empíricos de conducta –a menudo cuantitativos–, frecuentemente a escala masiva, reafirmaron la ubicación de estas microáreas de investigación dentro de la sociología, tanto como el rigor de sus metodologías típicas.

En suma, en Estados Unidos la sociología adquiriría de variadas formas un perfil singular.8 Por una parte, la disciplina incorporó la investigación micro en mucho mayor medida que en Francia, Inglaterra o Alemania y, por la otra, allí asumiría la sociología una posición particular de mayor proximidad con los modelos y las metodologías de la ciencia natural –una posición que erigiría barreras contra los intentos de integrar a la historia, la filosofía social, la epistemología y la teoría social en la disciplina. Las tensiones y presiones institucionalizadas con respecto a la definición de la teoría sociológica fueron ostensibles. Y a pesar de las reacciones en contra durante la década de los sesenta, los parámetros de la sociología estadounidense se han mantenido esencialmente en su lugar desde aquel entonces.

De la crisis al "giro cultural"

Una severa crisis sacudiría la disciplina hasta sus cimientos en los años sesenta. La influencia de Parsons (y en menor medida, la de Merton) había sido ya cuestionada en la década de los cincuenta, tanto por la Teoría del Conflicto (Coser, 1956; Mills, 1956; y Dahrendorf, 1959a), como por el interaccionismo simbólico de Blumer (1954)9 y Goffman (1959). La incansable crítica de la izquierda en los años sesenta y setenta, si bien dirigida explícitamente contra el "conservadurismo" de la teoría parsoniana, también afectaría y debilitaría a la Escuela de Chicago, a la demografía y a la microsociología en general –porque todas, se adujo, reconocían insuficientemente los efectos negativos y generalizados del capitalismo. La única escuela macrosociológica estadounidense, el funcionalismo estructural, sería puesta decididamente en una posición defensiva.10

No obstante lo anterior, y aunque transformaría a la disciplina en los años sesenta y setenta, el neomarxismo estaba destinado a plantar únicamente débiles raíces a largo plazo en el escenario estadounidense. Más aún, el derrocamiento del "parsonismo" y la consecuente fragmentación de la disciplina no conducirían a una convergencia de largo plazo con la sociología europea. En verdad, cierto talante singularmente estadounidense continuó caracterizando a la sociología en aquel país. Resulta significativa continuidad de los contornos que había antes de la crisis. Destacan aquí tres corrientes.

En primer lugar, la fuerte presencia vis-à-vis con los terrenos adyacentes de un reino expansivo, el de los "problemas sociales", que envuelven el análisis de la desigualdad, la pobreza, la indigencia, la inmigración, las relaciones con las minorías, las familias disfuncionales, la riqueza y la desigualdad de ingreso, etcétera. Este reino expansivo ha seguido sustentando, como con anterioridad, el énfasis permanente en la disciplina y ha distinguido, en su intensidad, la empresa sociológica norteamericana de la sociología europea. En segundo lugar, otra de las originales piedras de toque de la disciplina en Estados Unidos también sobreviviría sin cambios a los años sesenta: la orientación cientificista hacia los procedimientos estadísticos, los métodos experimentales y la formulación de leyes. Ciertamente, el impulso generalizado a la investigación empírica y cuantitativa ha servido, en efecto, a lo largo de los años ochenta y en los noventa, para defender los límites de la disciplina contra modas recientes. El posmodernismo, el posestructuralismo y los estudios literarios y culturales sugieren teorías y visiones escasamente articulables con la tarea central que la sociología estadounidense definió para sí misma, que es construir teorías empíricamente verificables (Parsons, 1937: 742; y Oberschall, 1972). En tercer término, dos aproximaciones firmemente enraizadas en los parámetros tradicionales de la disciplina en Estados Unidos florecieron en la década de los ochenta y se harían ampliamente influyentes: un interaccionismo simbólico revigorizado (Goffman, 1959 y 1967; Farberman y Stone, 1970; y Manis y Meltzer, 1972) y ampliamente opuesto al estructuralismo de la teoría centrada en el Estado (Skocpol, 1979; y Evans, Skocpol y Rueschemeyer, 1984); y el neomarxismo de la teoría de los sistemas mundo (Wallerstein, 1974, 1979 y 1980), con su correlativa "sociología cultural" (Swidler, 1986; Lamont y Fournier, 1992; y Münch y Smelser, 1992). Este último enfoque buscaba inyectar una dimensión macrocultural –no parsoniana, sin embargo– a la microsociología del interaccionismo simbólico y, en general, empujar la disciplina más allá de todas las escuelas materialistas y utilitarias, tanto como de los legados persistentes del funcionalismo estructural (Kalberg, 1996: 55-57).11 Empero, al perseguir su agenda, esta sociología evitó por completo alinearse con los enfoques fenomenológicos y epistemológicos propios de Europa.12

Esta revisión general de los primeros contornos y la consecuente trayectoria de la sociología estadounidense ha buscado, seguramente en forma abiertamente esquemática e incompleta, aislar las muchas maneras en que ciertos senderos autóctonos caracterizaron el desenvolvimiento de la sociología desde sus orígenes en Estados Unidos. Las orientaciones largamente permanentes se han mantenido intactas en lo fundamental, e incluso durante los ochenta y los noventa erigieron obstáculos contra los modos de análisis y las escuelas que emanarían de Europa. Enfoques europeos muy influyentes, fundados en las obras de Elías, Baumann, Giddens, Habermas, Luhmann, Foucault, Bourdieu, Simmel, Marx y Weber se han hecho visibles en el panorama estadounidense tan sólo marginalmente.13

¿Es significativa la actual divergencia de la sociología estadounidense con el talante principal de la sociología en Europa desde el punto de vista de nuestra investigación?; ¿varía la ubicación de la teoría sociológica dentro de la disciplina a través de las naciones? Incluso, ¿ponen los cuerpos de presuposiciones operativas propios de la empresa norteamericana obstáculos a la comunicación con los sociólogos europeos que siguen un estilo de análisis sociológico menos cuantitativo, menos positivista, menos coyuntural (presentist) y más macroweberiano?; ¿han semejantes obstáculos erigido un claro estorbo para la formación de un consenso recíproco entre naciones con respecto a las teorías sociológicas? Despuntarán las respuestas preliminares a estas preguntas sólo hasta después de efectuado un esbozo adicional de las fronteras de la sociología de Estados Unidos, emprendido ahora con una breve referencia al caso comparativo que plantea la sociología en Alemania.

 

Un caso comparativo: la pluralista fundación de la sociología alemana y su internacionalización

De un modo similar a Estados Unidos y en contraste con Francia, un pluralismo de escuelas y enfoques en competencia caracterizó los contornos originales de la sociología alemana. Sin embargo, su forma externa y su sustancia interna, tanto como la trayectoria de su desarrollo, diferirían agudamente de la sociología estadounidense.14

Los fundadores de la sociología germana formularon dos escuelas macrosociales (las de Marx y Weber) y un enfoque microestructural (Simmel).15 Mientras que este último, como él mismo predeciría, no legó herederos directos, los trabajos de Marx y Weber fueron secundados de manera sostenida, aunque durante décadas diferentes y con intensidad dispareja, a lo largo de la sociología germana del siglo XX, en un sentido más amplio y profundo en comparación con lo ocurrido en la sociología norteamericana.16 El periodo de la posguerra debe constituir nuestro foco.

Una vigorosa interacción de influencias internas y externas caracterizaría la trayectoria de la sociología alemana desde 1950 hasta el presente. Inmediatamente después de Hitler y el Holocausto, a muchos académicos les pareció que la teoría social alemana tenía alguna responsabilidad por el caos, la inestabilidad y el genocidio ocurridos. Así, una intensa presión a lo largo de los años cincuenta apartó a la disciplina de sus padres nativos y la condujo a una amplia recepción de la sociología estadounidense, la cual había prosperado en una sociedad democrática que, por lo tanto, parecía inmaculada. El funcionalismo estructural sería, en particular, ampliamente estudiado, evaluado y enseñado en los salones de clase (Dahrendorf, 1959b; Hartmann, 1967; y Tenbruck, 1987), como también lo fueron los intérpretes de la Escuela de Chicago (Friedrichs, 1977) y la teoría norteamericana de la estratificación.17 Más aún, siguiendo tanto el modelo estadounidense como construyendo una tradición empírica alemana y austriaca en las ciencias sociales que se remontaba hasta Weber (Oberschall, 1965; Lindenlaub, 1967; y Segre, 2001), la investigación en Alemania comenzó a utilizar más ampliamente métodos cuantitativos (Scheuch, 2003). Muchos que estudiaron y enseñaron en Estados Unidos durante los años cincuenta se convirtieron en distinguidos e influyentes sociólogos en los años sesenta, setenta y ochenta.18

No obstante ello, y aunque la sociología estadounidense continuaría siendo ampliamente acogida, la crítica de perspectivas que emanaba de Estados Unidos se hizo intensa en la Alemania de mediados de los sesenta19 y tuvo lugar un destacado resurgimiento de los enfoques autóctonos. El neomarxismo había adquirido exponentes influyentes con el restablecimiento en la República Federal Alemana de algunos de los teóricos destacados de la Escuela de Frankfurt de los años cincuenta. Los representantes principales de la teoría crítica –Adorno, Horkheimer, Marcuse y Habermas– retaron extensamente a las modalidades estadounidenses de análisis a finales de los años sesenta e inicios de los setenta. Un renacimiento de la sociología de Weber se difundiría entonces a todo lo largo de la disciplina a finales de los años setenta (Schluchter, 1979 y 1981; Tenbruck, 1980; y Kalberg, 1979) y un resurgimiento de Simmel apareció con significativo fervor en los ochenta (Dahme y Rammstedt, 1984).20 Fue así como pudo tener lugar un cultivo de la teoría sociológica alemana, ahora por una nueva generación y mucho después del fin de la Segunda Guerra Mundial. En duelo una contra la otra, dos poderosas figuras –Habermas y Luhmann– reinarían sobre la disciplina desde mediados de los ochenta hasta mediados de los noventa.

Cuando esos gigantes comenzaron a declinar, en los últimos diez años, la sociología germana se vio de nuevo profundamente penetrada por corrientes internacionales. Sobre todo, los escritos teóricos de Elias, Giddens, Baumann y Bourdieu tuvieron una amplia influencia. Todas estas figuras se vincularían con los fundadores de la disciplina de maneras más directas a cómo lo había hecho la teorización estadounidense en los años recientes.

Característica de la disciplina en Alemania fue una alianza más estrecha de la sociología con la historia, la filosofía social (así como también en Francia) y la epistemología; el rechazo (como en Francia), a partir de Weber, de una preeminente orientación hacia la investigación cuantitativa21 y a un positivismo al estilo norteamericano, tanto como la ausencia (también en Francia) de una prolongada e ininterrumpida tradición micro.22 Es ostensible una orientación hacia los "problemas sociales", aunque una mucho menos expansiva que su contraparte en Estados Unidos.23

Este esbozo de unos cuantos rasgos principales de la sociología alemana de la posguerra ha perseguido distinguir la peculiaridad de los principales contornos y la trayectoria de la sociología estadounidense. ¿Qué implican los parámetros abarcantes de la sociología en Estados Unidos para la importancia y la sustancia de la teoría sociológica hoy, tanto como para su ubicación dentro de la disciplina?; ¿erige la variación recíproca entre naciones, a este respecto, barreras a un consenso sobre las teorías sociológicas?

 

Teorizando en sociología: ciertos obstáculos interculturales para un consenso recíproco entre naciones

Ubicada desde temprano en las rutas establecidas por sus fundadores, fuera ello o no manifiesto en las obras de Bellah (1957), Smelser (1976), Coser (1956), Merton (1949), Blumer (1969) o Parsons (1937), la teoría sociológica en Estados Unidos durante los años ochenta y los noventa surgiría crecientemente a partir de los incontables estudios empíricos que emanaban de un amplio espectro de vigorosas subdisciplinas. Una teoría menos expansiva, centrada en áreas y más modesta, pasaría a ocupar el centro de la escena, a saber, un modo de teorizar que como regla general adoptó la literatura y los problemas de un subcampo específico como su punto principal de referencia, en lugar de la disciplina como un todo, los dilemas epistemológicos, los grandes temas propuestos por los clásicos (la burocratización, el surgimiento del capitalismo moderno, la naturaleza del capitalismo, la Gemeinschaft versus la Gesellschaft, la solidaridad mecánica versus la solidaridad orgánica, etcétera), o bien las cuestiones teóricas englobantes (el orden social, la relación agencia-estructura, la sociología del conocimiento).

Los contrastes con la teoría sociológica germana son evidentes. Mientras que la teorización estadounidense hoy permanece mucho más anclada en las subdisciplinas y, por lo tanto, orientada hacia sus cuestiones acotadas y estudios empíricos, la teoría en Alemania ha retenido en gran medida, debido a sus más estrechos vínculos con los fundadores clásicos, una orientación a las cuestiones que trascienden los subcampos y a los asuntos teóricos de amplio rango. Ciertamente, las subdisciplinas no sólo han establecido en Estados Unidos perfiles intrasociológicos más altos que en Alemania, sino que también han recibido un reconocimiento más vasto de las ciencias sociales adyacentes. Los estudios empíricos dirigidos por sociólogos acerca de las organizaciones; las instituciones educativas; la atención médica; el crimen; la conducta desviada; y las funciones y disfunciones familiares, por ejemplo, son reconocidos por psicólogos, economistas, historiadores y politólogos. Este prestigio legitima una dinámica autorreferencial en Estados Unidos, una autonomía de cara a los teóricos clásicos y un rechazo relativo hacia los asuntos amplios, los dilemas, los grandes temas y los problemas generales de la disciplina.24 La fundación y el financiamiento gubernamental de grandes agendas de investigación dentro de las subáreas, que ocurren en mucha mayor medida en Estados Unidos que en Francia o en Inglaterra en particular, han fortalecido aquellas tendencias.25 Por otra parte, un rompimiento comparable con los clásicos fundadores o con las cuestiones disciplinarias amplias no ha tenido lugar en Alemania, a pesar del muy alto nivel de financiamiento a través de fundaciones.

De aquí que al ser revisada a través de los lentes de la teorización europea y estadounidense en sus inicios resulte ostensible una reubicación de la teoría dentro de esta última sociología desde los primeros años noventa. Más aún, el énfasis tradicional en los métodos cuantitativos, las leyes generales y los procedimientos experimentales y estadísticos se mantienen comparativamente fuertes. La teoría ha comenzado a asumir una posición de prioridad hasta ahora desconocida26 en un número de subcampos disciplinarios,27 dislocándose todavía más su lugar tradicional y diferenciando a la sociología estadounidense de su contraparte europea. ¿Llegará a dominar la modesta teoría, hasta ahora formulada casi exclusivamente dentro de las subdisciplinas, y siendo escasamente generalizable al interior de ellas (por ejemplo, la Teoría de la Etiquetación, la Teoría de la Movilización de Recursos o el nuevo institucionalismo) en el ámbito de la sociología estadounidense?; ¿influirá más en la tradición micro o en la macro?28

Esta preliminar y breve investigación nos conduce a la conclusión de que la teorización en sociología, como consecuencia de sus puntos de partida, sus parámetros y sus senderos de desarrollo, específicamente nacionales, puede variar en forma significativa. Es cierto que los enfoques teóricos de raigambre nacional y que han sido duraderos podrían mantener en un grado relevante sus trayectorias, a pesar de la revolución del internet y de la globalización –incluso hasta el extremo de que las orientaciones contemporáneas de la teoría sociológica continúen divergiendo entre las naciones, como lo hacen la comprensión de las tareas particulares y su posición acerca de la importancia de la teoría. A la luz de estas variaciones parecería que cualquier esfuerzo de establecer un consenso recíproco viable entre naciones (a viable cross-national consensus) en relación con las teorías enfrentará obstáculos fuertes.

Pueden establecerse conclusiones firmes sólo después de completar una investigación comparativa adicional, diseñada para aislar sistemáticamente los parámetros singulares y los caminos de desarrollo de la empresa sociológica en diversos países. Debieran emprenderse exploraciones a profundidad de los puntos de partida y las trayectorias de la sociología en Francia e Inglaterra, especialmente. Este esfuerzo, no menos que la cuestión de si una teoría unificada puede resultar realista en una era de investigación especializada, tendrá que esperar un futuro ensayo.

 

Reconocimientos

Me gustaría agradecer a Alain Caillé, Michael Kaern, William Outhwaite, Jennifer Platt, Renate Mayntz, Joachim Savelsberg, Sandro Segre, Ilana Silber y Norbert Wiley sus útiles comentarios a los borradores anteriores de este escrito.

 

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Notas

* El título original de este texto incluye la expresión en inglés "cross-national consensus" (véase Kalberg, 2007), que ha sido traducida al español como "consenso a través de las naciones". Tomado del European Journal of Social Theory, vol. 10, núm. 2, de mayo de 2007, pp. 206-219. Esta comunicación se presentó en el tema 2, "Un inevitable pluralismo teórico", del simposio "¿Significa todavía algo la perspectiva de una teoría sociológica general (en tiempos de globalización)?", celebrado en París, en junio de 2003, y organizado por Alain Caille y Stephane Dufoix, del Grupo de Estudio y Observación de la Democracia (Geode), Universidad de París x, Nanterre. Traducción de José Hernández Prado, consultada con el autor.

1 Por supuesto esta observación es también factible desde bases epistemológicas. Para Max Weber, por ejemplo, la formulación de teorías y conceptos estandarizados era imposible debido a la relevancia valorativa (value-relevance) del conocimiento. Los científicos sociales nunca se aproximan a la realidad empírica de un modo objetivo, aducía él; más bien, involucran conjuntos de intereses y preguntas relacionados con sus valores. De ahí que cada acercamiento a "los datos" ocurra desde cierta "perspectiva", sobre todo si las épocas las definen de acuerdo con su propio estilo; según sus preocupaciones predominantes y sus corrientes de pensamiento, por lo que sólo ciertos aspectos de la realidad empírica resultarán "significativamente iluminados". Y aun cuando nuevas modas, temas y preocupaciones arrojen aspectos anteriormente ocultos de la visible realidad social, de igual manera muchos otros siempre se mantendrán en la oscuridad (Weber, 1949).

2 Por tanto, la exploración del caso alemán tendrá aquí exclusivamente un propósito heurístico: poner de relieve la especificidad del caso estadounidense. Un retrato detallado del caso alemán no se persigue como tal.

3 Únicamente la fundación de la sociología francesa sigue hasta cierto punto estas líneas y más o menos en el mismo sentido. Véase al respecto la obra de LePlay y Comte.

4 Deben hacerse importantes distinciones de grado con respecto a los tres primeros departamentos de sociología relevantes en las universidades de Chicago, Harvard y Columbia. Sobre este tema, consúltese el excelente estudio de Camic (1995). Acerca de la manera en que las fuerzas puramente institucionales –la competencia entre departamentos dentro de una misma universidad y entre universidades– propiciarían un énfasis en los métodos estadísticos en el Departamento de Sociología de la Universidad de Columbia, véase Camic y Xie (1994).

5 Incluso Talcott Parsons definiría la tarea de la sociología como una formulación de "leyes analíticas" (1937: 730). Según observa Camic, "Parsons aceptó la búsqueda de ‘leyes uniformes’ como el gran criterio científico" (1995: 1026).

6 Este punto es sostenible a pesar de que la sociología de Chicago se distinguiera por sus estudios cualitativos enfocados hacia problemas sociales (por ejemplo, los trabajos de Wirth, Thrasher, William White, Suttles y Becker. Véase Platt, 1983 y 1992). Camic apunta que "inclusive con respecto del método estadístico, los sociólogos de Chicago exhibieron una marcada flexibilidad y apertura" (1995: 1015). En relación con lo anterior, sin embargo, se deben reconocer divergencias entre las regiones y los departamentos de sociología (el Sur, el Medio Oeste y el Oeste –Berkeley– versus la Escuela de Chicago y el Departamento de Sociología de Harvard).

7 De nuevo, para aquellos análisis que llaman la atención sobre los importantes factores institucionales, véase Camic (1995) y Camic y Xie (1994).

8 Un análisis más detallado tiene que brindar la discusión de los diversos modos en los que la Escuela de Chicago y el funcionalismo estructural fueron, por un lado, típicamente estadounidenses y, por el otro, influyeron fuertemente en la posición de la teoría dentro de la disciplina sociológica.

9 Las críticas de Blumer fueron más tempranas y de fondo, atacando directamente todos los planteamientos que hacían de la disciplina una ciencia rigurosa (Blumer, 1954). Aunque no secundadas por sus seguidores de Iowa e Illinois (Kuhn y McPartland, 1954), las críticas del interaccionismo simbólico al respecto de esta línea han continuado hasta el presente (Charon, 2001).

10 Y no se ha recuperado de ello hasta el presente. El intento por revivirla en la década de los ochenta –como "neofuncionalismo"– falló en conseguir una amplia base de seguidores, sobre la premisa de la prometida síntesis entre lo micro y lo macro. Véanse Alexander (1985) y Alexander et al, (1987).

11 El hogar teórico "natural" de esta sociología cultural parecería ser la sociología weberiana. Pocos trazos de esta aproximación son evidentes, sin embargo.

12 Si bien durante los años sesenta fueron significativas las influencias de Schutz (1967) y la fenomenología (Berger y Luckman, 1966), éstas decayeron a finales de la década de los setenta.

13 Presumiblemente, la importancia de Bourdieu se hizo mayor en tiempos recientes. Incluso la sociología histórico-comparativa, que florecería en los ochenta y los noventa en Estados Unidos, no se encaminó primordialmente, con excepción de la Teoría de los Sistemas Mundo (Wallerstein, 1974, 1979 y 1980), hacia direcciones europeas (Kalberg, 1994: 1-17 y 193-205; y 1996: 52-67).

14 De nuevo debe enfatizarse que este en extremo breve escrutinio del caso alemán tiene sólo propósitos de esbozo heurístico, es decir, poner de relieve, a través de contrastes, la singularidad del caso estadounidense. Una descripción de los contornos generales y de los caminos de desarrollo de la sociología alemana en el periodo de la posguerra requerirá de una discusión mucho más detallada.

15 Debido a que es más estructural y formal, la microsociología de Simmel diverge de la tradición micro norteamericana. Véase al respecto Nedelmann (1980).

16 Aunque la destacada recepción de Weber en Estados Unidos de las décadas de los cuarenta y los cincuenta contribuyó por sí misma a la resurrección de su obra en la Alemania de los años sesenta.

17 Muy notablemente fue ignorada la tradición estadounidense micro.

18 Por ejemplo, Erwin Scheuch, Friedrich H. Tenbruck, Wolfgang Schluchter, Rainer Lepsius, Heinz Hartmann y Renate Mayntz.

19 De igual forma que en Estados Unidos, particularmente el funcionalismo estructural fue acusado de conservador y de estar orientado hacia el status quo.

20 Señaladamente, este resurgimiento, que también cristalizó con amplitud en Inglaterra y Holanda, nunca alcanzaría las playas norteamericanas.

21 A pesar de que el propio Weber condujo un estudio cuantitativo. (Weber, 1998).

22 Sin embargo, en décadas recientes la etnometodología se ha desarrollado significativamente en Francia (Latour y Woolgar, 1986), y tanto en este último país como en Alemania la recepción de Goffman ha resultado muy amplia. Joas (1980) introdujo en forma destacada a Mead en la sociología alemana.

23 Mientras que los parámetros de la sociología en la Francia posterior a los años sesenta se vieron más extensamente influidos por el psicoanálisis (Lacan), la antropología (Lévi-Strauss), la historia (Braudel) y los estudios literarios (Derrida), que en Alemania o en Estados Unidos, los límites disciplinarios serían más exitosamente defendidos en este país y en el teutón (aunque por razones completamente diferentes), vis-à-vis dichos campos, al igual que de otras variedades del pos-modernismo y los estudios literarios y culturales. Véase la nota 25.

24 Desde mi punto de vista, el reciente esfuerzo en Estados Unidos por enseñar teoría sociológica sólo dentro de cursos acerca de áreas sustantivas (por ejemplo, desviación social; sociología política; estratificación; organizaciones; atención médica; etcétera), en lugar de hacerlo en cursos teóricos como tales, revela una fuerte antipatía, dentro la disciplina estadounidense, hacia cualquier intento por cultivar una profunda continuidad con los clásicos. Véase Kalberg (1997-1998).

25 Por todas estas razones, la sociología en Estados Unidos parece no estar amenazada con la desintegración, la deslegitimación o la crisis de identidad (como algunos sociólogos franceses ven que ocurre en su país), a pesar de una extendida ruptura del vínculo con los clásicos que legitimaban a la disciplina. Este sigue siendo el caso, aun cuando la teoría sociológica creada en las subdisciplinas de los últimos 25 años ha sido una teoría especializada de incluso menor rango explicativo que las teorías de alcance medio de Merton. De un modo irónico e interesante, la sociología en Estados Unidos pareciera estar más protegida (en particular que en Francia) frente a una crisis de identidad, aun cuando en Europa existe una mayor vinculación con los clásicos y la teoría sociológica retiene un lugar más importante dentro de la disciplina.

26 Debida nada menos que a la accesibilidad de los conjuntos masivos de datos generados desde las fundaciones y organizaciones nacionales e internacionales y a las modalidades computacionales de manejo de información.

27 No obstante, debe asimismo observarse inequívocamente que el interaccionismo simbólico se ha expandido en todos los microcampos, y junto con él, los métodos cualitativos.

28 La prominente ampliación de la influencia de las mujeres en la disciplina desde 1995 continuará proveyendo gran vigor a la tradición micro.

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