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Sociológica (México)

On-line version ISSN 2007-8358Print version ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.23 n.66 Ciudad de México Jan./Apr. 2008

 

Artículos

 

Tijuana: imaginarios globales, fortificaciones locales

 

Liliana López Levi*

 

* Profesora-investigadora del Departamento de Política y Cultura, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Correo electrónico: lopezlevi@gmail.com

 

Fecha de recepción 08/01/07
fecha de aceptación 29/05/08

 

Resumen

El trabajo analiza el paisaje urbano, desde la perspectiva cultural posmoderna, a partir de fenómenos tales como el miedo, el consumo y la segregación. En particular, se centra en los fraccionamientos cerrados de Tijuana, mismos que reflejan imaginarios sociales, para conformar espacios fortificados con un entorno de simulación. Se trata de procesos mundiales con matices locales que pueden identificarse a partir de los discursos por parte de autoridades locales, promotores inmobiliarios y residentes, que se engarzan en el territorio y que quedan plasmados en el desarrollo inmobiliario, la publicidad, la arquitectura y la comunidad creada.

Palabras clave: fraccionamientos cerrados, frontera, Tijuana, imaginarios urbanos, miedo, mercado inmobiliario.

 

Abstract

This article analyzes the urban landscape from a post-modern cultural perspective examining phenomena like fear, consumption and segregation. It centers particularly on Tijuana's closed neighborhood developments, which in themselves are the reflection of social imaginaries, to create fortified spaces with simulated surroundings. These are worldwide processes with local specificities that can be identified based on the discourses of local authorities, real estate developers and residents, which intertwine geographically and are manifested in real estate development, publicity, architecture and the community created.

Key words: closed real estate developments, border, Tijuana, urban imaginaries, fear, real estate market.

 

Introducción

Estamos a casi una década de haber iniciado el siglo XXI. En nuestra historia reciente, fenómenos tales como la búsqueda de empleo y el deseo de una mejor calidad de vida llevaron a procesos migratorios que aceleraron la urbanización en todo el planeta. Ahora, las ciudades del mundo capitalista se enfrentan a la reconfiguración de sus procesos culturales, políticos y económicos, de tal manera que sus territorios reflejan, en forma local, dinámicas que van más allá de sus fronteras; estructuras socioespaciales que si bien son producto de los actores locales y de sus interacciones, se encuentran íntimamente relacionadas con una realidad que sobrepasa la región y que hace eco de sus pares en otras partes del mundo.

Desde una perspectiva cultural, cabe resaltar el consumo como un fenómeno que se colocó al centro de la vida cotidiana y que ha hecho mancuerna con el miedo para formar parte esencial de los códigos con los cuales la sociedad construye sus imaginarios, delinea sus deseos, moldea sus prácticas cotidianas y construye espacios, que hemos de interpretar a partir de las claves de la simulación. Dichos imaginarios se combinan con los intereses del capital, con la postura de los gobiernos y con las imágenes que se promueven de la ciudad, para conformar un territorio cuya esencia es la separación, la desarticulación y el aislamiento.

Las barreras sociales tienen su correlativo físico en los fraccionamientos cerrados, en conjuntos de casas con controles de acceso, rodeados por muros y rejas. La segregación, físicamente concreta, promete la posibilidad de una vida cotidiana mejor, más armónica y protegida de la criminalidad. Se trata de estructuras que inicialmente fueron promovidas para las clases altas, pero que ahora se reproducen en el resto de la sociedad. Quienes viven allí se consideran miembros selectos, ya sea porque tienen los medios económicos o porque tienen acceso al crédito y han sido seducidos por la publicidad.

Los habitantes de los fraccionamientos cerrados se vuelcan hacia su interior; rechazan explícitamente la vida urbana fuera de sus murallas; convierten en islas sus espacios habitacionales; se apropian de las funciones de administración y gestión del territorio, que antes eran públicas; e imponen reglas de inclusión y exclusión.

Con base en lo anterior, el presente artículo analiza los fraccionamientos cerrados de Tijuana. Se parte de la hipótesis de que dichos espacios, al igual que sus pares en otras ciudades, responden a los imaginarios sociales mencionados, y que en el caso de una ciudad fronteriza como la que se analiza se combinan con procesos locales que los fortalecen aún más, pero cuya materialización hace patente, desde un análisis crítico, la simulación.

 

Ciudades, imaginarios y paisaje urbano. Una aproximación teórico-metodológica

El presente análisis está enmarcado, desde el punto de vista teórico, en las aportaciones de autores posmodernos. Para ello, parto de la caracterización de la ciudad actual, con base en las aportaciones de la llamada Escuela de Los Ángeles, entre cuyos autores destaco a Edward Soja (1997, 1999) y a Mike Davis (1992, 1999), quienes de una manera u otra se han enfocado en el estudio del reordenamiento urbano y han puesto el énfasis en los problemas de segregación y fragmentación espacial, a la que complemento con las ideas de otros académicos anglosajones, como Tim Hall (1998) y Peter Marcuse (1994).

A partir de ahí, me adentro en el caso específico de la conformación de espacios cerrados para la vivienda, es decir, de los fraccionamientos cerrados, también denominados Gated Communities, urbanizaciones cerradas, condominios fechados, barrios fortificados, barrios blindados, o vecindarios defensivos (Blakely y Zinder, 1999; Cabrales, 2002 y 2003; Janochka, 2005; Méndez, 2002 y 2006; Caldeira, 2007).

Las categorías a partir de las cuales se emprende un análisis cultural de dichos espacios provienen de autores que han desarrollado un marco conceptual en torno a los imaginarios sociales, como Cornelius Castoriadis (1983), Armando Silva (1992), o Gilbert Durand (2006), donde el consumo (Lipovesky, 1993a, 1993b; Marinas, 2001) desempeña un lugar preponderante para la conformación de una sociedad que genera procesos de hiper-realidad y simulacro (Soja, 1999; Baudrillard, 1983).

Los imaginarios urbanos pueden expresarse por medio de discursos hablados o escritos; sin embargo, hay otros elementos simbólicos, signos y representaciones a través de los cuales se transmiten y reproducen las estructuras y procesos sociales. En este caso nos centramos en el paisaje, bajo el supuesto de que se trata de una manifestación de la sociedad, que al igual que otras formas de comunicación puede decodificarse como una forma de lenguaje (Duncan y Duncan, 1988; Barnes y Duncan, 1992; Soja, 1999; Davis, 1992).

La relación que los citadinos establecen con su entorno y la manera en que decodifican su realidad llevan a la producción de un paisaje, susceptible de entenderse, de tener un sentido para quienes lo habitan, visitan, viven e incorporan entre sus intereses. Las múltiples interpretaciones y significados dependen de las características singulares del individuo o comunidad que se relaciona con un espacio determinado, de su momento histórico y del contexto social.

En este sentido, y para el caso específico de Tijuana, podemos interpretar las ficciones, la representación del mundo y los discursos de una comunidad con base en los elementos del paisaje, así como de otras producciones culturales que hacen referencia a los fraccionamientos cerrados, como por ejemplo, los anuncios espectaculares, los de las revistas y las notas periodísticas.

A partir de las claves propuestas por los autores mencionados se realizó un trabajo de campo orientado a recopilar información que permitiera analizar la forma en que los imaginarios globales toman sus matices locales en la ciudad de Tijuana, Baja California, en particular con referencia a un modelo de vivienda que produce segregación y fragmentación, el de los fraccionamientos cerrados. Lo anterior, con la idea de que en dicha dinámica existen dos fuerzas dominantes: el miedo y el consumo.

El marco metodológico parte de un enfoque cualitativo. El trabajo de campo se realizó en marzo de 2005. Consistió en la observación y registro de las características físicas de los fraccionamientos cerrados identificados1 y de su contexto urbano. Para ello, se elaboraron fichas de observación y se efectuó un registro fotográfico que diera cuenta de características tales como el tamaño, su localización, los nombres, la presencia o ausencia de accesos monumentales, las bardas, las casetas, los policías, la presencia de alarmas, la infraestructura interna, entre otras.

El proyecto2 incluyó, además, la revisión de los archivos municipales referentes a dichos espacios residenciales,3 se hicieron mapas con la localización de los fraccionamientos visitados, para registrar la espacialidad del fenómeno. Como complemento, se realizaron entrevistas y pláticas con algunos funcionarios locales, promotores inmobiliarios, con un guardia y con residentes de los espacios cerrados.

Para analizar el papel de los promotores inmobiliarios en la construcción de imaginarios se hizo una revisión de la información publicitaria disponible, es decir, de los anuncios espectaculares, las revistas y los periódicos inmobiliarios que se distribuyen gratuitamente en la ciudad;4 así como de algunos folletos y trípticos de los fraccionamientos cerrados. A partir de ellos se revisó el discurso manejado con base en ciertos conceptos clave como: seguridad, vigilancia, control de acceso, exclusividad, distinción, vivir bien, o convertir los sueños en realidad; ideas que remiten a ciertos imaginarios como el estatus o la criminalidad.

El resultado fue un registro significativo, más no representativo, del fenómeno de las cerradas en Tijuana y de los discursos de sus actores sociales; todos ellos mensajes que contribuyen a la conformación de un paisaje desarticulado, caracterizado por el hermetismo y que tiene como modelo la fortificación. El trabajo se realizó mediante técnicas cualitativas, que permitieron realizar el esbozo que se detallará a lo largo de este artículo. La principal limitante del estudio se dio por las dimensiones de la ciudad y los alcances de la presente investigación, que no permitieron considerar ni una muestra representativa del universo de estudio, ni llevar a cabo un censo o registro exhaustivo de todos los conjuntos habitacionales que se ciñen a la problemática que se aborda.

 

La ciudad posmoderna y los fraccionamientos cerrados

Soja (1999) elige el término postmetrópolis para referirse a las formas urbanas que se comenzaron a consolidar en la segunda década del siglo xx y que se forman a partir de diversos procesos como la reestructuración de la economía política y la especialización posfordista flexible; la globalización del capital, del empleo y de la cultura urbana; la formación de una nueva jerarquía global de las ciudades; la reestructuración espacial de las metrópolis; el ajuste del mosaico social y el surgimiento de nuevas desigualdades; el aumento en las fortalezas de seguridad al interior de los espacios urbanos; y la renovación de las imágenes, las representaciones y el incremento de la hiper-realidad en la vida cotidiana.

Los procesos anteriores vinculan las formas de acumulación de capital con las nuevas estructuras culturales y los espacios que producen. Para analizar el caso que nos ocupa conviene destacar el crecimiento de las periferias y la suburbanización; el papel central del consumo; la segregación y fragmentación urbanas; y el incremento en los procesos de simulación e hiper-realidad.

En el ámbito de la extensión territorial de las ciudades, se construyen edge cities o exopolis, es decir, formas urbanas en espacios alejados del centro que le ofrecen a los inversionistas ventajas tales como un suelo más barato; grandes áreas de terreno con presencia de importantes arterias de comunicación que vinculan la zona con puntos estratégicos de la ciudad central y, en algunos casos, equipamiento tecnológico y de servicios avanzado; instalaciones de club y educativas, así como modernos enclaves de consumo y esparcimiento. Con ello, se benefician no sólo las grandes empresas transnacionales y sus oficinas corporativas, sino también los inversionistas y desarrolladores inmobiliarios. En el caso de aquéllos enfocados a la producción de vivienda, el modelo del fraccionamiento cerrado ha demostrado ser muy exitoso.

Aunado a lo anterior, el capitalismo postindustrial ha derivado en la disminución del aparato estatal, que privatiza sus empresas y desmantela sus instituciones de seguridad social. El gobierno adquiere, de acuerdo con Hall (1998: 80-86), una visión más empresarial y utiliza sus recursos para atraer inversiones. La planeación del espacio urbano acontece en un esquema fragmentado, diseñado para satisfacer criterios económicos más que de desarrollo social.

La ciudad posmoderna tiene una lógica territorial diversa a la que tenía hace cien años. La unidad urbana no se valora, existe un detrimento de los espacios públicos y, de acuerdo con Marcuse, el resultado aparentemente caótico responde a espacios desvinculados de su entorno, donde resalta una fragmentación y polarización en función de los diversos sectores sociales y económicos (Marcuse, 1994, 1997).

Dicha segregación ha sido considerada una patología urbana, ya que está en contra de la idea de la polis, de la ciudad como un espacio comunitario de interacción social, de intercambio entre los diversos actores. Entre los problemas que genera la exclusión se encuentra el fortalecimiento de la inseguridad; además, se fomenta la disminución, en cantidad y calidad, de los espacios públicos, y le quita responsabilidad a las autoridades locales sobre la dotación de los servicios públicos; todo en perjuicio de las clases menos privilegiadas (Blakely y Snyder, 1999; Caldeira, 2007).

La falta de interés, y en muchos casos el abandono por parte del Estado de los espacios públicos, fortalece la imagen del territorio urbano como caótico. En términos habitacionales, la solución para los más pudientes parece ser la búsqueda de la organización privada a partir de los vecindarios, que toman bajo su responsabilidad la provisión de los servicios que antes eran públicos, es decir, se reemplazan muchas de las funciones de las administraciones locales estatales (Janochka, 2002; Caldeira, 2007).

Las nuevas estructuras espaciales, que retoman en manos privadas la gestión del territorio, derivan en formas urbanas altamente redituables para el mercado, en desarrollos inmobiliarios vigilados y de acceso restringido, tales como los centros comerciales y los fraccionamientos cerrados (Janochka, 2002).

Los conjuntos de casas rodeados por muros y rejas con controles de acceso terminan por ser el correlativo material de las barreras sociales, al mismo tiempo que un mecanismo que incrementa la fragmentación, la segregación y la desarticulación urbanas. El aislamiento es físicamente concreto y establece diferencias entre los espacios y las personas. Los fraccionamientos cerrados son considerados por Setha Low (2001) como enclaves que entran en contradicción con los valores estadounidenses, y yo diría también que con los que se plantean en cualquier democracia. Asimismo, representan una amenaza para el acceso al espacio abierto, crean más barreras que dificultan la interacción social y la construcción de redes sociales, además de que propician la intolerancia hacia la diversidad sociocultural.

El Estado neoliberal tampoco ha sido muy exitoso en proteger al ciudadano de la delincuencia, misma que se ha convertido en una de las preocupaciones centrales de los habitantes de las grandes ciudades. Algunos autores (Davis, 1992; Glassner, 1999; Janochka, 2005) señalan que la criminalidad real y la percepción acerca de ella no necesariamente se corresponden, de manera tal que la gente juzga por sus experiencias, por lo que escucha, por lo que difunden los medios y no por las estadísticas oficiales, que de todos modos siempre carecen de los datos de quienes no denuncian.

El peligro percibido deriva en un temor que suele ubicar la amenaza en los desconocidos o en los migrantes, a quienes se asocia con una imagen caótica de la ciudad; se les imagina capaces de irrumpir en la vida cotidiana de aquellos que se colocan del lado de las víctimas. El miedo que ello produce se convierte en una fuerza importante para promover la separación entre unos y otros, entre adentro y afuera, así como para justificar la segregación de los espacios.

Los muros que se levantan entre grupos sociales son paredes reales y simbólicas que promueven la privacidad, la cohesión y la identidad; que sirven para distanciar a los más pudientes (y a todos aquellos que, a través del mundo del consumo, imaginan ser sus equivalentes), de los otros, de los que forman parte de la ciudad residual, de aquélla donde se ubican los espacios abandonados, los basureros, los tiraderos de automóviles, los lugares donde duermen los migrantes y los vagabundos.

El consumo como proceso central dentro de la economía contemporánea y el consumismo como su expresión cultural distinguen a los grupos humanos a partir de los estilos de vida; las identidades se construyen en función de quienes son clientes de un mismo producto. Los promotores inmobiliarios venden, entonces, mucho más que vivienda: ofrecen identidades, sueños, aspiraciones, formas de ser, de comportarse y de sentir; comercian con el estatus, con el confort, con los temores, con la posibilidad de tener una casa propia y con la sensación de seguridad.

Bajo la lógica del consumo, el ritmo de fabricación de objetos y de símbolos es acelerado: rápidamente convierten en obsoletos a sus predecesores. Se establecen nichos de mercado en función de los cuales se construyen todo tipo de versiones de la misma mercancía, diferenciándose unas de otras sólo por pequeños detalles. Una vez creadas las imágenes y los esquemas a seguir, las fantasías y los deseos se llenan de símbolos, y dan lugar a simulaciones (Lipovetsky, 1993a, 1993b).

La publicidad se convierte en el instrumento más valorado para incrementar las ganancias del inversionista. Imágenes, sonidos, textos, olores, texturas y sabores manipulan los sentimientos, aspiraciones, identidades y rechazos de los consumidores; es decir, moldean los imaginarios sociales. Por medio de anuncios se produce el deseo, cuya satisfacción requiere necesariamente del consumo. Ello incluye la idealización de los lugares a los que se asocia la mercancía.

Los diversos espacios creados por inversionistas, publicistas y planeadores urbanos para la vida cotidiana tienen sus referentes en imaginarios colectivos, muchos de los cuales han sido moldeados por los medios de comunicación y por los discursos de los grupos dominantes. En este sentido, ha resultado muy buen negocio el desarrollo de una industria de la simulación, que ha permeado en diversas esferas del espacio urbano, desde lo habitacional hasta lo recreativo.

Los habitantes de las ciudades quedan, entonces, atrapados en un mundo preconcebido por los inversionistas y, sin darse cuenta, abandonan su vida a las pautas generadas por el consumo. Los fraccionamientos cerrados se ofrecen como cualquier producto inmerso en la lógica del consumo. Específicamente, se trata de la venta de vivienda en un contexto hermético, que promete confort, exclusividad, estatus y seguridad; y que por otra parte facilita el control político y económico de la sociedad.

En el juego de la seducción, las apariencias y las ilusiones, Jean Baudrillard (1983, 1995) establece la relación entre el mundo material y los imaginarios. La realidad se conforma, de acuerdo con el autor, con la ilusión de sí misma, es decir, con la hiper-realidad; con la creación de una simulación, cuyo modelo original no tiene existencia concreta, con lo que dicha reproducción termina por ser más real que su referente. La simulación divaga entre la realidad y la ficción y no sólo se materializa en objetos, también lo hace en territorio; de manera tal que deriva en espacios culturales, mediante los cuales la sociedad experimenta, interpreta y le da sentido a su cotidianidad.

Los fraccionamientos cerrados tienen sus antecedentes en formas urbanas propias del medioevo; sin embargo, Cabrales (2003) identifica su origen en las gated communities estadounidenses del siglo xix. En la segunda mitad del xx, el fenómeno creció de manera exponencial y se extendió mucho más allá de Norteamérica. Durante los noventa, la tendencia se incrementó y se ha consolidado de manera tal que se afianza con el nuevo milenio. Hoy en día los ejemplos se expanden por Europa; y se asientan en países de Asia, Medio Oriente, África y América Latina, lo que muestra que las urbanizaciones cerradas son parte de una cultura global.5

Los estudios de caso dan cuenta de que dichas estructuras urbanas recogen los fenómenos antes mencionados, es decir, la segregación, la desarticulación urbana, el miedo, la planeación urbana en manos de la lógica capitalista y la producción de espacios de simulación se repiten por todo el mundo.

El modelo, que inició como exclusivo para zonas habitacionales para las élites, se ha ido extendiendo a las viviendas de las clases medias. De manera tal que los desarrollos inmobiliarios abarcan un amplio rango que va desde las urbanizaciones de súper lujo, con espacios amplios, zonas deportivas, máxima seguridad, bosques y lagos, donde se establece la pertenencia al vecindario de manera semejante a la de un club, hasta las copias modestas, con miles de casas clonadas, poca seguridad y espacios verdes en forma de jardineras.

 

Tijuana, Baja California

El caso de Tijuana sigue los patrones de sus pares en otras regiones del mundo: es el resultado local de los procesos globales. Sus barrios cerrados son inversiones multimillonarias que se apoderan de la vida privada de miles y miles de personas, en especial de aquellas que se van a habitar en los desarrollos de más reciente creación, los que se establecen en las periferias de la ciudad; aunque en sus partes centrales también se cierran calles, e incluso en sus espacios intersticiales se crean nuevos desarrollos que siguen el mismo esquema.

La zona metropolitana de Tijuana se encuentra conformada por los municipios de Tijuana y Playas de Rosarito, ambos municipios conurbados, con una densidad promedio de 83.9 habitantes por hectárea. Allí se concentra poco menos de la mitad de la población del Estado (Sedesol-Conapo-INEGI, 2004: 31-32 y 36; INEGI, 2005a). Su crecimiento acelerado la llevó de ser una localidad de aproximadamente doscientos habitantes a principios del siglo xx, a tener 65,364 en 1950 (Piñera, 2008) y 1,483,992 en 2005 (INEGI, 2005a), de los cuales aproximadamente el 95% reside en el municipio de Tijuana y los demás en Playas de Rosarito. La tasa de crecimiento medio anual del periodo 1990-2000 fue de 5.5% y ha colocado a la ciudad en el sexto lugar nacional en cuanto a número de habitantes.6

En términos territoriales, el crecimiento se traduce en el aumento del número de viviendas construidas. De acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Económico del municipio de Tijuana, la mancha urbana se extiende en un promedio de tres hectáreas al día, las cuales no son suficientes para cubrir la demanda, con lo que se genera un déficit de tres mil casas al año (Enríquez, 2005: 114).

El crecimiento inmobiliario de la ciudad se produce más en forma horizontal que vertical. A pesar de que existen edificios, a la gente de Tijuana no le gusta vivir en departamentos; les parece que en ellos su propiedad estaría en el aire, que no tendrían realmente un pedazo de tierra. El crecimiento se debe en gran medida a los migrantes, que son la esencia de la región. "Aquí, nos dice una entrevistada, se muere uno, lo vienen a enterrar diez parientes y los diez se quedan".

La posición estratégica de Tijuana la convierte en sede de la industria maquiladora de capitales norteamericanos, japoneses y coreanos. Para 2004, la ciudad contaba con 51 parques industriales, 576 establecimientos y una población ocupada en el ramo de 156,098 trabajadores, cifras que la colocan en el primer lugar a nivel nacional en esta industria. Destaca, además, una tasa de desempleo baja (0.9%), de acuerdo con los datos oficiales (Enríquez, 2005: 115).

Debido a su ubicación, la urbe también se convierte en un polo de atracción importante para el paso de indocumentados a Estados Unidos. Como ciudad fronteriza es receptora de personas que vienen prácticamente de todos los puntos de la República Mexicana y que tienen intenciones de cruzar al otro lado. Lo anterior ocurre en el contexto de un país que, de acuerdo con el Banco Mundial, es el que más trabajadores migrantes expulsa en el mundo (González y Brooks, 2007). Muchos de ellos no tienen éxito en su travesía, los regresan y terminan por quedarse en Tijuana.

La ciudad se conforma, entonces, por la convergencia entre las fuerzas derivadas de una dinámica global, como la que hemos descrito, con situaciones propias de un espacio fronterizo, donde entran en juego procesos locales como lo son: la posibilidad de hacer negocio por parte de los polleros y los narcotraficantes, que le ofrecen a los migrantes papeles falsos; formas clandestinas de cruzar la frontera; o dinero por transportar mercancía; la violencia que conlleva la ilegalidad; los miedos que produce lo desconocido; el rechazo a los que vienen de fuera; y la sensación de estar en tránsito, en espera de una mejor opción.

La imagen negativa que tiene la ciudad se ha visto reforzada por la llamada "leyenda negra" y por el crimen organizado, en particular por los cárteles de la droga. La primera inició con la ley seca en Estados Unidos, en la década de los años veinte del siglo pasado, que impulsó los negocios que surtían de alcohol a los estadounidenses; posteriormente se autorizaron los casinos en México, lo que propició que se abriera el de Agua Caliente en Tijuana; y tiempo después, durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial proliferaron los centros nocturnos. En cuanto al crimen organizado, la frontera se ha distinguido como un lugar estratégico para la consolidación del narcotráfico, y en particular la zona ha funcionado como el centro de operaciones del Cártel de Tijuana.

En el marco de una ciudad percibida como caótica, los citadinos se preocupan por la inseguridad, en un territorio caracterizado por el narcotráfico, la impunidad, el tráfico de seres humanos y la delincuencia, fenómenos que en gran parte se atribuyen a los trabajadores temporales de la maquila y a los migrantes que esperan cruzar la frontera o que fueron deportados por los estadounidenses. De acuerdo con la Fundación Rosenblueth, la criminalidad es uno de los principales problemas de Tijuana, ciudad que junto con el Distrito Federal, Saltillo, Ciudad Juárez y Guadalajara es considerada como una de las de mayor riesgo para la población (Fundación Arturo Rosenblueth, 2005).

Las cifras de criminalidad son altas. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre Inseguridad elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI, 2005b), en Baja California los ocupantes del 22% de las viviendas reportaron haber sido víctimas de algún delito durante 2004; más del 60% de su población se siente insegura, cifra superada únicamente por el Distrito Federal, Sinaloa y el Estado de México. Si consideramos los datos por ciudad, Tijuana tiene el quinto lugar, después de la ciudad de México, Culiacán, Acapulco y Villahermosa, en percepción de la inseguridad; y el 21.6% de sus habitantes reportaron haber sido víctimas de algún delito durante 2004.

De acuerdo con la Secretaría de Seguridad del Estado de Baja California, durante el primer semestre de 2007 el índice delictivo se incrementó en un 16%, con el robo calificado como el ilícito más recurrente. En particular, la ciudad de Tijuana resultó la más insegura, con un aumento del 34% en los delitos cometidos en relación con los primeros seis meses del año anterior (Cruz Tijerina, 2007).

La violencia real, percibida y sufrida por los habitantes de Tijuana, es magnificada por los medios de comunicación, que muestran reiteradamente pleitos, balaceras, abusos, acosos, tráfico de drogas, accidentes, desastres, robos, asesinatos y secuestros.7 "Baja California ha dejado un saldo de más de 400 ejecuciones durante 2005, más de 60% de ellas cometidas en Tijuana" (Sandoval, 2005). "Un enfrentamiento entre presuntas bandas de narcotraficantes dejó trece muertos y trece detenidos en Tijuana, Baja California, y se localizaron unas 54 armas de distintos calibres y 21 vehículos abandonados en distintos puntos de la ciudad fronteriza [...]. De acuerdo con cifras gubernamentales, en 2007 Baja California fue el estado que sufrió más asesinatos relacionados con la droga, con 400 de los 2,500 muertos en todo el país por la violencia del narcotráfico" (CNN-Expansión, 2008).

Los habitantes dicen vivir en un espacio peligroso; los actores políticos incorporan la preocupación a su discurso, como en el caso del presidente municipal (2004-2007), cuyo slogan de campaña era "Jorge Hank presidente. Para que estés bien y seguro"; y los inversionistas lo convierten en un gran negocio inmobiliario. En la mayoría de los casos, los residentes aluden a la criminalidad cuando se les pregunta por qué habitan en fraccionamientos cerrados; es decir, se sienten en la necesidad de encerrarse y, en ocasiones, de ser reiterativos en su protección por medio de dobles rejas, alarmas y demás dispositivos de seguridad.

El paisaje de Tijuana se caracteriza por una topografía irregular que ha servido de barrera natural para fortalecer el encierro de algunos fraccionamientos y ha sido terreno fértil para la urbanización irregular. En las cañadas, las casas se encaraman desafiando la estabilidad del suelo; en los grandes desarrollos inmobiliarios, las excavadoras talan los cerros.

La imagen de la ciudad retoma grandes hitos de la globalización, a través de los centros comerciales, almacenes, supermercados y franquicias estadounidenses, así como de sus dos torres que hacen referencia, aunque en un tamaño mucho menor, a las Torres Gemelas de Nueva York. La relación cotidiana que tienen sus habitantes con Estados Unidos en general, y con San Diego en particular, la fortalece.

El muro fronterizo es la barrera por excelencia; se desplaza por el norte de la ciudad; atraviesa cerros y cañadas; se convierte, paradójicamente, en la barda de uno de los fraccionamientos; y finalmente llega hasta el mar. "Guardián... aquí empezó, 10 años después 3,000 muertes logró", dice un letrero, antes de que la lámina corroída se pierda entre las olas. A lo largo, el muro se usa como un gran mural que expresa el sentir mexicano sobre su presencia y que recoge desde expresiones artísticas, producto de proyectos institucionales o colectivos, como el denominado "Tercera Nación", hasta graffitis más espontáneos.

En el resto de la ciudad se reproducen otros muros que hacen eco del anterior y reflejan los temores y deseos de quienes la habitan. En particular, nos interesa destacar aquellos que se construyen alrededor de los fraccionamientos cerrados, en el ámbito residencial. Dichas bardas, cercas y alambradas son el sustento de una cultura del encierro que termina por reproducir la segregación de la frontera internacional, que divide a la gente entre deseables e indeseables, entre sujetos-amenaza y víctimas. En las casetas de los fraccionamientos se repite la dinámica de la garita. ¿A dónde va?, ¿con quién?, ¿tiene pasaporte/identificación? No es agradable ni para los que pretenden entrar en territorios estadounidenses ni para quienes van de visita a los barrios cerrados. Sin embargo, se trata de un protocolo que les da seguridad a los habitantes de los fraccionamientos y a los ciudadanos del otro lado.

 

Los fraccionamientos cerrados de Tijuana

El gran crecimiento urbano de los últimos años ha privilegiado el esquema de las cerradas. Inició como una propuesta para las clases altas y medias, en la zona del hipódromo de la ciudad (Enríquez, 2005: 128) y después se extendió al resto de su territorio. En la actualidad, el hermetismo habitacional se encuentra presente en prácticamente toda la ciudad. No obstante, predomina en las periferias, en las zonas de expansión física de la metrópoli; en gran parte del suroeste, donde destaca Santa Fe; en las grandes zonas del sureste, donde se encuentra Las Villas; al sur, donde están Colinas de Chapultepec y Lomas de Agua Caliente; así como en la parte del este, en el área de Playas de Tijuana, donde sobresalen algunos fraccionamientos como La Perla, La Isla y Terrazas de Mendoza; y, finalmente, también en esta misma región del oriente, pero en una línea paralela al mar, donde se localizan Real del Mar y San Antonio del Mar.

El modelo del encierro tiene sus variaciones, tanto en términos de estructura física como de composición social. En general, aquellos que se encuentran en la línea costera son los más lujosos, y los que están hacia el sureste, sobre todo el gran complejo de Las Villas, corresponden a las clases populares. Algunos espacios cerrados son calles que en una etapa posterior a su construcción decidieron poner reja y vigilante; otras fueron proyectadas como aisladas desde su creación. En los condominios de las clases más altas hay una mayor libertad en el diseño arquitectónico, que se traduce en una diversidad de viviendas. Otros, como San Antonio del Mar, no son homogéneos pero sí presentan un estilo semejante. En contraste, están los fraccionamientos cerrados de las clases medias, promovidos por empresas inmobiliarias como Frisa, Ara, Urbi o Geo, que se caracterizan por la seriación, por un paisaje clonado, por la repetición múltiple de un solo diseño.

La segregación al interior de los fraccionamientos cerrados se da primordialmente a través de muros, alambradas, rejas, bardas o estructuras de concreto y ladrillo; sin embargo, también se hace patente en el lujo arquitectónico; en la presencia de policías, cámaras u otros elementos de seguridad; o en incluso en formas más intangibles, como el lenguaje, el aspecto físico o la ropa, que marcan la diferencia entre los que pertenecen y los que no a un determinado espacio.

Entre la gran cantidad y diversidad de barrios herméticos de Tijuana, algunos son emblemáticos y sirven para destacar las dinámicas descritas de encierro, segregación, miedo y consumo. Por lo anterior, ahondaremos un poco más en la descripción de Santa Fe, Pórticos de San Antonio, El Jibarito, La Isla, San Antonio del Mar y Real del Mar.

El fraccionamiento Santa Fe (foto 1) está ubicado en la zona suroeste; es un enorme conjunto creado por la inmobiliaria Urbi, con miles de casas clonadas, ubicadas en una porción de terreno inmenso al sur de Tijuana, sobre la carretera que va a Rosarito y a Ensenada. La topografía del lugar era abrupta. Ahora son cerros desmontados, aunque quedan algunas partes, sin construir, con escarpes pronunciados.

El lugar parece ser mayor de lo que aparentemente puede cargar la estructura vial que lo conecta. La urbanización está hecha para una población de tipo profesionista, cuyas unidades familiares perciben más de 18 mil pesos mensuales. Sus accesos monumentales, con el logo de Urbi, son seña de distinción, de que allí vive "la gente Urbi". Los jardines y camellones, bien cuidados, hacen eco del slogan "Santa Fe. Un estilo de vida con calidad". La calle colectora tiene su drenaje y al fondo de la primera sección hay una planta tratadora de aguas que, sin embargo, de acuerdo con las entrevistas realizadas no funciona, ya que los vecinos opinan que huele muy mal. El lugar tiene elementos que transmiten seguridad: pluma, caseta, rejas en las privadas interiores, un vigilante en la entrada (que no detiene el paso), barda perimetral y muros interiores.

La primera sección tiene un acceso único. Las secciones segunda, tercera, cuarta, y al parecer también la quinta, aún en construcción, tienen dos accesos para todas. El encierro parece relativo, porque es tan grande el lugar que es difícil pensarse aislado cuando se comparte la colonia con otras diez mil familias. Los pocos accesos representan un foco rojo y un riesgo en caso de desastres, así como hacen previsibles fuertes problemas de tránsito.

La vialidad que conecta la zona con Tijuana la comparten también otros fraccionamientos, muchos de ellos cerrados, como lo son Urbi Quinta Versalles, Hacienda Las Flores, San Agustín (los tres aún en construcción y promoción), Las Villas Tijuana, Pórticos de San Antonio, Rodríguez Alcaine e Isla Coronado, entre otros.

El caso de Pórticos de San Antonio (foto 2) es el de un barrio cerrado de clase media o media baja, con espacios comunes deteriorados. Aquí el encierro tiene como finalidad proteger la propiedad, más que a las personas; a sus habitantes les preocupa específicamente el coche, como lo muestran las cadenas que rodean cada estacionamiento y el hecho de que hay más obstáculos para el ingreso de vehículos que para los peatones; además, el ambiente denso marca una barrera adicional para el extraño.

El deterioro es aún mayor en El Jibarito (foto 3), al oriente de la ciudad, aunque a diferencia del caso anterior no se trata de los espacios comunes, sino de la estructura misma de los edificios. Estamos frente a una pequeña unidad habitacional que comienza a mostrar los estragos que ocasiona haber desafiado la topografía del lugar. Sus casas se inundan cuando llueve; la humedad trasmina las paredes; son espacios pequeños y el área de estacionamientos tiene grietas en el pavimento. Una parte de ellos incluso llegó a derrumbarse y, como consecuencia, un auto cayó a la barranca. No obstante, la gente es amable y contrasta con la agresividad de los moradores de Pórticos de San Antonio.

La Isla (foto 4) es un fraccionamiento ubicado al noreste, en el rumbo de Playas de Tijuana, muy cercano al muro fronterizo. Se trata de un espacio residencial que no sólo está encerrado, sino aislado, en la cima de una colina, semejante a una vieja fortificación europea medieval. En este caso se trata de un desarrollo de la empresa Frisa, de casas clonadas, con vistas hacia Estados Unidos.

En la zona costera se encuentran los fraccionamientos más bonitos, tanto por el diseño de sus casas como por las vistas de que disfrutan sus habitantes. Allí no miran hacia sí mismos, sino hacia el mar. San Antonio del Mar (foto 5) simula un pueblito mexicano, con casas de techo de teja y calles empedradas. Tiene acceso a la playa y es tranquilo. Además de la barda perimetral y de la caseta tiene algunos refuerzos interiores de seguridad, como alarmas y perros. Al parecer son casas de fin de semana de estadounidenses, en muchas de las cuales se acumula el correo afuera y en cuyas calles se escucha hablar inglés.

Real del Mar (foto 6) parece ser, por su parte, el más lujoso de todos. El ingreso es mucho más restringido. "Incluye cuatro mil unidades residenciales, 1,500 cuartos de hotel y tiempo compartido, casa club, campo de golf de 18 hoyos, una marina y áreas comerciales y ecológicas" (Enríquez, 2005: 132).

Los imaginarios de la exclusividad, el confort y el estatus también tienen sus correlativos materiales en los accesos monumentales que le confieren al complejo arquitectónico un reconocimiento de lugar privilegiado y simbólico, como ocurre en fraccionamientos como Santa Fe, Colinas de California, Las Villas de Tijuana, Hacienda Las Flores, San Agustín y La Cumbre, por mencionar sólo algunos. La distinción que procuran también se hace patente en el prestigio que puede implicar vivir en colonias como Vista Dorada, protegidas, además, por la exclusividad del encierro, aunque las casas sean más modestas que las de las colonias circundantes para las clases altas. Los nombres que les ponen las inmobiliarias también nos ofrecen una pauta de los imaginarios a los que pretenden aludir. En este punto destacan La Isla, La Cumbre, Urbi Quinta Versalles, Colinas de California, Colinas del Rey, La Perla, Cimas de la Gloria, Cumbres del Sol y todos los que retoman al mar como parte de su encanto: San Antonio del Mar, Real del Mar, Privanza del Mar y Brisas del Mar.

 

Del discurso publicitario al espacio vivido

La promoción del encierro habitacional en Tijuana proviene de varias vías; hace eco de los imaginarios globales de la criminalidad, la exclusividad y el confort, comunes a muchas ciudades del mundo, retomados por los medios de comunicación locales y por los inversionistas en el mercado inmobiliario. Asimismo, alude a un imaginario de comunidad, como si un grupo de consumidores del mismo objeto crearan sus propios mundos. "En Urbi no sólo colocamos ladrillos, reza la publicidad de la inmobiliaria, no nada más construimos casas. Ofrecemos a nuestros clientes la oportunidad de integrarse a una comunidad donde imperan valores como la armonía, la tranquilidad, el prestigio y la trascendencia que dignifican la vida de las presentes generaciones, pero sobre todo de las futuras, al crear un marco adecuado para el desarrollo personal y familiar" (Urbi, 2005: 5).

La revista Casa & Estilo incluye en cada edición diversos artículos de decoración y de consejos prácticos para el hogar. En palabras de la propia publicación, pretende ser "la guía más completa para elegir, comprar y decorar tu casa". En su número correspondiente a marzo de 2005 ofrece algunos textos sobre "Trucos para una casa más luminosa"; "Armonía con la naturaleza"; "Un jardín siempre verde"; o "Las flores más conocidas", combinados con otros que nos recuerdan la necesidad de la protección: "Prevenga los robos"; "Asegure su vivienda"; "Más seguro con alarmas". En el periódico Todo ofertas, entre los anuncios de casas y clínicas de belleza los hay también de sistemas de seguridad, alarmas y controles de acceso.

Los imaginarios del miedo y del consumo se reflejan fielmente en los anuncios de las revistas enfocadas al mercado inmobiliario. A continuación se transcriben algunos:

Privada Mediterránea. "El privilegio de la exclusividad [...]. Además, barda perimetral con acceso controlado, circuito cerrado de vigilancia"; "La diferencia está en el estilo de vida... californiano".

San Agustín Residencial. "Seguridad, tranquilidad, plusvalía".

Residencial San Marino. "En Residencial San Marino le ofrecemos la tranquilidad que le brinda vivir cerca del mar rodeado de un exclusivo ambiente"; "Tenemos tu estilo de vida [...] Disfruta la comodidad, la exclusividad y la seguridad que te ofrece la nueva Privada Imperia".

San Sebastián. "Conoce la opción de vivienda ideal para una familia como la tuya".

Hacienda Las Flores. "Exclusividad, seguridad, calidad".

Santa Anita. "El residencial que lo tiene todo".

Fraccionamiento Otay Vista. "Exclusividad que se vive"; "Aquí en Otay [...], casas individuales, barda perimetral, acceso único. Financiamiento directo".

• Para las clases altas, la publicidad de Colinas de Chapultepec afirma que: "No existen límites para una vida mejor".

• Para aquellos menos afortunados: "Si crees que no te alcanza [...] sí se puede con crédito conyugal. Residencial Abedules. Más calidad, seguridad, áreas verdes, privacidad y barda perimetral".

En los anuncios espectaculares también pueden leerse las utopías que presentan los grandes inversionistas inmobiliarios, en el marco de la sociedad de consumo: "Aquí comienza tu nueva vida", dice uno que anuncia La Isla; el de La Perla afirma que: "Lo que pasa en Las Vegas [...] se queda en La Perla", mensaje que, además, no refleja nada de lo material que se ofrece en dicho fraccionamiento. Lo mismo ocurre con: "Soy tan bonita que vivo en Urbi Quinta Versalles. Sólo para gente bien... Y tú, ¿en dónde vives?" El espectacular de Real del Mar, que se encuentra en la carretera, justo después de que se pasa su entrada, está en inglés: "Golf Resort & Country Club. Just missed it".

Las opiniones de los residentes y de algunos funcionarios refuerzan la hipótesis de que la seguridad es uno de los factores decisivos para la elección que hicieron de vivir en un espacio cerrado. Así lo manifiestan, por ejemplo, algunas personas de Vista Dorada, Santa Fe y Colinas de California.

El espacio vivido resultante está permeado por la simulación que se construye en torno al miedo y al consumo de un estatus, estilo de vida y distinción. Para vender sus fraccionamientos, los grandes inversionistas retoman los imaginarios colectivos en torno a la ciudad. Los sueños inducidos por las inmobiliarias se materializan en realidades concretas que difieren de aquellas que los residentes esperan.

A partir de lo anterior, podemos cuestionar la seguridad, las comodidades y los privilegios ofrecidos para contrastarlos con la percepción de los moradores cuando ya forman parte de la vida cotidiana de los fraccionamientos. El encierro mismo puede ponerse en tela de juicio si consideramos la facilidad de acceso que existe para algunos de estos lugares, en particular para los de menor nivel socioeconómico.

En el caso de Santa Fe, primera sección, una vecina afirmó que estaban descontentos con la constructora (Urbi) porque sólo mantuvieron las instalaciones en buen estado mientras estaban vendiendo, y en cuanto se fueron todo quedó a la deriva. Una carta8 escrita en octubre de 2004 a las autoridades municipales reafirma lo anterior, pues manifiesta que la inmobiliaria les ofreció:

Una villa residencial que mantendría casetas de vigilancia las 24 horas, áreas verdes, canchas deportivas, y específicamente una zona exclusivamente privada, lo cual realizó únicamente mientras la empresa terminaba de vender todas las viviendas de la segunda y la tercera secciones [...]. La empresa mencionada con antelación ha incumplido con todos los ofrecimientos que nos hizo en el momento de adquirir nuestras viviendas [...]. Actualmente, la empresa [que trató con] quienes adquirimos las viviendas "Urbi" nos ha manifestado literalmente en reiteradas juntas de vecinos que ellos ya no tienen nada que ver con la introducción de vehículos por nuestra entrada principal, la calle Santa Fe.

La carta también da cuenta de la inseguridad al interior del desarrollo inmobiliario, pues sus redactores piden privatizar una de sus arterias "con la finalidad de obtener mayor control vehicular en el acceso principal y evitar con ello una serie de robos a casa habitación, robos de vehículos y pandillerismo que se han suscitado en nuestro fraccionamiento". Asimismo, se solicita la "construcción de bardas perimetrales en nuestras secciones segunda y tercera; lo anterior para que en lo sucesivo se evite el acceso por las periferias de nuestro fraccionamiento de personas ajenas al mismo, lo que disminuiría los robos a casa habitación, que se encuentran a la orden del día".

En las entrevistas realizadas a los residentes de fraccionamientos de niveles medio alto y alto no se registraron anécdotas de delitos. Sin embargo, en los de interés social sí declararon haber sido víctimas o tener al menos un conocido que lo hubiese sido (Enríquez, 2007), haciendo eco de la inseguridad al interior de las cerradas, reportada con anterioridad por otras investigaciones (Blakely y Zinder, 1999; Caldeira, 2007; López Levi, 2005):

No existe información pública que se refiera a una disminución de delitos al interior de los espacios cerrados o que no ocurran con la misma frecuencia que en el resto de la ciudad. De acuerdo con la información obtenida en las entrevistas a residentes, ellos declaran que regularmente se presentan casos de delitos, primordialmente robo en casa habitación, vandalismo y violencia intrafamiliar. A pesar de las medidas de protección consistentes en bardas, guardias privados y control de acceso, los fraccionamientos cerrados no siempre erradican la delincuencia completamente. Sin embargo, los entrevistados declaran a sus conjuntos urbanos como seguros. [...] Podría pensarse que los fraccionamientos cerrados mantienen un falso sentido de seguridad (Enríquez, 2007).

Los negociantes han sabido aprovechar la inseguridad para obtener beneficios económicos a partir de la comercialización de alarmas, blindajes, seguros, teléfonos celulares, bardas, alambradas, empresas de vigilancia, etcétera. Con ello fortalecen la percepción de que existe una estrecha relación entre hermetismo y seguridad; venden la idea del afuera y el adentro; establecen barreras de protección, que parecen ocultar el hecho de que los habitantes de los fraccionamientos no dejan de pertenecer a la ciudad; y no dejan de vivir los problemas propios de su región.

La comunidad fortificada se siente segura al interior de los vecindarios defensivos. En términos generales deposita sus temores en los migrantes y en los más pobres, sin cuestionarse en dónde viven los capos de la droga. Según Cruz Tijerina (2007), "algunos miembros del crimen organizado poseen o rentan casas de seguridad en los onerosos fraccionamientos ubicados en las inmediaciones de la carretera de cuota", es decir, en aquellos que van paralelos a la costa y que suelen ser cerrados.

Habría que reflexionar, asimismo, sobre las implicaciones de la seguridad más allá de la violencia y de la criminalidad. Tijuana es una zona de riesgo sísmico. Además, la gran alteración del medio ecológico, por obra del ser humano, pone también en riesgo a la población. La zona presenta probabilidades de inundación por la incidencia de tormentas, por la topografía escarpada, las laderas inestables y el gran deterioro ambiental al cual está sometida. En caso de sismo, derrumbes o inundaciones, el hecho de tener grandes cantidades de personas juntas y una estructura urbana tan desarticulada, fragmentada y con tantos espacios cerrados dificulta la evacuación de algunos lugares específicos, así como la entrada en ellos de los servicios de emergencia.

En Colinas de California, pasando a otro tema, una entrevistada expresó su descontento: a su casa le han salido muchos detalles, aunque lo que más le molesta es lo pequeño del baño; vive en una casa dúplex, por lo que comparte paredes con sus vecinos. Ella ya se ha peleado con los de la constructora. Un problema que tuvo fue que le querían poner un contenedor de basura enfrente de su casa. "De haber sabido que me iban a poner un contenedor enfrente, no compro aquí". Luego amenazó a los de la constructora con organizar a los vecinos y conseguir firmas. Fue entonces que le hicieron caso. El principal motivo que la llevó a elegir un fraccionamiento hermético fue la inseguridad que se vive en otros lados. En él se siente más segura, aunque su esposo afirma que esa no resultó ser "la casa de sus sueños", aunque ella le responde que no vale la pena pensar así porque tienen una deuda a treinta años.

El espacio vivido se opone a las expectativas generadas cuando los atributos de la vivienda que atrajeron al residente se vuelven obsoletas, cuando los consumidores se enfrentan a la mercancía para encontrarse con un objeto que no materializa los sueños ofrecidos. La vida en comunidad no es fácil y los problemas emergen cuando los vecinos dejan de ser la niña de la foto de los anuncios espectaculares.

No obstante, aunque los residentes reconocen muchos de los problemas, consideran al encierro como algo positivo en sus vidas. Cuando manifiestan desilusión se refieren más bien a la casa, a los sueños no alcanzados, a los vecinos, pero no a la condición de encierro y fortificación del fraccionamiento. A pesar de que dicho modelo no resuelve los problemas de la ciudad contemporánea, los residentes siguen encontrándole sentido, de manera tal que esta tendencia continúa en boga, captando cada día a más y más consumidores.

 

Conclusiones

Los fraccionamientos cerrados de Tijuana, al igual que sus pares en otras ciudades del mundo, reflejan los imaginarios sociales que han contribuido al éxito de este modelo, entre los que hemos destacado la criminalidad y los deseos fomentados por la sociedad de consumo, como el estatus, el confort y la calidad de vida.

La propuesta de utilizar las categorías de miedo, consumo, segregación y simulación para analizar los espacios que se conforman a partir de los temores y deseos fue muy útil también para examinar los imaginarios colectivos, y su materialización en espacios concretos, así como para entender el sentido que tienen los espacios herméticos para el caso de Tijuana.

El papel de los diversos actores sociales; la fragmentación de los habitantes de las ciudades; las ventajas comparativas de las periferias; la cultura orientada al consumo, con sus respectivos procesos de simulación; y el miedo a la criminalidad han sido bien aprovechados por los promotores inmobiliarios para producir y reproducir por todo el mundo capitalista el hermetismo habitacional. Estos fraccionamientos se han convertido en un modelo dominante de crecimiento urbano, exitoso entre la población, que se multiplica en muchas ciudades del mundo, a pesar de las críticas provenientes desde la teoría urbana. El caso de Tijuana no es la excepción, lo que permite contrastar la escala global con la local.

El fenómeno es reflejo tanto de la globalización como de la fragmentación, y dichas estructuras habitacionales cerradas vinculan la ciudad que nos ocupa con el mundo y con un modelo de vivienda común en muchos países que responde a fuerzas semejantes. Al mismo tiempo, hay que reconocer ciertos matices locales que tienen que ver con la naturaleza del lugar, con su carácter fronterizo, con la gran cantidad de migrantes que alberga, con la imagen que de ellos existe y con la delincuencia, elementos todos ellos que fortalecen la conformación de los fraccionamientos cerrados.

La criminalidad, por ejemplo, es un problema de mayor intensidad en Tijuana que en otras ciudades donde se presentan los fraccionamientos cerrados; hechos violentos tales como los ajustes de cuentas, los asesinatos y los robos mantienen al ciudadano común y corriente a la defensiva. No obstante, habría que reconocer que su exposición al fenómeno es, en general, mucho más frecuente a través de los medios de comunicación que por experiencia propia.

Los mundos ofrecidos por la publicidad se sustituyen por la realidad de los residentes de dichos espacios; sin embargo, una mirada crítica saca a la luz que ni se alcanzan los sueños ofrecidos por los comerciales ni se logra evadir del todo la violencia y el caos urbano. Aunado a lo anterior, la parte de la lógica del consumo referente a la obsolescencia genera el desencanto cuando a las casas les salen los defectos; cuando los vecinos, a pesar de vivir en esos fraccionamientos, tienen dificultades entre sí; cuando la hipoteca genera angustias; cuando la constructora se retira y deja a los condóminos solos; cuando a pesar de vivir en un espacio cerrado no se sienten del todo seguros; cuando los consumidores no se convierten en el tipo de gente que mostraban los anuncios. Después de un tiempo, los moradores ven a su sueño desvanecerse; el prestigio no necesariamente perdura y el miedo no siempre desaparece.

De esta forma, el espacio vivido se contrapone con el espacio soñado. Miedo y consumo se unen para generar espacios que a modo de fraccionamientos cerrados materializan los imaginarios de una sociedad fronteriza fragmentada.

A partir de lo anterior, considero que lejos de las versiones de paraísos habitacionales que presentan las revistas se construyen mundos habitables en la frontera norte, región donde la referencia inmediata del consumidor es la de un medio inseguro. Se trata de espacios donde los citadinos construyen sus propios sueños y pertenecen a una sociedad de consumo que no deja de ofrecer mundos alternativos, todo ello en un contexto donde el simulacro va más allá que la ambigüedad que pueda darse entre la realidad y la ficción. Espacios de transiciones continuas que conducen tanto de un país a otro como de un sueño o pesadilla al o la siguiente.

 

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Notas

1 Durante el trabajo de campo se visitaron los siguientes fraccionamientos cerrados de la ciudad de Tijuana: Brisas del Mar, Cañadas del Florido, Carrisalejo, Cimas de la Gloria, Colinas de California, Colinas de Chapultepec, Colinas del Rey, Condominio Villas Chapultepec, Cumbres del Rubí, Cumbres del Sol, El Jibarito, El Refugio, Hacienda Las Flores, Hacienda Las Fuentes, Hacienda del Mar, Isla Coronado, La Condesa, La Cúspide, La Isla, La Perla, La Piedrera, Las Villas Tijuana, Lomas del Río, Lomas Virreyes, Los Laureles, Playa Blanca, Pórticos de San Antonio, Privanza del Mar, Privada Chapultepec, Rancho del Mar, Real de San Francisco, Real del Mar, Residencial Agua Caliente, Residencial Jardines, Residencial San Marino, Rodríguez Alcaine, Rodríguez Alcaine en Playas, San Agustín, San Antonio del Mar, San Sebastián, Santa Anita Residencial, Santa Fe, Terrazas de Mendoza, UrbiQuinta Versalles, Villas de Otay y Vista Azul.

2 "Comunidades cercadas: estudio de una arquitectura y urbanismo alternativos a la luz de la experiencia de la frontera norte de México (1980-2003)", coordinado por Eloy Méndez de El Colegio de Sonora.

3 Se examinaron las carpetas con la historia, en términos de compra-venta, de los terrenos donde se hicieron los desarrollos inmobiliarios, los permisos y las licencias de construcción, los estudios de impacto ambiental y los problemas registrados en los condominios.

4 La revista Mercado de bienes raíces, Editorial Modelos Inmobiliarios S. A. de C. V., Tijuana, febrero de 2005; la revista Casa & Estilo. Editorial Frontera, Tijuana, febrero y marzo de 2005; la revista Tu Casa, números 2, 5, 8, 9; el suplemento "Nuestra casa", del diario Latino, correspondiente al periodo del 18 de febrero al 17 de marzo de 2005; el periódico Todo ofertas, del grupo Publicidad que Vende S. A. de C. V., año 4, edición 64, de marzo de 2005.

5 Véase, por ejemplo, Webster, Glasze y Frantz, 2002; Cabrales et al, 2002 y 2003; Choon-Piew Pow y Lily Kong, 2007; Janochka, 2005; Jürgens y Gnad, 2002; Coy y Pöhler, 2002, así como las actas de las mesas referentes a barrios cerrados del v y el VII coloquios internacionales de Geocrítica, 2003 y 2005 [en línea], en http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146.htm y http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194.htm; véanse también los trabajos presentados en el marco de las reuniones de la red de investigación "Gated Housing Estates as an International Phenomenon" [en línea], en http://www.gated-communities.de

6 Su tasa de crecimiento para el periodo 1990-2000 fue únicamente superada por la de Cancún, Quintana Roo (Sedesol-Conapo-INEGI, 2004: 31-32).

7 Mientras estábamos en el trabajo de campo de esta investigación en marzo de 2005, las noticias se centraban en los operativos de búsqueda en la ciudad de un famoso narcotraficante, el Chapo Guzmán.

8 "Carta de los vecinos de Santa Fe, segunda y tercera secciones, dirigida al subdirector de Control Urbano de Tijuana, Ing. Bernabé Esquer Peraza, el 6 de octubre de 2004", Archivo del Municipio de Tijuana.

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