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Estudios demográficos y urbanos

On-line version ISSN 2448-6515Print version ISSN 0186-7210

Estud. demogr. urbanos vol.37 n.3 Ciudad de México Sep./Dec. 2022  Epub Nov 21, 2022

https://doi.org/10.24201/edu.v37i3.2046 

Artículos

Variaciones socioeconómicas y territoriales en el tránsito a la adultez en México. Una aplicación del índice de entropía

Socioeconomic and territorial variations in the transition to adulthood in Mexico. An application of the entropy index

Mario Martínez Salgado1 
http://orcid.org/0000-0002-8979-0250

1Universidad Nacional Autónoma de México, Unidad de Investigación sobre Representaciones Culturales y Sociales de la Coordinación de Humanidades. Dirección: Antigua Carretera a Pátzcuaro 8701, Ex Hacienda de San José de la Huerta, 58190, Morelia, Michoacán, México. Correo: mmartinez@enesmorelia.unam.mx


Resumen.

El objetivo general de esta investigación es evaluar las variaciones en las pautas de transición a la vida adulta en México según la condición socioeconómica y el contexto territorial. Mediante el uso del índice de entropía y los datos de la Encuesta Intercensal de 2015, medimos la heterogeneidad del tránsito a la adultez considerando en conjunto las dimensiones escolar, laboral y familiar. Los resultados muestran que las condiciones socioeconómicas y territoriales estructuran la vida de las mujeres y los hombres jóvenes, marcando diferencias importantes en la cadencia con que suceden los cambios de estatus en las esferas antes referidas.

Palabras clave: transición a la vida adulta; índice de entropía; estrato socioeconómico; urbano; rural; México; Ciudad de México; Chiapas

Abstract.

The main objective of this research is to evaluate the variations in the transition to adulthood patterns in Mexico, according to the socio- economic condition and the geographic context of young adults. Using the entropy index and data from the 2015 Intercensal Survey, we measure the heterogeneity of the transition to adulthood, considering the school, labor, and family domains combined. The results show that socio-economic and geographic conditions structure the life of young women and men, showing important differences in the timing of the status change in the above-mentioned domains.

Keywords: transition to adulthood; entropy index; socioeconomic status; urban; rural; Mexico; Mexico City; Chiapas

Introducción

En México se han vivido varias transformaciones durante las últimas décadas, y entre los cambios más significativos está el demográfico. Poco antes de llegar a la mitad del siglo XX el número de mexicanos que sobrevivía a las primeras etapas de vida se incrementó y al cruzar la década de los sesenta el número de hijos por mujer se redujo. En la actualidad la esperanza de vida al nacer es casi treinta años mayor que la de 1950 y las mujeres tienen en promedio casi tres veces menos hijos que hace cinco décadas. Este proceso de cambio demográfico dejó su impronta en la estructura y la dinámica de las familias. La reducción de la fecundidad consiguió que las mujeres pasen menos tiempo embarazadas o cuidando hijos pequeños, dejando más tiempo para realizar otras actividades; y el descenso de la mortalidad redujo el número de matrimonios disueltos por la muerte de alguno de los cónyuges, lo que se tradujo en un mayor número de años de convivencia conyugal con una o más parejas (Tuirán, 2001). Muchos de estos cambios se dieron entre las clases medias urbanas más escolarizadas. Este grupo postergó el nacimiento del primer hijo y espació la llegada del siguiente, además de que casi la mitad de estas familias tuvieron dos o menos hijos y, en consecuencia, las mujeres sólo dedicaron diez años de su vida a la crianza de la prole (Gonzalbo y Rabell, 2004).

Entretejiéndose con estos cambios, la economía mexicana en poco más de medio siglo pasó de un periodo de cierta prosperidad y desarrollo a otro caracterizado por las crisis recurrentes (Aboites, 2008). Tras las políticas económicas y de desarrollo de los setenta, en la década siguiente comenzó un proceso de implementación de reformas para abrir la economía. En este periodo la aplicación de políticas de estabilización y reforma estructural produjeron una escasez de oportunidades laborales asalariadas y un acelerado deterioro del poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores (Tuirán, 1993). A partir de la década de los noventa, el principal problema del país en materia laboral, más que la desocupación, es la informalidad laboral. Frente a las crisis recurrentes la población recurrió al autoempleo o a ayudar en negocios o en predios agrícolas familiares (García, 1999; López, 1999, García y de Oliveira, 2001). Al comienzo de este siglo inició otro breve periodo de recuperación económica, hasta la interrupción por la crisis financiera internacional de 2008 (CEPAL, 2009).

El conjunto de las transformaciones económicas, sociales y demográficas tuvo un impacto significativo en la vida de la población joven. Muchas mujeres jóvenes, por ejemplo, accedieron a métodos anticonceptivos modernos para decidir sobre su vida reproductiva. A inicios de los ochenta una de cada dos mujeres en edad fértil unidas maritalmente usaba algún tipo de método anticonceptivo (Palma y Echarri, 1992) y desde hace dos décadas esta razón se incrementó a poco más de siete de cada diez (Conapo, 1997; INEGI, 2019). También la mayoría de las y los jóvenes han padecido dificultades económicas y laborales. El proceso de flexibilización laboral instrumentado desde finales de los ochenta se tradujo en la introducción de fórmulas contractuales de precariedad e informalidad laboral, la creación de empleo juvenil asociado con la facilidad de despido, la reducción de las cotizaciones sociales y la subvención y promoción de contratos de corta duración (Cardenal de la Nuez, 2006).

No obstante, podemos suponer que la magnitud y el impacto de estos cambios no se han expresado de manera homogénea entre las y los jóvenes del país. Para dar cuenta de tal heterogeneidad, el objetivo de esta investigación es evaluar las variaciones en las pautas de transición a la vida adulta en México según la condición socioeconómica y el contexto territorial. Con base en los datos de la Encuesta Intercensal de 2015 y el uso del índice de entropía, nos proponemos medir la heterogeneidad del tránsito a la adultez considerando en conjunto las dimensiones escolar, laboral y familiar. La estructura de este trabajo se compone, además de esta sección introductoria, de un apartado donde se presenta, a manera de marco conceptual, el encuadre sociodemográfico de la transición a la vida adulta. En la sección posterior presentamos los pormenores del índice de entropía, la fuente de información y la forma como se procesaron los datos. Después exponemos los resultados comenzando con un examen de las diferencias por sexo, seguido de los hallazgos por estrato socioeconómico y contexto geográfico donde, además de destacar las diferencias urbano-rurales, analizamos el paso a la adultez en la Ciudad de México y en Chiapas. Por último, se incluye una reflexión de conjunto sobre la variaciones socioeconómicas y territoriales en el tránsito a la vida adulta en México.

Transición a la vida adulta

En mayor o menor medida hemos adoptado los términos infancia, adolescencia, adultez joven, madurez y vejez como periodos de la vida (Furstenberg et al., 2005). En el pasado, tanto los hombres como las mujeres jóvenes tendían a cambiar directamente de la infancia a la edad adulta,1 pero en la actualidad dicho intervalo parece estarse alargando (Lloyd, 2005). A comienzos del siglo pasado se identificó al estadio entre la infancia y la adultez como una etapa que permitía que la gente joven recibiera una mayor escolaridad, explorara alternativas y forjara un sentido de sí mismo (Furstenberg et al., 2005). En este lapso ocurre un proceso de maduración psicológica y social en el que los individuos están sujetos a normas impuestas por las instituciones sociales (Mier y Terán, 2004; Mier y Terán y Rabell, 2005); también en este periodo convergen ciertos aspectos de autonomía y autodeterminación con otros tantos de dependencia (Fussell y Furstenberg, 2005). En la adultez, al menos en las sociedades occidentales modernas, se supone que el sujeto será capaz de ser proveedor de sí mismo y de su núcleo familiar, en alguna combinación de trabajador, pareja y padre o madre (Coubès y Zenteno, 2004).

Desde un enfoque sociodemográfico, el esquema de transición a la adultez describe el proceso por el cual un individuo se convierte en un adulto independiente, productivo y reproductivo (Coubès y Zenteno, 2004). Esta representación se conforma por una serie de eventos clave en el curso de vida: salida del sistema escolar, ingreso al mercado laboral, salida del hogar familiar, inicio de la vida conyugal y nacimiento del primer hijo (Fussell y Furstenberg, 2005). El supuesto fundamental detrás de este esquema es que la transición a la vida adulta está institucionalmente relacionada con el proceso de integración de una sociedad, y las características de esta transición determinan en gran medida las características y condiciones de integración social del individuo por sus efectos en las etapas posteriores del curso de vida (Coubès y Zenteno, 2004). La pertinencia de este enfoque radica en que el momento en el que ocurren los eventos (la edad en que se entra al mercado laboral, por ejemplo), así como la secuencia entre ellos (la unión antes de la reproducción o viceversa, por mencionar un caso), reflejan el estrato social de origen y definen en gran medida las oportunidades o restricciones para el desarrollo personal y familiar de los jóvenes en el resto del curso de vida (Hogan y Astone, 1986).

En México, muchos y muy diversos han sido los trabajos que han abordado el tránsito a la adultez desde distintos ángulos, para distintos grupos y sectores de la población (Echarri y Pérez, 2007; Solís, 2016). Algunos más han atendido específicamente ciertas transiciones (Parrado y Zenteno, 2004; Martínez Salgado, 2014) o la relación entre algunos de los eventos (Ariza y de Oliveira, 2004; Solís et al., 2008; Ferraris y Martínez Salgado, 2015). La mayoría centran su atención en la historia de vida de las mujeres y entre sus objetivos está examinar el calendario de los eventos y analizar los factores que hacen que éstos ocurran antes o después. En este sentido, y para contribuir al entendimiento de este proceso en México, en esta investigación nos proponemos evaluar las variaciones en las pautas de transición a la vida adulta en México según la condición socioeconómica y el contexto territorial. Mediante el uso del índice de entropía y los datos de la Encuesta Intercensal de 2015, buscamos medir la heterogeneidad del tránsito a la adultez considerando en conjunto las dimensiones escolar, laboral y familiar. En la siguiente sección presentamos los detalles de esta herramienta metodológica y la manera en que se procesaron los datos.

Apunte metodológico: los datos y el índice de entropía

La aproximación metodológica en esta investigación es de carácter cuantitativo y se basa en el cálculo y análisis del índice de entropía. Algunas investigaciones han utilizado esta medida para abordar la desestandarización del curso de vida de los jóvenes en Portugal analizando las condiciones laborales y de cohabitación (Ramos, 2019); Guidotti (2016) lo usa para describir las características de la transición a la vejez en Brasil considerando la esfera doméstica, la actividad económica y las condiciones de salud; mientras que Vieira y Miret (2010) evalúan con este indicador las transformaciones en las pautas de emancipación en España; y Nahar et al. (2013) utilizan esta medida para analizar el tránsito a la vida adulta de hombres y mujeres en Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia y Vietnam. El índice de entropía también se ha utilizado en el contexto mexicano: Fussell (2005) de manera innovadora (este trabajo es un referente en las investigaciones antes citadas) utilizó el índice con los datos censales de 1970 y 2000 para estudiar la situación de los jóvenes mexicanos como estudiantes, trabajadores, madres, esposos y su posición en el hogar.

En esta investigación para calcular el índice de entropía utilizamos los datos de la Encuesta Intercensal levantada en 2015 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Los ejes de análisis que consideramos son: el sexo, el estrato socioeconómico y el contexto geográfico. La variable sobre estratificación socioeconómica se basa en la metodología propuesta por Echarri (2008). Este autor propone una medida de estratificación común para las encuestas nacionales, la cual resume la calidad de la vivienda y sus servicios,2 el promedio de escolaridad acumulada para la misma generación y sexo de cada uno de los miembros en relación con una población estándar, y la actividad mejor remunerada de los miembros del hogar. Como resultado, esta variable segmenta al conjunto de viviendas en cuatro estratos: muy bajo, bajo, medio y alto. Sobre el territorio, nos interesa destacar las diferencias urbano-rurales, por lo que definimos como localidad rural aquella con menos de 2 500 habitantes, y como urbana la que sobrepasa este límite; también buscamos destacar las variedades del tránsito a la adultez entre las entidades federativas. Asimismo, en el procesamiento de la información utilizamos el Lenguaje R (R Core Team, 2020).

Por otro lado, la muestra de la Encuesta Intercensal reúne la información de 5.8 millones de viviendas habitadas y casi 22.7 millones de individuos. De este conjunto, cerca de 9.1 millones de personas tienen entre 12 y 35 años, lapso de estudio para esta investigación. Después del proceso de limpieza de los datos, nos quedamos con poco más de 8.8 millones de registros, los cuales representan a una población de cerca de 46.5 millones de mexicanos (49.9% de hombres y 50.1% de mujeres). Sobre la composición de la población objetivo, un primer escrutinio de los datos ponderados muestra que la edad media de los hombres es 22.7 años y de las mujeres 23.2 años;3 alrededor de un tercio asiste a la escuela (35.8% de hombres y 32.9% de mujeres); más de la mitad de los hombres y cerca de una tercera parte de las mujeres tienen trabajo remunerado (57.3 y 30.5%, respectivamente); con respecto a la situación conyugal, cerca de dos quintas partes de los hombres (37.1%) y prácticamente la mitad de las mujeres (48.5%) están o estuvieron alguna vez unidos; también cerca de la mitad de las mujeres han sido madres (46.7%); y de acuerdo con la posición en el hogar, en la posición de jefe, jefa o cónyuge se encuentra poco más de un cuarto de los hombres (27.5%) y cerca de un tercio de las mujeres (34.8%); y en la posición de hijos e hijas se encuentra la mitad de las mujeres (49.5%) y cerca de tres quintas partes de los hombres (58.6%). Además, 22.7% reside en localidades rurales y 77.3% en urbanas; y 27.3% de las viviendas donde reside nuestra población objetivo pertenecen al estrato socioeconómico muy bajo, 38.9% al bajo, 20.9% al medio y 6.9% al alto.

Por otra parte, el índice de entropía es una medida del grado en que los individuos de cierta edad son similares en su combinación de estatus demográficos. En este trabajo tales estatus refieren a la situación de las y los jóvenes como estudiantes, trabajadores, parejas y su posición en el hogar; además, en el caso de las mujeres, su condición como madres. Cada situación, salvo la posición en el hogar, da lugar a una variable dicotómica (trabaja o no trabaja, por ejemplo), en tanto que la variable de la posición en el hogar presenta tres categorías: jefe(a) o cónyuge, hijo(a) y otra relación de parentesco con el(la) jefe(a) de hogar. Con base en esta información se pueden identificar 48 combinaciones de estatus para las mujeres y 24 para los hombres.4 Para ejemplificar, una combinación de estatus posible para las mujeres es aquella marcada por la asistencia a la escuela, el trabajo, la posición de hija del jefe(a) de hogar, la soltería y que no ha sido madre. Una vez ubicada a la población en la combinación de estatus correspondiente, el cálculo del índice de entropía a la edad x se obtiene con la siguiente formulación:

E=c=1CPc×log1Pc

donde C es el conjunto de todas las combinaciones de estatus y p c es la proporción de la población en la combinación de estatus c. Este valor lo calculamos para cada edad entre los 12 y los 35 años para mostrar la heterogeneidad de las combinaciones de estatus en cada edad. Si toda la población se concentra en una sola combinación de estatus, la proporción correspondiente es igual a uno (el resto será cero), por lo que el valor del índice será igual a cero (log(1) = 0). Por el contrario, si la población se encuentra distribuida uniformemente en todas las combinaciones de estatus posibles, entonces E = log(C), en el caso de las mujeres log(48) y en el de los hombres log(24), esto es, 1.68 y 1.38, respectivamente. Ahora bien, recurrimos a la conversión del índice en porcentaje de la entropía máxima para facilitar la interpretación del índice. Así, cuanto más se aproxime el índice a 0%, mayor será la concentración de personas en pocas combinaciones de estatus, esto es, menos diversa será la estructura de situaciones en que se encuentra la población; en cambio, cuanto más cercano a 100%, mayor será la heterogeneidad de las combinaciones de estatus.

Otra ventaja analítica de esta aproximación, y que aprovecharemos en esta investigación, es la posibilidad de descomponer la medida de entropía para cuantificar la contribución de cada estatus al valor total del índice. Si se excluye un estatus determinado, entonces se descartan las combinaciones donde ésta está presente y al calcular la entropía de nuevo, la diferencia entre el del índice completo y el nuevo valor nos da una medida del peso que tiene el estatus retirado en el valor total del índice. De esta forma podríamos, por poner un ejemplo, cuantificar la impronta de la maternidad en la heterogeneidad de situaciones en que se encuentran las mujeres de ciertas edades.

En síntesis, utilizamos el índice de entropía para medir el grado de heterogeneidad de las combinaciones de estatus de la cohorte sintética de 12 a 35 años en el año 2015. Las combinaciones de interés refieren a la situación de las personas como estudiante, trabajador(a), unión conyugal, posición en el hogar, y en el caso de las mujeres, además, a la condición de madre. Los ejes de análisis son: el sexo, el estrato socioeconómico y el contexto territorial. A continuación, se exponen los resultados de la investigación.

Jóvenes en tránsito a la vida adulta en México

La edad es un criterio comúnmente utilizado para definir los periodos de vida de las personas. Aunque con variaciones, distintos organismos nacionales y extranjeros definen la categoría joven o jóvenes con base en la edad. El lapso entre los 12 y los 35 años es de profundos cambios y transiciones para los jóvenes en México, como se muestra a continuación. Hasta antes de los 18 años, el grado de heterogeneidad de las combinaciones de estatus es diferente entre hombres y mujeres (Gráfica 1),5 más adelante ésta alcanza a invertirse y se amplifica a medida que aumenta la edad (después de los 30 años esta diferencia es superior a 5%). En ambos casos la máxima entropía se alcanza a los 22 años. A esta edad la combinación de situaciones de las y los jóvenes mexicanos representa poco más de 75% de la entropía total (75.1% en el caso de los hombres y 75.7% en el de las mujeres).

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Gráfica 1 Entropía por sexo. México, 2015 

La Gráfica 2 muestra la contribución de cada uno de los estatus al índice de entropía ajustado al propio valor del índice en cada edad. Este elemento nos permite identificar el origen de la diferencia entre los sexos descrita anteriormente. Primero, la mayor heterogeneidad en los hombres se debe al aporte, sobre todo, del estatus de trabajador. Hasta los 18 años la contribución de este estatus representa más del doble para los hombres que para las mujeres. Después, la condición laboral sigue siendo importante, aunque su impronta es cada vez menor. En cambio, el estatus de madre es la que explica, sobre todo, la brecha que se observa entre la entropía de hombres y mujeres.

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Gráfica 2 Contribución de los estatus a la entropía de hombres y mujeres. México, 2015 

Variaciones por estrato socioeconómico

Al revisar las variaciones del índice de entropía por estrato socioeconómico encontramos diferencias importantes en las edades iniciales, mismas que se acentúan al final del lapso de observación (Gráfica 3). En el caso de las mujeres la entropía crece considerablemente hasta los 17 años en los estratos muy bajo y bajo, y un tanto menos en el medio; en cambio, en el alto la entropía se mantiene baja. Entre los 20 y los 26 años en los cuatro estratos se localiza el nivel máximo de entropía, aunque esto no sucede con el mismo valor del índice. Este máximo se alcanza a los 20 años en el estrato muy bajo, a los 22 años en el bajo, a los 23 años en el medio, y a los 26 años en el alto; en estas edades la entropía es 69.9, 75.1, 79.1 y 72.2%, respectivamente. Después la entropía en los estratos muy bajo y bajo tiende a converger y en la edad 35 es próxima a 45%, mientras que en los segmentos medio y alto al final del lapso de observación ronda 55 y 60%, respectivamente.

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Gráfica 3 Entropía por sexo y estrato socioeconómico. México, 2015 

En el caso de los hombres la diferencia entre el estrato muy bajo y el alto aumenta rápidamente hasta alcanzar un máximo de casi 30 puntos porcentuales a los 17 años (58.4 y 29.1%, respectivamente). Después esta diferencia comienza a reducirse hasta invertirse a partir de los 24 años, aunque, cierto es, la magnitud de la discrepancia es bastante menor que la observada en las edades previas. En tanto que la entropía en los estratos intermedios: bajo y medio, también presenta ciertas singularidades. A los 20 años la entropía entre los estratos muy bajo, bajo y medio es prácticamente la misma, y entre esta edad y los 28 años la heterogeneidad en el estrato medio es la mayor de los cuatro estratos, mientras que la entropía en el estrato bajo a partir de los 24 años es la menor de las cuatro. Tras este comportamiento encontramos que la entropía máxima en los estratos muy bajo, bajo y alto es prácticamente la misma (apenas superior a 71%), pero la edad en donde esto sucede difiere: 21, 22 y 25 años, respectivamente. En tanto que la máxima heterogeneidad entre los hombres del estrato medio es de 78.1% y se observa a los 23 años.

Sobre la contribución de los estatus en cada edad (Gráfica 4), en el caso de las mujeres en las primeras edades la impronta de la condición de estudiante es relevante para los estratos medios (70.3%) y altos (81.0%). No obstante, las situaciones relativas a la dimensión familiar alcanzan notoriedad en los estratos muy bajo y bajo. Para ejemplificar, el estatus de unión conyugal contribuye 22.7% en el estrato muy bajo y sólo 5.2% en el alto, en tanto que el de madre aporta 12.2% en el estrato muy bajo y sólo 3.7% en el alto. Esta tendencia se mantiene después de los 18 años: en el estrato muy bajo la impronta del estatus marital y la maternidad es mayor que en el estrato alto. Al mismo tiempo el aporte del estatus laboral destaca en los estratos medios y altos, comparado con el muy bajo. En los segmentos mejor posicionados este aporte es de 52.6% en el alto y 47.1% en el estrato medio, mientras que en el muy bajo es apenas de 33.5%. A partir de los 30 años, la contribución de la condición de trabajadoras se fortalece en el estrato alto (72.2%) frente al muy bajo (44.4%), lo mismo que el estatus de madre en los estratos muy bajo, bajo y medio (por encima de 70% en todos los casos) comparado con las mujeres del estrato alto (54.6%).

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Gráfica 4 Contribución de los estatus a la entropía por sexo y estrato socioeconómico. México, 2015 

En el caso de los hombres, en un primer momento las diferencias entre los estratos encuentran explicación en la magnitud de la participación de los cambios en la posición en el hogar, y en la condición de estudiante y trabajador. El aporte del estatus de hijo disminuye y el de otra relación con el jefe(a) de hogar aumenta conforme se pasa del estrato socioeconómico muy bajo al alto.6 También, al recorrer los estratos en sentido opuesto, del alto al muy bajo, observamos que la contribución del estatus de estudiante disminuye, mientras que la de trabajador aumenta. Más adelante, a partir de los 18 años, adquiere notoriedad la posición de jefe o cónyuge, particularmente en el estrato muy bajo, y se confirman los estatus de trabajador y de alguna vez unido como los de mayor contribución, de hecho, en el estrato muy bajo éstos son prácticamente de la misma magnitud y en el alto el aporte del estatus de trabajador casi dobla al de alguna vez unido.

Con estos resultados damos cuenta de que el estrato socioeconómico estructura la vida de las mujeres y los hombres, abriendo o limitando oportunidades en cada edad. En los estratos bajos los cambios se suceden a edades más tempranas, con mayor intensidad y se dan, sobre todo, en la esfera familiar. En cambio, en los estratos medios y altos las edades con menor heterogeneidad cubren un lapso mayor, lo que probablemente se vincule con estadías escolares más prolongadas. Esto a la larga dejará su impronta en el curso de vida de las y los jóvenes porque los de sectores medios y altos podrán optar por trabajos que demandan mejores calificaciones y los de estratos bajos desempeñarán labores de baja calificación. En la esfera familiar también es posible observar esta sinergia, pues los hallazgos sugieren que la vida en pareja comienza más temprano entre las y los jóvenes pertenecientes a los estratos bajos que para los estratos medios y altos. Con esto, pareciera que es el contexto socioeconómico y no los propios individuos el que marca la cadencia en que suceden los eventos con el tránsito a la vida adulta.

Diferencias urbano-rurales

En los resultados por tipo de localidad (Gráfica 5), un primer aspecto a destacar es que hasta los 18 años el índice de entropía de las mujeres urbanas y rurales es similar. Después se aprecia una diferencia importante que se extiende, sobre todo, a partir de los 22 años, cuando la brecha entre localidades varía entre 10 y 15%. El valor máximo de entropía se observa, en el caso de las mujeres rurales, a los 20 años con un nivel de 67.2% (similar a lo observado con las mujeres del estrato muy bajo), en tanto que para las mujeres urbanas la entropía máxima (77.2%) se encuentra a los 22 años. Estos resultados nos hablan de que los procesos de cambio en las combinaciones de estatus ocurren con mayor anticipación en los espacios rurales, pero en los urbanos éstos son más acentuados.

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Gráfica 5 Entropía por sexo y tipo de localidad. México, 2015 

En el caso de los hombres, al igual que en el de las mujeres, a partir de los 18 años se abre una brecha que continúa hasta los 35 años. En este lapso la entropía de los hombres radicados en espacios urbanos es mayor que la de sus pares rurales. Esta diferencia alcanza una media de 7.5 puntos porcentuales entre los 22 y 29 años; de hecho, a los 22 años la heterogeneidad es máxima en los dos espacios de socialización, con un nivel de 75.8% en las localidades urbanas y 68.7% en las rurales.

La descomposición del índice de entropía de las mujeres nos muestra que, al comienzo, el principal aporte a la variación del índice proviene del ámbito escolar: la condición de estudiante contribuye 56.5% en las localidades urbanas contra 46.1% en las rurales (Gráfica 6). Después, aunque disminuye su relevancia, el factor escolar sigue siendo relevante para explicar la diferencia en el nivel de entropía. El estatus laboral es otro elemento que ayuda a entender por qué la entropía en los espacios urbanos es mayor. En el lapso de 18 a 29 años la relevancia de este estatus es mayor en los medios urbanos (45.6%) que en los rurales (33.5%), después el peso aumenta significativamente en ambos contextos y la diferencia se mantiene (58.9 y 44.4%, respectivamente). También llama la atención que la participación en el índice de las situaciones relacionadas con la posición en el hogar, la experiencia conyugal y la maternidad son hasta cierto punto similares en ambos tipos de localidad.

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Gráfica 6 Contribución de los estatus a la entropía por sexo y tipo de localidad. México, 2015 

En lo que respecta a los hombres, al comienzo contribuyen a aumentar la heterogeneidad los cambios en la posición en el hogar y la condición de trabajador en uno y otro tipo de localidad. En el tramo de máxima entropía, de los 18 a los 29 años, las situaciones que más suman son la de trabajador, la posición de hijo y la de alguna vez unido, aunque la diferencia en el nivel de entropía entre los hombres urbanos y los rurales se debe, sobre todo, al estatus de estudiante, que en las localidades urbanas aporta una media de 28.4% y sólo 15.2% en las rurales. Después, las contribuciones más importantes al índice de entropía provienen del estatus de trabajador y de la unión conyugal, aunque es el primero el que explica la mayor heterogeneidad que se observa en los espacios urbanos, pues en éstos el aporte tiene una media de 75.8% y en los rurales apenas 63.4%. Estos resultados exponen, por un lado, que los adultos jóvenes rurales tienen menos acceso a oportunidades educativas y que el trabajo remunerado define en buena medida las etapas adultas de los hombres, sobre todo en los medios urbanos.

El tránsito a la adultez en las entidades federativas; los casos de Chiapas y Ciudad de México

El índice de entropía por edad y sexo en cada entidad federativa sigue un trazo similar al descrito para el nivel nacional, esto es, un ascenso pronunciado en las primeras edades y un descenso paulatino alrededor de los 22 años. En la Gráfica 7 se puede observar las variaciones entre los estados, donde destacan dos comportamientos claramente diferenciados: Ciudad de México y Chiapas. Tanto para mujeres como para hombres, después de los 20 años, la entropía en la Ciudad de México (CDMX) es superior a la del resto de las entidades. La diferencia con el resto de los estados varía entre 10 y 20 puntos porcentuales en el caso de las mujeres, y entre 6 y 18 puntos en el caso de los hombres. La otra entidad que se distingue es Chiapas (CHP), particularmente en el caso de las mujeres, ya que a partir de los 20 años es la entidad que menor entropía presenta. En cuanto a los hombres no hay una única entidad que presente por lapsos prolongados la menor entropía; esta posición la comparten varios estados, entre ellos Chiapas.7

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Gráfica 7 Entropía por sexo y entidad federativa. México, 2015 

Por lo anterior, seleccionamos estas demarcaciones para tener una mejor representación de la diversidad de formas en que se expresa el tránsito a la vida adulta en el país. Los siguientes cuadros muestran para las mujeres (Cuadro 1) y los hombres (Cuadro 2) las edades de máxima entropía y los estatus que más contribuyen a esta diversidad de situaciones en distintos momentos de acuerdo con el estrato socioeconómico y el tipo de localidad. En el caso de las mujeres, el momento de mayores cambios en una y otra entidad difiere en cuatro años; de hecho, entre las avecindadas en la capital del país esta edad es tres años mayor que la media nacional (22 años). Los estatus que más contribuyen a la heterogeneidad de situaciones en el tránsito a la vida adulta nos permiten resignificar la amplia diferencia de edades. Las combinaciones de estatus en la Ciudad de México parecieran estar relacionadas con estancias más largas en la escuela y con experiencias laborales antes de entrar en unión conyugal, mientras que en Chiapas los cambios que se advierten ocurren en la esfera familiar y previsiblemente se asocian con un calendario de inicio de la vida conyugal temprano.

Cuadro 1 Mujeres: edad ápice, entropía y principal estatus. Chiapas y Ciudad de México (CDMX), 2015 

Entidad y contexto Edad ápice (% entropía) Estatus con mayor aporte (% entropía)
12-17 años 18-23 años 24-29 años 30-35 años
Mujeres
Chiapas 21 (69.1) Hija (57.2) Unión (50.7) Unión (65.4) Unión (72.6)
CDMX 25 (78.8) Estudiante (68.7) Hija (50.8) Trabajadora (54.8) Unión (62.9)
Estrato socioeconómico
Chiapas
Muy bajo 19 (60.9) Hija (59.4) Unión (57.3) Unión (68.7) Unión (72.1)
Bajo 21 (72.9) Estudiante (54.9) Unión (50.3) Unión (66.6) Madre (74.9)
Medio 23 (80.7) Estudiante (66.6) Estudiante (46.4) Unión (59.7) Unión (72.2)
Alto 25 (74.6) Estudiante (78.2) Estudiante (53.1) Trabajadora (62.9) Trabajadora (73.1)
CDMX
Muy bajo 20 (77.5) Estudiante (54.5) Madre (49.2) Madre (66.7) Madre (71.1)
Bajo 24 (77.9) Estudiante (66.2) Hija (52.1) Madre (60.3) Madre (72.9)
Medio 25 (78.5) Estudiante (80.1) Hija (50.9) Trabajadora (56.6) Trabajadora (62.7)
Alto 31 (71.7) Estudiante (86.5) Estudiante (53.8) Trabajadora (62.1) Trabajadora (73.3)
Tipo de localidad
Chiapas
Rural 19 (58.1) Hija (59.9) Unión (57.7) Unión (68.2) Unión (72.7)
Urbano 22 (76.5) Estudiante (54.6) Unión (46.9) Unión (64.1) Unión (72.4)
CDMX
Rural 25 (69.8) Hija (62.6) Hija (56.8) Unión (66.3) Unión (79.2)
Urbano 26 (78.8) Estudiante (68.8) Hija (50.8) Trabajadora (54.9) Unión (62.9)

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Cuadro 2 Hombres: edad ápice, entropía y principal estatus. Chiapas y Ciudad de México (CDMX), 2015 

Entidad y contexto Edad ápice (% entropía) Estatus con mayor aporte (% entropía)
12-17 años 18-23 años 24-29 años 30-35 años
Hombres
Chiapas 21 (74.1) Hijo (65.8) Hijo (58.4) Trabajador (71.3) Trabajador (73.1)
CDMX 25 (77.6) Estudiante (68.2) Hijo (55.2) Trabajador (71.5) Trabajador (80.8)
Estrato socioeconómico
Chiapas
Muy bajo 21 (66.1) Hijo (69.1) Hijo (60.3) Trabajador (67.4) Unión (69.6)
Bajo 21 (72.3) Hijo (61.6) Trabajador (63.3) Trabajador (77.6) Trabajador (81.5)
Medio 23 (80.5) Estudiante (71.7) Estudiante (53.4) Trabajador (73.1) Trabajador (82.2)
Alto 26 (74.1) Estudiante (89.3) Hijo (58.3) Trabajador (75.9) Trabajador (87.6)
CDMX
Muy bajo 21 (71.5) Hijo (57.7) Trabajador (57.4) Trabajador (68.7) Trabajador (70.7)
Bajo 22 (73.2) Estudiante (67.2) Trabajador (59.5) Trabajador (75.5) Trabajador (83.1)
Medio 25 (80.3) Estudiante (76.7) Hijo (55.3) Trabajador (68.7) Trabajador (80.5)
Alto 25 (71.1) Estudiante (85.8) Hijo (59.5) Trabajador (70.2) Trabajador (82.9)
Tipo de localidad
Chiapas
Rural 21 (64.2) Hijo (70.1) Hijo (63.4) Trabajador (68.7) Unión (69.3)
Urbano 21 (78.4) Hijo (60.6) Trabajador (57.4) Trabajador (73.3) Trabajador (77.3)
CDMX
Rural 23 (70.7) Hijo (68.7) Trabajador (64.6) Trabajador (80.4) Trabajador (89.9)
Urbano 25 (77.6) Estudiante (68.3) Hijo (55.2) Trabajador (71.4) Trabajador (80.8)

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Intercensal de 2015 (INEGI, 2015). Datos ponderados.

Al revisar estos indicadores por estrato socioeconómico y tipo de localidad, encontramos que las diferencias entre Chiapas y Ciudad de México se acentúan a tal grado que la diferencia en las edades de máxima entropía entre las mujeres de Chiapas del estrato socioeconómico muy bajo y las radicadas en Ciudad de México del estrato alto es de 12 años (19 y 31 años, respectivamente). También destacamos que, en Chiapas, la entropía máxima y la edad a la que ésta se alcanza difiere significativamente entre los estratos socioeconómicos. La diferencia entre el estrato muy bajo y el alto es cercana a 15% y la diferencia en las edades es de seis años. Esto nos habla de tránsitos a la adultez más diversos y de una temporalidad más tardía de este proceso en el estrato alto respecto del bajo. Igualmente, en Ciudad de México se observa una discrepancia de 11 años en las edades de máxima entropía entre las mujeres del estrato muy bajo y el alto; no obstante, la diferencia en la entropía es menor y en sentido opuesto a la observada en el caso de Chiapas. En Ciudad de México el proceso de transición a la vida adulta de las mujeres es una tanto más homogéneo y sucede más adelante en el estrato alto respecto del muy bajo. Por otra parte, los resultados sobre los estatus que más contribuyen a la entropía en distintos momentos nos muestran que en Chiapas y Ciudad de México las mujeres de los contextos socioeconómicos más bajos reflejan más rápidos cambios en lo familiar; por el contrario, en los estratos medios y altos las mujeres exhiben periodos en la escuela más amplios con posterior inserción al mercado laboral.

Un resultado similar se observa al analizar la entropía de las mujeres en estas demarcaciones por tipo de localidad. Aunque las diferencias son menos acentuadas que entre los estratos socioeconómicos, los resultados muestran procesos de transición a la adultez más elaborados y a edades más avanzadas en los contextos urbanos que en los rurales. También los cambios en los contextos rurales se dan sobre todo en el ámbito familiar; en tanto que en los entornos urbanos la dimensión escolar tiene una relevancia mayor, y en Ciudad de México se añade, además, la laboral.

El caso de los hombres sigue el mismo comportamiento que el de las mujeres, aunque con diferencias menos acentuadas en las edades de máxima entropía. La edad con mayor heterogeneidad en la combinación de estatus en Chiapas es un año menor que la media nacional (22 años) y en Ciudad de México ésta es tres años superior. Una diferencia importante con respecto a las mujeres se encuentra en los estatus que más contribuyen a la entropía. Tanto en Chiapas como en Ciudad de México sobresale el rol de estudiante al comienzo y el de trabajador después, y los cambios en la esfera familiar son visibles, sobre todo, en los contextos rurales o socioeconómicamente bajos. Aun con estas diferencias, llama la atención la similitud que existe entre los hombres de Chiapas y de la Ciudad de México pertenecientes al estrato socioeconómico alto. La edad con máxima entropía apenas si difiere en un año (en el caso de las mujeres son seis) y el aporte de los estatus de estudiante y trabajador son prácticamente igual de relevantes en una y otra demarcación.

Consideraciones finales

Las distintas esferas en las que se desarrolla el tránsito a la vida adulta sugieren distintos escenarios donde los sujetos se relacionan. En cada uno de estos espacios los individuos van construyendo a lo largo del tiempo su identidad joven, primero, y adulta después. En este proceso, las personas echan mano de sus capacidades y de las herramientas y materiales que le proporcionan las instituciones sociales (Estado, familia, escuela, Iglesia, por mencionar algunas). En el tránsito a la adultez los individuos, en mayor o menor medida, se subordinan a las exigencias de un “arquitecto” sociocultural, el cual provee, como si fueran planos, normas y pautas sobre la forma que han de tener o ser en su condición de joven o adulto.

Durante este proceso las personas experimentan cambios que modifican su estatus en los espacios donde ocurren los eventos. Por ejemplo, la entrada en unión conyugal es un evento clave en el entorno familiar por su condición reguladora y de articulación con otras experiencias de vida, como lo puede ser la reproducción. La articulación de situaciones es otro rasgo que define el tránsito a la vida adulta. La asociación entre escuela y trabajo, lo mismo que entre la unión conyugal y la emancipación residencial, son muestra de ello. En un mismo momento, a una misma edad, las personas son parte de diferentes ámbitos, se encuentran en la intersección de distintas esferas sociales.

El propósito general de esta investigación fue evaluar las variaciones en las pautas de transición a la vida adulta en México según la condición socioeconómica y el contexto territorial. Con base en los datos de la Encuesta Intercensal de 2015 y el uso del índice de entropía medimos la heterogeneidad del tránsito a la adultez considerando en conjunto las dimensiones escolar, laboral y familiar. Entre los hallazgos de la investigación destacamos que no sólo el estrato socioeconómico, también el tipo de localidad estructura la vida de las mujeres y hombres en cada edad. De hecho, el estrato socioeconómico, más que el tipo de localidad, marca diferencias importantes en la cadencia con que suceden los cambios de estatus en las edades jóvenes. Los cambios ocurren a edades más tempranas y con mayor intensidad entre las y los jóvenes de los estratos más bajos, y estas transformaciones tienen lugar primordialmente en la esfera familiar en el caso de las mujeres, y en la laboral en los hombres. Las mujeres de los estratos más bajos se convertirán en jefas, cónyuges y/o madres antes que sus pares de los estratos altos. En tanto que las jóvenes de los estratos medios y altos muestran una mayor homogeneidad por un periodo más prolongado, lo que se relaciona con estancias más largas en la escuela. Después, los cambios de estatus no sólo se circunscriben al espacio familiar, también destacan los vinculados al ámbito laboral. Con respecto a los hombres, encontramos que en las últimas edades existe cierta convergencia entre los rurales y urbanos, y entre los del estrato muy bajo y el alto. En ambos casos los estatus de mayor aporte son: jefe de hogar, trabajador y unión conyugal, aunque la ponderación es distinta entre los estratos socioeconómicos.

Con respecto a las entidades federativas, destacamos los patrones descritos por el índice de entropía para mujeres y hombres de la Ciudad de México y Chiapas como antípodas de la transición a la vida adulta. Su examen nos brindó una buena representación de la diversidad de formas en que se expresa este proceso. El análisis de estas entidades nos permitió conocer el rango y el grado en que se acentúan las tendencias nacionales. Para ejemplificar esto, resaltamos la diferencia de 12 años que encontramos entre las edades de máxima entropía en los casos de las mujeres chiapanecas del estrato muy bajo y las de la Ciudad de México del estrato alto. Esta diferencia deja entrever que en Chiapas las mujeres experimentan cortas estancias escolares y rápidos cambios en lo familiar, en tanto que en la Ciudad de México las mujeres exhiben periodos en la escuela más amplios con posterior inserción al mercado laboral. Asimismo, un rasgo distintivo en el caso de los hombres se encuentra en los estatus que más contribuyen a la entropía: en Chiapas y la Ciudad de México sobresale el estatus de estudiante en un primer momento y después el de trabajador; y los cambios en la esfera familiar son visibles, sobre todo, en los contextos rurales o socioeconómicamente bajos de Chiapas.

Por último, existen ciertas condiciones que han sido impuestas sobre la investigación que bien pudieron ser diferentes. En este sentido, y en una primera aproximación, se lograron obtener resultados que abren la puerta a conocer más sobre el tránsito a la vida adulta en México. Queda abierta la posibilidad para considerar en futuras investigaciones el trabajo no remunerado, por ejemplo, como un estatus para analizar, sobre todo en el caso de las mujeres. Otro aspecto para profundizar es el análisis sobre el resto de las entidades federativas, lo que podría revelar ciertos patrones regionales. En esta dirección, otra cuestión de interés podría ser trabajar a nivel país, en una escala municipal, o bien privilegiar el estudio de ciertas regiones o entidades.

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1 Este acelerado tránsito lo describe Juan Rulfo en Luvina: “Los niños que han nacido allí se han ido... Apenas les clarea el alba y ya son hombres. Como quien dice, pegan el brinco del pecho de la madre al azadón y desaparecen de Luvina”.

2 Las características consideradas por este índice son: material del piso, cuarto de baño exclusivo de la vivienda, cuarto exclusivo para cocinar, hacinamiento, drenaje conectado a la calle o a la fosa séptica y electricidad.

3 Ambos con una desviación estándar de 6.9 años.

4 Cada estatus es binario, con excepción de la posición en el hogar que contempla tres categorías, esto hace que para el caso de las mujeres tengamos 24 × 3 combinaciones de estados y para los hombres, al no tener la información sobre los hijos nacidos vivos, sólo contemos con 23 × 3 combinaciones. Fussell (2005, p. 99) contabiliza 128 combinaciones para las mujeres y 64 para los hombres, lo cual es incorrecto. El fallo yace en que considera la posición en el hogar como tres variables dicotómicas independientes, dando como resultado 27 combiaciones de estatus para las mujeres y 26 para los hombres. Con este manejo de la información, una misma persona, por ejemplo, podría ser al mismo tiempo jefa de hogar, hija y tener otra relación de parentesco con la jefa, lo cual es imposible. Esta falta no impacta directamente en el cálculo del índice de entropía, pues se trata de combinaciones vacías. La impronta del error se observa en la conversión de los valores del índice para su interpretación.

5 En las gráficas el valor del índice en la edad t corresponde al promedio del índice de las edades t - 1, t y t + 1 con el objeto de atenuar posibles fluctuaciones del índice de entropía en edades específicas.

6 El aporte de la posición de jefe o cónyuge es menor y no muestra mayores diferencias entre los estratos.

7 Otras entidades con niveles bajos de entropía son: Aguascalientes, Baja California Sur, Coahuila y Quinta Roo.

Nota del autor: Investigación realizada gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM, IA300217.

Recibido: 17 de Febrero de 2020; Aprobado: 09 de Noviembre de 2020

Mario Martínez Salgado es doctor en Estudios de Población y maestro en Demografía por El Colegio de México, A.C. Realizó una estancia de investigación posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Sociales y otra en apoyo al Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales, ambos en la UNAM. Es investigador de tiempo completo en la Unidad de Investigación sobre Representaciones Culturales y Sociales de la Coordinación de Humanidades de la UNAM y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. Su investigación y publicaciones se concentran en los temas familia y curso de vida; uso del tiempo y trabajo no remunerado; y métodos de investigación social cuantitativos. En 2010 obtuvo el segundo lugar en el premio Gustavo Cabrera en la categoría Mejor Trabajo de Investigación en el Campo de Demografía y Población con el trabajo de “Hombres transitando a la vida adulta en México durante la segunda mitad del siglo XX”. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8979-0250

Entre sus publicaciones destacan:

Rojas, O. y Martínez, M. (2018). Fathers and child raising in Mexico in the early 21st century. En R. Musumeci y A. Santero (eds.), Fathers, childcare and work: Cultures, practices and policies (pp. 77-101). Londres: Emerald Publishing.

Martínez, M. y Tapia-McClung, R. (2017). Variación espacial de la unión conyugal de los jóvenes en México. Estudios Demográficos y Urbanos, 32(1), 131-161. https://estudiosdemograficosyur banos.colmex.mx/index.php/edu/article/view/1710/pdf

Martínez, M. y Ferraris, S. (2016). Trabajo y masculinidad: el rol de proveedor en el México metropolitano. En M. L. Coubès, P. Solís y M. E. Zavala de Cosío (coords.), Generaciones, cursos de vida y desigualdad social en México (pp. 403-427). Ciudad de México: El Colegio de México, A.C. / El Colegio de la Frontera Norte.

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