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Estudios demográficos y urbanos

versão On-line ISSN 2448-6515versão impressa ISSN 0186-7210

Estud. demogr. urbanos vol.37 no.1 Ciudad de México Jan./Abr. 2022  Epub 02-Maio-2022

https://doi.org/10.24201/edu.v37i1.2128 

Reseñas y comentarios bibliográficos

Beck, Humberto (2016). Otra modernidad es posible. El pensamiento de Ivan Illich. México: Malpaso

Luis Raúl Pérez Herrera1 
http://orcid.org/0000-0002-6861-2746

1Instituto Tecnológico del Occidente del Estado de Hidalgo. Dirección: Paseo del Agrarismo 2000, Carr. Mixquiahuala - Tula, km 2.5, Mixquiahuala de Juárez, 42700, Hidalgo, México. Correo: lperez@colmex.mx

Beck, Humberto. 2016. Otra modernidad es posible, . El pensamiento de Ivan Illich. México: Malpaso,


Hace un siglo el Angelus Novus de Paul Klee ya nos advertía, según Walter Benjamin (Echeverría, 2005), que la modernidad no era más que una catástrofe que incasablemente acumula ruina sobre ruina. Cien años después, esa advertencia amenaza las posibilidades del presente por convertirse en futuro. En medio de ello la humanidad está hoy quizás más indefensa y vulnerable que nunca. Lo que los siglos han construido nos muestra la más cruda de sus facetas: la sociedad intenta infructuosamente reaccionar mediante conceptos vacíos y prácticas incapaces de estar a la altura de la tarea histórica; la única luz que guía el camino hacia al futuro parece ser el fuego de nuestra propia destrucción.

Frente a la catástrofe de la civilización actual, los pensadores críticos de este tiempo se encuentran de cara a un campo fértil para el florecimiento de la creatividad política; esas mentes capaces de escarbar en los débiles cimientos del edificio moderno para delinear los trazos de otros futuros posibles, que a la luz de lo que nos acontece sólo serán posibles mediante la redefinición profunda de los discursos, categorías y posturas prácticas que configuran nuestra realidad. Para atender tal urgencia son necesarias otras miradas prácticas y discursivas provenientes de los márgenes de la modernidad, capaces de cambiar el mundo que a pedazos se nos desmorona, en aras de la libertad de la humanidad y la construcción de una nueva relación con la naturaleza, en la búsqueda de un futuro más luminoso que cruce hacia lo desconocido (Beck y Lemus, 2018).

El interés sobre la configuración moderna de la civilización, en especial de su versión capitalista, ha abrevado de la crítica a la dualidad contradictoria e irreconciliable entre la dimensión concreta del proceso de trabajo/disfrute y su carácter abstracto como proceso de valorización/acumulación (Echeverría, 2011). Y su superación se funda, por una parte, a través de la imposición de los tradicionalismos particulares; por otra, mediante la hipermodernización que supere todos los límites modernos, como estrategias para la abolición de la modernidad.

En este panorama se inscribe el libro de Humberto Beck intitulado Otra modernidad es posible. El pensamiento de Iván Illich, en el que el autor recoloca a uno de los pensadores más singulares de la segunda mitad del siglo XX como una tercera opción que apunta a la redefinición de la modernidad desde sus propias determinaciones objetivas y subjetivas basadas en su potencial liberador, en busca de un pensamiento autónomo frente a lo que se nos presenta como incuestionable, a saber, la tecnología, la economía, el progreso, el desarrollo y la modernidad, para superar la modernidad desde la modernidad misma.

Desde el título la afirmación del libro es contundente: otra modernidad es posible. Beck sostiene, siguiendo a Illich, que la posibilidad de una modernidad distinta a la que conocemos es real, y coloca la pertinencia del discurso crítico de Illich como una potencia radicalmente efectiva para su construcción, cuyo verdadero momento de legibilidad ha llegado únicamente hasta este nuevo siglo, afirma Beck recuperando a Giorgio Agamben (p. 9). Hay ideas a las que su tiempo les llega con el tiempo, identificar esto es quizás la verdadera valía del texto.

La caracterización del pensamiento de Illich que Beck propone se sitúa durante la época más conocida e influyente de su obra, de 1971 a 1982; son estos años en los que aquél se convierte en un crítico social de notoriedad mundial, a raíz del grado de sistematización y desarrollo alcanzado por sus formulaciones teóricas. Según Beck, es en este periodo que el pensamiento illichiano aparece como un conjunto original de ideas y métodos que arrojan supuestos y conclusiones críticas sobre la naturaleza del mundo moderno, con el objetivo de redireccionar y limitar el modo industrial de producción (Illich, 1975). La caracterización de un pensamiento tan original y complejo no es tarea sencilla, pero el resultado de este trabajo no decepciona.

El ejercicio ensayístico comienza con La crítica de las herramientas, donde se recupera la conceptualización illichiana sobre las herramientas modernas concebidas como toda aquella construcción humana, desde los objetos hasta las instituciones, destinada al mejoramiento de las capacidades individuales y colectivas. Según Illich, rebasado cierto umbral óptimo de utilización de las herramientas modernas, éstas traicionan su propia finalidad obstaculizando el cumplimiento de la tarea para la que fueron diseñadas, entorpecimiento su propio funcionamiento técnico y arrebatándole al sujeto autonomía práctica. La crítica de Illich se dirige a los automóviles, la educación escolarizada y la medicina, las cuales se convierten en herramientas contraproductivas, cancelando la posibilidad de movilidad, educación y salud.

El libro avanza para discurrir acerca de El ritual del progreso, en el que dadas las escasas evidencias del aporte que hace la tecnología moderna al progreso de la humanidad, Illich identifica la existencia de una configuración metafísica que acompaña ritualmente la propuesta material de la civilización moderna, manteniéndola a flote a pesar de sus resultados contraproductivos. La vigencia en el uso de la tecnología moderna, aun su evidente irracionalidad técnica, se explica únicamente en los marcos de lo religioso, cuya subjetividad subyace en el consumidor moderno que actúa impulsado por una insatisfacción perpetua originada en el consumo incesante de valores económicos, objetos cuya presencia vehemente imposibilita la satisfacción plena de necesidades materiales y espirituales, las cuales además nunca han sido objetivo de su producción sino de forma incidental (Baudrillard, 1974).

La convivencialidad aparece como la propuesta central de la crítica illichiana de las herramientas. Desde una clara veta anarquista, Illich coloca la práctica política como afirmación de la autonomía individual y colectiva, mediante la exigencia de que las herramientas se encuentren al servicio de la sensibilidad humana; la convivencialidad es el proyecto de reconstruir la sociedad moderna a partir de una inversión de la estructura y función de sus herramientas (p. 59). La herramienta convivencial, por lo tanto, es aquella que promueve la diferencia entre ella y su usuario, redirigiendo el mundo de la modernidad hacia la efectivización de su capacidad libertaria basada en la invención de herramientas convivenciales y en la utilización convivencial de herramientas ya existentes como el libro, la bicicleta o el software libre.

La decisión política destaca el nivel de politicidad que subyace la decisión convivencial mediante tres aspectos complejos de la apuesta moderna illichiana, tales son el control sobre la tecnología, la subversión de la estructura de las herramientas y los límites al desarrollo (p. 79), que resultan problemáticos para el ideario moderno del desarrollo ilimitado, la fe en la tecnología y la superioridad de la humanidad. La decisión política de la visión illichiana tiene como fundamento la deliberación colectiva como el espacio de la autoafirmación comunitaria en la que la sociedad se da forma a sí misma autónomamente, mediante una democracia crítica capaz de convertir en objetos de decisión política los aspectos que la modernidad ha entronado como categorías incuestionables.

El argumento avanza con La crítica radical de la economía, en la que, a diferencia de otros pensadores críticos de la modernidad según Beck, Illich pone el acento en la perversidad del mercado y la dependencia del consumo de mercancías como el vínculo universal del mundo de lo social; la mercantilización total de las características humanas es uno de los rostros más perversos de la modernidad capitalista industrial. Las mercancías como portadoras de valores abstractos se colocan por encima del valor de uso y son capaces de fungir como guías reificadas de la realidad social, en la que los sujetos existen como apéndices del proceso mercantil.

La vuelta a los valores de uso como el nivel de materialidad más concreto de expresión del ámbito de la comunidad es la apuesta illichiana por subvertir esta dinámica perniciosa en la que los sujetos quedan subsumidos a los objetos; colocando a la tradición como una potencia capaz de expandir el catálogo de formas para practicar la autonomía en el presente (p. 106), desde la cual el foco de la crítica de la modernidad no es la contradicción entre tradición y modernidad, sino una apuesta por la autonomía frente a la heteronomía.

La arqueología de las certezas es el tema con el que avanza el texto. Para Illich es necesario el desmontaje de los axiomas sobre los que se sustenta la modernidad como un espacio mental configurado por un cierto a priori regido por el mundo de la economía. El axioma de la escasez es socialmente producido mediante el encumbramiento de la mercancía como base material y discursiva de la modernidad, y soportado además por la aparición del homo economicus como el sujeto de la modernidad, desde el cual se encumbran universalmente las necesidades básicas como otro axioma de lo moderno, a partir de las cuales se define la generalidad de un sujeto universal en contraposición a la particularización local de las posibilidades de interacción entre el sujeto y la otredad. Es aquí que lo vernáculo irrumpe como alternativa de la recuperación de las posibilidades y necesidades particularmente determinadas, como oposición al embate de la homogeneización moderna derivada de la dinámica expansiva del capitalismo.

La modernidad terminó por borrar la medida de lo humano, para convertirse ella misma en la propia medida de sus medios y fines; es por ello que Beck arriba a El pensamiento del límite como la culminación de su argumento. De acuerdo con el autor, la propuesta de Illich recoloca la idea de los límites como una de las estrategias más radicales, apuntando a la dimensión humana como la medida que permite “reconocer los umbrales naturales y la determinación de los contornos a través de procedimientos políticos” (pp. 136-137). En un mundo como el actual, marcado por procesos de medida planetaria, la definición de los límites trae consigo la redefinición de la distribución de la riqueza, la estructura de la sociedad y la relación entre lo humano y lo no humano. Delinea como la principal característica moderna la propia necesidad de construirse como una crítica de sí misma.

Las provocaciones fundamentales de este texto son la necesidad de activar la autonomía, la crítica y la autoafirmación como auténticos recursos de lo moderno, para así dar pie a una modernidad abierta y reflexiva (p. 57). Esta modernidad alternativa será capaz de recuperar el proyecto ilustrado basada en la tradición como expresión política de la autonomía y el límite como afirmación de lo humano frente al mundo de las herramientas modernas, rescatando el potencial libertador de la convivencialidad, como en el caso del libro o la bicicleta (p. 112). La base pospolítica de esta otra modernidad posible define los marcos para la construcción de lo nuevo partiendo de las ruinas modernas, para así otorgar a los posproletarios el derecho de ser sujetos históricos de su propia historia (p. 130).

Este marco crítico es fértil para redefinir muchas otras dimensiones de la civilización moderna, dentro de éstas nuestras ciudades. Si la ciudad es el locus de la modernidad, este texto resulta particularmente sugerente para quienes se ocupan del carácter político, material, económico, social y cultural del espacio por excelencia de la modernidad, en la que la plétora de promesas traicionadas por sus lógicas de consumo del espacio, del transporte, del encuentro, nos coloca en un laberinto sin salidas: en este espacio de libertad fetichizada estamos más atrapados que en ningún otro lugar. El consumo mercantil como puerta de acceso a sus promesas logra que la ciudad termine despojándonos de libertad, de descanso, de encuentro, de cuidado; ahí se cancela la autonomía y somos completamente dependientes, ahí la necesidad para pensar y actuar desde el cuestionamiento creativo de los axiomas de la modernidad. Quizás no hay nada más urgente en una ciudad que pensar en sus límites.

La mirada illichiana de la modernidad, expuesta en textos como La sociedad desescolarizada (1971), La convivencialidad (1973), Némesis médica. La expropiación de la salud (1976), entre otros, es útil en el campo de lo urbano para ubicar las claves del presente y delinear caminos luminosos para el futuro, en los que se definan las posibilidades, los obstáculos, las potencias, los actores y los espacios de la razón utópica que habita los márgenes del mundo moderno, por la construcción de espacios de esperanza en los que igualdad y libertad por fin dejen de ser opuestos irreconciliables, para signar simbióticamente la otra modernidad posible.

Bibliografía

Baudrillard, J. (1974). Crítica de la economía política del signo. Ciudad de México: Siglo XXI. [ Links ]

Beck, H. y Lemus, R. (coords.) (2018). El futuro es hoy. Ideas radicales para México. Ciudad de México: Biblioteca Nueva. [ Links ]

Echeverría, B. (coord.) (2005). La mirada del ángel. Ciudad de México: Era / UNAM. [ Links ]

Echeverría, B. (2011). La modernidad de lo barroco. Ciudad de México: Era. [ Links ]

Illich, I. (1975). Némesis Médica. La expropiación de la salud. Barcelona: Barral. [ Links ]

Recibido: 23 de Febrero de 2021; Aprobado: 01 de Julio de 2021

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