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Estudios demográficos y urbanos

versión On-line ISSN 2448-6515versión impresa ISSN 0186-7210

Estud. demogr. urbanos vol.31 no.1 Ciudad de México ene./abr. 2016

 

Notas y comentarios

Población commuter de la frontera norte: el caso de Mexicali-Calexico y Tijuana-San Diego

Commuter Population on the Northern Border: The Case of Mexicali-Calexico and Tijuana-San Diego

Germán Vega Briones* 

* El Colegio de la Frontera Norte. Dirección postal: Carretera Escénica Tijuana-Ensenada, km 18.5, San Antonio del Mar, 22560, Tijuana, Baja California, México. Correo electrónico: <gvegabriones@yahoo.com>.


Resumen

El objetivo central de este trabajo es analizar el perfil sociodemográfico de los trabajadores transfronterizos o commuters de las ciudades de Tijuana-San Diego y Mexicali-Calexico de acuerdo con el sexo y el lugar donde se encuentra el trabajo. Los trabajadores transfronterizos o commuters son los individuos que residen en alguna ciudad de la frontera norte de México, pero cotidianamente cruzan la línea fronteriza para trabajar en la ciudad estadounidense contigua. La información que se utiliza para realizar este estudio es la obtenida por el Censo de Población y Vivienda mexicano del año 2010; sin embargo, el análisis sobre el perfil de los commuters se complementa con información de carácter etnográfico producto de diversas entrevistas realizadas a los trabajadores transfronterizos, principalmente en las ciudades de Tijuana y Mexicali. Consideramos que esta población tiene una imagen individual y cotidiana más completa de la compleja relación que se da en la frontera México-Estados Unidos, dada su característica principal de interacción continua entre ambos lados de la frontera. Ello al mismo tiempo nos permite contar con una visión más profunda de una realidad fronteriza que se basa en la dependencia creada y recreada en las sociedades tanto mexicana como estadounidense.

Palabras clave: commuters; trabajo; relaciones México-Estados Unidos; frontera

Abstract

The central objective of this paper is to analyze the sociodemographic profile of cross-border workers or commuters from the cities of Tijuana-San Diego and Mexicali-Calexico by sex and location of workplace. Cross-border workers or commuters are individuals who live in a city on the northern border of Mexico but cross the border daily to work in the neighboring US city. The information used for this study is drawn from the Mexican Population and Housing Census 2010; however, the analysis of the commuters' profile is supplemented by ethnographic information from various interviews with cross-border workers, mainly in the cities of Tijuana and Mexicali. We believe that this population provides a more complete individual, everyday image of the complex relationship that exists on the US-Mexico border, given the main feature of continuous interaction between both sides of the border. It will also provide deeper insight into a border reality based on the dependence created and recreated in both Mexican and US societies.

Key words: commuters; work; US-Mexico relations; border

Introducción

El análisis de la relación fronteriza entre México y Estados Unidos puede efectuarse de diferentes maneras y desde distintas perspectivas. De hecho existen analistas que al discutir la relación fronteriza entre México y Estados Unidos abogan por que se hable de diversas fronteras y no sólo de la de México-Estados Unidos. Autores como Jorge Bustamante (1997), desde hace buen tiempo han llamado la atención acerca de que cuando se efectúa investigación sociológica al respecto, casi nunca se analiza la relación entre las ciudades y la población, tanto de la frontera norte de México como de su contraparte del lado estadounidense. Por lo general se sabe poco sobre dicha interacción ya que el análisis se suele efectuar a nivel de "la relación México-Estados Unidos", sin profundizar en las particularidades de cada ciudad fronteriza (Castañeda y Pastor, 1989).

Por su parte, Alegría (2009), desde el principio de su excelente libro, plantea si la interrelación de las ciudades de Tijuana y San Diego forman parte de una unidad metropolitana transfronteriza y, en este sentido, intenta mostrar o entender si la estructura agregada y la espacial son diferentes o similares entre ellas (p. 5).

Alegría comenta, por ejemplo, que desarrollar un gran centro comercial en Tijuana, para aprovechar los menores costos de inversión, haría disminuir el área de uso comercial en San Diego, aunque antes se necesitaría demostrar que ambas ciudades poseen mecanismos de generación de usos del suelo similares, y que éstos están conectados. Este mismo autor argumenta que en términos de política pública las acciones conjuntas benefician a las dos ciudades. El supuesto implícito es que ambas tienen problemas y prioridades similares, y que sus estructuras reaccionarán de manera similar ante una intervención de inversión pública. Sin embargo, no se ha demostrado que este supuesto sea válido en cuanto al desarrollo económico y organización de los usos del suelo. Así pues, el punto de vista de que ambas ciudades forman una metrópoli ha tenido mayor atención. Por el contrario, el criterio de que son dos ciudades diferentes casi no ha tenido seguidores. Finalmente, Alegría considera que hay varios enfoques que prueban que Tijuana y San Diego no conforman una metrópoli transfronteriza y sintetiza los dos principales. El primero considera que ambas ciudades son las dos partes de una sola entidad económica; está basado en el análisis de los flujos entre dichas urbes, cuyos datos consisten en series de tiempo de sus estructuras económicas y demográficas, y de los intercambios transfronterizos de bienes, inversiones y personas (como trabajadores y consumidores). El segundo enfoque considera que Tijuana y San Diego constituyen dos unidades diferentes, por lo que hay que tratarlas de manera separada; la estrategia sólo puede ser comparativa, y los datos deben fundamentarse en las estructuras económicas y demográficas de dichas ciudades en algunos momentos a lo largo del tiempo y abarcando también la distribución espacial de las actividades económicas y de la población (Alegría, 2009: 8-9).

Citando a Herzog (2000, 2003), Alegría (2009) sintetiza que esta frontera tiene dos tipos de funciones, que son antagónicas e intrínsecas. La primera es dividir dos culturas y dos estructuras urbanas, reproduciéndose en la frontera los respectivos y diferentes patrones nacionales. La segunda es unificar de manera ecológica y social ambos lados de la frontera; estos elementos de unificación sustentan el fenómeno que califica como "metrópolis transfronterizas".

La primera función -rol divisor/diferenciador- constata las diferencias de los patrones espaciales y políticos entre las ciudades de ambos lados de la frontera. En este sentido, cada localidad fronteriza se parece más al resto de las ciudades de su país que su vecina del otro lado del límite internacional, tanto en su estructura espacial como en su proceso de cambio. Herzog define estas diferencias como elementos de "fricción" o confrontación entre el norte postindustrial y el sur en proceso de industrialización (Herzog, 2003, citado en Alegría, 2009). Para el autor este rol divisor/diferenciador de la frontera ha sido relativamente estable en el tiempo, y es parcialmente independiente de los cambios de la porosidad de la frontera respecto a las relaciones que ocurren entre ambos lados de ella.

La segunda función de la frontera -rol unificador- se manifiesta según Herzog (2003, citado en Alegría, 2009) en su porosidad, propia de la segunda mitad de este siglo y acentuada recientemente con la extensión mundial del sistema capitalista o globalización. Esta permeabilidad fronteriza es materializada por los flujos de personas, bienes, capital y elementos ambientales entre los pares binacionales de ciudades vecinas, que ocurren principalmente por la proximidad transfronteriza. La proximidad es el principal catalizador de la integración dentro del sistema ecológico transfronterizo. El autor define esta integración como "fusión" entre el par binacional de ciudades vecinas.

Parafraseando a Herzog (2000, 2003), Alegría (2009) argumenta que desde el lado mexicano se perciben tres tipos de frenos transfronterizos: a) en décadas recientes la migración ha tenido más impedimentos legales de Estados Unidos, principalmente en cada baja del ciclo económico norteamericano; b) en las últimas dos décadas las diferencias en los precios y salarios se han incrementado en desmedro del lado mexicano, haciendo que el consumo de productos locales y nacionales aumente proporcionalmente y disminuya el de los productos estadounidenses, y c) es cada vez menor la proporción de habitantes del lado mexicano que puede cruzar legalmente a Estados Unidos; por ejemplo, en Tijuana puede hacerlo la mitad de los habitantes, lo que es una fuerte limitante al establecimiento de una relación interurbana cotidiana.

En otro trabajo hemos dejado establecido que la relación entre la población que reside en Tijuana pero trabaja en San Diego constituye un sector de trabajadores que sintetiza la amplitud de relaciones sociales y la interdependencia que existe entre estas ciudades (Escala y Vega, 2004). En este sentido, los empleos que desempeñan los commuters forman parte de un nicho económico que este tipo de trabajadores llena dentro del mercado laboral estadounidense. Éstos se desempeñan en actividades de la construcción, el sector servicios, y aun en labores del sector informal (véase más adelante el Cuadro 2).

En un trabajo reciente Vila (2001) cuestiona algunos enfoques estadounidenses sobre estudios de la frontera, pues tienden a igualar y homogeneizar experiencias que generalmente son muy diferentes; por ejemplo, comenta, ciertos migrantes quieren quedarse a vivir en Estados Unidos, mientras otros desean hacer algo de dinero y regresar a México (véase Espinoza y Alarcón, 1998). Respecto al tema de la identidad y el nacionalismo en la frontera norte de México, Vila (2001) considera que el nacionalismo demarca y jerarquiza, y puede estar presente en la frontera como respuesta a la permeabilidad y fluidez de la cultura fronteriza. En este sentido, el nacionalismo siempre se negocia en relación con la diferencia, sea de clase, región, género, etc. (p. 20).

Argumentando con Castronovo (1997), Vila comenta que las negociaciones a lo largo de la frontera también tienen como resultado no buscado la consolidación y extensión de los límites raciales y nacionales, "pero Castronovo remarca que es la 'nación' la que refuerza la frontera, con lo que niega la posibilidad de que otros aspectos de la identidad fronteriza, además del nacionalismo, puedan también ser reforzados" (Vila, 2001: 22). Vila sostiene que el concepto de nación, en general, oscurece el hecho de que el Estado no es el único que se siente amenazado por el continuo cruzamiento de sus fronteras.

Para mencionar sólo un ejemplo, esto es precisamente lo que acontece con las identidades regionales y citadinas de muchos mexicanos norteños, quienes sienten que el proceso de globalización, que en el particular caso de la frontera norte de México significa la presencia de miles de plantas ensambladoras extranjeras que han atraído a la zona a cientos de miles de migrantes provenientes del sur y centro del país, está minando su cultura y su tradicional forma de vida debido a la invasión que están sufriendo por parte de los, muchas veces, despreciados habitantes del sur de México [Vila, 2001: 22].

Vila (2001) plantea que muchos mexicanos -tanto los "fronterizos" como los "cruzadores de fronteras"- están sumamente preocupados acerca de su identidad porque McDonald's está desplazando muchas taquerías en todas las ciudades fronterizas, al mismo tiempo que los estadounidenses sienten que su identidad y su cultura están amenazadas porque la salsa mexicana ha desplazado al ketchup en varios estados de la Unión, o porque en algunas de sus misiones al espacio la tripulación del transbordador llevó tortillas en lugar de pan (las tortillas no producen migajas, algo a tener muy en cuenta en contextos no gravitatorios). "Pero también pienso que mucha gente (en este caso los 'reforzadores' de fronteras) se siente amenazada por la idea de abandonar un tipo de identidad y cultura (ser americano, mexicano, méxico-americano, etc.) que les ha identificado por generaciones y en la cual han invertido esfuerzos, deseos y aspiraciones" (Vila, 2001: 23) (véase también Huntington, 2004).

Por otra parte, en un trabajo en el que se discuten los "estereotipos y realidades" de ciudades como Tijuana, Ruiz Vargas (2004), parafraseando a Berumen (2003), afirma en torno a la visión que se tiene en Estados Unidos respecto de Tijuana que:

Esta ciudad sigue siendo vista como un lugar lúdico, como un espacio caótico y desorganizado, exótico pero al mismo tiempo pobre y subdesa-rrollado; como una ciudad violenta y peligrosa, con policías corruptos y donde es fácil conseguir todo tipo de drogas; pero por encima de muchas de estas cosas, Tijuana es percibida como una ciudad donde se puede transgredir la ley. Los springbreakers y el flujo de jóvenes que la visitan los fines de semana es quizá el ejemplo más delirante, pero no es el único. Ellos representan fielmente la visión de que en Tijuana se puede hacer lo que se quiera, es decir, una visión similar a la que predominó en los años veinte [Ruiz Vargas, 2004: 40].

Más adelante este autor comenta:

Por lo que respecta a la visión del mexicano promedio en el centro del país, Tijuana ha sido percibida como un "costal de vergüenzas" desde tiempos remotos; como un lugar transculturizado, desnacionalizado, dependiente e integrado a Estados Unidos y orientado a satisfacer las necesidades etílicas de los turistas norteamericanos. Tijuana es un lugar donde la "identidad" se ha perdido o está, en todo caso, amenazada de manera constante por la influencia de las costumbres y el idioma de la sociedad norteamericana. En esta visión del mexicano promedio hay un fuerte componente nacionalista que viene desde la guerra de 1846-1848, cuando México perdió casi la mitad de su territorio [Ruiz Vargas, 2004: 41].

Ruiz Vargas (2004) comenta también que en realidad hay tres corrientes de pensamiento que confluyen en esta visión: el pensamiento conservador de origen católico, las posturas nacionalistas dentro y fuera del gobierno, y la corriente marxista de la izquierda mexicana. Para él, las tres han tenido una influencia importante para representar a Tijuana "como un lugar desnacionalizado y amenazado por el imperio estadounidense" (p. 41).

Tanto para Ruiz Vargas (2004) como para Berumen (2003) la denominada "leyenda negra" de Tijuana o la visión que se ha tenido de esta ciudad desde por lo menos los años veinte ha jugado el papel de camisa de fuerza que no ha permitido elaborar una visión más comprensiva de esta ciudad y su historia. Esto ha impedido observar que en la representación imaginaria que se ha hecho de Tijuana hay un trasfondo más amplio y de larga data que tiene que ver con los prejuicios culturales y raciales, no hacia la ciudad en particular, sino hacia los mexicanos, los indios y todo aquello que no pertenezca o se asemeje a la sociedad anglosajona (Ruiz Vargas, 2004: 36). El autor comenta que un ejemplo de la fuerza y persistencia de estos estereotipos o representaciones es la visión que tiene Samuel P. Huntington de los mexicanos en la actualidad, quien señala que entre las causas que impiden su asimilación en Estados Unidos está la conservación de su idioma, pero además, las actitudes como el "ahí se va", "mañana se lo tengo" y el "valemadrismo". Para Huntington esta falta de asimilación constituye un peligro puesto que al no integrase, los mexicanos pueden reivindicar la reconquista de los territorios perdidos en la guerra de 1847 (Ruiz Vargas, 2004: 39).

Sintetizando, tanto Ruiz Vargas (2004) como Berumen (2003) coinciden en que Tijuana ha mantenido una línea de continuidad desde los años veinte a la fecha en su relación económica y social con las regiones vecinas de Estados Unidos. Si bien su realidad es ahora más compleja, en esencia sigue siendo un espacio fronterizo cuya principal virtud consiste en explotar al máximo ese carácter y atraer el mayor volumen de divisas extranjeras.

No existe ni ha existido otro proyecto distinto en los grupos (de poder) locales. De ahí que en la ciudad se ha moldeado una realidad con rasgos como los siguientes: Tijuana se asemeja a la "droguería de San Diego", al lugar lúdico y de trasgresión de la ciudad vecina, a una nave industrial para el capital extranjero, a un lugar para arrojar contaminantes y desechos; a un yonke para depositar automóviles usados y, en los últimos tiempos, a un lugar para deportar a personas con historiales criminales en Estados Unidos [Ruiz Vargas, 2004: 43].

Los movimientos de población entre Tijuana y San Diego han sido estudiados ampliamente, sobre todo desde la perspectiva demográfica. Diversas instituciones han realizado importantes investigaciones acerca de los flujos migratorios y sus repercusiones; sin embargo, existe una serie de prácticas que nosotros hemos definido como "entendimientos" que necesitan ser caracterizadas y reevaluadas. Los estudios migratorios recientes que dan cuenta del proceso de transnacionalización generalmente tratan de mostrar los diferentes lazos e intercambios que existen entre los migrantes en ambos lados de la frontera. Empero, otras investigaciones han centrado el estudio del fenómeno migratorio transfronterizo en el papel que desempeñan los commuters para la economía de Tijuana y de San Diego (Alegría, 1992; Escala Rabadán y Vega Briones, 2004).

Aún sabemos poco, por ejemplo, acerca de posibles entendimientos entre las autoridades de Tijuana y de San Diego, o entre los organismos no gubernamentales de ambos lados de la frontera y, en términos generales, sobre potenciales cambios en los mercados laborales, particularmente de las ciudades norteamericanas. Por ejemplo, hace ya más de diez años, durante el relevo de gobernadores (1994-1998) tanto de Baja California como de California (donde triunfó el Partido Republicano), se inició una política de mayor acercamiento entre los diferentes niveles de gobierno de ambos países. Así, en Tijuana, durante la presidencia municipal de Francisco Vega (1998-2001) hubo planes para crear en 1999 el Instituto Municipal de Migración, en cuya junta de gobierno, hipotéticamente, deberían participar organizaciones no gubernamentales (ONG). El periódico La Crónica, de Mexicali (30 de diciembre de 1998), reportó que ese instituto pretendía impulsar programas de promoción económica y de asistencia social para quienes trabajan en Estados Unidos, "considerados como uno de los sectores más vulnerables de la población mexicana". Dicho instituto se proponía establecer una red de apoyo a los migrantes, no sólo dentro del municipio y del estado, sino con alcance nacional. En la Junta de Gobierno del Instituto hipotéticamente participarían representantes de la Dirección de Desarrollo Social, el DIF municipal, la Secretaría de Seguridad Publica, la Comisión de Asuntos Fronterizos y cinco ONG (Casa YMCA del Menor Migrante, Casa Madre Assunta para Mujeres Migrantes, Centro Scalabrini, Ejército de Salvación y Centro de Apoyo al Migrante). Además, el gobierno municipal había anunciado en diferentes ocasiones, pero sobre todo a partir de 1998, que planeaba abrir una oficina del gobierno municipal de Tijuana en San Diego para atender diversos asuntos de la relación bilateral. Resulta interesante que antes de la formalización de este instituto, existían ya algunas preocupaciones de ciertos funcionarios que llamaron la atención sobre determinados problemas de la población migrante. Así, el Centro de Apoyo al Migrante expresó su preocupación por las carencias de atención médica de los migrantes y los obstáculos que enfrentan tanto ellos como algunas ONG e incluso ciertas instituciones oficiales. José Guadalupe Bustamante Moreno, jefe de la Jurisdicción Sanitaria núm. 2, comentó en 1998 que el sector salud bajo su mando ponía a disposición de la población migrante los 29 centros de salud que operaban en Tijuana, pero no se comprometió a disponer de una institución médica específica para el cuidado de dicha población (obviamente aquí estamos incluyendo a los commuters) "porque no se cuenta con ella y los servicios que prestan tanto los centros de salud como el Hospital General están dirigidos a la población abierta y a la gente de escasos recursos". Por su parte, el Centro Scalabrini y la Casa de la Madre Assunta para la Mujer Migrante demandaron al gobierno la presencia policiaca en los alrededores de sus instalaciones para evitar la congregación de pandillas y la circulación de drogas y alcohol (La Crónica, Mexicali, 30 de diciembre de 1998).

Como se puede apreciar, falta integración entre las diferentes instancias gubernamentales y la sociedad civil en relación con las diversas problemáticas que enfrenta el fenómeno migratorio; se evidencia también la carencia de una política que involucre a más organizaciones y destrabe los candados políticoburocráticos, en los que los asuntos de poder e intereses específicos son centrales. La falta de un plan unitario en el que converjan las distintas dependencias gubernamentales que apoyan a la población que labora en el lado estadounidense es también consecuencia de la falta de conocimiento de los "entendimientos" o "prácticas" ya existentes entre las diversas partes involucradas (como en el caso de las organizaciones que brindan diferentes tipos de apoyo a los migrantes) y de las diferencias culturales entre ambos países.

Por otro lado, llama la atención el desempeño de algunas instituciones, particularmente el de las ONG. La Casa Madre Assunta, por ejemplo, durante 1998 atendió a cerca de mil mujeres que llegaban a Tijuana y a otras ciudades de la frontera norte de México para cruzar hacia Estados Unidos, cifra que se ha estado incrementando (La Crónica, 30 de diciembre de 1998). María Galván, trabajadora social de esta organización, explica que además de los programas de asistencia,

tenemos otros servicios como atención médica, orientación legal, bolsa de trabajo y capacitación laboral en un taller de corte y confección. Ofrecemos también un taller para niños que se llama "Aprende jugando", donde tratamos que el niño migrante se socialice, adquiera valores y crezca su autoestima, porque llega a Tijuana con la autoestima por los suelos debido a que los papás vienen con el interés primordial de cruzar la frontera e ignoran a sus hijos; entones este programa trata de apoyarlos en eso [María Galván].

Como se aprecia, las organizaciones de apoyo a los migrantes no sólo destinan sus esfuerzos a atender las necesidades básicas de la población, sino que dan apoyo psicológico, legal y laboral.

Recientemente, en un acto organizado por el DIF y la Universidad de Texas en Austin, celebrado en la ciudad de El Paso, Texas, se discutieron tanto los diversos cambios que se están suscitando en las familias a partir de su participación laboral en Estados Unidos -tales como el incremento de las separaciones, el abandono de las familias, los divorcios, la drogadicción, los cambios de roles, etc.-, como la falta de planes coordinados o políticas generales que permitan disminuir las consecuencias negativas de la migración transfronteriza. Se enfatizó también la necesidad de contar con más albergues para atender a la creciente población de niños y adolescentes, quienes enfrentan el rechazo en las ciudades fronterizas o incluso la expulsión de la sociedad estadounidense. Cada vez más se hace evidente que el problema migratorio no se reduce sólo a la población de varones ni se circunscribe a cuestiones básicas de empleo y hospedaje (los commuters también viven parte de este tipo de problemáticas); las investigaciones recientes muestran que el tema migratorio está dejando de tener un carácter temporal y circulatorio y se está tornando más estable o permanente. Irónicamente, han sido las recientes modificaciones a la Ley de Migración las que han empujado a más gente a concebir esta práctica como un proyecto de residencia permanente, particularmente a partir de la aprobación e implementación de la denominada Ley Simpson-Rodino de 1986.

Pero independientemente de lo anterior, y a pesar de los evidentes despidos de trabajadores mexicanos frente a la crisis económica norteamericana de 2008, suponemos que no sólo no habrá despidos masivos -como lo llegaron a percibir distintos medios y varios intelectuales-, sino que probablemente todo esto desemboque, si no en una reforma migratoria, sí, al menos, en algún tipo de acuerdo bilateral de intercambio de mano de obra. En este sentido, los distintos tipos de intereses políticos y económicos serán los que influirán en las decisiones que al respecto llegue a tomar la administración del presidente Barack Obama. Suponemos, por ejemplo, que la inexistencia de un acuerdo formal sobre la movilización de la fuerza laboral mexicana en Estados Unidos ha respondido tanto a la presión de grupos xenofóbicos como a la falta de interés del gobierno mexicano por brindar apoyo y asesoría a la población migrante. Sin embargo, estos trabajadores continuarán, por un buen rato, trasladándose a ese país en busca de mejorar sus condiciones de vida. Luego, entonces, el asunto aquí es mostrar algunas características sociodemográficas y culturales de los commuters y tratar de dar cuenta de la manera como esta población de trabajadores transfronterizos percibe el american way of life.

En diferentes trabajos se ha mostrado que, dependiendo de situaciones económicas concretas (como los problemas de desempleo frente a la demanda de mano de obra barata), los trabajadores mexicanos son bienvenidos o rechazados. Esta situación se ha presentado también en varios países europeos. Pero el asunto no es tan simple: además de los indicadores económicos, hoy en día podemos observar la presencia y actuación de ciertos grupos con intereses particulares que han llegado a adquirir cierta fuerza o influencia política; es el caso de los méxico-estadounidenses que votaron por el presidente Barack Obama, de algunas ONG, de varios grupos de empleadores y de algunas instituciones gubernamentales. Ante determinados problemas ecológicos, por ejemplo, grupos como Greenpeace y Sierra Club han efectuado diversas acciones. Al respecto, la propuesta de Pareto (1968) sobre la circulación de las élites resulta contemporánea si se piensa en la manera en que determinados intereses y grupos predominan en ciertos momentos, y cómo éstos son rebasados o desplazados por otros dependiendo de las condiciones históricas del momento. El caso de los commuters y de la población migrante en general resulta interesante sobre todo si se observa que no sólo no se ha detenido el flujo migratorio sino que éste se ha tornado más complejo (hay más mujeres que migran solas, los migrantes en conjunto tienen mayores niveles de educación formal, los más jóvenes han incrementado su participación en la migración, etc.) y ha tendido a ser más permanente. La pregunta obligada es cómo han manejado los respectivos gobiernos de ambos países esta práctica migratoria. La otra cuestión es cómo podemos reaprender de la experiencia de los commuters, en términos de una nueva, distinta o mejor relación bilateral.

Los commuters de Tijuana y Mexicali

Tanto en las ciudades de Tijuana-San Diego como en las de Mexicali-Calexico existe un volumen importante de personas que cruzan la frontera (en ambos sentidos) con fines específicos: trabajar, estudiar, visitar familiares, ir de turismo y de compras. Un porcentaje considerable de personas del lado estadounidense (de San Diego y Calexico, California) visitan las ciudades fronterizas mexicanas por cuestiones de turismo, compras, visitas a familiares, o para buscar servicios médicos, dentales, farmacéuticos y de otros tipos, que en general suelen ser más económicos y de fácil adquisición en dichas ciudades. También se trasladan a las urbes mexicanas aquellos que trabajan en posiciones de dirección en las plantas maquiladoras ubicadas en las ciudades fronterizas de México (Escala y Vega, 2004). En este sentido, podemos afirmar que las economías de ciudades como Tijuana y Mexicali están mucho más ligadas con San Diego y Calexico que con el resto del país. La proximidad geográfica es uno de los elementos centrales que explican esta ya larga interrelación, misma que se remonta, al menos, a la época de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, hacia finales de la década de 1920.

Quisiéramos señalar que la enorme mayoría de los trabajos que desarrollan los commuters de Tijuana y Mexicali, como se aprecia en el Cuadro 1, no requieren altos niveles de calificación, a pesar de que éstos -comparados con la población económicamente activa (PEA) que trabaja en dichas ciudades- cuentan con mayores grados de educación formal. Además, el trabajo que realizan los commuters empleados en la agricultura (es el caso de Mexicali y Calexico debido a su tradición laboral agrícola), los obreros de la construcción, los empleados en negocios, los jardineros, los trabajadores de limpieza y las empleadas domésticas, tiene un impacto decisivo dentro de la economía regional, no sólo a través del pago de impuestos en ambas ciudades, también a partir de sus patrones de consumo (Escala y Vega, 2004).

Fuente: INEGI, Muestra del 10% del Censo de Población y Vivienda 2010.

Cuadro 1 Estimación de la población trabajadora por ciudad de residencia, según lugar de trabajo (porcentajes) 

Es importante llamar la atención sobre el hecho de que las mujeres que trabajan en ambas ciudades norteamericanas lo hacen principalmente en los servicios y el comercio, mientras que un porcentaje mayor de las que residen en Tijuana trabaja en actividades domésticas. Por otra parte, el gran volumen de actividades agrícolas en Mexicali explica el porcentaje mayor de población residente, así como la participación laboral mayoritaria de este sector.

Varias de las personas entrevistadas nos explicaron parte de la compleja situación de ser fronterizo, trabajar del lado estadounidense y preservar sus raíces mexicanas; tal es el caso de la señora Fernanda, propietaria de un salón de belleza en Calexico:

- ¿Usted celebra las festividades de los estadounidenses?

- Pues sí porque trabajamos en ese país.

- ¿Y celebra lo mexicano también?

- ¡Claro que sí! Por ejemplo, el lunes pasado no trabajé debido a que fue día de los muertos en guerras; en Calexico es conocido como el Memorial Day. Fue un día de descanso para mí porque no se trabaja ese día en Estados Unidos. También celebro el 4 de julio, y te voy a decir por qué me gusta celebrarlo. No soy malinchista ni nada de esas cosas, también me gusta celebrar el 16 de septiembre; pero a veces ese día toca trabajar y pues me voy a trabajar. Me gusta el 4 de julio por la razón de que siento que no tengo que quedar bien ni con dios ni con el diablo. Así fui criada aquí en la frontera y así celebro las fiestas de los dos países. Si bien le debo todo lo que tengo a Estados Unidos, yo diría más bien que se lo debo todo a mi trabajo y simplemente me tocó trabajar en este país, como a otros les tocó trabajar en la Ciudad de México o en alguna maquiladora en Ciudad Juárez, Mexicali o Tijuana. Y no puedo negar que siento cariño por la bandera americana, para qué voy a decir que no, sí siento respeto por la bandera americana, y también por la mexicana.

- Pero ¿eso significa que usted le tiene respeto al gobierno estadounidense?

- Claro que sí. Además, en cualquier lado hay corrupción, yo digo que también en Estados Unidos hay corrupción, hay policías corruptos, hay gobernadores corruptos y hasta el mismo presidente es corrupto [se refiere a George Bush, hijo]. Están pidiendo dinero y dinero para esto y para otro y no se acaba el problema, es igual que aquí en México, y se lo gastan en ellos mismos, quien sabe en qué, pero de que se lo gastan se lo gastan. Mis hijos me acusan de malinchista porque en mi trabajo hablo en inglés, pues cómo no va a ser así si en Calexico tengo mi salón de belleza y mucha de mi clientela prefiere hablar en inglés, aunque sepan español. Y si algo me cuesta más barato en Mexicali o Calexico, pues simplemente lo compró donde me salga más barato. Eso no es ser malinchista, eso es querer ahorrar unos centavos para usarlos en cosas importantes. Y sí podría decir que en parte soy mexicana y en parte norteamericana, simplemente porque desde pequeña mamé de las costumbres de los dos países, pero hay que ser prácticos y si en Calexico tengo que hablar en inglés, pues hablo en inglés, y si en Mexicali todos hablan español, pues hablo español. Eso no me hace malinchista, como no me hace testigo de Jehová el platicar con alguien que profese esa religión [Fernanda, entrevista, 16 de abril de 2007].

Como se puede apreciar en el Cuadro 2, los commuters tanto de Tijuana como de Mexicali se desempeñan principalmente en actividades del sector de la construcción y en el servicio doméstico; este último es el caso sobresaliente de la población femenina, y constituye hoy en día uno de los nichos laborales que todavía conservan capacidad de ofrecer empleo a una buena proporción de mujeres, independientemente de que ellas tienen mayores niveles de educación formal respecto a los varones. El caso de Miroslava es bastante ilustrativo sobre las ventajas y desventajas de ejercer este tipo de empleo. Nos informó que tiene 33 años de edad, nació en San Luis Potosí en 1967, aunque lleva más de 20 años viviendo en Tijuana; vive en unión libre, tiene dos hijos de su primer esposo (naturalizado estadounidense) y espera un tercer hijo de su actual compañero; estudió preparatoria y cuenta con una carrera de técnico en dibujo industrial y programación de computadora. Respecto a su ocupación principal, Miroslava relata que desde hace siete años trabaja en Estados Unidos realizando aseo en casas de familia; le pagan entre 50 y 70 dólares por casa y en promedio labora 16 días al mes (lunes, martes, viernes y sábado). Los días que no va a Estados Unidos efectúa dos actividades en Tijuana: en la primera trabaja con su actual compañero en un taller familiar, donde pinta muñecos de barro que vende en la línea a 15 pesos cada uno (esta actividad es más fuerte en primavera y verano); la segunda tarea que realiza es limpiar casas en Tijuana; cobra 30 dólares por limpieza general (300 pesos, a precios de 2007).

Fuente: INEGI, Muestra del 10% del Censo de Población y Vivienda 2010.

Cuadro 2 Población trabajadora por ciudad de residencia, según lugar de trabajo, ocupación y sexo (porcentajes) 

Entre los varones sobresale su ocupación en actividades del sector de la construcción, tanto en el lado estadounidense como en las ciudades de Tijuana y Mexicali. A pesar de la caída de esta actividad, que generó desempleo y despidos al menos desde 2008, la construcción todavía proporciona empleo a los residentes de Tijuana y Mexicali. Por ejemplo, el señor Pedro nos comenta que ha trabajado tanto en el campo como en la construcción:

Trabajé en actividades agrícolas en el Valle Imperial unos tres años. Luego he trabajado sobre todo en la construcción, principalmente en actividades de carpintería; soy ebanista, y durante muchos años he colocado cartón de yeso, tabla roca que le llaman los gringos. Pero en general he alternado los empleos de la construcción con los de las actividades agrícolas. En mi último empleo laboraba en la construcción, se acabó y volví a trabajar en el campo. Puedo decirle también que he cambiado de empleos buscando siempre más comunidad; que el trabajo esté cerca de mi casa. Esto ha sido una constante en mi vida. Por ejemplo, durante 1998 estaba yo trabajando como soldador en San Bernardino, California, luego me vine para acá en el 2000; durante ese año nació mi último hijo, y para estar cerca y poder criarlo, me vine para Mexicali. Y aunque ganaba menos, yo quería educar a mis hijos. Además, en San Bernardino aunque ganaba más, pagaba techo y comida, y no tenía a mi familia cerca de mí. Cuando trabajé en el campo siempre me contrataban por semana o por horas. Me ayudó mucho que tenía tarjeta de Rodino. También me pedían Seguro Social y permiso de migración. Sé que pude quedarme en Estados Unidos a vivir y trabajar, pero no me interesó, preferí estar aquí con la familia, porque ¿para qué estar batallando en Estados Unidos? Además, aquí en México también puedes salir adelante, todo es cuestión de echarle ganas; aunque eso sí, aquí se friega uno más. Trabajé sobre todo en la siembra y cosecha de la cebolla y me pagaban con cheque; en efectivo ya casi no pagan, es muy raro, la mayoría ya paga siempre con cheque. Ahora tengo 47 años, nací en Puruándiro, Michoacán; de este poblado me trajeron mis padres. En 1961 llegamos al Valle de Mexicali con unos 14 michoacanos y nos quedamos un buen tiempo en el ejido Hermosillo, ya luego nos cambiamos a Mexicali para que nuestros hijos pudieran estudiar y porque había más empleo. Tengo tres hijos: una niña de 18 años, está en enfermería, el otro niño tiene 15, y el último tiene 4 años [Pedro, entrevista, 22 de abril de 2007].

El Cuadro 3 muestra el estado civil de los commuters y de la población residente en Tijuana y Mexicali que trabaja en estas ciudades. En un comparativo general se puede apreciar que en el caso de los commuters los porcentajes más altos los ocupan los rubros de población casada y de unión libre. Respecto a los solteros, quizás los grupos de edad expliquen por qué éstos siguen ocupando porcentajes significativos entre la población commuter. La misma tendencia sigue la población que trabaja, tanto en Tijuana como en Mexicali, particularmente la que refirió estar casada o vivir en unión libre. Y si bien estos porcentajes son más altos para quienes trabajan en estas ciudades, esto no nos debe llevar a pensar que es algo exclusivo de la frontera norte; en todo caso revela las tendencias que otros autores han mostrado en el ámbito nacional, particularmente en el caso de la Ciudad de México. Pensamos que, como afirma Giddens (2000), son tendencias contemporáneas mundiales, es decir, se trata de cambios sociodemográficos de una buena proporción de distintos países del planeta y que se pueden considerar propios de estos tiempos. Asimismo, no debemos olvidar que mientras la población estadounidense pasa por una etapa de envejecimiento, la de México todavía vive lo que los demógrafos han llamado un "bono demográfico", es decir, cuenta aún con bastante población joven.

Fuente: INEGI, Muestra del 10% del Censo de Población y Vivienda 2010.

Cuadro 3 Población trabajadora por ciudad de residencia, según lugar de trabajo, estado civil y sexo (porcentajes) 

En otro documento ya hemos discutido la polémica sobre el "declive de la familia"; aquí sólo enfatizaremos que todo parece indicar que la familia como institución ha venido pasando por diferentes cambios y que cada vez pareciera menos funcional para los tiempos contemporáneos, como algunos autores han comentado; o sea, la familia ha ido perdiendo algunas de las funciones tradicionales que la caracterizaban, particularmente en esta época en que tanto varones como mujeres se han incorporado cada vez más a los distintos mercados laborales. Además, un número significativo de mujeres empieza a plantearse sus propios proyectos de desarrollo personal o profesional que no necesariamente son compatibles con la maternidad o el matrimonio. Por otra parte, las separaciones o divorcios pudieran también tener que ver con la violencia doméstica o con la incorporación de las mujeres al mercado laboral (que entre otras cosas ha implicado los espaciamientos tanto del matrimonio como del tener hijos). Y aunque aún existen varones que se oponen al trabajo femenino "porque las mujeres descuidan al hogar, a los hijos y a la familia en general", resulta obvio que se trata de aquellos que no desean perder los privilegios que gozan cuando ellas se quedan en casa. Un entrevistado comentó: "Ahora que las mujeres trabajan, no sólo descuidan el hogar, también salen con sus amigas a tomar el trago, a bailar y quizás hasta tener un encuentro con otro hombre".

Como ya lo habíamos mostrado en otro trabajo (Escala y Vega, 2004), gracias a su poder adquisitivo los commuters de Tijuana-San Diego suelen recurrir a médicos privados ante una enfermedad seria, tanto en México como en Estados Unidos. La población que trabaja en Tijuana o en Mexicali recurre preferentemente al IMSS, quizás porque una buena proporción labora en alguna maquiladora o en el sector servicios en general; aunque suelen contar con acceso a prestaciones (como el IMSS y el ISSSTE), sólo recurren a este tipo de servicio médico cuando consideran que no tienen algún tipo de padecimiento de envergadura. Como se puede apreciar en el Cuadro 4, un porcentaje considerable de la población de Tijuana y de Mexicali que trabaja, particularmente en las maquiladoras, hace mayor uso tanto de los servicios médicos del IMSS como del ISSSTE; por otro lado, sus ingresos no les permiten sufragar gastos mayores acudiendo a médicos particulares, sobre todo si es necesario realizarse chequeos de laboratorio u otros. Gran parte de las personas entrevistadas apoyaron estas aseveraciones. Una persona comentó: "Si se trata de un dolor de muelas o un chequeo simple, acudimos al IMSS o al ISSSTE, sólo si se trata de algo serio o grave consultamos a un médico particular, aunque esto depende de nuestros ingresos porque no siempre se pueden pagar estudios costosos". Sin embargo, todo parece indicar que un porcentaje considerable de la población fronteriza, tanto la que labora en Estados Unidos como la que trabaja en alguna ciudad fronteriza, acude con mayor frecuencia a consulta con médicos privados que a los servicios del sector público, "porque a veces ni siquiera cuentan con el instrumental necesario para realizarte estudios más profundos".

Fuente: INEGI, Muestra del 10% del Censo de Población y Vivienda 2010

Cuadro 4 Población trabajadora por ciudad de residencia, según lugar de trabajo, uso de servicios de salud mexicanos y sexo (porcentajes) 

Resulta interesante que una proporción considerable tanto de la población que trabaja en Estados Unidos como de la que labora en Tijuana o en Mexicali nació en Estados Unidos (véase el Cuadro 5); aunque los porcentajes de la población nacida en Baja California o en otro estado del país son bastante significativos. Cuando efectuamos las entrevistas fue un lugar común escuchar que porcentajes considerables de niños fronterizos estudiaron en Estados Unidos, tanto la primaria como la secundaria y el nivel universitario. Estos datos reflejan también que ciudades como Tijuana y Mexicali aún son sumamente atractivas para la población que nació en otras regiones de México. Asimismo, para nadie resulta raro conocer gente en la frontera que hable fluidamente inglés. Esto obviamente nos lleva a considerar la discusión de algunos autores en relación con la supuesta "aculturación" o "transculturación"; sin embargo el asunto no es tan simple. No todos los fronterizos son "transculturizados" ni proamericanos. Simplemente, una gran parte de esta población aprovecha las ventajas de vivir o trabajar cerca de, o en, Estados Unidos; consumen en los dos países y también pagan impuestos en ambos. Otros estudios han encontrado, por ejemplo, que la población de la frontera, comparada con la de otros lugares de México, "resultó mucho más nacionalista que la población no fronteriza, con lo que se da por concluida esa vieja y falsa polémica acerca de quiénes eran más nacionalistas o menos nacionalistas" (Vila, 1994).

Fuente: INEGI, Muestra del 10% del Censo de Población y Vivienda 2010.

Cuadro 5 Población trabajadora por ciudad de residencia, según lugar de trabajo, lugar de nacimiento y sexo (porcentajes) 

Como se puede apreciar en el Cuadro 6, aún predomina el tipo de familia nuclear tanto en la población que reside en las dos ciudades fronterizas como en aquella que trabaja en Estados Unidos. Se puede observar también que los porcentajes de este tipo de familia son más altos en Tijuana que en Mexicali.

Fuente: INEGI, Censo de Población y Vivienda, 2010.

Cuadro 6 Tipo de hogar de la población trabajadora (porcentajes) 

El Cuadro 7 muestra que prácticamente 70% de la población es propietaria de una casa habitación, obtenida gracias a los ingresos percibidos en Estados Unidos; nos indica también, de manera indirecta, que la población que estudiamos lleva bastantes años viviendo en la frontera, ya sea como residentes o como inmigrantes. Esto fue corroborado por las entrevistas que realizamos en Tijuana y Mexicali. Miroslava refiere dicha característica de la siguiente manera:

Mi papá murió hace 25 años, era piloto de la Fuerza Área Mexicana. Viví dos años (de 2001 a 2002) en San Diego, cuando estaba embarazada de mi hija menor, porque tenía amenaza de aborto; y como allí me atendían bien, decidí residir en esta ciudad para tenerla y cuidarla el primer año. Viví con una amiga y le pagaba 450 dólares por hospedaje y alimentación. Dejé a mi hijo mayor en Tijuana con una tía. Luego regresé a Tijuana porque aquí la vida es más barata, todo es más barato, incluidos los alimentos, y porque además tenía casa y no pagaba renta [Miroslava, entrevista, 8 de abril de 2007].

Fuente: INEGI, Censo General de Población y Vivienda, 2010.

Cuadro 7 Tenencia de la vivienda entre los commuters (porcentajes) 

En este mismo lugar es donde Miroslava tiene su taller en el que elabora figuras de barro ("monos", como ella les llama). Sin embargo, actualmente renta un departamento en Playas de Tijuana por alrededor de 300 dólares mensuales; considera que ahí vive en mejores condiciones y también le queda cerca de la escuela de sus hijos. Además del taller, cuenta con una pequeña casa que no está terminada; por esta razón alquila un departamento en lugar de vivir en su lote, el cual se lo dejo su exmarido como herencia para sus hijos. Miroslava explicó que en el transcurso de un año le darían a ella también la ciudadanía, que había ingresado sus papeles y que ya le habían contestado; explicó que esto es importante porque así puede recibir ayuda económica del gobierno estadounidense para ella y sus hijos. "Además, con lo que he ganado trabajando en Estados Unidos le he venido haciendo arreglos a mi casa y espero poder cambiarme pronto a ella para darle otro uso a lo que pago en renta", añadió.

El Cuadro 8 muestra que tanto en Mexicali como en Tijuana los mayores niveles de escolaridad corresponden a la población commuter. De los residentes en Mexicali que laboran en Estados Unidos, tienen educación media y superior 55.4% de los varones y 55.4% de las mujeres. En cuanto a los que residen en Tijuana y trabajan en el país del norte, 62.7% de los hombres y 59.1% de las mujeres tienen dicho nivel de estudios.

Fuente: INEGI, Muestra del 10% del Censo de Población y Vivienda 2010.

Cuadro 8 Población trabajadora por ciudad de residencia, según lugar de trabajo, nivel de escolaridad y sexo (porcentajes) 

A continuación reproducimos algunos fragmentos del testimonio de la señora Fernanda -radicada en Mexicali-, los cuales pueden ilustrar algunos aspectos abordados en este trabajo en torno a los trabajadores transfronterizos. Respecto a su trayectoria laboral nos comentó: "Antes de tener un salón de belleza propio cambiaba constantemente de trabajo, primero porque cerraron el salón donde empecé a trabajar, luego porque comencé a trabajar en otro; ahí trabajaba, ganaba buen dinero e inicié mi propio salón". Doña Fernanda comentó también durante la entrevista que antes de que tuviera su propio salón la contrataban únicamente de palabra, jamás firmó un contrato. Relata que estudió cosmetología al otro lado, en Calexico: "Estudié y tenía mi licencia para trabajar allá y tenía también mi mica (green card), es decir, mi papá me arregló los papeles". Respecto a la forma de pago, la señora Fernanda explica que al principio le pagaban por porcentaje (le reembolsaban 70% de lo que hacía), y que ahora renta el espacio donde tiene su salón por 50 u 80 dólares, según los días que no lo ocupe. Tiene 67 años de edad, nació en 1936 en Mexicali, es madre soltera con tres hijos: dos hombres y una mujer (Alfonso, de 46 años, Martha, 44 y Juan, 38). Todos ellos trabajan en Mexicali: Juan tiene un taller mecánico, Alfonso es médico del Seguro Social, y Martha trabaja en la universidad como maestra y también en la radio. Sobre el lugar de origen de sus padres, Doña Fernanda comentó que su papá era de San José del Cabo, Baja California Sur, y su mamá de un municipio pequeño llamado Fernández, en Durango. Explicó por qué sus padres se fueron a Mexicali:

Mi mamá se vino porque su papá y su mamá se la trajeron debido a la Revolución de 1910. Mi papá se vino por la pobreza, en un barco del sur a Ensenada y de ahí se trasladó a Tijuana; ahí lo recogieron unas maestras que lo encontraron en la calle y ellas lo criaron en Tijuana: eran Dominga Márquez y la otra no me acuerdo cómo se llamaba. Tienen una estatua en Tijuana, eran maestras de primaria [Fernanda, entrevista, 16 de abril de 2007].

En el Cuadro 9 se aprecia que la inmensa mayoría de la población es católica y que el siguiente porcentaje significativo de población no profesa religión alguna. Sin embargo, cuando uno recorre las calles de Tijuana y de Mexicali, una de las cosas que más llama la atención es la enorme cantidad de iglesias protestantes que están presentes a lo largo y ancho de ambas ciudades. La señora Fernanda nos ofrece su visión de la religión en los siguientes términos: "Yo soy católica y nunca me ha dado por cambiar de religión, aunque sí ha llegado mucha gente a mi casa tratando de convencerme para que me convierta en cristiana o testigo de Jehová". Acerca de las religiones que hay en Estados Unidos, nos comenta que

las hay que predican y aseguran que les entró el espíritu santo y comienzan a brincar. Creo que todo es cuestión de fe. Si ellos piensan que hay algo que les va hacer un milagro y se va a cumplir, pues todo es cuestión de fe. He visto que en Calexico y otras ciudades norteamericanas las religiones son estar brinque y brinque. Predican mucho en la televisión y hasta aquí en México unos brasileños están predicando. Pienso que, en general, sólo son sacadores de dinero, porque ahorita entre más dinero le eches a la canasta más se te hace el milagro. Y hasta en la Iglesia católica tienes que echar dinero a la canasta para que se te haga el milagro. Existe poca diferencia entre las religiones aquí y allá, todo lo reducen a cuestión de dinero [Fernanda, entrevista, 16 de abril de 2007].

Fuente: INEGI, Muestra del 10% del Censo de Población y Vivienda 2010.

Cuadro 9 Población trabajadora por ciudad de residencia, según lugar de trabajo, religión y sexo (porcentajes) 

Consideraciones finales

Al igual que lo que concluimos para el caso de Tijuana-San Diego (Escala y Vega, 2004), una de las características más sobresalientes de la intensa interrelación que se da entre la población fronteriza -no sólo la que reside y trabaja en el lado estadounidense- es el carácter estratégico de tener acceso a distintas mercancías, servicios y esparcimientos en ambos lados de la frontera. Un elemento central en esta interrelación es la posibilidad de acceder a viviendas más económicas en el lado mexicano; también es medular el poder utilizar diferentes servicios de salud en ambos lados. Y si bien no todos los commuters ni los ciudadanos fronterizos son plenamente conscientes de las altas tasas de impuestos que pagan por acceder a los bienes del primer mundo (en el caso de los commuters es doble, ya que pagan impuestos al trabajar y consumir en el lado estadounidense y por los diferentes servicios a que tienen acceso en la ciudad mexicana donde residen), lo importante para esta población es precisamente el acceso a los dos mundos. Así, no sólo ven con buenos ojos el hecho de pagar rentas más baratas o contar con casa propia en el lado mexicano (lo que les permite cierto nivel de ahorro), también subrayan las ventajas de los servicios educativos y de salud en Estados Unidos, además del evidente diferencial salarial. Y aunque algunos de estos bienes o servicios no son directamente tangibles, se tiene la percepción de las enormes ventajas que representa vivir en el lado mexicano y trabajar en Estados Unidos.

Pese a que no podemos generalizar algunos de los hallazgos, sí deseamos enfatizar ciertas diferencias culturales que los commuters han venido construyendo. Por ejemplo, persiste en ciertos grupos de población la idea de que Tijuana y Mexicali son ciudades cálidas, más tolerantes y con un estilo de vida más relajado. Por el contrario, San Diego y Calexico son consideradas frías, poco hospitalarias y con reglamentaciones duras para la población de origen mexicano (Escala y Vega, 2004: 23). Si bien los commuters trabajan en empleos de baja calificación, arduos, comúnmente monótonos, y enfrentan a diario el viacrucis de trasladarse a San Diego o a Calexico fundamentalmente para trabajar, también construyen día a día complejas relaciones con otros paisanos, familiares y colegas, las cuales constituyen un reflejo de la simbiosis que se ha establecido a través del tiempo entre ciudades como Tijuana-San Diego y Mexicali-Calexico, en las que la población de origen mexicano no sólo llena un hueco en el complejo mercado laboral estadounidense, sino que también ha efectuado aportaciones en el ámbito cultural (prueba de ello es la celebración del 5 de mayo, la aceptación y popularidad de los tacos, los chips con salsa mexicana, las piñatas, las festividades como la Guelaguetza, etcétera).

Coincidimos con Vila (2001) al cuestionar algunos enfoques estadounidenses en los estudios sobre la frontera, pues en esta región las experiencias de la población de origen mexicano (algunos ya cuentan con doble nacionalidad) no son iguales en absoluto, sino más bien muy diferentes. Mientras trabajar en Estados Unidos y vivir en el lado mexicano represente para los commuters una relativa ventaja, continuarán trabajando allá y vivirán en las ciudades de la frontera norte de México, pero no regresarán a habitar de manera definitiva a este país.

Respecto al tema de la identidad y el nacionalismo en la frontera norte de México, Vila (2001) señala que en la medida en que los commuters continúen aprovechando las bondades de los dos mundos, el asunto del nacionalismo no será una prioridad o preocupación para este sector de población, menos aún cuando ya se puede contar con la doble nacionalidad. Estamos de acuerdo con Vila en que en la frontera norte sí está presente la permeabilidad y fluidez de la cultura fronteriza, pero en ambos sentidos; es decir, se aportan elementos de la cultura mexicana, lo mismo que se asimilan diversas expresiones de la cultura y legislación estadounidense (como las relativas a las ofertas religiosas o las concernientes a las diferencias de género, entre otras).

Por otra parte, no coincidimos con perspectivas como la de Ruiz Vargas, quien, como ya mencionamos, sostiene que tres corrientes de pensamiento confluyen en la visión de lo fronterizo y presentan a Tijuana como un lugar desnacionalizado y amenazado por el imperio estadounidense: el pensamiento conservador de origen católico, las posturas nacionalistas dentro y fuera del gobierno, y el marxismo de la izquierda mexicana) (Ruiz Vargas, 2004: 41). Ni nuestras entrevistas ni los datos duros sobre los commuters parecen ser un indicio de una posible desnacionalización. El mismo Max Weber se había encargado de oponerse a la presencia de trabajadores polacos en la Alemania decimonónica, bajo el argumento de que constituirían una población que contaminaría la cultura alemana. Sin embargo, el tiempo se encargó de mostrar que los polacos jamás fueron una amenaza para la "pureza alemana", ni los mexicanos lo son para la sociedad y cultura estadounidenses. Y si bien la población de origen mexicano, en este caso los commuters, no necesariamente se ha asimilado totalmente a la cultura estadounidense -sea por diferencias lingüísticas, por simple renuencia o por prejuicios y racismo-, ello en sí mismo no representa ningún tipo de amenaza. Antes al contrario, constituye una posibilidad de contribuir a forjar una sociedad y una cultura más tolerantes y plurales en el seno de un país multicultural y multirracial. Tan simple como el hecho de que un país que se encuentra en un avanzado estado de envejecimiento podría encontrar en la población de origen mexicano un complemento o sustituto de su población envejecida.

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Recibido: 07 de Mayo de 2014; Aprobado: 01 de Diciembre de 2014

Germán Vega Briones obtuvo el doctorado en Sociología en la Universidad de Texas. Es autor del libro Work, Gender and Family Dynamics in the U.S.-Mexican Border, vdm Publishing, 2010; y es coautor (junto con Manuel Olivares) del libro Jóvenes adoptados: el caso de la academia, Editorial Académica Española, 2013. Entre sus artículos recientes destaca: "Expresiones de violencia de género en la frontera norte: el caso de Ciudad Juárez", Norteamérica, vol. 7, núm. 2, 2012. El autor se especializa en estudios de migración internacional, género y familia; trabaja en el Departamento de Estudios de Población de El Colegio de la Frontera Norte y es miembro del SNI.

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