Introducción
Conforme a la perspectiva de los países expulsores es necesario construir un marco explicativo que permita entender por qué la migración internacional es un mecanismo asociado a la movilidad ocupacional. Potencialmente las experiencias migratorias pueden proveer activos de capital humano o físico a los migrantes, de tal suerte que tales acumulaciones les facilitarán reinsertarse en mejores empleos al regresar a su país de origen. Dentro de este esquema, el retorno migratorio incide en los mercados de trabajo. El marco explicativo está basado en el caso mexicano, dada la persistencia del retorno migratorio de Estados Unidos.
El presente texto está organizado en cuatro secciones. En la primera se revisan los conceptos y las perspectivas clásicas de la movilidad ocupacional; asimismo se reseña la investigación sobre la materia para el caso de México. En la segunda sección se aborda la importancia de la migración mexicana de retorno y su inclusión en los estudios de movilidad ocupacional. En la tercera parte se construye un marco explicativo sobre las movilidades ocupacionales de los migrantes de retorno a partir de las acumulaciones de capital humano o físico, y su estructuración en función de tres dimensiones analítico temporales. En la cuarta y última se presentan las reflexiones finales, así como los nuevos desafíos para la investigación sociodemográfica.
La movilidad ocupacional en México: conceptos básicos y perspectivas
El término movilidad social hace referencia a los desplazamientos de los individuos entre dos periodos de tiempo en función de sus estatus socioeconómicos (Birdsall y Graham, 2000).1 La movilidad debe estudiarse a partir de la ocupación, ya que existe una estrecha relación de ésta con los ingresos y la escolaridad (Cortés y Escobar, 2003).2
Zenteno y Solís (2006) afirman que la vía más común de acceso a los ingresos monetarios es el mercado de trabajo. Las condiciones de vida de la mayoría de la población y su estatus social están determinados por el empleo. La ocupación y sus categorías se han convertido en el marco de referencia de la movilidad social (Solís, 2002).
En términos generales podemos considerar que hay dos formas de estudiar la movilidad ocupacional: intra e intergeneracional. La primera hace alusión a los cambios jerárquicos que un mismo individuo experimenta en dos momentos del tiempo. La segunda compara los logros del informante con los de su padre en un mismo punto (Zenteno, 2003).3 Cabe aclarar aquí que el marco explicativo se plantea de manera exclusiva para la movilidad intrageneracional. Las experiencias laborales en el extranjero se entenderán como mecanismos que influyen en los logros ocupacionales de los migrantes cuando regresan a su país de origen.4
Recientemente la movilidad intra e intergeneracional ha llamado de nueva cuenta la atención de los investigadores sociales. En México los estudios más recientes han demostrado la movilidad ascendente de los hijos respecto a la de sus padres, principalmente en materia educativa, y lo poco que ha sido recompensada la instrucción formal en términos laborales y de ingresos monetarios (Behram, Gaviria y Székely, 2002), el marcado deterioro de las oportunidades de ascenso y permanencia ocupacional de la población a partir de los procesos de liberalización comercial (Cortés y Escobar, 2003), la resistencia de los individuos a permanecer en las mismas ocupaciones de sus padres (Pacheco, 2005) por los efectos negativos que han tenido los contextos económicos posteriores al de industrialización sobre la movilidad ocupacional (Parrado, 2003) y las posibilidades de los jóvenes de obtener ingresos similares o inferiores a los de sus padres (Solís, 2003).5
Con las excepciones de Lindstrom y Kim (2002), Papail y Arroyo (2004) y Cobo (2004), aún son escasos los autores que incluyen en sus trabajos a la migración internacional como una de las variables explicativas de los ascensos y descensos laborales de la población con experiencias de trabajo en el extranjero.6 Parrado (2003) sostiene que los efectos poco positivos de los periodos neoliberales sobre la movilidad ocupacional de los mexicanos habrían sido más pronunciados sin la emigración internacional como consecuencia de la selectividad negativa de los actores intervinientes, que al no contar con opción de migrar a Estados Unidos hubieran ocupado los espacios de trabajo de menor calificación en el país. Indudablemente este panorama laboral se habría reflejado en los procesos de movilidad.
Conforme a esta lógica los esfuerzos de investigación sobre movilidad ocupacional deberían ser evaluados en función del constante flujo migratorio hacia Estados Unidos para dar un tratamiento consistente al acto migratorio al añadirlo como una potencial explicación. La migración pudo haberse consolidado como mecanismo de movilidad ocupacional entre quienes lograron beneficiarse con la experiencia laboral en el extranjero para llevarla a la práctica en los mercados de trabajo de México. Los migrantes de retorno constituyen un ejemplo ideal para comprender la movilidad ocupacional en contextos migratorios.
En la siguiente sección se presenta un panorama general de la migración de retorno en México con la intención de destacar su importancia demográfica y la conveniencia de tomarla en cuenta en el análisis planteado.
Los migrantes de retorno: ¿por qué conviene estudiar su movilidad ocupacional?
El proceso migratorio entre México y Estados Unidos es complejo; su profunda tradición histórica ha dejado raíces estructurales en ambos lados de la frontera (Papail, 2002; Conapo, 2001; Tuirán, 1997). La migración a Estados Unidos forma parte de las estrategias familiares para diversificar los ingresos de las unidades domésticas.7
El proceso migratorio a la inversa (retorno) tiene consecuencias económicas, pues quienes regresan al país de origen pudieron haber realizado inversiones productivas con sus ahorros, o simplemente adquirir nuevas calificaciones laborales que les permiten acceder a mejores ocupaciones en México.8
Feindt y Browning (1972) sugerían que en el estudio del proceso migratorio poco se había explorado el regreso de los individuos a su lugar de origen. Hasta esos momentos el fenómeno había sido muy reconocido, pero la variedad de contextos en que se presentaba, su estimación y su significado eran elementos escasamente estudiados. Parrado (2004) especifica que existe un fuerte componente de retorno en los flujos migratorios de mexicanos a Estados Unidos dada la cercanía geográfica entre ambos países.
En el proceso migratorio mexicano la diferenciación de patrones no es tarea fácil. Las intenciones individuales y las trayectorias ocupacionales de cada uno en Estados Unidos presentan comportamientos heterogéneos (Escobar y Martínez, 1987). Es obvio que para que ocurra un regreso debió haber un desplazamiento de ida.
Consideramos que cualquier individuo que regresó a su lugar de origen, independientemente del tiempo de duración de la experiencia migratoria y del ciclo de vida en el cual ocurra, debe verse como un migrante de retorno. Desde esta perspectiva, el marco interpretativo incluye a todos los que regresan o regresaron a México definitiva o temporalmente después de haber tenido una experiencia migratoria internacional en Estados Unidos. Nos interesa particularmente la vinculación de los migrantes retornados con los mercados de trabajo del país de origen; allí se aplica nuestro planteamiento.9
Durand y Massey (2003) aseguran que México es el único país en el mundo que recibe un importante número de migrantes de retorno. Corona (2004) y Corona y Tuirán (2000) han construido estimaciones significativas. A partir de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica de 1992 (Enadid 92), estimaron que aproximadamente dos millones y medio de mexicanos habían vivido o trabajado en algún momento en Estados Unidos. Para principios de la década de los noventa, esa cifra representaba 3% de la población total del país (Corona y Tuirán, 2000).10 Más tarde Corona (2004) tomó la versión de la Enadid 97 y reportó que 4% de la población mexicana de 12 años y más había ido a trabajar o a buscar empleo a Estados Unidos.11
A partir de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte (EMIF) se han generado estimaciones más certeras respecto a los flujos anuales de migrantes de retorno provenientes de Estados Unidos.12 Quienes retornan son en su mayoría hombres; esta situación tiene su correlato en la migración de carácter más permanente de las mujeres. El regreso correspondió en mayores proporciones al grupo de 25 a 34 años (Conapo, 2002 y 2005), de ahí la importancia de conocer su desempeño laboral en los lugares de retorno.
El componente laboral del proceso migratorio entre México y Estados Unidos y la continuidad del retorno hacen indispensable generar conocimientos sistemáticos respecto a la repercusión de las experiencias migratorias en el extranjero sobre las movilidades ocupacionales de los migrantes retornados. Durand (2005) asegura que los migrantes encuentran una opción factible de movilidad social en el contexto de regreso. Aunque el país de origen siga en la misma situación de dependencia y subdesarrollo económico, en el ámbito personal los migrantes podrían acceder a ciertos procesos de movilidad, los cuales se manifiestan en un conjunto de indicadores socioeconómicos, como la compra de casa o automóvil, la posesión de un negocio comercial, la inversión en la educación de los hijos, el incremento en los niveles de consumo, y el acceso a un mejor trabajo.
El marco explicativo se aboca a observar a los migrantes de retorno del sexo masculino, pues ellos son los más propensos a volver al país. Detrás de esta delimitación por sexo se han vertido argumentos sobre la oferta laboral y los mercados de trabajo. Generalmente el análisis del empleo y la determinación de los desplazamientos laborales (movilidades) se realizan en función de las incorporaciones a la fuerza de trabajo. La incursión y la permanencia de los hombres en los mercados de trabajo representan eventos casi universales en el curso de sus vidas. En contraste, tal situación no siempre ocurre con las mujeres. Han sido ampliamente documentadas las discontinuidades y las intermitencias de la fuerza laboral femenina (véase para México los trabajos de Ariza y Oliveira, 2005; Parrado y Zenteno, 2002; Peinador, 2001; Cerruti, 1997; Cruz P., 1994).13
Las experiencias laborales en el extranjero podrían promover entre los migrantes la adquisición de “nuevos activos”, los cuales se sumarían (y en algunos casos podrían restarse) al capital humano o físico que tenían antes de partir.14 Eventualmente estos activos podrían ser apreciados en los mercados de trabajo de su lugar de origen al retornar, y el resultado sería una modificación de su estatus laboral. En síntesis, los migrantes pueden experimentar cierta movilidad ocupacional.
El análisis de la movilidad social (intrageneracional) de los migrantes de retorno a México debe centrarse en el trabajo (antes y después de migrar); sin embargo, esta situación podría ser más compleja desde la óptima migratoria, en el sentido de comprender la movilidad social desde otras dimensiones. Los ascensos o descensos socioeconómicos de los migrantes en el país de origen están en función de que hayan comprado terrenos o casas habitación, de que se haya incrementado la participación social y política en los lugares de origen, de las mejorías en los procesos de organización y tecnificación de los negocios familiares, y de la adquisición de capital físico o el uso de maquinaria y herramienta, lo cual les brinda mejores condiciones para la producción.15
Dada la importancia de lo laboral entre los migrantes de retorno, el marco interpretativo se refiere a la cuestión ocupacional. Este esquema toma en cuenta tres dimensiones analítico temporales para distinguir la forma en que se estructuran las acumulaciones de “nuevos activos” en los migrantes. Es indudable que la formación de activos está determinada por el tiempo, ya que cada individuo experimenta el acto migratorio y el regreso en distintas etapas. En suma, se conforman en función del curso de vida individual y familiar en que toma la decisión de migrar, de las condiciones en que se desarrollaron sus experiencias laborales en Estados Unidos, y de las oportunidades socioeconómicas que ofrece el lugar de retorno. En las siguientes secciones nos referiremos a los “nuevos activos” de capital humano o físico con que cuentan a partir de la experiencia migratoria.
La migración como forma de acumulación de capital humano o físico
El proceso migratorio orientado al retorno deja secuelas a lo largo de la vida de los migrantes, sea porque la experiencia laboral o la adquisición de nuevos conocimientos acarrearon cambios en materia laboral, o porque a partir del ahorro o el envío de remesas adquirieron tierras de cultivo o un negocio. A continuación se exponen las diversas formas en que la migración internacional puede ser formadora de activos de capital humano o físico.
Capital humano
La gran mayoría de los desplazamientos a Estados Unidos obedece a cuestiones de empleo; éstos son más frecuentes entre quienes tienen un objetivo de inversión productiva a su regreso a México (Papail y Arroyo, 2004; Canales, 2002; Cruz, 2002). La migración internacional constituye un mecanismo por medio del cual los individuos incrementan sus habilidades.16
La experiencia laboral en el extranjero puede aportar nuevos conocimientos y destrezas en forma de capital humano; tales acumulaciones se manifiestan en el empleo al retorno a México. Esto ocurre porque en Estados Unidos los migrantes están en contacto con otro estilo de vida, aprenden el idioma inglés, conocen otras prácticas de empleo y obtienen cierta calificación laboral.
Sin embargo algunas de las destrezas laborales que adquieren podrían no representar una mayor capacidad productiva en sus lugares de origen (Conway y Cohen, 1998). El capital humano puede ser de poca utilidad dentro de la dinámica laboral del país de origen. Asimismo los empleadores nacionales podrían resistirse a contratar fuerza de trabajo con experiencia migratoria internacional ante la posibilidad de que volviera a emigrar. El espectro de la movilidad ocupacional de los migrantes de retorno está vinculado con las oportunidades socioeconómicas del lugar de origen.
Capital físico
Los individuos reciben un salario por la prestación de su fuerza de trabajo en los lugares de destino. Buena parte la ahorran o la envían en forma de remesas a su país de origen. La migración hacia Estados Unidos es una atractiva forma de adquirir capital con el ahorro de una parte de los salarios que se reciben en dicho país (Singer et al., 1995, y Taylor, 1987, citados en Durand et al., 1996a).
Con frecuencia la migración internacional resulta una estrategia para adquirir capital físico, para incrementar el consumo del grupo doméstico del migrante o para financiar nuevas formas de producción económica (Durand et al., 1996a). Dentro de este esquema la experiencia laboral en el extranjero significaría una oportunidad para emprender un negocio propio o adquirir tierras para el cultivo.
En el siguiente apartado se expone el marco explicativo propuesto para entender la movilidad ocupacional de los migrantes de retorno a México con base en las dimensiones analítico temporales.
El curso de vida individual y familiar y su conexión con la movilidad ocupacional (dimensiones analítico temporales)
El enfoque de curso de vida es indispensable en la investigación sociodemográfica. Dicha perspectiva ofrece elementos para determinar si algunos eventos sociodemográficos incentivan o no la decisión de migrar y, por ende, sus efectos o repercusiones individuales y familiares.
Específicamente Massey et al. (1991) manifiestan que los cambios en la migración durante el ciclo de vida individual y familiar se asocian con el número de dependientes en el hogar. El número de emigrantes por trabajador varía a la inversa del número de trabajadores en la familia. Al nacer los hijos aumenta la posibilidad de que los padres se vayan a Estados Unidos. Cuando los hijos crecen, los padres migran con menos frecuencia y la emigración de los hijos aumenta. En concordancia con estos patrones, los gastos en artículos de consumo son más comunes en las etapas iniciales del hogar, mientras que los gastos por habitación y manutención dominan en las etapas siguientes.
El curso de vida individual y familiar del migrante, primer factor analítico temporal, influye en el consumo y en las necesidades y, por lo tanto, en la disponibilidad de invertir el ahorro o las remesas. Los migrantes casados, particularmente con hijos pequeños, tienen mayores requerimientos económicos de su descendencia. En conclusión, los ahorros de los migrantes en etapas de expansión familiar tienden a dedicar más sus ahorros al consumo y menos a la inversión (Mooney, 2004).
La edad, el estado civil y las tasas de dependencia del hogar están asociados al ahorro derivado de la estancia del trabajador en Estados Unidos, con el cual podría adquirir tierras de cultivo o emprender un negocio comercial al regresar a México. Desde la lógica de la movilidad ocupacional, la inversión productiva de las remesas monetarias está orientada según el curso de vida individual y familiar (Warnes, 1992, citado en Conway y Cohen, 1998).
Los migrantes jóvenes y solteros que forman parte de hogares de pocos miembros son más propensos a utilizar las remesas en el financiamiento de su unión conyugal, en el pago de algunas festividades locales o en el viaje migratorio de otro pariente. En cambio los migrantes que se hallan en unión conyugal son más proclives a comprar tierras cultivables, una casa-habitación o a pagar la educación de los hijos (Conway y Cohen, 1998). Al combinar este factor con la duración de la estancia migratoria observamos que cuanto más se prolongan las ausencias del migrante, es mayor la dependencia del grupo doméstico del envío de remesas, mientras que los periodos cortos refuerzan las oportunidades de inversión productiva de las remesas.
Zazueta (1981) establece una relación entre el número de trabajadores que contribuyen al ingreso familiar y el número de migrantes de retorno que utilizan el dinero que ahorraron en Estados Unidos para invertirlo, así como una relación inversa entre el número de contribuyentes al gasto familiar y la decisión de destinar el dinero al consumo. El conocer el curso de vida individual y familiar en el cual ocurrió la decisión de migrar es fundamental para comprender la movilidad ocupacional de los migrantes retornados.
La segunda dimensión analítico temporal son las condiciones en que fue vivida la experiencia migratoria; es decir, las características de los actos migratorios que incentivaron las acumulaciones de activos. Muchos de los migrantes no pretenden hacerse ciudadanos estadunidenses cuando están en Estados Unidos; sin embargo consideran importante regularizar su estancia allí, ya que así podrían invertir sus ahorros en ese país y emprender algún negocio en su lugar de origen (Baca y Dexter, 1981). Los logros ocupacionales de los migrantes de retorno en México dependen de la experiencia laboral que hayan adquirido en Estados Unidos. La acumulación de activos de capital humano o físico está estrechamente ligada al tipo de trabajo que de-sempeñaron en ese país.
Por otro lado, Durand et al. (1996a) apuntan que la variable explicativa más importante de la experiencia migratoria es el ingreso mensual, pues éste determina la capacidad de ahorro y de envío de remesas. De su ingreso mensual el migrante ha de descontar lo que gasta en alimentación, renta e impuestos, y el excedente será el ahorro que podría invertir en México. El tiempo en Estados Unidos es otro elemento fundamental para la acumulación. Las oportunidades de aprender un oficio o recibir capacitación laboral están asociadas a la duración de la estancia en el país vecino, y contribuyen en la transformación de la posición ocupacional al regreso (Papail y Arroyo, 2004).
Ahora bien ¿tiene alguna influencia la formación del capital social en el logro de acumulaciones de capital físico y humano? Por un lado, Mooney (2004) argumenta que las redes sociales de los migrantes en Estados Unidos incrementan las posibilidades de que los individuos a su regreso a México inviertan sus ahorros o remesas en actividades económicas, ya que pueden acceder a información sobre los mercados adonde pueden dirigir sus esfuerzos de inversión. Por otro lado, el acceso a mejores trabajos dentro del mercado laboral en Estados Unidos está relacionado con las redes sociales. Los migrantes conocen mejores ofertas de trabajo a partir de otros migrantes (Zenteno, 2000).
Además, los migrantes que desean realizar una inversión productiva en sus lugares de origen pueden usar esas redes para enviar el dinero ahorrado o conocer en voz de otros migrantes en dónde y cómo invertirlo de mejor manera, con mayores rendimientos. Los migrantes que se encuentran por largos periodos en Estados Unidos y que se reúnen con otros migrantes de su país de origen en clubes o redes son más propensos a invertir sus ahorros a su regreso. Esta vinculación con organizaciones de migrantes les representa la conservación de su membresía y su estatus social dentro de la comunidad de origen.17
De igual forma, al considerar las dimensiones -antes de migrar y durante la experiencia laboral- es obligado discutir la influencia del regreso y las oportunidades socioeconómicas del lugar de destino. Un factor importante en la propensión a regresar a México es el tiempo de residencia en el país vecino. El proyecto de reinstalarse en México se debilita con el tiempo. El residir legalmente en Estados Unidos hace que disminuyan las posibilidades de regresar a México y también el número de quienes deciden hacerlo (Massey et al., 1991).
Se ha dicho que las variables clave en el proceso de emigración de retorno son la posesión de propiedad, la edad y el estado civil. Cuando una familia posee una casa en México o maneja alguna empresa productiva, aumenta sustancialmente la probabilidad del regreso (Massey et al., 1991). Quienes retornan en etapas de expansión familiar podrían verse imposibilitados para buscar un trabajo acorde con las habilidades y destrezas laborales que aprendieron en el extranjero. El curso de vida individual y familiar del migrante es un elemento mediador de las movilidades ocupacionales en el país de origen.
Respecto a las oportunidades, las condiciones de los contextos rurales y urbanos se asocian a la movilidad ocupacional de los migrantes a su regreso, ya que no todas las experiencias migratorias brindan elementos de capacitación que puedan aprovecharse en el lugar de origen. En algunos casos la labor que se desempeña en el lugar de destino es relativamente compleja y en otros sus funciones son irrelevantes.
Durand et al. (1996b) apuntan que los contextos económicos dinámicos en donde los salarios son altos, hay ciertas formas de auto-empleo y una gran participación laboral femenina en el sector industrial, son atractivos para la inversión migrante. Los sistemas de comunicación (principalmente la red carretera) representan accesos a mercados de consumo para los bienes y servicios que producen los migrantes; asimismo la presencia de una institución financiera (banco) dentro de la comunidad fomenta en ellos la idea de enviar y ahorrar su dinero.
En contraste, las comunidades cuyas economías son mayoritariamente agrícolas difícilmente atraen la inversión a partir de las remesas (Durand, 1996b). Sin embargo, cuando las familias migrantes poseen ejidos, éstos constituyen un nicho en donde pueden ser aprovechados dichos recursos monetarios. Las áreas rurales con escasez de factores productivos ofrecen pocos rendimientos a las inversiones de los migrantes. En las comunidades poco pobladas son menos rentables los negocios financiados con el ahorro de los que regresan (Lindstrom, 1996).
Las características del mercado y de las oportunidades de inversión en la comunidad de origen son determinantes para la posible inversión del migrante de retorno. Hay evidencias del caso mexicano sobre el uso de las remesas que apoyan la idea de que las motivaciones de los migrantes reflejan la estructura económica de su comunidad de origen (Lindstrom, 1996).
En suma, el marco explicativo de la movilidad ocupacional de los migrantes de retorno en México está dado por tres dimensiones analítico temporales que estructuran las formaciones de capital humano o físico. Éstas determinan las formas de reinserción laboral de los migrantes y, por ende, los patrones de movilidad ocupacional que experimentan.
Reflexiones finales
Nuestra investigación se centró en la construcción de un marco explicativo que lleve a entender la movilidad social de los migrantes de retorno. El análisis incluyó tres dimensiones analítico temporales: antes de migrar, la experiencia migratoria, y el regreso. En un contexto en que la migración internacional responde a cuestiones laborales es necesario generar conocimientos sistemáticos que den la posibilidad de conocer cuáles son las consecuencias de la experiencia laboral en el extranjero en los mercados de trabajo del país de origen. La migración a Estados Unidos puede representar una oportunidad para adquirir “nuevos activos” de capital humano y físico.
Para analizar las formaciones de estos nuevos activos a partir de la experiencia migratoria se deben tomar en cuenta tres dimensiones analítico temporales. La primera contempla el momento en el que ocurrió el desplazamiento. Las inversiones productivas y las formas de vinculación con los mercados de trabajo al regreso están mediadas por el curso de vida individual y familiar del migrante. La segunda dimensión toma en cuenta la manera en que fue vivida la experiencia migratoria en Estados Unidos. La acumulación de activos de capital humano o físico está determinada por las características que asume la migración internacional. La última dimensión está constituida por las oportunidades socioeconómicas del lugar adonde regresan los emigrantes. Los contextos menos dinámicos escasamente atraerán a los migrantes, puesto que son pocos los incentivos para invertir allí los ahorros y las remesas, y porque las habilidades laborales tienen poca utilidad en el marco de oportunidades.
Cabe destacar que el marco interpretativo aquí propuesto podría ser puesto a prueba con bases de datos que contengan información acerca de las trayectorias laborales y migratorias de los individuos. Afortunadamente, el Proyecto Mexicano sobre Migración (MMP por su acrónimo en inglés) ha recopilado evidencia empírica de una muestra de población migrante y no migrante de 114 comunidades mexicanas. Asimismo la Encuesta Retrospectiva sobre Migración y Empleo en Estados Unidos (ERMEU) contiene datos sociodemográficos de la población que retorna a contextos metropolitanos del país (Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey).
Finalmente, la problemática que hemos abordado apunta a nuevas interrogantes entre ellas la movilidad ocupacional de las mujeres que regresan, y la comparación de los logros laborales de los hijos con los de sus padres migrantes (movilidad intergeneracional). En los países expulsores se abre una interesante línea de investigación acerca de los efectos o repercusiones de la migración en materia laboral.