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Estudios demográficos y urbanos

versão On-line ISSN 2448-6515versão impressa ISSN 0186-7210

Estud. demogr. urbanos vol.20 no.1 Ciudad de México Jan./Abr. 2005  Epub 17-Out-2019

https://doi.org/10.24201/edu.v20i1.1233 

Notas y comentarios

Comentarios a la ponencia “Europa y América y la revolución geodemográfica” de Massimo Livi Bacci

Francisco Alba* 

*Profesor-investigador del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México. Correo electrónico: falba@colmex.mx.


Con mis primeras palabras ofrezco un reconocimiento a dos hombres que hemos perdido recientemente y cuyas trayectorias se encuentran indisolublemente vinculadas a este centro de estudios, que en el presente cumple 40 años de existencia: me refiero a Gustavo Cabrera y Víctor L. Urquidi. A ambos los unía el interés por la problemática poblacional y en ello ambos hicieron historia. Gustavo Cabrera se proyectó como el profesional de la disciplina de la demografía; Víctor Urquidi como el pensador visionario de las complejidades del desarrollo, al incorporar la dimensión demográfica a esa reflexión. A ambos los extrañamos en esta celebración.1

Considero una honrosa distinción el que se me haya invitado a participar en la celebración de los 40 años de un cuerpo académico que, en sus dos etapas principales -como Centro de Estudios Económicos y Demográficos (CEED) y como Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano (CEDDU)-, generosamente me ha dado cobijo institucional durante gran parte de mi vida profesional.

También me honra comentar a Massimo Livi Bacci, amigo de años, a quien considero uno de los estudiosos de mayor aliento y alcance de lo relativo a la población. Su presentación es una muestra más de su visión sistémica del mundo, de su amplia perspectiva histórica, de su agudeza analítica y de su interés por colocar la dimensión poblacional como uno de los factores centrales del devenir de las sociedades. Livi Bacci nos previene de los automatismos y dogmatismos, nos invita a la reflexión interdisciplinaria, nos enseña a buscar respuestas a las cuestiones y preocupaciones de nuestros contemporáneos, nos conmina a ser rigurosos e imaginativos a la vez.

La reflexión de Livi Bacci sobre “Europa y América en la revolución geodemográfica” parte de una perspectiva europea. Mi intención es comentar sobre algunos de los temas tratados por él desde una perspectiva “americana”. Me parece que ello puede llevarnos a interesantes comparaciones y mostrarnos algunas diferencias. Para empezar, en los conceptos de “Europa” y “América” se encierra una primera diferencia. Aunque se tengan discrepancias sobre la extensión exacta de Europa, como bien nos explica Livi Bacci en su presentación, es común hablar de una unidad o entidad europea (más restringida que el término “occidental”).

¿Hay una unidad o entidad de América? Me inclino a pensar que todavía no. El concepto de “las Américas” -por conveniencia, una latina y una anglosajona- parece que prefiere acentuar las diferencias en lugar de reconocer las similitudes y complementariedades. Frecuentemente se olvida que la formación de las naciones americanas dejó un legado de muchas raíces compartidas, como nos lo recuerda Felipe Fernández-Armesto (2003) en su fascinante pequeño volumen sobre The Americas.2 La experiencia colonial introdujo una religión común, el cristianismo, así como un sistema común de escritura, prácticas económicas comunes, y un buen número de valores, convenciones y rituales similares. La paradoja de la unidad y la diversidad la captó magistralmente Octavio Paz, refiriéndose a México y Estados Unidos, al observar que: “Lo que nos separa es aquello mismo que nos une: somos dos versiones distintas de la civilización de Occidente” (Paz, 1983: 140). Los descubrimientos y conquistas europeos -una gran ola globalizadora- “reprodujeron” diversamente la cultura europea-occidental en América, erradicando o marginando las culturas “descubiertas”. (En Asia y África la expansión europea fue más bien de tipo “enclave comercial”, sin suprimir las culturas dominadas).

Livi Bacci da por sentada la existencia de una América constituida por los tres países de América del Norte; el criterio es funcional para determinadas dimensiones (por ejemplo, la económica, con su dinámica integración productiva), pero no para otras (como se desprende de la pregunta de Samuel Huntington: “Who are We?” “¿Quiénes somos nosotros?”, dando a entender que el “We” de la América anglosajona es diferente -y superior- al “nosotros” del mundo “hispano” o hispanic, el de la América Latina) (Huntington, 2004).

Sin embargo, para la comprensión de ciertos fenómenos es útil considerar -con propósitos heurísticos- que hay, en términos generales, esas dos Américas ya mencionadas: la latina y la anglosajona.3 Vista así, la entidad de América del Norte está fracturada por el río Bravo, para algunos profundamente fracturada. En otras palabras, lo que quiero trasmitir es lo siguiente: el continente americano como “unidad” -incluyendo población y territorio- está en formación y experimentando trascendentes transformaciones. En América las grandes diferencias, desequilibrios o rupturas se dan en el interior de sí misma en comparación con la perspectiva europea, que clara y nítidamente se posiciona frente al exterior. En consecuencia, la perspectiva dominante de mis comentarios es “latinoamericana” y, en ocasiones, “mexicana”. Entre las Américas también se gesta una revolución geodemográfica.

Desde luego que no hay tiempo para comentar todo lo que uno quisiera sobre los múltiples temas tratados por Livi Bacci. Me limitaré selectivamente a seguir sus pasos, a proseguir el camino trazado por él. Sus referencias a “los enfrentamientos planetarios”, en el marco del cambiante peso demográfico de los países, me recuerdan que los grandes teóricos de las relaciones internacionales nunca dejaron fuera de sus análisis, acerca de las relaciones de poder entre las naciones, las condiciones demográficas consideradas en sí mismas y en sus comportamientos diferenciales. Hans J. Morgenthau, en su obra clásica Politics among Nations considera a la población como un elemento importante del poder nacional (entre los cinco mapas que incluye en su voluminoso libro, dos incorporan la variable población) (véase Morgenthau, 1967).

El peso de las consideraciones demográficas tendió a desaparecer con la importancia creciente de la ciencia y la tecnología frente al mero número de los habitantes. El relativismo de los números demográficos en materia de poder sigue siendo válido; sin embargo la dimensión demográfica parece estar recuperando un lugar de importancia entre los pensadores y estudiosos de las relaciones entre las naciones, las regiones y los continentes. Livi Bacci contribuye con lucidez a esta recuperación. Siguiendo a Livi Bacci, que gusta de reflexionar comparando situaciones a 50 años de distancia, mencionaré que es previsible que en el lapso de cien años -entre 1950 y 2050- la casi igualdad del peso demográfico que existía en 1950 entre América Latina y América del Norte, empleando las delimitaciones de Naciones Unidas, se convierta en una razón aproximada de dos a uno a favor de América Latina en 2050. Por cierto, la proporción de la población del continente americano respecto de la población mundial se mantendrá más o menos igual -alrededor de 13.5%- a lo largo de esas dos mitades de siglos, entre 1950 y 2050 (porcentaje muy similar al que representa Europa en 2000).

Obviamente la demografía no es sino una de las dimensiones de los equilibrios y desequilibrios de poder, al igual que uno de los factores determinantes de los movimientos migratorios; la disponibilidad de recursos, los diferenciales económicos o de niveles de ingreso son factores tan importantes, o más quizá, que los diferenciales demográficos. Hago esta observación porque en todos los órdenes anteriores -incluido el demográfico- se han producido grandes diferencias entre las Américas en los últimos cincuenta años.

En conjunto, la América sajona acrecentó su prosperidad y riqueza en la segunda mitad del siglo XX, al tiempo que gran parte de Europa se volvió próspera y rica a partir de la reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial. América Latina, en cambio, si bien al principio tuvo un desempeño relativamente aceptable, en el último cuarto del siglo XX se caracterizó por el estancamiento económico, el deterioro social y por experimentar “décadas perdidas”. En una perspectiva global, incluso los periodos de desempeño aceptable de América Latina se ven relativizados frente al rápido crecimiento económico y la prosperidad compartida que han experimentado diversos países y regiones de Asia. América Latina contribuía con poco menos de 8% del producto mundial en 1950 y con poco más de 8% en 2001; la contribución de Asia en cambio, pasó de 18.5% a casi 38% en el mismo lapso (véase Maddison, 2003).

Menciono estos diferentes desempeños regionales porque sirven como un referente ilustrativo para explorar el posible derrotero de dos de las principales cuestiones demográficas -tal vez geodemográficas-, interrelacionadas entre sí, que impactarán profundamente las Américas de la primera mitad del siglo XXI: una cuestión se relaciona con los rápidos y profundos cambios en las estructuras de edad de las poblaciones de las naciones latinoamericanas -en particular el fenómeno del optimista pero simplistamente llamado “bono demográfico”-; la otra se refiere a los emergentes y cuantiosos movimientos de población entre las Américas.

Gran parte de la demografía de la primera mitad del siglo XXI ya está prefigurada y es en gran medida legado de la experiencia de la segunda mitad del siglo XX. En un primer momento, los crecimientos naturales de población inusitadamente rápidos y sostenidos; en un segundo momento, las caídas inesperadamente aceleradas de la fecundidad al punto que, al igual que en Europa, en el lapso de una generación (o un poco más) los panoramas demográficos se han transformado estructuralmente: en Europa hacia el no reemplazo y en América Latina de la duplicidad y triplicidad intergeneracional hacia el mero reemplazo, por lo pronto. Este comportamiento adelanta el inexorable e inevitable envejecimiento de las naciones de América Latina.

Sin embargo, antes de llegar a un estadio de envejecimiento avanzado se experimentará (ya se ha experimentado) un gran abultamiento de los grupos de población en edades consideradas económicamente activas. Me voy a permitir ejemplificar con datos de México. En 1970 la población adulta constituía la mitad de la población, en el año 2000 poco más de 60%, entre 2010 y 2030 más de dos tercios -una relación de dos “potencialmente activos” por uno supuestamente “inactivo”-, para descender a poco más de 60% en 2050.

Una de las fuentes de los malentendidos sobre esta peculiaridad demográfica creo que radica en que al ganar importancia la consideración de las estructuras demográficas, en particular por edad, parece olvidarse la importancia que también tienen la cuantía de las poblaciones y los ritmos de cambio y de crecimiento. En México la población adulta sumaba más de 60 millones en 2000; de ellos 10.5 millones tenían entre 15 y 20 años, cifra que prácticamente duplica los 5.5 millones de quienes tenían entre 40 y 45 años, grupos separados por escasamente una generación. La concentración en edades maduras da lugar, optimista e ingenuamente, al término de “bono demográfico”; el ritmo de cambio y los volúmenes involucrados nos conducen, pesimista y estérilmente, al término de “pesadilla demográfica”. Creo que no es lo uno ni lo otro; se trata de las oportunidades y los retos demográficos que se ofrecen a las organizaciones sociales, a los sistemas económicos y a los arreglos políticos.

Las respuestas a estos retos y a estas oportunidades vienen dadas, como consistentemente Livi Bacci ha expuesto en sus escritos, por la “armazón” -las interrelaciones- afortunada y funcional, o desafortunada y disfuncional, que las naciones, las culturas y las civilizaciones construyen entre sus diversos elementos constituyentes. Desde esta perspectiva América Latina no parece estar a la altura de las circunstancias, a la altura de lo que exigen sus condiciones demográficas presentes y de las próximas décadas. Nuevamente recurro al caso de México. La organización socioeconómica ha sido incapaz de materializar esas oportunidades demográficas para crear riqueza y elevar los niveles de bienestar. La sociedad no ha capacitado a esas abultadas generaciones para que se inserten en una economía abierta adecuada y productivamente -dentro o fuera del país-.4 Se están sentando bases muy limitadas y constreñidas para ofrecer un futuro promisorio a una población envejecida. La crisis del “Estado social” nos ha acompañado por largo tiempo; en la actualidad experimentamos un agravamiento de esta crisis, entre cuyas salidas se encuentra el viraje hacia sistemas individualizados y privados de seguridad social (¡así de paradójico!) y el énfasis en programas focalizados de atención a la pobreza.

Livi Bacci nos invita a reflexionar de manera amplia, interdisciplinaria, sobre las implicaciones económicas, sociales y políticas de los cambiantes comportamientos demográficos para derivar las recomendaciones de políticas públicas pertinentes. Desde esta perspectiva resulta claro que desde hace muchos decenios se imponía la prioridad del crecimiento económico para crear empleos y elevar los niveles de bienestar de la población -de la presente y la futura-. Vistas así las cosas, parecería que América Latina ha abdicado de estas responsabilidades fundamentales y que en la región ha habido una insuficiencia de un verdadero “Estado social” (baste pensar en la extensión de la pobreza en la región). Sin embargo, en un mundo crecientemente interdependiente e integrado económica y valorativamente, las responsabilidades de la prosperidad son compartidas. Desde esta perspectiva, creo que en el contexto contemporáneo la libertad que tiene toda sociedad para determinar sus “reglas de reproducción social”-en la terminología de Livi Bacci- resulta un tanto acotada. Esa “reproducción social” no puede aislarse del todo de las realidades profundamente asimétricas de la “reproducción económica mundial”.

Una prueba de las carencias y fracasos, del insuficiente desarrollo, del desatino de América Latina es que en la última parte del siglo XX dejó de ser región de inmigración para convertirse en región de emigración, expulsora de sus habitantes, cuya dirección predominante es la otra mitad del continente, la América sajona. En 2003 residían en Estados Unidos casi 18 millones de latinoamericanos, cifra aproximadamente 10 veces mayor que la existente en 1970. Volúmenes menores de latinoamericanos “regresan” a la “vieja Europa”; a las “madres patrias”, como dice Livi Bacci.

Las tendencias anteriores nos regresan a la geodemografía en una visión de medio milenio. Creo que las Américas están volviendo a aproximarse después de haberse querido distanciar. Los grandes ciclos intracontinentales durante el último medio milenio van de la “unificación” al “distanciamiento” y a la “reunión”. Esta reunión-la contemporánea- se da mediante múltiples canales. Dos de ellos revisten particular relevancia: el comercio y la migración, ambos concreción regional de una renovada y pujante “globalización”. El comercio -con sus productos, demandas, exigencias y gustos- integra, pero también integran las migraciones, ya que los migrantes tienen asimismo gustos, valores y culturas. Al primer proceso se le ha denominado “integración desde arriba o por designio” (design) -el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) son ejemplos claros de un proyecto ideológico-; al segundo se le puede denominar “integración desde abajo, por necesidad”. Estas dos fuerzas indudablemente están cambiando el carácter de América, al punto que la respuesta que se le pudiera dar a la pregunta “¿Quiénes somos?” -en 1950, en la actualidad, o en 2050- sería necesariamente diferente (nos gusten o no nos gusten los perfiles sociales y culturales que están surgiendo de la interpenetración mutua de las Américas).

Quisiera compartir el optimismo sobre el futuro de América con el que termina Livi Bacci. Yo también tengo esperanzas. Advierto, sin embargo, que en América existe un proyecto muy limitado de integración, que no posee el carácter utópico, de creación de una comunidad, como ha sido el caso del proyecto europeo. Dentro de América la circulación de las mercancías es bienvenida, pero se desconfía de la circulación y de las raíces que echan las personas. De ahí que resulte difícil imaginar que se reproduzca, en las Américas, el experimento europeo de integración que tanto ha beneficiado a países como España, Italia o Portugal.

A principios de septiembre de 2004, en el marco del Congreso Mundial sobre Movimientos Humanos celebrado en Barcelona como parte del Forum de las Culturas (donde Livi Bacci fue uno de los exponentes connotados), Juan Goytisolo capturó la atención de los presentes al cuestionar una extendida metáfora. Dijo que “el hombre no es un árbol: carece de raíces, tiene pies, camina. Desde los tiempos del homo erectus circula en busca de pastos, de climas más benignos, de lugares en los que resguardarse de las inclemencias del tiempo y de la brutalidad de sus semejantes” (Goytisolo, 2004). Admirándolo, me voy a permitir discrepar un poco de Goytisolo ya que la metáfora también tiene su razón de ser: el hombre, a la vez, no es y es un árbol, puesto que también echa raíces. Entiendo que hay un dicho chino que dice más o menos así: “Mueve un árbol y muere; mueve una persona y se revitaliza”.

Termino con esta idea de la revitalización de las personas y de las sociedades promovida por la movilidad humana. Muy en la tónica de lo que acabamos de oír de Livi Bacci, cito nuevamente a Goytisolo, quien nos invita a leer “[a]l mundo como un proceso continuo de deconstrucción y construcción. A la cultura, como la suma de las influencias que recibe a lo largo de su historia. Exactamente en los antípodas de las esencias atemporales e identidades fijas”.

Massimo, gracias por incentivarnos a reflexionar; el Centro requerirá hacerlo seriamente en los próximos cuarenta años para aprender a leer las realidades desde la perspectiva desestabilizadora del cambio.

Bibliografía

Fernandez-Armesto, Felipe (2003), The Americas. A Hemispheric History, Nueva York, The Modern Library. [ Links ]

Goytisolo, Juan (2004), “Metáforas de la migración”, trabajo presentado en el Congreso Mundial Movimientos Humanos e Inmigración, Barcelona, 2 a 5 de septiembre. [ Links ]

Huntington, Samuel P. (2004), Who Are We? America’s Great Debate, Londres, Free Press. [ Links ]

Maddison, Angus (2003), The World Economy: Historial Statistics, París, Development Centre Studies, OECD. [ Links ]

Morgenthau, Hans J. (1967), Politics among Nations. The Struggle for Power and Peace, 4a. edición, Nueva York, Alfred A. Knopf. [ Links ]

Paz, Octavio (1983), Tiempo nublado, México, Seix Barral. [ Links ]

1 Hace ya algunos años perdimos a Luis Unikel, cuya trayectoria se entreteje con las de Cabrera y Urquidi.

2El autor es un multifacético historiador español que trabaja en Oxford y escribe en un sofisticado inglés.

3Con igual validez se puede defender la existencia de múltiples Américas.

4La emigración de casi 10 millones de mexicanos, aproximadamente en los últimos veinticinco años, refleja las crisis nacionales, incluida la de la apertura económica de México.

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