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Medicina interna de México

Print version ISSN 0186-4866

Med. interna Méx. vol.33 n.5 Ciudad de México Sep./Oct. 2017

https://doi.org/10.24245/mim.v33i5.1494 

Artículo de opinión

La mentira, una reivindicación moral. De cómo la mentira es útil en un paciente en etapa terminal

The lie, a moral claim. How lying is useful in a terminally ill patient.

J Duarte-Mote1 

G Sánchez-Rojas2 

1 Internista, Hospital General Dr. Nicolás San Juan, Toluca, Estado de México, México. Maestría en Investigación Clínica (UAEMex). Miembro del American College of Physicians.

2 Licenciada en Enfermería, Hospital General Dr. Nicolás San Juan, Toluca, Estado de México, México Especialista en Terapia Intensiva. Maestría en Administración de Hospitales (UMIN).


Resumen:

La mentira es considerada un antivalor moral, siempre tiene una connotación negativa. Sin embargo, su uso está muy extendido desde el punto de vista biológico como mecanismo de supervivencia y en el ser humano incluso desde el punto de vista de integración social. El autoengaño, considerado una manifestación suprema del uso humano de la mentira, tiene estrecha relación con la generación de optimismo y esperanza, las personas con problemas para integrar un autoengaño tienen con más frecuencia alteraciones patológicas en el estado de ánimo, sobre todo depresión. Este artículo analiza desde algunos puntos de vista ético-filosóficos las ventajas y desventajas del uso de la mentira para promover el autoengaño en pacientes con enfermedad terminal.

Palabras clave: mentira; enfermos terminales

Abstract:

The lie is considered a moral flaw, always has a negative connotation. Nevertheless its use is very extended from the biological point of view as mechanism of survival and in the human being, even from the point of view of social integration. Self-deception, considered a supreme manifestation of the human use of lies, is closely related to the generation of optimism and hope, people with problems to integrate self-deception have more frequently pathological alterations in mood, especially depression. The advantages and disadvantages of the use of lying to promote self-deception in patients with terminal illness are analyzed from some ethical-philosophical points of view.

Keywords: lie; terminal patients

La esperanza es una felicidad por sí misma,

y la mayor que el mundo puede darnos

Samuel Johnson (1709-1784)

ANTECEDENTES

Los valores morales se basan en la honestidad, en hacer el bien. La verdad es un término filosófico complicado, hace referencia a la realidad, a lo verídico. Sin embargo, determinar con exactitud qué es la verdad resulta en ocasiones confuso. DeWitt (2010) hace referencia a dos teorías acerca de la verdad. Una de ellas es por correspondencia; sin embargo, en este sentido es primordial que conozcamos la realidad de las cosas y la segunda es por coherencia, en la que el riesgo de caer en pensamientos relativistas es muy alto.

Por otro lado, la mentira tiene una definición un poco más sencilla. La mentira en términos generales es la ausencia de la verdad.

La verdad se constituye como uno de los más altos valores morales.

Reivindicar la mentira como un valor moral en ciertas situaciones es congruente con la idea de Nietzsche (2012), cuando se dirigía a los espíritus fuertes y bastante independientes como para reconsiderar los juicios de los valores opuestos y abrir nuevos milenios, y aunque consideraba que esta tarea era exclusiva de la filosofía (2009), muchos de los valores universales deben ser reanalizados a la luz de nuestra realidad actual, desde un punto de vista científico-tecnológico vigente.

Para San Agustín la mentira (2006) es simplemente una comunicación falsa, unida a la intención de engañar (contrario a Santo Tomás de Aquino [2004] que no consideraba la intencionalidad), en su obra contra la mentira, distingue varios tipos de ellas, las divide en las que hacen daño de las que lo no hacen y de estas últimas habla de tres principales, las que ayudan a alguien, las que pueden salvar la vida de alguien y las que protegen la pureza de alguien.

Desde un punto de vista evolutivo, el engaño en las especies sin lenguaje y la mentira en los seres humanos se encuentran muy extendidos, prácticamente todas las especies hacen uso del engaño con fines de supervivencia y reproducción. En relación con el hombre, la mentira tiene una función primordial en cuanto a cohesión social.

La mentira en esencia nace con el lenguaje, antes de esto es solo engaño. Charles-Maurice de Talleyrand decía “El habla fue dada al hombre para ocultar sus pensamientos” (Livingston 2011;175). Mentir implica el reconocimiento de estados mentales en los otros. Somos “lectores de la mente inconscientes” opinaban Krebs-Dawkins (Livingston 2011;23). Los niños que son capaces de mentir de manera exitosa generalmente son niños con un desarrollo normal, “los niños que no mienten tal vez no sean niños buenos, sino niños autistas” (Livingston 2011;37).

En términos neurofisiológicos, la mentira implica la suficiente inteligencia para conceptualizar los estados mentales propios y de los demás, involucra un mecanismo neuro-conductual muy complejo, como complejas son las mentiras en el ser humano y la capacidad para mentir puede relacionarse con la inteligencia del individuo e incluso en su capacidad de socialización.

Por último, uno de los aspectos más interesantes en el acto de mentir es nuestra capacidad de mentirnos a nosotros mismos. El autoengaño plantea situaciones filosóficas de la mente que nos remiten al dualismo cartesiano y a la teoría multi-modular de Freud.

Pero lejos de cuestiones filosóficas o anatómicas que pudieran explicar nuestra capacidad para mentirnos a nosotros mismos, está su función neuropsicológica.

Las personas que son capaces de autoengañarse, que pueden de alguna manera modificar su interpretación de la realidad, son, en términos generales, personas más estables emocionalmente. Su contraparte, las personas que observan la realidad tal cual es, son individuos con más tendencia a la depresión, en general, son menos sociales y más fatalistas.

Esta capacidad para percibir de una forma más amable la realidad es nuestro fundamento neuropsicológico para argumentar que la mentira puede en ciertas circunstancias ser benéfica y dejar de conceptualizarla como un antivalor moral, sobre todo bajo el concepto que la capacidad de autoengaño aligera muchas de las tensiones a las que a diario nos enfrentamos, enfrentar nuestra propia muerte es, sin duda, una de las mayores tensiones de nuestras vidas.

Visiones ético-filosóficas de la mentira como un valor moral

Deontológica

En contra de la mentira

Al considerar el principio de justicia y de autonomía, la mentira en cualquiera de sus formas es inadmisible. Desde dar información falsa hasta el ocultamiento de la misma, trasgrede los derechos del enfermo.

Todos los seres humanos tenemos derecho a conocer la verdad de las cosas, con ello poder ejercer nuestra capacidad de respuesta y elegir la mejor posible de las opciones a las que tengamos acceso.

La deontología se basa en el deber ético o moral, Bentham (http://ineaetica.blogspot.mx/2012/08/jeremy-bentham.html) la asociaba con una moral fundada en perseguir el placer y huir del dolor, pero Rosmini la asocia con el deber ser del ente (Buganza 2010).

Desde estos puntos de vista, la deontología trata de cómo debe ser el Ser, para considerarse correcto. Y lo correcto en este aspecto es no mentir, incluso considerando a la mentira ocultar información.

En teoría, conocer la información verídica y conocerla completa faculta al individuo a tomar las mejores decisiones, al menos desde su punto de vista.

Esta capacidad de decisiones se ve frustrada si se utiliza la mentira. La deontología hace uso del imperativo categórico de Kant: “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal. Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal de la naturaleza” (Wikipedia párr.5 https://es.wikipedia.org/wiki/Imperativo_categ%C3%B3rico).

A nadie de nosotros le gusta que nos mientan, por tanto; ¿por qué debo hacerlo con los otros? La verdad es uno de los valores morales más apreciados por todos. La verdad siempre debe prevalecer como fundamento de nuestras relaciones, de nuestro comportamiento y de nuestro quehacer profesional.

A favor de la mentira

Como vimos en la introducción, la mentira tiene una parte bondadosa, es cierto que todo enfermo tiene derecho a conocer la verdad de su estado clínico y con ello ejercer su autonomía en relación con decidir sobre las opciones que pudiera tener. Sin embargo, en muchas ocasiones, el pronóstico es malo, entendido malo como fatal irremediablemente y las opciones que tiene el enfermo son escasas y en ocasiones inexistentes desde el punto de vista curativo. La posibilidad de lograr un estado de autoengaño, lejos de considerarse cruel, puede ejercer en el enfermo un estado de esperanza y tranquilidad ante lo que es inevitable, aunque engañado, su estado clínico desde el punto de vista emocional puede cambiar drásticamente y lograr un mejor estado de ánimo.

Esto evidentemente no mejorará su pronóstico, pero sí elevará su estado de bienestar. La mentira, y en términos generales el autoengaño, logrará una sensación de mejoría subjetiva que ayudará al enfermo a mantener una actitud de optimismo y tranquilidad.

En este aspecto propongo un cambio sutil en la conceptualización del imperativo categórico: haz sentir al otro como te gustaría que te hicieran sentir a ti. Promueve el bienestar del otro como si fuera tu propio bienestar.

Teleológico

En contra de la mentira

La teleología argumenta que un acto es bueno o malo no por el acto en sí, sino por la bondad o maldad de la consecuencia que tiene.

La mentira casi siempre tiene consecuencias adversas. Ocultar información o emitir información errónea impide acciones correctas. La consecuencia de la mentira como acto es mala, de ahí la aversión que se tiene al acto de mentir en todas las culturas.

Sin embargo, la conceptualización de bueno o malo que se le da al resultado de la acción cae en un ámbito relativista, es el engañado el que decide si el ejercicio de la mentira es bueno o malo según las consecuencias de la misma. Pero si partimos de la capacidad de elección a la que tiene derecho todo individuo, no contar con la información veraz y completa trasgrede los principios de autonomía y justicia, incluso por sí misma, la mentira incurre en el principio de maleficencia. Se hace un daño al mentir. No hay beneficencia en el acto de la mentira. No es esperable un beneficio de una mentira.

Las consecuencias de la mentira prácticamente en la mayor parte de las ocasiones son malas. La verdad es un valor innegable para todos los individuos. Los principios bioéticos se basan en la verdad.

A favor de la mentira

Si se toma en cuenta que es el resultado de la acción lo que la etiqueta de buena o mala y no la acción en sí misma, la utilidad de la mentira puede justificarse bajo ciertas circunstancias. El resultado de su ejercicio puede provocar un beneficio, a diferencia de la verdad que puede ocasionar un mal mayor.

Nadie es capaz de decir siempre la verdad. Dostoyevski advierte sobre las consecuencias de nunca mentir (2013). Socialmente es inaceptable una persona que dice siempre la verdad, incluso resulta hasta peligroso (como se puede apreciar en un filme protagonizado por Jim Carrey (Grazer B & Shadyac T, 1997. Mentiroso, mentiroso. Estados Unidos: Universal Studios Home Entertainment).

Conforme las ideas de San Agustín, quien considera cierto tipo de mentiras que no hacen daño e incluso algunas de ellas que pueden hacer un tipo de bien, y evaluando el resultado de la mentira misma, se puede argumentar que si el resultado de una mentira (considerándola más bien el ocultamiento de información) produce una sensación de bienestar, esperanza y optimismo en enfermos terminales, esto justifica su uso. El resultado es mucho mejor si se usa la mentira que exponer a un enfermo en estas condiciones a una verdad cruda y decepcionante.

Máximos y mínimos

En contra de la mentira

Si se parte del concepto que la ética de máximos son los ideales individuales que persiguen la felicidad y los mínimos son las reglas indispensables para una convivencia saludable, la verdad constituye para el ser humano un valor ideal. Todos consideramos que lo verdadero siempre es bueno, una persona veraz es una persona confiable y admirada. Aunque con ciertas variaciones en cuanto a graduación, la verdad conforma un valor a alcanzar, nos pronunciamos en favor de la verdad sin que reflexionemos mucho en lo que eso significa. La ética de mínimos considera que la convivencia entre ciudadanos debe basarse en la verdad y en la transparencia de las leyes y normas sociales.

Los enfermos en general y los terminales en particular, buscan en la medida de sus posibilidades la felicidad y bienestar, ninguno de ellos pondría en tela de juicio el papel de la verdad para conseguir estos fines. Desde el punto de vista legal, la mentira es castigable. La mentira interfiere con un buen funcionamiento social.

Un diagnóstico veraz y además informado de manera adecuada y siempre basándose en la veracidad de los hechos se considera un elemento saludable de enfrentar la realidad y constituye la base fundamental para buscar y conseguir la felicidad del individuo enfermo. Saber la verdad favorece acciones adecuadas, ya sean éstas curativas o paliativas.

El deber médico exige que el profesional siempre se conduzca con la verdad como su estandarte. Exige el uso de la verdad para abordar, tratar y pronosticar a un enfermo. Exige la rectitud como su camino y la verdad como el rumbo que debe seguir.

A favor de la mentira

El punto final que persigue todo ser humano es conseguir la felicidad y mucha de esta felicidad está basada en el bienestar del individuo. Una persona enferma busca con desesperación un bienestar que considera de entrada muy lejano de obtener, sobre todo en el paciente terminal. Conseguir la felicidad a sabiendas de que la enfermedad que se padece no tiene cura hace la persecución de la felicidad un tema sumamente complejo y difícil. Si además se utiliza la verdad irrestricta para informar del estado clínico a un paciente de estas características, más que aligerar el camino, éste se hará mucho más pesado y difícil de transitar. Con mucha frecuencia en esta situación lo que hace la verdad es destruir toda esperanza y optimismo a cambio de saber con todo detalle el sufrimiento que se avecina y el resultado nada alentador que se espera.

Si la felicidad es el principio de la ética de máximos y si esta felicidad se consigue ocultando información y logrando un estado de esperanza con un alto grado de optimismo, es más fácil transitar ese difícil camino a la muerte de los pacientes terminales.

En este punto es importante hacer una reflexión en cuanto a la mentira y más específicamente en el ocultamiento de información. De ninguna manera se pretende adoptar una actitud cruel, al hacer creer al paciente que podrá restablecerse, sin que exista ninguna posibilidad de ello. Al final de cuentas ocultar información o tal vez usar verdades a medias favorecería el proceso humano de autoengaño, lo que mejora el estado de ánimo del paciente. Se debe recordar, ante todo, que el uso de la mentira se propone como un medio de buscar un bienestar, entendido éste como un estado de optimismo y esperanza.

CONCLUSIONES

La mentira está tan extendida en la naturaleza y es tan ubicua en nuestra sociedad que se antoja que algo bueno debe haber en ella. Pese a ser estigmatizada y relacionada con la maldad, la mentira tiene un lado bondadoso. Existe evidencia sólida de su utilidad desde el punto de vista de cohesión social, incluso mentir es considerado por algunos autores signo de inteligencia. Durante el desarrollo neuro-cognitivo del niño, argumentar mentiras bien estructuradas forma parte de su desarrollo normal. La mentira nace con el lenguaje y se fortalece y madura con el desarrollo de nuestra capacidad de percepción de estados mentales en los otros.

Emmanuel Lévinas argumentaba que la propia noción de moralidad conlleva una relación con los demás. La obligación de cada uno de nosotros para con el prójimo emana de su mera existencia. Lévinas reconoce al otro como meritorio de nuestra ayuda y consideración (Marinoff, 2005).

En este orden de ideas, el imperativo kantiano debería cambiarse de una forma sutil, no basarse en las acciones en cuanto a su valor moral, sino en los estados de ánimo ocasionados con nuestras acciones, es decir, perseguir a toda costa la felicidad propia junto con la de los demás.

Nietzsche, a finales del siglo XIX, propuso un cambio en la percepción de los valores morales, argumentaba la valentía y fuerza de espíritu para tal efecto; en nuestro tiempo, debemos perseguir un cambio sustancial en nuestra concepción de preservar la vida a costa de todo y de todos. Nunca como ahora vemos complejos patológicos resultantes de esta conducta irreflexiva y falsamente moral. Afortunadamente nuestra generación está comprendiendo que el paradigma debe cambiar.

Aún más importante que la vida es el bienestar. Es mejor unos días de felicidad que toda una vida de desgracias. En relación con los enfermos terminales, cuyo optimismo y esperanza puede ser lo último que los haga soportar mejor un camino lleno de sufrimiento e incertidumbre, obliga a los profesionales de la salud a preocuparse más por su bienestar cuando la curación ya no es posible. Los profesionales de la salud debemos hacer más caso a Lévinas y preocuparnos por el bienestar de este tipo de enfermos.

“… la justicia permanece sólo como justicia, en una sociedad donde no hay distinción entre los que están cerca y los que están lejos, pero en la que también permanece la imposibilidad de dejar de lado a los más próximos”. Decía Lévinas (Marinoff, 2005;53).

La justicia se basa en la consecución del bienestar de todos y cada uno de los seres humanos, sin importar su condición social o su estado físico. Sin que se pretenda poner por encima valores morales universales a costa de ese mismo bienestar.

La mentira como productora de bienestar en el enfermo terminal se basa en la capacidad humana del autoengaño. Mike W Martin (2012) presenta diversas definiciones del autoengaño: 1) acción intencional para evitar verdades desagradables y asuntos dolorosos (sobre uno mismo o sobre el mundo); 2) procesos no intencionados de negación, elusión o percepción sesgada; 3) estados mentales resultantes de esas acciones y procesos, como la ignorancia, la creencia falsa, el espejismo, la opinión injustificada o la ausencia de una conciencia clara.” (p. 84)

El autoengaño parece paradójico. Al considerar que mentir parte del entendido de que se conoce la verdad, el individuo que se autoengaña debería saber la verdad y trata de eludirla.

Muchos autores han tratado de salvar esta paradoja, Sartre, por ejemplo, argumentaba que el autoengaño es espontáneo e irreflexivo. Freud, por su parte, mencionaba que el autoengaño es inconsciente; sin embargo, parece que el sistema de creencias que posee el individuo influye para la capacidad de autoengaño que pueda tener y el éxito que pueda alcanzar (Mike W Martin 2012).

La intención del uso de la mentira en el manejo psicológico del paciente en etapa terminal se basa primordialmente en la capacidad de autoengaño del individuo. Bajo ningún concepto se pretende abrazar falsas esperanzas, lo que se intenta es aludir de una forma sutil esta capacidad humana para evitar verdades desagradables o asuntos dolorosos.

De esta forma, esta capacidad innata que tiene el ser humano, sobre todo en una situación crítica y trascendental como es enfrentarse a su propia muerte, hace del optimismo y la esperanza un punto clave para obtener bienestar. Volker Somer (1992) incluso menciona que el autoengaño es trascendental para la supervivencia. Existe evidencia en estudios controlados de mayor supervivencia en pacientes con cáncer que negaban su enfermedad que en las que la aceptaban.

Por otro lado, existen argumentos sólidos para explicar la depresión endógena con la falta de capacidad para el autoengaño (Livingstone, 2011).

La capacidad de algunas personas de ver la vida tal cual es, sin permitirse ver modificaciones agradables desde su punto de vista o, bien, las personas que no pueden dejar de ser objetivas con los sucesos que le acontecen, son personas con menos posibilidad de autoengaño, son personas con mayor tendencia a la depresión, y como antes analizamos, también son individuos con menos fortaleza para afrontar problemas médicos.

Estos hallazgos son los que sustentan la promoción del autoengaño en pacientes terminales, aunque lejos de perseguir mayor supervivencia, se persigue mayor bienestar, con mejor calidad de vida, lo que en muchas ocasiones repercute en el incremento del tiempo de supervivencia.

“Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” reza San Juan en el nuevo testamento (Juan 8,32), pero con mucha frecuencia la verdad, lejos de hacernos libres, nos hunde en un mundo de desesperanza y tristeza.

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Recibido: 09 de Junio de 2017; Aprobado: Julio de 2017

Correspondencia Dr. Jesús Duarte Mote jesuddm3@yahoo.com.mx

Este artículo debe citarse como Duarte-Mote J, Sánchez-Rojas G. La mentira, una reivindicación moral. De cómo la mentira es útil en un paciente en etapa terminal. Med Int Méx. 2017 sep;33(5):668-674.

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