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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.113 México may./ago. 2022  Epub 30-Mayo-2022

https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i113.1899 

Artículos

Viajes para trabajadores. Un experimento peruano en los inicios del turismo social (1946-1948)

Trips for Workers. A Peruvian Experiment at the Beginnings of Social Tourism (1946-1948)

1Universidad del Pacífico, Lima, Perú, armas_fa@up.edu.pe


Resumen:

Este artículo trabaja, en un contexto de desarrollo del turismo social, el caso de un programa implementado por el gobierno de Perú, que buscó incorporar a los trabajadores al beneficio del descanso y los viajes. Recoge los resultados de esa experiencia y con ello pretende mostrar cómo programas mal diseñados terminan beneficiando a un grupo social por sobre otros. Este trabajo sirve para entender un aspecto relevante de las políticas implementadas por los Estados a mediados del siglo XX, en un contexto político y social particularmente difícil en América Latina.

Palabras clave: clase media; Estado; Perú; trabajadores; turismo social

Abstract:

This article presents, in the context of the development of social tourism, the case of a program implemented by the Peruvian government that seeked to incorporate the workers into the benefits of rests and holidays. It collects the results of that experience, with which it intends to show how poorly planned programs ended up benefiting certain social groups over the others. This work helps to understand a relevant aspect of the policies carried out by the states in the 20th century, in a political and social context which was especially complicated for Latin America.

Keywords: middle class; State; Peru; workers; social tourism

El turismo social, entendido como una actividad que busca poner al alcance de grupos sociales postergados, económica o socialmente, los beneficios del ocio turístico, pretendiendo con ello mejorarles su calidad de vida, así como las del conjunto de la sociedad, ha tenido diversos estudios en el mundo y América Latina en las últimas décadas, resaltando su importancia. Las precisiones sobre su conceptualización contemporánea,1 así como las organizaciones que en su nombre se fueron creando, tuvieron lugar luego del final de la segunda guerra mundial -en América Latina desde el III Congreso Interamericano de Turismo, Bariloche, 1949-, aunque su práctica y discusión semántica tenía por lo menos más de un siglo de existencia (Khatchikian y Murray, 1999; Muñiz, 2001; Schenkel, 2014).

En esta historia, sin embargo, los años previos -entre la crisis de 1929 y la década de 1940- son remarcables para su formación, pues fueron años en los que el Estado se involucró en las iniciativas de diversas organizaciones sociales, con el fin de buscar extender el beneficio del ocio y las vacaciones a las clases trabajadoras. Esta perspectiva ha sido poco estudiada en los países de América Latina y, desde esa óptica, el estudio del caso peruano puede ser de interés para discutir sobre la problemática regional del turismo social en su gestación, alcances y limitaciones.

En este periodo, Perú se caracterizó por la fuerte confrontación política y la efervescencia social. Tras la crisis económica y política de 1929-1932 y el final del gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930) se suceden varios regímenes autoritarios que excluyen de la vida política a partidos y movimientos sociales de masas. Sin embargo, según estudios realizados, estos regímenes buscaron, a través de diversas políticas públicas, el desarrollo económico del país, al mismo tiempo que promovieron la identidad y unidad de los peruanos (Bustamante, 2012; Cotler, 1978; Drinot, 2016; Drinot y Contreras, 2015). Cuando en 1945 se instaló un régimen democrático, que puso fin a dicha época, continuaron estos ideales de búsqueda de armonía social.

En este contexto, este artículo se centra en analizar cómo el Estado peruano, en el marco de un desarrollo del turismo local, y bajo la influencia de la práctica de regímenes del hemisferio norte y paralelo a lo que ocurría en otros lugares de América Latina, buscó promover planes de viajes y descanso para los trabajadores formales y urbanos, tratando de ampliar los beneficios del que ya gozaban otros sectores sociales, implementando una clara política de turismo social.

Sin embargo, nuestra hipótesis de trabajo es que desde su implementación esta política estuvo marcada por las limitaciones y problemáticas económicas y sociales de fondo que impidieron conseguir sus objetivos, terminando por favorecer a la clase media. Lo cual permite discutir sobre la viabilidad de este tipo de acciones en el contexto peruano y cómo una política diseñada para atender a un amplio espectro social termina favoreciendo a un grupo definido.

Esta investigación se construye a partir de las fuentes periodísticas de la época y de diversos documentos primarios y secundarios. Se han extraído reportes, informaciones y publicidad que la entidad estatal promotora de viajes publicaba periódicamente en tres diarios y una revista de circulación nacional, confrontándolos con la información de otros materiales de la misma entidad -aunque debemos remarcar que los datos están muy dispersos en los centros documentales locales-. Igualmente se han usado otros materiales del periodo, así como informaciones estadísticas y contextuales, a la par de trabajos sobre el turismo social en diversos países. En la secuencia de desarrollo de este texto primero nos concentraremos en describir brevemente los programas de turismo social en el mundo; luego, en segundo término, analizaremos el desarrollo del turismo en Perú y el carácter fuertemente concentrado -en términos sociales- del mismo; para luego, en tercer lugar, analizar la experiencia del Estado peruano en la materia. Finalmente, una valoración de los resultados, nos permitirá comprenderlos en el contexto más amplio de experiencias de este tipo en América Latina.

TURISMO SOCIAL: EL ESFUERZO ESTATAL EN EUROPA Y AMÉRICA

El turismo social -también llamado en la época turismo popular-, promovido por diversos individuos, grupos o instituciones, se puede rastrear a través de numerosas iniciativas en Europa y América durante el siglo XIX e inicios del XX.

Los primeros pasos estuvieron vinculados a iniciativas privadas, siendo algunas de ellas asociaciones laicas -vinculadas a organizaciones de obreros y a iniciativas burguesas- o asociaciones cristianas guiadas por la caridad. En el siglo XIX aparecen en Gran Bretaña, Alemania, Francia, España o Suiza, por mencionar algunos ejemplos. Estas acciones de obras filantrópicas o de sindicatos no hay que confundirlas con las vacaciones obreras, de iniciativa autónoma, que en el caso británico fueron muy populares (Barton, 2005; Muñiz, 2001; Walton, 2012). De esta manera, en Gran Bretaña se desarrollaron colonias veraniegas, organizadas por cooperativas, sindicatos o empresarios privados, quienes por precios más baratos que las originales vacaciones “todo pagado” -alojamiento, comida y entretenimiento incluidos- hicieron masivos el turismo de playa, los deportes al aire libre y los baños (Barton, 2002; Walton, 2002; Ward y Hardy, 1986). En la década de 1920, algunos sindicatos británicos consiguieron las vacaciones pagadas -para mediados de esa década entre 16 y 17% de la fuerza laboral recibió este beneficio- y en 1938 surge la Ley de Vacaciones Pagadas -aunque, según Walton, al entrar en vigencia posteriormente, su importancia fue menor-, de modo que posteriormente no menos de 15 000 000 de personas asistían a las playas a descansar en el verano. Las vacaciones “todo incluido” por una libra esterlina al día se hicieron también populares y eran organizadas por empresas para sus trabajadores o por organizaciones filantrópicas. En 1937 William Butlin llevó a cabo por su cuenta el primer campamento inglés de vacaciones comercial en Skegness, y en dos años aquellos campamentos alojaron a 500 000 turistas, convirtiendo a “Butlinism” y “Butlineer” en campamentos familiares (Baranowski y Furlough, 2001; Gordon, 2002; Urry, 2004; Walton, 2012).

En este proceso, hasta antes de los años treinta, las iniciativas estatales eran escasas. Hacia el año 1873, en Alemania, un decreto imperial pactó vacaciones pagadas para todos los funcionarios, más como un elemento de preocupación social que como un incentivo para los viajes. Incluso después de 1930, Holanda, así como Gran Bretaña o Estados Unidos, al parecer fueron bastante reacios a la participación estatal directa para promover viajes para los trabajadores u otros grupos sociales (Khatchikian y Murray, 1999; Walton, 2012).

En Europa central y del sur, a través de regímenes democráticos o totalitarios, fue donde el turismo social recibió un gran impulso de los Estados, no solamente a través de leyes o de oficinas encargadas de su promoción, como había sido común en las décadas anteriores, sino también implementando políticas para el traslado de los trabajadores, los jóvenes o los niños. La activa presencia de la clase trabajadora en la vida pública, y sobre todo la crisis de 1929, gravitan en este desarrollo. En Francia, durante el gobierno del Frente Popular, se creó el Commissariat au Tourisme y el Ministère des Loisirs, que en unión con la ley que estableció las vacaciones pagadas para los trabajadores en 1936 y la creación de los albergues juveniles, permitieron el desarrollo del movimiento masivo de trabajadores con sus familias a diversos lugares del país, en trenes o buses -19 000 000 llegaron a la Costa Azul entre 1936 y 1937-, para conocer y descubrir sus tradiciones, pues el descanso tenía también el sello de afirmar lo nacional (Cross, 1989; Gordon, 2002; Khatchikian, 2000; Ory, 1994). Era complementario al esfuerzo paralelo que realizaban los campamentos de scouts, clubes de viajes y colonias de vacaciones diversas para niños y jóvenes.

En Bélgica se haría algo parecido desde 1939 con el Conseil Supérior des Vacances Ouvrières et du Tourisme Social, el cual permitió, con la participación de diversas entidades, programas vacacionales y la creación de centros vacacionales, entre otras actividades. Mientras que en Suiza se promovería una caja de ahorros para los viajes de veraneo (Gryseels, 1987; Muñiz, 2001; Schenkel, 2014).

Sin embargo, respecto a los regímenes totalitarios y autoritarios es en donde los estudios han subrayado la fuerte participación del Estado. El gobierno fascista de Italia desarrolló el turismo interno y popular con la creación de la Opera Nazionale Dopolavoro, que mediante los llamados “trenes populares” llevaban a los trabajadores a los Alpes o al mar, mientras la Opera Nazionale Balilla se encargaba de la recreación juvenil. La Alemania nazi, por su lado, organizó la Kraft durch Freude, Fortaleza por Medio de la Alegría, un programa masivo vacacional con claros intereses de reforzar los valores nacionales. Junto con el programa juvenil Jugendherberge, significaba todo un esfuerzo de los alemanes por el turismo y las vacaciones. Asimismo, en la Unión Soviética se creó Intourist, una asociación de viajes para los trabajadores, y las movilizaciones al mar Negro y a Crimea fueron muy promocionadas -en 1933 se movilizaron 1 250 000 trabajadores- como premio al esfuerzo para el crecimiento económico del país, por parte de trabajadores y miembros del partido (Baranowski, 2004; Giuntini, 2002; Gordon, 2002; Grazia, 1981; Khatchikian, 2000; Koenker, 2013; Muñiz, 2001).

Igualmente en España, aunque desde 1905 se habían creado diversas instituciones públicas para el fomento del turismo y en los años treinta el gobierno del Frente Popular trató de fomentar iniciativas obreras para el ocio, el Estado fue muy activo durante la dictadura de Francisco Franco, creando la Obra Sindical de Educación y Descanso (1939), con su sección de Servicio de Viajes y Excursiones, la cual ofrecía a los trabajadores programas con descuentos en ferrocarriles durante el viaje, así como una red de albergues para el hospedaje. Algo análogo se hizo en Portugal con el Frente Nacional para la Alegría no Trabalho (Carcelén González, 2019; Escorihuela Mezquita, 1971; Muñiz, 2001; Pellejero Martínez, 2002).

Así pues, los trabajos han destacado la acción estatal en estas décadas de 1930 y 1940, frente a las iniciativas asociativas y privadas que habían caracterizado los años previos (Faucher, 1989; Haulot, 1983; Higgins-Desbiolles, 2006). Sin embargo, también hay que recalcar que algunas de estas iniciativas, aparte del contexto social, económico e ideológico que las marcan, tienen su origen en el fuerte activismo de la Organización Internacional del Trabajo, creada por la Sociedad de Naciones, que en un congreso de 1920 abogó por el tiempo libre del trabajador. En esa dirección, la convención de 1936 sobre el trabajo, de la Sociedad de las Naciones, estableció un mínimo de seis días libres y remunerados al año para el trabajador industrial, minero, y de actividades de servicios (Convenio 52, art. 1). Dicho Convenio, que entró en vigor en 1939, fue rápidamente ratificado por catorce naciones y otras lo hicieron en los años siguientes. La influencia fue decisiva, incluso en países como España, que desde 1931 tenía una ley del contrato de trabajo que establecía las vacaciones remuneradas de siete días. Allí la ley franquista de 1944 tuvo que ratificar la conquista de las vacaciones remuneradas (Muñiz, 2001; OIT, 2005).

Ahora bien, algo análogo al parecer ocurre de manera paralela en algunos países de América Latina, a pesar de los pocos estudios realizados. En Argentina se había estado desarrollando intensamente el turismo interno, gracias al propio dinamismo de su mercado local -urbanización, industrialización acelerada, crecimiento del salario urbano-, el cual contrabalanceaba el derrumbe, tras la crisis mundial, de la economía primario-exportadora que hasta entonces había articulado el país. En los inicios de los años treinta se crearon -siguiendo el modelo estadunidense- los parques nacionales de Nahuel Huapi, Iguazú, entre otros, así como también colonias vacacionales y lugares diversos de recreación, mostrando una intervención estatal; mientras el Touring Club, una asociación civil, consiguió que también se empezaran a construir hoteles públicos. En esa época hubo programas vacacionales para los empleados estatales. Después de 1943, durante el régimen de Juan Domingo Perón, se estimuló de manera más enfática el bienestar de los trabajadores, promoviendo un turismo social amplio. Así, por medio de un decreto en 1945, se establecieron las vacaciones pagadas para los trabajadores (aunque el Estado no ratificó el Convenio 52 sino hasta 1950), luego se estimularon programas masivos de vacaciones populares y el Estado y organizaciones bajo su cobertura crearon una infraestructura de colonias y hospedajes para la acogida (Núñez y Vejsbjerg, 2010; Pastoriza, 2003, 2008, 2011; Piglia, 2012, 2014, s. a.; Troncoso y Lois, 2004). México y Brasil, por su parte, ratificaron el Convenio 52 en 1938 de forma temprana, bajo los regímenes populistas de Lázaro Cárdenas y de Getulio Vargas, muy interesados en el ocio del trabajador (Schenkel, 2012).

Hay que remarcar que el turismo social impulsado por el Estado buscó, en muchos casos, reforzar los valores nacionales o, incluso, la unidad social, dado el contexto social que se vivía.

EL PROCESO PERUANO: DESARROLLO DEL TURISMO INTERNO Y SUS LÍMITES

El turismo en Perú, tanto el receptivo como el interno, se había desarrollado lentamente, estimulado exclusivamente por el sector privado desde fines del siglo XIX. El turismo receptivo se dio por las elites intelectuales, las empresas navieras, de ferrocarriles y aéreas; y el turismo interno -desde 1924- por el Touring Club Peruano, el cual a finales de los años veinte organizaba giras para sus socios por algunos lugares cercanos a la ciudad en donde se hubieran creado algunos de sus comités. Pero eran básicamente sectores de las clases medias y altas los que participaban de estos beneficios (Armas Asín 2018, vol. I, pp. 137-219).

En los años treinta, en virtud de la crisis económica mundial y la tensión política y social en Perú, las empresas extranjeras de transportes, las elites regionales, y el propio Estado vieron en el turismo una actividad para originar ingresos y empleos alternativos, pero también para favorecer la paz social mediante el descanso y el fomento a la identidad. En 1932 se creó una sección de turismo dentro del ministerio de Fomento, en 1934 se inauguró el albergue público de Machu Picchu, en 1938 empezó la construcción de los primeros hoteles de turistas (agrupados en la Compañía Hotelera del Perú, en 1942), y en los años posteriores se crearon escuelas de guías y hotelería. Así, tanto los gobiernos de Oscar R. Benavides (1933-1939) como de Manuel Prado (1939-1945) se preocuparon por echar los cimientos de una activa participación estatal en el sector, los cuales, junto a la construcción de carreteras, carreras de automóviles, ferias nacionales y otras actividades, iban moldeando sus intereses por la integración. También los empresarios del sector crearon sus propios gremios (en 1943 la Asociación Peruana de Hoteles, Restaurantes y Afines [AHORA], y en 1947 la Asociación Peruana de Agencias de Viajes y Turismo [APAVIT]) (Armas Asín, 2018, vol. I, pp. 209-249; Rice, 2017, pp. 51-73).

Centrándonos exclusivamente en el desarrollo del turismo interno, hay que referir que este siguió creciendo en la década, ligado como estaba a los sectores altos y medios urbanos. En los años treinta se multiplican los viajes organizados. En 1932 una agencia privada -Empresa de Turismo de Arequipa- organizó un viaje de la ciudad de Arequipa a la del Cuzco -ciudades del sur del país-, el cual fue un éxito. En las fiestas patrias de 1933 se realizó otro de 480 personas provenientes de Arequipa, Cuzco y Puno que visitaron la capital, Lima. El Touring organizó un viaje de Cuzco a Arequipa. Hubo también muchos desplazamientos desde Lima hacia diversos lugares del país; por ejemplo un viaje organizado por el Touring a Canta, en la sierra limeña. Pero la sierra central del país, conectada por tren y carretera, era el lugar favorito para este tipo de turismo desde la capital. Por ello, el intelectual local José Sabogal expresaba, en 1937, que el turismo nacional crecía, y muchas personas viajaban a la sierra central entre los meses de julio y septiembre, saturando los hoteles. Se había armado un circuito en la zona central del país que podía en el futuro enlazarse con el del sur (Arequipa, Puno y Cuzco), pero había que construir carreteras que los unieran. Así como con el norte, donde había sitios arqueológicos importantes, como los de Chavín y Chan Chan, o las ciudades de Trujillo y Cajamarca.2

Ya hemos dicho que, en esos años, el gobierno de Benavides impulsó la construcción vial -como la carretera Panamericana en la costa peruana o vías a la selva central-, lo cual ayudó a esta proliferación de viajes colectivos organizados. En 1939, el Touring, bajo los auspicios monetarios del gobierno, incluso organizó tres excursiones a Tingo María (selva central) para 200 empleados de empresas privadas de Lima. El Banco Popular del Perú, de la familia Prado -el grupo económico más importante de la época-, se unió a la dinámica y a través de una guía promovía distintos destinos turísticos de Perú a sus clientes -era el banco con la red de agencias más extendida por el país- (Banco Popular del Perú, 1937, con reediciones en 1938 y 1944). Como pronto hubo hoteles de turistas, los viajeros -muchos de ellos se movilizaban en sus autos- tenían hospedajes cómodos donde quedarse, como los hoteles públicos de Arequipa, Huancayo y Trujillo; los hostales de Piura, Tingo María, Huánuco, Nazca, Camaná, Yura, Cuzco, Abancay, y Machu Picchu Ruinas -albergue remozado-, además de un albergue en Chala.

En el gobierno de Prado se creó la Oficina de Informaciones del Perú y se fueron creando zonas turísticas entre 1940 y 1942 en La Libertad, Huaylas, Condesuyos, Cajamarca, la laguna de Paca, Chavín, Puno, Ayaviri y Lampa. El Ferrocarril Central, empresa privada, promocionaba -a través de publicidad- la sierra y selva centrales, además de que organizaba visitas en grupos, multiplicando los destinos turísticos. La inversión privada fue notoria y pronto se inauguró el hotel Los Ángeles (1941), para el descanso de los fines de semana de las elites limeñas, y La Hostería (1944), ambos en Chosica -el lugar ubicado en los inicios de la carretera central desde Lima, era y es un lugar habitual de descanso de los limeños, particularmente en invierno-. Ese mismo año, a orillas de la laguna de Huacachina, en el sur (Ica), cerca de la capital, el Hotel Mossone fue ampliado, mostrando su actual diseño.3

Pero el problema central era que, a partir de los datos hasta aquí recogidos, los beneficios del descanso no llegaban a los sectores populares -por ejemplo asalariados y trabajadores independientes urbanos de bajas rentas-, los cuales quedaban al margen de estas políticas e inversiones (Armas Asín, 2018, vol. I, p. 164; Protzel, 2013, p. 256). La infraestructura era para satisfacer una demanda de los sectores ya mencionados. Aunque algunos sindicatos de Lima, por ejemplo, de manera intermitente, organizaban alguna excursión a las afueras de la ciudad capital, no se rompía ese patrón de beneficios, incluso por parte de asociaciones como la de Scouts o la YMCA, enfocados en niños y jóvenes urbanos y de sectores medios. Incluso la entidad que recibía apoyos del gobierno -el Touring Club Peruano- organizaba viajes para empleados del ámbito privado, de conocidas empresas mercantiles, es decir para el sector mesocrático de trabajadores urbanos.4

LA CORPORACIÓN NACIONAL DE TURISMO Y LOS ESFUERZOS POR UN TURISMO SOCIAL

En el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero (1945-1948) fue cuando se buscó abordar esta problemática. Era un gobierno que había llegado al poder con el deseo de democratizar el país, tras años de regímenes autoritarios. Hay que recordar que fue apoyado inicialmente por fuerzas del centro político y por el APRA -partido de centroizquierda peruano de la época, proscripto hasta hacía poco-, y buscó sobre bases más amplias el desarrollo nacional. Leyes en materia de vivienda, crédito o descentralización fueron sus acciones inmediatas. Respecto al turismo, visualizó claramente la importancia de este sector pues, en el contexto de la posguerra y la escasez inicial de divisas, debido a la estrechez de la balanza comercial de esos años y las medidas para favorecer la industrialización nacional, el turismo receptivo podía proporcionar los recursos necesarios, mientras que el turismo interno podía ayudar además a los planes de armonía social, al ampliar los horizontes del descanso al conjunto de las clases trabajadoras (Armas Asín, 2018, vol. I, p. 252; Klarén, 2004, pp. 353-365; Portocarrero, 1983, pp. 61-68).

Se creó la Corporación Nacional de Turismo (CNT) en 1946, nucleándose en ella la Compañía Hotelera del Perú y todas las prerrogativas sobre fomento antes cedidas al Touring. En su primera entrevista como gerente de la corporación, Benjamín Roca Muelle anunció “giras” turísticas nacionales -es decir turismo social para los trabajadores- como parte de un plan que incluía publicidad, infraestructuras y otras medidas a desarrollar.5

En 1932 la Ley número 7505 estableció para los empleados y obreros del sector privado (comercio e industria) quince días de vacaciones al año. En 1937 (Ley número 8563) se fijó en 30 días las vacaciones para empleados públicos y privados (del comercio, industria y banca), precisándose que eran pagadas. Las medidas subrayaban la política social existente en los años treinta (Drinot y Contreras, 2015). La última norma se reiteró en 1940; pero en 1945, al ratificarse diversos convenios de la OIT (2005, pp. 9-11) de protección a los trabajadores -como los descansos semanales-, el Convenio 52 de vacaciones pagadas no fue incluido -no lo sería sino hasta 1960-, lo cual dejaba a los obreros sin los beneficios que ya gozaban otros trabajadores. El nuevo Congreso de la República retomó entonces la senda social, aprobando el salario dominical pagado en 1945, y extendió las vacaciones al personal militar en 1946 (Portocarrero, 1983, p. 112).

En ese contexto, el nuevo gobierno buscó ampliar bajo otro concepto el descanso pagado a trabajadores que habían quedado fuera de la normativa: a través de acuerdos o pactos entre las empresas privadas y el Estado para las vacaciones con fines de turismo. Para esto, la ley y reglamento de la CNT le autorizaba a confeccionar planes vacacionales con tarifas promocionales; además de que buscaba conducir hacia el ocio vacacional la legislación ya existente sobre descansos, involucrando a todos los trabajadores.

Así pues, bajo la idea del turismo social se creó la dependencia de informaciones y viajes de la CNT. Se concibe el Plan de Viajes Vacacionales, un programa que tenía a su vez varios planes: para empleados, estudiantes, obreros y profesionales. Las agencias de viajes privadas organizaban los paquetes y los promocionaba con la CNT. El usuario, a través de la CNT, le pagaba a la agencia por el precio del paquete, en el cual se incluía un descuento del precio original, que era cubierto por la Corporación. Allí había una subvención estatal. Pero había otra adicional, pues la CNT le proporcionaría al usuario un monto de crédito el cual luego pagaría en cuotas mensuales -que eran de cuatro o diez mensualidades para empleados, y de cuatro o seis para estudiantes y obreros- para cubrir parte del costo del paquete. Dado que la idea era fomentar las vacaciones pagadas, había además un aporte privado: la empresa del trabajador cubría un pequeño monto como parte de su pago por vacaciones. Finalmente, el usuario pagaba el costo restante con recursos propios. Teóricamente se cubría el costo del plan de esta manera: un descuento de 15% al ofrecerse el paquete, 10% por el crédito de la CNT, el 20% por el pago de la empresa al trabajador y el 55% restante sufragado por este mismo trabajador (Bentín Mujica, 1947). El Plan empezó a operar a fines de 1946.

Nótese de inicio, por la cantidad asignada de mensualidades para el pago del crédito, la inclinación por favorecer más los viajes de empleados que de obreros o estudiantes. A pesar del interés por incluirlos, ¿se aceptaba la escasa capacidad de excedentes monetarios de estos grupos sociales?6 Por otro lado, nótese también que el éxito para favorecer a cualquier trabajador dependía de los convenios a pactar con las empresas interesadas. En el diseño se nota además la concepción de un turismo social donde prima la complementariedad antes que el aporte masivo del Estado para su desarrollo. Por aquella época en Argentina, previo a la política populista de Perón, había programas de descanso para los trabajadores estatales, que les permitía ir a una colonia vacacional (Embalse de Río Tercero) por quince días, dándoles un subsidio estatal al costo del paquete y 50% de reducción en el pasaje. Había permitido que en 1938 se movilizaran 1 000 personas y en 1942 4 000 (Pastoriza, 2018, p. 125). Mientras, en España, la Obra Sindical de Educación y Descanso, con su Departamento de Viajes, Vacaciones y Excursiones, diseñó desde 1940 programas con descuentos en los ferrocarriles, al tiempo que creó una infraestructura de hospedajes -al inicio mayormente alquilada- que permitía, por precios 50% más baratos que su similar comercial, el descanso. En 1940 se beneficiaron 3 500 personas, y en los años siguientes el número iría en aumento (Carcelén Gonzáles, 2015, 2019, p. 1055; Muñiz, 2001, p. 121). Así, pues, este diseño se enmarca en las concepciones más conservadoras de turismo social de la época.

Fuente: El Comercio, 9 de octubre de 1946; Turismo, núm. 124, octubre de 1946

Imagen 1 Publicidad de la CNT sobre el plan vacacional 

Desde la implementación del Plan se distingue, por la información recabada, a una empresa hotelera directamente beneficiada: La Hostería (creada en 1944), hotel campestre en Moyopampa, Chosica, dedicado al descanso y al confort. Su dueño era Enrique Deacon Mujica.7 La publicidad como hotel de referencia es notable en la prensa de la época, y rápidamente firmó un convenio con la CNT para recibir visitantes.8 Como se verá más adelante, será el lugar preferido de los empleados.

Con el inicio de la primavera de 1946 la Corporación lanzó este plan vacacional. En su número de octubre la revista Turismo hizo un reportaje publicitario acerca del primer grupo de empleados que se hospedó en La Hostería y visitó los alrededores. La publicación aseveró que estos empleados utilizaron “el descanso obligatorio que la ley le acuerda para alejarse de la Capital en busca del reposo para el cuerpo y nuevos horizontes en pro del mejor conocimiento del territorio patrio”.9 El grupo fue trasladado al hospedaje de Chosica en buses, donde los esperaban el personal del Departamento de Informaciones y Viajes, bajo la dirección de Raúl Beraún, el cual les hizo disfrutar del paisaje de Chosica, ir al sitio arqueológico de San Pedro Mama, y en general pasar un “agradable” fin de semana. Estuvieron presentes los directivos de la Corporación, como Pedro Bentín Mujica y Benjamín Roca Muelle, y se anunció que proseguirían luego con un vasto Plan de Vacaciones para ir a distintos lugares del país donde hubiera un hotel de turista. “Estos viajes tienen la virtud de vincular pueblos, ciudades, tradiciones y leyendas, costumbres y folklore a los vastos núcleos ciudadanos que forman el gran sector de la empleocracia nacional.”10

Así, pronto el Plan de Viajes Vacacionales desde Lima enfatizó las visitas a Arequipa y Cuzco en el sur, Trujillo en el norte, y Huancayo o Chanchamayo en el centro del país. Lo gestionaban las agencias de viajes Casa Neuman y Travel Service S. A.11 Aunque no se descuidó la organización de viajes cercanos a la ciudad de Lima, particularmente en la costa central. Para el 18 de noviembre de 1946 hubo un viaje hacia el sur cercano, a las ciudades de Pisco e Ica, y a la laguna de Huacachina; así como también una excursión el domingo 17 de ese mes a la cercana playa de San Bartolo, que incluyó paseos en bote.12 Con los meses se buscó estructurar mejor los circuitos organizados, y se incorporaron más puntos para visitar. Así, el Norte incluyó a los Baños Boza y las ciudades de Huacho, Trujillo, Chiclayo, Piura, Talara y Tumbes; el Centro: Chosica, Huancayo, Huánuco, Tingo María, Tarma y San Ramón; y el Sur: Pisco, Ica, Huacachina, Chala, Camaná, Arequipa, Juliaca, Puno, Cuzco y Machu Picchu. Había un abono general del Plan Vacacional, llamado Abono de Ahorro Vacacional.13

Algunos viajes fueron exitosos: la primera salida a Ica motivó una segunda para el 7 de enero de 1947, la cual incluía siete días de estadía: uno en Pisco, dos en Ica y cuatro en Huacachina, en los hoteles Mossone o Salvatierra. Incluía visita adicional a la laguna de La Huega y paseo a caballo cerca a la de Orovilca. Costaba 188.5 soles para profesionales y 160.5 para empleados.14 Otro ejemplo de éxito fue la primera salida de un grupo a Huancayo (sierra central), aunque para lograrlo hubo que modificar el paquete varias veces. Inicialmente este se ofrecía para un máximo de 35 personas que no se completaban, pues hacia el mes de noviembre de 1946 había seis cupos todavía libres, por lo que se anunció que se recibirían propuestas individuales todo el mes y el siguiente para llenarlo. El viaje incluía visitas a Tarma, San Ramón y La Merced -introduciéndose en la selva central-, con visitas a fábricas de tejidos, la Feria Dominical de Huancayo, haciendas cafetaleras, madereras, entre otras. Costaba 175 soles el paquete de ocho días y 144.5 el de seis.15 Tres días después se anunciaban más cupos y se ofrecían ahora dos paquetes de viajes: uno de siete días con visita a Huancayo, Tarma y Chanchamayo -este último tramo en camioneta- a 175 soles; y otro de ocho días sin ir a Chanchamayo, pero visitando el histórico convento franciscano de Ocopa, a 160 soles. Se ofrecía para que se pagara en cuatro o diez mensualidades.16 La clave en la mejora del interés estuvo en que se permitía que, para esta salida programada para el 9 de noviembre y otra del 16, se les unieran personas que fueran con sus propios autos, dándoles los otros servicios que se ofrecían (hospedajes, guías).17 Es decir, el programa se fue distorsionando rápidamente, de ser para grupos provenientes de empresas, a ser un programa para individuos que a título personal o en grupos de amigos deseaban viajar, además que también se aceptó que fuera fraccionado el pago directo del usuario. Así, el Plan Vacacional para Empleados se amplió en lo sucesivo, en otros viajes, para que incluyera a personas sin relación alguna con los empleadores.

Por otro lado, aunque al inicio el Plan Vacacional para Estudiantes se lanzó con publicidad dirigida a los directores y profesores de institutos de enseñanza superior e instrucción secundaria, los trámites eran engorrosos y significaban dirigir solicitudes y llenar formularios ante el Departamento de Viajes de la CNT, y se dependía de los ahorros de las familias de los estudiantes para cubrir los costos del programa.18 Con el tiempo, al parecer el Plan Vacacional para Empleados terminó siendo el programa por excelencia, y tangencialmente para estudiantes, obreros y profesionales, subsumidos en este. Lo cual podría suponer el escaso interés que despertó entre estos grupos sociales, aunque también el escaso interés de las empresas -en el caso de los obreros- para firmar acuerdos con la CNT.

La corporación buscó organizar mejor los paquetes. El paquete para el sur, entre un turismo de playas y campiñas (Pisco, Ica, Huacachina, Chala, Camaná, Mollendo, Ilo, Moquegua y Tacna), ligado mayormente al uso de los hoteles de turistas existentes; y el turismo de sierras y “montañas” -selvas altas- (Abancay, Arequipa, Juliaca, Cuzco, Machu Picchu y Puno).19 Es bueno recordar que los viajes no sólo eran de Lima hacia el resto del país, sino también se promocionaba el Plan entre empleados de las ciudades de Perú hacia Lima. En junio de 1947 se publicitaba que un grupo de empleados de la ciudad de Arequipa había visitado Lima gracias al Plan. Eran diez empleados los que se habían acogido a un paquete de Travel Service S. A.20 (véase cuadro 1).

Cuadro 1: Principales paquetes de viajes ofrecidos por la CNT 

Paquetes según lugares a visitar desde Lima Días Costo en soles
Lima-Arequipa-Cuzco 12 783
Lima-Arequipa-Cuzco (sin hospedaje) 8 490
Lima-Arequipa 12 490
Lima-Chimbote-Trujillo-Chiclayo 8 783
Lima-Huancayo-Tarma-Chanchamayo 7 175
Lima-Huancayo-Tarma-Ocopa 8 160
Lima-Ica-Pisco-Huacachina 7 160.5
Lima-Chosica 5 87
Lima-Chosica 2 23

Fuente: El Comercio, 1946 y 1947; La Prensa, 1946 y 1947. Bentín Mujica (1947). Solo se considera paquetes para empleados.

Así, como se observa, hubo inconvenientes desde el inicio. Inclusive el precio de los paquetes para los viajes a lugares distantes -por más subsidios que recibiera- era alto frente a los ingresos de los trabajadores. Debemos contrastar los datos del cuadro 1 con el hecho de que, a fines de 1946, el salario mensual del obrero en el país era de 150.3 soles y el sueldo de los empleados de 367 soles (Ministerio de Hacienda y Comercio, 1948, pp. 406-410). Además, eran paquetes de varios días -casi dos semanas- que encarecían bastante el viaje. Por ejemplo, el Plan Vacacional para Empleados para Arequipa y Cuzco se planteó como un viaje de ida y vuelta en avión a Arequipa, y por tren ida y vuelta a Cuzco. En Arequipa incluía las visitas a los baños termales de Jesús y Yura. En Cuzco a los sitios arqueológicos de Sacsayhuaman y Machu Picchu, e incluía todos los gastos de estadía. Para profesionales costaba 870 soles y para empleados 783. Se pagaba en diez mensualidades.21 Sea porque el primer viaje brindó experiencias valiosas para enmendar, al mes se lanzó un paquete que sólo incluía pasajes en avión y tren, y era variable según intereses, de entre ocho, diez y doce días. Los gestionaban como siempre la Casa Neuman y Travel Service S. A. El paquete más económico costaba 490 soles y para el 12 de febrero de 1947 se anunciaba que ya estaban copados sus cupos hasta el 20 de febrero.22 Había otro paquete de ocho días a Arequipa para empleados a 384 soles.23Travel Service ofrecía además un paquete de doce días en vapor a Mollendo, ida a Arequipa en ferrocarril y visita a la campiña por 490 soles, pero aumentaba a 756 si se viajaba a Cuzco. Tanto para enero o febrero de ese año.24

Otro ejemplo. El primer viaje al norte del país se programó para el 14 de diciembre de 1946. Era un viaje de ocho días: un día en Chimbote -visitando las obras de construcción de una siderúrgica de la estatal Corporación del Santa- y luego tres días en Trujillo, visitando el centro histórico de la ciudad y las playas de Las Delicias y Buenos Aires, y se finalizaba con tres días en la ciudad de Chiclayo. Costaba 870 soles para profesionales y 783 para empleados.25 Como al parecer despertó escaso interés de unos y otros, un par de días después se estaba promocionado el paquete por siete días, a un costo de 191.5 soles para profesionales y 161.5 para empleados, con todos los gastos incluidos, pero imaginamos que con hospedajes más modestos y otros recortes adicionales.26

Diferente era la situación de las salidas cortas desde Lima. Por ejemplo a Chosica, que tenían mejor aceptación. Las salidas eran en buses los viernes y los sábados.27 El primer grupo que se movilizó en octubre de 1946 fue de 70 personas, como se ha visto. A fin de ese mes ya eran nueve grupos los que se habían organizado. Se promocionaba como lugar de descanso de fin de semana o como lugar de vacaciones -en este caso por cinco, siete o diez días-. El costo del fin de semana era de 23 soles -inició con 21.5 soles, pero pronto subió a ese precio- y 87 el paquete de cinco días. Para los que tomaban las vacaciones había una salida el viernes y dos salidas el sábado; y los que iban por el fin semana o por el día, una salida el sábado y otra el domingo. Incluía comida amenizada con orquesta y excursiones a los restos arqueológicos de San Pedro Mama y visita a la estación de piscicultura de Santa Eulalia.28 Al parecer, con el tiempo no sólo hubo predilección por este lugar (y alojarse en La Hostería, el lugar contratado para el hospedaje), sino que además fue primando el abono individual por sobre los grupos de usuarios a los que inicialmente estaba dirigido.29

En general, como primer resultado anual la información oficial afirmó, a fines de 1947, que se habían acogido a los planes 1 488 personas para 35 lugares visitados, con 9 332 días de vacaciones empleados, a un promedio de 6.27 días por persona. Los paquetes habían costado 272.014 soles, 38 702 había sido el descuento subvencionado a esta cifra, y el resto -144.048 soles- había sido financiado con créditos que la CNT había concedido (Bentín Mujica, 1947, s. p.).30 Nótese el escaso número de beneficiados comparado con el millón de trabajadores urbanos existentes -más de una décima parte empleados públicos- (Fitzgerald, 1979, pp. 124 y 245). Además, el promedio de 182 soles gastados por persona ratifica que estuvo concentrado en los paquetes a lugares cercanos de la ciudad capital, como Chosica, la sierra central o el sur chico, según el tarifario ya revisado. Y el promedio de tiempo de viaje -6.27 días- induce a pensar en lo mismo, como puede ser la semana de descanso de bajo costo ofrecido en Chosica, de fuerte concentración en sectores mesocráticos.

Exactamente un año después de estos primeros resultados, este gobierno democrático cayó, fruto del delicado contexto político nacional -fue un gobierno que naufragó en una violenta crisis económica y política-, siendo sustituido por un régimen militar (Portocarrero, 1983, pp. 187-191).

FIN DEL ESFUERZO DE LA CNT. REFLEXIONES SOBRE UN FRACASO

Producido el golpe de Estado contra el presidente Bustamante y Rivero, el régimen dictatorial del general Manuel Odría (1948-1956) procedió a la liquidación de la CNT, en octubre de 1950, aunque entre octubre de 1948 y ese año en la práctica quedó casi sin operar y reducida básicamente a recoger estadísticas y organizar una feria en Lima, en 1949. Su liquidación fue debido no solamente a la fuerte tendencia liberal de los miembros del nuevo régimen, reacios a este tipo de medidas de intervención estatal -una corporación pública-, sino también a la presión privada que se desató frente al intento de la entidad por construir un hotel en Lima, que chocó con los intereses hoteleros locales (Armas Asín, 2019, pp. 53-78).

El Touring volvió a encargarse, a nombre del Estado, del fomento -básicamente publicitario- del turismo. En un texto de 1951 esta entidad criticaba a la CNT todas sus políticas y el plan vacacional para los empleados, “que perjudicó a su propia economía y a la de entidades privadas y que tuvo insignificante repercusión social” (Touring y Automóvil Club del Perú, 1951). Ahora el Touring se consideraba capacitado, pues con el millón y medio de soles asignados -cifra en verdad mínima para una obra de envergadura-, decía, haría mucho: publicidad, guías o inventarios.

Como se ha visto el Plan Vacacional desde el inicio fue un fracaso: no llegó a todos los grupos de la sociedad que pretendió en un inicio: obreros, estudiantes o profesionales. Básicamente se centró en un núcleo de empleados urbanos, pero su propuesta de que, en coordinación con las empresas, los empleados viajen utilizando sus vacaciones pagadas, tuvo escasa acogida.

Como se ha comprobado, eran sobre todo empleados que a título personal o en grupos de amigos viajaban, pero mayormente a lugares cercanos, debido a las limitaciones económicas que el mismo Plan imponía y al tiempo e ingreso disponibles.

El plan más caro suponía más de dos sueldos de un empleado y más de cinco veces el salario de un obrero; y el gasto promedio que finalmente resultó siguió estando por encima del salario del obrero (120%) o la mitad del sueldo de un empleado, por menos de una semana utilizada (6.27 días).31 Es decir, había un punto de equilibrio de lo aceptable de este gasto vacacional y que era sólo asumible por un cierto sector social.

Esto lo deberíamos comparar con otras experiencias contemporáneas. En el caso español, con los programas de la Obra Sindical de Educación y Descanso, los cuales ofrecían paquetes de hasta quince días de descanso que suponía apenas el 20% del ingreso mensual de un obrero, gasto que si lo hiciera en un albergue privado similar le significaría el 40% de su salario. Para fines de los años cincuenta se contaban en decenas de miles los usuarios de las instalaciones de la Obra -47 establecimientos y cerca de 5 000 plazas ofrecidas-. En el caso argentino, con el régimen de Perón se dio una ruptura frente a la concepción anticuada de turismo social, y se diseñaron programas masivos desde las instancias estatales. Se promovieron paquetes turísticos de bajo costo -con tarifas de transportes reducidas, 15-25% de descuento- que permitieron que varias decenas de miles de personas arribaran a los parques nacionales de Nahuel Huapi e Iguazú, y más de 500 000 a Mar de Plata, entre 1946 y 1947. Y desde 1948, los gobiernos provinciales promovieron planes ambiciosos, como el de Buenos Aires, el cual ofreció hasta dos semanas de descanso en centros turísticos, cubriendo el costo del transporte. A los complejos de Chapadmalal y Embalse llegaron varias decenas de miles de personas en 1948, por catorce días de estancia. Por su lado, los sindicatos asociados a estas políticas públicas organizaron sus propios paquetes y tenían alojamientos propios o contratados, ofreciendo entre 30 y 50% de descuento para sus afiliados. Se ha dicho que algunos de los planes de las instancias estatales no colmaron todas las expectativas, y se tuvo en los siguientes años que obrar con mucha publicidad para desmitificar frente al obrero el viaje, asociado a lo costoso y complejo; así como se ha argumentado sobre la presencia de sectores mesocráticos entre los beneficiados. A pesar de ello, en el largo plazo, y hasta la caída del régimen (1955), fueron programas pioneros en el desarrollo del turismo social en América Latina (Carcelén González, 2019, pp. 1055 y 1062; Díaz Bello, 1999, pp. 248-249; Khatchikian y Murray, 1999, pp. 12-17; López, 2010, p. 86; Pastoriza, 2008, p. 55; Pastoriza y Torre, 1999, pp. 48-77; Scatzanella, 1998, pp. 65-84; Schenkel, 2014, pp. 5 y 11). Visto así, y reconociendo algunas coincidencias, el plan peruano no logró su masificación entre los trabajadores, además de que no superó sus limitaciones para llegar a diversos beneficiados.

Por el lado de la oferta ya hemos visto el escaso atractivo de paquetes tan costosos, lo cual los convertía en inaccesibles. El problema aquí tal vez estaba en los costos asociados a los transportes, la distancia y otras barreras logísticas -el costo del alojamiento en hoteles de turistas era alto, un establecimiento no pensado para recibir a un viajero obrero o para alojar grandes cantidades de hospedados, por ejemplo-. No existía una estructura de costos locales asequible. Al multiplicarse por dos semanas se volvían inviables los paquetes, además de que eran para una sola persona. No se pensó en parejas o núcleos familiares. Es cierto que estamos en una época anterior al moderno tour operador que maneja economía de escalas, sin embargo, la crítica es válida. La propuesta de los paquetes tenía limitaciones de raíz. Por el lado de la demanda, ya hemos señalado el problema de los ingresos -además el gobierno termina en una crisis económica que erosiona aún más las condiciones salariales-. A ello añadamos la variable de incertidumbre política que impidió la continuidad del programa, así como pensar en superar sus limitaciones. Al apreciar las fotos de la época (véanse imágenes 2 y 3), se ratifican las características del grupo beneficiado en la corta vigencia del programa: hombres y mujeres provenientes de actividades administrativas, de las capas medias urbanas.

Fuente: Turismo, núm. 124, octubre de 1946

Imagen 2 Grupo de empleados en Chosica, en el primer viaje del plan vacacional 

Fuente: Turismo, núm. 124, octubre de 1946

Imagen 3 Empleados de Lima en un viaje del Plan 

Por ello, se entiende que el Touring, en el documento aludido de 1951, cuestione duramente el planteamiento de desarrollar un turismo social sobre la base de un programa de vacaciones pagadas para los trabajadores. Pero el organismo aprovechaba el fracaso del Plan para mostrar una actitud de confrontación frente a las vacaciones pagadas en general, las cuales se estaban aplicando en otros países de la región, y que en Perú ya involucraba a los trabajadores estatales y a parte de los provenientes del sector privado. Consideraba nocivo pagar a los trabajadores públicos, por ejemplo, por unas vacaciones en las que no viajaban: “nocivo criterio de que es obligatoria la subvención estadual para los que en vacaciones no desean viajar”. Es decir, si las vacaciones pagadas eran para que gasten estos ingresos, y no lo hacen, mejor no pagarles por tener vacaciones laborables. Por otro lado, el Touring quería desarrollar más bien un programa para empleados en coordinación con las agencias de viajes y turismo agrupadas en la Asociación Peruana de Agencias de Viajes y Turismo (APAVIT), imaginamos que intermediando simplemente los paquetes de estas. Después pensaban extenderlo “al turismo colectivo de carácter gremial o profesional”. Su aversión al Estado y a su papel coordinador o de fomento los llevó a aseverar: “El Estado no debe intervenir en la industria” (Touring y Automóvil Club del Perú, 1951).

A la larga este regreso a las políticas liberales de los años previos (sin una institución directriz), y en concreto este carácter simplemente promotor de viajes, será un fracaso igualmente, por su escasa cobertura e insignificancia. Lo que llevó en 1954 a Ricardo Palma, director gerente del Touring, a reconocer que sus planes no surtían efecto, aunque lo achacaba a la poca colaboración estatal y a que el Touring “no cuenta con el recurso de la iniciativa privada”.32

En verdad, como se observa, eran otros factores de fondo que impedían el desarrollo de esta u otra propuesta de turismo social. En general el fracaso de estos planes volvería a darse, aunque con otras características, cuando entre las décadas de 1960 y 1980 se reeditaron con cierto entusiasmo, a cargo de los dos gobiernos de Fernando Belaúnde Terry (1963-1968 y 1980-1985) y los gobiernos militares, particularmente el de Velasco Alvarado (1968-1975).

CONCLUSIÓN

Hemos desarrollado el caso de un programa de turismo social que, en el marco internacional, y con el deseo de hacer extensivo los beneficios del turismo a mayores capas sociales, el Estado peruano implementó entre 1946 y 1947, buscando promover las vacaciones pagadas para los trabajadores del mercado laboral formal.

Fruto del estudio efectuado quedan claras las razones de su fracaso, en parte por el carácter conservador de la propuesta, errores en la concepción de la oferta -paquetes mal estructurados-, costos locales altos, la impericia en su implementación, no tomar en cuenta las características del público receptor -los bajos ingresos disponibles que condicionaba a la demanda-, y el desinterés de las empresas. El resultado fue subrayar el carácter desigual ya existente en el acceso a los beneficios del descanso y la distracción del que sufrían la mayor parte de los peruanos -el censo de 1940 había precisado que 65% de la población era rural y hacia la mitad de siglo el decil superior de la población controlaba la mitad del ingreso y los seis inferiores apenas poco más de 18%, con mucha disparidad entre ingresos nacionales, regionales o sectoriales- (Webb y Figueroa, 1975).

Pensamos que este trabajo debe servir para estudiar en perspectiva latinoamericana la implementación de planes similares de turismo social en la época y comprobar sus éxitos y fracasos, condicionados por aspectos como los revisados u otros. Creemos que el ejemplo peruano ilustra además el interés del Estado por buscar la armonía social en coyunturas de dificultades políticas y sociales, pero también colateralmente el interés de algunas empresas o grupos sociales que terminan por beneficiarse de los planes implementados.

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1Superando términos como turismo de masas, turismo popular, entre otros (Muñiz, 2001).

6Como veremos más adelante, a partir de la información estadística existente, los ingresos laborales de los obreros eran muy bajos respecto a los empleados.

7Surge una interrogante razonable sobre el parentesco que pudiera tener con el presidente de la CNT, Pedro Bentín Mujica.

31Ya hemos dicho que los salarios mensuales de los obreros eran en 1946 de 150.3 soles en el país, sólo ligeramente más altos en Lima (en el sector manufacturas 190.3 soles; en Comercio y Banca 179.1 soles); y 367 soles el sueldo para los empleados (396 y 347 en análogos sectores para la ciudad de Lima) (Ministerio de Hacienda y Comercio, 1948, pp. 406-413).

* Doctor en Filosofía y Letras (Historia). Docente de la Universidad del Pacífico. Líneas de investigación: historia del turismo, historia de las religiones.

Recibido: 11 de Septiembre de 2020; Aprobado: 16 de Marzo de 2021

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